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1 INSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS TEOLÓGICAS «SAN BASILIO DE OSTROG» Iglesia Ortodoxa Rusa Fuera de Rusia P P R O N T U A R I O Descripción del Curso ESP 101 - VIDA CRISTIANA (3 CRÉDITOS) Este curso presenta los objetivos y el fin principal de la vida cristiana, incluyendo el camino que lleva al Reino de los Cielos, el sendero de la salvación, la lucha contra el pecado, el poder espiritual de la convivencia cristiana, el rol de la familia en la búsqueda de la salvación, la oración y el ayuno, cómo vivir una vida piadosa, y la vida celestial en la tierra. Rector Reverendísimo Archimandrita Dr. Andrés (Vujisic) [email protected] Mentor Reverendísimo Protopresbítero Dr. Peter DiLeo-Vulic [email protected] Objetivos del Curso Los objetivos generales de este curso son: Proveer al estudiante conocimientos fundamentales sobre la vida cristiana Exponer la importancia de una vida piadosa como parte del estudio de la teología, ya que “la mente carnal es enemiga de Dios” (Romanos 8.7) Estimular el desarrollo en el estudiante de sus capacidades para la integración de la enseñanza

ESP 101 - La Vida Cristiana

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INSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS TEOLGICAS

SAN BASILIO DE OSTROG

Iglesia Ortodoxa Rusa Fuera de Rusia P r o n t u a r i oDescripcin del Curso

ESP 101 - Vida Cristiana (3 crditos)

Este curso presenta los objetivos y el fin principal de la vida cristiana, incluyendo el camino que lleva al Reino de los Cielos, el sendero de la salvacin, la lucha contra el pecado, el poder espiritual de la convivencia cristiana, el rol de la familia en la bsqueda de la salvacin, la oracin y el ayuno, cmo vivir una vida piadosa, y la vida celestial en la tierra. Rector

Reverendsimo Archimandrita Dr. Andrs (Vujisic)[email protected] MentorReverendsimo Protopresbtero Dr. Peter [email protected] Objetivos del CursoLos objetivos generales de este curso son:

Proveer al estudiante conocimientos fundamentales sobre la vida cristiana

Exponer la importancia de una vida piadosa como parte del estudio de la teologa, ya que la mente carnal es enemiga de Dios (Romanos 8.7) Estimular el desarrollo en el estudiante de sus capacidades para la integracin de la enseanza cristiana, la autoevaluacin como requisito para el arrepentimiento, y la prctica de una vida piadosa Desarrollar en los estudiantes hbitos de trabajo y actitudes positivas en el desempeo de sus labores espirituales de acuerdo a los principios salvficos que rigen la Iglesia OrtodoxaAl terminar el curso los estudiantes sern capaces de:

Identificar las metas y objetivos de la vida cristiana

Definir los conceptos relacionados con la importancia de una vida piadosa en el estudio de la teologa Determinar los principales obstculos al estudio de la teologa Comprender los principios que gobiernan la prctica de la vida cristiana Aplicar los conceptos y prcticas en la vida diariaProcedimientos Metodolgicos Lecturas por parte del estudiante Discusin semanal online con el mentor Presentacin del ensayo antes del 28 de diciembre de 2009Evaluacin

La nota final del curso se determinar a base de las notas siguientes:

EvaluacinComponentesPuntosPorcentaje

1Lecturas de referencia en lneaEl estudiante debe referenciar las lecturas en su contacto semanal por correo electrnico con el mentor.4010%

2Lecturas [textos requeridos]El estudiante debe referenciar las lecturas en su contacto semanal por correo electrnico con el mentor.8020%

3Discusin con el mentor y otros estudiantes por medio del foro electrnico*. Se requiere participacin semanal en el foro electrnico para que el mentor pueda monitorear el progreso del estudiante en cuanto a las lecturas y el desarrollo de lgica y coherencia en el manejo de las ideas, las demostraciones, los temas, el anlisis y las conclusiones.

8020%

4EnsayoDescriba las metas y objetivos de la vida cristiana y explique porque una vida piadosa es necesaria para poder estudiar la teologa.20050%

Nota Final400100%

*Enlace para el Foro Electrnico: http://stbasilofostrog.ning.com/?xgsi=1 Requisitos para la evaluacin del ensayo Utilice el estilo de APA en la preparacin de su ensayo y la citacin de referencias (vea http://campus.dokeos.com/courses/8/work/4986faf11f92aPRESENTACIONAPA.ppt) El ensayo debe ser 10 -15 pginas (mnimo) sin incluir la portada y las referencias El ensayo debe referenciar a todos los textos requeridos (incluyendo los textos electrnicos)

Para respuestas a las preguntas ms frecuentes sobre la gramtica vea http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000018.nsf/(voAnexos)/arch8100821B76809110C12571B80038BA4A/$File/CuestionesparaelFAQdeconsultas.htm Curva

90 % - 100 % A360 - 400 puntos80 % - 89 % B 320 - 359 puntos70 % - 79% C280 - 319 puntos60 % - 69% D240 - 279 puntos 0 % - 59% Fbajo 240 puntosLecturas de referencia

La Doctrina de los Doce Apstoles http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/didahi_s.htmSobre el Agradecimiento a Dios

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/gracias_dios.htmLa Esencia del Cristianismo

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/essence_christianity_1s.htmSobre la Isla de los Leprosos

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/essence_christianity_2s.htmLo Ms Importante

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/mas_importante.htmLa Fe: Llave de los Tesoros de Dios

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/fe.htmLa Concienciahttp://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/conciencia.htmArrepentimiento

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/arrepentimiento.htmLos Mandamientos de Dios

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/mandamientos_dios.htmAmor Cristiano

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/amor.htmLa Ley de Dios

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/ley_dios.htmSiguiendo a Cristo

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/essence_christianity_3s.htmBuenas Obras o Fe?

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/essence_christianity_4s.htmSobre la Gracia del Espritu Santo

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/essence_christianity_5s.htmLa Familia Cristiana

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/familia_cristiana.htmLa Pobreza que Enriquece

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/humility_pride_s.htmLa Verdadera y la Falsa Mstica

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/mistika_s.htmTesoro Espiritual

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/tesoro_espiritual_deputatov.htm

La Oracin y el Combate Espiritual

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/oracion_ignacio_brianchaninov.htm Textos Requeridos

LA VIDA ESPIRITUALArcipreste A. Semenoff-Tian-Chansky.

Fin de la vida cristiana

El fin de la vida cristiana es la unin con Dios. Podemos alcanzar este fin participando de la vida del Seor Jesucristo. Debemos injertarnos en E1 como pmpanos en la Vid (Juan 15:4-9). Esta unin se cumple por la fuerza del Espritu Santo y se puede decir que el fin de la vida cristiana es la adquisicin del Espritu Santo y la recepcin de sus dones. E1 ms grande de ellos es el Amor que une a todos los hombres ya que es la fuente de la vida. E1 que lo posee vive de acuerdo con la inspiracin de Dios y ya no es impulsado por sus consideraciones individuales y sus inclinaciones. Entonces es verdaderamente el templo del Espritu Santo y puede decir segn el Apstol: "Vivo, no ya yo, mas vive Cristo en m" (Glatas 2:20). As llega a ser el hombre tambin santo e hijo de Dios Padre. Es por eso que el fin de la vida cristiana es necesariamente la santidad.

La revelacin

Por su revelacin, Dios mismo nos muestra el fin de una vida autntica y el medio de adquirirla. La revelacin es dada a la Iglesia, es decir, a una comunidad de hombres que desean la unin con Dios y entre ellos mismos. Y El Espritu guarda la revelacin divina, que es la experiencia viviente de la unin con Dios. Eso es lo que se llama la Tradicin, y su fundamento ms precioso es las Sagradas Escrituras, es decir, lo que de la revelacin ha sido consignado por escrito por algunos hombres expresamente elegidos para eso por Dios. Tratar de asimilar las Sagradas Escrituras es el primer paso en el camino que conduce a Dios.

Las Escrituras estn constituidas por el Antiguo y el Nuevo Testamento y forman un conjunto unido, pero para los cristianos la base sobre la que se apoyan es el Nuevo Testamento, el que reposa sobre el Evangelio, en el que est grabada la imagen de Jesucristo: es all, en los eventos de su vida, en sus palabras y en sus obras.

La encarnacin divina y el descenso del Espritu Santo sobre la Iglesia fueron consumados una sola vez, y los escritos del Nuevo Testamento dan testimonio de ello. A estos eventos nicos no puede aadirse nada ni puede quitarse nada. Las Escrituras constituyen as el fundamento de nuestra fe.

Una lectura atenta de las Sagradas Escrituras, no solamente nos da conocimientos de Dios, sino tambin, hasta cierto punto, nos hace conocer a Dios unindonos con El particularmente mientras leemos el Evangelio.

La Tradicin no es una coleccin de conocimientos abstractos transmitidos por la memoria. Lo que se transmite es la Verdad viviente destinada a ser asimilada por un corazn viviente. Esta asimilacin no es posible sino con la ayuda de la Gracia. En otros trminos, Dios revelndose al corazn de cada cristiano, le permite hacer suyo el conocimiento ya recibido de la misma manera por aqullos que le han predicado: es lo que constituye el valor de la Tradicin. La verdad divina es siempre la misma; lo que s cambia es la forma exterior, la que puede ser asimilada, y sta depende de la personalidad de quien debe recibirla, de la poca y del lugar en los que se produce la transmisin de la verdad. De esto resulta la variedad de oraciones y de ritos, de homilas, de obras teolgicas, y tambin el cambio inevitable de su forma.

Es as que puede incorporarse a la Tradicin, fuera de las Sagradas Escrituras, toda palabra escrita u oral propuesta por la Iglesia para alimento espiritual de los fieles. Ciertos ritos pueden incluirse en ella de la misma manera. Despus de la Sagrada Escritura, han venido a constituir el cuerpo de la Tradicin: las definiciones dogmticas de los concilios ecumnicos, los textos de los ritos litrgicos y tambin las decisiones cannicas, los escritos de los Padres de la Iglesia, las obras teolgicas y de predicacin, todos no siendo del mismo valor y pudiendo, de acuerdo con la experiencia viviente de la Iglesia, adquirir una significacin importante en la manifestacin de la Tradicin sagrada.

Las leyes fundamentales

"Amars pues al Seor tu Dios con todo tu corazn, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas" y "amars a tu prjimo como a ti mismo" (Marcos 12:30-31). Estas dos leyes fundamentales de la vida del hombre "segn el espritu y la verdad," expresadas bajo forma de consejos o de preceptos, aparecen ya en el Antiguo Testamento o se manifiestan en las figuras de los hombres que se esforzaban por conformar su vida a ellas. En el Antiguo Testamento, solamente los hijos del pueblo electo son considerados como "prjimo." Tal limitacin del ideal moral es inaceptable para los cristianos que conocen ya la universalidad del amor divino. Sin embargo, conviene no olvidar que el Antiguo Testamento solamente preparaba al Nuevo y que Israel no era slo un pueblo entre otros numerosos, sino tambin una escuela de fidelidad a Dios, el pueblo de Dios, la Iglesia del Antiguo Testamento, es decir, la semilla de la Iglesia novotestamentaria universal.

Ciertas figuras de los justos del Antiguo Testamento son tan hermosas que aparecen como la prefiguracin del Seor mismo. As los inocentes que aceptan el sufrimiento: Abel, Isaac, Job, Jos y tambin Moiss, quien fue el gua y el doctor de su pueblo y que se dio completamente para servir la obra redentora de Cristo.

Encontramos tambin en el Antiguo Testamento ejemplos de infidelidad a Dios, malvados y acciones malas. Tal es el relato del crimen de Can en el que el asesinato del hombre por el hombre est estigmatizado con un vigor sobrehumano (lo que no existe en otra religin de la antigedad).

El Declogo

Lo que la revelacin nos ensea en el Antiguo Testamento sobre la vida espiritual del hombre, aparece adems en numerosos preceptos entre los cuales los diez mandamientos de Moiss o el Declogo siguen guiando hoy da a los cristianos, los cuatro primeros ensean el amor para con Dios, los otros el amor para con el prjimo. La mayor parte de ellos toman la forma de prohibiciones e indican los principales obstculos en el camino de la vida verdadera.

Los dos primeros mandamientos

El primer mandamiento recuerda la verdad esencial del Antiguo Testamento: hay un solo Dios y es a l solo a quien deseamos amar. "Yo soy el Seor tu Dios y no tendrs dioses ajenos delante de m." E1 segundo mandamiento explica el primero: "No te hars imagen, ni ninguna semejanza de cosa que est arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: no te inclinars a ellas, ni las honrars."

Esta es una amonestacin contra el culto pagano de dioses falsos. Existen todava hoy idlatras inconscientes, an entre los cristianos: todos los que toman por valor supremo cualquier valor relativo, por ejemplo el triunfo de su propio pueblo, de su raza o de su clase social (as todas las especies de patriotera, de racismo o de comunismo). E1 que lo sacrifica todo por el dinero, la gloria, la ambicin o la satisfaccin personal, se fragua un dolo y lo adora. Todo cuanto es traicin contra Dios, sustituyendo la mentira por la verdad y al mismo tiempo subordinando el todo a una parte, lo ms elevado a lo ms bajo.

Esto es una desnaturalizacin de la vida, una enfermedad, una monstruosidad, un pecado que lleva al mismo idlatra a su propia ruina y muchas veces a la de otras personas. Es por eso que puede considerarse el segundo mandamiento como una amonestacin contra todo pecado en general.

El tercer mandamiento

"No tomars el nombre del Seor tu Dios en vano" - salvaguarda la base, de nuestras relaciones con Dios, la oracin. Es por su Palabra que Dios cre el mundo. La Palabra de Dios se hizo carne y nuestro Salvador. Es por eso que nuestra palabra tambin (no olvidemos que estamos hechos a la imagen de Dios). tiene una gran potencia. Debemos pronunciar cada palabra con prudencia y en particular el Nombre de Dios, que nos ha sido revelado por E1 mismo. Hay que emplearlo solamente para rezar, bendecir o para ensear la Verdad.

Tomando en vano el Nombre de Dios, acabamos por olvidarnos de cmo emplearlo justamente y debilitamos nuestro acercamiento de unin con Dios. E1 Seor Jesucristo nos pone en guardia contra el juramento (Mateo 5:34-37). Ms perniciosos an son la blasfemia, la murmuracin contra Dios, el sacrilegio, el juramento. Pero toda palabra falsa o mala tiene un poder destructor: puede destruir la amistad, la familia, naciones enteras. E1 Apstol Santiago afirma vigorosamente la necesidad de refrenar 1a lengua (Santiago 3:2-10). Si Dios y Su Palabra son la Verdad y la Vida, el diablo y su palabra son mentira y la fuente de la muerte. E1 Seor dice que el diablo es, desde el principio, homicida, mentiroso y padre de mentira (Juan 8:44).

El cuarto mandamiento

"Acurdate, el da de reposo ser para tu Seor: seis das trabajars. Y hars toda su obra; mas el sptimo da ser reposo para el Seor tu Dios." Este mandamiento nos recuerda que nuestras ocupaciones constituyen un camino que conduce hacia Dios o que nos aleja de E1: slo en Dios encontramos descanso. En el Antiguo Testamento, el da del sbado era la imagen del reposo de Dios despus de la creacin del mundo: al participar del reposo de Dios, el hombre tiene acceso a una elevada vida espiritual, contemplativa, a la que se acostumbra.

Para los cristianos, el da del Seor es el domingo, da de oracin, da en que recibimos la Palabra de Dios y la Eucarista. Los primeros cristianos fueron excomulgados (puestos fuera de la comunin de la Iglesia), si por dos domingos seguidos no comulgaban.

Cristo enseaba que es imposible separar el amor por Dios del amor por el prjimo, y dio testimonio de esto al curar a los enfermos en el da consagrado a Dios, el sbado! Hoy da, el signo de nuestro amor por Dios, inseparable de nuestro amor por nuestro vecino, es la Eucarista: es lo que nos da la fuerza para practicar el bien. Es por eso que el domingo y los das de fiesta celebramos la Eucarista.

El quinto mandamiento

"Honra a tu padre y a tu madre para que tus das se alarguen en la tierra que el Seor tu Dios te da." Este mandamiento no es solamente una invitacin a amar a los padres, sino que es tambin la indicacin de un punto de partida para amar a todos los hombres. En efecto, para aprender a amar a todos, es necesario primero amar a los que nos son ms prximos (1 Timoteo 5:8). E1 modelo del amor perfecto nos fue dado por el amor del Seor por su Padre. La unidad a que somos todos llamados comienza en la familia cristiana. Es sobre el respeto de los padres y la atencin a sus consejos que est fundada la cultura. La irreverencia para ellos (personificada por Cam, el segundo hijo de No). es el origen de la decadencia de toda sociedad humana y de separacin de la Iglesia.

El sexto mandamiento

"No matars" - es un mandamiento esencial, el homicidio es todo lo contrario al amor. Amar significa desear para aqul a quien se ama la plenitud de todos los bienes, principalmente, la vida eterna. E1 homicidio es tambin un suicidio, porque destruye, en el corazn del que mata, el fundamento mismo de la vida: el amor. En cuanto al suicidio de hecho es el ms grave de los pecados: es en efecto la negacin de toda confianza en Dios, de la esperanza en El y tambin de toda posibilidad de arrepentirse. Es propiamente el atesmo puesto en prctica y la cosa ms contranatural que puede cometer un hombre. Los medios de cometer homicidio y suicidio son innumerables, sobre todo si se considera que estos actos pueden ser cometidos, no solamente por las armas y la violencia, sino tambin indirectamente por una palabra o por un silencio, por mirar o por negarse a mirar. Todo pecado, en realidad es violacin de las leyes de la verdadera vida, es un homicidio indirecto. Es homicidio igualmente, la negacin de defender o de salvar a otra persona.

Ocurre, sin embargo, que la defensa de otro exige adems del sacrificio personal, la violencia y hasta el homicidio. Es as que se encuentra justificado el combatiente que mata en la guerra, si es que no es motivado por e1 odio o por la sed de la sangre. Pero todo esto no justifica la guerra, que en s es un mal.

La principal responsabilidad de la guerra corresponde a los jefes de los gobiernos y de las Naciones. La poltica y los medios de hacer guerra son sometidos tambin a un juicio de orden' moral. Esto se olvida cada vez ms en nuestros das

El sptimo mandamiento

Toda unin extraconyugal entre un hombre y una mujer es una violacin directa del mandamiento: "No cometers adulterio." Pero toda accin que favorece un exceso de los sentidos, lo viola igualmente.

En el matrimonio cristiano, en que la vida sexual es condicionada por relaciones personales basadas en un amor profundo, no resulta perturbada la armona moral. Fuera del matrimonio, al contrario, la manifestacin del instinto sexual se asla fcilmente en su propia esfera, lo cual destruye la integridad de la persona humana. Y hay tanto peligro de esto porque los elevados impulsos creativos del hombre estn estrechamente ligados a su vida sexual. La continencia aumenta las fuerzas espirituales mientras que el desarreglo las debilita, adems, provoca muchas veces enfermedades de las que hasta los descendientes del que as ha pecado llevan el peso. Los desarreglos de la vida sexual provocan desrdenes en las relaciones con el prjimo y a veces una viva agresividad. En la lucha con las tentaciones del pecado, sobre todo en esta esfera, los solos esfuerzos de la voluntad no bastan. Aqu, es indispensable ejercer los mejores recursos intelectuales y espirituales, en particular, la oracin, participacin de la vida de gracia de la Iglesia, y sobre todo, un amor viviente por Dios y el prjimo.

Los mandamientos 7-10

"No hurtars." Este mandamiento nos pone en guardia contra un pecado que puede perjudicar seriamente el amor entre los hombres.

La propiedad es frecuentemente una condicin necesaria a la vida del hombre, a la seguridad de su futuro y a veces es tambin un vnculo con su pasado, la condicin de su trabajo creativo o bien el fruto de su obra. Como el nombre, la propiedad puede ser el smbolo del hombre mismo. Es por eso que, cuando un hombre hurta, puede hacer un dao profundo a su personalidad y causarle as una verdadera mutilacin moral. Sin embargo, no conviene dar una importancia absoluta a los aspectos aislados de la propiedad particular o colectiva. En s la propiedad no es ni mala ni buena, pero conforme a la enseanza de San Casiano, slo puede convertirse en un bien o en un mal.

La doctrina de Cristo no permite el establecimiento de ningn sistema econmico, sino que da el criterio necesario para juzgar la propiedad en los diversos casos que pueden presentarse. Este criterio es el bien espiritual del hombre.

El noveno mandamiento: "No hablars contra tu prjimo falso testimonio" condena la declaracin falsa en un tribunal, pero adems, es interpretado por los comentadores de la Iglesia como una amonestacin contra todo pecado hecho por palabra, y as se completa el tercer mandamiento.

El dcimo mandamiento nos pone en guardia contra la envidia y la codicia, dicho en otros trminos, contra el mal interno que es la causa del mal externo. En este respecto, el ltimo mandamiento recuerda los del Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento

Si el Antiguo Testamento, en sus preceptos de amor para con Dios y el prjimo, nos revela ya el fundamento de la vida verdadera, apenas nos descubre lo que la constituye interiormente. En efecto, el Declogo nos indica solamente lo que es contrario al amor, y adems nos muestra los frutos del mal. Pero el Nuevo Testamento nos revela la vida verdadera en toda su plenitud como el amor divino en su perfeccin. Este amor se manifiesta en la persona de nuestro Seor Jesucristo, Dios mismo hecho hombre, en su vida y en su doctrina y ms tarde en fin, por la fuerza del Espritu Santo despus de Pentecosts, en el corazn de los cristianos.

Las obras y la enseanza de Cristo

Hemos hablado arriba de la vida de Jesucristo, de su sacrificio y de su victoria, pero E1 mismo nos ha enseado por sus palabras y sus milagros (los que llama sus 'obras') como debemos vivir segn el camino de la verdad.

Los milagros de Cristo son el mejor testimonio de la perfeccin y de la potencia del amor divino que libra al hombre de todo mal y le da la plenitud del bien. As es que al cambiar el agua en vino en la ocasin de las bodas de Can, el Seor demuestra que vino a traer el gozo a los hombres; y al echar a los demonios, al curar a los enfermos y al resucitar a los muertos, los libra del sufrimiento, consecuencia trgica del pecado. Y por sus milagros sobre la naturaleza (la tempestad apaciguada, la marcha sobre las aguas, la multiplicacin de los panes, etc). es tambin el amor que manifiesta, restableciendo as el poder del hombre sobre los elementos, poder que ste perdi despus de la cada. Pero por medio de sus milagros y de su palabra, es primero a las almas que vuelve a dar la vida perdida, por el pecado, pues fortalece as en los hombres la fe y el amor, sin los cuales el alma est muerta. Sin embargo, se neg a hacer milagros capaces de golpear la imaginacin y de forzar la fe; los consum slo para los que ya crean en El mostrando bien as que no los obliga jams, sino que slo los invita a hacer bien.

E1 Seor dio a sus discpulos el mismo poder de hacer milagros. Pueden consumarlos si aceptan su invitacin a ser templos del Espritu Santo. En fin, habiendo instituido los sacramentos, el Seor ha dado a los hombres la posibilidad (despus del descenso del Espritu Santo). de ser siempre testigos y participantes de sus milagros. Los sacramentos de la Iglesia son, en efecto, la continuacin de los milagros de Cristo, y en el Sacramento de la Eucarista se adquiere todo lo que el Seor daba a los hombres durante su vida terrestre: la potencia del espritu sobre la materia, la expulsin de los espritus del mal, curacin del alma y del cuerpo y prenda de resurreccin en gloria.

E1 amor es un acto de nuestra libertad. Es imposible obligarnos a amar al prjimo. Es por eso que la enseanza de Cristo sobre el amor es expresado en forma de ejemplos, los que son un llamamiento y no mandato. Cristo mismo es el gran Ejemplo del Amor, el llamamiento supremo a amar. Los milagros del Seor son tambin ejemplos de su amor y sus parbolas son muchas veces invitaciones a amar.

El Padre y Su Hijo

Al invitarnos a ser perfectos, como el "Padre que est en los cielos" (Mateo 5:48), quien hace levantar su sol sobre los malos as como sobre los buenos y quien da su lluvia a los justos como a los injustos (Mateo 5:45), el Seor nos muestra por medio de parbolas la imagen del Amor divino de su Padre. Tal es la parbola del Hijo Prdigo (Lucas 15), la que nos revela que Dios est presto, al primer movimiento de arrepentimiento del alma, a hacerla renacer y concederle su gracia. Esta parbola nos ensea tambin que el Amor no solamente compadece sino que tambin toma parte del gozo (en la parbola Dios se esfuerza por inducir al hijo mayor que tome parte del gozo de la familia).

E1 Seor nos habla de la misericordia de su Padre en la parbola del Juez Inicuo (Lucas 18:18), en la del hijo que pide pan y pescado (Mateo 7:11), y en fin en la de los viadores homicidas (Mateo 21:33-41; Marcos 12:1-lO; Lucas 20:9-16). a quienes el Padre trata de llamar al arrepentimiento sacrificando para ellos a su propio Hijo. La misericordia del Padre se nos indica en la parbola de los obreros contratados a diferentes horas que recibieron el mismo salario (Mateo 20). Todas estas parbolas nos llaman a conocer el amor perfecto del Padre y a unirnos a su potencia, a su felicidad.

En otras parbolas, el Seor nos habla de si mismo: en la de las vrgenes insensatas y de las vrgenes prudentes (Mateo 25), E1 es quien trae el gozo, es el Esposo de la Iglesia y de cada alma en la parbola del buen Pastor (Juan 10), anuncia su sacrificio redentor por causa de todos los hombres. "Pongo mi vida por las ovejas" (Juan 10:15), se preocupa por la unidad de la Iglesia. "Y oirn mi voz; y habr un rebao y un pastor" (Juan 10:16), y afirma que es la nica puerta que conduce a la vida. "Yo soy la puerta; el que por m entrare, ser salvo" (Juan 10:9). En fin, en la parbola de la oveja perdida (Mateo 18), nos habla de su justicia segn la cual una sola alma humana tiene para E1 tanto valor como todas las otras juntas. Es particularmente importante que los sacerdotes, pastores de la Iglesia, se apropien de esta concepcin de la justicia de Cristo, porque son llamados a ser ejemplos vivos de su amor.

En la parbola del Juicio Final, a la que conviene prestar particular atencin, el Seor aparece como el Juez de todos los hombres y anuncia que es el amor el que juzgar al mundo.

La mejor justificacin del hombre reside en sus esfuerzos por alcanzar la misericordia y en los frutos de esta virtud. La parbola sobre el Juicio indica los signos del amor compasivo, dar de comer a los que tienen hambre, visitar a los enfermos y a los prisioneros. A causa de su amor por nosotros, el Seor se identifica con cada uno de nosotros y es por eso que, segn sus propias palabras, al hacer bien o mal al prjimo, es a E1 a quien lo hacemos. E1 que ama a su prjimo, estando o no estando consciente de ello, ama al Seor, porque amar significa ver en el amado lo que es infinitamente precioso: la imagen de Dios. Pero llega el momento en que el hombre reconoce que es a Dios a quien ha encontrado cuando ha amado a su prjimo, cuando se ha apiadado de l - porque Dios es amor. Al no hacer caso del sufrimiento del prjimo, es al Seor mismo a quien ha rechazado. Cada encuentro con el prjimo, sobre todo si es afligido por el sufrimiento, el infortunio, es para nosotros ya el Juicio Final. E1 que ha comprendido esto puede aguardar con confianza la sentencia final.

E1 Seor tambin nos ensea que sin El, no podemos hacer nada y que la vida cristiana no es solamente una serie de buenas acciones, no slo de filantropa, sino una ascensin perpetua hacia E1, y que en esta ascensin El nos acompaa y nos ayuda.

El Reino de Dios

E1 Evangelio es la buena nueva del Reino de Dios. Es el reino que el Seor desea que conozcamos, porque es en efecto el reino que vino a establecer y quiere que entremos en l. E1 Reino de Dios es el de Cristo, pero es tambin la Casa del Padre, el Reino de la gracia y del Espritu Santo. Comienza ya en la tierra, en la Iglesia de Cristo, pero el Seor hace su morada en el corazn de los hombres, porque el Reino de Dios no es slo la Iglesia en nuestro medio, sino tambin el Espritu de Dios presente en todo corazn puro. Y es el bien ms precioso que E1 Seor nos muestra en la parbola del tesoro escondido en el campo, para el cual es imposible no dar todo lo que uno posee (Mateo 13:44), tambin la perla preciosa que valen todos los otros bienes (Mateo 13:45), la casa edificada sobre la roca que nada puede destruir (Mateo 7:24).

Los santos, que han llegado a ascender hasta el grado ms elevado de la vida espiritual, atestiguan unnimemente la excelencia de los dones de la gracia. Afirman que nada en el mundo vale tanto como la presencia de Dios. An los pecadores pueden experimentar por ejemplo despus de la comunin o en la ocasin de una accin de amor desinteresado - un sentimiento de verdadero gozo. Muchos otros tambin han sentido un sosiego de la conciencia librada del pecado.

En las parbolas del grano de mostaza (Mateo 13:31, Marcos 4:31, Lucas 13:8), de la levadura (Mateo 13:33), tambin de la semilla echada a la tierra (Marcos 4:26), el Seor nos muestra de antemano, para animarnos, lo imperceptible que ser el crecimiento de la Iglesia, y en ella, el crecimiento espiritual del hombre.

En otras parbolas, el Seor nos ensea cul debe ser o no debe ser la conducta del hombre. Todo lo que en ella se halla de acuerdo con la voluntad de Dios, brilla de una luz celeste y lo que se opone a ella es repelente.

Tales son las parbolas del Publicano y del Fariseo (Lucas 17:10), del Hijo Prdigo (Lucas 15:11-31), del Buen Samaritano (Lucas 10:30), del Rey y del Siervo Inicuo (Mateo 18:23), del Rico Maligno y del Pobre Lzaro (Lucas 16:19), de los Dos Deudores (Lucas 7:40), de los Dos Hijos (Mateo 21:28), de la Mota y de la Viga (Mateo 7:3, Lucas 6:41), y otras tambin.

La lucha contra el pecado

E1 Seor no habl slo en parbolas: habl claramente del Padre, de s mismo y del Espritu Santo tan bien como de la autntica vida espiritual del hombre. Si el Antiguo Testamento nos pone en guardia principalmente contra las manifestaciones exteriores del mal y sus consecuencias, el Seor mismo muestra las mismas races del pecado. As el sexto mandamiento dice: "No matars," y Jesucristo nos dice: "Gurdate de la clera, de la venganza; perdona, no condenes" y hasta: "no juzguis." De igual manera, el sptimo mandamiento ordena no cometer adulterio y el Seor lo explica as: "cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulter con ella en su corazn" (Mateo 5:28).

E1 Seor nos ha revelado que el pecado tiene su origen en el corazn del hombre; es por eso que debe comenzar la lucha contra el pecado purificando su corazn de los deseos malignos y de los pensamientos inicuos, porque "del corazn salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre" (Mateo 15:19-20).

Segn la voluntad del Seor sobre la necesidad de purificar el corazn de sus inclinaciones perversas, los Apstoles y, despus de ellos, los Padres de la Iglesia, fundndose sobre su propia experiencia de su lucha espiritual, elaboran una enseanza detallada sobre el nacimiento y el desarrollo del pecado y sobre los medios de combatir1o.

Primero viene la idea del pecado. Todava no es pecado sino tentacin. Luego el hombre comienza a considerar con simpata la idea y ya se inicia el pecado. Entonces piensa en ella con complacencia, por fin su misma voluntad se inclina hacia el pecado y efectivamente lo comete. Una vez cometido el pecado, se repite fcilmente, la repeticin se convierte en costumbre y luego el hombre se encuentra dominado por tal o cual vicio o pasin.

Para vencer el mal, debe luchar contra l desde el principio: cuando nace la idea del pecado. Cuanto ms demora tanto ms dura la lucha. La lucha contra una pasin, un vicio o una mala costumbre es muy difcil. Para erradicar los malos pensamientos en su mismo principio, uno tiene que estar atento a s mismo, conocerse. Cuando uno reconoce un pensamiento malo, le conviene cortarlo de raz, concentrando su atencin en un objeto ms elevado. No es fcil hacerlo. Lo mejor es, en cuanto aparece un pensamiento malo (sea una ofensa, mala intencin, envidia, codicia o un deseo carnal), volverse inmediatamente hacia Dios y pedirle que expulse la tentacin.

E1 mejor recurso propuesto por los Padres de la Iglesia es la oracin de Jess: "Seor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de m, pecador." E1 que procede de esta manera adquiere poco a poco dominio sobre s para llegar en fin a un estado en que el alma vive en la paz y en el gozo.

Esta renovacin hacia una organizacin armoniosa del alma es llamada por los Padres de la Iglesia "la ciencia de las ciencias," "el arte de las artes," y sin ella, no hay vida cristiana autntica. San Hesiquio de Jerusaln dice: "Si dentro de su corazn el hombre no hace la voluntad de Dios... tampoco la har exteriormente."

"Amad a vuestros enemigos" (Mateo 5:44)

E1 Seor Jesucristo no solamente nos llama a purificar nuestros corazones, sino que tambin nos ensea una nueva conducta. Nos exhorta que no nos venguemos de los que nos ofenden y que accedamos a los que nos importunan. "Mas yo os digo: No resistis el mal; antes a cualquiera que te hiriese en tu mejilla diestra, vulvele tambin la otra. Y al que quisiere ponerte a pleito y tomarte tu ropa, djale tambin la capa...al que te pidiere, dale, y al que quisiere tomar de ti prestado, no se lo rehses" (Mateo 5:39-42). An ms el Seor nos invita a amar a nuestros enemigos: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen" (Lucas 6:27).

E1 Seor llamaba a los hombres a la perfeccin, sabiendo que el amor no puede ser dividido. E1 hombre que ama a algunos y en su corazn aborrece a otros, no posee el verdadero amor, y su amor por sus amigos puede convertirse pronto en odio. Pero Dios es amor siempre y completamente: "Hace que Su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos" (Mateo 5:45).

"No juzguis" (Mateo 7:1)No saber perdonar, hasta juzgar simplemente al prjimo, forma obstculo al amor perfecto. E1 Seor insiste constantemente no solamente en la necesidad de perdonar las ofensas (Mateo 6:12-15), sino tambin en la de no juzgar al prjimo: "No juzguis, para que no seis juzgados." Y: "Por qu miras la mota que est en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que est en tu ojo?...saca primero la viga de tu ojo, y entonces vers bien para sacar la mota del ojo de tu hermano" (Mateo 7:1-5).

La crtica malvola con respecto al prjimo es ya la viga que impide que uno vea en otra persona la imagen de Dios y que la ame. E1 Seor saba que los pecados eran las enfermedades del hombre y deca con frecuencia que haba venido a sanar a los pecadores:. "Los sanos no tienen necesidad de mdico, sino los enfermos...no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mateo 9:9-13). E1 Seor mismo nos ha dado el ejemplo ms alto de perdn y de no querer juzgar. En la cruz, suplicaba por los que le crucificaban y no condenaba a la mujer culpable de adulterio. La perdona por la plenitud de su amor y es exactamente este amor que avergenza al pecador, ilumina su corazn en su fuego. "Quin me puso por juez o partidor sobre vosotros?" dice el Seor (Lucas 12:14). y tambin: "No envi Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, mas para que el mundo sea salvo por El" (Juan 3:17), y: "No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo" (Juan 12:47-48). En otra ocasin, el Seor no niega que es a E1 a quien pertenece el juicio (Juan 5:22): "Porque el Padre a nadie juzga, mas todo el juicio dio al Hijo," pero explica: "Y sta es la condenacin: porque la luz vino al mundo y los hombres amaron ms las tinieblas que la luz" (Juan 3:19). y la luz es el Seor mismo: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue... tendr la lumbre de la vida" (Juan 18:12).

As es que los que seguimos a Cristo, debemos resplandecer en su amor, en la luz que todo lo perdona, al iluminar divinamente las relaciones humanas. Esta luz sola nos juzga. E1 que ha perdido el amor, el amor que lo perdona todo, ha perdido la fuerza que preserva el mundo de la corrupcin: "Vosotros sois la sal de la tierra." Si la sal (el Amor). se desvaneciere, con qu ser salada? Y finalmente: "Vosotros sois la luz del mundo:...as alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que est en los cielos" (Mateo 5:13-16).

Afanes de este mundo (Mateo 6:25-34)

E1 Seor nos pone en guardia no solamente contra el mal propiamente dicho, sino tambin contra todo lo que puede separarnos de Dios, las diversiones y los cuidados superfluos. Nos muestra, por ejemplo, cmo el rico dado a los placeres ni siquiera hace caso del pobre Lzaro que sufre a su lado.

"No os afanis por vuestra vida, qu habis de comer... ni por vuestro cuerpo, qu habis de vestir... vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habis menester. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os sern aadidas. As que, no os afanis por el da de maana; que el da de maana traer su fatiga: "basta al da su propio afn" (Mateo 6:25-34).

Esto no es, bien entendido, para empujarnos a la pereza y a la negligencia, sino para que estemos atentos contra un cuidado exagerado de un porvenir que tal vez ni siquiera exista.

Slo el presente nos pertenece y sin embargo el hombre tiene frecuentemente la tendencia de destruirlo a favor de un sueo que concierne a un futuro incierto. Tales son los utopistas que a veces por un presunto mejoramiento del orden social, a veces por el triunfo de una raza, anulan el presente, no detenindose ni ante las peores violencias, ni siquiera ante los asesinatos colectivos. Este tipo de utopismo emplea muchas veces la frmula "el fin justifica los medios." En la vida privada tambin los hombres concentran sus esfuerzos en el futuro, menospreciando el presente. Si es que el inters los obliga a actuar, el peligro es an ms grande. "E1 tiempo es oro," otra frmula usada por los amantes del futuro, basta por s misma para denunciar el pecado de los que la usan: el oro (el dinero). no siendo jams sino un medio y no un fin o valor. E1 que hace su dolo del dinero y de los medios, niega por eso mismo los fines y los valores verdaderos.

Cada instante del tiempo que nos es dado puede revestirse de un valor real si no es para nosotros un simple medio para llegar al instante que ha de seguir, si estamos dispuestos a sacrificarlo por lo que tiene un valor verdadero. Esto es posible si no vivimos preocupndonos del porvenir sino del presente, si sabemos no solamente actuar sino contemplar. Es slo por el presente, si estamos atentos a l, que podemos alcanzar la eternidad. Y es posible encontrar a Dios slo en el momento presente, no en unos sueos del porvenir.

Sin embargo, la civilizacin de nuestra poca con su tcnica y la prisa del ritmo de vida, priva casi totalmente al hombre de la posibilidad de vivir el presente, de contemplar, de rezar, de encontrar a Dios. E1 Seor nos pone en guardia contra estos peligros en la parbola del rico que se decide a derribar "sus graneros" que posee para construir otros ms grandes, sin saber que esa misma noche morir (Lucas 12:16-21). Conociendo los peligros de las preocupaciones excesivas, el Seor nos advierte sobre la riqueza en general: "No podis servir a Dios y a Mamn (la riqueza!" (Mateo 6:24). Y en otro lugar: "Ms liviano trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios" (Mateo 19:24).

El sentido de los preceptos evanglicos

Atemorizados por esta parbola, los Apstoles preguntaron al Seor: "Quin pues podr ser salvo?" Esa pregunta es el estremecimiento de la impotencia humana ante lo absoluto del llamamiento evanglico. Es tambin la pregunta que puede hacer el que entiende esa invitacin extraa: "Amad a vuestros enemigos." Cmo amar cuando no hay amor? Quin pues podr ser salvo? La respuesta del Seor ahuyenta todas las dudas: en ella se halla toda la fuerza, todo el sentido de la enseanza de Cristo: "Para con los hombres imposible es esto; mas para con Dios todo es posible" (Mateo 19:26). Los preceptos evanglicos, sobre todo los preceptos de amor, no son mandatos, sino invitaciones. Por respuesta al llamamiento del amor, el hombre puede encontrar el amor, pero es Dios solo quien lo da. E1 amor es el don por excelencia del Espritu Santo, a quien Dios no rehusa dar. "Si vosotros, siendo malos, sabis dar buenas ddivas a vuestros hijos, cunto ms vuestro Padre celestial dar el Espritu Santo a los que lo pidieren de l?" (Lucas 11:13). Dios mismo es amor. Al hombre slo le ha pedido que se aparte de todo lo que puede impedir el amor, y esto est en el poder del hombre, como est en su poder implorar y suplicar a Dios. Puede ms todava: puede esforzarse por actuar como si ya amara. Es precisamente lo que el Seor nos ha recomendado: "Todas las cosas que quisirais que los hombres hiciesen con vosotros, as tambin haced vosotros con ellos, porque sta es la ley de los profetas" (Mateo 7:12).

La vida en la Gracia

Conviene no olvidar que si los preceptos de Cristo, y entre ellos los principales que conciernen al amor por Dios y por los hombres, - no son mandatos exteriores sino llamamientos, son sin embargo los que constituyen las leyes internas de la vida espiritual del hombre, creado a la imagen y semejanza de Dios. Fuera del amor no hay vida, sino slo la muerte, el sufrimiento infernal, la nada. Es por eso que, aunque los preceptos evanglicos no son en s mismos mandatos, en efecto, no es posible no vivir de acuerdo con ellos. Es el Seor mismo quien los cumple en nosotros por la fuerza de su gracia (por ejemplo, cuando se trata del amor por los enemigos); por supuesto, nada se rehace nunca sin nuestro consentimiento, pero nada se exige tampoco que sea mayor que nuestras fuerzas. E1 amor del hombre por Dios nunca queda sin respuesta. Y es la ley de la vida humana: vivir siempre con Dios.

La vida cristiana no est constituida solamente por una buena conducta respondiendo a ciertas reglas exteriores observadas por temor de castigos particularmente crueles ms all de la tumba. Es una vida efectivamente divina y humana a la vez, vivida con Dios, semejante a una unin conyugal. Si el hombre pide, Dios responde; si el hombre se aflige, Dios le consuela; si el hombre yerra, Dios le ensea el camino.

La vida cristiana es la vida en la gracia, y en eso est la diferencia radical de toda otra vida an moralmente elevada de los hombres que viven fuera de la Iglesia. Es por eso que el Seor nos dice: ''Mi yugo es fcil, y ligera mi carga" (Mateo 11:30).

El Camino estrecho

S, el yugo de Cristo es fcil y Su carga ligera. En esto est la felicidad del Amor siempre libre. Pero, despus de la corrupcin del hombre, el camino que llega al Reino de Dios es estrecho y penoso. Hay que renunciar no solamente a todo lo que es malo, a todos los placeres superfluos, sino tambin a veces a todos los bienes: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrs tesoro en el cielo; y ven y sgueme" (19:21). E1 Seor habla an de sacrificios ms grandes: "Si alguno viene a m, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun tambin su propia vida, no puede ser mi discpulo" (Lucas 14:26). Cmo pueden entenderse estas palabras cuando el Seor mismo nos exhorta a honrar a nuestros padres? Esto significa que el amor por los hombres no debe ser obstculo al amor por Dios; dicho en otros trminos, debe ser desinteresado: hay que amar a otras personas por s mismas sin esperar compensacin, ni siquiera el placer que pueden traernos: de otra manera el ser amado es solamente un medio de alcanzar la felicidad personal; tal amor carece de consistencia y separa a uno de Dios.

E1 Seor espera del hombre una renuncia completa de todas las cosas y de si mismo. Esto es ser crucificado con Cristo: "Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discpulo," (Lucas 14:33). dice el Seor, y: "Si alguno quiere venir en pos de m, niguese a s mismo, tome su cruz cada da, y sgame" (Lucas 9:23). Pero todos estos sacrificios no tienen valor en s mismos; son solamente el camino hacia un bien ms elevado, que es el amor.

E1 Apstol Pablo escribe: "Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve" (1 Corintios 13:3). La renuncia total es indispensable porque el pecado que nos aleja de Dios es la autoafirmacin llevada al extremo; es el egosmo que nos encierra en nosotros mismos. Para recibir a Dios de nuevo, nos es preciso abrir de par en par las puertas del corazn.

Pero Dios recibe todos los sacrificios sinceros y humildes hechos por el Reino. "De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho ms en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna" (Lucas 18:29-30).

Segn los Padres, es ahora, en esta vida, que el cristiano debe conocer el gozo de los dones celestiales; de otra manera, no lo conocer en el siglo venidero. Los santos, en efecto, no solamente fueron libertados del yugo del pecado en esta vida, sino que fueron colmados de gozo espiritual y de paz. Para un corazn puro, todo es puro, y los santos ven a todos los hombres, al mundo entero en su realidad maravillosa, porque ya gozan de la felicidad del paraso. Todos los que renuncian en este mundo, les viene de nuevo transfigurado. San Marcos el Asceta, escribe: "No perders nada de lo que has dejado por el Seor, porque todo eso te vendr de nuevo en su tiempo multiplicado."

Las Bienaventuranzas

En las bienaventuranzas, el Seor nos indica las actitudes espirituales necesarias para alcanzar el Reino de Dios. Son a la vez los frutos y los signos de una vida autntica que permite desde este bajo mundo conocer la felicidad del siglo futuro. Para crecer en la vida verdadera, uno necesita primero la humildad, la conciencia de sus pecados y de su propia impotencia si lucha contra ellos sin el auxilio de Dios. Esto es lo que se llama pobreza espiritual: Bienaventurados los pobres en espritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. E1 estado opuesto, el de la satisfaccin de s mismo, es condenado por el Seor en la parbola del Fariseo y el Publicano (Lucas 18:10).

"Aquel que siente plenamente sus pecados vale ms que aquel que resucite a los muertos," y "aquel que llega a verse a s mismo vale ms que aquel que ha visto a los ngeles," dice el santo obispo Isaac el Sirio. E1 conocimiento de s mismo y de sus pecados produce las lgrimas de arrepentimiento que lavan las transgresiones y dan consolacin. Algunos santos han tenido el don de lgrimas que les haca llorar sin cesar por sus pecados. Cuanto ms luz tiene en el alma, tanto ms el hombre ve claramente sus defectos y siente sus faltas ms pequeas.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirn consolacin. A los que lloran por sus pecados, conviene agregar aqu a los que lloran de compasin o de gozo espiritual.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirn la tierra por heredad. Los que son pobres en espritu, que se afligen por su indignidad, no juzgan a otros, perdonan las ofensas, stos llegan a ser mansos. Pacientes y buenos, se encuentran bien en todas partes; se sienten 'en casa' dondequiera, son los herederos. Viviendo con todos en paz, frecuentemente duran ms que otras personas, pero su verdadero bien, su herencia, es la tierra nueva del siglo venidero, en donde no entran los que viven en hostilidad con otros.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos sern hartos. Estos son, en primer lugar, los que desean que cada una de sus acciones sea de acuerdo con la voluntad de Dios, que tenga sentido y que toda su vida sea iluminada por la luz de lo alto. Son tambin los que desean que la justicia reine alrededor de ellos, que la hermosura de la justicia y de la verdad de Cristo triunfen en la familia, en la sociedad, en el Estado. Es a los que tienen hambre y sed de justicia que la humanidad entera, as como las naciones, deben los raros perodos de progreso moral que han conocido.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarn misericordia. En su parbola del Juicio Final (Mateo 25:31-46), el Seor habla de las obras de compasin, frutos del amor compasivo. E1 mismo demostr por sus milagros lo que es la misericordia. Es til la misericordia a los que hacen bien, porque fortalece en ellos el amor del prjimo. "Los pobres te hostigan, esto significa que la Bondad de Dios te persigue," dijo el padre Juan de Cronstadt a un hombre justo. Los misericordiosos son tambin los que saben perdonar. E1 rencoroso, el vindicativo se atormenta a s mismo, se encierra en la prisin de su propia iniquidad. Si no renuncia, no saldr de esa prisin hasta que "haya pagado aun la ltima blanca" (Lucas 12:59). La ltima blanca significa aqu el nico tributo que ser requerido del hombre: el amor.

Bienaventurados los de limpio corazn, porque ellos vern a Dios. E1 corazn indica aqu el fondo mismo de la persona humana. Es con el corazn que el hombre aprecia lo esencial y escoge lo que determina su vida.

E1 Apstol San Pablo deseaba que el Seor "alumbrase los ojos del entendimiento" de los efesios. Estos ojos del entendimiento (el corazn). son sobre todo nuestra conciencia moral. Es tambin por el corazn que conocemos la verdad y la hermosura: "La lmpara del cuerpo es el ojo; as que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estar lleno de luz, pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estar en tinieblas. As que, si la luz que en ti hay es tinieblas, cuntas no sern las tinieblas?" (Mateo 6:22-23). La corrupcin del hombre es tan profunda que se extiende hasta su corazn. E1 que cede constantemente al pecado cesa de saber distinguir claramente el bien del mal. Es por un esfuerzo constante sobre s mismo ayudado por la gracia de Dios, sin la que no puede hacer nada, que el hombre obtiene finalmente la purificacin de su corazn.

La prdida permanente de la pureza del corazn es la muerte espiritual: al contrario, la salvacin del hombre es una iluminacin de su corazn. Dentro del corazn el hombre encuentra a Dios, pues es all donde Dios enva su Espritu (Glatas 4:6). Es donde mora Cristo (Efesios 3:17), introduciendo su ley. Dios, que conoce los corazones, juzga a los hombres segn la cualidad de su corazn: "Yo soy el que escudria la mente y el corazn," dice el Seor (Apocalipsis 2:23).

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos sern llamados hijos de Dios. Es bueno ser manso, pero vale ms an sembrar la paz alrededor de s, pero esto es posible slo a los que, dentro de s mismos, ya han ido ms all del estado previo, el de la mansedumbre.

E1 gran santo ruso, Serafn de Sarof, deca: "Estando en paz contigo mismo, y alrededor de ti se salvarn millares de personas." Y otro justo ruso, el padre Juan de Cronstadt escriba: "Sin paz y sin armona con otras personas, no se puede tener ni la una ni la otra.

Fuera de estas condiciones, nadie puede dar paz a otros. "Dios no es Dios de confusin, sino de paz" (1 Corintios 14:33). "E1 es nuestra paz" (Efesios 2:14). Por eso slo los pacificadores pueden ser llamados 'hijos de Dios.' "Paz a vosotros," deca Cristo y recomendaba a sus Apstoles que saludasen as a todos. Igualmente los Apstoles siempre decan a sus discpulos: "Sea con vosotros gracia, misericordia y paz," (2 Juan 3; Judas 1-2). o sencillamente: "La paz sea contigo," (3 Juan 16). y tambin: "Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Seor Jesucristo" (Romanos 1:8; 1 Corintios 1:3; 2 Corintios 1:2; Glatas 1:3; Efesios 1:2). Estas salutaciones apostlicas y estas palabras del Seor mismo pronunciadas particularmente durante su ltima conversacin con sus discpulos dan testimonio de que la Paz de Cristo es un don del Espritu Santo.

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. "Gozaos y alegraos, porque vuestro galardn es grande en los cielos, porque as persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros" (Mateo 5:11-12). Sufrir por causa de Cristo es el hecho ms alto que el hombre puede cumplir. Negarle es el ms bajo. "A cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo tambin le negar delante de mi Padre que est en los cielos" (Mateo 10:33).

E1 que niega a Cristo niega a Dios y todo lo que hay de autntico en el hombre, porque el hombre verdadero es la Imagen de Dios que se revel en Cristo en toda su pureza y su plenitud. Negar a Cristo es tambin negarse a s mismo, y todo lo que es superior en uno, en otros trminos, es un suicidio moral.

La mayor fidelidad que se puede mostrar al Seor es poner la vida por E1, como el mayor amor que se puede manifestar a los hombres, es morir por causa de ellos. "Nadie tiene mayor amor que ste, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan15:13).

La Vida Eterna

La muerte es terrible. Pero la actitud del hombre delante de la muerte da la medida de su dignidad, de su valenta, de su fidelidad, de su esperanza, de su amor y de su fe. E1 verdadero cristiano est dispuesto a aceptar la muerte violenta as como la muerte de vejez o de enfermedad. Es por su aceptacin de la muerte que el cristiano da testimonio de su fe en la resurreccin, en la bondad de Dios. E1 cristiano debe tener en cuenta la idea de su propia muerte y acordarse de que el triunfo definitivo de la luz se efectuar slo con la resurreccin de los muertos. Pero estar listo para la muerte no significa que la vida terrestre pierda necesariamente su valor. Al contrario, permanece como un gran bien, y el cristiano est llamado a la plenitud de la vida presente en tanto que pueda llenar cada momento de la luz del amor de Cristo: slo el verdadero cristiano puede hacerlo.

Los dones espirituales

Slo el florecimiento de todas las fuerzas espirituales del hombre, es decir, la utilizacin total de los dones espirituales (los talentos) da la esperanza de participacin de la plenitud de la vida del siglo venidero. Es lo que el Seor nos ensea en la parbola de los talentos (Mateo 24:14-30), y en la de las diez monedas (Lucas 19:1227). E1 hombre cumple ms fcilmente su destino si puede actuar de acuerdo con su vocacin. Las vocaciones y los talentos son diversos. Hay primero los dones directos del Espritu Santo, los carismas que constituan la riqueza de los primeros cristianos (los dones de la profeca, de las lenguas, de curacin, etc.). Luego vienen las aptitudes personales: la elocuencia, el espritu de organizacin, los dones pedaggicos, artsticos. Hay tambin vocaciones naturales, propias a la edad, al sexo, a la situacin familiar, la de matrimonio o de virginidad, de paternidad o maternidad. La actividad creativa dirigida por un sentido de la vocacin hace un papel muy grande en la formacin de la personalidad y ayuda a realizar la vocacin comn de todos los cristianos, la cual es la edificacin del Reino de Dios.

Es para este fin esencial que deben servir todos los talentos, tanto los particulares como todos tomados en su conjunto. Toda actividad humana, an ejercida por vocacin, que aleja a uno de este fin, es decir, de la creacin de una vida con Cristo y en Cristo, se altera y desvanece. As se deforma el arte que no es alimentado del espritu religioso, as fracasan las construcciones del estado sin Dios y en cuanto al oficio militar, tanto los vencedores como los vencidos pierden si en todo se olvidan de la justicia de Cristo.

No debe olvidarse jams de que toda vocacin es una cruz, que exige esfuerzos y sacrificios sin los cuales no se multiplican los talentos. Hay que recordar que el camino de la cruz es la vocacin final de la vida misma del Seor, y que la aceptacin total de la cruz es la vida llevada a su intensidad ms alta, su florecimiento ms alto. La cruz es la voluntad dispuesta a toda afliccin, escribe uno de los Padres de la Iglesia primitiva, pero es al mismo tiempo la bendicin de toda vocacin y es inseparable para todos los discpulos de Cristo del florecimiento de sus dones, de la multiplicacin de los talentos confiados a ellos.

Adems, la cruz de todo hombre debe ser injertada a la de Cristo. Y esta injertacin se efecta mejor cuando la cruz de toda vocacin creativa se hace cruz de servicio de Dios y de la Iglesia. Entonces se multiplican los talentos dados al hombre.

La voluntad de Dios

Si la vida cristiana tiene como fin nuestra unin con Dios, y en E1 con todos los hombres - esto es el Reino de Dios - la moral cristiana tiene como objeto nico la realizacin de la voluntad de Dios.

E1 Seor mismo nos ha dado el ejemplo de esto y nos lo ha recomendado: "He descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envi" (Juan 6:3). En cuanto a nosotros, nos advierte: "No todo el que me dice: Seor, Seor, entrar en el reino de los cielos; sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que est en los cielos (Mateo 7:21). Para hacer la voluntad de Dios, hay que conocerla y para poseer la revelacin divina en la que se descubre esta voluntad, hay que vivir en la Iglesia, porque es en ella en que se da la verdad en su plenitud y no a un hombre aislado. Entonces el hombre, miembro de la Iglesia, iluminado por toda la luz dada a ella, encuentra su propio camino, la voluntad de Dios para l.

En la cima de la vida espiritual, el cristiano vive bajo el control directo del Espritu Santo, guiado constantemente por la inspiracin de E1, distingue claramente en su corazn lo que Dios espera de l. En los niveles ms bajos, la direccin divina parece menos evidente, pero a medida que el hombre avanza en su vida espiritual, la distingue mejor. Es as que, atento a la Palabra de Dios, descubre con ms certidumbre lo que se relaciona con las circunstancias de su vida, y de sus encuentros con otras personas deriva un provecho espiritual.

Para crecer en la vida espiritual, para discernir cada vez ms claramente la voluntad de Dios y realizarla, conviene servirse de todos los medios ofrecidos por la Iglesia: participacin de los sacramentos, de la eucarista sobre todo, lectura de la Palabra de Dios, obras espirituales, oracin privada o comn, purificacin del corazn por la exclusin de los malos pensamientos que tratan de penetrar en l, limitacin de las exigencias naturales (ayuno), esfuerzos por realizar los preceptos de Cristo, an cuando uno no est enteramente dispuesto a hacerlo.

Conviene tambin tener relaciones personales con los que viven verdaderamente la vida de la Iglesia, aceptar de ellos consejos, pero sobre todo de un padre espiritual. Es importante tambin esforzarnos por desarrollar en nosotros mismos los dones que hemos recibido, ponindolos al servicio de Dios y de otras personas.

Entre todos los medios de alcanzar el florecimiento de nuestra vida espiritual, la oracin, privada o comn, ocupa un lugar aparte. Constituye en efecto el centro de la vida espiritual, sin la cual sta no existe: la oracin puede ser de peticin, de accin de gracias o de alabanza. E1 cristiano puede pedir para s mismo y para otros, tanto los bienes materiales como los bienes espirituales, pero sobre todo stos ltimos y en particular el perdn de sus pecados, ayudan en la lucha contra la tentacin. En fin, debe pedir a Dios que le ensee cmo ha de portarse.

Los paganos suplican sobre todo por sus xitos terrestres y los cristianos porque puedan hacer la voluntad de Dios. Y Dios responde a su splica, especialmente cuando concierne a otras personas. La oracin por otras personas es el fruto del amor, y tambin el camino ms seguro hacia el amor. An mejor es la oracin comn: "Otra vez os digo que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les ser hecho por mi Padre que est en los cielos. Porque donde estn dos o tres congregados en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18:19-20).

El Padre Nuestro

"Seor, ensanos a orar," dice un da a Jess un discpulo (Lucas 11:1). Y responde ensendoles el Padre nuestro. Es por eso que la llamamos la oracin dominical, la oracin por excelencia.

Desde la primera palabra, "Padre," nos ensea a orar con amor y confianza en Dios: en cuanto a la palabra nuestro, nos recuerda que no debemos orar solamente por nosotros mismos sino por otras personas y sobre todo en unin con ellas. Padre nuestro que ests en los cielos - evocando el cielo como la morada de Dios, nos recuerda la trascendencia de la perfeccin divina con relacin a todas nuestras concepciones humanas.

Santificado sea el tu nombre. Como Dios es perfecto, su nombre no puede ser sino santo y pedimos que nos sea dado el glorificarlo por nuestras palabras y por nuestras acciones y el ser dignos hijos de nuestro Padre celestial. Esta primera peticin contiene toda nuestra aspiracin a la santidad.

Venga a nosotros tu reino. Pedimos a Dios que haga radiar su santidad por todas partes: que su justicia triunfe en nosotros y alrededor de nosotros, que el mundo llegue a ser el Reino del amor. Esto vendr en su plenitud slo a la resurreccin general de los muertos. Al decir, "venga a nosotros tu reino," pedimos el Segundo Advenimiento de Cristo. E1 acceso a este reino est abierto slo a los que hacen la voluntad de Dios, pero sin la ayuda de E1 mismo no podemos alcanzarlo: es por eso que debemos invocarle sin cesar.

Hgase tu voluntad. No solamente debemos hacer la voluntad de Dios sino tambin debemos hacerla de buena gana, con alegra, como la hacen los ngeles y los Santos: "Hgase tu voluntad as en la tierra como en el cielo.''

E1 pan nuestro de cada da, dnosle hoy. Lo que pedimos primero a Dios es el pan espiritual, el pan de la Eucarista, el pursimo cuerpo del Seor, del que E1 mismo nos ha dicho: "E1 que come de este pan vivir eternamente" (Juan 6:58). E1 pan de cada da es tambin la Palabra de Dios, de la que se ha dicho: "No slo de pan vivir el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4:4).

E1 pan de cada da es tambin todo lo que es necesario para nuestra vida en la tierra. Dios conoce nuestras necesidades; sin embargo, es necesario que se las pidamos; la oracin fortalece la fe y limita nuestras exigencias, mientras que la oracin por causa de otras personas nos eleva.

Perdnanos nuestras deudas, as como nosotros perdonamos a nuestros deudores. - Esta peticin debe reflejar la humildad sin la cual no puede uno corregirse y sin la cual no hay crecimiento espiritual. E1 perdn de los pecados es una liberacin del yugo de ellos. E1 mero recuerdo de la obligacin de perdonar es una exhortacin a perdonar. E1 Seor mismo comenta aqu su propio pensamiento al decir: "Si vosotros no perdonis a los hombres, vuestro Padre no os perdonar vuestras transgresiones" (Mateo 6:15).

No nos dejes caer en la tentacin. Dios no ha creado el mal y no puede ser la causa de l, pero permite que Satans nos tiente para fortalecer nuestra voluntad en la lucha por el bien.

E1 Apstol Santiago escribe: "Bienaventurado el varn que soporta la tentacin; porque cuando haya resistido la prueba, recibir la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni l tienta a nadie; sino que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atrado y seducido" (Santiago 1:12-14).

La tentacin, hacindonos luchar, nos incita a orar y Dios escucha esta oracin. Jesucristo mismo, en cuanto E1 mismo padeci siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:18).

Dios conoce la medida de nuestras fuerzas y nunca permite que seamos tentados ms de lo que podemos soportar. E1 Apstol San Pablo escribe: "No os ha sobrevenido ninguna tentacin que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejar ser tentados ms de lo que podis resistir, sino que dar tambin juntamente con la tentacin la salida, para que podis soportar" (1 Corintios 10:13).

Por la palabra tentacin en las Escrituras, no se entiende solamente el pecado, sino tambin la prueba por medio del sufrimiento. "Es necesario que a travs de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hechos 14:22). Por la ltima peticin, Mas lbranos del mal, renunciamos a todo mal y al que lo inspira, es decir a Satans, y con el auxilio del Altsimo nos aparejamos para luchar por el bien como verdaderos soldados del ejrcito de Cristo.

La doxologa final: Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos, es un testimonio de nuestra fe en Dios en tres Personas (hipstasis) y en su triunfo cierto sobre el mal.

La Oracin

Un gran nmero de oraciones entran en la composicin de los diversos servicios litrgicos, pero la Iglesia se esfuerza por ordenar igualmente la oracin individual; es dentro de esta intencin que propone una regla de oracin. Si, en cuanto a la seleccin y al uso de esta regla, se nos permite cierta libertad, no debemos descuidar de esta regla ni de las indicaciones de los santos Padres sobre lo que debe ser el esfuerzo por orar y la oracin misma.

No creamos que podamos orar sin haber aprendido a hacerlo, abandonndonos nicamente a nuestras propias disposiciones. La oracin segn los Padres es una ciencia, un arte; exige un aprendizaje y una prctica. La oracin es la base y el centro de la vida cristiana.

La Iglesia recomienda particularmente a sus miembros la oracin de Jess: "Seor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de m, pecador." Los monjes deben repetirla constantemente y a los que viven en el mundo se les aconseja que la usen para combatir todo movimiento malo del alma y en el momento de tomar una decisin difcil.

Lecturas espirituales

La lectura de la Palabra de Dios es indispensable. La Sagrada Escritura constituye igualmente una parte necesaria del Oficio Divino y conviene estar atento a ella en la Iglesia, porque tiene una gran importancia para nuestra vida espiritual. Pero debemos alimentarnos tambin de la Palabra de Dios en casa sobre todo cuando las circunstancias no nos permiten ir con frecuencia a los oficios.

La predicacin del sacerdote en la Iglesia, y, en casa, la lectura de las obras de los Padres y Doctores de la Iglesia son los mejores medios para ayudarnos a comprender la Palabra de Dios.

La Sagrada Escritura nos revela la verdadera vida divina y los Padres nos ensean cmo podemos en las diversas circunstancias recibir esa vida y vivir la vida autntica. Conviene juntar la oracin a la lectura espiritual.

El culto Ortodoxo

Toda la vida de la Iglesia Ortodoxa forma un conjunto indivisible. Es una vida humana y divina a la vez y el camino que nos lleva a la salvacin (que hace al hombre semejante a Dios).

Sobre este camino, hay que conocer la Sagrada Escritura, participar de los sacramentos y vivir conforme a la verdad de Cristo; adems es de suma importancia entrar profundamente en la vida del culto de la Iglesia.

En el culto ortodoxo, todo indica el camino a la salvacin, tanto las palabras de las oraciones como la misma estructura del culto y las acciones sagradas que acompaan la oracin.

Gracias a los oficios religiosos de los das de fiesta, no slo evocamos piadosamente los eventos celebrados, sino que tambin nos hacemos testigos y participantes espirituales de ellos, y los eventos se convierten, segn la medida accesible a cada uno, en eventos de nuestra propia vida.

Es por medio de esto que nuestra vida comienza a transfigurarse: en su textura, cual bordado de oro, aparece la vida del Seor y de su Iglesia, a travs de nuestra existencia temporal penetra ya la eternidad.

E1 culto ortodoxo, como la pintura de iconos, tiene una profunda significacin simblica. E1 sentido, saludable para nosotros, de los eventos de la historia sagrada nos es transmitido por medio del culto simblicamente. Igual que se puede decir que la pintura de iconos es una teologa a colores, as se puede decir que el culto es una teologa en gestos y sonidos. Pero, bien entendido, contiene asimismo la enseanza directa de la Palabra de Dios.

Gracias a la Iglesia y al culto que se celebra en ella, se aprende a responder a la verdad divina y a su hermosura con todo el corazn.

Pero los smbolos sagrados se convierten para nosotros en una realidad espiritual, sobre todo por nuestra participacin de los sacramentos. Es precisamente debido a ellos que los eventos de la historia sagrada y de la historia de la Iglesia adquieren la significacin de eventos de nuestra propia vida, mientras stos ltimos pueden despus ser incluidos en la cadena de eventos relacionados con la vida de la Iglesia.

Es as que por el sacramento del matrimonio, el amor natural entre el hombre y la mujer, y la familia producida de l, adquiere una significacin importante para la vida de toda la Iglesia.

Igualmente, la enfermedad de un solo miembro de la Iglesia, por el sacramento de la uncin, llega a ser importante para toda la comunidad eclesistica por invitarla a un amor activo, compasivo por el enfermo, mientras ste participa de un modo nuevo en la vida de la Iglesia.

Hasta la cosa ms amarga y ms terrible de nuestra vida, el pecado, puede convertirse por el sacramento de la penitencia, en la fuente de un renacimiento profundo del pecador, fuente de regocijo para la Iglesia, puesto que en la Iglesia, como en el cielo, hay ms gozo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos (Lucas 15).

En fin, la misma muerte es vencida en la realidad del culto de la Iglesia: los difuntos ya no pueden hacer penitencia por sus pecados, se aprovechan de nuestras oraciones y del poder del sacrificio eucarstico ofrecido por ellos.

La Iglesia Ortodoxa menciona los difuntos en la Liturgia, posee un rito de funerales y celebra oficios por los difuntos. Estas celebraciones ensean a los fieles cul debe ser su actitud delante de la muerte.

E1 culto ortodoxo tiene una importancia muy grande en la vida, pero es slo por una participacin activa que uno puede comprenderla en su profundidad, aunque es imposible comprenderla en su totalidad.

La veneracin de los iconos

La veneracin de iconos ocupa un lugar muy importante en la piedad ortodoxa. No solamente los templos de los ortodoxos estn decorados de ellos, sino tambin sus casas. La Iglesia ha establecido algunas fiestas en memoria de la aparicin de ciertos iconos. E1 arte del icono es un tipo de arte enteramente religioso que no puede ser reducido a un arte pictrico. Delante del icono se reza, se encienden cirios y lmparas; se bendice con iconos, y por ellos tambin se obtienen curaciones y hasta direccin espiritual.

En el siglo 8, en parte bajo la influencia del Islam, que consideraba que no era posible representar al Dios invisible, la veneracin de los iconos fue proscrita en el Imperio Bizantino y los contraventores fueron perseguidos hasta el martirio. Pero en el Sptimo Concilio Ecumnico, la veneracin de los iconos fue reestablecida y en l se formularon las bases dogmticas de tal veneracin

Significacin del icono. La representacin del Seor Jesucristo, de su pursima Madre, de los eventos de su vida y tambin de los Santos, constituye en primer lugar un aspecto de la confesin de la fe en la encarnacin (aquel punto culminante de la Revelacin). y en la verdadera presencia de la imagen de Dios en el hombre.

E1 mismo Hijo de Dios, Verbo de Dios, es la imagen de Dios Padre. Pero antes de la encarnacin, la nica imagen de Dios accesible al hombre era su Palabra; por esa razn, slo la Sagrada Escritura era venerada en la poca del Antiguo Testamento, pero no se hacan imgenes.

Cuando el Verbo se hizo carne, cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, los hombres pudieron as contemplar en su rostro, con sus ojos, a Dios mismo y hasta tocarle con sus manos.

"Ensanos al Padre, y eso nos bastar," dijo Felipe el Apstol al Seor durante la Cena y el Seor le respondi: "Tanto tiempo estoy con vosotros, y t no me conoces, Felipe? E1 que me ha visto, ha visto al Padre. Cmo puedes decir: Ensanos al Padre?" (Juan 14:8-9).

Ver al Seor, tocarle, y en E1, ver a Dios mismo, es el gran gozo de que habla San Juan en las primeras lneas de su primera epstola (1:1-4). La Iglesia, al autorizarnos y al animarnos a representar a Jesucristo, nos transmite una parte de ese gozo.

E1 arte del icono. Pero no vemos en los iconos del Seor a un ser humano solamente? No permanece Dios invisible para nosotros? Y un icono, no humilla a Dios?

No es as: en primer lugar, porque ya en un retrato ordinario, el artista desea capturar y representar el alma y el espritu de su modelo; en segundo lugar, porque en un icono, bajo el aspecto visible del hombre Jesucristo, es su persona divina representada. Y esto es posible slo porque el arte del icono es cosa distinta del arte del retrato; en efecto, el icono no representa los ordinarios cuerpos y rostros humanos sino los cuerpos y rostros transfigurados, espiritualizados, capaces ya de llevar la Divinidad en s.

Para esta representacin, desde hace mucho tiempo hay cnones elaborados, segn los que se atenan no solamente las facciones puramente carnales sino tambin todo lo que puede indicar ciertas inclinaciones demasiado humanas. Al contrario, aparece todo cuanto puede revelar la espiritualidad. Sin embargo, estos cnones dejan lugar a la creatividad personal. La pintura de los iconos tiene sus reglas para la representacin de los objetos y de los paisajes.

Los iconos y el arte profano. E1 Hijo de Dios, al encarnarse, restaur en el hombre la imagen y la semejanza de Dios, pues, en el hombre cado, la imagen de Dios estaba oscurecida. Es por eso que, hasta la encarnacin, la representacin no era digna de la veneracin, y, por consiguiente, la representacin de los dioses de la antigedad era repugnante a los cristianos. Estas representaciones reflejaban la naturaleza cada, corrompida por las pasiones del hombre, y se sabe que los dioses paganos eran, en cierto sentido, la personificacin de las pasiones humanas.

No obstante, es innegable que el arte antiguo reflejaba igualmente las aspiraciones elevadas del hombre hacia la armona y la perfeccin; es por eso que se puede admitir que la pintura de los iconos, y el artista cristiano en general, han tomado ciertas formas y ciertos procedimientos del arte antiguo.

E1 arte del icono es, en cierto sentido, un arte aplicado; es al servicio del arte supremo: el arte de la vida cristiana, el arte de transfigurar, con el auxilio de la gracia divina, al hombre mismo y toda su vida.

Sujetos iconogrficos. E1 sujeto por excelencia de la iconografa es el Seor Jesucristo. Es la imagen perfecta de Dios Padre. La Madre de Dios es, en efecto, inseparable de Cristo: es por ella que la encarnacin fue posible y que, por consiguiente, el hombre puede representar a Dios. Veneramos a los Santos segn ellos representan a Cristo. Eran, mientras vivan, iconos del Seor; y por eso, veneramos sus imgenes.

Los eventos de la historia sagrada son representados tambin en los iconos. E1 icongrafo se esfuerza por expresar su significacin teolgica: la que, en cada uno de ellos, nos proclama la salvacin y no el "clima" histrico en que se desarrollaron. Es por eso que se puede decir que la pintura de iconos es una teologa a colores. Para que el icongrafo tenga xito en su trabajo es necesario que se someta a s mismo y todas sus actividades a ciertas condiciones. E1 pintor de iconos debe ser ortodoxo y trabajar en oracin y en ciertas disposiciones espirituales convenientes. Numerosos son los que han sido contados entre los santos.

La santidad del icono. En la Iglesia Ortodoxa, los iconos de la Madre de Dios gozan de una fuerza de gracia y de una veneracin particulares - lo cual se comprende, pues la Santsima Virgen es el puente, la escala que vincula el Cielo invisible y nuestro mundo visible aqu abajo.

E1 icono no es solamente una imagen; manifiesta en realidad la presencia de aquel que est representado. E1 Sptimo Concilio Ecumnico precis la actitud ortodoxa para con los iconos especificando que no se trata de un culto en que Dios slo sea el objeto, sino de una veneracin debida a las imgenes de Dios encarnado y de sus Santos.

La veneracin de las santas reliquias

En la Iglesia Ortodoxa existe tambin una veneracin particular de las santas reliquias, es decir, de los restos de los Santos.

Ocurre que el cuerpo de un santo permanece en buen estado de conservacin, pero no es la ausencia de corrupcin, siempre relativa, lo que justifique la veneracin de que las reliquias son objeto. La potencia de la gracia que permanece en las reliquias de los santos es testimonio de la potencia viva del Seor mismo y un signo precursor de la resurreccin universal que ha de venir.

El ayuno y la Comunin

El ayuno es un instrumento importante en el desarrollo de la vida espiritual. Es el Seor mismo quien nos dio el ejemplo, y despus de E1, muchos santos, comenzando por Juan Bautista. E1 ayuno es un ejercicio que contribuy a someter el cuerpo y el alma al espritu, y por ello, a Dios. Al mismo tiempo, es una arma poderosa en la lucha contra Satans.

La Iglesia ha establecido perodos de ayuno antes de las fiestas de la Pascua, de la Navidad, de la Dormicin y de los santos Apstoles Pedro y Pablo, as como en ciertos otros das y los mircoles y los viernes.

La Sagrada Escritura y los textos litrgicos, sobre todo los de la Cuaresma, nos hablan de las cualidades que debe tener el ayuno. De esto se ocupan tambin los Santos Padres en sus escritos. Hay que ayunar sin demostrarlo y es necesario guardarse de toda hipocresa. Cristo mismo nos lo dice (Mateo 6:18).

E1 ayuno favorece en nosotros el arrepentimiento. El cristiano debe siempre suprimir la envidia y los malos impulsos, tener moderacin en todo, dominar peridicamente las necesidades del cuerpo, y el ayuno le ayuda a hacerlo.

E1 ayuno no es slo un ejercicio de continencia, sino que ocasiona buenas obras. Es sobre este aspecto del ayuno que la Iglesia pone nfasis en sus himnos cuaresmales. Por ejemplo: "ayunando con nuestros cuerpos, hermanos, ayunemos tambin con nuestro espritu, destrocemos toda alianza injusta...demos pan a los hambrientos, conduzcamos a los mendigos y a los desamparados a nuestras casas" (Mircoles de la primera semana de cuaresma).

Este ayuno, que se expresa en particular por una abstinencia completa de todo alimento, est destinado a recordarnos vivamente que toda nuestra vida terrestre es una preparacin para la plenitud de la vida de los justos.

La encarnacin ya es el principio de esa vida nueva en unin con el Seor y con todos nuestros hermanos en Cristo. Es por eso que el sacramento quita la carga del ayuno segn la palabra de Jesucristo mismo: "Acaso pueden los que estn de bodas ayunar mientras est con ellos el Esposo?" (Marcos 2:19). Pero hasta no recibir los Santos Misterios, el ayuno nos es indispensable, porque estamos en espera de Aquel que ha de venir y tenemos sed de un nuevo encuentro con El, no slo en la Eucarista sino tambin en el Segundo Advenimiento.

Librndonos del ayuno despus de la Comunin, la Iglesia fortalece en nosotros la conciencia de que el Esposo ahora ya nos ha venido. La espera, por un lado, y la realizacin ya comenzada, por otro, son inherentes a la naturaleza divina y humana de la Iglesia; es lo que encuentra su expresin en su vida litrgica con la alteracin continua entre el ayuno y el gozo despus de la comunin.

Los das de fiesta y los domingos, es decir, los das destinados a la eucarista, que ocurren en un perodo de ayuno, por ejemplo, durante la Cuaresma, la limitacin de alimentos contina an despus de la Comunin, pero el ayuno es entonces reducido.

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Editor: Bishop Alexander (Mileant)

San Serafn sobre el objetivo de la vida cristiana

Era un jueves. El cielo estaba gris y la tierra cubierta de nieve; espesos copos continuaban remolineando cuando el Padre Serafn inici nuestra conversacin en un claro del bosque, cerca de su "Pequea Ermita," frente al ro Sarovka, que corre al pie de la colina. Me hizo sentar sobre el tronco de un rbol que acababa de talar y se puso en cuclillas frente a m.

-El Seor me revel, - dijo el gran staretz, - que desde vuestra infancia deseis saber cul es el objetivo de la vida cristiana, y que infinidad de veces habis interrogado sobre este problema a muchas personas, incluso a aquellas que estn ubicadas en la ms alta jerarqua de la Iglesia. - Debo decir que, efectivamente, desde los doce aos esta idea me persegua y que infinidad de veces yo haba planteado la cuestin a muchas personalidades eclesisticas sin recibir jams una respuesta satisfactoria. Pero nada de esto lo haba contado jams el staretz.

- Pero nadie, continu el Padre Serafn, os dijo nada preciso. Se os aconsejaba ir a la iglesia, orar, vivir segn las mandamientos de Dios, hacer el bien; tal - se deca - , era el objetivo de la vida cristiana. Incluso algunos desaprobaban vuestra curiosidad, encontrndola impropia e impa. Pero ellos estaban equivocados. En cuanto a m, miserable Serafn, os explicar ahora en qu consiste realmente ese objetivo. -El verdadero objetivo de la vida cristianaLa plegaria (oracin), el ayuno, las vigilias y las otras prcticas cristianas, son aparentemente buenas en s mismas, pero no constituyen el objetivo de la vida cristiana. El verdadero objetivo de la vida cristiana consiste en la adquisicin del Espritu Santo de Dios. En cuanto a la plegaria, el ayuno, las vigilias, la limosna y toda buena accin hecha en nombre de Cristo, no son ms que medios para alcanzar la adquisicin del Espritu Santo.

En nombre de Cristo

Mientras que una sola buena accin hecha en nombre de Cristo puede procurarnos los frutos del Espritu Santo, nada de lo que no fuera hecho en su Nombre, incluso el bien, podr traernos recompensa alguna en el siglo futuro, ni en esta vida nos dar la gracia divina. Es por eso que el Seor Jesucristo deca: "El que no es conmigo, contra m es; y el que conmigo no recoge, desparrama" (Lucas 11:23).

Por lo tanto, estamos obligados a la buena accin, a la "acumulacin" o cosecha, ya que, an cuando ella no hubiera sido realizada en Nombre de Cristo, permanecer como buena. La Escritura dice: "Sino que en toda nacin se agrada del que le teme y hace justicia" (Hechos 10:35). El centurin Cornelio, que tema a Dios y actuaba segn la justicia, fue visitado, mientras estaba orando, por un ngel del Seor que le dijo: "Enva, pues, a Jope, y haz venir a Simn el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simn, un curtidor, junto al mar, y cuando llegue, l te hablar" (Hechos. 10:32). En consecuencia, se observa que el Seor emplea sus medios divinos para permitir al hombre no estar privado, en la eternidad, de la recompensa que se le debe. Pero para obtenerla es necesario que, desde aqu abajo, l comience por creer en Nuestro Seor Jesucristo, Hijo de Dios, que descendi sobre la tierra para salvar a los pecadores, as como para adquirir la gracia del Espritu Santo, que introduce en nuestros corazones el Reino de Dios y nos abre el camino de la beatitud del siglo futuro. All se detiene la satisfaccin que procuran a Dios las buenas acciones que no son realizadas en el Nombre de Cristo. El Seor nos da los medios para perfeccionarlas. Al hombre corresponde aprovecharlos o no. Es por eso que el Seor dijo a los judos: "Si fuerais ciegos, no tendrais, pecado; mas ahora, porque decs: 'Vemos!' vuestro pecado permanece" (Juan 9:41).

Cuando un hombre como Cornelio, cuya obra no fue hecha en el Nombre de Cristo, pero que fue agradable a Dios, cree en Su Hijo, esta obra le es computada como hecha en Nombre de Cristo (Hechos 10). En caso contrario, el hombre no tiene el derecho a quejarse de que el bien cumplido no le fue beneficioso. Esto no sucede jams cuando una buena accin fue hecha en Nombre de Cristo, ya que el bien cumplido en Su Nombr aporta, no slo una corona de gloria en el siglo futuro, sino que desde aqu abajo, lo llena al hombre de la gracia del Espritu Santo, como se dijo: "Porque cuando habla aquel a quien Dios envi, es Dios mismo quien habla, ya que Dios le ha comunicado plenamente su Espritu. El Padre ama al Hijo y le ha confiado todo" (Juan 3:34-35).

La adquisicin del Espritu SantoEn consecuencia, el verdadero objetivo de nuestra vida cristiana est en la adquisicin de este Espritu de Dios; en tanto que la plegaria, las vigilias, el ayuno, la limosna y las otras acciones virtuosas, hechas en Nombre de Cristo, no son sino medios para adquirirlo. - Cmo la adquisicin? - pregunt al Padre Serafn - no comprendo muy bien. - La adquisicin, es la misma cosa que la obtencin. Sabes qu es adquirir dinero? En relacin al Espritu Santo se trata de algo semejante. Para el comn de las gentes, el objetivo de la vida consiste en la adquisicin de dinero, de ganancia. Los nobles, adems, desean obtener honores, signos de distincin y dems recompensas acordadas por los servicios rendidos al Estado. Pues bien, la adquisicin del Espritu Santo es tambin un capital, pero un capital eterno, dispensador de gracias, muy semejante a los capitales temporales, y que se obtiene por los mismos procedimientos. Nuestro Seor Jesucristo, Dios Hombre, compara nuestra vida a un mercado y nuestra actividad sobre la tierra a un comercio. El nos recomend a todos: "Hagan negocio mientras regreso" (Lucas 19:12-13). Adems dijo: Apresuraos para obtener bienes celestiales negociando las mercancas terrenales. Estas mercancas terrenales no son otras que las acciones virtuosas hechas en Nombre de Cristo y que nos aportan la gracia del Espritu Santo. -La parbola de las vrgenes

En la parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes necias (Mateo 25:1-13) cuando estas ltimas carecieron de aceite, se les dijo: "Id a comprarlo al mercado." Pero al regresar, ellas encontraron la puerta de la cmara nupcial cerrada y no pudieron entrar. Algunos estiman que la falta de aceite en las Vrgenes necias simboliza la insuficiencia de acciones virtuosas hechas en el curso de su vida. Tal interpretacin no es enteramente justa. Qu carencia de acciones virtuosas poda haber ya que ellas eran llamadas vrgenes, aunque necias? La virginidad es una gran virtud, un estado casi anglico, pudiendo reemplazar todas las otras virtudes. Yo, miserable, pienso que les faltaba justamente el Espritu Santo de Dios. Practicando las virtudes, estas vrgenes, espiritualmente ignorantes, crean que la vida cristiana consista en estas prcticas. Hemos actuado de una manera virtuosa, hicimos obras piadosas, pensaban ellas, sin inquietarse por haber recibido, o no, la gracia del Espritu Santo. Sobre este gnero de vida, basado nicamente en la prctica de virtudes morales, que carece de un examen minucioso para saber si ellas nos aportan - y en qu cantidad - la gracia del Espritu de Dios, se coment ya en los libros patrsticos: "Algunos caminos que parecen buenos al principio, conducen al abismo infernal" (Proverbios 14:12).

Hablando de estas vrgenes, Antonio el Grande escribi, en sus Epstolas a los Monjes: "Muchos monjes y vrgenes ignoran completamente la diferencia que existe entre las tres voluntades que actan en el interior del hombre. La primera es la voluntad de Dios, perfecta y salvadora; la segunda es nuestra propia voluntad humana que, en si, no es ni funesta ni salvadora; en tanto que la tercera - diablica - es totalmente nefasta. Esta tercera voluntad es la enemiga que obliga al hombre a no practicar la virtud totalmente, o a practicarla por vanidad, o nicamente por el "bien" y no por Cristo. La segunda, nuestra propia voluntad, nos incita a satisfacer nuestros malos instintos o, como la del enemigo, nos ensea a hacer el "bien" en nombre del bien, sin inquietarnos por la gracia que puede adquirirse. En cuanto a la primera voluntad, la de Dios, salvadora, consiste en ensearnos a hacer el bien nicamente con el objeto de adquirir el Espritu Santo, tesoro eterno, inagotable al que nada en el mundo puede igualar.

Justamente era la gracia del Espritu Santo, simbolizada por el aceite, la que haca falta a las Vrgenes necias. Ellas son llamadas "necias" porque no se inquietaban por el fruto esencial de la virtud, que es la gracia del Espritu Santo, sin la cual nadie puede salvarse, ya que "toda alma ser vivificada por el Espritu Santo a fin de ser iluminada por el misterio sagrado de la Unidad Trina" (Antfona antes del Evangelio de los Maitines). El Espritu Santo mismo viene a habitar en nuestras almas; y esta residencia y la coexistencia en nosotros del Todopoderoso, de su Unidad Trina con nuestro espritu, no nos es dado ms que a condicin de trabajar, por todos los medios en nuestro poder, para la obtencin del Espritu Santo que prepara en nosotros una morada digna de este encuentro, de acuerdo con la palabra inmutable de Dios: "Habitar y caminar en medio de ellos; ser su Dios y ellos sern mi pueblo" (II Corintios 6:16; Levtico 26:11-12; Ezequiel 37:27). Este es el aceite que las prudentes tenan en sus lmparas, aceite capaz de iluminar muchas horas, permitiendo esperar la llegada, a medianoche, del Esposo, y la entrada con El, en la cmara nupcial del goce eterno.

En cuanto a las vrgenes necias, viendo que la luz de sus lmparas estaba por extinguirse, fueron al mercad