Errico Malatesta - Elecciones y anarquismo

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    ELECCI ONES Y AN ARQUI SMOErrico Malatesta y Saverio Merlino

    PRESENTACIN

    La polmica, entre los libertarios italianos Errico Malatesta y Saverio Merlino, que acontinuacin publicamos, se desarroll en 1897 y tuvo una enorme resonancia en territorioitaliano e incluso en el seno del movimiento anarquista y socialista europeo.

    La primera vez que lemos esta polmica, si la memoria no nos es infiel, fue en 1990. Quisimospublicarla en papel, en nuestra editorial Ediciones Antorcha, pero finalmente es hasta ahora,casi quince aos despus!, que pudimos concretar este objetivo ya como edicin virtual.

    Nos hemos basado para su elaboracin en el magnfico libro publicado en 2002 por laFundacin Anselmo Lorenzo, titulado Escritos de Errico Malatesta.

    La riqueza, llammosle pedaggica, de esta polmica es evidente. Tanto Merlino comoMalatesta echan, como se dice comnmente, mano de sus mejores argumentos para intentarvencer al oponente, logrando con ello que quien resulta a fin de cuentas vencedor, no es otroque el lector, que, independientemente de sus particulares puntos de vista, puede aprendermuchsimo de los planteamientos expresados por los polemistas.

    Tambin, y no est de ms el sealarlo, el tema de las elecciones y el parlamentarismo, deninguna manera pueden considerarse como temas superados en el seno del movimientolibertario internacional. Las dos posturas, esto es, tanto la que plantea el absoluto rechazo a las

    elecciones y al parlamentarismo, como la que considera que ese rechazo a lo nico queconduce es al enclaustramiento voluntario de un movimiento cuyos planteamientos merecenmejor suerte, siguen presentes, y dudamos que llegue el momento en que el tema se cierre alvencer una de los dos posturas con la victoria absoluta.

    Ojala esta polmica proporcione a quien la lea elementos de comprensin a las alternativaslibertarias.

    Chantal Lpez y Omar Corts

    ANARQUISTAS Y SOCIALISTAS FRENTE A LA LUCHA ELECTORAL

    Me preguntan desde varios lugares mi parecer acerca de si se debe o no tomar parte en laselecciones polticas.

    En el nmero de hoy del Messaggeroleo que tambin, en una reunin mantenida en Senigallia,se ha interpretado de una manera sui generis cuanto he dicho a propsito del tema en unaconferencia pronunciada en Npoles.

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    Es manifiesto que carece de importancia conocer lo que pienso: en cambio, importa muchsimosaber cul de las dos opiniones -la favorable o la contraria a la participacin en las elecciones-es la verdadera. Y esto es lo que yo querra discutir de una vez por todas y para todos.

    Es de sobra sabido que los socialistas, en lucha con los republicanos y con los demcratas, hansostenido por muchos aos -y muchos lo sostienen todava- que las formas polticas no tienenningn valor, que tanto vale la monarqua como la Repblica y que las libertades sancionadas

    por los estatutos son una simulacin, porque quien es pobre es esclavo.

    La cuestin social -se ha dicho- consiste enteramente en la dependencia econmica de losobreros con respecto a los patronos: socavemos sta y la libertad vendr por s sola.

    Esto es una gran verdad. Las libertades polticas existen, pero quin las tiene? Quin puedeejercerlas verdaderamente bajo el rgimen actual? No puede ser polticamente libre el puebloque econmicamente es esclavo. Pero, si las libertades polticas y constitucionales tienenmenos valor que el que generalmente se cree, no se sigue de ello que no sirvan para nada.Sirven mientras que el gobierno nos las arranca, tratando de retardar la emancipacin de laclase obrera.

    En consecuencia tienen un valor innegable.

    Pero estas libertades no consisten simplemente en el derecho al voto y en el uso que se puedehacer de l.

    Son tambin los derechos de reunin y asociacin, la inviolabilidad personal y del domicilio, elderecho de no ser castigado o perseguido por simple sospecha (como sucede en los casos dela amonestacin y del domicilio forzado), etc., etc.

    Y estas libertades se defienden no slo en el parlamento (el parlamento,dijo una vez Lemoine,se asemeja a cierto juego de nios, que hace mucho ruido sin ningn fruto), sino que sedefienden sobre todo fuera del parlamento, luchando cada vez que el poder ejecutivo comete

    una arbitrariedad o una prepotencia contra una clase de ciudadanos o incluso contra un soloindividuo (como sucede en otros pases, donde incluso sin tener representantes en elparlamento, el pueblo sabe imponer el respeto a sus libertades).

    Con esto no quiero decir que la lucha por la libertad -y hasta cierto punto tambin la lucha por elsocialismo- no se pueda y deba hacer tambin durante las elecciones y en el parlamento.

    Yo creo que nosotros, combatiendo a ultranza, como lo hemos hecho, el parlamentarismo, noshemos pillado los dedos: porque hemos contribuido a crear esta horrible indiferencia de lapoblacin, no solamente por el sistema parlamentario, sino tambin por las libertadesconstitucionales, de modo que el gobierno ha podido impunemente violarlas sin que un sologrito de protesta se haya elevado de los hijos de aquellos que dieron la vida para conquistarlas.

    El parlamentarismo no es el fnix de los sistemas polticos; al contrario. Pero por psimo quesea, es siempre mejor que el absolutismo, al cual nos encaminamos a grandes pasos.

    Por tanto, hoy por hoy, al partido socialista (en el cual incluyo tambin a los anarquistas noindividualistas) le corresponde tambin la defensa de la libertad.

    Esta lucha, segn mi opinin, debe ser librada sobre todos los terrenos -comprendido el de laselecciones- pero no solamente sobre ste.

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    Los socialistas anrquicos no tienen necesidad de candidatos propios: no aspiran al poder y nosabran qu hacer con l. Pero deben protestar contra la reaccin gubernamental, tomandoparte en la agitacin electoral. Y est claro que entre un candidato crispino, rudiniano ozanardelliano -dispuesto a votarestados de sitio, leyes de excepcin, elegibilidad de candidatospolticos, quiz masacres de multitudes hambrientas- y un socialista o republicano sincero, seralocura preferir al primero.

    Sin embargo, deben decir claramente al pueblo que no se hacen ilusin (como les sucede aalgunos socialistas) de poder abrir brecha en la ciudadela burguesa, y conquistarla, a golpes depapeleta.

    Asimismo, slo pueden y deben decir a los socialistas que el voto no es ms que un episodio dela lucha por el socialismo, y no el ms importante; la verdadera lucha debe ser llevada acabo enel pueblo y con el pueblo sobre los terrenos econmico y poltico.

    La emancipacin de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos; no puede serobra de los polticos.

    He aqu mi opinin sobre la ms grave razn de disidencia entre socialistas y anarquistas.

    Desgraciadamente, stos y aquellos se han hecho dao y -lo que es peor- se han insultadorecprocamente: y el recuerdo de tales cosas nubla su vista y les impide considerar el verdaderointers de la causa.

    Algunos cabecillas legalistas son intolerantes y mezquinos (el peridico mximo del partido noha tenido una palabra de protesta por mi arresto singularisimo en Florencia); los anarquistasson iracundos e implacables.

    Con estas peleas el gobierno disfruta.

    Merlino

    Del Messaggero, del 9 de enero de 1897.

    LOS ANARQUISTAS CONTRA EL PARLAMENTO

    Estoy informado de que los socialistas parlamentarios de Italia dicen que yo, de acuerdo conMerlino, encuentro til que los socialistas anrquicos participen en las luchas electoralesvotando por el candidato ms avanzado.

    Dado que me hacen el honor de ocuparse de mi opinin, no se me estimar presuntuoso si meapresuro a poner en su conocimiento y en el de la poblacin lo que verdaderamente pienso dela cuestin.

    Por cierto, no critico a mi amigo Merlino que piense como quiera y lo diga sin reticencias.Hubiera preferido que antes de anunciar pblicamente un cambio de tctica -que no tieneningn valor si no es aceptado por los compaeros- discutiera ms a fondo la cosa entreaquellos del partido al cual ha pertenecido hasta ahora y con el cual espero que querrcontinuar combatiendo. Pero tambin esto, ms que culpa de Merlino, lo es de la crisis

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    prolongada que ha afligido a nuestro partido y del estado de reorganizacin todava incipienteen el que nos encontramos.Sin embargo, es necesario hacer constar que lo que Merlino ha dicho en relacin alparlamentarismo y a las luchas electorales no es otra cosa que una opinin personal, que nopuede prejuzgar la tctica que adoptar el partido socialista anrquico.

    Por mi parte -a pesar de que me disguste disentir en asunto tan importante con un hombre de

    valor como Merlino y al que me ligan tantos vnculos de afecto- me siento obligado a declararque, segn mi parecer, la tctica preconizada por Merlino es nefasta y conducira fatalmente ala renuncia de todo el programa socialista anrquico. Y creo poder afirmar que as lo piensantodos o casi todos los anarquistas.

    Los anarquistas permanecen, como siempre, adversarios decididos del parlamentarismo y de latctica parlamentaria.

    Adversarios del parlamentarismo porque creen que el socialismo slo debe y puede realizarsemediante la libre federacin de las asociaciones de produccin y de consumo, y que cualquiergobierno -el parlamento inclusive- no slo es impotente para resolver la cuestin social yarmonizar y satisfacer los intereses de todos, sino que constituye por s mismo una clase

    privilegiada con ideas, pasiones e intereses contrarios a los del pueblo, a quien tiene forma deoprimir con las fuerzas del pueblo mismo. Adversarios de la lucha parlamentaria, porque creenque sta, lejos de favorecer el desarrollo de la conciencia popular, tiende a deshabituar alpueblo del cuidado directo de sus propios intereses y es una escuela, para unos de servilismo, ypara otros de intrigas y mentiras.

    Estamos lejos de desconocer la importancia de las libertades polticas. Pero las libertadespolticas no se obtienen sino cuando el pueblo se muestra decidido a conseguirlas; ni, una vezobtenidas, duran y tienen valor sino cuando los gobiernos sienten que el pueblo no soportara lasupresin de las mismas.

    Acostumbrar al pueblo a delegar en otros la conquista y la defensa de sus derechos, es el modo

    ms seguro de dejar va libre al arbitrio de los gobernantes.

    El parlamentarismo es mejor que el despotismo, es verdad; pero slo cuando representa unaconcesin hecha por el dspota por miedo a lo peor.

    Entre el parlamentarismo aceptado y elogiado y el despotismo sufrido por la fuerza, con elnimo dispuesto a la rebelin, es mil veces mejor el despotismo.

    S bien que Merlino da a las elecciones una importancia mnima y quiere, como nosotros, quela lucha verdadera se lleve adelante en el pueblo y con el pueblo. Sin embargo, los dosmtodos de lucha son incompatibles, y quien acepta ambos, acaba fatalmente sacrificando alinters electoral toda otra consideracin. La experiencia lo prueba, y la natural tendencia a vivir

    tranquilo lo explica.Y Merlino demuestra comprender bien el peligro cuando dice que los socialistas anrquicos notienen necesidad de presentar candidatos propios, dado que ellos no aspiran al poder y nosaben qu hacer con l.

    Pero, es sta una posicin sostenible? Si en el parlamento se puede hacer el bien, por quhabrn de hacerlo los dems y no nosotros, que creemos tener ms razn que ellos?

    Si no aspiramos al poder, por qu ayudar a quienes aspiran a l?

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    Si no sabemos qu hacer con el poder. Qu haran los dems, sino ejercerlo en contra delpueblo?Que Merlino est seguro de esto; si hoy le dijramos a la gente que vote por alguien,aconsejara rpidamente votar por mi, dado que creo (y en esto probablemente estoyequivocado, pero es una equivocacin humana) valer tanto como cualquiera y me siento segurode mi honestidad y firmeza.

    Por cierto, con las precedentes consideraciones no he dicho todo lo que se podra decir, perotemo abusar demasiado de vuestro espacio. Me explicar ms ampliamente en un escritoadecuado; ni faltar, lo espero, un acto colectivo del partido que reafirme los principiosantiparlamentarios y la tctica abstencionista de los socialistas anrquicos.

    Esperando que consideris que la presente es de utilidad para informar al pblico sobre laactitud que los diversos partidos observarn en las prximas elecciones y que por ello querrispublicarla, os agradezco anticipadamente.

    MalatestaDel Messaggero, del 7 de febrero de 1897.

    ANARQUISTAS Y SOCIALISTAS EN LAS ELECCIONES POLTICAS

    El amigo Malatesta, en nombre -parece- de todos o casi todos los anarquistas, ha credo poderreafirmar, en respuesta a mi carta del 9 de enero -y parece que se prepara a reafirmarlotambin con otro escrito y con un acto colectivo del partido- los principios antiparlamentarios y latctica abstencionista de los socialistas anrquicos.

    Envidio a estos anrquicos. Yo tambin querra poder nutrir la antigua fe acostumbrada a lostriunfos (verdaderamente, no se si a los triunfos, pero ciertamente a las batallas). Yo tambinquerra haber conservado las ideas simples e ntegras de hace diez aos. Entonces, tambin yome ilusionara y llamara al estado de desintegracin del partido anrquico un estado dereorganizacin incipiente. Tambin yo podra decir que s con seguridad de qu manera -y node otra- actuar el socialismo. Tambin yo repetira que el gobierno, todo gobierno, no es sinola organizacin de la clase privilegiada que oprime al pueblo con las fuerzas del pueblo mismo yque ste, nombrando diputados, delega en ellos la conquista y la defensa de sus derechos. Ycuando hubiera dicho esto, me sentira satisfecho y esperara el da de la gran revolucin, quedebe cambiar la faz de la tierra (pero que tiene el inconveniente, segn pienso yo gravsimo, dehacerse esperar demasiado).

    Desgraciadamente, lo confieso, me he hecho ms maduro, a pesar de que me resultaracmodo, no quiero dejar de lado la experiencia de diez o quince aos. Estoy convencido de queel partido anrquico ha equivocado el camino; estoy convencido de que los anarquistas, todos ocasi todos, tienen mi misma conviccin; slo que no osan confesarlo y no tienen la fuerza denimo necesaria para separarse de su pasado.

    La tctica abstencionista ha trado dos resultados:

    1. Nos ha separado de la parte activa y militante del pueblo;

    2. Nos ha debilitado frente al gobierno.

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    Es muy lindo decir que abstencin no quiere decir inaccin, sino participacin en la agitacinelectoral con propaganda antiparlamentaria. Con esta lgica, que mi amigo invoca, losanarquistas abstencionistas deban terminar y han terminado por quedarse en casa; cuando nohan votado por algn candidato de su corazn (como individuos se entiende, no como partido),sin hablar de aquellos que adems han pasado el Rubicn y han ido a alinearse -por el merodeseo de hacer algo- con los socialistas legalistas.

    El gobierno, luego, ha aprovechado nuestro aislamiento para sacudirnos por todos lados, legal oilegalmente (el gobierno, como se ve, no tiene nuestros mismos escrpulos).

    Estamos maniatados hasta el punto de no poder hacer la menor propaganda. La polica puede,a su albedro, encarcelarnos, hacernos condenar, confinarnos. Qu resistencia oponemosnosotros? Ninguna.

    Nuestra guerra ha sido de brazos cruzados. Si por lo menos furamos partidarios de la noresistencia al mal, tendramos con qu consolarnos. Pero no, nosotros esperamos que madurela revolucin. Entre tanto, hemos visto en estos das que quien ha podido llevar una palabra deapoyo a los huelguistas de Civitavecchia ha sido un diputado socialista. Y continuamosdiciendo que no sirve para nada la lucha parlamentaria!

    Malatesta dice:

    Si debemos votar por los socialistas o por los republicanos, tanto ms valdra ir nosotrosmismos al parlamento.

    Para nosotros no se trata -como para los socialistas- de triunfar e ir a defender nuestroprograma en pleno parlamento, en presencia de elementos cultos y clebres sino que se tratade conseguir cuantos ms opositores sinceros y enrgicos al gobierno sea posible -trescientosImbriani, por as decir- pero Imbriani que no se contenten con bombardear con interpelaciones alos ministros del parlamento, sino que lleven adelante una guerra seria y continua al gobiernodel pas, aprovechndose inclusive, hasta que les priven de ellas, de las prerrogativas

    parlamentarias.

    Malatesta afirma que la lucha extraparlamentaria por la libertad no se puede librar cuando seadopta la lucha electoral. Yo pienso justamente lo contrario.

    Lo que no puedo admitir de ninguna manera es que la tctica parlamentara, lejos de favorecerel desarrollo de la conciencia popular, tienda a deshabituar al pueblo del cuidado directo de suspropios intereses.

    Esto es doctrinarismo puro. La agitacin electoral socialista arranca a las multitudes de suindiferencia hereditaria en los asuntos pblicos: en Italia ha conquistado para nuestra causaregiones que ya se haban demostrado y son todava refractarias a la propaganda anarquista.

    El parlamentarismo tiene sus inconvenientes: Pero qu cosa no los tiene?

    Qu tctica, o agitacin, o accin, podra aconsejar Malatesta que no presente inconvenientesiguales, si no mayores? Algunos de nuestros amigos se han puesto a organizar cooperativas:trabajo ste utilsimo tambin, pero no es nuestro trabajo.

    Ni los socios de las cooperativas pueden ser todos socialistas y anarquistas, ni el gobiernotolerara cooperativas as formadas. Sin contar que no pocas cooperativas se convierten enempresas capitalistas y que algunas, incluso, nacen como tales.

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    Qu hacer entonces? Organizar sociedades obreras de resistencia? Pero apenas stasempiezan a ser numerosas y potentes (como las Uniones inglesas) surge un estado mayor depresidentes, vicepresidentes, secretarios y cajeros; en suma, un parlamentarismo peor que elotro.

    El parlamentarismo no es un principio, es un medio: se equivocan los que hacen de l unapanacea, pero se equivocan tambin los que lo miran con santo horror como si fuera la peste

    bubnica.

    Y, por otra parte, no es verdad que el parlamentarismo est destinado a desaparecerenteramente. Algo quedar de l incluso en la sociedad que anhelamos. Yo recuerdo un escritoque Malatesta envi a la conferencia de Chicago de 1893 donde sostena que para algunascosas el parecer de la mayora deber necesariamente prevalecer sobre el de la minora.

    Pero aparte de esto, incluso en caso de unanimidad, no todos aquellos que han deliberado sepondrn a ejecutar en masa el resultado de sus deliberaciones. A menos de no admitir esteaforismo -que tengo razones para creer que Malatesta repudia tanto como yo- ser necesariodistribuir los encargos confindolos a los ms capaces.

    Y he aqu que estos encargados formarn un gobierno o una administracin... por favor, nohagamos sutilezas con las palabras. Un mnimo de gobierno o de administracin lo habrincluso en la sociedad menos organizada; slo debemos estudiar las maneras de hacerloinocuo, de impedir que una minora se apropie del poder en contra de la mayora, obtener queel pueblo ejercite una censura continua y efectiva sobre sus administradores o delegados.

    Yo reconozco los inconvenientes del sistema parlamentario y deseo eliminarlos, pero no deseovolver al despotismo.

    Reconozco psimo el ordenamiento actual de la justicia, pero no vera con gusto el retorno a laley de Lynch, ni al sistema de la venganza privada; como reconozco los errores del poder

    judicial, no querra poner mi libertad en manos del juez togado.

    Reconozco la injusticia de las leyes, pero no querra volver al tiempo en que la voluntad delprncipe era ley.

    Quiero, en suma, progresar como un buen positivista, que cree que la sociedad se perfecciona,no se refunde y remodela, ni se hace con una receta de principios abstractos. Estoy convencidode que los socialistas, todos -anarquistas, marxistas y republicanos- tienen poco ms o menoslas mismas aspiraciones, y querra verlos luchar juntos; y, francamente, querra ver algnresultado. Me resultara lamentable morir con la expectativa en que vivo desde hace variosaos.

    MerlinoDel Messaggero, del 10 de febrero de 1897.

    LOS ANARQUISTAS Y LAS ELECCIONES

    Una declaracin ma en el Messaggero del 29 de enero a favor de la lucha polticaparlamentaria como medio y estmulo para una vasta y fecunda agitacin popular ha dado lugar

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    a una polmica que, de las columnas de ese diario, se ha desplazado hacia la prensa socialistay anarquista. No he respondido sino a uno de mis contradictores. Malatesta, amigo mo desdehace muchos aos, con quien he acabado siempre, bien que difirisemos temporalmente -yespero acabar tambin esta vez- por ponerme de acuerdo. A los dems les respondo ahoracolectivamente, porque me urge decir todo mi pensamiento y cerrar, por mi parte, una polmicapor dems ingrata.

    Se afirma que la lucha poltica parlamentaria es contraria a los principios socialistas anrquicos.

    La asercin es de aquellas que, expresadas por alguien, pasan de boca en boca y se repitenhasta convertirse en axiomticas dentro de un crculo dado de personas, sin que nadie las hayaanalizado.

    Entendmonos. Lo que es contrario a nuestros principios es participar en el gobierno comoministros, como funcionarios, como policas, como jueces, tal vez como legisladores... Stambin como legisladores, porque yo sostengo que el diputado o socialista u obrero orevolucionario no debe ser un legislador, sino un agitador. Pero no es contrario a nuestrosprincipios que el pueblo ejercite una injerencia, por indirecta y de poco valor que esta sea, en laadministracin de la cosa pblica. Podemos y debemos lamentarnos que esta injerencia hoy

    sea mnima; que la soberana popular no se ejerza ms que durante el cuarto de hora de laselecciones, que luego, al volver a casa los electores -el campesino al arado, el obrero a lafbrica -los elegidos sean rbitros de la cosa pblica y dispongan a su guisa de los ms gravesintereses del pas. Esto es lo malo, no la participacin de una parte del pueblo en las eleccionesa diputados y concejales.

    Pero este mal no se remedia abstenindose de votar, sino ms bien induciendo al pueblo antetodo a ejercer con conciencia y vigor la poca autoridad que tiene, y luego reclamando ms;habitundolo a luchar y prolongando la lucha ms all del breve periodo electoral.

    La lucha poltica debe desarrollarse en el parlamento y fuera de l. Aqu est la diferencia entremi modo de entender y el de los polticos y tambin el de algunos socialistas y el de muchos

    demcratas.

    Para stos, la lucha poltica consiste enteramente en mandar a la cmara el mayor nmeroposible de diputados del propio partido.

    Para m, en cambio, la eleccin de los diputados hostiles al gobierno no es sino un modo deagitacin popular, y el objetivo de los diputados nos es ya proponer leyes y charlar sobrerdenes del da presentados a la cmara; sino combatir a la mayora parlamentaria y algobierno, denunciar al pas las arbitrariedades y las prepotencias y tomar parte en todas lasagitaciones populares, dejndose incluso encarcelar con sus electores.

    Sin embargo, los diputados democrticos de hoy no hacen nada de esto; hacen esperar

    intilmente al pueblo con discursos e interpelaciones, pero evitan cuidadosamente promover osecundar agitaciones serias.

    El gobierno disuelve asociaciones, prohbe reuniones, pisotea las libertades populares. Elhonorable Cavallotti, a quien preguntaba qu pensaba hacer, responda: hablar en la Cmara.

    Las aulas universitarias son invadidas por policas que maltratan a profesores y estudiantes.Paciencia: el honorable Cavallotti hablar en la Cmara.

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    Las flotas europeas bombardean a los insurgentes de Creta y la diplomacia sofoca el grito delibertad de los pueblos que gimen bajo la dominacin turca. Consolmonos: Cavallotti hablaren la Cmara.

    Francamente, sta no es una conducta de demcrata, sino de uno que desconfa del pueblo ycree que las grandes y pequeas cuestiones polticas se deben tratar en las alcobasministeriales o en esa antecmara del ministerio que es el parlamento nacional.

    Nosotros, en cambio, debemos querer que el pueblo haga valer su voluntad y sus interesescontra la voluntad y los intereses de la camarilla dominante, que luche -sobre el terreno polticocomo sobre el econmico- por la propia emancipacin; y que mire al gobierno, no como a unpatrn al que se deben obediencia y pleitesa, sino como a un servidor al que se manda y quese puede despedir cuando no cumpla su deber o cuando ya no haya necesidad de susfunciones.

    Aos atrs, los obreros de nuestras grandes ciudades se avergonzaban de inmiscuirse enpoltica. Los conservadores insinuaban que era deber de los obreros ocuparse nicamente delos propios intereses econmicos y permanecer extraos a toda agitacin poltica; y a lo sumoles permitan aclamar a los reyes y a los ministros y votar, en las elecciones generales y

    municipales, por sus hermticos patronos.

    Fue un progreso que los obreros empezaran a votar por los individuos de su clase, y muchos deellos concibieron la ambicin de ir al parlamento y a los consejos municipales y provinciales; yse logr un progreso mayor cuando, constituido el partido socialista, fueron a votar por una granidea.

    Todava hoy, multitudes de obreros y campesinos permanecen ligados a los patronos, que losexplotan econmica y polticamente, como trabajadores y como electores. Es quiz contrario anuestros principios tratar de arrancar a estas multitudes de su servidumbre y arrojarlas en lalucha poltica, incluso cuando sea necesario comenzar por las elecciones?

    Pero -se dir- si no es contrario a nuestros principios que el pueblo, en lugar de dejar la eleccinde los diputados y de los concejales de la clase dominante, se presentara a ser elegido, esciertamente contrario a nuestros principios aceptar el mandato, ir a la cmara o al ayuntamiento,votar las leyes, convalidar los actos del gobierno y participar en las expoliaciones del poder.

    De acuerdo, pero yo repito, se puede ir al parlamento o al ayuntamiento no a gobernar, sino acombatir al gobierno; no a hacer leyes, sino a demostrar la injusticia de las leyes que existen; noa mancharnos, sino a gritaral ladrn. Se puede ir al parlamento como un obrero, delegado porsus compaeros, va a una reunin de patronos a discutir las condiciones de trabajo; o como unacusado o su defensor van al tribunal a decir sus razones o las de su cliente, incluso si noreconocen la autoridad de los jueces. En tanto est vigente el actual sistema, el acusado sedebe defender, el obrero se debe esforzar por obtener condiciones menos duras por parte de

    los patronos y el pueblo debe protegerse de la tirana ponindole dificultades al gobierno.Por poco que valgan las elecciones, sirven para arrancar alguna concesin al gobierno o paraimponerle un cierto respeto por la opinin pblica. Y por poco que valga la presencia de lossocialistas o de los revolucionarios en el parlamento, sirve a veces para impedir una graveinjusticia. Y por poco que valgan las inmunidades parlamentarias, no se puede negar quemuchas reuniones se efectan gracias a la presencia de los diputados. Oh! El gobiernorestringira con gusto al electorado, el nmero de los diputados y las inmunidades de que stosgozan; y sera feliz si pudiera actuar sin la rmora de los diputados y de las elecciones.

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    Los mismos anarquistas abstencionistas reconocen que algn fruto se puede extraer de laselecciones; y aqu en Roma han deliberado acerca de proponer a Galleani para liberarlo delconfinamiento. ptima idea, tambin porque Galleani es un joven inteligente, sincero yenrgico, tres cualidades que no se encuentran reunidas en muchos hombres. Pero -digo yo-suponed que tenga xito, renunciar luego para volver al confinamiento -de donde vosotrosdeberis sacarlo con una nueva eleccin- y as continuamente?

    Y si no es contrario a los principios votar para liberar a un confinado poltico, ser contrario aellos votar para impedir que el gobierno nos convierta en otros tantos confinados polticos?

    El gobierno anuncia para el prximo perodo parlamentario la revisin de la ley sobre eldomicilio, una restriccin del electorado y continuar disolviendo asociaciones y prohibiendoreuniones; sus candidatos estn dispuestos a aprobar todo esto, y tal vez nuevos estados deexcepciny nuevas masacres de multitudes hambrientas.

    Dejaremos hacer? Permaneceremos como espectadores inermes de una lucha cuyasconsecuencias recaen sobre nosotros? Por poco que nuestra obra sirva para impedir el xito decandidatos ministeriales. Renunciaremos nosotros? Y, renunciando, no le haremos un favoral gobierno?

    Pero algunos en verdad se complacen con la reaccin. Porque las ideas progresan a pesar delas persecuciones, ellos se imaginan que progresan a causa de stas. Hay quien repite lo queescribe Malatesta: el despotismo es preferible al hbrido sistema actual.

    Supongamos que el gobierno les tome la palabra y d un golpe de Estado: suprima elparlamento, elimine la libertad de prensa y reduzca a Italia a la situacin poltica de Rusia.Dganme sinceramente, amigos mos: La causa del socialismo ganara algo con ello? O lalucha por el constitucionalismo absorbera e impedira por muchos aos la lucha por elsocialismo, como justamente sucede en Rusia?

    Me dirn: stas a las que os habis referido, son las ventajas de la lucha electoral. A ellas se

    contraponen daos largamente mayores: la corrupcin, las ambiciones, los compromisos conlos partidos afines.

    Podra responder que daos de este gnero se verifican en toda obra nuestra: son el tributo quese debe pagar a la imperfeccin de la naturaleza humana.

    Si fundamos un diario, he aqu que surgen ambiciones, envidias, celos y tal vez (si el diarioprospera) un inters econmico en ste o en aquel redactor o administrador. Renunciaremosnosotros, por este inconveniente, a propagar nuestras ideas por medio de la prensa?

    Y no dir que la ambicin puede ser til, porque no todos los hombres que luchan por una ideason movidos a actuar por la pura conviccin de la justicia de su causa. Muchos hroes de las

    revoluciones pasadas fueron empujados al sacrificio por el deseo de hacer hablar de s, porcelos, por los problemas financieros en que se vean envueltos; y podemos admitir que tambinhoy los hombres practican el bien por una variedad de motivos buenos, mediocres y malos.

    En algunas localidades el partido socialista ha salido adelante porque algunos han advertido enl un medio de acceder a los ayuntamientos o al parlamento. Mejor que haya sido as y no queno surgiese en absoluto. Poco a poco se ir depurando; porque la fuerza del socialismo est enesto, que responde a los grandes intereses de la gran mayora del pueblo; y cuando ello es as,las ambiciones y las vanidades individuales deben ceder y desaparecer.

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    Pero es verdad entonces que las elecciones no son sino una escuela de corrupcin? Los quevan a votar por un candidato socialista u obrero o revolucionario, desafiando irasgubernamentales e iras patronales y poniendo algn dinero, no me parece que se corrompan; alcontrario, se apasionan por la causa, y el mismo ardor que ponen en la lucha electoral, puedenponerlo en otro gnero de lucha. No creo que los partidarios fervientes de la lucha electoraldeban ser necesariamente tibios revolucionarios.

    Pero la lucha electoral nos obliga a compromisos. Tambin aqu podra responder quecompromisos contraemos todos los das, ya sea trabajando para un patrn, ejerciendo unaprofesin, un comercio, notificando a la polica las reuniones pblicas concertadas por nosotros,mandando al fiscal el primer ejemplar de nuestros diarios, recurriendo a abogados que nosdefiendan ante los tribunales o entendindonos con otros partidos para organizar campaasconjuntas. Y si maana, hecha la revolucin, debiramos poner en prctica el socialismo, digo ysostengo que estaramos constreidos a contraer compromisos, salvo que quisiramos imponernuestras ideas a los dems o someternos a las suyas.

    Por otra parte, si nuestra participacin en las elecciones no produjese otra ventaja que la deacercarnos a los partidos afines, hacindonos reconocer lo que puede haber de justo en susprogramas y lograr que los partidos afines se acerquen a nosotros, hacindoles coincidir por lo

    menos en una parte de nuestras reivindicaciones y finalmente acercarnos a todo el pueblo einducirnos a tener en cuenta las verdaderas necesidades, sentimientos y aspiraciones de ste,slo por esto habra que aprobarlo.

    En Alemania, en Francia, en Blgica, el inters electoral ha empujado a los socialistas aconsagrar una parte de sus fuerzas a la propaganda para ganar a los campesinos a la causadel socialismo. Bastara este hecho para justificar la tctica electoral; porque, quin no ve quesin el concurso de los campesinos una revolucin socialista es imposible y que, en caso deestallar, terminara en un desastre?

    Yo no soy profeta, pero he predicho a mis amigos abstencionistas que (donde no presentencandidatos-protesta) no desarrollarn ni siquiera la propaganda abstencionista.

    Las elecciones se realizarn, todos los partidos saldrn reforzados, y de vosotros, de vuestrosprincipios y de los intereses que os importan, no se hablar. Seris olvidados.

    Lo repito, los hechos me darn la razn. La abstencin tiene su lgica. Desde el momento enque las elecciones no sirven, lo mismo da quedarse en casa. Por otra parte, la gente est pocodispuesta a escuchar sermones; y durante la agitacin electoral no se apasiona sino poraquellos principios que toman cuerpo o identidad; que se convierten, por as decir, encandidatos.

    Por tanto, si queris que se discuta de anarqua -les he dicho y repetido a mis amigos- debisalinearos en pro o en contra de alguno. Con esta condicin vuestra palabra ser escuchada;

    vuestra opinin respetada, admitida o combatida, y de todas maneras discutida; vuestra amistadbuscada y vuestra enemistad temida.

    Pero los abstencionistas no entienden estas razones. Son doctrinarios y argumentan as:

    El parlamentarismo es contrario a los principios anarquistas. Por tanto debemos combatirlo conla palabra, esperando que se presente la ocasin de destruirlo con los hechos.

    Si nuestras fuerzas bastan o no para esta obra; si la ocasin se demora y entre tanto el pueblolanguidece y se descorazona; si el pueblo sigue o no nuestra iniciativa; si nuestras ideas sepondrn en prctica hoy o de aqu a mil aos; o si, por ventura, son demasiado simples y

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    abstractas para ser aplicadas, todo esto no nos importa. Afirmemos las ideas: stas encontrarnel medio de hacerse realidades.

    El pueblo admirar nuestra coherencia y vendr a nosotros. E incluso si no viniese, si nuestrasideas no debieran ser puestas en prctica ni ahora ni nunca, nosotros habramos cumplidonuestro deber. Los trminos medios nos debilitan, nos corrompen, nos dividen; slo la verdad,expresada enteramente y sin ambajes, nos puede salvar.

    Ante todo, este modo de razonar implica el convencimiento de que ellos solos -los anarquistasabstencionistas- estn en lo cierto, que poseen toda la verdad y que no hay ms que unamanera de resolver la cuestin social: la propuesta por ellos.

    En segundo trmino, el razonamiento est radicalmente equivocado. Las ideas no valen por simismas, sino por la accin que ejercen sobre el destino de los hombres.

    Una verdad que no puede convertirse en actos, no puede ser perfectamente verdadera; unpartido que no logra ganar a las multitudes a su causa, ha equivocado el camino. La lucha debetener un fin inmediato; cuando tantos millones de nuestros semejantes sufren diariamente, esinsensato consumir las propias energas en luchas de partido y en enfrentamientos acadmicos.

    El sistema parlamentario quizs no convenga a la sociedad futura; pero entretanto, la luchaelectoral nos ofrece medios y oportunidades de propaganda y de agitacin. Tambin tieneinconvenientes, como todas las cosas de este mundo. Mucho depende del modo en que selleva a cabo.

    Qu dirn los anarquistas a quien argumentase as: la violencia es contrara a nuestrosprincipios; por tanto, no debemos usar la fuerza ni siquiera para defender nuestra vida?

    Responderan ciertamente que el uso de la fuerza nos es impuesto por las condiciones de lasociedad en que vivimos; as respondo yo a sus argumentos contra la lucha polticaparlamentaria.

    Es cierto o no que el uso de los medios legales nos es impuesto en los tiempos ordinarios,como el de la violencia en las ocasiones extraordinarias?

    Yo digo que si.

    No nos ilusionemos. Sobre cien personas, se pueden encontrar quiz diez capaces de afrontarla muerte en el campo de batalla o en una insurreccin; pero difcilmente se encontrar unadispuesta a afrontar las pequeas persecuciones de todos los das, a ir a la crcel, a hacerseexpulsar por el patrn, a ver a su mujer y a sus hijos pasar hambre.

    Y a las poqusimas que resisten estas persecuciones, el gobierno las cuenta, las vigila, las

    reprime y las dispersa en un momento.Un partido verdaderamente revolucionario debe ser comprendido por el pueblo, y esto no sepuede conseguir sino mediante una accin que no est expuesta a demasiados peligros entiempos ordinarios. La lucha electoral responde efectivamente a esta condicin; y no se puedenegar que, por haberla adoptado, el partido socialista ha logrado reunir un gran nmero deobreros en sus filas.

    Por el contrario, los anarquistas han visto las suyas debilitarse, justamente porque se hanquerido obstinar en su prctica abstencionista; y yo no dudo que, si continan obstinndose,

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    dejarn incluso de existir como partido; y no se hablar de ellos -como ya no se habla- sinocuando al gobierno le de la gana de perseguirlos para liberar su ansia de persecucin.

    Resumiendo, sin creer que la cuestin social pueda ser resuelta por medio de leyes y decretos,estoy por la lucha electoral y parlamentaria, porque no es contrario a los principios socialistas yanarquistas el que el pueblo haga valer su voluntad y sus intereses de todas las manerasposibles; porque es necesario sustraer a las clases trabajadoras de su dependencia hereditaria

    respecto de los propietarios y patronos, impedir que sean tratadas como rebaos en laselecciones y ejercitarlas en las vidas pblica y poltica; porque las elecciones ofrecenoportunidad de propaganda, agitacin y protesta contra las arbitrariedades y las prepotenciasdel gobierno, como los mismos abstencionistas reconocen son sus candidaturas-protesta;porque en el momento actual es casi la nica afirmacin que nos es consentida; el gobiernoquiere privamos tambin de sta, y seria insensato ceder; porque, en general, tenemos el deberde no perder las libertades que nuestros padres conquistaron combatiendo, sino que debemosdefenderlas enrgicamente y acrecentarlas; porque, sin creer muy eficaz la obra de losdiputados socialistas, obreros o revolucionarios en la cmara, es en cambio utilsima la accinque pueden y deben desplegar en pro de la causa fuera del parlamento; porque la experienciaha demostrado que eran exagerados nuestros temores en cuanto a la influencia corruptora delambiente parlamentario sobre los elegidos de nuestro partido; ms bien, el evidente contraste

    entre los hombres desinteresados de carcter y que representan el socialismo y losrepresentantes corrompidos y astutos de la burguesa, no puede sino conquistar para nuestracausa la simpata de la parte sana de la poblacin; porque, en fin, debemos participar en todaslas luchas y agitaciones populares y desplegar nuestra accin en medio de la masa, no en lospequeos concilibulos de partido.

    Puedan estas razones convencer a mis amigos e inducirlos a salir de la reserva que se hanimpuesto, para prestar en cambio la contribucin de sus fuerzas a la actual campaa electoralcontra el gobierno y en la defensa de la libertad y la justicia. En cuanto a m, repito que mifinalidad, al combatir la estril tctica abstencionista, no ha sido la de satisfacer una ambicinpersonal y acrecentar en uno el nmero de los diputados socialistas en el parlamento.

    MerlinoDe, Avanti!, del 9 de marzo de 1897.

    LAS CANDIDATURAS-PROTESTA

    Los compaeros de Roma presentan candidato a nuestro amigo Luigi Galleani, que se hallaconfinado y parece que en otros lugares se han presentado otras candidaturas-protesta. Es

    difcil y penoso para nosotros decir franca y claramente nuestra opinin. Cuando hombres queestimamos y amamos y que han hecho mucho y harn ms todava por nuestra causa, estnpresos o confinados y se propone un medio para hacerlos salir, cmo se hace para decir, pormalo que sea el medio: no, dejadlos donde estn?

    No obstante, nos esforzaremos y abriremos nuestro corazn. Si alguien nos encuentrademasiado intransigentes, que nos perdone en consideracin al hecho de que tambin nosotroshemos estado en la crcel y confinados; que estamos expuestos a volver siempre, y quepodemos permitirnos ser severos con los dems porque tenemos conciencia de que sabramosserlo con nosotros mismos. En cuanto a los amigos candidatos, ciertamente nos lo perdonarn,porque sabrn apreciar nuestros motivos: incluso con respecto a algunos de ellos, sabemos que

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    estn completamente de acuerdo con nosotros acerca del tema. La candidatura-protesta,especialmente cuando se est seguro de que el elegido no querr de ninguna manera hacer dediputado, no es, por s misma, contraria a nuestros principios y tampoco a nuestra tctica; peroes, no obstante, una puerta abierta al equvoco y a las transacciones. Es el primer caso en unapendiente resbaladiza en la que es difcil detenerse.

    Si se quiere votar por un candidato- protesta, es necesario ser elector; por tanto, es necesario

    inscribirse, y quien no se inscribe es un negligente que no prepara los medios para alcanzar susfines. Un paso todava, un pequeo paso, y diremos tambin nosotros, imitando a lossocialistas: no es un buen anarquista quien no se inscribe como elector. Y cuando se estinscrito y no se tiene a mano un candidato-protesta, es fuerte la tentacin de ir a votar parafavorecer a un amigo o para dar un disgusto a un adversario. Somos todos hombres y cuestatan poco ir a poner una papeleta en una urna. La experiencia ensea.

    Luego viene la cuestin de la conducta del elegido. Escuchis a Merlino? ste ya seala lacontradiccin al decir: cuando hayis sacado a Galleani del confinamiento nombrndolodiputado. Deber dimitir para que lo manden de nuevo all y vosotros os divirtis sacndolootra vez?

    Estamos seguros que Galleani, si fuera elegido, no iria a Montecitorio o ira slo un momentopara escupir su desprecio en la cara a los diputados, pero esta vez, la razn est de parte deMerlino. Y adems, tendran todos la fuerza de nimo que conocemos en Galleani?

    Las candidaturas-protesta nos han devuelto a algunos compaeros y nos alegramos decorazn. Pero no podemos ocultarnos que stas han hecho a nuestro partido un daograndsimo.

    La candidatura de Cipriani, por ejemplo, consigui liberar a Cipriani; pero fue la que insinu elparlamentarismo en Romaa y rompi la unidad anarquista de aquella regin.

    Con esto no deseamos criticar a los compaeros de Roma. Al contrario, comprendemos y

    apreciamos sus generosos motivos. Slo nos lamentamos de que nuestro partido est en tantristes condiciones de no poder hacer otra cosa en pro de nuestros proscritos que recurrir almedio dbil y peligroso de las candidaturas de protesta.

    Trabajemos, propaguemos, organicemos y podremos a continuacin obtener, a favor de losnuestros, manifestaciones de la opinin pblica mucho ms significativas y eficaces que laselecciones.

    MalatestaDe, L'Agitazione, del 4 de marzo de 1897.

    ANARQUA Y PARLAMENTARISMO

    Los parlamentaristas estn de fiesta, segn ellos, no hay ms abstencionistas porque... Merlinose ha convertido al electoralismo. Creen que los anarquistas siguen ciegamente, como amenudo sucede entre ellos, a este o a aquel hombre; nosotros en cambio consideramos queMerlino se quedar slo y deber buscar sus colaboradores fuera del campo anarquista, porque

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    los principios anarquistas se concilian mal con el trabajo sostenido por l. Consta entretanto quehasta ahora ningn anarquista, que yo sepa, ha suscrito las ideas de Merlino.

    Merlino niega que la lucha poltica parlamentaria sea contraria a los principios socialistas-anrquicos.

    Entendmonos bien.

    Lo que es contrario a nuestros principios es el parlamentarismo, en todas sus formas ygradaciones. Consideramos que la lucha electoral y parlamentaria educa al parlamentarismo ytermina por transformar en parlamentaristas a quienes la practican.

    Merlino -que parece que todava se considera anarquista y va haciendo continuas reservassobre la abolicin plena del parlamentarismo y sustenta la fe novsima de la posibilidad de ungobierno que sea servidor del pueblo y al que se pueda despedir cuando no cumpla con sudeber o no se tenga ms necesidad de su obra- debera ante todo explicarnos cmo sera suanarqua parlamentaria. Hasta ahora el socialismo anarquista, a fin de cuentas, no ha sido sinoel socialismo antiparlamentario, por qu, entonces, continuar llamndolo anarquista?

    La abstencin de los anarquistas no debe confrontarse con la de, por ejemplo, los republicanos.Para stos, la abstencin es una simple cuestin de tctica: se abstienen cuando creeninminente la revolucin y no quieren distraer fuerzas de la preparacin revolucionaria; votancuando no tienen nada mejor que hacer y para ellos lo mejor es el trabajo minoritario, dado querehuyen, por razones de clase, las agitaciones que pueden destruir el orden social. En realidad,estn siempre en el buen camino: quieren un gobierno parlamentario y los electores queconquistan ahora les servirn para mandarlos un da a la constituyente.

    Para nosotros, en cambio, la abstencin est estrechamente ligada con las finalidades denuestro partido. Cuando llegue la revolucin nos negaremos a reconocer los nuevos gobiernosque traten de implantarse, no queremos darle a ninguno un mandato legislativo; por tanto,tenemos la necesidad de que el pueblo tenga repugnancia a las elecciones, se niegue a delegar

    en otros la organizacin del nuevo estado de cosas, y que, ms bien, se encuentre en lanecesidad de actuar por s mismo.

    Debemos hacer que los obreros se habiten desde ahora -en la medida de lo posible, en lasasociaciones de todo gnero- a regular por s mismos sus propios asuntos y no sigan con sutendencia a delegarlos en otros.

    Merlino por ahora dice, todava, que las elecciones deben servir como medio de agitacin, quelos socialistas elegidos no deben ser legisladores y que la lucha importante se debe librar fueradel parlamento.

    Pero escuchad un poco a sus amigos del Avanti!Ellos son lgicos. Ellos quieren ir al poder -

    para hacer el bien al pueblo, no lo dudamos- y por tanto tienen todo el inters en educar alpueblo para que elija diputados, mientras ellos aprenden a gobernar.

    Pero dnde quiere llegar Merlino? Se quedar siempre entre el s y el no, entre el me decidoy no me decido?

    l, con su temperamento de hombre activo, se decidir ciertamente --creemos, y lo lamentamosde verdad- se decidir por deshacerse de toda reminiscencia anarquista y convertirse en unsimple parlamentarista.

    No faltan los sntomas que indican esa decisin definitiva.

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    En su primera carta al Messaggero la lucha parlamentaria era un simple episodio de escasaimportancia. En la segunda, las asociaciones de resistencia, las cooperativas y el resto notienen xito y no se puede hacer otra cosa que ir al parlamento. En su primera carta, losanarquistas deban mandar a los dems al parlamento, pero no ir ellos; en el artculo del Avanti!ya se dice que los diputados pueden hacer tan buenas cosas que verdaderamente sera unatraicin el negarnos a hacerlas tambin nosotros. Y luego se habla de hacerse arrestar con elpueblo. Cmo perder la magnfica ocasin de sacrificarse por el pueblo?

    Merlino -estamos convencidos porque le conocemos- es sincero cuando dice que no quiere ir alparlamento. Pero la lgica de su posicin ser ms fuerte que l, e ir al parlamento... siquieren mandarlo.

    Toda la fuerza de la argumentacin de Merlino consiste en un equvoco. Contrapone por unaparte la lucha electoral y por otra la ciencia, la indiferencia y la aquiescencia supinas a lasprepotencias del gobierno y de los patronos; y est claro que, en ese caso, la ventajacorresponde a la lucha electoral.

    De esta manera, sera fcil demostrar que es bueno ir a misa y esperar bondades de la divinaprovidencia, dado que el hombre que cree en la eficacia de la plegaria es superior al idiota que

    nada desea, nada espera y nada teme.

    Se deduce de todo esto que deberamos ponernos a predicar a la gente que se vaya a laiglesia y confe en Dios?

    La cuestin es otra. Se trata de buscar cul es el camino que -mientras satisface lasnecesidades del momento- conduce ms directamente a los destinos futuros de la humanidad;cul es el modo ms til de emplear las fuerzas socialistas.

    No es cierto que sin el parlamento falten los medios para hacer presin sobre el gobierno yponer freno a sus excesos. Al contrario. Cuando en Italia no haba sufragio universal, haba unalibertad que hoy nos parecera grande; y la violencia gubernativa, mucho menor que la de Crispi

    y Di Rudini, provocaba una indignacin y una reaccin popular de las que hoy no tenemos niidea. El mismo sufragio al que dan tanta importancia, ha sido obtenido naturalmente, cuando nohaba sufragio; y ahora que lo hay, amenazan con eliminarlo. Efecto milagroso de su eficacia!

    Merlino dice que Malatesta ha escrito que el despotismo es preferible al hbrido sistema actual.Si la memoria no me falla, Malatesta escribi que el parlamentarismo aceptado y elogiado espreferible al despotismo sufrido por la fuerza y con el nimo dispuesto a la rebelin. Es unacosa bien distinta, y en esa diferencia est la razn de nuestra tctica. Si el gobierno redujese aItalia al estado poltico de Rusia, no deberamos recomendar la lucha por el constitucionalismo,porque sabemos ya cunto valen las constituciones y encontraramos modos de luchar pornuestros ideales incluso sin las migajas de libertad que sirven ms bien para ilusionar a lasmasas que para favorecer el progreso.

    Los socialistas parlamentarios, en cambio, empeando toda su actividad en torno a la luchaelectoral, se condenan a un trabajo de Ssifo; y cada vez que el gobierno quiere minimizar laslibertades polticas y garantas constitucionales, ellos deben dejar de lado el programa socialistay volver a ser constitucionalistas. Como prueba de ello, la Liga de la Libertadde los tiemposcrispinos, en que Turati, Cavallotti y Di Rudini se haban convertido en correligionarios yhermanos.

    Por otra parte el hecho es ste: si en el pas hay conciencia y fuerza de resistencia, si haypartidos extraconstitucionales que amenazan al Estado, entonces el gobierno respeta elestatuto, extiende el sufragio, concede libertades (para abrir vlvulas de seguridad a la

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    Podis contar con mi colaboracin para todo lo que mis fuerzas -sin embargo escasas- mepermitan.

    Por esta vez -tanto como para desbrozar el terreno de la futura colaboracin- os escribiralgunos puntos que, si en cierto modo me competen personalmente, no dejan de tenerimportancia para la propaganda general.

    Nuestro amigo Merlino -que, como sabis, se pierde hoy en la intil tentativa de querer conciliarla anarqua con el parlamentarismo- en una carta suya al Messaggero, queriendo sostener queel parlamentarismo no est destinado a desaparecer enteramente y que algo quedar de l,incluso en la sociedad que anhelamos, recuerda un escrito enviado por m a la conferenciaanarquista de Chicago de 1893, en que yo sostena que para algunas cosas el parecer de lamayora deber necesariamente prevalecer sobre el de la minora.

    La cosa es cierta, y mis ideas no son hoy distintas de las expresadas en el escrito de que setrata. Pero Merlino, tomando una frase fuera de contexto parece sostener una tesis distinta de laque yo sostena, deja en la sombra y en el equvoco lo que yo verdaderamente entenda.

    Helo aqu: haba en aquella poca muchos anarquistas -y hay todava algunos- que

    confundiendo la forma con la sustancia y cuidndose ms de las palabras que de las cosas,haban elaborado una especie de ritual del verdadero anarquistaque paralizaba su accin y losarrastraba a sostener cosas absurdas y grotescas.

    As stos, partiendo del principio de que la mayora no tiene el derecho a imponer su voluntad ala minora, concluan que nada se deba hacer nunca si no era aprobado por la totalidad de lospresentes. Confundiendo el voto poltico, que sirve para nombrar patronos, con el voto emitidopara expresar de modo expeditivo la propia opinin, consideraban antianarquista toda clase devotacin. As, si se convocaban unas elecciones para protestar contra una violencia gubernativao patronal, o para mostrar la simpata popular por un suceso dado, la gente venia, escuchabalos discursos de los promotores, escuchaba los de los opositores, y luego se iba sin expresar supropia opinin, porque el nico medio para expresarla era la votacin sobre varios rdenes del

    da... y votar no era anarquista. Un circulo quera hacer un manifiesto: haba diversasredacciones propuestas que dividan los pareceres de los socios; se discuta sin fin, pero no selograba nunca saber la opinin predominante, porque estaba prohibido votar, y entonces, o elmanifiesto no se publicaba o algunos publicaban por su cuenta lo que preferan; el circulo sedivida cuando no haba en realidad ninguna disensin real y se trataba slo de una cuestin deestilo. Una consecuencia de estos usos, que decan ser garantas de libertad, era que sloalgunos, con ms facultades oratorias, hacan y deshacan, mientras aquellos que no saban ono osaban hablar en pblico y que son siempre la gran mayora, no contaban para nada.Mientras la otra consecuencia, ms grave y verdaderamente mortal para el movimientoanarquista, era que los anarquistas no se crean ligados por solidaridad obrera, y en tiempo dehuelga iban a trabajar, porque la huelga haba sido votada por mayora y contra su parecer. Yllegaban hasta no combatir a los esquiroles, autodenominados anarquistas, que pedan y

    reciban dinero de los patronos -podra citar nombres de ser necesario- para combatir unahuelga en nombre de la anarqua.

    Contra stas y similares aberraciones estaba dirigido el escrito que mand a Chicago.

    Yo sostena que no habra vida social posible si en verdad no se pudiera hacer nunca nada enconjunto sino cuando todos estuviesen de acuerdo. Que las ideas y las opiniones estn encontinua evolucin y se diferencian por matizaciones insensibles, mientras las realizacionesprcticas cambian a saltos bruscos; y que, si llegase un da en que todos estuvieranperfectamente de acuerdo sobre las ventajas de una cosa dada, ello significara que en lamisma todo progreso posible estaba agotado. As, por ejemplo, si se tratara de hacer una va

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    frrea, habra ciertamente mil opiniones distintas sobre el trazado de la lnea, sobre el material,sobre el tipo de mquinas y de vagones, sobre el lugar de las estaciones, etc., y estas opinionescambiaran de da en da; pero si se quiere hacer la va frrea, hay que elegir entre lasopiniones existentes, y no se puede modificar cada da el trazado, cambiar de lugar lasestaciones y cambiar las mquinas. Y dado que se trata de elegir, es mejor que estn contentoslos ms que lo menos, con la salvedad, naturalmente, de dar a los menos toda la libertad ytodos los medios posibles para propagar y experimentar sus ideas en intentar ser mayora.

    Por tanto, en todas aquellas cosas que no admiten varias soluciones simultneas, o en lascuales las diferencias de opinin no son de tal importancia que valga la pena estar divididos yactuar cada fraccin a su manera, o en que el deber de solidaridad impone la unin, esrazonable, justo, necesario, que la minora ceda a la mayora.

    Pero este ceder de la minora debe ser efecto de la libre voluntad, determinada por laconciencia de la necesidad; no debe ser un principio, una ley, que se aplica en todos los casos,incluso cuando no hay realmente necesidad. Y en esto consiste la diferencia entre la anarqua yuna forma de gobierno cualquiera. Toda la vida social est llena de estas necesidades en queuno debe ceder las propias preferencias para no ofender los derechos de los otros. Entro en uncaf, encuentro ocupado el lugar que me gusta y voy tranquilamente a sentarme a otro, donde

    quizs hay una corriente de aire que me molesta. Veo personas que hablan dando a entenderque no quieren ser escuchadas y me mantengo a distancia, quizs a disgusto, para noincomodarlas. Pero esto lo hago porque me lo impone mi instinto de hombre social, mi hbito devivir en medio de las gentes y mi inters por no hacerme tratar mal; si procediera de otramanera, aquellos a quienes incomodo me haran sentir pronto, de un modo o de otro, lasconsecuencias de ser grosero. No quiero que los legisladores vengan a prescribirme cul es elmodo en que debo comportarme en un caf, ni creo que ellos lograran ensearme aquellaeducacin que yo hubiese sabido aprender de la sociedad en medio de la cual vivo.

    Cmo hace Merlino para obtener de esto que un resto de parlamentarismo deber haberloincluso en la sociedad que anhelamos?

    El parlamentarismo es una forma de gobierno en la cual los elegidos del pueblo, reunidos encuerpo legislativo, promulgan, por mayora de votos, las leyes que les place y las imponen alpueblo con todos los medios coercitivos de que disponen.

    Es una muestra de esta aberracin lo que Merlino querra conservar tambin en la anarqua?O bien, dado que en el parlamento se habla, se discute y se delibera -y esto se har siempre encualquier sociedad posible- Merlino llama a esto un resto de parlamentarismo?

    Pero realmente, eso sera jugar con las palabras, y Merlino est capacitado para emplear otrosy mucho ms serios procedimientos de discusin.

    No se acuerda Merlino que cuando polemizbamos juntos contra los anarquistas enemigos de

    todo congreso -porque justamente consideran los congresos como una forma deparlamentarismo- sostenamos que la esencia del parlamentarismo est en el hecho de que losparlamentos crean e imponen leyes, mientras un congreso anarquista no hace sino discutir yproponer resoluciones que no tienen valor ejecutivo sino despus de la aprobacin de losmandantes y slo para aquellos que las aprueban?

    O es que las palabras han cambiado de significado ahora que Merlino ha cambiado de ideas?

    MalatestaDe, LAgitazione, del 14 de marzo de 1897.

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    SOBRE LA LNEA DEL ANARQUISMO

    Osvaldo Gnocchi Viani, hablando en Lotta di classeacerca de la discusin entre Merlino y yo apropsito de la lucha electoral, dice que nosotros -Merlino y yo- nos hemos separado del estiloanrquico-individualista y hemos evolucionado hacia el mtodo de organizacin y la accin

    polticay, por tanto, concluye que ambos hemos sufrido una evolucin del mismo gnero y queslo diferimos porque uno ha avanzado ms que el otro, y que yo no s y no quiero llegar hastaall(esto es, hasta aceptar la tctica electoral).

    Todos estos despropsitos seran aceptables por alguien que ignorara completamente lahistoria del movimiento en Italia; pero en un Gnocchi Viani son excesivos y muestran hasta qupunto el tomar partido puede nublar el juicio (incluso en los hombres informados y, de ordinario,ms serenos y ecunimes).

    Separados del tronco anarco-individualista! Pero, cundo Merlino y yo hemos sidoindividualistas? Y qu es ese tronco anarco -individualista? En Italia, durante mucho tiempo,todos los anarquistas fueron socialistas; ms bien, el socialismo naci anarquista, hace hoy casi

    treinta aos. Gnocchi Viani debe recordarlo. El individualismo llamado anarquista vino muchoms tarde y siempre nos tuvo por adversarios, tanto a Merlino como a m.

    Evolucin hacia el mtodo de la organizacin y de la accin poltica! Pero, quin de nosotrosha dejado alguna vez de reconocer y propugnar la suprema necesidad de la organizacin y dela lucha poltica? Acerca del primer punto, siempre hemos sostenido que la abolicin delgobierno y del capitalismo slo ser posible cuando el pueblo, organizndose, se ponga encondiciones de hacer frente a las funciones sociales que realizan hoy, explotndolas en suprovecho, los gobernantes y los capitalistas. Por tanto, no queriendo gobierno, tenemos unarazn ms que todos los dems para ser clidos partidarios de la organizacin.Y en cuanto al segundo punto, quin ha puesto ms nfasis que nosotros en sostener que a lalucha contra el capitalismo hay que unir la lucha contra el Estado, es decir, la lucha poltica?

    Existe actualmente una escuela que por lucha poltica entiende la conquista de los poderespblicos mediante las elecciones; pero Gnocchi Viani no puede ignorar que la lgica imponeotros mtodos de combate a quien quiera abolir el gobierno y no ya ocuparlo.

    Merlino y yo hemos estado de acuerdo en sealar los errores que, en nuestra opinin, sehaban deslizado en las teoras anarquistas, as como los males que haban afligido a nuestropartido (en ese aspecto Merlino ha desarrollado, me complazco en reconocerlo, ms actividadque yo). Pero cuando los males que lamentbamos son ya reconocidos por casi todos; cuandolos errores comienzan a ser rechazados; cuando el partido empieza a organizarse en serio y sealientan esperanzas, Merlino cree encontrar la salvacin en la tctica electoral -que ha causadotantas desdichas a la causa socialista- y nos deja. Tanto peor. Continuaremos lo mismo sin l.

    Esto significa haber avanzado un poco ms o un poco menos por el mismo camino, y luego,llegados a la bifurcacin, habernos separado, siguiendo uno por un lado y otro por otro. No leparece as tambin a Gnocchi Viani?

    MalatestaDe, L'Agitazione, del 21 de marzo de 1897.

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    DE UNA CUESTIN DE TCTICA A UNA CUESTIN DE PRINCIPIOS

    Nota de Malatesta: Bajo este ttulo hemos recibido de Saverio Merlino el artculo siguiente, quepublicamos con placer.

    Merlino puede estar seguro de encontrar siempre en nosotros la serenidad y el amor sin lmites

    por la verdad, que l desea. Por otra parte, convenimos con l en que a menudo los anarquistasnos hemos mostrado intolerantes y demasiado inclinados a la ira; pero no es necesario por ello,en el entusiasmo de los mea culpa, cargar con todos los errores y olvidar que el ejemplo y laprovocacin, a menudo han venido de los dems. Sin remontarnos a los tiempos de Bakunin y alas calumnias infames y mentiras desvergonzadas que todava se cuentan a los jvenes que noconocen nuestra historia, nos basta con recordar la manera en que los socialistas demcratasse han conducido en los ltimos congresos internacionales respecto a los anarquistas, as comociertos artculos aparecidos, no hace mucho, en la prensa socialista democrtica de variospases.

    De todas maneras, en lo posible, buscamos ser justos, a pesar de cuanto hagan y digannuestros adversarios.

    He aqu el artculo de Merlino:

    Veamos si es posible continuar discutiendo serenamente, sin iras ni sospechas, tal como hemoscomenzado. Sera una cosa casi nueva y de tan buen augurio, que debera alegrarme haberofrecido a mis amigos la oportunidad de demostrar que el partido anarquista comienza aeducarse en la observancia de los principios que profesa.

    Y, antes que nada, soy yo anarquista?

    Respondo: si la abstencin es dogma de fe anarquista, no. Pero yo no creo en el dogma. Nocreo que la defensa y el ejercicio de nuestros derechos, ni siquiera de los mnimos, sean

    contrarios a nuestros principios. No creo que ejerciendo el derecho al voto, que nos esconcedido, renunciemos a otros mayores, que se nos niegan y que debemos reivindicar.

    Creo que la agitacin electoral nos ofrece modos y oportunidades de propaganda. a los cualessera locura renunciar -especialmente en este momento en Italia, donde prcticamente nos estprohibida toda afirmacin- y creo tambin que no se extrae todo el provecho posible cuando sesostiene la abstencin. Esto lo hemos probado aqu en Roma en estos das, cuando por mediode la candidatura de Galleani hemos podido hacer manifestaciones, difundir manifiestos,ganarnos la simpata de muchos que eran hostiles o indiferentes, como no habramos podidohacerlo nunca si hubiramos permanecido abstencionistas. Por otra parte, no creo en laconquista de los poderes pblicos, sostengo que la lucha, tanto por la libertad como por laemancipacin econmica, debe ser librada principalmente fuera del parlamento. La obra de los

    diputados obreros, socialistas y revolucionarios la considero til pero no por s misma sino comoapoyo a la lucha extraparlamentaria. Y si pensando as no me encuentro perfectamente deacuerdo ni con los anarquistas ni con los socialistas-democrticos, lo lamento sinceramente,pero, puedo desdecirme?

    En pro y en contra de la participacin en las elecciones, me parece que se ha dicho poco ms omenos todo cuanto se poda decir. Me complace que la disputa haya sido llevada por Malatestaa la esfera de los principios (y, tambin por esto, no me arrepiento de haberla suscitado).

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    Es innegable que en torno a nuestros principios -que son verdaderos, si se los interpretarectamente- han pululado muchos errores y muchos sofismas.

    Algunos de stos dicen que los hombres deben hacer todo por s, individualmente; que unhombre no debe hacerse nunca representar por otro; que las minoras no deben ceder ante lasmayoras (siendo ms probable que se engaen stas y no aquellas); que en la sociedad futuralos hombres se encontrarn milagrosamente de acuerdo o, de lo contrario, los disidentes se

    separarn y cada uno actuar a su guisa; y que toda otra conducta sera contraria a nuestrosprincipios.

    Querra repetir aqu, palabra por palabra, las muy justas y lcidas consideraciones que formulaMalatesta en el nmero 1 de L'Agitazione(y no por primera vez), contra ese modo de entenderla anarqua. Concluye diciendo:

    Por tanto, en todas aquellas cosas que no admiten varias soluciones contemporneas, o en lascuales las diferencias de opinin no son de tal importancia que valga la pena estar divididos yactuar cada fraccin a su manera, y cuando el deber de la solidaridad impone la unin, esrazonable, justo, necesario que la minora ceda a la mayora.

    Sin embargo, creo disentir con l en dos puntos: en primer lugar, Malatesta parece creer que lascosas en las cuales -por varias razones que expone- se hace necesario estar de acuerdo, sontodas de poca monta. Esta impresin surge de los ejemplos que emplea. Voy a un caf,encuentro ocupados los mejores lugares; debo resignarme a estar en una corriente de aire oirme. Veo personas hablar bajo: debo alejarme para no ser indiscreto, etc. Yo en cambio creo (yquiz Malatesta tambin, pero no lo dice) que entre las cuestiones en la que convendr elacuerdo -y, si ste no es posible, habr que buscar un compromiso- las hay de ndole muygrave, y tales son justamente las cuestiones referentes a la organizacin general de la sociedady a los grandes intereses pblicos. En la sociedad puede haber alguien que considere justa lavenganza, pero la mayora de los hombres tiene derecho a considerarla injusta e impedirla.Puede haber una minora que prefiera organizar los transportes por ferrocarril segn un modelocooperativista, colectivista, comunista o de cualquier otra manera; pero, al no poder adoptar

    ms que un tipo de organizacin, es necesario que prevalezca el parecer de la mayora. Puedehaber, incluso, quien considere como una vejacin determinado procedimiento adoptado paraimpedir la difusin de una enfermedad contagiosa, pero la sociedad tiene derecho a defendersede las epidemias.

    La segunda diferencia entre Malatesta y yo consiste en que yo creo poder profetizar que en lasociedad futura la minora, siempre y en todos los casos, se rendir voluntariamente al parecerde la mayora. Malatesta, en cambio, dice: Pero este ceder de la minora debe ser efecto de lalibre voluntad, determinada por la conciencia de la necesidad.

    Y si esa voluntad no existe? Si esta conciencia de la necesidad no existe en la minora? Sims bien la minora resistiendo est convencida de cumplir con su deber? Evidentemente, la

    mayora -no queriendo sufrir la voluntad de la minora- har la ley, dar a su propia deliberacin(como dice Malatesta a propsito de los congresos), un valor ejecutivo.

    Malatesta dice ms an; y, a propsito de quin encuentra ocupado el lugar preferido de uncaf o de quien se debe alejar de una conversacin confidencial, manifiesta, si procediera deotra manera, aquellos a quienes incomodo me haran pronto darme cuenta, de un modo u otro,de las consecuencias de mi grosera. Coaccin! Y se trata slo de relaciones individuales conescasas consecuencias. Figurmonos si se tratara de un grave asunto de inters pblico, comoaquellos a que me he referido ms arriba!

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    Est bien que la coaccin deba ser mnima -y posiblemente ms bien moral que fsica- que sedeban respetar los derechos de las minoras e incluso admitir, en algunos casos, la separacinde la minora disidente. Pero, en suma, es slo cuestin de ms o menos; de modalidad y no deprincipios.

    En los casos en que resulte til y necesario -digo yo- no es contrario a los principios anarquistasni el llegar a una votacin ni el proceder a la ejecucin de las deliberaciones tomadas; y cuando

    no puedan hacerlo los interesados directamente (por razones de nmero o de capacidad),tampoco es contrario a los principios anarquistas que -tomadas las debidas precauciones contralos posibles abusos- dichas funciones sean delegadas.

    Por tanto, concluyo:

    O se cree en la armona providencial que reinar en la sociedad futura, y entonces estequivocado Malatesta y tienen razn los individualistas; o Malatesta tiene razn, no se tienederecho a decir que toda representacin todo acto mediante el cual el pueblo confe a otros elcuidado de sus intereses, es contrario a nuestros principios.

    Me parece difcil esquivar este dilema.

    MerlinoDe, LAgitazione, del 28 de marzo de 1897.

    SOCIEDAD AUTORITARIA Y SOCIEDAD ANRQUICA

    Sin duda, Merlino dice muchas cosas justsimas que tambin decimos nosotros; pero al afirmar

    ideas generales sobre las necesidades de la vida social, pierde de vista -a nuestro parecer- ladiferencia entre autoritarismo y anarquismo y las razones de dicha diferencia. De modo quetodo su argumentar podra servir muy bien para sostener la necesidad de un gobierno y, portanto, la imposibilidad de la anarqua.

    Establezcamos rpidamente cules son los puntos en los que estamos de acuerdo, de maneraque, ni Merlino ni otro a quien plazca polemizar con nosotros, pierda el tiempo en combatimos acausa de ideas que no sustentamos, y slo logre as desperdiciar sus energas en cerrarpuertas que estn abiertas.

    Nosotros pensamos que en muchos casos la minora -incluso cuando est convencida de tenerrazn- debe ceder a la mayora, porque de otra manera no habra vida social posible, y fuera de

    la sociedad es imposible toda vida humana. Sabemos muy bien que los casos en que no sepuede alcanzar la unanimidad y que es necesario que la minora ceda, no son los casos demenor importancia, sino que son, especialmente, los de importancia vital para la economa de lacolectividad.

    No creemos en el derecho divino de las mayoras, pero tampoco creemos que las minorasrepresenten, siempre, la razn y el progreso. Galileo tena razn contra todos suscontemporneos; pero hay todava quienes sostienen que la Tierra es plana y que el sol gira asu alrededor, y nadie dir que tienen razn porque se han convertido en minora. Por otra parte,si es verdad que los revolucionarios son siempre una minora, tambin estn siempre enminora los explotadores y los esbirros.

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    As estamos de acuerdo con Merlino en admitir que es imposible que cada hombre haga todopor s mismo, y que, incluso si fuera posible, sera sumamente desventajoso para todos. Portanto, admitimos la divisin del trabajo social, la delegacin de las funciones y la representacinde las opiniones y de los intereses propios confiada a otros.

    Y sobre todo rechazamos como falsa y perniciosa toda idea de armona providencialy de ordennatural en la sociedad, porque creemos que la sociedad humana y el hombre social mismo son

    el producto de una larga y fatigosa lucha contra la naturaleza, y que si el hombre cesara deejercitar su voluntad consciente y se abandonara a la naturaleza recaera pronto en laanimalidad y en la lucha brutal.

    Pero -y aqu est la razn por la que somos anarquistas- queremos que las minoras cedanvoluntariamente cuando as lo requiera la necesidad y el sentimiento de solidaridad. Queremosque la divisin del trabajo social no divida a los hombres en clases y haga a unos directores y

    jefes, exceptuados de todo trabajo ingrato, y condene a los otros a ser las bestias de carga detoda la sociedad. Queremos que delegando a otros una funcin, esto es encargando a otros deun trabajo dado, los hombres no renuncien a la propia soberana y que, donde sea necesario unrepresentante, ste sea el portavoz de sus mandantes o el ejecutor de sus voluntades, y no yaquien hace la ley y la hace aceptar por la fuerza, y creemos que toda organizacin social no

    fundada sobre la libre y consciente voluntad de sus miembros conduce a la opresin y a laexplotacin de la masa por parte de una pequea minora.

    Toda sociedad autoritaria se mantiene por coaccin. La sociedad anarquista debe estarfundada sobre el acuerdo mutuo: en ella es necesario que los hombres sientan vivamente yacepten espontneamente los deberes de la vida social y se esfuercen por organizar losintereses discordantes y por eliminar todo motivo de lucha intestina; o al menos que, si seproducen conflictos, stos no sean nunca de tal importancia como para provocar la constitucinde un poder moderador, que con el pretexto de garantizar la justicia a todos, reduzca a todos ala servidumbre.

    Pero si la minora no quiere ceder? Dice Merlino, si la mayora quiere abusar de la fuerza?

    Preguntamos nosotros.

    Es claro que en un caso como en el otro no hay anarqua posible.

    Por ejemplo nosotros no queremos polica. Esto supone naturalmente que pensamos quenuestras mujeres, nuestros hijos y nosotros mismos podemos andar por las calles sin que nadienos moleste, o al menos que si alguno quisiera abusar de su fuerza superior con nosotros,encontraremos en los vecinos y en los paseantes una proteccin ms vlida que en un cuerpode polica pagado para ello.

    Pero si en cambio bandas de malhechores van por las calles insultando y apaleando a los msdbiles y la poblacin asiste indiferente a tal espectculo? Entonces naturalmente los dbiles y

    aquellos que aman la propia tranquilidad invocaran la institucin de la polica y sta no dejarade constituirse. Se podra quiz sostener que, dadas esas circunstancias, la polica sera elmenor de los males; pero no se podra decir, ciertamente, que se vive en anarqua. La verdadsera que cuando hay tantos prepotentes de un lado y tantos bellacos del otro, la anarqua noes posible.

    Ms bien es que el anarquista debe sentir fuertemente el respeto de la libertad y del bienestarde los otros, y debe hacer de este respeto el objetivo preciso de su propaganda.

    Pero, se objetar, los hombres hoy son demasiado egostas, demasiado malos para respetarlos derechos ajenos y ceder voluntariamente a las necesidades sociales.

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    En verdad, nosotros siempre hemos encontrado en los hombres, incluso en los mscorrompidos, una tal necesidad de ser estimados y amados y, en circunstancias dadas, tantacapacidad de sacrificio y tanta consideracin por las necesidades de los otros como paraesperar que, una vez destruidas con la propiedad individual las causas permanentes de los msgrandes antagonismos, no ser difcil obtener la libre cooperacin de cada uno al bienestar detodos.

    Sea como sea, los anarquistas no somos toda la humanidad y no podemos ciertamente hacersolos toda la tarea para la realizacin de nuestros ideales intentando eliminar la lucha y lacoaccin en la vida social.

    Y despus de esto tiene razn Merlino al sostener que el parlamentarismo no puededesaparecer completamente y que deber quedar algo incluso en la sociedad que nosotrosanhelamos?

    Creemos al llamar parlamentarismo o proyecto de parlamentarismo a ese intercambio deservicios y a esa distribucin de las funciones sociales sin las cuales la sociedad no podraexistir, es alterar sin razn el significado aceptado de las palabras y no puede sino oscurecer yconfundir la discusin.

    El parlamentarismo es una forma de gobierno; y un gobierno significa poder legislativo, poderejecutivo y poder judicial; significa violencia, coaccin, imposicin por la fuerza de la voluntad delos gobernantes a los gobernados.

    Un ejemplo esclarecer nuestro concepto.

    Los varios Estados de Europa y del mundo estn en relacin entre ellos, se hacen representarlos unos ante los otros, organizan servicios internacionales, convocan congresos, hacen la pazo la guerra, sin que haya un gobierno internacional, un poder legislativo que haga las leyes atodos los Estados y un poder ejecutivo que se imponga a todos.

    Hoy las relaciones entre los diversos Estados estn todava en gran parte fundadas sobre laviolencia y sobre la sospecha. A las supervivencias atvicas de las rivalidades histricas, de losodios de raza y religin y del espritu de conquista, se agrega la competencia econmica, ycada da los grandes Estados hacen la violencia a los pequeos.

    Pero quin osara sostener que para remediar este estado de cosas sera necesario que cadaEstado nombrase representantes, los cuales, reunidos, establecieran entre ellos, por mayorade votos, los principios de derecho internacional y las sanciones penales contra lostransgresores y que poco a poco legislaran sobre todas las cuestiones entre Estado y Estado ytuvieran a su disposicin una fuerza para hacer respetar sus decisiones?

    Esto sera el parlamentarismo extendido a las relaciones internacionales; y lejos de armonizar

    los intereses de los diversos Estados y destruir las causas de los conflictos, tendera aconsolidar el predominio de los ms fuertes y creara una nueva clase de explotadores y deopresores internacionales. Algo de este gnero existe ya en germen en el concepto de lasgrandes potencias y vemos sus efectos liberticidas.

    Y todava dos palabras sobre el concepto de abstencionismo electoral.

    Merlino sigue hablando de la actividad propagandstica que se puede desplegar por medio delas elecciones; pero no piensa en lo que se podra hacer si, rechazando la lucha electoral, sellevase esa actividad sobre otro campo ms consonante con nuestros principios y nuestrosfines.

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    Merlino no cree en la conquista de los poderes pblicos; pero nosotros no querramos esaconquista, ni para nosotros ni para los dems, ni an si la creysemos posible. Somosadversarios del principio de gobierno y no creemos que quien fuera al gobierno se apresuraraluego a renunciar al poder conquistado. Los pueblos que quieren la libertad demuelen lasBastillas; los tiranos en cambio, piden entrar y fortificarse, con la excusa de defender al pueblocontra los enemigos. Por tanto nosotros no queremos que el pueblo se acostumbre a mandar alpoder a sus amigos, o pretendidos tales, y a esperar la emancipacin de su ascensin al poder.

    La abstencin para nosotros es una cuestin de tctica; pero es tan importante que, cuando serenuncia a ella, se acaba por renunciar tambin a los principios. Y esto por la natural conexinde los medios con el fin.

    Merlino se lamenta de no estar completamente de acuerdo ni con nosotros ni con los socialistasdemocrticos; pero dice que no se puede desdecir. No le pedimos ciertamente que se desdiga,contra sus convicciones y contra su conciencia. Pero nos permitimos hacerle una observacin.

    Una tctica, por buena que sea, no vale sino cuando es captada por aquellos que deberanpracticarla. Ahora, con razn o sin ella, nosotros y todos los anarquistas no queremos sabernada de la tctica propuesta por Merlino. No es mejor que l est con nosotros, con quienes

    tienen ideales comunes y medios principales de lucha tambin comunes, mejor que gastar susfuerzas en una tentativa que permanecer estril, estamos seguros, a menos que l renuncie ala anarqua y busque sus partidarios entre los adversarios nuestros y suyos?

    MalatestaDe, L'Agitazione, del 28 de marzo de 1897.

    POCAS PALABRAS PARA CERRAR UNA POLMICA

    Me parece que nos estamos acercando.

    En una sociedad organizada segn los principios del socialismo anrquico, las minorasdebern, en las cosas de grave inters comn indivisible, ceder al parecer, o digamos mejor, alquerer de las mayoras; pero las mayoras no debern abusar de su poder daando losderechos de las minoras. Sin un compromiso de este gnero, la convivencia no sera posible.

    Hasta aqu estamos de acuerdo.

    Pero si una minora no quiere doblegarse al parecer de la mayora en una de estas

    cuestiones? Vosotros decs que en este caso no se podr ya estar en anarqua. Por tanto lavoluntad de una pequea minora, incluso de un solo hombre, podr hacer que la anarqua -como vosotros la entendis- no se aplique en absoluto. Un puado de matones o dereaccionarios o de excntricos o de neurticos, incluso un solo individuo podr impedir quefuncione el sistema anrquico, solamente con decir que no; negndose a ceder voluntariamentea la mayora. Y como algn ruin siempre lo habr en cualquier sociedad, la consecuencia devuestro razonamiento es que la anarqua es algo muy grande y bello, pero no existir jams.

    Yo en cambio tomo la anarqua con un sentido menos absoluto. No pongo la intransigencia queponis vosotros. La idea anarquista para mi comenzar a practicarse mucho antes de que loshombres alcancen el estado de perfeccin por el cual, compenetrados de las ventajas de la

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    asociacin, cedern voluntariamente los unos a los otros. Ella nos debe sugerir desde ahoramodos de proveer a los intereses comunes y de resolver los conflictos que puedan nacer, sinautoridad, sin centralizacin, sin un poder constituido en medio de la sociedad, capaz deimponer la voluntad propia y los propios intereses a la multitud de sujetos.

    Esta es la nica anarqua viable incluso a corto plazo; slo de ella vale la pena ocuparse.

    Tomemos los ejemplos adoptados por vosotros; decs: en una sociedad anarquista no puedehaber polica. Pero para que no haya polica, es necesario que los hombres se respetenmutuamente, que un hombre de bien pueda caminar por las calles sin miedo a ser atracado o almenos, con la seguridad de ser defendido por los vecinos y viandantes si es agredido por unoms fuerte que l. Si los dbiles temieran ser atacados en la va pblica, pediran polica paraque los protegiese y la anarqua desaparecera.

    Exponis el dilema: o ninguna forma de defensa social o colectiva contra el delito -salvo ladefensa fortuita de la muchedumbre- o bien la polica, el gobierno, el orden de cosas actual.

    Yo en cambio creo que entre el sistema actual y el que presupone el cese del delito hay lugarpara formas intermedias -para una defensa social que no sea la funcin de un gobierno, pero

    que se ejercite, en cada localidad, bajo los ojos y el control de los ciudadanos como cualquierservicio pblico de higiene, transporte, etc.- y por tanto no pueda degenerar en opresin ydominacin.

    Preparar estas formas, y hacerlas prevalecer sobre la forma autoritaria actual u otras similares,es justamente la tarea de los socialistas anrquicos. Pero esta tarea no la ejecutarn si dicen: laanarqua no es posible cuando la sociedad tiene la necesidad de luchar contra el delito.

    Entre las relaciones entre los pueblos vosotros decs: los Estados hoy hacen la paz y la guerra,observan ciertas normas de justicia en sus relaciones (derecho de gentes, etc.). Sin ungobierno, un parlamento, una polica internacional. Cmo nos os dais cuenta de que elgobierno de los gobiernos existe, y es de aquella potencia de donde consiguen el mayor

    nmero de caones y el mayor nmero de hombres para cargarlos y defenderlos? Cmo no osdais cuenta de que las relaciones actuales entre pueblos son embrionarias, los tratados decomercio, las convenciones postales, sanitarias, monetarias, y el as llamado derecho degentes, son las primeras lneas de un organizacin de los intereses internacionales que se irdesarrollando cuando los Estados actuales hayan cesado de existir?

    Nosotros debemos trabajar para que esta organizacin sea hecha en forma federativa ylibertaria; no negar la necesidad y la utilidad. A mi me parece que vosotros permanecis amedio camino entre el individualismo y el socialismo.

    Dejadme ahora volver a la cuestin de principios a la de la tctica.

    En el articulo de fondo del nmero 3 vosotros os ocupis de las recientes elecciones y decs:Nos alegramos mucho del triunfo de los socialistas, porque, si bien excepciona