EliasPalti-Enero2002

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    El problema de las ideas fuera de lugar revisitadoMs all de la historia de ideas1

    Elas Jos PaltiUNQui / CONICET

    Presentado en el Seminario de Historia IntelectualEl Colegio de Mxico

    Enero de 2002

    El cambio producido en esta rama de la

    historiografa en las dos dcadas pasadaspuede caracterizarse como un movimiento quelleva de enfatizar la historia del pensamiento (o,ms crudamente, de ideas) a enfatizar algodiferente, para lo cual historia del habla ohistoria del discurso, aunque ninguno de elloscarece de problemas o resulta irreprochable,pueden ser los mejores trminos hasta ahorahallados

    J.G.A. Pocock (Virtue,Commerce and History)

    En 1973 Roberto Schwarz public un trabajo que marc profundamente a toda una

    generacin de pensadores en Amrica Latina, As idias fora do lugar.2 ste, en un

    principio, tena por objeto proveer bases tericas para aquellos pensadores que, desde

    una postura progresista, intentaban contrarrestar la fuerte influencia que en los aos

    sesenta y setenta ejercieron las tendencias nacionalistas en las organizaciones de

    1Agradezco por sus comentarios a Isabel Quintana, Erika Pani, a los miembros del Seminario de historiade las ideas, los intelectuales y la cultura del Instituto Dr. E. Ravignani de la UBA y a los participantesdel seminario sobre Historia Atlntica que, bajo el ttulo de The Circulation of Ideas, se realiz en agostode 2000 en la Universidad de Harvard.2Schwarz, As idias fora do lugar, Estudos Cebrap 3 (1973), reimpreso en Ao vencedor as batatas.Forma literria e processo social nos inicios do romance brasileiro (San Pablo: Livraria Duas Cidades,

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    izquierda.3 Pero el concepto de ideas fuera de lugar pronto expandi sus alcances

    revelndose particularmente productivo para teorizar el desenvolvimiento problemtico

    de las ideas en la historia latinoamericana. A un cuarto de siglo, la contribucin de

    Schwarz en este sentido necesita, no obstante, ser reevaluada. En el curso de los

    ltimos aos, la prdida aparente de centralidad de los estados nacionales ha ayudado

    a hacer manifiesta la complejidad inherente a los procesos de intercambio cultural

    oculta tras una perspectiva que tendi a concebir los mismos exclusivamente en

    trminos de relaciones inter-nacionales. Por otro lado, esto coincide con la emergencia

    de una serie de nuevos conceptos, aportados por aquellas disciplinas dedicadas

    especficamente a analizar dichos procesos, que nos obligan a reconsiderar algunos delos supuestos implcitos en su perspectiva y reformular la misma.

    El objeto de este trabajo es intentar explorar, a la luz de las realidades producidas

    en este ltimo fin de siglo, nuevos enfoques relativos a la dinmica de los procesos de

    intercambio cultural en las zonas perifricas, utilizando para ello herramientas

    conceptuales provistas por los desarrollos recientes producidos en las disciplinas y

    teoras en el rea. Como se intenta demostrar, el concepto de Schwarz contiene

    algunas falencias derivadas de una teora lingstica decididamente cruda (inherente a

    la historia de ideas) que reduce el lenguaje a su funcin meramente referencial. Una

    distincin ms precisa de niveles de lenguaje permitir revelar aspectos y problemas

    obliterados por dicha perspectiva. Sin embargo, entiendo que la propuesta de Schwarz

    puede an desglosarse de sus presupuestos lingsticos y reelaborarse, proveyendo as

    un marco terico ms sofisticado para comprender la complejidad inherente a los

    procesos de intercambio cultural, y, ms especficamente, el tipo de dinmica

    problemtica de las ideas que Schwarz se propuso analizar.

    2000), 9-32. La paginacin utilizada corresponde a esta ltima edicin.3Vase Schwarz, Cultura e poltica, 1964-1969, O pai de famlia e outros estudos (San Pablo: Paz eTerra, 1992), 61-92.

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    De lugares y no-lugares de las ideas

    Para comprender el sentido del concepto de Schwarz de las ideas fuera de lugar es

    necesario situarlo en el marco conceptual en que el mismo surge. Schwarz buscaba

    mediante dicho concepto, bsicamente, traducir en clave cultural los postulados de la

    llamada teora de la dependencia, cuyo ncleo se gest en el Seminario de Marx

    organizado en los aos 60 en San Pablo (y del que l particip). Dicha teora, como se

    sabe, se orientaba a discutir las tesis dualistas del desarrollo capitalista que

    comprendan a las zonas perifricas como meros resabios precapitalistas que tendan

    histricamente a desaparecer (con lo que, se supona, en la regin habra de

    reproducirse, al menos idealmente, el modelo de desarrollo de los pases centrales).

    Los sostenedores de la teora de la dependencia postulaban, por el contrario, la

    existencia de una dinmica compleja entre centro y periferia, constituyendo, ambos,

    instancias inherentes a un mismo proceso de desarrollo capitalista, formando as un

    nico sistema interconectado. Lo perifrico sera, pues, una creacin del propio

    sistema capitalista; su carcter como tal estara determinado no por su origen

    (precapitalista) sino por su posicin actual en el sistema econmico mundial.4

    Lasconsecuencias paradjicas de la modernizacin en la regin indicaran as no tanto una

    anomala local sino que haran manifiestas contradicciones propias al mismo sistema

    capitalista. Desde esta perspectiva, sealara Schwarz posteriormente en un artculo

    suyo, la escena brasilea arroja una luz reveladora sobre las nociones metropolitanas

    cannicas de civilizacin, progreso, cultura, liberalismo, etc..5

    El aporte especfico de Schwarz consisti en percibir el potencial contenido en los

    postulados dependentistas, que hasta entonces se haban aplicado exclusivamente al

    4Esta perspectiva se tradujo en un trabajo de revisin historiogrfica que cambi fundamentalmentenuestra imagen del siglo XIX brasileo. Los estudios realizados por los miembros de este grupo giraran,bsicamente, en torno al objetivo de demostrar hasta qu punto la esclavitud en Brasil fue funcional alsistema capitalista.

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    campo de la historia econmica y social, para el mbito de la crtica literaria y la teora

    cultural. stos le permitiran, fundamentalmente, desmontar los esquemas romntico-

    nacionalistas sobre los que hasta entonces se fundaban todas las historias de la

    literatura brasilea y que llevaban a ver a la misma como la pica del progresivo

    autodescubrimiento de un ser nacional oprimido bajo la malla de categoras

    importadas, extraas a la realidad local.

    Su objeto ltimo era refutar la creencia nacionalista de que bastara a los

    latinoamericanos con desprendernos de nuestros ropajes extranjeros para encontrar

    nuestra verdadera esencia interior.6 Siguiendo los postulados dependentistas, para l

    no cabe hablar de una cultura nacional brasilea preexistente a la cultura occidental.Aqulla no slo es histricamente un resultado de la expansin de sta sino que forma

    parte integral de la misma (en esttica como en poltica, dice, el tercer mundo es

    parte orgnica de la escena contempornea).7 As, en el mbito cultural operara una

    dialctica compleja entre lo extrao y lo propio anloga al poltico-social. Como

    seala respecto de las ideas liberales en Amrica Latina (que son las que se

    encuentran en el fondo de este debate), de nada sirve insistir en su obvia falsedad; de

    lo que se trata, en cambio, dice, es observar su dinmica, de la cual su falsedad es un

    componente verdadero.8 Si bien la adopcin de conceptos extraos genera,

    efectivamente, graves distorsiones, el punto, para l, es que el distorsionar

    conceptualmente nuestra realidad no es algo que los latinoamericanos podamos evitar.

    5Schwarz, A nota especfica (1998), Seqncias, 153.6Ms all de sus diferencias, deca, ambas tendencia nacionalistas [de izquierda y de derecha]

    convergan en la esperanza de lograr su meta eliminando todo lo que no fuera indgena. El residuo serala esencia brasilea (Schwarz, Nacional por subtrao, Que horas so?, 33). Observandoretrospectivamente aquella poca en que los nacionalismos desarrollistas estaban an en auge, sealaque reinaba veinte aos atrs un espritu combativo segn el cual el progreso resultara en una especiede reconquista, o mejor, de expulsin de los invasores. Rechazado el imperialismo, neutralizadas lasformas mercantiles e industriales de la cultura que le corresponden y aislada la burguesa antinacionalaliada del primero, estara todo listo para desenvolverse la cultura nacional verdadera, desnaturalizadapor los elementos precedentes, entendidos como cuerpos extraos (Ibid, 32)7Schwarz, Existe uma esttica do terceiro mundo? (1980), Que horas so?, 128.8Schwarz, As idias fora de lugar,Ao vencedor as batatas, 26.

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    Por el contrario, es precisamente en tales distorsiones, en el denominar la realidad local

    con nombres siempre impropios, que yace la especificidad latinoamericana, en general,

    y la brasilea en particular. A los brasileos, dice, se los reconoce como tales en sus

    distorsiones particulares.9

    Este concepto guarda, en realidad, relaciones complejas con los postulados

    dependentistas. Aunque resulta perfectamente compatible con los mismos, no se sigue

    directamente de ellos. Su slo traslado del plano econmico-social al mbito cultual

    impona ya una cierta refraccin particular a los mismos, introduca una cierta torsin

    dentro de esa teora. En este caso, su intervencin marcadamente antiesencialista y

    antinacionalista se sostendra en el argumento de que toda representacin de larealidad supone siempre un determinado marco terico. Y, en Amrica Latina, dicho

    marco estara provisto por sistemas de pensamiento originariamente extraos a la

    realidad nativa. De all que para Schwarz los latinoamericanos estemos condenados a

    copiar, es decir, a pensar equvocamente, usando categoras inevitablemente

    inadecuados a la realidad que se intenta representar.

    Esta ltima afirmacin, sin embargo, no sera igualmente evidente incluso para

    muchos de los cultores de dicha corriente (en definitiva, la dependentista, como todaotra teora, se dira de muchos modos). Poco despus de la publicacin del artculo de

    Schwarz aparece en Cuadernos de Debate un trabajo de Maria Sylvia de Carvalho

    Franco cuyo ttulo es ya ilustrativo: As idias esto no lugar.10 Como estudiosa del

    orden esclavista en Brasil, Carvalho Franco haba sistemticamente rechazado,

    siguiendo en esto tambin los postulados dependentistas, no slo la hiptesis de que el

    esclavismo hubiera sido contradictorio con el proceso de expansin capitalista, sino

    tambin que las ideas liberales hubieran estado desajustadas en el Brasil

    decimonnico. Para Carvalho Franco, las ideas liberales y abolicionistas no eran ni ms

    ni menos extraas a Brasil, no estaban ni mejor ni peor ajustadas al contexto local que

    9Schwarz, As idias fora de lugar,Ao vencedor as batatas, 21.

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    las corrientes esclavistas. Unas y otras formaban parte integral de la compleja realidad

    brasilea. Segn afirma, con su concepto de las ideas fuera de lugar Schwarz

    terminara, de hecho, recayendo en el tipo de dualismo que intentaba precisamente

    combatir, esto es, en el postulado de los dos Brasiles: al Brasil artificial de las ideas

    (y la poltica)liberalle opondra el Brasil real (social)esclavista.

    En definitiva, la polmica desatada por Carvalho Franco plantea un problema

    metodolgico ms general. Las ideas, para esta autora, jams estn fuera de lugar por

    el sencillo hecho de que si las mismas pueden eventualmente circular socialmente en

    un medio dado es porque sirven a algn propsito en l, es decir, porque existen ya en

    ste condiciones para su recepcin. La antinomia entre ideas y realidades en que elconcepto de Schwarz se sostiene sera as falsa; ambos trminos no seran nunca

    completamente extraos entre s.

    La crtica de Carvalho Franco apunta, en fin, al ncleo argumental de Schwarz,

    puesto que parte de sus mismos postulados para terminar extrayendo conclusiones

    opuestas. Y sta lo perseguir a lo largo de toda su trayectoria intelectual, determinado

    sus sucesivas reelaboraciones. Como seala Paulo Arantes en Sentimento da dialtica,

    las acusaciones contra Schwarz de permanecer dentro de un marco dualista depensamiento se reiterarn una y otra vez hasta el presente.11 Y an cuando su bigrafo

    rechaza las mismas, admite que la consistencia de las crticas en este sentido no puede

    deberse a un mero malentendido.

    De hecho, cabe sealar, la propia formulacin de Schwarz tiene algo de

    paradjico, y no resulta del todo coherente con su propio planteo. El objeto original de

    Schwarz era, precisamente, rechazar el tpico. En tanto que instrumento de lucha

    poltica, la acusacin de irrealismo poltico (que determinadas ideas estn en AmricaLatina fuera de lugar) resultara siempre un expediente sencillo para descalificar al

    10Maria Sylvia de Carvalho Franco, As idias esto no lugar, Cuadernos de Debate 1 (1976): .11Paulo Eduardo Arantes, Sentimento da dialtica na experiencia intelectual brasileira. Dialtica e

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    adversario. As, ste no solamente se prestara a la parodizacin (de Miguel Macedo,

    por ejemplo, se deca, en Mxico, que se vesta segn el pronstico meteorolgico de

    Londres), sino que tendra, adems, implicancias claramente conservadoras: los

    irrealistas seran, tpicamente, los defensores de las ideas consideradas como ms

    progresistas en su tiempo. Como dice Schwarz, en 1964 los nacionalistas de derecha

    catalogaban al marxismo de ser una influencia extica, quizs imaginando que el

    fascismo era un invento brasileo.12

    El tpico de las ideas fuera de lugar tiene, en verdad, una larga data en la regin.

    Las acusaciones de irrealismo poltico forman, de este modo, como una suerte de

    juego de espejos. Cuando los historiadores de ideas tachan, por ejemplo, a laGeneracin del 37en Argentina de europesta, no hacen ms que repetir lo que las

    corrientes nacionalistas de pensamiento afirmaron en su momento, las cuales, a su vez,

    no hacan ms que retomar (y volver en contra suyo) el argumento que los propios

    miembros de la Generacin del 37 dirigieron antes contra sus contendientes de la

    generacin precedente, los llamados unitarios, quienes por supuesto que tambin

    rechazaron consistentemente la crtica de que ellos hubieran desconocido la necesidad

    de adecuar las ideas e instituciones importadas a las condiciones particulares de la

    regin. Est claro que, tomadas literalmente, tales acusaciones resultan insostenibles:

    obviamente, nunca nadie pudo ignorar el hecho de que las distintas formas

    constitucionales, por ejemplo, no son igualmente viables en todo tiempo y lugar. El

    punto verdaderamente conflictivo radicaba en determinar qu era lo que supuestamente

    estaba, en cada caso, fuera de lugar y en qu sentido lo estaba (y ciertamente que,

    para los propios actores, las que estaban fuera de lugar eran siempre las ideas de los

    otros). En definitiva, la difusin del tpico no puede comprenderse desprendido de la

    funcin ideolgica a la que el mismo sirvi.

    dualidade segundo Antonio Candido e Roberto Schwarz(San Pablo: Paz e Terra, 1992).12Schwarz, Nacional por subtrao (1986), Que horas so? Ensaios (San Pablo: Companhia Das Letras,1997), 33.

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    Lo visto explica la reaccin de Carvalho Franco: con su frmula, Schwarz estara

    justamente dando pbulo a las afirmaciones de que las ideas marxistas (al igual que las

    liberales en el siglo XIX) eran extraas a la realidad brasilea, importaciones exticas,

    es decir, que las mismas estaran en Brasil fuera de lugar. En definitiva, dicho autor

    volvera llanamente a caer en el tpico, con las consecuencias potencialmente

    reaccionarias que el mismo tendra siempre implcito. Para Carvalho Franco la

    bsqueda misma de qu ideas estaran desajustadas respecto de la realidad brasilea y

    cules no era sencillamente absurda (como vimos, para ella tanto las ideas liberales

    como las esclavistas, las fascistas como las marxistas, estaban en ese pas en su

    lugar, eran parte integral de la realidad brasileapuesto que de no ser as, de notener condiciones de recepcin en la propia realidad local, stas no podran circular all).

    Como veremos, la postura de esta autora resulta, en un sentido, mucho ms

    consistente que la de Schwarz. Sin embargo, en este punto su crtica, aunque

    justificada, lleva a perder de vista el ncleo de la argumentacin de este ltimo.

    Para Schwarz no se trataba tampoco de ponerse a discutir qu ideas estaran

    desajustadas y cules no precisamente porque, segn afirmaba, todas lo estaban.

    Tanto las fascistas como las marxistas, las liberales como las esclavistas, todas eran

    igualmente importadas. El fondo de su crtica a Silvio Romeroel mejor

    representante, para l, de las visiones romntico-nacionalista de la literaturaradicaba,

    justamente, en su denuncia de la ilusin de que los desajustes ideolgicos fueran, en

    las regiones perifricas, evitables. Romero, dice, pensaba que bastaba con slo

    proponrselo para que los efectos del exotismo se disolvieran como por encanto; as,

    afirma, al sugerir que la imiticacin es evitable, atrapa al lector en un falso problema. 13

    Las propuestas de Carvalho Franco y Schwarz representaran, en ltima instancia,

    dos vas diversas de escapar del tpico. La de la primera, mediante el nfasis en la

    realidad de las ideas (sus condiciones locales de posibilidad); la del segundo, colocando

    13Schwarz, Misplaced Ideas, 11 y 15.

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    el acento no en los desajustes entre ideas y realidades, como sugiere Carvalho Franco,

    sino en los de la propia realidad brasilea. Para Schwarz no se trataba tanto de la

    existencia de dos Brasiles contrapuestos (uno ficticioel de las ideasy otro realel

    de la sociedad) sino que lo propio de la sociedad (y, por extensin, de la cultura)

    brasilea sera su permanente desajuste respecto de s misma, debido precisamente a

    su carcter capitalista-perifrico.

    Para Carvalho Franco, con dicho concepto Schwarz recaera una vez ms en las

    perspectivas dualistas, contrabandeando bajo un nuevo nombre la oposicin tradicional

    entre dos lgicas de desarrollo, dos modos de produccin contrapuestos: uno

    propiamente capitalista y otro capitalista perifrico. Para Schwarz, por el contrario, nose tratara de dos lgicas diversas, sino de una misma lgica (la bsqueda de beneficio)

    que opera, sin embargo, de modos diversos en las distintas regiones: mientras que en

    el centro tiende a generar condiciones propias a sociedades capitalistas avanzadas, en

    la periferia slo perpeta el subdesarrollo y reproduce patrones precapitalistas de

    relacin social.

    La postura de Schwarz sera as ms sensible a las particularidades derivadas del

    carcter perifrico de la cultura local (las que en la visin de Carvalho Franco tenderana disolverse en la idea de la unidad de la cultura occidental). Aun as, sta no resuelve

    el problema original respecto al supuesto desajuste de las ideas marxistas en Brasil (el

    argumento de que las ideas fascistas no estaran en Brasil menos desajustadas que

    las marxistas difcilmente sirva de consuelo).14 Aparentemente, la postura de Schwarz

    conducira a un escepticismo respecto de la viabilidad de todo proyecto emancipador en

    la regin. Las dificultades que dicha cuestin le plantean se observan claramente en

    sus Respostas a Movimento (1976). Ante la pregunta de si una lectura ingenua de su

    ensayo As idias fora de lugar no podra llevar a concluir que toda ideologa, inclusive

    las libertarias, sera una idea fuera de lugar en los pases perifricos, Schwarz

    14De hecho, resuenan aqu los ecos de la polmica en Rusia en 1905 respecto de las posibilidades del

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    responde:

    Las ideas estn en su lugar cuando representan abstracciones delproceso a que se refieren, y es una fatalidad de nuestra dependenciacultural que estemos siempre interpretando nuestra realidad con sistemasconceptuales creados en otra parte, a partir de otros procesos sociales.En este sentido, las propias ideas libertarias son con frecuencia una ideafuera de lugar, y slo dejan de serlo cuando se las reconstruye a partir delas contradicciones locales.15

    Tanto la pregunta como la respuesta resultan sumamente significativas. De hecho,el entrevistador indica en su interrogante una de las consecuencias paradjicas antes

    sealadas en el concepto de Schwarz: sus afinidades con las ideas de los nacionalistas

    que, en principio, llevaran a condenar como forneas las ideas marxistas de su propio

    autor. Su contestacin aclara el punto, pero lo conduce a una nueva apora. Segn se

    desprende de la misma, no todas las ideas en Amrica Latina estaran, siempre e

    inevitablemente, fuera de lugar, como afirmaba en su crtica de Romero. Por el

    contrario, stas, asegura ahora, podran eventualmente rearticularse de un modo que

    resulten asimilables a la realidad local. Esto, sin embargo, contradice todo lo que vena

    afirmando hasta aqu, lo que no slo seala una nueva convergenciasiempre

    problemticacon las posturas nacionalistas (salvo en sus expresiones ms jingostas,

    nunca el nacionalismo neg de plano la necesidad de adecuar ideas forneas a la

    realidad local): la misma lo devuelve de llenoesta vez sal tpico, esto es, a la

    bsqueda y distincin de qu ideas estaran, entonces, ajustadas a la realidad brasilea

    y cules nosiendo que las ideas que estarn alegadamente desajustadas sern

    siempre, como es previsible, las de los otros.16 En todo caso, as planteado (en su

    socialismo en naciones capitalistas atrasadas.15Schwarz, Cuidado com as ideologias aliengenas (Respostas a Movimento) (1976), O pai de famlia,120.16Cabe recordar que la tendencia nacionalista a la que entonces el progresismo de izquierda intentaba

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    versin dbil, digamos), el concepto de Schwarz no hara ms que reactualizar el viejo

    dilema antropofgico, no representara ningn aporte conceptual original.

    El punto, de todos modos, es que este planteo Schwarz no se concilia con su

    propio concepto; de hecho, desmonta toda su argumentacin precedente. As

    reformulada, no habra forma de abordar la cuestin de las ideas fuera de lugar sin

    presuponer la existencia de alguna suerte de esencia interior a la que las ideas

    extranjeras fracasaran en representar apropiadamente. Ms grave an (y es aqu que

    la postura de Carvalho Franco aparece como mucho ms consistente que la de

    Schwarz), la misma presupone, adems, la posesin de alguna descripcin de la

    realidad no mediada por conceptos, y que permitira eventualmente evaluar lasdistorsiones relativas de los diversos marcos conceptualesalgo obviamente imposible.

    La oposicin entre ideas y realidades se revela as como un mero artilugio retrico

    por el que se busca simplemente obliterar el hecho de que lo que se oponen siempre no

    son sino ideas diversas entre s, descripciones alternativas de la realidad.

    En definitiva, nos enfrentamos aqu contra aquello que seala el lmite ltimo en el

    concepto de Schwarz. La frmula de las ideas fuera de lugar lleva necesariamente a

    instaurar un determinado lugar como el lugar de la Verdad (y a reducir al resto al nivelde meras ideologas). El planteo de Carvalho Franco, por el contrario, si bien diluye la

    problemtica relativa a la naturaleza perifrica de la cultura local, sirve, no obstante,

    para poner de manifiesto el carcter eminentemente poltico de las atribuciones de

    alteridad de las ideas.

    En realidad, ste es tambin el punto hacia el cual tienden a converger las

    discutir no era ya el nacionalismo romntico (claramente reaccionario) del estilo representado por SilvioRomero, sino las nacionalistas-desarrollistas que florecieron en los aos 50 y buscaban convertir a Brasilen un pas capitalista avanzado. Lo que Schwarz y los tericos de la dependencia intentaban mostrarera, precisamente, la imposibilidad de aplicar los patrones de desarrollo capitalista de los pases centralesa las regiones perifricas. En fin, para l, las ideas desarrollistas estaban en Amrica Latina, siempre einevitablemente, fuera de lugar. Ahora bien, como vimos, esto no necesariamente era as en el caso delas ideas marxistas que l sostena: aunque tambin importadas, stas, asegura entonces, bien podranadecuarse a la realidad local.

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    elaboraciones originales de Schwarz (como vimos, para l, todas las ideas estara

    siempre igualmente fuera de lugar en la regin), pero al que la frmula de las ideas

    fuera de lugar no alcanzara, sin embargo, acabadamente a representar. Ella dara as

    lugar a interpretaciones algo simplistas respecto de su concepto (un llana denuncia de

    la irrealidad de las ideas, y, ms especficamente, de las ideas liberales en el siglo XIX

    en la regin). Sin embargo, tales interpretaciones, aunque demasiado poco sutiles, no

    estaran tampoco del todo injustificadas. La recada de Schwarz en el tpico,

    vehiculizada en parte por la propia ambigedad de su frmula, aunque no se sigue

    directamente de l, tiene fundamentos en su propio concepto original. La misma hace

    manifiesto, en definitiva, su lmite ltimo, y que la crtica de Carvalho Franco terminapor desnudar. En efecto, sta coloca a Schwarz frente a aquello a que toda su

    argumentacin conduce y, sin embargo, no puede tematizar sin al mismo tiempo

    desarticular el sistema categorial en que todo su concepto se inscribe y en funcin del

    cual cobra sentido. En fin, dicha autora lo confronta a ese punto ciego en que su

    sistema se funda y del que toma su coherencia, siendo a la vez, por definicin,

    inabordable desde dentro del mismo: la radical indecidibilidad del tpico; esto es, el

    hecho de que no se puede nunca determinar qu ideas estn fuera de lugar y cules no

    desde fuera de un determinado marco conceptual particular. La crtica de Carvalho

    Franco lleva as a hacer manifiesto aquello que, aunque implcito en el concepto de

    Schwarz, ste debe no obstante obturar a fin de poder articularse: la naturaleza

    eminentemente poltica de las atribuciones de alteridad de las ideas. Tal revelacin

    tendra, sin embargo, su precio. El planteo de esta autora impedira entonces tematizar

    las particularidades que derivaran de la condicin perifrica de la cultura local (y, en

    ltima instancia, tenderan a ocultar su condicin como tal), que es justamente la

    problemtica en torno a la cual giran las elaboraciones de Schwarz.

    En las pginas que siguen intentaremos analizar cules son aquellas limitaciones

    del concepto de Schwarz, no tanto de orden ideolgico, sino fundamentalmente

    conceptuales que le impiden tomar distancia respecto del tpico y tornarlo

    efectivamente materia de escrutinio crtico (evitando su recada en el mismo),

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    buscando, al mismo tiempo, rescatar el ncleo de su teora que, segn entiendo,

    permanece an hoy vigente. En definitiva, como veremos, el aporte decisivo de

    Schwarz radica no tanto en las soluciones que ofrece (las que, segn estamos viendo,

    no son verdaderamente tales) sino en la propia formulacin de la problemtica original

    que plantea y motoriza todos sus desarrollos tericos: cmo abordar la cuestin relativa

    a la naturaleza perifrica de la cultura local, tematizar la peculiaridad de la dinmica que

    dicha condicin le impone a las ideas en la regin, sin recaer por ello en los dualismos

    y, en ltima instancia, en los esencialismos propios de las corrientes nacionalistas.

    Antes de analizar esto debemos, sin embargo, repasar brevemente otro de los debates

    de los que particip Schwarz. La polmica anterior, segn vimos, refera al mbitocultural ms general, esto es, retomando los trminos de Arantes, a la dialctica entre

    ideas y sociedad; la que veremos ahora remitir, en cambio, a una problemtica ms

    especficamente esttica, a un segundo tipo de dialctica a partir de la cual se

    desplegara justamente el modelo de anlisis literario que lo convertira en uno de los

    crticos ms destacados en el subcontinente, a saber: aquella entre forma artstica y

    contenido social.

    De lugares y entrelugares de la crtica

    Para abordar esta segunda dimensin en la obra de Schwarz es necesario, sin

    embargo, antes desenmarcarla del contexto conceptual ms general del que surgelas

    teoras de la dependenciapara situarla en la perspectiva de las corrientes crtico-

    literarias ms especficas en que su modelo buscaba inscribirse.

    El punto de referencia fundamental aqu lo constituye la obra de Antonio Candido.

    El mrito fundamental de Candido radic, para l, en haber logrado desarrollar un

    modelo de aproximacin sociolgica a la literatura sin por ello obliterar su dimensin

    especficamente esttica. El mtodo crtico marxista de Schwarz se postula como una

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    elaboracin y un desarrollo de aquel modelo, el cual podramos definir, en forma

    abreviada, conforme a lo que Lucien Goldmann denomin estructuralismo gentico.17

    ste trata, bsicamente, de combinar el anlisis esttico con el histrico-social (vaivn

    que, para Schwarz, define a un enfoque de izquierda). Y ello supone una doble

    impugnacin: por un lado, a los enfoques contenidistas, que, segn dice, producen

    una desdiferenciacin de esferas anulando as la riqueza de la obra literaria, y, por otro,

    a las aproximaciones formalistas que desgajan los productos artsticos de sus contextos

    de emergencia y las condiciones materiales de su produccin. La clave para tal

    conjuncin de estos dos niveles de anlisislo que llama, siguiendo a Walter Benjamin,

    una mirada estereoscpicala aporta el concepto de forma. Dicho concepto lepermite, segn afirma, captar el trasfondo social del que nace una obra dando cuenta al

    mismo tiempo de la productividad de su dimensin lingstica y literaria. No es en los

    materiales que un artista utiliza, en los contenidos de su obra, sino en el nivel de los

    procedimientos constructivos del relato que el entorno dado se encuentra representado,

    o mejor dicho, reproducido de un modo especficamente literario. Pero si esto es as, es

    porque lo social no es un contenido neutro sobre el que la forma literaria viene a

    sobreimprimirse. En definitiva, dicho autor logra trascender la antinomia entre forma

    literaria y contenido socialconcibiendo a este ltimo no como un mero material a ser

    elaborado por medios lingsticos, sino como totalidades ya estructuradas, formas

    objetivas capaces de pautar tanto una novela como una frmula deprecatoria, un

    movimiento poltico o una reflexin terica, pasibles de confrontarse a travs de la

    reconstruccin de aquella condicin prctica mediadora.18 Esto abre las puertas, en fin,

    a la posibilidad de hallar homologas estructurales entre ambos niveles (textual y

    extratextual) de realidad, sin por ello reducir uno al otro. La idea social de forma

    asegura que se trata de un esquema prctico, dotado de lgica especfica.

    17Vase, Goldman, Marxismo y ciencias humanas (Buenos Aires: Amorrortu, 1975).18Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias, 30.

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    ste se traduce en un inters econmico-poltico, una ideologa, unjuego verbal, o bien en un enfoque narrativo. En cuanto a las afinidades,estamos en el universo del marxismo, para el cual los constreimientos

    materiales de la reproduccin de la sociedad son ellos mismo formas debase, las cuales se imprimen, mal o bien, en las diferentes reas de lavida espiritual, en las que circulan reelaboradas en versiones ms omenos sublimadas, o falseadas; forma, por lo tanto, trabajando formas. Endefinitiva, las formas que encontramos en las obras son la repeticin o latransformacin, con resultado variable, de formas preexistentes, artsticaso extra-artsticas.19

    En realidad, dicho concepto estructuralista gentico formaba ya parte del saber

    establecido en los aos en que Schwarz comenz su labor crtica. La combinacin de

    estructura e historia, recordara luego, estaba en el foco del debate terico de la

    poca. La Crtica de la razn dialctica de Sartre dice que hizo de esta combinacin la

    piedra de toque de la comprensin del mundo por la izquierda.20 El aporte particular de

    Schwarz consisti, en verdad, en relacionar esta dialctica entre forma y contenido,

    estructura e historia, anlisis literario y reflexin social con aquella otra, ms

    especficamente latinoamericana, entre centro y periferia. De este modo se propona

    comprender cmo la realidad local, que define las condiciones histricas particulares de

    recepcin de los gneros y formas de expresin artsticas (siempre necesariamente

    extranjeras debido a nuestra posicin marginal en los sistemas de produccin cultural),

    determina eventualmente sus mismas formas, trastocndolas. Segn sealaba, en las

    regiones perifricas el cruce de esta doble dialctica ser siempre al mismo tiempo

    inevitable y problemtico.

    La obra de Jos de Alencar resulta, para l, especialmente ilustrativa de las

    contradicciones generadas por el traslado a Brasil de una forma literaria (la novela

    realista, segn es desarrollada en Francia por Balzac) que era tpicamente burguesa y,

    19Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias, 30-1.20Schwarz, Os sete flegos de um livro (1998), Seqncias, 50

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    por lo tanto, poco adecuada para representar la realidad brasilea de esclavitud,

    paternalismo y dependencia personal. En su memorable anlisis de Senhora (la ltima

    de las novelas de Alencar), Schwarz descubre cmo opera en el plano literario aquella

    dialctica antes sealada entre verdad y falsedad: la falsedad de la forma, el efecto

    pardico generado por la transposicin al contexto brasileo de situaciones propias de

    las novelas realistas burguesas, desnuda el verdadero contenido de esa realidad social

    (un sistema en que el afn de lucro individual se encuentra encastrado en, y mediado

    por relaciones de tipo paternalista). Segn seala, el genio de Machado de Assis

    consisti en tornar este efecto pardico en un principio constructivo del relato. La

    parodia se vuelve as autoparodia y se troca en la forma de la narracin (cuya modo dearticulacin es la digresin). Con este concepto Schwarz marca un giro en los estudios

    machadianos (o, segn l mismo prefiere decir, contina la revolucin en la crtica

    literaria brasilea iniciada por Antonio Candido), aportando una clave fundamental para

    comprender el sentido de la ruptura que produce el autor de las Memorias pstumas de

    Blas Cubas en las letras latinoamericanas. Mediante la digresin, Machado de Assis

    quebraba el efecto de verosimilitud, volviendo pardico el propio impulso mimtico de la

    novela realista. Retrabajado desde la periferia el gnero hace as manifiestos aquellos

    dispositivos discursivos que debe ocultar para constituirse como tal (lo que lleva a

    Schwarz a comparar la novelstica machadiana con su contempornea rusahay algo

    en Machado de Gogol, Dostoievsky, Goncharov y Chejov, asegura).21

    Tambin aqu vemos operar la dialctica entre verdad y falsedad que sealara con

    relacin a Alencar, pero esta vez cobra un giro particular. De hecho, la misma habra

    ahora de invertirse. En este caso, el contenido falso de la realidad brasilea desnuda

    la verdad de la forma europea (que es su inherente falsedad). De este modo, dice,

    nuestros exotismos nacionales se convierten en histrico-mundiales. De all el vnculo

    que encuentra entre la obra de Machado de Assis y la de sus pares rusos.

    21Schwarz, As idias fora de lugar,Ao vencedor as batatas, 28.

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    Quizs esto sea comparable a lo que ocurra en la literatura rusa.

    Comparadas con estas ltimas, incluso las ms grandes de las novelasfrancesas parecen ingenuas. Y por qu? A pesar de sus reclamos deuniversalidad, la psicologa del egosmo racional y la tica de la Ilustracinapareca en el Imperio Ruso como una ideologa fornea, y por lo tantouna local y relativa. Sostenida por su retraso histrico, Rusia forzaba a lanovela burguesa a enfrentar una realidad ms compleja.22

    Schwarz nos descubre, pues, el secreto de la universalidad de la obra de

    Machado de Assis. En su obra convergeran ambas dialcticas: la problemtica relativa

    a cmo lograr una producitividad especficamente literaria siendo a la vez socialmente

    representativa se asocia en ella a la cuestin de cmo ser universal en la periferia sin

    renegar de tal condicin marginal en la cultura occidental sino, justamente,

    explotndola. Pero es aqu tambin donde se empieza a complicarse el esquema

    interpretativo de Schwarz.

    En primer lugar, resulta evidente (y Schwarz de ningn modo lo desconoce) que la

    parodizacin, y an la autoparodizacin del gnero no es verdaderamente una

    originalidad brasilea o incluso propia de la periferia. De hecho, Machado de Assis

    tom su modelo de un autor tambin europeo, Laurence Sterne. Y esto problematiza la

    segunda dialctica tematizada por Schwarz (la existente entre centro y periferia): an

    para subvertir los modelos europeos, los autores locales deberan siempre apelar

    tambin a modelos importados. Llegado a este punto no slo comienza a disolverse la

    oposicin entre lo falso y lo verdadero como correspondientes a lo local y lo

    importado, respectivamente, como una lectura simplista de la frmula de Schwarz

    puede llegar a sugerir. Como seala el crtico brasileo, lo verdadero en este contexto

    no sera menos importado que lo falso en l, y viceversa. Lo que encontraramos en

    todos los casos (es decir, tanto en el centro como en la periferia) seran, en realidad,

    constelaciones contradictorias de elementos, siendo, por lo tanto, las lgicas de sus

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    agrupamientos no fcilmente atribuibles a contextos dados. En definitiva, esta situacin

    frustrara todo intento de descubrir rasgos que supuestamente particularicen a la cultura

    latinoamericana e identifiquen su condicin perifrica.

    En efecto, la observacin de posibles distorsiones locales generadas por la

    transposicin a la regin de formas discursivas, ideas e instituciones originariamente

    extraas al mismo tampoco autorizara a extraer la conclusin de que las ideas estn

    siempre bien ubicadas en Europa y siempre mal ubicadas en Amrica Latina, como el

    concepto de las ideas fuera de lugar parece suponer. Evidentemente, esto no es

    cierto; el distorsionar las ideas y nombrar impropiamente las realidades no es una

    peculiaridad brasilea o latinoamericana.23 Podemos an, de todos modos, aceptar queel tipo de dialctica hallada por Schwarz en la obra de Machado de Assis indicara un

    tipo particular de distorsin, especfica de las regiones perifricas. Sin embargo, esta

    afirmacin salva su objeto pero enfrenta a dicho autor ante un dilema todava ms serio.

    El aspecto ms inquietante implcito en este intento por percibir los vestigios textuales-

    narrativos de la condicin perifrica de la cultura local radica, en realidad, en el hecho

    que el mismo termina volviendo su postura peligrosamente prxima a las del segundo

    de sus dos grandes antagonistas en funcin de cuya crtica habra de articularse y

    desarrollarse su concepto de las ideas fuera de lugar: Silviano Santiago.

    Muy tempranamente, en El entrelugar en el discurso latinoamericano (1970),

    Santiago introdujo una serie de conceptos extrados de las teoras crticas francesas

    ms recientes (deconstruccionismo, postestructuralismo, etc.) para desarrollar un

    concepto, de hecho, tambin implcito en los anlisis de Schwarz. Al igual que para

    22Schwarz, Misplaced Ideas, 29.23El caso de la novela ilustra esto. Autores cono Friedrich Hebbel, por ejemplo, cuestionaban que, entanto que forma literaria, la novela romntica fuese adecuada a la realidad alemana, Hebbel, comoSchwarz para el caso brasileo, consideraba que esto se deba a que la historia alemana no haba tenidouna evolucin orgnica. Segn deca, es verdad que nosotros los alemanes no guardamos ningn lazocon la historia de nuestro pueblo /.../. Pero, cul es la causa? La causa es que nuestra historia no hatenido ningn resultado, que no podemos considerarnos a nosotros mismos el producto de nuestro

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    ste, para Santiago el caso de Machado de Assis sera paradigmtico de la condicin

    particular del discurso latinoamericano: ste encontrara su mbito especfico en ese

    entrelugar que es el del desvo de la norma, la marca de la diferencia en el propio

    texto original que destruye su unidad y pureza. Las lecturas en la periferia del

    capitalismo no seran, pues, nunca inocentes. Las mismas no consistiran en una mera

    asimilacin pasiva de modelos extraos, aunque tampoco usaran a stos para hacer

    manifiesto un ser interior que los preexiste, sino que se orientaran a inscribirse como lo

    otro dentro de lo Uno de la cultura occidental de la que forman parte, haciendo as

    manifiestas sus inconsistencias inherentes.

    Tal como lo interpreta (o reinterpreta) Santiago, el mtodo crtico implcito enCandido (y tambin en Schwarz), su modo de concebir los modos de contacto entre las

    culturas local y occidental, supone, pues, la quiebra del concepto de influencia para

    colocar en su lugar el de escritura, entendida como un trabajo sobre una tradicin de

    la que se participa y, al mismo tiempo, se la violenta permanentemente sealando

    aquellos desajustes locales como constitutivos de su mismo concepto. La idea de

    Santiago de entrelugar lleva as a cuestionar la definicin de las relaciones entre

    centro y periferia en trminos de original y copia.24 La obra de Machado de Assis

    no sera una mera versin degradada de un modelo original europeo, supuestamente

    superior y perfectamente acabado. Como vimos, tampoco para Schwarz lo es. Su

    condicin perifrica le habra permitido de algn modo superar al modelo francs

    revelando sus limitaciones inherentes. Esto resulta, adems, perfectamente coherente

    con su lectura (o relectura) reciente de los postulados dependentistas, en la que afirma

    que las contradicciones del desarrollo capitalista en la periferia arroja una luz

    reveladora sobre las nociones metropolitanas cannicas de civilizacin, progreso,

    desarrollo orgnico, como los franceses y los ingleses [citado por Georg Lukcs, La novela histrica(Mxico: Era, 1971), 75].24Vase Santiago, Uma Literatura nos trpicos (San Pablo: Editora Perspectiva, 1978).

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    cultura, liberalismo, etc..25

    Sin embargo, llegado a este punto, surgen en Schwarz reservas respecto de sus

    mismas conclusiones. Para ste, el concepto aqu implcito de las ventajas del atraso

    (un eco, nuevamente, de las discusiones en la Rusia del 05) conlleva, no obstante, el

    riesgo de convertirse en una suerte de celebracin del subdesarrollo. Y ello le planteara

    un dilema, a saber: cmo explicar la universalidad de la obra de un Machado de Assis

    sin renunciar a encontrar en ella vnculos con su condicin perifrica (que determina su

    contexto particular de emergencia y la convierten en una obra socialmente

    representativa), pero, al mismo tiempo, evitando terminar encontrando en sta

    propiedades epistmicas que lleven a diluir su situacin marginal en la culturaoccidental (no deja de ser significativo al respecto el hecho de que las teoras

    deconstruccionistas que Santiago aplica a Amrica Latina sean ellas tambin

    originariamente europeas). As, frente a Santiago, Schwarz habra de insistir en la

    necesidad de plantear la condicin perifrica como deficiencia, sin caer, no obstante, en

    la ingenuidad nacionalista de verla nicamente en trminos de una mera carencia. En

    fin, un dilema complicado, cuya sola formulacin representa un aporte fundamental para

    la teora cultural latinoamericana, dado que delimita un horizonte de interrogacin

    definitivamente significativo y complejo, al cual, sin embargo, Schwarz no podra ya

    encontrar soluciones consistentes con su propio concepto.

    En una Conferencia dictada en abril de 2001 en Buenos Aires, Schwarz

    esquematiz su propuesta al respecto en trminos de una doble desautomatizacin.

    Segn seala, el gran mrito de Candido habra sido el de desautomatizar la oposicin

    centro / periferia de la oposicin superior / inferior: como lo muestra primero

    Machado de Assis (y hoy parece ya innegable; para demostrarlo bastara con citar slo

    algunos pocos nombres) el carcter perifrico de la produccin literaria local no la

    condenara necesariamente a una condicin de inferioridad respecto de la europea. Sin

    25Schwarz, A nota especfica (1998), Seqncias, 153.

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    embargo, an rechaza el intento alegadamente postestructuralista de desautomatizar

    la oposicin entre centro y periferia de aquella otra entre el modelo y la copia.

    Schwarz retoma aqu un planteo suyo de Nacional por subtrao (1986), cuando

    discuta con lo que llamaba las teoras de los filsofos franceses (Derrida y Foucault).

    Segn stos, dice, sera ms exacto y neutro pensar en trminos de una secuencia

    infinita de transformaciones, sin principio ni fin, sin primero ni segundo, sin mejor ni

    peor.26 La anulacin de la nocin de copia permitira as ampliar la autoestima y

    liberar la ansiedad del mundo subdesarrollado sin, sin embargo, resolver ninguna de

    las causas que mantienen a la regin en el subdesarrollo.27 Tales teoras llevaran as a

    desconocer llanamente las asimetras reales existentes a nivel mundial en cuanto arecursos tanto materiales como simblicos.

    En definitiva, Schwarz piensa que las nuevas corrientes crticas representan slo

    una suerte de adecuacin al proceso de mercantilizacin de la cultura (cuya falta de

    tematizacin Schwarz considera, retrospectivamente, uno de los dficits fundamentales

    del Seminario de Marx de San Pablo),28 proyectado hoy a escala mundial. En el

    contexto de la globalizacin econmica, el antiguo formalismo cobrara un nuevo

    sentido. En su paso del estructuralismo al postestructuralismo, dice, su pseudo

    radicalismo artstico, de subversin cultural en abstracto, especialmente en el lenguaje,

    se convierte en ideologa literaria general.29 El trastocamiento simblico

    postmodernista de las jerarquas sera slo la contracara y contraparte necesaria de su

    reforzamiento efectivo. La revolucin permanente a nivel formal se habra vuelto as

    funcional a la contrarrevolucin material hoy alegadamente en curso.

    26Schwarz, Nacional por subtrao, Que horas so?, 35. Como deca Borges, presuponer que todarecombinacin de elementos es obligatoriamente inferior a su original es presuponer que el borrador 9 esobligatoriamente inferior al borrador Hya que no puede haber sino borradores. El concepto de textodefinitivo no corresponde sino a la religin o al cansancio [Jorge Luis Borges, Las versiones Homricas,Obras Completas (Buenos Aires: Emec, 1974), 239].27Schwarz, Nacional por subtrao, Que horas so?, 35.28Schwarz, Um seminrio de Marx (1995), Seqncias, 103.29Schwarz, Discutindo com Alfredo Bosi (1993), Seqncias, 85.

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    Lo visto explica, en ltima instancia, la paradoja sealada en el apartado anterior:

    la apelacin de Schwarz a una frmula, como la de ideas fuera de lugar, en principio,

    poco apropiada a su objeto (y que ha dado lugar a las acusaciones, como vimos, no

    siempre infundadas, de dualismo), a saber, precisamente, problematizar el supuesto

    nacionalista de que las ideas europeas estaran en Amrica Latina fuera de lugar.

    Esta paradoja se aclara, pues, cuando la situamos en el contexto particular en que

    Schwarz elabora su concepto. A comienzos de la dcada del 70 la problemtica relativa

    a la periferia y la crtica a las desviaciones nacionalistas-populistas de la izquierda

    comunista haba, en realidad, perdido su anterior centralidad y cedido su lugar a otra

    enfocada en las consecuencias para la produccin crtica y artstica del desarrollo enBrasil un mercado capitalista avanzado de bienes culturales y su aparente capacidad

    para absorber todo intento de transgresin, asimilarlo a su lgica, y convertirlo en

    instrumento para su propia reproduccin.30 Schwarz estaba ya escribiendo, en realidad,

    en un contexto crecientemente hostil a los postulados dependentistas. La frmula de las

    ideas fuera de lugar a la que entonces se aferra, aunque poco apropiada, puesto que

    tiende a allanar las sutilezas de su concepto, permitira al menos preservar la nocin de

    la existencia de asimetras entre centro y periferia, entre el modelo (europeo) y la

    copia local.

    En los modos de definicin de su concepto se combinan, pues, razones de orden

    tanto terico como extraterico. El crtico brasileo enmarcaba su crtica de las

    corrientes postmodernistas en una perspectiva fundamentalmente tico-poltica. Y esto

    le permita descartar la misma sobre la base de consideraciones pragmticas, es decir,

    de su incapacidad para generar acciones conducentes a superar la dependencia

    cultural latinoamericana. En definitiva, piensa, las mismas representaran suertes de

    compensaciones simblicas a contradicciones reales a las que ayudan as a perpetuar.

    Sin embargo, la cuestin que aqu se planteaba no era verdaderamenteo

    30Vase al respecto la serie de ensayos reunidos en Florencia Garramuo y Adriana Amante, comps.,Absurdo Brasil(Buenos Aires: Biblios, 2001).

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    exclusivamentede ndole tico-poltica sino epistemolgica, involucraba aspectos

    fcticos relativos a la dinmica de los procesos socio-culturales. Lo cierto es que el

    tema de la imitacin es mucho ms complejo que lo que el concepto de Schwarz

    sugiere. Su aproximacin en trminos de modelos y desviaciones es, sin duda, una

    simplificacin de los siempre infinitamente intrincados procesos de generacin,

    transmisin, difusin y apropiacin de ideas.31 Por otro lado, tampoco existe una

    correspondencia unvoco entre ambos aspectos de su contienda polmica: uno bien

    podra estar de acuerdo con Schwarz en cuanto a sus postulados ideolgicos, y an as

    tener una perspectiva de los procesos de intercambio cultural muy distinta a la suya.32

    Resulta necesario, pues, realizar un deslinde. La pregunta que surge aqu es si laoposicin entre modelo y copia es realmente apropiada para dar cuenta del tipo de

    asimetras culturales que l se propone destacar y analizar.

    Volviendo a su esquema de las desautomatizaciones, si bien el dilema que

    formula Schwarz resulta, como dijimos, sumamente significativo, hay que decir que la

    solucin que encuentra (aceptar la primera desautomatizacin que produce Candido,

    pero no la segunda que realiza Santiago) resulta sumamente precaria. Uno bien puede

    argir que la primera de ellas presupone ya lgicamente a la segunda. En efecto, la

    disolucin de la oposicin entre lo superior y lo inferior como paralela a aquella entre

    31En ltima instancia, el problema que la definicin de Schwarz plantea es: cmo trazar, en la prctica,la lnea que separa el mbito en que las ideas se encuentran bien situadas de aqul en que stasestaran fuera de lugar? Para poner un ejemplo tomado de la literatura, Noches tristes y da alegre deFernndez de Lizardi (1818-9) es una imitacin de Noches lgubres (1771) de Jos Cadalso, que es, asu vez, una imitacin de Night Thoughts (1742-5) de Edward Young, que es probablemente unaimitacin de alguna obra anterior, y as sucesivamente. Por otro lado, los imitadores de Fernndez deLizardi en Mxico forman una legin. Ahora bien, cmo podemos distinguir, en la serie de sus

    desplazamientos, el original (u originales) de la copia (o copias).32De hecho, Schwarz establece relaciones demasiado mecnicas entre teoras literarias e ideologaspolticas, produciendo as una desdiferenciacin de esferas. No obstante, como l mismo observa, entrelos postulados de una determinada teora esttica y sus posibles derivaciones ideolgicas no existe unarelacin lgica necesaria, sino que media un proceso de traduccin, abierto siempre, en diversasinstancias, a interpretaciones alternativas: segn seala, tanto las teoras contenidistas (el conceptomimtico de la produccin artstica) como las formalistas (el constructivismo esttico) pueden o bientener un valor crtico o bien alinearse con el oscurantismo, y pueden incluso tener un efecto crticogracias a este ltimo alineamiento (Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias,

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    centro y periferia destruye tambin su paralelismo con la tercera de las oposiciones: si

    algo perifrico deja de ser inferior cabe suponer que es porque de alguna forma

    super ya su condicin de mera copia degradada respecto de algn supuesto

    modelo para cobrar originalidad propia. Sea como fuere, siguiendo su propio

    argumento, aquella primera desautomatizacin producida por Candido vuelve ociosa a

    la segunda desde el momento en que es ya, potencialmente, definitivamente ms

    devastadora de la oposicin entre centro y periferia que la postulada por Santiago (ante

    la quiebra de la oposicin entre lo superior e inferior, la preservacin de aquella

    segunda entre el modelo y la copia aparece como apenas un frgil consuelo). Siendo

    esto as, medidas ambas segn la vara de sus supuestos efectos prcticos (que es elcontexto en que el propio Schwarz sita la discusin), no quedara claro ya por qu

    aceptar a aquella primera desautomatizacin pero no a esta ltima.

    Por otro lado, y esto es quizs ms grave desde un punto de vista metodolgico,

    la insistencia de Schwarz en preservar el esquema de los modelos y las

    desviaciones, aunque tericamente poco eficaz, no carece, de todas maneras, de

    consecuencias prcticas para la investigacin histrico-intelectual. Su planteo termina,

    de hecho, sirviendo para reforzar problemas inherentes a la historia de ideas en

    Amrica Latina.33

    Las limitaciones inherentes a la historia de ideas

    En efecto, las paradojas implcitas en su frmula de las ideas fuera de lugar se

    expresan, a su vez, en una cierta tensin entre su mtodo crtico y sus derivaciones

    hitrico-intelectuales. En su trnsito del plano de la crtica literaria al mbito de los

    40-1).33La historia de ideas de la que hablamos es la disciplina que concibe a los textos que analiza comoensambles de ideas, entendidas en el sentido de proposiciones (statements), es decir, afirmaciones onegaciones respecto del estado del mundo, representaciones de la realidad que pueden eventualmenteser verdaderas o falsas (descripciones adecuadas o distorsionadas de su objeto).

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    discursos conceptuales las sutilezas de sus percepciones tienden a perderse haciendo

    manifiestas las estrecheces heursticas del esquema de modelos y desviaciones

    como grilla para comprender el desenvolvimiento errtico de las ideas en Amrica

    Latina.

    Siguiendo el esquema de modelos y desviaciones, la historiografa de ideas en

    Amrica Latina se encontrara desde sus orgenes organizada en torno a la bsqueda y

    definicin de las distorsiones producidas por el traslado a la regin de ideas liberales

    que, supuestamente, resultaban incompatibles con la cultura y tradiciones heredadas.34

    Los historiadores de ideas locales coinciden as en postular que, en el siglo XIX, el

    resultado de la colisin entre la cultura tradicionalista nativa y los principios universalesdel liberalismo habra sido una suerte de ideologa transaccional, que Jos Luis Romero

    defini como liberal-conservadora.35 Confrontadas a un medio que les era extrao y

    hostil, las ideas modernas liberales cobraron en la regin, segn se afirma, un carcter

    marcadamente conservador y retrgrado.

    Tal esquema, sin embargo, al reducir todas las aristas problemticas en la historia

    intelectual local a cuestiones relativas a lo que en filosofa legal se llama adjudicatio (la

    aplicabilidad o no de una norma a un caso particular), impedira, de hecho, a loshistoriadores de ideas interrogar crticamente los modelos putativos, bloqueando as

    de antemano la eventual problematizacin de los mismos, que es precisamente, como

    sealara Schwarz, el aspecto ms interesante en la obra de Machado de Assis: cmo

    sta haca manifiestos desde dentro del gnero problemas que eran inherentes al

    mismo. La apelacin a esa entidad vaga llamada Europa funciona aqu, por el

    contrario, a modo de invocacin a esa suerte de esfera supralunar en que las ideas

    34En palabras de uno de los ms lcidos historiadores de ideas del rea, Charles Hale: La experienciadistintiva del liberalismo deriva del hecho que las ideas liberales se aplicaron en pases altamenteestratificados en trminos sociales y raciales, econmicamente subdesarrollados, y con una arraigadatradicin de autoridad estatal centralizada. En sntesis, las mismas se aplicaron en un ambiente extrao yhostil [Hale, Political and Social Ideas in Latin America, 1870-1930, en Bethell, comp., The CambridgeHistory of Latin America (Cambridge: Cambridge University Press, 1989), vol. IV, 368].35Romero, Las ideas polticas en Argentina (Buenos Aires, F.C.E, 1984), cap. V.

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    encontraran, alegadamente, su lugar apropiado. De all que, dentro de este marco

    conceptual, el que las ideas de un autor determinado se hayan apartado del supuesto

    tipo ideal liberal (el logos) slo pueda interpretarse como sintomtico de algn pathos

    oculto, ya sean sus races individuales (prejuicios conservadores, o, simplemente, falta

    de agudeza mental), sociales (limitaciones de clase), o bien nacionales (una cultura

    retrgrada y tradicionalista). Los modelos son, en la regin, simplemente asumidos

    como perfectamente consistentes, y su sentido absolutamente transparente. A las

    definiciones de manual, simplistas por naturaleza, se las toma, pues, aqu acrticamente

    como puntos de partida vlidos; el nico problema que la historia de ideas

    aparentemente plantea en Amrica Latina es algo, de hecho, completamente externo alas mismas: su aplicabilidad o no al especfico contexto local.36

    Desde un punto de vista conceptual, la consecuencia ms grave del punto anterior

    es que las aproximaciones tradicionales a la historia de ideas necesaria y

    sistemticamente fracasan, no obstante, en su intento de hallar algo peculiar a

    Amrica Latina, como pretenden. A fin de postular el hallazgo de alguna peculiaridad

    latinoamericana los historiadores de ideas locales no slo deben simplificar la historia

    de ideas europea, borrando todas sus aristas problemticas y eliminando la complejidad

    de su curso efectivo. El punto es que aun as difcilmente encontrarn algn modo de

    describir las postuladas idiosincrasias latinoamericanas con categoras no europeas.

    Como seala Schwarz, trminos tales como conservadurismo, y an la mezcla

    ideolgica expresada en la frmula de Romero (liberalismo conservador), se tratan,

    evidentemente, de categoras no menos abstractas y europeas que su opuesto

    liberalismo. No obstante ello, todava es cierto que, dentro del marco de estas

    aproximaciones, en la medida en que, segn el consenso general, los pensadores

    latinoamericanos no realizaron ninguna contribucin relevante a la historia universal

    36En La poltica del disenso. La polmica en torno al monarquismo (Mxico, 1848-1850)... y las aporasdel liberalismo (Mxico: F.C.E., 1998) intento mostrar cmo la crisis del sistema poltico mexicano llevaraeventualmente a revelar contradicciones intrnsecas al propio concepto liberal-republicano.

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    del pensamiento, lo nico que puede an justificar y tornar relevante su estudio es la

    expectativa de hallar distorsiones (cmo las ideas se desviaron del patrn

    presupuesto). Encontramos aqu, en fin, la contradiccin bsica de las aproximaciones

    centradas en las ideas: stas generan una ansiedad por la particularidad que nunca

    pueden satisfacer. En sntesis, la historia de ideas lleva a un callejn sin salida.

    As, obligada a postularse un objetivo que nunca puede alcanzar, sta mina sus

    propios fundamentos. Como vimos, Schwarz es particularmente lcido sobre esta

    situacin (la simultnea necesidad-imposibilidad de distorsiones en la historia de ideas

    local). Sin embargo, ste toma por una caracterstica de la historia intelectual

    latinoamericana lo que es, en realidad, un problema inherente a las propiasaproximaciones a la misma. Si no es posible encontrar los supuestos rasgos que

    especifican a las ideas en el contexto local es, en ltima instancia, porque esas mismas

    aproximaciones lo impiden: considerado desde el punto de vista de su contenido

    ideolgico, todo sistema de pensamiento cae necesariamente dentro de un limitado

    rango de alternativas, ninguna de las cuales puede pretender aparecer como una

    exclusividad latinoamericana. Las ideas de un autor dado slo pueden ser, dentro de

    este esquema, o bien ms liberales que conservadoras, o bien ms conservadoras que

    liberales, o bien deben caer en algn punto equidistante entre ambos polos (y el mismo

    patrn habr de reproducirse en cada uno de los distintos tpicos en que historia de

    ideas tradicionales se encuentran normalmente organizadas). En definitiva, cuando

    analizamos los textos abordndolos exclusivamente al nivel de los contenidos

    proposicionales, el espectro de los posibles resultados puede establecerse

    perfectamente a priori; las posibles controversias se reducen nicamente a cmo

    categorizar los mismos.

    Los problemas hallados para historizar las ideas (encontrar las marcas

    caractersticas que las particularizan) resultan, en ltima instancia, del hecho de que las

    ideas son generales y ahistricas por definicin; las condiciones de su eventual

    emergencia o desaparicin en contextos especficos indican slo circunstancias

    externas a las mismas. De all la tendencia entre los historiadores de ideas a

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    complementar sus descripciones de los contenidos intelectuales de los textos con

    referencias al contexto local. Sin embargo, como seala Pocock, el reduccionismo de

    ningn modo sirve para rescatar al historiador de la circunstancia de que las

    construcciones intelectuales que estaba tratando de controlar no eran fenmenos

    histricos en absoluto, en la medida en que haban sido construidos a partir de modos

    ahistricos de interrogacin.37 En el marco de este tipo de enfoques, mientras que los

    modelos resultan construcciones a priori, las culturas locales aparecen como suertes

    de substratos eternos. El resultado es una narrativa cuasi-histrica que slo combina

    dos abstracciones.

    De este modo, tales problemas locales plantean cuestiones epistemolgicas dealcance ms vasto. Desde la perspectiva exclusiva de los contenidos semnticos de los

    discursos, entre ideas y realidad, entre texto y contexto, slo existira una relacin

    mecnica externa en la que el primer trmino (el contexto) aparecera como meramente

    una especie de escenario exterior para el desarrollo de las ideas (el texto). Entre uno y

    otro nivel no hay an verdadera interpenetracin. Y aqu radica tambin la limitacin

    fundamental contra la que choca el enfoque de Schwarz. En definitiva, si ste no puede

    dar cuenta de las razones epistemolgicas para la necesidad-imposibilidad de tales

    distorsiones es porque l mismo descansa sobre las premisas que determinan tal

    necesidad-imposibilidad. La raz ltima de ello se encuentra en una perspectiva

    lingstica decididamente pobre, inherente a la historia de ideas, que reduce el

    lenguaje a su funcin puramente referencial. Es sta la que provee los fundamentos

    para la distincin entre ideas y realidades en la que el problema de las ideas fuera

    de lugar se sostiene. Y ste es tal slo sobre la base del supuesto de esta distincin:

    tan pronto como el mismo se ve minado, el problema de la imitacin pierde todo

    sentido. Pero hacer esto requiere la reformulacin de su entero universo categorial, lo

    que conlleva no slo la definicin de otros temas para la historia intelectual, sino,

    37J.G.A. Pocock, Politics, Language, and Time. Essays on Political Thought and History (Chicago: TheUniversity of Chicago Press, 1989), 10.

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    fundamentalmente, la reformulacin de su mismo objeto de estudio, esto es, del

    concepto de texto, incorporando a su definicin la consideracin de aquella dimensin

    pragmtica que le es inherente.

    Representacin y uso de las ideas

    Esta perspectiva tradicional de la historia de ideas que relatamos representa, en

    realidad, una simplificacin del mtodo crtico de Schwarz (como vimos, el mismo es

    mucho ms sutil y complejo). An as, tal patrn interpretativo tradicional (que es el que

    se encuentra en la base del esquema de modelos y desviaciones) encuentra races

    conceptuales profundas en su propia teora. Las mismas se ligan, como dijimos, a una

    perspectiva lingstica pobre. Nuevamente una expresin de Pocock resulta sumamente

    relevante: el punto aqu ms bien, dice, es que, bajo la presin de la dicotoma

    idealismo / materialismo, hemos concentrado toda nuestra atencin en el pensamiento

    como condicionado por los hechos sociales fuera del mismo, y ninguna al pensamiento

    como denotando, refiriendo, asumiendo, aludiendo, implicando, y realizando una

    variedad de funciones de las cuales la de contener y proveer informacin es la ms

    simple de todas.38

    En efecto, que Schwarz asocie el que las ideas en Amrica Latina se encuentren

    fuera de lugar con el hecho de que las mismas resulten descripciones inadecuadas

    (representaciones distorsionadas) de la realidad local denota que su perspectiva

    pivotea an sobre la base de este concepto tradicional de la historia de ideas que

    reduce el lenguaje a su funcin meramente referencial (las ideas como

    representaciones de la realidad). Sin embargo, el tipo de problemtica que l se

    propone abordar excede el mbito estrictamente semntico del lenguaje. De hecho,

    entendida en este sentido, la expresin ideas fuera de lugar resulta una contradiccin

    en los trminos. La definicin de un discurso dado como fuera de lugar conlleva la

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    referencia a su dimensin pragmtica, a las condiciones de su enunciacin. Algunas

    distinciones conceptuales nos permitirn, pues, precisar las races conceptuales de las

    paradojas y problemas a que la frmula de Schwarz conduce.

    Si dicha frmula representa una contradiccin en los trminos es porque en ella se

    confunden dos instancias lingsticas muy distintas. Schwarz introduce en esta frmula

    un factor pragmtico-contextual en un nivel semntico de lenguaje, lo que

    necesariamente engendra una discordancia conceptual, lo lleva a describir a las ideas

    en trminos de significados y proposiciones atribuyndole, sin embargo, funciones que

    son propias de su uso. Las ideas (el nivel semntico) suponen proposiciones

    (afirmaciones o negaciones respecto del estado del mundo). stas no se encuentrandeterminadas contextualmente: el contenido semntico de una proposicin (qu se

    dice) puede establecerse independientemente del contexto y modo especfico de su

    enunciacin.39 Las consideraciones contextuales remiten, en cambio, a la dimensin

    pragmtica del lenguaje. Su unidad es el enunciado (utterance), no la proposicin

    (statement). Lo que importa en el enunciado no es el significado (meaning), sino el

    sentido (significance). ste ltimo, a diferencia del anterior, no puede establecerse

    independientemente de su contexto particular de elocucin. El mismo refiere no slo a

    qu se dijo (el contenido semntico de las ideas), sino tambin a cmo se dijo,

    quin lo dijo, dnde, a quin, en qu circunstancias, etc. La comprensin del

    sentido supone un entendimiento del significado; sin embargo, ambos son de naturaleza

    muy distinta. El segundo pertenece al orden de la lengua, describe hechos o

    situaciones; el primero, en cambio, pertenece al orden del habla, implica la realizacin

    de una accin. Lo visto hasta aqu puede representarse como sigue:40

    38Pocock, Politics, Language, and Time, 37.39Por enunciacin se entiende aqu la accin de enunciar; el enunciado sera el resultado de dichaaccin.40Fuente: Oswald Ducrot, El decir y lo dicho (Buenos Aires: Hachette, 1984), 31.

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    Enunciado E(utterance) en situacinx

    Componente lingstico (statements)

    Significado de E Componente retrico

    (meaning)

    Sentido de Een situacinx

    (significance)

    En el marco de nuestra discusin presente el punto crtico es que las ideas (en

    tanto que proposiciones o statements) son verdaderas o falsas (representaciones

    correctas o erradas de la realidad), pero nunca estn fuera de lugar; slo los

    enunciados lo estn: el estar fuera de lugar es necesariamente una condicinpragmtica; indica que alguien dijo algo de un modo incorrecto, o que fue dicho por la

    persona equivocada, o en un lugar inapropiado, o en un momento inoportuno, etc.

    Inversamente, los enunciados, como tales, pueden eventualmente estar fuera de

    lugar, pero no ser falsos o verdaderos. Slo las proposiciones lo son. Un enunciado

    particular puede quizs contener proposiciones falsas, pero an as es verdadero

    (real) en tanto que tal. Los enunciados, de hecho, trascienden la distincin entre

    ideas y realidad: ellos son siempre reales como actos de habla (para decirlo con los

    trminos de Austin). Esto explica una de las paradojas que seala Schwarz: que un

    enunciado contenga proposiciones falsas (representaciones distorsionadas de la

    realidad) y que an as sea verdadero. Pero sta no remite a ninguna particularidad

    brasilea o latinoamericana, sino a una facultad inherente al lenguaje.

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    Podemos sintetizar ahora el postulado fundamental que organiza este trabajo: la

    definicin de un modelo que permita dar cuenta de la dinmica problemtica de las

    ideas en Amrica Latina, en la medida en que esto involucra una consideracin de la

    dimensin pragmtica del lenguaje, no puede realizarse con el tipo de herramientas

    conceptuales que Schwarz maneja (que son, en definitiva, las tradicionales de la

    historia de ideas). Slo a partir de una consideracin simultnea de las diversas

    instancias de lenguaje pueden establecerse relaciones significativas entre los textos y

    sus contextos particulares de enunciacin, hallar un vnculo que conecte los dos

    canales de la visin estereoscpica (anlisis literario y reflexin social) que propone

    Schwarz,

    41

    y convertir as a la historia intelectual en una verdadera empresahermenutica.42 Si enfocamos nuestro anlisis exclusivamente en la dimensin

    referencial de los discursos, no hay modo de trazar las marcas lingsticas de su

    contexto de enunciacin, puesto que, en efecto, las mismas no radican en este nivel. De

    all, en fin, que, siguiendo los procedimientos habituales de la historia de ideas, no

    pueda hallarse en las ideas latinoamericanas ninguna marca que las particularice e

    41Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias, 28.42Las historias de ideas tradicionales, en cambio, estn condenadas a oscilar entre lo obvio y loindemostrable: dentro de sus marcos, mientras que el significado tanto del texto como del contextoaparecen, en su presencia inmediata, como absolutamente transparentes (el texto es simplemente loque tengo delante de mis ojos, esto es, el conjunto de lo que en el mismo se afirma o se niega; alcontexto, por su parte, lo debo ya conocer, su conocimiento me viene dado desde afuera), las hiptesisrespecto de sus relaciones mutuas resultan (an las ms plausibles) siempre indemostrables. De all que,como seala Pocock, en este tipo de aproximaciones, el trazado de las conexiones entre textos ycontextos genera una circularidad lgica: los puntos de vista relativos a sus relaciones no son realmente(y nunca pueden ser) los resultados de la investigacin emprica, sino que constituyen sus premisas (lasque son subsecuentemente proyectadas como conclusiones de la misma). El slogan, dice Pocock, deque las ideas deberan estudiarse en su contexto social y poltico corre, para m, el riesgo de convertirseen pura palabrera. La mayora de los que lo pronuncian suponen, a menudo inconscientemente, que

    ellos ya saben cul es la relacin entre las ideas y la realidad social. Comnmente toma la forma de unateora cruda de la correspondencia: las ideas en estudio se las supone que son caractersticas de aquellafaccin, clase o grupo al que su autor perteneca, y se explica cmo tales ideas expresan los intereses,esperanzas, miedos o racionalizaciones tpicas de dicho grupo. El peligro aqu es el de argumentar encrculos. De hecho es sumamente difcil identificar sin ambigedad la adscripcin social de un individuo, yan mucho ms la de una ideasiendo la conciencia algo siempre tan contradictorioy uno tiende asostener las suposiciones que uno hace respecto de la posicin social de dicho pensador con lassuposiciones que uno hace de la significancia social de sus ideas, y luego a repetir el procedimiento en ladireccin contraria produciendo una definitivamente deplorable perversin metodolgica (Pocock,

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    identifique como tales: nicamente la consideracin de la dimensin pragmtica de los

    discursos permite comprender los mismos como eventos (actos de habla) singulares.

    En definitiva, la bsqueda de las determinaciones contextuales que condicionan los

    modos de apropiacin, circulacin y articulacin de los discursos pblicos nos conduce

    ms all de la historia de ideas.

    De las ideas al lenguaje

    El enfoque en los usos de las ideas plantea tambin algunos problemas tericos. Por

    ejemplo, al desplazar la atencin de la lengua (el arco virtual de afirmaciones posibles

    dentro del mismo) al habla (su realizaciones efectivas particulares) se presta a terminar

    diluyendo las condiciones estructurales (es decir, aquellos datos ms o menos rgidos y

    permanentes) que trascienden los contextos singulares de enunciacin y determinan,

    en definitiva, la situacin marginal de la cultura local. No obstante, esto no es

    necesariamente as. Por el contrario, el paso de una historia de las ideas a una

    historia del lenguaje ofrece eventualmente una nueva base para abordar el tipo de

    cuestiones que Schwarz se propuso tematizar. De todos modos, es cierto que hacerlo

    obligara, al mismo tiempo, revisar aspectos fundamentales de su concepto. Un ejemplo

    ayudar a aclarar ambas cuestiones. Un modelo particularmente relevante en este

    sentido es el desarrollado por Iuri Lotman.43 La aplicacin de su concepto de

    semiosfera al anlisis de la problemtica planteada por Schwarz nos permitir

    observar en qu sentido una aproximacin centrada en los lenguajes puede proveer

    una marco ms sofisticado para avanzar en su mismo proyecto, ilustrando al mismo

    tiempo la naturaleza de las limitaciones que le impona su inscripcin dentro de los

    marcos tradicionales de la historia de ideas.

    Politics, Language, and Time, 105).43Vase Iuri M. Lotman, La semiosfera. I: Semitica de la cultura y del texto (Barcelona: Ctedra /Universitat de Valncia, 1996) y La semiosfera. II: Semitica de la cultura, del texto, de la conducta y del

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    La semitica, como se sabe, es la disciplina que ha venido a ocupar en nuestros

    das el lugar que dej vacante el eclipse de la retrica clsica. sta ha tratado de

    analizar sistemticamente los procesos de intercambio simblico. Su piedra de toque

    fue la definicin de la unidad comunicativa elemental representada por el esquema

    emisor -> mensaje -> receptor. Sin embargo, para Lotman, ese esquema monolinge

    resulta en un modelo abstracto, sumamente estilizado y esttico, de los procesos de

    generacin y transmisin de sentidos. Como l muestra, ningn cdigo, texto o

    lenguaje (trminos que usa en forma intercambiable) existe aislado; todo proceso

    comunicativo supone, dice, la presencia de al menos dos cdigos y un operador de

    traduccin. El concepto de semiosfera seala, precisamente, la coexistencia ysuperposicin de infinidad de cdigos en el espacio semitico (lo que, en ltima

    instancia, determina su dinmica). Dicho concepto, como sealamos, representa una

    alternativa posible para reelaborar la modelo de Schwarz que rescate el ncleo fuerte

    de su propuesta original (y que su propia formulacin llev a diluir).

    En primer lugar, el modelo de Lotman aclara un concepto que se encuentra slo

    parcialmente articulado en los textos del crtico brasileo. Segn afirma el semilogo

    estonio, si bien todo cdigo (v.g., una cultura nacional, una tradicin disciplinar, una

    escuela artstica o bien una ideologa poltica) se encuentra en constante interaccin

    con aquellos otros que forman su entorno, tiende siempre, sin embargo, a su propia

    clausura a fin de preservar su equilibrio interno u homeostasis. El mismo genera as una

    autodescripcin o metalenguaje por el cual legitima su rgimen de discursividad

    particular, recortando su esfera de accin y delimitando internamente los usos posibles

    del material simblico disponible dentro de sus contornos. Y de este modo fija tambin

    las condiciones de apropiacin de aquellos elementos simblicos extrasistmicos: una

    idea correspondiente a un cdigo que le es extrao no puede introducirse en l sin

    antes sufrir un proceso de asimilacin al mismo. Esto muestra que, en definitiva, el

    espacio (Barcelona: Ctedra / Universitat de Valncia, 1998). Agradezco a Eduardo Saguier el habermellamado la atencin sobre las posibles afinidades entre el concepto de Schwarz y las ideas de Lotman.

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    canibalismo semitico no es una particularidad brasilea, y mucho menos una

    herencia cultural tup, como imaginaba Oswald de Andrade.44

    En este marco se comprende mejor la crtica primera de Schwarz al rechazo por

    parte de los nacionalistas a la imitacin de los modelos forneos, cuando seala que

    la imitacin no alcanza a explicarse por s misma, sino que deben buscarse en la propia

    realidad brasilea las condiciones que explican esa tendencia a adoptar conceptos

    extraos para describir (siempre impropiamente) a la realidad local. En definitiva, deca

    Schwarz, en el mismo acto de imitar la cultura brasilea hace manifiesta su naturaleza

    inherente. Pero ello tambin muestra que, como sealaba Carvalho Franco, nunca las

    ideas estn realmente fuera de lugar, esto es, que nunca los intercambioscomunicativos suponen meras recepciones pasivas de elementos extraos. Para ser

    asimilados, stos deben ser (o volverse) legibles por la cultura que los ha de

    incorporar (de lo contrario, resultaran irrelevantes para la misma, invisibles desde su

    horizonte particular). La pregunta a que esta comprobacin enfrenta a Schwarz puede

    formularse as: cmo pueden las ideas ser asimilables como propias y extraas al

    mismo tiempo? Aparentemente, la nica forma de salvar la nocin de los desajustes

    locales sera volver atrs en sus argumentos y postular la existencia de un cierto

    substrato ms autntico de nacionalidad a la que su propia cultura superficial fallara

    en expresar o representar, que es precisamente lo que sostiene el discurso

    nacionalista. La alternativa obligada as sera o bien disolver la problemtica relativa a la

    condicin perifrica de la cultura local, o bien volver a los marcos dualistas propios del

    nacionalismo. Existe, sin embargo, una tercera opcin, que Schwarz esboza sin poder

    an desarrollar consistentemente.

    44En Die Nationalittetenfrage und die Sozialdemokratie (1924), el lder socialista Otto Bauer sintetizesta idea en su concepto de apercepcin nacional. Su definicin del mismo resulta sugestivamentesimilar a la idea de Oswald de Andrade del canibalismo cultural. Segn afirma sta, la apercepcinnacional indica que ninguna nacin adopta elementos forneos en forma inalterada; cada una losadapta a su ser total, y los somete al cambio en su proceso de adopcin, de digestin mental [Bauer,The Nation, en Gopal Balakrishnan, comp., Mapping the Nation (Londres: Verso, 1996), 68].

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    36

    De hecho, la piedra de toque de su concepto lo seala un giro fundamental que l

    introduce en los modos de abordar la cuestin. Su interrogacin original ya no referira

    verdaderamente a la supuesta extraeza de las ideas y la cultura brasilea sino, ms

    bien, a cmo es que las mismas vienen eventualmente a ser percibidas como tales por

    determinados sectores de la poblacin local. La referencia a las ideas de Lotman puede

    sernos de utilidad para aclarar tambin este punto. Como ste seala, si bien los

    procesos de intercambio cultural no involucran nunca una mera recepcin pasiva de

    elementos extraos, y precisamente por ello, es inherente a stos la ambivalencia

    semitica, la que tiene dos orgenes. En primer lugar, las equivocidades resultantes del

    hecho de que los cdigos (al igual que la semiosfera, considerada en su conjunto) noson internamente homogneos: en su interior coexisten y se superponen (se encuentra

    cruzado por) infinidad de subcdigos que tienden, a su vez, a su propia autoclausura,

    haciendo no siempre posible la mutua traductibilidad. Por otro lado, esa misma apertura

    de los cdigos a su entorno semitico tiende tambin a producir permanentemente

    nuevos desequilibrios internos. A fin de volver asimilable un elemento externo, los

    sistemas deben adecuar su estructura interna al mismo, reacomodar sus componentes,

    desestabilizando as constantemente su configuracin presente. Esto se ligara a lo que

    Jean Piaget estudi bajo la rbrica de procesos de asimilacin y acomodacin, a los

    que defini como los mecanismos fundamentales para la equilibracin-desequilibracin

    de las estructuras cognitivas.45 Siguiendo este concepto, cabra decir que las

    ambivalencias son causa y efecto al mismo tiempo de los desequilibrios. Los desarrollos

    desiguales producen necesariamente asimetras entre los cdigos y subcdigos

    (jerarquas y desniveles en cuanto a relaciones de poder), lo que conlleva siempre, en

    todo proceso de intercambio, la presencia de cierta violencia semitica (operante tanto

    en los mecanismos de estabilidad de los sistemas como en los impulsos dinmicos quedislocan los mismos), y deriva en compensaciones simblicas insuficientes.46

    45Vase Piaget, La equilibracin de las estructuras cognitivas (Mxico: S. XXI, 1978).46La idea de la compensacin simblica como el procedimiento que permite la reversibilidad de las

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    Lo que Schwarz percibe como la determinante ltima de la particularidad

    latinoamericana (la interaccin problemtica entre centro y periferia) cabra

    comprenderla, pues, como una expresin de tales desarrollos desiguales e intercambios

    asimtricos en el mbito de la cultura, que resulta en un doble fenmeno. Por un lado,

    en la periferia de un sistema los cdigos seran siempre ms inestables que en el

    centro, por lo que sus capacidades de asimilacin resultaran relativamente ms

    limitadas. Por otro lado, la distancia semitica que los separa respecto del centro hara

    que las presiones para su acomodacin sean all ms fuertes. Vistas desde esta

    perspectiva, las posturas de Carvalho Franco y de Schwarz pierden su carcter

    antagnico. Ambas estaran enfatizando, respectivamente, dos aspectos diferentes eigualmente inherentes a todo fenmeno de intercambio cultural. Mientras que el

    concepto de Carvalho Franco se enfoca en los mecanismos de asimilacin, el de

    Schwarz se concentrara en los procesos de acomodacin a que aqullos suelen, a su

    vez, dar lugar (y a las inevitables tensiones internas que stos generan).

    La anterior reformulacin del concepto de Schwarz condensa el ncleo de su

    propuesta terica.47 Sin embargo, lleva al mismo tiempo ya implcita la revisin de la

    misma en tres aspectos fundamentales. En primer lugar, en esta perspectiva lingstica,

    los centros y las periferias no son a