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El problema de las ideas fuera de lugar revisitadoMs all de la historia de ideas1
Elas Jos PaltiUNQui / CONICET
Presentado en el Seminario de Historia IntelectualEl Colegio de Mxico
Enero de 2002
El cambio producido en esta rama de la
historiografa en las dos dcadas pasadaspuede caracterizarse como un movimiento quelleva de enfatizar la historia del pensamiento (o,ms crudamente, de ideas) a enfatizar algodiferente, para lo cual historia del habla ohistoria del discurso, aunque ninguno de elloscarece de problemas o resulta irreprochable,pueden ser los mejores trminos hasta ahorahallados
J.G.A. Pocock (Virtue,Commerce and History)
En 1973 Roberto Schwarz public un trabajo que marc profundamente a toda una
generacin de pensadores en Amrica Latina, As idias fora do lugar.2 ste, en un
principio, tena por objeto proveer bases tericas para aquellos pensadores que, desde
una postura progresista, intentaban contrarrestar la fuerte influencia que en los aos
sesenta y setenta ejercieron las tendencias nacionalistas en las organizaciones de
1Agradezco por sus comentarios a Isabel Quintana, Erika Pani, a los miembros del Seminario de historiade las ideas, los intelectuales y la cultura del Instituto Dr. E. Ravignani de la UBA y a los participantesdel seminario sobre Historia Atlntica que, bajo el ttulo de The Circulation of Ideas, se realiz en agostode 2000 en la Universidad de Harvard.2Schwarz, As idias fora do lugar, Estudos Cebrap 3 (1973), reimpreso en Ao vencedor as batatas.Forma literria e processo social nos inicios do romance brasileiro (San Pablo: Livraria Duas Cidades,
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izquierda.3 Pero el concepto de ideas fuera de lugar pronto expandi sus alcances
revelndose particularmente productivo para teorizar el desenvolvimiento problemtico
de las ideas en la historia latinoamericana. A un cuarto de siglo, la contribucin de
Schwarz en este sentido necesita, no obstante, ser reevaluada. En el curso de los
ltimos aos, la prdida aparente de centralidad de los estados nacionales ha ayudado
a hacer manifiesta la complejidad inherente a los procesos de intercambio cultural
oculta tras una perspectiva que tendi a concebir los mismos exclusivamente en
trminos de relaciones inter-nacionales. Por otro lado, esto coincide con la emergencia
de una serie de nuevos conceptos, aportados por aquellas disciplinas dedicadas
especficamente a analizar dichos procesos, que nos obligan a reconsiderar algunos delos supuestos implcitos en su perspectiva y reformular la misma.
El objeto de este trabajo es intentar explorar, a la luz de las realidades producidas
en este ltimo fin de siglo, nuevos enfoques relativos a la dinmica de los procesos de
intercambio cultural en las zonas perifricas, utilizando para ello herramientas
conceptuales provistas por los desarrollos recientes producidos en las disciplinas y
teoras en el rea. Como se intenta demostrar, el concepto de Schwarz contiene
algunas falencias derivadas de una teora lingstica decididamente cruda (inherente a
la historia de ideas) que reduce el lenguaje a su funcin meramente referencial. Una
distincin ms precisa de niveles de lenguaje permitir revelar aspectos y problemas
obliterados por dicha perspectiva. Sin embargo, entiendo que la propuesta de Schwarz
puede an desglosarse de sus presupuestos lingsticos y reelaborarse, proveyendo as
un marco terico ms sofisticado para comprender la complejidad inherente a los
procesos de intercambio cultural, y, ms especficamente, el tipo de dinmica
problemtica de las ideas que Schwarz se propuso analizar.
2000), 9-32. La paginacin utilizada corresponde a esta ltima edicin.3Vase Schwarz, Cultura e poltica, 1964-1969, O pai de famlia e outros estudos (San Pablo: Paz eTerra, 1992), 61-92.
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De lugares y no-lugares de las ideas
Para comprender el sentido del concepto de Schwarz de las ideas fuera de lugar es
necesario situarlo en el marco conceptual en que el mismo surge. Schwarz buscaba
mediante dicho concepto, bsicamente, traducir en clave cultural los postulados de la
llamada teora de la dependencia, cuyo ncleo se gest en el Seminario de Marx
organizado en los aos 60 en San Pablo (y del que l particip). Dicha teora, como se
sabe, se orientaba a discutir las tesis dualistas del desarrollo capitalista que
comprendan a las zonas perifricas como meros resabios precapitalistas que tendan
histricamente a desaparecer (con lo que, se supona, en la regin habra de
reproducirse, al menos idealmente, el modelo de desarrollo de los pases centrales).
Los sostenedores de la teora de la dependencia postulaban, por el contrario, la
existencia de una dinmica compleja entre centro y periferia, constituyendo, ambos,
instancias inherentes a un mismo proceso de desarrollo capitalista, formando as un
nico sistema interconectado. Lo perifrico sera, pues, una creacin del propio
sistema capitalista; su carcter como tal estara determinado no por su origen
(precapitalista) sino por su posicin actual en el sistema econmico mundial.4
Lasconsecuencias paradjicas de la modernizacin en la regin indicaran as no tanto una
anomala local sino que haran manifiestas contradicciones propias al mismo sistema
capitalista. Desde esta perspectiva, sealara Schwarz posteriormente en un artculo
suyo, la escena brasilea arroja una luz reveladora sobre las nociones metropolitanas
cannicas de civilizacin, progreso, cultura, liberalismo, etc..5
El aporte especfico de Schwarz consisti en percibir el potencial contenido en los
postulados dependentistas, que hasta entonces se haban aplicado exclusivamente al
4Esta perspectiva se tradujo en un trabajo de revisin historiogrfica que cambi fundamentalmentenuestra imagen del siglo XIX brasileo. Los estudios realizados por los miembros de este grupo giraran,bsicamente, en torno al objetivo de demostrar hasta qu punto la esclavitud en Brasil fue funcional alsistema capitalista.
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campo de la historia econmica y social, para el mbito de la crtica literaria y la teora
cultural. stos le permitiran, fundamentalmente, desmontar los esquemas romntico-
nacionalistas sobre los que hasta entonces se fundaban todas las historias de la
literatura brasilea y que llevaban a ver a la misma como la pica del progresivo
autodescubrimiento de un ser nacional oprimido bajo la malla de categoras
importadas, extraas a la realidad local.
Su objeto ltimo era refutar la creencia nacionalista de que bastara a los
latinoamericanos con desprendernos de nuestros ropajes extranjeros para encontrar
nuestra verdadera esencia interior.6 Siguiendo los postulados dependentistas, para l
no cabe hablar de una cultura nacional brasilea preexistente a la cultura occidental.Aqulla no slo es histricamente un resultado de la expansin de sta sino que forma
parte integral de la misma (en esttica como en poltica, dice, el tercer mundo es
parte orgnica de la escena contempornea).7 As, en el mbito cultural operara una
dialctica compleja entre lo extrao y lo propio anloga al poltico-social. Como
seala respecto de las ideas liberales en Amrica Latina (que son las que se
encuentran en el fondo de este debate), de nada sirve insistir en su obvia falsedad; de
lo que se trata, en cambio, dice, es observar su dinmica, de la cual su falsedad es un
componente verdadero.8 Si bien la adopcin de conceptos extraos genera,
efectivamente, graves distorsiones, el punto, para l, es que el distorsionar
conceptualmente nuestra realidad no es algo que los latinoamericanos podamos evitar.
5Schwarz, A nota especfica (1998), Seqncias, 153.6Ms all de sus diferencias, deca, ambas tendencia nacionalistas [de izquierda y de derecha]
convergan en la esperanza de lograr su meta eliminando todo lo que no fuera indgena. El residuo serala esencia brasilea (Schwarz, Nacional por subtrao, Que horas so?, 33). Observandoretrospectivamente aquella poca en que los nacionalismos desarrollistas estaban an en auge, sealaque reinaba veinte aos atrs un espritu combativo segn el cual el progreso resultara en una especiede reconquista, o mejor, de expulsin de los invasores. Rechazado el imperialismo, neutralizadas lasformas mercantiles e industriales de la cultura que le corresponden y aislada la burguesa antinacionalaliada del primero, estara todo listo para desenvolverse la cultura nacional verdadera, desnaturalizadapor los elementos precedentes, entendidos como cuerpos extraos (Ibid, 32)7Schwarz, Existe uma esttica do terceiro mundo? (1980), Que horas so?, 128.8Schwarz, As idias fora de lugar,Ao vencedor as batatas, 26.
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Por el contrario, es precisamente en tales distorsiones, en el denominar la realidad local
con nombres siempre impropios, que yace la especificidad latinoamericana, en general,
y la brasilea en particular. A los brasileos, dice, se los reconoce como tales en sus
distorsiones particulares.9
Este concepto guarda, en realidad, relaciones complejas con los postulados
dependentistas. Aunque resulta perfectamente compatible con los mismos, no se sigue
directamente de ellos. Su slo traslado del plano econmico-social al mbito cultual
impona ya una cierta refraccin particular a los mismos, introduca una cierta torsin
dentro de esa teora. En este caso, su intervencin marcadamente antiesencialista y
antinacionalista se sostendra en el argumento de que toda representacin de larealidad supone siempre un determinado marco terico. Y, en Amrica Latina, dicho
marco estara provisto por sistemas de pensamiento originariamente extraos a la
realidad nativa. De all que para Schwarz los latinoamericanos estemos condenados a
copiar, es decir, a pensar equvocamente, usando categoras inevitablemente
inadecuados a la realidad que se intenta representar.
Esta ltima afirmacin, sin embargo, no sera igualmente evidente incluso para
muchos de los cultores de dicha corriente (en definitiva, la dependentista, como todaotra teora, se dira de muchos modos). Poco despus de la publicacin del artculo de
Schwarz aparece en Cuadernos de Debate un trabajo de Maria Sylvia de Carvalho
Franco cuyo ttulo es ya ilustrativo: As idias esto no lugar.10 Como estudiosa del
orden esclavista en Brasil, Carvalho Franco haba sistemticamente rechazado,
siguiendo en esto tambin los postulados dependentistas, no slo la hiptesis de que el
esclavismo hubiera sido contradictorio con el proceso de expansin capitalista, sino
tambin que las ideas liberales hubieran estado desajustadas en el Brasil
decimonnico. Para Carvalho Franco, las ideas liberales y abolicionistas no eran ni ms
ni menos extraas a Brasil, no estaban ni mejor ni peor ajustadas al contexto local que
9Schwarz, As idias fora de lugar,Ao vencedor as batatas, 21.
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las corrientes esclavistas. Unas y otras formaban parte integral de la compleja realidad
brasilea. Segn afirma, con su concepto de las ideas fuera de lugar Schwarz
terminara, de hecho, recayendo en el tipo de dualismo que intentaba precisamente
combatir, esto es, en el postulado de los dos Brasiles: al Brasil artificial de las ideas
(y la poltica)liberalle opondra el Brasil real (social)esclavista.
En definitiva, la polmica desatada por Carvalho Franco plantea un problema
metodolgico ms general. Las ideas, para esta autora, jams estn fuera de lugar por
el sencillo hecho de que si las mismas pueden eventualmente circular socialmente en
un medio dado es porque sirven a algn propsito en l, es decir, porque existen ya en
ste condiciones para su recepcin. La antinomia entre ideas y realidades en que elconcepto de Schwarz se sostiene sera as falsa; ambos trminos no seran nunca
completamente extraos entre s.
La crtica de Carvalho Franco apunta, en fin, al ncleo argumental de Schwarz,
puesto que parte de sus mismos postulados para terminar extrayendo conclusiones
opuestas. Y sta lo perseguir a lo largo de toda su trayectoria intelectual, determinado
sus sucesivas reelaboraciones. Como seala Paulo Arantes en Sentimento da dialtica,
las acusaciones contra Schwarz de permanecer dentro de un marco dualista depensamiento se reiterarn una y otra vez hasta el presente.11 Y an cuando su bigrafo
rechaza las mismas, admite que la consistencia de las crticas en este sentido no puede
deberse a un mero malentendido.
De hecho, cabe sealar, la propia formulacin de Schwarz tiene algo de
paradjico, y no resulta del todo coherente con su propio planteo. El objeto original de
Schwarz era, precisamente, rechazar el tpico. En tanto que instrumento de lucha
poltica, la acusacin de irrealismo poltico (que determinadas ideas estn en AmricaLatina fuera de lugar) resultara siempre un expediente sencillo para descalificar al
10Maria Sylvia de Carvalho Franco, As idias esto no lugar, Cuadernos de Debate 1 (1976): .11Paulo Eduardo Arantes, Sentimento da dialtica na experiencia intelectual brasileira. Dialtica e
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adversario. As, ste no solamente se prestara a la parodizacin (de Miguel Macedo,
por ejemplo, se deca, en Mxico, que se vesta segn el pronstico meteorolgico de
Londres), sino que tendra, adems, implicancias claramente conservadoras: los
irrealistas seran, tpicamente, los defensores de las ideas consideradas como ms
progresistas en su tiempo. Como dice Schwarz, en 1964 los nacionalistas de derecha
catalogaban al marxismo de ser una influencia extica, quizs imaginando que el
fascismo era un invento brasileo.12
El tpico de las ideas fuera de lugar tiene, en verdad, una larga data en la regin.
Las acusaciones de irrealismo poltico forman, de este modo, como una suerte de
juego de espejos. Cuando los historiadores de ideas tachan, por ejemplo, a laGeneracin del 37en Argentina de europesta, no hacen ms que repetir lo que las
corrientes nacionalistas de pensamiento afirmaron en su momento, las cuales, a su vez,
no hacan ms que retomar (y volver en contra suyo) el argumento que los propios
miembros de la Generacin del 37 dirigieron antes contra sus contendientes de la
generacin precedente, los llamados unitarios, quienes por supuesto que tambin
rechazaron consistentemente la crtica de que ellos hubieran desconocido la necesidad
de adecuar las ideas e instituciones importadas a las condiciones particulares de la
regin. Est claro que, tomadas literalmente, tales acusaciones resultan insostenibles:
obviamente, nunca nadie pudo ignorar el hecho de que las distintas formas
constitucionales, por ejemplo, no son igualmente viables en todo tiempo y lugar. El
punto verdaderamente conflictivo radicaba en determinar qu era lo que supuestamente
estaba, en cada caso, fuera de lugar y en qu sentido lo estaba (y ciertamente que,
para los propios actores, las que estaban fuera de lugar eran siempre las ideas de los
otros). En definitiva, la difusin del tpico no puede comprenderse desprendido de la
funcin ideolgica a la que el mismo sirvi.
dualidade segundo Antonio Candido e Roberto Schwarz(San Pablo: Paz e Terra, 1992).12Schwarz, Nacional por subtrao (1986), Que horas so? Ensaios (San Pablo: Companhia Das Letras,1997), 33.
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Lo visto explica la reaccin de Carvalho Franco: con su frmula, Schwarz estara
justamente dando pbulo a las afirmaciones de que las ideas marxistas (al igual que las
liberales en el siglo XIX) eran extraas a la realidad brasilea, importaciones exticas,
es decir, que las mismas estaran en Brasil fuera de lugar. En definitiva, dicho autor
volvera llanamente a caer en el tpico, con las consecuencias potencialmente
reaccionarias que el mismo tendra siempre implcito. Para Carvalho Franco la
bsqueda misma de qu ideas estaran desajustadas respecto de la realidad brasilea y
cules no era sencillamente absurda (como vimos, para ella tanto las ideas liberales
como las esclavistas, las fascistas como las marxistas, estaban en ese pas en su
lugar, eran parte integral de la realidad brasileapuesto que de no ser as, de notener condiciones de recepcin en la propia realidad local, stas no podran circular all).
Como veremos, la postura de esta autora resulta, en un sentido, mucho ms
consistente que la de Schwarz. Sin embargo, en este punto su crtica, aunque
justificada, lleva a perder de vista el ncleo de la argumentacin de este ltimo.
Para Schwarz no se trataba tampoco de ponerse a discutir qu ideas estaran
desajustadas y cules no precisamente porque, segn afirmaba, todas lo estaban.
Tanto las fascistas como las marxistas, las liberales como las esclavistas, todas eran
igualmente importadas. El fondo de su crtica a Silvio Romeroel mejor
representante, para l, de las visiones romntico-nacionalista de la literaturaradicaba,
justamente, en su denuncia de la ilusin de que los desajustes ideolgicos fueran, en
las regiones perifricas, evitables. Romero, dice, pensaba que bastaba con slo
proponrselo para que los efectos del exotismo se disolvieran como por encanto; as,
afirma, al sugerir que la imiticacin es evitable, atrapa al lector en un falso problema. 13
Las propuestas de Carvalho Franco y Schwarz representaran, en ltima instancia,
dos vas diversas de escapar del tpico. La de la primera, mediante el nfasis en la
realidad de las ideas (sus condiciones locales de posibilidad); la del segundo, colocando
13Schwarz, Misplaced Ideas, 11 y 15.
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el acento no en los desajustes entre ideas y realidades, como sugiere Carvalho Franco,
sino en los de la propia realidad brasilea. Para Schwarz no se trataba tanto de la
existencia de dos Brasiles contrapuestos (uno ficticioel de las ideasy otro realel
de la sociedad) sino que lo propio de la sociedad (y, por extensin, de la cultura)
brasilea sera su permanente desajuste respecto de s misma, debido precisamente a
su carcter capitalista-perifrico.
Para Carvalho Franco, con dicho concepto Schwarz recaera una vez ms en las
perspectivas dualistas, contrabandeando bajo un nuevo nombre la oposicin tradicional
entre dos lgicas de desarrollo, dos modos de produccin contrapuestos: uno
propiamente capitalista y otro capitalista perifrico. Para Schwarz, por el contrario, nose tratara de dos lgicas diversas, sino de una misma lgica (la bsqueda de beneficio)
que opera, sin embargo, de modos diversos en las distintas regiones: mientras que en
el centro tiende a generar condiciones propias a sociedades capitalistas avanzadas, en
la periferia slo perpeta el subdesarrollo y reproduce patrones precapitalistas de
relacin social.
La postura de Schwarz sera as ms sensible a las particularidades derivadas del
carcter perifrico de la cultura local (las que en la visin de Carvalho Franco tenderana disolverse en la idea de la unidad de la cultura occidental). Aun as, sta no resuelve
el problema original respecto al supuesto desajuste de las ideas marxistas en Brasil (el
argumento de que las ideas fascistas no estaran en Brasil menos desajustadas que
las marxistas difcilmente sirva de consuelo).14 Aparentemente, la postura de Schwarz
conducira a un escepticismo respecto de la viabilidad de todo proyecto emancipador en
la regin. Las dificultades que dicha cuestin le plantean se observan claramente en
sus Respostas a Movimento (1976). Ante la pregunta de si una lectura ingenua de su
ensayo As idias fora de lugar no podra llevar a concluir que toda ideologa, inclusive
las libertarias, sera una idea fuera de lugar en los pases perifricos, Schwarz
14De hecho, resuenan aqu los ecos de la polmica en Rusia en 1905 respecto de las posibilidades del
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responde:
Las ideas estn en su lugar cuando representan abstracciones delproceso a que se refieren, y es una fatalidad de nuestra dependenciacultural que estemos siempre interpretando nuestra realidad con sistemasconceptuales creados en otra parte, a partir de otros procesos sociales.En este sentido, las propias ideas libertarias son con frecuencia una ideafuera de lugar, y slo dejan de serlo cuando se las reconstruye a partir delas contradicciones locales.15
Tanto la pregunta como la respuesta resultan sumamente significativas. De hecho,el entrevistador indica en su interrogante una de las consecuencias paradjicas antes
sealadas en el concepto de Schwarz: sus afinidades con las ideas de los nacionalistas
que, en principio, llevaran a condenar como forneas las ideas marxistas de su propio
autor. Su contestacin aclara el punto, pero lo conduce a una nueva apora. Segn se
desprende de la misma, no todas las ideas en Amrica Latina estaran, siempre e
inevitablemente, fuera de lugar, como afirmaba en su crtica de Romero. Por el
contrario, stas, asegura ahora, podran eventualmente rearticularse de un modo que
resulten asimilables a la realidad local. Esto, sin embargo, contradice todo lo que vena
afirmando hasta aqu, lo que no slo seala una nueva convergenciasiempre
problemticacon las posturas nacionalistas (salvo en sus expresiones ms jingostas,
nunca el nacionalismo neg de plano la necesidad de adecuar ideas forneas a la
realidad local): la misma lo devuelve de llenoesta vez sal tpico, esto es, a la
bsqueda y distincin de qu ideas estaran, entonces, ajustadas a la realidad brasilea
y cules nosiendo que las ideas que estarn alegadamente desajustadas sern
siempre, como es previsible, las de los otros.16 En todo caso, as planteado (en su
socialismo en naciones capitalistas atrasadas.15Schwarz, Cuidado com as ideologias aliengenas (Respostas a Movimento) (1976), O pai de famlia,120.16Cabe recordar que la tendencia nacionalista a la que entonces el progresismo de izquierda intentaba
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versin dbil, digamos), el concepto de Schwarz no hara ms que reactualizar el viejo
dilema antropofgico, no representara ningn aporte conceptual original.
El punto, de todos modos, es que este planteo Schwarz no se concilia con su
propio concepto; de hecho, desmonta toda su argumentacin precedente. As
reformulada, no habra forma de abordar la cuestin de las ideas fuera de lugar sin
presuponer la existencia de alguna suerte de esencia interior a la que las ideas
extranjeras fracasaran en representar apropiadamente. Ms grave an (y es aqu que
la postura de Carvalho Franco aparece como mucho ms consistente que la de
Schwarz), la misma presupone, adems, la posesin de alguna descripcin de la
realidad no mediada por conceptos, y que permitira eventualmente evaluar lasdistorsiones relativas de los diversos marcos conceptualesalgo obviamente imposible.
La oposicin entre ideas y realidades se revela as como un mero artilugio retrico
por el que se busca simplemente obliterar el hecho de que lo que se oponen siempre no
son sino ideas diversas entre s, descripciones alternativas de la realidad.
En definitiva, nos enfrentamos aqu contra aquello que seala el lmite ltimo en el
concepto de Schwarz. La frmula de las ideas fuera de lugar lleva necesariamente a
instaurar un determinado lugar como el lugar de la Verdad (y a reducir al resto al nivelde meras ideologas). El planteo de Carvalho Franco, por el contrario, si bien diluye la
problemtica relativa a la naturaleza perifrica de la cultura local, sirve, no obstante,
para poner de manifiesto el carcter eminentemente poltico de las atribuciones de
alteridad de las ideas.
En realidad, ste es tambin el punto hacia el cual tienden a converger las
discutir no era ya el nacionalismo romntico (claramente reaccionario) del estilo representado por SilvioRomero, sino las nacionalistas-desarrollistas que florecieron en los aos 50 y buscaban convertir a Brasilen un pas capitalista avanzado. Lo que Schwarz y los tericos de la dependencia intentaban mostrarera, precisamente, la imposibilidad de aplicar los patrones de desarrollo capitalista de los pases centralesa las regiones perifricas. En fin, para l, las ideas desarrollistas estaban en Amrica Latina, siempre einevitablemente, fuera de lugar. Ahora bien, como vimos, esto no necesariamente era as en el caso delas ideas marxistas que l sostena: aunque tambin importadas, stas, asegura entonces, bien podranadecuarse a la realidad local.
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elaboraciones originales de Schwarz (como vimos, para l, todas las ideas estara
siempre igualmente fuera de lugar en la regin), pero al que la frmula de las ideas
fuera de lugar no alcanzara, sin embargo, acabadamente a representar. Ella dara as
lugar a interpretaciones algo simplistas respecto de su concepto (un llana denuncia de
la irrealidad de las ideas, y, ms especficamente, de las ideas liberales en el siglo XIX
en la regin). Sin embargo, tales interpretaciones, aunque demasiado poco sutiles, no
estaran tampoco del todo injustificadas. La recada de Schwarz en el tpico,
vehiculizada en parte por la propia ambigedad de su frmula, aunque no se sigue
directamente de l, tiene fundamentos en su propio concepto original. La misma hace
manifiesto, en definitiva, su lmite ltimo, y que la crtica de Carvalho Franco terminapor desnudar. En efecto, sta coloca a Schwarz frente a aquello a que toda su
argumentacin conduce y, sin embargo, no puede tematizar sin al mismo tiempo
desarticular el sistema categorial en que todo su concepto se inscribe y en funcin del
cual cobra sentido. En fin, dicha autora lo confronta a ese punto ciego en que su
sistema se funda y del que toma su coherencia, siendo a la vez, por definicin,
inabordable desde dentro del mismo: la radical indecidibilidad del tpico; esto es, el
hecho de que no se puede nunca determinar qu ideas estn fuera de lugar y cules no
desde fuera de un determinado marco conceptual particular. La crtica de Carvalho
Franco lleva as a hacer manifiesto aquello que, aunque implcito en el concepto de
Schwarz, ste debe no obstante obturar a fin de poder articularse: la naturaleza
eminentemente poltica de las atribuciones de alteridad de las ideas. Tal revelacin
tendra, sin embargo, su precio. El planteo de esta autora impedira entonces tematizar
las particularidades que derivaran de la condicin perifrica de la cultura local (y, en
ltima instancia, tenderan a ocultar su condicin como tal), que es justamente la
problemtica en torno a la cual giran las elaboraciones de Schwarz.
En las pginas que siguen intentaremos analizar cules son aquellas limitaciones
del concepto de Schwarz, no tanto de orden ideolgico, sino fundamentalmente
conceptuales que le impiden tomar distancia respecto del tpico y tornarlo
efectivamente materia de escrutinio crtico (evitando su recada en el mismo),
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buscando, al mismo tiempo, rescatar el ncleo de su teora que, segn entiendo,
permanece an hoy vigente. En definitiva, como veremos, el aporte decisivo de
Schwarz radica no tanto en las soluciones que ofrece (las que, segn estamos viendo,
no son verdaderamente tales) sino en la propia formulacin de la problemtica original
que plantea y motoriza todos sus desarrollos tericos: cmo abordar la cuestin relativa
a la naturaleza perifrica de la cultura local, tematizar la peculiaridad de la dinmica que
dicha condicin le impone a las ideas en la regin, sin recaer por ello en los dualismos
y, en ltima instancia, en los esencialismos propios de las corrientes nacionalistas.
Antes de analizar esto debemos, sin embargo, repasar brevemente otro de los debates
de los que particip Schwarz. La polmica anterior, segn vimos, refera al mbitocultural ms general, esto es, retomando los trminos de Arantes, a la dialctica entre
ideas y sociedad; la que veremos ahora remitir, en cambio, a una problemtica ms
especficamente esttica, a un segundo tipo de dialctica a partir de la cual se
desplegara justamente el modelo de anlisis literario que lo convertira en uno de los
crticos ms destacados en el subcontinente, a saber: aquella entre forma artstica y
contenido social.
De lugares y entrelugares de la crtica
Para abordar esta segunda dimensin en la obra de Schwarz es necesario, sin
embargo, antes desenmarcarla del contexto conceptual ms general del que surgelas
teoras de la dependenciapara situarla en la perspectiva de las corrientes crtico-
literarias ms especficas en que su modelo buscaba inscribirse.
El punto de referencia fundamental aqu lo constituye la obra de Antonio Candido.
El mrito fundamental de Candido radic, para l, en haber logrado desarrollar un
modelo de aproximacin sociolgica a la literatura sin por ello obliterar su dimensin
especficamente esttica. El mtodo crtico marxista de Schwarz se postula como una
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elaboracin y un desarrollo de aquel modelo, el cual podramos definir, en forma
abreviada, conforme a lo que Lucien Goldmann denomin estructuralismo gentico.17
ste trata, bsicamente, de combinar el anlisis esttico con el histrico-social (vaivn
que, para Schwarz, define a un enfoque de izquierda). Y ello supone una doble
impugnacin: por un lado, a los enfoques contenidistas, que, segn dice, producen
una desdiferenciacin de esferas anulando as la riqueza de la obra literaria, y, por otro,
a las aproximaciones formalistas que desgajan los productos artsticos de sus contextos
de emergencia y las condiciones materiales de su produccin. La clave para tal
conjuncin de estos dos niveles de anlisislo que llama, siguiendo a Walter Benjamin,
una mirada estereoscpicala aporta el concepto de forma. Dicho concepto lepermite, segn afirma, captar el trasfondo social del que nace una obra dando cuenta al
mismo tiempo de la productividad de su dimensin lingstica y literaria. No es en los
materiales que un artista utiliza, en los contenidos de su obra, sino en el nivel de los
procedimientos constructivos del relato que el entorno dado se encuentra representado,
o mejor dicho, reproducido de un modo especficamente literario. Pero si esto es as, es
porque lo social no es un contenido neutro sobre el que la forma literaria viene a
sobreimprimirse. En definitiva, dicho autor logra trascender la antinomia entre forma
literaria y contenido socialconcibiendo a este ltimo no como un mero material a ser
elaborado por medios lingsticos, sino como totalidades ya estructuradas, formas
objetivas capaces de pautar tanto una novela como una frmula deprecatoria, un
movimiento poltico o una reflexin terica, pasibles de confrontarse a travs de la
reconstruccin de aquella condicin prctica mediadora.18 Esto abre las puertas, en fin,
a la posibilidad de hallar homologas estructurales entre ambos niveles (textual y
extratextual) de realidad, sin por ello reducir uno al otro. La idea social de forma
asegura que se trata de un esquema prctico, dotado de lgica especfica.
17Vase, Goldman, Marxismo y ciencias humanas (Buenos Aires: Amorrortu, 1975).18Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias, 30.
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ste se traduce en un inters econmico-poltico, una ideologa, unjuego verbal, o bien en un enfoque narrativo. En cuanto a las afinidades,estamos en el universo del marxismo, para el cual los constreimientos
materiales de la reproduccin de la sociedad son ellos mismo formas debase, las cuales se imprimen, mal o bien, en las diferentes reas de lavida espiritual, en las que circulan reelaboradas en versiones ms omenos sublimadas, o falseadas; forma, por lo tanto, trabajando formas. Endefinitiva, las formas que encontramos en las obras son la repeticin o latransformacin, con resultado variable, de formas preexistentes, artsticaso extra-artsticas.19
En realidad, dicho concepto estructuralista gentico formaba ya parte del saber
establecido en los aos en que Schwarz comenz su labor crtica. La combinacin de
estructura e historia, recordara luego, estaba en el foco del debate terico de la
poca. La Crtica de la razn dialctica de Sartre dice que hizo de esta combinacin la
piedra de toque de la comprensin del mundo por la izquierda.20 El aporte particular de
Schwarz consisti, en verdad, en relacionar esta dialctica entre forma y contenido,
estructura e historia, anlisis literario y reflexin social con aquella otra, ms
especficamente latinoamericana, entre centro y periferia. De este modo se propona
comprender cmo la realidad local, que define las condiciones histricas particulares de
recepcin de los gneros y formas de expresin artsticas (siempre necesariamente
extranjeras debido a nuestra posicin marginal en los sistemas de produccin cultural),
determina eventualmente sus mismas formas, trastocndolas. Segn sealaba, en las
regiones perifricas el cruce de esta doble dialctica ser siempre al mismo tiempo
inevitable y problemtico.
La obra de Jos de Alencar resulta, para l, especialmente ilustrativa de las
contradicciones generadas por el traslado a Brasil de una forma literaria (la novela
realista, segn es desarrollada en Francia por Balzac) que era tpicamente burguesa y,
19Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias, 30-1.20Schwarz, Os sete flegos de um livro (1998), Seqncias, 50
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por lo tanto, poco adecuada para representar la realidad brasilea de esclavitud,
paternalismo y dependencia personal. En su memorable anlisis de Senhora (la ltima
de las novelas de Alencar), Schwarz descubre cmo opera en el plano literario aquella
dialctica antes sealada entre verdad y falsedad: la falsedad de la forma, el efecto
pardico generado por la transposicin al contexto brasileo de situaciones propias de
las novelas realistas burguesas, desnuda el verdadero contenido de esa realidad social
(un sistema en que el afn de lucro individual se encuentra encastrado en, y mediado
por relaciones de tipo paternalista). Segn seala, el genio de Machado de Assis
consisti en tornar este efecto pardico en un principio constructivo del relato. La
parodia se vuelve as autoparodia y se troca en la forma de la narracin (cuya modo dearticulacin es la digresin). Con este concepto Schwarz marca un giro en los estudios
machadianos (o, segn l mismo prefiere decir, contina la revolucin en la crtica
literaria brasilea iniciada por Antonio Candido), aportando una clave fundamental para
comprender el sentido de la ruptura que produce el autor de las Memorias pstumas de
Blas Cubas en las letras latinoamericanas. Mediante la digresin, Machado de Assis
quebraba el efecto de verosimilitud, volviendo pardico el propio impulso mimtico de la
novela realista. Retrabajado desde la periferia el gnero hace as manifiestos aquellos
dispositivos discursivos que debe ocultar para constituirse como tal (lo que lleva a
Schwarz a comparar la novelstica machadiana con su contempornea rusahay algo
en Machado de Gogol, Dostoievsky, Goncharov y Chejov, asegura).21
Tambin aqu vemos operar la dialctica entre verdad y falsedad que sealara con
relacin a Alencar, pero esta vez cobra un giro particular. De hecho, la misma habra
ahora de invertirse. En este caso, el contenido falso de la realidad brasilea desnuda
la verdad de la forma europea (que es su inherente falsedad). De este modo, dice,
nuestros exotismos nacionales se convierten en histrico-mundiales. De all el vnculo
que encuentra entre la obra de Machado de Assis y la de sus pares rusos.
21Schwarz, As idias fora de lugar,Ao vencedor as batatas, 28.
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Quizs esto sea comparable a lo que ocurra en la literatura rusa.
Comparadas con estas ltimas, incluso las ms grandes de las novelasfrancesas parecen ingenuas. Y por qu? A pesar de sus reclamos deuniversalidad, la psicologa del egosmo racional y la tica de la Ilustracinapareca en el Imperio Ruso como una ideologa fornea, y por lo tantouna local y relativa. Sostenida por su retraso histrico, Rusia forzaba a lanovela burguesa a enfrentar una realidad ms compleja.22
Schwarz nos descubre, pues, el secreto de la universalidad de la obra de
Machado de Assis. En su obra convergeran ambas dialcticas: la problemtica relativa
a cmo lograr una producitividad especficamente literaria siendo a la vez socialmente
representativa se asocia en ella a la cuestin de cmo ser universal en la periferia sin
renegar de tal condicin marginal en la cultura occidental sino, justamente,
explotndola. Pero es aqu tambin donde se empieza a complicarse el esquema
interpretativo de Schwarz.
En primer lugar, resulta evidente (y Schwarz de ningn modo lo desconoce) que la
parodizacin, y an la autoparodizacin del gnero no es verdaderamente una
originalidad brasilea o incluso propia de la periferia. De hecho, Machado de Assis
tom su modelo de un autor tambin europeo, Laurence Sterne. Y esto problematiza la
segunda dialctica tematizada por Schwarz (la existente entre centro y periferia): an
para subvertir los modelos europeos, los autores locales deberan siempre apelar
tambin a modelos importados. Llegado a este punto no slo comienza a disolverse la
oposicin entre lo falso y lo verdadero como correspondientes a lo local y lo
importado, respectivamente, como una lectura simplista de la frmula de Schwarz
puede llegar a sugerir. Como seala el crtico brasileo, lo verdadero en este contexto
no sera menos importado que lo falso en l, y viceversa. Lo que encontraramos en
todos los casos (es decir, tanto en el centro como en la periferia) seran, en realidad,
constelaciones contradictorias de elementos, siendo, por lo tanto, las lgicas de sus
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agrupamientos no fcilmente atribuibles a contextos dados. En definitiva, esta situacin
frustrara todo intento de descubrir rasgos que supuestamente particularicen a la cultura
latinoamericana e identifiquen su condicin perifrica.
En efecto, la observacin de posibles distorsiones locales generadas por la
transposicin a la regin de formas discursivas, ideas e instituciones originariamente
extraas al mismo tampoco autorizara a extraer la conclusin de que las ideas estn
siempre bien ubicadas en Europa y siempre mal ubicadas en Amrica Latina, como el
concepto de las ideas fuera de lugar parece suponer. Evidentemente, esto no es
cierto; el distorsionar las ideas y nombrar impropiamente las realidades no es una
peculiaridad brasilea o latinoamericana.23 Podemos an, de todos modos, aceptar queel tipo de dialctica hallada por Schwarz en la obra de Machado de Assis indicara un
tipo particular de distorsin, especfica de las regiones perifricas. Sin embargo, esta
afirmacin salva su objeto pero enfrenta a dicho autor ante un dilema todava ms serio.
El aspecto ms inquietante implcito en este intento por percibir los vestigios textuales-
narrativos de la condicin perifrica de la cultura local radica, en realidad, en el hecho
que el mismo termina volviendo su postura peligrosamente prxima a las del segundo
de sus dos grandes antagonistas en funcin de cuya crtica habra de articularse y
desarrollarse su concepto de las ideas fuera de lugar: Silviano Santiago.
Muy tempranamente, en El entrelugar en el discurso latinoamericano (1970),
Santiago introdujo una serie de conceptos extrados de las teoras crticas francesas
ms recientes (deconstruccionismo, postestructuralismo, etc.) para desarrollar un
concepto, de hecho, tambin implcito en los anlisis de Schwarz. Al igual que para
22Schwarz, Misplaced Ideas, 29.23El caso de la novela ilustra esto. Autores cono Friedrich Hebbel, por ejemplo, cuestionaban que, entanto que forma literaria, la novela romntica fuese adecuada a la realidad alemana, Hebbel, comoSchwarz para el caso brasileo, consideraba que esto se deba a que la historia alemana no haba tenidouna evolucin orgnica. Segn deca, es verdad que nosotros los alemanes no guardamos ningn lazocon la historia de nuestro pueblo /.../. Pero, cul es la causa? La causa es que nuestra historia no hatenido ningn resultado, que no podemos considerarnos a nosotros mismos el producto de nuestro
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ste, para Santiago el caso de Machado de Assis sera paradigmtico de la condicin
particular del discurso latinoamericano: ste encontrara su mbito especfico en ese
entrelugar que es el del desvo de la norma, la marca de la diferencia en el propio
texto original que destruye su unidad y pureza. Las lecturas en la periferia del
capitalismo no seran, pues, nunca inocentes. Las mismas no consistiran en una mera
asimilacin pasiva de modelos extraos, aunque tampoco usaran a stos para hacer
manifiesto un ser interior que los preexiste, sino que se orientaran a inscribirse como lo
otro dentro de lo Uno de la cultura occidental de la que forman parte, haciendo as
manifiestas sus inconsistencias inherentes.
Tal como lo interpreta (o reinterpreta) Santiago, el mtodo crtico implcito enCandido (y tambin en Schwarz), su modo de concebir los modos de contacto entre las
culturas local y occidental, supone, pues, la quiebra del concepto de influencia para
colocar en su lugar el de escritura, entendida como un trabajo sobre una tradicin de
la que se participa y, al mismo tiempo, se la violenta permanentemente sealando
aquellos desajustes locales como constitutivos de su mismo concepto. La idea de
Santiago de entrelugar lleva as a cuestionar la definicin de las relaciones entre
centro y periferia en trminos de original y copia.24 La obra de Machado de Assis
no sera una mera versin degradada de un modelo original europeo, supuestamente
superior y perfectamente acabado. Como vimos, tampoco para Schwarz lo es. Su
condicin perifrica le habra permitido de algn modo superar al modelo francs
revelando sus limitaciones inherentes. Esto resulta, adems, perfectamente coherente
con su lectura (o relectura) reciente de los postulados dependentistas, en la que afirma
que las contradicciones del desarrollo capitalista en la periferia arroja una luz
reveladora sobre las nociones metropolitanas cannicas de civilizacin, progreso,
desarrollo orgnico, como los franceses y los ingleses [citado por Georg Lukcs, La novela histrica(Mxico: Era, 1971), 75].24Vase Santiago, Uma Literatura nos trpicos (San Pablo: Editora Perspectiva, 1978).
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cultura, liberalismo, etc..25
Sin embargo, llegado a este punto, surgen en Schwarz reservas respecto de sus
mismas conclusiones. Para ste, el concepto aqu implcito de las ventajas del atraso
(un eco, nuevamente, de las discusiones en la Rusia del 05) conlleva, no obstante, el
riesgo de convertirse en una suerte de celebracin del subdesarrollo. Y ello le planteara
un dilema, a saber: cmo explicar la universalidad de la obra de un Machado de Assis
sin renunciar a encontrar en ella vnculos con su condicin perifrica (que determina su
contexto particular de emergencia y la convierten en una obra socialmente
representativa), pero, al mismo tiempo, evitando terminar encontrando en sta
propiedades epistmicas que lleven a diluir su situacin marginal en la culturaoccidental (no deja de ser significativo al respecto el hecho de que las teoras
deconstruccionistas que Santiago aplica a Amrica Latina sean ellas tambin
originariamente europeas). As, frente a Santiago, Schwarz habra de insistir en la
necesidad de plantear la condicin perifrica como deficiencia, sin caer, no obstante, en
la ingenuidad nacionalista de verla nicamente en trminos de una mera carencia. En
fin, un dilema complicado, cuya sola formulacin representa un aporte fundamental para
la teora cultural latinoamericana, dado que delimita un horizonte de interrogacin
definitivamente significativo y complejo, al cual, sin embargo, Schwarz no podra ya
encontrar soluciones consistentes con su propio concepto.
En una Conferencia dictada en abril de 2001 en Buenos Aires, Schwarz
esquematiz su propuesta al respecto en trminos de una doble desautomatizacin.
Segn seala, el gran mrito de Candido habra sido el de desautomatizar la oposicin
centro / periferia de la oposicin superior / inferior: como lo muestra primero
Machado de Assis (y hoy parece ya innegable; para demostrarlo bastara con citar slo
algunos pocos nombres) el carcter perifrico de la produccin literaria local no la
condenara necesariamente a una condicin de inferioridad respecto de la europea. Sin
25Schwarz, A nota especfica (1998), Seqncias, 153.
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embargo, an rechaza el intento alegadamente postestructuralista de desautomatizar
la oposicin entre centro y periferia de aquella otra entre el modelo y la copia.
Schwarz retoma aqu un planteo suyo de Nacional por subtrao (1986), cuando
discuta con lo que llamaba las teoras de los filsofos franceses (Derrida y Foucault).
Segn stos, dice, sera ms exacto y neutro pensar en trminos de una secuencia
infinita de transformaciones, sin principio ni fin, sin primero ni segundo, sin mejor ni
peor.26 La anulacin de la nocin de copia permitira as ampliar la autoestima y
liberar la ansiedad del mundo subdesarrollado sin, sin embargo, resolver ninguna de
las causas que mantienen a la regin en el subdesarrollo.27 Tales teoras llevaran as a
desconocer llanamente las asimetras reales existentes a nivel mundial en cuanto arecursos tanto materiales como simblicos.
En definitiva, Schwarz piensa que las nuevas corrientes crticas representan slo
una suerte de adecuacin al proceso de mercantilizacin de la cultura (cuya falta de
tematizacin Schwarz considera, retrospectivamente, uno de los dficits fundamentales
del Seminario de Marx de San Pablo),28 proyectado hoy a escala mundial. En el
contexto de la globalizacin econmica, el antiguo formalismo cobrara un nuevo
sentido. En su paso del estructuralismo al postestructuralismo, dice, su pseudo
radicalismo artstico, de subversin cultural en abstracto, especialmente en el lenguaje,
se convierte en ideologa literaria general.29 El trastocamiento simblico
postmodernista de las jerarquas sera slo la contracara y contraparte necesaria de su
reforzamiento efectivo. La revolucin permanente a nivel formal se habra vuelto as
funcional a la contrarrevolucin material hoy alegadamente en curso.
26Schwarz, Nacional por subtrao, Que horas so?, 35. Como deca Borges, presuponer que todarecombinacin de elementos es obligatoriamente inferior a su original es presuponer que el borrador 9 esobligatoriamente inferior al borrador Hya que no puede haber sino borradores. El concepto de textodefinitivo no corresponde sino a la religin o al cansancio [Jorge Luis Borges, Las versiones Homricas,Obras Completas (Buenos Aires: Emec, 1974), 239].27Schwarz, Nacional por subtrao, Que horas so?, 35.28Schwarz, Um seminrio de Marx (1995), Seqncias, 103.29Schwarz, Discutindo com Alfredo Bosi (1993), Seqncias, 85.
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Lo visto explica, en ltima instancia, la paradoja sealada en el apartado anterior:
la apelacin de Schwarz a una frmula, como la de ideas fuera de lugar, en principio,
poco apropiada a su objeto (y que ha dado lugar a las acusaciones, como vimos, no
siempre infundadas, de dualismo), a saber, precisamente, problematizar el supuesto
nacionalista de que las ideas europeas estaran en Amrica Latina fuera de lugar.
Esta paradoja se aclara, pues, cuando la situamos en el contexto particular en que
Schwarz elabora su concepto. A comienzos de la dcada del 70 la problemtica relativa
a la periferia y la crtica a las desviaciones nacionalistas-populistas de la izquierda
comunista haba, en realidad, perdido su anterior centralidad y cedido su lugar a otra
enfocada en las consecuencias para la produccin crtica y artstica del desarrollo enBrasil un mercado capitalista avanzado de bienes culturales y su aparente capacidad
para absorber todo intento de transgresin, asimilarlo a su lgica, y convertirlo en
instrumento para su propia reproduccin.30 Schwarz estaba ya escribiendo, en realidad,
en un contexto crecientemente hostil a los postulados dependentistas. La frmula de las
ideas fuera de lugar a la que entonces se aferra, aunque poco apropiada, puesto que
tiende a allanar las sutilezas de su concepto, permitira al menos preservar la nocin de
la existencia de asimetras entre centro y periferia, entre el modelo (europeo) y la
copia local.
En los modos de definicin de su concepto se combinan, pues, razones de orden
tanto terico como extraterico. El crtico brasileo enmarcaba su crtica de las
corrientes postmodernistas en una perspectiva fundamentalmente tico-poltica. Y esto
le permita descartar la misma sobre la base de consideraciones pragmticas, es decir,
de su incapacidad para generar acciones conducentes a superar la dependencia
cultural latinoamericana. En definitiva, piensa, las mismas representaran suertes de
compensaciones simblicas a contradicciones reales a las que ayudan as a perpetuar.
Sin embargo, la cuestin que aqu se planteaba no era verdaderamenteo
30Vase al respecto la serie de ensayos reunidos en Florencia Garramuo y Adriana Amante, comps.,Absurdo Brasil(Buenos Aires: Biblios, 2001).
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exclusivamentede ndole tico-poltica sino epistemolgica, involucraba aspectos
fcticos relativos a la dinmica de los procesos socio-culturales. Lo cierto es que el
tema de la imitacin es mucho ms complejo que lo que el concepto de Schwarz
sugiere. Su aproximacin en trminos de modelos y desviaciones es, sin duda, una
simplificacin de los siempre infinitamente intrincados procesos de generacin,
transmisin, difusin y apropiacin de ideas.31 Por otro lado, tampoco existe una
correspondencia unvoco entre ambos aspectos de su contienda polmica: uno bien
podra estar de acuerdo con Schwarz en cuanto a sus postulados ideolgicos, y an as
tener una perspectiva de los procesos de intercambio cultural muy distinta a la suya.32
Resulta necesario, pues, realizar un deslinde. La pregunta que surge aqu es si laoposicin entre modelo y copia es realmente apropiada para dar cuenta del tipo de
asimetras culturales que l se propone destacar y analizar.
Volviendo a su esquema de las desautomatizaciones, si bien el dilema que
formula Schwarz resulta, como dijimos, sumamente significativo, hay que decir que la
solucin que encuentra (aceptar la primera desautomatizacin que produce Candido,
pero no la segunda que realiza Santiago) resulta sumamente precaria. Uno bien puede
argir que la primera de ellas presupone ya lgicamente a la segunda. En efecto, la
disolucin de la oposicin entre lo superior y lo inferior como paralela a aquella entre
31En ltima instancia, el problema que la definicin de Schwarz plantea es: cmo trazar, en la prctica,la lnea que separa el mbito en que las ideas se encuentran bien situadas de aqul en que stasestaran fuera de lugar? Para poner un ejemplo tomado de la literatura, Noches tristes y da alegre deFernndez de Lizardi (1818-9) es una imitacin de Noches lgubres (1771) de Jos Cadalso, que es, asu vez, una imitacin de Night Thoughts (1742-5) de Edward Young, que es probablemente unaimitacin de alguna obra anterior, y as sucesivamente. Por otro lado, los imitadores de Fernndez deLizardi en Mxico forman una legin. Ahora bien, cmo podemos distinguir, en la serie de sus
desplazamientos, el original (u originales) de la copia (o copias).32De hecho, Schwarz establece relaciones demasiado mecnicas entre teoras literarias e ideologaspolticas, produciendo as una desdiferenciacin de esferas. No obstante, como l mismo observa, entrelos postulados de una determinada teora esttica y sus posibles derivaciones ideolgicas no existe unarelacin lgica necesaria, sino que media un proceso de traduccin, abierto siempre, en diversasinstancias, a interpretaciones alternativas: segn seala, tanto las teoras contenidistas (el conceptomimtico de la produccin artstica) como las formalistas (el constructivismo esttico) pueden o bientener un valor crtico o bien alinearse con el oscurantismo, y pueden incluso tener un efecto crticogracias a este ltimo alineamiento (Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias,
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centro y periferia destruye tambin su paralelismo con la tercera de las oposiciones: si
algo perifrico deja de ser inferior cabe suponer que es porque de alguna forma
super ya su condicin de mera copia degradada respecto de algn supuesto
modelo para cobrar originalidad propia. Sea como fuere, siguiendo su propio
argumento, aquella primera desautomatizacin producida por Candido vuelve ociosa a
la segunda desde el momento en que es ya, potencialmente, definitivamente ms
devastadora de la oposicin entre centro y periferia que la postulada por Santiago (ante
la quiebra de la oposicin entre lo superior e inferior, la preservacin de aquella
segunda entre el modelo y la copia aparece como apenas un frgil consuelo). Siendo
esto as, medidas ambas segn la vara de sus supuestos efectos prcticos (que es elcontexto en que el propio Schwarz sita la discusin), no quedara claro ya por qu
aceptar a aquella primera desautomatizacin pero no a esta ltima.
Por otro lado, y esto es quizs ms grave desde un punto de vista metodolgico,
la insistencia de Schwarz en preservar el esquema de los modelos y las
desviaciones, aunque tericamente poco eficaz, no carece, de todas maneras, de
consecuencias prcticas para la investigacin histrico-intelectual. Su planteo termina,
de hecho, sirviendo para reforzar problemas inherentes a la historia de ideas en
Amrica Latina.33
Las limitaciones inherentes a la historia de ideas
En efecto, las paradojas implcitas en su frmula de las ideas fuera de lugar se
expresan, a su vez, en una cierta tensin entre su mtodo crtico y sus derivaciones
hitrico-intelectuales. En su trnsito del plano de la crtica literaria al mbito de los
40-1).33La historia de ideas de la que hablamos es la disciplina que concibe a los textos que analiza comoensambles de ideas, entendidas en el sentido de proposiciones (statements), es decir, afirmaciones onegaciones respecto del estado del mundo, representaciones de la realidad que pueden eventualmenteser verdaderas o falsas (descripciones adecuadas o distorsionadas de su objeto).
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discursos conceptuales las sutilezas de sus percepciones tienden a perderse haciendo
manifiestas las estrecheces heursticas del esquema de modelos y desviaciones
como grilla para comprender el desenvolvimiento errtico de las ideas en Amrica
Latina.
Siguiendo el esquema de modelos y desviaciones, la historiografa de ideas en
Amrica Latina se encontrara desde sus orgenes organizada en torno a la bsqueda y
definicin de las distorsiones producidas por el traslado a la regin de ideas liberales
que, supuestamente, resultaban incompatibles con la cultura y tradiciones heredadas.34
Los historiadores de ideas locales coinciden as en postular que, en el siglo XIX, el
resultado de la colisin entre la cultura tradicionalista nativa y los principios universalesdel liberalismo habra sido una suerte de ideologa transaccional, que Jos Luis Romero
defini como liberal-conservadora.35 Confrontadas a un medio que les era extrao y
hostil, las ideas modernas liberales cobraron en la regin, segn se afirma, un carcter
marcadamente conservador y retrgrado.
Tal esquema, sin embargo, al reducir todas las aristas problemticas en la historia
intelectual local a cuestiones relativas a lo que en filosofa legal se llama adjudicatio (la
aplicabilidad o no de una norma a un caso particular), impedira, de hecho, a loshistoriadores de ideas interrogar crticamente los modelos putativos, bloqueando as
de antemano la eventual problematizacin de los mismos, que es precisamente, como
sealara Schwarz, el aspecto ms interesante en la obra de Machado de Assis: cmo
sta haca manifiestos desde dentro del gnero problemas que eran inherentes al
mismo. La apelacin a esa entidad vaga llamada Europa funciona aqu, por el
contrario, a modo de invocacin a esa suerte de esfera supralunar en que las ideas
34En palabras de uno de los ms lcidos historiadores de ideas del rea, Charles Hale: La experienciadistintiva del liberalismo deriva del hecho que las ideas liberales se aplicaron en pases altamenteestratificados en trminos sociales y raciales, econmicamente subdesarrollados, y con una arraigadatradicin de autoridad estatal centralizada. En sntesis, las mismas se aplicaron en un ambiente extrao yhostil [Hale, Political and Social Ideas in Latin America, 1870-1930, en Bethell, comp., The CambridgeHistory of Latin America (Cambridge: Cambridge University Press, 1989), vol. IV, 368].35Romero, Las ideas polticas en Argentina (Buenos Aires, F.C.E, 1984), cap. V.
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encontraran, alegadamente, su lugar apropiado. De all que, dentro de este marco
conceptual, el que las ideas de un autor determinado se hayan apartado del supuesto
tipo ideal liberal (el logos) slo pueda interpretarse como sintomtico de algn pathos
oculto, ya sean sus races individuales (prejuicios conservadores, o, simplemente, falta
de agudeza mental), sociales (limitaciones de clase), o bien nacionales (una cultura
retrgrada y tradicionalista). Los modelos son, en la regin, simplemente asumidos
como perfectamente consistentes, y su sentido absolutamente transparente. A las
definiciones de manual, simplistas por naturaleza, se las toma, pues, aqu acrticamente
como puntos de partida vlidos; el nico problema que la historia de ideas
aparentemente plantea en Amrica Latina es algo, de hecho, completamente externo alas mismas: su aplicabilidad o no al especfico contexto local.36
Desde un punto de vista conceptual, la consecuencia ms grave del punto anterior
es que las aproximaciones tradicionales a la historia de ideas necesaria y
sistemticamente fracasan, no obstante, en su intento de hallar algo peculiar a
Amrica Latina, como pretenden. A fin de postular el hallazgo de alguna peculiaridad
latinoamericana los historiadores de ideas locales no slo deben simplificar la historia
de ideas europea, borrando todas sus aristas problemticas y eliminando la complejidad
de su curso efectivo. El punto es que aun as difcilmente encontrarn algn modo de
describir las postuladas idiosincrasias latinoamericanas con categoras no europeas.
Como seala Schwarz, trminos tales como conservadurismo, y an la mezcla
ideolgica expresada en la frmula de Romero (liberalismo conservador), se tratan,
evidentemente, de categoras no menos abstractas y europeas que su opuesto
liberalismo. No obstante ello, todava es cierto que, dentro del marco de estas
aproximaciones, en la medida en que, segn el consenso general, los pensadores
latinoamericanos no realizaron ninguna contribucin relevante a la historia universal
36En La poltica del disenso. La polmica en torno al monarquismo (Mxico, 1848-1850)... y las aporasdel liberalismo (Mxico: F.C.E., 1998) intento mostrar cmo la crisis del sistema poltico mexicano llevaraeventualmente a revelar contradicciones intrnsecas al propio concepto liberal-republicano.
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del pensamiento, lo nico que puede an justificar y tornar relevante su estudio es la
expectativa de hallar distorsiones (cmo las ideas se desviaron del patrn
presupuesto). Encontramos aqu, en fin, la contradiccin bsica de las aproximaciones
centradas en las ideas: stas generan una ansiedad por la particularidad que nunca
pueden satisfacer. En sntesis, la historia de ideas lleva a un callejn sin salida.
As, obligada a postularse un objetivo que nunca puede alcanzar, sta mina sus
propios fundamentos. Como vimos, Schwarz es particularmente lcido sobre esta
situacin (la simultnea necesidad-imposibilidad de distorsiones en la historia de ideas
local). Sin embargo, ste toma por una caracterstica de la historia intelectual
latinoamericana lo que es, en realidad, un problema inherente a las propiasaproximaciones a la misma. Si no es posible encontrar los supuestos rasgos que
especifican a las ideas en el contexto local es, en ltima instancia, porque esas mismas
aproximaciones lo impiden: considerado desde el punto de vista de su contenido
ideolgico, todo sistema de pensamiento cae necesariamente dentro de un limitado
rango de alternativas, ninguna de las cuales puede pretender aparecer como una
exclusividad latinoamericana. Las ideas de un autor dado slo pueden ser, dentro de
este esquema, o bien ms liberales que conservadoras, o bien ms conservadoras que
liberales, o bien deben caer en algn punto equidistante entre ambos polos (y el mismo
patrn habr de reproducirse en cada uno de los distintos tpicos en que historia de
ideas tradicionales se encuentran normalmente organizadas). En definitiva, cuando
analizamos los textos abordndolos exclusivamente al nivel de los contenidos
proposicionales, el espectro de los posibles resultados puede establecerse
perfectamente a priori; las posibles controversias se reducen nicamente a cmo
categorizar los mismos.
Los problemas hallados para historizar las ideas (encontrar las marcas
caractersticas que las particularizan) resultan, en ltima instancia, del hecho de que las
ideas son generales y ahistricas por definicin; las condiciones de su eventual
emergencia o desaparicin en contextos especficos indican slo circunstancias
externas a las mismas. De all la tendencia entre los historiadores de ideas a
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complementar sus descripciones de los contenidos intelectuales de los textos con
referencias al contexto local. Sin embargo, como seala Pocock, el reduccionismo de
ningn modo sirve para rescatar al historiador de la circunstancia de que las
construcciones intelectuales que estaba tratando de controlar no eran fenmenos
histricos en absoluto, en la medida en que haban sido construidos a partir de modos
ahistricos de interrogacin.37 En el marco de este tipo de enfoques, mientras que los
modelos resultan construcciones a priori, las culturas locales aparecen como suertes
de substratos eternos. El resultado es una narrativa cuasi-histrica que slo combina
dos abstracciones.
De este modo, tales problemas locales plantean cuestiones epistemolgicas dealcance ms vasto. Desde la perspectiva exclusiva de los contenidos semnticos de los
discursos, entre ideas y realidad, entre texto y contexto, slo existira una relacin
mecnica externa en la que el primer trmino (el contexto) aparecera como meramente
una especie de escenario exterior para el desarrollo de las ideas (el texto). Entre uno y
otro nivel no hay an verdadera interpenetracin. Y aqu radica tambin la limitacin
fundamental contra la que choca el enfoque de Schwarz. En definitiva, si ste no puede
dar cuenta de las razones epistemolgicas para la necesidad-imposibilidad de tales
distorsiones es porque l mismo descansa sobre las premisas que determinan tal
necesidad-imposibilidad. La raz ltima de ello se encuentra en una perspectiva
lingstica decididamente pobre, inherente a la historia de ideas, que reduce el
lenguaje a su funcin puramente referencial. Es sta la que provee los fundamentos
para la distincin entre ideas y realidades en la que el problema de las ideas fuera
de lugar se sostiene. Y ste es tal slo sobre la base del supuesto de esta distincin:
tan pronto como el mismo se ve minado, el problema de la imitacin pierde todo
sentido. Pero hacer esto requiere la reformulacin de su entero universo categorial, lo
que conlleva no slo la definicin de otros temas para la historia intelectual, sino,
37J.G.A. Pocock, Politics, Language, and Time. Essays on Political Thought and History (Chicago: TheUniversity of Chicago Press, 1989), 10.
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fundamentalmente, la reformulacin de su mismo objeto de estudio, esto es, del
concepto de texto, incorporando a su definicin la consideracin de aquella dimensin
pragmtica que le es inherente.
Representacin y uso de las ideas
Esta perspectiva tradicional de la historia de ideas que relatamos representa, en
realidad, una simplificacin del mtodo crtico de Schwarz (como vimos, el mismo es
mucho ms sutil y complejo). An as, tal patrn interpretativo tradicional (que es el que
se encuentra en la base del esquema de modelos y desviaciones) encuentra races
conceptuales profundas en su propia teora. Las mismas se ligan, como dijimos, a una
perspectiva lingstica pobre. Nuevamente una expresin de Pocock resulta sumamente
relevante: el punto aqu ms bien, dice, es que, bajo la presin de la dicotoma
idealismo / materialismo, hemos concentrado toda nuestra atencin en el pensamiento
como condicionado por los hechos sociales fuera del mismo, y ninguna al pensamiento
como denotando, refiriendo, asumiendo, aludiendo, implicando, y realizando una
variedad de funciones de las cuales la de contener y proveer informacin es la ms
simple de todas.38
En efecto, que Schwarz asocie el que las ideas en Amrica Latina se encuentren
fuera de lugar con el hecho de que las mismas resulten descripciones inadecuadas
(representaciones distorsionadas) de la realidad local denota que su perspectiva
pivotea an sobre la base de este concepto tradicional de la historia de ideas que
reduce el lenguaje a su funcin meramente referencial (las ideas como
representaciones de la realidad). Sin embargo, el tipo de problemtica que l se
propone abordar excede el mbito estrictamente semntico del lenguaje. De hecho,
entendida en este sentido, la expresin ideas fuera de lugar resulta una contradiccin
en los trminos. La definicin de un discurso dado como fuera de lugar conlleva la
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referencia a su dimensin pragmtica, a las condiciones de su enunciacin. Algunas
distinciones conceptuales nos permitirn, pues, precisar las races conceptuales de las
paradojas y problemas a que la frmula de Schwarz conduce.
Si dicha frmula representa una contradiccin en los trminos es porque en ella se
confunden dos instancias lingsticas muy distintas. Schwarz introduce en esta frmula
un factor pragmtico-contextual en un nivel semntico de lenguaje, lo que
necesariamente engendra una discordancia conceptual, lo lleva a describir a las ideas
en trminos de significados y proposiciones atribuyndole, sin embargo, funciones que
son propias de su uso. Las ideas (el nivel semntico) suponen proposiciones
(afirmaciones o negaciones respecto del estado del mundo). stas no se encuentrandeterminadas contextualmente: el contenido semntico de una proposicin (qu se
dice) puede establecerse independientemente del contexto y modo especfico de su
enunciacin.39 Las consideraciones contextuales remiten, en cambio, a la dimensin
pragmtica del lenguaje. Su unidad es el enunciado (utterance), no la proposicin
(statement). Lo que importa en el enunciado no es el significado (meaning), sino el
sentido (significance). ste ltimo, a diferencia del anterior, no puede establecerse
independientemente de su contexto particular de elocucin. El mismo refiere no slo a
qu se dijo (el contenido semntico de las ideas), sino tambin a cmo se dijo,
quin lo dijo, dnde, a quin, en qu circunstancias, etc. La comprensin del
sentido supone un entendimiento del significado; sin embargo, ambos son de naturaleza
muy distinta. El segundo pertenece al orden de la lengua, describe hechos o
situaciones; el primero, en cambio, pertenece al orden del habla, implica la realizacin
de una accin. Lo visto hasta aqu puede representarse como sigue:40
38Pocock, Politics, Language, and Time, 37.39Por enunciacin se entiende aqu la accin de enunciar; el enunciado sera el resultado de dichaaccin.40Fuente: Oswald Ducrot, El decir y lo dicho (Buenos Aires: Hachette, 1984), 31.
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Enunciado E(utterance) en situacinx
Componente lingstico (statements)
Significado de E Componente retrico
(meaning)
Sentido de Een situacinx
(significance)
En el marco de nuestra discusin presente el punto crtico es que las ideas (en
tanto que proposiciones o statements) son verdaderas o falsas (representaciones
correctas o erradas de la realidad), pero nunca estn fuera de lugar; slo los
enunciados lo estn: el estar fuera de lugar es necesariamente una condicinpragmtica; indica que alguien dijo algo de un modo incorrecto, o que fue dicho por la
persona equivocada, o en un lugar inapropiado, o en un momento inoportuno, etc.
Inversamente, los enunciados, como tales, pueden eventualmente estar fuera de
lugar, pero no ser falsos o verdaderos. Slo las proposiciones lo son. Un enunciado
particular puede quizs contener proposiciones falsas, pero an as es verdadero
(real) en tanto que tal. Los enunciados, de hecho, trascienden la distincin entre
ideas y realidad: ellos son siempre reales como actos de habla (para decirlo con los
trminos de Austin). Esto explica una de las paradojas que seala Schwarz: que un
enunciado contenga proposiciones falsas (representaciones distorsionadas de la
realidad) y que an as sea verdadero. Pero sta no remite a ninguna particularidad
brasilea o latinoamericana, sino a una facultad inherente al lenguaje.
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Podemos sintetizar ahora el postulado fundamental que organiza este trabajo: la
definicin de un modelo que permita dar cuenta de la dinmica problemtica de las
ideas en Amrica Latina, en la medida en que esto involucra una consideracin de la
dimensin pragmtica del lenguaje, no puede realizarse con el tipo de herramientas
conceptuales que Schwarz maneja (que son, en definitiva, las tradicionales de la
historia de ideas). Slo a partir de una consideracin simultnea de las diversas
instancias de lenguaje pueden establecerse relaciones significativas entre los textos y
sus contextos particulares de enunciacin, hallar un vnculo que conecte los dos
canales de la visin estereoscpica (anlisis literario y reflexin social) que propone
Schwarz,
41
y convertir as a la historia intelectual en una verdadera empresahermenutica.42 Si enfocamos nuestro anlisis exclusivamente en la dimensin
referencial de los discursos, no hay modo de trazar las marcas lingsticas de su
contexto de enunciacin, puesto que, en efecto, las mismas no radican en este nivel. De
all, en fin, que, siguiendo los procedimientos habituales de la historia de ideas, no
pueda hallarse en las ideas latinoamericanas ninguna marca que las particularice e
41Schwarz, Adequao nacional e originalidade crtica, Seqncias, 28.42Las historias de ideas tradicionales, en cambio, estn condenadas a oscilar entre lo obvio y loindemostrable: dentro de sus marcos, mientras que el significado tanto del texto como del contextoaparecen, en su presencia inmediata, como absolutamente transparentes (el texto es simplemente loque tengo delante de mis ojos, esto es, el conjunto de lo que en el mismo se afirma o se niega; alcontexto, por su parte, lo debo ya conocer, su conocimiento me viene dado desde afuera), las hiptesisrespecto de sus relaciones mutuas resultan (an las ms plausibles) siempre indemostrables. De all que,como seala Pocock, en este tipo de aproximaciones, el trazado de las conexiones entre textos ycontextos genera una circularidad lgica: los puntos de vista relativos a sus relaciones no son realmente(y nunca pueden ser) los resultados de la investigacin emprica, sino que constituyen sus premisas (lasque son subsecuentemente proyectadas como conclusiones de la misma). El slogan, dice Pocock, deque las ideas deberan estudiarse en su contexto social y poltico corre, para m, el riesgo de convertirseen pura palabrera. La mayora de los que lo pronuncian suponen, a menudo inconscientemente, que
ellos ya saben cul es la relacin entre las ideas y la realidad social. Comnmente toma la forma de unateora cruda de la correspondencia: las ideas en estudio se las supone que son caractersticas de aquellafaccin, clase o grupo al que su autor perteneca, y se explica cmo tales ideas expresan los intereses,esperanzas, miedos o racionalizaciones tpicas de dicho grupo. El peligro aqu es el de argumentar encrculos. De hecho es sumamente difcil identificar sin ambigedad la adscripcin social de un individuo, yan mucho ms la de una ideasiendo la conciencia algo siempre tan contradictorioy uno tiende asostener las suposiciones que uno hace respecto de la posicin social de dicho pensador con lassuposiciones que uno hace de la significancia social de sus ideas, y luego a repetir el procedimiento en ladireccin contraria produciendo una definitivamente deplorable perversin metodolgica (Pocock,
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identifique como tales: nicamente la consideracin de la dimensin pragmtica de los
discursos permite comprender los mismos como eventos (actos de habla) singulares.
En definitiva, la bsqueda de las determinaciones contextuales que condicionan los
modos de apropiacin, circulacin y articulacin de los discursos pblicos nos conduce
ms all de la historia de ideas.
De las ideas al lenguaje
El enfoque en los usos de las ideas plantea tambin algunos problemas tericos. Por
ejemplo, al desplazar la atencin de la lengua (el arco virtual de afirmaciones posibles
dentro del mismo) al habla (su realizaciones efectivas particulares) se presta a terminar
diluyendo las condiciones estructurales (es decir, aquellos datos ms o menos rgidos y
permanentes) que trascienden los contextos singulares de enunciacin y determinan,
en definitiva, la situacin marginal de la cultura local. No obstante, esto no es
necesariamente as. Por el contrario, el paso de una historia de las ideas a una
historia del lenguaje ofrece eventualmente una nueva base para abordar el tipo de
cuestiones que Schwarz se propuso tematizar. De todos modos, es cierto que hacerlo
obligara, al mismo tiempo, revisar aspectos fundamentales de su concepto. Un ejemplo
ayudar a aclarar ambas cuestiones. Un modelo particularmente relevante en este
sentido es el desarrollado por Iuri Lotman.43 La aplicacin de su concepto de
semiosfera al anlisis de la problemtica planteada por Schwarz nos permitir
observar en qu sentido una aproximacin centrada en los lenguajes puede proveer
una marco ms sofisticado para avanzar en su mismo proyecto, ilustrando al mismo
tiempo la naturaleza de las limitaciones que le impona su inscripcin dentro de los
marcos tradicionales de la historia de ideas.
Politics, Language, and Time, 105).43Vase Iuri M. Lotman, La semiosfera. I: Semitica de la cultura y del texto (Barcelona: Ctedra /Universitat de Valncia, 1996) y La semiosfera. II: Semitica de la cultura, del texto, de la conducta y del
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La semitica, como se sabe, es la disciplina que ha venido a ocupar en nuestros
das el lugar que dej vacante el eclipse de la retrica clsica. sta ha tratado de
analizar sistemticamente los procesos de intercambio simblico. Su piedra de toque
fue la definicin de la unidad comunicativa elemental representada por el esquema
emisor -> mensaje -> receptor. Sin embargo, para Lotman, ese esquema monolinge
resulta en un modelo abstracto, sumamente estilizado y esttico, de los procesos de
generacin y transmisin de sentidos. Como l muestra, ningn cdigo, texto o
lenguaje (trminos que usa en forma intercambiable) existe aislado; todo proceso
comunicativo supone, dice, la presencia de al menos dos cdigos y un operador de
traduccin. El concepto de semiosfera seala, precisamente, la coexistencia ysuperposicin de infinidad de cdigos en el espacio semitico (lo que, en ltima
instancia, determina su dinmica). Dicho concepto, como sealamos, representa una
alternativa posible para reelaborar la modelo de Schwarz que rescate el ncleo fuerte
de su propuesta original (y que su propia formulacin llev a diluir).
En primer lugar, el modelo de Lotman aclara un concepto que se encuentra slo
parcialmente articulado en los textos del crtico brasileo. Segn afirma el semilogo
estonio, si bien todo cdigo (v.g., una cultura nacional, una tradicin disciplinar, una
escuela artstica o bien una ideologa poltica) se encuentra en constante interaccin
con aquellos otros que forman su entorno, tiende siempre, sin embargo, a su propia
clausura a fin de preservar su equilibrio interno u homeostasis. El mismo genera as una
autodescripcin o metalenguaje por el cual legitima su rgimen de discursividad
particular, recortando su esfera de accin y delimitando internamente los usos posibles
del material simblico disponible dentro de sus contornos. Y de este modo fija tambin
las condiciones de apropiacin de aquellos elementos simblicos extrasistmicos: una
idea correspondiente a un cdigo que le es extrao no puede introducirse en l sin
antes sufrir un proceso de asimilacin al mismo. Esto muestra que, en definitiva, el
espacio (Barcelona: Ctedra / Universitat de Valncia, 1998). Agradezco a Eduardo Saguier el habermellamado la atencin sobre las posibles afinidades entre el concepto de Schwarz y las ideas de Lotman.
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canibalismo semitico no es una particularidad brasilea, y mucho menos una
herencia cultural tup, como imaginaba Oswald de Andrade.44
En este marco se comprende mejor la crtica primera de Schwarz al rechazo por
parte de los nacionalistas a la imitacin de los modelos forneos, cuando seala que
la imitacin no alcanza a explicarse por s misma, sino que deben buscarse en la propia
realidad brasilea las condiciones que explican esa tendencia a adoptar conceptos
extraos para describir (siempre impropiamente) a la realidad local. En definitiva, deca
Schwarz, en el mismo acto de imitar la cultura brasilea hace manifiesta su naturaleza
inherente. Pero ello tambin muestra que, como sealaba Carvalho Franco, nunca las
ideas estn realmente fuera de lugar, esto es, que nunca los intercambioscomunicativos suponen meras recepciones pasivas de elementos extraos. Para ser
asimilados, stos deben ser (o volverse) legibles por la cultura que los ha de
incorporar (de lo contrario, resultaran irrelevantes para la misma, invisibles desde su
horizonte particular). La pregunta a que esta comprobacin enfrenta a Schwarz puede
formularse as: cmo pueden las ideas ser asimilables como propias y extraas al
mismo tiempo? Aparentemente, la nica forma de salvar la nocin de los desajustes
locales sera volver atrs en sus argumentos y postular la existencia de un cierto
substrato ms autntico de nacionalidad a la que su propia cultura superficial fallara
en expresar o representar, que es precisamente lo que sostiene el discurso
nacionalista. La alternativa obligada as sera o bien disolver la problemtica relativa a la
condicin perifrica de la cultura local, o bien volver a los marcos dualistas propios del
nacionalismo. Existe, sin embargo, una tercera opcin, que Schwarz esboza sin poder
an desarrollar consistentemente.
44En Die Nationalittetenfrage und die Sozialdemokratie (1924), el lder socialista Otto Bauer sintetizesta idea en su concepto de apercepcin nacional. Su definicin del mismo resulta sugestivamentesimilar a la idea de Oswald de Andrade del canibalismo cultural. Segn afirma sta, la apercepcinnacional indica que ninguna nacin adopta elementos forneos en forma inalterada; cada una losadapta a su ser total, y los somete al cambio en su proceso de adopcin, de digestin mental [Bauer,The Nation, en Gopal Balakrishnan, comp., Mapping the Nation (Londres: Verso, 1996), 68].
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De hecho, la piedra de toque de su concepto lo seala un giro fundamental que l
introduce en los modos de abordar la cuestin. Su interrogacin original ya no referira
verdaderamente a la supuesta extraeza de las ideas y la cultura brasilea sino, ms
bien, a cmo es que las mismas vienen eventualmente a ser percibidas como tales por
determinados sectores de la poblacin local. La referencia a las ideas de Lotman puede
sernos de utilidad para aclarar tambin este punto. Como ste seala, si bien los
procesos de intercambio cultural no involucran nunca una mera recepcin pasiva de
elementos extraos, y precisamente por ello, es inherente a stos la ambivalencia
semitica, la que tiene dos orgenes. En primer lugar, las equivocidades resultantes del
hecho de que los cdigos (al igual que la semiosfera, considerada en su conjunto) noson internamente homogneos: en su interior coexisten y se superponen (se encuentra
cruzado por) infinidad de subcdigos que tienden, a su vez, a su propia autoclausura,
haciendo no siempre posible la mutua traductibilidad. Por otro lado, esa misma apertura
de los cdigos a su entorno semitico tiende tambin a producir permanentemente
nuevos desequilibrios internos. A fin de volver asimilable un elemento externo, los
sistemas deben adecuar su estructura interna al mismo, reacomodar sus componentes,
desestabilizando as constantemente su configuracin presente. Esto se ligara a lo que
Jean Piaget estudi bajo la rbrica de procesos de asimilacin y acomodacin, a los
que defini como los mecanismos fundamentales para la equilibracin-desequilibracin
de las estructuras cognitivas.45 Siguiendo este concepto, cabra decir que las
ambivalencias son causa y efecto al mismo tiempo de los desequilibrios. Los desarrollos
desiguales producen necesariamente asimetras entre los cdigos y subcdigos
(jerarquas y desniveles en cuanto a relaciones de poder), lo que conlleva siempre, en
todo proceso de intercambio, la presencia de cierta violencia semitica (operante tanto
en los mecanismos de estabilidad de los sistemas como en los impulsos dinmicos quedislocan los mismos), y deriva en compensaciones simblicas insuficientes.46
45Vase Piaget, La equilibracin de las estructuras cognitivas (Mxico: S. XXI, 1978).46La idea de la compensacin simblica como el procedimiento que permite la reversibilidad de las
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Lo que Schwarz percibe como la determinante ltima de la particularidad
latinoamericana (la interaccin problemtica entre centro y periferia) cabra
comprenderla, pues, como una expresin de tales desarrollos desiguales e intercambios
asimtricos en el mbito de la cultura, que resulta en un doble fenmeno. Por un lado,
en la periferia de un sistema los cdigos seran siempre ms inestables que en el
centro, por lo que sus capacidades de asimilacin resultaran relativamente ms
limitadas. Por otro lado, la distancia semitica que los separa respecto del centro hara
que las presiones para su acomodacin sean all ms fuertes. Vistas desde esta
perspectiva, las posturas de Carvalho Franco y de Schwarz pierden su carcter
antagnico. Ambas estaran enfatizando, respectivamente, dos aspectos diferentes eigualmente inherentes a todo fenmeno de intercambio cultural. Mientras que el
concepto de Carvalho Franco se enfoca en los mecanismos de asimilacin, el de
Schwarz se concentrara en los procesos de acomodacin a que aqullos suelen, a su
vez, dar lugar (y a las inevitables tensiones internas que stos generan).
La anterior reformulacin del concepto de Schwarz condensa el ncleo de su
propuesta terica.47 Sin embargo, lleva al mismo tiempo ya implcita la revisin de la
misma en tres aspectos fundamentales. En primer lugar, en esta perspectiva lingstica,
los centros y las periferias no son a