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El Vestíbulo: Año 1, Número 2

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publicación de artistas puertorriqueños nuevos y emergentes. Esta edición consiste de un paquete de cartas y postales.

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elve

stibulo

.com

Nikol Burgos | Sin título, 2009 | Fotografía digital

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Juan B. Climént Palmer | La sed, 2011 Carboncillo y tinta china sobre papel | 20” x 40"

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stibulo

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Lydivette Roldán | In God We Trust, 2008 | Fotografía | 4” x 6”

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Paula I. Del Toro Menegatto | Head of Hermes, 2011 Acrílico líquido sobre papel | 6” x 4"

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Iván Acosta dos Santos | La naturaleza de la vida, 2011 Fotografía digital

SJ | NYC el vestibulo

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Rosaura Rodríguez | La inesperada visita de Don Tomás, 2011 Collage | 5.5” x 8.5”

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Marian Toledo | (Re)Civilising Gaels: I shall not speak Gaelic, 2011 Medio mixto | 12” x 3.75"

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Cynthia Morales | Intento de invisibilidad, 2009 | Performance

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Stephanie Segarra | Pared frondosa. Santurce, Puerto Rico, 2010

Fotografía | 4” x 6”

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Ulrik López | Mapeando, Serie Registro de lo cotidiano, 2010 Tinta china sobre papel | 114” x 42”

Bosque

Alguna vez, a lo lejos,creeré ver una choza,su tramo repleto de especies,especias, especies.

Sobre mis hombros,ya para entonces,habré de cargar con botellasen mi mochilae instrumentos de medición.

Procederé a calcularambos el éxito y fracasosobre lo que conciernecada una de sus biologías,ergometrías, biologías.

Por ejemplo:lo que discierne lo comúnde las orquídeasde las plantas de vainilla.

Con cada pasoel aire se hará más frescoy divino, y divino,y divino será lo frescoen el aire.

Y pensaré la puerta de la chozacomo abierta,aunque entienda lo absurdoen adjudicarle una puerta a una choza.

Porque para toda chozaser choza,no debe involucrar puertani manilla, ni llave,ni mano que gireo pie que adelante.

Y para el resto de los tiemposingresar dentrotendrá por significado

Y el dueño de la chozaha de recibirme horneando panjunto a sus tres hijas.

Y me ofrecerá de ély me ofrecerá mesay me ofrecerá sillay me ofrecerá sus hijas.

Y yo habré de pensarmevoluminososentado en la sillajunto a sus tres hijascon el pan sobre la mesa.

Samuel Medina

Este poema pertenece a un libro titulado Kindergarten Blues.

(a e. pound)

un breve desencuentrolo ilumina todo-lo estremece.es ese el instante de lo queaconteceoh, y cómocómo-lo dejamos ir.

e. s. ortiz gonzález

Este poema pertenece a un libro titulado immèmorial.

IEn algunas de esas cajasvivo sin crecer

IISeñalo la muerte en el rostro dellos

IIISé de la mortalidad del otrono de la mía

IVCaducaré sin probarme mortalpues al caer de la bordaestaré ocupada en los recuerdosy en ellos quedaré

VPorque para ellosque fueron alguienno habrá noticia de mi muerteni lágrimasni crucesni flores

VIPara ellos y en ellosque en la retiradatriunfaron al cese del tiempo…

VIISeguiré siendo inmortal

Daisy Sánchez

A Vero.

El trauma luego del golpe.La última palabra.El último batir de párpados.Hay mariposas que nacieron ayerpara morir mañana,bajo la luna llena,cayendo como hojas negrasen la negra noche,hasta que la tierra las engullecomo el mejor de los manjares,como orquídeas que nacenentre las ruinas pantanosasde nuestros más oscurospensamientos.

Beltenebros

Nori

Las algas paren, a solas,sin yodo, sin pena, sin lluvia.

Y en la mañana salada,en la hora terrible del día,entre las rocas adictas al himno solar,las ansias del niño piedra con sus rulos ensangrentadoses violenta esfinge coral.

Li Nieves Avilés

para entender el salto que nos piensa,

la materia sin Orfeo de regresotras el átomo, el atrio, el cálizla sinapsis del beso,el dulce tránsitola memoria: ya no nos necesitan.

Fuimos arrojados a esta luzy pusimos nombres a sus bordes rituales,y sin embargo, entramos y creímos,un margen de error desnudo,el filo de las campanas,los fragmentos de frío

entregados en esta hora ciertaque no termina y nos salva.

Y el requiebro de los pájarosqueda entre la simetríadel vuelo y el significadode la ceniza.

Alberto Prieto

En esta hora,pronto,llegaré a despertar.

Cuando ya por demasiados trillos me haya acobardado de una voz.

Entonces me detendré.Y giraré.

Exijo tan sólola prontitud del pasobajo las vainas filosasque tonifican la carne en el umbral de los hombres.

En su cercanía, descubro los ojos de criaturas bajo autossi la noche es plena,cuando el momento mastica de nuestras cabezas malvaviscos,nos incineramos, en algún heroismo primitivo,la embestida inmoladora de los más frescos potros.

He de entregarnos a estos cielos coagulados.

Hemos de ascender justo cuando tiemblesjusto cuando te acobardes, en tu saco de almohadas, que no son sino todos tus años;vamos a erguirnos para toda la planicie.

Querré llevarte de la manoantes de que sanen las heridasy se desmayen nuestros puentes y vuelvan a cerrar los cielos tras de mí.

Ahoraque me pareceque te quedas.

Tormos Bigles

Pompeya Fija sobre el terreno una cordillera avanza.-Lo último de la tecnología pone en venta a lo anterior.-Te sientas solo a la mesa, te alcanzas tu mismo la sal.-Lastiman los titulares del periódico tu rutina de obviedades.-Es viernes, no tienes nada que hacer. El tiempo está en oferta y tú en auge.-Sigues resuelto entre pañales, buscando quien atienda el próximo llanto, berrinche tras berrinche aún.-Siempre estuvo ahí, yo postergándole. Ahora soy todo esto, el plan y la vergüenza.-La isla compuesta por náufragos enamorados de la hora de su hundimiento.-Lo que fueron mi casa y mi nombre, ciudades que se olvidan.-Eres tierra. Mucho antes de tu nombre ya tenías geografía.-Los barcos, los anzuelos, todo eso: de nada sirve sin un pez que abra la boca.-La lluvia que enciende de nuevo la gotera no es la misma.-

Te sientas solo a la mesa, te alcanzas tu mismo la sal.-Eso del hombre lobo es un mito, los hombres no existen.-Empuñando tijeras te acercas a la cabellera de Sansón.-La isla compuesta por volcanes a jornada póstuma y en tiempo extra.-Turista a todo aquello que preceda un mi.-Estampida interminable, caballos de carrusel.-Siento mis manos retrocediendo, se acerca un tsunami.

Rubén Ramos

El secreto de Ulises

Cuando Ulises llegó a Itaca, llegó mintiendo. Su mentira no se debía al cambio de apariencia que le dio Palas Atenea al transformarlo en un viejo pordiosero y así ayudarlo a vengarse de los pretenientes de su Penélope. Su mentira era el cuento que andaba contando. Mintió cuando le echó la culpa a Poseidón por haberlo retenido lejos de Itaca porque cegó a su hijo el cíclipe Polifemo. Mintió cuando narró sus los enfrentamientos con Circe la hechicera, su viaje al inframundo, y lo que le dijeron los muertos. En realidad, su ausencia de diez años, menos los siete que pasó en la cueva con Calipso, no se debieron al viaje diferido. Se debieron a otro viaje. Pero, por lo menos, su mentira ocultaría lo que Ulises vivió por tantos años, viajando en el trance de los lotófagos.

Mayra Santos-Febres

Pompeya Fija sobre el terreno una cordillera avanza.-Lo último de la tecnología pone en venta a lo anterior.-Te sientas solo a la mesa, te alcanzas tu mismo la sal.-Lastiman los titulares del periódico tu rutina de obviedades.-Es viernes, no tienes nada que hacer. El tiempo está en oferta y tú en auge.-Sigues resuelto entre pañales, buscando quien atienda el próximo llanto, berrinche tras berrinche aún.-Siempre estuvo ahí, yo postergándole. Ahora soy todo esto, el plan y la vergüenza.-La isla compuesta por náufragos enamorados de la hora de su hundimiento.-Lo que fueron mi casa y mi nombre, ciudades que se olvidan.-Eres tierra. Mucho antes de tu nombre ya tenías geografía.-Los barcos, los anzuelos, todo eso: de nada sirve sin un pez que abra la boca.-La lluvia que enciende de nuevo la gotera no es la misma.-

Te sientas solo a la mesa, te alcanzas tu mismo la sal.-Eso del hombre lobo es un mito, los hombres no existen.-Empuñando tijeras te acercas a la cabellera de Sansón.-La isla compuesta por volcanes a jornada póstuma y en tiempo extra.-Turista a todo aquello que preceda un mi.-Estampida interminable, caballos de carrusel.-Siento mis manos retrocediendo, se acerca un tsunami.

Rubén Ramos

El secreto de Ulises

Cuando Ulises llegó a Itaca, llegó mintiendo. Su mentira no se debía al cambio de apariencia que le dio Palas Atenea al transformarlo en un viejo pordiosero y así ayudarlo a vengarse de los pretenientes de su Penélope. Su mentira era el cuento que andaba contando. Mintió cuando le echó la culpa a Poseidón por haberlo retenido lejos de Itaca porque cegó a su hijo el cíclipe Polifemo. Mintió cuando narró sus los enfrentamientos con Circe la hechicera, su viaje al inframundo, y lo que le dijeron los muertos. En realidad, su ausencia de diez años, menos los siete que pasó en la cueva con Calipso, no se debieron al viaje diferido. Se debieron a otro viaje. Pero, por lo menos, su mentira ocultaría lo que Ulises vivió por tantos años, viajando en el trance de los lotófagos.

Mayra Santos-Febres

Cuero

Me encontraba de buen humor. Con una notita chévere por la cerveza. Pasé por la carpa de los artesanos del Festival de Claridad, y me detuve frente a un letrero que leía: diez dólares. Lo que estaba en oferta era una correa de cuero. La tomé en las manos, y no me pude resistir a olerla.

—Te trae recuerdos, ¿verdad?—, preguntó la esposa del artesano, con su acento de urbanización de la Isla. —Todo el que se para aquí, la huele. Se acuerdan de las pelas.

Me reí, nos reímos. Las pelas pudieron causar terror y vergüenza en su momento, pero ahora las contamos como aventuras. Hazañas de las que nadie salía ileso, por más se evitaran.

Pero el verdadero suplicio de las pelas, es que llegaban por cualquier cosa, en cualquier momento. Por ejemplo, si mirabas mal después de un regaño, ¡plas!, una gaznatá, para que aprendas. Si gastabas una malacrianza, ¡tuc!, un cocotazo, para que no se te olvide. Y si contestabas “pa tras”, (mal de males): la pela. Para Mami lo peor del mundo era un muchacho malcriado.

Las pelas en casa eran todo un sistema que se activaba de inmediato a la orden de: — ¡Búscame la correa!

El destinatario salía corriendo a buscarla, antes que uno de los otros dos hermanos, se adelantara y buscara la de cuero. La misma que Mami no le devolvió a Papi cuando recogió sus cosas para irse con la corteja. La misma que enganchó en un clavo en la pared, después de bajar a todos los santos, diciendo:

—De ahora en adelante, esta correa es el pai de ustedes. Ese cabrón aquí no vuelve.

Una cosa a lo Foucault. Papi nunca volvió, la correa, por el contrario, siempre estuvo presente.

El sistema también consistía en encontrar varitas en el patio. Se las llevábamos a Mami, contentos, como si fueran flores. Ella las inspeccionaba, medía la flexibilidad y, a veces, pedía un voluntario para probarlas. Los tres nos peleábamos por serlo, porque era relajando y Mami se lo gozaba. Un día como ese, nos miró y dijo algo que nunca olvido:

— Estoy criando dos pendejos y uno medio pendejo, porque es medio raro.

Yo reí también. La risa fue como un relevo. No era yo, quería pensar, pero era yo.

Ese recuerdo no me causa tanta gracia. A veces, borracho, recuerdo ese día. ¿Mami sabía lo que yo era? Desde ese día, y por demasiados otros, me sentí sucio.

Al pasar los años, las pelas perdieron su gracia. Digamos que se convirtieron en la única comunicación dentro del “hogar”, como le llaman los católicos. Estábamos grandes, y el rencor nos comía a todos. Nos fuimos a vivir con Papi.

Mami intentó culparnos, luego culpó a Papi, luego a las monjas que iban a limpiar la casa y a recoger botellas de ron vacías. Siguió por la trabajadora social, por la maestra, por mí — ¡So patuleco! — Continuó por Dios, por la Virgen y por último, aunque no lo dijo, por ella misma. Ya mayores, cuando la visitamos bajo la amenaza de que si bebía regresábamos a casa, nos sentábamos en la sala, a recordar las legendarias pelas, que nos formaron, en cierta manera. Mami gozaba con los cuentos más que ninguno, por supuesto.

Luis Negrón

Cuero

Me encontraba de buen humor. Con una notita chévere por la cerveza. Pasé por la carpa de los artesanos del Festival de Claridad, y me detuve frente a un letrero que leía: diez dólares. Lo que estaba en oferta era una correa de cuero. La tomé en las manos, y no me pude resistir a olerla.

—Te trae recuerdos, ¿verdad?—, preguntó la esposa del artesano, con su acento de urbanización de la Isla. —Todo el que se para aquí, la huele. Se acuerdan de las pelas.

Me reí, nos reímos. Las pelas pudieron causar terror y vergüenza en su momento, pero ahora las contamos como aventuras. Hazañas de las que nadie salía ileso, por más se evitaran.

Pero el verdadero suplicio de las pelas, es que llegaban por cualquier cosa, en cualquier momento. Por ejemplo, si mirabas mal después de un regaño, ¡plas!, una gaznatá, para que aprendas. Si gastabas una malacrianza, ¡tuc!, un cocotazo, para que no se te olvide. Y si contestabas “pa tras”, (mal de males): la pela. Para Mami lo peor del mundo era un muchacho malcriado.

Las pelas en casa eran todo un sistema que se activaba de inmediato a la orden de: — ¡Búscame la correa!

El destinatario salía corriendo a buscarla, antes que uno de los otros dos hermanos, se adelantara y buscara la de cuero. La misma que Mami no le devolvió a Papi cuando recogió sus cosas para irse con la corteja. La misma que enganchó en un clavo en la pared, después de bajar a todos los santos, diciendo:

—De ahora en adelante, esta correa es el pai de ustedes. Ese cabrón aquí no vuelve.

Una cosa a lo Foucault. Papi nunca volvió, la correa, por el contrario, siempre estuvo presente.

El sistema también consistía en encontrar varitas en el patio. Se las llevábamos a Mami, contentos, como si fueran flores. Ella las inspeccionaba, medía la flexibilidad y, a veces, pedía un voluntario para probarlas. Los tres nos peleábamos por serlo, porque era relajando y Mami se lo gozaba. Un día como ese, nos miró y dijo algo que nunca olvido:

— Estoy criando dos pendejos y uno medio pendejo, porque es medio raro.

Yo reí también. La risa fue como un relevo. No era yo, quería pensar, pero era yo.

Ese recuerdo no me causa tanta gracia. A veces, borracho, recuerdo ese día. ¿Mami sabía lo que yo era? Desde ese día, y por demasiados otros, me sentí sucio.

Al pasar los años, las pelas perdieron su gracia. Digamos que se convirtieron en la única comunicación dentro del “hogar”, como le llaman los católicos. Estábamos grandes, y el rencor nos comía a todos. Nos fuimos a vivir con Papi.

Mami intentó culparnos, luego culpó a Papi, luego a las monjas que iban a limpiar la casa y a recoger botellas de ron vacías. Siguió por la trabajadora social, por la maestra, por mí — ¡So patuleco! — Continuó por Dios, por la Virgen y por último, aunque no lo dijo, por ella misma. Ya mayores, cuando la visitamos bajo la amenaza de que si bebía regresábamos a casa, nos sentábamos en la sala, a recordar las legendarias pelas, que nos formaron, en cierta manera. Mami gozaba con los cuentos más que ninguno, por supuesto.

Luis Negrón

IEn algunas de esas cajasvivo sin crecer

IISeñalo la muerte en el rostro dellos

IIISé de la mortalidad del otrono de la mía

IVCaducaré sin probarme mortalpues al caer de la bordaestaré ocupada en los recuerdosy en ellos quedaré

VPorque para ellosque fueron alguienno habrá noticia de mi muerteni lágrimasni crucesni flores

VIPara ellos y en ellosque en la retiradatriunfaron al cese del tiempo…

VIISeguiré siendo inmortal

Daisy Sánchez

A Vero.

El trauma luego del golpe.La última palabra.El último batir de párpados.Hay mariposas que nacieron ayerpara morir mañana,bajo la luna llena,cayendo como hojas negrasen la negra noche,hasta que la tierra las engullecomo el mejor de los manjares,como orquídeas que nacenentre las ruinas pantanosasde nuestros más oscurospensamientos.

Beltenebros

Nori

Las algas paren, a solas,sin yodo, sin pena, sin lluvia.

Y en la mañana salada,en la hora terrible del día,entre las rocas adictas al himno solar,las ansias del niño piedra con sus rulos ensangrentadoses violenta esfinge coral.

Li Nieves Avilés

EL SIGNIFICADO DE LA CENIZA

Unha canción que se cae e se levanta. O polvo nas alas e tamén o ceo. Unha canción tan lonxana e lene como a sombra do aire sobre a herba. Hasta min chega tan sólo en anacos; mais eu enténdoa esaita i enteira, como a sombra do aire sobre a herba.

Luis Pimentel

Quien pudiera ser el movimiento secretode los pétalos y los penachos de brumaque descubro en las fracturas del versoentre el decir y el quedarse.

La voz sobrevieneal chocar apariencia y temblordel canto inmaterial, el código,la fontana blanca.

Su giro nos llevay deja un sonidoque contiene todas las huidas y hallazgos.Aniquila el vuelo y los sentidosen el barrido esencialde palomas por desasirse.Rebosan alma y es un gritosobre la tierra mojaday la trasminación de números y sueños.

EL SIGNIFICADO DE LA CENIZA

Unha canción que se cae e se levanta. O polvo nas alas e tamén o ceo. Unha canción tan lonxana e lene como a sombra do aire sobre a herba. Hasta min chega tan sólo en anacos; mais eu enténdoa esaita i enteira, como a sombra do aire sobre a herba.

Luis Pimentel

Quien pudiera ser el movimiento secretode los pétalos y los penachos de brumaque descubro en las fracturas del versoentre el decir y el quedarse.

La voz sobrevieneal chocar apariencia y temblordel canto inmaterial, el código,la fontana blanca.

Su giro nos llevay deja un sonidoque contiene todas las huidas y hallazgos.Aniquila el vuelo y los sentidosen el barrido esencialde palomas por desasirse.Rebosan alma y es un gritosobre la tierra mojaday la trasminación de números y sueños.

Somos una proporción de ceniza en el umbral,un espacio que se derribapara enfrentarse a las espigasy revelarse lleno, y rasgarse de luz selladasin ser heridoni encontrado, pues viene de caminoy es el verbo y el acecho.

Quien pudiera añadirun nombre sólo,una línea sensible que nos cubra,como esta iglesia cerca de la mínima fuentefuimos dejados sin peso

Quien pudiera ser hueco imposible,otra forma de morirque me desvele como en Ávila,el carbón encendido cabe mí un quebrarse.Allí viste palabras y llamas,la tentación de no ser,

la raíz del desaliento, pero decías amor y entregabas contornos sin definir aún para encontrar debajo el sexo y los estigmas, la piedra de la cantiga y el viento, en el azar su contradanza donde no desaparecemos.

Somos una proporción de ceniza en el umbral,un espacio que se derribapara enfrentarse a las espigasy revelarse lleno, y rasgarse de luz selladasin ser heridoni encontrado, pues viene de caminoy es el verbo y el acecho.

Quien pudiera añadirun nombre sólo,una línea sensible que nos cubra,como esta iglesia cerca de la mínima fuentefuimos dejados sin peso

Quien pudiera ser hueco imposible,otra forma de morirque me desvele como en Ávila,el carbón encendido cabe mí un quebrarse.Allí viste palabras y llamas,la tentación de no ser,

la raíz del desaliento, pero decías amor y entregabas contornos sin definir aún para encontrar debajo el sexo y los estigmas, la piedra de la cantiga y el viento, en el azar su contradanza donde no desaparecemos.

para entender el salto que nos piensa,

la materia sin Orfeo de regresotras el átomo, el atrio, el cálizla sinapsis del beso,el dulce tránsitola memoria: ya no nos necesitan.

Fuimos arrojados a esta luzy pusimos nombres a sus bordes rituales,y sin embargo, entramos y creímos,un margen de error desnudo,el filo de las campanas,los fragmentos de frío

entregados en esta hora ciertaque no termina y nos salva.

Y el requiebro de los pájarosqueda entre la simetríadel vuelo y el significadode la ceniza.

Alberto Prieto

En esta hora,pronto,llegaré a despertar.

Cuando ya por demasiados trillos me haya acobardado de una voz.

Entonces me detendré.Y giraré.

Exijo tan sólola prontitud del pasobajo las vainas filosasque tonifican la carne en el umbral de los hombres.

En su cercanía, descubro los ojos de criaturas bajo autossi la noche es plena,cuando el momento mastica de nuestras cabezas malvaviscos,nos incineramos, en algún heroismo primitivo,la embestida inmoladora de los más frescos potros.

He de entregarnos a estos cielos coagulados.

Hemos de ascender justo cuando tiemblesjusto cuando te acobardes, en tu saco de almohadas, que no son sino todos tus años;vamos a erguirnos para toda la planicie.

Querré llevarte de la manoantes de que sanen las heridasy se desmayen nuestros puentes y vuelvan a cerrar los cielos tras de mí.

Ahoraque me pareceque te quedas.

Tormos Bigles

I.Lo llaman desde detrás de las figuras Aunque sea él solo y los santos de los vitralesCon sangre de vidrio y huesos de cobre.

Enseña el cristal que;No hay comunicación posible entre muertos.El granito que los guarda habla la lengua de los moribundos.Crecen en abrojos los dedos con los que dios hiere,Esos con los que hacen coronas los hombres para las frentes de sus hijos.No es sangre lo que brotaDe las plumasDe las flechasEn la carne del mártir porquedel polvo viene y el sufrimiento es en el agua; lágrimas de vidrio.

II. La gravedad será otro estigma.Hará del brazo la sogaDe la que cuelga la guillotinacuando la altura del hombre se crezca en luces Y Los filos desmitifiquen a los hombres y su brillo a los ángeles. “No puede haber una flor tan fresca en una catedral tan vieja” Murmura, mirando el florero del altar.

III. La magnitud del cielo enseña que;El infierno tiene el grosor del cabello de una mujer. El tiempo escala la espiral del tornillo queNo ha podido sostener por más la puerta;una acaba de caerse y todas las palomas del mundo revolotean.No existe relámpago que no quepa en una muñeca ni espada en una vena.

IV.El hombre se tiende en el púlpitoY tiene tres sueños;1)Mira a través de un grueso vidrioQue una mano invisible apuñala a su madreÉlSe arranca los pelosSe araña la cara

2)Su hijo entra a la catedralSe desangra 3)El hijo sentado en una mecedoraFrente al padre en otra mecedoraleyendo cada uno el obituario del otro.

Ángel Rivera

Qué delirio el de los muelles fatigados,La estridencia del tigre resollando entre las puertas.

Qué malestar el de las horas,Retazos, torbellinos de cristal y nada.

Gabriel Palacios

El Vestíbulo. Año 1, Número 2Editado por Laura Sofía Pérez y Edgardo Tormos Bigles Impreso en San Juan, Puerto Rico. 2011.

I.Lo llaman desde detrás de las figuras Aunque sea él solo y los santos de los vitralesCon sangre de vidrio y huesos de cobre.

Enseña el cristal que;No hay comunicación posible entre muertos.El granito que los guarda habla la lengua de los moribundos.Crecen en abrojos los dedos con los que dios hiere,Esos con los que hacen coronas los hombres para las frentes de sus hijos.No es sangre lo que brotaDe las plumasDe las flechasEn la carne del mártir porquedel polvo viene y el sufrimiento es en el agua; lágrimas de vidrio.

II. La gravedad será otro estigma.Hará del brazo la sogaDe la que cuelga la guillotinacuando la altura del hombre se crezca en luces Y Los filos desmitifiquen a los hombres y su brillo a los ángeles. “No puede haber una flor tan fresca en una catedral tan vieja” Murmura, mirando el florero del altar.

III. La magnitud del cielo enseña que;El infierno tiene el grosor del cabello de una mujer. El tiempo escala la espiral del tornillo queNo ha podido sostener por más la puerta;una acaba de caerse y todas las palomas del mundo revolotean.No existe relámpago que no quepa en una muñeca ni espada en una vena.

IV.El hombre se tiende en el púlpitoY tiene tres sueños;1)Mira a través de un grueso vidrioQue una mano invisible apuñala a su madreÉlSe arranca los pelosSe araña la cara

2)Su hijo entra a la catedralSe desangra 3)El hijo sentado en una mecedoraFrente al padre en otra mecedoraleyendo cada uno el obituario del otro.

Ángel Rivera

Qué delirio el de los muelles fatigados,La estridencia del tigre resollando entre las puertas.

Qué malestar el de las horas,Retazos, torbellinos de cristal y nada.

Gabriel Palacios

El Vestíbulo. Año 1, Número 2Editado por Laura Sofía Pérez y Edgardo Tormos Bigles Impreso en San Juan, Puerto Rico. 2011.