El Seguimiento de Jesús, de José María Castillo

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  • 7/28/2019 El Seguimiento de Jess, de Jos Mara Castillo

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    menos an para aquellas personas que tienen al menos cierta sensibilidad evanglica. Sobre todo, sitenemos en cuenta que la espiritualidad tradicional exiga y exige, a sus adeptos, sacrificios muy serios,renuncias constantes y apartarse de todo lo que sea mundano. Pero es claro, abrazar tantas y talescontrariedades, para desembocar, sin darse cuenta, en formas refinadas de egosmo y en un marcadoindividualismo, es cosa que la gente instintivamente rechaza. Seguramente, muchas personas no seformulan las cosas tal como aqu lo estamos haciendo, ni llegan a hacerse todo este raciocinio. Pero, sin

    duda alguna, en el fondo de su ser, intuyen algo que no va en ese modo de entender y vivir la vidaespiritual. Las personas normales son capaces de abrazar grandes renuncias solamente cuando eso se hacepor algo que valga la pena. Pero es evidente que casi nadie quiere emprender una vida sacrificada y dura,para terminar, sin pretenderlo y sin darse cuenta, en el egosmo y en la privatizacin.Por otra parte, sabemos que la espiritualidad tradicional establece una distincin muy clara entre elespritu y la materia, el alma y el cuerpo, lo sobrenatural y lo natural. Y establece estas distinciones de talmanera que el inters y el acento se pone en el espritu, en el alma y en lo sobrenatural, hasta el punto deque la materia, el cuerpo y lo natural son considerados cosas peligrosas, de las que hay que apartarse, enla medida de lo posible. De ah el empeo por mortificar el cuerpo, por someter y domesticar todo lo quesean apetitos o instintos naturales, por elevarse sobre lo puramente material. Esta orientacin de laespiritualidades lo que antes he calificado como espiritualismo. Pero, si pensamos las cosasdetenidamente, enseguida nos damos cuenta de que ese espiritualismo presenta dos dificultades muyserias: por una parte, eso niega la unidad indestructible de la persona, y por cierto, de la persona cristiana,

    que es, a un mismo tiempo, espritu y materia, naturaleza y gracia; por otra parte, esa manera de entenderlas cosas no tiene un origen cristiano, sino que proviene de filosofas ajenas al cristianismo,concretamente del platonismo, del gnosticismo y de otras formas de pensamiento oriental. Lasconsecuencias, que se han seguido de este espiritualismo, han sido funestas para la espiritualidad cristianay, ms en concreto, para la vida de los creyentes y de la Iglesia. Las personas, que se han dejado influir

    por esa mentalidad, se vean obligadas a negar algo que es substancial en ellas mismas y que, endefinitiva, es un don de Dios: el cuerpo, los instintos naturales, los bienes de la creacin. Por otra parte,todo esto ha dado como resultado un talante espiritualista, que se interesaba mucho por las cosas del cieloy poco por las de la tierra, hasta desembocar en una orientacin general de la Iglesia que fomenta ms lareligin que la justicia, que pone el grito en el cielo si se profana un palacio episcopal, pero no protestaigualmente cuando se allana la vivienda de los pobres. No hay que ser un lince, para darse cuenta de lasdesagradables consecuencias que todo esto ha acarreado: la resignacin, el opio del pueblo, eldesprestigio de la vida cristiana y de la Iglesia, el malestar profundo de muchos creyentes y el alejamiento

    de la fe de tantas gentes, que no podan comulgar con tales ruedas de molino.Y por ltimo, la privatizacin. Con esto quiero decir que la espiritualidad tradicional ha sido y es unasunto privado. Porque se refiere slo a las relaciones del hombre con Dios y a las relaciones con losdems en el mbito del encuentro interpersonal. Por eso, la espiritualidad se preocupa, ante todo, del buenentendimiento del alma sola con Dios a solas. Y se preocupa, en segundo lugar, del buen funcionamientode las relaciones interpersonales segn los postulados y exigencias de la caridad. Todo eso, por supuesto,es importante. Y conviene insistir en ello cada da ms. Pero con tal que no perdamos de vista que la

    persona es un ser social, que no se margina de la sociedad por el hecho de entregarse generosamente acultivar la vida espiritual. Tambin un religioso de clausura, por ms que est encerrado entre cuatro

    paredes, sigue siendo un ciudadano, que no se puede desentender de sus responsabilidades pblicas, enorden a construir una sociedad ms justa, ms humana y ms fraternal. Pero el hecho es que laespiritualidad tradicional no se ha interesado apenas por esta dimensin social, pblica y hasta poltica dela persona. Eso se ha considerado como cosas del mundo, segn se ha dicho, a veces, en los conventos.

    Por eso, los libros de vida espiritual no suelen decir ni media palabra acerca de esas cuestiones, que serandistractivas y hasta peligrosas para el alma que busca sinceramente a Dios. En el fondo, esto equivale a

    buscar una pretendida neutralidad en asuntos de poltica. Pero sabemos de sobra que esa neutralidad esimposible en la prctica. Porque, en los asuntos de la poltica, el que calla, otorga. Es decir, el que tomauna postura pasiva y silenciosa, ya por eso mismo est favoreciendo y apoyando al que tiene el poder enlas manos. Y eso es lo que ha pasado en la Iglesia; con relativa frecuencia. Mientras el poder estaba enmanos de la derecha, la Iglesia afirmaba que ella no se meta en poltica. Pero si el poder vena a manosde la izquierda, enseguida se olvidaba el principio de la neutralidad poltica y se tomaba partido por losgrupos y partidos ms de derechas y ms clericales. He ah la profunda contradiccin, que entraa el

    principio de la privatizacin. Con una consecuencia fatal, que se ha seguido de todo eso: toda la gente quetiene una mentalidad izquierdista o simplemente liberal y generosamente democrtica no comulga, ni

    puede comulgar, con los planteamientos eclesisticos y menos an con la vida espiritual, que fomentasemejantes planteamientos.Ahora se comprende por qu dije antes que la espiritualidad se ha complicado de tal manera que, a la horade la verdad, resulta una cosa poco apetecible, bastante problemtica y, en definitiva, difcilmente

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    1 Contra el inmovilismo.

    1. El sentido fundamental del seguimiento.Para empezar, vamos a ir derechamente al centro mismo de la cuestin: la relacin fundamental del

    creyente con Jess se expresa en los evangelios mediante la metfora del seguimiento. Esto quiere decirque, segn los evangelios, hay verdadera relacin con Jess y autntica fe donde hay seguimiento delmismo Jess. Y que no existe esa relacin ni esa fe donde el seguimiento falta. O dicho de otra manera, escreyente el que sigue a Jess. Y no lo es el que no le sigue.Enseguida voy a explicar por qu hago estas afirmaciones. Pero antes debo hacer una advertencia. Demomento, no entro en la cuestin que se refiere a si realmente el seguimiento es una expresin y unconcepto que procede del mismo Jess o si ms bien se trata de una interpretacin de la comunidad de loscreyentes, tal como esta comunidad existi despus de la resurreccin de Cristo i. Para lo que nos interesaaqu y ahora, basta con tener en cuenta lo siguiente: es seguro que, en tiempo de Jess, se expresaba larelacin y la permanencia de los discpulos con su maestro mediante la metfora del seguimiento. Comoes seguro igualmente que las primeras comunidades de creyentes vieron en ese seguimiento la expresiny la forma ms genuina de la fe en Jess. Por consiguiente, desde ahora podemos afirmar que cuando losautores de los evangelios nos hablan del seguimiento de Jess, con esas palabras nos sealan cmo tiene

    que ser la fe cristiana en su formulacin ms autntica. En este sentido, se ha dicho muy bien que la fe serealiza en su profundidad definitiva slo mediante una orientacin total a Jess, mediante una vinculacinde la propia vida a la de l, acometiendo la tarea de seguirle. El seguimiento expresa, por tanto, la relacinfundamental del creyente con Jess.En qu razones se basa semejante afirmacin? Ante todo, hay un hecho muy claro: cuando los evangelioscuentan la primera relacin sera y profunda, que Jess establece con determinadas personas, expresan esarelacin mediante la metfora del seguimiento. As ocurre en el caso de los primeros discpulos junto allago, en la vocacin del publicano Lev, en el episodio del joven rico, en la versin que da el evangelio deJuan de los primeros creyentes e incluso cuando se trata de individuos que no estuvieron dispuestos aquedarse con Jess. En todos estos casos, el trmino tcnico que se utiliza para expresar lo que est en

    juego -la relacin con Jess- es la metfora del seguimiento. Es ms, sabemos que, en los evangelios, lallamada de Jess se ajusta siempre a un esquema fijo y uniforme: a) Jess pasa; b) ve a alguien; c)indicacin de la actividad profesional de ese hombre; d) la llamada; e) dejarlo todo; f) el llamado sigue aJess. Como se ve, los relatos evanglicos de vocacin desembocan siempre en un final determinado: elseguimiento, que es la formulacin prctica y concreta de la relacin que, a partir de entonces, el hombreestablece con Jess.Pero hay ms. Los tres evangelios sinpticos nos han conservado una afirmacin de Jess, que resultaenteramente central para comprender el sentido fundamental del seguimiento:El que quiera venirse conmigo, que reniegue de s mismo, que cargue con su cruz y me siga.

    No se trata, por ahora, de analizar el contenido de esta frase. Lo que aqu nos interesa es comprender queJess dijo esas palabras, no slo a los discpulos, sino tambin a la multitud o a todos, como puntualiza elevangelio de Lucas. Esto quiere decir que el seguimiento no es obviamente una exigencia limitada a losdiscpulos, sino que es para todos los que quieran ir con Jess, estar cerca de l. Por lo dems, segn lainterpretacin del evangelio de Marcos, la multitud es una designacin de el grupo en torno a l, es decir,los seguidores no israelitas. Lo que viene a confirmar que todo el que quiera acceder seriamente a Jess yser su discpulo no tiene ms opcin ni ms posibilidad que el seguimiento.Por otra parte, los evangelios nos recuerdan que, en diversas ocasiones, era una gran multitud la quesegua a Jess. Por lo que se refiere al evangelio de Marcos, ya he dicho que esa multitud designa a losseguidores no israelitas y representa, por tanto, el seguimiento de Jess en su sentido ms fuerte. Encuanto a los otros evangelios, la cuestin est en comprender que el seguimiento de la multitud indicasiempre la presencia de la gente a la actividad salvfica de Jess. Es decir, no se trata de una indicacinmeramente circunstancial del relato evanglico, sino que es una afirmacin propiamente teolgica. As, lamultitud sigue a Jess y ste pronuncia el sermn del monte. En otro caso, se trata del comienzo de losmilagros del propio Jess o de la aclaracin que ste hace sobre un hecho prodigioso. Ms an, todos losque le siguen son curados por Jess o son los que participan de su poder y misericordia en lamultiplicacin de los panes o los que reciben la gracia de la curacin de sus enfermedades, los quemarchan con l hacia Jerusaln y los que van con l en la entrada en la ciudad santa. Por ltimo, Lucasnos recuerda los que le seguan por el camino de la cruz. En todos estos casos, el seguimiento expresa la

    cercana a Jess en cuanto profeta que ensea cules son los proyectos de Dios y en cuanto salvador quelibera al pueblo de sus opresiones y calamidades. Lo cual quiere decir que el camino para recibir lasenseanzas de Jess y el poder de su fuerza liberadora es el seguimiento. Tambin desde este punto de

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    2. Cercana y movimiento.Pero, qu significa el seguimiento? Para empezar, podemos decir algo que me parece bastante claro:seguir significa mantener una relacin de cercana a alguien, gracias a una actividad de movimiento,subordinado al de esa persona. Este verbo, por tanto, tiene un tema esttico relacional, la cercana o

    proximidad, y otro dinmico, el movimiento. Se parte de un estado inicial de cercana, que puede serefecto de un acercamiento y que se mantiene por medio del movimiento subordinado. Analicemos msdetenidamente estas dos ideas que entraa el verbo seguir.Ante todo, la cercana. Es el sentido que tiene el verbo kolouzein, en el griego profano, puesto que seutiliza, con frecuencia, en sentido espiritual, moral o religioso, para expresar la cercana del discpulo almaestro o al sabio, del amigo al amigo, del siervo al seor o incluso del amante a la persona amada. Poreso, no nos tiene que extraar que, en los evangelios, aparezca muy destacada esta connotacin del verbo.As, los tres sinpticos recuerdan aquella palabra de Jess: El que quiera venirse conmigo... que me siga.La cercana a Jess est claramente indicada, ya que la expresin piso mou lzein quiere decirliteralmente proseguir detrs de m. En contraste con ese sentido de las palabras de Jess, est el detallesignificativo, que tambin recuerdan los tres sinpticos: Pedro, durante la pasin, segua a Jess de lejos.Y sabemos que, en este caso, la lejana en el seguimiento de Jess llev a Pedro hasta la negacin de la fey hasta la traicin de su amistad con Jess. Porque seguir a alguien, en el sentido profundo que dan losevangelios a esa expresin, quiere decir estar con o estar junto a la persona que se sigue. Por eso, elevangelio de Marcos indica que Jess llam a los discpulos para estar con l y para enviarlos a predicar.Ante todo, Jess llama a los hombres para que estn con l. Es lo primero y lo ms fundamental denuestra fe, ya que creer en Jess, como dice el evangelio de Juan, es estar cerca de l: El que se acerca am no pasar nunca hambre y el que tiene fe en m no tendr nunca sed. En esta frase es importantedestacar el paralelismo de las dos afirmaciones: el que se acerca a m... el que tiene fe en m.

    Tener fe en l es exactamente estar cerca de l. De ah que seguir a Jess es lo mismo que vivir con l,estar donde est Jess o ir a donde va Jess. El seguimiento es esencialmente cercana, concretamentecercana a Jess: El que quiera servirme, que me siga, y all donde est yo, est tambin mi servidor.Pero seguir a Jess no es slo cercana a l, sino adems movimiento. Porque no se trata solamente deestar donde est Jess, sino adems de ir a donde va l. Y es importante advertir que esta otra connotacindel verbo kolouzein aparece ms destacada, si cabe, en los evangelios. As, cuando Jess llama a Lev

    para que le siga, los tres sinpticos indican cmo Jess pasa, mientras Mateo est sentado y, al escucharla llamada, se levanta y se pone a seguir al Maestro. Frente a la postura esttica del pecador, la actituddinmica de Jess. Y es que, como seala Marcos, l los llam, no slo para que estuvieran con l, sinoadems para enviarlos a predicar. Por eso, los verbos de movimiento suelen acompaar al verbokolouzein en los relatos evanglicos, por ejemplo: Jess sale y lo siguen, se marcha y lo siguen, se retiray lo siguen; o tambin se expresa la misma idea sealando que Jess va de camino o pasa por un camino,lo mismo que con la expresin ir detrs de l. Es ms, cuando uno le dijo que estaba dispuesto a seguirlevayas donde vayas, la respuesta de Jess es desconcertante: Las zorras tienen madrigueras y los pjarosnidos, pero este Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Aqu no se trata tanto de la pobreza cuanto dela carencia de instalacin, es decir, Jess no est atado a un sitio, a una situacin, a un rincn propio, nitan siquiera como lo estn las alimaas del campo o los pjaros del cielo. La condicin de Jess es detotal desinstalacin, ya que en realidad lo que viene a decir es que los animales tienen sus guaridas, peroun hombre como yo no tiene hogar.

    Por consiguiente, el seguimiento de Jess, es a la vez, cercana a l y movimiento con l. Y es esas doscosas de tal manera que la cercana a Jess depende del movimiento: el que se queda quieto o el que separa, deja por eso mismo de estar cerca de l. Porque Jess nunca aparece instalado, sedentario y quieto;l es un carismtico itinerante, que jams se detiene, que siempre va en camino hacia adelante, hacia eldestino que le ha marcado el Padre del cielo y que termina en Jerusaln, donde muere por el bien delhombre u. Los evangelios son elocuentes en este sentido y con frecuencia presentan a Jess en camino. Esms, segn el evangelio de Juan, Jess es el camino. Sin entrar ahora a analizar el sentido detallado deestos textos, una cosa hay clara: en ellos no se trata tanto del camino en sentido local, sino sobre todo ensentido figurado. Ahora bien, en ese sentido, el camino expresa la coincidencia en el modo de vivir, y,sobre todo, en el destino que se asume libremente. Seguir a Jess significa, por tanto, asemejarse a l porla prctica de un modo de vida actividad como el suyo, que tiene un desenlace como el suyo. La misinest por tanto incluida en el seguimiento.La conclusin, que se desprende de todo lo dicho, es muy clara: no hay fe donde no hay seguimiento de

    Jess; y no hay seguimiento de Jess donde no hay movimiento. Es decir, no hay seguimiento de Jessdonde no hay liberacin de las ataduras que nos fijan a un sitio, a una situacin, a una posicindeterminada, a una forma de instalacin sea la que sea. El seguimiento es libertad. Todo lo contrario del

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    que se siente atado y vinculado a una posicin, que por nada del mundo est dispuesto a dejar.

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    3. Contra el inmovilismo.El seguimiento de Jess -ya lo he dicho- comporta dos ideas o mejor dos realidades fundamentales:cercana y movimiento. Pero de tal manera que la cercana est condicionada y determinada por elmovimiento. El que no se mueve, deja por eso mismo de estar cerca de Jess. Ahora bien, qu nos viene adecir esto a los creyentes de hoy concretamente?Por supuesto, cuando hablo de movimiento, no me refiero al sentido local que obviamente tiene esa

    palabra. Aqu entiendo el movimiento en sentido figurado. Porque a eso, sin duda alguna, es a lo que serefieren los evangelios cuando nos presentan a Jess como un profeta itinerante, de ciudad en ciudad, de

    pueblo en pueblo, por los caminos de la Palestina de entonces. Jess es el profeta que pasa, que sigue, queavanza hacia su destino, que es cumplir hasta el final la voluntad del Padre del cielo, en Jerusaln, en lamuerte por el bien del hombre. Jess pudo ser perfectamente un personaje sedentario, instalado y quieto,siempre en el mismo lugar, donde recibira a la gente, para ensear su doctrina y hacer sus milagros. Perono fue as. De tal manera que una vez que la gente lo quiso retener, para que se quedase en aquel mismolugar, Jess respondi: Tambin a otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios; para eso me hanenviado. Y el evangelio termina diciendo: y anduvo predicando por las sinagogas del pas judo. Por su

    parte, el evangelio de Mateo nos recuerda, en dos ocasiones, que Jess recorra todos los pueblos yaldeas, por toda la Galilea. Decididamente, Jess no fue un hombre de despacho en la calma y latranquilidad de un lugar retirado. Jess fue un desinstalado, una especie de nmada, que nunca se quisoafincar en un sitio concreto.Ahora bien -vuelvo a preguntar- qu nos viene a decir todo esto a los creyentes de hoy concretamente?Por lo pronto, hay una cosa que me parece bastante clara: hablar de desinstalacin y de movimiento, en elsentido indicado, es lo mismo que hablar de libertad, disponibilidad, capacidad de cambio, ausencia defijacin a una posicin determinada. Por consiguiente, cuando decimos que donde no hay movimiento, nohay tampoco cercana a Jess, en realidad lo que queremos decir es que donde no hay libertad, donde nohay disponibilidad, no hay tampoco, ni puede haber, seguimiento de Jess. Seguir a Jess es dejar el sitiodonde se est, es dejar lo que se tiene, es salir y caminar. As de sencillo. Y as de fuerte tambin. Por esohay que decir que el enemigo nmero uno del seguimiento es el inmovilismo. Es inmovilista el que no semueve de donde est. Y adems no est dispuesto a moverse por nada del mundo. Porque sus propiosintereses, sus miedos o sus cobardas no le dejan moverse, le paralizan y le condenan a la infecundidad.El inmovilismo tiene su razn de ser y su explicacin en la fijacin de la persona a experiencias y

    situaciones vividas, que han sido para la misma persona fuente de seguridad, tranquilidad y alegra de lamanera que sea. Por eso, el inmovilismo supone siempre una dosis fuerte de dependencia con respecto alpasado, un estancamiento en lo ya vivido, en lo que fue y ya no es. En el fondo, se trata de una grandebilidad. Es la debilidad que brota del miedo a todo riesgo ante lo desconocido, lo nuevo, lo noexperimentado como tranquilizante y fuente de seguridad. Sin duda alguna, la persona, que se comportade esta manera, vive inconscientemente en una profunda dependencia de situaciones y experienciasinfantiles, que le marcaron decisivamente en los primeros aos de su vida. A veces, la cosa puede llegarhasta el extremo de convertirse en un estado patolgico, una verdadera enfermedad del espritu ms omenos camuflada o disimulada. Es el caso, por ejemplo, de personas profundamente intransigentes yfanticamente testarudas. A veces, se puede pensar que, en esos casos, se trata de personalidades fuertes yde caracteres admirables. En el fondo, la cosa no pasa de ser un estado patolgico, fruto lgico de unadebilidad inconfesable. La debilidad que paraliza al sujeto hasta el punto de impedirle moverse lo msmnimo del sitio y de la posicin en donde ha encontrado su propia seguridad. En este sentido, es til

    recordar que el drama del hombre moderno, como lo ha notado acertadamente E. Fromm en El miedo a lalibertad, se sita en el dilema de la bsqueda de seguridad y de la bsqueda de libertad (que lleva aromper con dependencias infantiles, a dejarse cuestionar y al desarrollo de la autonoma). Desde este

    punto de vista, el problema del inmovilismo adquiere una nueva luz, porque esto nos viene a indicar, en elfondo, que el inmovilismo es en realidad el resultado del miedo a la libertad. El miedo profundo quecorroe las entraas del hombre de nuestro tiempo, precisamente cuando ms se habla de libertad y cuandoms se la ensalza. En el fondo, se trata de comprender que la modernidad y la ilustracin exigen dejarsecuestionar e interpelar, poner a prueba las propias seguridades y saber ponerse en bsqueda. De ah lastendencias antimodernas de los conservadores e inmovilistas, que buscan protegerse del influjo de lasociedad moderna, marcada por el pluralismo de opciones y por el cambio rpido y profundo de lassituaciones.Pero el problema, que aqu se plantea, es ms complicado. Porque el inmovilismo tiene sus campos deactuacin, en los que se manifiesta con singular fuerza. Se trata de aquellos sectores de la vida, que, por

    tener un carcter absoluto, son ms propicios para que el sujeto se aferre a ellos con ms intransigencia yfanatismo. Me refiero concretamente a la poltica y a la religin. Porque la experiencia nos ensea que,con bastante frecuencia, las personas ms fanticamente inmovilistas son precisamente quienes en lo

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    poltico y en lo religioso manifiestan singularmente su fanatismo y su intransigencia. Lo cual esperfectamente explicable. Porque lo mismo la poltica que la religin nos ponen en relacin con valoresabsolutos y adems abarcan, de una manera o de otra, a la totalidad de la vida. De ah que, por lo general,el sujeto inmovilista es sobre todo inmovilista en lo poltico y en lo religioso. Y as suele suceder quequien es conservador en poltica lo es tambin en religin y viceversa. De donde resulta la enormecomplejidad que entraa todo este asunto. Porque, a la vista de lo dicho, se comprende perfectamente que

    ya no se trata slo de un problema de fe o de una cuestin exclusivamente religiosa, sino adems de unasunto propiamente poltico con sus inevitables connotaciones sociales, econmicas e ideolgicas. Elinmovilismo suele ser totalizante. Y por eso suele tambin paralizar a la persona en casi todos los mbitosde la vida, por lo menos en aquellos sectores de la experiencia y de la convivencia que ponen al sujeto enrelacin con los valores ms decisivos de la existencia humana.Adems, todo esto se ha puesto en carne viva de manera alarmante en los ltimos tiempos. Por una raznmuy sencilla: ha habido tantos y tales cambios en tan poco tiempo, que las psicologas inmovilistas se hanvisto puestas a prueba hasta lmites inconcebibles. De ah, las posturas extremas, las tensiones, losenfrentamientos y los conflictos sin nmero que se han vivido, en los ltimos veinte aos, en la sociedady en la Iglesia. Por supuesto, que estas cosas no se deben solamente a los inmovilistas. Porque de sobrasabemos que tambin hay gente ms o menos apasionada por todo lo nuevo, lo desconocido y loarriesgado. Y es claro que tambin stos tienen su buena parte de responsabilidad en los conflictosvividos. Pero, en todo caso, es innegable que el inmovilismo ha tenido, y sigue teniendo, en todo este

    asunto, la parte ms decisiva. Por qu? Para responder a esta pregunta, necesitamos tomar el agua desdems arriba.Me explico. Si miramos las cosas desde el punto de vista estrictamente cristiano, hay que empezardiciendo que el evangelio no es una serie de proposiciones tericas y abstractas, formuladas de una vez

    para siempre y que siempre han de tener la misma significacin y las mismas aplicaciones. El evangelioes la palabra de Dios encarnada. Y es, por eso, el acontecimiento de la salvacin hecho presente en lahistoria. Este acontecimiento sucedi de una vez para siempre y se cumpli, de manera definitiva, en la

    persona y en la obra de Jess de Nazaret. En este sentido, y desde este punto de vista, se trata de unacontecimiento realizado y dado al hombre, de una vez por todas, de tal manera que el mismo hombre notiene derecho a manipularlo o cambiarlo de la manera que sea. La nica actitud coherente, ante talacontecimiento, es la aceptacin mediante la acogida y la obediencia.. Pero con esto no est dicho todo.Porque un acontecimiento no es un mero suceso, ya que el acontecimiento presupone libertad,determinacin y, por tanto, conciencia. Lo cual quiere decir que la conciencia no es algo que se refiere tan

    slo a un suceso determinado cuando llega a ser conocido, sino que entra, junto con la libertad, en laconstitucin misma del acontecimiento. Por consiguiente, si el evangelio es esencialmente elacontecimiento de la salvacin, eso quiere decir que la conciencia y la libertad, al apropiarse elacontecimiento, entran a formar parte del acontecimiento mismo. Por eso, se puede decir, con toda

    propiedad, que aunque debemos considerar el acontecimiento de la salvacin como causado por Dios,tambin es cierto que Dios lo causa de tal manera que la conciencia humana, la experiencia humana, laaceptacin por el hombre de esta accin divina, entran como elementos constitutivos en el acontecer de lasalvacin. Cada accin salvfica de Dios implica necesariamente no slo un hablar de Dios, sino tambinun escuchar del hombre. De donde resulta que el acontecimiento evanglico, realizado de una vez portodas en Jess de Nazaret, est indisociablemente vinculado a la historia y tiene su historia, ya que laconciencia y la libertad estn siempre histricamente condicionadas y se realizan siempre en el acontecerhistrico.Ahora bien, la historia es cambio, es evolucin y es progreso. De ah que el acontecimiento de Jess de

    Nazaret, al realizarse histricamente, adquiere siempre formas nuevas de expresin y de comprensin.Por eso, la revelacin, en cuanto que slo contina existiendo en la predicacin y la aceptacin de la fe,tiene una historia, una evolucin y un progreso despus de Cristo. Como ha dicho exactamente K.Rahner, la verdad que fue una vez comunicada tiene su historia, que no lleva necesariamente fuera de laesfera de la revelacin divina, sino que es la explanacin de esta misma revelacin.

    No es ste ni el lugar ni el momento de exponer las diversas y complicadas explicaciones que los telogoshan dado al hecho indiscutible de la evolucin y el progreso que se dan en la teologa, en el dogma y en laapropiacin por parte nuestra de la revelacin de Dios al hombre. Con lo dicho basta para comprender loque a m me parece que, en este punto, es esencial, a saber: que el acontecimiento de Cristo, en cuantoacontecimiento de salvacin, ocurri de una vez por todas, es verdad, pero al mismo tiempo est tambinvinculado a la historia, se despliega y se realiza en la historia, como tal acontecimiento, y est por esoinevitablemente condicionado por la historia.A qu viene todo esto? En realidad, qu es lo que todo esto nos quiere decir? Con un ejemplo nos vamosa entender. Hoy comprendemos el evangelio de manera distinta a como se comprenda hace siglos o haceincluso algunos aos. Eso no quiere decir que nosotros hemos adulterado el evangelio, ni que lo hemos

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    cambiado a nuestro capricho y de acuerdo con nuestras conveniencias. Lo que quiere decir es que lahistoria ha cambiado, ha progresado. Y con la historia, ha cambiado y ha progresado tambin nuestraconciencia, nuestra captacin y comprensin del acontecimiento de Jess de Nazaret. Ahora bien, esto

    precisamente es lo que se niega a reconocer el inmovilismo. Porque, para el inmovilista, puro, elevangelio no pasa de ser un conjunto de verdades, es decir un conjunto de proposiciones abstractas yuniversales, que siempre tienen el mismo significado y la misma captacin por parte del hombre. De esta

    manera, el inmovilista se niega a aceptar la dimensin histrica de nuestra captacin y comprensin de larevelacin. Con lo cual se cierra el paso para captar y comprender el mensaje de Jess en toda suprofundidad y con todas sus virtualidades.Ha sido necesario llegar hasta aqu para comprender hasta dnde nos puede y nos tiene que llevar elseguimiento de Jess. Este seguimiento lleva consigo la disposicin a no dejarse retener por nada ni pornadie, a renunciar a todo, a abandonarlo todo y participar de la comunidad de vida y destino -incluida lacruz- de Jess. Pero es importante comprender lo que eso significa. No se trata solamente de unmoralismo, de una determinada forma de conducta. Se trata tambin de una apertura, de unadisponibilidad de la mente y del espritu, para aceptar y acoger lo desconocido y quiz tambin loinsospechado, lo que no cuadra con nuestros criterios y con nuestros sistemas de interpretacin, lo que, endefinitiva, rompe todo inmovilismo. Esto es, sobre todo, lo que ocurri con los discpulos y seguidores deJess. Aquellos hombres tenan, sin duda alguna, sus propios criterios, sus valores asimilados y bienasimilados; ellos tenan una idea determinada de cmo deba ser el Mesas, lo que haba que esperar de l,

    la doctrina de salvacin que ese Mesas deba proponer al pueblo de Israel, lo que el Mesas deba aceptary lo que deba rechazar. Por eso, aquellos hombres esperaban un Mesas victorioso, arrollador,restaurador de la gloria y el podero de Israel, liberador triunfante de la nacin juda. Cuando los hijos deZebedeo le piden a Jess los primeros puestos en el reino venidero, en realidad estaban pensando en estascosas. Cuando Pedro le dice a Jess que nada de sufrir en Jerusaln, estaba igualmente pensando en estetipo de Mesas. Cuando Jess tuvo que obligar a los discpulos a embarcarse precisamente en unmomento de apoteosis de tipo mesinico, est claro que aquellos hombres se resistan a desperdiciar laocasin de proclamarlo rey victorioso. Los ejemplos se podran multiplicar indefinidamente en estesentido. Pero no hace falta, porque todo esto es ya bastante conocido. Lo importante, en este momento, escomprender que Jess invoca el seguimiento precisamente en los momentos decisivos, es decir, en losmomentos en los que est destruyendo ms directamente las ideas y esperanzas de mesianismo terreno ymundano que tenan los discpulos. En estos casos, Jess exige de sus seguidores no slo una forma deconducta, sino sobre todo un cambio de mentalidad, es decir, la aceptacin de unas ideas que no les

    entraban en la cabeza, concretamente la aceptacin de una forma de mesianismo que no encajaba ni consus clculos ni con sus esperanzas.Sin duda alguna, lo ms difcil en la vida es cambiar los propios criterios, los propios valores y los

    propios sistemas de interpretacin. Sobre todo, cuando esos criterios, esos valores y esos sistemas deinterpretacin se ven canonizados y sacralizados por la religin. Porque entonces, el inmovilista confundesu propia testarudez con los designios que l piensa vienen de Dios. De ah, la enorme dificultad queentraa el convertir al evangelio a una persona profundamente religiosa. Y de ah que, muchas veces, losms incapacitados para seguir a Jess son aquellos que ya saben todo lo que tenan que saber en materiade religin. Por eso se comprende que los ms encarnizados enemigos de Jess fueron precisamente las

    personas ms fanticamente religiosas de aquel tiempo: los fariseos, los sacerdotes y los dirigentes delpueblo. Aquellas gentes chocaron con un mensaje que desautorizaba sus propios comportamientos. Pero,ms que eso, se resistieron a aceptar una nueva manera de entender la relacin del hombre con Dios: nocomprendieron ni quisieron comprender que todo el secreto de la cuestin estaba en seguir a aquel

    personaje extrao, aquel profeta itinerante, aquel amigo de pecadores y descredos, acusado de comiln yborracho, violador del sbado y de las tradiciones, que fue Jess de Nazaret, al menos en la apreciacinde aquellos que tenan que convertirse a su seguimiento.

    Nunca insistiremos bastante en la actualidad que entraan estos planteamientos. Se dice, muchas veces,que vivimos en tiempos difciles. Lo cual es verdad. Sobre todo, porque son tiempos de cambio, detransicin profunda. Tiempos en los que mucha gente tiene la impresin de que el terreno se le muevedebajo de los pies. De ah, la inseguridad y el miedo que cunden en no pocos ambientes. Y de ahtambin, el deseo de seguridad y de consistencia, que se busca afanosamente por todas partes. Ahora bien,estando as las cosas, nada tiene de particular que muchas personas busquen ms una religin que datranquilidad y seguridad que un evangelio que inquieta y desinstala. Con lo cual se ve reforzado yconsolidado el inmovilismo que muchas gentes llevan inoculado en la sangre de sus ideas ms queridas.Por eso, no parece exagerado decir que, en los tiempos que corren, es ms difcil el seguimiento de Jess.Pero por eso tambin, parece acertado decir que, en nuestros das, necesitamos ms que nuncacomprender y aceptar lo que significa seguir a Jess con todas sus consecuencias.Casi todos los creyentes queremos estar cerca de Jess. Pero, a la hora de la verdad, son muy pocos los

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    que quieren moverse de donde estn. Se quiere una cercana sin movimiento. De donde resulta que elseguimiento se hace imposible en la prctica. Y por eso, se hace imposible tambin la cercana a Jess.Aqu est el secreto y la fuerza de lo que he pretendido explicar en este captulo primero.

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    2 Sobre la involucin y otros males.

    1. Apertura al futuro.Antes de entrar a analizar el concepto del seguimiento en el nuevo testamento, vamos a decir algo sobre

    lo que dice el antiguo acerca de este mismo asunto. Y lo voy a hacer as no slo porque el antiguotestamento dice cosas importantes sobre el seguimiento, sino adems por una razn ms bsica, si cabe.Seguir y seguimiento son palabras que evocan espontneamente las ideas de marcha hacia adelante,avance y progreso, de tal manera que, como bien sabemos, Jess le prohibi a uno que quera seguirle elseguir mirando atrs. Esta prohibicin tiene su razn de ser: el individuo, a quien Jess dijo estas

    palabras, pretenda emprender la tarea del seguimiento, pero antes quera despedirse de su familia. Msadelante tendremos ocasin de analizar, ms en concreto, lo que nos quieren decir estas misteriosas

    palabras de Jess. Pero de momento y para lo que aqu nos interesa, se puede decir lo siguiente: elindividuo aqul quera emprender algo nuevo en su vida, pero sin renunciar del todo a seguir mirandoatrs, a su pasado, a sus vinculaciones anteriores, a sus races ms ntimas. Y eso es lo que no puede ser.Hasta el punto de que quien pretende semejante cosa, no vale para el reino de Dios. El seguimiento llevaconsigo una apertura al futuro, una tensin hacia adelante, sin condiciones ni cortapisas que, de la maneraque sea, puedan retardar la marcha. Porque seguir a Jess es abrirse a lo nuevo, a lo por venir, en tensin

    hacia el futuro. Ahora bien, el antiguo testamento es la leccin ms magistral que puede darse en estesentido. Porque todo l est inspirado en la esperanza de un futuro mejor, el futuro prometido por Dios.Lo cual es cierto hasta tal punto que, con razn, se ha definido la apertura radical hacia el futuro como locaracterstico de la concepcin de la existencia tanto del antiguo como del nuevo testamento. Es ms, si lareligin de Israel pervivi a travs de los siglos, entre crisis y conflictos innumerables, ello se debi,sobre todo, a que siempre vivi, de una manera o de otra, en esta apertura radical hacia el futuro. Por eso,se ha dicho, con toda razn, que si los profetas, ms que nadie, fueron los mantenedores caractersticos dela religin de Yahv, el motivo est principalmente en su orientacin hacia el futuro.Esta orientacin representa, por tanto, una caracterstica esencial de la fe cristiana. Sin entrar ahora enms detalles sobre el asunto, es evidente que, como afirmacin global, la apertura al futuro tiene que serun componente decisivo en la vida del que pretende seguir a Jess. Lo que, dicho de otra manera,equivale a afirmar que quien renuncia a esa apertura, renuncia, por eso mismo tambin, al seguimiento deJess.Enseguida vamos a ver las consecuencias que todo esto entraa. Pero ya desde ahora se puede decir algoque me parece evidente: una de las formas ms claras de oposicin a esta apertura al futuro es lainvolucin. Y hablo de este asunto porque desde hace algunos aos, son muchas las personas que tienenla impresin y hasta el convencimiento de que, en la sociedad y en la Iglesia, se est produciendo un

    profundo proceso de involucin. Lo cual resulta preocupante. Porque, como es bien sabido, la palabrainvolucin se utiliza en biologa para hablar de la fase regresiva de un proceso biolgico, o tambin del

    proceso de atrofia de un rgano. Ms en concreto, se suele utilizar la palabra involucin para referirse alconjunto de fenmenos de esclerosis y atrofia caractersticos de la vejez. Es decir, cuando hablamos deinvolucin, nos referimos, no slo a un proceso de regresin al pasado, sino adems de un fenmeno deenvejecimiento, esclerosis y atrofia, cosas todas caractersticas de los seres en los que la vida se degradade una manera ms o menos alarmante. Es todo eso lo que queremos decir cuando se habla de involucinen la Iglesia? Lo ms seguro es que la mayor parte de la gente no conoce todos esos matices cuando serefiere a la involucin eclesial. Pero, en todo caso, lo que s parece seguro es que quienes hablan deinvolucin, quieren expresar con esa palabra algo que resulta obviamente desagradable, porque indica laidea de regresin al pasado y quiz tambin alguna forma de envejecimiento y atrofia. Por eso, sin duda,los responsables de la institucin eclesistica suelen responder que en la Iglesia no hay involucin alguna,cuando se les pregunta por este asunto. Seal evidente de que ellos piensan, en su buena voluntad, queaceptar que hay involucin eclesial es lo mismo que aceptar una cosa degradante para la misma Iglesia.De momento, yo no voy a discutir si efectivamente existe o no existe esa involucin. Lo que s meinteresa dejar bien claro es que, si existe, eso es una de las cosas ms preocupantes que le pueden ocurrira nuestra Iglesia. No slo porque, hablando desde el punto de vista puramente natural, eso indicara un

    proceso de envejecimiento y esclerosis, sino, sobre todo, porque de esa manera la Iglesia estara poniendoen cuestin su apertura al futuro y, por eso, estara amenazando contra su fidelidad al seguimiento deJess. Esto es lo grave. Y esto es lo que algunas personas no advierten cuando hablan alegremente de lainvolucin, como si se tratara de una cosa sin importancia, una cuestin simplemente coyuntural, que

    antes o despus pasar sin dejar rastro de s. Quienes hablan de esa manera es evidente que no se percatande la gravedad del asunto, quiz porque piensan que todo se debe simplemente al talante, a la manera deser o a los gustos personales de tal o cual dirigente eclesistico, cuando en realidad, si es que

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    efectivamente existe una verdadera involucin eclesial, haba que buscar la causa en un empobrecimientoy hasta en un envejecimiento alarmante de la misma Iglesia en su totalidad. Es eso realmente lo que pasa?Antes de responder a esta pregunta, vamos a decir algo acerca de las grandes enseanzas del antiguotestamento sobre el seguimiento. Ello -as lo espero- nos pondr en la pista de la verdadera solucin.

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    2. El Dios de los nmadas.Empezamos tomando el agua desde arriba, desde las tradiciones religiosas que dieron origen a la fe

    bblica, la fe de los patriarcas y, ms tarde, la fe de Israel. Slo as podremos comprender el trasfondoprofundo que tiene la doctrina y, sobre todo, el hecho del seguimiento.En efecto, para entender cmo fue la fe de Israel en su Dios, es necesario tener muy presente la naturalezay la manera de vivir de aquel pueblo en sus orgenes. Como es bien sabido, Israel fue originalmente un

    pueblo de nmadas, es decir, un clan o una tribu de pastores, que lgicamente vivieron ocupados, no en elciclo de la siembra y la cosecha, sino en el mundo de la migracin. Por consiguiente, la religin de Israelfue, en sus orgenes, la religin propia de los nmadas. Ahora bien, como se ha dicho acertadamente, lareligin de los nmadas es religin de promesa. El nmada no vive inserto en el mencionado ciclo de lasiembra y la cosecha, sino en el mundo de las migraciones. De ah que el Dios de los nmadas, que es unDios que inspira, gua y protege a sus fieles, se diferencia bsicamente, en distintos aspectos, de losdioses de los pueblos agrarios. Los dioses de los pueblos agrarios son dioses vinculados a un lugar, a unmonte, un santuario, un templo. Por el contraro, el Dios transmigrador de los nmadas no est atado aningn territorio ni a ningn lugar. Es un Dios que avanza, que peregrina con los nmadas, que estsiempre en camino. As ocurri en la historia de los patriarcas, que fueron clanes nmadas de pastores,cuya religin consista en la veneracin hacia el Dios del padre, una divinidad nmada, que guiaba,acompaaba y defenda en el camino al grupo que le era fiel. Dios decida el destino de sus fieles y sabaa dnde los conduca. Por eso, el Seor dijo a Abrahn: Salmo de tu tierra nativa y de la casa de tu padre,a la tierra que te mostrar. Haba empezado la peregrinacin, la marcha, el camino. Desde entonces tienesu razn de ser ms profunda el seguimiento. Y cuando, al cabo de los siglos, Dios se vuelve a revelar aIsrael, lo hace de nuevo a un clan nmada de pastores, que durante aos peregrinan por el desierto. Setrata entonces del Dios del xodo, que no est vinculado ni al monte Sina, ni a ningn otro lugar osantuario, porque siempre est en camino, acompaando a los suyos, inspirando, guiando y protegiendo.Pero sabemos que la cosa no para ah. Porque cuando Israel se asienta en Canan, la tierra prometida,

    pasa de ser un pueblo nmada de pastores a ser un pueblo sedentario de agricultores, pero entonces, losorprendente es que la fe de Israel no abandona al Dios que ha trado del desierto, su Dios peregrino ynmada, sino que sigue creyendo en l. En este sentido, es notable la significacin que Israel atribuy asus fiestas religiosas. En un principio, tales fiestas fueron de origen campesino, ya que datan del tiempoen que aquel pueblo se convirti de nmada en sedentario, al asentarse en la tierra de Canan. Y as, el

    ritmo de las grandes fiestas de Israel fue determinado primitivamente por la ordenacin natural del aopalestino. De ah que el calendario festivo de Israel es de origen cananeo y, como tal, tiene la impronta deuna religin campesina, que ve en el acontecimiento de la siembra y la cosecha un fenmenodirectamente sagrado.

    Pero lo curioso es que Israel, aunque se haba transformado en un pueblo campesino, el contenido de esasfiestas se mud poco despus de su instalacin en Canan. En el Mazot, fiesta de la recoleccin de lacebada, se hizo conmemoracin de la salida de Egipto; y en la gran fiesta del otoo y la vendimia, serecord el tiempo del desierto y de la morada en las tiendas. Todo esto quiere decir que Israel lleg prontoa historizar unas fiestas que en un principio fueron puramente agrcolas. Lo que es seal inequvoca de loque antes se ha dicho: este pueblo, que pas de nmada a sedentario, conserv, sin embargo, su feoriginal, la fe en el Dios de los nmadas, el Dios que peregrina, avanza y camina con su pueblo.Todo esto contiene una enseanza fundamental. Como se ha dicho muy bien, aqu se siente la existencia

    como historia. Este Dios conduce hacia un futuro, que no es mera repeticin y ratificacin del presente,sino que es la meta de los sucesos que ahora estn desarrollndose. La meta es lo que da sentido a laperegrinacin y sus penalidades; y la decisin actual de confiar en el Dios que llama, est preada defuturo. Tal es la esencia de la promesa, desde la perspectiva de la migracin. Todo esto tiene unaimportancia singular para la teologa del seguimiento. Porque nos viene a decir, ante todo, que la fe

    bblica es una fe basada en una promesa y prendida de esa promesa. Ahora bien, la promesa vincula alhombre al futuro y le otorga el sentido para captar la historia. No porque le d un sentido especial paracaptar la historia del mundo en general, sino porque vincula al hombre a su propia historia, ya que en esahistoria concreta es donde tiene que encontrar a su Dios.Qu significa esto? Significa que la historia no tiene ya slo una funcin de servicio para el encuentro

    personal con Dios, sino ante todo y sobre todo que la historia misma es la que nos revela a Dios, es decir,el cosmos como teofana queda sustituido por la historia como teofana. Dios no se revela al margan delacontecer histrico, sino precisamente en ese mismo acontecer.

    Ahora bien, esta manera de entender la historia, como revelacin fundamental de Dios, entraa tresconsecuencias de mxima importancia para nuestro estudio del seguimiento. La primera consecuencia serefiere a nuestro conocimiento de Dios. Porque, a partir de lo que hemos visto, se comprende que el

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    sentido ms profundo de Dios, su esencia misma, no consiste en que sea absoluto en s, sino que consisteen su fidelidad, con la cual se identifica y se revela como el mismo en la historia de su promesa. Sudivinidad consiste en la constancia de su fidelidad n. Lo cual no es negar el carcter absoluto de Dios,sino encontrar la significacin ms honda que Dios tiene para nosotros. La segunda consecuencia nosenfrenta con el valor capital que la historia tiene para el creyente. Ya lo he dicho, y hay que repetirlo: lahistoria misma es la que nos revela a Dios. Por consiguiente, los acontecimientos histricos no son lo

    perecedero, lo insignificante, lo transitorio, sino que son el medio mismo por el que Dios se revela enpromesa y esperanza. Como ha dicho acertadamente J. Moltmann, all donde el revelarse de Dios deja deser visto en promesa y misin, se puede reflexionar, por ejemplo, sobre la esencia eterna, imperecedera yabsoluta de la divinidad. Pero en ese caso los acontecimientos histricos caen en la esfera de la caducidad.Que es justamente lo que les pasa a muchos cristianos: ellos consideran que las miserias del tiempo

    presente no son sino un estorbo para el encuentro con Dios, cuando en realidad es en el espesor de lahistoria donde el hombre tiene que encontrarse con su Seor. Y de ah la tercera consecuencia, que serefiere a la significacin del seguimiento. Si el Dios de nuestra fe es el Dios de los nmadas, el Dios que

    peregrina, camina y avanza, revelndose en el acontecer histrico, es evidente entonces que slo medianteel seguimiento y en el seguimiento podemos conocer verdaderamente a Dios, relacionarnos con l y viviren la fidelidad a Dios, como l es la fidelidad misma para nosotros. No es posible el seguimiento almargen de la historia y menos an en contra de la historia. Como no es posible la fidelidad a Dios almargen del seguimiento.

    Y para terminar todo esto, una advertencia importante. El seguimiento no es una teora, sino una praxis,una forma concreta de vida, que iremos analizando en los captulos siguientes. Por lo tanto, que nadie seengae: no se trata de comprender estas cosas, para entusiasmarse con ellas y adherirse especulativamentea todo lo dicho; de lo que se trata es de vivir cada uno, desde la realidad concreta de su propia historia, laexperiencia y la realidad del seguimiento de Jess. As es como Israel conoci a Dios. No a base deespecular y teorizar sobre la divinidad, sino desde la praxis histrica que Dios le hizo vivir y a travs de lacual el mismo Dios se le dio a conocer. Gerhard von Rad ha dicho con toda razn: solamente as, es decir,de un modo totalmente contrario a lo especulativo, ha tenido lugar en Israel el conocimiento de Dios. Ysolamente as, decimos nosotros, es posible la verdadera relacin con Dios y su autntico conocimiento:desde la prctica histrica y concreta del seguimiento.

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    seguimiento lleva consigo siempre la exigencia de la prontitud en la respuesta. Que es justamente lo quese advierte con ms fuerza en el ms famoso relato de seguimiento que nos ha legado el antiguotestamento. Se trata de la vocacin del profeta Eliseo, a quien Elas llama para que le siga. Vale la penaleer el pasaje entero:Elas march de all y encontr a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, l con la ltima.Elas pas junto a l y le ech encima el manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corri tras Elas y le

    pidi: Djame decir adis a mis padres, luego vuelvo y te sigo. Elas le dijo: Vete, pero vuelve. Quin telo impide? Eliseo dio la vuelta, cogi la yunta de bueyes y los ofreci en sacrificio; aprovech los aperospara cocer la carne y convid a su gente. Luego se levant, march tras Elas y se puso a su servicio.Se discute, acerca de este pasaje, si efectivamente Eliseo fue o no fue a despedirse de sus padres. Hayquienes piensan que, segn el sentido original del relato, Elas prohibi a Eliseo hasta despedirse de lafamilia. En todo caso, est muy claro que el pasaje destaca especialmente la prontitud con que Eliseoresponde a la llamada. Eliseo corri tras Elas y enseguida dio la vuelta, cogi la yunta de bueyes y losofreci en sacrificio. Luego se levant, march tras Elas y se puso a su servicio. La decisin es rpida.Eliseo no pregunta para qu es llamado, ni a donde va a ir, ni en qu va a consistir su nueva vida.Simplemente sacrifica lo que tiene, deja a los suyos y se va tras el profeta. La llamada al seguimientoexige una opcin radical. Esta opcin consiste en abandonar inmediatamente lo que se tiene y, sin ms

    preguntas ni ms dilaciones, se emprende el nuevo camino.La historia posterior de Eliseo nos presenta a este hombre metido hasta el fondo en la vida y en los

    asuntos de su pueblo. No slo en los asuntos religiosos, sino tambin en los polticos, en todo lo queinteresaba al bien de la nacin y de la gente. Porque, como se ha dicho con toda razn, no nosencontraremos en Elseo, como tampoco en Elas, ni en tantas otras figuras claves del antiguo testamento,con hombres que viviesen slo para el mundo religioso y espiritual tal como nosotros lo entendemos: fe,doctrina y culto, y que, a lo sumo, actuaban como reformadores; nos encontramos con hombres quesirven a Israel. Ahora bien, Israel tena una configuracin poltica; posea una dimensin histrica que norealizaba solamente en el terreno espiritual, sino tambin en el poltico, en el cual Israel estaba no menosamenazado y necesitado de orden y proteccin. En definitiva, hay que decir -para lo que aqu nosinteresa- que estos hombres entendieron y vivieron el seguimiento en su verdadera y justa dimensin: ensu dimensin histrica, como seguimiento del Dios de la historia, a quien se encuentra en esa mismahistoria y desde ella se vive y se realiza la exacta relacin con l. He ah la profunda significacin delseguimiento, tal como se nos revela en el antiguo testamento.

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    4. Involucin, pesimismo y desesperanza.Una de las experiencias ms generalizadas, en nuestros das, es la experiencia de pesimismo, decepcin odesencanto ante el giro que van tomando los acontecimientos. Por todas partes se habla de crisis: en

    poltica, en economa, en religin, en moral, en educacin... En todo, o en casi todo, se descubre algunacrisis. Y a propsito de cualquier tema se habla, quiz con amargura, de lo mal que van las cosas. Hasta el

    punto de que son muchas las personas que se temen lo peor: una nueva guerra mundial o cualquier tipo dedesastre universal, que nos podra sumir en el caos.La consecuencia, inevitable y lgica, de esta situacin es la prdida colectiva de esperanza. No de laesperanza ultraterrena, que nos hace pensar en el ms all como una liberacin de las miserias presentes,sino de la esperanza histrica, que nos sita con ilusin y optimismo ante los acontecimientos de hoy yante el futuro que se nos avecina. Porque es un hecho -as parece al menos- que muchas personas, afuerza de decepciones y desencantos, ya no esperan nada o casi nada del futuro. Y entonces, la reaccinlgica y comprensible es la vuelta al pasado: la atencin se fija, sobre todo, en lo de antes, las ideas deantes, las costumbres de antes, los proyectos de otros tiempos y as sucesivamente. De tal manera que lanostalgia viene a ocupar el sitio que tendra que ocupar la esperanza. No hay que ser un lince para darsecuenta de que esto ocurre por todas partes: vuelven las canciones de tiempos pasados; las modas denuestras abuelas se ponen, a veces, de actualidad; se revitalizan no pocas costumbres y tradicionesreligiosas; la juventud se hace ms conformista y menos revolucionaria. Por no hablar de los que en ellmite de sus desesperanzas, se entregan en manos del pasotismo, porque todo les da igual y ya no esperannada de nada ni de nadie.

    No voy a hacer aqu un anlisis de las causas que han provocado este estado de cosas, porque esorebasara, con mucho, los lmites de este captulo. Pero s me interesa destacar un aspecto del problema.Sin duda alguna, en todo esto ha tenido una influencia decisiva la crisis econmica mundial. Porque es unhecho que, a resultas de esa crisis, la vida se ha puesto ms difcil para todo el mundo: la gente se sienteamenazada, en su trabajo, en su economa, en su seguridad personal, en casi todo. De ah la profundaexperiencia de inseguridad que se palpa y se mastica por todas partes. Y de ah tambin que losmecanismos de seguridad y de propia defensa se le han potenciado a la gente de una manera llamativa.Por eso, sin duda, se le teme al futuro. Y por eso tambin se busca y se aora la seguridad y hasta latranquilidad del tiempo pasado.Por otra parte -y esto es lo que ms me interesa destacar aqu- cuando este conjunto de fenmenos se dan

    en gente religiosa, la salida lgica, casi inevitable, es hacia lo trascendente, lo sobrenatural, lo que rebasaeste mundo y esta historia tan cargados de miserias y penalidades. Quiero decir: desde el momento en quela vida, las ideas, los proyectos y las ilusiones se vuelven hacia atrs, en vez de mirar hacia el futuro, lanica esperanza posible es la esperanza en la otra vida. Y entonces, todo lo terreno nos parecedespreciable, porque nuestras aspiraciones estn puestas en el cielo. Ahora bien, cuando una personaempieza a ver las cosas de esa manera, es quiz muy posible que pierda el sentido de la historia. O por lomenos tendr con frecuencia el peligro de perder ese sentido de la historia. Porque, para quien piensa deesa forma, los acontecimientos humanos son lo perecedero, lo transitorio, lo que no tiene consistencia yhasta lo despreciable. Ya que lo absoluto, lo que de verdad vale y lo que interesa no est en la historia yen el tiempo, sino en la eternidad. De donde se sigue que, para quien tiene esa mentalidad, nuestra tareaesencial aqu consiste en sufrir, con resignacin y paciencia, las calamidades del tiempo presente, paraconseguir as un peso eterno de gloria en el cielo. He ah el talante espiritual de no pocas personas y elfundamento ideolgico que sustenta tantos pesimismos.

    Por supuesto, la esperanza en la otra vida es fundamental para un creyente. Adems, est claro que, desdeel punto de vista de la fe cristiana, segn piensan algunos, la otra vida es ms importante que sta. Por lotanto, aqu no se trata de poner en duda o minusvalorar esa dimensin de la esperanza cristiana. De lo quese trata es de comprender que ese tipo de esperanza no se debe mantener y fomentar a base de marginar yhasta anular la esperanza histrica. Porque en la medida en que una persona coloca sus esperanzasexclusivamente ms all de esta vida, hasta el punto de no esperar ya casi nada de esta tierra, en esamisma medida la consecuencia inevitable que se sigue es la evasin con respecto a las tareas yresponsabilidades para cambiar y mejorar el mundo. Hay personas a quienes ese asunto ya no interesa,

    porque su inters est centrado ms all de este mundo. Y entonces, lo que puede ocurrir es que lapreocupacin por las situaciones histricas y por los acontecimientos de esta vida es considerada comouna tentacin: tentacin de horizontalismo, de temporalismo, de secularismo. Tentaciones, en definitiva,que la persona de fe tendra que rechazar enrgicamente, porque en la medida en que le meten en losasuntos de este mundo, le apartan de Dios. Y es que, en ltima instancia, lo que est en juego, en todo

    este asunto, es la idea misma de Dios.Pero eso es precisamente lo ms grave de la cuestin. Quiero decir: la evasin histrica se basa en unaidea falsa de Dios. Porque cuando los acontecimientos de la vida y de la historia son considerados como

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    acontecimientos pasajeros y caducos, como cosas sin importancia para la vida de fe o incluso comotentaciones que distraen nuestra atencin de lo nico necesario, que es Dios, entonces est claro que elDios en el que creemos es el Dios de lo eterno, que se muestra indiferente o quiz hasta celoso y rival detodo lo que es temporal y perecedero. En este sentido, ya he recordado antes que all donde el revelarse deDios deja de ser visto en promesa y misin, se puede reflexionar, por ejemplo, sobre la esencia eterna,imperecedera y absoluta de la divinidad. Pero, en ese caso, los acontecimientos histricos caen en la

    esfera de la caducidad.Ahora bien, en todo este asunto es decisivo caer en la cuenta que ese Dios es ms el resultado deespeculaciones filosficas que el fruto verdadero que brota de la revelacin en la que creemos loscristianos. El Dios que nos saca de la historia y de las responsabilidades histricas, no el Dios de nuestrafe, sino el Dios de los filsofos paganos y, en definitiva, el dolo diablico en el que se apoyan todos losque pretenden que Dios no intervenga en la historia de los hombres. Porque, a decir verdad, ese es elfondo de la cuestin: en este mundo hay mucha gente interesada en que Dios no intervenga en la historiay en los asuntos de este mundo; en ello estn interesados los dominadores, los tiranos y los poderosos,

    porque son ellos los que quieren manejar el mundo y la historia. A esa clase de personas le viene muybien el Dios que mira con desagrado a sus hijos cuando stos se ocupan en los asuntos de la poltica y, engeneral, en las tareas de la liberacin de los hombres. Que la Iglesia se ocupe de los asuntos del cielo, queyo me ocupar de los de la tierra, deca Hitler. Y es que el Dios de los dictadores y de los tiranos es elDios de la evasin histrica. Ante ese Dios puede tener buen sentido la imitacin, pero de poco vale el

    seguimiento, en cuanto camino y tarea que se realiza en la historia y entre los asuntos de esta vida.Todo esto tiene una importancia de primer orden cuando se trata de plantear la vida cristiana y, engeneral, la espiritualidad. Porque, como se ha dicho repetidas veces, en asuntos de verdadera importancia,lo ms prctico es tener una buena teora. Y no cabe duda que, a veces, en los planteamientos de laespiritualidad cristiana, lo que parece fallar es la teora que los sustenta. Sobre todo, la teora que serefiere a Dios mismo. Por eso, muchos libros de espiritualidad, de oracin y de liturgia hacen, en ciertoscasos, la impresin de creer ms en el Dios de la evasin histrica que en el Dios del seguimiento y delcompromiso con la vida. De ah, tantas espiritualidades descomprometidas. No por falta de generosidad,sino por carecer de la debida orientacin. Porque el fondo del asunto est en que el Dios, Dios, en el quese cree, es sencillamente un Dios falso.Por lo dems, al decir estas cosas, no se trata de canonizar, sin ms, a la historia en general, tambin a lahistoria profana, al acontecer mundano en su totalidad y sin discernimiento. Por supuesto, que eso serainsensato. Porque sabemos muy bien que historia directa y propiamente salvfica no hay ms que una, la

    historia de la salvacin. Como sabemos igualmente que la historia de la salvacin se constituye por lainterpretacin de la historia profana mediante la palabra de Dios. Por eso es verdad que la historia de lasalvacin y la historia profana no se identifican, porque la historia profana no puede interpretarse por smisma concretamente como salvacin o condenacin, de modo que su carcter salvfico o condenatoriono puede aparecer histricamente al margen de la interpretacin divina. Pero esto mismo quiere decir quela historia profana, aun sin el aspecto caracterstico de historia de salvacin o de condenacin, es contodo, en s misma, historia de salvacin o de condenacin. Lo cual quiere decir obviamente que lasalvacin no se puede realizar al margen del acontecer histrico, sino siempre en la historia y mediante elcompromiso con esa misma historia.Pero hay algo ms importante y decisivo en todo esto. La frmula final de la historia de la salvacin esten Jesucristo. Y eso quiere decir que el mismo Jesucristo es la frmula final no slo de la historia de lasalvacin, sino tambin de la historia universal. Y eso es as por una razn que se comprende enseguida:sabemos que, por medio de la historia de la salvacin y en esa historia de la salvacin en Jesucristo, Dios

    ha aceptado definitivamente al mundo. De donde resulta que la historia, que por parte del mundo podatener un doble significado, es ahora, en Jesucristo y a partir de Jesucristo, una historia de salvacin y node condenacin. Y aunque es verdad que la historia individual, la historia de cada hombre, es todava unahistoria en curso, que puede resultar historia de salvacin o de condenacin, no es menos cierto que lahistoria universal, interpretada desde el acontecimiento de Cristo, es una historia de salvacin y no decondenacin.Qu nos viene a decir todo esto? Dos cosas, a cual ms importante. En primer lugar, que la historia de lasalvacin oficial revelada y la historia general profana no se identifican an plenamente, pero que tiendena esa identificacin. En segundo lugar, que, a partir de todo este planteamiento, se ve claramente hastaqu punto es imposible que la historia general del mundo se le vaya a Dios de las manos. Todo locontrario: a travs de miserias y penalidades, entre progresos y contradicciones patentes, sabemossiempre que Dios dirige esta historia nuestra. De tal manera que, en Jesucristo y por medio de l, se da almismo tiempo, la ms radical separacin entre la historia profana y la historia de la salvacin, por una

    parte, y la dinmica absoluta hacia una identidad entre ambas, por otra parte. Lo uno no se puede separarde lo otro. Es decir, ni podremos afirmar nunca que la historia sin ms es por s misma historia de

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    salvacin en todos sus aspectos y desde sus manifestaciones; ni podremos defender tampoco que lahistoria concreta que vivimos ha perdido su norte y su destino, se ha envenenado en su acontecer y en susdinamismos ms profundos, hasta el punto de ser el obstculo nmero uno para el encuentro con Dios, envez de ser el cauce y el camino por el que los hombres tienen que conseguir su salvacin.Desde este punto de vista, se comprende lo que significa, en toda su hondura, el fenmeno de lainvolucin. Estar de acuerdo con la involucin y sobre todo el fomentarla es lo mismo que pensar, en

    ltimo trmino, que la historia se le ha escapado a Dios de las manos. El involucionista autntico estpersuadido de que la historia buena era la de antes, no la de ahora. Por eso intenta, en cuanto est en sumano, reconstruir el orden de antes, frenar el curso de los acontecimientos y regresar, en la medida de lo

    posible, a lo que ya pas. En el fondo, todo esto equivale a pensar que hay procesos histricos con los queDios est de acuerdo; y que hay tambin otros procesos histricos que se le revuelven a Dios, porque deuna manera misteriosa se sustraen al dinamismo interno de la historia, de tal manera que ya no tiendenhacia la identificacin con la historia salvfica, sino hacia el caos de la perdicin. Este estado de cosas escaracterstico de los tiempos y etapas de transicin. Sobre todo, cuando en esos tiempos y en esas etapasse producen crisis profundas, como es el caso de la crisis econmica que ahora estamos sufriendo, contodas las penalidades, inquietudes y sobresaltos que una crisis as lleva consigo, no slo en el ordenestrictamente econmico, sino en casi todos los rdenes de la vida. En esas circunstancias, mucha gentese siente inquieta, amenazada, insegura. De ah nace el desencanto ms o menos colectivo. Y deldesencanto brota el pesimismo histrico ms radical. Ya no se espera nada o casi nada del acontecer

    histrico, tal y como ahora se produce. Y casi todo se convierte en aoranzas y nostalgias del tiempo quepas.Es eso lo que ahora est ocurriendo? Sin duda alguna, hay datos que nos dicen, con sobrada claridad, queefectivamente es as. Porque, a todas luces, est claro que vivimos en un tiempo de cambios profundos ydel que se puede decir, con toda razn, que es un tiempo de transicin. Por otra parte, de sobra sabemosque estamos atravesando una de las crisis econmicas ms profundas que ha vivido el mundo moderno.De ah, el desencanto, del que se habla por todas partes. Y de ah tambin, el conjunto de fenmenos queapuntan claramente en el sentido de la involucin. Es verdad que una etapa histrica determinada no

    puede ser enjuiciada plenamente mientras se est viviendo. Porque faltan la perspectiva y la distancia queson necesarias para enjuiciar con objetividad plena un proceso histrico concreto. Por eso, no creo que se

    pueda decir que nuestro tiempo es, sin ms, un tiempo de regresin involutiva hacia el pasado. Inclusodudo que eso se pueda decir en cualquier momento de la historia. Porque siempre, y ms ahora, haysignos evidentes de un avance, de un progreso, signos de transformacin y de cambio que seguramente

    apuntan mucho ms all de lo que nosotros podemos sospechar. De todas maneras, y aun aceptandoplenamente todo eso, tambin es verdad que, en nuestros das, se advierten sntomas de una ciertainvolucin. Precisamente porque el cambio es tan profundo, que mucha gente se siente inevitablementeamenazada en l. De ah las tendencias, latentes o manifiestas, que se orientan claramente en el sentido dereconstruir un pasado que ya no est en nuestras manos Y mientras tanto, qu se puede decir de la Iglesia?Aqu es necesario distinguir lo que ocurre en la base de lo que est pasando en las alturas de la pirmide.Por lo que se refiere a la base, es evidente que los miembros de la Iglesia son tambin y al mismo tiempomiembros de la sociedad en la que viven. Por eso se puede decir con toda razn, que si en la sociedad haysignos de involucin, de esos signos participan, por eso mismo, los miembros de la Iglesia En esto loscreyentes no se diferencian, por regla general, de los ateos o de los adeptos a otras confesiones religiosas.La Iglesia vive presente en la sociedad. Y por eso participa inevitablemente de los procesos sociales ehistoreos que se producen en el conjunto de la poblacin. Desde este punto de vista, resulta obvio decirque en la base eclesial entre el pueblo fiel, hay ciertos sectores que presentan sntomas, ms o menos

    manifiestos, de una cierta involucin.Otra cuestin muy distinta es lo que ocurre en las alturas de la pirmide eclesial. A este respecto, hay querecordar, ante todo que en el interior de la Iglesia, han ocurrido cosas muy serias, incluso muy graves, enlos ltimos tiempos. Primero vino el concilio Vaticano II con las profundas innovaciones que eso trajoconsigo para el conjunto de la Iglesia. Y luego, los duros aos del posconcilio, cargados de tensiones yconflictos, de cambios sin precedentes, de oscuridades y dudas, que todos, de una manera o de otra,hemos padecido. Pues bien, estando as las cosas, ha sido prcticamente inevitable que al producirse elfenmeno general de la involucin, la jerarqua eclesistica aplique, de manera quiz ms acentuada, todoese proceso a la organizacin de la Iglesia, a su vida interna, a su funcionamiento en general. No me voy adetener a explicar ahora las responsabilidades concretas y personales, que seguramente las ha habido y lashay en todo este asunto. Como tampoco voy a contar ancdotas, que sin duda alguna confirman yexplican el proceso involutivo al que me estoy refiriendo. Lo que s quiero dejar bien claro es que en laIglesia ya no existe el impulso renovador que haba hace algunos aos Ms aun, con frecuencia laautoridad eclesistica teme haber ido demasiado lejos en ese impulso renovador. De ah las cautelas, losmiedos las frecuentes llamadas a la prudencia y hasta el deseo de reconstruir si fuera posible, algunas de

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    espiritualidad es hoy ms necesaria que nunca. Sin duda alguna, la cuestin capital para la Iglesia es lacuestin que se refiere a la espiritualidad, concretamente a la espiritualidad del seguimiento. En la medidaen que los creyentes viven una espiritualidad as, slidamente evanglica, en esa misma medida la Iglesiair por donde tiene que ir. La cuestin capital no est, por tanto, en que haya mejores o peores dirigentes,mejores o peores normas, mejor o peor organizacin. Todo eso puede ayudar de alguna manera. Peronada de eso constituye la cuestin decisiva para la Iglesia. Esa cuestin se centra en la espiritualidad del

    seguimiento. Como se ha dicho acertadamente, ha sonado la hora del seguimiento para la Iglesia.

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    3 El destino de Jess.

    1. Imitacin o seguimiento?El verbo seguir aparece noventa veces en el nuevo testamento. Y se distribuye as segn los diversos

    autores: 25 veces en Mateo en Marcos en Lucas en Juan, 4 en los Hechos de los apstoles, una sola vezen Pablo y 6 veces en el Apocalipsis. Por lo tanto, mientras que la idea del seguimiento aparece 79 vecesen los evangelios, en todo el resto del nuevo testamento se habla de eso solamente en 11 ocasiones. Setrata, pues, de una idea fundamentalmente evanglica.Pero hay algo que resulta an ms significativo. El verbo kolouzein se emplea casi siempre para hablardel seguimiento de Jess y slo raras veces para referirse a otras cosas. Pues bien, los textos que hablandel seguimiento de Jess estn casi todos en los evangelios, menos dos textos que se refieren a esoindirectamente en el Apocalipsis. Por consiguiente, al leer el nuevo testamento, nos encontramos con estehecho: mientras que los cuatro evangelios hablan frecuentemente del seguimiento de Jess, en todo elresto del nuevo testamento no se habla propiamente de ese asunto. Se confirma, por tanto, que estamosante una idea esencialmente evanglica.Por otra parte, y en contraste con lo que se acaba de indicar, cuando se plantea el tema de la imitacin deCristo, nos encontramos con que el verbo imitar no aparece ni una sola vez en los evangelios. Y en los

    dems autores del nuevo- testamento, se habla de imitacin de Cristo slo dos veces y una vez se hacereferencia a la imitacin de Dios. En consecuencia, podemos decir con plena objetividad que la idea deimitacin, referida a Cristo o a Dios, es infrecuente y rara en el nuevo testamento y est completamenteausente de los evangelios.La conclusin que se desprende de estos datos estadsticos es clara: la relacin fundamental del creyentecon Jess se plantea, en los evangelios, a partir de la idea de seguimiento, mientras que la idea deimitacin est ausente de ellos.Ahora bien, qu es lo que todo esto nos viene a decir? Por lo pronto, esto nos indica que debemos aclararnuestras ideas y nuestras 1 actitudes en cuanto se refiere a nuestra relacin con Jess. Se trata de, imitarleo de seguirle? Esta pregunta es importante. Porque la espiritualidad tradicional nos tiene acostumbrados ahablar de la imitacin de Cristo. Y todos sabemos que esa imitacin es lo que se ha presentado como ideal

    para las almas fervorosas. Pero resulta que los evangelios no hablan de ese asunto, sino del seguimiento.Y entonces es lgico preguntarse: es que el seguimiento y la imitacin son la misma cosa? se refieren a lamisma forma de relacin con Jess, aunque sea bajo expresiones distintas?En principio, al menos, no parece que la imitacin y el seguimiento se refieran a la misma cosa, puestoque los evangelios nos hablan con bastante frecuencia del seguimiento, mientras que ni siquieramencionan la imitacin. Si lo uno fuera indistintamente como lo otro, parece lgico que se utilizasenambas expresiones. Pero ya hemos dicho que no es as.Por otra parte, no se puede decir que se trata de un asunto marginal o de poca importancia, como si dieraigual hablar del seguimiento o de la imitacin. No parece que sea lo mismo hablar de lo uno que de lootro. Por una razn que se comprende enseguida: imitar es copiar un modelo, mientras que seguir esasumir un destino. La imitacin se puede dar en el caso de un modelo inmvil, esttico y fijo, mientrasque el seguimiento supone siempre la presencia de un agente principal que se mueve y avanza, de talmanera que precisamente por eso es posible el seguimiento. Por eso, la imitacin no lleva consigo la ideade accin, actividad y tarea a realizar, mientras que el seguimiento implica necesariamente todo eso. Pero,sobre todo, cuando se trata de un modelo, que se copia, el sujeto se orienta hacia el modelo para retornarsobre s, mientras que en el seguimiento el sujeto sale de s para orientarse enteramente hacia un destino.O dicho de otra manera, en la imitacin el centro de inters est en el propio sujeto, mientras que en elseguimiento ese centro est situado en el destino que se persigue. La imagen cabal de la imitacin es elespejo; la imagen ejemplar del seguimiento es el camino. Y bien sabemos que mientras el espejo es elexponente de la vanidad, el camino es el smbolo de la tarea, de la misin y del objetivo a cumplir.Pero con lo dicho no hemos resuelto el problema planteado. Porque, sean cuales sean nuestras ideas sobreel seguimiento y la imitacin, lo decisivo aqu es determinar en qu consisti la relacin de los discpuloscon Jess. Quiero decir, esa relacin, fue de imitacin o de seguimiento? Para responder a esta pregunta,debemos tomar el agua desde ms arriba y analizar cmo se present Jess de hecho ante sus discpulos.

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    2. Jess no fue un rabino.La palabra rabb o maestro aparece con frecuencia en los evangelios referida a Jess. Pero hay que teneren cuenta que la mayor parte de las veces se trata de una apelacin en boca de los adversarios de Jess oen personas ajenas a su comunidad de discpulos. De todas maneras, la designacin de Jess comomaestro est suficientemente atestiguada en los evangelios. Ahora bien, esto plantea una dificultad: fueJess realmente un maestro para sus discpulos, a semejanza de los rabinos de Israel? Interesa sumamentetener ideas claras sobre este asunto. Porque si efectivamente Jess fue un rabb, como lo eran los deIsrael, entonces est claro que la relacin de los discpulos con Jess se basaba en la imitacin delmaestro, porque eso constitua una de las caractersticas fundamentales de la relacin entre los discpulosy sus rabinos en el judasmo del tiempo de Jess.Ahora bien, sobre este asunto hay que indicar, ante todo, que el ttulo de rabb se aplicaba, en los das deJess, no slo a los escribas o maestros propiamente tales, sino adems a otras personas que no habanrecorrido el ciclo estricto de los estudios rabnicos. Y es que, en aquel tiempo, la apelacin de rabb era unttulo honorfico general que slo cien aos ms tarde qued reservado para los maestros de la ley. Comose ha dicho muy bien, el tratamiento de rabb no significaba ya en el ao 30 lo mismo que 100 o 200 aosms tarde, porque no era todava el ttulo acuado de los doctores ordinarios de la ley. Por consiguiente,de la sola utilizacin de ese ttulo no podemos deducir que Jess fuera un rabino o maestro en el sentido

    propio de esa palabra.Pero no es eso lo ms importante. Lo verdaderamente decisivo, en todo este asunto, est en que la funcino tarea esencial de los rabinos consista en explicar la tora, es decir la ley juda, a sus discpulos con todala casustica de interpretaciones que eso llevaba consigo en el rabinato judo u. Ahora bien, en ningnmomento vemos a Jess dedicado a esa tarea de doctor de la ley, especialista en casustica minuciosa.Ms bien ocurri todo lo contrario. Porque, como es bien sabido, Jess quebrant la ley religiosa de su

    pueblo repetidas veces. Y sobre todo, permiti que sus discpulos la quebrantaran tambin y adems losdefendi cuando se comportaron de esa manera: al comer con pecadores y descredos, al no practicar elayuno en los das fijados por la ley, al hacer lo que estaba expresamente prohibido en sbado y al noobservar las leyes sobre la pureza ritual u. Es evidente que Jess no se comport como se comportabanlos maestros de la ley. Como tambin es evidente que Jess no educ a sus discpulos como lo solanhacer los rabinos judos con sus secuaces.Pero las diferencias entre Jess y los rabinos no se limitan slo a eso. Estas diferencias aparecen hasta en

    los detalles exteriores. Como se ha dicho muy bien, Jess no ensea solamente en las sinagogas sino alaire libre, a la orilla del lago, a lo largo de los caminos. En cuanto a los que le siguen, ms bien nospodran sorprender; hay toda clase de personas de las que un rab profesional se aparta todo lo posible:mujeres y nios, publcanos y pecadores. Pero lo ms diferente es su manera de comportarse y su manerade ensear. Cada rab es un exegeta de la Escritura y esto da a su funcin una autoridad que ha de

    probarse con la fidelidad a la letra de la Escritura y al comentario no menos imperativo de los padres. As,pues, se trata sobre todo de una autoridad derivada. Ahora bien, incluso cuando cita palabras de laEscritura, la enseanza de Jess no se limita nunca a la explicacin de un texto sagrado para probar suautoridad. La realidad de Dios y la autoridad de su voluntad estn siempre presentes inmediatamente y enJess se convierten en un acontecimiento. Esta inmediatez de su enseanza no tiene ningn paralelismoen el judasmo contemporneo. Por otra parte, en Jess se echa de menos todo deje de erudicin sutil, tantpico del estilo de discusin rabnica. Ms an, para Jess el antiguo testamento deja de estar en el centrode su mensaje, lo que le distingue tanto del profetismo contemporneo como de los doctores de la ley.

    Decididamente, Jess no fue un rabino. Como ha dicho, con toda claridad, G. Friedrich, entre Jess y losrabinos no haba una distincin de grado, como entre dos maestros distintos, sino una distincinespecfica. Jess enseaba como uno que estaba autorizado por Dios de manera especial. De forma que su

    palabra era palabra de Dios a la que no podan sustraerse los nombres.La consecuencia lgica, que se desprende de todo lo dicho, es muy clara: si Jess no fue en absoluto unrabino, la relacin entre Jess y sus discpulos no puede explicarse a partir de la relacin que exista entrelos rabinos judos y sus secuaces. Esta relacin, ya lo hemos dicho, consista en la imitacin del maestro yen el aprendizaje de la ley y su casustica. Pero nada de esto aparece en los evangelios cuando nos hablande la relacin entre Jess y sus seguidores. Por lo tanto, esa relacin tiene que ser explicada de otramanera. Es lo que vamos a hacer a continuacin.

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    3. La llamada de Jess.Para comprender en qu consisti la relacin entre Jess y sus discpulos, lo ms revelador es, sin duda,recordar lo que dice el mismo Jess cuando llama a alguien para que le siga. Porque parece lgico que enese primer momento se diga algo o, al menos, se haga alguna indicacin que oriente al que es llamado. Yentonces, la pregunta es: para qu llama Jess?La primera cosa que, a este respecto, resulta sorprendente es que cuando Jess llama a alguien, para quele siga, no suele proponer o explicar un programa. En otras palabras, Jess no suele decir, al menos en

    principio, para qu llama. Slo una palabra: sgueme. Se trata de una invitacin. Pero, ms que unainvitacin, lo que est en juego es una orden, que compromete a la persona entera y todo su mundo derelaciones. En virtud de esa palabra, se abandona la familia, el trabajo y la profesin, los propios bienes.Es decir, se trata de algo extremadamente serio, pues supone un giro total en la vida de una persona.Ahora bien, lo sorprendente es que, para una cosa tan seria y de tan graves consecuencias, Jess no daexplicaciones, ni presenta un programa, ni una meta, ni un ideal, ni aduce motivos, ni siquiera se hace unaalusin a la importancia del momento o a las consecuencias que aquello va a tener o puede tener.Sgueme, corre detrs de m. Eso es todo. Slo queda la llamada en s misma, abierta a todas las

    posibilidades y, por eso mismo, inabarcable en todo lo que supone y conlleva. Parece, por tanto, que estallamada entraa algo extremadamente profundo y, si se quiere, misterioso. Algo, en definitiva, que nosasoma al misterio mismo de Jess.Pero en la llamada de Jess hay algo an ms desconcertante. En determinados casos, cuando Jess llamaa alguien para que le siga, aade alguna observacin que resulta de lo ms extrao y sorprendente. Porejemplo, un da se acerc a Jess un letrado y le dijo: Maestro, te seguir a donde quiera que vayas. Larespuesta de Jess es desconcertante y hasta provocativa: Las zorras tienen madrigueras y los pjarosnidos, pero este Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Se trata del planteamiento radical de la libertadabsoluta, que consiste en no estar atado a riada ni a nadie. El mismo Jess lleva la vida de un fugitivo sin

    patria, sin familia y sin casa, sin todo lo que puede hacer confortable la vida. Incluso las bestias llevanuna existencia ms segura que la suya. Por eso, unirse a Jess significa asumir el mismo destino.Pero la cosa no para ah. Porque a rengln seguido se nos dice que Jess le dijo a otro: sgueme. Pero elsujeto en cuestin respondi: Permteme que vaya primero a enterrar a mi padre. A lo que Jess replic:Sgueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. Aqu la situacin es ms grave. Porque lo que elsujeto le pide a Jess es algo totalmente natural, ms an totalmente necesario. Por eso la respuesta de

    Jess resulta an ms inexplicable. Qu se puede decir sobre este asunto? Para comprender el significadode las palabras de Jess, hay que tener en cuenta, ante todo, lo que representaba, en aquel tiempo y enaquella cultura, la obra de misericordia de enterrar a los muertos. Se sabe que esta accin fue siempre

    para los hombres de la antigedad una obligacin humana y religiosa a un tiempo. Es decir, se trataba dealgo en lo que se cumpla no slo con un deber familiar, sino sobre todo con una obligacin religiosa.Adems, entre los judos, el ltimo servicio a los muertos haba alcanzado tal importancia, que eso sloexima del cumplimiento de todos los mandamientos de la tora. Por lo tanto, apelar al entierro del propio

    padre era, en definitiva, apelar a un deber religioso fundamental. Y eso es lo que Jess no tolera. Porquepara l la fidelidad al seguimiento est por encima de cualquier otra fidelidad, por encima incluso de lareligin y por encima de los deberes legales. En ltima instancia, se trata de comprender que elseguimiento de Jess no admite condiciones, ni aun siquiera las ms sagradas que puede haber en estavida. Hasta eso llega la exigencia de Jess cuando llama a alguien para que le siga.Pero en la respuesta de Jess, que estamos analizando, hay otro aspecto que debemos tener presente. El

    padre representa la tradicin, el modelo al que hay que ajustarse. De hecho abandonar al padre significaindependizarse de la tradicin transmitida por l. Enterrar al padre indica la veneracin, el respeto yestima por el pasado que representa. La orden de Jess puede significar, adems de lo que ya hemosdicho, que el discpulo, que sigue a Jess, tiene que desentenderse de ese pasado, romper su dependenciade tradiciones humanas. Por consiguiente, el seguimiento de Jess supone una decisin radical, querompe con el pasado y se abre a una tarea, a un destino totalmente nuevo. Un destino que adentra al sujetoen la ms completa inseguridad. Lo vamos a ver enseguida.

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    relacin directa entre el seguimiento de Jess y el destino de muerte crucificada que aguarda al discpulo.En el fondo, todo esto nos viene a decir que quien sigue a Jess tiene que estar dispuesto a trabajar por el

    bien del hombre hasta dar la vida. Y, por cierto, hasta darla de la manera ms vergonzosa y repugnanteque se puede imaginar.Pero interesa analizar la cuestin ms de cerca. El texto ms claro, para lo que aqu nos interesa, es el deMarcos 8 y sus paralelos de Mateo 16 y Lucas 9. El texto dice as: El que quiera venirse conmigo, que

    reniegue de s mismo, que cargue con su cruz y me siga. Ante todo, hay que tener en cuenta que Jessdijo estas palabras invitando a la gente y a sus discpulos o ms sencillamente dirigindose a todos. Por lotanto, se trata de una exigencia que no va dirigida solamente a un grupo limitado de personas, sino que es

    para todos. Es decir, todo el que quiera estar cerca de Jess, tiene que estar dispuesto a aceptar lasexigencias que aqu impone el mismo Jess. O dicho de otra manera, aqu se trata de exigencias que vandirigidas y se imponen a todos los creyentes.Pero, de qu exigencias se trata? El texto, que venimos analizando, est construido de tal manera que enl aparecen tres verbos en aoristo, que indican actos puntuales o sea ya realizados. Y slo despus de esoaparece el verbo kolouzeito, me siga, en imperativo presente, que denota seguimiento durativo en elfuturo. Por lo tanto, este ltimo imperativo no es una condicin, sino un objetivo. Con lo cual Marcos nosviene a decir: para dar la adhesin a Jess hay que aceptar las dos condiciones que l impone: renegar des mismo y cargar con la cruz. Slo despus de eso se hace posible el seguimiento de Jess.Qu quiere decir esto ms en concreto? La primera exigencia, renegar de s mismo, est formulada en el

    texto con el verbo parneiszai, que se utiliza en los evangelios solamente en dos ocasiones: con motivo dela negacin de Pedro; y cuando Jess afirma que si uno le niega ante los hombres, el que hace eso sernegado ante los ngeles de Dios. El sentido del verbo, por lo tanto, es muy fuerte. Pedro reneg de Jess,dio a entender que ni le conoca ni tena nada que ver con l. Lo mismo el que niega a Cristo ante loshombres, expresa por eso mismo que no tiene nada que ver con el Seor. El verbo, por consiguiente,expresa la idea de desconocerse uno a s mismo, no tener nada que ver con uno mismo, estar centrado enotra cosa, en otra persona. Por lo tanto, no se trata simplemente de la mortificacin o de la humildad o dela obediencia. Se trata de algo mucho ms fuerte: el que quiera seguir a Jess tiene que considerarse a smismo como un extrao, no puede estar centrado en s mismo, porque su centro es Jess. Todo esto, endefinitiva, lo que nos viene a decir es que el seguimi