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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Esperanza LÓPEZ PARADA. El poeta urbanista: planificació... - El poeta urbanista: planificación de Buenos Aires en Leopoldo Lugones Esperanza López Parada UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID TODO EL AMOR IMPURO de las ciudades decía sentir Julián del Casal cuando paseaba por La Habana. Y ese amor impuro se convierte a partir de ahí en la sensación más genuina que se desprende de la urbe modernista. La ciudad de principios de siglo es, ante todo, el espacio babélico y canalla del París baudelairiano o de la Viena secesionista, lugar enfermo pululante de lacras que Emique José Varona identifica con la confusión, la mutabilidad, la degeneración y la bohemia. Pero también hay en el modernismo oportunidades para el otro mapa posible, para la ciudad ideal, conceptual y proyectada, ciudad de la armonía y de la mente, espacio del bien y territorio aristotélico donde realizar el perfeccionamiento de la existencia humana. Si la primera ha merecido más estudios-impulsados por elflanear, el vagabundeo sin destino que percibe Benjamín en Los pasajes-, la segunda, la urbe pacífica y soñada por poetas urbanistas, no resulta menos interesante y sorprendente. Entre otras cosas, nos está hablando de un intelectual que se cree por primera vez concernido en el destino del lugar que habita, comprometido con el suelo en que se mueve, con su embellecimiento y diseño y que acepta con este objetivo una inmediata y hasta inoportuna participación en sus mecanismos de formación 1 . Se habrían dado entonces dos tipos de arte metropolitano: el que retrata la vida urbana con su ruido y su distorsión y el que escapa de ese retrato, imaginando para él a cambio avenidas de la luz, barrios diseñados, calles de la pulcritud y del sistema 2 . A éste último pertenecen la piqueta de José Asunción Silva, demoliendo una Bogotá provinciana y elevando en su emplazamiento otra educada y básicamente europea, las medidas adoptadas por Vicuña Mackenna para un Santiago de Chile más elegante y diáfano, los cambios criollos y blanqueadores en el México porfirista, pero--sobre todo 1 Leonardo Benevolo, «La invención de una nueva ciudad», La ciudad europea, Barcelona: 1993, p. 207. Es Michel de Certeau quien habla de estos dos mapas de la ciudad moderna: la real, tangible y problemática, la conceptual, surgida del discurso urbanístico que produce su propia distribución y espacio. Vid. Michel De Certeau, The Practice or Everyday Life, Berkeley: University of California Press, 1988. En este sentido, como convivencia en el mismo entorno urbano de dos megalópolis opuestas, vid. id. Marceno Fabbri y Antonello Greco, «Frammenti di un discorso metropolitano», L 'Arte nella citta, Torino: Bollati Boringhieri editore, 1995, pp. 18-25. 373 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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El poeta urbanista: planificación de Buenos Aires en Leopoldo Lugones

Esperanza López Parada UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

TODO EL AMOR IMPURO de las ciudades decía sentir Julián del Casal cuando paseaba por La Habana. Y ese amor impuro se convierte a partir de ahí en la sensación más genuina que se desprende de la urbe modernista. La ciudad de principios de siglo es, ante todo, el espacio babélico y canalla del París baudelairiano o de la Viena secesionista, lugar enfermo pululante de lacras que Emique José Varona identifica con la confusión, la mutabilidad, la degeneración y la bohemia.

Pero también hay en el modernismo oportunidades para el otro mapa posible, para la ciudad ideal, conceptual y proyectada, ciudad de la armonía y de la mente, espacio del bien y territorio aristotélico donde realizar el perfeccionamiento de la existencia humana. Si la primera ha merecido más estudios-impulsados por elflanear, el vagabundeo sin destino que percibe Benjamín en Los pasajes-, la segunda, la urbe pacífica y soñada por poetas urbanistas, no resulta menos interesante y sorprendente. Entre otras cosas, nos está hablando de un intelectual que se cree por primera vez concernido en el destino del lugar que habita, comprometido con el suelo en que se mueve, con su embellecimiento y diseño y que acepta con este objetivo una inmediata y hasta inoportuna participación en sus mecanismos de formación 1

.

Se habrían dado entonces dos tipos de arte metropolitano: el que retrata la vida urbana con su ruido y su distorsión y el que escapa de ese retrato, imaginando para él a cambio avenidas de la luz, barrios diseñados, calles de la pulcritud y del sistema2

.

A éste último pertenecen la piqueta de José Asunción Silva, demoliendo una Bogotá provinciana y elevando en su emplazamiento otra educada y básicamente europea, las medidas adoptadas por Vicuña Mackenna para un Santiago de Chile más elegante y diáfano, los cambios criollos y blanqueadores en el México porfirista, pero--sobre todo

1 Leonardo Benevolo, «La invención de una nueva ciudad», La ciudad europea, Barcelona: Críti~, 1993, p. 207.

Es Michel de Certeau quien habla de estos dos mapas de la ciudad moderna: la real, tangible y problemática, la conceptual, surgida del discurso urbanístico que produce su propia distribución y espacio. Vid. Michel De Certeau, The Practice or Everyday Life, Berkeley: University of California Press, 1988. En este sentido, como convivencia en el mismo entorno urbano de dos megalópolis opuestas, vid. id. Marceno Fabbri y Antonello Greco, «Frammenti di un discorso metropolitano», L 'Arte nella citta, Torino: Bollati Boringhieri editore, 1995, pp. 18-25.

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y en él nos centraremos-el homenaje nacional ideado por Leopoldo Lugones para la celebración del centenario de la Independencia argentina en 1910.

Interesado en este tipo de conmemoraciones, que simbolizaban el nacimiento fechado de la patria3

, Lugones escribe con ese motivo su ensayo Piedras liminares donde plantea un reordenamiento de Buenos Aires y de sus monumentos, algo que repetirá en el último capítulo de Historia de Sarmiento (1911), con la tumba del prócer en forma de pirámide, orientándose como aquellas otras de los faraones, por medio de la astronomía estelar.

Respecto a la planificación pergeñada para la ciudad porteña en Piedras liminares, Lugones dibuja toda una remodelación de ésta, ofrece una opinión sobre la misma, la describe en sus esquinas y detalles y acaba cartografiando un plano hipotético y utópico de su Buenos Aires, una Buenos Aires luminosa de cuyo dudoso gusto parece sin embargo desconfiar el propio Jorge Luis Borges:

... menos resignado-escribe éste último---que otros ciudadanos de nuestro país a la agobiadora fealdad de los monumentos públicos, Lugones pretende que sean bellos y sugiere varios minuciosos proyectos. Entre otros encara la construcción de un templo dedicado al himno argentino, en el que cada capitel representaría una esc€n1 alusiva en mármol o en bronce, según la situación de las columnas 4 .

Pero el proyecto resultaba en general más ambicioso e intrincado de aquello a lo que Borges pretende reducirlo. No era para nada una insistencia en la ciudad como Atenas del Plata, siguiendo la tentación helenizante de la que la crítica suele acusar a Lugones. Es cierto que entre sus tributos al centenario figura también ese texto, el Prometeo, un proscripto del sol (1910), en cuyo prólogo el poeta afirma cómo las ideas griegas constituyen e/fundamento de la civilización a la cual pertenecemos5

, pero allí insiste que sería inútil la intención de un trasplante. Y además su análisis de Buenos Aires es más complejo, tiene en cuenta más variables y pretende observarla desde más ángulos que la simple y simplificadora reminiscencia helénica.

Muy al contrario, Lugones critica la tentación del neísmo y del reviva! que invade entonces las metrópolis americanas con obeliscos, templos atenienses y bulevares porticados.

Nadie, salvo Lugones, parece consciente de la paradoja en que de ese modo se incurre: perpetrar una distribución propia de la región urbana, que se quiere similar a la emprendida en las urbes europeas y de la que se han borrado cuidadosamente las presencias autóctonas. Siguiendo el Sacre Creur o la Ringstrasse vienesa, las calles de América se llenan de edificios construidos de acuerdo con la estética del pastiche y se

3 Preocupado por los centenarios, Lugones pensaba como Giraudoux que un centenario es uno de nuestros nacimientos, César Femández Moreno, La realidad y los papeles, Madrid: Aguilar, 196711p. 56.

5 Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones, Buenos Aires: Pleamar, 1965, pp. 52-53. Leopoldo Lugones, Prometeo, un proscripto del sol, Obras en prosa, Madrid, México,

Buenos Aires: Aguilar, 1962, p. 777.

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levantan iglesias o centros públicos neoárabes, neorrenacentistas, neobizantinos y neomudéjares. Hay quien vive en una casa estilo Pompeya, quien se hace levantar un sombrío caserón al falso estilo Tudor o quien habita el palacete de imitación turco-siamés con cúpulas y minaretes6

. Mientras, a partir de 1908, en Estados Unidos se inicia el apogeo del Maya Reviva/ Style que puebla de toques aztecas espacios como el Hotel Cordova en Los Ángeles o la Hollyhock House de Frank Lloyd Wright y América se sueña extraña a sí misma: precolombina al norte, griega y latinizada--como la querían los ateneístas-al sur7

.

La opinión de Lugones acerca de todas estas modas neístas resulta de un implacable sensatez. La manía de resucitar tipos antiguos-sea el romano, el barroco, el austero románico--está condenada al fracaso, desde el momento que el obrero no creyente que los erige canta a la vez un himno socialista de rebelión contra los dogmas de obediencia bajo los cuales se levantaron esos modelos.

El estilo de cada edad está en inmediata relación con ella, con sus usos, sus costumbres y sus creencias. El modo clásico parecería achatarse ante el ojo argentino hecho para divagar en la pampa circunvecina. Al egipcio no le conviene ese desierto demasiado duro y mórbido en comparación con la planicie móvil y dúctil de las dunas8

Y el gótico es el producto neto de un tiempo místico. Restaurarlo supondría un esfuerzo anacrónico, algo quimérico y fantasmal, un arcaísmo de gabinete para los tiempos seculares, materialistas y descreídos que corren9

. Lugones, desechando la posibilidad de levantar ahora una catedral neogótica, vendría a subrayar el laicismo, el desencanto secularizador sufrido por su época. Y eso, teniendo en cuenta que para él todo arte es religioso, deja pocas probabilidades a la creación estética. Leopoldo Lugones la salva en Argentina, no obstante, por obra y gracia de la inmigración.

Éste es precisamente uno de los puntos más controvertidos de su pensamiento. Hacia 1880 comienza a quebrarse la imagen de Buenos Aires como espacio

integrado y su hibridismo molesta a los nacionalistas del Centenario. Igual que estos puristas que pretenden segregar los inmigrantes al extrarradio, él también teme la pérdida de identidad nacional por la vía de la disgregación o la mezcla y habla en otro momento de relegarlos al zaguán de la casa patricia, es decir, a los márgenes del poder y de la cultura. Como la lucha étnica de Sarmiento contra los indios, la vida social argentina se pertrecha con una nueva frontera interior y en la ciudad, dividida, escrupulosamente separada de sus invasores, el palacio oligárquico se erige en calidad de fortín y castillo feudal, refugio de la élite hidalga contra los asaltos de la amenazante turba inmigratoria.10

6 Rafael Gutiérrez Girardot, «Vida urbana», Modernismo, Barcelona: Montesinos, 1983, pp. 128-119.

8 Miguel Rojas Mix, América imaginaria, Barcelona: Lumen, 1992, p. 243. 9 Leopoldo Lugones, Piedras liminares, en Obras completas, op. cit., pp. 624-628. Podemos decir, pues, con plena certidumbre, que la restauración del gótico es una quimera

equivalente a remontar los siglos sublevándonos contra la cadena en la cual estamos inquebrantablemente eslabonados. Ello nos llevará, en el mejor de los casos a crear un arcaísmo de gabinete, sin el más mínimo alcance popular. La siempre inmediata estación de ferrocarril, bastar& para humillar nuestra basílica con el profano relincho de sus locomotoras, id., p. 730.

Di fronte all'impossibilita di/are scomparire l'immigrazione (e neanche le posizioni pii.t estremiste ipotizzavano l 'eventualita) si vorrebbe concentrarla in determinati spazi sociali e

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Sin embargo, curiosamente, en Piedras liminares, Lugones perdona a los nuevos residentes de la capital, a los recién llegados, puesto que también Atenas se pobló en oleadas sucesivas y el Peloponeso no era sino una reunión de naciones. Pero, sobre todo, los inmigrantes interesan ahora en tanto portadores de diferentes espiritualidades, de fés distintas, capaces así de realizar de Buenos Aires una población ya no laica, sino politeísta, un urbe a la manera antigua con muchos credos y una pluralidad de altares11

.

!sis, Minerva, Júpiter, María, son las divinidades inspiradoras de esos cultos, y de sus arquitecturas respectivas. El que quiera levantar una iglesia en Argentina no podrá darle ninguno de los tipos mencionados en dominio exclusivo, sino intentar lo que Lugones llama una creación propia12

.

Porque el poeta cree en una ciudad heterogénea y mestiza, la ciudad como idea enciclopédica, allí donde se da una cultura completa de la diversidad y un eclecticismo que empieza a revelarse signo de lo argentino. Mucho antes de la vanguardia, Lugones la recorre ya como un cruce de discursos y de prácticas, crisol de una cierta anarquía estilística y de variadas procedencias 13

. Es decir, que está viendo la ciudad con el aspecto de espacio provisional y absolutamente mudable que tenía también para Simmel y que acabará de perfilar en la posmodernidad: lugar precario, lugar que ha dejado de ser referencia y que se modifica muy rápidamente, lugar de la inmediata sustitución y de la vida de los nervios, un territorio sin demasiada fijeza ni seguridades, tan cambiante como los rostros de sus habitantes14.

De hecho, desde fines del XIX Buenos Aires estaba variando mucho a partir de las medidas adoptadas por el intendente Torcuato de Alvear15 y el proyecto que Lugones

culturali, render/a il meno visibile possible. Si temeva l'invadenza dei nuovi soggetti sociali configurati dall'immigrazione: proletariato, classe media e una nuova borghesia ... , Vanni Blengino, «Metropoli programmata/metropoli ignorata: dalla Buenos Aires di Sarmiento aquella di Borges», en Cristina Giorcelli et al. ( cur. ), Citta reali e immaginarie del continente americano, Roma: Edizioni Associate Editrice Internazionale, 1998, p. 35. El procedimiento segregacionista no es privativo de Buenos Aires. En Santiago de Chile, Vicuña Mackenna diseña una vía de circunvalación o camino de cintura, dentro del cual se dispone la ciudad ilustrada, el Santiago culto, separado así del territorio de la barbarie, de la inmensa cloaca de infección que son los suburbios. La circunvalación doveva funzionare como cordone sanitario destinato a salvaguardare la ciudad propia dalle influencias pestilencia/es dei quartieri poveri, Maria Rosaria Stabili, «La citta ?file élites: Santiago del Cile immaginata e costruita», id., p. 107

Marchamos visiblemente hacia un efectivo politeísmo por la inmigración de dioses que nos ha traído la inmigración de los hombres; y si a éstos hemos sabido armonizarlos bajo un mismo concepto de tolerancia y justicia, no caigamos con aquéllos en el absurdo de un excluyente absolutismo. Así no tendremos jamás la clientela de las almas que, como hemos visto, es el verd<f5_ero elemento de toda civilización, Leopoldo Lugones, Piedras liminares, op. cit., p. 741.

13 id., p. 630. Beatriz Sarlo considera la capacidad de ver la ciudad como territorio de mezcolanza y

diversidad un síntoma inequívoco de la urbe moderna, pero con cierta precaución puede escucharse en este Lugones celebrador de ritos distintos y procesos opuestos en el circuito ciudadano, vid. Beatriz Sarlo, «Modernidad y mezcla cultural», en Horacio Vázquez Ria! (ed.), Buenos Aires, 1880¡4930. La capital de un imperio imaginario, Madrid: Alianza, 1996, pp. 183-196.

Georg Simmel, «Las grandes urbes y la vida del espíritu», El individuo y la libertad. EnsaJ{~s de crítica de la cultura, Barcelona: Península, 1984.

Para las transformaciones experimentadas por la ciudad hispanoamericana a principios de siglo, vid. José Luis Romero, «Las ciudades burguesas», Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires: Siglo XXI, 1994, pp.275-276. Para las edificaciones y remodelación de la capital

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traza para ella en su Centenario forma parte también de esas mutaciones que se suceden como una constante en la piel de las urbes contemporáneas. En concreto, su idea consiste en un complejo armónico de edificios-museos, panteón y templo-, levantados para mayor elegancia de la capital y para mejor convivencia de sus vecinos.

Lugones parece tener claro que la construcción patria pasa irremediablemente por el embellecimiento de la ciudad y que ordenamiento ciudadano y creación nacional van unidos. No hay identidad en un entorno que no se corresponda. Los cimientos de la nación se asientan, incluso fácticarnente, en la planificación racional de su territorio. Es interesante contemplar los lazos que Lugones comienza a intuir entre urbanismo y política, el primero implicado en el buen curso y desarrollo de la segunda.

Por consiguiente, es el himno de la patria el que debe inspirar el conjunto, que será su trasposición viva. Al fin y al cabo, está encendido de libertad. Sus versos llenan la boca con una reciente médula de gloria. Es sencillo, vale decir de una interpretación fácil, y grandioso. Curiosamente, también es prosaico, lo que le vuelve más maleable para hacerse piedra. Sus mismos defectos vuélvenlo precioso. 16

Y como las basílicas cristianas son la expresión de la Biblia, en los capiteles de los monumentos podrá leerse con detalle las imágenes marciales de sus estrofas.

Lugones ofrece un ejemplo. Una frase del himno-Oíd, mortales, el grito sagrado-la representaría un labriego ruso, escapado a su tierra natal, que ara el campo argentino, henchido de promesas fértiles17

. Es decir, lo que con esta medida Lugones proyecta es todo un esfuerzo de simbolización del territorio, una red de significaciones nobles que convierta a Buenos Aires no sólo en ciudad letrada sino en ciudad escrituraria, ciudad legible, casi deletreable en cada una de sus construcciones.

En el fondo, Lugones se basa en la convicción de que cualquier edificio, una catedral por ejemplo, no es más que la corporización de un poema y todo en ella, cimientos, muros, decoraciones, vidrieras, base y cúspide, todo es verso bíblico en acción18

. Y la poesía, por su estructura métrica, cumple un papel edificador y divisorio del espacio, que ya señalara para el romanticismo HOlderlin en aquellos versos-Más lo permanente lo fandan los poetas y es poéticamente que el hombre habita esta tierra-, interpretados por Heidegger como una invitación a hacer de ella elfandamento que soporta la historia19

.

También Lugones concede un peso clave en la formación de una cultura a la lírica que, combinada con la arquitectura, puede dar la inmortalidad a Buenos Aires, al ser las dos artes durables, sintéticas, formas análogas y correlativas. Cualquiera puede percibir cuánto hay de una en la otra. No bien tenemos en un pueblo un edificio y un poema, ya estarnos en situación de determinar su carácter20

. Y un ejemplo soberano se produce con el descubrimiento de

argentina, Álvaro Salvador, «Daguerrotipos de lo moderno», Sileno, número especial dedicado a Buenp¿; Aires, vol. 5, diciembre, 1998, pp. 54-62.

17 ~eopoldo Lugones, Piedras liminares, op. cit., p. 618. 18 1d., pp. 636-637. 19 id., p. 617.

Martin Heidegger, «HO!derlin y la esencia de la poesía», Arte y poesía, México: Fondo de CultUJól Económica, 1958, p. 139.

Leopoldo Lugones, Piedras liminares, op. cit., p. 614.

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Troya que demuestra la concreción y realidad de La !liada. Del texto y de la ciudad, en perfecta simbiosis, obtiene su origen el mundo helénico.

Por supuesto, Lugones se propone subrepticiamente a sí mismo como el intelectual más dispuesto para proporcionarle a Argentina ambos: el proyecto arquitectónico de elevar un templo transparente a la grandeza del país que describe con todos sus detalles en Piedras liminares y el canto a la globalidad de la patria que entona en su libro más oficial y oficioso, Odas seculares. Recordemos que en éste Lugones poetiza desde los ganados y las mieses hasta los hombres y las provincias propias, con una prolijidad y detención que Borges conceptuaba un defecto. Olvidaba que Lugones no puede ser menos exhaustivo cuando intenta la canción general del territorio y que en las Odas estaba obligado a cumplir para Argentina lo que La Odisea para Grecia o La Farsalia significaba para Roma y para César.

Con los dos, proyecto y libro, que se concluyen justo con ocasión del Centenario, se pertrecha a la nación de sus dos pilares, de los dos principios sustentadores sin los cuales no está completa, el verso y la piedra. En suma, Lugones le está ofreciendo a la patria su monumento conmemorativo y su poema fundacional y postulándose a su vez como el escritor de la identidad argentina2

En esa labor fundadora resulta crucial la distribución axiológica del espacio. Lugones lee el plano de Buenos Aires desestimando unos lugares, potenciando otros. Así, la Plaza de Mayo donde se prevé la colocación del monumento a la Independencia le parece un entorno completamente inadecuado, por sus connotaciones coloniales--era el viejo pozancón de los virreyes-y por sus obstáculos ópticos, al no ser diáfana, sino interrumpida por edificios colindantes. En relación con el resto de los barrios, la Plaza de Mayo recuerda una bandeja bajo una mesa; y cualquier ama de casa comprende la impropiedad de semejante sitio para colocar allí el postre de hono/2

.

A cambio, Lugones postula un centro de poder para la ciudad, ubicado en La Recoleta. Allí se levantaría su templo del Centenario, flanqueado de unfondo soberbio. Nada estorbaría al espectador para tender la mirada desde él hasta las aguas23

• Es decir, Lugones traza el mapa ideológico y estético de la capital, una ordenación propia del territorio que resulta insoslayable para toda representación centrada como tema en la urbe24

.

Dicha distribución afecta, sin embargo, con exclusividad al ámbito público. En el ensayo, Lugones obvia las zonas íntimas ciudadanas, cuando el debate entre lo privado y lo público había empezado a exigir la atención de los urbanistas desde mediados del

21 P,atria, digo, y los versos de la oda/ Como aclamantes brazos paralelos/ Te levantan Ilustre, Unica y Toda/ En unanimidad de almas y de cielos, Leopoldo Lugones, Odas seculares, Obras poéticas completas, Madrid: Aguilar, 1959, p. 423. Dentro de ese trabajo fundacional del que Lugones se inviste, importan también mucho sus estudios latinos. Buenos Aires debía hacerse con un pasado legitimador y él se había llamado a sí mismo a la ardua empresa de proporcionárselo. Así traduce La/liada, comenta La Far salia y escribe e1Prometeo para establecer firmenlazos con el helenismo.

23 Leopoldo Lugones, Piedras liminares, op. cit., p. 751. 24 id., p. 752: ' . . . . ' .

Vid. Camilla Catarulla, <<Adan Buenosayres: penfena urbane e 1denttta naz1onale», en Cristina Giorcelli et al. ( cur.), Citta reali e immaginarie del continente americano, op. cit., p. 575.

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XIX. De ese debate, a Lugones le importan apenas las tensas relaciones entre institución y sociedad civil.

Es el París del prefecto Haussmann el ejemplo de esta nueva consideración de la ciudad como círculo donde se produce una confrontación entre ayuntamientos y hombres, confrontación a menudo resuelta por el azar y la necesidad25 y que en el caso de Buenos Aires y su Centenario ofrece un especial punto de fricción en la cuestión del coste del monumento y de quién está llamado a sufragado.

El problema no es en absoluto baladí, sino que apunta a lo que Simmel consideraba un síntoma primordial de las nuevas relaciones sociales en la urbe, el controvertido aspecto del dinero invertido en la misma26

.

En el caso del proyecto previsto por Leopoldo Lugones ese dinero debe ser abundante, hasta el extremo de no poder fijar su cifra, y correr además por cuenta del Estado, para impedir de ese modo la mercantilización de la ciudad en manos de . . l d d' 27 mversores part1cu ares, rastacueros y a vene 1zos.

Porque Lugones critica, implacable, el mecenazgo y la presencia de utilitarismo burgués en la arquitectura urbana: esa costumbre nuevorrica de financiar una construc-ción para ver su nombre grabado en los sillares y en los muros. La catedral, el palacio, la edificación semejan una valla publicitaria, un telón yankee cubierto de anuncios, o sea, el mosaico de la vanidad inferior comentando el rebajamiento del culto degenerado28

. En contrapartida, Lugones está insinuando la urgencia de un cierto intervencionismo gubernativo en la planificación de la ciudad, que evite su privatización, su degradación en parcelas inconexas y su pérdida de entidad comunitaria.

El monumento que él planea ha de ser, por supuesto, estatal y desde luego, tampoco será sólo escultórico y, con esta última precisión, Lugones está mostrándose sensible a cierta suspicacia moderna que empieza a rodear a la estatua como homenaje desde finales del XIX. A partir de entonces, se aprecia en el arte un gradual desvanecimiento de la lógica conmemorativa. El monumento deja de funcionar en tanto marca del lugar, entra en decadencia, pierde el sentido del emplazamiento, de tal manera que cualquier escultura que retrata a cualquier personaje puede ser colocada en cualquier lugar29

.

Esto es, precisamente lo que Lugones detecta, adelántandose casi treinta años al diagnóstico de muerte para este arte público. Lugones denuncia la facilidad con que

;~ Leonardo Benevolo, op. cit., p. 179. , Para esta cuestión del dinero en la ciudad, vid. Alvaro Salvador, op. cit., p. 59. Vid. id. la

diferencia que establece Iris Zavala entre la ciudad norteamericana erigida en tomo a un rascacielos y la ciudad latinoamericana que tiende a identificar barbarie y comercio, «Apéndice: la urbe: ciudad letrada del segundo milenio», El rapto de América y el síntoma de la modernidad, Barcelona: Montesinos, 2001, p. 278.

27 El país ha gastado treinta millones en el palacio del Congreso, que es un montón de ladrillos llamado como usted sabe el palacio de oro: única ironía de editorial con que el pueblo se ha vengado de tan estupenda operación.

Cuando la casa del Congreso ha consumido treinta millones, bien podemos adjudicar al palacio del Centenario un programa igual con doce o quince años de desarrollo, Leopoldo Lugo21fs, Piedras liminares, op. cit., p. 764.

29 id., pp. 738 y 758. Las dos citas pertenecen a Javier Maderuelo, «Monumentos», El espacio raptado, Madrid:

Mondadori, 1990, pp. 130 y 129.

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pueden intercambiarse sin desdoro obeliscos, columnas y jinetes a caballo en las plazas de Buenos Aires, la falta de carácter y de similitud entre el sitio y la representación erigida. Ante cualquiera de esos ornamentos, el poeta no puede reprimir la sensación de encontrarse frente a un cadáver, el cuerpo presente de una estatuaria moderna incapaz de hacerse con el espacio y de interactuar con el territorio común en que se instala. Si se planta una cruz sobre el ochenta por ciento de los modelos, éstos resultan sepulcros. El resto divide su valor estético entre el budín dominical y el centro de mesa, debiendo

- . ,¡; l 30 reservarse una pequena parte para tres o cuatro arcos trzun1 a es . El aspecto funerario que adopta a su pesar el monumento público obliga a Lugones

a desechar la estatua conmemorativa en la ciudad y a plantear para ella mucho más, toda una escenografia levantada en su honor. Lugones, en efecto, lejos de imaginar una escultura para celebrar el Centenario, diseña todo un paisaje, una arquitectura preciosa a mayor gloria de nación y ciudadanos.

El proyecto de Leopoldo Lugones se articula como un conjunto de pabellones, destinados a albergar los museos de la ciudad---el de historia, el de pintura ... -, en medio de cuidados paseos y jardines y con un edificio central o templo de gloria donde se dé sepultura a los héroes del país. Se levantaría todo ello en materiales argentinos, como el asperón rosa de Misiones, consiguiéndose así un resultado más patrio, más carne de su

31 carne. Esta preocupación nacional no contribuye a moderar la ambición desmedida con que

Lugones idea todo aquello. La megalomanía del invento queda clara desde el instante que se prevé una larga tarea de muchos años y un esfuerzo desmesurado para las arcas. Veinte años, cincuenta años ha de durar su construcción, si es menester, hasta que sea digno de su objeto. No podemos ponerle plazo cono no podemos fijarle precio. Sólo así será algo en el mundo, como es algo en el mundo el país32

. Lugones no tiene inconveniente en compararlo con un verdadero castillo en el aire, un ideal de belleza imposible, tanto más útil para la ciudad cuanto más irrealizable.

Aquí reside toda la carga fáustica del sueño de Lugones33 , en esta disensión entre

reflexionar, idear y llevar lo ideado a cabo, en esta convicción de lo puro e impracticable del proyecto, que constituye una idea y como tal no puede obtener una plasmación tangible. En dicha paradoja reside todo su heroísmo y toda su grandeza, porque el monumento debe conservarse en el plano de lo estrictamente deseable.

Para Lugones, el campo era el territorio de la mies y de los ganados, territorio de empleo y sustancia para el hombre. Con estos nuevos planteamientos, la ciudad se perfila

30 Lugones está hablando de los bocetos para el Centenario, pero su opinión de éstos es extensible a los monumentos erigidos en la capital, vid. Leopoldo Lugones, Piedras liminares, op. cit.,~· 742-744.

Podría también ampliarse el proyecto a un panteón central o templo de la gloria, donde se diera sepultura a nuestros héroes rodeados por pabellones donde instaláramos los museos entre noblep)ardines, id., p. 761.

33 id., p. 763. Para la ciudad moderna como territorio fáustico, vid. el ya clásico estudio de Marshall

Bermann, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Madrid: Siglo XXI editores, 1980, p. 33.

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EL POETA URBANISTA ... 381

ahora en tanto región utópica, región reservada a lo decorativo y entorno estético por antonomasia. La ciudad adquiere entonces el carácter de terreno para la especulación inútil, terreno sin una finalidad clara donde el ciudadano puede pergeñar lo imposible. Frente a todo el pragmatismo con que la urbe moderna se reviste, en el ensayo de Lugones, la ciudad no deja de ser un espacio altamente conceptual, hecho para las ficciones platónicas y la construcción abstracta de ideales: un espacio, por tanto, puramente pensado, imaginado sin concreción evidente, con toda la carga simbólica de los sueños.

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