El perseguidor 37 - revista de limba spaniola din Tenerife

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  • 8/7/2019 El perseguidor 37 - revista de limba spaniola din Tenerife

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    EZEQUIELPREZ PLASENCIA(1957-2011)

    Nmero 37

    Sbado,19

    de marzo

    de 2011

    4NOVELA

    El orden del da

    por

    JAVIER DORESTE

    7RECUERDO

    El ltimo viaje de Ezequiel Prez

    Plasencia

    por

    IGNACIO BORGOS

    El perseguidor

    La ilustracin de portada esdel pintor Juan Heredia(Cartagena, 1958), amigontimo del escritor tinerfeo.

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    2 El perseguidor

    EZEQUIEL PREZ PLASENCIA /ESCRITOR

    Con motivo de la publicacin de su primera y hoy nica novela, El orden del da, tuve la suerte de mantener una entrevista con su autor,Ezequiel Prez Plasencia (Santa Cruz de Tenerife, 1957-Cartagena, 2011) en un ya lejano septiembre de 2008. En esta conversacin, Ezequielrevela algunas de las claves de lo que auguraba iba a ser una prometedora carrera como novelista si la muerte no nos lo arrebata ese yafunesto jueves 24 de febrero de 2011. Ezequiel Prez Plasencia, una de las mejores voces narrativas espaolas de nuestro tiempo, fue uno delos diez galardonados con el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo 1999 con su excelente y cortaziano Decena de un cronopio, as comode los libros de relatos El telfono y otros cuentos (1989) yLa ilusin de los vencidos (1998) y del fascinante libro de viajes (ntimo, personalpero siempre literario sobre sus experiencias en Cuba) El regreso de Calvert Casey, entre otros ttulos.

    EL PERIODISMO ES BUENOSI SABES ABANDONARLOA TIEMPO

    EDUARDO GARCA ROJAS

    - Por qu El orden del da?- El narrador o personaje --como usted

    prefiera-- lo explica en el texto: Camusbaraj varios ttulos para esa magistralnovela breve que es La cada, y desechel susodicho por razones que desconoce-mos, acaso por mera indecisin. A m mepareci hermoso y adecuado, y lo regis-tr de inmediato antes de finalizar lanovela, que el lector juzgue el ttulo ele-gido para esta mixtura de gneros: narra-cin, poesa, cuento, ensayo, crnica,autoficcin.

    - Qu quiere contarle al lector con estanovela?

    - Algunos asuntos interrelacionadosentre s: amores fugaces y otros msduraderos, variedad y fragmentacin entodos los rdenes de la existencia, viven-

    cias y convicciones diversas del tiempoactual, en el que una mayora acta pormimetismo o al dictado de los grandesmedios de malinformacin de masas, lassevicias a que nos vemos sometidos bajola mscara del bien comn y occidental.Alguien ha dicho que nuestra vida escomo un rbol feraz al que basta sacudirpara obtener gran cantidad de asuntos,pero slo se pueden recoger unos pocos yconvertirlos en arte.

    - Cree que esta novela le ha servidocomo acto de exorcismo?

    - S, en gran parte, porque nuestrosdemonios, filias y fobias se revitalizan ala vez que se contradicen o se silencianpara luego reaparecer con una contun-dencia que requiere una respuesta cate-grica y firme. se es el juego, la come-

    dia de la vida, y de nuestra actitud y apti-tud depende de nuestro triunfo o fracaso.De cualquier manera, como usted sabe,el laberinto es la patria de los que dudan.Con ello quiero decir que la sabidura de

    la incertidumbre sigue estando tanvigente ahora como en la poca de Cer-

    vantes.- Cunto hay de verdad y de mentira en

    la novela?- Con franqueza, generalizando, esta-

    mos en un estado en que resulta de unavasta complejidad delimitar ficcin y rea-lidad, mentira y verdad. Los socilogos,poetas, psiquiatras, ensayistas y filsofosnavegan en un mar de perplejidades muyalejado del picacho o torre de marfil queles permitira observar con mediana agu-deza y distinguir as lo verdadero de l ofalso. La verdad de las mentiras coincideraras veces con la realidad, si nos atene-mos a la belleza, que al fin y al cabo es elsecreto de la vida. La belleza de una frase,un lienzo, una sombra, unos compasesde piano, la lindeza interior de un ser --sea ste instruido o analfabeto--. En fin,

    hay muchos dilogos en este libro que,creo, bastan por s solos para describirsituaciones, estados de nimo, disiden-cias, pensamientos, transgresiones, pun-tos de vista, manipulaciones.

    - Escritor y periodista o periodista y escri-tor. Es el periodismo una buena trincherapara saltar a la literatura?

    - Puede serlo, pero por supuesto no esla nica. La lectura y relectura de textosenjundiosos, el silencio observador delque lleva una vida umbrtil y el autodi-dactismo suelen ser plataformas ms efi-caces para garantizar que ese viaje seafructfero. El periodista est limitado, sulenguaje es estrecho, hay cosas que no sepueden decir por imposicin de los pode-rosos y las grandes empresas de la infor-macin, todo depende de la capacidad

    intelectual y los retos de cada uno de nos-otros. No me canso de repetir que elperiodismo es bueno para un intelectualsi sabe abandonarlo a tiempo. Este libro,por ejemplo, lo ha construido la litera-

    tura a travs de mi persona.- Entonces qu le parece el periodismo

    que se est realizando en la actualidad enlas islas?

    - En este mundo globalizado da i gualque vivas en Canarias, Extremadura o laCochinchina. Hace unos meses estuve enlas islas despus de cuatro aos, y me sor-prendi verificar que la cantidad dezoquetes engredos, bodrios inmensos ybien remunerados ha aumentado consi-derablemente, lo cual significa que sehan dado muchos pasos atrs. Pienso queel lado oscuro de Internet --hay una igno-rancia que asusta-- se ha cobradomuchas vctimas; con la red, la gentemaneja muchsimos datos insustancialesy poco fiables para esculpir una obra deenvergadura. Hay poco oro y abundanteoropel. Por lo dems, el periodismo es unoficio tan digno como el de empelada del

    hogar, fontanero o arquitecto.- Cree que El orden del dapodr ser

    entendida por algunos como su particularajuste de cuentas con el oficio periods-tico?

    - Llmelo como quiera. Yo hablo de loque conozco, de mi experiencia, de lo queobservo a m alrededor, en el mundo. Meconsidero agraciado si el testimonioimplica una invitacin a pensar, reflexio-nar, a rer. En cualquier caso, podra tra-tarse de un ajuste de cuentas, pero en pri-mer lugar conmigo mismo, una especie deejercicio de autocrtica. Por encima detodo, han sido razones ticas, morales yestticas las que me han acompaado eneste trayecto.

    - Ahora reside en la pennsula. Cmo ve aCanarias desde la distancia? Qu opinin le

    merece sus movimientos culturales, como elliterario?

    - Canarias es la tierra en la que nac, nadams, los localismos y folclorismos me larefanfinflan. Bueno, el clima es benigno.

    La literatura canaria

    debe ubicarse, sipuede, en el concierto

    internacional de las

    letras en castellano.

    Desconozco la obra

    ms reciente en el

    archipilago. Slo

    dara cuatro nombres:

    Manuel Padorno,

    Rafael Arozarena,

    Arturo Maccanti yAndrs Snchez

    Robayna

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    El perseguidor

    Los polticos (lase subufones) han dise-ado unas islas habitables slo para unos

    pocos. Ese provincianismo con ansia degran ciudad me hace reir. La literaturacanaria debe ubicarse, si puede, en el con-cierto internacional de las letras en caste-llano. Desconozco la obra ms reciente enel archipilago. Slo dara cuatro nombres:Manuel Padorno, Rafael Arozarena,Arturo Maccanti y Andrs SnchezRobayna. Considero que la literatura, noslo en espaol, va a menos --por decirlocon Juan Goytisolo-- en todas partes.Dnde est el Tolstoi guanche, el Chejovargentino, el Flaubert mejicano, elMachado de Assis chileno? Por cierto,dnde habita el Montaigne de nuestrotiempo?

    - Pero qu le pide usted a un libro?- Con el tiempo uno se vuelve exigente

    con los dems y consigo mismo. Hay que

    diferenciar producto editorial de texto lite-rario. Mis lecturas han sido asistemticas,unas me han conducido a otras. Nunca heocultado mis preferencias; no quiero serrepetitivo. Al cabo es la relectura lo quemarca el fuste de un texto. Lo terrible esque muchsimas mediocridades se vendencomo lo mejor de la ltima dcada o loms destacado de su generacin. He ledoabundante morralla para poder valorar elmrito de quien lo merece. A un libro lepido que sea capaz de desestabilizarme,interrogar, dudar de las creencias hastaese momento ms arraigadas, capacidadde subversin. Lucrecio y Virgilio lo consi-guen. Los escritores de moda me dan pena,slo no pasa de moda quien nunca haestado de moda. La sujecin al caducoesquema desarrollo-nudo-desenlace, el

    estancamiento en las sagradas formas delarte, la precariedad imaginativa y la ausen-cia de riesgo conducen a productos que noinnovan y por tanto son prescindibles.

    - Y por qu ahora una novela?

    - Dicen que lo ltimo que le l lega a unescritor que lo sea es la amplitud, y la nica

    regla del juego es la libertad, lo cual pro-porciona acicate y estmulo. Bergman afir-maba que en arte y literatura valen menoscien pjaros en mano que el que continavolando. Busco lectores cmplices, quesuelen ser ms de los que creemos, y paraello he trazado algunas trampas, porquedificultad y sana provocacin vienen a seruna cortesa del autor con el lector. Com-parto la concepcin novelstica del granensayista ruso Mijail Batjin: el escritor an-malo o maldito siempre me ha interesado,el que aniquila fronteras de gneros, exaltala improvisacin creadora e incluso des-troza normas de verosimilitud. No obs-tante, pasado y presente han de engar-zarse: La lozana andaluza y las pinturas deGoya o Hopper tienen en comn unamodernidad asombrosa que tambin

    atae a san Juan de la Cruz y Jos ngelValente, pues como pertenece slo al pre-sente muere con l. Me siento cmodo eneste novedoso territorio, menos presio-nado, tal vez porque an no he descubiertomolde alguno, con un subjetivismo yautenticidad insospechados que refuerzanla decisin de acometer un trabajo menossolitario de lo que a menudo se piensa odeclara. Todos tenemos al alcance el arteuniversal, y yo dispongo de tiempo --el quequede-- para seguir acercndome a eseacervo colosal en busca de sabidura ybelleza. Dispongo de la noche mil dos, dis-pongo de rboles mirficos para abrazar oposarme en ellos. Somos lo que hacemos,ganamos lo que damos.

    - frica tambin est presente en granparte de El orden del da, el pueblo saharaui,

    poltica y letras internacionales, invasin yocupacin de Irak

    - frica es un continente expoliado,esquilmado, humillado por los sucesivosimperialismos, y a Occidente no le gusta

    que le recuerden las barbaries perpetra-das. No descubro nada, slo lo subrayo,

    porque hoy la solidaridad es una pieza demuseo. Nios nacidos prcticamentemuertos, desnutricin Son seres queslo buscan pan y agua para sobrevivir, porno hablar del racismo, xenofobia y aporo-foia (odio, aversin al pobre, xenfoboshay muchos pero aporfobos, casi todos).Hay tres pulsiones bsicas: hambre, sed ysexo. Por mera cercana geogrfica, loscanarios hemos sido y somos ms recepti-vos y solidarios que otros pueblos. Ahestn el problema saharaui, el sida, losnios-soldados, el Congo, traficantes depersonas Se acumulan cada vez ms lasmuertes vertiginosas, castigos minucio-sos, genocidios sin fin. La literatura exce-lente de J. M. Coetzee, Naguib Mahfuz oEdward Said, por slo citar a tres nom-bres, corrobora con suma lucidez un

    asunto que necesitara miles de libros bienledos en todas partes del mundo. Lo deIrak no deja de ser una m uestra espeluz-nante.

    - Es tambin un gran especialista en elrelato corto. Qu le atrae de este gneroliterario?

    - El cuento me parece un arte muy sutil,complejsimo, un reto que me incita a darlo mejor de m y, adems, adecuado a lostiempos que corren, pese a la resistenciade los editores. El brasile o Rubem Fon-seca es el mejor cuentista vivo, el tiempolo pondr en su sitio, ojal sea pronto, paradisfrute de los lectores. Ah estn AlfredPolgar, Maupassant, Isaak Babel, Rulfo ytantos otros. Como he dicho alguna vez,un cuento de Borges vale ms que la obracompleta de Prez Reverte. En el cuento

    no debe faltar ni sobrar una palabra, en lavieja novela se permiten la digresin ypesadez, aburrimiento, papanatismo,relleno, con toda mi indiferencia para pro-ductos que son un calco de otros.

    Como he dicho

    alguna vez, un cuento

    de Borges vale ms

    que la obra completade Prez Reverte. En

    el cuento no debe

    faltar ni sobrar una

    palabra, en la vieja

    novela se permiten la

    digresin y pesadez,

    aburrimiento,

    papanatismo,

    relleno, con toda mi

    indiferencia paraproductos que son un

    calco de otros

    CANARIAS DESDE LA DISTANCIA

    Canarias es la tierra en la que nac, nadams, los localismos y folclorismos me la

    refanfinflan. Bueno, el clima es benigno. Lospolticos (lase subufones) han diseadounas islas habitables slo para unos pocos.Ese provincianismo con ansia de gran ciudadme hace reir. La literatura canaria debeubicarse, si puede, en el conciertointernacional de las letras en castellano.Desconozco la obra ms reciente en elarchipilago. Slo dara cuatro nombres:Manuel Padorno, Rafael Arozarena, ArturoMaccanti y Andrs Snchez Robayna.Considero que la literatura, no slo enespaol, va a menos --por decirlo con JuanGoytisolo-- en todas partes. Dnde est elTolstoi guanche, el Chejov argentino, elFlaubert mejicano, el Machado de Assischileno? Por cierto, dnde habita elMontaigne de nuestro tiempo?

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    4 El perseguidor

    EL ORDEN DEL DA

    JAVIER DORESTE (*)

    D

    e los que conoc militando enla clandestinidad, antes de lamuerte de Franco, he termi-nado haciendo dos grupos:los resentidos y los que siguen

    viviendo. Esta clasificacin no tiene nadaque ver si unos u otros traicionaron o, paradecirlo con sus palabras, volvieron a la rea-lidad, se adaptaron, se integraron, deci-dieron que desde el poder y las institucio-nes se poda cambiar la sociedad o haceralgo por la gente. No, no tiene nada quever. De resentidos y vivientes, por llamar-los de alguna manera, hay entre los quecambiaron de chaqueta y entre los quemantuvieron los ideales de transforma-cin de la sociedad. He conocido directo-res generales que en absoluto se han mos-trado resentidos con el pasado y he cono-cido militantes combativos en la actuali-dad que achacan sus fracasos personales alos aos de militancia clandestina. Y vice-versa, s de ms de un "cuadro" o "profe-sional" de la administracin democrtica

    que despotrica de aquellos aos de luchaclandestina y tambin conozco los que noreniegan de esos aos ni les achacan losproblemas que puedan estar pasando. Porsi no ha quedado claro los resentidos sonaquellos que echan las culpas de sus males,errores y dems a la poca de la militanciaclandestina, a la clula, el partido, etc. ylos vivientes son los que recuerdan esapoca con cario o al menos sin rencor. Yambas categoras no tienen nada que vercon los cambios de chaqueta y dems, sinocon una especie de tica hacia el pasadoque muy pocos reconocen.

    Por eso, la lectura de El orden del da, seconvierte, para cualquier persona, en unacto gratificante, no slo a nivel esttico,sino a nivel tico. Pues ms all del pasado,Ezequiel Prez Plasencia mantiene una

    actitud profundamente tica con todo loque transcribe en su novela, por llamar aeste libro de alguna forma. Una actitudtica ante el mismo hecho de escribir, anteel respeto y defensa del idioma que le llevaa sublevarse contra los que prostituyen ypervierten nuestro patrimonio comn, lalengua, en redacciones y tertulias polti-cas. Pero no slo por la torticera poltica,sino en deportes o en sucesos. Ezequieldefiende que da lo mismo sobre lo queescribas y para quin, sea lo que sea debehacerse con respeto al idioma y a la inteli-gencia de los lectores. Y ha de reconocerseque esto ltimo, el respeto a la inteligenciade los destinatarios, no brilla, en nuestrasletras, ltimamente. Lo que se nos tras-mite es que el idioma comn, sirva para loque queremos que sirva, debe ser usado

    con un doble respeto. Hacia el pasado,pues es depositario de los que lo usaronantes que nosotros, y hacia el futuro, paraque los que lo lean en otros tiempos distin-tos al nuestro sepan lo que estn leyendo.

    Y este respeto de pasado y futuro no tienesentido o, mejor, se unen en el presente,en nuestro tiempo, en nuestra actualidad.De nada sirve escribir para el futuro, comolo hacen algunos elitistas, pues eso esescribir para lo desconocido. El escritorescribe para el presente, para los lectoreshabituales, para todos los pblicos. Ciertoes que no debe dejar de apuntar hacia elpasado pues la herramienta que usa le hasido dada por otros y tampoco debe aban-donar el horizonte del futuro para pasar laherramienta a otros en el mejor estadoposible, pero siempre debe tener en cuentasu presente, su tiempo.

    Esto lo hacen los buenos escritores seacual sea el tema o la forma que elijan.Desde luego que hay varias formas dehacerlo, unos pueden rendirse a las modas

    o refugiarse en el abstraccionismo ininteli-gible (formas de escapar a la necesariatica del escritor) y otros toman el toro porlos cuernos y deciden enfrentarse a latarea de escribir con la misma o mshonestidad de la que reclama Jorge Rodr-guez Padrn en su demoledor Discurso delcinismo. No se trata de invocar la literaturasocial de antao ni definirse por una u otraescuela literaria. Todo eso da lo mismo. Sepretende reivindicar lo "crtico radical", nocomo ataque feroz a la sociedad sino comoexamen minucioso, buscando su raz, delas cosas que nos rodean, de nuestrotiempo y, desde luego, el lenguaje, las for-mas y maneras con las que nos expresa-mos y se expresa el escritor. Esta actitudreclamada por Rodrguez Padrn es seme-jante a la que mantiene Prez Plasencia.

    Su mirada, ya se proyecte sobre una histo-ria de amor, sobre la redaccin de unperidico insular (que es peor que decir deprovincias) o una clnica de desintoxica-cin, es siempre crtica en los dos sentidos.

    Ah se encuentra uno de los mritos de estelibro. Nos obliga a reflexionar sobre loescrito ms que sobre lo contado. La prosadel autor es tan natural que te lleva hastaal final sin apenas darte cuenta, perocuando dejas de leer instantneamenteempiezas a reflexionar sobre lo ledo y ter-minas buscando libros o autores sobre losque te llama la atencin la infatigablememoria de Ezequiel.

    Pues El orden del da puede leerse comouna historia de desamor y traiciones, comola descripcin gogoliana de las miserias dedeterminada prensa insular o el trnsitode un paciente. Las tres historias se entre-lazan magnficamente, sin confundirse,manteniendo constantemente el hilo rojoque las une y obligndonos, como lecto-res, a revisar nuestros prejuicios e ideas. Y

    a medida que pasan las pginas, ms y mslcidas se vuelven las palabras de Eze-quiel. Y esta lucidez es la que hace que dis-frutemos con el texto, no slo por lo est-tico sino por lo tico. Por ello inici estetexto recordando a los amargados queachacan sus males a un pasado de nebu-losa militancia. Nuestro autor, lcido -insistimos-, reivindica y describe esepasado, lo alude constantemente, peronunca lo lamenta. No llora sobre la lechederramada sino que, levantando la vista,tira para adelante como siempre hanhecho los escritores autnticos, aquellosque viven para escribir y de esta forma exa-minar lo que nos rodea y darlo a los lecto-res en pginas tan sinceras como las quecomentamos.

    (*) Javier Doreste ley este texto en la

    presentacin de El orden del da(EzequielPrez Plasencia.Ediciones Benchomo.

    Santa Cruz de Tenerife.2008) en la libreraNogal de Las Palmas de Gran Canaria, el 23

    de abril de 2009

    Ezequiel Prez

    Plasencia mantiene

    una actitud

    profundamente ticacon todo lo que

    transcribe en su

    novela, por llamar a

    este libro de alguna

    forma. Una actitud

    tica ante el mismo

    hecho de escribir, ante

    el respeto y defensa

    del idioma que le lleva

    a sublevarse contralos que prostituyen y

    pervierten

    Presentacin de El orden del da, de Ezequiel Prez Plasencia,en la librera Nogal de Las Palmas de Gran Canaria el 23 de

    abril de 2009./CANARIASSOCIAL.COM.

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    IGNACIO CESTAU

    E

    scribir sobre un autor reciente-mente fallecido, que has admi-rado en vida porque su prosa teha brindado momentos inolvi-dables durante su lectura, por

    su sobriedad carente de adornos super-fluos, densidad, nada le sobra; su intensi-dad cargada de significados sociales ymorales, y su rigor expresivo puede resul-tar interesado, comprometido y sesgadohacia un reconocimiento laudatorio. Siadems has compartido con l confiden-cias vitales, opiniones y dudas sobre el sig-nificado mismo de la vida y la literatura, yla relacin entre ambas. Y si tambin lehas acompaado en algunas vicisitudesprofesionales, con la modesta ayuda queun abogado laboralista puede ofrecer a untrabajador maltratado por una empresaperiodstica, con nuestros desequilibradoscdigos laborales; cuando la ignorancia yenvidia de jefes y emboscados compa-eros le enviaron al globalizado ejrcitode reserva de los desempleados delmundo. Y por si fuera poco, si en la inti-

    midad del sufrimiento y del gozo, te harevelado parte del universo vivido ysoado que se esconde detrs de algunasde sus obras, no slo resulta comprome-tido escribir sobre l, sino puede resultartemerario. Pues ello, no slo no me va ahacer desistir del intento de recordarle porescrito, sino que es un motivo ms, si no elde ms peso en la balanza para hacerlo.

    Ezequiel Prez Plasencia fue un espaolms que naci en Tenerife, tras nuestracruenta guerra civil, en el seno de unafamilia de los vencidos, de los perdedores,lo que condicion su existencia infantil yjuvenil. All conoci el amargo sabor de laderrota y las estrecheces que haba quepagar por ella. Pero tambin aprendi algoque luego dio ttulo a una de sus obras, Lailusin de los vencidos, y que el amor que

    proviene de la adversidad tiene, como lasangre, color rojo. Tal vez por ello, comoexpresin de algo ntimo, aquel libro loabra la cita de Cline de es ms difcilrenunciar al amor que a la vida. En questara pensando.

    Su origen determin su orientacin pol-tica primero, y despus, su vocacin litera-ria. Y ese origen tambin le dio las pautassociales y morales de conducta. All apren-di que la lucha por la subsistencia debe iracompaada de la dignidad, y tuvo sumejor escuela y sus mejores enseanzas, ycomo en tantas familias de vencidos,empez a levantar la vida y a dar la cara,tomando como ejemplo vivo a una madrecoraje, que t an determinante fue en suvida como en la de sus hermanos, tras ladesaparicin prematura de su padre.

    De ah pas en lgica coherencia aincorporarse a la causa comunista, en unade las organizaciones que entonces librabala batalla contra el franquismo. Y viviendoel compromiso poltico y social, naci la

    llama de la vocacin literaria, como veh-culo para retratar la condicin humana ypenetrar en su alma. Y la literatura gan,porque de esa decisin surgi un escritorde fuste, que combin lo vivido, lo particu-lar, en retratos sociales y humanos quedesde el detalle, la ternura y el drama deexperiencias muy concretas de su entorno,ya sea de Santa Cruz de Tenerife (Barriode La Salud), en La Habana, o en cualquierotro lugar, trascenda a preocupacionesuniversales, que pueden interesar y con-mover a cualquier ciudadano del mundo.Como ocurre en los viajes internos a losbarrios de La Habana y Santa Cruz deTenerife, que residen en El regreso de Cal-vert Casey. Desde sitios muy localizados ypersonajes singulares, se alzan preocupa-ciones humanas en forma de bella escri-tura, con palabras con forma de estilete. Oesas descripciones de personajes de barrioque fluyen en las pginas de Los caminade-lado, trmino que para su libro tom pres-tado de El Farola, un parado, un pibe quedeca estos polticos caminan de lado,parece que van enfilados a lo que prome-ten, pero siempre se tuercen para defen-

    der lo suyo, no lo nuestro, puede ser unpersonaje de cualquier barrio del planeta.Y que se puede decir, con permiso de otrasopiniones, de lo que para m hasta ahorason dos obras maestras, su cuento Decenade un cronopio, premiado con el ms pres-tigioso galardn de cuentos en castellano,Premio Juan Rulfo, y la novela El orden delda. Relatos introspectivos en los que sedesnuda sin pudor y pone de manifiesto suvida con sus miserias y grandezas, en losque el viaje que nos brinda a su interior,nos permite participar de todo aquello queproduce inquietud y desvelos en el serhumano, como el fracaso, el amor, lalocura, el sentimiento de solidaridad, elafn de justicia. Asistimos a un recorridodesde los valores polticos de su origenmilitante, a la vuelta a sus orgenes vitales,

    a la reivindicacin de algo tan sencillocomo la decencia. Acaso hay algo msrevolucionario. Estas dos obras, adems,contienen las entraas de los ajustes decuentas que todo ser humano hace con-sigo mismo, constituyendo un verdaderoejercicio de exorcismo, de expulsin de losdemonios que incorpor a su vida, cuandola frustracin le apart del cauce principaly le arrastr por meandros turbulentos.Pero son tambin un homenaje a quieneshizo sufrir y una peticin desesperada deperdn, por ello estn llenas de guios yreconocimientos para ellos.

    La narrativa de Ezequiel tiene ademsotra caracterstica, que reconozco sin son-rojo que me fascina, y, aunque parezca unaredundancia, crea una literatura llena deliteratura. En su difcil y borrascoso cami-

    nar por la vida, la lectura constituy unaparte esencial de dicha andadura. Desdeel lado de la trinchera del lector, configurtodo un universo propio, y como lectorvivi momentos de plenitud, acumul una

    vasta cultura literaria, de forma imagina-ria dialog, debati e incluso se enfurecicon multitud de autores cuyos libros devo-raba. Am a Cortzar, Rulfo, Camus y tan-tos otros. Y ese universo propio, adquiridocomo lector, lo incorpora como fuente desu espacio literario. Por sus pginas transi-tan gran parte de aquellos escritores que leimpresionaron, le influyeron, a los queadmir y a los que detest. Sus personajesse relacionan y se confrontan con ellos, sefunden en una smosis narrativa de abso-luta armona, en las antpodas de la cursierudicin, tan querida de escritores vulga-res, para crear un cuadro coral de dilogoentre ellos (personajes y escritores), simi-lar al dilogo que se produce entre instru-mentos musicales en una sinfona; cre-ando una fusin entre literatura y vida,como una reivindicacin de la propia lite-ratura y de los lectores. Reivindica que leeres una forma de vivir y que se vive tambincon intensidad y que algunas veces sirvepara salvar y rescatar vidas tediosas.

    Sin duda, la concesin del premio JuanRulfo por Decena de un cronopio, significel espaldarazo que tanto necesit y, ade-

    ms, le uni mgicamente al admiradoautor de Pedro Pramo, transmitindoleuna mayor seguridad por el reconoci-miento internacional que comportaba,reconocimiento que no se traslad ni aEspaa ni a Canarias. Probablemente otroescritor de otro lugar del territorio nacio-nal que hubiera recibido el mismo galar-dn, habra tenido un mayor reconoci-miento pblico y habra gozado de mayoratencin de los medios. Parece que losautores canarios no pueden disfrutar deleslogan publicitario de una conocida cer-veza canaria, que suerte vivir aqu. Pero,en todo caso, le permiti darle la energanecesaria para acometer su novela Elorden del da y parece que algunas otrasque dej sin publicar tras su muerte y queespero que pronto salgan a la luz.

    Para terminar, puedo concluir que Eze-quiel nos ha dejado una obra corta, perocon carcter y personalidad, y con un reco-nocible estilo propio, y con un mundo lite-rario que tiene su referencia en ese mundoque versific Blas de Otero:

    Un mundo como un rbol desgajadouna generacin desarraigadaunos hombres sin ms destino queapuntalar las ruinas

    Pero tristemente nos ha dejado, y para-fraseando nuevamente a Blas de Otero:

    Pero la muerte desde dentro, vepero la muerte desde dentro, vela

    pero la muerte desde dentro, mata.

    S/C de Tenerife, marzo de 2011

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    de marzo de 2011

    El perseguidor

    LA LITERATURA Y/O LA VIDA

    La narrativa de

    Ezequiel tiene adems

    otra caracterstica,que reconozco sin

    sonrojo que me

    fascina, y, aunque

    parezca una

    redundancia, crea

    una literatura llena

    de literatura. En su

    difcil y borrascoso

    caminar por la vida,

    la lectura constituyuna parte esencial de

    dicha andadura

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    AHORA S QUE ELMAR NO NOS DICENADAJOAQUN PIQUERAS (*)

    Ahora s, Ezequiel, ahora sque el mar no nos dice nada,por mucho que aventamosnuestros ms vehementesrecuerdos slo encontra-

    mos el insomnio de las olas, el silenciolocuaz de una psique sin cuerpo. Noshas dejado solos, y la soledad, como tescribiste, es un arma de doble filo, quete puede conducir a la lucidez o a lalocura.

    Has dejado inconclusa una novelaque caminaba con paso firme hacia tusueo realizado, ah dejabas cadabrizna de tu ser cada noche, araandohoras al orden del da. Decas quehabas metido a mi Orfeo entre tus pgi-nas, a ese cronopio, con el que los dosnos sentamos identificados, cuyamsica desafiaba, como nuestro admi-rado perseguidor de Cortzar, las leyesde la razn y del mundo, a ese cabrncapaz de eyacular en las puertas delcielo; y yo no poda sino sentir la impo-sibilidad de corresponder a tan tamaagratitud. T eras - y eres - as, tremenday humildemente generoso, siempre

    dando mucho sin que te acuciara lanecesidad que abruma a tantos junta-letras, lderes de opinin, politicastros,letraheridos de la actualidad, siemprereclamando su eternamente renovadoderecho de pernada en este mundoagitado por las aagazas de todopode-roso dios-mercado.

    La primera vez que nos vimos, Eze-quiel, el que suscribe estas lneasandaba recin empapado de La decenade un cronopio. Y como muestra de miadmiracin por tan pequeo gran libro,galardonado con el Premio Internacio-nal de Cuentos Juan Rulfo, publiqu elcaptulo Viernes en mi blog Inslitos.Caminando por el lado salvaje de la lite-ratura; y t, que tuviste, a pesar de tulimitada movilidad, la gentileza de ir a

    esperarme al instituto donde trabajo -siempre llegaste ms temprano de lohabitual a las citas, incluso a la ltima-,lo hiciste cargado de libros; pero, sobretodo, de palabras, inteligentes y exquisi-tas palabras para celebrar el milagrode esa literatura que, preservando suautenticidad, no est domesticada porel stablishment de las letras cmo tegustaba esa expresin-. Dos horas quepasaron con una velocidad endiabladapara dejar una estela tan indeleble quetodava ahora, frente a este mar sin res-puesta, se exhiben como voluminosasestrellas que ganan en intensidad cadavez que son revividas. Vida y Literatura.Cuntos nombres sobre el tapete: desdeBernhard hasta Idea Vilario, desdeOnetti, Chejv o Roth hasta los ms

    recnditos y malditos escritores cana-rios y cubanos, todo enriquecido conmltiples ancdotas y referencias. Tam-poco faltaron las excrecencias del actualpanorama literario, la mafia de los pre-

    mios, el eterno candidato al Nobel queya dej de serlo-, los errores editoriales,la izquierda, la derecha, Internet, toxi-comanas varias, Albert Camus, paravolver sobre tu propio material y suposible difusin digital. Despus vinoun contacto continuado a travs demuchos emails y de varias citas paraintercambio de libros y experiencias-entre ellas, dos inolvidables comidasliterarias en el Mesn Andaluz con JosBonaque y con Tino Fernndez-, paravolver a enzarzarnos de nuevo en unrenovado captulo de supervivencia atravs y por la Literatura, consolidandoen cada comunicacin nuestra amistad.

    En horas de insomnio como estas mellegaban tus correos meticulosamenteescritos te enfadabas si se colabaalguna errata ortogrfica-: algunosembadurnados por el desaliento eincluso la desesperacin de un ser ven-cido por las circunstancias; otros, encambio, rezumaban esperanza y car-gamentos de fe por tu trabajo; peroninguno quedaba exento de tusentido del humor; es ms,muchos de ellos concluan conel colofn de una punzada

    verbal llena de agudeza, en laque era difcil adivinar tras sumanto de irona tu verdaderoestado de nimo, quedandoen el mo entonces inoculadoel virus de la preocupacin. Masquin me iba a decir que el nicoemail aparentemente inocuo, este-rilizado para el desasosiego, querecib hace dos semanas iba a ser elltimo. Mi efusiva respuesta por unabuena noticia jams hall correspon-dencia, slo el mutismo. Un mutismotan inquietante, si cabe, que el de estemaldito mar que nada dice.

    Releo tus artculos, Ezequiel, tus rela-tos, tu novela, con la avidez del disc-pulo que disfruta aprendiendo de ungran maestro. Y me digo que, efectiva-

    mente, la vida es un camino minado,que da igual --bien lo saba Abel Cainus--, los destinos que uno elija, cuando slouno ha de elegirte a ti, consumndoseel azaroso fatum de la miserable exis-tencia humana. Un accidente absurdoconvertido en hacha homicida nos haarrebatado para siempre tu presencia,dejando en suspenso una brillantecarrera literaria. Ahora que habasdejado atrs tantos escollos y sorteadopeligrosas minas en el camino, havenido la muerte, tan jodiendo, a des-ordenarlo todo. El mar ya no dice nada este es uno de los ttulos que barajabaspara tu novela-, pero seguiremos obser-vndolo, escudriando en su silencionuestro propio reflejo, o ms bien lareverberacin de nuestro profundo

    deseo de regresarte. Mientras tanto, tumagnfica obra hablar por l.

    (*) Joaqun Piqueras(Alguazas,Mur-cia) es escritor y poeta.

    LIBRO, CAF, COPAY TABACO

    JUAN DE DIOS GARCA (*)

    Me acuerdo perfecta-mente. Conoc a Eze-quiel Prez Plasencia enjulio de 2007, entre lasbutacas del edificio

    modernista Casa Pedreo, en Carta-gena, donde cada verano se celebra lascharlas entre los escritores invitados alfestival La Mar de Letras. Esa edicinestaba dedicada a Mjico. El periodistaJuan Cruz moderaba una mesa redondaen la que intervenan el politlogo JessSilva-Herzog y el novelista Jorge Volpi.Entre los tres esbozaron con claridad elcomplejsimo estado de putrefaccin dela poltica azteca contempornea. Allestbamos con la boca abierta los asis-tentes habituales. Entonces lleg el

    turno de preguntas y escuch porprimera vez ese tarta-

    mudeo molesto yentraable que

    rompa elsilencio de

    la sala.P r e g u n -taba algo

    sobre ellaberintoformadoe n t r e

    Chiapas,el PRI, el

    castr ismo,Bush En fin,

    yo no le prestms atencin, por-

    que la poltica me inte-resa hasta un lmite y porque estabadeseando bajar a la calle a echar uncigarrillo esperando la siguiente ponen-cia.

    Ezequiel baj a fumar tambin a lospocos minutos. ramos dos desconoci-dos comunicadores natos, as que elsaludo y la conversacin apasionada

    prendi en seguida. All nos retratamosambos, un par de locomotoras, felices,recin presentados y compartiendonuestro entusiasmo infinito por loslibros.

    Maana viene Brbara Jacobs.Has ledo Vida con mi amigo?

    No... Y ahora quin va a interve-nir?

    La periodista Diana Washington.Va a contar su experiencia en la investi-gacin de los feminicidios en CiudadJurez.

    Ezequiel se saba el programa dememoria. Vivimos con un optimismoadolescente toda esa semana, emborra-chndonos con Antonio Ortuo, DanielSada, Elena Poniatowska, Juan Villoro,Guadalupe Nettel, Alberto Rui-Sn-

    chez, Sergio Pitol, Mario Bellatin, CoralBracho, abrazando a los autores vivos yrecordando a tragos la admiracin porgrandes de Mjico como Elizondo,Rulfo, Revueltas, Ibargengoitia, Paz,

    Arreola...Sellamos nuestro aprecio regalndo-

    nos los libros de nuestra cosecha ydesde entonces nos veamos con la fre-cuencia que podamos, literaturamediante, porque la literatura fue, sinhiprbole, la gnesis y el pulso de nues-tra amistad. Se me agolpan cientos deescenas agradables junto a l: los largospaseos por el puerto mediterrneodonde su vanidad de creador nuncahunda su capacidad de admiracincomo lector, sus tmidas y jugosas pre-guntas al final de cada recital en el Aulade Poesa Carmen Conde, sus reflexio-nes pictricas y musicales con la cult-sima camarera italiana de la cafeteraNova, su presencia etlica en las terrazasdel casco histrico, su sempiterno peri-dico bajo el brazo, su gracioso descubri-miento de internet con casi diez aos deretraso Encarnaba la generosidadintelectual, por lo que vivi una totalintegracin entre los artistas, eruditos ypensadores de la ciudad: desde el grupode narradores de la tertulia Mandara-che hasta crculos de pintores, periodis-tas, abogados, admiradores como el lec-tor Jos Bonarque, como el poeta pun-krocker Joaqun Piqueras o como lalibrera cmplice y creativa Ana Escara-bajal.

    La ltima vez que nos vimos fue preci-samente en la librera Escarabajal,acompaado de una amiga las ami-gas de Ezequiel es un tema de tesis doc-toral y con cara de preocupacin lec-tora.

    No estn los Cuentos completos deOnetti en el escaparate. Ni siquieraestn dentro. Te lo puedes creer? Y laedicin de Alfaguara sali hace seismeses! Voy a encargarlos. No tengo otraopcin.

    Le contest con una sonrisa cotidianay le di una palmada tranquilizadora enel hombro sin ser consciente de que esasera mi despedida. Querido Ezequiel,

    tan extraterrestre, tan afectuoso. Libro,caf, copa, tabaco: los cuatro elementosque componan a mi amigo.

    Escribo este grito-homenaje seis dasdespus de su muerte, unas horas antesde que jueguen en el estadio Cartago-nova mi equipo y el suyo. El resultadome importa un carajo. l mantuvo siem-pre su orgullo tinerfeo, yo le queraanimar y habamos quedado en asistirjuntos al partido.

    Juan de Dios, y si me insulta algnultra del Cartagena al alegrarme de ungol del Tenerife? preguntaba entre labroma y la cautela.

    Ni caso, Ezequiel. Yo te proteger.Y nos reamos, y le daba un ataque de

    tos en medio de la risa, y nos seguamosriendo.

    (*) Juan de Dios Garca (Cartagena,1975) es escritor ydirector de la revista

    de literatura El coloquio de los perros(www.elcoloquiodelosperros.net)

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    CANARIASSOCIAL.COM

  • 8/7/2019 El perseguidor 37 - revista de limba spaniola din Tenerife

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    IGNACIO BORGOS (*)

    A

    compa a Ezequiel hasta elltimo momento, hasta laesquina justa del cristal tras elque su caja mortuoria se aden-tr en el horno crematorio

    para convertirse en cenizas. En esemomento fue en el que le dije en voz muybaja: ya no te puedo acompaar ms, Eze-quiel, ahora tienes que hacer t solo elviaje. Pues s, con la autoridad que me dasu amistad infinita, con la autoridad queme da haberlo conocido y la de haberloodo hablar sobre libros, es con la que medirijo a ustedes para narrarles el lujo dehaber tenido un amigo y un maestro litera-rio tan grande.

    Quizs ustedes, los canarios, conozcanuna versin ms amplia en el tiempo delescritor Ezequiel Prez Plasencia, pero yoconoc la ltima, su etapa cartagenera, quees la que viv y de la que les voy a hablar, sime lo permiten.

    Para empezar dir que no quiero equvo-cos, la vida de Ezequi como lo conoca-mos los ntimos, lase el pintor cartage-

    nero Juan Heredia Gil y yo mismo, no fuefcil. Lo entendern enseguida: la primeravez que llegu a la UCI del hospital SantaMara del Rosell para verle tras su paradacardiorrespiratoria, las nicas batas queestaban colgadas en la antesala, eran lasque les correspondan a los visitantes delbox nmero dos, el suyo. l eligi la sole-dad, vivir en el exilio de Cartagena. Queahora nadie me venga con las tertulias quefrecuentaba, los intelectuales que cenabancon l y otras monsergas producto del des-conocimiento de su vida.

    l simplemente era un tipo que sola leeren la cama y no conoca horario, pues iguallo llamabas a las ocho de la tarde y se acabade despertar, o te llamaba de madrugadaporque no poda dormir. Ezequiel gustabadel ftbol, de la literatura, de las mujeres

    atractivas y de sus amigos, y dado que

    desde hace aos su salud se haba vistomermada por una cierta parlisis en unapierna que lo haca caminar despacio,redujo su actividad al barrio tan cntricoen el que viva, donde era toda una institu-cin, y donde dejaba muestras de susapiencia futbolstica entre amigos, de sumaestra literaria en las libreras o en lar-gos paseos hasta el puerto con quienes lelega, y de su buen gusto con un rastro depiropos a las mujeres de buen ver.

    A la reunin semanal que tena poragrado y no por compromiso con el maes-tro Heredia y conmigo en la cafetera Nova,l la bautiz como la secta. Una reuninque se sigue celebrando hoy en da, con

    una vela en su honor, y donde Ezequiel nosregalaba el don tan preciado de su opinin,siempre polmica, incorrecta, pero sabia,endulzada eso s, de memoria canaria, delgofio que aoraba, de registros de su len-gua guanche, de bellas palabras hacia sumadre, de una camiseta blanca con el sietede Juanito que le regalaron cuando eranio, de la amistad que le uni a Valdano ya Cappa en el ciclo glorioso del Tenerife.

    Jams podr olvidar las conversacionessobre libros que tenamos en su aparta-mento, autntica biblioteca de Alejandra,plagado de tesoros de la Literatura, s Lite-ratura con mayscula: Camus, Borges,Onetti. Era un apartamento austero, conuna mini cadena para escuchar msica cl-sica, recortes de grandes obras de arte con-temporneo pegados en las paredes, un

    cenicero con el cigarrillo siempre hume-

    ante, el porttil encendido para ver si lle-gaba la inspiracin magistral que le ayu-dara a terminar su ltima novela, la que seha quedado encerrada en ese mismo por-ttil.

    Y es que a pesar de haber escrito El ordendel da, lo que no estaba precisamente pre-visto entre los puntos a tratar era sumuerte. Porque Ezequi nos ha dejadodemasiado pronto. Desde mi egosmopodra decir que me ha dejado hurfanode recomendaciones literarias, jams seme olvidar que das antes de su falleci-miento me dijo: Nacho, lee a Thomas Bern-hard. Y as cuntas veces, cuntos l ibros,cuntas discusiones sobre autores, cuantas

    perlas literarias como sa de: un solocuento de Borges vale ms que toda la obrade Prez-Reverte, que no s si lo deca porconviccin, por joderme como cartage-nero, o por ambas. Ezequi siempre fue uncachondo mental.

    Yo lo imaginaba en Tenerife como untipo a la izquierda de la izquierda, y ya aquen Cartagena, puedo asegurarles que eraun tipo muy grande pese a su pequeaestatura, un tipo siempre dispuesto ahacerte rer con sus comentarios, con esasonrisa a medias que anticipaba lo que teiba a decir. Me encantaba acusarle de serun comunista pensionista y decirle que lno haba ledo a Javier Maras, para inco-modarle y que saliera veloz a por un ejem-plar de Maras en su biblioteca. Qu estu-pendo, Ezequiel.

    Sin duda era un animal literario. En su

    entierro hubo lectura de Stefan Zweig, lhubiera preferido Borges. Recuerdo quehablaba muy bien de El maestro de Peters-burgo, de Coetzee, tambin de JosephRoth, Tolsti, Dostoievski, Clarice Lispec-tor, Goytisolo, Edward Said o Amos Oz. Yadmiraba tanto a Onetti que guardaba eldinero que haba sacado del cajero parapasar la semana, entre las pginas de suscuentos.

    Pero si hay algo que me molestara de l,era esa mala suerte que tuvo como escri-tor, pues sus mritos fueron demasiadograndes para una industria editorial demiras tan cortas, slo preocupada por elrdito del Top Ten de ventas en El CorteIngls, y no por la calidad literaria.

    Digamos entonces con toda conviccinque l estaba ya fuera de tiempo, el reco-nocimiento tan merecido que ahora lehacemos, debi llegar mucho antes enforma de publicacin con una gran edito-rial. Podra haber sido un tipo a lo Vila-Matas, un escritor metaliterario recono-cido y con el privilegio por delante depoder vivir de la literatura. El regreso deCalvert Casey, Los caminadelado y sobre

    todo, El orden del da, son una pequeamuestra de su altura intelectual. Qu granescritor hubiera sido si hubiese tenido unbuen editor. Ahora que purguen sus peca-dos quienes no le ayudaron a editarcuando estaba en su mano, o quienes loeditaron mal, pues Ezequiel, pese a quienle pese, ya est en el Olimpo de los escrito-res malditos, ese Olimpo al que slo estninvitados los que saben de literatura, nolos que dicen que saben. Buen viaje, amigo,el ltimo que hars, pero ser el viaje quete vengar, el que ya te ha convertido enleyenda. Sers objeto de estudio, ya lovers, y por aqu abajo entre los que teadmiramos, nunca dejaremos de pronun-ciar tu nombre. De eso ya me encargo yo.

    (*) Ignacio Borgos (Cartagena,1975)

    es escritor.

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    El perseguidor

    EL LTIMOVIAJE DEEZEQUIELPREZ

    PLASENCIA

  • 8/7/2019 El perseguidor 37 - revista de limba spaniola din Tenerife

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    FEDERICO GONZLEZ RAMREZ (*)

    En la intimidad era Ses, peronunca me permit traspasar elumbral de una confianza hechade tardes inacabables, intensasy nicas al borde de cada pala-

    bra con la que crearon buen periodismo unnutrido grupo de jvenes en los primerosaos noventa, en Tenerife. Para m siem-pre fue Ezequiel, con todas sus letras, apesar de que ao tras ao crecieron losafectos y la vida compartida.

    Vida compartida, pese a la distancia,porque Ezequiel saba, quera compartir.Jams haca esgrima con su amplio cono-cimiento de la literatura, con sus lecturaspermanentes, ni con su exquisito paladarpara el balompi bien jugado, ni con elfinsimo cordn umbilical que le una a

    nombres y apellidos de la izquierda socialde las Islas. Ezequiel buscaba compartir, ypor eso pude compartir con l, sucesiva-mente, los afectos de Marta, el sinsabor delperiodismo, el placer de la literatura, elplacer no menos intenso del ftbol, y elbarrio de La Salud, su casa y --en mi infan-cia-- mi segunda casa en Canarias.

    Los caminadelado, su primer volumen -artculos publicados en prensa, pura litera-tura- contena ya la esencia de la que serauna obra breve e inmensa: insobornablereflexin crtica y fervor por la palabra. Loscaminadelado, esa forma de llamar a quie-nes no van de frente que tena un pibeamigo suyo de La Salud y que Ezequiel hizosuya. Los caminadelado que ejercen elpoder, gurs literarios, capataces de redac-ciones, lderes polticos. Los caminadelado,

    anttesis de la consciente posicin tica yfrontal que el mismo Ezequiel encarnara.Los caminadelado, irnica, tierna y pode-rosa expresin con la que referirse a busca-dores de atajos, a asaltadores de lo pblico,

    a habitantes inmerecidos del escaparate

    literario. Los caminadelado: todo lo queEzequiel poda haber sido para sobreviviren sus islas, y no quiso ser.

    Decena de un cronopio, El regreso de Cal-vert Casey, El orden del da La obra deEzequiel Prez Plasencia est, ahora s, enel atril de los lectores atentos. Y, posible-mente, de lectores ms neutrales, quienesno se encuentren en la tesitura de discernirentre el magnetismo vital de su autor y laobra misma. Con Ezequiel literatura eravida, y la vida se converta en artculos,cuentos, novelas, literatura, al fin. Ezequielcallaba, parpadeaba, hombre de palabraprecisa, pensaba, rea con una risa entre-cortada y amable, una risa inteligentepocas risas he conocido inteligentes- y deesos ingredientes vitales se nutra la alqui-mia de su literatura. Los das iniciales de su

    partida a Cuba, donde germinara ese tri-buto suyo a Calvert Casey, las aparentesrutinarias conversaciones, las idas y veni-das previas a un viaje caribeo, estabanesculpiendo ya una de sus escasas eimprescindibles obras. Cmo no sorpren-derse, todava, de ver el domstico mate-rial con el que se crean las rutinas conver-tido en zagun, prlogo creativo, de autn-tica literatura.

    Como Casey, Ezequiel no pudo lucharcon su condicin insular, ni procurar lectu-ras ms lcidas para la inmensidad de supalabra. La isla no se elige. No es negocia-ble: la isla es, est rodeada de agua y nohay pacto posible. Y todo isleo sabe de ladictadura de la geografa, de la existenciade ms islas dentro de la isla. No hay elec-cin en el hecho de ser isla. As que Eze-

    quiel, como hicieron otros antes, en losmuros de la Academia, orin con fuerza enuno de los templos del periodismo tiner-feo y se mand a mudar al que sera,desde entonces, su lugar en el mundo.

    Mr. Ezequiel en el cantn. As lo llamdesde entonces, en broma nuevamentecompartida, cada vez que nos una el tel-fono, en conversaciones semanales. As lollam la vspera, la ltima. Curiosamente,

    mucho ms larga que ninguna. Ezequiel,como el Mr. Witt de Sender, haba elegidosu esquina en el mundo y miraba sorpren-dido desde all. El cantn, al contrario quela isla, est hecho de decisiones y de la fer-tilidad de la utopa. Ezequiel se convirtientonces, en el cantn de Cartagena, en elcnsul de la amabilidad, en el porteadorde la ensea de la literatura como formade vida, con las credenciales de la elegan-cia intransferible de chico de barrio, afec-tuoso, enamorado y enamorador, cnsulnico de la bonhoma y de la diplomacialcida en un cantn construido por lmismo con amigos, frases, libros, esperan-zas, retos, una repblica en una esquinadel mundo donde fundar su felicidad ver-dadera.

    La ltima vez que vimos a Ezequiel fue

    para presentar El orden del da, su ltimanovela. Fue un empeo de Marta. Llama-mos a todos los amigos, en Las Palmas deGran Canaria. Fueron ocho: JosefinaBetancor, la viuda de Manuel Padorno;

    Javier Doreste, que lo present; EnriqueSurez; Tony Sosa; Tony Murphy Con-virti Canarias social en una habitacinms de su hogar de quimeras. El 18 deenero de 2011 envi un correo, en el que

    aceptaba con generosidad inaugurar unanueva apuesta literaria. En el documentoadjunto, la primera parte de su nuevolibro: Oficio de vencidos.

    Echo de menos su voz. Me ocurre conotros dos grandes escritores canarios:Manuel Padorno y Jos Mara MillaresSall. Algo tenan las voces de ambos, unaextraa combinacin de timbre y tono, laforma de acariciar cada frase, voces ni-cas dedicadas por siempre al mimo de lapalabra. La voz de Ezequiel era tambin,entrecortada, una voz distinta y nica. Lade un gran escritor. Pero era, adems, lavoz que estuvo en los momentos duros. Lavoz de nuestro irrepetible cnsul en elterritorio de la amistad y la palabra.

    Las Palmas de Gran Canaria, 15 de

    marzo de 2011

    (*)Federico Gonzlez Ramrezes escritor yperiodista. Director de

    Canarias Social.

    MARTA CANTERO (*)

    El trmino se lo sugiri unparado,El Farola, un pibe no tanpibe de su barrio: Los caminade-lado. Hombres y mujeres decorazn pequeo, hipcritas

    que aborrecen la sinceridad Los camina-delado son vanidosos y aduladores, solem-nes y serviles, oportunistas y rutinarios,pero inteligentes, opinaba Ezequiel PrezPlasencia, y recurra a una frase de Gra-ham Green para darles la estocada: Nues-tros enemigos no son los ignorantes ni lossimples, por crueles que stos sean; nues-tros enemigos son los inteligentes y corrup-tos.

    Las conversaciones de barrio dieronmucho de s como fuente de inspiracinpara Ses [entraable diminutivo con quese le conoca], nacido en las entraas deltinerfeo barrio de La Salud y marcado porla marginacin social de sus gentes, lalucha diaria con que, como l, trataban desobreponerse cada da a los embates de lavida. Sobre ellos, y la sociedad en general,el escritor desplegaba su lcida capacidad

    de observacin y anlisis para describircon certeza situaciones y personajes.

    La calle y las letras. En la combinacinde ambos mundos esta el origen y origina-lidad de la vida y obra de este autor tiner-feo, fallecido de forma repentina yabsurda. Culto y cultivado a conciencia,con esmero y esfuerzo diario, EzequielPrez Plasencia es sobre todo un ejemplode superacin. Un caminadefrente quetuvo el valor de mirarse al espejo, de des-cubrirse y aceptarse tal como era, recono-cindose tanto en sus miserias como en susgrandezas: Por qu no arremeter contram mismo para luego hacerlo con poderomoral contra la sociedad?, escribe en Elorden del da, y aade: Habitar la libertadno es tan sencillo como pueda parecer,vivirla es tarea compleja La libertad eslucha sin tregua, militancia, precaucinfrente al goloso y extendido nihilismo,actuar sin temor cuando en la vida llega lahora de exhibir vicios y ocultar virtudes.

    Ses era tambin eso. Un hombrepequeo y valiente, que pag un alto pre-cio por su libertad: rechazos, soledades,desprecios En La voz del vaco dice: La

    gente huye de m, la gente busca mi com-paa. A veces yo lloraba. Slo hace dosmeses que llegu y cretinos y cnicos se ale-gran de verme ms consumido, ms viejo,ms hurao; y en su novela recuerda queen una sociedad hipcrita y mojigata, serlibre es un trabajo de envergadura. l sesobrepuso a los miedos y rencores con inte-ligencia y altura de miras, y lidi contra ladesesperanza con su amor al amor y a lapropia existencia: La vida es generosa ynos da la posibilidad de crearnos a nos-otros mismos todos los das.

    En Cartagena renaci, tras atravesar elblanco desierto de las clnicas y psiquitri-cos que nos retrat en su particular viaje alas profundidades de la naturalezahumana. Un nuevo Ezequiel resurgi desus cenizas, ms sabio y ms honesto sicabe, igual de implacable en la crtica peroya sereno: La verdad es una larga pacien-cia, una dilatada exposicin, reflexionaen El orden del da.

    Y, como no!, la profesin. El perio-dismo. Gran conocedor del nido de vani-dades que son las redacciones, en las pgi-nas de su primera novela [trabajaba en la

    segunda al cierre de su edicin] Ses sedespacha a gusto con quienes fuimos suscompaeros en los distintos peridicos enque ejerci, con un rigor castrense, sus fun-ciones de corrector. Hay mordacidad ensus opiniones sobre los plumferas que fueconociendo Ah, el columnismo, esaenfermedad infantil del periodismo,pero tambin ternura hacia quienes inte-gramos este oficio de engredos mal paga-dos, y comprensin ante las dificultadesque entraa su ejercicio.

    Mucha calle, vivencias; bares de copas, yalcohol; las libreras, interminables horasde lectura; soledades y amores; retrospec-ciones y recadas; su madre, la familia; lashoras insomnio y el arte de escribir; losamigos; los pasillos del hospital y elabismo; de nuevo el amor; o ese premioque no llega; el esfuerzo y la esperanza.Ezequiel Prez Plasencia era un escritorautobiogrfico, que se sirvi de todo lo queobserv, conoci y sinti para elaborarexquisitas composiciones literarias queponen en evidencia que posea lo que tan-tos autores ansan: talento.

    Las Palmas de Gran Canaria, a 14 demarzo de 2011

    (*) Marta Cantero es periodista

    UN CAMINADEFRENTE

    MR. EZEQUIELEN EL CANTN

    CANARIASSOCIAL.COM