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EL PENSAMIENTO ÉTICO Y POLÍTICO de Jorge Alessandri Rodríguez Discursos pronunciados en el Acto Académico que con motivo del 7 o Aniversario de su fallecimiento, se efectuó en el Salón de Honor de la Cancillería Arturo Alessandri Besa Hermógenes Pérez de Arce Sergio Carrasco Delgado Semblanza de Jorge Alessandri R. RAFAEL VALDIVIESO ARIZTÍA •FVNDACION' 'JORGE ALESSANDRI R

El pensamiento ético y político de Jorge Alessandri Rodríguez

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El pensamiento ético y político de Jorge Alessandri Rodríguez. Arturo Alessandri. 1996.

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EL PENSAMIENTO ÉTICO Y POLÍTICO

de Jorge Alessandri

Rodríguez

Discursos pronunciados en el Acto Académico que con motivo del 7o Aniversario de su fallecimiento, se

efectuó en el Salón de Honor de la Cancillería

Arturo Alessandri Besa Hermógenes Pérez de Arce

Sergio Carrasco Delgado

Semblanza de Jorge Alessandri R.

RAFAEL VALDIVIESO ARIZTÍA

• F V N D A C I O N '

' J O R G E A L E S S A N D R I R

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EL PENSAMIENTO ÉTICO Y POLÍTICO DE

JORGE ALESSANDRI RODRÍGUEZ

Page 3: El pensamiento ético y político de Jorge Alessandri Rodríguez

© FUNDACIÓN JORGE ALESSANDRI, 1 9 9 3

Inscripción N" 88.871

Derechos reservados para todos los países

Se terminó de imprimir esta I a edición en los talleres gráficos de Editorial Universitaria, S.A.

San Francisco 454, Santiago de Chile en el mes de diciembre de 1993

IMPRESO EN CHILE / PRINTEDIN CHILE

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EL PENSAMIENTO ÉTICO Y POLÍTICO

de Jorge Alessandri

Rodríguez

Discursos pronunciados en el Acto Académico que con motivo del 7o Aniversario de su fallecimiento, se

efectuó en el Salón de Honor de la Cancillería

Arturo Alessandri Besa Hermógenes Pérez de Arce

Sergio Carrasco Delgado

Semblanza de Jorge Alessandri R.

RAFAEL VALDIVIESO ARIZTÍA

•F v N D A C I O N -

• R O R G E A L E S S A N D R I R*

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PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN JORGE ALESSANDRI R. SENADOR ARTURO ALESSANDRI B.

Señoras y Señores, estimados amigos.

No es casualidad que hoy nos encontremos reunidos en este lugar solemne, donde se han escrito páginas gloriosas de nues-tra historia patria. Estas paredes han sido testigos de la invalua-ble tradición democrática del pueblo chileno, que con su respal-do llevó a jurar en esta Sala a don Jorge Alessandri Rodríguez, y antes de él a su padre don Arturo Alessandri en dos oportu-nidades, como Presidente de todos los chilenos.

Hoy, en que conmemoramos un aniversario más de su parti-da, agradecemos la oportunidad que nos brinda la Fundación que lleva su nombre, de recordar esos emotivos momentos.

En 1991, fue creada la Fundación Jorge Alessandri Rodríguez, gracias a la iniciativa de un grupo de amigos, muchos de los cuales están con nosotros esta mañana, que comprendieron la necesidad imperiosa de conservar, dividgar y proyectar las ideas de bien público, principalmente en lo político, económico y social, que inspiraron la vida pública y privada del ex Presidente Jorge Alessan-dri, y que hicieron de ella un ejemplo digno de ser conocido por las generaciones futuras.

Tenemos un convenio firmado con la Universidad Finis Te-rrae, para formar un archivo, tarea que está en pleno proceso de desarrollo. Asimismo, hoy día vence el plazo para la recepción de las maquetas del concurso para eregir un monumento a Don Jorge. Difícil decisión para el jurado, ya que han presentado proyectos varios escultores, nacionales y extranjeros, de recono-cida trayectoria.

Estamos ciertos que inauguraremos el año próximo el mejor proyecto, en el sitial que le corresponde. La Plaza de la Constitu-ción. Con esto daremos por finalizada la primera etapa de nues-

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tro programa de trabajo, para iniciar con éxito la labor de proyección de la obra del ex Presidente Jorge Alessandri, a través de becas, seminarios y cursos, y la institución de la Medalla al mérito Jorge Alessandri Rodríguez, para distinguir a los estudiantes, trabajadores, empresarios, científicos y profesiona-les más destacados.

Los invitamos a todos a acercarse a nuestra Fundación. A nuestros socios, muchas gracias por su constante apoyo. A quienes se quieran incorporar, bienvenidos, y a todos los pre-sentes, muchas gracias por estar con nosotros esta mañana recordan-do al ex Presidente Jorge Alessandri, en su séptimo aniversario.

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EL LEGADO ÉTICO DE DON JORGE ALESSANDRI

Distinguidas autoridades de la Fundación Jorge Alessandri, señoras y señores miembros de su familia, señoras y señores:

El volumen y magnitud de las obras públicas que emprenden los hombres de gobierno y la trascendencia de las realizaciones jurídicas y políticas que ellos patrocinan desde el poder suelen ser los patrones más socorridos para medir su capacidad reali-zadora y sus méritos históricos. Pero en el caso de las persona-lidades públicas de excepción suele presentarse otra dimensión de su legado que, por importantes que hayan sido aquellas obras y realizaciones, excede con mucho en trascendencia, per-manencia y proyección a las mismas: es el valor espiritual de su ejemplo, el legado ético o moral que se desprende de sus pala-bras y actuaciones y que permanece en el tiempo como un faro iluminador de la senda de sucesivas generaciones.

Algún pensador ha señalado que la gran diferencia entre un político y un estadista —y estimo previo advertir que todo político puede y debe aspirar a ser a la vez un estadista— reside en que mientras el primero se preocupa de la próxima elección, el segundo piensa en la próxima generación.

El examen de la actuación de don Jorge Alessandri en la vida nacional nos lleva a la conclusión de que su principal legado fue el de su personalidad ética y el de su ejemplo moral; y también a la de que ejerció la función política con una preclara visión y vocación de estadista. Conste que, además, el transcurso de los años, el afinamiento de las cifras económicas y el análisis del contexto internacional que rodeó su gestión de gobernante han ido progresivamente señalando la eficacia realizadora de la misma en cuanto al logro de metas de desarrollo material.

Pero lo que perdurará más que eso y más allá de eso será el

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testimonio de su vida pública plena de contenido moral: la vocación de servicio público abnegado, el desinterés personal, la prudencia política, la mesura y la caballerosidad en la con-frontación con el adversario; la austeridad en las costumbres; el firme y justo ejercicio de la autoridad; la ética del trabajo y del riguroso cumplimiento del deber.

Reflexionando a través de los testimonios de sus contempo-ráneos, de versiones sobre sus actuaciones públicas, de sus propios relatos autobiográficos, especialmente los entregados en sus últimos años de vida, uno podría tejer un curioso contra-punto entre el Jorge Alessandri persona particular, con sus virtudes de inteligencia, grandeza de sentimientos y compasio-nes, conjugándose con un temperamento enigmático, un carác-ter a veces hosco, a veces mordaz, y posiblemente con algunos defectos como los que tenemos todos los seres humanos, y el Jorge Alessandri entregado a la causa pública y a la responsabi-lidad frente al país, desafíos ante los cuales parece producirse en él la más noble sublimación de la personalidad y una especie de abnegado renunciamiento y una entrega patriótica, elevada y generosa, que transmutan al ciudadano particular en un hom-bre público de la más señalada categoría y grandeza, que quie-nes fuimos sus contemporáneos no hemos captado todavía en toda su significación.

Esta sublimación que en el personaje gesta el ejercicio de la misión de servir al país es, justamente, la impronta del estadista, del hombre de Estado, del líder por antonomasia; y es la consti-tutiva de su principal legado, de su ejemplo ético y moral, que tenemos la obligación de preservar y sistematizar, porque me-rece y debe ser transmitido con toda su fuerza edificante a las actuales y futuras generaciones de nuestra Patria.

El examen de la vida de don Jorge Alessandri sugiere un verdadero decálogo del estadista u hombre público ejemplar, sólo algunos de cuyos mandatos alcanzaré a exponer en esta oportunidad.

El primero: el servicio público está dirigido a beneficiar al país y no a satisfacer anhelos o ambiciones particulares de quien lo desempe-ña.

Hay personajes que parecen buscar el poder como si tuvieran "un mejor derecho" a ocupar cargos públicos o de represénta-

lo

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ción popular. No esperan a ser convocados por un sentir gene-ral a desempeñarlos, sino que son ellos los que se promueven y convocan, y hasta conminan a los demás, para que los eleven al poder. Esos postulantes a la función pública son la antítesis de la personificación del sentido de servicio que don Jorge Ales-sandri nos legó. Este, como dijera uno de sus contemporáneos, "nunca buscó el poder, sino que parecía que el poder lo buscaba a él".

Por temperamento rehuía la cosa pública, pero por sentido del deber asumía las responsabilidades cívicas cuando era llamado a cumplirlas. Y lo hacía con auténtica entrega y desin-terés personal. En uno de sus últimos testimonios describía así su actuación en un alto cargo de representación gremial: "Adopté la política de trabajar en silencio. Yo nunca di una conferencia de prensa ni salía retratado, como ocurre actual-mente. Conversaba con los ministros y asistía a las comisiones calladamente".

Se hallaba allí para servir, no para servirse del cargo. Otro mandamiento que su ejemplo nos legara fue el de que el

ejercicio de las funciones públicas debe caracterizarse por la austeri-dad.

El político y estadista es un administrador de bienes y recur-sos ajenos, que pertenecen a todos. En esa tarea debe ser más delicado que en la de manejar su propio patrimonio y debe dar el ejemplo a quienes se sientan tentados o inclinados, precisa-mente por el hecho de manejar recursos de todos, a ser dispen-diosos o descuidados.

Siendo Presidente de la República, sus subalternos lo recuer-dan preocupado de apagar las luces innecesarias de la casa presidencial, señalándoles con énfasis paternal y pedagógico la necesidad de ahorrar energía.

Cuando, también siendo Primer Mandatario, viajó a los Esta-dos Unidos, invitado por el Presidente de ese país, John Fitzge-rald Kennedy, objetó el hecho de que se le asignara un viático de mil dólares, en atención a que, señaló, concurría invitado y no se suponía que iba a incurrir en gastos. Como reglamentaria-mente le correspondía percibir ese viático y se le hizo entrega de él, lo recibió, pero al cabo de la gira restituyó 998 dólares con cincuenta centavos y rindió cuenta con la respectiva boleta de

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venta, del gasto de un dólar y cincuenta centavos empleados en comprar una escobilla y pasta de dientes en cierta ciudad nor-teamericana en que imprevistamente necesitó ambas cosas.

La austeridad, aunque muchos no lo comprendan así y la desvirtúen con anécdotas burlescas, tiene un profundo sentido moral. Recuérdese el mandato evangélico de la parábola de los talentos. Debemos administrar sabiamente los recursos que son puestos bajo nuestra responsabilidad. Ellos representan bienes-tar para los seres humanos. En la medida en que los cuidamos y preservamos, incrementamos ese bienestar. Bien mirada, la austeridad del hombre público no es otra cosa que un valioso testimonio, no sólo de rigor en el cumplimiento de un deber, sino de generosidad hacia los demás, en el sentido de que ahorra y preserva algo que está bajo su responsabilidad, pero es de todos y, en la medida en que se cuida y preserva, beneficia a todos.

En el caso de don Jorge Alessandri la austeridad fue todavía más allá, convirtiéndose en una forma de vida, en un ejemplo de abnegación, es decir, de la negación de sí mismo. Esto, en el fondo, representó un valioso y permanente testimonio cristia-no, negándose a sí mismo lo que, en definitiva, iba a ser para los demás.

Hasta su voluntad postrera tuvo el toque de la austeridad, ennoblecido en este caso por su innato sentido de la elegancia. En las Disposiciones sobre sus Funerales, dictadas en 1975 ex-presaba: "Mi entierro debe realizarse con la mayor reserva posi-ble... Ordeno que no se acepten honores de ninguna clase, ni duelos oficiales, si es que se pretendiere hacerlo... Quiero que mi cadáver lo coloquen en una urna austera, pero de buena calidad, porque toda mi vida he detestado las cosas feas y ordinarias".

Otro mandamiento, el tercero, que se desprende del legado de su vida pública ejemplar es el de la observancia y culto de la virtud de la prudencia, tan escasa como apreciable en el quehacer político.

Durante el primer gobierno de don Arturo, el periodista Joaquín Díaz Garcés escribió en contra del Mandatario durísi-mos ataques. Entretanto, Ramón Serrano Montaner, otro adver-sario político, denunció que en su campaña presidencial el mismo don Arturo había reunido una enorme caja electoral,

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proveniente de un supuesto "oro peruano". Don Jorge, que a la sazón tenía veinticuatro años y había estado a cargo de las finanzas de la campaña, respondió en los siguientes términos al primero: "Quiero sólo expresar públicamente mi opinión de que, como hijo de don Arturo Alessandri, me creo en el deber de perdonar y excusar a don Joaquín Díaz Garcés cada vez que adultere la personalidad de mi padre y pretenda exhibirlo como un peligro público". Y al segundo le replicó así: "Intervine muy de cerca en todo lo relacionado con la caja electoral de la Alianza Liberal y puedo afirmar que jamás ha llegado un político a la Presidencia de la República más libre de compromisos de esa especie". Estas citas, como otras de esta intervención, las he obtenido de las notas biográficas tituladas "Alessandri, el hom-bre, el Político", del periodista Germán Gamonal.

Mucho más tarde, como católico, exhibió también ejemplar prudencia al permanecer en público silencio ante actuaciones de la jerarquía eclesiástica en el terreno político, que en el orden privado le merecieron los mayores y más vehemente reparos.

Otro valioso legado ético que nos dejara don Jorge Alessan-dri fue el de su invariable honestidad política, raras veces vista en nuestro medio.

Esta virtud la transformó el recordado Presidente en norma permanente de su vida pública. Sirva para corroborarlo su testimonio, relevando al general Carlos Ibáñez del Campo, tra-dicional y frontal adversario de su padre, del cargo de haber instituido el famoso "Congreso Termal" durante su gobierno de 1927 a 1931, Parlamento formado por miembros designados y no elegidos popularmente.

Pese a haber sido puesto en prisión y desterrado, junto con su familia, durante el gobierno de don Carlos Ibáñez, don Jorge Alessandri no tenía inconvenientes en aclarar el punto en estos términos: "El Congreso Termal, que se le ha imputado al Presi-dente Ibáñez, es una de la grandes mentiras históricas. El Con-greso Termal fue obra única y exclusiva de los partidos políti-cos, que se dicen tan respetuosos del sufragio popular".

Se refería al hecho de que los partidos tuvieron la idea y la iniciativa de distribuirse los cargos en ese Parlamento designa-do, proposición que el entonces Presidente Ibáñez se limitó a aceptar.

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Otro cargo moral no menos ejemplar que recogemos de la vida de don Jorge ha sido el de su Caballerosidad en la competencia política.

El solía expresar que "por constitución psicológica soy un hombre constructivo". Nunca fue opositor declarado de ningún gobierno. Teniendo múltiples alternativas de trabajo muy bien rentado en el sector privado, continuó ejerciendo la presidencia de la Caja de Crédito Hipotecario después que el Frente Popu-lar, opuesto a sus ideas, triunfó en las elecciones de 1938. Don Jorge había transformado a la Caja en la institución más próspe-ra y mejor financiada del sector público. Sólo dejó el cargo cuando el entonces político radical y futuro Presidente de la República, Juan Antonio Ríos, exigió al Presidente Aguirre Cer-da, con la amenaza de dividir el partido, que lo designara a él como presidente de la entidad. Aguirre Cerda deseaba que Alessandri continuara en su exitoso desempeño, pero debió ceder ante la presión política.

Siendo don Jorge diputado formuló el siguiente enunciado acerca de la función parlamentaria, que revela la nobleza con que la concebía: "Es, a mi juicio, deber de todos los parlamenta-rios, decía, fiscalizar, pero cuidándose siempre, hasta donde sea posible, de quitarle a esa fiscalización todo carácter personal, porque en esa forma no se hace sino exacerbar pasiones qüe sólo llevan a agravar el mal que se pretende corregir".

Después de su Presidencia, a partir de 1964, guardó un rigu-roso silencio político en relación al desempeño de su sucesor, don Eduardo Frei, pese al profundo desacuerdo que suscitaban en él muchas de las medidas del gobierno de éste. Tal silencio obedecía a sus particulares y exigentes normas acerca de la caballerosidad en la competencia política.

En particular, recuerdo un testimonio muy personal y muy significativo para mí de su limpieza de procedimientos. En la única ocasión que tuve de departir con él, en 1974, me manifestó que me había honrado con su voto en la elección de diputados de 1973 en Santiago; y me añadió que, como en anteriores ocasiones había votado por Mario Amello, cosa que éste sabía, en esa oportunidad resolvió llamarlo por teléfono y explicarle que sufragaría por mí en atención a que, en su parecer yo era la única persona que hablaba de economía en términos entendi-

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bles, de modo que estimaba necesaria mi presencia en la Cáma-ra. Ese delicado detalle revela el exigente concepto que tenía de la honestidad política y de la caballerosidad en toda circunstan-cia.

Podría profundizar en numerosos otros aspectos del credo ético que don Jorge Alessandri nos ha legado, citando rasgos de su desinterés personal; de la arraigada convicción moral que lo llevaba a adherir a los postulados de la libertad de empresa; de su empeño, como Ministro de Hacienda, en poner al día el servicio de la deuda externa atrasada porque, señalaba, existe una obligación moral de cumplir con quienes nos prestaron dinero confiando en nuestra honradez. Habrá otra ocasión para hacerlo.

Pero no quiero terminar sin hacer hincapié en su particular sentido de la ética del trabajo. Siendo un hombre con tantas dotes y oportunidades, hijo de quien fuera Presidente de la República por dos veces y personalidad dominante del queha-cer público chileno durante medio siglo, lleno de posibilidades de lucimiento y ganancia sin particular esfuerzo, siempre fue un riguroso y disciplinado cumplidor de su deber y empeñoso trabajador.

Poco antes de las elecciones presidenciales de 1952 se hizo una encuesta entre los funcionarios del Congreso Nacional acer-ca de qué persona consideraban ellos, tan conocedores de todos los parlamentarios, ministros y hombres públicos, que era la más idónea para ser Presidente de la República. Venció por amplio margen don Jorge Alessandri, que no mucho antes había dejado el Ministerio de Hacienda. Habían sido testigos los fun-cionarios del Congreso de que el Ministro concurría a las sesio-nes de las cámaras y de las comisiones y que demostraba el más acabado conocimiento y manejo de todas las situaciones some-tidas a su responsabilidad.

Don Jorge a veces parecía lamentar que su ética del trabajo no fuera compartida por sus compatriotas. Siendo Ministro dijo en tono de protesta, más de una vez, a sus colaboradores, en vísperas de un día festivo: "En este país hay demasiadas fies-tas".

El periodista José María Navasal escribió lo siguiente, en 1958, en "El Mercurio" acerca de sus hábitos de oficina: "Es uno

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de esos extraños individuos que encuentran placer en el trabajo. Para él no rige la división general del tiempo en horas de oficina y horas de diversión, porque encuentra en la oficina su esparci-miento personal. Extiende a menudo hacia sus horas libres la labor del trabajo. Siente una verdadera vocación por la eficien-cia. Todo su empeño está orientado a producir más con menos esfuerzo y en menos tiempo. Su día de trabajo es programado de antemano como si fuera una jornada de producción en una planta industrial. Tiene conciencia de la carga moral que pesa sobre él".

Nada más cierto que esto último. Había en don Jorge la íntima convicción moral de que debía esforzarse así. Era su forma de entrega espiritual al servicio de los demás.

Hay pocos testimonios en la historia patria de estadistas que hayan podido exhibir en su conducta pública una combinación de capacidad intelectual, vocación de servicio, patriotismo, ho-nestidad, desinterés y dedicación al trabajo como los acredita-dos por don Jorge Alessandri Rodríguez en el curso de su larga existencia.

Este legado, que brevemente he tenido el honor de recapitu-lar hoy, debemos preservarlo, difundirlo e imitarlo, siempre recordando al retraído estadista que encontraba en su soledad, como él mismo escribió una vez, la ocasión preciosa para com-probar que "las palabras bondad, patria, deber, fe, adquieren relieves y dimensiones tales que llegan a constituir nuestra verdadera y única conciencia, haciendo gravitar en torno a ellas todas las más caras ambiciones de la vida".

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EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE DON JORGE ALESSANDRI

No he ambicwnado ni fortuna ni los honores que la Providencia me ha prodigado con exceso. He podido cometer errores, pero estoy cierto de que mi intención permanente ha sido anteponer el interés general sobre cualquier otro, por legítimo que éste pudiera parecer.

...he servido invariablemente el bien público, ya sea desde el gobierno, a través de la actividad privada, o como parlameiitario de oposición, porque jamás perseguí obtener ventajas de ningún orden, sino tan sólo lograr soluciones adecuadas para el interés general.

Yo creo que colaborar con un gobierno es una obligación de todo ciudadano y de colaborar desinteresadamente y darle paso y cabida a los más capaces.

(Jorge Alessandri R., 1983,1984)

RECUERDO DE DON JORGE ALESSANDRI

Se trata el presente de un acto académico, de exposición y análisis de los temas a tratar.

Pero, además, tiene lugar en coincidencia con el 7° aniversa-rio del fallecimiento de don Jorge Alessandri y es, por lo tanto, una ocasión con motivo de la cual los aquí asistentes recorda-mos con aprecio no sólo al estadista y servidor público, sino que también a una persona, una persona irrepetible —como por lo demás lo somos todos los seres humanos— que dentro de la adustez de su temperamento supo expresar generosamente afecto por los demás. Podemos pensar con tal fundamento que si es que quienes ya están allá arriba se interesan por los hechos aunque pequeños de los de acá abajo, don Jorge Alessandri sentirá gratitud porque se le recuerde con desinterés y se le quiera seguir en lo que fueron sus siempre rectas intenciones. Y

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que se expresaron en su pensamiento, en sus palabras pero, fundamentalmente, en su ejemplo.

I PARTE: LAS ÉPOCAS EN QUE ACTUÓ

Una síntesis de lo que es el "pensamiento político" de un hom-bre no puede prescindir del conocimiento respecto del entorno de las distintas épocas en que actuó.

1. EL INICIO

Don Jorge Alessandri nació el 19 de mayo de 1896, en un hogar que se formaría al fin de nueve hermanos. O sea, en las palabras de un historiador, nació a horcajadas entre dos siglos. En una época en que todavía no hacían evidentes los profundos cam-bios que se producirían en la humanidad y también en Chile, producto de los nuevos problemas sociales, de los conflictos bélicos internacionales, del surgimiento, desarrollo y crisis de los estados totalitarios, del acelerado desarrollo científico y tec-nológico.

2. LA VIDA POLÍTICA DE SU PADRE

Nació casi junto al inicio de la vida pública de su padre, don Arturo Alessandri Palma, quien al año siguiente sería elegido diputado por los departamentos de Curicó y Vichuquén. Y su niñez y adolescencia coincidieron con el desarrollo de la cada vez más creciente actividad política de su progenitor, Diputado, Ministro de Estado en tres oportunidades, Senador por Tarapa-cá y luego —a los acordes del "Cielito Lindo"— Presidente de la República1.

1ARTURO ALESSANDRI PALMA (Longaví , 1868 - Sant iago , 1950) f u e e l eg ido

diputado por los indicados departamentos de Curicó y Vichuquén durante seis períodos legislativos consecutivos (1897-1915) y senador por la provincia de Tarapacá para el período 1915-1921. Fue designado Ministro de Industria y

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Una persona como don Jorge Alessandri, dotada de fina sensibilidad, debía necesariamente experimentar muy viva-mente el impacto de esa tan intensa actividad política: "...cuya secuela de angustias y sinsabores —en sus propias palabras— atravesaron cruelmente, en más de una ocasión, los umbrales de nuestro hogar familiar..."2.

Las intensas críticas que se desarrollaron respecto de su padre y —rasgo muy criollo— que arreciaron en la medida que aumentaban sus posibilidades políticas tocaron muy profunda-mente a quien todavía era sólo un joven alumno del Instituto Nacional. Si bien confirmaron en don Jorge Alessandri una tendencia escéptica respecto de muchos de los motivos de la naturaleza humana, desarrollaron en él, sin embargo, lo que fue una de las características de su personalidad durante toda su vida: establecer por sí mismo si lo que se afirmaba correspondía o no a la verdad, como elemento básico para formarse su propia opinión. O sea, requirió para sí mismo el mayor rigor intelectual. "...Me hicieron sufrir mucho; pero despertaron en mí el anhelo de saber si eran ciertas todas estas cosas que decían y que yo ignoraba, y que tenía la seguridad que eran falsas, y eso me indujo, de cuando yo tenía once años, a leer toda la prensa, las revistas y a buscar opiniones por aquí, por allá y acullá para formarme una opinión personal"3.

Obras Públicas (1898-1899), de Hacienda (1913) y del Interior (1918). Elegido Presidente de la República asumió el 23 de diciembre de 1920 y, con excepción del período septiembre de 1924 a marzo de 1925, desempeñó el cargo hasta el 1 de octubre de 1925.

Posteriormente, fue elegido senador en 1926, por la agrupación provincial de Tarapacá y Antofagasta, renunciando de inmediato al cargo. Fue nuevamente elegido Presidente de la República (1932-1938), senador por la agrupación pro-vincial de Curicó, Talca, Linares y Maule (1944-1949) y senador por Santiago desde 1949. Desempeñó el cargo de Presidente del Senado desde 1945 y hasta su muerte, el 24 de agosto de 1950.

2Discurso del ex Presidente de la República don Jorge Alessandri R. en el V Encuen-tro Nacional de la Empresa, 9 de noviembre de 1983. Texto íntegro en Carrasco D., Sergio. "Alessandri. Su pensamiento constitucional. Reseña de su vida pública", págs. 253-261.

3En Testimonio de Alessandri. Ejemplo para nuestra historia, video-cassette, 18 de enero de 1984.

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No se dejaría jamás influir por las meras apariencias, por la información apresurada e infundada, menos aún por las consig-nas rimbombantes. Y en un gobernante, que quiera proceder con justicia, eso es superlativamente importante.

En la búsqueda de la verdad sería riguroso consigo mismo e igual exigiría de los demás. Sobre una base tan simple, pero tan sólida, el nombre de Jorge Alessandri sería, así, durante toda su vida, sinónimo de verdad y consecuencia. Porque, precisamente, debido a que sus juicios y sus actos serían fundados y no arbitrarios no tendrían las inconsecuencias de quienes se mueven por impul-sos, meras impresiones, prejuicios o falta de conocimiento. No es fácil llegar a esas metas, no basta con proponérselas o prego-narlas; es preciso cumplirlas en diario sacrificio. Es lo que se impuso sin vacilaciones y le dió en todas sus muchas activida-des futuras solvencia moral en el ejercicio de aquéllas. Por lo tanto, cuando fue gobernante pudo ser no sólo verídico sino que también creíble, confiable, incluso para sus contrarios.

Los crecientes problemas del trabajo, la Encíclica "Rerum Novarum" del Papa León XIII de 1891, el Tratado de Versalles, suscrito por las potencias en 1918, tuvieron, por cierto influen-cia en Chile.

Regía, entonces, un régimen político seudoparlamentario, que se había impuesto ya en toda su extensión con la guerra civil de 1891 y que llegaría hasta 1924. Los problemas sociales, la enton-ces llamada cuestión social no era ni siquiera reconocida por la generalidad de los hombres públicos. "Nos estamos asustando por la cuestión social, que es causa de problemas en Europa, pero que no existe en Chile", afirmaba un no muy sesudo congresal de la época4. Pero la cuestión existía y había tenido manifestaciones muy agudas y dolorosas.

Sin duda lo que situó a don Arturo Alessandri, y a sus descendientes, en el mayor grado de aprecio y confiabilidad política fue el haber acertado desde un comienzo en percibir cuáles eran los problemas que interesaban de verdad a las personas.

En 1920, más allá de todos los detalles o expresiones que

4Sobre la materia ver Vial C., Gonzalo, "Historia de Chile (1891-1973), Vol. i, Tomo n (1981).

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anímicamente le alejaban del elemento vasco dirigente, el can-didato presidencial triunfante llamaba a resolver dos problemas fundamentales: reforzar la autoridad y, por tanto, la eficiencia del gobierno, como base del desarrollo y atender, con prontitud y justicia, las peticiones planteadas por los trabajadores. "La hu-manidad entera atraviesa por uno de aquellos períodos que marcan una gran transformación social. Asistimos, ciertamente, al nacimiento de un nuevo régimen y es ciego y sordo quien no quiere verlo ni sentirlo. .De un extremo a otro del Universo surge una exigencia perentoria, ...en orden a resolver con criterio de estricta justicia y equidad los derechos que reclama el proleta-riado, en nombre de la solidaridad, del orden y de la conviven-cia social", decía Alessandri al ser proclamado candidato por la Alianza Liberal, el 25 de abril de 19205.

Con razón tal campaña presidencial, seguida luego por una difícil victoria marcó un hito que es, por muchas razones, funda-mental en la historia de Chile. Y que tuvo consecuencias de todo orden, sociales, políticas, económicas, constitucionales. Así como en el mundo ocurriría con el término de la primera gran guerra de este siglo, 1920-1925-1932 marcan una etapa que termina y otra, también difícil, que comienza.

Un período de convulsión como el aludido, durante el cual se termina de arruinar la industria salitrera, hace crisis el seudo-parlamentarismo, se produce el movimiento militar de 1924 que influirá después en el primer gobierno de don Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), se dictan las llamadas leyes sociales bases del posterior Código del Trabajo6, se aprueba una nueva Cons-titución, la de 1925, y en que, luego, tiene lugar la segunda anarquía de los años 1931-1932 no podía sino hacer sentir sus consecuencias a todos los chilenos.

5Discurso de aceptación de la candidatura presidencial de don Arturo Alessandri P. Santiago, 25 de abril de 1920. Párrafos citados en.Aldunate Ph., Raúl, "Ruido de Sables", págs. 140-141.

eLeyes sociales Nos 4.053 a 4.059 principalmente sobre Contrato individual de Trabajo, jornada de 8 horas diarias laborales, salario mínimo, trabajo de mujeres y niños; Seguro obligatorio de enfermedad, invalidez, vejez y accidentes del trabajo; Conflictos del trabajo; Organizaciones sindicales; Cooperativas; Previ-sión de empleados particulares.

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Entre éstos a don Jorge Alessandri, quien no obstante sólo desempeñarse como profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile había sido elegido diputado independien-te por Santiago para el período 1926-1930. Desempeñando tal cargo de elección popular es detenido y luego conducido a prisión junto a miembros de su familia, bajo el cargo de "ales-sandrista", cargo imposible de negar, y luego debe acompañar a su padre al exilio por prácticamente cuatro años. Años más tarde preguntará al nuevamente Presidente Ibáñez (1952-1958) la razón de las medidas que se le aplicaron no obstante que él insistentemente recomendaba en su familia y a sus amigos abstenerse de actividades conspirativas. La respuesta, muy honrada, fue que debieron en su época adoptarse tales medidas en su contra por informaciones de los servicios llamados enton-ces "secretos". Buena experiencia razonaba, después, Alessan-dri para conocer la rigurosidad de tales informaciones.

3 . PRIMERA PARTICIPACIÓN

EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

De regreso a Chile participa en la administración pública al ser nombrado, por el Presidente Juan Esteban Montero Rodríguez (1931-1932), como Presidente de la Caja de Crédito Hipoteca-rio7, donde concretó conceptos importantes de probidad admi-nistrativa. Así, por ejemplo, a un amigo, muy apreciado, quien le escribe recomendando a una persona para un cargo directivo, le responde que no le es posible complacerlo atendidas necesi-dades del servicio a su cargo8.

Es la época del inicio de la vigencia efectiva de la Constitución Política de la República de Chile promulgada el 18 de septiembre de 1925. Porque no bastó que ésta se aprobara ni siquiera que hubiese una ceremonia llamada precisamente "de vigencia" para que rigiera realmente un régimen constitucional. En efecto,

7Desempeñó el cargo de Presidente de la Caja de Crédito Hipotecario en dos etapas: marzo-junio de 1932 y diciembre de 1932 al 2 de enero de 1939.

Carta de 28 de noviembre de 1936.

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prosiguieron las conspiraciones, la inestabilidad gubernativa, las alteraciones del orden público, las luchas de fracciones, la crisis económica, todas dificultades que llegaron a su máxima expresión durante la llamada "república socialista".

Elegido nuevamente Presidente de la República don Arturo Alessandri le corresponde, desde 1932, establecer las bases de un régimen cabalmente estable, constitucional y presidencial. Los com-plots continuaron, y también se hicieron presente los resabios del seudoparlamentarismo. Pero el gobierno los afrontó y, esen-cialmente, los superó.

En una de sus cartas, escrita en 1978, don Jorge Alessandri describe esta situación: "En su segunda administración se em-peñó, a costa de grandes sacrificios en acostumbrar a vivir al país dentro de la Constitución. En aquella época cada vez que el Gobierno solicitaba facultades extraordinarias como conse-cuencia del descubrimiento de un complot, se sostuvo, por la oposición, que éstos no existían. Ya muerto mi padre, la revista Sucesos, si no me equivoco, hizo una historia de los diversos complots que se habían denunciado y sus autores confirmaron con minuciosos detalles la verdad de ellos. Sacrificando su popularidad logró la finalidad que perseguía: acostumbrar al país a vivir dentro de la normalidad constitucional"9.

El triunfo electoral del Frente Popular, de 25 de octubre de 1938, determinó la existencia de un gobierno importantemente influido por el Partido al que pertenecía el nuevo Presidente. Y así continuó incluso al romperse tal combinación política10. No obstante ello los gobernantes militantes del Partido Radical —Presidentes Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), Juan Antonio Ríos Morales (1942-1946) y Gabriel González Videla (1946-1952)— tuvieron sucesivos y frecuentes conflictos con la agru-pación política a la cual pertenecían. Básicamente esas discre-pancias derivaron del rol que respectivamente atribuían al gobierno y al alcance efectivo que debía tener el régimen presi-dencial. Por un lado un Presidente quien, más o menos deseaba

9Carta de 22 de agosto de 1978. 10La ruptura del Frente Popular se produjo en 1941, al retirarse de tal combina-

ción política el Partido Socialista.

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reivindicar sus atribuciones y, por otro, uno o más partidos que deseaban predominar respecto del Gobierno11.

Pero, junto a esta situación, se desarrollaban los problemas eco-nómico-sociales. La creciente intervención del Estado en la econo-mía, el aumento de la burocracia, el régimen tributario y la permanente crisis en la agricultura resultaban ser el precio pagado, en parte, por la necesaria industrialización del país y, en otra parte, más dramática, por los niveles elevados del déficit presupuestario, de la inflación y de la cesantía. Los esfuerzos rectificatorios efectuados en esos años no pudieron romper el esquema rígido de la economía nacional12.

4. SU ACTIVIDAD EN LA EMPRESA PRIVADA

Y COMO DIRIGENTE GREMIAL

Son los años en que se inicia la actividad de don Jorge Alessandri como ejecutivo empresarial y como dirigente gremial, designado —por indicación de don Adolfo Ibáñez Boggiano— como Conse-jero y luego Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio y de otras entidades afines13.

Es uno'de los períodos estimados por él mismo como de los más provechosos de su vida públicau.

Asume, en 1939, la dirección de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones de Puente Alto en un momento muy difícil de aquélla, con problemas de todo orden y allí, salvo los años de su desempeño como Ministro de Hacienda (1947-1950) y como Presidente de la República (1958-1964), estará hasta práctica-

11Sobre la materia, ver Carrasco D., Sergio, "Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos", págs. 81-86.

12A1 respecto, presupuestos con superávit en la gestión como Ministro de Hacienda de don Jorge Alessandri. Ver, además, Diario de Sesiones del Senado de 6 y 12 de julio de 1955; págs. 418 y 483.

Desempeñó el cargo de Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio de 1944 a 1947 y, luego, de 1950 a 1957.

14Así lo señaló expresamente en el homenaje que le rindió el Consejo de la Sociedad de Fomento Fabril en enero de 1984; respondiendo a las expresiones de Ernesto Ayala Oliva, Presidente de esta entidad; grabación en cassette.

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mente el fin de sus días. Con su aporte la industria superará sus dificultades económicas y Alessandri se preocupará, personalmen-te, de las relaciones con sus trabajadores y de la atención de sus necesidades. Por señalar sólo un índice, el número de trabajado-res con casa propia, prontamente llega a niveles del 85%.

Nunca perdió Alessandri la comunicación fluida, directa, con los trabajadores quienes, a su vez, entendieron perfectamente lo que era tratar con un hombre de franqueza y que demostraba, con hechos, una sincera sensibilidad social15. Y lo que es muy im-portante que percibían que los consideraba integrantes de una empresa, personas, y no simples partes de datos estadísticos.

Así, por ejemplo, luego de reuniones, a veces muy tensas, con los dirigentes sindicales, las que se extendían hasta tarde y no disponiendo entonces los dirigentes de medios propios de transporte, Alessandri se preocupaba de conducirlos en su pro-pio automóvil hasta sus casas, no sin antes recomendarles que siempre se recogieran temprano a sus hogares. Recordaba con afecto las visitas que muchas veces recibió de mujeres de esos trabajadores que le agradecían por su preocupación.

Sostener en el período de la actividad gremial de don Jorge Alessandri, entre otros, los conceptos de libre empresa, de ini-ciativa individual, de regulación de las remuneraciones y de los precios por el mercado u oponerse, por ejemplo, a la actividad del Comisariato de Abastecimientos y Precios, a la existencia de dólares preferenciales, de subsidios arbitrarios era absolutamente ir en contra de los intereses establecidos.

Ejerciendo con responsabilidad sus cargos gremiales enten-día que éstos le obligaban, no a efectuar frecuentes declara-ciones públicas —que dificultaban aún más las soluciones— sino calladamente, tratar de demostrar la conveniencia de sus argumentos y lograr se reconocieran como valederos. Si se revisan los folletos, otras publicaciones y los textos pertinentes

l a Durante su desempeño como Ministro de Hacienda obtuvo la aprobación de la ley social N° 8.961, de 31 de julio de 1948, sobre Semana corrida, que benefició importantemente a los trabajadores y sus familias. Incluso similares normas las estableció en la empresa por él dirigida aun antes que hubiese ley al respecto. En ésta asumió, también, funciones propias de Jefe de Bienestar.

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de su correspondencia se apreciará no sólo el conocimiento sino que, también, la visionaria percepción que tenía de los proble-mas económicos nacionales.

5. LOS CAMBIOS SOCIALES. LA MAYOR PARTICIPACIÓN

POPULAR EN LA VIDA PÚBLICA. LA EXTENSIÓN

DEL SUFRAGIO POPULAR

Dentro del estudio de la sociedad chilena, que por cierto es muy amplio, se encuentran también los cambios producidos en la segun-da mitad del Siglo XX, algunos todavía muy recientes como para establecer conclusiones con la necesaria perspectiva histórica. Por lo demás, dentro de la necesaria reducción de este trabajo al tema propuesto, no es posible reflexionar sobre todos.

Pero uno de dichos cambios es el que dice relación con la mayor participación popular en la vida pública, proceso que tam-bién reconoce un hito principal en 1920 y otro en 1938. Pueden haber muchos errores en las decisiones populares; también hay grandes aciertos. Pero la existencia de aquellas es un hecho bastante claro, evidente.

Uno de los factores decisivamente influyentes en la mayor participación política fue el de la extensión del sufragio popular.

Así, por ejemplo, los ciudadanos con derecho a sufragio que en 1925 eran 296.259 personas, veintiún años después —en 1946— eran 631.257, o sea, aumentaron en un 113%. Sin embar-go, ya en los comicios de 1952 los electores serían 1.105.029 personas, o sea, aumentaron más del 75% en seis años. Estable-ciéndose una tendencia sostenida que hacía tener, por ejemplo en 1970, 3.539.757 electores y hoy ap rox imadamen te 8.000.000, esto es, doce veces más que hace sólo cuarenta años16. La población total, en el mismo período, entendemos que sólo se ha duplica-do.

16De acuerdo a resultados señalados en publicaciones de la Dirección del Registro Electoral.

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6. EL SUFRAGIO FEMENINO

Debe destacarse que más de la mitad de ese aumento se debió a la incorporación del voto femenino, primero en las elecciones mu-nicipales de 1935, durante el gobierno de don Arturo Alessandri y luego en 1949 en todo tipo de elecciones, durante el gobierno de don Gabriel González Videla17.

Era —el sufragio femenino— una constante aspiración de muchas mujeres de comienzos de siglo. En verdad, ya antes lo propició el gran político conservador Abdón Cifuentes Espinosa (1836-1928). Pero ya contemporáneamente esta indispensable extensión del sufragio, en términos de concretarlo, se debió a la entusiasta preocupación de doña Rosa Markmann de González Videla, quien no omitió esfuerzos ni diligencias en tal sentido ante el Gobierno y el Congreso18.

El sufragio femenino no sólo es importante por lo de justicia en su incorporación, como forma de hacer posible un sufragio realmente universal en una república democrática, ni porque desmintiera en los hechos las aprensiones que había en cuanto no serían suficientemente independientes, sino —y ello interesa especialmente destacar— porque su existencia fue y es influyente en los resultados electorales.

Y en un caso, en la elección presidencial de 4 de septiembre de 1958 fue no sólo influyente sino que además decisivo. Efectivamente, don Jorge Alessandri superó largamente en los registros de mujeres al candidato Salvador Allende, quien tuvo sólo la tercera prefe-rencia en tales registros, pero la primera, aunque estrechamen-te, en la votación de varones. Si las mujeres no hubieran tenido derecho a voto en tal elección, el Presidente posiblemente ha-

17E1 sufragio femenino en las elecciones municipales se estableció por Ley N° 5.537, de 18 de abril de 1934, dictada durante el segundo gobierno del Presidente Arturo Alessandri Palma y, respecto de todo tipo de elecciones por Ley N° 9.292, de 8 de enero de 1949, dictada durante el gobierno del Presidente Gabriel González Videla.

18La crónica de la época recuerda que en demostración de la comprensión femenina, las mujeres asistentes en las tribunas del Congreso aplaudieron, algo festivamente, al único diputado que se atrevió a votar en contra de la iniciativa.

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bría sido entonces don Salvador Allende y no don Jorge Ales-sandri19.

No es una casualidad tal comportamiento electoral femeni-no; podríamos pensar que siempre será así, porque por ley natural existe más vivamente en ellas una preocupación por el destino de los demás.

7. RECTIFICACIÓN DE UN ERROR REPETIDO

Con referencia a la elección presidencial de 1958 es necesario rectificar un error repetido. Insistentemente se ha venido utili-zando la expresión "catapilco" para denominar a los candidatos sin posibilidades y que impedirían la elección de otros —de su misma tendencia— por restarles a éstos votación.

Se alude con ello a la candidatura presidencial —en 1958— de don Antonio Zamorano Herrera, quien con anterioridad había sido párroco en la localidad de Catapilco y por eso se continua-ba llamando —por lo demás impropiamente— el "cura de Ca-tapilco". Y se sostiene que si él no hubiera sido candidato, la primera mayoría la habría tenido el candidato señor Allende.

Tal razonamiento es objetivamente falso. La diferencia de votos en tal elección en favor de don Jorge Alessandri, respecto de don Salvador Allende, fue de 33.416 votos (2,7%) y los sufragios que obtuvo don Antonio Zamorano fueron 41.304 (3,3%). Claro, si sin más se suman tales 41.304 votos a don Salvador Allende podría asignársele el primer lugar. Pero para que así resultara tendrían que habérsele sumado casi el 100% de los sufragios del señor Zamorano, lo cual no tiene fundamento alguno. Pues, lo más probable es que la votación de este quinto candidato se hubiera distribuido en forma semejante a los residtados entre todos los candi-

19En la elección presidencial de 4 de septiembre de 1958, en la votación de mujeres los resultados fueron: Alessandri, 148.009; Frei, 103.899; Allende, 97.084; Bossay, 70.077 y Zamorano, 15.494. En los registros de varones los resultados fueron: Allende, 259.409; Alessandri, 241.900; Frei, 151.870; Bossay, 122.000 y Zamorano, 25.810. Los resultados totales fueron: Jorge Alessandri, 389.909; Salvador Allende, 356.493; Eduardo Frei, 255.769; Luis Bossay, 192.077 y Antonio Zamorano, 41.304. En blanco y nulos, 14.798. Total de sufragantes: 1.250.350.

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datos. Por otra parte, citando sólo un ejemplo, una de las provin-cias en que menos votos obtuvo Zamorano fue en Concepción, donde la mayor votación fue de Allende. Y, una de las mayores votaciones de Zamorano la tuvo en Talca, donde, a su vez, Alessandri tenía un mayor apoyo.

De manera que el más simple análisis de los resultados electorales de 1958 demuestra que —con la candidatura de don Antonio Zamorano o sin ella— los resultados generales habrían sido los mismos. Muchas veces se lee, hasta en personas que podrían estar obligadas a un mayor conocimiento, continuar con la referencia a los "catapilcos". Lo que será muy gráfico, pero que es simplemente una falsedad, de las peores de las falsedades repetidas.

8. LA CRECIENTE INSATISFACCIÓN POLÍTICA

Otro de los factores o cambios de las últimas décadas que estimo necesario, a lo menos, de reseñar es el que se refiere a la creciente insatisfacción política de sectores cada vez más numerosos de ¡a población.

Hay aquí todo un tema que, en buena medida, es el de la confrontación del criterio de los partidos políticos con el de las masas independientes. Tiene muchos matices, explicaciones varias y aristas de complejidad. Y no es un solo tema ni tiene una sola razón. Pero, sin duda, ha existido especialmente en esta segun-da mitad del siglo xx y tal confrontación ha caminado paralela y distintamente al del crecimiento del cuerpo electoral.

Tal diferencia ha buscado expresarse de las más diversas formas y en distintos planos. Mediante modificaciones a las leyes y siste-mas electorales, la elevación de requisitos, las prohibiciones de intervención en los campos del denominado poder social, la explicación de resultados electorales y a través de muchos otros medios cuyo estudio corresponde al Derecho o a la Historia constitucional de Chile.

Pero, sin duda, ha sido un factor existente e influyente en el período señalado. La elección como Presidente de don Carlos Ibáñez tiene un significado en esta materia; también lo tiene la de don Jorge Alessandri en 1958. En otro sentido también hay

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un significado en la elección de don Eduardo Frei en 1964 y otro en la de don Salvador Allende en 1970. Y otro todavía en las circunstancias de este último gobierno y en el de los orígenes o causas remotas de la intervención militar de 1973.

II PARTE: SU PENSAMIENTO POLÍTICO

En este mundo social, y en estas expresiones políticas y econó-micas, en estas etapas distintas, cambiantes, difíciles, de inicia-tivas y de visiones en sentidos muy opuestos, de intereses legítimos contrapuestos y también de otros de distinta índole, transcurrió la vida pública de don Jorge Alessandri y frente a estas realidades debieron expresarse sus criterios y concretarse sus acciones.

9 . L o QUE ES UN PENSAMIENTO POLÍTICO

Esos criterios y acciones de una persona son los que, en defini-tiva, posibilitan hablar de un determinado pensamiento político.

Cuando se usa tal expresión se piensa habitualmente que corresponde una lata reflexión sobre los aspectos teóricos de tales o cuales posiciones o de tales o cuales pensamientos. Y se busca, muchas veces forzadamente, encontrar la guía obligada en los tratadistas, en los comentaristas o en los difusores.

Al contrario, puede pensarse distinto. Es cierto que el hombre, por lo demás por su propia filiación

divina, está dotado de una percepción de lo que es la ley natural y que lleva consigo profundamente arraigados conceptos que deberán orientarlo en su vida, propia y de relación. Vana pretensión sería la de un hombre que quisiera enmendar la obra del Creador. Podrá resistirla —y hay ejemplos históricos— pero nunca podrá sustituirla. Y de esto hay muchos más ejemplos aún, algunos muy recientes.

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10. DON JORGE ALESSANDRI FUE FUNDAMENTALMENTE

UN CRISTIANO

En esta perspectiva, y sintetizándolo, tendríamos que decir que don Jorge Alessandri Rodríguez fue, en su esencia, un cristiano. Y un cristiano respecto de quien se dió la parábola de los talentos en cuanto la actitud del siervo bueno y fiel (Mt. 25,14-23), que no escondió sus dones sino que los puso al servicio retributivo de Dios y de los demás.

11. N o ESTUVO CONDICIONADO POR DOCTRINAS

POLÍTICAS PREDETERMINADAS

Junto a esta afirmación, debe también consignarse que nada más alejado a la realidad que querer buscar en Alessandri un hombre condicionado por doctrinas políticas predeterminadas. O que fuera inflexible en sus decisiones por mandato de posi-ciones ideológicas. Fue un hombre de principios, y muy severo consigo en su observancia, pero fueron principios de una entidad mayor, de ley natural, no estuvo constreñido por prejuicios políticos ni por doctrinas o teorías, por muy respetables o de moda que se encontraran.

Podrá parecer a algunos tal vez algo muy absoluto, pero —quisiera señalarlo como experiencia personal— don Jorge Alessandri, como queriendo transmitir una enseñanza muy precisa, nos manifestó que él nunca había leído un texto de teoría política. Sí, y muchos, de historia y de derecho, pero —y lo decía una persona a quien casi nadie desconoce una gran calidad de gobernante— que no concedía valor a la adecuación de la reali-dad social y política de un pueblo a conceptos que, en el mejor de los casos, podrían tener mérito en otras realidades.

Era opuesto, por consecuencia, tanto a los ensayos no demos-trables como a la conservación de lo probadamente caduco. En el último discurso público que pronunció, en 1983, en el V Encuentro Nacional de la Empresa hay claras referencias a este aspecto.

Está don Jorge Alessandri, por este concepto, en muy buena compañía en nuestra historia. Por señalar sólo una, su criterio en

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este aspecto sustancial es el mismo de don Diego Portales Palazuelos (1793-1837). En una obra que es clásica para comprender la historia política de Chile, "La Fronda Aristocrática", Alberto Edwards Vives (1873-1932) señala que al producirse lo que sería el término de la primera anarquía, en 1830, mientras "...los aristócratas discurrían en las antecámaras de Santiago sobre candidaturas presidenciales y los ideólogos reabrían sus libros para estudiar reformas constitucionales; y los o'higginistas ba-tían palmas viendo a la cabeza del Ejército triunfador al lugar-teniente de su caudillo"20. Portales estaba ya empeñado en conjurar las fuerzas del pasado, unidas a tantas teorías ensaya-das sin éxito, y buscaba constituir un sistema de gobierno im-personal, unido a principios muy elevados y a la realidad, superior a las vicisitudes de la política y al prestigio personal, como fundamento sólido de una restauración o de una construcción política,

De modo que quien quisiera buscar en don Jorge Alessandri elementos muy precisos de teoría política como fundamento de sus criterios y acciones, buscaría con poco provecho. Y quien qui-siera encasillarlo en modelos teóricos estaría como aquéllos que trataran de poner diques al agua del mar.

No es entonces, inconcebible, y hay muchos ejemplos que dar de que un estadista no esté sometido a la rigidez de una ideología. Es más, parece ser elemento sustancial para que pue-da hablarse de un hombre de Estado. Lo que nunca va a faltar son los grandes principios que deben inspirar al ser humano, es errado en tal sentido estimar como valedero lo puramente prag-mático.

12. LAS FUENTES DE SU PENSAMIENTO POLÍTICO

Partiendo de ésta, que nos parece exacta precisión, pueden sí reconocerse en los criterios y acción de don Jorge Alessandri Rodríguez ciertos conceptos concretos, que impresionan por su consecuencia.

20EDWARDS VIVES, ALBERTO, La fronda aristocrática; p á g . 54 .

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Pero para que la anterior no sea una mera afirmación espe-ciosa, sin fundamento, ¿dónde se encuentran? ¿cuáles son las fuentes de tal "pensamiento político"?.

Sin duda, y primeramente, está la formación de Alessandri. No fue fácil ni regalada. Miembro de una familia en que la exigen-cia estuvo siempre presente. Es verdad que fue siempre una persona muy inteligente, pero muchos muy inteligentes son vencidos por la dejadez. No fue su caso y durante toda su vida fue constante en el perfeccionamiento que da el estudio y el trabajo. Quien, en cualquier época, haya trabajado junto a Alessandri podría dar fe de la calidad de su preparación. Cuando visitó, como gobernante, en 1961, los Estados Unidos sorprendió al entonces Presidente, John F. Kennedy, por el acabado conoci-miento que tenía de los problemas tratados en la agenda de trabajo. Pero tal es sólo un caso.

También las fuentes de su pensamiento se pueden encontrar en los actos de su dilatado desempeño público y privado. No ocultaba su criterio y, al revés, lo expresaba con franqueza. En sus obras hay todo un ejemplo de percepción del verdadero interés nacio-nal.

Asimismo, es una fuente importante el conocimiento de su correspondencia, legada testamentariamente a la nación chilena. Esta es particularmente útil para conocer a la persona de afec-tos, al estadista visionario, al gobernante prudente y realizador y al hombre preocupado por el futuro de su patria. Y, por cierto, a quien describe con franqueza las situaciones y que consigna sin tapujos su pensamiento.

13. PRINCIPALES CONCEPTOS QUE CONFIGURAN SU

PENSAMIENTO POLÍTICO

Visualizamos su pensamiento político en los siguientes concep-tos, que no son, por cierto, los únicos:

PRIMERO: La vocación patriótica y democrática de Alesandri. Sobre lo primero, necesariamente tendríamos que remitirnos a un con-cepto que derivaba de todos sus actos. Sobre lo segundo, se puede apreciar en los esfuerzos que realizó, en toda época, para concitar

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la subsistencia de un régimen cabalmente democrático y los esfuerzos porque no surgieran fermentos de insatisfacción en términos de llevar a la inestabilidad.

Con fuerza resuenan en nuestra historia los términos del Mensaje Presidencial pronunciado al inaugurar el período de legislatura ordinaria del Congreso Nacional, el 21 de mayo de 1963:

Un hondo imperativo patriótico me impulsa a prevenir a los sem-bradores de ilusiones y quimeras porque pueden tener más tarde una amarga y tal vez trágica cosecha. ¡Tengan cuidado!, porque ante la imposibilidad de ir más de prisa que este gobierno no faltarán quienes, para aquietar las expectativas defraudadas, piensen o propicien lanzar-se por la pendiente del despojo, que si bien satisface el más hondo y negativo sentimiento de los hombres, que es la envidia, produce efectos que no sólo son efímeros sino por entero contraproducentes para hacer más rápida la pronta satisfacción de los explicables anhelos de una vida más holgada para todos, aparte de la mancha indeleble que ello pondría en la limpia tradición de juridicidad, de la cual con razón Chile se enorgullece21.

Es de interés dar a conocer que el escritor y diplomático chileno Alberto Blest Gana (1830-1920) escribe, ya en 1871, al después Presidente de la República Federico Errázuriz Zañartu: "Si de los crímenes ahí cometidos (se refiere a los sucesos de París de ese año) puede resultar algo de provechoso, es la lección, que es de esperar no será estéril, del abismo a que puede conducir la propaganda de las más absurdas teorías políticas, cuando una sociedad comete la falta inmensa de dejarlas ensa-yar en la práctica. Jamás la debilidad de las personas moderadas ha recibido un castigo más tremendo, por no oponerse al reino de los más osados. Al estudiar en Chile con frialdad estos acontecimientos, no dudo que las exageraciones políticas serán medidas por sus frutos y condenadas para siempre"22.

Más tarde, en lo que sería su última actividad en el campo de la actividad pública, don Jorge Alessandri como Presidente del

21Mensaje del Presidente de la República don Jorge Alessandri R. al inaugurar el período de legislatura ordinaria del Congreso Nacional, 21 de mayo de 1963; pág. 461.

22Carta a Federico Errázuriz, desde Londres, 1 de julio de 1871 en Epistolario Alberto Blest Gana. 1856-1903. Compilación de Sergio Perriández Larraín; pág. 151.

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Consejo de Estado, entre los años 1976 y 1980, contribuyó decisi-vamente a colaborar en el establecimiento de un régimen demo-crático y constitucional.

Su prestigio y tenacidad fueron importantes para que se pres-cindiera, por ejemplo, de promulgar el nuevo texto mediante "Actas Constitucionales" y, al contrario, se aprobara plebiscitaria-mente, por el pueblo, la totalidad de la Constitución. Formuló propo-siciones tanto en cuanto las disposiciones permanentes de la Carta como respecto de lo que, desde entonces, pasó a denomi-narse período transitorio, que constituyen una verdadera heren-cia política. Demócrata sincero, Alessandri hizo cuanto le fue posible por buscar un régimen de convivencia para Chile.

SEGUNDO: En la definición de un Presidente de la República, no como jefe, conductor o relacionador de una parte de la opinión sino que estableciendo el rol del gobernante como símbolo de unión. Resumida en la frase algo manida, pero de importante resonan-cia popular: el Presidente de todos los chilenos.

En la medida que así se defina el gobernante podrá subsistir un víncido solidario verdadero entre gobernantes y gobernados. Si así no ocurre, inevitablemente el vínculo se rompe, le sigue la insatisfacción callada, luego la manifestada crecientemente y finalmente el desprestigio del gobernante y de la institución.

Alessandri situó su gobierno por sobre banderías e incluso algu-na parte de las incomprensiones con sus partidarios deriva de este concepto, concretado en los hechos. Le satisfacía saber, por ejemplo, que opositores a su gobierno confiaban en él como para dirigirse personalmente en procura de alguna defensa. Hay también aquí una considerable similitud con los conceptos portalianos respecto del gobierno.

Es verdad que le fue difícil la relación con los partidos políticos, incluso en parte con los que patrióticamente lo apoyaron en su gestión de gobierno. En realidad, percibió que la mayoría de los ciudadanos serían siempre —y crecientemente— independientes, como él mismo lo era.

Pero eso no le llevó a dejar de considerar la importancia que —en ejercicio, por lo demás del derecho fundamental de asocia-ción— los partidos tendrían también en la vida política.

No desconoció la necesidad de éstos para el adecuado funcionamien-

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to del régimen democrático, fue respetuoso del rol que a aquéllos correspondía. En lo que su pensamiento es muy concordante fue en requerir de los partidos políticos —como finalidad de su orga-nización— la búsqueda del bien general y no la satisfacción de propósitos puramente partidistas o electorales.

Es más, deseaba que los partidos democráticos tuvieran el mayor prestigio posible, pero sostenía que para ello era indis-pensable que ajustaran su acción a ese bien general23.

TERCERO: SU convicción, y principalmente su experiencia, le ha-cían ser decididamente partidario del sistema presidencial de gobier-no.

Concebía al titular del Ejecutivo no como figura decorativa —como un "candelejón"— en la expresión de Abraham Ko-nig— citado por el historiador Gonzalo Vial Correa24, sino

23Estos conceptos fueron reiteradamente expresados por Alessandri. Así, en los Mensajes Presidenciales al Congreso Nacional, el 21 de mayo de 1959 y de 1962;

págs. 390 y 111, respectivamente, expresó: "Sería insensato no reconocer que desde hace muchos años, la opinión pública capta estos hechos, provocándose con ello grave menoscabo al prestigio de que debe estar revestida la función parlamentaria e igual sucede con los partidos políticos. De ahí mi honda inquie-tud de gobernante y de chileno porque no se me oculta que tan gravísimo mal acecha al porvenir republicano y democrático de nuestro país". Luego de señalar que tales males, en general, afectaban a las democracias occidentales, poniendo en peligro el sistema democrático si no se adoptaban opor tunamente medidas rectificatorias, señalaba: "Si llego a criticar actuaciones políticas es con una finalidad

constructiva, por cuanto veo con temor cómo se mant ienen alejados de los partidos algunos de los mejores elementos con que cuenta el país en los diversos órdenes de la actividad nacional, y confío en que, remediados esos males, se incorporarán a ellos".

Más de veinte años después, en el V Encuentro Nacional de la Empresa, de 1983,

texto en ob. cit., pág. 257, expresó: "Otro punto, a mi juicio, que exige u n debate, es el que dice relación con el objeto de los partidos políticos. Con frecuencia se acostumbra a señalar en Chile que el principal es el de llegar al gobierno para realizar sus programas. En mi opinión, esto importa u n gravísimo error, del cual derivan consecuencias altamente nocivas para el país. Ello, por lo demás, explica que haya llegado a ser causa determinante de la pérd ida de prestigio de tales agrupaciones ante la opinión pública. En mi concepto, tal objetivo debe ser funda-

mentalmente el de procurar el bien de la colectividad, ya sea desde el gobierno o en la

oposición". 24VIAL G , GONZALO, Historia de Chile, 1891-1973, Vol. n; pág. 320.

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como un mandatario dotado de suficientes atribuciones para hacer prevalecer el interés nacional.

Este es un concepto extensamente explicado por don Jorge Alessandri y forma parte importante del rechazo que le mere-cían las disquisiciones teóricas. Lo valioso también de resaltar es que tuvo consecuencia y no solicitó robustecer el gobierno para sí sino que siempre sostuvo que, atendida la realidad de Chile y sus nuevos requerimientos, un gobierno debilitado no haría sino acentuar el descontento.

Tal consecuencia lo llevó a presentar el proyecto de reformas constitucionales, de 7 de julio de 1964, llamado a aplicarse —en caso de aprobación— desde el gobierno de su sucesor25.

CUARTO: Forma parte de su pensamiento, y en esto hay un adelanto considerable a lo sostenido en gran parte de las épocas en que actuó, el considerar que existe interdependencia entre las cuestiones económicas y sociales. Una política que no considerara tales factores unidos resultaba anacrónica.

De ahí su crítica —la cual, en definitiva, terminó siendo generalmente compartida— que los mecanismos constitucionales y las políticas sociales y económicas de los gobiernos debían adecuarse a este concepto y no corresponder a épocas en que se destinaba gran tiempo a los problemas doctrinarios y poco al desarrollo y futuro económico y social de Chile26.

Por lo demás, problema muy antiguo. Ya señalaba, el histo-riador Francisco Antonio Encina Armanet (1874-1965), uno de los hombres más lúcidos que ha tenido Chile, que ya en la época del Presidente José Manuel Balmaceda Fernández (1886-1891),

25Proyecto de reforma constitucional presentado por el Presidente don Jorge Alessan-dri Rodríguez, en Boletín de Sesiones Cámara de Diputados, año 1964, período de legislatura ordinaria, págs. 1158 a 1188.

26Mensaje del Presidaite de la Repíiblica don Jorge Alessandri R. al Congreso Nacional, 21 de mayo de 1959; pág. 109: "...es fundamenta l tener presente que éstos (los problemas sociales) se encuentran ínt imamente vinculados con la realidad económica del país, constituyendo con ella u n todo complejo e insoluble... Requieren soluciones de conjunto y de carácter general, porque apartarse en lo más mínimo de tales normas equivale a crear desequilibrios e injusticias, además de retardar el desarrollo de la economía, sin el cual todas las reformas y beneficios sociales resultarían a la postre inoperantes".

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quien prestó principal atención a estos problemas, "...faltaban en Chile todos los factores que hacen posible la concepción y desarrollo de la política económica: el conocimiento de las posi-bilidades del país en sus relaciones con la economía universal, el sentido práctico, la imaginación, la perseverancia y la expe-riencia acumulada por los ensayos fallidos27.

El pueblo de Chile, aguijoneado por las necesidades, compar-tió esta preocupación. Y así, por citar sólo un aspecto digno de estudiarse, no es una casualidad que en un período algo superior a cincuenta años cinco ex Ministros de Hacienda hayan postu-lado a la Presidencia de la República28. Y que varios otros ciudadanos que desempeñaron tal cargo, no precisamente des-tinado a concitar popularidad, hayan generado en sus épocas grandes esperanzas.

QUINTO: La probidad, la honradez y la austeridad son también fun-damentales en Alessandri y, en buena medida, son la razón del respeto que rodeó su vida.

No es sólo la honradez que consiste en no adueñarse de lo que es ajeno. Es una honradez activa, de cautela permanente de los bienes a su cargo. Alessandri observó permanentemente tal criterio. A la vida pública se va a servir, y no a recibir honores ni mucho menos beneficios es el resumen de su concepto en la mate-ria. Y lo importante no está en lo correcto de la frase, está en la consecuencia con los hechos y en señalar una enseñanza tras-cendente. La actitud, por ejemplo, de sus Ministros de Obras Públicas, Pablo Pérez Zañartu (1958-1960) y Ernesto Pinto Laga-rrigue (1960-1964) que en los seis años que desempeñan el ministerio ninguna propuesta se asigna a las empresas cons-tructoras en que trabajaban anteriormente es una expresión de tal concepto.

La austeridad era connatural a Alessandri. Elevada a virtud cívica caló muy hondo en sus conciudadanos. Trataba también de revivir

27ENCINA ARMANET, FRANCISCO A., Historia de Chile, T o m o xix, p á g . 411. 28ES el caso d e Gus tavo Ross Santa María (1938); Ar turo Mat te Larraín (1952);

Jorge Alessandri Rodr íguez (1958 y 1970); Jorge Prat Echaurren (1964) y Hernán

Büchi Buc (1989). Las elecciones efectuadas durante el per íodo 1938-1989 fueron,

en total, ocho.

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el concepto del servicio público, no del disfrute del poder. También fue una forma de evidenciar la dignidad del mandatario.

Dentro de estas ideas se encuentra la importancia extraordina-ria que atribuía al respeto de la carrera funcionaría, principal dere-cho de los empleados del Estado. Como no era sectario le producían irritación los empeños e influencias a costa de romper el escalafón de méritos o de antigüedad en la administración y no vacilaba en respal-dar a funcionarios que, como ciudadanos eran opositores a su gobierno, si así correspondía hacerlo.

La verdadera anécdota, que suele contarse con versiones equi-vocadas y que muestra la permanente posición de Alessandri en estas materias es la siguiente: "Siendo Presidente don Arturo Alessandri manifestaba en su casa su satisfacción por una desig-nación de una persona que le era muy adicta y destacaba la felicidad que tal nombramiento había traído a esa persona y su familia. Don Jorge Alessandri le señaló entonces: "¿Y usted no ha pensado en el pesar y sentimiento que ha causado en las personas que, teniendo mejor derecho, han sido postergadas para preferir a su amigo?". "Ah, contestó con enojo el Presiden-te, es que yo no estoy estudiando para Dios". "O sea, la anécdota no consiste en disminuir a don Jorge Alessandri señalándole rasgos de soberbia, sino, al contrario, reconocía don Arturo la sólida posición de su hijo"29.

En el Consejo de Estado, en 1980, propuso que el ingreso y ascensos en el Poder Judicial se hiciera por medio de concurso de títulos y antecedentes, como forma de evitar los empeños a que se obliga a funcionarios meritorios con tal de obtener las designaciones que merecen.

SEXTO: Un concepto de importancia, a lo menos de insinuar, es el de la solvencia internacional de Chile. Alessandri era convencido que, siendo Chile un Estado pequeño, para mantener una posi-ción respetable en el mundo en términos de favorecer las rela-ciones internacionales y el comercio nacional, era indispensable se reconociera su solvencia como Estado cumplidor de sus compromi-sos y de la palabra empeñada.

29EN CARRASCO D., SERGIO, Alessandri. Su pensamiento constitucional. Reseña de

su vida pública; pág. 47.

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Consideraba un tropicalismo pretender una situación basada en las grandes palabras ajenas a la realidad. De ahí su preocu-pación por el cumplimiento de la deuda externa y de la actitud prudente y eficiente de los representantes de Chile en el exterior.

En ejercicio de este criterio no vacilaba en arrostrar transito-rias incomprensiones. El Embajador don Pedro Daza Valenzuela ha escrito sobre el tema de las relaciones chileno-cubanas y explicado como, en una materia tan compleja como la ruptura de esas relaciones, la preocupación del Presidente Alessandri estuvo en evitar a su sucesor dificultades en esas cuestiones30.

Fueron también importantes las iniciativas de su gobierno de invitar a las repúblicas latinoamericanas a limitar los gastos en arma-mento, la participación en el Tratado regional de proscripción de las pruebas nucleares.

14. CONDICIONES PERSONALES. INTUICIÓN POLÍTICA

Con estos aspectos, sucintamente comentados, podría ser sufi-ciente para comprender su importancia y trascendencia.

Un tema que se asocia y hace más comprensible el pensa-miento político de don Jorge Alessandri es el de los rasgos de personalidad definida que le fueron tan propios. Sin duda, su rigurosa formación, la capacidad de trabajo, la franqueza, la objetividad, lo imponente de su persona, su propio retraimiento son factores de importancia para explicar el alcance de su pen-samiento y de su vida pública. Como siempre, es el Hombre quien está en la base de todo.

Sí, debe destacarse, porque es don escaso, la notable intuición política de Alessandri. Tenía la percepción de los hechos no sólo por los aspectos del razonamiento lógico sino que también una aguda percepción del fondo y del desarrollo de aquéllos por la vía de la sensibilidad. Consecuencialmente, le irritaba la miopía

30PEDRO DAZA VALENZUELA, subsecretario del Ministerio de Relaciones Exte-riores por tres años y Embajador, en Don Jorge Alessandri y el rompimiento con Cuba: "Todo este corto incidente refleja, como he señalado, el sentido patriótico de sus decisiones, inspiradas siempre en el interés nacional". En El Mercurio, 12 de octubre de 1986; pág. 2.

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política. Como don Jorge Alessandri no fue hombre de campo, donde el don suele darse, quizás por la falta de la contamina-ción que provoca en las personas el exceso de información, cabría tal vez atribuir esta llamativa intuición a la sensibilidad artística, bastante frecuente en los descendientes de italianos.

15. LA RAZÓN DE SU ACTUACIÓN EN LA VIDA

PÚBLICA

Hay sí un aspecto final que se hace necesario aclarar. Conside-rando las características y el pensamiento de don Jorge Alessan-dri, se puede preguntar ¿qué lo llevó a actuar en la vida pública?

Una persona que declara durante prácticamente toda su vida su reticencia a actuar en ese ámbito.

Pero que es diputado, jefe de servicio, ministro de Hacienda, senador, Presidente de la República, candidato a la Presidencia y Presidente del Consejo de Estado. Y que, además, en función de los cargos gremiales que desempeña en el campo de la empresa se vincula casi permanentemente con funcionarios o comisiones de gobierno o legislativas en razón de materias de interés público.

Es legítimo preguntarse cómo se explica esta aparente contradic-ción. ¿Por ambición personal?, ¿por dar más lustre a una fami-lia?, ¿por deseos de figuración?, ¿por vocación de hombre pú-blico?, ¿por obra de las casualidades?, ¿por adquirir experien-cia?, ¿por agrado? ¿Qué es lo que mueve al señor Alessandri, diciendo que no es su voluntad, a aceptar todas esas funciones y a desempeñarlas siempre con eficiencia?

Dejemos en esto consignado que un historiador chileno, don Ricardo Donoso Novoa, autor de lo que es una verdadera dia-triba contra don Arturo Alessandri y todo y todos los que se vincularon a él, sin embargo no puede dejar de reconocer que en todos los cargos que don Jorge Alessandri desempeñó "...dejó la huella de su seriedad y competencia profesional..."31.

¿Podrá pensarse que es ambición en una persona que por sus

31DONOSO NOVOA, RICARDO, Alessandri, agitador y demoledor; p á g . 470.

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condiciones pudo haber optado con éxito a numerosos destinos mucho menos complicados? ¿Mayor lustre a una familia, que ya lo tenía y considerando que, en su situación personal, no tuvo, en sus mismas palabras "...la dicha inmensa de formar"? ¿Por deseos de figuración, un hombre esencialmente retraído, obser-vante en su dignidad pero sencillo, ajeno al oropel, enemigo de las entrevistas? ¿Por casualidad, en el caso de una persona que meditaba previamente sus decisiones y que nada hacía para facilitar que se considerara su nombre? ¿Por agrado, en una actividad en que se percibe el oropel pero no el rudo y diario batallar?

En fin, no es ninguna de las insinuadas la motivación última de su participación en la vida pública.

Es simple y claramente un sentido extraordinario del deber. Si se observan las circunstancias en que acepta todos los

cargos públicos que desempeña se hace más nítida esta conclu-sión.

Diputado independiente, en 1926, cuando ya su padre había deja-do el gobierno en circunstancias muy difíciles y sólo influencias en su contra podían ejercerse.

Presidente de un servicio público desfinanciado y anarquizado, entre los años 1932 y 1938, designado a petición de un adversa-rio político de su padre.

Ministro de Hacienda, desde 1947 y hasta 1950, en momentos de aguda crisis política y económica.

Senador por Santiago, en 1957, a 25 días de la elección procla-mado por el Partido Liberal cuyos candidatos habían obtenido en las elecciones precedentes sólo el 4,82% de la votación de Santiago.

Presidente de la República, durante el período 1958-1964, ne-gándose a solicitar el apoyo a su candidatura y aceptándola sólo después de la muerte sorpresiva del senador Raúl Marín Balma-ceda (1907-1957) y luego de una campaña muy dura, en que llegó a formarse un bloque político en que se unieron todos los otros candidatos en su contra.

Candidato presidencial nuevamente, en 1970, lo que acepta como única posibilidad de defender los valores morales y polí-ticos de una parte importante de los chilenos. Los protagonistas

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directos de estos hechos podrán acreditar cuanto se opuso a aceptar tal candidatura. Puede sí consignarse que ya en una carta que dirige, cuando aún no se sabía si aceptaría o no la candidatura, comenta a su destinatario que está considerando que su deber tendría que ser postular a la Presidencia.

Finalmente, Presidente del Consejo de Estado, entre los años 1976 y 1980, trabajando durante casi dos años en lo que fue un proyecto constitucional que lleva su impronta y por conside-ración a lo que deseaba como lo más conveniente para el gobier-no y la convivencia de los chilenos.

Frente a esta sola relación, ¿puede entonces alguien señalar que don Jorge Alessandri buscó el camino ancho y fácil en su vida? No, como en el mandato evangélico optó por el camino angosto de la cruz del sacrificio. Fue el sentido del deber32 lo que motivó su participación en la vida pública, fijando con ello un ejemplo perdu-rable.

Y, nuevamente, es el mismo motivo de Portales. "¡Cómo se parecen ambos estadistas! ¡Cuánto se diferencian

como hombres! Ambos tenían la pasión del bien público. Fueron ejemplos vivientes de entereza moral, de desinterés personal, de austeridad pública y privada y de verdadero patriotismo. Am-bos sacrificaron tranquilidad y fortuna para consagrarse al en-grandecimiento de Chile y al progreso de su pueblo. Ninguno se dejó seducir por los halagos del poder, por doctrinas políticas o fórmulas económicas, que los dejaban fríos"33, escribe Eduar-do Boetsch García-Huidobro, muy cercano conocedor del pen-samiento político de don Jorge Alessandri.

16. CONCLUSIÓN

De lo expuesto podrá apreciarse que no vivió Alessandri un mundo de fantasía, ideado por la imaginación —que es la loca

JAIME GUZMÁN ERRÁZURIZ ( 1 9 4 6 - 1 9 9 1 ) f o r m u l ó , y a e n 1 9 7 0 , s i m i l a r a p r e c i a -

ción indicando que la verdadera razón de la participación en política de don Jorge Alessandri era un intenso sentido del deber.

Ver EDUARDO BOETSCH G.H., Los 90 años de don Jorge Alessandri, en El Mercurio, 18 de mayo de 1986.

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de la casa, como expresa una santa de la Iglesia— sino que sus orientaciones y esfuerzos se manifestaron en lo que era y es Chile, con sus virtudes y sus limitaciones.

Por eso el pueblo chileno lo respetó profundamente, lo quiso como a un padre severo que busca lo bueno, lo reconoció como un servidor público de verdad, alentando incluso —en 1963— una campaña de reelección que no prosperó en razón de no modificar-se los mecanismos constitucionales, pero que de haberse con-cretado habría cambiado el curso posterior de la historia de Chile.

También el pueblo lo intuyó certeramente como un estadista de verdad, con visión de futuro. Un estadista, decía don Jaime Eyzaguirre G. (1908-1968), mira igual que cualquier otro hom-bre sólo que con la vista siempre puesta en lo futuro.

Y es porque, en definitiva, las orientaciones y esfuerzos de don Jorge Alessandri Rodríguez, que se canalizan en su pensa-miento político, nunca se manifestaron buscando el aplauso fácil y transitorio sino que, por el contrario, pasando por el servicio desinteresado a los demás y confiado siempre en la Divina Providencia, buscó permanentemente concretar, en la medida de lo humanamente posible, lo que debe ser la finalidad última de todo hombre público: la búsqueda del bien común.

SERGIO CARRASCO DELGADO

Concepción, agosto de 1993

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SEMBLANZA DE JORGE ALESSANDRI RODRÍGUEZ

Siempre se ha hablado de las grandes mayorías silenciosas. De aquellas ajenas a los partidos que ocupan el escenario político; de aquellas que no participan en las demostraciones callejeras o en los pronunciamientos colectivos; de aquellas reacias a emitir su opinión, salvo en las oportunidades en que la ley las llama a hacerlo por medio del voto; de aquellas, en fin, que persisten en su silencio, en tanto vean que los grandes actores del teatro cívico son intérpretes del bien común. Si verifican, no obstante, que la conducción de los negocios públicos se aparta de esa meta venturosa y da paso, en cambio, a las oligarquías de todas clases o abre la puerta a los egoísmos de grupos, abandonan su retiro, se agrupan, se organizan y, movidas por algún vital instinto, ubican y ungen al hombre sabio, recto, sin tacha y esforzado, capaz de promover y convertir en realidad sus anhe-los de bien público.

Don Jorge Alessandri Rodríguez fue uno de estos hombres providenciales que, sin desearlo, sin buscarlo, venciendo sus más íntimas inclinaciones, fue llamado varias veces, en momen-tos difíciles para la república, a desempeñar las más altas y delicadas funciones en la política nacional. Lo apasionaba, con hondo fervor patriótico, lo que él llamaba "la cosa pública", calificando así, con sabor romano, el estudio y solución de los problemas atinentes al gobierno del Estado. Por lo mismo, ja-más negó, cualquiera fuese quien lo requería, su colaboración y su talento, en el examen de las cuestiones de mayor trascenden-cia pública. No le atraían, sin embargo, los debates por lo general menudos de la actividad partidaria, los cubileteos de asamblea, los desafíos de las facciones, las pujas por alcanzar figuración, las luchas para lograr mayor poder. Su repugnancia absoluta, visceral, por tales afanes, provenía, posiblemente, de

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la posición privilegiada que tuvo, desde edad temprana, para observar en detalle el tráfago político.

Nacido en el hogar de don Arturo Alessandri Palma y de doña Rosa Ester Rodríguez Velasco, tuvo la suerte de ser testi-go, en primera fila, de todo ese acontecer, lo que dejó en su espíritu huellas indelebles. Desde luego, una fundamental: la de ajustar todos los actos de su vida a una tajante distinción entre el bien y el mal, a una separación infranqueable entre el bien común y los intereses personales. Por lo mismo, no caía en la tentación del engaño fácil ni de la promesa vana. Como se dijo de él: hablaba otro lenguaje. Tenía otro estilo... "Justo e impla-cable, los mentirosos le temen, los demagogos odian su ruda franqueza, los audaces le huyen; su lenguaje asusta, pero con-vence a los sanos y bien intencionados".

Se entiende así que nunca buscara los honores. En definitiva los honores lo buscaron a él, como en su primera elección a un cargo parlamentario: el de diputado por Santiago en 1925. Sin su consentimiento su nombre figuró en dos listas, una indepen-diente y otra patrocinada por el Partido Liberal, postulaciones ambas que rechazó, al ser requerido para optar por una u otra. Como legalmente no podía sustraerse a la primera, resultó elegido por amplia mayoría. Constituyó, esta, primera parti-cipac ión concretamente política en nuestra vida nacional, la que bien aprovechó —como lo haría siempre—, para aportar su laboriosidad y su profunda contracción al estudio. De su paso por la Cámara —donde realizó una labor importante e inteli-gente—, quedó la Ley de Pavimentación Urbana de Santiago, cuyas normas permanecieron vigentes por largo tiempo.

En los años posteriores a 1925 y hasta 1931, el país atravesó una >.!poca difícil, que afectó especialmente a su familia, por habei sido don Arturo Alessandri Palma acter protagónico de las j ugnas políticas de esa época. Los si isabores experi-mentados entonces, y el convencimiento de q u s u vocación por el servicio público no le exigía participar necesariamente en las contiendas cívicas, lo indujeron a incorporarse a la administra-ción del Estado, aceptando en 1932 el cargo de Presidente de la Caja de Crédito Hipotecario, cuyas funciones desempeñó, con unánime aplauso, hasta 1938. Debe recordarse que esta Caja, por Í ;r entonces el principal organismo de ciédito agrícola a

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largo plazo, constituía un importante centro de poder y, dada la estructura fundamentalmente agraria de la economía nacional, brindaba en su manejo variadas e indiscutibles oportunidades de influencia electoral. Debe decirse, en honor del señor Ales-sandri, que durante los seis años que duró su gestión, jamás nadie pudo quejarse de haber sido discriminado o postergado en el otorgamiento de créditos ni, mucho menos, de haber sido objeto de presiones en favor de determinados intereses electo-rales. En la medida en que estos hechos fueron comprobándose e incorporándose a la memoria colectiva, así también fue exten-diéndose y afirmándose el prestigio de don Jorge Alessandri, como persona moralmente íntegra e inflexiblemente indepen-diente.

Alejado del servicio público, su reputación y su capacidad profesional (se había recibido de Ingeniero Civil, con altas cali-ficaciones, en 1919) movieron al directorio de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones a designarlo Gerente General de la Compañía, cargo que desempeñaría con brillo y que determinaría a los accionistas, al cabo de los años, a elegirlo Presidente de la empresa, funciones que desempeñó hasta su muerte, enterando así casi medio siglo al fn nte de la Papelera.

Vale la pena detenerse algunos instantes, en este período de la existencia de don Jorge Alessandri, pues en él demostró, con sus palabras y sus actos, la auténtica preocupación que le mere-cían las masas trabajadoras, por cuya suerte se preocupó siem-pre, pero sin caer jamás en halagos, renuncios o transigencias. Antes, por lo contrario, manteniéndose siempre íntegro, cruda-mente franco, inflexible en todo lo fundamental, sin perjuicio de atender comprensivamente las peticiones que se le formulaban.

La gran bondad que lo caracterizaba, ba jo una cáscara apa-rentemente pétrea, y su real interés por leu trabajadores —en particular por los más desfavorecidos—, fu ron cualidades que sus subalternos supieron conocer y apreciar, que le permitieron trabar con ellos cordiales relaciones y, en más de un caso, lazos de sincera amistad. Sin que se lo pidieran, y movido sólo por su acendrado espíritu social, impulsó en la Papelera múltiples medidas de bienestar, entre las que cabría subrayar dos: —el sistema de pagar la semana corrida antes de que se dictara ninguna ley al respecto, y la creación de subsidios y de otros

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incentivos que permitieron al personal de la empresa contar con vivienda propia. En los últimos años de la Presidencia del señor Alessandri en la Papelera, más del 85% de su personal gozaba de tal beneficio.

Llegó a tanto la unión y comprensión entre la más alta auto-ridad de la Compañía y su personal, que en los días de la Ünidad Popular, al ceñirse sobre la empresa el peligro de que se la estatizara, los dirigentes sindicales pidieron al señor Alessan-dri que él encabezara la defensa, con la pretensión, bastante explicable, de que él fuese quien pusiera al servicio de la causa su fuerza y su prestigio. Ante la estupefacción de sus interlocu-tores, don Jorge se negó en redondo. Habiendo sido adversario del presidente Salvador Allende, en la elección que dio el triun-fo a la Unidad Popular, no quiso don Jorge que su intervención en la contienda pudiera interpretarse como signo de revancha o despecho, y que tal circunstancia restara vigor a la defensa de la Compañía. Era fruto, esta actitud, de su visión política y de su reciedumbre moral. En el hecho, la negativa provocó la forma-ción de un frente nacional apartidista, encabezado por los tra-bajadores, que impidió la consumación del temido despojo.

Por mucho que fuera conocida la resistencia de don Jorge Alessandri para participar en las luchas y escaramuzas políti-cas, en algún momento las mayorías silenciosas tenían que recordar su nombre y requerirlo con insistencia. Comenzaron sus pares en las actividades industriales y comerciales, observa-dores cercanos de su gestión empresarial, por elegirlo Presiden-te de la Confederación de la Producción y del Comercio en 1944 y, nuevamente en 1950. Dos veces debió resignar el cargo: primero en 1947, al ser designado Ministro de Hacienda en momentos de grave declinación económica; y en 1957, al ser elegido Senador por Santiago.

En la primera oportunidad, la situación fiscal era muy seria: para el año 1947 se anunciaba un déficit de 2.000 millones de pesos (suma enorme entonces), hallándose además desfinancia-dos los Ferrocarriles del Estado, la Caja de la Habitación, la Corfo y numerosas empresas fiscales. La acertada gestión del señor Alessandri permitió revertir el déficit y transformarlo en un considerable superávit, que todavía incrementó en los dos años posteriores: 1948 y 1949.

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Por segunda vez debió abandonar la presidencia de la Con-federación, al ser ungido candidato a Senador por Santiago, en las elecciones generales de 1957. Había alcanzado ya un presti-gio que lo llamaba —quisiéralo o no— a más altas responsabili-dades. Incorporado como independiente a la lista liberal-con-servadora, triunfó con una de las más altas mayorías. No aceptó sin reticencias. "Nunca —dijo una vez más— me ha atraído la política tal como se practica en nuestro país, pero los asuntos de interés público han sido una de las pasiones de mi vida. He vivido muy cerca del poder y conozco sus halagos y decepcio-nes... La convicción de que el escepticismo, el desconcierto y la desmoralización en que han sumido a la opinión pública nues-tros malos hábitos políticos, requieren que los hombres de opi-nión independiente, que son muchos... tomen la iniciativa de promover una acción rectificadora...". Las grandes mayorías silenciosas habían encontrado a su líder.

La alta votación obtenida como senador por don Jorge Ales-sandri, perfiló en seguida su figura como candidato a la Presi-dencia de la República con indiscutibles posibilidades de triun-fo. Fue así que se le postuló, en una lucha en que debía medir sus fuerzas con el representante de la izquierda marxista don Salvador Allende, con el de las fuerzas democratacristianas don Eduardo Frei y con el de los radicales don Luis Bossay. Un quinto candidato, don Antonio Zamorano Herrera, representa-ba a grupos independientes de centro-izquierda, agrupados bajo el nombre de Unión Nacional Catapilcana.

Triunfó Alessandri con la primera mayoría relativa, lo que obligó al Congreso Pleno a pronunciarse entre ella y la segunda obtenida por don Salvador Allende, ungiendo en definitiva Presidente de la República, por el sexenio 1958-1964, a don Jorge Alessandri Rodríguez.

No fue liviana la herencia recibida al asumir el gobierno. La deuda pública era importante; la inflación excedía el 35% anual; había muchas corruptelas que corregir y abusos que rectificar; existía un enorme déficit en obras públicas; la crisis habitacional era dramática; en fin, múltiples eran los planos en que la nueva administración debía actuar, pronta y eficazmente. Para colmo, al mediar el segundo año de gobierno, en los días 20 y 21 de mayo de 1960, dos catastróficos terremotos asolaron —y prácti-

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camente devastaron— once provincias de Chile. Un semanario francés describió el cataclismo con un sencillo título: "Cuando la tierra cambió". En efecto, sectores hubo en que la costa, o aún el interior mismo del país, sufrió hundimientos de diez o más metros; la fuerza del mar, excedido de sus límites, barrió puer-tos, caletas y poblados; los caminos vieron fracturadas sus losas de concreto, cuando no modificado todo su perfil; las casas se derrumbaron como aplastadas por gigantescas pisadas. En una palabra, la destrucción fue apocalíptica. El gobierno se dió a la tarea de reconstruir y lo consiguió. En 1963 el sur ya mostraba otra cara; se lo había reedificado sin contar con mayor ayuda parlamentaria, pues el Congreso se negó persistentemente a conceder los recursos necesarios. El crédito externo —del que se obtuvieron 300 millones de dólares gracias a la confianza des-pertada por la seriedad gubernativa— permitió que se produje-ra el milagro.

Pero toda esta labor de reconstrucción, con ser ímproba, no quedó ahí. Había que llevar también el progreso a otros planos, como el de la vivienda por ejemplo, en la que existía un déficit cuasi secular y dramático. El Decreto con Fuerza de Ley N° 2 (DFL 2) sobre viviendas económicas, famoso hasta hoy día, permitió en cinco años la edificación de casi 100.000 casas, sólidas, higiénicas, dignas, equivalente a casi el doble de las construidas en los diez años anteriores a 1958. El plan caminero, ampliando extraordinariamente lo hecho en años previos, com-pletó el Camino Longitudinal Sur y la Carretera Panamericana, uniendo, con una vía pavimentada, Arica y la Isla Grande de Chiloé, y prácticamente cambiando la fisonomía geográfica de Chile. Más de 3.253 kilómetros de caminos, tanto longitudinales como transversales, se construyeron en el período, superando todo lo existente con anterioridad.

Igual diligencia y eficacia se gastaron en el mejoramiento y la ampliación de escuelas y hospitales. La educación básica pudo al fin contar con techo decoroso, y el número de hospitales vió acrecentado, en a lo menos cien establecimientos, el número de edificios capaces de atender o de cobijar a los enfermos.

Todo esto fue sin duda muy importante, pero no representa-ba el principal motivo de la aceptación que don Jorge Alessan-dri hizo de su candidatura presidencial. El quería ir a la raíz: a

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la reforma constitucional que permitiera eliminar la politiquería y modificar lo que él llamaba "nuestros pésimos hábitos políti-cos". Las exigencias impostergables planteadas por las catástro-fes telúricas y la pugna permanente entre los partidos políticos, no le permitieron concretar esa reforma por la que venía abo-gando desde hacía años, en una gigantesca tarea de difusión y convencimiento.

No obstante, en 1964, en vísperas de abandonar el mando, envió al Congreso un proyecto de reforma de la Constitución Política, que contenía sus planteamientos más básicos en la materia y las enmiendas que consideraba indispensables para sanear la vida pública chilena. Ya antes, en su Mensaje Presiden-cial de 1962, había manifestado: "No tendré el honor de ser yo quien dé a Chile la reforma constitucional que se requiere..., pero me quedará la inmensa satisfacción de haber formado una sólida e irresistible conciencia nacional sobre esa necesidad".

Se equivocó entonces el señor Alessandri, pues en cierta forma le correspondió hacerlo.

Retirado a la vida privada, las grandes mayorías silenciosas no lo dejaron tranquilo. Año tras año, al cumplirse un nuevo aniversario de su alejamiento del mando, multitudes cada vez mayores y entusiastas, acudían hasta el frente del departamento en que vivía, para rendirle entusiastas homenajes y para insis-tirle en que volviera a tomar las riendas del país. Al fin, con evidente menoscabo de su tranquilidad y de sus más íntimas inclinaciones, aceptó presentarse nuevamente como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de 1970. Vencido por muy estrecho margen, por el candidato marxista Salvador Allende, lo fue tras una batalla heroica, a lo largo de todo el país, orientada a difundir sus ideas de bien público y, en especial, sus planteamientos de reforma constitucional. Vuelto una vez más a su retiro, se produjo en 1973 el Pronunciamiento Militar, cuyos dirigentes captaron de inmediato, entre otras necesidades de cambio, el imperativo de dotar a Chile de una institucionalidad renovada.

Sobre la base del proyecto remitido al Congreso por el señor Alessandri en 1964, se encargó a la Comisión de Estudios Cons-titucionales, presidida por el ex Ministro de Justicia de su go-bierno don Enrique Ortúzar Escobar, que reexaminara las refor-

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mas propuestas en aquel entonces, y que presentara al Gobierno Militar el proyecto correspondiente. Así se hizo y en octubre de 1978 se remitió al Consejo de Estado, creado en 1976 y presidido por don Jorge Alessandri, el proyecto en cuestión, a fin de que éste lo estudiara a su turno, y emitiera a su respecto la opinión que le mereciera. El informe, acompañado del texto enmendado de acuerdo del parecer de la mayoría del Consejo, fue entregado a la Junta de Gobierno el 8 de julio de 1980, siendo posterior-mente sometido a plebiscito y aprobado el 11 de septiembre del mismo año, por una mayoría de 67,01% de síes contra un 30,1% de noes.

Muchas de las ideas sustentadas por el señor Alessandri a lo largo de toda su vida, quedaron allí incorporadas a la institucio-nalidad básica de Chile. Entre ellas, la preeminencia del Ejecu-tivo en la tarea de administrar el país y la consiguiente prohibi-ción a los parlamentarios, de inmiscuirse en ella o de modificar por cualquiera vía el cálculo de los ingresos y gastos del Estado. Otras enmiendas, sin embargo, introducidas por la Junta de Gobierno al texto despachado por el Consejo, no le satisficieron por contradecir principios para él fundamentales, lo que motivó su alejamiento del Consejo y su retorno a la vida privada, en la que tras algunas intervenciones puntuales, se mantuvo, hasta su muerte acaecida el 31 de agosto de 1986.

Aunque una prolongada enfermedad fue sumiéndolo poco a poco en el eterno sueño, de modo que su desaparición resultaba previsible, el fallecimiento de don Jorge Alessandri Rodríguez provocó general consternación y sincero dolor. Nadie dudó de que, con él, el país perdía a uno de sus más grandes servidores y eminentes ciudadanos. Todos sintieron que con él, se cerraba una época, en que el país contó con algunas preclaras persona-lidades. Sólo la modestia y la austeridad del señor Alessandri impidieron que sus funerales cobraran el carácter de un duelo nacional multitudinariamente expresado. Las instrucciones de-jadas a sus herederos y ejecutores testamentarios eran precisas:-nada de ostentaciones ajenas a su carácter; sólo una urna digna, un funeral privado y una misa reservada a parientes y amigos debían marcar su inhumación. Así como en vida había rehuido los honores y ceremonias, ya fallecido, no quería que se le tributara ninguno de los honores a que tenía derecho, como

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Parlamentario, como Ministro de Estado y como Presidente de la República.

Adalid de las masas silenciosas, retornaba así, calladamente, al silencio. Mas, como en el pasaje evangélico, si las piedras hablaran, las piedras se habrían levantado para glorificarlo, como gran patriota y como inigualable servidor público.

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ÍNDICE

Palabras del Presidente de la Fundación Jorge Alessandri R. Senador ARTURO ALESSANDRI B 7

El legado ético de don Jorge Alessandri HERMÓGENES PÉREZ DE ARCE 9

El pensamiento político de don Jorge Alessandri SERGIO CARRASCO DELGADO 1 7

Semblanza de Jorge Alessandri Rodríguez RAFAEL VALDIVIESO ARIZTÍA . . 4 5