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Primeras Jornadas de Historia Regional Comparada, Porto Alegre, 23-25 de agosto del 2000 Simposio: Elites políticas regionales de Argentina y Brasil en perspectiva comparada, 1850-1950. Coordinadores: Flavio Madureira Heinz (UNSIC; Brasil) Marcela Ferrari (UNMdP; Argentina) El Partido Autonomista Nacional y las provincias de Córdoba y el litoral, 1880-1886. Paula Alonso,* ** Universidad de San Andrés, Junio de 2000 *Quisiera agradecer al Leverhulme Trust y a la Fundación Antorchas por su apoyo al proyecto de investigación del que estas páginas forman parte. ** Autorizo la divulgación del presente trabajo entre los participantes del Simposio y su publicación en los Anales de las Primeras Jornadas de Historia Regional Comparada. Paula Alonso “En muy serios aprietos se verá el historiador que se

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Primeras Jornadas de Historia Regional Comparada, Porto Alegre, 23-25 de agosto del 2000

Simposio: Elites políticas regionales de Argentina y Brasil en perspectiva comparada, 1850-1950.

Coordinadores: Flavio Madureira Heinz (UNSIC; Brasil) Marcela Ferrari (UNMdP; Argentina)

El Partido Autonomista Nacional y las provincias

de Córdoba y el litoral, 1880-1886.

Paula Alonso,* ** Universidad de San Andrés, Junio de 2000

*Quisiera agradecer al Leverhulme Trust y a la Fundación Antorchas por su apoyo al proyecto de investigación del que estas páginas forman parte. ** Autorizo la divulgación del presente trabajo entre los participantes del Simposio y su publicación en los Anales de las Primeras Jornadas de Historia Regional Comparada. Paula Alonso

“En muy serios aprietos se verá el historiador que se

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proponga relatar con verdad las peripecias de nuestras luchas internas: es probable que atolondrado con la confusión espantosa que desfilen á su presencia los papeles que consulte renuncie a la empresa y desencantada(sic) con su ingrato oficio, se dedique a sembrar papas”.1

En abril de 1880 Julio A Roca ganó las elecciones presidenciales y en junio terminó de concretar su victoria al

derrotar con las armas a Carlos Tejedor en la revolución liderada por el candidato presidencial vencido. El

Partido Autonomista Nacional (PAN) que llevó a Roca al poder inauguraba un período de dominación que se

extendería por más de treinta años. A pesar de su relevancia en la política argentina, poco se conoce aún sobre

la naturaleza de este partido y, mientras que los partidos de oposición han sido objeto de detallado análisis,

este mismo detalle no se ha aplicado aún para estudiar al PAN. Observaciones sobre el PAN se hallan

generalmente contenidas dentro de los trabajos sobre la política general del período. Dichas observaciones han

cubierto todo el espectro de posibilidades, desde quienes presentan al PAN como una tiranía que dominaba al

país en forma absoluta, a aquellos que afirman que en realidad se trataba de un partido progresista que

representaba a las masas provinciales contra la oligarquía porteña.2

Este trabajo se enmarca dentro de un proyecto más amplio que se propone reconstruir la historia del

PAN desde 1880 a 1910. La propuesta es invertir el recorrido hecho hasta ahora por la historiografía y, en

lugar de intentar desentrañar la naturaleza del PAN a través del estudio de la política general de estos años,

aspira a lograr una mayor apreciación sobre la política del período a través del estudio del partido. Esta

elección se encuentra principalmente justificada en el hecho que, si bien la política no se reduce a lo que

acontece dentro de las filas de un partido político, una gran porción de la política argentina de estos años

estuvo envasada dentro de lo que ocurría en el PAN. Este fue particularmente el caso durante la primer

administración de Roca (1880-1886) que analizamos en el presente trabajo ya que durante estos años todos los

gobernadores de provincia pertenecían al PAN a nivel nacional. Signos de oposición fuera de las filas del

partido sólo se sintieron a partir de 1885, cuando facciones de grupos opositores formaron Partidos Unidos

como resistencia simbólica a la candidatura presidencial de otro miembro del PAN, Miguel Juárez Celman.

Esta oposición estuvo mayormente limitada a la ciudad y Provincia de Buenos Aires. Por lo tanto, dada la

ausencia de una oposición organizada, la política partidaria de estos años giró principalmente dentro de las

filas del PAN.

El PAN no fue un partido político internamente organizado. Su identidad pública era creada a nivel

nacional por el vocero oficial del partido y detrás de ella se escondía un enjambre de fluctuantes alianzas entre

líderes provinciales y nacionales. 3 Al ser la única coalición política cuyos vínculos se extendían por las

1 La Prensa, 11 de noviembre de 1882. 2 Estas visiones extremas pueden encontrarse en A. Díaz de Molina, La oligarquía argentina. Su filiación y su régimen, Buenos Aires, 1972, pp. 347-349; J. A. Ramos, Revolución y contrarrevolución en la Argentina, Vol. 1, 1965, p. 319. 3 El vocero oficial del PAN entre 1880 y 1886 fue La Tribuna Nacional (LTN). Un estudio sobre el periódico y su retórica puede encontrase en P. Alonso, “En la primavera de la historia. El discurso político del roquismo

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catorce provincias, la dinámica de dichas transacciones comprendía, como se ha dicho, la principal porción de

la vida política argentina de estos años.

Con el fin de colocarnos en el marco de este simposio, este trabajo se ha concentrado en analizar en

detalle la dinámica del PAN en Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Santa durante la primer presidencia de

Roca. Antes de adentrarnos en el laberinto que constituyó la interacción entre la política nacional y la

provincial en estas cuatro provincias, ha sido necesario hacer una breve referencia al sistema institucional.

Esto no solo es pertinente para analizar las reglas de juego en que discurrió la política, sino porque en este

caso el objeto de estudio es el partido en el gobierno y por lo tanto necesitamos analizar tanto los instrumentos

institucionales que se implementaban para hacer política, como la politización misma de dichos instrumentos.

El constitucionalismo criollo

La Constitución argentina de 1853 estableció un gobierno republicano representativo y federal bajo un sistema

presidencialista que imitaba mayormente la carta constitucional norteamericana. El gobierno nacional quedaba

dividido en tres poderes independientes entre sí. El Presidente y el Vicepresidente, eran elegidos en una

fórmula única en elecciones indirectas por simple mayoría en el Colegio Electoral. La elección era por

mandato fijo de seis años sin posibilidad de reelección consecutiva. El Colegio Electoral se conformaba con el

doble de Senadores y Diputados nacionales que le correspondía a cada provincia y, a partir de 1880, de la

Capital Federal.4 El Poder Legislativo se dividía en dos cámaras. La Cámara de Senadores representaba a las

provincias y se componía de dos Senadores elegidos por cada Legislatura provincial, por períodos que

variaban por sorteo de entre tres y nueve años. En el caso de la Capital Federal, los Senadores eran elegidos

directamente por sus ciudadanos residentes. La Cámara se renovaba parcialmente cada tres años. Para poder

ser elegidos los candidatos debían ser ciudadanos argentinos, tener más de 30 años y una cierta renta anual. La

Cámara de Diputados representaba directamente al pueblo, sus miembros eran elegidos por períodos de cuatro

años, y se renovaba parcialmente cada dos años. Los Diputados debían contar con más de 25 años de edad. El

Poder Judicial era el encargado de interpretar y custodiar el cumplimiento de las leyes. En su ápice se hallaban

los cinco miembros de la Corte Suprema elegidos por el Presidente con acuerdo del Senado, y bajo su

jurisdicción se encontraban los jueces federales.5

Las constituciones provinciales variaban de provincia en provincia pero compartían ciertas

características. El Gobernador de cada provincia era elegido por su Legislatura la cual, en muchos casos,

a través de su prensa en los años 80”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm.15, 1er semestre de 1997, pp. 35-70. 4 Durante los años ochenta los números de electores de cada provincia fueron los siguientes: Mendoza 10, Entre Ríos 18; Catamarca 12; Córdoba 26; La Rioja 8; Jujuy 8; Salta 12; San Luis 10; Santa Fe 12; San Juan 10; Santiago del Estero 18; Buenos Aires 36; Tucumán 14; Corrientes 16; Capital Federal 22.

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también organizaba al Poder Judicial provincial. Los gobernadores duraban en sus funciones entre dos y

cuatro años y tampoco podían ser reelegidos por períodos consecutivos. El sistema federal establecía que

únicamente los nativos y/o residentes de cada provincia podían ocupar cargos electivos y votar en las

elecciones. Por lo demás, desde 1853 en adelante, las constituciones provinciales fueron modificándose

adoptando las regulaciones generales sobre aspectos como la libertad de cultos o el establecimiento de

legislaturas bicamerales siguiendo el modelo de la Constitución Nacional.6

La aplicabilidad de la Constitución de 1853 a la realidad política, social, económica e institucional de

la Argentina fue variando con el paso de los años. Su principal función era la de unir bajo un mismo gobierno

a catorce provincias, un objetivo que desde la ruptura del virreinato se había mostrado particularmente

esquivo. Caudillos provinciales y líderes con aspiraciones nacionales encontraban difícil de aceptar las nuevas

reglas del juego y, por lo tanto, los sucesivos presidentes encontraban difícil imponerlas. Los primeros años de

la década de 1880 han sido generalmente considerados como los de la consolidación del poder nacional. A

partir de entonces, una serie de leyes y reformas le confirieron al Poder Ejecutivo Nacional un ámbito de

poder y le permitieron imponer una mayor autoridad de la que habían gozado las administraciones anteriores.7

Por sobre las regulaciones institucionales se permeaban los hábitos, tradiciones e innovaciones

propias de un orden político en formación. El sistema consolidado en 1880 es generalmente conocido como el

de “gobiernos electores”, donde el verdadero elector eran los gobiernos en vez del ciudadano. Este sistema le

permitió a los líderes del PAN mantener el poder en sus manos, impidiendo por más de treinta años la

alternancia de partidos políticos en el gobierno.8 El principal elector era el Presidente cuya imposibilidad

constitucional de ser reelegido por períodos consecutivos era mitigada por sus intentos de imponer a su

sucesor. Para ello disponía de una serie de herramientas institucionales siendo las principales el fraude

electoral, la intervención federal y el patronazgo estatal.

El fraude era facilitado por una serie de factores. El sufragio era universal para hombres mayores de

17 o 18 años, lo que permitía la manipulación de votantes demasiado ignorantes o demasiado dispuestos a

intercambiar votos por favores.9 El proceso era viciado en todas sus etapas desde la formación de padrones, la

designación de los jueces de mesas, la distribución de la fuerza pública y la aprobación de la elección por el

Congreso.10 En todo este proceso los situacionistas o partido oficial contaban con el manejo del aparato

institucional y podían usarlo en su propio beneficio político. La intervención federal, contemplada en el

artículo 6 de la Constitución Nacional, le permitía al gobierno nacional intervenir en las provincias “para

5 El mejor estudio del orden constitucional y sus consecuencias políticas sigue siendo N. Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires, 1977. 6 El artículo 5 de la Constitución Nacional establecía que todas las provincias debían adaptar sus constituciones a los lineamientos establecidos en la Constitución Nacional. 7 Roca a Cané, 17 de octubre de 1893, citado en R. Sáenz Hayes, Miguel Cané y su tiempo (1851-1905), Buenos Aires, 1955, p.299. 8 E. Gallo, “El Roquismo”, Todo es Historia, N. 100, septiembre 1975, p.26. 9 H. Sabato, La política en las calles. Entre el voto y la movilización, Buenos Aires, 1862-1880, Buenos Aires, 1998, págs, 77-178. 10 Botana, El orden conservador, pp. 174-188.

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garantir la forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus autoridades

constituidas para sostenerlas o restablecerlas si hubieran sido depuestas por la sedición o por la invasión de

otra provincia”. La intervención debía llevarse a cabo a través de una ley aprobada por el Congreso o, cuando

éste se encontraba en receso, por decreto del Poder Ejecutivo. La cláusula constitucional sobre intervención

federal resultó lo suficientemente ambigua como para prestarse a una serie de arbitrariedades.11 Una vez

avanzado un conflicto provincial, no sólo era arbitraria la decisión de intervenir sino también las de no hacerlo

y cada decisión dependía del colorido político de las fuerzas en pugna. Aprobada la intervención federal, el

Presidente gozaba de insuperables ventajas ya que tenía el poder de elegir al interventor encargado a resolver

las discordias provinciales. Las instrucciones oficiales dadas al interventor por el gobierno nacional eran

generalmente acompañas por las instrucciones privadas que le impartía el Presidente; estas no siempre

coincidían y el interventor generalmente intentaba satisfacer los deseos de quién le había asignado la tarea.

El Presidente disponía de otras herramientas para hacer política partidaria. Como hemos señalado, el

decreto de 1880 prohibió a las provincias tener sus propias fuerzas armadas y le otorgó al Presidente

prerrogativas exclusivas sobre la distribución geográfica del ejército nacional. En primer lugar, la aplicación

del decreto de 1880 sobre la prohibición de batallones provinciales era efectivizada o ignorada a

discrecionalidad del Presidente quien insistía en el desarme de las provincias de los gobernadores hostiles e

ignoraba la existencia de batallones propios de los gobernadores amigos. En segundo lugar, la distribución de

los batallones nacionales en las provincias también se realizaba de acuerdo a criterios políticos. En vísperas a

una elección en la provincia o ante rumores de rebelión, los gobernadores acudían al Presidente solicitando

armas y batallones para “preservar el orden público” y el Presidente aplicaba su indisputable criterio para

atender los distintos llamados de auxilio.

Otras herramientas disponibles eran la distribución del tesoro nacional, la venta de tierras publicas, la

distribución de créditos bancarios, la construcción de puentes, caminos, acueductos, vías férreas, etc., en los

cuales los criterios de amistad y rédito político no eran insignificantes. Y, finalmente, estaba la distribución de

puestos de una administración nacional cada vez más extensa, vigorosa y solvente. Estos puestos iban desde

jueces federales, autoridades y maestros de escuelas nacionales, directorios de los bancos, puestos en el correo

y el telégrafo, y en todas las esferas de la administración pública.

El sistema institucional y político se repetía a nivel provincial. Cada provincia conformaba

un distrito electoral para elecciones nacionales. El gran elector de cada provincia era el Gobernador, quién al

final de su período generalmente se aseguraba de dejar en su puesto a un sucesor amigo mientras él pasaba a

ocupar una banca en el Senado Nacional,desde donde pretendía seguir manejando los destinos políticos de su

provincia y ser eventualmente reelegido Gobernador al terminar el turno de su delfín.12 Cada Gobernador

tenía a su disposición la distribución de puestos públicos provinciales, de los directorios bancarios y el manejo

del aparato electoral, lo que generalmente le garantizaba que su voluntad en materia electoral fuese obedecida.

Si el Gobernador pertenecía al circulo de confianza del Presidente podía contar, además de con el arsenal de

11 Sobre el análisis de las intervenciones federales del período ver Botana, El orden conservador, pp. 121-137.

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empleos e instituciones provinciales, con las dependientes del gobierno federal. El poder para distribuir estos

puestos era de vital importancia para quienes aspiraban a controlar la política de su provincia. Como uno de

estos aspirantes le recordaba a Roca: “Somos mui(sic) pobres, sin habitos(sic) de trabajo o con pésima

educación social. Un jefe de partido necesita tener mucho que dar para conservar su círculo, porque de lo

contrario con la sangre más fría del mundo le dicen: pues si Ud. no me da, buscaré quien me dé”.13

La relación entre el poder nacional y poderes provinciales ha sido generalmente descrita como la de

premios o castigos impartidos desde el centro a las provincias.14 Como hemos señalado, la elección indirecta

del Presidente implicaba que éste era elegido por el Colegio Electoral y cada provincia tenía un número de

electores que la posicionaba en un lugar predominante o secundario en la carrera presidencial. Dado el poder

de los gobernadores para garantizar resultados electorales en sus provincias, el candidato que cosechaba las

voluntades del número de gobernadores necesarios para obtener mayoría en el Colegio Electoral era el que

resultaba elegido Presidente. Es así como los aspirantes no comenzaban su campaña presidencial con la

organización formal de un partido y una campaña pública donde se incitaba al pueblo a votar por ellos, sino

con la construcción sigilosa y secreta a través del trato personal y la correspondencia privada de un tramado

de relaciones en el que se formaban pactos de adhesión mutua entre los que controlaban o aspiraban a

controlar las políticas provinciales y los pretendientes al poder presidencial.

Estos pactos de adhesión mutua eran conocidos como las ligas, siendo el PAN la principal de ellas.

Pero bajo la gran sombrilla del PAN, convivían con incomodidad varias ligas rivales entre sí. Los

protagonistas dentro de cada liga eran gobernadores provinciales en ejercicio; Senadores y Diputados

nacionales (y en menor medida provinciales); Ministros de Gobierno; figuras predominantes de facciones

opositoras en las provincias y miembros del ejército. En resumen, aquellos que ocupaban puestos electivos y

lugares claves en la administración pública.

El grado de unidad dentro de la liga de gobernadores que llevó a Roca a la presidencia en 1880 se

vio deteriorado ni bien terminada la jornada electoral de abril y los subsiguientes eventos militares de junio.

Pronto se dibujaron las ligas internas dentro del PAN que se disputarían entre sí el control político de las

provincias y del Congreso Nacional teniendo como mira la próxima elección presidencial. Dado que hasta

unos escasos meses previos a la elección presidencial de 1886 el PAN no enfrentó oposición organizada

alguna, la política nacional de estos años consistió en la batalla que libraron las ligas existentes dentro del

PAN, las cuales conformaron un enjambre de alianzas donde se entrecruzaba la política provincial y la

nacional. Estas ligas se construían y quebraban de acuerdo a cálculos numéricos de suma de poder. Es decir,

con cuantas provincias (y por lo tanto con cuantos electores en el Colegio Electoral), con cuantas bancas en el

Congreso y con cuantos periódicos a su favor contaba el líder de cada liga y, por lo tanto, cuales eran sus

12 Botana, El orden conservador, pp. 98-115. 13 Archivo General de la Nación (AGN), Archivo Roca, R. G. Legizamón a Roca, 2 de junio de 1884, leg. 38. 14 Botana, El orden conservador; Gallo, "El roquismo".

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chances de convertirse en el próximo Presidente. Alianzas políticas tradicionales, lazos de familia, ideología y

religión pasaban a un plano poco significativa en el momento de sumar puntos.

En este ámbito, la política se asemejaba a un mercado donde influencias, dineros, favores, y promesas

se intercambiaban constantemente dentro de un reducido número de participantes. Este mercado tenía algunas

reglas que eran mayormente respetadas, siendo las principales: el principio de no reelección del Presidente, el

respeto por los calendarios electorales tanto nacionales como provinciales, el cumplimiento de los requisitos

de nacimiento y residencia para ser representante en las provincias, y la libertad de prensa.

Como ya lo hemos señalado, el principio de no reelección del Presidente en términos consecutivos

exacerbaba la ambición del Presidente saliente por imponer su sucesor aspirando a que éste, al término de su

mandato, estuviese dispuesto a retribuir el favor haciendo elegir a aquel a quién le debía su cargo. Sin

embargo, esto no implicaba que los aspirantes al poder aguardasen pasivamente ser favorecidos por la

elección del Presidente de turno para sucederlo. Por el contrario, cada aspirante se encargaba de montar su

propia liga mientras albergaba la esperanza de eventualmente ser favorecido. Construir una base de poder

propia podía forzar la elección del Presidente saliente, pero también era absolutamente necesaria si, en caso

contrario, uno estaba dispuesto a desafiar los designios del Presidente y disputarle el cargo al candidato

oficial.

El juego de alianzas nacionales se mantenía en constante agitación por un exigido calendario

electoral. Las elecciones presidenciales eran cada seis años, la de Senadores y Diputados cada tres y dos años

respectivamente, y a esto hay que agregarle el ritmo de las elecciones provinciales y municipales. Cada una de

estas elecciones representaban momentos en que alianzas se creaban, se rompían o se reforzaban, poniéndose

a constante prueba el poder e influencia de las distintas ligas en pugna. Aún cuando durante estos años la

mayoría de las elecciones nacionales no fueron competitivas y los puestos se disputaran dentro del PAN, la

formación de listas, la elección de sucesores y la constante interacción entre elecciones provinciales y

nacionales mantuvo en vilo a todo el sistema de alianzas, injurias y traiciones entre las ligas rivales del PAN.

El requisito de nacimiento y/o residencia para elegir o ser elegido a un puesto electivo en cada

provincia (junto al poder electoral del Gobernador y la elección indirecta del Presidente) le daba un carácter

federal a la construcción de las ligas. A diferencia de lo que ocurría, por ejemplo, en el México de Porfirio

Díaz donde los gobernadores de los estados eran impuestos por el Presidente y seleccionados de entre su

círculo de amigos personales, el Presidente argentino, constitucionalmente, no podía imponer a las autoridades

provinciales. Estas debían ser elegidas por ciudadanos nativos y/o residentes. Y si bien el Presidente gozaba

del ya descrito aparato institucional para inmiscuirse en los asuntos políticos de las provincias, con algunas

excepciones, la relación entre el Presidente y los políticos provinciales era generalmente de negociación más

que de imposición. En dichas negociaciones se intercambiaban beneficios mutuos: el Gobernador podía

asegurar electores y representantes nacionales fieles al Presidente, y el Presidente podía distribuir créditos,

ejercito, puestos públicos, etc. como para convencer al Gobernador de que una alianza era extremadamente

beneficiosa y que la resistencia podía costarle el puesto y su carrera política. Aun así, como veremos, la

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capacidad del Presidente para intervenir en asuntos provinciales varió de provincia en provincia y de

administración en administración.

La libertad de prensa fue generalmente respetada a nivel nacional y provincial y, como se ha dicho

muchas veces, la prensa política tenía un protagonismo difícil de ignorar. Durante la primer administración de

Roca, y en ausencia de una oposición organizada, la prensa porteña se convirtió en el arma principal de la

oposición, lanzando diariamente sus dardos contra la envestidura presidencial. La existencia de esta prensa

guerrera, libre e independiente limitaba, en cierta medida, el accionar político del Presidente.15

El marco institucional, por lo tanto, establecía ciertas reglas del mercado político y si bien

generalmente la historiografía ha retratado al poder presidencial como el semejante a un rey capaz de

controlar firmemente las situaciones provinciales liquidando con ello todo vestigio de vida política, dicha

visión ignora la dinámica política existente dentro de este marco institucional y dentro del PAN.16 Como

veremos, si bien el Presidente era el principal elector, no era el único. La existencia de varios medios para que

el Presidente pudiese influir en los asuntos provinciales no eliminó la existencia de vida política partidaria

(entendida como el enjambre de alianzas, la construcción y convivencia de distintas ligas dentro del PAN), no

transformó a los gobernadores en meros “agentes del Presidente”, ni tampoco implicó que la imposición

presidencial fuese siempre fácil, mecánica, y directa. Por el contrario, el Presidente se vio en constante

posición de alerta para mantener el control de su partido primero y del país después. La existencia de ligas

rivales dentro del PAN produjo una política partidaria más agitada de lo que generalmente se ha asumido.

El PAN en Córdoba y el Litoral

La liga de gobernadores conocida como el PAN que llevó a Roca a la presidencia en 1880 estaba

compuesta por todos los gobernadores provinciales con la excepción de Corrientes y Buenos Aires que

apoyaron la candidatura de Carlos Tejedor. Era una alianza compuesta principalmente por dirigentes del viejo

partido federal de Urquiza y del partido autonomista de Alsina.17 Hasta 1885, y en las elecciones que se

siguieron sucediendo con la regularidad impuesta por el calendario electoral fijado por la constitución

nacional, no hubo oposición organizada que abiertamente le disputara al PAN su supremacía en el país.

La ausencia de competencia entre partidos políticos antagónicos fue reemplazada en estos años por la

que se conformó rápidamente entre las distintas líneas que pronto se dibujaron dentro de las filas del PAN. El

objetivo de estas ligas era controlar la siguiente elección presidencial de 1886 ya que, en ausencia de

oposición organizada, el candidato presidencial debía salir necesariamente de entre las filas del PAN. El

15 Estos temas se han desarrollado más extensamente en Alonso, “En la primavera de la historia”. 16 Una de las interpretaciones más recientes de esta visión puede verse en D. Cullen-Crisol, “Electoral Practices in Argentina, 1898-1904”, D.Phil, Oxford University, 1994, p.50. 17 L. Sanucci, La renovación presidencial de 1880, Buenos Aires, s/f.

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hecho de que el PAN no fuese un partido político organizado, con una estructura permanente o

semipermanente, sin reglas para la selección de candidatos, hacía que la carrera presidencial se llevara a cabo

a través de un andamiaje construido sobre pactos secretos de apoyo mutuo.

Entre 1881 y 1885 existieron cuatro ligas principales, que se redujeron a dos en las postrimerías de la

elección presidencia. La principal era la liga roquista, conformada por los leales al Presidente. Durante su

administración, Roca debió preocuparse, según las circunstancias, de mantener sus aliados o forjarse nuevos, y

de evitar que las provincias cayeran bajo la influencia de otra de las ligas rivales. La segunda liga en

importancia era la del Gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha (1880-1884). Según Roca, Rocha le debía a

él la gobernación de la provincia, la cual era una retribución del apoyo de este porteño a una campaña

electoral liderada por provincianos.18 Rocha, sin embargo, no demostró la docilidad, gratitud u obediencia que

Roca hubiese esperado de él y, apenas arribó a la gobernación de la provincia más rica de la República,

comenzó a construir su propia liga contando para ello con el Banco de la Provincia, el más poderoso del país.

“Hay falta de tino y de seriedad y de verdadera previsión política en empezar sus trabajos al otro día de

recibirme de Presidente”,19 Roca comentaba con fastidio sobre las andanzas políticas del Gobernador. La

audacia e impaciencia de Rocha por asegurase la próxima presidencia en 1886 lo convirtió en el principal

rival de Roca.

La tercer liga en orden de importancia era la de Juárez Celman, concuñado de Roca, Gobernador de

Córdoba (1880-1882) y Senador Nacional (1882-1885). Juárez tenía la misma impaciencia de Rocha por

convertirse en Presidente, pero mostró mejor tino en evitar antagonizar excesivamente a Roca. Juárez había

sido uno de los pilares en la campaña presidencial de Roca, pero pronto ambos políticos se fueron

distanciando. Y si inicialmente las ligas roquistas y juaristas habían sido una misma cosa, pronto comenzaron

a diferenciarse entre ellas. Hasta bien entrado 1885, Juárez se mantuvo inseguro sobre el eventual apoyo de

Roca a su candidatura. Con previsión, Roca se mantuvo casi hasta el final abierto a distintas combinaciones

para la futura presidencia manteniendo en vilo al joven cordobés sobre sus aspiraciones presidenciales. Y si

bien finalmente Roca le abrió el camino a la sucesión y mostró durante su gobierno que estaba más cercano a

las fuerzas de Juárez que a las otras ligas, el hecho de que lo hiciera hacia el final en lugar de al principio de

su administración, le otorgó un gran dinamismo a la política de esos años ya que hasta último momento nadie

sabía con certeza por quién se inclinaría el gran elector. Juárez procuró afianzar y sostener sus propios

vínculos provinciales tratando de que hombres de su confianza ganaran posiciones de influencia en las

provincias, aún cuando estos hombres rivalizaran con la liga roquista, pero intentando no antagonizar

demasiado al Presidente. Roca, por su parte, procuró que sus propios leales se mantuvieran en los gobiernos

provinciales, aceptando que cayeran en manos juaristas solo como el menor de los males.

La menor de las ligas era la del Ministro de Relaciones Exteriores (1880-1881) y del Interior (1881-

1884) de Roca, Bernardo de Irigoyen. Hombre de extensa carrera pública, durante sus años en el gobierno de

18 Archivo Roca, J.A. Roca a M. Juárez Celman, 17 de febrero de 1881, leg. 14. 19 Ibid.

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Roca mantuvo la esperanza de que el Presidente lo designara su sucesor.20 En 1885, desilusionado, se alió a

Partidos Unidos, los opositores a la candidatura de Juárez Celman. Irigoyen tenía algunos contactos en las

provincias, pero de menor peso y cuantía que los de las restantes ligas. Incluso hablar de una liga irigoyenista

significaría sobredimencionar la importancia de dichas influencias. Su poder, sin embargo, radicaba en que

forzaba en algunos casos a los políticos provinciales a entrar en transacciones ya que siempre estaba la

posibilidad de que las fuerzas de Irigoyen se aliasen con facciones opositoras desestabilizando la balanza

política local. Aún más, en algunas provincias, los irigoyenistas se encontraban aliados con los rochistas

presentando un verdadero peligro para las otras dos ligas.

La interacción de estas ligas dentro del PAN provocó una serie de conflictos nacionales; algunos

emergieron al ámbito público y otros se solucionaron a través de negociaciones privadas. Los casos de las

provincias del litoral y Córdoba ilustran la dinámica de esta competencia interna dentro del PAN, los

mecanismos de control ejercidos por el Presidente en dicha lucha, y sus resultados.

Corrientes experimentó la injerencia personal y directa del Presidente Roca en sus asuntos. Como

hemos mencionado, junto con Buenos Aires, Corrientes fue la única provincia en votar contra Roca en el

Colegio Electoral en 1880 y en apoyar la revolución de junio. 21 Luego de la revolución la provincia fue

federalmente intervenida y pronto nuevas elecciones fueron llamadas para ocupar los cargos electivos.

Durante la campaña por la gobernación de 1880 el partido autonomista correntino quedó dividido en dos

facciones lideradas por Antonio Gallino y Manuel Derqui. La victoria electoral fue para el primero quien

ocupó la gobernación junto a su compañero de fórmula, Angel Soto.

En la noche del 1 de abril de 1882, el Gobernador Gallino, dos de sus ministros, el Presidente y el

Vicepresidente de la Legislatura, y cuatro Diputados provinciales fueron apresados por un grupo de rebeldes y

encerrados en un calabozo. Al día siguiente se forzó a Gallino a firmar su renuncia, la cual fue inmediatamente

aceptada por la Legislatura donde los revolucionarios contaron con mayoría gracias al encarcelamiento de los

cuatro Diputados que hasta la noche anterior habían inclinado la balanza a favor del Gobernador. Las

autoridades locales de los distritos de la provincia también fueron asaltadas por fuerzas revolucionarias,

siendo la ciudad de Goya el cuartel general de los insurrectos.

Los revolucionarios respondían a Manuel Derqui quien se apresuró a informar al gobierno nacional

que luego de la renuncia de Gallino la provincia se hallaba pacificada y en manos del Vicegobernador Soto.

Al mismo tiempo, Gallino gestionaba la intervención federal a la provincia. Estando el Congreso en receso, el

reclamo de Gallino fue estudiado por el gabinete nacional, el cual, doce días después de la revuelta, no había

arribado aún a una decisión respecto de la situación correntina.22

20 Sobre la vida de Irigoyen véase J. Bianco, Bernardo de Irigoyen. Estadista y pioneer (1822-1906), Buenos Aires, 1927. 21 Sobre estos sucesos véase M. A. Duarte, "Roca y la Liga de Gobernadores del Litoral", Investigaciones y Ensayos, Buenos Aires, N.37, enero-junio 1988, pp. 265-290. 22 La descripción de estos eventos puede verse en La Prensa, 9 y 12 de abril de 1882.

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Gallino nunca había gozado de la confianza de Roca quién había apoyado a Derqui cuando se dividió

el partido autonomista correntino en 1880.23 Durante su administración, Gallino no se había mostrado

dispuesto a obedecer las instrucciones de Roca en cuestiones de política provincial, llegando a expulsar de su

administración al Ministro de Gobierno, Dr. Gondra, quien gozaba de la protección y confianza del

Presidente. Apartado de Roca, Gallino había buscado el apoyo de Juárez Celman.24 Una vez iniciado el

levantamiento de Derqui contra Gallino, era fácil de prever por cual de los dos bandos se inclinaría el

Presidente.

Roca decidió atender personalmente los asuntos de Corrientes. Partió para la capital de la provincia,

conferenció con ambas partes y llegó al siguiente arreglo: Gallino renunciaría a la gobernación obteniendo a

cambio una Diputación Nacional, la provincia quedaría en manos del Vicegobernador hasta las próximas

elecciones, y Derqui pasaría a ocupar el Ministerio de Gobierno de la provincia dejando bacante su puesto en

la Cámara de Diputados Nacional para que sea ocupado por Gallino.25 Una vez hecho el arreglo, la oposición

porteña se encargó de señalar la impropiedad de la intromisión personal de Roca en la política correntina y de

que el canje de Gallino por Derqui representaba la imposición de la voluntad presidencial.26

Cuando los preparativos comenzaron para la sucesión del Gobernador en 1883, Derqui se aseguró de

continuar contando con el apoyo del Presidente antes de iniciar trabajos para su candidatura.27 Para que no

quedaran dudas sobre quien era su candidato, mediante una carta pública Roca eliminó la candidatura de su

propio hermano Rudecindo (por entonces a cargo del Territorio Nacional de Misiones), quien unido a un

grupo gallinista se organizaba para disputarle la candidatura a Derqui en abierta contravención a los deseos

del Presidente.28 El apoyo público de Roca a Derqui se robusteció aún más ante los rumores de un acuerdo

entre Gallino y Dardo Rocha.29 Derqui fue elegido Gobernador en noviembre de 1883.

En julio 1885, Roca intervino nuevamente en Corrientes para sostener al Gobernador Derqui, ahora

víctima de una rebelión. El procedimiento de los revolucionarios no fue muy distinto al que había depuesto a

Gallino en 1882. Esta vez el líder era el Mayor Toledo, a cargo de un batallón provincial, quién, habiéndose

rodeado de las simpatías de sectores del Partido Liberal y de disidentes del partido autonomista, se había

convertido en un caudillo local.30 Temeroso del poder creciente de Toledo, y basándose en la ley de 1880 que

prohibía a las provincias tener batallones propios, Derqui le ordenó a Toledo disolver su batallón al mismo

tiempo que pedía el auxilio del gobierno nacional para asegurarse de que este cumpliera sus órdenes.31 Toledo

23 Archivo Roca, A. Gallino a Roca, 12 de diciembre de 1880, leg. 13. 24 Archivo Roca, A. Gallino a Roca, 20 de noviembre de 1881, leg 19; Archivo Juárez Celman, A. Gallino a Juárez Celman, 26 de noviembre de 1881, leg.8. 25 La Prensa, 13 de abril de 1882. 26 La Nación, 20 de mayo de 1882. 27 Archivo Roca, A. Soto a Roca, 3 de febrero de 1883, leg.29. 28 La Prensa, 31 de mayo; 5 de junio de 1883. 29 Archivo Roca, M. Derqui a Roca, 24 de abril de 1883, leg.30. 30 Archivo Juárez Celman, M. Derqui a Juárez Celman, 24 de julio de 1885, leg. 17. 31 El recuento de lo sucedido puede verse en DSCD, 17 de julio de 1885, pp. 265-294. De acuerdo a la ley de 1880 todas las armas de la República eran patrimonio del gobierno nacional por lo que el Poder Ejecutivo se dirigió a Toledo ordenándole disolver su fuerza y entregar las armas pertenecientes a la Nación.

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respondió tomando preso al Gobernador y a algunos de sus funcionarios. Luego de obligar a Derqui a firmar

la renuncia, lo embarcó junto con su esposa rumbo a Buenos Aires y, acto seguido, se dirigió al Presidente

informándole de la renuncia de Derqui, garantizándole que la provincia se hallaba pacificada y de que él era

obediente al gobierno de la nación. Derqui pidió la ayuda del Presiente para recuperar su gobierno y la acción

de Roca fue rápida y enérgica. Desconoció la autoridad de Toledo y lo intimó a rendirse, nombró al

prestigioso General Ayala al mando de fuerzas nacionales para deponer a Toledo, y le encargó a Derqui

volver a su provincia y enfrentar a los insurrectos. Frente a la inminente llegada de Ayala y de las tropas

nacionales, Toledo se fugó y pidió asilo al Paraguay.

Institucionalmente los eventos de 1885 no diferían demasiado de lo ocurrido en 1882 - con la

excepción de que el líder de la rebelión no era el jefe de un partido político sino un militar de un batallón

provincial, lo que le alcanzó al gobierno nacional para catalogarlo como un motín de cuartel.32 En los sucesos

de 1885, Toledo no había sido el único en cometer irregularidades. Tanto la conducta de Derqui como la del

Poder Ejecutivo fue cuestionada por la Cámara de Diputados Nacional y por la prensa de oposición. Entre

otros, los Diputados indagaron sobre los siguientes puntos: ¿Cómo era posible que el Gobernador hubiese

aguardado tres años en sus funciones para decidirse a hacer respetar la ley sobre batallones provinciales?

¿Cómo era posible que el gobierno nacional, responsable de la distribución de armas en las provincias, no

hubiese conocido previamente la existencia del batallón de Toledo pertrechado con armas pertenecientes a la

nación? ¿El envío de tropas nacionales para resolver un conflicto provincial no era acaso calificable de

intervención federal y, como tal, no debió ser previamente discutido por el Congreso como lo establece la

Constitución?33 Ante los hechos consumados, sin embargo, poco pudo hacer el Congreso.

Al igual que en 1882, Roca había impedido que la cuestión correntina llegase al Congreso Nacional

donde podría escapase de sus manos. A través de su manejo directo y personal de la política correntina, Roca

había logrado imponer a Derqui en 1883 y, sostenerlo en 1885. Los eventos de 1885 tuvieron lugar en las

postrimerías de la campaña presidencial para el período 1886-1892, y la acción de enérgico apoyo del

gobierno nacional le aseguró al Presidente que la provincia se mantendría bajo su influencia garantizando que

Corrientes eventualmente le diera sus votos a Juárez Celman en la elección presidencial.34

En Entre Ríos, la intervención de Roca para garantizar la elección de hombres de su confianza en la

provincia también fue directa y la relación entre la política provincial y la nacional puso en juego la

competencia entre las ligas roquistas, juaristas y rochistas. En 1880 la provincia le había dado sus votos a

Roca para la presidencia. Hasta el año anterior, Entre Ríos había estado gobernada por Ramón Febre, del

partido federal, quién luego de asegurar la sucesión de José F. Antelo en el gobierno de la provincia, pasó a

32 Sobre los eventos de Corrientes véase Antonio Emilio Castello, Historia de Corrientes, Buenos Aires, 1996, pp. 467-469. 33 Estos son algunos de los cuestionamientos hechos en la Cámara de Diputados a los Ministros de Guerra y Marina y del Interior. Véase DSCD, 17 de julio de 1885, pp. 264-274. 34 Archivo Juárez Celman, E. Wilde a Juárez Celman, 31 de julio de 1885, leg. 19. Wilde había tendido una enérgica actitud a favor de Derqui. Sobre su proceder véase La Nación, 16 de julio de 1885.

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ocupar una banca en el Senado Nacional.35 A principios de 1882 comenzaron los trabajos electorales en Entre

Ríos con vistas a las elecciones de Gobernador de octubre de ese año. Antelo auspiciaba la candidatura de

Febre, la cual también era apoyada por Roca. Sin embargo, desde el año anterior habían circulado rumores

entre los confidentes de Juárez Celman de que Febre había entrado en la liga de Rocha y que, por lo tanto, su

candidatura debía ser reemplazada por la de Eduardo Racedo.36 Este era un militar que se había destacado

durante la revolución de 1880 cuando marchó con 8 batallones de infantería y 4 regimientos de caballería a

Belgrano bajo las órdenes de Roca. Racedo, sin embargo pertenecía al grupo de juaristas e incluso era socio

empresarial de Miguel Juárez Celman; ambos habían comprado tierras en Entre Ríos para explotarlas

conjuntamente.37

Sin embargo, Racedo no gozaba de la confianza de Roca y, a pesar de los trabajos de los juaristas por

imponer a su candidato, el Presidente continuó apoyando a Febre a quién LTN describía “como un hombre

serio, reflexivo, patriota, preparado para las tareas del gobierno, capaz del sacrificio en defensa de sus

convicciones. Su nacionalismo es de vieja data”.38 Cuando en mayo de 1882 tuvieron lugar elecciones

nacionales para Diputados, las fuerzas de Racedo enfrentadas al oficialismo resultaron derrotadas. LTN no

dejó de celebrar la derrota de Racedo, burlándose de sus quejas sobre fraude electoral e insistiendo en que “la

elección no puede haber sido más libre y tranquila”.39

No obstante, cinco meses más tarde la política de Roca hacia Entre Ríos daba un giro inesperado. A

menos de dos semanas de las elecciones a Gobernador, LTN dejó de apoyar a Febre para inclinarse ahora por

Racedo como el candidato preferido del Presidente. En un manifiesto publicado cinco días antes de la

elección, Febre renunció a su candidatura dando como toda explicación el retiro del apoyo presidencial. Según

Febre, el cambio de predisposición de Roca era producto del voto de Febre en el debate en el Congreso sobre

la intervención federal a Santiago del Estero el cual contrariaba las instrucciones presidenciales. Según Febre,

Roca había decidido castigarlo por su desobediencia ordenado a Antelo combatir su candidatura a la

gobernación y volcar los recursos oficiales a favor de la de Racedo. Frente a tal desenlace, Febre consideraba

inútil proseguir la lucha. 40 LTN intentó desmentir los cargos lanzados por Febre argumentando que, detrás de

la desplomación de su candidatura “no ha habido un hombre sino un pueblo”,41 y lo que poco tiempo atrás el

periódico roquista había descrito como “la facción racedista, débil, diminuta, compuesta de elementos

heterogéneos”,42 ahora era presentada como “un grande y verdadero movimiento de opinión”.43 Lo que se

35 Duarte, "Roca y la Liga". 36 Archivo Juárez Celman, F. Bustos a Juárez Celman 3 de octubre de 1881, leg.8; y A. Donovan, 9 de octubre de 1881, leg. 8. 37 Así lo describe “El Progreso”, s/f en Archivo Juárez Celman, leg.54. 38 LTN, 14 de julio de 1881 y 26 de abril de 1882. Archivo Juárez Celman, J. A. Roca a Juárez Celman, 4 de abril de 1881, leg.9. Antelo se quejó a Roca de los trabajos de oposición que Racedo hacía en la provincia. Archivo Roca, J. Antelo a Roca, 13 de noviembre de 1881, leg.18. Para la campaña pública a favor de Febre véase además LTN, 14 de julio de 1881; y 13 de noviembre de 1881. 39 LTN, 4 y 18 de mayo de 1882. 40 El manifiesto de Febre fue publicado el 25 de octubre de 1882 en La Prensa. 41 LTN, 5 de noviembre de 1882. 42 LTN, 26 de abril de 1882.

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escondía detrás de la decisión presidencial fue el convencimiento de Roca de que los rumores de los juaristas

eran ciertos y Febre estaba aliado secretamente con Rocha.44 La victoria electoral fue de Racedo y desde

entonces Entre Ríos quedó en manos de los juaristas; Roca perdió el control directo sobre la provincia que

pasó a depender directamente de su concuñado.

El caso de Entre Ríos ejemplifica la dinámica de la política nacional. En orden de que la provincia no

caiga en las manos de su principal rival, Dardo Rocha, Roca había optado porque quede en manos de los

juaristas. Los sucesos de Entre Ríos también evidenciaron la docilidad de Antelo hacia las directivas

presidenciales y al mismo tiempo ilustraron el poder de la maquinaria electoral del Gobernador quién, a sólo

dos semanas de las elecciones, eliminó la candidatura de Febre e hizo triunfar a la de Racedo.

El caso de Córdoba también presenta un buen ejemplo de la rivalidad dentro del PAN. En este caso,

las principales tensiones tuvieron lugar entre los círculos juarista y roquista ya que, a pesar de las intensiones

de Dardo Rocha de liderar los grupos opositores de la situación provincial, durante la década de 1880

Córdoba estuvo dominada por los grupos de Juárez y Roca. La provincia había pasado a manos del grupo

autonomista en 1877 con la repentina muerte del recién electo gobernador Climaco Peña, del partido liberal,

quién falleció antes de asumir su cargo dejando su puesto libre para ser ocupado por su compañero de

fórmula, Antonio del Viso, de extracción liberal pero transformado en autonomista.45 Juárez Celman, quién

por entonces ejercía su profesión de abogado en el estudio de Viso, había sido instrumental en la concreción

de la fórmula Peña-Viso que había unido facciones rivales en la provincia, y que ahora la fortuna dejaba en

manos de los autonomistas.46 Efectivamente, entre Juárez Celman y Roca era el primero el más cercano al

nuevo gobierno ya que Roca había apoyado a Felipe Díaz para que integrara la fórmula con Peña.47 Una vez

llegado Viso a la gobernación, Juárez pasó a ocupar el Ministerio de Gobierno.

A nivel nacional, Córdoba jugó un rol primordial en las jornadas de 1880, siendo el cuartel general

desde donde se forjó la liga de gobernadores que llevó a la presidencia a Roca y el principal sostén del

gobierno nacional en la revolución de Buenos Aires. A nivel provincial, con la llegada de Viso al gobierno, la

provincia quedó bajo la influencia directa de Roca, Juárez y su círculo, quienes tejieron un entramado tal de

relaciones que no dio cabida a la oposición en la provincia. Con excepción del conflicto religioso, que

exacerbó las pasiones en la provincia, la lucha partidaria quedó prácticamente reducida a las tensiones dentro

de las facciones del PAN.

Cuando el término de Viso llegó a su fin en 1880, Juárez Celman fue elegido Gobernador, y Viso

pasó al Senado Nacional primero y al Gabinete Nacional después. Durante su gobierno, Juárez consultó

43 LTN, 3 de noviembre de 1882. 44 Archivo Roca, E. Racedo a Roca, 9 de octubre de 1882 y 31 de octubre de 1882, ambas en leg.9. La Prensa, 10 de octubre de 1882. 45 Véase, Liliana Chaves, Tradiciones y Rupturas de la Elite Política Cordobesa (1870-1880), Córdoba, 1997. 46 Sobre los trabajos de Juárez Celman y su relación con Viso véase, Agustín Rivero Astengo, Juárez Celman. 1844-1909. Estudio historico y documental de una época argentina, Buenos Aires, 1944, p. 83 47 Ibid, p. 57.

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regularmente al Presidente sobre nombramientos y política partidaria. Cuando no coincidían en sus

preferencias, Roca tenía la última palabra en nombramientos nacionales y Juárez Celman, si bien escuchaba

los consejos de Roca, ejercía su propio criterio en los asuntos de política partidaria provincial.48 Pronto Júarez

se convirtió en el principal árbitro de la política cordobesa, empujando a los roquistas a sus márgenes.

Culminado su mandato en 1883, Juárez pasó al Senado Nacional desde donde pudo cementar sus relaciones

con los representantes de las demás provincias y, principalmente, acercarse a la política porteña con la que

hasta entonces había tenido escaso contacto. Detrás de sí dejó atada la gobernación de Córdoba a Gregorio

Gavier, un hombre leal y débil que en todo momento siguió las indicaciones de Juárez Celman tanto en

cuestiones de política partidaria provincial como en las mismas funciones de gobierno.49 Para asegurar su

influencia sobre Gavier, Ramón J. Cárcano, el delfín político de Juárez, fue nombrado secretario privado del

Gobernador para pasar luego a ocupar una diputación nacional. Cárcano se convirtió en el enlace político

entre Juárez y Gavier y en el hombre de confianza del primero para solucionar tensiones partidarias y cubrir

las debilidades del segundo.50 A su vez, la jefatura de policía pasó a ser ocupada por Marcos Juárez, el

hermano mayor de Juárez Celman, cuyos abusos en el ejercicio de su cargo pronto le valieron acerbadas

críticas tanto de los opositores como de muchos partidarios.51

Las tensiones intrapartidarias, siempre latentes, aumentaron con motivo de la sucesión de Gavier. Los

trabajos comenzaron temprano, a mediados de 1884, para una contienda electoral que tendría lugar en

noviembre de 1885. Después de todo se trataba de una elección importante ya que el nuevo gobernador

asumiría en mayo de 1886, justo a tiempo para las elecciones presidenciales que tendrían lugar el mes

siguiente. El nuevo gobernador, por lo tanto, no sólo tendría la responsabilidad de orquestar las elecciones

para Presidente en su provincia, sino que compartiría temporalmente su gobierno con el nuevo Presidente

electo. Dardo Rocha intentó hacer pié en la política cordobesa con escaso resultado y era sabido que la

elección del nuevo gobernador sería llevada a cabo por Roca y Juárez Celman. Sin embargo, estos últimos no

coincidían en el tema de candidaturas. Mientras que Roca apoyaba a Guillermo Moyano para gobernador,

este era resistido por Juárez Celman, Gavier y los círculos juaristas.52 Roca accedió a retirar su apoyo a

Moyano a condición de que fuese elegido Ambrosio Olmos, acaudalado y respetado estanciero, de la plena

confianza del Presidente. Moyano, despechado, pasó a la oposición recibiendo durante la campaña duros

golpes de la policía y recriminaciones públicas de Miguel Juárez Celman.53

48 Véase, por ejemplo, Archivo Roca, M. Juárez Celman a Roca, 16 de febrero de 1881, y 10 de febrero de 1881, ambas en, leg.14. 49 Sobre la relación entre Juárez Celman y Gavier véase Archivo Juárez Celman, R. Figuera a Juárez Celman, 13 de agosto de 1883, leg.12; Ramón Figueroa fue el secretario de Gavier una vez que Cárcano pasó al Congreso Nacional. 50 Véase, por ejemplo, Archivo Juárez Celman, D. Del Campillo a Juárez Celman, 14 de agosto de 1884, leg.14 51 Incluso algunos partidarios se animaron a manifestarle a Miguel Juárez Cleman sus quejas sobre su hermano. Véase Archivo Miguel Juárez Celman A. Rodríguez del Busto, 21 de mayo de 1885,leg. 19. 52 Archivo Juárez Celman, Del Campilllo a Juárez Celman, 14 de agosto de 1884, leg.14; Archivo Roca, G. Gavier a Roca, 16 de julio de 1885, leg.46; Archivo Roca, D. A. Olmos a Roca, 18 de julio de 1885, leg. 46. 53 Archivo Juárez Celman, J.A. Roca a Juárez Celman, 8 de diciembre de 1884, leg.15. Los abusos de la

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Inicialmente las negociaciones en Córdoba le dieron la victoria a Roca sobre Juárez en sus intentos

de tener en su provincia a alguien de su confianza. Para muchos, incluso, la victoria de Roca era doble ya que

con la imposición de Olmos había obstaculizado las intensiones de Marcos Juárez de hacerse gobernador.54

Sin embargo, el triunfo de Roca en Córdoba no fue ni rotundo ni duradero. Olmos se mantuvo fiel a Roca

durante su gobernación pero quedó rodeado de juaristas que pronto minaron su poder en la provincia hasta

hacerlo caer. Ramón J. Cárcano ocupó el crucial Ministerio de Gobierno, Marcos Juárez continuó en la

jefatura de policía y entre ambos controlaban la legislatura provincial. Frente a la oposición ejercida desde los

distintos flancos de su propio gobierno y de su propio partido, Olmos le preguntaba con desesperación a

Roca, de viaje por Europa una vez terminada su administración, sobre la conveniencia de renunciar.55 A pesar

de sus intentos por mantenerse en el poder, Olmos fue finalmente destituido de su cargo por un juicio político

orquestado por Cárcano y Marcos Juárez en 1889.

¿Qué puede concluirse de la experiencia de Córdoba? Una vez más Roca intentó dejar sentadas las

bases de su propia y directa influencia en la provincia. En el caso de Córdoba Rocha no representaba un gran

rival y los infortunios políticos de la provincia tuvieron como fuente la competencia entre Roca y Juárez. En

dicha competencia la victoria fue de los juaristas. Pero además de los resultados finales de dicha rivalidad, es

de destacar los medios empleados en la lucha. Roca privilegió sus propios intereses por los de Juárez Celman

al hacer elegir a Olmos gobernador. Pero al hacerlo ejerció la negociación en lugar de la imposición. Roca

retiró de la carrera electoral la candidatura de Moyano, su candidato inicial, cuando éste enfrentó las protestas

del partido y Olmos fue elegido gobernador como resultado de la transacción entre roquistas y juaristas. En su

accionar Roca privilegió la transacción por sobre la imposición ya que insistir en Moyano podría haber

ahondado divisiones partidarias. Olmos representaba una forma de mantener unido al partido a la vez de ser

un hombre de su confianza en el gobierno. Juárez Celman, sin embargo, no mostró las mismas consideraciones

ya que la caída de Olmos expandió la brecha entre roquistas y juaristas poniendo en riesgo, como se pensó en

ese momento, la existencia misma del PAN.56

Desde los años setenta la Provincia de Santa Fe se hallaba bajo el control político de Simón de

Iriondo, gobernandor entre 1871 y 1874, Senador Nacional (1874), Ministro del Interior de Nicolás

Avellaneda (1874-1877) y reelegido gobernador en 1878. A través de su partido, el Club del Pueblo, centrado

en la capital provincial, Iriondo dominaba hábilmente la política santafesina, había volcado los votos de su

provincia a la candidatura de Roca, y también había sostenido al gobierno nacional con refuerzos militares en

la revolución de 1880 contra Carlos Tejedor. Sin embargo, el peso que el caudillo tenía en su provincia y su

propia gravitación en el orden nacional le dejaban poco margen al nuevo Presidente para tratar de injerir sobre

policía también fueron dirigidos contra los escasos partidarios de Dardo Rocha. Véase, por ejemplo, La Prensa, 10 de septiembre de 1885; El Nacional, 8 y 12 de septiembre de 1885. 54 E. Bischoff, Historia de Córdoba. Cuatro Siglos, Buenos Aires, 1995, pág. 325; E. Bischoff, Historia de Cuatro Siglos de Córdoba, 1974, pág. 110. 55 Archivo Roca, A. Olmos a J. A. Roca, 16 de mayo de 1888, leg.57

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los asuntos partidarios santafesinos.57 Roca logró una tímida victoria en su intento por hacer cuña en el frente

iriondista con la elección de Servando Bayo como Senador Nacional en 1881. Bayo, había sido Gobernador

de Santa Fe entre 1874 y 1878, se hallaba distanciado de Iriondo y, con el apoyo del Presidente, intentaría

minar el control de Iriondo sobre el Club del Pueblo y el gobierno de la provincia. En Santa Fe, Bayo contaba

con el apoyo circunstancial de algunos círculos de la ciudad de Rosario que también aspiraban a disminuir el

control político de Iriondo.58 Este último accedió a la elección de Bayo a Senador Nacional a cambio de que

su cuñado, Manuel María Zavalla, fuese elegido Gobernador en 1882 sin agitación partidaria alguna.59 En las

palabras de Manuel Pizarro, quién actuaba como enlace entre el poder nacional y el provincial, la transacción

“hace desaparecer toda sombra de desacuerdos entre nuestros amigos”.60

Siguiendo con los planes preestablecidos, Zavalla fue elegido gobernador en 1882. Sin embargo, dos

acontecimientos inesperados alterarían la fisonomía política de la provincia: en abril de 1882 una enfermedad

obligó a Zavalla a dejar el gobierno en las manos de su vice, Cándido Pujato, un hombre apoyado por los

círculos de Rosario, y en noviembre de 1883 Simón de Iriondo falleció repentinamente. El vacío de poder

generado por la muerte del caudillo y, en menor medida por la licencia del gobernador, generó una crisis en el

partido oficial y agitó a los aspirantes al poder. Uno de estos aspirantes era el mismo Bayo quién se apresuró a

hacer trabajos en la provincia para disputarle el liderazgo del Club del Pueblo al irondismo tradicional.61 Para

ello contaba con el apoyo de Roca quién ahora tendía la oportunidad de instalar a alguien de su confianza al

frente de la política santafesina. Inicialmente esta estrategia tuvo éxito, el cual se vio reflejado en la victoria de

las candidaturas de Eusebio Gómez y de Estanislao Zeballos para las elecciones de diputados nacionales de

febrero de 1884 por sobre los candidatos iriondistas, Pedro Nolasco Arias y Desiderio Rosas. Al tiempo que el

iriondismo tradicional se debilitaba, Bayo se perfilaba como el próximo gobernador provincial.62

Los eventos, sin embargo, no se desarrollarían de forma predecible. La derrota de los candidatos

iriondistas en la cuestión diputación nacional, provocó la reorganización del sector iriondista del Club del

Pueblo y empujó a Zavalla a abandonar su licencia y ponerse al frente del gobierno de la provincia,

nombrando además a un enérgico aliado, José Galvez, como Ministro de Gobierno. Por otro lado, Bayo moría

repentinamente en mayo de 1884.

Estos acontecimientos significaron un serio contratiempo para los intereses de Roca en Santa Fe no

sólo porque perdía repentinamente a su hombre de influencia en la provincia sino porque el Club del Pueblo y

el gobierno de Zavalla apoyaban a nivel nacional a Bernardo de Irigoyen. Más aun, estos grupos que apoyaban

56 Archivo Roca, C. Pellegrini a Roca, 28 de marzo de 1888, leg.57. 57 Véase Duarte, “Roca y la Liga”, pp. 281-290. Sobre una caracterización de la política santafesina, y la escasa injerencia del poder nacional en la provincia debido a la figura de Iriondo véase también, E. Gallo, La Pampa gringa. La colonización agrícola en Santa Fe, 1870-1895, Buenos Aires, 1984 (seg.edición), pp.345-376. 58 Uno de estos grupos, por ejemplo, era el encabezado por Deolindo Muñóz. 59 Los detalles de estas transacciones pueden verse en Patricia Pasquali, “Una coyuntura crítica en la historia política santafesina: La injerencia roquista”, pp. 166-169. 60 Archivo Roca, M. Pizarro a Roca, 23 de noviembre de 1880, leg.13. 61 Este estaba ahora encabezado por la viuda de Iriondo, su hijo, su hermano y el gobernador Zavalla.

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a Irigoyen a nivel nacional se habían aliado en la provincia con los que sostenían a Dardo Rocha. Roca intentó

que un hombre de su confianza, Estanislao Zeballos, completara la tarea iniciada por Bayo de minar al

iriondismo en la provincia y disputarle las próximas elecciones a gobernador que debían tener lugar en febrero

de 1886. Se trataban de elecciones claves ya que definirían el apoyo santafesino en las elecciones

presidenciales de abril. Para llevar a cabo su misión Zeballos recibió el apoyo presidencial para fundar clubs

políticos e imprimir un periódico, e intentó atraerse el apoyo de hombres del Club del Pueblo y de grupos

disidentes centrados en la ciudad de Rosario. Sin embargo, Zeballos tuvo escaso éxito.

Para mediados de 1885 el Club del Pueblo se mostraba vigorizado y repuesto después de la crisis

experimentada luego de la muerte de su líder. La estrategia zeballista había fracasado y, si bien existían

algunos clubs juaristas en el sur de Santa Fe, estos tenían escasa relevancia en la política provincial.63 Y si

bien se rumoreó que los grupos zeballistas y juaristas planeban una revolución especulando con una posible

intervención federal, estos rumores no fueron confirmados en los hechos.64

Sin embargo, dada la recomposición del Club del Pueblo, era sabido que el próximo gobernador

saldría de las filas del círculo oficial y los dos candidatos que se perfilaban con más fuerza eran José Galvez,

el actual Ministro de Gobierno, y Agustín de Iriondo, hermano del caudillo. Para Roca, Gálvez era la mejor

chance ya que Iriondo era más hostil hacia el gobierno nacional y estaba más comprometido con las fuerzas de

Irigoyen y Rocha. A principios de julio de 1885, Gálvez y Roca se pusieron de acuerdo. Roca dejaría de

apoyar las actividades partidarias de Zeballos y sostendría a Gálvez como candidato a gobernador. A cambio,

Gálvez se comprometía a apoyar a Juárez Celman en las elecciones presidenciales. Roca, de este modo,

neutralizaba a nivel nacional el apoyo de Santa Fe a la candidatura de Irigoyen y a nivel provincial al grupo

iriondista.65 Gálvez por su parte acordó con el grupo iriondista la distribución de cargos en el gobierno y la

legislatura provincial, manteniendo al Club del Pueblo unido tras su candidatura.

El acuerdo entre Gálvez y Roca se cumplió en la forma prevista. Si bien el gobernador Zavalla y el

grupo iriondista cumplió su palabra con Irigoyen de proclamar su candidatura a la presidencia, era sabido que

la definición de la candidatura de Gálvez como el próximo gobernador significaba que Santa Fe daría sus

votos Juárez Celman.66 Esto último se oficializó una vez que Irigoyen retiró su candidatura presidencial y el

gobierno santafesino se encontró libre para apoyar públicamente a Juárez Celman.67

¿Qué podemos concluir del relato de estos eventos? A nivel nacional, Roca logró neutralizar a los

opositores en Santa Fe y hacer que la provincia volcara sus votos por Juárez Celman. Los medios por los que

62 Pasquali, “Una coyuntura crítica”, pp. 174-177. 63 Sobre los clubs juaristas en Rosario véase Pasquali, “Una coyuntura”, pp. 200-201. 64 Pasquali, “Una coyuntura crítica”, p. 193. 65 Néstor Iriondo era el otro candidato posible del Club del Pueblo, abiertamente irigoyenista y opositor al presidente. 66 La Prensa, 11 de abril de 1886. Roca estaba al tanto de la necesidad de Zavalla de realizar una proclamación pública a la candidatra de Irigoyen la cual, a pedido de Roca, fue modesta y sin grandes celebraciones. Véase, Archivo Roca, C. Pujato a Roca, 11 de junio de 1885, leg.45; J. Gálvez a Roca, 11 de junio de 1885, leg.45; M. Zavalla a Roca, 11 de junio de 1885, leg. 45. 67 Archivo Roca, Zavalla a Roca, 1 de abril de 1886, leg. 51.

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logró estos resultados privilegiaron la transacción por sobre la imposición; es decir que Roca prefirió realizar

un acuerdo con la situación provincial a insistir con sus intentos de imponer el liderazgo de Zevallos en la

provincia. El acuerdo entre Gálvez y Roca, como todo acuerdo, tuvo sus costos. Uno de ellos fue Zevallos

mismo quién fue sacrificado en la transacción. Si bien Zeballos contaba con poca chance de obtener la

gobernación, su reputación política en la provincia fue puesta en juego y sus aspiraciones personales, en

principio alentadas por el Presidente, se vieron frustradas por el mismo Roca. La misma suerte corrieron

grupos disidentes del Club del Pueblo centrados en el sur de la provincia, a los que luego de incitarlos a

organizarse para competir contra el poder oficial provincial, se les ordenó no hacer frente a Gálvez en la

provincia.68 Roca también prefirió la transacción con Gálvez antes de destruir al iriondismo y afianzar el

poder de círculos más sumisos y de mayor confianza en la provincia. Roque Sáenz Peña, por ejemplo, era de

los primeros en criticar la política de Roca hacia Santa Fe sobre estas bases, argumentando que el Presidente

perdía la oportunidad de ejercer una influencia más directa en Santa Fe y de romper con la tradicional

autonomía política de la provincia.69

Sin embargo, con su accionar, Roca había logrado el principal objetivo de neutralizar amenazas y

que Santa Fe volcara sus votos a Juárez Celman. La preferencia de hacerlo a través de un acuerdo con el

partido oficial, compacto bajo la candidatura de Gálvez, en lugar de insistir con la de Zeballos o con los

grupos juaristas del sur de la provincia reflejan la tendencia de Roca de optar por mantener el orden a nivel

provincial en lugar de agitar la situación santafesina con una lucha partidaria feroz. El costo de esta garantía

de orden era que el Club del Pueblo se mantuviese en el poder.

Conclusiones

Los casos relatados reflejan la dinámica política que se desarrolló durante la presidencia de Roca, la cual

resultó de la competencia entre las distintas ligas rivales que conformaban el PAN y, principalmente, de las

dos ligas principales, las de Dardo Rocha y Roca. Cada uno de estos casos muestra que los modos de

injerencia del Presidente en la política provincial eran variados y sus resultados diversos. En dicha

competencia el Presidente mostró tener algunos objetivos principales. El primero y más obvio fue el de no

permitir que las provincias cayeran bajo el dominio del Gobernador de Buenos Aires. El segundo objetivo era

que, en lo posible, la provincia quedase bajo su control directo y, de no ser así, que quedara bajo la órbita de

influencia de Juárez Celman.

68 Véase, por ejemplo, Archivo Roca, Virasoro a Roca, julio de 1884, leg. 39; Virasoro a Roca, 27 de septiembre de 1884, leg.40. 69 Véase, Archivo Juárez Celman, R. Sáenz Peña a Juárez Celman, 12 de diciembre de 1884, leg.15.

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La capacidad del Presidente de interferir en los asuntos provinciales y el modo de hacerlo

varió de provincia en provincia y de gobernación en gobernación. Aquí es necesario incorporar los resultados

del estudio de otras seis provincias, además de las cuatro estudiadas en esta presentación.70 La provincias de

Corrientes y Entre Ríos - junto con las de Santiago del Estero (luego de 1885) y Catamarca (luego de 1885) -

representan situaciones donde la injerencia provincial fue directa y efectiva. En el extremo opuesto se ubica

Buenos Aires donde el poder del Presidente fue nulo. Santas Fe y Córdoba, junto con San Juan, Tucumán y La

Rioja, evidencian casos en que la injerencia presidencial no fue completa ni del todo exitosa.

Roca mostró algunas restricciones en los medios empleados para manipular las situaciones

provinciales a su favor. Con la excepción de la intervención federal en Santiago del Estero para derrocar a

Pinto en 1884, a diferencia de sus sucesores, el Presidente se mostró reticente de abusar de dicho instrumento

institucional ya que la única otra intervención federal durante su administración (la efectuada en Catamarca en

1884) fue votada en el Congreso en contra de su voluntad.71 A diferencia de su sucesor, Miguel Juárez

Celman, Roca tampoco utilizó con frecuencia la violencia o la gestación de revoluciones para cambiar la

situación política de las provincias. El caso de Corrientes en 1882, quizá sea la única excepción ya que, si bien

la revolución no fue orquestada desde la presidencia, Roca amparó a las fuerzas insurrectas y protagonizó un

acuerdo que colocaba a los insurrectos en el gobierno provincial. Por lo general, sin embargo, Roca prefería

influenciar la política provincial a través de su apoyo a una facción local. El poder de la institución

presidencial era lo suficientemente fuerte como para asegurar, en la mayoría de los casos, que esto bastaba

para que dicha facción resultase triunfante en elecciones provinciales o para que un gobernador hostil se

decida a negociar.

Los cuatro casos analizados en este trabajo también muestran que los resultados de la competencia

intrapartidaria no siempre eran los esperados o los que más pudieran beneficiar al Presidente. En Corrientes la

situación se resolvió en la forma más satisfactoria para Roca ya que quedó bajo su influencia personal y

directa. En Entre Ríos, si bien la victoria sobre Rocha fue total, la provincia pasó a la órbita juarista. En

Córdoba Roca obtuvo una victoria personal con la elección de Olmos, pero la victoria fue sólo parcial ya que

Olmos fue rodeado por los grupos juaristas que terminaron por hacerlo caer. En Santa Fe la provincia quedó

en manos de un partido oficial que a través de un pacto con el Presidente le otorgó los votos a Juárez Celman,

pero estos no eran votos juaristas.

Estos casos pueden colocarse en el contexto de las demás provincias. En Santiago, la experiencia fue

semejante a las de Corrientes, es decir, una injerencia directa del Presidente le redituó resultados satisfactorios

y la provincia quedó en manos roquistas. En Catamarca los conflictos resultaron en una transacción que si

bien salvó a la provincia de caer en las manos de los rochistas, irigoyenistas o católicos, resultó en la

70 Para el análisis de las otras seis provincias mencionadas en estas conclusiones véase, Paula Alonso, “El Partido Autonomista Nacional y el mercado de la política nacional en la Argentina, 1880-1886”, Documento de Trabajo de la Universidad de San Andrés, N. 18, junio, 1999. 71 La administración de Roca fue la que menos utilizó la intervención federal de todas las presidencias

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administración de Daza la cual no fue del total agrado del Presidente. En San Juan, la rivalidad intrapartidaria

desencadenó incidentes sangrientos luego de los cuales la provincia también pasó a la órbita de influencia de

los juaristas. Tucumán terminó votando por los opositores a nivel nacional y, a nivel local, la injerencia de

Roca de lograr un acuerdo con los juaristas probó tener corta vida ya que la provincia fue intervenida en 1887

y pasó a manos de Juárez. En Buenos Aires, los tímidos intentos de minar la base política de Rocha con la

organización de un partido autonomista leal al Presidente, resultaron infructuosos. En La Rioja, Roca fue el

garante de un acuerdo provincial entre facciones provinciales pero uno de los principales miembros del

acuerdo (Francisco Bustos) era hombre de Juárez.

No obstante, sería un error evaluar el grado de éxito de la política de Roca en las provincias (así

como el rol del PAN en dicha política), como el resultado de la suma de las distintas situaciones provinciales.

Fue la política nacional del nuevo gobierno, sus fines y sus medios, la que en gran medida dictó el curso de

acción del Presidente en su relación con la política provincial y el éxito de esta última sólo puede medirse en

relación con los objetivos establecidos en la primera. Como hemos analizado en otra ocasión el gobierno de

Roca se presentaba al país como la administración de paz y orden, el gobierno (y el partido de gobierno) que

finalmente había logrado dejar atrás las épocas de anarquía y revoluciones y comenzar una nueva era de la

Argentina moderna.72 Según la retórica oficial, Roca y el PAN habían resuelto el último problema de la

nacionalidad argentina con la federalización de Buenos Aires, habían cambiado los hábitos políticos y habían

hecho de la paz “sol que madura los frutos del oro del progreso”, 73 el bien más preciado de la nueva etapa.

Una y otra vez el periódico del partido se vanagloriaba de que este tan preciado bien era ahora inconmovible y

que, a diferencia de antaño, las elecciones en las provincias se llevaban a cabo en forma tranquila.74

Dentro de esta política nacional, uno de los principales roles del PAN era el mantener la paz. Para

ello el PAN era el canal a través del cual las transacciones eran acordadas. Unicamente en momentos en que

estas transacciones fallaban, se llegaba a utilizar mecanismos extremos como la intervención federal o el

amparo a una revolución. Pero un partido oficial que se autodefinía de orden y un Presidente que había hecho

de la instauración del orden a nivel nacional uno de los objetivos principales de su administración,

escasamente podía permitir convulsiones en las provincias. “Es necesario conservar la unidad del partido en

todas partes para conservar la paz y tranquilidad de la República” eran las palabras que Roca dirigía a Juárez

Celman en 1882.75 Mantener el partido unido y la paz en las provincias eran, por lo tanto, objetivos

primordiales del Presidente. Para lograrlos muchas veces tuvo que renunciar a que una provincia salga de su

influencia directa para caer en la de Juárez (Entre Ríos, San Juan, La Rioja y Córdoba); renunciar a revertir

una situación adversa (Buenos Aires, Tucumán) o resignarse a disolver una agrupación provincial autónoma

(Santa Fe). Los objetivos de la política nacional, por lo tanto, limitaban el accionar del Presidente en cuanto a

comprendidas entre 1880 y 1922. Botana, El orden conservador, p.128. 72 Alonso “En la primavera de la historia”. 73 LTN, 3 de mayo de 1882 74 Véase, por ejemplo, LTN, 22 de diciembre de 1881; 3 de mayo de 1882; 21 de julio de 1882; 5 de octubre de 1885. 75 Archivo Juárez Celman, J.A. Roca a Juárez Celman, 12 de octubre de 1882,leg.11.

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la política provincial pero, al mismo tiempo, eran esos mismos límites hacia la política provincial los que

hacían posible el éxito de la política nacional.