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UNIVERSIDAD DE M¡;xICO _
El origen del español de América
ROBERTO GARCíA JURADO
Apesar de que la lengua que se habla en la
mayor parte de América Latina, el espa
ñol, es una herencia directa de España,
se pueden observar diferencias notables en la
fonética, el léxico y aun la morfología de cada
uno de los dialectos hispanoamericanos. Estas
diferencias son a tal grado evidentes que una
gran cantidad de hispanohablantes de esta re
gión pueden identificar con una relativa facili
dad a un argentino, colombiano, cubano o
mexicano tan sólo al escucharlo hablar. Más
aún, no sólo los dialectos del español ameri
cano son diferentes enrre sí, sino que también
todos ellos son distintos del español de España:
la mayor parte de los hispanohablantes ame
ricanos distingue con claridad a un español
cuando lo escucha hablar.
Sobre la formación y peculiaridades del
español americano existe ya una abundante
y rica litetatura, la cual nunca será suficiente
debido a la amplitud y complejidad del tema.
Además, ttatándose de una lengua viva, su
evolución y transformación darán siempre
motivos para el estudio y análisis. El libro de
John M. Lipski, ElespañoldeAmérica, se suma
a esa larga lista de textos sobre este polémico
e inagotable tema. La atención de este estudio
se dirige sobre todo a dos cuestiones funda
mentales: el análisis de la formación del espa
ñol americano y el estudio de los diferentes
dialectos del español que existen en el con
tinente. De hecho, ésa es la estructura delli
bro de Lipski: la primera parte se dedica al
examen de los aspectos generales del español
americano y la segunda se ocupa específica
mente de las características distintivas del es
pañol de cada uno de esos países.
Lipski realiza un amplio recuento de los
factores más relevantes que influyeron en la
constitución del español americano; sin em
bargo, debido al grado de atención que han
merecido enrre los estudiosos e investigadores
del tema, resulta pertinente destacar los rres
más importantes: el primero está constituido
propiamente por la herencia lingüística que
América recibió de España; el segundo con-
sisre en la conrribución de las lenguas indígenas
a la formación de los dialectos hispanoameri
canos; y el tercero se refiere a la influencia de laslenguas africanas en el español americano.
Por lo que respecta a la herencia lingüís
tica que recibió América, es probable que el
tema más polémico y tecurrente en el análisis
del español americano sea su andalucismo, es
decir, sus similitudes y conexiones con el espa
ñol que se habla en Andalucía.
Para comprender mejor esta polémica
será conveniente recordar que la formación
de la lengua española es el producto de una
lenta evolución que arranca desde la Edad Me
dia. En esa época la península ibérica estaba
dividida en varios reinos, cada uno de los cua
les usaba su propio dialecto, el cual se había
formado a partir de la interacción entre ella
tín y las lenguas existentes hasta antes de la
conquista romana. Se constituyó así un mosai
co de dialectos iberorromances que evolucio
naron y fueron adquiriendo un mayor grado
de diferenciación debido, enrre otras cosas, a
las sucesivas influencias lingüísticas aparejadas
a la invasión de los visigodos primero y de los
árabes después. Así, hacia el siglo x, podían
distinguirse con claridad dialectos como el cas
tellano, el leonés, el aragonés, el mozárabe,
etcéteta.
La expansión territorial que Castilla ex
perimentó en los siglos Xl y Xli a expensas de
Asturias-León en el oeste y de Navarra-Aragón
en el este permitió paralelamente la difusión
del dialecto castellano, que hasta entonces ha
bía estado confinado a un reducido espacio
en el norre de la península. Durante los siglos
posteriores el castellano fue ampliando su área
de influencia hacia el sur, siguiendo la ruta de
la reconquista cristiana sobre los debilitados
reinos musulmanes. Este proceso tuvO su des
enlace en 1492, al caer el reino taifa de Gra
nada, último reducto de los musulmanes en
la península.
La influencia de la lengua y en general
de la cultura árabe en España fue fundamen
tal. A tal grado es considerable este influjo, que
• 106 •
el español conserva alrededor de cuarro mil
vocablos de origen árabe. Además, a pesar de
que el castellano se expandió por todo el sur
de España, el dialecto resultante que subsiste en
Andalucía tiene una notable influencia del mo
zárabe, es decir, el dialecto español que existía
en los dominios ibéricos musulmanes y que
coexistió con la lengua y la cultura árabe por un
periodo prolongado. De = manera, al inicio
de la era modema, el castellano se había sobre
puesto con cierto grado de fortaleza sobre el
resto de los dialectos iberorromances, pero persistieron sensibles djferencias regionales que
aún se aprecian en la actualidad.
Desde eI siglo XVII y XVIII se tuvO con
ciencia de las similitudes que existían entre
el español hablado en América y el espafiol de
Andalucía, es decir, el dialecto andalU2. Tan
to en Andalucía como en América. sobre to
do en las coscas, se presentan fenómenos como
el ytlsmo (la desaparición de! sonido de la e/ky su sustitución p r el de la y); el eseo (la de
saparición del sonjdo de la l: Y u ustÍrución
por e! de la s); la debilita ión de I conso
nantes final ,sobre rod de la s: la piración
de la r: y el uso de ustedes en va. de /lOsotrOs.Pero a pesar de percibir I coinciden
cias, no es sino h. ta el i lo uando e for
mula con claridad la leoría del andalu . mo del
espafiol americano. e manera i imultánea
se publicaron d trabaj que se referían e te
mismo asunto, aunque de de po ici nes en
contradas. Por una parte, Max Leopold Wagner
daba a conocer en 1920 u ensayo El españold~Amirica y ellatln /lulgar, donde proponía
que el español de América era una herencia
lingüística directa del dialecto andaluz.; por orra
parte, sin conocer el trabajo de Wagner, Pe
dro Henrlquez Urefía publicaba en 1921 su
ensayo Observaciones sob" el español tÚ Amirica, en el que reconocía las grandes similitudes
enrre e! español de Andalucía y el de América,
pero las explicaba en base a un desarrollo pa
ralelo e independiente, negando la influencia
directa de ese dialecto ibérico en América.
La reoría del andalucismo del español
americano se sosrenía sobre rodo en la idea de
que la mayor parte de los primeros coloniza
dores españoles eran precisamente andalu
ces. Para refutar esa tesis, Henríquez Ureña exa
minó los datos que tenía a su disposición sobre
los primeros migrantes y encontró que tan sólo
cuarenta por ciento procedía de Andaluda, con
lo que invalidaba tal hipótesis. Así, desde enton
ces se desató una intensa polémica que se ha
convertido en un tópico ineludible para todo
aquel que se acerque a este tema.
En la actualidad, la mayor pane de losespecialistas se inclina por la teoría andalu
cista, inclusive el propio Lipski. Para que estapolémica se haya inclinado en tal sentido hansido determinantes dos contribuciones: la pri
mera de ellas está constituida por los trabajosde Peter Boyd-Bowman, en los cuales realizó
una recopilación y examen más rigurosos de lasinformación sobre los primeros colonizadores.Esos trabajos suelen tomarse como el análisisdefinitivo de esta cuestión, quedando demos
trado el predominio de los andaluces en el prin
cipio de la colonización.La segunda contribución relevante es el
ensayo de Guillermo Guitarte Cuervo, Henrl-
quez Ureña y la polémica sobre elandalucismotÚ América. En él se expone cómo Henríquez
Ureña interpreta incorrectamente al prestigiado lingüista Rufino José Cuervo, haciéndolo aparecer como antiandalucista y atrayendosu autoridad intelectual hacia esa tesis. Gui
rarte señala que Cuervo no era andalucista ni
contrario a esta idea, puesto que en sus traba
jos no existen elementos suficientemente ex
plícitos como para ubicarlo en una u otra posi
ción. Además, explica que un examen más
amplio de la obra de Henríquez Ureña permite identificar las razones que lo impulsaron
al antiandalucismo, las cuales, por cierro, son
ajenas al terreno lingüístico: para Guitarre,
Henríquez Ureña se apasionó siempre por afu-
UNIVERSIDAD DE M~xlco
mar la originalidad de la cultura latinoameri
cana; era necesario darle a Hispanoaméricauna identidad propia, separada de la España,
pues sólo así tendría su propio sitio dentro delmundo cultural moderno. Por esa razón, nole complacía en lo más mínimo aceprar que
una gran parte de los rasgos fonéticos del español americano fueran herencia directa de Es
paña, propiamente de Andalucía.La intensidad y alcance que adquirió
esta polémica hicieron que se perdieran devista una serie de consideraciones que Lipski
rescata. En primer lugar, se debe destacar quela influencia andaluza se percibe con mayor
claridad en las tierras bajas americanas, esto es,
en las regiones costeras. Las tierras altas, al in
terior del continente, si bien muestran cienosrasgos andaluces, tienen además una influencia notable del resto de los dialectos ibéricos,
al grado de haber adquirido un perfil nuevoy diferente. Asimismo, es necesario puntua
lizar que el estrecho contacto entre la corre
de la Corona española y las capitales adminis
trativas de las colonias americanas propicia
ron que éstas se vieran mayormente influidas
por el habla de la corre, el castellano.
En segundo lugar, es conveniente consi
derar que hacia el final del periodo que estudia
Boyd-Bowrnan la proporción de emigrantes andaluces comienza a declinar ante el incremen
to de los castellanos. Esto significa que a pesar
• lO? •
de que las colonias tenían ya un sustrato an
daluz, no puede ignorarse la influencia de lanueva ronformación etnográfica.
En tercer lugar, debe advertirse que unacantidad indeterminada de esos primeros emi
grantes pudieron haber sido registrados comoandaluces sin serlo realmente. Es decir, al pre
guntárseles por su lugar de residencia muchosde esos emigrantes daban el nombre de algún
pueno o ciudad andaluza, Sevilla en una grancantidad de casos, debido a que antes de embarcarse para el nuevo mundo habían residido
por un tiempo en ese sitio. Esto significa queno todos los que quedaron registrados comoandaluces lo eran realmente, aunque también
es necesario reconocer que debido a esa estancia en Andalucía
pudieron haber adquirido cienos
rasgos de ese dialecto.
Todas estas consideracionesdeben tomarse en cuenta para no
postular una correspondencia directa entre el dialecto andaluz yel americano, como pareciera sugerirlo el concepto del españolatlántico, mediante el cual Rafuel Lapesa engloba en una solacategoría el dialecto de Andalucía, las Islas Canarias e Hispano
américa, separando en dos grandes bloques -elespañolatlánticoy elespañolcastel1a1W-Io que en
realidad es un conjunto muchomás diverso y complejo.
Los procesos de conquista,colonización y mezcla entre distintas culturas producen siempreresultados lu'bridos, dotados mu
chas veces de una personalidad
propia e independiente de los fac-tores que les dieron origen. La
lengua, romo parte de la cultura, experimen
ta el mismo fenómeno.En lingüística se usa el término 'sustra
to' para referirse a la influencia que una lengua preexistente ejerce en una lengua que sele sobrepone. Esta metáfora geológica ilustrala dificultad para eliminar absoluta y termi
nantemente los vestigios de una lengua al con
quistarse un territorio determinado, que escomo normalmente se superpone una len
gua a otra, es decir, por conquista y coloniza
ción, ya que en la historia de la humanidad
ésa ha sido la manera más socorrida para la sus
titución de una lengua por otra.Obviamente, el grado de influencia del
sustrato en la lengua sobrepuesta varía en un
amplio rango, desde el nivel mínimo en el
cual sólo logran sobrevivir unos cuantos to
pónimos, hasta el grado en que se realiza un
verdadero amalgamiento entre las lenguas.
Ésta es la segunda característica relevan
te del espafiol americano, el cual ha adquiri
do su peculiaridad y diferenciación interna y
frente a Espafia debido en buena medida a la
influencia que sobre el espafiol ejercieron las
lenguas indígenas.
Henríquez Ureña, como gran promo
tor de los estudios lingüísticos en Hispano
américa, desató también en este tópico una
conocida polénúca, mucho menos intensa que
la anterior, pero no de menor significación y
contribución para el análisis del espafiol ame
ricano. Para Henríquez Ureña la geografía
lingüística de Hispanoamérica podía dividir
se en cinco grandes wnas dialectales: 1) Méxi
co, sur-sudoeste de Estados Unidos y América
Cenual, 2) las Antillas (Cuba, Puerto Rico y
República Dominicana), el norte de Colom
bia y la costa de Venezuela; 3) Ecuador, Perú,
Bolivia, la región andina de Venezuela y la
costa occidental de Colombia, 4)el centro y sur
de Chile, y 5)Argentina, Uruguay y Paraguay.
Esta clasificación otorga una importan
cia determinante al sustrato lingüístico, pues
cada una de las wnas corresponde a la región
donde se asentaban las lenguas indígenas más
imponantes: 1) náhuad, 2) lucayo, 3) quechua,
4) araucano y 5) guaraní. Actualmente, muy
pocos se atreverían a defender una clasificación
como ésta: muy difícilmente se pueden englo
bar en una wna lingüística todas las regiones
de México y mucho menos sumarle América
Cenual y el sur-sudoeste de Estados Unidos;
como también es muy discutible reunir en una
sola wna a Paraguay, Uruguay y Argentina.
El mismo Henríquez Ureña reconocía que su
clasificación se basaba sobre todo en el léxico,
puesto que en términos fonéticos resulta más
difícil una agrupación de este tipo.Cienarnente, muy pocos lingüistas sos
tendrían íntegramente la clasificación de Hen
ríquez Ureña; sin embargo, su propuesta des
pertó un mayor interés en esta cuestión y
ahora se dispone de mayor información al
respecto, lo cual ha permitido a distintos in
vestigadores ensayar orras clasificaciones más
precisas.Lipski cita como ejemplo la clasifica
ción dialectal que realizó José Pedro Rona, en
la cual identificó veintidós wnas dialectales;
no obstante, el tipo de variables que consi
deró se refieren principalmente a los rasgos
del espafiol rioplatense, por lo que su clasifi-
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cación describe muy bien esa wna, pero poco
ayuda para clasificar el resto del continente.
En fin, a pesar de que existen otras cla
sificaciones, Lipski opta por indicar que en
Hispanoamérica es prácticamente imposi
ble definir de forma precisa wnas dialectales;
considera que es más conveniente identificar
las isoglosas dialectales con base en rasgos fo
néticos, léxicos o morfológicos individuales, lo
cual cienamente permite una mayor precisión,
sin embargo, no considera que una clasifica
ción de tales características multiplica descomu
nalmente los tipos y géneros, al grado de dejar
de ser realmente una clasificación. En ese sen
tido, es conveniente insistir, como lo hacen
muchos de los lingüistas que se ocupan del
tema, en que es necesario emprender la reali
zación de un adas lingüístico hispanoameri
cano, tarea que por sus proporciones resulta
titánica, pero necesaria.
La tercera fuente del espafiol americano
fueron las lenguas africanas que por medio de
los esclavos negros pasaron a América. Por el
tipo de colonización y explotación de las colo
nias americanas por parte de la Corona espafio
la, la población negra se asentÓ sobre todo en lasregiones costeras adánticas del continente, ra
zón por la cual en esos sitios es donde más clara
mente pueden percibirse sus rasgos.
Las culturas africanas influyeron en una
gran cantidad de aspectos en la cultura his
panoamericana: la música, la danza y la comi
da suelen ser ejemplos paradigmáticos. Las
aportaciones lingüísticas son de más difícil
precisión.
A pesar de la importancia demográfica
que representó la población de extracción afri
cana, debido a la heterogeneidad de las lenguas
que hay en ese continente y de su consecuen
te dispersión en América, resultó mucho más
difícil introducir variaciones lingüísticas cons
tantes y sólidas en el espafiol americano.
Ciertamente existen palabras como banana, drogue, gandul, marimba o mucama de
origen africano, pero la lista no parece ser pro
porcional a la representación demográfica delos africanos. Además, todavía es más difícil
establecer influencias fonéticas, pues muchas
de las características que tradicionalmente se
han atribuido a los hispanoamericanos negros
(la reducción o desaparición de s, r y ¡al final
de la palabra, la conversión de d intervocálica
en r, o la sustitución de eh y y por fi) en mu
chos casos parecen ser más bien rasgos regi,o
nales o sociales de ciertos grupos hispanoamericanos que una conexión con las lenguas
africanas.
• 108 •
La discriminación social que sufrieron
los africanos y su consecuente exclusión de los
modelos culturales dominantes contribuyeron
a sofocar la influencia de sus lenguas en el es
pafiol americano. No obstante. en la actualidadpersisten ciertos reductos lingüísticos afrohis
pánicos en Cuba, Puerto Rico. República Do
minicana. Panamá, Colombia y Venezuela.
La segunda parte dd libro de Lipski pre
senta ciertos problemas. En esta sección Lipski
realiza una somera descripción de los prin
cipales rasgos fonéticos, léxicos y morfoló
gicos de los dialectos que corresponden a
cada país. Él mismo se encarga de recalcar
que las fronteras nacionales no corresponden
a las fronteras lingüísticas; no obstante, la se
paración por países permile guiarse con cier
to orden.
La descripción que realiza de los dialec
tos existentes en cada país puede ser muy útil
para una visión general; in embargo, tal vez
no baste para quien desee profundizar en el
tema. De hecho, es humanamente impo ible
que el mismo Lep ki e acerque lo suficiente
a cada uno de los dialeCtO hi pan ameri
canos, aunque por us trabajo previo resul·
ta evidente que conoce muy bien lo usadoen América entra! y la región andina, pero
su grado de familiaridad con el r 1 del con
tinente quizá no sea tan vast . Por tal motivo.
para acercarse a los demá dialectO e (Uva
que valer de otrOS autores, los cuales egura
mente siguieron una metodologla di tinta y
tal vez incongruente con la suya. Eslo resulta
notorio al examinar d capitulo obre México, en el que al tratar de los mcúcanismos léxi
cos se incurre en errores evidentes para los que
hablan este dialecto, al menos para los que re
siden en la Ciudad de México: de acuerdo con
la información de Lipski bo/ilúJ significa "ex
tranjero caucasiano", naco equivale a "chillón,
de mal gusto, pretencioso", y escribe ehinaryehinadera donde seguramente debla decir chin
gar y chingadera.Es muy probable que este tipo de erro
res puedan detectarlos fácilmente los hablantes de los diferentes dialectos americanos en
su caso propio, y tal vez puedan excusarse de
bido a la proporción de la tarea y la comple
jidad del tema, pero, en todo caso, son fallas
que bien podrían reducirse a través de un adas
lingüístico hispanoamericano.•
John M. Lipski: El ~spañol tÚ Amtrica, Cá
tedra, Madrid, 1996. 446 pp.