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1 EL MALTRATO ENTRE IGUALES: DEFINICIÓN, PREVALENCIA, CONSECUENCIAS, IDENTIFICACIÓN E INTERVENCIÓN Maite Garaigordobil Landazabal Catedrática de Evaluación Psicológica Dpto. Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco. Avda de Tolosa 70. 20018 Donostia-San Sebastián. Tfno: 943 - 015634; Fax: 943 - 015670 E-mail: [email protected] http://www.sc.ehu.es/garaigordobil 1. DEFINICIÓN, CARACTERÍSTICAS Y TIPOS DE BULLYING La palabra bullying deriva de la inglesa bully que literalmente significa matón o bravucón; son términos aceptados y utilizados en la comunidad científica internacional que hacen referencia a un fenómeno específico, con ello se evita la confusión terminológica; además se han popularizado tanto que ya son de uso cotidiano. Actualmente se observa un uso indistinto de términos como: acoso escolar, maltrato entre iguales, violencia entre iguales… La definición más aceptada y usada es la formulada por Olweus (1999): “Decimos que un estudiante está siendo intimidado cuando otro estudiante o grupo de estudiantes: dice cosas mezquinas o desagradables, se ríe de él o ella o le llama por nombres molestos o hirientes. Le ignora completamente, le excluye de su grupo de amigos o le retira de actividades a propósito. Golpea, patea y empuja, o le amenaza. Cuenta mentiras o falsos rumores sobre él o ella, le envía notas hirientes y trata de convencer a los demás para que no se relacionen con él o ella. Y cosas como esas. Estas cosas ocurren frecuentemente y es difícil para el estudiante que está siendo intimidado defenderse por sí mismo. También es bullying cuando un estudiante está siendo molestado repetidamente de forma negativa y dañina. Pero no lo podemos llamar bullying cuando alguien se mete con otro de forma amistosa o como en un juego. Tampoco es bullying cuando dos estudiantes de la misma fuerza discuten o pelean”. Ortega (1994), realiza una definición en la que acentúa el factor contextual del fenómeno como “Una situación social en la que uno o varios escolares toman como objeto de su actuación injustamente agresiva a otro compañero y lo someten, por tiempo prolongado, a agresiones físicas, burlas, hostigamiento, amenaza, aislamiento social o exclusión social, aprovechándose de su inseguridad, miedo o dificultades personales para pedir ayuda o defenderse”. Para esta investigadora, el bullying es un fenómeno de agresividad injustificada que cursa con mayor o menor nivel de gravedad, pero siempre es violento porque pervierte el orden esperable de relaciones sociales; lo que hemos llamado la reciprocidad moral esperable entre iguales. Es un juego perverso de dominio-sumisión que cuando se mantiene de forma prolongada da lugar a procesos de victimización, con lo que ello significa de deterioro psicológico de la personalidad de la víctima y de deterioro moral del agresor. Algunos autores han distinguido distintos niveles en la victimización. Rigby (1996) diferencia entre maltrato maligno y maltrato no deliberado. El primero, que puede considerarse el ejemplo más extremo del fenómeno, consiste en una agresión intimidatoria que busca conscientemente hacer daño a otro, es decir, una explotación deliberada de una diferencia de poder. El maltrato no deliberado, por indiferencia o negligencia, puede darse con fines incluso pedagógicos, pero la víctima se siente igualmente sometida y sin defensa. Los elementos del maltrato maligno (prototipo de maltrato) presentes ya en la definición formulada por Olweus (1999) son los siguientes: a) deseo inicial obsesivo y no inhibido de infligir daño, dirigido contra alguien indefenso; b) el deseo se materializa en una acción; c) alguien resulta dañado, la intensidad y la gravedad del daño dependen de la vulnerabilidad de las personas; d) el maltrato se dirige contra alguien menos poderoso, bien

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EL MALTRATO ENTRE IGUALES: DEFINICIÓN, PREVALENCIA, CONSECUENCIAS, IDENTIFICACIÓN E INTERVENCIÓN

Maite Garaigordobil Landazabal

Catedrática de Evaluación Psicológica Dpto. Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos.

Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco. Avda de Tolosa 70. 20018 Donostia-San Sebastián.

Tfno: 943 - 015634; Fax: 943 - 015670 E-mail: [email protected] http://www.sc.ehu.es/garaigordobil

1. DEFINICIÓN, CARACTERÍSTICAS Y TIPOS DE BULLYING

La palabra bullying deriva de la inglesa bully que literalmente significa matón o bravucón; son términos aceptados y utilizados en la comunidad científica internacional que hacen referencia a un fenómeno específico, con ello se evita la confusión terminológica; además se han popularizado tanto que ya son de uso cotidiano. Actualmente se observa un uso indistinto de términos como: acoso escolar, maltrato entre iguales, violencia entre iguales…

La definición más aceptada y usada es la formulada por Olweus (1999): “Decimos que un estudiante está siendo intimidado cuando otro estudiante o grupo de estudiantes: dice cosas mezquinas o desagradables, se ríe de él o ella o le llama por nombres molestos o hirientes. Le ignora completamente, le excluye de su grupo de amigos o le retira de actividades a propósito. Golpea, patea y empuja, o le amenaza. Cuenta mentiras o falsos rumores sobre él o ella, le envía notas hirientes y trata de convencer a los demás para que no se relacionen con él o ella. Y cosas como esas. Estas cosas ocurren frecuentemente y es difícil para el estudiante que está siendo intimidado defenderse por sí mismo. También es bullying cuando un estudiante está siendo molestado repetidamente de forma negativa y dañina. Pero no lo podemos llamar bullying cuando alguien se mete con otro de forma amistosa o como en un juego. Tampoco es bullying cuando dos estudiantes de la misma fuerza discuten o pelean”.

Ortega (1994), realiza una definición en la que acentúa el factor contextual del fenómeno como “Una situación social en la que uno o varios escolares toman como objeto de su actuación injustamente agresiva a otro compañero y lo someten, por tiempo prolongado, a agresiones físicas, burlas, hostigamiento, amenaza, aislamiento social o exclusión social, aprovechándose de su inseguridad, miedo o dificultades personales para pedir ayuda o defenderse”. Para esta investigadora, el bullying es un fenómeno de agresividad injustificada que cursa con mayor o menor nivel de gravedad, pero siempre es violento porque pervierte el orden esperable de relaciones sociales; lo que hemos llamado la reciprocidad moral esperable entre iguales. Es un juego perverso de dominio-sumisión que cuando se mantiene de forma prolongada da lugar a procesos de victimización, con lo que ello significa de deterioro psicológico de la personalidad de la víctima y de deterioro moral del agresor.

Algunos autores han distinguido distintos niveles en la victimización. Rigby (1996) diferencia entre maltrato maligno y maltrato no deliberado. El primero, que puede considerarse el ejemplo más extremo del fenómeno, consiste en una agresión intimidatoria que busca conscientemente hacer daño a otro, es decir, una explotación deliberada de una diferencia de poder. El maltrato no deliberado, por indiferencia o negligencia, puede darse con fines incluso pedagógicos, pero la víctima se siente igualmente sometida y sin defensa. Los elementos del maltrato maligno (prototipo de maltrato) presentes ya en la definición formulada por Olweus (1999) son los siguientes: a) deseo inicial obsesivo y no inhibido de infligir daño, dirigido contra alguien indefenso; b) el deseo se materializa en una acción; c) alguien resulta dañado, la intensidad y la gravedad del daño dependen de la vulnerabilidad de las personas; d) el maltrato se dirige contra alguien menos poderoso, bien

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sea porque existe desigualdad física o psicológica entre víctimas y actores, o bien porque estos últimos actúan en grupo; e) el maltrato carece de justificación; f) tiene lugar de modo reiterado, esta expectativa de repetición interminable por parte de la víctima es lo que le da su naturaleza opresiva y temible, y g) se produce con placer manifiesto, el agresor disfruta con la sumisión del débil.

Díaz-Aguado (1996), señala que el bullying está relacionado con una violencia en la que concurren 4 características: a) es variada, puede implicar a diversos tipos de conductas tales como burlas, amenazas, intimidaciones, agresiones físicas, aislamiento sistemático, insultos, etc.; b) es prolongada en el tiempo (no esporádica) y se produce en contextos en los que el agresor y agredido se ven obligados a convivir, como por ejemplo en la escuela; c) es provocada por un individuo o grupo de individuos contra los que la víctima se siente indefensa, en inferioridad de condiciones; y d) es un fenómeno que frecuentemente se mantiene debido a la ignorancia o pasividad de quienes rodean a víctimas y agresores.

El término maltrato entre escolares según Cerezo (1998) se conoce, internacionalmente, con el nombre de fenómeno bullying. Es una forma de conducta agresiva, intencionada y perjudicial, cuyos protagonistas son jóvenes escolares. No se trata de un episodio esporádico, sino persistente, que puede durar semanas, meses e incluso años. La mayoría de las agresores o bullies actúan movidos por un abuso de poder y un deseo de intimidar y dominar. Un rasgo específico de estas relaciones es que el alumno o grupo de ellos que se las da de bravucón trata de forma tiránica a un compañero, al que hostiga, oprime y atemoriza repetidamente, y al que atormenta hasta convertirlo en su víctima habitual. El fenómeno bullying puede definirse como la violencia mantenida, mental o física, guiada por un individuo o por un grupo y dirigida contra otro individuo que no es capaz de defenderse a sí mismo en esa situación, y que se desarrolla en el ámbito escolar.

Según Avilés (2003) cuando hablamos de bullying nos estamos refiriendo a casos como el de un adolescente que rehúsa ir al colegio sin motivo aparente. Finge todo tipo de dolencias que justifiquen ante sus padres la no asistencia antes que declarar que está siendo víctima de un bully o grupo de compañeros que le hace la vida imposible. El caso del adolescente que sobrelleva el papel que le ha asignado el grupo de matones dominante en la clase y que sistemáticamente es mofado, insultado, humillado y puesto en ridículo delante de todos sus compañeros que comparten esa situación de forma táctica. Nos estamos refiriendo a adolescentes que son objeto de chantajes económicos por parte de un grupo de compañeros que les obligan a actuar así, si no quieren sufrir males mayores. También nos referimos cuando hablamos de bullying a las situaciones de convención tácita para hacer el vacío y aislar a un compañero de forma rotunda y severa. Igualmente consideramos conductas reiteradas de insultos, agresiones físicas recurrentes, humillaciones públicas, tareas forzadas, rechazos explícitos a que son sometidos algunos de nuestros escolares por parte de alguno o algunos de sus compañeros y de los que no pueden defenderse por sus propios medios.

Sanmartín (2005a) distingue entre violencia y acoso escolar. Señala que la violencia escolar es cualquier comportamiento dañino que ocurre en el aula, en los alrededores de los centros escolares o en las actividades extraescolares, pero que este comportamiento suele ser ocasional y en cierta manera “normal”. Para este autor, el acoso escolar es otra cosa, es una forma de violencia escolar extrema, persistente, sistemática, opresiva, intimidatoria y en quien la padece suele causar exclusión social y un gran número de consecuencias negativas, esta es la violencia escolar verdaderamente peligrosa.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002) bullying es violencia, con todas sus formas y características, por lo tanto a la hora de titular esta obra, hemos seguido este criterio, utilizando el término violencia entre iguales en la escuela. En síntesis, podemos considerar que el bullying es “una forma específica de violencia escolar entre iguales continuada, en el que uno o varios agresores con mayor poder e intencionalidad de causar dolor tienen sometido con violencia a un compañero de colegio (víctima) que es más débil; engloba todo tipo de actos violentos (verbales o usando las nuevas tecnologías, físicos corporales, contra los objetos, sociales y psicológicos) e incluye conceptos como acoso, intimidación, maltrato y agresión”.

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En la misma dirección, Piñuel y Oñate (2005), definen el acoso escolar como “un continuado y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un niño por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objeto de someterlo, apocarlo, asustarlo, amenazarlo y que atentan contra la dignidad del niño”. Se caracteriza por la existencia de una o más conductas de hostigamiento, de maltrato repetido o frecuente que el niño espera sistemáticamente y de un proceso continuado en el tiempo. En el Estudio Cisneros X: Violencia y Acoso Escolar en España (Piñuel y Oñate, 2006a) diferencian dos partes: 1) El acoso (matonismo), que engloba a la violencia física (agresiones) y a la intimidación física (amenazas e intimidación), representando el 10% de los casos; y 2) La violencia psicológica, que engloba a la violencia verbal (hostigamiento verbal y coacciones) y a la violencia social (exclusión social, bloqueo social y manipulación social), representando el 90% de los casos.

Piñuel y Oñate (2006a) señalan varios fenómenos extraños típicos en el acoso escolar: 1) síndrome de negación de la institución (banalización y trivialización de la violencia), 2) error básico de atribución (la víctima es responsable de lo que ocurre), 3) proceso de victimización secundaria del acosado, introyección de la culpa (indefensión aprendida), 4) pacto de silencio y pacto de mutua indiferencia, y 5) mecanismos grupales de chivo expiatorio para restablecer el grupo y rehacer la unanimidad. Desde su punto de vista, el objetivo del acoso es intimidar, apocar, reducir, aplanar, amedrentar y consumir, emocional e intelectualmente a la víctima, con vistas a obtener algún resultado favorable para quienes acosan y a satisfacer la necesidad de agredir y destruir que suelen presentar los acosadores. En ocasiones el niño que acosa se rodea pronto de un gang o grupo de acosadores que se suman de manera masiva al comportamiento de hostigamiento. A pesar de que se utiliza el término bullying (matonismo) con profusión, lo cierto es que el maltrato físico y las agresiones físicas no dejan de ser sino una parte pequeña del total de conductas de hostigamiento y acoso, y además la que menos daños psicológicos produce en los acosados.

Los tres criterios diagnósticos más comúnmente aceptados por los investigadores europeos, que sirven para dilucidar si estamos o no ante casos de acoso escolar son: 1) La existencia de una o más de las conductas de hostigamiento internacionalmente reconocidas como tales; 2) La repetición de la conducta que ha de ser evaluada por quien la padece como no meramente incidental, sino como parte de algo que le espera sistemáticamente en el entorno escolar en la relación con aquellos que le acosan; y 3) La duración en el tiempo, con el establecimiento de un proceso que va a ir minando la resistencia del niño y afectando significativamente a todos los órdenes de su vida (académico, afectivo, emocional, familiar). La concurrencia de estas tres características acredita la existencia de un niño sometido a un cuadro de acoso psicológico en la escuela o acoso escolar.

El acoso escolar se manifiesta por un comportamiento de persecución y hostigamiento continuado y persistente que se materializa en 8 tipos de conductas: comportamientos de desprecio y ridiculización, coacciones, restricción de la comunicación y ninguneo; agresiones físicas, comportamientos de intimidación y amenaza; comportamientos de exclusión y de bloqueo social; comportamientos de maltrato y hostigamiento verbal y, robos, extorsiones, chantajes y deterioro de pertenencias. El diagnóstico de Acoso Escolar no queda establecido por la adscripción subjetiva del niño a sí mismo al grupo de personas que se consideran a si mismas acosadas, sino por la referencia del niño a conductas de maltrato que se producen contra él de manera frecuente o muy frecuente. El acoso escolar sigue habitualmente una secuencia típica de 5 fases: 1) incidentes críticos, 2) acoso y estigmatización del niño, 3) latencia y generación del daño psicológico, 4) manifestaciones somáticas y psicológicas graves, y 5) expulsión o autoexclusión de la víctima (Piñuel y Oñate, 2006a).

Profundizando en el constructo de maltrato, en un reciente trabajo Ortega y Mora-Merchan, (2008), subrayan que el abuso de poder, el hostigamiento, la intimidación y los injustos malos tratos verbales, físicos o relacionales, así como la exclusión social y los rumores dañinos, no son un comportamiento puntual ni una respuesta esporádica, sino una secuencia de acciones repetidas entre unos protagonistas, agresor/es y víctima, cuya relación persiste en el tiempo y desarrolla una determinada y conocida dinámica. No se trata de un ataque simple, ni de una pelea, sino de un proceso de desigual equilibrio en el igualitario y recíproco equilibrio de relaciones interpersonales esperables entre los que tienen, formalmente, un estatus social homólogo. Tampoco es el maltrato

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un conflicto, en el sentido de confrontación de intereses que define a éste. El conflicto, como cierto grado de expresión de la agresividad, es un fenómeno natural que emerge en la confluencia social de motivos e intereses humanos. No es esto, sin embargo, lo que ocurre en la intimidación, el acoso y el maltrato, así como en la activa exclusión o marginación social del otro, actitudes y comportamientos en las cuales la víctima es dominada física, psicológica o socialmente por su agresor, desarrollando una vulnerabilidad que la debilita en la medida en que el ataque se prolonga en el tiempo. Estos autores definen la dinámica de relación que florece en el maltrato injustificado de unos escolares hacia otros como un esquema dominio-sumisión en la medida en que de una u otra forma entre los protagonistas del maltrato (agresor-víctima) se despliega una suerte de hábito de prepotencia por parte del agresor y de impotencia en la respuesta de la víctima.

En la comunidad escolar suele surgir un debate respecto al lugar en que deben producirse las conductas de acoso entre iguales para ser consideradas como acoso escolar entre iguales o bullying, con esta cuestión se pretende aclarar y delimitar las responsabilidades que incumban al profesorado, a los padres u otros. Respecto a la ubicación, las definiciones no delimitan el espacio donde se producen las agresiones; ni el lugar ni los medios utilizados son determinantes a la hora de diagnosticar un caso de acoso escolar entre iguales. Ni siquiera es necesario el contacto directo entre víctima y agresor en un determinado espacio, como sucede con el CB (acoso indirecto y anónimo). Se puede producir tanto dentro como fuera del centro escolar, pero siempre las partes implicadas deben pertenecer al mismo centro escolar.

En síntesis, entre las características básicas del acoso escolar entre iguales o bullying, que han venido señalándose a lo largo de las investigaciones, se pueden mencionar las siguientes:

• Hay una víctima indefensa acosada por uno o varios agresores con intencionalidad

mantenida de hacer daño, existe crueldad por hacer sufrir conscientemente. • Hay una desigualdad de poder entre una víctima débil y uno o varios agresores más fuertes

física, psicológica o socialmente. Debe existir una desigualdad de poder, desequilibrio de fuerzas, entre el más fuerte y el más débil. No hay equilibrio en cuanto a posibilidades de defensa, ni equilibrio físico, social o psicológico. Es una situación desigual y de indefensión por parte de la víctima.

• La conducta violenta del agresor contra su víctima se produce con periodicidad, la relación dominio-sumisión ha de ser persistente a lo largo del tiempo. La agresión supone un dolor no sólo en el momento del ataque, sino de forma sostenida, ya que crea la expectativa en la víctima de poder ser el blanco de futuros ataques.

• El objetivo de la intimidación suele ser un solo alumno, aunque también pueden ser varios, pero este caso se da con mucha menos frecuencia. La intimidación se puede ejercer en solitario o en grupo, pero se intimida a sujetos concretos. Nunca se intimida al grupo.

La revisión de los estudios que han analizado este fenómeno permite distinguir 4 formas de

bullying:

• Físico: conductas agresivas directas dirigidas contra el cuerpo (pegar, empujar…) o conductas agresivas indirectas dirigidas contra la propiedad (robar, romper, ensuciar, esconder objetos…).

• Verbal: conductas verbales (insultos, motes, hablar mal de otros, calumnias, burlas...). • Social: conductas mediante las cuales se aísla al individuo del grupo (no se le deja participar

en juegos, se le margina, aísla, ignora…). • Psicológico: son las formas de acoso que corroen la autoestima, crean inseguridad y miedo.

No obstante, hay que tener en cuenta que todos los tipos o formas de bullying tienen un componente psicológico.

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2. PREVALENCIA DEL BULLYING

En primer lugar hay que decir que el maltrato entre iguales es un fenómeno general que se produce en todos los países en que se ha estudiado. Sin embargo, los datos de prevalencia no son homogéneos. Independientemente de que exista mayor o menor presencia del problema del maltrato y de sus diferentes formas en los distintos países europeos, los datos que hasta aquí se han estudiado, no son fácilmente comparables por varias razones. Además de utilizar, en muchos casos, cuestionarios diferentes, el procedimiento usado en las investigaciones, los cursos o grupos de edad estudiados, así como el diseño y el análisis estadístico de los datos, no permiten hacer comparaciones simples entre unos trabajos y otros. Sin embargo, sí aparecen una serie de tendencias generales referidas a variables, tales como el género, el curso escolar o la edad, los tipos de abusos más frecuentes y el lugar en que se producen, que merecen ser mencionadas y se presentan a continuación: • Por lo que respecta al género, los chicos siempre tienen mayor participación en los incidentes

de maltrato tanto en el papel de agresores como en el de víctimas. Las formas más usuales de abuso que llevan a cabo los chicos son la agresión verbal y la agresión física directa. Las chicas, por el contrario realizan y son víctimas de más agresiones indirectas, sean de carácter verbal o social como por ejemplo: hablar mal de otro o excluirle.

• Por lo que se refiere al curso escolar, los problemas de violencia disminuyen progresivamente a medida que avanzan los cursos y por tanto aumenta la edad. El momento de mayor prevalencia del problema se sitúa entre los 11 y los 14 años de edad, disminuyendo a partir de aquí.

• Las formas más comunes de maltrato son, en primer lugar, el de tipo verbal (insultos, motes), seguido por el abuso físico (peleas, golpes…) y el maltrato por aislamiento social (ignorar, rechazar, no dejar participar), aunque esta modalidad de maltrato no siempre ha sido indagada en los estudios revisados, ya que el estudio pionero de Olweus, modelo de la mayoría de estudios ulteriores, no la incluía. Los casos de amenazas con armas y acoso sexual son muy raros en todos los estudios.

• Finalmente, en lo que hace a los lugares donde tienen lugar los episodios de abuso, éstos varían dependiendo del curso en que se encuentren los estudiantes. Mientras que, en general, en los niveles de Educación Primaria el espacio de mayor riesgo es el recreo, en el nivel de Secundaria se diversifican los lugares de riesgo, incrementándose los índices de abusos en los pasillos y en las aulas.

• La violencia entre iguales en la escuela se produce en todo el mundo y en todas las clases sociales. Respecto a la frecuencia y gravedad de los casos, en los resultados de los diversos estudios realizados se observa que no hay diferencias destacables entre los distintos países. Revisando la literatura y las investigaciones realizadas y publicadas sobre el bullying

observamos que los estudios en los países del continente europeo han sido prolíficos y que se remontan desde principios de los años ochenta del siglo XX hasta nuestros días, también destacan los países americanos, junto a Australia, Nueva Zelanda y Japón. La prevalencia y las características que rodean a este fenómeno no varían mucho de un país a otro, allá donde hay una escuela con sus correspondientes alumnos seguro que en algún momento se desencadenan conductas de acoso entre iguales.

Como conclusión de los estudios realizados, y teniendo en cuenta la diversidad de instrumentos y métodos utilizados en las investigaciones citadas, se constata la dificultad de realizar un análisis comparativo de la prevalencia, aunque sí se pueden observar tendencias y características generalizadas. Todos los estudios, sin excepción, evidencian la existencia del acoso escolar entre iguales, por lo que se puede concluir que es una realidad en todos los centros escolares en el mundo. Los resultados de la revisión que hemos realizado nos permiten observar un porcentaje medio

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aproximado de victimización grave entre el 3% y el 10%, y porcentajes de estudiantes que sufren conductas violentas que oscilan entre un 20% y un 30%.

Las conclusiones más comunes suelen ser que la mayoría de los implicados son varones, el tipo de acoso más frecuente es el verbal y el lugar del colegio donde más agresiones se producen es el patio. El rango de edad de las investigaciones abarca desde los 6 hasta los 18 años. Además, la revisión llevada a cabo pone de relieve que cada año se realizan más estudios, muchos de ellos por encargo de las instituciones, lo que demuestra el interés social por el fenómeno del acoso escolar o bullying y la necesidad de poner en marcha estrategias de prevención e intervención. 3. CONSECUENCIAS DEL BULLYING PARA LAS VÍCTIMAS, LO S AGRESORES Y

LOS OBSERVADORES

La violencia entre iguales tiene consecuencias perniciosas para todos los implicados pero con distintos síntomas y niveles de sufrimiento. Aunque los efectos más acusados se muestran en la víctima, los agresores y los espectadores también son receptores de aprendizajes y hábitos negativos que influirán en su comportamiento actual y futuro. Todos los alumnos implicados en situaciones de maltrato, en cualquiera de los roles, están en mayor situación de riesgo de sufrir desajustes psicosociales y trastornos psicopatológicos en la adolescencia y en la vida adulta que los chicos y chicas no implicados. No hay duda de que la consecuencia más extrema del bullying es el suicidio o la muerte de la víctima y precisamente fue esto lo que impulsó la primera investigación, realizada en Noruega por Olweus a principios de la década de los setenta del pasado siglo. Este tipo de evento dramático ha servido para impulsar la investigación y la intervención institucional en muchas comunidades. Las consecuencias aunque no sean tan extremas sí afectan a la salud, a la calidad de vida, al bienestar y al correcto desarrollo de la persona.

Con la finalidad de analizar los datos disponibles, en un trabajo previo (Garaigordobil y Oñederra, 2010) se llevó a cabo una revisión de los estudios que han evidenciado las consecuencias del bullying para las víctimas, los observadores y los agresores. Una síntesis de los resultados se presenta en el Cuadro 1. Los lectores interesados en tener información detallada de los estudios pueden consultar la obra mencionada.

Cuadro 1. Consecuencias del bullying para las víctimas, los agresores y los espectadores

Víctimas Agresores Espectadores • Bajo rendimiento académico y fracaso

escolar • Rechazo a la escuela (suelen cambiar

de colegio). • Sentimientos de inseguridad, soledad,

infelicidad • Introversión, timidez, aislamiento

social • Baja popularidad y a veces

impopularidad • Baja autoestima • Carencia de asertividad • Baja inteligencia emocional • Sentimientos de culpabilidad • Alteraciones de la conducta y

conductas de evitación • Diversas somatizaciones y dolores

físicos • Insomnio, enuresis • Síndrome de estrés postraumático:

flashbacks • Ansiedad

• Bajo rendimiento académico y fracaso escolar

• Rechazo a la escuela • Muchas conductas antisociales • Dificultades para el

cumplimiento de normas • Relaciones sociales negativas • Nula capacidad de autocrítica • Falta de empatía • Falta de sentimiento de

culpabilidad • Crueldad e insensibilidad • Ira e impulsividad • Baja responsabilidad • Consumo de alcohol y drogas • En casos más extremos el

suicidio. • Persistencia de síntomas a

largo plazo y en edad adulta

• Miedo • Sumisión • Pérdida de empatía • Desensibilización ante el

dolor del prójimo • Insolidaridad • Interiorización de conductas

antisociales y delictivas para conseguir objetivos

• Sentimientos de culpabilidad • Persistencia de síntomas a

largo plazo y en edad adulta

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• Terror y pánico • Depresión: alteraciones del estado de

ánimo, como la tristeza e ideación de suicidio

• En casos más extremos el suicidio. • Persistencia de síntomas a largo plazo

y en edad adulta 4. PERFILES DE RIESGO PARA CONVERTIRSE EN VÍCTIMA O AGRESOR

Cada una de las partes implicadas en una conducta agresiva, tanto el agresor como la víctima,

parecen reunir un perfil o una serie de características personales que están asociadas con el mantenimiento de esas conductas. Muchas investigaciones se han centrado en identificar y analizar los perfiles y características que muestran las víctimas y los agresores con el objetivo de poder intervenir preventivamente con los alumnos y alumnas que presenten ciertos perfiles de riesgo, antes de que se impliquen en un problema de bullying. Los resultados de estos estudios permiten señalar algunas características que configuran los perfiles de riesgo de que un alumno o alumna se pueda convertir en víctima o en acosador. Perfil de riesgo de convertirse en víctima � Baja popularidad entre sus compañeros con los que no logra tener buenas relaciones y es

rechazado lo suficiente como para no recibir ayuda de ellos. � Sentimiento de culpabilidad, lo que le inhibe para poder comunicar su situación a los demás. � Sentimiento de soledad, marginación y rechazo. � Muchos miedos, el miedo como rasgo de la personalidad, lo que le hace tener una infancia y

adolescencia infeliz. Padecer angustia y ansiedad. � Temperamento débil y tímido. Falta de asertividad y seguridad. � Baja autoestima. � Tendencia a la depresión. � El estrés, la ansiedad, la angustia y el miedo pueden llegar a causarle ataques de pánico. � Tendencia a somatizar, puede fingir enfermedades e incluso provocarlas por su estado de estrés. � Aceptación pasiva de la frustración y el sufrimiento, carencia del deseo de confrotación,

competitividad, venganza o agresión. � Sobreprotección de la familia con carencia de habilidades para enfrentarse al mundo.

Dependencia emocional. � Gestos, postura corporal, falta de simpatía y dificultades para la interpretación del discurso entre

iguales son características que les posicionan en el punto de mira de los agresores. � Creencias irracionales como esperar a los “milagros”, al horóscopo o a la “varita mágica” para la

solución de los problemas. Perfil de riesgo de convertirse acosador � Goza de mayor popularidad y apoyo pero con sentimientos ambivalentes de respeto o miedo. � Temperamento impulsivo y agresivo, ira incontrolada. � Muchos proceden de hogares que se caracterizan por su alta agresividad, violencia y falta de

cariño entre la familia. � Tiene complejos con necesidad de autoafirmación. � Falta de normas y conductas claras y constantes en la familia que no le pone límites ni controla. � Tiene comportamientos agresivos con los miembros de la familia. � Carece del sentimiento de culpabilidad. � Falta de responsabilidad y tendencia a culpar a los demás. � No suele reconocer a la autoridad y transgrede las normas.

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� Mal estudiante y sin interés por los estudios, baja autoestima académica. � Necesidad de estar con compañeros y miedo a la soledad, pero las relaciones sociales las

interpreta en términos de poder-sumisión. � Consume alcohol y otras drogas.

Un reciente estudio (Cook, Williams, Guerra, Kim, y Sadek, 2010) que ha llevado a cabo un

meta-análisis sobre los perfiles de riesgo en el bullying durante la infancia y la adolescencia, ha evidenciado que:

� El perfil de los agresores se caracteriza por un comportamiento manifiesto o externo de carácter

disruptivo y desafiante, y también por problemas de carácter más interno como la presencia de actitudes negativas hacia las otras personas, una autopercepción negativa de sí mismo, déficit en las habilidades de solución de problemas y bajo rendimiento académico. Además, suelen provenir de una familia con conflictos en la que sus progenitores habitualmente tienen poco control sobre su hijo, el chico percibe que el clima de su escuela es negativo y suele dejarse influir negativamente por sus iguales.

� Las víctimas presentan alteraciones de carácter más interno, habitualmente presentan una baja autoestima, con actitudes y creencias sobre ellos mismos muy negativas, suelen presentar un déficit de las habilidades sociales y de resolución de problemas. En cuanto a su contexto social, también suelen provenir de un ambiente familiar y comunitario negativo y perciben el clima escolar de manera muy negativa, sufriendo claramente aislamiento social por parte de sus iguales.

� El perfil del que es víctima y agresor a la vez se caracteriza por la presencia tanto de alteraciones

de la conducta manifiesta como de carácter más interno. Tienen actitudes y creencias negativas sobre otras personas y sobre sí mismos. Suelen presentar un déficit de las habilidades sociales y de resolución de problemas, su rendimiento académico suele ser bajo, sufren aislamiento social y los iguales con los que se relacionan les influyen negativamente.

Pese a las características enunciadas previamente que pueden favorecer el convertirse en

víctima, sin embargo, hay que destacar que cualquiera puede llegar a ser víctima: un buen estudiante, con buen comportamiento, sociable, con buenas relaciones familiares... Y así mismo, pese a las características enunciadas que pueden favorecer el convertirse en agresor, sin embargo, cabe destacar que cualquiera se puede sumar al grupo del acosador para evitar ser víctima o marginado del grupo. Indicadores de observación para la identificación de víctimas y agresores

Con la finalidad de facilitar la observación, partiendo de una revisión previa (Garaigordobil y Oñederra, 2010), se ha elaborado una lista de conductas o indicadores de observación para identificar a las víctimas y a los agresores que se exponen en los Cuadros 2 y 3.

Cuadro 2. Indicadores de observación para identificar a la víctima Conducta general Conductas concretas

Conductas de miedo, huida y evitación

• Falta a clase, cosa que antes no sucedía: el miedo y ansiedad le conducen a no

acudir al centro educativo. • Espera a que no haya nadie para llegar o salir de la escuela. • Escoge rutas ilógicas para ir y venir de la escuela. • Evita hablar de temas relacionados con el colegio. Oculta el problema, la mayoría

de las veces no informa a los adultos de lo que le está sucediendo.

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Conductas depresivas

• En ciertos momentos llora y muestra dolor físico o psíquico. • Tristeza, humor inestable, poco comunicativo, está deprimido. • Se muestra irascible, expresa ira o rabia. • Conductas de infantilización y dependencia. • En casos graves expresa ideaciones de suicidio e incluso puede llegar a realizar

alguna tentativa. • Somatizaciones diversas: dolores de cabeza, dolores de estómago, pérdida de

apetito, insomnio, pesadillas, enuresis, vómitos, tartamudeo, malestar generalizado…

• Finge dolencias para evitar determinadas situaciones y entornos.

Conductas ansiosas, conductas que expresan

inseguridad

• Nerviosismo, ansiedad, angustia, estrés, pesadillas… síntomas que pueden derivar

en ataques de pánico. • Busca la cercanía de los adultos en los recreos y lugares comunes de la escuela. • Se coloca en lugares alejados del resto. • En clase muestra dificultades para hablar, da una impresión de inseguridad y/o

ansiedad. • Baja autoestima, llora con facilidad.

Dificultades en las relaciones sociales

• Se aísla socialmente, en la escuela o en la calle: pasa más tiempo en casa que

antes, no quiere salir con los amigos, prefiere estar solo. • Busca “amigos” y compañeros de juego de menor edad. • No tiene ningún amigo, ni le invitan a fiestas de otros compañeros, tampoco

organizar ninguna fiesta porque cree que no ira ningún compañero. • En el aula, en el patio, en los pasillos… se le ve aislado. • Es objeto de burlas, bromas desagradables, le llaman con motes, le molestan. • En el juego son los últimos en ser elegidos. • Suelen estar involucrados en discusiones y peleas en las que se encuentran

indefensos y siempre acaban perdiendo. • Adopta el rol de bufón, realizando continuas payasadas. • Comienza a amenazar o a agredir a otros.

Descenso del rendimiento académico

• Presenta un gradual descenso del rendimiento académico. • Dificultades de atención y concentración, están distraídos. • Pérdida de interés por la actividad escolar, por el trabajo académico.

Otros indicadores de bullying

• Pide dinero sin querer decir para qué lo necesita. • Coge dinero o cosas de casa para saldar “deudas” que no existen, originadas por

alguna amenaza o chantaje. • Se queda sin bocadillo, hace las tareas de otros… • Presenta señales de agresión física: la ropa rota o estropeada, lesiones externas o

marcas corporales reiteradas… • Le suelen faltar objetos personales: bolígrafos nuevos, estuche, calculadora,

compás, pinturas… • Su material a menudo se encuentra estropeado, sucio, tirado… • Aparece su nombre en graffitis o pintadas en las puertas del baño y en las paredes. • Rehúsa decir por qué se siente mal, puede insistir en que no le pasa nada o usar

pretextos para justificar su estado. Oculta su problema.

Otros indicadores de cyberbullying

• Tiene “llamadas telefónicas extrañas” que le ponen nervioso y cuyo origen oculta. • Parece alterado después de estar en el ordenador. • Se muestra alterado después de ver un mensaje de texto…

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Cuadro 3. Indicadores de observación para identificar al agresor Conducta general Conductas concretas

Conductas manifiestas de agresión física

• Tiene comportamientos agresivos con miembros de la familia. • Agrede físicamente a sus compañeros. • Rompe, esconde, desordena, estropea… cosas ajenas. • Incordia y persigue a otros. • Actúa en grupo obstaculizando el paso o arrinconando a otros. • En los juegos se enfadan con facilidad y con frecuencia provocan peleas.

Conductas manifiestas de agresión psicológica

• Resalta constantemente defectos físicos de sus compañeros. • Humilla y ridiculiza a sus compañeros para minar la autoestima del otro. • Con frecuencia se muestra enfadado, impaciente y emplea tonos despreciativos en

sus valoraciones sobre los demás. • Es intolerante con los demás. • Chantajea y amenaza.

Conductas manifiestas de agresión verbal

• Insulta. • Burla, pone motes. • Habla mal de otros y calumnia. • Gasta bromas desagradables a los demás.

Conductas manifiestas de exclusión social

• Rechaza a algunos compañeros no dejándoles participar en tareas de grupo, tanto

de trabajo como de ocio. • Hace el vacío ignorando a otros. • Influye en sus compañeros para marginar a alguien. • Ignora los derechos de los demás.

Bajo rendimiento académico

• Se siente insatisfecho, sin motivación para estudiar. • Suele tener bajo rendimiento académico.

Otros indicadores

• Con frecuencia suele estar involucrado en conflictos. A menudo se tiene

conocimiento por comentarios de los padres, profesores u otros alumnos de hechos de agresión, esporádicos o continuados.

• Trata de imponer sus criterios utilizando la agresividad verbal, física o psicológica. • Es impulsivo, no controla sus reacciones. • Tiene baja tolerancia a la frustración.

5. PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN EN EL BULLYING: PROGRA MAS Y PAUTAS DE ACCIÓN DESDE LA ESCUELA Y LA FAMILIA

En todos los lugares se constata la prevalencia del acoso escolar sin que haya diferencias notables por el contexto geográfico, cultural o educativo. Dejando al margen el debate sobre la gravedad o no de los números, lo real que es que en todos los centros educativos hay personas que sufren por el acoso al que les someten sus iguales, y otros que adquieren conductas antisociales, teniendo para todos los implicados, víctimas y agresores, consecuencias muy negativas, en muchos casos para toda la vida. El bullying supone por su extensión y sus efectos (ansiedad, depresión, estrés, somatizaciones, problemas académicos, suicidio, violencia…) un problema que hay que afrontar. Para ello, son necesarias medidas de tipo educativo y de concienciación sobre el fenómeno

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que impliquen a los centros, los estudiantes y sus familias. Aunque todos los casos de bullying se caracterizan por tener determinados elementos

comunes, cada situación es única, por tanto, la intervención debe adecuarse a cada realidad y tipos de personalidad. Al ser un fenómeno relacional, no solo hay que intervenir con la víctima y el agresor, sino también con los miembros del entorno (otros alumnos, profesores, padres, personal no docente…). Todas las actuaciones encaminadas a la intervención concreta cuando se identifican situaciones de acoso y a la mejora de la convivencia en general, así como todos los protocolos, deben ser recogidos y englobados dentro de un plan de convivencia de centro. La mejor forma de prevenir la violencia es construir la convivencia, y educar en valores. El clima de convivencia constituye un aspecto fundamental en la prevención del acoso escolar. Todas las actuaciones encaminadas a mejorar las relaciones interpersonales de la comunidad educativa serán de utilidad.

La única manera de combatir el bullying en todas sus formas de expresión es la cooperación entre todos los implicados: profesores, padres, alumnos, personal no docente... La intervención en situaciones de maltrato debe implicar 4 niveles de intervención: 1) Institucional, es decir, todo el centro educativo debe estar implicado; 2) Familiar, ya que es fundamental implicar a los padres en el proceso, informando de los resultados de las evaluaciones que se llevan a cabo en el centro, así como solicitando su colaboración y seguimiento cuando se producen incidentes; 3) Grupal, es decir, con el grupo aula en su conjunto; e 4) Individual, con el agresor, la víctima, y ambos conjuntamente.

Una propuesta de intervención en el bullying debe incluir: 1) Prevención (actuaciones genéricas dirigidas a mejorar la convivencia, prevenir la conflictividad y evitar la aparición del fenómeno); 2) Intervención primaria (cuando se detectan situaciones de maltrato incipientes, para evitar su consolidación, a través de la aplicación de un programa específico con intervenciones individuales y en el grupo de alumnos...); e 3) Intervención secundaria (cuando se trata de situaciones consolidadas, dirigida a minimizar el impacto sobre los implicados aportando apoyo terapéutico y protección a las víctimas, así como control a los agresores).

En relación al abordaje del bullying, en primer lugar, se exponen varios programas de intervención dirigidos a la prevención y la intervención en situaciones de bullying cuando estas se producen, así como otras pautas de acción frente al bullying que pueden llevarse a cabo en los centros educativos, tanto por parte de los profesionales de la Psicología y la Educación (profesores/as, psicólogos/as educativos, orientadores...), como de los alumnos/as. Posteriormente, puesto que la intervención en el acoso escolar debe ser multinivel, se presentan algunas sugerencias y pautas de acción para las familias de las víctimas, los agresores y los espectadores. 5.1. Programas para la prevención e intervención en el bullying desde el contexto escolar

La mayoría de las Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas han desarrollado guías de actuación en los centros educativos que están a disposición de los centros en sus páginas web. La revisión de varias de estas guías permite enfatizar una serie de medidas preventivas para desarrollar en los centros educativos, a través de la observación activa de las interacciones que se producen entre los alumnos y alumnas del centro, de las tutorías, de la implementación de programas de prevención e intervención... El objetivo final de estas intervenciones es formar personas conscientes, críticas, responsables y comprometidas en la construcción de relaciones personales y sociales justas y solidarias. Se trata de fomentar en los alumnos y alumnas el desarrollo socio-emocional y moral, una educación en valores y para la convivencia que tendrá un papel en la prevención de la violencia. Entre las pautas sugeridas cabe destacar las siguientes:

� Elaborar conjuntamente con el alumnado normas básicas de convivencia, a fin de que sean

asumidas por todos y se sientan responsables de su cumplimiento. � Formar comisiones de alumnos y alumnas para la mejora de la convivencia en general, la

detección de posibles conflictos y la colaboración en la resolución de los mismos: equipos de mediación, ayudantes de recreo, consejeros…

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� Para evitar las situaciones de riesgo se sugiere anular los espacios ciegos del centro, aquellos que escapan del control del personal laboral y docente. Todos los espacios y rincones de un centro escolar deben estar accesibles para la observación. La actividad de los pasillos debe ser observada por los profesores, y en los lugares de paso de los alumnos, éstos siempre deben sentir la presencia del profesorado tanto para persuadirles de actos violentos como para darles seguridad y confianza.

� Utilizar las tutorías para evaluar y detectar posibles situaciones de bullying que se puedan estar produciendo en el grupo, informando al psicólogo o psicóloga del centro de los indicios o situaciones identificadas para que se analicen y se asesore al equipo docente sobre la intervención más conveniente.

� Establecer por parte de todo el equipo docente relaciones cercanas y de escucha con los alumnos y alumnas. Mantener por medio de la tutoría individualizada una relación directa con el alumnado, especialmente ante cualquier indicio de un conflicto.

� Facilitar al alumnado cauces para romper la “ley del silencio” que tanto daño genera en la víctima y en la conciencia moral de quienes son testigos pasivos del acoso. Es aconsejable que en lugares preferentes y visibles del centro escolar se coloquen carteles con un número de teléfono, página web o un buzón a donde los estudiantes puedan dirigirse de forma anónima para denunciar algún problema o realizar consultas.

� Trasmitir un mensaje nítido de “tolerancia cero” ante cualquier conducta agresiva que se manifieste en el grupo de iguales.

� Implementar en todos los niveles educativos programas de desarrollo socio-emocional que estimulen: el desarrollo moral, la conducta prosocial, destrezas para la gestión de emociones, valores de convivencia, estrategias de resolución de conflictos a través del diálogo, la cohesión e integración grupal, relaciones interpersonales igualitarias basadas en la autoaceptación y aceptación de la otra persona, la autovaloración y la valoración mutua, el respeto, la conducta asertiva, la capacidad de autocontrol, la empatía, la tolerancia a la frustración…

En todos los centros escolares debe haber un protocolo de actuación para los casos de acoso

escolar, así como un plan de prevención de la violencia y promoción de la convivencia escolar. Todos los alumnos y alumnas deben participar en programas de intervención preventiva con el objeto de que la prevalencia del bullying sea la menor posible, y los psicólogos educativos son las figuras mejor preparadas para estas tareas. Todos los colegios deberían tener elaborados planes preventivos y de intervención para situaciones de acoso escolar, incluidos en el currículo educativo del centro.

En líneas generales, los programas de intervención psicoeducativa que tienen como finalidad prevenir y reducir el bullying deben promover una mejora del clima social del aula potenciando el desarrollo de la conducta prosocial, las habilidades sociales y de comunicación, las habilidades de resolución de conflictos, la capacidad de empatía, el control de la ira, el respeto de la diferencia… A partir de la revisión llevada a cabo se han seleccionado algunos programas de intervención que pueden ser de utilidad en contextos educativos para la prevención de la violencia escolar y para la intervención directa cuando ésta se produce. Los resultados de esta revisión se presentan en el Cuadro 4.

Cuadro 4. Programas de intervención para la prevención y la intervención en el bullying Referencia Descripción

Programa de Educación Social y Afectiva (Trianes, 1996)

Este programa, dirigido a alumnos de educación primaria, dota al alumnado de competencias y habilidades sociales cognitivas y conductuales que les permiten desarrollar relaciones interpersonales satisfactorias y evitar peleas y agresiones. Contiene 3 módulos: participación en las normas de convivencia; asertividad, negociación y solución de problemas interpersonales; y trabajo cooperativo. Trabaja las conductas prosociales, la negociación, la asertividad…

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Referencia Descripción

Cómo prevenir la violencia escolar: “La

convivencia escolar: qué es y cómo abordarla”

(Ortega, 1998)

Parte del concepto de unidad de convivencia (conjunto de factores humanos, procesos y contextos que constituyen la comunidad educativa). Se interviene con el alumnado, profesorado y familia. Se trabaja sobre 2 planos: la convivencia (el humano) con una gestión democrática y la actividad (currículo) de forma cooperativa. El cambio curricular se articula en 3 programas: gestión democrática de la convivencia, educación de sentimientos y valores, y el trabajo en grupo cooperativo.

Trabajando con víctimas, agresores y espectadores: “La convivencia escolar: qué es y cómo abordarla”

(Ortega, 1998)

Está dirigido a paliar el desarrollo social o moral deficitario que presenta el alumnado implicado (agresor, víctima y espectador). Se proponen 3 métodos de intervención: reparto de responsabilidades, desarrollo de la asertividad para educar actitudes de apoyo para sí mismo (seguridad y afirmación personal) y desarrollo de la empatía para reeducar la sensibilidad hacia los demás.

Convivir es vivir (Carbonell, 1999)

Programa educativo para la convivencia que se ha aplicado en las escuelas de la Comunidad de Madrid. Se implementa durante dos cursos, incluye actividades de formación para el profesorado y las familias. Con esta propuesta se fomentan los valores de convivencia, tolerancia y respeto mutuo entre los compañeros desde una perspectiva curricular. Se actúa sobre modelos de organización y participación en los centros, orientados a la mejora de la convivencia, apoyo y relación de las familias con el resto de la comunidad educativa. Se fomentan las relaciones positivas mediante actividades extraescolares con la implicación de profesores y padres: excursiones, fiestas…

Mediación de conflictos (Torrego, 2000)

Se forma un equipo de mediadores para la resolución del conflicto, cuyos miembros deben ser aceptados por la comunidad escolar como tales y que deben tener funciones específicas. Nunca deben ser parte integrante del conflicto y requieren un entrenamiento previo. Las dos partes enfrentadas recurren voluntariamente a una tercera persona, un alumno mediador, para llegar a un acuerdo satisfactorio.

Aprender a ser personas y a convivir. Un

programa para secundaria (Trianes y Fernández-

Figarés, 2001)

Este programa, dirigido a alumnos de educación secundaria, enseña a los adolescentes competencias conductuales y cognitivas esenciales para su educación como ciudadanos capaces de generar relaciones interpersonales pacíficas y de calidad. En el primer nivel tiene como objetivo promover el autoconcepto y la construcción personal, en el segundo, promueve solución de problemas interpersonales, asertividad, negociación y gestión democrática de la convivencia, en el tercero promueve mediación en conflictos, participación en las normas del centro, ayuda a compañeros, y en el cuarto promueve la solidaridad y voluntariado inducido.

Prevención de la violencia y lucha contra

la exclusión (Díaz-Aguado, 2004)

Programas de prevención de la violencia entre iguales en la escuela y en el ocio para ser implementados durante la adolescencia. Se aporta una secuencia de actividades y materiales para realizar con los adolescentes, y otro programa para la intervención a través de la familia.

Discusión, psicodrama y role-playing (Salmivalli,

Kaukiainen, y Voeten 2005)

Se simulan y dramatizan situaciones de bullying para analizar como siente y piensa el otro. Un objetivo del programa relevante es el control de emociones.

Programa de Sensibilización contra el

maltrato entre iguales (Monjas y Avilés, 2006)

El programa tiene tres objetivos: 1) Aportar información sobre el maltrato entre iguales al profesorado, familias, alumnado y sociedad en general; 2) Sensibilizar y concienciar a los profesionales de los centros de secundaria sobre la necesidad de intervenir y desarrollar actuaciones para su reducción y prevención; y 3) Estimular el establecimiento de políticas escolares anti-bullying y antiviolencia. La propuesta incluye orientaciones para los profesores, la familia y los alumnos, de cara a la prevención y a la actuación cuando se

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Referencia Descripción detectan situaciones concretas de maltrato. Es un programa de prevención, ya que la sensibilización es una forma de prevención precoz. La propuesta contiene un conjunto de ideas y materiales para analizar, reflexionar, comentar y debatir. Trata de aportar orientaciones, sugerencias y pistas que pueden ayudar a las y los profesionales en la detección e intervención del maltrato entre compañeros.

Intervención a través del test BULLS-S (Cerezo, 2006)

El programa tiene 4 niveles. 1) Institucional: mejora del clima educativo; 2) Grupo-Aula: indagar qué se puede hacer para integrar a agresores y víctimas, además de romper la ley del silencio, la aceptación del conflicto y el apoyo al agresor; 3) Alumnos en riesgo: elaboración de un programa específico para cada uno de los agresores, víctimas y víctimas/provocadoras o con tendencia agresiva; y 4) Programa de trabajo conjunto para los alumnos implicados con el fin de que colaboren en la búsqueda de soluciones conjuntas en la mejora de relaciones. Las estrategias y técnicas empleadas han de ir dirigidas hacia el cambio de actitudes de víctimas y agresores, así como del grupo hacia ellos. Es imprescindible la implicación, compromiso y colaboración entre familia y escuela.

Bullying: Aulas libres de acoso (Beane, 2006)

Ofrece material práctico para afrontar e intentar erradicar la violencia en las aulas. Facilita la labor de los profesores y profesionales que realizan sus intervenciones en esta área, así mismo sirve de guía y ayuda a los padres preocupados por la situación de sus hijos. Ofrece una completa y detallada batería de recursos como conceptualizaciones, consejos, asesoramiento, actividades, guías, instrumentos de aplicación como fichas… que sirven para intervenir contra el bullying.

CONVES. Programa para

mejorar la convivencia escolar (García Rincón y

Vaca, 2006)

Programa que contiene 18 actividades para estudiantes de primaria y 14 para los de secundaria que tienen por finalidad fomentar la convivencia y prevenir e intervenir en el bullying.

Programas JUEGO: 4-6, 6-8, 8-10, 10-12 años y Programa de

intervención con adolescentes

(Garaigordobil, 2003ab, 2004a, 2005a, 2007,

2008a)

Los 5 programas configuran una línea de intervención preventiva para el desarrollo socio-emocional, utilizan como herramienta metodológica los juegos cooperativos-creativos y la dinámica de grupos, y tienen como finalidad fomentar el desarrollo socio-emocional y prevenir la violencia. Los programas, que han sido validados experimentalmente, estimulan la comunicación, las relaciones de ayuda y cooperación, las conductas prosociales, la expresión-comprensión de emociones, la empatía, la mejora del autoconcepto… y disminuyen las conductas agresivas y violentas entre iguales.

Kit teatral Postdata (Collell y Escudé, 2007)

Consiste en un kit teatral de prevención. Postdata Proyecto de la Fundación Autor facilita gratuitamente el material necesario para que los propios alumnos representen esta obra de teatro acerca de una situación de bullying. Incluye una guía didáctica.

Bully Dance (Collell y Escudé, on

line)

Bully Dance es un cortometraje de dibujos (10') producido por UNICEF y National Film Board of Canada. Identifica las conductas de maltrato y el proceso de victimización. No hay palabras y el mensaje llega al espectador de forma clara y contundente. Visualmente es interesante y la banda sonora es rítmica y acertada. El objetivo es estimular la discusión en el grupo clase. Collell y Escudé han elaborado una propuesta didáctica para abordar la discusión sobre el maltrato entre alumnos.

Programa de Prevención del Bullying (BPP.

Olweus, Limber, Flerx, Mullin, Riese, y Snyder,

2007)

Este programa multifactorial, incluye una serie de componentes a nivel de todo el colegio (creación de un equipo coordinador para la prevención del acoso escolar, administración de cuestionarios para la detección, desarrollo de normas y medidas disciplinarias, implicación de los padres…), intervenciones dentro de la clase (reuniones generales con toda la clase para tratar el tema del acoso escolar y las relaciones con los iguales…), intervenciones individuales (intervenciones con los implicados inmediatas cuando se acoso se produce, con los padres de los implicados…), y toda una serie de componentes a nivel de la comunidad

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Referencia Descripción (difusión de mensajes antiacoso, creación de asociaciones con otros miembros de la comunidad para apoyar el programa del colegio…). Dirigido a Educación Primaria y a Primer Ciclo de Educación Secundaria. Es el programa más estudiado y validado empíricamente a nivel internacional.

El juego sobre el acoso escolar (Berg, 2007)

Programa de intervención estructurado en base a un juego para niños y niñas a partir de los 8 años, destinado a intervenir en actitudes y comportamientos de tres grupos (acosadores, víctimas y espectadores) con objetivos de aprendizaje diferenciales para cada grupo.

Programa CONVIVIR. (Justicia, Benítez,

Fernández, Fernández de Haro, y Pichardo, 2008)

Programa de prevención del comportamiento antisocial para el alumnado de tres años. Este programa está dividido en 4 bloques desarrollados a partir del trabajo con marionetas que el educador/a debe saber manejar. Al finalizar cada bloque se lleva a cabo una evaluación. Cada bloque se divide en 4 unidades que contienen 2 sesiones cada una. Cada sesión, a su vez, se divide en dos partes, una primera en la que se desarrolla la actividad en grupo y se presentan los contenidos de la sesión por medio de las marionetas y una segunda individual donde tienen que colorear un dibujo, trabajo con plastilina, algún juego, canciones o escenificaciones. Así mismo en la primera sesión de cada unidad se realiza una actividad en casa junto con la familia, de manera que se facilite el diálogo y la generalización a otros ámbitos de la vida cotidiana. Cada sesión tiene unos objetivos que se evalúan al finalizar y se refuerza a los niños y niñas si los consiguen.

Programas de Educación Emocional y Prevención

de la violencia. Grupo de Aprendizaje

Emocional (2005, 2007, 2010)

Esta tríada de materiales prácticos es muy útil como herramienta para fomentar la convivencia y el desarrollo emocional. Además de información teórica relativa al desarrollo emocional y la prevención de la violencia, estos libros contienen un amplio conjunto de actividades prácticas para desarrollar con niños, niñas y adolescentes. El primer programa “Programa de educación emocional y prevención de la violencia” (2007), dirigido al primer ciclo de ESO (12-14 años), contiene 39 actividades prácticas de intervención. El segundo programa “Programa de educación emocional y prevención de la violencia” (2005), dirigido al segundo ciclo de ESO, aporta dos grandes módulos de actividades, el primero se centra en la educación emocional y contiene 19 actividades; y el segundo en el autocontrol emocional e incluye 21 actividades prácticas. El trabajo más reciente “Aplicaciones educativas de la psicología positiva” (2010) contiene un amplio abanico de recursos para grupos educativos de primaria, secundaria, ciclos formativos… que giran en torno a conceptos como: optimismo, felicidad, motivación de logro, creatividad, resolución de problemas, pensamiento crítico, comunicación, cooperación…

En este contexto de prevención e intervención en el bullying es muy importante la formación

del profesorado para que tenga conciencia y conocimiento sobre lo que es y lo que rodea a este fenómeno, que sepa cómo detectar situaciones de riesgo, qué debe hacer y no hacer, cómo tratar el tema con los alumnos y sus padres… También es muy importante trabajar con los alumnos programas de desarrollo social y emocional para proporcionarles herramientas y habilidades que les sirvan para manejarse adecuadamente en la sociedad (ver Cuadro 4). Actualmente se están llevando a cabo multitud de investigaciones en las que se constata que entre los alumnos que realizan dichos programas aumenta significativamente el porcentaje de los que tienen menos problemas y están más satisfechos.

La mayor sensibilización social y educativa hacia el fenómeno del bullying, ha promovido en la última década un incremento de medidas preventivas y paliativas cuando esta situación se produce. Aunque algunos de estos programas de prevención e intervención han sido validados experimentalmente, un amplio conjunto de ellos requiere aún procesos de validación experimental que acrediten su consistencia como instrumentos adecuados para la inhibición y disminución del bullying. Además, cabe resaltar la escasez de intervenciones dirigidas a los niños y niñas preescolares.

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5.2. Pautas de conducta de los profesores con las víctimas, los agresores y los espectadores

Los profesores son figuras muy relevantes para la intervención en las situaciones de bullying. Por ello es útil que puedan tener algunas pautas de acción para la prevención de estas situaciones, así como para la intervención directa cuando éstas se producen. Un listado de algunas de estas pautas se presenta en el Cuadro 5 (Garaigordobil y Oñederra, 2010).

Cuadro 5. Pautas de conducta de los profesores con las víctimas, los agresores y los espectadores

Pautas de conducta

Con la víctima

� Actuar con prudencia para que no destaque ante sus compañeros ni se ponga la situación en riesgo. � No poner en evidencia ante sus compañeros a las partes implicadas. � Protegerle y hacerle sentirse segura, darle confianza y que vea interés y esfuerzo por acabar con la

situación de acoso y con su sufrimiento. Intentar organizar grupos o individuos solidarios con la víctima para que le acompañen, principalmente en los momentos de mayor riesgo.

� Fomentar el desarrollo de sus habilidades sociales.

Con el agresor

� Actuar con prudencia para que no destaque ante sus compañeros ni se ponga la situación en riesgo. � Definir muy claramente los comportamientos que no se toleran. � Fomentar el desarrollo de su capacidad de empatía, que comprenda cómo se siente su víctima. � En determinadas circunstancias facilitar que reciba ayuda terapéutica individual para el control de

la impulsividad y la conducta agresiva.

Con los espectadores

y la clase

� Aplicar cuestionarios y sociogramas para obtener información de la situación, indicios… � Hacerles ver que el centro no tolera las conductas violentas, “tolerancia cero” con la intimidación y

el acoso. � Mostrar los recursos que disponen los alumnos en el propio centro y fuera para defenderse, pedir

ayuda o denunciar las agresiones. En caso de que no existan hay que crearlos y difundirlos, tales como el buzón de sugerencias y denuncias, un apartado específico en la página web del centro sobre la violencia escolar con correo electrónico, un número de teléfono de ayuda…

� Aclarar la diferencia entre “chivato” y “denunciante solidario” con la víctima de un hecho grave. � Analizar las consecuencias de la violencia y del fenómeno para todo el grupo. � Trabajar la empatía, la asertividad, la solidaridad, las habilidades sociales como saber pedir ayuda... � Realizar actividades de tutoría para crear un buen ambiente de aula y de rechazo a las conductas

agresivas. Potenciar en el alumnado el compañerismo y la solidaridad desarrollando habilidades prosociales a través de juegos y trabajos cooperativos.

Con los padres

� Solicitar la colaboración de los padres afectados, mantener reuniones, que vean el interés del centro

por solucionar el problema y que se sientan respaldados. � No tratar el tema en reuniones públicas, discreción. � Que los padres se explayen expresando sus sentimientos, con ello se crea un ambiente de relajación,

de confianza, que ayuda a mantener una relación fluida. � Ofrecerles ayuda, orientarles, aconsejarles… � Insistirles en que no bajen la alerta ante el comportamiento del hijo o hija.

Además, en caso de que un profesor o profesora se involucre de alguna forma se recomienda

elaborar un diario para registrar o anotar todos los detalles (libro de registro), todo lo que le han contado, todas las circunstancias e indicios que rodean un posible acoso escolar. Es muy importante anotar todos los detalles con sus correspondientes fechas: quien lo ha contado, qué ha contado, lo que se ha observado, con quién se ha hablado, qué, dónde y cuándo ocurrió, quienes estuvieron implicados, los testigos… Un diario bien elaborado da mucha credibilidad y respeto en el caso de que se agrave la situación y se requiera información.

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5.3. Mensajes, sugerencias y pautas de acción para los alumnos víctimas, agresores y espectadores

Además del relevante papel de los profesores, desde el contexto escolar es importante orientar

a los alumnos y alumnas a responder a las situaciones de bullying. Algunos mensajes, autoinstrucciones, sugerencias y pautas de acción que pueden ser de utilidad cuando uno está implicado en una situación de acoso escolar como víctima, agresor o espectador se presentan en el Cuadro 6 (Garaigordobil y Oñederra, 2010).

Cuadro 6. Mensajes, sugerencias y pautas de acción para los alumnos víctimas, agresores y

espectadores Rol Mensajes y Pautas de acción

Como víctima

� En primer lugar es importante reconocerse víctima de maltrato y acoso por parte de los compañeros,

pero a la vez no aceptar esa situación y reflexionar sobre cómo buscar soluciones. � Es normal que te sientas mal o muy mal, pero ante los agresores es mejor no mostrarse débil ni aflorar

emociones de sufrimiento (lloros, temblores, miedos…), porque disfrutan viéndote así y eso les motiva a seguir acosando. Las emociones hay que desahogarlas (con los padres, con los amigos…), no sufras en silencio.

� No te sientas culpable, “no es por tu culpa”. La violencia no está justificada y es tu derecho vivir en paz y que te respeten.

� Ignora al agresor, como si no lo oyeras, ni siquiera lo mires, no le prestes atención. � En la medida de lo posible evitar llorar, enfadarte o mostrarle al agresor que te afecta lo que te está

haciendo, ya que ello le crea satisfacción. Aunque te sientas mal en ese momento evita mostrar esos sentimientos ante él. Más tarde muestra tus sentimientos a otras personas (a tus padres, a un hermano, a un profesor…) dejándoles claro que lo que te está sucediendo te afecta muy negativamente.

� No estés solo en los lugares en los que te agreden. � Escribe un diario donde recojas con el máximo de detalle quienes, cuándo, dónde, cómo… te agreden.

Cuantos más datos tengas recogidos más fácil te va a resultar explicar tu situación para pedir ayuda y defenderte mejor.

� No pienses que con el tiempo ya pasará, seguramente empeorará y las consecuencias serán más graves.

� Si no has podido cortar la situación no esperes más, solo no se resuelve este tipo de conflictos. Busca ayuda. No hay que avergonzarse por eso, al contrario, buscar ayuda implica inteligencia y habilidad para resolver problemas, nadie ha nacido sabiendo cómo resolver conflictos. Pide urgentemente ayuda y cuenta lo que te pasa, a tus amigos, a tus hermanos, a tus padres, al tutor, a algún profesor de confianza, al director del colegio, a otras personas. No eres el primero ni serás el último a quien le ocurra esto, si buscas encontrarás gente que te comprenderá y ayudará.

� Ante los agresores demostrarás fortaleza si pides ayuda y te ven apoyado, así les costará más agredirte y será más fácil que te respeten.

� Lo peor es no hacer nada.

Como agresor

� En primer lugar, es importante reconocerse agresor y que esta conducta hace sufrir al compañero. Las

consecuencias son negativas para todos, nadie gana y todos pierden. ¡Convéncete de que hay que dejar de ser maltratador!

� Repara lo dañado y sé consecuente aceptando las sanciones cuando hayas cometido alguna falta. � Cuando te metas con alguien y te arrepientas pídele perdón sinceramente, eso te engrandecerá y

ganarás respeto como persona. Mejor que te respeten por solidario y buen compañero que porque te tengan miedo.

� Conciénciate de las consecuencias negativas que acarrea tu conducta para tu propio futuro. � Pide ayuda y cuenta lo que te pasa, a tus amigos, a tus padres, al tutor, a algún profesor de confianza,

a otras personas. Di que quieres cambiar, no es vergonzoso, esa actitud demuestra valentía y querer ser una gran persona. No eres el primero ni serás el último a quien le ocurra esto, si buscas encontrarás gente que te comprenderá y ayudará.

� Aprende a controlar tu agresividad, que te enseñe y ayude el/la psicólogo/a o el orientador/a del centro.

� Aprende a ponerte en el lugar de quien sufre, pide que te hablen de la empatía. � Deja de salir con gente que se mete en problemas, busca nuevos amigos o grupos con actividades

positivas, vivirás más relajado y mejor contigo mismo.

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� Participa en un programa de intervención y sigue las indicaciones de los profesores y de tu familia, no te quepa duda que lo hacen por tu bien.

Como espectador

� En primer lugar es importante reconocerse como espectador y tomar conciencia de la influencia que

puedes ejercer en las víctimas y en los agresores. � Ten en cuenta que las consecuencias negativas también son para ti. Además, hoy la víctima es otro

compañero pero la próxima puedes ser tú. � No te calles, con tu silencio eres cómplice del sufrimiento de la víctima y del encubrimiento del

agresor. Evitar una situación de sufrimiento no es convertirse en chivato sino en solidario y buen compañero.

� Pide ayuda para cortar la situación, aunque la víctima no sea tu amigo, no permitas más sufrimiento. Habla de la situación con los amigos, con la familia, con los profesores… No tengas miedo a las represalias del agresor, cuanto más gente sepa lo que está sucediendo más protegido estarás.

� Intenta formar un grupo solidario y apoyaros mutuamente actuando en conjunto. No merece ser amigo de gente con conductas negativas y que te pueden meter en problemas.

� Muestra tu valentía, habla con la víctima mostrándole tu apoyo y solidaridad, y habla con el agresor diciéndole que no estás de acuerdo con su actitud.

� Con tu comportamiento cotidiano sé ejemplo de buen compañero solidario y muestra rechazo hacia las conductas intimidatorias.

� Participa activamente en las actividades de convivencia y antibullying que se puedan realizar en tu centro educativo.

5.4. Pautas de conducta desde el contexto familiar: Cómo actuar como padres de una víctima,

un agresor y un espectador

Puesto que la intervención de la familia en la resolución de estas situaciones es fundamental, en el Cuadro 7 se presentan algunas sugerencias sobre cómo pueden actuar los padres de una víctima, los padres de un agresor y los padres de un espectador pasivo de una situación de acoso escolar hacia un compañero o compañera (Garaigordobil y Oñederra, 2010).

Cuadro 7. Cómo actuar como padres de una víctima, un agresor y un espectador de bullying

Cómo actuar como padres de una víctima

� Hacerle saber que esta situación no debe ocultarse y que cualquier problema que tenga puede arreglarse si cuenta con la ayuda de la gente que le quiere de verdad. Alentarle a hablar. No esperar a que el hijo o hija sea el primero que cuente su situación, hay que tener en cuenta que muchas veces no lo cuentan. Lo más difícil es romper el silencio.

� La ayuda emocional es primordial. Hacerle sentirse seguro, valorado, estimado, eliminarle los sentimientos de culpabilidad y no reprocharle nada, él no tiene la culpa. Actuar con calma y pedirle que explique lo que le sucede. Rebajar la ansiedad, actuar seguros pero con calma. Demostrarle determinación para atajar la situación y positivismo.

� Ayudar al hijo o hija a ver el problema abordándolo en todas sus dimensiones y complejidad. Hacerle ver la necesidad de afrontar la situación, cuidando de no forzar la situación de enfrentamiento que pueda producirle mayor temor.

� Preguntarle lo que él o ella cree que debe hacer. ¿Qué es lo que ha hecho ya? ¿Qué funcionó y qué no? Hablar con él y planificar en común estrategias para acabar con la situación.

� Nunca decirle al hijo o hija que intente solucionarlo por su cuenta, si pudiera hacerlo ya lo habría hecho. � No buscar chivos expiatorios ni acusar a nadie sin estar seguros. � No estimular la agresividad o la venganza. No utilizar la violencia contra el agresor. No defenderse agrediendo. � No culpar al colegio y animarle a que hable con sus profesores, con el tutor/a o con la dirección. Buscar a la

persona que le ofrezca mayor confianza y confidencialidad. � Cualquier paso que den los padres debe ser conocido y acordado con el hijo: contactos con el tutor/a, orientador/a,

la dirección, la inspección, los padres del agresor, el agresor, los compañeros, los testigos… Evitar provocar miedos mayores ante actuaciones que se pongan en marcha, convenciéndole de la necesidad y conveniencia de dicha actuación. Normalmente el hijo o hija al principio será reacio a que el centro escolar se involucre en tomar medidas por el miedo a que todo el colegio se entere de cosas que no quiere o que el agresor se vengue.

� Hablar sosegada y prudentemente con los padres de los alumnos implicados de una u otra forma: con los de los agresores, con los de los testigos, con los que han podido oír algún comentario al hijo o a la hija...

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� No pensar que es mejor no hacer nada para no agravar el problema. No creer que con el tiempo se pasará. � Elaborar un diario para registrar o anotar todos los detalles con la ayuda del hijo/a, todo lo que se ha contado, todas

las circunstancias e indicios que rodean a la victimización del hijo. Es muy importante anotar todos los detalles: fechas, quién lo ha contado, qué ha contado, lo que se ha observado, con quién se ha hablado, qué, dónde y cuándo ocurrió, quienes estuvieron implicados, los testigos… Un diario bien elaborado da mucha credibilidad y respeto en el caso de que se estime necesaria una denuncia en cualquier instancia.

� En el caso de que el centro escolar no de una respuesta o se vea que su intervención no es satisfactoria, se puede acudir a los servicios de inspección educativa, al inspector, para solicitarle su ayuda e intervención, o en su caso a órganos institucionales superiores. La justicia se debe usar para casos graves y cuando no se encuentre otra vía de resolución y reparación de daños.

� Enseñar al hijo o hija a hacer valer sus derechos y ayudarle en el desarrollo de las habilidades sociales, de tal manera que para una próxima ocasión esté preparado para responder de la forma más adecuada, saber defenderse y pedir ayuda tanto a sus iguales como a los adultos.

� Solicitar en el centro escolar la aplicación de un programa de intervención y participar activamente junto al profesorado.

� Evitar sentirse culpables o avergonzados por lo que le sucede al hijo o hija. Cómo actuar como padres de un agresor

� Cuesta mucho asumir que “mi hijo o hija es un agresor”. “No” es cosa de niños, su futuro está en juego. � No culpar a otros por la conducta del hijo o hija. � Hablar directamente sobre lo que está pasando y actuar con calma. No ocultar la información o las sospechas que se

tienen y afrontar la situación. Investigar por qué el hijo o hija es un acosador. � La actitud de la familia ha de ser firme y decidida de rechazo hacia estos comportamientos. Dejarle bien claro que

la familia no tolera ese tipo de conductas. � Dejarle claro que estas situaciones deben pararse, que debe reconocer el error, que su deber es reparar los daños,

pedir perdón y cambiar su actitud. Hay que obligarle a reparar los daños causados a la víctima, tanto si son materiales, psicológicos, morales o de honor. Además, hay que hacerle asumir el cumplimiento de una posible sanción disciplinaria como consecuencia de su conducta.

� Ponerse en contacto con el centro educativo para conocer con detalle su actitud con los compañeros y colaborar con el profesorado.

� Indagar sobre su participación en grupos que actúan impunemente y comunicarle que debe romper ese tipo de relaciones, incluso saliendo del grupo.

� Ofrecerle ayuda para que pueda modificar la situación social en la que se encuentra. Enseñarle a practicar buenas conductas y trabajar la empatía, por ejemplo, decirle que se imagine ponerse en el lugar de la víctima y que analice cómo se puede sentir.

� Hacerle ver que esas conductas son dañinas y peligrosas tanto para la víctima como para él. Que ese problema preocupa en la familia tanto o más que el rendimiento académico y que hay que atajarlo.

� Es muy importante ofrecerle modelos de comportamiento positivos. Lo que los padres son y hacen se convierte en la mejor vía para adquirir conductas y actitudes nuevas, son la principal referencia y ejemplo para los hijos.

� Es muy importante elogiar sus buenas acciones. � Una vez puestas las medidas, observar cuidadosamente los posibles cambios. Hablar con el tutor o tutora, y/o el

psicólogo o psicóloga del centro y hacer un seguimiento de la evolución. � Solicitar en el centro escolar la aplicación de un programa de intervención y participar activamente junto al

profesorado. Cómo actuar como padres de un espectador

� Desmontar con él la idea de que hablar de malos tratos entre compañeros es delatar, convertirse en “chivato”. � Hacerle ser consciente de que todo cuanto nos rodea debe importarnos porque nos influye, especialmente lo que se

refiere a nuestra relación con las personas. � Establecer comunicación sobre este tema y darle opción a que exprese cómo se siente ante esas situaciones, cuál es

su reacción y por qué. Decirle que se imagine ponerse en el lugar de la víctima y analice cómo se puede sentir, trabajar la empatía.

� Los padres deben ser modelos de comportamiento implicándose también en situaciones injustas, insolidarias y crueles.

� Una actitud pasiva ayuda a que las situaciones de injusticia aumenten. Puede buscar apoyo en personas que le rodean y que sientan lo mismo que él para reaccionar. Ayudarle y animarle a buscar apoyo entre sus iguales para que no se sienta solo en su lucha contra la injusticia que ve.

� Ayudarle y animarle a que tenga una valoración positiva de sí mismo y a saber “decir no” ante hechos que perjudican o dañan la dignidad de las personas. Hacerle sentirse seguro y protegido por la familia.

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� Hacerle ver que el agresor también necesita ayuda porque ese tipo de conductas le van a ser muy perjudiciales y puede sufrir consecuencias negativas en el futuro.

� Solicitar en el centro escolar la aplicación de un programa de intervención y participar activamente junto al profesorado.

BIBLIOGRAFIA

LIBROS: PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN PARA FOMENTAR LA CONVIVENCIA Y SOBRE LA VIOLENCIA ENTRE IGUALES

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