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EL MAESTRO INTERIOR Karlfried Dürckheim El maestro no es un profesor; él no enseña a leer sino a vivir. (Dürckheim, 1986: 63) 1. Introducción El maestro interior. El maestro, el discípulo, el camino. Ofrece una visión totalmente diferente de la enseñanza y de la figura del maestro, a pesar de que se basa en la cultura Zen, y en una tipología del maestro oriental. La comparación casi simultánea con la concepción de educación y maestro en el mundo occidental, permite establecer unas nuevas pautas a seguir con el fin de lograr que el alumno se conozca así mismo, que valore las particularidades que lo diferencian de los demás y que lo hacen único en el mundo. Este ensayo, se centra, eminentemente, en analizar la presencia o no del ego docente en el concepto y en la tipología que el autor aporta sobre el maestro. 2. Datos biográficos A fines de Octubre de 1896, en Munich, nacía en el seno de una familia cristiana, KarlFried Graf Dürckheim. Filósofo, psicólogo, buscador, terapeuta, educador y guía. Su vida apacible, se ve truncada con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Con apenas 18 años, se alista en

El Maestro Interior y El No Ego

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EL MAESTRO INTERIOR

Karlfried Dürckheim

El maestro no es un profesor; él no enseña a leer sino a vivir.

(Dürckheim, 1986: 63)

1. Introducción

El maestro interior. El maestro, el discípulo, el camino. Ofrece una visión

totalmente diferente de la enseñanza y de la figura del maestro, a pesar de que se basa

en la cultura Zen, y en una tipología del maestro oriental. La comparación casi

simultánea con la concepción de educación y maestro en el mundo occidental, permite

establecer unas nuevas pautas a seguir con el fin de lograr que el alumno se conozca así

mismo, que valore las particularidades que lo diferencian de los demás y que lo hacen

único en el mundo.

Este ensayo, se centra, eminentemente, en analizar la presencia o no del ego

docente en el concepto y en la tipología que el autor aporta sobre el maestro.

2. Datos biográficos

A fines de Octubre de 1896, en Munich, nacía en el seno de una familia cristiana,

KarlFried Graf Dürckheim. Filósofo, psicólogo, buscador, terapeuta, educador y guía.

Su vida apacible, se ve truncada con el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Con apenas 18 años, se alista en el Ejército y es trasladado al frente, donde permanece

en campaña por diversos lugares de combate durante casi cuatro años. Las numerosas

experiencias extremas que le toca vivir y presenciar durante ese período le marcan

profundamente. La muerte, la tragedia, la fragilidad de la vida…, la situación en la que

se encuentra, le obliga a tomar contacto con emociones de este tipo. De esta manera

conoce así tempranamente los abismos de la vida, el verdadero valor del tiempo, de la

libertad interior, del espacio,…

Al término de la Guerra, es encarcelado durante unos años. Privado de libertad

física, tiene una primera experiencia relacionada con un estado de total claridad y

certeza internas, una respuesta a un llamado muy profundo, supra-personal e imperioso,

que debe ser obedecido a pesar de la incomprensión o rechazo familiar o social. En la

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cárcel, ya iba surgiendo en él la idea de trabajar con el ser interior del hombre,

ayudándolo a ponerse en contacto con su verdadero Ser.

Después de salir de prisión, entra a estudiar en la Universidad de Munich, para

luego doctorarse en Filosofía en la Universidad de Kiel. Al mismo tiempo, con un grupo

de tres amigos más, de intereses afines, forman un grupo de búsqueda, práctica e

investigación interior a través del silencio y la meditación que llamaron Quatuor. Es la

época en la que conoce y estudia al Maestro Eckhart, Lao Tsé, Rilke, San Juan y el

budismo, aunque reconoce a Eckhart como ‘mi maestro, el maestro’.

Se marcha a Japón, país en el que vivirá durante diez años y cuya filosofía de vida

le marca para siempre. En ella se fundamentará todo su pensamiento. A la vuelta del

país del extremo oriente, funda en Alemania en 1950, un centro de formación y

encuentro existencial y psicológico para el desarrollo integral del hombre (junto a la

analista junguiana Maria Hippius); en la Selva Negra, que llamaron Escuela de Terapia

Iniciática. En ella aplicó numerosas técnicas y ejercicios de los que aprendiera en su

permanencia en Japón. Trataba al cuerpo como un reflejo del ser total, a diferencia de la

medicina convencional, cuya perspectiva no suele sobrepasar lo meramente orgánico.

Con sus enseñanzas, Dürckheim va haciendo una síntesis de todo aquello que

tienen en común el taoísmo, el budismo zen, el misticismo cristiano y la psicología

profunda de raíz junguiana, convirtienlo en una práctica y una forma de vida, aplicada

en forma individualizada y única al proceso de individuación de cada persona.

Treinta y ocho años después de haber fundado su escuela de Todtmoos-Rütte, el

28 de Diciembre de 1988, muere a la edad de 92 años.

3. Su estancia en Japón

Teniendo en cuenta que todo el pensamiento de Dürckheim se basa en la filosofía

japonesa, es necesario hacer un apartado dedicado, específicamente, a explicar qué es lo

que aprendió en Japón en esos diez años y porqué le marcó tanto.

En 1938 es enviado en misión cultural a Japón, para estudiar la relación e

influencia de la espiritualidad japonesa en la educación. Durante casi diez años, se

impregna del zen y practica la meditación del silencio. Conoce las múltiples expresiones

del zen en las artes marciales, la danza, los arreglos florales, etc. Observa la simplicidad

aparente y búsqueda de la perfección en estas manifestaciones, a través de las cuales el

practicante se va alineando dentro de sí hasta ser uno con aquello que realiza, y uno

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consigo mismo. El propio cuerpo es a la vez el instrumento y el resultado de la

sincronización total del ser y del hacer.

Observa que el Ser esencial, la naturaleza de Buda, el satori y la naturaleza de

Cristo son equivalentes, y quiere transmitir esta comprensión integradora a aquellos que

anhelan una experiencia del verdadero Ser. Se da cuenta del abismo existente entre

Oriente y Occidente en la concepción y tratamiento del cuerpo físico. En occidente, por

lo general, al cuerpo se lo considera apenas como un recipiente, como un obstáculo al

crecimiento interior, incluso como “el pecador”, y casi nunca como uno de nuestros más

valiosos instrumentos para “ser”. Por el contrario, en oriente, no es posible alinearse con

la naturaleza esencial sin hacerlo primero con el cuerpo, experimentándolo plenamente,

tomando consciencia de sus zonas más recónditas, de sus reacciones y actitudes, de sus

crispaciones. Se trata de ahondar tanto en uno mismo, con el fin de conocer todas y cada

una de las partes de las que se compone el interior de la persona.

Para los japoneses, este alineamiento se logra únicamente por el centramiento en

el Hara, centro energético de anclaje fundamental para cualquier práctica. El Hara es

considerado como un núcleo de energía infinita no contaminada de ego, una suerte de

centro-raíz que nos conecta con la totalidad de nosotros mismos, de modo tal que

cualquier práctica o actividad que desarrollemos arraigados en él será realizada según el

curso que debe suceder, sin intromisión de nuestros deseos o expectativas. Desde ese

anclaje de libertad respecto del ego nos podemos entregar plenamente a la actividad en

el momento presente. Lograr vivir permanentemente los actos cotidianos centrados en el

Hara nos permite estar en el mundo sin pertenecer a él, actuar en el mundo sin

identificarnos con el objetivo de nuestra actuación; realizar sin esperar el fruto de la

acción.

4. El maestro interior. El maestro, el discípulo, el camino.

En esta obra es en la que nos hemos basado para analizar la presencia o no del ego

docente en la tipología del maestro que Dürckheim propone. Para ese autor, el maestro

(junto al sabio), pertenecen a un rango superior humano. Se encuentran en un lugar más

allá de la realidad en la que vive el ser humano común. La transformación a la que ha

sido sometido por la llamada de un ser supra-natural, le ha permitido encontrarse con su

Ser esencial, y por ende, le permite tener una percepción distinta del mundo terrenal en

el que vive. Este estado, le capacita para hacer cambiar a los otros, es decir, de ejercer

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como maestro para aquellos alumnos o discípulos que deseen emprender el camino

hacia el camino que les lleve al encuentro con su Ser esencial.

¿Y quienes necesitan a un maestro? El maestro es la respuesta a una cuestión

planteada por una situación interior muy precisa, y también a un estadio determinado

en la evolución de un hombre. Con frecuencia, esta situación la desencadena un

conflicto sin salida, una dificultad interior para la que no se encuentra solución con los

propios medios y con el propio juicio y para lo que la fe religiosa no es tampoco una

ayuda. (Dürckheim, 1986: 31).

¿Y quieres son los alumnos o discípulos? Por lo general suelen ser jóvenes que no

han creído nunca en nada. También personas que se han mostrado antirreligiosas hasta

ese momento, o bien aquellos que siempre han basado su vida en función de un ideal

político o social, también ladrones, asesinos, drogadictos,… El espectro de alumnos es

amplísimo, realmente puede ser cualquiera que tenga la sensación de que en su vida

falta “algo”, para poder sentirse totalmente a gusto consigo mismo.

A todas estas personas, tienen algo en común: una experiencia inesperada, le echa

a bajo toda su forma de concebir la vida, un duro revés ha sacudido y derrumbado los

pilares en donde se sustentaba su vida. Esta nueva situación provoca que la persona

haya fijado su atención hacia una realidad que desconoce. Se sienten perdidos, han

descubierto una nueva luz y necesitan ser guiados, ¿quién lo hará?, un maestro. Cuando

un hombre, hasta entonces satisfecho con su suerte, de da cuenta de que se prisionero

de lo relativo, es que ha llegado el momento crucial. La voz de lo sobrenatural,

presente en su Ser esencial, se deja oír, siendo imposible ignorarla. Esta le llama a

trasndormarse y, respondiendo a esta llamada, él despierta al estado de alumno. Sin

embargo no llegará a ser realmente alumno, discípulo, hasta que se decida a “servir” y

a buscar al maestro que le dirija. (Dürckheim, 1986: 67)

¿Y dónde estás los maestros? En la obra se hace una clara distinción del concepto

de maestro entre el mundo occidental y el oriental. Estas diferencias son claras, y se

basan en que el hombre de occidente se centra más que el oriental en los problemas del

mundo, en lo exterior a su persona. Para él, su finalidad en el mundo consiste en realizar

algo importante en él, se trata de una aspiración natural. Por tanto, queda en un segundo

plano el “cuidado” del interior de uno mismo. En el mundo oriental es completamente

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diferente, la persona trabaja más por el devenir interior, la meditación como camino

hacia el encuentro con uno mismo. La diferencia se entiende mejor si hacemos

referencia textual a una cita del presente libro: a los ojos de los orientales, no so las

obras, sino la madurez de sus ancianos sabios lo que constituye la flor de su cultura.

Este hecho remarca la diferencia existente entre dos concepciones de la vida y sus

consecuencias. (Dürckheim, 1986: 44-45)

Con el descubrimiento de la necesidad de la persona por encontrar su Ser esencial,

aparece también el maestro interior que todos llevamos dentro. Ese maestro interior, nos

llevará hacia el maestro. Todos, en realidad, somos a la vez alumnos y maestros: un

verdadero maestro está haciendo realidad a los ojos del alumno al maestro interior que

está presente en él (Dürckheim, 1986: 52) Se trata de la condición necesaria para poder

entrar y descubrir el maestro exterior.

Dürckheim define tres tipos de maestro: el maestro eterno, que se representa como

el arquetipo del ser humano, el que está más allá de los límites de la vida,…; el maestro

en el sentido físico del término; y por último, el maestro interior que es el despertar del

hombre a la realización potencial del maestro eterno en una forma humana.

El maestro es la vida encarnada de forma humana, esa vida sobrenatural. Él solo

existe si el alumno se compromete en una búsqueda incondicional de la vía que lleva a

la vida. Por lo tanto, solo hay maestro con la conjunción entre la vía y el alumno.

El encuentro del alumno con su maestro interior, es de suma importancia, dado

que, como se decía anteriormente, es la forma con la que se puede acudir al encuentro

con el maestro exterior. Se trata de lo que potencialmente podríamos y deberíamos ser.

El maestro interior es la conciencia primordial que se halla en uno mismo, que

será la que guíe al alumno por el camino que le es inherente y con el que tiene un total

cumplimiento y compromiso. No se trata de la conciencia que normalmente nos dice

como actuar en algunas situaciones de nuestra vida cotidiana (hay que recordad que

hablamos de un maestro y de un alumno desde una perspectiva oriental).

Para oír la llamada de la voz del maestro, hay que estar dispuesto a hacerlo.

Responder a esa llamada exige, aparte de coraje, cierta humildad. A este respecto,

destacamos un fragmento del libro en donde nos habla de la verdadera humildad, algo

que más adelante, nos servirá para hablar sobre el ego docente: La verdadera humildad

no consiste sólo en no querer parecer más de lo que uno es. Es también aceptar ser más

de lo que uno parece ser. Hay una falsa modestia que es, sencillamente, miedo a las

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responsabilidades. Y este es un obstáculo para dejar emerger el maestro interior.

(Dürckheim, 1986: 58-59) Pero la humildad no solo ha de ser una de las características

del alumno, el maestro ha de hacer lo mismo. En este sentido, el maestro que no es

humilde no puede considerarse como tal.

El maestro encarnado, está más allá de la humanidad común y es la forma más

elevada del ser humano. Sus ideas y su acción no se sujetan a ningún orden del tipo

social, moral o teológica. El vive en una libertad sobrenatural, puede respetar los

sistemas del mundo, pero no está sometido a ellos. Por eso, a menudo choca e

inoportuna […] En el maestro, la luz proviene de la noche que él ya ha pasado…

(Dürckheim, 1986: 60).

Pero el ser maestro va mucho mas allá que la de ser un guía de un alumno, él no es

un elemento o seguro de estabilidad, al contrario, se caracteriza por ser una figura

revolucionaria, imprevisible y contradictoria. Para el alumno, escuchar al maestro es

someterse a un trastocamiento constante de sus ideas.

¿Y qué es el camino? El maestro es aquél que lleva al alumno al camino iniciático,

es decir, el camino que abre la puerta del misterio, de un nuevo mundo por el que el

discípulo se transforma para llegar a su Ser esencial. El camino es la forma en que la

vida sale del secreto en que, en el hombre, se halla oculta. (Dürckheim, 1986: 111).

La entrada en el camino supone una sumisión total del alumno, un cierto grado de

madurez, ya que debe dejar atrás todos los lazos que le atan a su mundo anterior,

aprende a dejar toda forma ya hecha para admitir una forma nueva. El fin de cualquier

ejercicio en el camino, es la gran transparencia, aquella que hace que la persona sea

capaza de sentir su Ser esencial de esta manera que podrá manifestarse en él y en el

mundo.

Hay dos fases de evolución en el camino. En primer lugar, la persona accede paso

a paso, por medio de un proceso de abandono del pasado y, a la vez, con una actitud

positiva ante lo nuevo, permitiéndole ser transparente a su Ser esencial y a la

transformación. En segundo lugar, la persona ya ha logrado la transparencia, él mismo

se ha hecho camino.

5. ¿Cómo actúa el maestro?: el no-ego docente.

Hasta ahora se han mostrado en qué se basa la ideología de Dürckheim, a qué se

debe y en qué se basa. También se ha hablado, en términos generales, sobre el contenido

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del libro que nos ocupa: El maestro interior. El maestro, el discípulo, el camino. En

párrafos anteriores, hemos diferenciado qué significa cada uno de ellos, y qué papel

juegan en el proceso de transformación hacia el encuentro con el Ser sensible que vive

en cada uno de nosotros.

Anteriormente, comentábamos que el maestro “físico”, tenía la misión de guiar al

alumno hacia un camino que le llevase al encuentro con el maestro “esencial”

(descubriendo su Ser esencial), y al desarrollo del maestro “interior” que vive en el

discípulo. Además, se hablaba que la manera de “enseñar” del maestro era un tanto

atípica, es decir, se trataba de “no hacer nada”. Era un ser revolucionario, que trastocaba

cualquier realidad fija del discípulo.

En este nuevo apartado, se pretende unir el concepto y las características de este

tipo de maestro, con el término del ego docente. En todo caso, y visto lo visto,

estaríamos hablando de todo lo contrario, es decir, de la no presencia de ego docente.

También se hablará de un aspecto esencial del ser humano, que reforzará la idea de la

no presencia de este término: la conciencia.

En el presente libro, el modo de actuar del maestro, se centra en cinco aspectos:

enseñando, aconsejando, irradiando, dando ejemplo y provocando situaciones de

choque. Podríamos decir que estos han de ser los requisitos que un maestro actual debe

cumplir para poder ejercer su profesión: dejar de lado sus intereses personales, dejar de

ver la vida desde su única perspectiva,… Es decir, carecer de ego docente.

El enseñar

Como ya se ha dicho, el maestro ejerce como mediador. Transmite los

conocimientos por medio de esta técnica. Todo lo que le enseña al alumno, a pesar de

ser contenidos o ideas arcaicas, lejos de su realidad, resulta totalmente diferente si lo

dice el maestro. Lo dice en una forma que le es propia, distinta a las demás, de esta

manera, que pueda ser entendido fácilmente por el alumno. Lo que dice el maestro

importa menos que la forma en que lo expresa y el hecho de que sea dicho por él.

(Dürckheim, 1986: 80).

Por lo tanto, podríamos decir que la enseñanza no es lo importante, sino la manera

en que el maestro se comunica con su alumno. Él enseña desde dentro, conectando Ser

esencial con Ser esencial. El maestro fortifica la esperanza del alumno y le sostiene en

su perspectiva de realización de “sí mismo” en el Ser. (Dürckheim, 1986: 79).

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El maestro revela el contenido de la tradición de dos maneras o planos diferentes:

el primero de ellos, es un conjunto de relatos, imágenes y nociones que resultan de fácil

entendimiento para el ser humano ordinario. Pero el segundo plano, está destinado hacia

aquellos alumnos que desean ir más allá de los relatos e imágenes, que desea ver le

núcleo que se halla en ellas. Se trata de un sentido esotérico. Para que este sentido

profundo de los símbolos se pueda comprender, es necesario que el discípulo que está

dispuesto a recibirlo tenga “oídos para oír”.

Las directrices.

En este aspecto, el maestro se encarga de corregir y aconsejar al alumno. No

ejerce como dominador o como autoritario sobre el discípulo. El maestro respecta la

autonomía del niño, ya que en ello se fundamenta su dignidad como persona. Para el

maestro, la regla fundamental de sus directrices es el pleno desarrollo del alumno que

se confía a él (Dürckheim, 1986: 85)

La disciplina a la que el alumno se somete es autónoma, es decir, si ha podido

elegir libremente a su maestro, y no a otro, también puede hacer lo mismo para dejarlo.

Sus directrices actúan en lo profundo del alumno, es una relación esencial con su Ser.

De esta manera se van forjando lazos de unión entre maestro y alumno.

El irradiar

La irradiación es aquello que emana del maestro sin necesidad de que hable ni

intervenga. Es una fuerza especial, se comunica mediante ella, de tal manera que el que

escuche se sienta muy poca cosa frente a él, ya que este reduce a nada las pretensiones

del yo. Es una manera de atraer al alumno, de mantenerlo unido al maestro.

Esta sensación que transmite el maestro, a pesar de ser dura y severa, es a la vez

cálida. Hace que el discípulo perciba su unidad con el Ser esencial, echado a bajo todo

aquello que carece de importancia. En presencia del maestro, la verdad se hace

presente. Las respuestas a las preguntas que se le plantean vienen por sí mismas, antes

de hacer sido incluso formuladas. Se eclipsan las ambigüedades, de derrumban las

fachadas (Dürckheim, 1986: 89)

El ejemplo

El maestro es un ser que, debido a su transformación, vive por encima del orden

establecido por la sociedad. Esto le da una particularidad única, y que lo diferencia por

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los demás: es transparente, actúa como él mismo. Por lo tanto no habrá nunca dos

maestros iguales.

Es por ello por lo que el maestro considera que no debe ser nunca imitado, ni

servir de ejemplo. Cada uno de nosotros tenemos una particularidad, para ser nosotros

mismos no hay que utilizar como ejemplos a otros, debemos centrarnos en lo que nos

hace especiales, y educar a partir de esa transparencia propia. El maestro, actuando de

esta manera, conduce al alumno así mismo, provocando que surja en su interior lo que

en él hay de original.

Con respecto de lo mencionado en el último párrafo, se extrae una cita textual en

donde se puede ver claramente la repulsa hacia la presencia de ego docente en el

maestro: (…) Esta es la diferencia entre un verdadero maestro que hace que el alumno

sea autónomo, hasta en el lenguaje, y los seudo-maestros que la mayoría de las veces

exigen ser imitados, llevando a sus alumnos a la esterilidad imponiéndoles una cierta

terminología. (Dürckheim, 1986: 90-91).

La originalidad que caracteriza al maestro, hace que se diferencie de todos los

falsos maestros que, aún a sabiendas de que no van poder aconsejar adecuadamente a su

discípulo, lo termina acogiendo. Sometiendo a este al egocentrismo del “falso” maestro,

quien exige ser venerado y homenajeado constantemente. Pero el verdadero maestro, se

caracteriza por ser humilde y por carecer de vanidad, cuenta con una serie de poderes

supra-narutales que, en lugar de mostrarlos, los oculta.

Las situaciones de choque.

Anteriormente, se mencionaba que una de las características del maestro es que es

un ser que trastoca la ideas del alumno. Nunca se sabe qué es lo que va a hacer. Pues

bien, las situaciones de choque, se refieren a esto mismo.

Lo que se le exige al alumno para entrar en el camino, es que deje atrás todas los

lazos que le atan con su mundo anterior. Gracias al maestro, que pone en tela de juicio

todas nuestras creencias, todas nuestras estructuras anteriores se han desmoronado.

Cualquier medio es bueno para que el maestro saque de su encasillamiento al discípulo.

El suelo en el que pisa se convierte en un obstáculo que lo separa de lo profundo de sí

mismo. El maestro ridiculiza las cosas por las que el hombre siente vanidad. Lo que el

hombre cree ser, se desenmascara. (Dúrckheim, 1986: 95)

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Si los pilares sobre los que se asienta nuestra conciencia natural y sus sistemas es

lo que impide la existencia de una experiencia del Ser, la preocupación del maestro se

centra en provocar una sacudida ayudándose del medio que sea.

Estos cinco modos de actuar del maestro, deja de manifiesto la no presencia de

ego docente. En cada uno de los comentarios, así como de las referencias textuales, el

maestro es un ser que en la enseñanza actúa como un mediador del aprendizaje del

alumno. Es una persona que transmite más por sensación que por palabra, de manera

que todo lo que salda de él es digno de escucha y de admiración. Pero esta ha de ser

controlada, recordemos que el maestro no ha de ser imitado. Cada uno de nosotros

debemos transformarnos para dejar salir de nuestro interior aquello que nos hace

particulares, diferentes al resto. Para lograrlo, el maestro no marca unas directrices de

manera autoritaria, al contrario, respeta la autonomía del alumno ya que debe se él quién

debe hacer el camino hacia su ser esencial. ¿Y qué hace le maestro para que le discípulo

encuentre ese ser en su interior?, pues planteando situaciones de choque en donde ponga

en tela de juicio todos aquellos pensamientos y toda la estructura en la que se sustentaba

la vida del alumno en su vida terrenal.

Dadas las circunstancias actuales en la educación, quizás no son muchos los

maestros que se puedan ajustar a esta tipología. Pero aquellos que sí se corresponden

con este ideal, hacen que sus alumnos sean los verdaderos protagonistas de su

educación. Fomentan el desarrollo de su propia autonomía, ayudándoles a conocerse así

mismos, a valorarse por lo que son y no por lo que tienen. Ejercen de mediadores de su

aprendizaje aportándoles material, situaciones en donde deban encontrar la solución a

un problema dado. Y todo ellos, desarrollando su profesión con una humildad digna de

admirar, siendo conscientes de sus potencialidades y limitaciones, sabiendo en todo

momento reconocer sus errores, y estudiarlos para no volver a repetirlos.

Este tipo de maestro, carente de ego docente, que se encuentra detrás de los éxitos

académicos y personales de sus alumnos, suelen ser en los centros educativos, los más

queridos y respetados, pero también pueden llegar a ser los más denostados por los

compañeros. En el primer caso, el más común, estos docentes son la fuente de

inspiración de toda la comunidad docente. Irradian, una sensación de paz y de

tranquilidad totalmente diferente a la que puedan transmitir otras personas. Son los

referentes de sus alumnos, de compañeros docentes y de padres; lo consideran como un

sabio, y lo respetan como tal. En el segundo caso, quizás no tan común como el primero

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dada la sequía de este tipo de maestros, son el resto de compañeros quienes, en

ocasiones intentan boicotear las iniciativas de docentes deseosos de innovar. En el libro

se decía que aquel que descubre la necesidad de encontrar su propio Ser esencial, y de

dejarse guiar por un maestro hacia un nuevo camino, debe enfrentarse a la intolerancia e

incomprensión de la sociedad en la que vive. En este ejemplo que ponemos, queda claro

que en algunos centros educativos, quien desee ir por un camino diferente al resto, es

tratado, cuanto menos, como el diferente, la oveja descarriada del rebaño. En este caso,

el ego docente presente en la comunidad educativa, es superior al no-ego del maestro,

que lucha a contracorriente más por educar a sus alumnos en la vida, que en instruirles

conceptos que pueden resultar incluso innecesarios.

En el libro también se trata un asunto que guarda mucha relación con esto que se

acaba de comentar. Antes se mencionaba otro aspecto importante en la vida del ser

humano, se trata de la conciencia.

Dürckheim nos habla de que en el hombre hay tres significados que caracterizan la

conciencia de uno mismo: la conciencia de su fuerza, de su valor y la del nosotros.

La primera de ellas se refiere a la certeza que el hombre tiene de que nada ni nadie

puede derruirla. Sus ideales, su manera de actuar, su personalidad no sucumbe al

empuje destructivo de los demás. Ante tal seguridad se siente capaz de hacer todo

cuanto desee, sin miedos ante lo que pueda ocurrir. Por lo que una posible amenaza, se

convierte en un reto a conseguir.

La conciencia del valor de sí mismo se refiere a considerar que el orden del mundo

es innegable y que, por tanto, en él se hallará un lugar inteligente. Las cosas están

organizadas con precisión en el mundo, y el hombre no tiene razones para poner en

duda el palor de la propia persona y de la existencia.

La última, la conciencia del nosotros. Se trata de la percepción que el resto tiene

sobre uno mismo. Si recordamos la situación anterior del maestro denostado por los

compañeros, obviamente, la sensación de este docente dentro del claustro no es muy

positiva. No se siente miembro de una sociedad con al que cada día trabaja. En el lado

favorable de esta conciencia del nosotros, encontramos al maestro que es considerado

poco más que un sabio, que es respetado por los demás. En este caso esta persona sí se

siente miembro de la sociedad, se siente seguro en ella. Esto favorecerá el pleno

desarrollo personal y profesional del docente. Algo que será bastante complicado en el

caso del maestro incomprendido e infravalorado por la comunidad escolar.

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6. Conclusión

Con esta obra se ha puesto de manifiesto la necesidad que la sociedad actual tiene

de la presencia de un maestro. En este siglo XXI, la era de las tecnologías de la

información, con las que por medio de ellas podemos acceder a cualquier tipo de

información, con la que podemos comunicarnos con personas de otras partes del mundo,

… Es un nuevo mundo desconocido para todos y conocido por casi nadie.

En educación se hace necesario maestros que sean mediadores en la educación de

los alumnos, que enseñen a vivir, más que en cumplir programaciones repletas de

contenidos que, en su mayoría, distan mucho del interés del verdadero protagonista de

la educación, el alumno.

Los maestros son el eje fundamental de la sociedad. Eso sí, hay que tener mucho

cuidado, porque como Dürckheim dice en más de una ocasión, también existen falsos

maestros o pseudos-maestros.

Para concluir, proponemos una última referencia textual del libro que a buen

seguro debe hacer recapacitar a todos los agentes implicados en la educación, y más

concretamente a las Facultades de Educación de las universidades españolas: ¿Qué

educadores, médicos o sacerdotes, durante su formación, han tomado conciencia del

hombre interior, de la responsabilidad que asumen en cuanto a su madurez y a la

posibilidad de una verdadera realización, mediante el contacto con su Ser esencial y la

trascendencia que le habita? (Dürckheim, 1986: 47).