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EL LIBRO-OBJETO Y LA ESTETICA DE LA MAQUINA
Giovanni Lista
En una carta enviada por Marinetti a Balilla Pratella en abril de 1912, se encuentra la confirmación de un aspecto importante de la estrategia y de la ideo
logía de la vanguardia, tal y como las concebía el fundador del futurismo. Pratella, que era el representante oficial de la investigación futurista en el campo de la música, dudaba ante el hecho de presentar sus nuevas composiciones en París. Pensando que debía dar una imagen bien definida de la vanguardia, afirmaba no tener aún suficientes composiciones para poder ofrecer un concierto completamente futurista. Marinetti le respondía: «En París, en los tres conciertos que me propongo organizar, se podrían, después de haber ejecutado esos tres grandes poemas sinfónicos futuristas, ejecutar igualmente otros poemas tuyos anteriores, obras que sean más elaboradas. Hemos obrado de ese modo en el caso de las exposiciones de pintura futurista, en las que hemos exhibido al lado de obras como Stati d'animo [Estados de ánimo} de Boccioni, otras obras como La Vil/e Monte [La Villa Monte]». Podemos pues suponer que para Marinetti la dimensión de la obra concluida equivalía a una negación de la vanguardia, y que ésta no podía ofrecer por sí misma más que la imagen de una investigación en curso. Toda manifestación futurista debía en consecuencia ser presentada como work in progress, o dicho de otro modo, como reflejo inmediato de una ideología del porvenir. Todo ello explica perfectamente la aparición en dos entregas de algunos de los volúmenes de poesía más importantes que Marinetti editó en nombre del futurismo. Obras como Baionette: versi liberi e paro/e in liberta [Bayonetas: versos libres y palabras en libertad} de Auro D' Alba, o Rarefazioni e paro/e in liberta [Rarefacciones y palabras en libertad} de Govoni fueron conocidos precisamente por ser cistalizaciones momentáneas de una búsqueda en la que se presentaban dos fases, siendo la una consecuencia de la otra: del verso libre a las palabras-en-libertad, o bien de estas a aquellas composiciones denominadas como «rarefacciones». Una estrategia de edición muy parecida a esta ya había sido puesta a prueba en las antologías colectivas reunidas por el fundador del futurismo. Así, al publicar en 1909 la encuesta sobre el verso libre
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que había hecho aparecer en las páginas de su revista «Poesía», Marinetti la había colocado también a guisa de prefacio en el volumen titulado Manifesto deljuturismo [Manifiesto deljuturismo] Este último constituía para él, desde el punto de vista ideológico, una radicalización y un avance importantísimo que dejaba atrás las tesis que se debatían en el propio libro. Tres años después imprimía I Poeti futuristi [Los Poetas futuristas}, antología consagrada por entero al verso libre, y a la que puso por prefacio el Manifesto tecnico della letteratura futurista [Manifiesto técnico de la literatura futurista]: el volumen comienza precisamente por la negación del verso libre y por la invitación a dejarlo atrás por medio de la nueva poética de las palabras-en-libertad. Al negarle así también su valor de obra terminada, o por lo menos de relativizarse de forma inmediata, el libro ya se consideraba caduco en el contexto de una búsqueda que deseaba identificar el arte con la vida. Marinetti había escrito: «A la concepción de lo imperecedero y de lo inmortal, oponemos, en el arte, la del futuro, la de lo perecedero, la de lo transitorio y efímero». Semejante posición parece evidentemente incompatible con el hecho mismo de publicar libros, incluso aunque estos últimos sean considerados como un gesto de contestación o como un acto político. Esta contradicción fue totalmente asumida por Marinetti, que no dudó ni un instante al ponerla en evidencia en tanto que elemento de distanciación, pero también la empleó como oportunidad para hacer poesía. En 1914 aparecía Zang Tumb Tumb, una obra muy comprometida, que por su novedad y su importancia corría el riesgo de ser recibida como la obra maestra de la tan esperada literatura futurista. Pero Marinetti imponía en seguida al lector, en un prefacio escrito bajo la forma de palabras-en-libertad, la futilidad y la materialidad del libro, exponiendo como había utilizado las pruebas del texto para limpiar el carburador de su automóvil después de haber tenido una avería. En ese caso se trataba probablemente de una voluntad de hacer escarnio de la imagen del libro como «instrumento espiritual», que era la que había inspirado a Mallarmé. El mismo título del prefacio de Marinetti, Correzione di bozze piu desideri in velocita [Corrección de pruebas más deseos de velocidad}, remitía al carácter artificial y precario de la escritura, confrontado con la intensidad de la experiencia vital que no obstante hacían posibles los medios de transporte mecánicos. El libro se convertía en consecuencia en las manos del lector en un objeto que hablaba de sí mismo como de un conjunto de materiales elaborados e impresos. Marinetti propuso de nuevo en otras publicaciones esa epifanía de la corporeidad del libro, pero siempre por medio del mismo proceso de distanciación, remitiendo el soporte material de la escritura a su más claro estadio de objeto. En el prefacio a Aeropoema del Golfo della Spezia [Aeropoema del Golfo de la
Spezia}, en el que compara el funcionamiento de un aeroplano con el del motor de un aeroplano, escribía lo siguiente: «incluso las montañas se esfuerzan por arrancarme con sus dientes de viento las pruebas del aero-poema». Una vez perdido su carácter sagrado, o por decirlo de otro modo, desaparecido a priori el fantasma de la obra maestra inmortal, el libro futurista era sometido al mismo tiempo a un proceso de desestructuración. Las planchas que incluían las palabras-en-libertad eran a veces mucho más grandes que el formato del volumen en el que iban insertadas. El misterio de la página plegada, habitada por el silencio, según la fórmula de Mallarmé, obligaba al lector a efectuar operaciones eminentemente táctiles al desplegar y volver a plegar las hojas. La integración de los procedimientos de comunicación postal en el libro respondía a las mismas intenciones. Marinetti envió por ejemplo por correo Contra i nemici del futurismo [Contra los enemigos del futurismo]: el sobre, que llevaba impreso el título, formaba al mismo tiempo la cubierta del volumen. Anticipándose en algunas décadas a los experimentos del Mail Art, Mazza hizo imprimir en diez tarjetas postales distintas, colocadas en el interior de un sobre, su libro titulado 10 liriche d'amore [JO poemas de amor]. Aunque atacado precisamente por haber sido modelo, Mallarmé se encuentra en el origen de numerosas innovaciones futuristas en este campo. Fue al tomar al pie de la letra de forma irónica las afirmaciones de Mallarmé sobre el libro como escena teatral en la que «un conjunto versificado convive con un ideal de representación», gracias a lo que Cangiullo fue capaz de concebir, por ejemplo, su obra más importante: Cajfeconcerto [Caféconcierto}, escrita aproximadamente en la primera mitad de 1914, pero que no se publicó hasta cinco años después. El manuscrito, fechado el 15 de enero de 1915, permite además ver cómo se completó la obra haciendo improvisaciones en el banco de trabajo del impresor, con los tipos de plomo manuales y con los inventos tipográficos del volumen. Se trata de un libro-teatro con páginas de colores que reproduce visualmente un espectáculo completo de café-teatro, forma de diversión popular que estaba muy de moda por entonces en Nápoles. Dibujados por el sistema de «alfabeto de sorpresas», esto es, mediante la disposición especial de letras por medio de tipos de imprenta, los artistas aparecen llevando a cabo sus números típicos: el malabarista, el cantante, la bailarina, los duetos, etc. Pero a cada artista le corresponde una página que se convierte de ese modo en el equivalente del escenario, en una escena, mientras que el desarrollo del espectáculo se identifica de forma física con el acto de ir pasando las páginas del libro. Otras páginas quedan reservadas al anuncio del programa, a la presentación de la orquesta, al entreacto, al subir y bajar del telón. En el libro tradicional, la página es un elemento neutro e indiferenciado,
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en la que la composición tipográfica queda impresa en una continuidad que lo único que pretende es llenar el espacio. En la obra de Cangiullo, por el contrario la página determina, dentro de la perspectiva del tiempo, el ritmo y la estructura del texto, es decir, el desarrollo del espectáculo, añadiendo además la dimensión espacial y cromática. Hay que precisar que fue justamente en Nápoles donde Menotti Cataneo inventó el «cine de bolsillo», al publicar tarjetas postales impresas con collages de fotogramas originales. Al considerarla desde este ángulo, la obra de Cangiullo ofrecería un teatro a domicilio, y la posibilidad de individualizar el espectáculo al elegir una manipulación personal de las páginas del volumen. En tanto que libro-objeto teatral, Cajfeconcerto [Café-concierto] sería en suma una nueva interpretación lúdica de la idea romántica del «téatre dans un fauteuil».
Las escasas líneas escritas por Mallarmé acerca del diario como forma de publicación moderna que podría llegar a suplantar al libro también llamaron la atención de la imaginación de los futuristas. En 1915, Soffici reunía sus composiciones de palabras-en-libertad en un volumen con formato de periódico. La misma dimensión de la obra subrayaba su carácter efímero y su modernidad: tal libro no podía colocarse entre otros volúmenes alineados en un estante de la biblioteca, como en un museo, práctica sacralizante que fue siempre rechazada por los futuristas, mientras que por el contrario exigía que la obra fuera convertida en una gran bola de papel y arrojada a la basura después de haber sido usada, exactamente igual que se hace con un diario. El acercamiento inesperado y simultáneo de los textos en la página del periódico, con una estructura similar a la de un collage cubista, cons-
tituía igualmente uno de los puntos de partida estéticos que se afirmaban en ese libro. La indicación de una poética queda evidente en el título Bif § zF+ 18, para el que Soffici dejó actuar al azar, reproduciendo tal cual «una de esas combinaciones extravagantes de caracteres y de signos tipográficos, que se forman a veces cuando aparecen en desorden al pasar de la caja de la linotipia a los plomos de una línea gracias a un encantamiento o a un desajuste momentáneo de la máquina». En fin, en la cubierta misma del volumen se mostraba un collage polícromo formado por hojas impresas, dispuestas de forma ortogonal de maneras diferentes, como si fueran los artículos yuxtapuestos de las columnas de un periódico. Esa cubierta es sin el menor género de duda la mejor obra de ese género que realizó Soffici. El artista toscano diseñó igualmente para las diferentes ediciones de la revista «Lacerba» diferentes papeles de impresión xilográfica con decoraciones policromadas abstractas. Muy próximo a Apollinaire y a los círculos de vanguardia parisinos, adoptó soluciones cubo-futuristas, o incluso órficas, contemporáneas de las decoraciones diseñadas por Sonia Delaunay para el papel de las cubiertas de «Der Sturm». Menos conocidos que los de Soffici, los papeles de los libros pintados por Balla en 1916 no llegaron a ser impresos, porque el original pintado a la acuarela sirvió para encuadernar los manuscritos de una condesa romana. Esta última forma de libro-objeto que convierte la obra autógrafa en un unicum artesanal, también fue experimentada por los futuristas. En los primeros años del siglo, Buzzi había realizado ya por ejemplo libros enteros escritos a mano con tinta china roja y negra, plagados de frisos decorativos y encuadernación en rojo con filigrana de oro. La difusión de este tipo de libro-objeto respondía en el seno de la vanguardia a diversas exigencias: voluntad de privatización de la obra o dificultad de obtener una reproducción tipográfica que estuviese verdaderamente en conformidad con el original de palabras-en-libertad.Es el caso por ejemplo de Conflagrazione [Conflagración], larga epopeya de palabras-en-libertad compuesta entre 1914 y 1918 por el mismoBuzzi a partir de collages de recortes de prensa,pasteles y tintas de colores, en hojas de gran formato. El libro, del que se compuso un únicoejemplar, exactamente igual que si se tratase deun cuadro o una escultura, no podría conocersefuera del círculo de los futuristas. Pero tal cosano le impedía a Marinetti hablar de él en público en las veladas teatrales, describiéndolo comouna obra maestra que daba testimonio de la contribución futurista a la renovación de la poesía.
El ejemplo de Buzzi suscitó un cierto proselitismo al principio de los años veinte, ya que se generalizó entre los futuristas la tendencia a componer libros por medio de textos en versión manuscrita, dactilografiada, o dibujada, y que estaban ilustrados con collages, con grabados, o
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con fotografías originales. En la misma dirección, otras creaciones de libros-objeto como productos artesanales fueron realizadas por Micheloni, Pirrone, Crali, Giannattasio, Alidada, Soggetti, Polidori, Zammit, Masnata, Fornari y Pelacani, hasta el punto de que llegó a crearse un círculo de difusión privada que respondía al proyecto de suscitar una actividad de comunicación y de intercambio paralela a la producción oficial de la edición.
Fueron sobre todo Carmelich y Dolfi quienes desarrollaron, desde 1920, esa búsqueda de forma casi exclusiva. Carmelich enviaba a sus amigos futuristas cartas circulares escritas a mano, anunciando en estos términos la aparición de un libro autógrafo o dactilografiado: «Este mes la Bottega di Epeo publicará el libro de poesías de Emilio Mario Dolfi, ll Parco delle attrazioni [El Parque de atracciones], con xilografías originales de Carmelich. El volumen, de formato 20 X 24 cm. encuadernado en cartoné, se compone de40 páginas y se publicarán 12 ejemplares en dosediciones, que se reparten como sigue: Ediciónde lujo, de tirada muy limitada, de sólo 4 ejemplares, numerados a mano, que se venden a 3 liras. Cada ejemplar, forrado en tela gris, llevarágrabado el nombre de su propietario. Edición corriente, de 8 ejemplares, numerados a máquina,que se vende al precio de 2 liras. Cubierta diseñada a mano. Se aceptan reservas y se hace observar que al tratarse de una tirada muy limitadalos ejemplares se agotarán rápidamente. Estaedición no volverá a ser imprimida». Todas laspublicaciones de Carmelich y Dolfi, incluidaslas revistas «Epeo» y «Cronache» de las que fueron directores, fueron realizadas siguiendo estesistema artesanal que al excluir los métodos dereproducción mecánica, permitía volver a encontrarse con el placer del contacto sensual conel libro, tal y como había existido antes de la imprenta. El artista controlaba igualmente hasta elfinal todo el proceso de producción de la obra,rematándola incluso en función de su destinatario. Rarísimos hoy en día, los libros de Dolfi yCarmelich, y aún más sus revistas, presentanpartes dactilografiadas y partes autógrafas, collages, temples, hojas sueltas, separatas, perforaciones, acuarelas, pasteles, tintas de color sobrepapeles diferentes, operándose así una amplísima mezcla de códigos y de materiales. Lo queprevalece en este caso es la estética de la creatividad infantil, programa inspirado en el dadaísmo, que era el ideario de Carmelich. Pero las soluciones cubo-futuristas siguen estando presentes, como comprobamos en el collage de un cartel publicitario recortado de un periódico, queforma las cubiertas de un libro manuscrito deDolfi titulado Linoleum. El título del recorte deperiódico ha sido retocado con tinta para crear elefecto del destello de luz típico de las losetas delinóleo.
A pesar de ser ejemplares únicos, fabricados por entero a mano, los libros de Buzzi y Carme-
lich, o las antologías de planchas de palabras-enlibertad de Masnata y de Soggetti, no son sin embargo «anti-libros». Ninguno de esos artistas estuvo impulsado por la voluntad biblioclasta que animó más adelante a Munari. Habría más bien que evocar la categoría más contemporánea del «libro de artista». Es a esa clase de búsqueda a la que pertenecen en especial algunas de las obras más tardías de los futuristas, concretamente una colección de tablas de palabras-en-libertad policromadas de masnata, que lleva sobre la cubierta un collage de objetos de gran efecto plástico y simbólico: sobre una página de escritura lineal autógrafa se encuentra pegado un par de gafas rotas. Todas estas composiciones corresponden a una voluntad de volver a encontrar una dimensión material más poderosa para el libro, preocupación constante de los futuristas, que irían hasta el punto de remplazar el papel por aleaciones metálicas. Aquellos experimentos deben ser colocados dentro del cuadro del amplio retorno al libro como objeto de invención y de amor que se encuentra siempre en todas las vanguardias. Quizás fuera conveniente ver la primera manifestación de esta actitud en las actividades de edición del Groupe de l'Abbaye, a principios de siglo, en Francia. Con sus creaciones los artistas respondían a la aparición de un doble movimiento que amenaza al libro en la época moderna: de un lado la industria de la cultura, con sus exigencias imperiosas de normalización del producto y de las labores de edición, y por otro el cine, la fotografía y los media de la imagen que convierten a la página impresa en algo anacrónico.
La búsqueda por medio del método de palabras-en-libertad continuó desarrollándose durante los años Treinta, suscitando creaciones nuevas e interesantes. Durante ese mismo período, por el contrario, el proceso de desaparición del libro en tanto que libro, y el de su desplazamiento, sufrieron una detención. La producción literaria de los futuristas, y el grupo aumentaba aún más gracias a numerosas adhesiones, era relativamente abundante, y sobre todo muy dispar. Incluso los numerosos volúmenes publicados dejaron de tener el carácter incisivo propio de las obras de vanguardia. Esa resurrección del libro, y como consecuencia de la «literatura» en el sentido tradicional del término, estuvo igualmente marcada por una iniciativa lanzada en 1932 por Marinetti, Buzzi, Folgore, Somenzi y Govoni mediante la creación de «camiones-librería elegantes y pintados de colores originales, que circularían por Italia vendiendo libros a buen precio en las grandes ciudades, pero sobre todo en las poblaciones pequeñas y en los pueblos del campo». La realización de ese «camión del libro», que testimoniaba claramente un compromiso social nuevo de la vanguardia futurista, dio lugar a diversas manifestaciones en las que debía primar la estética mecánica. En el verano de 1933 se instaló en los
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pinares de Cervia una Ciudad del Libro constituida, según la idea de Marinetti, por una serie de «quioscos magníficamente construidos en forma de piezas de maquinaria. Un ala de aeroplano, un perno enorme, un imán gigantesco, un hermoso tornillo», todo ello con «líneas y colores típicamente futuristas». La restructuración industrial que llevó a cabo el régimen fascista favorecía el retorno de una mitología de la civilización tecnológica de acuerdo con la agitación cultural que promovían los futuristas. Tal es el contexto en el que apareció una forma nueva de búsqueda fu turista en el ámbito del libro-objeto. El decenio que había seguido al final de la guerra se había ido desarrollando bajo el signo estético de la máquina. Próxima al constructivismo tecnológico de las vanguardias de la Europa central, la poética del «arte mecánico» de los futuristas había sido lanzada en 1922 por Pannaggi, Prampolini y Paladini. Por lo que atañe al libro la primera manifestación de esa búsqueda había sido una cubierta de aluminio realizada dos años después por Antonio Fornari para Salomé. El drama de Wilde debía ser llevado a escena por Bragaglia en Roma con decorados de Paladini. Las tapas del libro concebidas en aquella ocasión por Fornari eran de aluminio bruñido, con un rectángulo de cuero violeta superpuesto en cuyo interior aparecía una composición geométrica ejecutada en alambre de aluminio montado en relieve. Esta última se basaba en el método de transfiguración geométrica abstracta preconizado en aquella época por Van Doesburg en las páginas de «De Stijl». El libro le fue regalado por Fornari a la actriz Giacolina Protto, y hoy en día se da por perdido. Michel Seuphor publicó una fotografía de la cubierta en la revista «Het Overzicht» de abril de 1924. El ejemplo de Fornari, que trataba de conciliar el material tradicional
de la bibliofilia con las aleaciones metálicas más modernas de la civilización industrial, dio impulso a nuevas experiencias. Saladin, Andreoni y otros emplearon igualmente cueros policromados con el fin de realizar cubiertas especiales para los libros fu turistas que fueron presentados como ejemplares únicos en el Pabellón futurista de Turín en 1928, e igualmente en la sección del libro y artes gráficas de la Trienal de Milán de 1933. El aluminio, material caro y poco maleable, fue reemplazado progresivamente por diferentes tipos de papel de plata y de papel de aluminio, que ofrecían igualmente la ventaja de poder ser producidos en serie. Fueron imprimidas de esa forma no sólo cubiertas de ediciones enteras, como la del libro de Trimarco alta velocitá [Gran velocidad}, sino también composiciones decorativas insertas en las cubiertas, como en el caso del volumen Aria madre [Aire madre}, de Civello. En esta última obra la búsqueda de los valores táctiles de la materia es evidente: una forma impresa mediante una pátina de argenta sobre un papel de barba plisado de color azul que representa un aeroplano estilizado. Una solución parecida, pero desprovista del componente simbólico, fue igualmente adoptada por Depero para las cubiertas de su obra De
pero futurista, sin duda alguna una de las obras maestras producidas por la vanguardia italiana en el ámbito del libro-objeto. Esa era al menos la opinión de Schwitters, quien poseía un ejemplar en su biblioteca. Publicado en 1927 con formato de album a la italiana, este libro empleaba todas las innovaciones futuristas precedentes: desplegables, papeles de colores, impresión polícroma del texto, juegos tipográficos, etc. Toda su realización queda enmarcada por la estética mecánica, que Depero interpretaba de este modo: «la arquitectura es esencialmente estilización y ritmo. La arquitectura es el primer elemento de toda expresión artística. Hacer un esquema arquitectónico es sinónimo de construir, es decir, de crear de forma organizada. Hallar las líneas, las formas, las relaciones que proporcionan ese equilibrio feliz y mágico de la armonía. La imagen, el contraste, la analogía, lo imprevisto, fundidos en un conjunto único y coordinado». El libro de Depero comporta también una novedad que se debe a su editor, Azari, la de su «encuadernación dinamo»: las hojas se han reunido por medio de dos pernos de aluminio con tuercas y vástagos fileteados, de tal forma que el libro se asemeja a una máquina. La disposición de las páginas asegura el funcionamiento cinético del objeto, y su estructura mecánica permite remplazar las piezas sueltas constituidas por las hojas, mediante el procedimiento de desmontar la estructura. Según los términos de Azari, el libro estaba «remachado como un motor» y concebido como un objeto embarazoso, molesto, con la finalidad de que no pudiera ser colocado en los atriles de exposición de una biblioteca. En un folleto que anunciaba la aparición del
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libro, se hablaba de una «edición mecánica remachada», y Depero utilizaba una forma aún más explícita de la noción de libro-objeto: «De
pero futurista no tiene nada que ver con los libros normales. Es un objeto artístico en sí mismo, una obra de arte típicamente futurista». Tres ejemplares del libro se hicieron con unas cubiertas de aleación metálica, uno para Marinetti, y los otros dos para el autor y el editor. En esa edición especial, el volumen aparecía encerrado entre dos placas rígidas, gruesas y pulidas, que lanzaban reflejos metálicos acentuado de forma impresionante su aspecto de libro-máquina.
También pertenecen a la estética mecánica las «flores futuristas» imaginadas y construidas por Depero, Baila, Azari y Bot, creaciones singulares que dan testimonio de la voluntad de los futuristas de adaptar los elementos del mundo cotidiano a los valores nuevos de la civilización moderna. Realizadas en metal, las flores de Bot representan conceptos, objetos, formas y figuras, dentro de un movimiento que apunta de forma resuelta hacia la estilización de los signos de la «cultura» más que hacia la reinvención plástica de formas del reino vegetal, que era lo que perseguían Baila y Depero. Un systema naturae inédito, fundamentado en la inmanencia de las cosas y de las ideas, nacía así de la sensibilidad del artista alimentada por la tecnología. Si la utopía de la «reconstrucción futurista del universo», que profesaban Baila y Depero, venía a sublimar a través del mito el mundo artificial creado por el hombre, la originalidad de Bot residía en acentuar esa dirección de búsqueda hasta llegar al punto de invertir, con toda la ironía que se quiera, la esfera de la abstracción conceptual: después del libro las propias letras del alfabeto se convertían de nuevo en objetos, en signos de la presencia de un orden simbólico transfigurado en naturaleza.
Una creación originalísima en el campo del libro-objeto debía ser el Almanacco dell'ltalia vetoce [Almanaque de la Italia veloz}, proyectado por Osear Fusetti en 1930. Al fundar las Edizioni Metropoli en Milán, este último había lanzado la idea de un «almanaque futurista» que habría servido para ofrecer una síntesis de las novedades artísticas, creadoras e industriales de la Italia moderna. Los artistas futuristas debían aportar sus esfuerzos a esta publicación que, según Marinetti, sería «sorprendente por sus contrastes coloristas e insólitos» y «revolucionaría por el poder de persuasión de sus páginas ilustradas, por sus planchas de palabras-en-libertad futuristas, por su variada vivacidad, sus estallidos de risa policromados, su esplendor geométrico. Nada se habría visto antes y no habría nada previsible: un surtido de papeles y de tintas comparables solamente a los colores cambiantes de los aeroplanos entre la aurora y el crepúsculo». Un folleto y un cartel publicitario, de cuya presentación tipográfica se había hecho cargo
Diulgheroff, fueron difundidos al punto. Estos fueron seguidos por un ejemplar de prueba de 36 páginas, ilustrado por Balla, Prampolini, Dottori, Munari, Diulgheroff y Pozzo.
Esta última publicación, presentada en la Biennale Internazionale del/e Arti Decorative de Monza en mayo de 1930, tenía por título Programma del/'Italia veloce (Programa de la Italia veloz], y daba a luz una prueba de la prodigiosa calidad de edición buscada por Fusetti en los planos táctil y visual: cubiertas de papel de aluminio, para ser más precisos de una variedad de alpax con el emblema de las Edizioni Metropoli estampado y repujado con filigrana de oro bruñido; páginas realizadas en ocho variedades de papel diferentes en cuanto al color, grosor y grano; textos impresos en rojo, argenta, sepia, violeta, verde, azul, utilizando la composición tipográfica, las letras dibujadas, el facsímil de manuscrito; y sobre todo las notables composiciones publicitarias futuristas de Munari, Balla, Dottori, Prampolini, Diulgheroff y Pozzo. Impresas en serigrafía, aquellas páginas autorizaban a Marinetti a hablar de un libro «de explosión», alusión al hecho de que la estética futurista de la sorpresa había tomado como modelo a los fuegos de artificio.
Pero el Almanacco del/'Italia veloce [Almanaque de la Italia veloz], en el que cada página era distinta prácticamente de todas las demás por su invención creadora, debía ser al mismo tiempo un «libro cinematográfico», gracias a la introducción de dos técnicas nuevas de edición: la inserción de «páginas-disco» que comprendían grabaciones de las declaraciones y declamaciones poéticas, y el empleo de páginas impresas en hojas de celofán transparente de diferentes colores, material ya empleado por Balla y por una de sus discípulas, Rougena Zatkova, en algunos montajes y collages. Sólo ésta última innovación acabó por integrarse en el ejemplar: una hoja de celofán transparente, parcialmente impresa, proporcionaba un efecto de sobreimpresión típicamente cinematográfica. La propia página podía ser descompuesta a voluntad, ya que de ese modo era posible cambiar su contenido iconográfico al dar vuelta a la página transparente que tenía superpuesta. El Almanacco del/'Italia veloce (Almanaque de la Italia veloz], que debía haber aparecido en diciembre de 1930, no llegó a existir. Dos años después, Depero anunciaba el libro-objeto New York, film vissuto [Nueva York, film visto], con planchas de palabras-en-libertad, fotomontajes, y dos discos incorporados que habrían de restituir el ambiente sonoro de la metrópolis americana. Pero tampoco aquel proyecto llegó a realizarse. Solamente Marinetti consiguió grabar más adelante un disco con algunas de sus composiciones de palabras-en-libertad, y también, con grandes efectos sonoros y ruidos, su novela sintética titulada Gli amanti simultanei [Los amantes simultáneos].
El resto de las innovaciones propuestas por
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Fusetti, incluso la de la utilización de hojas de celofán de colores como elemento cinético, se encuentran en los años siguientes en las principales realizaciones de la edición futurista. Entre otras, en el Poema del vestito di latte [Poema del vestido de leche], de Marinetti, editado en 1937 con fotomontajes, compuesto y con presentación tipográfica de Munari, y en dos números especiales de revistas que se consagraron a la tipografía y a las creaciones fu turistas en el campo del libro, «Campo gráfico», de Enrico Bona en 1939, y «Graphicus», publicada por Alfredo Trimarco en 1942. En este último número Trimarco recurría a una novedad reciente para demostrar el carácter artificial de la normalización tipográfica. La primera parte de su texto está impresa en tinta violeta, en forma de facsímil de manuscrito. El resto del texto, que no aparece hasta que no se vuelve la página, se conforma por el contrario de manera inesperada al emplear la composición tipográfica banal del negro sobre blanco. Constituye sin duda un medio de hacer aparecer la gestualidad caligráfica subyacente a la tipografía, puesto que se trata de la configuración original, y de ese modo se restituye la autenticidad singular de cada forma de escribir. Pero ese era también el medio de sorprender al lector al enfrentarlo directamente con la materialidad de la página impresa. Es preciso señalar que una recuperación de esas creaciones fu turistas la intentaron igualmente las instituciones culturales del fascismo: se puede reconocer una adaptación de la idea de un «almanaque de la Italia veloz» en el enorme libro-objeto que se titula Italia imperiale [Italia imperial], publicado en Milán en 1937 por la «Rivista Ilustrata del Popo/o d'Italia» [Revista ilustrada del pueblo de Italia]. En ese volumen de dimensiones excepcionales ( 46 X 36 cm. y 7 cm de grosor), volvemos a encontrar en efecto todos los procedimientos futuristas: policromías, celofán, papel de aluminio, impresión serigrafiada, etc. La finalidad del libro, a pesar de su aspecto de obra de propaganda, era en realidad la monumentalización de la cultura que perseguía el fascismo, y que comprendió otras iniciativas como la Enciclopedia Treccani y la Academia italiana. Algunos artistas de vanguardia, como Ram y Nizzoli, colaboraron con fotomontajes en aquella publicación que nacía propugnando un programa exactamente opuesto al programa futurista. Pero las contradicciones y las ambigüedades del futurismo de esta época son bien conocidas.
Los volúmenes de hojalata que se publicaron a comienzos de los años Treinta son quizás las obras mayores que produjo la búsqueda futurista en el campo del libro-objeto. En materia de edición, representan igualmente las realizaciones más significativas de la estética mecánica que seguía desarrollándose de forma significativa gracias al grupo futurista de Turín. Diulgheroff y Fillia estuvieron desde un principio en el origen del interés de los futuristas por el empleo
de materiales nuevos, como la hojalata, en el campo de las artes decorativas y aplicadas.
La extensión de esas novedades a las técnicas de edición fue obra de Farfa, pero la diversidad de las iniciativas merece que las reconstruyamos brevemente. Por sí misma, la hojalata esmaltada había inspirado ya el futurismo de preguerra, y no sólo como imagen, puesto que aparece con mucha frecuencia por ejemplo en las metáforas poéticas de Marinetti y de Carra, sino además como objeto material en los montajes de Balla y Depero. Al principio de los años veinte, Rougena Zatkova, que por entonces vivía en Pegli, en la costa de Liguria, ya había empleado la hojalata en sus cuadros luminosos compuestos por materiales diferentes. Benedetta la usaba poco después en Luci + rumori di treno notturno [Luces + rumores de tren nocturno}, para realizar sobre la tela «formas-ruido» que, saliendo del plano del cuadro, dirigiesen sus puntas hacia el espectador. En 1928, trabajando para la empresa Tucci de Turín, Diulgheroff utilizó por su parte hojalata como base de una serie de paneles publicitarios de grandes dimensiones, que habrían de remplazar finalmente, según escribía Fillia, al «antiguo cartel de papel, sujeto a los humores del tiempo, limitado, y a menudo ahogado por la proximidad de otros reclamos publicitarios. El material de estas planchas es sólido y su superficie, que brilla en un sólido aislamiento, representa igualmente un valor arquitectónico». El ejemplo de Diulgheroff fue seguido aquel mismo año por Farfa. Los dos artistas expusieron juntos paneles diferentes, al aire libre, en el parque del Valentino de Turín. Tres años después, Diulgheroff realizaba el opúsculo Taverna futurista Santopalato, cuya cubierta consistía en un fotomontaje impreso en una placa de aluminio. Retomando la idea de Fornari y Depero, el artis-
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ta excluía también aquí cualquier posibilidad de recurrir a otros materiales más dúctiles, de los que hacía uso con frecuencia en su calidad de decorador. Y también en aluminio realizó Prampolini por las mismas fechas los famosos «cascos líricos» que coronaban a los vencedores de los «circuitos futuristas de poesía». Por lo que atañe a Farfa, se instaló en 1929 en Savona donde constituyó rápidamente con Acquaviva el grupo futurista ligur. Al año siguiente, creaba para la empresa Nosenzo de Savona el conjunto plástico Prue [Proezas}, realizado por completo en hojalata coloreada. La complicidad que se estableció entre Farfa y el industrial Nosenzo, fabricante de latas de conserva, dio origen a todas las realizaciones futuristas en este campo. Invitado a Savona, Fillia publicó allí el folleto Architettura moderna e nuovi materiali [Arquitectura moderna y nuevos materiales}, en el que defendía una «utilización masiva de la hojalata, incluso en arquitectura». El grupo futurista ligur construyó seguidamente en las calles de Savona un arco de triunfo de hojalata coronado por una inscripción gigantesca de letras cuadradas, uno de los primeros ejemplos de esa arquitectura publicitaria que iba a ser empleada a continuación en las grandes manifestaciones públicas del régimen fascista.
En 1931 Nosenzo publicó el poema de palabras-en-libertad de Farfa que se titula Lito/atta [Lito/ata}, impreso en una plancha de hojalata mediante el procedimiento litográfico, e ilustrado por la composición plástica de Acquaviva titulada Manigoldo e studentessa [Tuno y estudiante]. Este mismo procedimiento lo utilizó D'Albisola para crear un nuevo libro-objeto futurista, la antología de Paro/e in liberta futuriste olfattive tattili termiche [Palabras en libertad fu turistas olfativas tactiles térmicas}, de Marinetti. La idea había cobrado cuerpo durante el verano de 1932 con ocasión de una visita a los establecimientos industriales de Nosenzo en Savona, efectuada por el fundador del futurismo en compañía de Fillia y de Diulgheroff. Pero hicieron falta más de dos meses de planificación seguidos de dos meses de trabajo para poder realizar el proyecto. Por ejemplo hizo falta elaborar seis modelos diferentes para encontrar un tipo de encuadernación que permitiese la rotación de las páginas de hojalata. El problema se resolvió finalmente disponiendo los bordes internos de las páginas sobre unos ejes que venían a insertarse en un lomo de cubierta tubular. Toda la presentación gráfica del volumen la llevó a cabo D' Albisola. Por lo que atañe a la cubierta, en la que aparecía una composición con tres gallardetes futuristas, este último empleó las letras diseñadas especialmente por Diulgheroff para la marca de fábrica de la empresa de Nosenzo. En el interior del libro, la encuadratura y caja de los poemas de Marinetti se concibió siguiendo una «serie rítmica», de tal forma, según afirmaba D' Albisola, que «cada hoja de hojalata contiene una poesía y al
dorso una síntesis coloreada plástica que representa el verso de mayor emoción del poema. Los colores y las formas plásticas son el resultado por simpatía de la emoción suscitada por la lectura». A cada poema le corresponde en consecuencia una «planta plástica», pero lo que predomina en el conjunto es la búsqueda de composiciones abstractas, como son las escansiones cromáticas basadas en gradaciones tonales, donde se encuentran soluciones próximas a las lecciones constructivistas que D' Albisola había asimilado a través de Diulgheroff. Muy esperado por los futuristas, el libro apareció a finales de diciembre de 1932 con un estuche realizado también en hojalata, y conoció dos tiradas de impresión diferente. Una tirada especial de los poemas de Marinetti se realizó en papel, constituida por un ejemplar único, encuadernado en tafilete, con una dedicatoria autógrafa del fundador del futurismo. Algunas páginas de ese libro se imprimieron también en forma de pequeños carteles de hojalata para la presentación del volumen en la Prima Mostra Nazionale futurista, que se celebró en Roma unos meses más tarde. Entre los comentarios entusiastas que saludaron las proezas de aquella edición de D' Al biso la, hay que citar los de Acquaviva y Sanzin. El primero ponía de relieve las formas de producción industrial que había permitido la realización del volumen y el encanto sutil del nuevo material que se había utilizado: «hojalata: vidrio cerrado de forma refleja». El segundo evocaba las características inéditas de esa obra que inauguraba la era del libro mecánico: un volumen de hojalata es higiénico porque es inmune a los bacilos, es incombustible e imputrescible, siendo además metálico y ligero».
A la estética del hierro de los comienzos de la civilización industrial, se sucedía en aquel momento la estética mecánica de los nuevos metales, más adaptados a una sociedad de consumo: estaño, aluminio, hojalata, y todas las aleaciones dúctiles y ligeras que triunfan en los diferentes usos de la chapa. Eso es lo que resumía Marinetti al afirmar que aquel libro daba a sus aeropoesías la «elasticidad ideal del ala del aeroplano». Rarísimo hoy en día, el volumen constituye una iniciación directa a los nuevos valores de la estética mecánica de la época: funcionalidad, precisión, velocidad, sensualidad de las superficies metálicas, lisas como la seda, y finalmente el carácter compacto y sólido del objeto. El grosor y la suave rigidez de las láminas, el peso del libro, el chasquido metálico que acompaña al gesto de pasar las páginas, la movilidad de los reflejos luminosos que atraviesan las policromías, la sensación táctil del metal, imponen además una presencia autónoma de la materia en tanto que soporte de imágenes y de palabras, y como producto industrial, libro y objeto moderno simultáneamente.
La publicación del volumen de hojalata no fue más que uno de los momentos más signifi-
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cativos de esta larga búsqueda que llevaron a cabo los futuristas durante los años Treinta para introducir en el mundo del libro impreso, aún ligado directamente a la herencia de Gutenberg, la nueva cultura de los materiales creada por la civilización tecnológica. Esta tentativa se produjo con bastante retraso, comparativamente, en las artes plásticas, en las que Balla por ejemplo venía empleando el celofán desde 1915, y del que propugnaba su uso en el manifiesto titulado La Riconstruzione futurista dell'Universo [La Reconstrucción Juturista del Universo}, bajo el nombre de «taco». La voluntad de recuperar el tiempo perdido quizás pueda explicar esa multiplicidad de iniciativas que buscaban generalizar el uso de la hojalata, material en el que se imprimieron igualmente tarjetas de visita, carnets de clubs, calendarios, etc. La credencial de periodista que otorgaba el periódico «Futurismo» preveía incluso en el dorso un lugar reservado a la firma y el recuadro para la fotografía que habría de ser pegada en la hojalata.
D' Albisola publicó un nuevo libro de hojalata un poco después: L'Anguria lírica [La Sandía lírica], un largo poema de amor en cinco tiempos con ilustraciones de Munari. Realizado en formato más reducido, ese libro tiene un carácter mucho más libre y fantasioso que el precedente tanto en la paginación como en las composiciones plásticas. D' Al biso la pensaba además que con aquellas obras el futurismo había abierto camino a creaciones nuevas y más osadas, libros-objeto que se enriquecerían gracias al «desarrollo filmado y hablado del argumento», y en los que incluso la hojalata sería reemplazada por «un nuevo metal que tendrá la flexibilidad del aluminio, la resistencia del acero, y será ligero como el papel». La estética del hierro, que con Eiffel produjo su más importante autocelebración, había alcanzado una nueva dimensión monumental. La estética mecánica defendida por los futuristas encontraba en cambio la respuesta a sus aspiraciones en la futilidad del objeto individual y cotidiano, exaltando el carácter efímero de los materiales nuevos que correspondían a las tecnologías de la publicidad, del con- o sumo, y de los deportes modernos de la velocidad (aeroplano y automóvil).
Traducción de S. l. González