16
[5] Tema central Revista eure (Vol. XXXI, Nº 93), pp. 5-20, Santiago de Chile, agosto 2005 Guy Thuillier * El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires ** Abstract This paper deals with gated communities in the Metropolitan Region of Buenos Aires (RMBA). It objective is understanding the socio-territorial impact of these developments at local, metropolitan and national levels. After some basics elements about the history of these communities and their important and recent growth in the RMBA, this mutation is analyzed according to three categories: the architectural and urban forms; the functions of this spaces and the practices they allow or provoke; and the kind of social relationships they create. For each of these three aspects, two different points of view are successively adopted: a look at the situation inside the gated community, and secondly, the changes that it creates for its surroundings and for the rest of the metropolis. Finally, the paper comes to the idea that those developments imply a deep mutation of the representations of the city for its residents: the rise of gated communities means a deep change in the idea that people have of what cities and urban life are and should be. Keywords: gated communities, country clubs, Buenos Aires, public space, security, residential segregation, urban sprawl, suburbanizacion. Resumen Este artículo trata sobre las urbanizaciones cerradas en la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA). El objetivo es entender el impacto socio-territorial de esos barrios a nivel local, metropolitano y nacional. Después de exponer algunos elementos básicos sobre la historia de esas urbanizaciones y su importante desarrollo reciente en la RMBA, se analiza esta mutación de acuerdo con tres categorías: las formas arquitectónicas y urbanas; las funciones de los espacios y las prácticas sociales que permiten o suscitan; y el tipo de relaciones sociales que se crean en esos lugares. Para cada uno de estos tres aspectos se adoptan sucesivamente dos puntos de vista: por una parte, se contempla la situación dentro del barrio cerrado, y por otra, se estudian los cambios que esos barrios implican para sus alrededores y para el resto de la ciudad. En conclusión, nos acercamos a la idea de que esos emprendimientos traducen una profunda mutación de las representaciones de la ciudad para sus residentes: el éxito de los barrios cerrados significa un cambio importante en la idea que se hace la gente de lo que son y deben ser la ciudad y la vida urbana. Palabras clave: barrios cerrados o privados, country clubs, Buenos Aires, espacio público, seguridad, segregación residencial, desarrollo urbano, periferia urbana.

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

  • Upload
    lamanh

  • View
    218

  • Download
    2

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

[5]

Tema central

Revista eure (Vol. XXXI, Nº 93), pp. 5-20, Santiago de Chile, agosto 2005

Guy Thuillier*

El impacto socio-espacial de las urbanizacionescerradas: el caso de la Región Metropolitana de

Buenos Aires* *

Abstract

This paper deals with gated communities in the Metropolitan Region of Buenos Aires (RMBA). It objective isunderstanding the socio-territorial impact of these developments at local, metropolitan and national levels.After some basics elements about the history of these communities and their important and recent growth in theRMBA, this mutation is analyzed according to three categories: the architectural and urban forms; thefunctions of this spaces and the practices they allow or provoke; and the kind of social relationships they create.For each of these three aspects, two different points of view are successively adopted: a look at the situationinside the gated community, and secondly, the changes that it creates for its surroundings and for the rest of themetropolis. Finally, the paper comes to the idea that those developments imply a deep mutation of therepresentations of the city for its residents: the rise of gated communities means a deep change in the idea thatpeople have of what cities and urban life are and should be.

Keywords: gated communities, country clubs, Buenos Aires, public space, security, residential segregation,urban sprawl, suburbanizacion.

Resumen

Este artículo trata sobre las urbanizaciones cerradas en la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA).El objetivo es entender el impacto socio-territorial de esos barrios a nivel local, metropolitano y nacional.Después de exponer algunos elementos básicos sobre la historia de esas urbanizaciones y su importantedesarrollo reciente en la RMBA, se analiza esta mutación de acuerdo con tres categorías: las formasarquitectónicas y urbanas; las funciones de los espacios y las prácticas sociales que permiten o suscitan; yel tipo de relaciones sociales que se crean en esos lugares. Para cada uno de estos tres aspectos se adoptansucesivamente dos puntos de vista: por una parte, se contempla la situación dentro del barrio cerrado, ypor otra, se estudian los cambios que esos barrios implican para sus alrededores y para el resto de laciudad. En conclusión, nos acercamos a la idea de que esos emprendimientos traducen una profundamutación de las representaciones de la ciudad para sus residentes: el éxito de los barrios cerrados significaun cambio importante en la idea que se hace la gente de lo que son y deben ser la ciudad y la vida urbana.

Palabras clave: barrios cerrados o privados, country clubs, Buenos Aires, espacio público,seguridad, segregación residencial, desarrollo urbano, periferia urbana.

Page 2: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

6 eure

Guy Thuillier

1. Introducción: consideracionesgenerales y problematización

En el mundo entero, los barrios cerrados–gated communities en Estados Unidos, ba-rrios cerrados o countries en Argentina, con-

dominios fechados en Brasil- aparecen hoy como unaforma urbana emergente, presente en diversos gra-dos en países tan diferentes como Indonesia, Rusia,Estados Unidos, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Tur-quía o Egipto. En Estados Unidos, país que lideraesta tendencia, al menos ocho millones de personasviven en gated communities (Blakely y Snyder, 1997).En la aglomeración de Buenos Aires, ejemplo a par-tir del cual desarrollaremos más particularmentenuestra reflexión, estas urbanizaciones cerradas –pre-sentes desde hace décadas- se han convertido recien-temente en un fenómeno urbano masivo, cobrandoen los últimos años una considerable importancia enlas periferias de la aglomeración. Mientras que el fe-nómeno era marginal a comienzos de la década de1990, se contaban en el año 2000 en la RegiónMetropolitana de Buenos Aires (RMBA) 351 ba-rrios cerrados, para una población permanente dealrededor de 50.000 habitantes. Para este puñadode privilegiados, a la escala de 13 millones de habi-tantes de la RMBA, estos 300 kms cuadrados detierra loteada y enclaustrada constituyen una super-ficie más grande que la de la ciudad autónoma deBuenos Aires (Thuillier, 2002) (ver mapas 1 y 2).

El éxito de este nuevo objeto urbano, a puntode alcanzar a la autopista y al centro comercial en elrango de los íconos de la (post) modernidad urba-na1 , ha generado en el mundo una literatura uni-versitaria, urbanística y mediática a menudo muycrítica respecto a estos ghettos, acusados de “fragmen-tar la ciudad”, fortalecer los contrastes sociales y “pri-vatizar” el espacio público. Con todo, la segregaciónresidencial entre ricos y pobres es una realidad yaantigua en la mayor parte de las ciudades del mun-do. Mucho antes de la aparición de los barrios cerra-dos, los brutales contrastes socio-económicos golpea-ban al visitante europeo de las metrópolis del TercerMundo en general y de América Latina en particu-lar. Más generalmente, las elites de todos los paísessiempre han sabido aprovisionarse de lugares de re-sidencia y sociabilidad privados, separados de aque-llos del “populacho”.

En estas condiciones, ¿en qué es realmente dife-rente la ciudad “fragmentada” en islotes cerrados so-bre sí mismos de la ciudad segregada tradicional, talcomo la describe la ecología urbana clásica de la Es-cuela de Chicago, por ejemplo? ¿Son los barrios ce-rrados simplemente una respuesta pragmática de losricos a la violencia urbana, una consecuencia de lascrecientes desigualdades debidas a la “globalizaciónliberal”? Por el contrario, podemos también pregun-tarnos si acaso estas urbanizaciones cerradas no con-tribuyen a su vez a la decadencia de la ciudad, y siacaso ellas no se alinean en el lado de las causas delmal: ¿los barrios cerrados resuelven o refuerzan lacrisis urbana? Más allá de una segregación acentua-da que se inscribe en el espacio a través de barreras,¿cómo modifican estos barrios el funcionamiento eincluso la naturaleza de la metrópolis latinoamerica-na? En suma, ¿cómo afectan ellos la urbanidad de lasciudades que rediseñan?

Por “urbanidad”, entenderemos en este artículono una cierta cualidad normativa de la ciudad, sinoel conjunto de propiedades de un espacio urbano ylas relaciones que establecen sus residentes con eseespacio. Para simplificar distinguiremos tres compo-nentes de esta urbanidad –susceptibles de ser modi-ficados por los barrios cerrados-, en el entendido que

* Universidad de Toulouse II-Le Mirail. E-mail:[email protected].

** Este artículo tiene su origen en un trabajo de terrenorealizado en Buenos Aires entre los años 1998 y 2000, en elmarco de un Doctorado de Geografía defendido en el año2002 en la Universidad de Toulouse II, Francia. Los dife-rentes métodos de recolección de datos han sido la observa-ción directa, la revisión sistemática de la prensa local y entre-vistas con diferentes actores de los barrios cerrados: residen-tes y también personas que habitan en los barrios abiertosde los alrededores, urbanistas, arquitectos, comerciantes,etc. Los datos estadísticos y cartográficos provienen del tra-tamiento de los datos ofrecidos por la Guía de countries,barrios y chacras del año 2000 (que censa los barrios cerra-dos, su estado de poblamiento y su construcción, con el finde captar la atención de potenciales compradores) así comotambién de aquellos ofrecidos por la Alcaldía de Pilar. Tra-ducido por Martín Figueroa y revisado por Oscar Figueroa.Recibido el 16 de octubre de 2003, aprobado el 18 dejunio de 2004.

1 A este respecto, para el caso argentino véase Capron(1998).

Page 3: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 7

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

Mapa 1. Organización socio-espacial de la Región Metropolitana de Buenos Aires.

Débil

Medio

Elevado

“Villa Miseria”Shopping center

Principales urbanizaciones cerradas

Principales rutasPrincipales vías ferreas

Coronas suburbanas

Aeropuerto internacional

Río de La Plata

Vicente López

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Centro de la

Ciudad

Fuente: elaboración propia.

Nivel socioeconómico

de población

Page 4: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

8 eure

Guy ThuillierM

apa

2. N

úmer

o de

lote

s y

de c

asas

con

stru

idas

en

barr

ios

cerr

ados

en

la R

egió

n M

etro

polit

ana

de B

ueno

s A

ires

en

2000

.

Núm

ero

de lo

tes

Núm

ero

de c

asas

Aut

orut

as

Rut

as

Vía

s fé

rrea

s

Ae

rop

ue

rto

in

tern

aci

on

al

(Eze

iza

)

Cur

sos

de a

gua

Ae

rop

ue

rto

na

cio

na

l(J

orge

New

berr

y)

Fuen

te: e

labo

raci

ón p

ropi

a.

Cap

ital

Aut

ónom

a

Page 5: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 9

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

estos tres componentes están en realidad profunda-mente imbricados entre ellos y que es un poco artifi-cial querer aislarlos. Consideraremos en primer lugarlas formas de la ciudad o el sustrato material, la esce-nografía en la que se desarrolla la urbanidad y que lacondiciona; en segundo lugar, la pareja funciones/prácticas urbanas, o cómo la ciudad, de un proyectode un urbanista o un promotor, deviene un espaciovivido y apropiado por sus residentes; en tercer yúltimo lugar, las relaciones sociales que se establecenentre los ciudadanos. Será conveniente considerarcada uno de estos tres temas en dos escalas diferen-tes: por una parte, situándose al interior de los ba-rrios cerrados, tratando de entender cómo la opciónresidencial de vivir dentro de éstos afecta la urbani-dad para sus habitantes, y por otra, mirando desdefuera cómo este encierro de unos modifica la urbani-dad de los otros –aquellos que están afuera- y afectain fine toda la aglomeración.

2. Las formas: ¿la ciudad armoniosa?

2.1. Adentro

Conviene recordar, en un primer momento, quelas urbanizaciones cerradas argentinas descienden delos country clubs, modelo importado desde Inglaterraen los años ‘30. Se trataba entonces de residenciassecundarias, de relativa comodidad, a menudo des-provistas de redes de agua potable y alcantarillado,construidas fuera de la ciudad alrededor de grandesequipamientos deportivos: campos de golf o de polo,courts de tenis y de paddle, gimnasio y piscina, ade-más de un restaurante en el club house, la casa comúndel country. Con la creciente inseguridad de la déca-da de los ‘70, los pocos countries existentes comenza-ron a transformarse en residencias principales paralas familias deseosas de alejarse de la ciudad-centro.El verdadero despegue de los barrios cerrados datasin embargo solamente de mediados de los años ’90,y coincide con la mejora y la extensión de los princi-pales accesos de autopistas a Buenos Aires –particu-larmente la Panamericana, que da servicio al norte dela aglomeración, tropismo natural de las clases supe-riores porteñas. Desde entonces el country se multi-plicó y democratizó con la aparición del “barrio ce-rrado”. Este también constituye un loteamiento ce-rrado con acceso controlado y permanentementevigilado, aunque las áreas verdes y los espacios co-

munes, así como los gastos compartidos, son muchomás reducidos que en los countries. Esta oferta inmo-biliaria, que se desarrolló de manera prioritaria en laproximidad de las autopistas, en un radio de 25 a70 kilómetros del centro de la ciudad, encontró unvivo éxito entre las capas acomodadas de la pobla-ción, a menudo parejas jóvenes que buscan un lugarmás grande ante el nacimiento de su primer hijo, yque dejan la capital para criar a sus hijos en un am-biente natural. La “calidad de vida” es, en efecto, elargumento principal de los promotores de los ba-rrios cerrados; la seguridad no se halla sino en unsegundo lugar, como un factor entre otros de todoun conjunto de prestaciones. Los candidatos a lasuburbanización quieren romper con la ciudad cen-tro, considerada como peligrosa, sucia, ruidosa, con-taminada, anárquica: los barrios cerrados, por el con-trario, proponen un mundo ideal, una suerte decompromiso entre la ciudad y el campo... que alfinal parece confundirse con los suburbios norte-americanos.

El primer elemento de esta transformación de lourbano en rural-urbano es una modificación de lasformas. En lo que respecta al paisaje al interior de lasurbanizaciones cerradas, salta a la vista del visitanteque estos barrios adoptan un lenguaje arquitecturaly urbanístico que pretende romper con el de la ciu-dad-centro. El estricto y monótono damero de Bue-nos Aires es reemplazado por el de las calles curvas,los cul de sac alrededor de lagos artificiales, formastípicas de la arquitectura “pintoresca”. La naturaleza,valorizada al máximo, es un elemento de ornamen-tación fundamental; cuando pueden, los arquitec-tos se apoyan en puntos llamativos del terreno queellos habilitarán. Se conserva y valoriza una avenidabordeada de árboles, una depresión del terreno quepodrá convertirse en una pequeña laguna, un bos-que de árboles antiguos, una vieja casa patronal, querehabilitada será un club house muy en boga. Todo loque recuerda la vida de las grandes estancias, el mun-do de los gauchos, lo que evoca ese folklore ruralistadonde la identidad nacional argentina asienta enbuena parte sus raíces, es vuelto a poner a la ordendel día, contra los valores propios de la civilizaciónurbana europea y refinada que caracteriza el imagi-nario de Buenos Aires.

En lo que se refiere a las formas del hábitat, lasurbanizaciones cerradas están casi exclusivamente

Page 6: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

10 eure

Guy Thuillier

reservadas a la casa individual, a excepción de algu-nos dormys, departamentos en pequeños edificiosbajos destinados a los visitantes de fin de semana.Las casas se presentan más o menos grandes y conti-guas, según el nivel socio-económico del loteo –loslotes varían de los 500 a los 2.000 metros cuadradosen general-, pero es solamente en los proyectos máseconómicos, destinados a la pequeña clase media,que se encuentran casas pareadas. El tamaño y elespacio de las casas, dispersas en vastas extensionesde prado, y la ausencia de construcciones en altura,contribuyen a hacer de estos barrios zonas de muybaja densidad, lo que hace de las urbanizaciones ce-rradas grandes consumidoras de espacio peri-urba-no. Mientras que los barrios cerrados no ocupabanmás de 34 kms2 en 1991, las 400 urbanizacionescerradas del año 2000 cubren una superficie de 305kms2 (Maestrojuan et al., 2000). En diez años hasurgido de la tierra, a pedazos, sin el menor debatepúblico y sin ningún plan de conjunto a escala de laaglomeración, una ciudad privada 1,7 veces másextendida que la ciudad autónoma de Buenos Aires(180 kms2).

Pero incluso, más todavía que las mismas formasurbanas, lo que diferencia a los barrios cerrados delos del centro de la ciudad y del resto del suburbio essu homogeneidad, su coherencia arquitectural ypaisajística interna, garantizada por un grado muyfuerte de control comunitario sobre la produccióndel espacio urbano. Buenos Aires, como muchas delas ciudades latinoamericanas, se caracteriza en efec-to por la debilidad del control público sobre la urba-nización y la gran libertad otorgada a los actores pri-vados. Una de las consecuencias de ese laisser faire esla variedad, la sorprendente mezcla de formas, deépocas, de estilos y de funciones en la capital argen-tina. Una pequeña casa italiana del siglo XIX colindaa menudo con un edificio de quince pisos de losaños ‘70, en medio de una pequeña fábrica o undepósito… En las urbanizaciones cerradas, al con-trario, el conjunto del barrio está concebido comoun solo bloque, de acuerdo a un plan de conjunto,un masterplan-global. En el sistema de housing, cadavez más expandido, las casas son vendidas “llave enmano” y el cliente puede elegir entre cinco o seismodelos preconcebidos, a los que podrá –en el me-jor de los casos- agregar algunas variantespersonalizadas. En caso que el promotor se confor-

me con vender loteamientos no construidos, las nor-mas arquitectónicas del barrio definen muy estricta-mente las superficies mínimas y máximas de la cons-trucción, los retiros y las alturas autorizadas, llegan-do incluso a imponer restricciones sobre el estilo delas casas. Un determinado country “conservador” notolerará más que el ladrillo a la vista, más tradicional,y rechazará las casas de tonos pasteles, amarillo, rosao verde que hoy día causan furor en los barrios cerra-dos. A veces el estilo es pura y simplemente impues-to: el country Aranjuez, por ejemplo, está dedicado alestilo “mediterráneo”, consistente en casas blanquea-das con cal con vigas de madera a la vista. Se observaasí cómo estos barrios pueden asumir e incluso rei-vindicar su dimensión de “simulacro urbano”: talcomo en Estados Unidos, la confusión de génerosentre la ciudad y el parque temático no resulta untópico ajeno (ver Didier, 1997).

2.2. Afuera

Vistos desde el exterior, los barrios cerrados tras-tornan también el paisaje peri-urbano, a través deuna curiosa mezcla de exposición y ocultación: ins-criben en la ciudad el contraste social, exponiendolas desigualdades que hasta aquí eran las menos visi-bles claramente, debido a una distancia geográficamás radical entre ricos y pobres. En efecto, aparte dealgunas “villas miseria” diseminadas, a menudo es-condidas y disimuladas en medio del tejido urbanoacomodado de Buenos Aires o de San Isidro –comolas célebres Villa 31 o La Cava-, el paso de los barriosricos del centro-norte de Buenos Aires a los barriospobres de la gran periferia o del centro-sur de lacapital se hacía con una degradación más o menosbrusca, con sus medias-tintas y sus tonos interme-dios deslizándose por todos los matices del arco irisdesde el Barrio Norte hasta los “loteos populares” dela segunda corona. Mientras, en las zonas de predi-lección de las urbanizaciones cerradas, entre la se-gunda y la tercera corona suburbana, la situación esbien distinta. Antes de la llegada de los barrios cerra-dos, estas comunas de la gran periferia estaban, engeneral, particularmente desprovistas y agrupaban ala población más modesta de la aglomeración. Fuerade los centros urbanos consolidados, con sus callesasfaltadas, fuerte densidad comercial y construccióndensificada de calidad suficiente, rápidamente seencontraban los “loteos populares”, vastas zonas

Page 7: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 11

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

loteadas y revendidas a bajo precio y mal equipadas,pero que de todos modos permitían el acceso a lapropiedad a una gran parte de las clases populares,hasta los años ‘70. Esta forma dominante de urba-nismo periférico extiende por kilómetros sus paisajestípicos: calles polvorientas en verano, fangosas eninvierno, bordeadas de casas bajas, a menudoautoconstruidas, consistentes en simples cubos deladrillos a veces estucados con techos de calamina,plantadas sobre pequeños lotes con jardín y encimade ellas sus depósitos de agua cilíndricos. A veces, enlas zonas más bajas, cerca de los cursos de agua, ex-puestos a riesgos de inundación o incluso en losmárgenes de la zona urbanizada, aparecen “villasmiseria”, precarios ensamblajes de calamina y plan-chas apiladas las unas con las otras.

En este contexto, la llegada de las urbanizacio-nes cerradas (que parecen directamente salidas de lasteleseries norteamericanas) en medio de estas zonassemi-rurales donde se desparramaban los loteos mo-destos, hace resurgir de manera creciente los contras-tes socio-económicos de la aglomeración, exacerban-do la envidia de un lado y el miedo del otro. Almismo tiempo que aumentan la conciencia del otro,de la diferencia, los barrios cerrados hacen sin em-bargo todo lo posible por ocultar ese contraste, ocul-tándose del exterior y ocultando el resto del mundoa sus propios ojos. Hoy en día, la legislación no lespermite rodearse de muros de ladrillos, pero las rejasque los aíslan de su medio ambiente son usualmentereforzadas con setos de ciprés o de bambúes muydensos, que protegen el interior de las miradas de losque pasan por afuera. Estos largos linderos de árbo-les, verdaderas fronteras intra-urbanas, miden a ve-ces kilómetros de largo. No solamente aparecen comoobstáculos a la circulación, sino que las calles quebordean estas barreras ciegas están condenadas aquedar como vacíos urbanos, como no man´s lands.Si hacia el interior producen cohesión, un sentimien-to de protección y repliegue, las barreras opacas delos barrios cerrados son hacia el exterior más bienuna fuente de anomia y deshacen la ciudad antesque crearla, en espacios semi-rurales que desde yatienen dificultad para estructurarse como espaciosurbanos.

3. Funciones de la ciudad, prácticas en laciudad: ¿el orden reencontrado?

3.1. Adentro

Más allá de las formas, el control sobre el espacioen las urbanizaciones cerradas se ejerce sobre todo apartir de un control de las funciones y de las prácti-cas de la ciudad. Para garantizar su privacidad y tran-quilidad, la ciudad cerrada se pretende como unaciudad únicamente residencial, rechazando haciaafuera todas las otras actividades (menos las prácticasdeportivas). Salvo pocas excepciones, la industria,los servicios y el comercio están desterrados. Así, porejemplo, el country San Jorge, en la comuna deMalvinas Argentinas, posee su propio colegio, y elarzobispo debió rechazar la demanda de quienesquerían que el country se convirtiera en una parro-quia autónoma, disponiendo de su propia iglesia…Naturalmente, esta mono-funcionalidad residencialno ha dejado de tener consecuencias en la calidad delos espacios urbanos en los enclaves cerrados: no haycómo hablar con propiedad de espacio público, entanto que para que éste exista realmente debe haberuna mezcla de funciones y pluralidad de los usos.En las urbanizaciones cerradas, la plaza no tiene ra-zón de ser. La calle misma está limitada a su funciónmínima, la de ser espacio de circulación y tránsito,pero pierde toda la riqueza de sentido y de prácticasque puede tener en la ciudad-centro. Prueba de esteempobrecimiento es que las calles de las urbaniza-ciones cerradas, en la mayor parte de los casos, noestán ni siquiera bordeadas por aceras. Un habitantede un barrio cerrado resume así este sentimiento:“En Buenos Aires uno puede pasear por la calle,caminar diez cuadras, veinte cuadras y nunca es lomismo: hay boutiques, siempre alguna cosa nueva…Aquí, pasearse no se puede, no se pasea en el country”.

El espacio “público” de los barrios cerrados, queno es en realidad más que un espacio “común”, estáademás estrictamente cuidado, reglamentado y con-trolado. A diferencia de lo que se observa en la ciu-dad de Buenos Aires, estos espacios son cuidadosa-mente mantenidos y ornamentados. Los caminosestán impecablemente asfaltados y las redes –inclui-

Page 8: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

12 eure

Guy Thuillier

das las eléctricas- son subterráneas y se benefician detodas las últimas innovaciones tecnológicas (televi-sión por cable, conexión de banda ancha a Internet,etc.). Los reglamentos internos apuntan a preservarel orden establecido, a dejar congelado tanto el pai-saje visual como también el sonoro. A menudo estáprohibido poner a secar la ropa en lugares a vista deotros residentes, cortar el pasto fuera de ciertos hora-rios o dejar vagar libremente a los animales, mientrasque los adolescentes no tienen derecho de circularen scooter después de las 22 horas. La velocidad decirculación de los automóviles está reducida a 20 ó30 kilómetros por hora, lo que frecuentemente esuna fuente de conflicto, pues muchos de los resi-dentes tienen problemas con respetar ese límite.

Pero este omnipresente control suscita a vecesviolentas reacciones de rechazo. Recientemente sehan reportado numerosos casos de vandalismo ado-lescente “gratuito” en los barrios cerrados: se trata deactos cometidos contra casas en construcción, quede noche sirven como lugar de encuentro para ban-das de jóvenes del barrio. El control y la represión delas conductas desviadas en estos barrios toma a me-nudo formas arcaicas: la justicia se hace de manerapública y los que contravienen las reglas son señala-dos con el dedo y puestos en exposición —simbóli-camente al menos- delante de toda la comunidad.En mi última visita al Mayling Country Club, porejemplo, pude observar tres avisos en el panel deinformaciones del club-house. El primero no se refe-ría al control social sino al medioambiental (con unaperspectiva ecológica, que es otra modalidad del de-seo de pureza). El aviso hacía públicos los resultadosde los análisis bacterianos del agua y del suelo delcountry. El segundo, conforme a una regla votadapor la asamblea de residentes, denunciaba nominal-mente a tres miembros del club que no habían cerra-do todavía su piscina, como los obligaba el nuevoreglamento de construcción. El tercer aviso aludía aactos de vandalismo cometidos una noche de agostoen una casa en construcción del country. Afirmandoque tales actos habían debido dejar sin duda huellasde pintura sobre las vestimentas o bajo las uñas delos culpables, el redactor de la nota solicitaba a losresidentes informarse sobre sus hijos adolescentes,invitados y empleados domésticos, con el objeto deayudar a desenmascarar a los culpables…

Todas las normas de urbanismo del barrio cerra-do, todo el reglamento interior, no persiguen másque un fin: la producción de un espacio segurizado,tranquilo, purificado, un espacio ordenado, previsi-ble e inteligible; en definitiva, un espacio descifra-ble, legible. En el fondo, se trata nada menos que dereencontrar el sentido de la ciudad. Medimos en-tonces, en esta óptica, cómo el encierro es una di-mensión fundamental de este proyecto: para pro-ducir sentido es necesario en primer lugar delimitar,desmarcar, separarse de la entidad anómica que es laaglomeración de Buenos Aires. La forma y los usosdel country, así como su carácter cerrado, están inde-fectiblemente ligados. Existe un urbanismo y unaurbanidad del encierro. Éste no puede ser un actoanecdótico, un epifenómeno de estos barrios: el en-cierro define la esencia misma del espacio cerrado.En este sentido, los barrios cerrados se desmarcan,por su naturaleza, de barrios de nivel socio-econó-mico equivalente pero abiertos. La utopía encerradase construye en oposición a lo que se quiere dejar, a loque el barrio cerrado propone superar: la ciudad-centro, el lugar del sinsentido, de la complejidad y elcaos por excelencia.

3.2. Afuera

Sin embargo, su opción de mono-funcionalidadhace que la ciudad cerrada permanezcaindisociablemente ligada al resto de la metrópolis,sobre la que se descarga una parte de las funcionesurbanas para evitarse molestias: las actividades deproducción y de consumo. Estas funciones estánlocalizadas en gran parte en la Ciudad Autónoma deBuenos Aires, imponiendo a los habitantes de losbarrios cerrados largas migraciones pendulares, esen-cialmente en automóvil, para dirigirse a su lugar detrabajo y regresar. Sin embargo, poco a poco, losservicios y las actividades migran a su vez hacia estasuburbia argentina. Sin poder aspirar al título de EdgeCity (Garreau, 1991), la comuna de Pilar, a 50 kiló-metros del centro de Buenos Aires (que concentra eun tercio de los barrios cerrados de la aglomeración),es un buen ejemplo de este desarrollo inducido porla llegada de los barrios cerrados (ver mapa 3). En elaño 2000, según cifras de la municipalidad, 15.600de los 233.000 habitantes de la ciudad residían enbarrios cerrados, o sea un poco más del 6% de lapoblación. Esta minoría de residentes de las capasaltas ha tenido, sin embargo, efectos de arrastre con-

Page 9: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 13

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

siderables en la economía local, alterando el creci-miento demográfico total de Pilar en la década de1990. Entre los censos de 1991 y 2001, Pilar pasade 144.000 a 233. 000 habitantes (INDEC, 2002):

con un aumento de 61% de su población, Pilar es lacomuna que ha sufrido el mayor crecimiento demo-gráfico de toda la Región Metropolitana de BuenosAires.

Mapa 3. Pilar, un territorio en recomposición.

La ciudad cerrada La ciudad abierta La armadura abierta

Universidad privada

Cementerio privado

a: USAL b: Austral

Servicios, comercios

1. Tortugas, 2. Highland Park3. Lagartos, 4. Mapuche, 5. Mayling,6. Pilar del Lago, 7. Martindale,8. CUBA Fatima, 9. Golfers,10. Manzanares, 11. Village Golf andTennis Club 12. Ayres de Pilar,13. Hebraica, 14. Pilar del Este, 15.Parque Irizar, 16. Carmel,17. Estancias San Miguel,18. Estancias del Pilar, 19. Chacras deMurray, 20. Boca Ratón.

Zonas urbanizadas

Zonas no urbanas(Culturas, pastizales,baldíos, bosques)

Parque industrial,fábrica importante

Cementeriomuniciapal

Vía férrea, estaciónTramo con tráfico de via-jeros en servicio en 2001Autoruta Panamericana

Centralidad urbanatradicional (alrededor dela Plaza Mayor)

Eje vial importante

Nueva centralidad(alrededor del km 50)

Country

Barrio privado

Mega emprendimiento

Fuente: elaboración propia.

Ruta 8

Page 10: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

14 eure

Guy Thuillier

De hecho, ha nacido un nuevo Pilar, superpo-niendo sus estructuras e infraestructuras a la antiguaciudad. Un nuevo polo comercial ha surgido alrede-dor del kilómetro 50 de la Panamericana, a apenasalgunos kilómetros del centro de Pilar y su plazamayor. Hace más de diez años se instaló en este pun-to el pequeño centro comercial Torres del Sol (com-puesto por 11.000 metros cuadrados de superficiecubierta y 152 boutiques), deliberadamente orienta-do hacia los residentes de las urbanizaciones cerra-das. Fue imitado en 1997 por el Village Cine, unmulticine de ocho salas convertido después en unverdadero centro de esparcimiento alrededor de unaplaza adornada con una fuente: éste incluía bingo,videojuegos, restoranes de comida rápida, librería,rosticería fina, etc. Al otro lado de la autopista, abríaen 1998 un hipermercado Jumbo (16.200 metroscuadrados y más de un kilómetro en estanterías),flanqueado por una galería comercial de 150boutiques y de arquitectura neo-colonial y por unhotel Sheraton de 141 habitaciones, dotado de unasala para congresos. Durante ese tiempo, Torres delSol se amplió: una clínica, un banco y dos agenciasinmobiliarias se instalaron allí, y un segundo tramode 8.500 metros cuadrados está actualmente en cons-trucción.

Después de las residencias y los comercios fue elturno de los servicios y de las profesiones liberales deenriquecer la oferta de empleo de Pilar. Además delya antiguo parque industrial, al norte de la ciudad,se están construyendo edificios de oficinas sobre losbordes de la Panamericana. Por otra parte, el flujo delos residentes de los barrios cerrados ha implicadoun desarrollo de la oferta de educación para sus hi-jos. Además de sus escuelas públicas, pobres y malequipadas, Pilar cuenta con una cincuentena de co-legios privados, en general bilingües y muy orienta-dos hacia la informática. Dos universidades funcio-nan también en Pilar. Se encuentra aquí un anexode la Universidad Austral sobre un campo de 70hectáreas, donde se instaló el Instituto de Altos Es-tudios Comerciales que entrega formación de TercerCiclo a 200 estudiantes cada año, además de unaclínica universitaria ultra-moderna de 62 camas, quecomparte con la Facultad de Ciencias Biomédicasuna torre de ocho pisos con 45.000 metros cuadra-dos cubiertos. Por su parte, la Universidad del Salva-dor dispone en Pilar de un campus de 67 hectáreasdotado de un lago para las regatas universitarias. La

oferta para los residentes de las capas altas de Pilarcubre así todas las necesidades, desde el nacimientohasta la muerte: la ciudad cuenta también con trescementerios privados, bastante mejor mantenidos ymenos densificados que los cementerios públicos.

La autopista Panamericana aparece como el ma-yor eje estructurante del universo de la ciudad cerra-da: es en automóvil que el residente de las urbaniza-ciones cerradas va a su trabajo, a hacer sus compras oa pasearse al shopping. Este archipiélago urbano, es-tructurado alrededor de la Panamericana, es por na-turaleza excluyente para los más pobres. Está muymal servido por los buses locales y el acceso a lospeatones no ha sido ni siquiera previsto; de los doslados de la autopista, desde las paradas de autobús,sobre los empalmes de salida, hasta la entrada delcentro comercial, del hipermercado o del complejode esparcimiento, el peatón debe seguir un senderode tierra o un estrecho borde entre la bandeja deseguridad y la calzada. Los habitantes más modestoscontinúan aprovisionándose masivamente en susbarrios o en el centro de Pilar, y las entrevistas reve-lan que perciben al polo comercial del kilómetro 50como un lugar caro, exclusivo, que no ha sido hechopara ellos. En sus desplazamientos hacia la capitalautónoma, estos residentes siguen usandomayoritariamente el tren, eje estructurante históricode la periferia, que se ha desarrollado en forma derosario en torno a las estaciones del ferrocarril subur-bano.

Desde del advenimiento de las urbanizacionescerradas, en lo que concierne a las prácticas y la mo-vilidad de los habitantes de la periferia, existen dosmodos de vida y dos redes de circulación, de espar-cimiento y de consumo, superpuestos pero bastanteescindidos, con sus nudos y sus polos de centralidaddistintos, que coexisten en la gran periferia de Bue-nos Aires.

4. Las relaciones sociales: ¿en la jungla delas ciudades?

4.1. Adentro

Si comenzamos por examinar las relaciones so-ciales en el sentido de relaciones interpersonales alinterior de las urbanizaciones cerradas, nos vemosconfrontados a una aparente paradoja. Por una par-

Page 11: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 15

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

te, como consecuencia de las débiles densidades resi-denciales señaladas con anterioridad, las distanciasinterpersonales físicas aumentan. Finalizada la pro-miscuidad de las muchedumbres de Buenos Aires,el “otro” es mantenido a buena distancia. La desapa-rición del espacio público reduce las posibilidadesde contacto no deseado. Ser empujados en la calle,encontrarse en medio de una multitud, son expe-riencias que el residente de la ciudad cerrada puedeescoger no enfrentar nunca más. De hecho, se obser-va a menudo entre los jóvenes nacidos en una urba-nización cerrada una real aversión por la ciudad-centro, por la muchedumbre y el ruido, acompaña-da a veces por una verdadera fobia por los espaciospúblicos centrales. Pero mientras incluso la esfera delespacio privado se dilata desmedidamente, los indi-viduos se encuentran socialmente más próximos queen Buenos Aires. La intimidad desaparece con elanonimato de la gran metrópolis para dar lugar arelaciones de vecindad mucho más personalizadas,como se afanan en celebrar los residentes de las urba-nizaciones cerradas, pero también más restrictivas,con un control comunitario reforzado, que evocanmás bien las relaciones sociales de la aldea tradicionalque las de la metrópolis moderna.

Aparte de estas modificaciones en las relacionesde distancia y proximidad –incluso de promiscui-dad-, las urbanizaciones cerradas implican otra rela-ción con la alteridad. En efecto, sin duda más que laseguridad, estos barrios buscan ante todo garantizara sus residentes una cierta homogeneidad social, ex-cluyendo de su horizonte a todos aquellos que nopueden pretender el mismo nivel socio-económico,el mismo color de piel o el mismo credo. En loscountries, esta homogeneidad está garantizada inclu-so por los procesos de admisión, que se hacen segúnla forma de cooptación. El postulante a la compra deun lote, además del informe financiero realizado porla agencia inmobiliaria, debe pasar por una entrevis-ta con una comisión especializada de residentes delcountry, con el fin de medir sus afinidades con lasociedad local. Además, si es aceptado, su nombreserá publicado durante un mes en el panel del club-house, con el objeto de que los residentes que quieranoponerse a su admisión tengan tiempo para mani-festarlo.

Existe, en consecuencia, una tendencia a la es-pecialización “comunitaria” de los countries: dos son

reservados a la comunidad judía y uno a los armenios.Los countries más “tradicionales” excluyen de entra-da a las figuras del show-business o a los astros defútbol, que estarían demasiado alejados de sus valo-res de clase. Esta tendencia a reagruparse entre pareses igualmente verificable en la ciudad abierta, perola mayor diferencia reside en el hecho que en Bue-nos Aires, incluso si la segregación residencial es tano más marcada que en otras partes, el espacio públi-co, por su relativa mixtura, permite –si no el en-cuentro- al menos la co-presencia, el reconocimiento(en el doble sentido de identificación y de acepta-ción) de diversos grupos que componen la sociedad.El hecho de vivir en una urbanización cerrada im-plica un alejamiento de estos espacios públicos, in-cluso si los habitantes de los countries siguen, en sugran mayoría, frecuentando más o menos la capital.No es menos cierto que estos residentes, afectadospor los largos trayectos cotidianos, se dirigen cadavez menos al centro, y frecuentan poco el sub-cen-tro urbano de Pilar, por ejemplo. Cuando tienennecesidad de consumir o de divertirse, los residentesde los barrios cerrados utilizan en gran medida loscentros comerciales de la Panamericana, donde sereúnen entre ellos. En este sentido, las urbanizacio-nes cerradas merecen el apelativo de “enclaves”: lasrelaciones que mantienen con su entorno inmediato–barrios de clases medias populares, “villas miseria”,espacios rurales- son débiles. En consecuencia, parasus residentes, la vida en el barrio cerrado significaciertamente un empobrecimiento de la diversidadsocial a la cual se enfrentan en su vida cotidiana.

Desligándose de la alteridad, la comunidad pu-rificada y homogeneizada del barrio cerrado, ¿prac-tica a su vez la democracia entre pares? Antes bien, seobserva que los mecanismos de poder en la gestiónde estas entidades rompen con la tradición políticauniversalista y ciudadana de la filosofía ilustrada,para adoptar un modelo más próximo a la estructurade poder dominante en la esfera de la economía ydel sector privado. En un barrio cerrado, el compra-dor de un lote deviene automáticamente accionistade la sociedad anónima constituida por la entidadurbana. Si compra dos lotes gemelos recibe dos ac-ciones, es decir, dos votos para las elecciones de lasdiversas comisiones internas del barrio. Mientras másrico se es, más poderoso se es también. Las estructu-ras de poder son además oscurecidas por una varia-ble oculta: el o los promotores de la urbanización

Page 12: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

16 eure

Guy Thuillier

cerrada se reservan a menudo una gran parte de lasacciones de la sociedad anónima, guardando el po-der de facto largo tiempo después del inicio de ventasde los lotes. Incluso, si teóricamente deben desligar-se del proyecto a largo plazo a favor de los residentes,los promotores no tienen ningún interés por dejar-los administrar el barrio antes de haber vendido latotalidad de los lotes: los residentes podrían, porejemplo, tentarse a tomar medidas conducentes aun aumento de los gastos comunes –mejoramientode la seguridad, construcción de nuevosequipamientos de esparcimiento, etc.-, lo que seríaperjudicial para las ventas ulteriores. De este modo,para aquel que forma parte de la organización de lacomunidad, las urbanizaciones cerradas reemplazanal ciudadano por el accionista, la ciudad por el mer-cado. ¿Puede tal concepción mantenerse sin influen-ciar las relaciones que mantienen estos residentes conla colectividad nacional?

4.2. Afuera

A nivel metropolitano, ¿qué cambian las urbani-zaciones cerradas en las relaciones sociales entre losdiferentes grupos de la metrópolis argentina? Porcierto la distancia económica y geográfica entre lasclases sociales no se inicia con los barrios cerrados,pero a este propósito se pueden hacer dos observa-ciones. Por una parte, el desarrollo de esta formaurbana corresponde a un período de fuerte creci-miento de las desigualdades en la aglomeración deBuenos Aires, ligado a la apertura económica, a lasprivatizaciones masivas y al desmantelamiento delEstado-providencia que han caracterizado la décadadel ‘90. Desde 1995 comienza el entusiasmo masi-vo por los barrios cerrados; hasta el año 2000, elnúmero de personas viviendo bajo el nivel de po-breza en la aglomeración de Buenos Aires pasó de2,5 a 3,5 millones, es decir, un tercio de los 11 millo-nes de habitantes de la aglomeración. Desde antesde la crisis de diciembre del 2001, la distribución delas rentas mostraba una clara tendencia a la polariza-ción social. Según un estudio conjunto del INDECy de la oficina de estudios Equis, citado por el perió-dico La Nación (13/09/2000), en la aglomeraciónde Buenos Aires tres cuartas partes de los habitanteshan visto disminuir sus rentas entre 1995 y 2000.Los ingresos del decil superior de la población cre-cieron en un 10%, mientras que los del decil inferiorhan caído un 11%. A mediano plazo, la evolución

es similar; entre 1974 y el 2000, el ratio entre losingresos medios de los dos deciles extremos se dupli-có: en 1974 el ingreso medio del 10% más ricoequivalía a 12,3 veces el ingreso medio del 10% máspobre, y en el 2000, el ingreso medio del 10% másrico equivalía 24,8 veces el ingreso medio del 10%más pobre. El primer decil acaparaba entonces un37,2% de los ingresos metropolitanos totales, el úl-timo, solamente un 1,5%.

La crisis de diciembre del 2001 no hizo más queagravar el cuadro, incluso si el país parecía recuperar-se poco a poco. En 2002 la mitad de la población dela aglomeración vivía bajo el nivel de pobreza, segúnel INDEC (2002). Los cartoneros, indigentes veni-dos de las poblaciones, invadieron las calles del cen-tro de Buenos Aires para clasificar las basuras, y losporteños descubrieron estupefactos que lamalnutrición asolaba las provincias.

En este contexto de crecimiento de las desigual-dades, el éxito de los barrios cerrados puede com-prenderse como la inscripción espacial de la brecha–económica, cultural, política- que separa a los “ga-nadores” de la nueva economía argentina, post-in-dustrial y mundializada, y los “perdedores” del jue-go (Svampa, 2001). No son únicamente los barrioscerrados los que materializan espacialmente esta frag-mentación social, pero ellos significan su aceptacióndefinitiva por parte de las elites y, peor aún, contri-buyen a rigidizarla. En efecto, por su desentendi-miento del “lugar común” que es la ciudad abierta,las clases sociales mejor dotadas económica, intelec-tual y culturalmente agravan la crisis urbana. Si ob-servamos la problemática de las relaciones sociales enrelación con la de la ciudadanía, vemos cómo la co-hesión nacional, que implica cada uno de los dere-chos y los deberes hacia la colectividad, es puesta encuestión por la aparición de los barrios cerrados. Si ellugar de afiliación, el espacio del colectivo, para unaparte de la población no es ya el partido ni tampocola localidad, ni incluso el barrio, con lo que esto im-plica de diversidad socio-económica; si este lugar deafiliación se reduce a un pequeño enclave socialmentehomogéneo, ¿qué es entonces lo que funda el con-trato social a la escala de la ciudad y de la metrópolis?La ciudad y la ciudadanía dejan entonces de funcio-nar en la misma escala, y la primera ya no es más elespacio de la segunda, lo que podría ser una defini-ción de la fragmentación urbana. Síntoma de esta

Page 13: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 17

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

“desafiliación”, de esta fragmentación en curso, sonlas tentativas de algunos barrios cerrados de no pa-gar el impuesto comunal argentino –muy pequeño,por lo demás-, que no es un impuesto directo sinouna tasa correspondiente a los servicios otorgadospor la municipalidad: la tasa ABL (alumbrado, ba-rrido, limpieza). Estas tentativas, justificadas por losresidentes de los barrios cerrados con el argumentoque estos servicios urbanos no les son proporciona-dos por la municipalidad, sino por la administracióndel barrio, a la cual ellos pagan sustantivas cargas,han sido todas objetadas; la justicia considera que elciudadano paga por un servicio repartido en el con-junto del territorio comunal, y que no se puede enconsecuencia exonerar su contribución por el moti-vo de que el servicio en cuestión no está aseguradohasta exactamente el frente de su puerta.

Este movimiento de desafiliación colectiva deciertos grupos, donde la cosa pública y el interésgeneral se desvanecen ante el egoísmo de los intere-ses privados, no datan solamente desde la apariciónde los barrios cerrados. Aparecería más bien comoun mal endémico en Argentina, que explica sin dudaen buena medida la imposibilidad del país para re-montar una interminable crisis social y económica,y, en el campo del urbanismo, para organizar aun-que sea un poco el desarrollo urbano. En una socie-dad profundamente no igualitaria, esta fragmenta-ción social y política puede explicarse por al menosdos factores tendenciales: por una parte, el profun-do divorcio entre las elites, de extracción europea, yel pueblo, a menudo más mezclados con las pobla-ciones indígenas del nor-oeste del país; y por otra, lainmensa brecha entre los poderes públicos y la po-blación, herencia de setenta años de militarización aultranza del Estado y de la mezcla resultante de au-toritarismo, corrupción y represión. Hoy en día, in-cluso cuando los mecanismos democráticos han sidoreestablecidos después del fin de la dictadura en1983, la corrupción sigue siendo endémica y la clasepolítica está ampliamente desacreditada: “¡Que sevayan todos!”, cantaban los argentinos durante lacrisis de 2001, interpelando a los responsables polí-ticos. El clima era por completo poco propicio parala restauración de una confianza mínima entre lasautoridades públicas (el Estado, las colectividadesterritoriales) y los ciudadanos, que garantizara el fun-cionamiento normal del contrato social y permitieraa las instituciones públicas corregir un poco la ten-

dencia al aumento de las desigualdades y un replie-gue en consecuencia de los diferentes grupos.

La comuna de Pilar ilustra de manera muy claraesta impotencia de los poderes públicos. Pilar, que seha beneficiado de una ola de inversiones comercialese industriales muy importante en estos últimos diezaños, y de la llegada masiva de 15.000 residentes debarrios cerrados con fuertes rentas; que alberga elparque industrial más importante de América Lati-na, con 110 empresas y 11.000 empleados, así comomás de una centena de barrios cerrados, está hoy endía al borde de la quiebra financiera. La debilidad delos impuestos locales argentinos y la falta de autono-mía de las comunas –las cuales consumen el 8% delos gastos públicos totales en Argentina, contra el15% de Brasil-, sumada a la debilidad de la cohe-sión social, parece ser el factor dominante en estasituación. El margen de maniobra de las autoridadeslocales es estrecho en una comuna donde 7 de cada10 habitantes no pagan sus impuestos, sin que laalcaldía tenga los medios para cubrir sus deudas. Encuanto al dinero, éste ingresa a pesar de todo, pero lacorrupción endémica y el pillaje de los fondos pú-blicos lo hacen desaparecer muy pronto. Tanto es asíque poco después de las elecciones del 24 de octu-bre de 1999, el nuevo alcalde, Sergio Bivort, al asu-mir sus funciones realizaba una auditoría sobre loscontratos firmados por el equipo precedente, y de-nunciaba las irregularidades contables y las zonas desombra dejadas por su predecesor, Alberto Alberini,declarando el “estado de emergencia económica” (LaNación Pilar, 18/12/99).

En estas condiciones, el boom de los barrios ce-rrados benefició bien poco a la mayoría de los230.000 residentes de Pilar. Extensos sectores per-manecen aún notoriamente mal equipados: callesde tierra, ausencia de redes de agua y saneamiento,falta de escuelas, hospital deteriorado y saturado,etc. En 1999, se estimaba que el 30% de los habi-tantes de Pilar vivían bajo la línea de la pobreza. Lamortalidad infantil, de 23%, sobrepasaba por cin-co puntos la media de la Provincia de Buenos Ai-res, de 17,7% (La Nación Pilar, 28/8/99). El boomde los barrios cerrados y todo el desarrollo econó-mico inducido para Pilar no compensa las carenciasdel Estado organizador y urbanista para la mayorparte de la población. Pero no es que los residentesde las urbanizaciones cerradas sean absolutamente

Page 14: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

18 eure

Guy Thuillier

insensibles a la miseria de sus vecinos; todo lo con-trario. Numerosas organizaciones caritativas, comolas Damas de Pilar, organizan conciertos, torneosde bridge y eventos culturales en beneficio de losnecesitados de la comuna. El interés y el compro-miso de la ciudad cerrada por la ciudad abiertaexiste, y como lo subrayan los residentes de los ba-rrios cerrados, no es porque ellos vivan detrás de lasrejas que no se preocupen por lo que sucede afuera,pero este interés se desarrolla bajo la forma de unacaridad que permite a los más pobres soportar susituación, sin la posibilidad de prever una reformaurbana o social en profundidad. Al contrario, laFundación Por Pilar, un lobby ligado a los promo-tores de urbanizaciones privadas y patrocinado porpoderosos personajes como Carlos Ruckauf, ex go-bernador de la Provincia de Buenos Aires, o Fer-nando de la Rúa, ex Presidente de la República deArgentina, vigila prudentemente e intenta encua-drar la acción municipal, asegurándose que ésta noperjudique los intereses y el valor de las propieda-des de los residentes de los barrios cerrados.

De cara a las carencias de la redistribución públi-ca, la caridad no es, no obstante, el único modosobre el cual se expresan los informes sociales entrelos residentes cerrados y no-cerrados. El empleo asa-lariado directo representa una fuente de rentas nodespreciable para las poblaciones pobres de los alre-dedores de las urbanizaciones cerradas, la construc-ción de una casa tipo ofrecería 60 puestos de trabajodurante 90 días, y cada casa habitada en un barriocerrado generaría 1,8 empleos (mantenimiento, se-guridad y diversos servicios) (Iglesias, 2000). Se tra-ta, sin embargo, mayoritariamente de empleos pre-carios y mal pagados, y para los cuales la competen-cia es ruda: trabajadores provenientes de toda la pe-riferia llegan para intentar que los contraten en lasobras de la zona norte. Con ocasión de una entrevis-ta, una joven habitante de Pilar me ha reconocido sufrustración ante el hecho que los residentes de loscountries exijan referencias para empleos de domésti-cos, y muchas veces se llevan consigo a los emplea-dos que ya tenían en la ciudad centro.

A veces, para los excluidos, la tentación es dema-siado fuerte. ¿Están bien vigilados los barrios cerra-dos? ¡Qué importa! La concentración de la riquezaen algunas zonas atrae mecánicamente a la delin-cuencia, y los sistemas de seguridad más poderosos

no cambian nada. Las rejas, las patrullas de guardia ylas alarmas electrónicas no pueden frenar a los másdeterminados. Robos e intrusiones han sido denun-ciados en numerosos barrios cerrados. Salvando ladificultad de penetrar al interior de estos barrios, los“piratas de la ruta” atacan a los residentes en los tra-mos secundarios, entre la salida a la autopista y elportal de los barrios cerrados, sustrayendo los vehí-culos y bienes personales de sus víctimas, hasta elpunto que la seguridad en los accesos se ha converti-do en una preocupación mayor de los barrios cerra-dos (por otra parte, los precios del suelo decrecenproporcionalmente a la distancia entre el barrio y laautopista). Una cooperación intercomunal en eldominio de la seguridad se ha instalado en el seno deun Consejo de Seguridad que integra las municipa-lidades de Pilar y Campana, pero también la Federa-ción Argentina de Clubes de Campo, organismo delobby jurídico que defiende los intereses de los pro-motores y residentes de los barrios cerrados. En cola-boración con la policía provincial de Buenos Aires,este Consejo de Seguridad ha instalado patrullas so-bre la autopista Panamericana (el Acceso Norte), ver-dadera espina dorsal del desarrollo de los barrios ce-rrados.

Estos esfuerzos han tenido una buena razón deser. Según la Secretaría de Justicia de la Provincia deBuenos Aires, en informe citado por el INDEC(2002), el partido de Pilar habría conocido, en efec-to, y paralelamente al desarrollo de los barrios cerra-dos, un aumento drástico de su tasa de criminali-dad. Esta tasa se habría multiplicado por seis en igualnúmero de años, pasando de 25 a 151 por cada10.000 habitantes entre 1991 y 1997. Por cierto,estas cifras deben tomarse con cuidado: contabilizanconjuntamente delitos muy diferentes y dependende la tasa de declaración de los mismos, la que puedevariar fuertemente de una comuna a otra, en fun-ción de la reputación de la policía local, de la compo-sición socio-económica de la población o simplemen-te de la cobertura policial: los espacios recientementeurbanizados, numerosos en estas franjas de la aglo-meración, están sub-equipados en comisarías. Perocualquiera sea la realidad de las cifras, el sentimientogeneral de las poblaciones es que la inseguridad au-menta, sentimiento que se ha extensamente trans-mitido e incluso fomentado a través de la prensalocal, siempre pronta a denunciar la inseguridad lo-cal. Nos podemos preguntar, finalmente, si los ba-

Page 15: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

eure 19

El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso de la Región Metropolitana de Buenos Aires

rrios cerrados no contribuyen a atraer y fomentaresta inseguridad a la que ellos mismos pretendenescapar.

5. Conclusión

Las urbanizaciones cerradas que han aflorado enla periferia de la aglomeración de Buenos Aires en ladécada de 1990 contribuyen pues a redefinir la ur-banidad –en tanto relación de los habitantes con suciudad- de la capital argentina. Por parte de las elitesque eligen este modo de vida asistimos a un “reme-zón cultural” en los modos de representarse la ciu-dad y en los modelos implícitos de lo que debe ser la“buena ciudad”. La cultura urbana de los barrioscerrados se ha construido sobre estos aspectos, enoposición al centro de Buenos Aires. Sea que se tratede formas arquitecturales y urbanísticas, de funcio-nes y de prácticas urbanas, del rol adjudicado a losespacios públicos, de las relaciones sociales y las iden-tificaciones comunitarias, la fórmula de las urbani-zaciones cerradas toma la contraparte de la ciudad-centro. Para simplificar, podríamos decir que esta“suburbanización tardía” de las elites (Torres, 2001)corresponde a la elección de un modelo urbano “es-tadounidense” en reemplazo de un modelo “euro-peo”2 : el centro de Buenos Aires no se parece ennada a París, contrariamente a lo que sostienen cier-tos clichés en boga a ambos lados del Atlántico, asícomo sus poblaciones no se parecen a Los Angeles.La elección de vivir en barrios cerrados significa laopción por una ciudad menos densa, segmentadaen unidades funcionales y residenciales homogéneasy separadas, que valoriza la proximidad con la natu-raleza: una ciudad fundada sobre la célula familiar,la casa individual y un sistema de movilidad ycentralidad concebido para el automóvil, en torno ala autopista y al centro comercial. Este modelo “esta-dounidense” se opone a la ciudad “europea”, que erala de la ciudad-centro: una ciudad densa, multi-funcional, heterogénea arquitectural, social yculturalmente, donde el espacio público juega ungran rol como lugar fundador, símbolo, hito y refe-rencia de la urbanidad (Gorelik, 1998; Troncoso,2000). A través de una parte de sus elites, BuenosAires, una de las ciudades más “urbanas” de América

Latina en el sentido europeo del término, se vuelcacada vez más hacia la cultura “anti-urbana”, o mejordicho, “suburbana”, de Estados Unidos (Ghorra-Gobin, 1992; Jackson, 1985). El rechazo de la ciu-dad se expresa incluso en el nombre dado a los ba-rrios cerrados: los countries remiten en inglés a la cam-piña, mientras que los barrios cerrados evocan, nosin cierta nostalgia, la única escala urbana todavíaaceptable, la del barrio. Los mega-proyectos con-temporáneos, concebidos para millares, incluso de-cenas de millares de habitantes, tienen dificultadespara evitar el término “ciudad”. Estancia San Mi-guel se ubica sin ambigüedad del lado de la estanciarural, mientras que Pilar del Este se afirma en unadjetivo redentor: se autodesigna como ciudad ver-de, evocando lejanamente la “ciudad jardín” deEbenezer Howard. El éxito viene sin duda del neo-logismo audaz de Nordelta, el más megalomaníacode estos proyectos (a largo plazo, espera albergar100.000 habitantes). Nordelta es comercializadocomo “la primera ciudad pueblo” de Argentina, aun-que literalmente ciudad pueblo significa ciudad-al-dea. Crear un hábitat suburbano sin recrear la ciu-dad, pero como un espacio de ciudadanía, ¿es undesafío sustentable?

6. Referencias bibliográficas

Blakely, E. y M.G. Snyder (1997). Fortress America:Gated communities in the United States. Was-hington D.C.: Brookings Institution Press-Lincoln Institute of Land Policy.

Capron, G. (1998). “Les centres commerciaux àBuenos Aires : les nouveaux espaces publics dela fin du XXe siècle”. Annales de la RechercheUrbaine, 78: 55-69.

Didier, S. (1997). “Disney urbaniste: la ville deCelebration en Floride”. Actes du colloque del’UGI Les problèmes culturels des grandes villes.Paris, décembre.

Garreau, J. (1991). Edge city, life on the new frontier.New York: Anchor Books-Doubleday.

Ghorra-Gobin, C. (1992). “Les fondements de laville américaine”. Géographie et Cultures, 1: 81-88.

Gorelik, A. (1998). La grilla y el parque. Espaciopúblico y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936. Buenos Aires: Universidad Nacional deQuilmes.

2 Las comillas significan que se trata de tipos ideales yno de comparaciones exactas.

Page 16: El impacto socio-espacial de las urbanizaciones cerradas: el caso

20 eure

Guy Thuillier

Iglesias, N. (ed.) (2000). La fragmentación física denuestras ciudades. Memoria del III Seminario In-ternacional de la Unidad Temática de DesarrolloUrbano. Buenos Aires: Municipalidad deMalvinas Argentinas.

Instituto Nacional de Estadísticas y Censos(INDEC) (2002). Incidencia de la pobreza y dela indigencia en el aglomerado del Gran BuenosAires, mayo 2002. Buenos Aires: INDEC.

Jackson, K.T. (1985). Crabgrass Frontier.Suburbanization in the United States. Oxford:Oxford University Press.

Maestrojuan, P., M. Marino y G. de la Mota (2000).Enclaves urbanos atípicos en el área metropolitanade Buenos Aires. Buenos Aires: OIKOS.

Svampa, M. (2001). Los que ganaron. La vida en loscountries y barrios privados. Buenos Aires: Biblos.

Thuillier, G. (2002). Les quartiers enclos: unemutation de l’urbanité? Le cas de la RégionMétropolitaine de Buenos Aires (Argentine). Thèsede Doctorat de Géographie, Université deToulouse II-Le Mirail, France.

Torres, H.A. (2001) “Cambios socioterritoriales enBuenos Aires durante la década de 1990”. EURERevista Latinoamericana de Estudios Urbano Re-gionales, 27, 80: 33-56.

Troncoso, O. (2000). “Las nuevas formas del ocio”.Romero, J.L., y L.A. Romero (eds.), Buenos Ai-res. Historia de cuatro siglos. Buenos Aires:Altamira, 285-294.