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LLEVAMOS UNA BUENA NOTICIA EN EL CORAZÓN El Evangelio de los domingos en las escuelas Franciscanas Ana Mogas Comenzamos el mes de noviembre con la fiesta de todos los santos. Pero, ¿es posible hablar de santidad en este siglo XXI? Con la de cosas que tenemos entre manos y en medio de esta pandemia… ¿A alguien le interesa ser santo hoy? En algunos sectores de nuestra sociedad el lenguaje de la santidad sigue utilizándose y algunas personas se preocupan por ser santas. Pero no es la conversación más cotidiana, ni el interés de la mayoría. Eso sí, a la gente del S.XXI le interesa la felicidad, la busca y no deja de tener planes y proyectos, aunque abunden las dificultades. ¿Será que esta búsqueda de felicidad tiene algo que ver con la santidad o es totalmente ajena a ella? Todo depende de cómo concibamos la santidad. Si santo es separarse de este mundo y buscar una perfección personal, haciendo cosas más o menos “raras”, lo más seguro es que no interesa a muchos. Pero si nos apropiamos de la llamada a la santidad que hizo el Vaticano II “para todos” (y no sólo para sacerdotes o religiosos), la propuesta puede ir muy de la mano de quien busca la felicidad y el sentido de su vida. El Papa Francisco en su Exhortación Gaudete et Exultate (2016) habla de la santidad y, nos dice lo esencial: la santidad es la perfección en el amor. Como en la mayoría de sus escritos, vuelve a hablarnos de la importancia del “pueblo de Dios”, porque somos llamados a la santidad como pueblo, en comunidad. No solo nos recuerda que somos llamados a ser santos, nos invita a mirar a nuestro alrededor y descubrir a los que ya lo son, a “los santos de la puerta de al lado” que son los varones y mujeres del pueblo de Dios: “los padres que crían con tanto amor a sus hijos, los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo (…) son aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” (n.7). También el Papa dice que la santidad excede los límites de la iglesia católica porque el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo” (n. 9). Vamos a dejarnos sorprender por el evangelio de esta fiesta y a descubrirnos “bienaventurados” llamados a ser felices y a dejar que se nos grabe en lo más hondo, hasta que llegue a transformarnos.

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LLEVAMOS UNA BUENA NOTICIA EN EL CORAZÓN

El Evangelio de los domingos en las escuelas Franciscanas Ana Mogas

Comenzamos el mes de noviembre con la fiesta de todos los santos. Pero, ¿es posible hablar de santidad en este siglo XXI? Con la de cosas que tenemos entre manos y en medio de esta pandemia… ¿A alguien le interesa ser santo hoy? En algunos sectores de nuestra sociedad el lenguaje de la santidad sigue utilizándose y algunas personas se preocupan por ser santas. Pero no es la conversación más cotidiana, ni el interés de la mayoría. Eso sí, a la gente del S.XXI le interesa la felicidad, la busca y no deja de tener planes y proyectos, aunque abunden las dificultades. ¿Será que esta búsqueda de felicidad tiene algo que ver con la santidad o es totalmente ajena a ella?

Todo depende de cómo concibamos la santidad. Si santo es separarse de este mundo y buscar una perfección personal, haciendo cosas más o menos “raras”, lo más seguro es que no interesa a muchos. Pero si nos apropiamos de la llamada a la santidad que hizo el Vaticano II “para todos” (y no sólo para sacerdotes o religiosos), la propuesta puede ir muy de la mano de quien busca la felicidad y el sentido de su vida.

El Papa Francisco en su Exhortación Gaudete et Exultate (2016) habla de la santidad y, nos dice lo esencial: la santidad es la perfección en el amor. Como en la mayoría de sus escritos, vuelve a hablarnos de la importancia del “pueblo de Dios”, porque somos llamados a la santidad como pueblo, en comunidad.

No solo nos recuerda que somos llamados a ser santos, nos invita a mirar a nuestro alrededor y descubrir a los que ya lo son, a “los santos de la puerta de al lado” que son los varones y mujeres del pueblo de Dios: “los padres que crían con tanto amor a sus hijos, los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo (…) son aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” (n.7). También el Papa dice que la santidad excede los límites de la iglesia católica porque el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo” (n. 9).

Vamos a dejarnos sorprender por el evangelio de esta fiesta y a descubrirnos “bienaventurados”

llamados a ser felices y a dejar que se nos grabe en lo más hondo, hasta que llegue a

transformarnos.

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Mateo 5,1-12

La santidad es la “perfección en el amor”, y el Papa profundiza esta afirmación refiriéndose a un texto imprescindible de la vida cristiana: Las bienaventuranzas, que son el plan de vida del creyente. Dirigidas a todos, a la “muchedumbre”.

“Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.

Y tomando la palabra, les enseñaba

diciendo: «Bienaventurados los

pobres de espíritu, porque de ellos

es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los mansos,

porque ellos poseerán en herencia

la tierra. Bienaventurados los que

lloran, porque ellos serán

consolados. Bienaventurados los

que tienen hambre y sed de justicia,

porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que

trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los

perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de

mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será

grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a

vosotros.»

Siguiendo la exhortación del Papa, nos encontramos con una larga explicación de cada una de las Bienaventuranzas. Vamos a destacar alguna de sus ideas como comentario del evangelio de hoy. Realmente, daría mucha riqueza a la vida cristiana centrarse más en ellas y no solamente en los diez mandamientos, como a veces hacemos.

La santidad es “ser pobres de espíritu” -según el evangelio de Mateo- que significa alcanzar la libertad interior, ser conscientes de donde ponemos la seguridad de nuestra vida… Pero también vivir una existencia austera y despojada -como dice Lucas 6,20- al referirse a “los pobres”. Convocándonos a compartir la vida de los más necesitados

1 noviembre 2020 Domingo 31 del tiempo ordinario

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La santidad es “ser manso, para poseer la tierra” a diferencia del orgullo que se cultiva en la sociedad. Los discípulos de Jesús están llamados a la mansedumbre -fruto del espíritu-, propio de quien deposita toda su confianza en Dios. Si vivimos tensos, engreídos ante los demás, terminamos cansados y agotados. Pero cuando miramos sus límites y defectos con ternura y mansedumbre, sin sentirnos más que ellos, podemos darles una mano y evitamos desgastar energías en lamentos inútiles.

La santidad es “saber llorar con los demás”, compartir el sufrimiento ajeno y afrontar las situaciones dolorosas. No dejarse llevar por la indiferencia sino solidarizarse con el sufrimiento del mundo para transformarlo.

La santidad es “tener hambre y sed de justicia”, porque estas necesidades básicas han de ser cubiertas para todo ser humano y es un clamor que los profetas ya hacían desde antiguo: “Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda” (Is 1,17).

La santidad es “ser misericordiosos” porque nos remite a ese servicio incondicional hacia los demás como Dios mismo lo hace con cada uno de nosotros. Y nos recuerda que así alcanzaremos misericordia. Como dice Lucas: «Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (6,38). La medida que usemos para comprender y perdonar se aplicará a nosotros para perdonarnos. La medida que apliquemos para dar, se nos aplicará en el cielo para recompensarnos. Todos nosotros somos un ejército de perdonados, todos hemos sido mirados con compasión divina.

La santidad es tener “un corazón limpio para poder ver a Dios” que significa tener un corazón sencillo, sin doblez, auténtico, transparente. Esta bienaventuranza nos recuerda que el Señor espera una entrega al hermano que brote del corazón, ya que «si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría» (1 Co 13,3).

La santidad es “trabajar por la paz” que supone el no excluir a nadie. Más aún, se nos llama a ser artesanos de la paz porque esta no se da fácilmente, no significa ausencia de conflicto, sino construcción continua de la búsqueda de consenso, de armonía, de posibilidad de vida para todos.

La santidad es “ser perseguidos a causa de la justicia” porque el reino de Dios reclama una sociedad justa y en paz y esto no se puede hacer sin una gran dosis de entrega personal para contrarrestar todos los obstáculos a la justicia que nacen de los intereses personales y los egoísmos grupales que, una y otra vez, retrasan la plenitud del reino.

En definitiva, las bienaventuranzas expresan la meta de esos “santos de la puerta de al lado”, los varones y mujeres que día a día construyen la vida social y ponen todo de su parte para sembrar el bien, el perdón, la justicia y la paz. A esta santidad estamos todos llamados. Esta santidad es don de Dios que se acoge y da fruto en nuestra vida.

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¿Cómo podemos vivir a diario las bienaventuranzas? ¡Siendo hermanos y hermanas!

Viviendo como hermanos y hermanas de todos. En este curso en que nuestro objetivo gira

en torno a la fraternidad, podemos concretar en ella la forma de vivir las

bienaventuranzas. Hace unos días, la víspera de la fiesta de San Francisco, el Papa nos

regalaba en Asís, su nueva encíclica “Fratelli tutti” que comienza diciendo:

“Hermanos todos” escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las

hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero

destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del

espacio. Allí declara feliz, bienaventurado, a quien ame «tanto a su hermano cuando está

lejos de él como cuando está junto a él». Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo

esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona

más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde

habite.

Aceptemos la invitación a vivir como hermanos y hermanas, eso nos hará santos y felices.

Pistas para acoger la Palabra

1. Personalmente Para acoger el evangelio de este domingo y abrirnos a su mensaje, puede ayudarnos el

contemplar las vidas de algún santo o santa y descubrir en ella alguno de estos rasgos, ese

distintivo que los llevo a ser felices, siendo pobres que confían en Dios, personas que viven

en paz y pacifican, o de las que luchan por defender la justicia… Dejando que su manera

concreta de ser y actuar nos sorprenda y conmueva.

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¿Cómo han sido capaces de vivirlas?

También podemos mirar a nuestro alrededor e intentar descubrir a esos “santos de la

puerta de al lado”. Ponerles nombre, fijarnos en su forma de expresar el amor y dejarnos

cuestionar

o ¿Cómo expreso yo en mi vida que lo esencial es amar a los demás?

¿Cómo podemos vivir a diario las bienaventuranzas? ¿Qué experiencias de nuestra vida de

educadores o padres nos hacen conscientes de que podemos avanzar en ellas? ¿Cómo se

las podemos presentar a nuestros hijos, alumnos y compañeros? ¿Cómo les podemos

hacer descubrir esa “otra forma” de ser felices? ¿Qué metas les proponemos en la vida?,

¿Qué valoramos en ellos?, ¿Qué les enseñamos a valorar en los demás?

Como cada domingo podemos terminar eswcuchando en clima de oracion una de estas

canciones de Salomé Arricbita:

“Sed misericordiosos”

https://www.youtube.com/watch?v=1QhQyd4TEn4

“Dichosos”

https://www.feadulta.com/es/cantoral-de-salome-arricibita/2951-dichosos.html

2. En la clase

En este enlace encontrareis sugerencias y abundante material para trabajar este

evangelio con los niños de diferentes edades:

https://docs.google.com/presentation/d/1qtEkx-

gmYKmt3rkBSNTjgcypN8uxgy1FZCBKWGbohPw/edit?usp=sharing