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El escritor en la provincia, Carballo
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EN LA PROVINCIA
E S'C R 1 T O R8
LA provincia para un gran número
de capitalinos es un país estático,una especie de Arcadia dondemayorales y subalternos ejercen
su vida conforme al "buen gusto" nativo.Los preceptos que rigen esta Arcadia sonel anacronismo, el prejuicio, la intransigencia. Los que asi opinan reducen laprovincia al Lavalle madrugador queacompaña a las mujeres a la iglesia, alsilencio pesado, roto apenas por el tristemetal de las campanas, a la dramáticaluz que oscila en los faroles. En esta visión falsa e inoperante de la provincia,que más linda con un poeta folklóricoque con López Velarde, intenta hallarpermanente sosiego el habitante desgarrado de la gran ciudad que sigue comomodelo al inocuo elefante de las películasde Tarzán que autodeposita su osamentaen lo más provinciano de la selva.
La otra visión que generalmente tieneel metropolitano de la provincia es peyorativa. Y es que ésta como conceptoentraña desdén, conmiseración. Etimológicamente es la región conquistada; supone, pues, un estado de sujeción delvencido frente al vencedor. "La provincia ·-dirán los que se juzgan más audaces- todavía cree en el bien y en elmal; conserva el sentido de la indignación y del asco". En la capital se "lequita a la pasión todo su carácter: diariamente Fedra seduce a Hipólito y nole importa al mismo Teseo. La provinciadeja aún al adulterio su romanticismo:el marido, el amante, el confesor, el niñosiguen siendo allí protagonistas de admirables tragedias". El detalle lo supo apreciar Rodolfo Usigli en El niiio y la niebla. (Desgraciadamente para él la niehla
no es sólo patrimonio del niño sino de
todos los personajes y consecuentemente
de la acción). La provincia no es úni
camente una tragedia para los adúlteros
sino también para los sodomitas. Estos
para vivir en ella "tienen que recurrir
a varias máscaras, a arrebujarse e;l ;;na
nube tenebrosa. En una ciudad de cien
mil habitantes no se podrían denunciar
a diez; j de qué ardides tienen que valerse! En México se muestran sin ta
pujos; han arrojado sus cuchillos y sus
máscaras; ni siquiera se les mira". Laprovincia es, en esta visión, farisaica.
"La avaricia, el orgullo, el odio, el amor
espiado sin tregua, se esconden, se for
talecen con la resistencia. Detenida por
la presa de la religión, la pa~ón se
acumula en los corazones". En tanto que
el capitalino, lúcidamente publicano, al
enumerar sus culpas opera en sí una be
neficiosa catarsis.
La metrópoli ha subyugado a la provincia no con lo excelente, sí con lo ramplón. "Sus modas, sus tonadas cursis,llegan hasta las más remotas aldeas ...
EL
... valiosa, ileroim prodllcción ...
Todo lo grande que se crea en Méxicolo ignora la provinoia". La provinciaestá más cerca de Agustín Lara y deArmando Valdez Peza que de AlfonsoReyes y Octavio Paz.
Pero el oprimido también se ha formado un juicio de su opresor. Este y laciudad en que vive son para aquél centrode todos los vicios, avanzada del desquiciamiento social y moral que amenaza alpaís. La provincia es, en cambio, el último reducto de los valores tradicionales,de las virtudes mestizas. El provincianopuede llegar a reconocer sus desventajasen relación con el habitante de la capital, mas ve en sí, actualízadas, virtudesde las que· cree desprovistos a los metropolitanos: la limpieza de ideas, de sentimientos, la cortesía.
En provincia se vive seriamente; enla capital se conoce, se practica y se abusade la risa, de la ironía. El provincianocuando las usa tes confiere inusitadofilo a los vocablos, agresiva rectitud alas ideas. Más que conocer el lenguajede la ironía, conoce y ejercita el de laverdad: es un hombre espontáneo. Elcapitalino frena sus impulsos, los convierte en actos mediante un proceso alambicado. Su lenguaje es pastoso a fuerzade figuras. Cuando usa la ironía llega
UNIVERSIDAD DE MEXICO
al purismo: la ironía por la ironía. Esun hombre retórico. El provinciano sereune para comer, para beber; platicalo indispensable en los entre?.ctos. Elcapitalino se reune para charlar, comiendo y bebiendo marginalmente. Elprovinciano busca la calle en su casa; elmetropolitano su casa en la calle. "Losprovincianos casi nunca se proveen deinvitados fuera de su medio, de su mundo. Ni la inteligencia ni el talento cuentan, sino únicamente la posición". Lasreuniones en México atestiguan lo con
trario: se tiende al exotismo, a la reunión cosmopolita. La posición no la otorga el dinero sino la propaganda.
Adaptando los aforismos sobre la provincia de Fran<;ois Mauriac a nuestromedio -la provincia es una e idénticase puede decir que el placer de Méxicl1"está hecho de un aislamiento, de una oscuridad de los que estamos seguros de
poder salir cuando queramos y a los quevolvemos al menor cansancio. El horrorde la provincia se debe a la certidumbreque tenemos de no encontrar allí a nadie que hable nuestro idioma, pero encambio de no pasar inadvertidos un sóloinstante ... México es 'una soledad poblada; una ciudad de provincia, un desierto sin soledad".
Si en México el escritor no tiene unafunción específica, en provincia es vistoy juzgado en forma negativa; no solamente en ocioso e improductivo sino también disolvente e inmoral. Tal vez estose deba a que muchos de los artistas queno la abandonan sean los decoradores detemplos y las imprescindibles poetisas quecasi siempre son, respectivamente, homosexuales y prostitutas. El otro tipo deartista -de mayor mérito-- que permanece en ella y es aceptado socialmentees el profesionista o el "niño bien". La"posición" los vuelve intocables, les concede un sitio aparte: los aísla, no losconfisca.
La clásica promoción de literatos JOvenes que en toda provincia existe, másque ser atacada es vista con burlona simpatía. Como son hijos de familia están asalvo del cese, aunque no de una benévolacuarentena. Son elJos mismos los que
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ejercen la intransigencia: luchan contralo existente, contra lo petrificado. Por logeneral editan una revista que rompe contodo: con la tipografía, con la gramática,con la literatura. Es el mensaje náufragoencerrado en una botella. Su buena felos salva: emigran.
Para el escritor la provincia es un monólogo; la capital, un diálogo. De allíque sea tan valiosa la heroica producción
-de los escritores que crearon su obra enla provincia, como Manuel José Othón,Alfredo R. Plasencia, Francisco González León. Ramón López Velarde, por antonomasia e! cantor de la provincia, c0!1~
solidó sus facultades en la metrópoli,donde produjo asil11ismo sus mejorespoemas. Vale más humana y estéticamente Zozobra que La sangre devota. Ensu primer libro la provincia -sin dejarde ser auténtica- es más epidérmica,más de bulto. En su segundo y tercerlibros más esencial, más esquelética. Enostracismo voluntario, López Velarde pudo meditar y profundizar en su significado, en sus características. Sus rasgosfísicos: la villa, la plaza de armas, elpalacio municipal, la parroquia, la alame-
permite al creador ocupaciones en consonancia con su gusto. La provincia, másestrecha en sus límites, no ofre_c~, o lo
... St jamás hubiera salido de 1m villa ...
,Así como México tiene respecto de
Europa vida colonial, la provincia gira,en todos los órdenes, alrededor de la metrópoli: es el reflejo último de una seriedecrépita de reflejos. Si los escritoresde la ciudad de México siguen modeloseuropeos y norteamericanos, los literatosde provincia se empeñan en modular suvoz más o menos como se acostumbraen la capital. (No me refiero, claro está,a los escri tares ramplones y pueblerinosque aún arañan las vetas agotadas del siglo XIX. Estos no existen).
Literariamente en vez de Repúblicasomos una Colonia: pagamos la modernidad con el oprobioso tributo de la faltade autenticidad. Entre nosotros, el escritor de técnica más avanzada es aquélque ha leído antes que nadie los libros quemodifican la historia universal de los estilos imperantes.
A las modas literarias se pueden aplicar los razonamientos de Simel sobre lavestimenta. Las clases altas varían deatuendo cuando las bajas se apropian delsuyo. Cuando los escritores de provinciaigualan sus estilos con los de los metropolitanos, es porque éstos (los escn-
y EN LA METROPOLI
da, "el caserío de estallante cal'~, "losnaranjos de e!ección", los domingos yfiestas de guardar, los días de novenario,se transmutan como e! "florecimiento quese vuelve cosecha". La pompa lujuriosade la liturgia se torna en amado espec-'tro de su rito. Ya no describe la provincia, se sirve de ella -como geografía ehistoria-- para calificar o determinar susestados anímicos, o como materia primapara crear metáforas e imágenes. Así sualma se desazona "como pobre chicuela aquien prohiben en el mes de mayo quevaya a ofrecer fl~res en la iglesia". Obien compara el rostro de Fuensanta consu "redecilla de medrosas venas" conun "campo de trigo en que latiese una
- misantropía de violetas". De igual modo,respira la presencia de su amada "comoen la fiesta de! Corpus respiraba hastaembriagarme la fruta del mercado de mitierra".
En el momento o momentos de la creación la provincia tiene el mismo valorque la capital. Mas ésta tiene sobre aquélla en la vida diaria del escritor indudables primacias: el estímulo de una vdacultural más arriplia, e! acicate constantede la competencia, la conversación conescritores afines en edad y en ideas yaún mayores, la división del trabajo que
Por Emmanuel CARBALLO
ofrece menguado, e! ambiente propICIOpara que el escritor se desenvuelva. Elmismo López Velarde traza en esta hipótesis e! cuadro de muchos escritores deprovincia:
"Si yo jamás hubiera salido de mi villa,
con una santa -esposa tendría el refrigerio
de conocer el mundo por un solo hemisferio." _
. . . provinciano tmiversal ...
tares) han avizorado una nueva tendencia, una nueva escuela, han cambiado demoda, han adoptado, en definitiva, lapenúltima moda europea.
Mas todo 10 que se ha dicho de laprovincia y la capital es aplicable a personas de distinta geografía. En la ciudadde México todas las entidades federativas tienen su delegación que hace en lagran ciudad, a imagen y semejanza desu pueblo, otro igual: celebran a sus santos patronos, organizan su casino dondecomen y bailan, se casan entre sí. Otrosprovincianos, en cambio, se asimilan a sunueva vida, llegando a ser más metropolitanos que los oriundos de la capital. Elmetropolitano que vive en provincia, encambio, se siente desterrado, degradado,situaciones que compensa con una indiferencia y una aparente o real superioridad que resultan para los provincianosenojosas, intolerables.
En 'ia capital hay escritores que porsu concepción de vida y arte superanen estrechez a los provincianos; el casoopuesto, menos frecuente, también suelepresentarse. La provincia y la capitalademás de realidades son estados de ánimo transitorios o permanentes. Se nace,en definitiva, provinciano o metropoli
tano.