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DOCUMENTAL Y ANIMACIÓN: REALIDAD DES-DIBUJADA? Por: Alejandro Cock P. Cine documental y cine de animación parecerían a simple vista dos términos opuestos. El primero tradicionalmente ha estado ligado a la presentación “fiel y objetiva” de la realidad, mientras el segundo es claramente construido y se asocia básicamente a las historias de la ficción más fantasiosa, a mundos imaginarios que ni la cámara misma es capaz de representar. Sin embargo, estos dos modos cinematográficos han estado más unidos entre sí de lo que uno se podría imaginar, confluyendo desde muy pronto en la historia del cine, en un terreno que ha sido muy fructífero y complementario para ambos en el cual las fronteras son cada vez más amplias y difusas. Títulos, cabezotes, créditos, mapas, recreaciones y secuencias animadas metafóricas, abstractas o técnicas han estado y siguen estando presentes en el cine de no ficción como parte fundamental de su discurso. Pero los documentales de animación (o animaciones documentales), películas de animación que trabajan sobre materiales de no ficción, han estado siempre vigentes en la historia del cine. No obstante, es en la contemporaneidad del documental, en lo que se ha denominado el cine de no ficción posverité, cuando este terreno transfronterizo cobra una mayor relevancia, al constituirse en una de las vetas más innovadoras, creativas y personales no solo del documentalismo actual, sino de la cinematografía en general. Los documentales de animación pueden presentarse en diferentes estilos: Algunos recrean con ilustraciones animadas eventos personales o históricos. Otros usan entrevistas documentales para luego sacarlas de contexto y crear nuevos significados. También existen los que utilizan retratos de gente narrados por otra persona que describe sus propias experiencias, o autobiografías e las cuales se mezcla lo personal con lo histórico y lo ficticio. Lo cierto es que en todas estas formas el proceso es subjetivo y el público tiene una experiencia que puede ser muy diferente a la que tendría frente a un documental filmado directamente de la realidad.

El Documental Animado

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DOCUMENTAL Y ANIMACIÓN: REALIDAD DES-DIBUJADA?

Por: Alejandro Cock P.

Cine documental y cine de animación parecerían a simple vista dos términos opuestos. El primero tradicionalmente ha estado ligado a la presentación “fiel y objetiva” de la realidad, mientras el segundo es claramente construido y se asocia básicamente a las historias de la ficción más fantasiosa, a mundos imaginarios que ni la cámara misma es capaz de representar. Sin embargo, estos dos modos cinematográficos han estado más unidos entre sí de lo que uno se podría imaginar, confluyendo desde muy pronto en la historia del cine, en un terreno que ha sido muy fructífero y complementario para ambos en el cual las fronteras son cada vez más amplias y difusas.

Títulos, cabezotes, créditos, mapas, recreaciones y secuencias animadas metafóricas, abstractas o técnicas han estado y siguen estando presentes en el cine de no ficción como parte fundamental de su discurso. Pero los documentales de animación (o animaciones documentales), películas de animación que trabajan sobre materiales de no ficción, han estado siempre vigentes en la historia del cine. No obstante, es en la contemporaneidad del documental, en lo que se ha denominado el cine de no ficción posverité, cuando este terreno transfronterizo cobra una mayor relevancia, al constituirse en una de las vetas más innovadoras, creativas y personales no solo del documentalismo actual, sino de la cinematografía en general.

Los documentales de animación pueden presentarse en diferentes estilos: Algunos recrean con ilustraciones animadas eventos personales o históricos. Otros usan entrevistas documentales para luego sacarlas de contexto y crear nuevos significados. También existen los que utilizan retratos de gente narrados por otra persona que describe sus propias experiencias, o autobiografías e las cuales se mezcla lo personal con lo histórico y lo ficticio. Lo cierto es que en todas estas formas el proceso es subjetivo y el público tiene una experiencia que puede ser muy diferente a la que tendría frente a un documental filmado directamente de la realidad.

Las imágenes iconográficas representando la realidad -incluso las más duras realidades-, pueden ser recibidas de una manera más abierta y desprevenida que la imagen fotográfica. Su mayor simplicidad en la mayoría de casos, el hecho de ser asumidas como más subjetivas y personales y las mismas connotaciones culturales de la animación (ligada normalmente a la ficción, a historias para niños o a propaganda) generan expectativas diferentes en el público al de un documental tradicional. Pero ello en mi concepto no se trata de una carencia. Simplemente es una forma diferente e igual de válida para representar la realidad que la fotográfica, la cual muchas veces puede ser más adecuada para ciertos temas o situaciones. Todas las formas de documental son solo RE-presentaciones de la realidad y en este sentido, una animación no es diferenta a ningún otro estilo.

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Un dispositivo para nada extraño al cine de no ficción

La animación es un dispositivo audiovisual, o que ha atravesado toda la historia del cine de no ficción, aportándole toda su riqueza expresiva y hoy en día empujando las propias limitaciones prácticas y teóricas de lo documental hacia insospechados lugares.

Los intentos por documentar la realidad por medio de la cámara cinematográfica se encuentran desde los inicios mismos del cine. Pero el dibujo y la animación tienen una historia aún más larga en la representación “documental” del entorno. Las pinturas rupestres, los jeroglíficos y secuencias narrativas del mundo antiguo, las escenas cotidianas y naturalistas del renacimiento, pero más aun las láminas científicas y de viajeros que intentaban reflejar “objetivamente” la realidad en la ilustración, fueron un antecedente importante de todo el movimiento documentalista posterior. Inclusive los múltiples artilugios para animar series de dibujos que proliferaron el en siglo XIX fueron una inspiración innegable para el surgimiento de representaciones no ficticias como las secuencias de caballos de Muybridge y para el nacimiento mismo del cine.

Primero fueron en el cine los experimentos de Méliès con el stop motion, luego los créditos o títulos dibujados y animados, luego los primeros cortos de animación norteamericanos y franceses de principios de siglo y los experimentos formales de las primeras vanguardias. La práctica de la animación se popularizó tanto, que los noticiarios cinematográficos empezaron a utilizar sus técnicas para los cabezotes y mapas, pero pronto descubrieron sus posibilidades para representar hechos que no habían sido captados por cámara alguna.

Un famoso ejemplo de ello es la que se considera la primera película animada con material no ficticio de la historia: El naufragio del Lusitania (The Sinking of the Lusitania, Winsor McCay’s:1915), el cual recrea el ataque de un submarino alemán a un lujoso crucero Británico con 2000 pasajeros, hecho que llevó a EUA a ingresar a la Primera Guerra Mundial. McCay, quien no contaba con imágenes del Lusitania, realizó una animación muy poderosa emocionalmente, en la cual representa de una manera dramática y muy personal el ataque, la gente corriendo e intentando salvar a sus seres queridos, el hundimiento del barco. En su tiempo la película logró un impacto en el público tal vez mayor que el que se hubiera logrado con entrevistas e imágenes reales y marcó toda una tradición para hacer este tipo de reconstrucciones.

Siguiendo esta tradición en la animación y coincidiendo con el éxito de Nanook of the North, considerado el primer documental de la historia, los hermanos Fleischers (Max, Dave, Joe, y Lou), inventores, animadores y hábiles comerciantes que rivalizaban con el poderoso Disney, produjeron el primer largometraje de animación, el cual fue precisamente de no ficción: Einstein's Theory of Relativity (1923)

El naciente documental cinematográfico tampoco es ajeno a las relaciones entre la animación y material factual. Dos de los documentalistas pioneros en los años 20: Robert Flaherty y Dziga Vertov, usaron animaciones en sus

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producciones. Flaherty, siguiendo la tradición de las películas de viajes, recurrió a mapas animados para ubicar geográficamente sus historias, mientras que Vertov, con claro espíritu vanguardista, utilizó las técnicas del stop motion para animar objetos inanimados, como la famosa secuencia de la cámara que se mueve sola en el Hombre de la Cámara (1929).

Muchos son los documentales que continúan ambas tradiciones en la animación, pero es con la segunda guerra mundial y la necesidad propagandística de la convulsa realidad política, que la relación entre el dibujo animado y la no ficción toma una nueva dimensión. La serie Why we fight (1942-1944), dirigida por Robert Capa, es un magnífico ejemplo de cómo la animación se unió al cine de no ficción para crear un discurso persuasivo. Los dos mundos que se estaban enfrentando según la película: el de la “libertad” y el de la “opresión y la muerte” se representan en blanco y negro con diferentes animaciones que sobrepasan el poder comunicativo de la fotografía documental. De nuevo la animación es un poderoso recurso retórico y expresivo que ayudó a que los norteamericanos ingresaran a una nueva guerra mundial.

Con la guerra fría tanto en la URSS, como en EUA se realizaron múltiples filmes propagandísticos, que aunque normalmente trabajaban con personajes y secuencias de ficción, mantenían cierto grado de realidad. Tal vez uno de los más notables fue Duck and Cover (1951), película realizada por la defensa civil para mostrar a los niños como sobrevivir un ataque atómico resguardándose bajo las mesas. Esta animación fue luego “reciclada” como ícono cultural en el documental contemporáneo The Atomic Cafe (1982) y parodiada en South Park.

Con la entrada de la modernidad en el cine en los años 50 y 60, llegaron nuevas propuestas, como las del matrimonio Hubley, quienes grabaron audio de sus hijos jugando para crear asombrosas historias animadas: Moon bird (1959), Windy Day (1967) y Cockaboody (1973). Con ellas logran que el público regrese a su infancia e ingrese a un mundo de fantasía difícil de lograr con técnicas convencionales del documental. Pero aunque hay otros ejemplos semejantes, la modernidad en la no ficción tomó un curso neo objetivista que alejaba a la animación y otras técnicas subjetivas de sus dominios. Las tendencias observacionales (o mal llamadas verité) en el cine de no ficción, que tenían como principio intervenir lo menos posible en el material filmado no admitían elementos extraños a los sonidos e imágenes captados in situ. Los títulos vuelven a ser totalmente simples y prácticamente no se utilizan mapas ni otros recursos animados.

Son los experimentos de las nuevas vanguardias artísticas en el cine y el video, así como los profundos cambios contemporáneos en la cultura occidental de finales del siglo pasado y principios de este, los que empiezan a recuperar la expresividad y subjetividad de la animación para el documental que se da después de la predominancia verité, en el denominado cine de no ficción “posverité”.

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La animación una vieja estrategia que renueva el cine de no ficción contemporáneo.

La contemporaneidad ha traído consigo una profunda crítica a la objetividad, a la predominancia de la razón como única forma de explicar el mundo, a los grandes relatos de la modernidad como las ciencias, las ideologías políticas o la religión. Ha implicado además una gran cantidad de cambios en los discursos científicos y artísticos que han influido directamente al cine de no ficción.

La no linealidad y fragmentación de los relatos, la autorreflexión, la performatividad, la interactividad o participación, la subjetividad, las auto-representaciones y etnografías de lo cercano, las dramatizaciones y puestas en escena, la reutilización o reciclaje de archivos de toda clase o de imágenes sacadas de la cultura popular, la parodia y la ironía, los juegos con la verdad y la ficción, son algunas de las estrategias que emprende el cine de no ficción que se da a partir de los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando este cine ingresa definitivamente a un espíritu de época contemporáneo (o posmoderno).

Y es precisamente en esta coyuntura en la cual la animación resurge con toda su fuerza, pero dentro de unas nuevas sensibilidades que le dan nuevos sentidos y usos, transformando el cine mundial. No obstante, nunca en el cine de no ficción se había utilizado tanto la animación en su forma más tradicional como actualmente se da en los canales televisivos. Las reconstrucciones y animaciones sorprendentes que recrean batallas históricas completas, el mundo de los dinosaurios, de los primeros humanos, o de complejas mega construcciones llega a sorprendentes horizontes que clásicos de la animación científica y pedagógica habían abierto décadas antes, permitiendo abordar temas para los que antes no hubiera existido la imaginería necesaria.

En otra tendencia muy utilizada en los últimos años, el documental ha aprovechado los recursos digitales para crear movimiento y fondos animados para las tradicionales fotografías estáticas o los mapas. Robert Evans por ejemplo con The kid (2002), así como muchos otros documentalistas dedicados principalmente a la historia, disocian los fondos de la figura generando profundidades de campo simuladas para generar falsos paralajes. De esta forma la cámara puede panear en los fondos hiper realistas creados. Un antecesor es “efecto Ken Burns” (por el reconocido documentalista norteamericano) es tan popular que viene de fábrica en las aplicaciones de Apple o Adobe. Se trata de simular movimientos de cámara sobre las fotos, como si se tratara de un elemento tridimensional. La riqueza visual que estas técnicas ofrecen han logrando una intensidad y dinamismo que no se podían lograr por las imágenes más estáticas anteriores o las tradicionales “cabezas parlantes”.

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El cine de no ficción de corte más vanguardista ha empezado a ver en la animación un elemento discursivo importante para representar de nuevas maneras la compleja realidad contemporánea y abrir nuevos debates sobre la representación, la verdad, lo virtual y lo real. Algunos de los más importantes documetalistas de las últimas décadas han utilizado la animación desde un punto de vista expresivo y retórico para sus películas. Errol Morris en películas como Fog of War (2003) y Fast, Cheap and Out of Control (1997), ha integrado a sus preparadas entrevistas, puestas en escena, efectos visuales, materiales de archivo y animaciones para crear una atmósfera onírica y extraña. Por otro lado Michael Moore, quien en una actitud “posmoderna recicladota” hecha mano de cualquier elemento para sus filmes, ha utilizado gran cantidad de imágenes de archivo de películas serie B, algunas de ellas animaciones olvidadas. Pero quizá una de sus secuencias más recordadas y heterogéneas, es la de su Making of América, realizada por el equipo de animadores de South Park para la película Bowling for a Colmbine (2002), en la cual se realiza un repaso irónico y caricaturesco de la historia estadounidense.

En una línea más auto reflexiva la película Cinco condiciones (2003) utiliza la animación como uno más de los obstáculos o condiciones que Lars Von Trier impone a su antiguo profesor y documentalista, Jørgen Leth, para representar una historia. La subjetividad y expresividad de los dibujos que Leth manda a hacer, terminan por darle una fuerza creativa que dentro de la película no riñe con otras representaciones “documentales” igualmente muy intervenidas.

Pero además de estos notables ejemplos de la corriente más fuerte del documental actual, existe una importante línea de animaciones que trabajan con material documentales” que también están socavando muchas de las tradicionales bases tanto del documental, como de la animación. Este tipo de películas hace parte de una tradición de animaciones para adultos que se empezó a consolidar en los años sesenta y setenta con Fritz the cat (Robert Crumb,1972) y otras ficciones con fuerte posición contracultural, que por sus temáticas rápidamente llevaron a la consolidación de las llamadas animaciones documentales.

Algunos ejemplos cercanos en el tiempo son Late Edition (Peter Lord y David Sproxton, 1983) sobre un hombre que trabaja en la última edición de una revista y que utiliza grabaciones de gente y locaciones reales como bases. Grave of the Fireflies (Isao Takahata, 1988) basada en la novela semi-autobiographical del mismo nombre del Japanés Akiyuki Nosaka y que narra, su experiencia infantil en los bombardeos de la segunda guerra, basado en hechos reales y personales. War Story (Bill Perry , 1989) narra las aventuras infantiles de su autor durante otros bombardeos, los Nazis sobre Londres. Creature Comforts (Nick Park, 1989) empuja las fronteras de la animación y el documental retomando grabaciones y entrevistas reales que pone en boca de animales del zoológico animados. Drawn From Memory (Paul y Sandra Fierlinger , 1991) en la cual Paul narra su experiencia como diplomático checo durante la Segunda Guerra Mundial. Pro and Con (Joanne Priestly y Joan Gratz , 1992) centrada en un guarda de prisión y su relación con los presos, Crumb (1994), which focuses on the life and cartoons of R. Crumb. De-Railroaded, Abductees (Paul Vester, 1995) en la cual se animan con

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diferentes estilos las entrevistas de personas que dicen haber sido secuestradas por extraterrestres. His Mother’s Voice (Dennis Tupicoff , 1997) el recuento de una madre sobre el asesinato de su hijo, en el cual el director australiano retoma dispositivos experimentados ya en el documental, como el uso de una misma entrevista y banda sonora, con la imagen repetida desde diferentes perspectivas y versiones, cuestionando la idea misma de la objetividad documental. Silence (Orly Yadin, 1998) corto a cerca de una niña sobreviviente del holocausto con sus silencios aprendidos y auto-impuestos. The Velvet Tigress (Jen Sachs, 2001) estilizado relato de un famoso asesinato de los años 30, American Splendor (Shari Springer Berman, Robert Pulcini, 2003) una biografía del dibujante de cómics y escritor Harvey Pekar en la que se realiza una original mezcla de realidad y ficción, actores y animaciones. De-Railroaded (Rubin Twinz, 2005) producción documental en video de bajo presupuesto que utiliza la animación para expresar la locura subjetiva del cantante Wild Man Fisher.

Sin embargo, Ryan (Chris Landreth, 2004) es tal vez una de las películas más importantes del género en los últimos años. Esta, aunque es solo la punta del Iceberg de una larga tradición, es tal vez la obra que más ha ayudado a consolidar el concepto de animación documental y de la animación como una forma viable de representar la realidad. Chris Landreth, quien se representa a si mismo como un dibujo en 3D, realiza un perfil documental muy personal y subjetivo del también animador canadiense Ryan Larkin. Con entrevistas reales al artista y a personas cercanas a él, se construye una impactante obra que dice “verdades” (muchas de ellas subjetivas e íntimas) a cerca del protagonista y el tema de la inspiración, en una forma llena de metáforas, situaciones irreales y personajes surrealistas (con un toque importante de realismo), que seguramente se acerca a una representación más auténtica y honesta de Ryan Larkin que la que podría haberse realizado con otro formato.

Después de esta película han proliferado cada vez más propuestas creativas mezclando materiales documentales y animación. Pero quizá las que mayor impacto han tenido, tal vez también por su elevado valor político en un complejo momento en el que el público necesita nuevas perspectivas, han sido Persepolis (Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, 2007) basa en una novela ilustrada de la misma directora, en la cual narra la historia autobiográfica de una niña iraní en pleno fundamentalismo islámico, desde la revolución islámica hasta nuestros días, y la reciente Waltz with Bashir (Ari Folman, 2008) memoria autobiográfica del director sobre su papel y el de Israel en la matanza palestina de Sabra y Chatila. Ambas películas han tenido gran resonancia en grandes festivales como Cannes y Los Oscar, demostrando la importancia del género en la actualidad. Las dos recurren a la realidad histórica reciente combinando memoria personal, datos y materiales documentales, con una cierta ficcionalización y subjetivización de la realidad que da mayores libertades expresivas que otros modos de la no ficción, para representar las complejas realidades contemporáneas.

Las audiencias y la institución documental se van acostumbrando poco a poco a la idea de las animaciones documentales pues se trata de una forma novedosa (aunque como se ha visto no tan nueva) de pensar y representar lo

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real, que no pretende buscar los antiguos ideales de la objetividad, la transparencia o la “verdadera” réplica de los eventos. Más bien quiere acercarse a experiencias emocionales por medio de técnicas de animación que muchas veces pueden ser más pertinente que el documental tradicional.

En contraposición al docudrama, la animación puede lograr una mayor empatía y verosimilitud con la historia y la actuación, pues el público entra en un mundo animado en el que suspende momentáneamente su incredulidad, asunto más difícil de lograr muchas veces con actores de un docudrama o por representaciones abstractas. Por otra parte la animación permite usar cualquier locaciones, tiempo y espacio ofreciendo mayores posibilidades creativas, las cuales se complementan con la capacidad que tiene el dibujo de decir mucho en pocos planos y de decirlo de forma suficientemente ambigua para la audiencia para llevar su propia interpretación y experiencia a la pantalla.

Las animaciones en algunos casos son más honestas que el mismo documental tradicional, en el cual muchas veces se olvida que se trata de una interpretación, una construcción de la realidad, por el poder mismo de la imagen fotográfica. La animación exige una intervención total de los realizadores quienes transforman la realidad a dibujos que no son una grabación fotográfica del mundo, sino que proclaman ser representaciones verdaderas de éste, asunto que todo el tiempo es juzgado y reflexionado por el público que es mucho más conciente de la intervención en este tipo de películas. Igualmente las animaciones documentales tienen la ventaja de evitar el voyerismo y la explotación de los sujetos que en otros casos se puede dar más fácilmente. La animación puede dar cierto velo de privacidad a los sujetos protagonistas, pero al mismo tiempo revelar los secretos más subjetivos, las profundidades de las emociones humanas, en un formato que definitivamente le dan una vuelta a la hoja en la historia de la no ficción.

Sitios web consultados:

http://www.youtube.com

Leslie, Esther. From stillness to movement and back. Cartoon theory today. En: http://www.radicalphilosophy.com/default.asp?channel_id=2187&editorial_id=21399

The Animated Documentary: What happens when the real meets the unreal? Revista FPS Marzo de 2005. En: http://www.fpsmagazine.com/mag/200503.php

Animated Films. En: http://www.filmsite.org/animatedfilms.html

Silence, but is it documentary? by Orly Yadin, july 2003

http://www.yadinproductions.com/but_is_it_documentary.htm