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EL DÍA DE TODOS NOSOTROS UNA AVENTURA POR EL DÍA DE LA HISPANIDADDÍA DE LA RAZA Autores: Alumnos y profesoras de Español del Agrupamento Escolas de José RelvasAlpiarça 2010/2011

EL DÍA DE TODOS NOSOTROS

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Un libro escrito por los alumnos de Español del curso 2010/2011 del Agrupamento Escolas José Relvas - Alpiarça - Portugal, sobre la hispanidad.

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UNA AVENTURA POR EL DÍA DE LA HISPANIDAD—DÍA DE LA RAZA

Autores: Alumnos y profesoras de Español del Agrupamento Escolas de José Relvas—Alpiarça

2010/2011

EL DÍA DE TODOS

NOSOTROS

EL DÍA DE TODOS

NOSOTROS UNA AVENTURA POR EL DÍA DE

LA HISPANIDAD—DÍA DE LA RAZA

Autores: Alumnos y profesoras de Español del Agrupamento Escolas de José Relvas—Alpiarça

2010/2011

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Capítulo I

Jamás nos olvidaremos de las vacaciones de 2008. Fueron fantásticas y

sorprendentes. Sí, porque hasta ahora aún no vivimos lo suficiente para decir si

algo es o no inolvidable. Pero, dejémonos de esto y vámonos al importante: nues-

tras vacaciones de aventura...

Todo empezó cuando Ramiro se quejó qué playa ni verla. Quería algo dife-

rente... Y así que dijo esa palabra “diferente”, nos quedamos callados y pensati-

vos, incluso Paco, el presumido del grupo, y para decir la verdad, todos estábamos

de acuerdo.

Entonces, decidimos que cada uno de nosotros iba a pensar en una idea para

pasar las vacaciones lejos de casa y de todo. Durante días y semanas, pensamos y

discutimos mucho hasta que llegamos a una conclusión: vacaciones en el extranje-

ro. Pero, sería bueno pensar en un tópico que nos moviese, como por ejemplo ¡LA

HISPANIDAD! Nos acordamos que el día 12 de octubre se celebraba el Día de

la Hispanidad por inmensos países hispanos. Así, ¿por qué no hacer un viaje cultu-

ral por todos ellos?

En tres meses, más o menos, no hicimos nada más sino estudiar y organizar

el viaje (a veces, parecía que los días tardaban una eternidad...) hasta que…, fi-

nalmente, ese día llegó, el día para nuestra aventura…

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Capítulo II

Estábamos en el aeropuerto y entonces nuestro viaje empezó mal. Juanita,

como siempre, llegó tarde. Juanita es una de esas chicas guapísimas, pero que da

fama a la idea de que las rubias son un poco vacías de ideas. Su disculpa fue que

se olvidó del móvil y pese a que Edu siempre le diciese que no iba a necesitar de

él, ella volvió atrás. Edu estaba furioso:

- Parece mentira, hace tres semanas que le digo que no puede utilizar el

móvil en México, porque es coste por llamada es demasiado, y todavía sigue no

entendiendo. Me digan ¿qué estoy haciendo mal? - Tres horas después hemos

conseguido vuelo y ahora los doce ya estábamos juntitos y listos para nuestro

viaje con destino primero a México.

No nos hemos presentado todavía: Somos doce: Juanita, Ramiro, Paco, Pe-

pe, Carol, Juan, Dolores, Merche, Edu, Cris, Pablo y yo, Concha. Somos todos ami-

gos desde siempre y, desde que tuvimos edad, vamos de vacaciones juntos. Para

nuestros padres esto es un lío, pero casi nunca tuvimos problemas y nuestras

aventuras son siempre inolvidables. Juanita es la más tonta, pero es una experta

en números, por eso todo lo que tiene que ver con dinero es con ella; Ramiro es el

estudiante, sabe todo, vive leyendo y prepara la parte cultural de los viajes; Paco

tiene la manía y como sus padres son ricos es él que elige los hoteles (así nos que-

damos siempre en lugares fantásticos), pese a que sus padres solo le dan una can-

tidad de dinero suficiente para pagar nuestro alojamiento; luego viene Pepe, el

guapísimo, no hay chica que le resista, además es muy simpático; Carol es la dis-

traída del grupo, nunca toma atención a avisos, a informaciones o consejos de via-

je, pero como le gusta hacer la compra es la responsable por la comida; Juan es

nuestro deportista, este chico un día va a ser profe de Gimnasia, así que activi-

dades de senderismo es con él; luego viene Dolores, la chica con más ilusión de

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todos, le gusta hacer todo, no se importa con nada y está siempre lista para ayu-

dar, es fantástica; Merche es un enamorada por todo y diría hasta por todos, ca-

da vez que salimos tenemos que parar para mirar a todo, principalmente porque

saca fotos de todo…; Edu, que podré decir de él… vive a la sombra de Juanita, la

ama, pero nunca le va a decir, además es muy preocupado con los detalles; Cris y

Pablo son la única pareja de novios de nuestro grupo, son muy amigos de todos y

nos transmiten mucha calma, porque son tranquilos por naturaleza; por último fal-

ta hablar de mí, me llamo Concha y soy la escritora del grupo, siempre hago dia-

rios y saco notas de todas nuestras aventuras.

Capítulo III

Ocho horas en el avión y hemos llegado al Aeropuerto Internacional de

México. Las chicas estaban locas, los chicos mexicanos (¡los taxistas!) eran guapí-

simos… Merche y las chicas (incluso yo) no parábamos de sacar fotos. Queríamos

irnos en todos los taxis, pero los chicos de nuestro grupo han decidido ir en el

taxi de un chico que sobresalía entre todos los mexicanos, ¡un pelirrojo! Muy

simpático nos explicó que sus orígenes eran indígenas y que hay que ser tolerante

con todos. Nos llevó al Hotel Metropol en la Ciudad de México.

Así que llegamos, nos quedamos muy sorprendidos, pues a la puerta del

hotel, nos estaba esperando un grupo de chicos mexicanos, ¡Qué guapos!, con unos

sombreros muy divertidos. Estos eran unos chicos morenos, pero no morenos co-

mo los españoles, eran morenos como los indios, pero no iguales a estos. Es difícil

de explicar. Nos recibieron cantando y bailando música típica mexicana y nos

ofrecieron un sombrero muy bonito. Sigo teniéndolo en mi dormitorio. Creo que

eso es lo que hacen todos los que traen sombreros mexicanos de recuerdo para

casa. Enseguida entramos en el hotel. Era muy grande y bonito. Paco, una vez más

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había superado nuestras expectativas al elegir un hotel tan bonito y acogedor.

Casi nos volvemos locos, pues parecía que estábamos viviendo un cuento de hadas,

ya que todo era fantástico. Nos quedamos allí durante algunas horas y aprovecha-

mos para descansar un ratito y también para comer. Las habitaciones eran am-

plias y nadie estaba encima de las cosas, como suele suceder en la mayoría de los

hoteles. Había dos camas, un pequeño frigo, un trastero, un armario y una mesilla

de noche. Era luminoso y por la ventana si veía la playa. Esta era como las imáge-

nes que encontramos en Internet, de esas que la gente baja para hacer celos a

todos los que no pueden viajar y que dejan en el campo de los sueños una huella

que solo desaparece cuando realmente la vemos. Ahí, las remplazamos por otras

más fantásticas y reales.

Carol había puesto en las maletas inmensa comida, porque doce personas

necesitan comer mucho. Sin embargo, como es distraída, sólo se preocupó con la

comida para la llegada. Edu se pasó con ella una vez más y los dos salieron buscan-

do un restaurante para la comida. Pasados unos minutos, Edu entró por la puerta

y nos fuimos al restaurante Café Tacuba, ahí degustamos todo: Tortilla de maíz

(un tipo de pan redondo y fino hacho de harina de maíz) con salas casera, botanas

(tacos, frijoles, chilaquiles, quesadillas) y los sabrosos antojitos. ¡Qué exquisita

era la comida! Comimos tanto que, en esa tarde, no pudimos aprovechar la piscina.

¡Qué pena! Ya que era enorme y el agua estaba muy limpia y cristalina.

Entonces, Ramiro sugirió que, para empezar nuestro viaje cultural, podía-

mos salir a pie y empezar a descubrir los encantos de la ciudad. Pero, las chicas

no estaban de acuerdo, ya que querían irse, pero en el taxi del mexicano pelirrojo

y, así, él podría llevarlos a conocer los lugares más interesantes de la ciudad. Co-

mo deben imaginar, un grupo grande es igual a discusión grande. Pablo ha dicho:

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- Lo mejor es seguir con el plan de las chicas, en otra oportunidad seguiremos

el plan de los chicos y ahora dejaos de líos y nos vamos que perdemos tiempo

discutiendo.

Capítulo IV

No imaginan nuestro azar. Nuestro simpático motorista pelirrojo se estropeó

contra un árbol, que parecía centenario, mientras miraba a Carol… Edu estaba fu-

rioso y casi pegó al pobre del motorista. Los chicos que iban detrás en otros

taxis nos ayudaron a salir y cuando salimos del coche estábamos muy bien y em-

pezamos a oír una música que parecía muy típica. Ramiro reconoció el sonido y ahí

estaban, los mariachis, cantando con un perro bailando. Según Ramiro (con su me-

moria fotográfica memorizó la página de Wikipedia sobre esto), “El mariachi, es

un grupo musical conformado generalmente por un número entre 7 a 12 integran-

tes pero no existe un límite para el máximo. Los instrumentos indispensables son

la vihuela, guitarra, guitarrón, violines y trompetas, aunque en ocasiones se le

añaden flauta y arpa, y en el extranjero incluso el acordeón. Interpretaban origi-

nalmente sones de Jalisco y del occidente de México pero desde la década de

1930 incluyeron en su repertorio rancheras, corridos, huapangos, sones jarochos

y valses mexicanos es decir música tradicional y regional mexicana. Posterior-

mente se adaptó el bolero constituyendo el Bolero Ranchero y en la actualidad

interpretan éxitos de cantantes de moda y en ocasiones hasta baladas y cumbias,

ya fuera totalmente del contexto musical vernáculo.”

Oímos la música. Los chicos estaban furiosos y solo la calma de Cris los

calmó, cuando dijo:

- Venga, esto pasa a cualquier uno. Miren dónde estamos y no den aten-

ción a detalles que ya hacen parte del pasado.

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Vimos que estábamos cerca del Chichen Itza y nos quedamos encantados. Lo

hemos visitado, lo hemos subido y cuando estábamos en el punto más alto Carol se

sintió mal. Edu se ofreció para llevarla al hospital. Carol no paraba de vomitar,

con fiebre y pasaba todo el tiempo gritando por Edu. Más tarde, el médico nos

explicó que seguro que había comido o bebido algo que no estaría en condiciones.

No imaginan, hemos descubierto que mientras tomaba baño bebió agua canalizada

y contaminada, como tal, estaba de diarrea… Había un aviso en el Hotel para que

tuviésemos cuidado con esto, pero la tonta dijo que no había visto nada. Nos que-

damos en el hospital 5 horas interminables y Ramiro ha propuesto que, ahora que

Carol ya estaba bien, podíamos irnos para otro país: Cuba. Pepe estaba un poco

triste, porque por primera vez no había conseguido engancharse con ninguna chi-

ca. ¡Qué pena!

Capítulo V

Nos fuimos de avión y rápidamente llegamos. El pequeño aeropuerto no

tenía casi pista, lo que nos asustó en el aterrizaje. Así que salimos, vimos un car-

tel enorme diciendo “Fidel Castro para siempre”. Dolores estaba encantada y

sacó una foto de todos, ¡individualmente!, cerca del cartel. Nos quedamos en el

Hotel “Havana holidays”. El Hotel era simpático con camareros siempre presentes

para ayudarnos.

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Miramos nuestro guía de viaje y hemos visto las imágenes de las playas… no

resistimos… Claro que Ramiro se quedó bebiendo un zumo de naranja y nosotros

nos fuimos a la playa, porque después de la mala suerte de México teníamos que

relajar… Ramiro vivió una experiencia única: conoció Fidel Castro, por lo menos es

lo que él cuenta. Estaba sólo y de nada han aparecido unos militares con armas

escoltando un coche muy antiguo. De dentro salió Fidel, un hombre mayor, un po-

co débil y con una vo z roca que parecía demasiado cansado para respirar. Se

acercó de Ramiro y le contó durante un par de horas cómo los españoles han con-

quistado Cuba, cómo los Estados Unidos intentaban aniquilarlos como pueblo. Ra-

miro adoró. La verdad es que todos dudamos un poco de la existencia de este

momento. Además, la única prueba que Ramiro tiene de todo esto es una serville-

ta firmada por Fidel. ¡¿Cómo no sacó una foto?!

Sin embargo, los demás hemos vivido una experiencia muy importante para

nuestra formación como personas: hemos conocido unos niños pobres que nos han

dicho que no tenían nada. Estaban descalzos, la ropa de tan sucia resultaba defi-

nir su color original, los pelos desgreñados y los ojos grandes y tristes nos im-

presionaron. La verdad es que esta descripción no dice nada de la visión que ex-

perimentamos cuando vimos a estos niños. Decidí hablar de la ropa, del pelo y de

los ojos, porque creo que te pueden ayudar a entender.

Nos contaron cómo eran huérfanos y las condiciones en que vivían y todos

nos hemos descubierto como personas. No hay nada como la suerte de tener todo

lo necesario para vivir y la verdad es que siempre tenemos algo más. Como Juan

es nuestro experto en tecnologías hemos decidido aprovechar nuestro ordenador

y la impresora del hotel y organizar una campaña de solidaridad por el mundo pa-

ra conseguir ayuda, como se ha hecho cuando sucedió la desgracia de Haiti. Sin

duda que la idea era buena, pero tardaría unos días para que se viesen resultados.

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Nosotros no teníamos muchos días para estar en Cuba, por lo que prometimos a

todos que seguiríamos con atención al desarrollar de esta iniciativa.

Nuestro objetivo estaba cumplido: hacer algo de fantástico en un país his-

panohablante. Ahora, nos iríamos para República Dominicana y después de poco

tiempo ya estábamos ahí.

Capítulo VI

Decidimos caminar. Durante nuestro paseo, hemos descubierto una señora

muy simpática que contaba historias de antes de la entrada de los españoles en

este país, siendo que descubrimos que este país es más que playa y sol. Esta se-

ñora, un poco rara, llevaba una túnica blanca un poco o transparente, que si no

fuese el pelo largo se veía todo su cuerpo desnudo. Tenía los ojos negros, rasga-

dos y una tez morena. Ella nos contó la historia de las ciguapas. Según la misma,

las ciguapas son extrañas mujeres salvajes que habitan en las montanas y poseen

poder mágico, andan por la noche buscando comida y se divierten habiendo crinas

a los caballos. Esta es una versión un poco parafraseada, porque no he apuntado

todos los detalles de este mito. Nos quedamos con tanta curiosidad que de inme-

diato hemos decidido salir por la noche buscándolas.

Pasamos toda la noche en la calle y lo único más parecido con su historia

fue el grito de una mujer que cantaba mal. El otro día, por la noche, nos fuimos

para un bosque cerca y el mito se comprobó. Así que llegamos, oímos unos gritos,

muy extraños, que parecían de mujeres. Pensamos que se trataba de las ciguapas

y nos quedamos allí, inmóviles y muy calladitos, el miedo era tanto que nadie se

movía. Pasado un ratito, oímos que alguien se acercaba de nosotros. Vimos que se

trataba de un grupo de mujeres y que una de ellas consiguió tocar el brazo de Ra-

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miro. Él, muy asustado, empezó a gritar y todos al mismo tiempo empezamos a co-

rrer y sólo conseguimos parar, al llegar al hotel.

Así que entramos en el hotel, nadie conseguía hablar, pero vimos que Rami-

ro tenía sangre en el brazo, pero él no quiso ir al hospital, ya que no sabía qué de-

cir y sobre todo tenía vergüenza de explicar lo que había ocurrido. La verdad es

que nadie se va a creer en estas cosas… Toda la gente va para República Domini-

cana por las playas, calor, en fin, turismo… a nosotros nos tocó un mito, la

búsqueda de ese mismo mito y, total, la desgracia total… qué exagero, ¡eh!

Entonces, el miedo era tanto que, en esa misma noche decidimos partir.

¡Muy exagerados, verdad! Sin saber cuál sería nuestro destino, cogemos el au-

tobús y nos fuimos hasta el aeropuerto y, el vuelo que iba a partir dentro de ins-

tantes iba hasta Chile. Sin pensar, nos fuimos y, en la mañana siguiente, allí está-

bamos los doce, para empezar nuestra aventura en otro país hispanohablante.

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Capítulo VII

Ramiro estaba un poco aburrido, porque decía que no habíamos disfrutado

de República Dominicana y debíamos estar visitando un país cerca de los domini-

canos para seguir con un plan organizado. Fue cuando Dolores remató sus quejas

con el siguiente discurso:

- Nada, nada. Pasamos por cosas tristes, otras alegres, ayudamos niños y vimos

verdaderas anécdotas. Ahora, estamos en Chile, ¿por qué esperamos?

¡Vámonos!

En Chile, empezamos por visitar la Plaza de las Armas y nos quedamos ma-

ravillados con tanto arte, que casi conseguimos olvidar lo sucedido en República

Dominicana. Luego, fuimos a la Catedral Metropolitana. Con todo esto, estábamos

agotados y la mayoría solo quería descansar un poco, pero, al llegar al hotel, Paco

vio en un periódico lo que había ocurrido en las minas de San José y decidió que

quería ir hasta allí. A los otros del grupo no les gustó la idea, una vez que el tiem-

po de las vacaciones estaba casi terminando.

Podemos decir que Chile ofrece a sus visitantes un poco de todo, por ejem-

plo, tienes la música disco, pero al lado de la tradicional. Tienes el Teatro Munici-

pal en Santiago, con una programación cultural muy variada (nuestros oídos han

disfrutado de la Orquesta de Cámara de Chile con Gustavo Becerra y el solista

Isidro Rodríguez – a Juan le pareció una bobada, pero ya sabemos cómo es nues-

tro deportista, tolo lo que tiene que ver con estar sentado no sirve para nada –

¡falta de sensibilidad!) Luego hay un conjunto de lugares a visitar, como los falde-

os del Cerro Santa Lucía o el Museo de Bellas Artes. Sin embargo, lo que para no-

sotros fue fantástico, lo digan Merche, Edu, Cris y Pablo, fue la visita al Barrio

Bellavista. Hemos visitado todo y destaco La Chascona, una de las casas de Pablo

Neruda.

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Como deben saber, Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura en 1971, es

uno de los escritores hispánicos que más marcan nuestra época. La Chascona fue

una casa que el mismo mandó construir para su mujer Matilde Urrutia. ¡Ese hom-

bre era un enamorado! Copié uno de sus poemas para probar que su arte se justi-

fica por sí misma:

Poema de Pablo Neruda a Matilde Urrutia

Tu Risa

Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa.

No me quites la rosa, la lanza que desgranas, el agua que de pronto estalla en tu alegría, la repentina ola de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo con los ojos cansados a veces de haber visto la tierra que no cambia, pero al entrar tu risa sube al cielo buscándome y abre para mí todas las puertas de la vida.

¡Simplemente maravilloso!

Por la noche, después de mucho jaleo por el Barrio Bellavista, Carol sugirió

que podían ir a visitar otro país y con la aprobación de todos fuimos hasta Costa

Rica.

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Capítulo VIII

En el mapa fue un retroceso enorme y Ramiro se quejó de nuevo. Esta vez

fue Pepe a hablar, diciéndole que ya quería ver chicas en biquini y que nadie se

preocupaba con eso. Todos en unísono le decimos:

- ¡DAHHHH!

Al llegar allí fuimos de inmediato para la playa, pero Ramiro no quería ir.

Los otros insistieron mucho y lo convencieron, ya que allí iban a ver a muchas chi-

cas guapas y también podrían ver alguna serena. A este es fácil engañar, creo que

sus padres debían contarle muchos cuentos infantiles. No había casi nadie en la

playa, ya que el país había sido amenazado por una tormenta. Las únicas personas

que allí se encontraban era un grupo de personas mayores, que estaba paseando.

Ramiro se quedó furioso con sus compañeros y empezó a discutir, diciendo que no

quería quedarse ni más un minuto allí. Una vez que el país estaba amenazado por

una tormenta y no podíamos hacer casi nada, decidimos partir para otro país, pe-

ro en autobús, ya que no había vuelos, debido al clima.

Cuando íbamos a coger el autobús, Juanita empezó haciendo cuentas de ca-

beza y ¡No teníamos dinero! Nos quedamos en un país con una tormenta, sin co-

mer, sin alojamiento y sin planes para volver a casa. A nuestros padres decíamos

que todo estaba bien, ¡pero no estaba!

Capítulo IX

Ahí, empezaron a llover ideas, Juanita se iba por las calles de Costa Rica

buscando trabajo y así ganábamos dinero. Ramiro le acordó que con una tormenta

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no podía andar por las calles y sugirió que fuésemos a la Embajada de España en

Costa Rica y pedir ayuda. Paco le acordó que era fin de semana y esta estaba ce-

rrada, para él la mejor idea era llamar a los padres para que enviasen dinero para

que volviesen a casa. Pepe se quedó pasmado con el modo como para Paco el dine-

ro era siempre la solución. Para Pepe, había que esperar que la tormenta pasase y

después de pasar un ratito en la playa luego decidíamos. Carol se pasó, ¿qué co-

meríamos? ¿Arena? Para ella, lo mejor era buscar ayuda junto de alguna asocia-

ción de ayuda humanitaria, así no nos faltaría comida y abrigo. Juan estaba de

acuerdo, pero había que conocer alguna y no había Internet para buscar informa-

ción. Dolores sugirió que llamásemos a nuestros padres para pedirles más dinero,

pero no para volver, mejor sería seguir disfrutando de todo. Merche sacaba fo-

tos de uno y otro, porque decía que nunca más nos íbamos a olvidar este momen-

to tan profundo. Edu, como siempre, estaba de acuerdo con Juanita. El tonto no

entendía que con una tormenta no se podía caminar por la calle, ¡no podíamos es-

tar afuera! Cris y Pablo habían desaparecido. Tranquilísimos, estaban besándose

aparte, porque Cris tenía miedo de las tormentas y Pablo la calmaba. Además de

los besos le recitaba poemas de Pablo Neruda sobre amor… De verdad, estaban

todos locos.

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La solución y decisión final vino de mí, yo, Concha Moreno, les obligué a se-

guir mi decisión: llamamos a los padres, pedimos ayuda, reconocemos nuestras di-

ficultades y mientras esperábamos que la tormenta pasase delineamos el plan de

viaje para el año que viene: visitar los países hispanohablantes que faltan. Son

muchos, pero hay que seguir con nuestra ilusión en conocerlos todos.

Aquí termino nuestro diario de viaje. Nuestros padres nos dieron en la ca-

beza, pero adoraron la idea de viajar con nosotros el año que viene. ¡Hasta la vis-

ta!

¡FIN!