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296 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P., VIII, 1 ANÁLISIS TEÓRICO EL DESARROLLO ECONÓMICO DE LA AMERICA LATINA Y ALGUNOS DE SUS PRINCIPALES PROBLEMAS I. Introducción 1. La realidad está destruyendo en la América Latina aquel pre- térito esquema de la división internacional del trabajo que, después de haber adquirido gran vigor en el siglo XIX, seguía prevaleciendo doctrinariamente hasta muy avanzado el presente. En ese esquema, a la América Latina venía a corresponderle, como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papel específico de producir alimentos y materias primas para los gran- des centros industriales. No tenia allí cabida la industrialización de los países nuevos. Los hechos la están imponiendo, sin embargo. Dos guerras en el cur- so de una generación, y una profunda crisis económica entre ellas, ban demostrado sus posibilidades a los países de la América Latina, ensenándoles positivamente el camino de la actividad industrial. La discusión doctrinaria, no obstante, dista mucho de haber terminado. En materia económica, las ideologías suelen seguir con retraso a los acontecimientos o bien sobrevivirles demasiado. Es cierto que el razonamiento acerca de las ventajas económicas de la división internacional del trabajo es de una validez teórica inob- jetable. Pero suele olvidarse que 6e basa sobre una premisa ter- minantemente contradicha por los hechos. Según esta premisa, el fruto del progreso técnico tiende a repartirse parejamente entre to- la la colectividad, ya sea por la baja de los precios o por el alza equivalente de los ingresos. Mediante el intercambio internacional, les países de producción primaria obtienen su parte en aquel fruto. No necesitan, pues, industrializarse. Antes bien, su menor eficien-

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2 9 6 TEMAS Y POLÉMICAS [R. E. P., VIII, 1

ANÁLISIS TEÓRICO

EL DESARROLLO ECONÓMICO DE LA AMERICA LATINAY ALGUNOS DE SUS PRINCIPALES PROBLEMAS

I. Introducción

1. La realidad está destruyendo en la América Latina aquel pre-térito esquema de la división internacional del trabajo que, despuésde haber adquirido gran vigor en el siglo XIX, seguía prevaleciendodoctrinariamente hasta muy avanzado el presente.

En ese esquema, a la América Latina venía a corresponderle,como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papelespecífico de producir alimentos y materias primas para los gran-des centros industriales.

No tenia allí cabida la industrialización de los países nuevos.Los hechos la están imponiendo, sin embargo. Dos guerras en el cur-so de una generación, y una profunda crisis económica entre ellas,ban demostrado sus posibilidades a los países de la América Latina,ensenándoles positivamente el camino de la actividad industrial.

La discusión doctrinaria, no obstante, dista mucho de haberterminado. En materia económica, las ideologías suelen seguir conretraso a los acontecimientos o bien sobrevivirles demasiado. Escierto que el razonamiento acerca de las ventajas económicas de ladivisión internacional del trabajo es de una validez teórica inob-jetable. Pero suele olvidarse que 6e basa sobre una premisa ter-minantemente contradicha por los hechos. Según esta premisa, elfruto del progreso técnico tiende a repartirse parejamente entre to-la la colectividad, ya sea por la baja de los precios o por el alzaequivalente de los ingresos. Mediante el intercambio internacional,les países de producción primaria obtienen su parte en aquel fruto.No necesitan, pues, industrializarse. Antes bien, su menor eficien-

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cia les haría perder irremisiblemente las ventajas clásicas del in-tercambio.

La falla de esta premisa consiste en atribuir carácter generala lo que de suyo es muy circunscrito. Si por colectividad sólo seentiende el conjunto de los grandes países industriales, es biencierto que el fruto del progreso técnico se distribuye gradualmenteentre todos los grupos y clases sociales. Pero, si el concepto decolectividad también se extiende a la periferia de la economíamundial, aquella generalización lleva en sí un grave error. Las in-gentes ventajas del desarrollo de la productividad no han llegadoa la periferia, en medida comparable a la que ha logrado disfru-tar la población de esos grandes países. De ahí las diferencias, tanacentuadas, en los niveles de vida de las masas de éstos y de aqué-lla, y las notorias discrepancias entre sus respectivas fuerzas decapitalización, puesta que el margen de ahorro depende primor-dialmente del aumento de la productividad.

Existe, pues, manifiesto desequilibrio, y cualquiera que fueresu explicación o el modo de justificarlo, se trata de un hechocierto, que destruye la premisa básica en el esquema de la divisióninternacional del trabajo.

De ahí, el significado fundamental de la industrialización de lospaíses nuevos. No es ella un fin en sí misma, sino el medio prin-cipal de que disponen éstos para ir captando una parte del frutodel progreso técnico y elevando progresivamente el nivel de vidade las masas.

2. Se encuentran, pues, los países de América Latina frentea un problema general muy vasto, en el cual convergen una seriede problemas parciales, a plantear previamente, para ir trazandoluego el largo camino de investigación y acción práctica que habráde recorrerse, si se tiene'el firme designio de resolverlos.

Sería prematuro, en este primer informe, formular conclusionesque tendrían el valor dudoso de toda improvisación. Es fuerza re-conocer que en los países latinoamericanos queda mucho por ha-cer, en esta materia, tanto en el conocimiento de los hechos mismos,como en su correcta interpretación teórica. A pesar de tener estospaíses tantos problemas de índole semejante, ni tan siquiera seha conseguido abordar en común su examen y dilucidación. No esde extrañar entonces que prevalezca frecuentemente, en los estudios

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que suelen publicarse acerca de la economía de los países deAmérica Latina, el criterio o la experiencia especial de los grandescentros de la economía mundial. Mal cabría esperar de ellos so-luciones que nos conciernen directamente. Es pertinente, pues, pre-sentar con claridad el caso de los países latinoamericanos, a fin deque sus intereses, aspiraciones y posibilidades, salvadas, desde lue-go, las diferencias y modalidades específicas, se integren adecuada-mente en fórmulas generales de cooperación económica interna-cional.

Es, por tanto, muy amplia la tarea que se tiene por delante ygrande la responsabilidad contraída. Para afrontar la una y reali-zar metódicamente la otra, habría que comenzar por aquel plantea-miento previo de los principales problemas, con perspectiva deconjunto, exponiendo a la vez ciertas reflexiones generales, sugeri-das por la experiencia directa de la vida económica latinoamerica-na. Tal es el propósito de este informe.

3. La industralización de América Latina no es incompatiblecon el desarrollo eficaz de la producción primaria. Por el contrario,una de las condiciones esenciales para que el desarrollo de laindustria pueda ir cumpliendo el fin social de elevar el nivel devida, es disponer de los mejores equipos de maquinaria e instru-mentos, y aprovechar prontamente el progreso de la técnica, ensu regular renovación. La mecanización de la agricultura implica lamisma exigencia. Necesitamos una importación considerable debienes de capital, y también necesitamos exportar productos pri-marios para conseguirla.

Cuanto más activo sea el comercio exterior de América Latina,tanto mayores serán las posibilidades de aumentar la productivi-dad de su trabajo, mediante la intensa formación de capitales. Lasolución no está en crecer a expensas del comercio exterior, sinoen saber extraer, de un comercio exterior cada vez más grande, loselementos propulsores del desarrollo económico.

Si no fuera suficiente el razonamiento para persuadirnos de laestrecha conexión entre el desarrollo económico y el intercambio,ciertos hechos que están ocurriendo bastarían para ponerla de ma-nifiesto. La mayor parte de los países latinoamericanos han aumen-tado intensamente su actividad económica, y se encuentran en unnivel de ocupación relativamente alto, si se le compara con el

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anterior a la guerra. Este alto nivel de ocupación exige tambiénelevadas importaciones, tanto de artículos de consumo, así inme-diato como duradero, cuanto de materias primas y artículos decapital. Y en muchos casos, las exportaciones resultan insuficientespara satisfacer aquéllas.

Esto es evidente cuando se trata de importaciones y otraspartidas pasivas a pagaT en dólares. Hay ya casos notorios, en cier-tos países, de escasez de esta moneda, no obstante que los dólaressuministrados por Estados Unidos al resto del mundo, al realizarsus propias importaciones, alcanzaron elevada cuantía. Es que elcoeficiente de tales importaciones, con respecto al ingreso nacionalde Estados Unidos, ha llegado a ser exiguo (no pasa del 3 por 100)al cabo de una baja persistente. No es de extrañar entonces que,a pesar del alto nivel de ingreso nacional de este país, los recursosen dólares que así provee a los países de América Latina, parezcanser insuficientes para cubrir las importaciones requeridas por suintento desenvolvimiento.

Es cierto que, conforme se restablezca la economía en Europa,se podrá aumentar provechosamente el intercambio con ella. Perode allí no saldrán más dólares para América Latina, a menos queEstados Unidos aumente su coeficiente de importaciones de ar-tículos europeos.

Aquí se encuentra, pues, el factor principal del problema. Deno aumentar dicho coeficiente, es obvio que América Latina severía forzada a desviar sus adquisiciones en Estados Unidos haciaaquellos países que suministren las divisas para pagarlas. Soluciónmuy precaria, por cierto, pues significa, con frecuencia, tener queoptar en favor de importaciones más caras o inadecuadas para susnecesidades.

Sería lamentable volver a caer en prácticas de este linaje, cuan-do acaso pudiera lograrse una solución fundamental. Suele pensarsea veces que, dado el enorme potencial productivo de Estados Uni-dos, es ilusorio suponer que este país pueda aumentar su coefi-ciente de importaciones, para dar al mundo esa solución funda-mental. No se justifica una conclusión semejante, sin el previoanálisis de las causas que han llevado a Estados Unidos a reducirpersistentemente su coeficiente de importaciones. Tales causas ac-túan en campo propicio, cuando hay desocupación. Pero no ha-

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biéndola, cabría la posibilidad de superarlas. Por donde se com-prende la trascendencia que tiene para América Latina, así comopara todo el mundo, que el Gobierno de Estados Unidos puedacumplir su designio de mantener allí un alto nivel de ocupación.

4. No se discute que el desarrollo económico de ciertos paísesde América Latina y su rápida asimilación de la técnica moderna,en todo cuanto fuere aprovechable por ellos, depende en altogrado de las inversiones extranjeras. El problema no es nada sim-ple, por todas las implicaciones que contiene. Entre sus factoresnegativos se recuerda, en primer lugar, el incumplimiento de ser-vicios financieros, durante la gran depresión de los años treinta. Esopinión general que ello no debiera repetirse. Encontramos aquí elmismo fondo que en el problema anterior. Los servicios financierosde estas inversiones, ¿i no se realizan otras nuevas para compen-sarlos, deberán pagarse con exportaciones en la misma moneda; ysi ellas no crecen correlativamente, se presentará, con el andar deltiempo, el mismo género de dificultades. Tanto más si las expor-taciones caen violentamente, como en aquellos tiempos. Por ello, ymientras no se llegue a la solución fundamental referida, cabríapreguntarse si no sería prudente orientar las inversiones hacia aque-llas aplicaciones productivas que, al reducir directa o indirecta-mente las importaciones en dólares, permitan atender regularmentelos servicios financieros.

5. En todo esto hay que precaverse de generalizaciones dogmá-ticas. Suponer que el cumplimiento de los pagos exteriores y elbuen funcionamiento monetario dependen meramente de la deci-sión de seguir ciertas reglas de juego, entraña un error de seriasconsecuencias. Aun en épocas en que funcionaba regularmente elpatrón oro en los grandes centros, los países de la periferia latino-americana encontraron enormes dificultades para mantenerlas, ysus vicisitudes monetarias provocaron con frecuencia el anatemaexterior. Experiencias posteriores, en países importantes, han en-señado a percibir mejor ciertos aspectos de la realidad. Gran Bre-taña, entre las dos guerras, ha tenido contratiempos de cierto pa-recido con los que ocurrían y siguen ocurriendo en nuestros países,históricamente refractarios a la rigidez del patrón oro. Lo cualcontribuye, sin duda, a la mejor comprensión de los fenómenos dela periferia.

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6. El 'patrón oro ha dejado de funcionar como antes, y el ma-nejo de la moneda se ha vuelto más complejo aún en la periferia.¿Es que todas esas complejidades podrían dominarse con la firmeaplicación de la buena doctrina? Pero la buena doctrina, para es-tos países, se encuentra todavía en una lase primaria de su forma-ción. He aquí otro de los problemas de trascendencia: aprovecharla experiencia particular y general, para ir elaborando fórmulasmediante las cuales la acción monetaria pueda integrarse, sin an-tagonismos ni contradicciones, dentro de una política de desarrolloeconómico intenso y regular.

No vaya a interpretarse que las enseñanzas tradicionales care-cen de valor. Si no brindan normas positivas, indican, al menos,lo que no puede hacerse sin comprometer la estabilidad de lamoneda. Los extremos a que se ha llegado en la inflación, de-muestran que la política monetaria no se ha inspirado en esas en-señanzas: como que, en general, ciertos países importantes deAmérica Latina han aumentado su circulante más intensamenteque los países obligados a cubrir ingentes gastos de guerra.

Este es otro de los aspectos del problema de la escasez de dó-lares. Es cierto, como se tiene dicho, que el alto nivel de ocupaciónacrecienta las importaciones. Pero no lo es menos que el creci-miento excesivo del circulante, en muchos casos, ha acentuado in-debidamente la presión de la balanza de pagos, llevando a emplearlas divisas en formas que no responden siempre a las genuinasexigencias del desarrollo económico.

Estos hechos tendrán que considerarse en el examen objetivode las consecuencias del incremento inflacionario sobre el pro-ceso de capitalización. No se puede desconocer, sin embargo, queen la mayor parte de los países latinoamericanos el ahorro es-pontáneo es insuficiente para cubrir sus necesidades más urgentesde capital. Pero, desde luego, la expansión monetaria no tiene lavirtud de aumentar las divisas necesarias para importar bienes decapital. Su efecto es de mera redistribución de ingresos. Hay ahoraque averiguar si ello ha conducido a una más activa formaciónde capital.

7. Este punto es de importancia decisiva. La elevación delnivel de vida de las masas depende, en última instancia, de unafuerte cantidad de" capital por hombre empleado en la industria,

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los transportes y la producción primaria, y de la aptitud paramanejarlo bien.

En consecuencia, se necesita realizar una enorme acumulaciónde capital. Entre los países de América Latina, hay ya algunos quehan demostrado BU capacidad de ahorro, al punto de haber po-dido efectuar, mediante su propio esfuerzo, gran parte de susinversiones industriales. Pero aún en ese caso, que no es general,la formación de capital tiene que luchar contra una tendenciamuy marcada hacia ciertas modalidades de consumo que muchasveces resultan incompatibles con un alto grado de capitalización..

8. Sin embargo, para formar el capital necesario a la indus-trialización y el progreso técnico de la agricultura, no pareceríaindispensable comprimir el consumo de la gran masa, que, porlo general, es demasiado bajo. Además del ahorro presente, in-versiones extranjeras bien encaminadas podrían contribuir al au-mento inmediato de la productividad por hombre. De manera que,lograda esta mejora inicial, una parte importante del incrementode producto servirá entonces para formar capitales, antes que des-tinarse a consumo prematuro.

Pero ¿cómo lograr los aumentos de productividad en magnitudsuficiente? La experiencia de estos últimos años es aleccionadora.El crecimiento de la ocupación exigido por el desarrollo indus-trial ha podido realizarse, aunque no en todos los casos, con elempleo de gente que el progreso de la técnica iba desalojando dela producción primaria y. de otras ocupaciones, especialmente deciertos tipos de trabajos y servicios personales, de remuneraciónrelativamente baja, y con la utilización del trabajo femenino. Laocupación industrial de gente desocupada o mal ocupada ha sig-nificado, pues, una mejora en la productividad, que se ha tra-ducido en un aumento neto del ingreso nacional, cuando factoresde otra índole no han provocado im descenso general de la efi-cacia productiva.

Con las grandes posibilidades de progreso técnico en la pro-ducción primaria, aun en países en que ya es grande, y con elperfeccionamiento de las industrias existentes, el incremento netodel ingreso nacional podría ir ofreciendo un margen de ahorrocada vez mayor.

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Pero todo ello, y en la medida a que quiera reducirse la ne-cesidad del aporte exterior, supone un esfuerzo inicial de capita-lización, que no se concilia generalmente con el tipo de consumode ciertos sectores de la colectividad, ni con la elevada proporcióndel ingreso nacional, absorbida, en varios países, por ciertos tiposde gastos fiscales que no aumentan directa ni indirectamente laproductividad nacional.

Trátase, en fin de cuentas, de una manifestación del conflictolatente entre el propósito de asimilar con premura modos deexistencia que los países de técnica más avanzada han logrado pro-gresivamente, merced al aumento de su productividad, y las exi-gencias de una capitalización, sin la cual no nos será posible con-seguir aumento semejante.

9. Por lo mismo que el capital es escaso y su necesidad muygrande, habría que ceñir su aplicación a un criterio de estrictaeficacia, que no ha sido fácil seguir, dadas las circunstancias enlas cuales se han desarrollado muchas industrias para afrontar si-tuaciones de emergencia. Pero el proceso no ha avanzado tanto queresulte demasiado tardía la corrección de ciertas desviaciones, ni,sobre todo, imposible evitarlas en lo futuro.

A tal propósito, es necesario definir con precisión el objeto quese persigue mediante la industrialización. Si se la considera como elmedio de llegar a un nivel de autarquía, en el cual las considera-ciones económicas pasan a segundo plano, seria admisible cualquierindustria que substituya importaciones. Pero si el propósito consisteen aumentar lo que se ha llamado con justeza el bienestar mensu-rable de las masas, hay que tener presentes los límites más allá delos cuales una mayor industrialización podría significar merma deproductividad.

En «tros tiempos, antes de la gran depresión, los países deAmérica Latina crecieron impulsados desde afuera por el creci-miento persistente de las exportaciones. Nada autoriza a suponer,al menos por ahora, que este fenómeno haya de repetirse, conanáloga intensidad, salvo en casos muy particulares. Ya no se pre-senta la alternativa entre seguir creciendo vigorosamente de esemodo, o bien crecer hacia adentro, mediante la industrialización.Esta última ha pasado a ser el modo principal de crecer.

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Pero ello no significa que la exportación primaria haya de sa-crificarse para favorecer el desarrollo industrial; no sólo porqueella nos suministra las divisas, con las cuales adquirir las impor-taciones necesarias al desenvolvimiento económico, sino tambiénporque, en el valor de lo exportado, suele entrar en una proporciónelevada la renta del suelo, que no implica costo colectivo alguno.Si con el progreso técnico se logra aumentar la eficacia productorade la agricultura, por un lado, y si la industrialización y unaadecuada legislación social, van elevando el nivel del salario real,por otro, se podrá ir corrigiendo gradualmente el desequilibrio deingresos entre los centros y la periferia, 6¡n desmedro de esa ac-tividad económica esencial.

10. Encuéntrase aquí uno de los límites de la industrializa-ción, que conviene considerar atentamente, al esbozar los planesde desarrollo. Otro de los límites está dado por consideracionesrelativas a la dimensión óptima de las empresas industriales. "En lospaíses de América Latina se está tratando, por lo general, de des-arrollar a un lado de la frontera las mismas industrias que al otro.Ello tiende a disminuir la eficiencia productora y conspira contrala consecución del fin social que se persigue. Es una falla muy seria,que el siglo XIX supo atenuar en mucho. Guando la Gran Bretañademostró, con hechos, las ventajas de la industria, siguiéronla otrospaíses. Pero el desarrollo industrial, aguijado por una activa con-currencia, se realizó en favor de ciertas formas características deespecialización, que alentaron un provechoso intercambio entre losdistintos países. La especialización favorecía el progreso técnico yéste permitía distribuir crecientes ingresos. Contrariamente a loque ocurre cuando se trata de países industriales frente a países deproducción primaria, se cumplían las ventajas clásicas de la divisióndel trabajo: de la división del trabajo entre iguales o casi iguales.

La posibilidad de que se llegue a malograr una parte impor-tante del fruto del progreso técnico a causa de un excesivo frac-cionamiento de los mercados es, pues, otro de los límites del des-arrollo industrial de nuestros países. Pero lejos de ser infranquea-ble, es de aquellos que una política clarividente de interdependen-cia económica podría remover con gran beneficio recíproco.

11. Si, con fines sociales, se trata de elevar al máximo el in-greso real, las consideraciones anticíclicas no pueden faltar en un

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programa de desenvolvimiento económico. La propagación a laperiferia latinoamericana de las fluctuaciones cíclicas de los gran-des centros implica considerables mermas de ingreso. Si estas mer-mas pudieran evitarse, el problema de la formación de capital seharía menos difícil. Ha habido ensayos de política anticíclica; perohay que reconocer que aún estamos en los comienzos de la dilu-cidación de este asunto. Es más, el debilitamiento que está ocu-rriendo en las reservas metálicas de varios países significa que laeventualidad de una contracción de origen exterior no sólo va asorprenderlos sin plan de defensa, sino también sin los recursospropios, necesarios para facilitar las medidas que las circunstan-cias aconsejan.

Expuestos en esta primera sección los lineamientos de los prin-cipales problemas, las siguientes secciones explayarán algunos desus aspectos más salientes, que no sabría omitirse, tanto por suintrínseca importancia cuanto por la necesidad de dar comienzo asu investigación sistemática.

Son bien conocidas las dificultades que se oponen en Latino-américa a una tarea de esta naturaleza. Acaso la principal de ellassea el número exiguo de economistas capaces de penetrar con cri-terio original en los fenómenos concretos latinoamericanos. Poruna serie de1 razoues, no se logra suplir su carencia con la forma-ción metódica de un número adecuado de hombres jóvenes dealta calificación intelectual. El enviarlos a las grandes universi-dades de Europa y Estados Unidos representa ya un progreso con-siderable, pero no suficiente. Pues una de las fallas más conspi-cuas de que adolece la teoría económica general, contemplada des-de la periferia, es su falso sentido- de universalidad.

Mal podría pretenderse, en verdad, que los economistas de losgrandes países, embargados en muy serios problemas propios, va-yan a dedicar preferentemente su atención al estudio de los nues-tros. Concierne primordialmente a los propios economistas latino-americanos el conocimiento de la realidad económica de AméricaLatina. Sólo si se llega a explicarla racionalmente y con objetivi-dad científica será dado alcanzar fórmulas . eficaces de acciónpráctica.

No se interprete, sin embargo, que este propósito está animadode un particularismo excluyente. Por el contrario, sólo se sabrá

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cumplirlo mediante un sólido conocimiento de las teorías elabo-radas en I06 grandes países, con su gran caudal de verdades co-munes. No hay que confundir el conocimiento reflexivo de loajeno con una sujeción mental a las ideas ajenas, de la que muylentamente estamos aprendiendo a libramos.

II. Las ventajas del progreso técnico y los países de la periferia

1. Se ha afirmado en la parte precedente que las ventajas delprogreso técnico se han concentrado principalmente en los ceutrosindustriales, sin traspasarse a los países que forman la periferiadel sistema económico mundial. Por cierto que el aumento de pro-ductividad en los países industriales ha estimulado la demanda deproductos primarios y ha constituido así un elemento dinámicoimportantísimo en el crecimiento de América Latina. Pero estoconstituye asunto distinto al que se va a considerar en seguida.

En general, parece que el progreso técnico ha sido más acen-tuado en la industria que en la producción primaria de los paísesde la periferia, según se hace notar en un reciente informe sobrelas relaciones de precios (1). En consecuencia si loe precios hubie-ran descendido en armonía con la mayor productividad, la bajahabría tenido que ser menor en los productos primarios que enlos industriales; de" tal suerte, que la relación de precios entreambos habría ido mejorando persistentemente en favor de lospaíses de la periferia conforme se desarrollaba la disparidad deproductividades.

De haber ocurrido, este fenómeno habría tenido un profundosignificado. Los países periféricos habrían aprovechado, con lamisma intensidad que loe países céntricos, la baja en los precios delos productos finales de la industria. Por tanto, los frutos del pro-greso técnico se hubiesen repartido parejamente en todo el mun-do, según el supuesto implícito en el esquema de la división inter-nacional del trabajo, y América Latina no tendría ventaja econó-mica alguna en su industrialización. Antes bien, habría una pérdi-

(1) Naciones Unidas, Poslwar Pricn Helutions in Tradc Between Vnder-tlcveloped nnd Industrialized Couz-'ries. Documento ni'im. E/CN. I. Sub. 3/W5.

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da efectiva en tanto no se alcanzara igual eficacia productiva queen los países industriales.

Los hechos no justifican aquel supuesto. Como se advierte, porlos índices del cuadro I, desde los años setenta del siglo pasadobasta antes de la segunda guerra mundial, la relación de precios

CUADRO 1

Relación entre los precios de productos primarios y artículosfinales de la industria (precios medios de importación y expor-tación, respectivamente, de acuerdo con los datos del Board of

Trade)

(Base: i376-80— 100;

Cuntida(! de artículos fi-nales de la industria quese |iuc<lcn obtener cou

P K l; 1 O i> O S tina atdidad determina-da de productos primarios

1876-80 1001381-35 102,41886-90 96,31391-95 90,11896-1900 87,11901-05 84,61906-10 85,81911-13 85,8

1912-25 67,31926-30 73,3 . :1931-35 62,0 , • :1936-38 64,1

194647 68,7 .

Fuente: Naciones Unidas, Postular Price Relations in Trade Bcíween Under-developed and Industrializad Counlries. Documento mim. E/CN. I. Sub. 3/W5.

se ha movido constantemente en contra de la producción prima-ria. Es de lamentar que los índices de precios no reflejen las varia-ciones de calidad ocurridas en los productos finales. Por ello nolia sido posible tenerlas en cuenta en estas consideraciones. Enlos años treinta sólo podía comprarge el 63 por 100 de los produc-ios finales de la industria que se compraban en los años setenta

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del siglo pasado con la misma cantidad de productos primarios; osea que se necesitaba en término medio el 58,6 por 100 más deproductos primarios para comprar la misma cantidad de artículosfinales de la industria (2). La relación de precios se ha movido,pues, en forma adversa a la periferia; contrariamente a lo quehubiera sucedido si los precios hubiesen declinado conforme allicscenso de costo provocado por el aumento de productividad.

Durante el auge de la última guerra, como en todo auge cícli-co, la relación se ha movido en favor de los productos primarios.Pero sin haber sobrevivido una contracción, se está operando yael típico reajuste., merced al cual los precios primarios van per-fiiendo la ventaja anteriormente conseguida.

El señalar aquella disparidad de precios no implica abrir jui-cio acerca de su significado desde otros puntos de vista. Podríaargüirse, en efecto, en lo tocante a equidad, que los países que seesforzarse en conseguir un alto grado de eficacia técnica no te-nían por qué compartir sus frutos con el resto del mundo. Dehaberlo hecho, no se habría concentrado en ellos la enorme ca-pacidad de ahorro que tienen; cabe preguntarse si el progresotécnico hubiese tenido sin ella el ritmo tan intenso que ha carac-Icrizado el desarrollo capitalista. De todos modos, ahí está esa téc-nica producliva a disposición de quienes tengan la aptitud y per-severancia para asimilarla y aumentar la productividad del pro-pio trabajo. Pero todo ello es ajeno a este informe. El propósitoque se persigue es subrayar un hecho, al cual, no obstante susconsiderables proyecciones, no suele dársele el lugar que le corres-ponde cuando se distingue el significado de la industrializaciónen los países periféricos.

2. Un razonamiento simple, acerca del fenómeno que comen-tamos, nos permite formular las siguientes consideraciones:

Primero. Los precios no han bajado conforme al progresotécnico, pues mientras por un lado el costo tendía a bajar a causadel aumento de la productividad, subían por otra parte los ingre-

(2) Según el informe citado. Las cifras de los treinta llegan solamenteItaslu 1938, inclusive. Los datos presentados son los índices medios de precios(!el Bourd of Trade para las importaciones y exportaciones británicas, repre-sentativas de los precios mundiales de artículos primarios y maniiíucturndos,.respectivamente.

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sos de los empresarios y de los factores productivos. Cuando elascenso de los ingresos fue más intenso que el de la productivi-dad, los precios subieion en vez de bajar.

Segundo. Si el crecimiento de los ingresos en los centros in-dustriales y en la periferia hubiese sido proporcional al aumentode las respectivas productividades, la relación de precios entre losproductos primarios y los productos finales de la industria nohubiese sido diferente de la que habría existido si los precioshubiesen bajado estrictamente de acuerdo con la productividad. Ydada la mayor productividad de la industria, la relación de pre-cios se habría movido en favor de los productos primarios.

Tercero. Como en realidad la relación, según se ha visto, seha movido en contra de los productos primarios entre los añossetenta del siglo pasado y los años treinta del presente, es obvioque los ingresos de los empresarios y factores productivos, hancrecido, en los centros más que el aumento de la productividad yen la periferia menos que el respectivo aumento de la misma.

En otros términos, mientras los centros han retenido íntegra-mente el fruto del progreso técnico de su industria, los países dela periferia les han traspasado una parte del fruto de su propioprogreso técnico (3).

3. Antes de explicar la razón de ser de este fenómeno, quetanta importancia tiene para América Latina, conviene examinarcómo se transmiten los efectos del incremento de productividad.

Con tal propósito, se presenta un ejemplo ilustrativo en el

(3) Véase lo que se dice al respecto en el informe citado, págs. 115-16.''Un empeoramiento, a largo plazo, en la relación del intercambio, como

el que ha afectado a los productores primarios, durante prolongado periodo,puede ser efecto de las diferencias en el ritmo de aumento de la producti-vidad en la producción de artículos primarios y manufacturados, respectiva-mente. Si pudiéramos suponer que el empeoramiento, para los países de pro-ducción primaria, refleja más rápido aumento de la productividad en losartículos primarios, que en los manufacturados, el efecto del cnpeorainientoen la relación del intercambio sería menos serio, desde luego. Significaríasolamente que, en la medida en que los artículos primarios se exportan, losefectos de la mayor productividad se traspasan a los compradores de artícu-los primarios, en los países más industrializados. Aun cuando faltan, cancompletamente, datos estadísticos acerca de los diferentes ritmos de aumentode la productividad de la producción primaria y en la industria manufsp-

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cuadro 2, en el cual se supone que los índices de productividadpor hombre han sido mayores en la industria que en la producciónprimaria. Para simplificar el ejemplo, se ha considerado que éstay aquélla intervienen por partes iguales en el producto final.

Se supone, en un primer caso, que al aumentar la productivi-dad de 100 a 120 en la agricultura y de 100 a 160 en la industria,no suben los ingresos de los empresarios y factores productivos,sino que bajan los costos. Si los precios descienden de acuerdo conlos costos, la rebaja en los precios primarios resulta menor queen los industriales, según señalan los índices correspondientes. Yen consecuencia, la relación entre ambos se ha movido en favorde los productos primarios, o sea de 100 a 116,7.

Esta es precisamente la relación que hubiera permitido a losproductores primarios participar, con igual intensidad que losindustriales, en el incremento de la producción final. En efecto,si la productividad primaria aumenta de 100 a L2.0, y si con 100de productos primarios se puede comprar ahora, como acaba deverse, 116,7 de productos finales de la industria, ello quiere decirque los productos primarios pueden adquirir ahora 140 de talesproductos en vez de los 100 de antes, o sea que obtienen un aumen-to de la misma intensidad que el ocurrido en la producción final,aumento que evidentemente también obtuvieron los productoresindustriales.

Estos resultados se alteran sensiblemente cuando se varían losingresos, en el segundo caso. Supóngase que, en la industria elincremento de los ingresos es mayor que el incremento de la pro-

turera, esta explicación de las variaciones a largo plazo, en las relacionesde intercambio... puede descartarse. No cabe duda que la productividadaumentó más rápidamente en los países industriales, que en los de pro-ducción primaria. Esto se comprueba por el mayor aumento en el nivelde vida, durante el largo periodo transcurrido desde 1870. Por tanto, lasvariaciones observadas en la relación del intercambio no significan que lamayor productividad de la producción primaria se haya traspasado a losI tai sea industriales; por el contrario, significa que los países menos des-arrollados a través de los precios que pagaron por los artículos manufactu-rados, en relación con los que lograron por sus propios productos, sostuvieron«recientes niveles de vida en los países industrializados, pero sin recibir, encambio, en el precio de sus propios productos una coutribnción equivalentea su propio nivel de vida".

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ENERO-ABH1L, 1 9 5 7 ] EL DESARROLLO ECONÓMICO... 3 1 1

ductividad; y que en la producción primaria, ambos incrementosson iguales. En consecuencia, la relación de precios se mueve en'contra de la producción primaria, pasando de 100 a 93,3; de talmanera que los productores primarios, no obstante su aumento de

CUADRO II

Ejemplo de la forma en que se distribuye entre el centro y laperiferia el fruto del progreso técnico

Producciónprimaria

(1)

Producciónindustrial

(2)

Producciónfinal

(3)(1)

(3)

RELACIONES

(2)

(3)

Planteamiento.—Aumenta la productividad según los índices siguientes:

100 100 100 — —

120 160 140 • — —

Primer caso.—Los costos disminuyen de acuerdo con la productividad,y los precios, de acuerdo con los costos, sin aumentar los ingresos:

100

83.3

100

62,5

100

71,4

100

116,7

100

87,5

Segundo caso.—Los costos disminuyen cornos en el caso anterior, perolos ingresos aumentan en la siguiente, forma:

100 100 100 100 100

120 180 150 80 120

Precios resultantes después del alimento de ingresos.

100 100* 100 100 100

99,9 112,5 107,1 93,3 105

(*) Parte del precio correspondiente al valor agregado en la producción indujtxial.

productividad de 100 a 120, sólo pueden adquirir 112,0 de pro-ductos finales contra 100 anteriormente. En cambio, un cálculosemejante permitiría demostrar que los productos industrialespueden adquirir ahora 168 de productos finales contra 100 que ad-quirían antes.

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Obsérvese que mientras los productores primarios pueden au-mentar sus adquisiciones de productos finales menos intensamen-te de lo que ha aumentado su productividad, los productores fina-les se benefician más de lo que correspondería al aumento de lasuya.

Si en vez de suponer que los ingresos de la producción prima-ria han subido paralelamente a su productividad se hubiese su-puesto un ascenso inferior, la relación de precios, como es lógico.se habría desmejorado más aún en perjuicio de aquélla.

El empeoramiento de 36,5 por 100 en la relación de preciosentre los años setenta del siglo pasado y los años treinta del pre-sente, sugiere la posibilidad de que haya ocurrido un fenómenode este tipo.

4. En síntesis, si a pesar de un mayor progreso técnico en laindustria que en Ja producción primaria la relación de precioslia empeorado para ésta en vez de mejorar, parecería que el iu-jrreso medio por hombre ha crecido en los centros industrialesmás intensamente que en los países productores de la periferia.

No podría comprenderse la razón de ser de este fenómeno sinrelacionarlo con el movimiento cíclico de la economía y la formaen que se manifiesta en los centros y la periferia. Pues el ciclo e6la forma característica de crecer de la economía capitalista y elaumento de productividad uno de los factores primarios de cre-cimiento.

Hay en el proceso cíclico una disparidad continua entre lademanda y la oferta globales de artículos de consumo terminadosen los centros cíclicos. En la creciente la demanda sobrepasa a laoferta y en la menguante ocurre lo contrario.

La cuantía y las variaciones del beneficio están íntimamenteligadas a esa disparidad. El beneficio aumenta en la creciente ytiende así a corregir el exceso de demanda por el alza de los pre-cios; y disminuye en la menguante y tiende así a corregir el ex-ceso de oferta por la baja de aquéllos.

El beneficio se traslada desde los empresarios del centro a losproductores primarios de la periferia mediante el alza de losprecios. Cuanto mayores son la competencia y el tiempo que serequiere para acrecentar la producción primaria en relación altiempo de las otras etapas del proceso productivo, y cuanto meno-

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ENERO-ABRIL, 1 9 5 7 ] EL DESARROLLO ECONÓMICO... 313

res son las existencias acumuladas, tanto más grande es la propor-ción del beneficio que se va trasladando a la periferia. De ahí unhecho típico en el curso de la creciente cíclica: los precios prima-rios tienden a subir más intensamente que los precios ñnales, envirtud de la fuerte proporción de los beneficios que se trasladana la periferia.

Si ello es así, ¿cómo se explicaría que con el andar del tiempoy a través de los ciclo3 los ingresos en el centro hayan crecido másque en la periferia?

No hay contradición alguna entre ambos fenómenos. Los pre-cios primarios suben con más rapidez que los finales en la cre-ciente, pero también descienden más que éstos en la menguante,en forma tal, que los precios finales van apartándose progresiva-mente de los precios primarios.

Véanse ahora las razones que explican esta desigualdad, en elmovimiento cíclico de los precios. Se ha visto que el beneficio sedilata en la creciente y se comprime en la menguante, tendiendoa corregir la disparidad entre la oferta y la demanda. Si el bene-ficio pudiera comprimirse en la misma forma en que se ha di-latado, no habría razón alguna para que ocurriera ese movimientodesigual. Ocurre precisamente porque la compresión no se realizaen esa forma.

La razón es muy sencilla. Durante la creciente, una parte delos beneficios se ha ido transformando en aumento de salarios,por la competencia de unos empresarios con otros y la presiónsobre todos ellos de las organizaciones obreras. Cuando, en la men-guante, el beneficio tiene que comprimirse, aquella parte que selia transformado en dichos aumentos ha perdido en el centro sufluidez, en virtud de la conocida resistencia a la baja de los sa-larios. La presión se desplaza entonces hacia la periferia, con ma-yor fuerza que la naturalmente ejercible, de no ser rígidos lossalarios o los beneficios, en el centro, en virtud de las limitacionesen la competencia. Cuanto menos puedan comprimirse así los in-gresos en el centro, tanto más tendrán que hacerlo en la periferia.

La desorganización característica de las masas obreras en laproducción primaria, les impide conseguir aumentos de salarioscomparables a los vigentes en los países industriales o mantener-

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los con amplitud semejante. La compresión de los ingresos —6eanbeneficios o salarios— es, pues, menos difícil en la periferia.

De todos modos, aun cuando se conciba en la periferia unarigidez parecida a la- del centro, ello tendría por efecto aumentarla intensidad de la presión de éste sobre aquélla. Pues al no com-primirse el beneficio periférico, en la medida necesaria para co-rregir la disparidad entre la oferta y la demanda en los centroscíclicos, seguirán acumulándose existencias ¿e mercaderías en és-tos y contrayéndose la producción industrial, y, por consiguieute,la demanda de productos primarios. Y esta disminución de de-manda llegará a ser tan fuerte como fuere ^preciso para lograrla necesaria compresión de. los ingresos en el sector primario. Elreajuste forzado de los costos de la producción primaria, durantela crisis mundial, nos ilustra acerca de la intensidad que puedeadquirir este fenómeno.

La mayor capacidad de las masas, en los centros cíclicos, paraconseguir aumentos de salarios en la creciente y defender su nivelen la menguante, y la aptitud de esos centros, por el papel quedesempeñan en el proceso productivo, para desplazar la presióncíclica hacia la periferia, obligando a comprimir sus ingresos másintensamente que en los centros, explican por qué los ingresos enéstos tienden persistentemente a subir con más fuerza que en lospaíses de la periferia, según se patentiza en la experiencia deAmérica Latina.

En ello está la clave del fenómeno, según el cual, los grandescentros industriales no sólo retienen para sí el fruto de la aplica-ción de las innovaciones técnicas a au propia economía, sino queestán asimismo en posición favorable para captar una parte delque surge en el progreso técnico de la periferia.

Raúl PREBISCII