3
El Constructor En recuerdo de mi abuelo, Antonio Viola. Todavía me encandila el fogonazo de vidrios y luces, de ruidos y detales, de gemidos y estertores animales. Me taladra el penetrante olor de la sangre caliente por todos lados, sin saber si es mía o de quien. Quiero limpiarme la cara pero no puedo. Veo repetitivamente, ya sin tiempo, el momento en que estalla el parabrisas en mil pedazos y entra brutalmente un fracturado y sangrante fémur de caballo para clavarse en mi pecho. Nada es evidente y se pierde rápidamente la nitidez, mis objetivos se desvanecen en la oscuridad. El vértigo me empuja a un túnel caleidoscópico de sombras y de luces tardías, de bermellones y tierras lejanas, de desconcierto y lividez. Mi garganta no puede gritar y cada vez menos respirar, logro absurdamente verme desde arriba y no me puedo ayudar. Mi cuerpo no me responde, está como agotado aunque casi no me duele. El aire fresco de la madrugada se hinca para lamer mi frente y mis heridas. Desde un lugar cercano me hacen señas en silencio, alguien agita su brazo. Inesperadamente veo que es mi querido abuelo materno, Tata, que insiste en un gesto negativo, no entiendo nada y lentamente lo veo cada vez mas cerca. No quiere que yo vaya, me dice que me aleje, elMontevideano – Laboratorio de Artes http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com/ 1

El Constructor Sergio - Giovanetti Viola

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El Constructor Sergio  - Giovanetti Viola

El Constructor En recuerdo de mi abuelo, Antonio Viola.

Todavía me encandila el fogonazo de vidrios y luces, de ruidos y detales, de gemidos y estertores animales.Me taladra el penetrante olor de la sangre caliente por todos lados, sin saber si es mía o de quien. Quiero limpiarme la cara pero no puedo.Veo repetitivamente, ya sin tiempo, el momento en que estalla el parabrisas en mil pedazos y entra brutalmente un fracturado y sangrante fémur de caballo para clavarse en mi pecho.Nada es evidente y se pierde rápidamente la nitidez, mis objetivos se desvanecen en la oscuridad. El vértigo me empuja a un túnel caleidoscópico de sombras y de luces tardías, de bermellones y tierras lejanas, de desconcierto y lividez.

Mi garganta no puede gritar y cada vez menos respirar, logro absurdamente verme desde arriba y no me puedo ayudar.Mi cuerpo no me responde, está como agotado aunque casi no me duele.El aire fresco de la madrugada se hinca para lamer mi frente y mis heridas.Desde un lugar cercano me hacen señas en silencio, alguien agita su brazo.Inesperadamente veo que es mi querido abuelo materno, Tata, que insiste en un gesto negativo, no entiendo nada y lentamente lo veo cada vez mas cerca. No quiere que yo vaya, me dice que me aleje, ¿pero porqué? , si siempre quise acompañarlo, si le ayudaba a conseguir tablas para quemar en el parrillero, para estar a su lado, para ser como él.Cada vez tengo más necesidad de abrazarlo y saber como ha estado... pero me grita que no, que:”¡¡¡ Todavia no carajo !!!”Se mezclan las dimensiones, se pierden los reperes del tiempo en que también lo hacia rabiar y putear con mis travesuras, predomina su recuerdo de monolítica presencia y arquetipo de la simpleza del bien, del trabajo pesado y la dignidad. Como así también su última época de ausencias y deambular por los rincones vacíos de la casa.Me viene claramente la imagen de su cuerpo inerte, ya tendido en el piso de la cocina y mi madre que intenta reanimarlo, masajearlo, besarlo. Inexorablemente me aproximo, lo veo con su boina y su luz matinal, reflexionando en silencio al pie de la araucaria.Pasa fugazmente mi padre, casi no lo veo.

elMontevideano – Laboratorio de Arteshttp://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com/

1

Page 2: El Constructor Sergio  - Giovanetti Viola

La Armonía comienza a insinuarse, en medio de la noche un rayo tibio de sol se equivoca cuando se desvía desde algún domingo. Su resplandor me acerca a mi perro Maxi corriendo en el jardín.Mi abuelo atiende el fuego del parrillero pero sigue muy preocupado en alejarme con firmeza y ternura.

No puedo darme cuenta si tengo 10 años o cincuenta, si soy el hijo o soy el padre, si vengo o si voy. El corazón me golpea en forma irregular y lentamente en el pecho.Una marea de flujos calientes no me deja ver ni respirar normalmente, pierdo pie y me sumerjo en aguas profundas. Atravieso corrientes lentas y frías como otras turbulentas y absurdas. Se coagulan las pasiones, se destiñen los aracas y canejos. Increíblemente, poco a poco, todo tiende a ordenarse y los mil pigmentos de la naturaleza parecen encontrarse en cósmicas novenas. Pacientemente mi abuelo se arremanga, me asombran nuevamente sus brazos de constructor surcados por grandes venas que heredé con honor. Me acaricia suavemente la cabeza ordenando mi cerquillo infantil y de alguna manera me señala una única dirección.

Cuando giro, logro parpadear un segundo y veo la cabeza de un caballo muerto, un inmóvil caballo negro azulado que me mira a través del humo del motor. No hay dolor ni penitencia.

Nuevamente me encandilan luces, ahora de linternas y otras rojas, por un momento me ensordecen los ruidos de sirenas y motosierras.No sé si mi padre me ve, tampoco sé si está ahí. Mi abuelo, indeleblemente y sin apuros, me abraza de la forma en que vivió, con simpleza y honestidad.Mi perro se aleja corriendo a las palomas.

Sergio Giovanetti Viola

elMontevideano – Laboratorio de Arteshttp://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com/

2