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El Campo y La Ciudad- Raymond Williams

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Temática: Estudios Culturales

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    Raymond Williams

    El campo y..la ciudad Pr6logo a la edici6n en espanol

    de Beatriz Sarlo

    Traducci6n de Aleira Bixio

    Buenos Aires - Jiarccl:~EBc~ ~II~

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    Titulo origiml: Thr Country and the City 1973 Oxford University Press Nueva York, Oxford University Press, 1973

    Cubierta de Gustavo Macri Motivo de cubierta: Nberto Durem, Visto de orco, acuarela yaguaJa, 1495

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    Queuan rigu:ros:un~nt~ probibidM, sin' la autoriUlc6n escrita de 105 crulares del CtJpyright, bajo bs sanciones establccidu en las Jeres, la reproducci6n to-ta! 0 parc;,,] de esta obl1l par cualquier medio 0 procedimiento, compn:ndi-dO$ In n:prognffn y el tTawniento infonn:itico, y ]a distribuci6n de ejemplues de elJ" mediante alquilt:r 0 prestamo publicos.

    2001 de lodas las ediciones en castellano

    Editorial Paidos SAlCF Defcnsa 599, Buenos Aires e-mail: [email protected] Ediciones Paid6s Iberica SA M:lri:lno Cubf, 92, Barcelona Editori:tll'aid6s Mcxicana SA Ruben Darlu j 18, Mexico OF

    Queda hecho cI deposito que previene 1a ~ey 11.723 Imprcso en la Argentina. Primed in Argentina

    Impreso en Verlap Comandante Spurr 653, Avellaneda, en maTZO de 2001

    ISBN 950-12-6516-1

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    Indice

    Prologo a la edici6n en espanol. Raymond Williams: del campo a la ciudad, Beatriz Sarlo _____________________________ _ 11 Agradecirn.ientos ........ , .............................................................. _ ..................... . 23.

    1_ EI campo y la ciudad .. ___________________________________ .. __ .. ________ .. _ .. ________ .. ___________ .. _ 25 2_ Un problema de perspectiva ___________ ........... __ .. _________________________________________ _ 33 3. Poesfa pastoral y conoapastoral .......................................................... ,," 39 4 _ Edades de oro _____________ .................. __ ... _. __________ ...... _ .. _. _ ... _____________________ . ______ _ 63 5. Ciudad y campo __________ ................ ____ . ____ ................ _____________________________________ _ 75 6. Elegir el propio destino ___________________ .................. ____________________ .......... ________ _ 85 7. La moral del mejoramiento .............................. , ..... " ... " ....................... " .. 91 8. Los hilos de la naturaleza _________________________________ ................................... ___ _ 101 9. Criado para labrar la tierra ........... ______ ....... , ............. " ......... " ........ """". __ _ 123

    j O. Privatizacioncs, tierras comuncs y comunidades ...................... , ........... . 135 11. Tres plumas en los alredeclorcs de Farnham ............... " ......................... .. 149 12_ Agradables panoramas _ .......... ____________________ ._ ............ _ .... _ .. _ .... ___________________ _ 163 13_ Ellenguaje verde ................. __ .............. _ .. __ ........ __ .. _ .. _________ .. ________________ ..... . 171 14_ EI cambio de ]a ciudad ___________ ........... ___________________ .................................... . 189 15. Gente de la ciudad __________________ .. ______ .......... _______________________________________________ _ 203 16_ Comunidades conocibles _________ ......... ____________________ . ________________ . ____ ............. . 215 17_ EI campo eclipsado _________________ ......... ______ ......... ______ .. ______________________________ .. . 233 18, Wessex y 1a Frontera ....... , .... ,., ....... ,.,." ................................ ,: .... , .... ,',., ..... . 251 19. Ciudades de oscuridad y de luz ________ -' ___ ......... ___ ...... _____________ _ __________ ... . 271 20_ Una figuta en la ciudad ___________________________________ ......... __________ _ ______________ _ 291 21. Sobrevivientcs del campo ........................ _ ....................... " ...................... . 307 22. Otra vez, la Frontera ....... ___ ............... ,.,." ......... "" .... " .............................. ,. 327 23_ La ciudad y el futuro __________________________________________________ ..................... _______ _ 337 24. La nueva 111etropolis" ......................................... "" ................... __ .......... . 345 25_ Ciudades y campos .. ____________________ ......... ___________________________________________ .. _ .. _ .. 357

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  • Raymond Williams

    Apendice ....................................................................................................... . Notas ................ , ................................................................ " .......................... .

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    A los trabajadores rurales que faeron mis ahue/os: James Bird

    i\1ory Ann Le7.JJis Joseph Williams

    Margm-et Williams

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    Prologo a la edici6n en espanol Raymond Williams:

    del campo a la ciudad BEATRlZ SARLO

    La dedicatoria de este .libra menciona a los "trabajadores ruralcs" que fueron los cuatro abuelos de Raymond VViJliams. Esta inscripci6n biogr:Hica invita a de-tenersc. Williams rcvisi~6 frecuentemente sus origcnes, no solo en sus tibras de ficci6n (desconocidos en castellano) sino en 10 que podriamos Hamar la "novela familiar" de su actividad como erftico e historiador. La primcra Frase de Politics and Letters, un exhaustivo reportaje de mas de cuatrocientas paginas,' sirve como una revelaci6n del.lugar dande habfa nacido en 1921:

    Vcngo de Pandy, Wia aldea predominantemente agricola, de estruChlT:l. rural tipica-mente gales3; las granjas son pequefias unidades familiares. Mi padre empczo a traba-jar, de nino, como peon de granja, Pero el valle estaba atravesado pOI' el rrcn y, a los quince ailos, consiguio un cmpleo de changarin ferroviario, que mantuvo hasta que en-tro al Ejen..:ito en 1a Primera Guerra Mundia!. A su regreso fue ayudante de sefialero y, mas tarde, senaJero. De modo que yo crecf dentro de esta particular configuraci6n, una trama rural de pequcnas gralljns, entretejida can otro cipo de estructura social a la que pertenedan los uabajadorcs del fcrrocarriL Ellos estaban sindicalizados y podlan pcr-cibir un sistema social mas vasto, situado fucra de los Iimites de 13 aldea. Pero, al mis-mo tiempo, formaban parte de 1a comunidad inmediata, con sus tipicas granjas farniliares. Todo el ciempo ~ecibf:llllos una cierta presion desde el Este, es decir, dcsde Inglaterra, porque esrabamos justa cn cl limite donde comenzaba una vida rural dife-rente, con grandes casas de campo cuyas propietarios cran ingieses que habfan Vllelto de la India. Pero esa presion, de todos maclos, era I11UY marginal y cxterna.

    1. Politics and Lettcn; interviews with Nt:W Left Review (cntrevista rcali;",cla pOl' Pcrry Ander-son, Anthony Barnett y Francis Mulhern), Londrcs, NLR Books, 1979. La traduccion, corres-pundiente a b p6.gina 12 de dicha edicion, es nucstra como en todas las citas, salvo que sc indique una edicion en castellano.

    II

  • Beatriz Sarlo

    Este comienzo de Politics and Letters es et suelo biografico sabre el que creci6 el proyccto de The COlintlY and tbe City! "una ohra que a WIlliams Ie costo mu-cho terminar porQl1C sus tcmas 10 tocaban hasm la nH~dula".z

    Como atro de los fundadores brit:5nicos de 10 que hoy se llama "estudios cul-turales", me refiero a Richard Hoggart, tambien Raymond Williams cncontr6 en cl enigma autobiogn'ifico un impulso. Quien haya Iciclo The Uses of Literaci de Hoggan: reconoced, casi cuarcnta anes despues en Sll autohiografia, y tambien antes en varios ensayos de Speaking to Each Otber/ un conjunto de evidentes coin-cidencias en el objeto que Hoggart present6 en todos estos trabajos difercntes: 1a cultum obrera leida desde los recuerdos de infancia en unn casa obrera del norte de Inglarerra. En cI caso de Williams, esras coincidencias son men os Iircrales, pa-ra decirlo de algun modo, yn qne la perspectiva de Tbe Country lind the City no cs ernognlfica, como cn cl caso de Hoggart, sino historica.

    Pero ambos, llegados desde familias de clase baja a Ia universidad inglesa, re-ducto en los anos treinta de las middle classesj ambos, niiios y adolescentes beca-dos por el sistema que ellaborismo habra creado como parte de su programa de extension de derechos y oporLUnidades, sienten la extranjcria que los marca co-mo rccien llegados. Williams rcctlerda, en Politics and Letters, que cuando trata cle asociarse a la Student Union de la universidad (algo que Ie pareda completa-mente natural, entre arras casas porque la palahra "Union" era la misma que se usaba para designar al sindicaro obrcro) Ie comunicarOll que deh[a scr presenta-do par alguien. Ante su pcrplcjidad, Ie pregulltaron si no conoda a nadie de la escue/a, cs clccir de los anos mas inmediatos, que para casi todos, en Cambridge, habran transcurrido en las exclusivas public sebools. Por supuesro, nadie que cono-cicra vViIlinms de Slt escueia de Pandy estaba a menos de doscientas millas de Cambridge y, de estarlo, de todos mod os, hubiera sido pcrfectamente .inutil.

    Este choque entre culturas, al que vVilliams sicmpre atribuy6 un cambio en su caractcr (de una energfa abicrta y dispuesta a una actitud reservada y proble-matica), fue traducido, rcclaborado y criticado en roda su obra. La huella de una difercncia no debi6 huscarla VVilliams en los protocol os metodologicos de la in-vestig,-lcioll. Antes que en ell os, Ia distanc.in social y cultural estaba inscripta en el chogue de una cultura campesina y obrera can el cstilo prescripto por la educa-cion aristocdtica de Cambridge que, parad6jieamente, en los ailos treinta, tuvo tambien un ingrediente izquierdista y comunista.

    vVilliams es un desplazado e incluso cuando su centralidad es casi indiscuti-ble, en las decadas del setenta y ochenta, recuerda siempre su diferencia, la espe-cificiclad culmral de su origen de clase. Por otra parte, a 10 largo de Sll vida,

    2. Terry E~gJl;toll: "Resources for a journey of hope: the significance or Raymond Wi-[liams", New Lcft Rroil'1JJ, 1111111CrO 168, lIlill"zo-abril ue 1988, p. 8.

    3. Thc Urcs of Litcrary, Londrcs, Chana & Windus, 1957. 4. Speaking to hllch Olbcr. Harmondsworth, Penguin, 1970,2 vo1s.

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    Prologo a la ,diei6n en espanol

    impulsado probablemente por una ala de recupcftlci6n de los rasgos culturales regionales, Wtlliams se vuelve "mas gales" de 10 gue habia sido a fines de los aiios treinta, cunndo lleg6 como estudiantc a Cambridge.

    Hay algo en esc origen en el pueblo de Pandy, a 10 que Raymond ,Williams vuclve. Una fotograffa,s publicada sin fecha pero de T1lediados de los aiios ochen-taJ 10 muestra rccostado contra el CCreo de madera de una estacion ferroviaria InUY pequefia y, en el fonda, se ve el edificio tambien de madera, con dos tiras de vcntanas, de la cahina del sefialcro. Williams revisita cllugar de Sll padre, emble-matizaclo en los signos tie la condicion obrera en el marco del munclo rural. Tra-b

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    Beatriz Sm10

    por ~us interlo~utores qu~ rar~cen no considerarlo suficientemente marxista, WIllIams se resl,Ste a suscnblr mnf,TUna determinacion econ6mica de 10 simb6li-~~ y.afirma, vanas veces, que estas dimensiones (la economica y la -cultural) son l.ndlsolubl~s ~lemento~ .de u.n misJl~o. proceso social-material" que no autoriza

    nl1lguna p~'lond~d a~lalitlca 111 ~n~010glca.7 Frente :l. 13 "europcizaci6n" que toca-ba allnanosmo mgles, e1 matenahsmo Cultural de WIlliams intent6 una rcspues-ta que ~fin~ .. aba n~ l~ primacfa ?e 10 ~con6n:ico,. ni cualqllicr otra esquema dc determmacIOn en ulwlla a en pnmera lOstancla, sma la materialidad inisma de 13 producci6n sirnbolica: "No existen las actividades superestrucrurales" B a6rmo

    . como desaffo a los marxismos escoIasticos 0, casi, a toda Ia tradkion mar~sta con Ja que, COll1~ e.scribio Carlos Ahan:i::no, Willia~s mantuvo "un vinculo perm a-nente pero Slemprc desde una poslclOn excentrka".9 . P?r esos an as setenta, al mismo tiempo que Pierre Bourdieu, pero ~on un es-

    ulo slellipre menos te6rico, Williams senal6 Ja importancia de 10 cultural como clemento configul'ador de las relaciones sociales, subrayando la cualidad material de los procesos productivos y de las condiciones de recepcion. Su "materialismo cultural" polel11iz~, estr~tegicamente, COn el marxismo estnlcturalista, can el que E. P: Thompson aJustana cuentas de modo guerrero en Miseria de la teorfa.

    En una.epoca en que esto no era una moda intelectual, sino todo 10 Contra-rio, Willja~s ~ubray6 cl momento practico de las expericncias sociales, cuando las detennlllflClOlleS de un camp~ (culrural, econ6mico) son puestas en juego, de-safiadas y reformadas pOl' los sUJetos. En el caso de Williams 10 social es un es-p,acio d~ hegemonfas constantemcntc jaqueadas par impulsos (mas a menos slstcmatIco~) .contrahegel11oni~os: "La concicncia practica siempre cs alga mas que el dommlO de formas y umdadcs cstablecidas. Existe con frccuencia una ten-sion .entre la interpreta~jon recibida y su experiencia practica [ ... ] Esta tension se tll~flIfiesta, a menudo, como una cierta incomodidad, una presion, un despJaza-nllento, una latencia".JO Esta perspectiva coloca en su centro al conflicto cultural vivido CO~l1a. mal~star, inadecuaci6n, rechazo que todavia no ha adquir.ido sus fo~mas scmantlcas, rescate de elementos arcaicos 0 imaginacion de altcrnativas an~ tes que estas puedan presentar~e como sistethas oposicionales completos}! .

    P.ara Williams, 13 din~mica .c~~tural se manifiesta en la refntaci6n de la hege-monta tanto como en su lIllPOSIClon. POl' eso, su teorfa culnlral es particularmcn-

    7. Politics and Letters, Db. cit., p. 138. 8. Marxism and ~itemtllt'e, Oxford, Oxford University Press, 1997, p. 93. ?,' Carlos Allamlra~o, "Raymond \iViliiams: proposiciones pard una teoria social de 1a cul-

    tura ,PU1lto de Vista, numcro 11, mar7.0-junio de 1981, p. 20. 10. Marxism and Literature, ob. cit., p. 130.

    . 1.1. vVillia~s caractcriza estas posidones como arcaicas (cuando la hegemonfa cultural es resJsoda a partIr de un horizonte culruraJ pasado y relativamente inactivo); rcsiduales (en el ca-so de elementos del pac;ado que se mam:ienen dioanUcos en e1 presente); cmcrgentes (en el alSO de elementos nuevas, clarameme contrahegem6nicos).

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    P,-ofogo a fa edicion en espmlof

    te sensible a los cambios. En este sentido, el modo de conocimiento hist6rico prevalece sicmpre sobre la perspectiva esttucnlral y sincronica. Williams es un historiador sociolagico de 13 cultura, no un soci610go cullural. 12 Su nocian de "esrruClura del sentir", sabre la que volvere enseguida, es la hip6tesis tcarica ade-cuada para captar, en una configuraci6n cultural, los momentos de cambia: "1 concepto no se utiliza para describir todos los campos de la accion social sino aquellos compromctidos en un desafio al orden existcrtte".1l Esta preocupacian por definir nociones can las que sc pueda pensar la emergencia de 10 nuevo,

  • Beatriz Sarlo

    pcnsadores fueron, como 10 reconoce Perry Anderson, Raymond Williams y Ed-ward Thompson,ll

    Los afios que roclean la publicacion de The Country and the City, aparecido en 1973, son fundamentales en el giro que convierte a WIlliams en un interlocutor cminente del marxismo ingles. "El verdadcro cambia succdi6, en efecto, a me-diados de los afios setcnta. En parte, la arendon de Williams hacia cl marxismo te6rico se vincula con la Ilegada a Gran Brctafia, vfa la New LeJi Review, de rnu-chos tcxtos del marxismo curopeo (de Gramsci a Colletti y de Althusscr a Gold-mann). Pero, como es una Crlracterisrica de Williams, en il estos textos proyocaron una reformulacion de las categorias de su propia pensamiento.[ ... ] En este pro-ceso, Williams sostuvo un diseurso eritieo que no se desplazo fkilmentc al im-pulso de las nuevas modas y las nuevas onodoxias que llegaron para dominar los esrudios literarios".l~ Esta exeentrieidad de Williams respecto de las grandes co-rrientes intelecruales esnl en la base de la peculiar textura argumentativa de The Country and tbe City.

    TodD el libro podria resumirsc en una pregunta: 2como el capitalismo trans-forma la sociedad britanica? Perc esa pregunta es dcmasiado general y carece de un foco que la localice. Esta es precisamente la euestion que encara W1lliams: Concretar la pregunta cspacialmente en dos mil!mbros implicados, la ciudad y d campo; buscar la trama que haec que estas dos localizaciones se presupongan siempre, que haya, entre elIas, una cot1llmicacion tan conflictiva como inevitable. EI easo ingles, hace mas de un siglo, fue cOllsiderado por Marx "cIasico". En ter-minos de desarrollo economico, Raymond Williams no se apano demasiado de esa argumclltacion;J7 el atractivo de estc libro no est:1 en su teoria economica si-

    15. Refiricndosc a Sll propia formaci6n marxista, Anderson afirma: "Si la herencia del mar-xismo europeo fue una de las tr:lciicioncs en las que me forme, y me condujo a reflexionar sa-bre Grarnsci, la experiencia de la New Left britinica fue mi otro backgrolmd. Sus principalcs pensadores eran Raymond Williams y Edward Thompson" (perry Anderson: A Zone of Eng a-ge:mmt, Londres, Verso, 1992, p. xi). Sobre el tema, vease: Robin Blackburn: "Raymond Wi-lliams and the politics of a New Left", New Left Review, numcro 168, mar7.0-abril de 1988.)ose Sazb6n hn expucsto un relevantc paisaje del momento poiemico del marxismo ingles en: "Dos caras del marxis1110 ingles. EI intercambio Thompson-Anderson", Punta de Vista, nlllllero 29, abril-julio de 1987.

    16. Aijaz Ahlllfld: In Theory; Classes, Nations, Literatures, Londres, Verso, 1992, p. 49. 17. "He estado sosteniendo que cl capitalismo, como modo d~ producci6n, es el proceso

    basico de Ia mayor parte d~ 10 que conocemos como la historia del campo y la ciudad. Sus im-pulsos ccon6rnicos abstractos, sus prioridadcs fundamclllaics Cll 10 que respccta a las relacio-nes socialcs, sus criterios de crccimicnto, de ganancia y perdida han modificado durante varios siglos nuestro campo y han crcado los ripos de ciudades que tenCrTlOS hoy. E.n sus [orm

  • Belltriz Sarlo

    En primer lugar, las nociones de "tradici6n selecclva" y de "adaptaci6n cultu-ral selectiva", que permitcn captar la dinamica del conflicto en cl interior de la contil1uidad de una cultura. La "tradicion se1ectiva" no es algo que se. establezca como un canOll, sino un campo de disputa sabre e1 armada de las lincas cstericas c ideologicas. Es el campo de un enfrentamiento por la hegemonfa culturaL Ca-da fraccion intelectual se relaciona con e1 pasado selectivam-ente. Incluso el corpus trabajado por Williams en cStc libra es producto de las clecci(~mes estrategicas que defincn operaciones ideologicas rcspecto del pasarlo. .

    En segundo lugar, 1a noci6n de "estrllcrura del sentir", esc concept~ m~chas veces enigmatico que, nunea como en cstc libra, queda tan ~l~tl:'lment~ Jusnfica-do. 'Williams estudi.a las transformacianes de rccursos rctoncos y generos (la Edad de Oro, por caso, la pastoral y eI idilio), AI hacerlo, parti:~do desde la Antigiiedad y siguiendo las modificacio.ne~ ~ue ~na forma, lao de 1coc~:1~o u Vir-gilio, atraveso en diferentes estados dellmagmano y de la socleciad,. WIllIams en-cuenn-a las razoncs. sociales que, presionando desde afuera de la hteratura pero desatando dentro de ella transformacioncs formalcs t inducen cambios en las con-venciones. La "cstn.'!cmra del sentir" es un horizonte de posibilidades imagina-rias (expucstas tantO bajo la modalidad de ideas como de formas literarias y de cxperien~ias sociales)j los cam bios en la literatura se desat~n cua~do ~as "estru~ruras del sentir" ya !10 puedcn encerrar las novcdades sOClales TIl estan en condI-ciones de formularlas dentro del elenco de convenciones conocidas_ La "estrucrura del sentir" es un campo de.posibilidades t un limite a esc campoy un conjunto de Ifneas de desplazamiento hacia fuera. . ~

    La Edad de Oro, topico caractcrfstico en diferentes momentos de la relacIOn de la ciudad con el campo (tambien 10 cs en la literatura argentina, si.vam?s al caso), Ie pennite a Wtlliams seiialar, a traves de decenas de tcxtos, que WI I111smo proeedimiento fue utilizado en diferentes momen.tos, en un pr~ees? de reseman-tizaci6n de las fonnas. La celebraci6n de una soclcdad eampesma Ideal se recor-ta, muchas veces, contra illl fondo ~e inestabilidad; otras ~eccs opcra .~0x.n0 conn-apunto ut6pico del presen~c. Lo lI1teresante ~s .:rer de qu~ modo, un tOplCO que pareee estabilizado form~lmen~c dcs?~ la Annguedad, reglSt~a, pesc a .su al-to convcncionalismo, las preslOncs IdeologIcas y morales, es senSible a las trans-formaciones sociales 0, por el contrado, sirve como panta\1~ ret6rica, de ~a l:lterialidad de las condiciones campesinas y rccoge todos los ffileclos. clellmagl-

    ~ario. \NiIJiams mtJ(::~tra un Iargufsimo proccso de negociaciones entre los lfmi-tes formales del t6pieo y las necesidades expresivas ~ntroducidaspor c3mbios ~ue se entienden en la mcdida en que son puestos en dlscurso.

    Del mismo modo, convenciones como la pastoral, la egloga y el idilio ofrcecn sus recursos formales a matcrialcs ideol6gicos y culturaies bien difcrentes. El idi-lio campesino cambia sus fUIleioncs, por ejemplo, siguiendo la construccion de un esecnario rural aristocr:itico, dominado por las country-bouses, a las que los

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    r Prologo a la edicion en espm,ol

    poetas dedicaron centenares de composiciones poniendo de manifiesto rcdes de subordinacion y patronazgo. De modo que, como se demucstia exhaustivamen-te en este I.ibm, llunca es posihIe adscribir un genero discursivo 0 litcrario a una sob forma de sociedad a a una unic:) configuraei6n ideologica. Las forma!:> se mo-difican, en una dinamica interna movjda por las presiones que llegan desde espa-cios no literarios.

    Otra de las hip6tesis centrales de este libro eoncieme a su mismo objeto. WI-lliams sostienc que cJ paisajc, tanto en su dimension material C0ll10 en su refe-rencia literaria, es la produccion de un tipo particular de obscrvador, sustraido del mWldo del trabajo. EI paisaje es un punta de vista, antes que una construc-cion estctica. Es mas: para que la intervencion estetica paisajistica tenga lugar, es preciso su articulacion con un punta de vista que, magic:lmente (para decirlo con palabras de cste libra), ~mula el trabajo y despersonaliza la fuerza de trabaja. EI campo JHIIlCa es paisaje allles de la llegada de un ohselvador ocioso que puede permitirse una distancia en relaci6n con la naturalcza.

    El paisajc entonces, antes que construcci6n material, es distancia social. Para que cxista paisaje (en cI espacio y en Ia literatura) es preciso la emergencia de un tipo de hombre mas que 1:1 existencia de una naruraleza dotada de cicrtas cU:llida-des. Las mansiones roraIes, que pareccn hoy la quintaesencia del paisaje campestre ingles, son documento de una "ruprura de escaIa", resultado de intervencioncs que parten de una representacion imaginaria de 10 rural mas que de los datos Illa-terialcs de la ruralidad, marcada no por la estetiea siTIO par el trabajo. Entre las granjas y las mansiones ruraJes existc una desproporci6n que traduce, en termi-nos arquitectonicas (estos, a Sil vez, reprcscntados en la literattlrfl), la desigual-dad radical entre los campesinos y su explotacion por una aristocracia urbana que tiene al campo como cscenario de distracci6n estetica, prueba dcllinajc e ideal de un modo de vida.

    En sus observacioncs sobre Londres, WIlliams considera 1a experi~nci'a urba-na como un patron ~luevo, en rclaci6n con el mundo rural y can las ciudades pre-capitalistas. En ello coincide con una larga serie de estudios sabre historia de ciudades. Su posicion es, sin embargo, original al sefialar en la experiencia urba-na un metodo de construccion ficcional que, conformando no solo ,las practicas materiales y soeialcs, ofrece su modelo a la invencion de ficciones. lnversamen-te, una perspccrjva ficcional (aprenclida en las novclas) caracteriza la forma de la experiencia urbana moderna. En Dickens descubre un modo composjrjvo, tanto para situacioncs como para personajes, que tiene al cspacio urbano coino mode-10, porque la gran ciudad vlleIve indiscernibles los sucesos de la vida respecto de los espzcios donde esta transcurre. La expresi6ri "vivir en ciudad" no tiene dos miembros sino uno: vivir-en-ciudad.

    Dc este modo, Ia ficdonalizacion de un mundo social y moral responde a su patron espacial urbano. V'Vil1iams subraya tambien In cualidad azarosa de los con-

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  • Beatriz Sarlo

    tactos urbanos, potenciada por un nuevo ripo de espacio, el de la calle de la gran ciudad, caracterizada pOl' su cadeter "miscehineo". Con la ciudad moclerna, y en especial con Londres, la ciudad capital, se rampe en e1 imaginario y en la litera-rura un tipo de comunidad cognoscible 0, por 10 men os, imaginariamcntc cog-noscible por sus miembros. En la ciudad, la socicdad es ilimitada por definicion, Williams encuentra en Thomas I-Iardy una conciencia pnrticular de la ruprura, de experiencia y conocimicI1to, que significa la ciudad respecto de las comunida-des Turales en las que los sujeto5, segun 1a expresi6n de Hardy, padian percibirse a sf mismos colectivClmcntc.

    Esta nostalgia cOl11ullitarista, vVilliams la rastrea desde Wordsworth y los ro-manticos hasta los poetas del siglo XX. Pero su posici6n 110 com parte ninglil1 sentido de nostalgia par una hipotetica comunidad perdidaj subraya, en cambia, que la ciudad hace posible nuevas formas de conciencia y la emergelleia de un nuevo tipo de organizaci6n, vinculada con el gobierno local, con 13 politica, la ex-tension del voto y el sindicalismo, coo 1a revolucion social y can el mito.

    Finalmcnte, 10 que los lectores encontraran en estc libra es algo hien raro: una sostenida argumcntacion erudita, que se interrumpe, como a fogannos, par la indignacion ideologica y moral cxperimentada aote los textos que nos enfren-tall no solo can la bellcza sino can la memoria de las victimas sociales de un pro-ceso secular en cuyo transcurso se impuso el capitalismo.

    No terminare esta ,introducci6n sin mencionar brevemente un episodio rela-cionado con The COllntry and the City. En 1981, visite a Raymond Williams en su esrudio de Jesus College, Cambridge. Le llevaha una revista argentina, Punto de ViJta, donde se habia publicado una entrevista suya. Era la primcra vez que apa-reda en castelIano. 19

    El numcro quedo sobre 13 mesa, Williams apenas 10 hojcoj can la soltura de un briranico perfectamente insular, me dijo que no lela espai'ioi. Mas que la re-vista, donde compartia las paginas con un reportaje a Richard Hoggart, Ie llama-ba la atencion que alguicn viniera desde un Iugar excesivamente distante como Ja Argentina, donde, en ese momento, era verano (10 ratifico can disgusto y sc te-firio al dima, ,las lluvias, la niebla de Cambridge, comparandolas coo el dima mas dulce que atribuia a su regi6n de Gales). No pucdo evitar la suposicion de que \tVilliams pens aba, como antes habfa imaginado Virginia \Noolf frente a otra ar-

    19. "Raymond \Villinms y Richard Hoggart: sobre culmm y socicdnd", Punto de Vista, nu-mero 6, julio dc 1979. En Punto de Vista, CHlos Altamirano ha publica do una serie de :ur.fcu-los que, todos elias, presenmn y discuten por primern vczlas hip6tesis dc su teoria cultural en America latina. Vbsc: "Raymond 'vVilliams; proposiciones para una tcoria social de la culmra", lllunero 11, marl.O de 1981; "Raymond vViliiams, CuItU1'fI. Soci%g{(I de fa c01Jlllnimcion y ,lei t/t.-le", nUlI1Cro 19, diciembre de 1983; "Raymond 'vVilliams, 1921-1988", mimero 33, septiemhre de 1988.

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    Prologo a la edicion en espaiiol

    geotina, que su visitante llegaba de una region tropical, ya que, transgredicndo la discrecion atribuida a los inglcscs frente a las particularidades fisicas del interlo-cutor (pero, claro, \~TilliaUls era gales), scfial6 la piel tostada que c1enunciaba el origcn 0 la estacion del ana (0 ambos (actores conjugados). Su mujer, que 10 acompanaba, quid curiosa ante una visita Ilegada de lugarcs tan alejados, asinti6 al comcntario que no hizo sino confundir al interlocutor argcntino. lO Haciendo-se cargo de esa perplejidad, vVilliams realiz6 algunas pf.eguntas sobre polftica y respondi6 a otras, t:unbien sobre 1:1 situacion de esc 3rlO que marcarfa un giro, el del thatcherismo, en Gran Bretafia. Escucho, interesado y sorprendido, que sus Ii bros habfan formado parte de una estrategia de trabajo intelectual durante la dictaclura militar argentina, tanto como de una revisi6n delmarxismo de los anos sctenta.

    Tal era la dimension de una distancia que pl:lrecia infnlilqueable. WIlliams res-pondi6 a una prcgunta, que ya no iogresarta en nioglin rep.ortajc futuro: "2Por que en sus ultimos trabajos abandono la nocion de cstmctura del sentir?". Dijo que se sentia aliviado de haber podiclo dcjarla de lado C0l110 formula, que de todas manc-ras eso no iba a IIlodificar Sll percepci6n de los procesos culturales y, en: cambio, Ie ahorraba cantidad de pendencias tcoricas y explicaciones que no tenia ganas de re-petir. Su interlocutor recordo, aunque no mencion6, cl largo repormje rcalizado por la Nw Left Review, donde esa nocion de \tVilliams habia sido someticla al es-crutinio de una ortodoxia que \Villiams rechazaba temperamentalmcnte.

    Enscguida, ante un pediclo, '>\'illiams firm6 la cadtula de MII1'xi:rm and Litem-tun, el libra clonde un capitulo eDtero exponfa la nocion de estrucrura del senor. Como si percibiera una ausencia, al cerrar Mflrxism and Litemtlt1-c, con alguna 0-midez, vVilliams pregunt6 si Sl1 visitante no habia lefclo The Commy find the City. La interrogacion estaba perfectamente motivada: la estructura del sentir era una de las hipotesis b~lsicas de ese libra y alguien que Ie preguntaba por ella no habia dado sefial de conocerlo. Con alguna confusion, propia de quien ha dicho que co-noda tuda su ohra yes sorprendido en falta/ ' se Ie respondi6 que esc Iibro, ago-

    20. AllOS mris tarde, la misrna vi~itante argentina eomprobarfa, despues dc hI Illuerte de vVi-lli,lms, l::J. sorprcsa que su hijaillaror sinti6 ante una eonfereneia suya donde se hahlaha de vVilliams en el Rfo de la Plata. La gemileza de su hija aUlllcntaba en proporci6n a la sorprcsa que Ie pro-duda b difusi6n de su padre cn ese lugar con el eual Gran HrCl31ia habra tcrminado llna gl.lC-rr,l, b dc Malvinas (y, COll eS,l victoria, conrribuido al fin de una dictadura militar).

    21. En verdad, e! orden de las lecrur:lS de vVilJi

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    Belltriz Sarlo

    t:do quizas, ~10 habra ~odido cOI~:eguirse por ninguna parte. "Vaya regalarle un cJcmplar y, SJ listed qUlcrc, tamblen pucdo firmarlo. Me gustaria que 10 Ieyera".

    ~so hlce. Lei las.primcras pa!,rinas de The Country and the City en cl trcn que volvl:1 dcscle Cambndge a Londres. En efccto, ]a obra de WII1iams se rcardena en este libra que, articuIa Io~ gran,des ~studios hist6ric05 de Culture and Society y The Long RevolutIon con las 1J1vesogaclOnes conccptuales ,qc Marxis'I1lllnd Litera-ture y Culture. EJ ejempIar de The Country and the City, firmado por Williams, cs cl que ahqra ~sta sabre la mesa, mientras escribo esta introducci6n. Un libra que ya ha prodUCldo su ec~ en ,1

  • Raymond Williams

    los administradores testamentarios de Thomas Hardy, The MacmiIlan Company of Canada, The Macmillan Company, Nueva York, y Macmlllan, Landres y Ba-singstoke, pOI: un frawncnto de los Colfeted Poems de Thomas Hardy.

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    1. Ef campo y fa ciudad

    "Campo" y "ciudad" son dos palabras mu)' potentes, y-esto no deberfa resul-tar sorprendente si recordamos todo 10 que parcccn reprcscntar en la expcrien-cia de las comunidades humanas. "En ingles, 1a palabra country se emplea tanto para referirse al pais como a una parte de la "tierra", the country pucde significar hi socicdad en su conjuntO 0 su zona mr'al. En la larga h1storia de los asentamien-tos humanos, sicmpre se reconoci6 profundamentc esta eancxion entre el cam-po del que todos, direeta 0 indirectamente, obtenemos 10 ncccsario pata vivir y los logros de h sociedad.'y uno de esos logros fue la ciudad: la capital, el pueblo grande, una fonna distintiva de civilizacion:

    Sobr"e los asentamientos concretos -que en la historia real fueron increfble-mente variados- se depositaron y gencralizaron sentimientos intensos. EI campo atrajo sobre sf la idea de un estilo de vida natural: de paz, inoccncia y virtud sim-ple. 1\1ientr3s que la ciudad fue conccbida como un centro de progreso: de cru-

    . clicion, de coo1Unicacioh, de luces. 'nOlbien prosperaron las asociaciones hostiles: se vinculo a la ciudad con un lugar de ruido, de vida mundana y de am-bicion; y al campo, con el atraso, 1a ignorancia y la limitacion. El contraste entre cl campo y la ciudad, como dos estilos fundamentalmentc distintos de vida, se re-monta a la epoca cIasica.

    Sin embargo, la historia real, en toda su extension fue sorprendentemente va-Tiada. EI"estilo de vida campcstrc"incluyo pdcticas muy diferentes tales como las de los cazadores, los pastores, los granjeros y los productores rurales. Y su or-ganizacion varia desde la rribu y la finca a 1:1 propie.dad feudal, desde el pequeno campesinado y los granjeros agropecuarios a la comuna rural, dcsdc los latifun-dias y las plantC1ciones a la.gran emprcsa capitalista y las granjas estatalcs. La ciu-dad, en no menor medida, prcscnt6 muchas variacionl.!s: la capital del estado, 13 base aoministrativa, el centro religioso, el mercado, el pucrto, el depositQ lllcr-cantil, los cuarteles militarcs, 1:1 concentracion indllstri'll. Entre las cilldadcs de

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  • Rnymond Williams

    la Alltigiiedad y de la Edad Media y ]a metropolis 0 el conurbano modernos hay una conexi6n de nombre, y en pane de fUll cion, pent nada semejante a una iden-tidad. Adcmas, en nuestro propio muncio actual hay una amplia gam3 de ascnta-mientos entre los polos tradicionales del campo y la ciudad: el suburbio, los barrios en las afueras, los conglolT!crados pauperrimos, el poblado industrial. Hasta la idea de aIde;}, que pareee scneilla, mucstra en la historia real una amplia variaci6n: tanto en 10 referente a sus dimensiones como a su cad.eter e, intern3-mente, en sus variacioncs entre cl viIlorrio disperso y el poblado nuclear, que en Gran Bretaiia se advierte tan claramcnte como en cualquicr otra parte.

    AI mismo tiempo, en estas diferencias y a traves de ellas, persisten ciertas aso-ciaciones; y el proposito de este libro es describirlas y analizarlas, observarlas en relacion con las vari'adas experiencias historica5. Por razoncs pdcticas, tol110 la mayor parte de miiejemplos de la literatura inglcsa, aunque l11i inten!s va mu-

    . cho 111;;15 alla. De todos mod os, deberfa que dar claro que.la experiencia inglcsa es particularmcntc significativ3, por cuanto una de las transformaciones decisivas de las relaciones entre eI campo y la ciudad se dio allf en cpoca muy temprana y con una rninuciosidad que, en muchos sentidos, aiin no ha sido abordada. La rcvolu-cion industrial no solo transformo la ciudad y el campo; se baso en un capitalis-rno en alto grado' desarrollado que tuvO como earactcrfstic'a la tCnlpr::ma desaparicion del campesinado tradicional. En la fase imperialista de nuestra his-toria, la naturaleza de la economia rural, tanto en Gran Bretana C0l110 en sus co-10nias, tambien se transformo de manera temprana: la proporcion de gente que dependfa de una agricult1.lfero tamuicn corresponde decir desdc el comienzo que esta h~ sido

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    El campo y fa ciudad

    para mf una cuestion personal, desde que tengo memoria. Ocurrio que, en una Gran Bretaiia predominantemente urbana e industrial, yo naciera en una aldea remota, en una zona rural poblada desde muy antiguo, en ellfmite entre Ingla-terra y Gales. En Ull radio d.e unos treinta kilometros, en verdad donde termina-ba el rccorrido de los auto buses, se levantaban hacia un lado la vieja ciudad catedral y hacia cl otro un anejo mercado de frontera y, solo unos pacos kilome-tros mas alia, los primeros pueblos y aldeas de la gran zona del carbon yel acero de Gales del Sur. Aun antes de leer cualquier descripcion 0 interpretacion de los cambios y variaciones sufficlos par los asentamientos y los estilos de vida, yo los vivi en el Jugar mismo y en toda su actividad con una claridad inolvidable. En eJ curso de mi formaci6n me traslade a otra ciudad, construida alrededor de una universidad, y desde entonees, viviendo, viajando y trabajando, llegue a visitar-y tener la necesidad de v:isitar- muchas grandes ciudades, de diferentes tipos, a mi-rar hacia atras y hacia adelail.te, en el tiempo y en el espacio, conociendo y pro-curando conocer mas esta relaci6n, como una experiencia y como un problema. Escribi sobre todo esto de atras maneras, pero tambien fui reuniendo lentamen-te las pruebas para escribir explfcitamente acerca de esta cuestion, como un asun-to de historia social, literaria e intelectual.

    Este libro es cl resultado de ese itinerario, de modo que, aunque a menudo y necesariamente 1a obra sigue procedimientos impersoriales, en cuanto a la des-cripcion y cl analisis, permanentemente estall detras de ella el impulso y el COI11-promiso personales. Y puesto que la relacion entre el campo y la ciu~ad no es solo historia ni un problema objetivo, sino que ha sido y au.n es para muchos mi-Hones de personas una preocupaci6n y una experiencia directas e intensas, no siento ninguna necesidad de justificar, aunque si convenga mencionarla, esta cau-sa personal. .

    De modo que, antes de entrar en materia, dire inmediatamente que, para mf, la vida campestre tiene Illuchas significaciones. Son los olmos, la flor de espino y cl caballo blanco que yeo ahara en cl prado, a traves de la vcntana junto a la cual estoy escribiendo. Son los hombres que en los atardeceres de noviembrc regre-san de la pod a, con las manos en los bolsillos de sus abrigos color caqui; y las l11U-jeres con las cabezas envueltas en paiiuelos, que esperan la llegada del autobus azul ala puerta de sus casitas campestres, el autobus que durante las horas de cla-se las llcvara a trabajar en la cosccha. Es el tractor sabre el camino, que deja sus hueIlas dentadas de apretado lodo; la luz encendida a altas horas de la noche, en la cabana de cerdos situada del otro lado de Ia carretera, durante las pariciones; la lema camioneta marron que cncuentro en un recodo del camino, atestada de ovejas que sc apretujan contra los listones de la caja; eI olor pesado, en los atar-deceres inmovilcs, de las parvas de forraje fortificadas con mclaza. Tambien es la tierra irida, sobre la arcilla pedregosa, que se extiende un poco mas alhi de la ca-rretera y que se vende pnra construir viviendas, en vinud de un proyecto especu-lativo, a veinticuatro millibras 1a hect:i.rea.

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  • Raymond Williams

    Como dije, nacf en un pequeno poblado y aun vivo en un pequeno poblado. Perc aquel en cl que nacf estaba a los pies de las Black Mountains, en la fronte-ra galesa, dande los prados verdes se destacan contra la tierra roja de los campos arados y los primeros arboles que podia vcr a traves de la vcntana cran robles y accbos. Ahora vivo en el campo llano, sobre un promontorio de arcilJa pedrego-sa, bordeado dt: acequlas y canales, la tierra negra de los pantanos, hajo los altos cielos del cste de Inglaterra.

    1engo continuamente prcscntc cste contraste, perc esc no es el unico. Den-tTO de la alden de Black Mountain, como oeurrc tambicn aqui, hay un profunda cantrastc que cOllserva una gran parte de senrimicnto: el contraste entre 10 que pafece una naturaleza sin ninguna intermediacion -una conciencia ffsica de los arboles, las aves, las formas conmovedoras del terreno- Y Ulla agricultura acova, que Somete la naturalcza a un proceso de produccion. Los dos tipos de seto vivo -alla sobre terraplenes, ad sabre b. tierra Ilana alineados a 10 largo de una zanja, alli junto a los robles y accbos, aquf junto a los olmos y cspinos que siguen sus propias Hneas- fueron proyectados, plantados y mantenidos par hombres. AI fi-nal del camino que pasaba par la casita campcstrc donde vivfa yo de niiio, hay ahara una amplia y recta autopista que los camiones recorren a gran velocidad. Pero tambien aquel camino vecinal flle mejorado, empedrado, apisonado: es una marca sobre la tierra de no mas de dos gcneracioncs, csd allf desde que un joven constmctor contrajo mrltrimonio can la hjja de un granjero y rccibio una parce-Ia en un angulo del campo para construir su casa y mas tarde su cobertizo can 13 senda que conducfa hasta el; y luego construyo casas vecinas y despues, sucesiva-ment:e, los barracones se canvirtieron en nucvos hogares. EI primer cobel"tizo fuc el primer hagar de mis padres. En e1 campo de los olmos y el caballo blanco, de-tras de donde se levanta mi casa actual, quedan seilales casi imperceptibles de una edificacion del siglo diecinucve y unos treinta centimetros por dcbajo del cesped hay un camino adoquinado que sostiene los pastes que se estan fijando hoy para tender un nuevo cereo de alarnbre.

    Por 10 tanto, esta vida campestre tiene para mi muchas significaci ones: en cuanto a sentimiento y en cuanto a actividad; en relacion con la region y en re-lacion con la epoea. Los adoquines que hay bajo el campo son mas antiguos que la universidad a la que conduce Ia huclla en forma de herradura, ocho kilometros bajo los delgados seros de espino, que se extiende pOl' los pnldos abierros y ven-tosos mas CllIii del bosque de Starvegoosc. Los treinta centimetros de tierra que se acumularon sabre elias SOn milenarios, seglin cualquicr dlculo que se haga. En cambio, Ia send a de aquella aldea de Black Mountain, ahara tan difercntc no solo de la autopista sino tambien del umbria camino vecinal que recuerdo, es re-cientc. Sc rcmonta mas a mcnos a la epoca cn que mi padre, a1 cumplir dace anos, cnt.ro a trabajar como ayudante en una granja. Tcngo guardada Ia carta de referencia que cscribicra el granjero cuando Illi padre parti6. La letra tembloro-sa y redondeada ascgura que se trataba de un muchacho honestO y bien dispucs-

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    EI campo y la cilldad

    to y que dcjaba su trabajo para desempeiiarse como mozo de estaci6n en el ferro-carril: aquella linea de cuatro que atravesaban cl valle, antigua Via, el tranvfa, nue-va via, eI ferrocarril; terraplenes y desmontes pasando como estribacioncs de coUnas; fijos y familiares, instal ados cien alios antes. Cuando yo nad, mi padre era guardabarrera y tenia su casilla en el valle: parte de una red que se extendfa hasta lug-arcs con nombres conocidos, Newport y Hereford, y despues de elias Londres; pem aUll era un hombre de aIde a con su huerta y sus ahej:1s, que lleva-ba sus productos a1 mercado en bicicleta. Era una red diferente, pero el iba en bi-ciclet::l :1 un mercado al que los granjeros llegaban en autom6vilcs y los comerciantes en camioncs: nuestro propio siglo. EI habia nacido en cl campo co-mo su propio padre; sin embargo, ya no podia vivir de la tierra como el. Este hombre, Joseph, 111i abuelo, trabaj6 en una granja hasta alcanz:1f la mediana edad, cuando perdi6 su trabajo y con el su casita rural; entonc.es sc convirti6 en un hombre del camino dedicado a desmochar y desmalezar los bordes de una exten-sion de 1a carretera que conducia a las Midlands, a otras ciudades. Un tio vivfa en Londres; OITO en Birmingham; m.i familia y yo nos trasladabamos del campo a la ciudad y de la ciudad al campo, para hacer una yisita a pasar vacaciones, y esta-blecfamos nuestras propias rclaciones dircctas. Eramos una familia dispcrsa, que se comunicaha por la carretera, el ferrocarril y ahara, las cartas y las publicacio-ncs. Estas fueron las cambiantes comunicaciones, las cambiantes concx.ioncs, en-tre el campo y ]a ciudad y entre todos los sitios y comunidades intermedios, los trabajos y poblados intermedios 0 transitOrios.

    De modo que esta vida campestre tenia sus significaci ones, pero estas cambiaron en 51 mismas y tambien en relaci6n can otras. En el sudoeste, por las noches, soHa-mos observar las llamaradas que se elevaban por encima de la sierra negra de Bry-narw, provenientes de los homos de hierro de la industrial Gales del Sur. Ahora, cn el este, por las noches, mas alIi; del campo de los olmos y el caballo blanco, miro el resplandor de Cambridge: un blanco COn ronal ida des rojizas; y en atono ruando se queman los rastrojos, el fuego a veces abrasa los setas de espinoj la ptimera vez que 10 vi, poria noche, crci que se trataba de un extrano incendio accidental. i\tIi propia red, desde donde estoy sentldo escribiendo, junto a la ventana, se extiendc hasta Cambridge y Londres y mas alia, hasta los lugares que indican los matasellos, las es-tampillas poco familiarcs, ciudades distantes: Roma, Nloscu, Nueva York.

    Las 1uces de la cilldad. Salgo a la osturidao, antes de ir a dormir, y miro cse resplandor en el cicio: echo una mirada a la ciudad mientras recuerd~ aJude de Hardy, quien se det"enia y observaba la distante, inasible y a1 rrUsmo tiempo a1-canzable Christminster. 0 recuerdo a vVordsworth que llega desde el campo a Londres y desde el puente de vVesoninster dice:

    No tiene hi tierra nada mas bello que 1l10s(rar; lorpe de alma seria quien pasara pOl' alto Un:l vista tan cOlll11ovedora en su tIl:ljesluosidad:

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    Raymond Williams

    Esta ciudad lleva puesta ahora, como una prenda, La belleza de Ia manana; silenciosa, desnuda, Barcos, torres, cupulas, tearros y templos yacen Abicrtos hacia los campos y hacia el cielo; Todo brillante y reluciente en cI airc Ifmpido, sin hUlllo. '

    Cierto cs que sc trata de la ciudad observada antes del ajetrco y el ruido de la actividad diaria, pero el pulsa del rcconocimiento continua siendo inconfundibie y se que yo mismo 10 he sentido una Y Qtta vcz: las grandes cdificaciones de la ci-vilizaci6nj los puntos de encuentro, las bibliorccas, los teatros, las torres y las cu-pulas y, a veces aun mas conmovcdoras que estos, las casas, las calles, la iuisa y c1 entusiasmo de tantas 'personas, con tantos proPQ~itos diversos. Me he detenido en nHichas ciudades a -scntir este pulso; en las difcrcncias fisjcas de Estocolmo y Florcncia, de IJarfs y M'ilin, {Jude pei-cibir csa cualidad en~ocionai1te e identifica-ble: el centro, 1a actividad, la luz. Como cualquier otra persona, tathbien he ex-perimentado el caos del tren subterranco y del embotcllamiento del transito; la monotonia de las filas de casas; la prisa afligida de una muchecfumbrc dcscono-cida. Pero esta no logra'ser en absoluto una experiencia, una cxperiencia adulta, hasta que llcga a incluir tambU:n el movimiento dinamico de esos centros de rea-lizaciones arraigadas y a menudo magnificas. H. G. Wells dijo una vez, al salir de una reunion polftica en Ia que,se habra estado debatiendo el tema del cambio so-cial, que esta gran ciudad imponente daba la medida del obstaculo, de cuanto ha-bia que transformar,' para lograr algUn cambia. He expcrimentado esc sentimiento, al elevar la mirada hacia esos grandes edificios que son los centros de pader, pero comprobe que no decfa "Aqui rienes a tu ciudad, tu gran monu-mento floreciente, Ia es.trucrura imponente de esta civilizacion sin embargo pre-caria"; a que no decia solamente eso; tambien me deda "Esto es 10 que los hombres han construido, con tanta frecuencia de manera magnifica, ~no es pues todo posible?". En'realidad. esta sensacion de posibilidad, de reun~on y de mov{::. mien to, es un elemento permanente del senti do que tienell para mi las ciudades; un sentimiento tan permanentc como aquellos otros sentimientos que experi-mento cuando, dcsde la dma de la montana, observo ese gran masaico colorida de campos que generaciones de mi propia gentc desmontaron y convirtieron en setos; 0 los poblados conocidos, las granjas aisladas, el racimo de cabaiias junto al c:lstilIo 0 la iglesia, la 'linea del rIo y el bosque, la senda y el camino vccinal; li-neas recibidas y construidas. De modo que, si bien el campo y la ciudad tiencn esta profunda importcmcia, en sus diferentes estilos, tengo ante mi, antes de co-menzar cualquier razo.namiento, mis sentimicntos.

    Pero tambien, espedficamente, yo llegue desde una aldea a la ciudad: para aprcnder, para que sc me instruyera; para someter los datos personales, los epi-sadios de una familia, a un registfo total; para aprender las pruebas y la conexion y modificar perspectivas. Si bien los muros de las universidades eran para mi co-

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    EI campo y la ciudad

    mo los muros de los parques alrededor de los cuales rondaba yo de nino sabien-do que no me estaba permitido entrar, esta vez habia una puerta, una entrada y una biblioteca y. aI final de ella, un registro dirccto al que 'yo podia tener acccso si aprendfa a leerlo. Me resulta 1r6nico recordar que s610 despues de lIegar oi, de boca de los hombres de la ciudad, de la gente de la universidad, una versi6n in-fluyente de 10 que en verdad signjficaban la vida campestre, la litcratura campes-trc: una historia cultural preparada y persuasiva. Aun leo textos relacionados can csta idea, en libros academicos y en libros escritos por hombres que dejaron las cscuelas privadas para convertirse en granjeros 0 escritos por otras que crecieron en aldeas y ahora son escritores del campo; toda una serie de Ii bros, peri6dicos, notas en diversas publicaciones: la vida campestre. Y'aun continuo haciendome 1a misma pregunta: en una perspectiva hist6rica, ~d6nde me sitllo yo en relacion can estos escritores? ~En otro campo 0 en csta apreciada ciudad? Este problema es aguda e ironico porsu persistencia cultural.

    Perc Cambridge significD mucho mas que csto para mf. Una ambivalencia, ciertamente: una universidad de cruditos y profesores, pero tambien de instructo-res y seJiores que'ocupaban puestos y procuraban alcanzar posiciones mas e1eva-das; un mundo de hombres que extcndian cl conocimiento humano y llevaban luz a la naturaleza y a las vidas de otros hombres; un mundo de otros hombres que tendfan a la simpatia y mostraban sus paradigmas de calificacion detras de aque-1105 muros, en una actitud de observancia y consumo ociosa y arrogante. Para mi familia, la universidad habfa sido igualmente extraj1a, ya se tratara de Cambridge a de Boloiia. Pero tambien estaba la fer.ia de Cambridge of Stourbridge, que al-guna vez fucra cl mcrcado principal del pais: "el prodigioso punta de reunion de los comerciantes de todas partes de Inglaterra",z como la deseribi6 Defoe en la de-cada de 1720; "un prodigioso complejo humano" y tambien un modelo, para Bun-yan, de "feria de las v:midades". Cuando mucho despues regrese alIi, como rniembro de 13 junta de gobierno de un Colegio Mayor, com probe que, en virtud -0 par descuido- de un nombramiento intelectual, era yo una apariencia, un in-voluntario miembro, de un dominio colectivo y perpetuoj Y se me, pidi6, gentil-mente, que asisriera a los almucrzos de los copropictarios, que yo nUHca pude "digerir". Recorde 10 que decia Arthur Youn~ de la Universidad de Cambridge:

    COn un ingrcso de 16.000 1ibras a1 ailo y por un chclin y 6 peniques un llliembro pue-de scntarse a una cena ml como la que un caballcro can un ingrcso de 1.000 Ii bras :11 aria no pucdc ofrecer frecuentcmcntc can pn.1dcncia. l

    Defoe sigui6 una carretera desdc Cambridge:

    que corrfa borde:mdo los pamanos hacia Huntingdon, dondc se encontraba 'con la gran carretera del nortc; subre este lado se extendia un agradable prado de trigo, co-mo ya dije, adornado con varias casas solariegas de caballeros.4

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  • Ritymond Willitlms

    En 1791, Young siguio otta:

    ~lomando Ia carretera que desde Cambridge conduce a la de St. Ncot, vi scis 0 siete millas de 13 pcor labranza, espero, que pueda e:ostir en Gran Bretafia ... Pareee haber cierra coincidencia entre el estado de los cultivos que csran a la vista de los vcncrables chapiteles de Cambridge y cl cnonne descuido de la agricultura que se observa en eI establccimicnto de esa universidad.!

    Esa es prccisamente la carretera por la que conduzco ahora, de rcgrcso a ca-sa desde la universidad. Actualmente los campos estal1 bien cultivados. Perc en 13 siguicnte aldea, hacia el oeste, Cobbett vio, en 1822, algo

    que se parece mucho a una aldea, casi del mismo tamafio, de Picarclfa, dande vi a mu-jeres arrastrando gradas para allanar la tierra en los cultivos de trigo. POI' eierto, este poblado no se pareee en nada a los otros ingleses salvo a algunos de los municipios pf-cams y corrompidos de Cornwall y Devonshire, en los que Wla justa Providencia pa-rece haber impuesto su curso. La tierra de los aired cd ores parece ser realmente mala. EI campo muestra una superficie desnuda. Las poeas matas que aquf y alia advierte la mirada y hasta los setos de espino estan cubiertos de un musga amarillo. Todo es de-saladoI' e inh6spito; y precisamente en la pane mas triste de este esccnario de inmcn- . sa tristeza y monotonia, aparece casi oportunamente un cartel, "Caxton Gibbet", que cicndc su braw amistoso al viandanrc. Ha sido repintado recientemente y escrito can letras llam:niv3s, para beneficio, supongo, de :.lquellos que no pueden eriscir ante la so-Ia idea deltrigo a cllatro chc!incs la arroba.6

    Esto tam bien es difercntc ahora, pero cada vez que considero las relaciones entre eI campo y la ciud:lCl y entre el nacimiento y 10 aprcndido, compluebo que esta histori:J se repite continua y activamente: las relaciones no son solo de ideas y experiencias, sino tambien de rcnta c intcreses, de situacion y poder: un siste-ma mas amplio.

    Aquf es dande yo estoy, y cuando me pongo a trabajar advierto que debo resol-ver, paso a paso, lentamente, cxperiem.:ias c interrogantes que algona vez avanza-ron a 1a velocidad de la luz. La vida del campo y ]a ciudad es m6vil y actual: se mueve en el tiempa, a traves de la historia de una familia y un pueblo; sc modifiea en el senrimiento y en las ideas, a traves de una red de relaciones y decisiones.

    Un perro laclra -esc ladrido eneaclenado- detds del granero de amianto. Ocurrc ahora y ocurrfa entonees; aquf y en much~s otras partes. Cuando hay pre-guntas que haecr, debo echar hacia arras mi silla, ohservar mis papeIes y sentir el cambio.

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    (II.

    , . "

    2. Un problema de perspectiva

    El problema inicial es de pcrspcctiva. Haee algunos an os me enviaron un li-bro para que 10 revisara: un libro eampestre, escfito en un lcnguaje familiar, cu-ya lecrura normalincnte yo habria disfrutado. Pera, como encabezamiento de la experieneia, habfa una frase:

    Un estilo de vid

  • Raymond Williams

    nes, a p

  • Raymond Williams

    sin duda, perc que, no satisfechos con los beneficins y las renras que sus antecesores obtenfan de sus ticrras y no conformes con vivir en Ia molicie y en In holganza, sin aportar beneficia alguno a 13 comunidad, que es la que los mantiene, la perjudican 31 no dejar ningtin campo para los euirivQs, todos los reservall para cl paswreo. Derriban las C:lS:lS y destruyen las ciudadcs, con excepci{)n de las iglesias, para que sirvan de es-tablos a sus ovejas. Esras excelentes personas convicrten en desiertos los lugares Tn:1S poblados y mejor cultivados, considerando, sin duda, que no sc pierde suficiente tie-rra en basques, parques, cotos y que Ins fieras no disponen de espacio bastantc,H

    'Salvo que entonees, por supucsto, sc nos remite a:la plena Edad i\1edia, a una soeiedad organica, si es que alguna vez existi6 algo que pueda considerarse como tal. A la decada de 1370, por cjemplo, cuando Piers Plo\vrnan de Langland ob-serva la insatisfacci6n de Ios labricgos, que no comeran ya las. verduras de ayer, sino que deben consumir carne fresea, qnc eulpan ;.1 Dios y maldieen al rcy, pero que no soHan quejarsc cuando el Hambre dietaba las leyes. ,Debemos retroceder a tiempos antcriores a los de la Muertc Negra, al comienzo de las leyes de caza o a la epoca de la Carta Magna, cuando Inocencio III escribe:

    EI siervo sirve, aterrorizado por las amcnazas, abatido por las faenas, dolido por los golpes, dcspojado de sus posesiones?9

    cO aeaso debemos hallar el ritmo atemporal en los elias de las cupulas, cuan-. do de cinco hombres cuatro eran aldeanos, campesinos frollterizos, colonos 0 es-clavos? 20 en un mundo saj6n libre anterior a 10 que luego se considero como la destruccion y el yugo normando? 2 En un uHluclo celm, previa a1 momento en que los sajoncs llegaron a los rios? ,En un mundo iberico, predecesor de In lIe-gada de los celtas con su dorada barbaric? ,Hasta donde debemos remontarnos, pues, para haeer que la cinta transportadora se detenga?

    Una respuesta es, por supuesto, el Edell, y tenddamos que volver a eehar una mirada a esc jardfn tan recordado. Pero antes de hacerlo, debemos descender de la c.:inta transIJortadora y conside;ar su Illovimiento general.

    ,Agrega alga cste metodo al famoso habito de empJear el pasado, "los buenos viejos dias", como un latigo para azotar eI presente? Evidcntcmentc hay algo de e,sto, pero aun rios hallani.os e~ dificulr-ades .. Los lugares aparcntcmentc apacibles -las sucesivas Antiguas Inglaterras a las que COil. tod:t conrianza se nos remite y luego, tambien elIas, cornicnzaIi a movcrse y a retroceder- tienCIl cierta signifi-cacion real, cuando se .Ios observa en sus propios terminos. Par supuesw, :tdver-rimos que sc siruan en la infancia de los autorcs y esto debe tener que ver con la cuestion que cstamos analizando. La nostalgia, puedc decirse, es universal y pcr-sistenre; solo las nostalgias de los demas nos of end en. Podrfa afirmarse convin-ecntcmcme que un recucrdo de In infancia tiene cierta signHicaci6n permanenr.e. Pera, una vcz mas, 10 que pareee una sencilla cinta tTansportadora, un pcq)ClllO

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    I I

    Un p"obie7lla de pcrspectiv{/

    retrOCCSo cn la linea de la historia, resulta ser, cuando 10 pensamos bien, un mo-vimiento m;'ls complicado: In Antigua Inglatcrra, las formas de asentamiento, las virfildes rurales, significan en realiclad cosas muy diferentcs en los diversos mo-mentos, y los que estan en juego son val ores por completo diferentes. lenclrernos necesidad de haeer un amilisis prcciso de cada tipo de vision retrospcctiva, a me-dida que cstJS vayan apareeiendo. Vcremos asimisillo las sucesivas eta pas de 1a crftica que cada una de estas yisiones -rerrospectivas sustenta: la religiosa, la hu-m:lIlista, la politica, la cultural. Cada una de estas etapas merece en sf misma una indagaci6n. Y luego, dentro de cada una de est

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    3. Poesia pastoral y contrapastoral

    Ya no es cicrto, aunque te 10 muestren en poemas, dcsdefialo. Y admite que la vida aldeana cs una vida de dolor.

    Esta copla, que da comienzo al segundo libra de The Village 'de Crabbe, es una significativa introducci6n al caracter del problema general. ~De d6nde proccdfa esc tono de diatriba contra la poesia? iA quien estaba dirigida esa insistcncia por 1a vcrdad? El poema de Crabbe, The Villagc/ debe leerse atendiendo a estas dos preguntas.

    Por tales ejemplos ensefiados, yo pinto la cabana, Como verdad la pint

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    Raymond W711ia7J/s

    Ni la beJlez:l de su cunpii'i.a ni la reiteraci6n de sus ninf

  • I

    RnY11lond Williams

    verano y Ja fertilidad, tanto m3s'intensamentc por cuanto tambien conaeen eI in-vicrno, 1a esterilidad y los percanccs:

  • Rnymond Williams

    de los hombres Illodernos- en el cual eI trabajo era nccesario y era admirado. En algllnas partes de Virgilio sc cia una transmutaci6n, el paisajc se vuelve mas dis-tante, sc transforl1l

  • Rnynzond Williams

    Cuando Pope pudo dccir csto, 1a "tradicion" ya habf 'd j d "V cie t j a 51 0 a tera a. J a no es r 0, aungue te 0 muestren en paemas." La larga d' , . b j ,

    ter d 1 '1 lSputa cntlca so re e carae-e a ~oesla ~astora , que sc desarrolJ6 entre los siglos xvn XVIII or I

    menos tuvo esta 1dea como elemento comlin. La ue b . Y J P, .0 palmcnte si tal situacion 'd',]" 1 q esta a en Juego era pnnCl-Ia Ed d dOl I lC~, 0 pastoral cncantador, dcbia sitlJarSe siemprc en

    a e ,ro, como sostcma Rapin y otros neochisicos' 0 d h' 'd una idea mas permanente y en realidad atCI j ,e -13 consl erarse

    E 1 . __ J < J npora , Como afirmaban Fontcnelle Yj ot,ros. n e pnmcr ~asoJ precis:lIllcntc porquc se trataba de la Edad d 0 labIa reaImente paz. C Inoccncia. En el ultimo C

  • Raymond Williams

    Pero Ia ingenuidad ofrecida no era solo estc tipo de disfraz. Un segundo in-teres real de la cpoea ha116 su modo de exprcsarse a traves de 10 pastoral: el h:1-biro medieval y posmcdicval de Ia alegoria. Ell 1589, Puttenham sostcnfa que la egloga habia sido concebida

    no con el prop6sito de falsificar 0 representar las maneras n"isticas de los amores 0 bs cornunicacioncs, sino para, bajo 13 aparicncia de personas sencillas y ienguajes [udos, insiJluar las grandes cuestioncs y cehar una mirada sobre ellas.!1

    Puttenham continua afirmando que esto era eierra en el caso de Virgilio, yes-te es eJ proccso exacto de adaptacion cultural selectiva. Virgilio, C0l110 Hcsfodo, pudo plantear las cucstiones mas scrias de la vida y sus propositos en el mundo clirccto en el cuallas bborcs anuales y la cancion pastoral estaban aUIl prcscntes pOr derccho propio. Lo qlJe sc dio en la transformaeion aristocratiea fue un~1 re-duceion de estas .lctividadcs primarias a formas que 0 bien po(lf~lJl t

  • Raymond Williams

    gu~ati:o y real en 1a mencionada Belen, estuvo nuevamente prcsente en el canto de mVlcrno de Love's Laham's Lost. Perc la oposici6n mas corr,icntc era 13 de Ra-leigh en re,laci6n cort iVlariowc: 13 implacable intrusion del tiempo en esc inter-minable mayo neopastoral:

    Pcro eI ticmpo conduce los rebanos del campo a1 redil, Cuando los rfos imunan y las mens sc cubren de escarcha.H

    Si los goces no tuvieran fceha, ni edad ni neccsidad, La atracci6n de 10 pasto-ral scrla convincente.

    Lo que resulta, pues, interesante es el movimiento hacia el cstilo de vida co-1110 Un todD, mas alia del 31110f ronulntico y cl perpetuo mayo ncopastoral: una nueva mcrafora, en 13 campifia ingJesa, delm{is antiguo ideal ruial. Ya no hay lu-gar para las ninfas y los pastores del romance neopastoraJ en el amor cortcs3no de los parqucs y jardincs; solo cl sosiego, la inocencia, 1a sencilla plenillld del campo: e1 retiro metaforico, pero tambien real. Las imagcncs tradicionales, por supuesto, continuaban estando a1 alcance inmediato de la mano: 1a Edad de Oro y cl Parafso. Es intcrcsante obscrvar que Michael Drayton, en su poem a To the Virginian Voyage, sitlla ambas irmlgenes en una colonia: .

    Virgil1ia Unico parafso de la tierra.

    Donde la naturaleza tiene su reserva De aves, venados y peees, Y el slIclo mas ferti! Sin que te esfucrces tres eosechas da, Todas ITwyores de 10 que puedas des car ...

    ... A aquellos que 1a Edad de Oro Las leycs de la nat.1Jraleza aUIl Ie o[recen, No licnen m:is prcocupaci6n Que defenderse De las iras del invierno Que :Jllf no lIlora par mucho tiel1lpo.l~

    Estc tipo de vision l.1ega a convcrtirse en un lugar COIllUIl. I-Ial1amos una for-ma muy pura de ella en un poema anonimo de fines del siglo XVII:

    jCuan bello fue hecho el mundo:Jl principio! Antes de que la hurnanidad, lor ambicion, 10 traicionara. El feliz zagal en estos campos esmaltaclos Posee todo el bien que la plenitud prodigai

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    Poesia pasto.-al y contrapastoral

    Puro sin mezcla, como en los comienzos surgie Del gran tesoro del vi entre de la natllraleza. Lillre de rod:J pcrturbacion aquf vive phiciclarnente, Satisfecho can el pequeno incremento dc su rcbano Y cuhierto por los SlI:lVCS vicntos de la paz. Ningiin tem()r, ninguna tormcnta de guerra, penurban sus pensamientos; La

  • rr-, r.--

    Raymond Williams

    Cowley vc b realizaci6n de sf mismo como uel feliz inquilino". Esto se debe en parte :1 1a incorporaci6n de las relacioncs sociales y economicas reales dentro de la visi6n natural, como en el caso del Pasto1'oll Hynme de John Hall:

    jGran Senor! De quicn cada arbol recibe Y luego rctribnye como renta, sus hOj3S.l~

    Hay un extraiio poema de Richard Lovelace, Elindo's Glove, en c1 cual el cum-plido romantico se elabora por completo partiendo de estc tipo de imaginario:

    jTu, nevada granja con sus cinco habitacioncs!, Dile a tu blanca amn que

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    RnY71lond Willian;s

    base social existcnte que justificaba la paz e inocencia perpetuas del sueii.o nco-pastoral. Estos son los poem as de las casas solariegas, que Cowley celebr~ como una parte de la naturaleza en Solitude:

    jSalve! antiguos arboles patricios, grandes y buenos. iSalvc! el plebeyo sotobosque, Donde las poeticas aves se regocijan Y pagan sus pIacidos nidos y su abundante alimcnto Con su agradecida voz.

    jSalve! De las pobres musas 1a mas rica de las moradas, Lis casas solariegas y de retiro, Que los fdices dioscs tanto arnan, Y pOl' vosotras abandonan tantas veces Su brillante y grandiosa metropolis.

    AqUI el bosque, las aves, los poetas y los dioses se presentan literalmente (la imagen es tan acabada) como la estructura social -el orden natural- de Ia Ingla-terra del siglo XVII. Es interesante comparar esta vision con la de Fanshawe, que escribe directamente de la siluaci6n real de 1630, cuando se Ie ordena a la peque-fia aristocracia que rcgresc a sus propiedades. Lo que el ve es:H

    Una isla bendita: Que nadaba en un mar de plcnimd Y clonde las tortolas cantaban en todas las ramas. Un refugio seguro contra 10 que pudiera venir, Como el nuestro es ahara.

    Esta es la imagen familiar de un campo sonriente.

    No obstal}te nosotros, como si hubiera allf un cncmigo, Abandonamos los repudiados campos a Ius patanes, Y noS ponemos a salvo, por asf decido, En ciudades amuralladns.

    De modo que dcben regresar:

    La savia y la sangre de 1a tierra, que huyeron A las rakes v sofocaron e1 corazon, Recibieron 6rdenes de diseminar su acelerado poder Por wdas partes. .

    Es la imagen que .Milton despleg6 mas generosamente, asociandola con la imagen de la cultura COIllO crecimiento natural, en su apelacion a una educaci6n

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    Poesia pastoral y contrapa.rtoral

    nacional: "comunicando el calor natural del gobierno y Ia cultura de manera mas distributiva a todos los confines, que ahora estan entumecidos'Y descuidados".H Fanshawe, en su regreso, anticipa la formaci6n de otro Virgilio (esa referencia era dominante), perc su llamamiento es nuts directo:

    No permirir que la inquina de los aristocratas se instale En. aquellos lugares donde ellos se hacen grandcs.

    Es un modo de vcr la crisis de la :Inglatcrra rural del siglo XVII, pero tambien nos recucrda que "la brillante y grandiosa metr6polis" de Cowley no se aba_ndo-naba tan frecuente ni tan naturaimente.

    Sin embargo, en el centro de la cstructura de sentimienco que aqui esta en cuestion -una relaci6n entre las casas solaricgas y una civilizacion responsable-estan los poemas dedicados a sitios y hombres reales: particularmente los pocmas To PenShll1'St y' To Sir Robert Wroth de Ben J onson J6 y To Sllxbam de Thomas Ca-rcw. Estos no son, en un senti do simplista, pastorales 0 neopastorales, pcro dan una version particular de la vida campestre como un modo de expresar, en la for-ma de un cumplido a la casa 0 a su propietario, ciertos valores sociales 0 mora-les.

    jCuan bend ito eres tU, que puedes aficionarte a1 campo, Wrocll! Y:l sea por e1eccion, ya sea por dcstino, ya sea por ambas cosas; Y, aunquc tan proximo escis de 1a ciudad y 1a corte, No te dejas tefiir ni par cl vieio ni por el juego.

    La vida de un caballero rural se celebra, pues, como un contraste expHcito con b vida de I. corte y de la ciud.d. Las figuras del abogado 0 el capitalist. de laciu-dad y el cortesano se presentan con la finalidad de seiialar un aspecto moral.

    En Ia economia rural de Wroth, a medida que eI poema avan7.a y

    la raiz del pueblo nlral Ilega en trOpe!

    se adv,ierte un enfasis en la ausencia de orgullo, codicia y dlculo. Y luego Jon-son pucdc volvcrse, positivan~ente, para idcntificar y localizar la convcnci6n pastoral:

    Tal, y no otra, era esa epoea antigua, que se enorgullece de haber tenido Ia cabeza de oro.

    Pero, (cs realmente aSI mas aUa del Hmitc del cumplido? La visi6n neopasto-ral, (habfa adquirido un"l base social en una mansi6n campe~tre Tudor? Algunos crfticos considcraron que era en verdad asf, pero Ia compleJldad de To Penslmrst

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  • Raymond Willia1lls

    cleberia en todo cas a hacernos reflexionar. Porque 10 mas notable de cste poema, en cualquier ,lectura abicrti:l que se haga de el, es el procedimicnto de definir mediante nc;gativas:

    No fuiste construida, Penshurst, para mostrar envidia Por el estilo 0 el nuirmol; ni pucJcs cnorgullecerte de una hilera De lustrosas columnas 0 de un techo de oro: No denes ninguna limerna dande scnt:m;e a narrar historias; Ni corceies, ni patios; pero manticnes en pie un antiguo pilole, Y estes envidiados, rccibcn micntfns tanto reverenCias ... ... Y aunque ms muras son de piedra del campo, Sc crigieron sin b min a de ninglill hombre, sabre el ten'eno de ninglill hombre, Nadie qlle more en los alrcdcdores, desea vcr su caida." ... Aheml, Penshur!'t, hay quienes te comparanin can orros cdificios, CU:11ldo ve:m nquelbs orgtillosas y ambiciosas pibs, y n,lda mas, ' Quizas digan, Slis sef't(,lreS la C;ollstruyeron, pei'o ru senor te habita.J7

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    ut

    Raymond Williams

    de hipcrbole, presente tambicn en muchos poem as de caballerfa, como la con-ciencia de 110 pumo de vista alternativo, haec imposible la enunciacion simple), aparccc ll1o~ificada en Jonson por cierto pathos, un cOllocimicnto consciente de Sll situaci6n:

    Y yo no desfallezco por sci1t~nnc (como 10 hacen algunos. en estos dias, A 1a mesa de los grandes seJ1ores) y todavfa ccno afucra. Aqui nadie euenta mls copas, ni ningtill lacayo, de pie junto a mf, envidia mi glotoncrfa, Sino que me da 10 que pide y me deja comer.

    Es diffciJ no advcrtir el sentimiento de alivio. En re

  • Raymond Williams

    Aquf el gazo de 10 que pareee una magnificcncia narural, un sentimiento de paraiso en cl jardin, se expone a atm tipo de consideracion: c1 consumo fadl oeu-rre antes de la caida. Y podemos pues recordar que la principal consecuencia de In elida del parafso fue que en Iugar de tomar comodamcntc 10 que se dcsea de una naturaleza que todo 10 provcc, cl hombre tuvo qiJC ganarse el pan con el su-dar de Sil frcntcj cs clecir, se cletennino que sufriera, COIllO destino COIl1l1I1, b maldici6n del trabajo. La que en realidad sc cia en las celebracioncs de un orden rural que hacen Jonson y Carew es una supresi6n prccisamcnte de esa maldici6n, mediante cl pacler del arte: una recreacion magica de 10 que puede entendcrsc como un;) gencrosidad natural y luego una caridad espond.nea; y ambas contri-buyen a ratificar y a bendecir a1 terrateniente rural 0, mediante una reiflcacion caracteristica, su casa. Con tOdo, esta supresion magica de 13 maldicion del tra-bajo se logra mediante la simple eliminacion de la ex.istencia de los trabajadorcs. Los hombres y mujeres reates que erian animates y los eonducen a la casa, los ma-tan y los preparan para la eena; que cazan faisanes y perdices y capturan peees; quienes plantan, abonan, podan y cosechan los arboles frutales, no estan presen-tes. Un orden natural se ocupa de haccrles el trabajo. Cuando finalmente apare-cen, es meramentc como "la raiz del pueblo rural" 0, de manera aun mas sencilla, como "los muy pobr~s!!, y 10 que se nos muestra luego es la caridad y la falta de supcrioridad con la que se Ies brinda aquello que, ahara y de alg'lln modo, no ellos, sino el orden natural, ofrece como alimento, en las man os del senor. Es es-ta condicion, este conjunto de rclaciones, 10 que finalmente queda ratifieado en virtud del consumo durante el banquete. Vale la pena echar una breve mirada en este senrido a esta tardia descripcion de un banquete c:Hnpestre que haee uno de los Iabradores, Stephen Duck, a fines de I" Mcada de 1720:

    Una mesa prodigamente extend ida encontramos, Y jarr:as de ehispeante cerveza para alegrar el espiritu, Que el, demasiado generoso, ofrecio a cada unO can tanto entusiasmo, Que crel'mos que ya no habria mas tarcas que cumplir, a pesar de 10 pasado. Pero la manana siguiente pronm revelo d engano, Cuando los mismos o'abajos debimos repetir; A los misrnos graneros debimos I'cgrcsar, Para dar cabida

  • Ii

    Rnymond Williams

    Alimentarlo debeis, su ali men to os mItre. Y que este placer es como la lluv(a, No fue cpviado para ahogar vuestras penas, Sino para hacerlas ren:lCer:IQ

    Este ripo de manejo de los hombres, temprano y jovjal, que utiliza las meta-foras de la Iiuyia y el.renacer primaveral para ver hasta en el acto de beber una forma de tener mas trabajo (y mas dolor) rcsulta crudc en cI scntimicnto. Perc 10 que allf estaba en la supcrficie:

    AIimentarlo debeis, sO alirnento os nurre

    CS 1

  • Raymond Willia7llS

    do con exira sus bases. Porque detds de esa coincidencia hay un conflicto de va-lares que continua sienclo crucial. Estas celebraciones de un' orden feudal 0 aris-tocr:itico:

    v, dcbeis saber, quc la palabra de vuestro senor es ]a vcrdad, Alimentarlo dcbeis, 5H aJimcnto os nutre l

    fueron 3mpliamcnte cmpleadas, en una retrospcctiva idealist::l, como UI1:1 crfri-Cil al capitaiisl1lo. El enfasis puesro en el comprom,iso, en b caridad, en las pl1er-[as abiertas al vecino necesitado sc suelc utilizar, en una familiar corriente del radicalisI110 retrospectivo, como contraste en rclaci6n con el avance capi'talista, la. re.duccion lltiliraria de todas las rclaciones sociales a un riguroso orden pecu-mano.

    EstO conduce a una crisis evidente de los v~lores de nuestro propio 1~1Unno. Porgue esc radicalismo retrospectivo, contra la crudeza y la cstrcchez de un nue-vo orden pccuniario, se concibe a menuno como lin cnfoque al servicio de.la cd-tica contra el capitalismo de nuestros dias, como una perspcctiva que implica sentimielltos humanitarios y que habimalmente los asocia can un mundo preca-piralista y, por consiguiente, irrecuperable. Necesariamcnte la crftica social se di-rigc pues hacia el mundo mas seguro del pasado: hacia U11 Illundo de libros y recuerdos, en el que los cruditos pueden ser humanitarios en el plano profesio-nal, pero en su propio munclo real estan aislados 0 bien son indiferentes. Pero rambi.cn, y esto es mas impoftant:e, estn cdtiea del capitalismo conlleva valores sociales que, si Ileg:m a ser activos, inmcdiatament:e se elevan en dcfensa de cicr-ros tipos de orden, ciertas jer:lrqU1aS socialcs y ciertas estabilidades morales, que tienen una rcsonaneia feudal pero tambicn una aplicacion eontemporanea mas relevante y mas peligrosa. En los movimientos intclectuales del siglo XX, algu-nas de estas virtudes "rurales" abandonan el campo para convertirse en la carta de legitimaeiun de lIna reacci6n social cxplfcita: en clefensa de la composicion de la propiedad rradicional 0 como un n-lOvimiento ofensiv().contra la democracia en nombrc dc la sangre y el suelo.

    Con todo, TIllichos rctroceden antes de l1eg:~r () estos extremos. En Gran Bre-tan;l es Hcilmente identificable un radicfllisillo intelectual rural precario pero per-sistente: genuina y activamcnte hostiI al industrialislllo y el capitalismo; opuesl:O al mercantilismo y a 1a explotacion del medio :lmbiente, cbralllentc ligado a las form

  • Raymond Williams

    larga discusi6n, pero no para eJ esclarccimiento. Debemos CQmcnzar de un mo-do diferente: no con las jdcalizaciones de un orden u atro, sino con la historia, a la ella I aquel1as rcsponden solo de l11ancra parcial y confusa.

    Tomemos en primer termine la idealizacion de una economia "natural" 0 "moral" de la que tantos han depcndido para marcar cJ CQntraste con eJ empuje implacable del nuevo capitalis111o. En ella hauia nmy poco de moral 0 natural. En cl senti do tecnico mas simple, 10 que se consideraba una agricultllra de subsisten-cia "natural", 3t'in no afectada por los designios de ulla cconomfa de mercado, ya es de por sf dudoso y presenta multiples excepciones; aunque parte de este enfa-sis pued::! aceptarsc l:icilmcnte. Perc cl orden social delltro del eual se practicaba csta agriculrura era tan duro y brutal como cualquier otro que se haya experi-mentado despues. Aun cuando excluyamqs las guerras y el bandolcrismo a los que estaban habitualmente sujetos los cielltos de miles de personas qVe cultiva-ban la tierra y criaban animales solo para sufrir saqueos, el incendio de sus vivicn-

    . das y scr expulsados can las Illanos atadas, esta economia, incluso en tiempos de paz, eTa un orden de explotacion del tipo mas absoluto: la propiedad se ejerda tanto sabre la tierra como sabre los hombres; la mayor parte de los tuales esta-ban reducidos a trabajar como ani males, somctidos por los impuestos obligato-riDs y el trabajo forzado 0 cran I!comprados y vendidos como las bcstias"; "protcgidos" por la ley y la costumbre solo como estaban protegidos los anima-les y las corrientes de agua, para producir mas trabajo, mas alimentos, mas san-gre; una economfa dirigida, en todas sus relaciones laborales,. a una dominacion ffsica y economica del estilo mas significativamentc total. "EI rustico, como cl sauce, echa hrotes para ser mejor podado".l Esa maxima del administrador es, en todo sentido esencial, el pdncipio de esta economfa "narnral" y "moral".

    A 10 largo de numcrosas gcneraciones los hombres hnbfan estado desmontan-do bosques para establecer sus poblados y, en los margen~s y a intervalos, siem-pre habfan vivido durante un tiempo de esc modo, can sus correspondicntes imperativos y virrndes. Cuando echamos una mirada al pasado, a los primeros dempos de Gran Bretafia, siempre debemos recorda I' que escasa era la pohladon que la habitaba y que posibilidad habla entollces de establcccr nucleos rurales pr6ximos entre 51. Las ampliamentc diseminadas fincas celtas; las aIdeas del pe-dodo romano, en las inmcdiaciones de las cuales solo se cultivaba eI dos 0 el tres por ciento de la tierra que se cultiva hoy; la poblaci6n total del pais que en el mi-lenio hist6rico se cl~vo desde apenas algo menos del millon de personas a algo mas del millon, son todos datos que nos recucrdan desde cmin ternprana epoca pod em os considcrar que la colonizacion constituyo una lucha directa con la na-ruraleza por hacer cultivables terrenos agrestes. Pero esta no es Ilunca 1a historia complet"a. Los poblaciones tribales viVIan b

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    Raymond Williams

    cimiento vigoroso, a menudo brutal mente vigoroso. La suprcsion de los mona5-rerios libero grandes parcel as de ricrr

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    Rnyrnolld Williams

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    dado y mistificado, era facil q~ejarse, con una humanidad aparente, de la clucia rapacidad de los succsivos hombres nucvos. En comparaci6n con esta naturalcza que, despues del don regia, aparcntemente producia por sf misma, es facil scntir 1a aspereza de las palabras qUCjUIlSOll pone en boca de Volpone acerca del capi-talisl110 evidente de la epoca:

    ... DO empieo comercio, no arriesgo nada; No hiero la tierra con desgarrante arado, no engordo animalcs Para alimentar los matadcros; no tengo molinos para hacer paiva El hierro, el aceite, el grana 0 los hombres; No soplo el sutil crist"l; no cxpongo navios A las amenazas de un mar can el rostro surcado de arrugas. No cambia monedas en cl banco publico, Ni practico en privudo la usura. l

    Estas palabras,en reaJidad, por su abnegacion -Sll posicion por encima del ca-:-d,cter hiriente y "demoledor" de la busqueda corriente y visible de 13 riqueza-, podrfan formar parte del discurso de un arno de Pens hurst. Salvo que qui en las pronuncia es Vol pone, el hombre de confianza, el'zorro: lIna ironia que merece reflexion.

    Desde el otto extremo de la sociedad, desde Ia posicion de quienes no tienen tierra y estan mas expuestos, la idea de una edad de oro parece mas dificil de comprender. Pero la diferencia funcional es evidente. Lo que se adviertc marca-damcnte en el uso seiiori

  • Raymond Williml1s

    Todo 10 que bajo el dela esta deberf:1 ser comun.

    Esta file una pretension que continuo cxprcsandose, a traves de los eXC

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    Raymond Williams

    condiciones que son inhercntemente inestables. La santidad de la propiedad tie-ne que coexistir con rclaciones de propiedad violentamcnte cambiantes, y cl ideal de caridad, a Sil vez, debe cocxistir con 1a scveridad de las relaciones laborales tanto del antiguo C01110 del nuevo orden. Esta es pues la tercera fuente de c10ncle procede esa idea de una siruaci6n pasada ordcnada y mas feliz en contra posicion con la perturbaci6n y cl desorclen del prcsente. 'I'll idcalizaci6n, basada en una situacion temporal y en un profunda desco de estabilidad, sirvi6 para encubrir y rchuic las contradicciones cienas y amargas de Ia epoca.

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    5. Ciudad y campo

    Con todo, la eventual estructura de senamiento no se basa solo en ]a .ide:.! de un pasado mas feliz. Sc inspira adeimis en esa otra idea, asociada a la primera, de inocencia: la inocencia rural de los poemas pastorales, ncopastorales y reflexivos. La clave para analizarlos es el contraste de la vida de campo con la de 1a ciudad y 13 corte: 3quf la naturaleza, aHa la vida mundana. Esta oposicion se Iogra, a me-nudo, con cl mero recurso de suprimir el u'abajo campestre y las relaciones de poder a traves de las cuales se organiza esc trabajo, como ya 10 mencionamos an-teriormente. Pero en esc contraste hay OtrOS elementos. Los medias de produc-cion agricola -los campos, los basques, los cultivos, los ahimales- son atractivos para el observador, y en l1111c11os sehtidos, durante las estaciolles, benignas, para los 'hombres que trabajan en el10s 0 en contacto con el.los. De modo que tambicn pneden emplcarsc para marcar In disparidad con los centros de intercambio y las casas de los banqueros del mercantilismo, con las minas, las canteras, los moli-nos y los establecimientos fabriles de la produccion industrial. Este contraste, en much oS sentidos, todavfa se mantiene.

    Pero en toclas partes hay ademas una separacion ideol6gica entre los procesos de explotaci6n rural, que [ueron disueltos, en efecto, dentro de un paisaje, y el registro de esa exploracion que sc advicrte en los tribunales, los mercados del di-nero, el pader politico y el gasto conspicuo de la ciudad.

    EI contraste ret6rico entre 1a vida de la ciudad y la del campo es en realidad tradicional: Quintiliano 10 utiliza como el primer cjemplo de una tesis dcllinajc; ademas, las oposiciones convencionales entre codicia e inocencia, situada cad a una en su ubicacion caracterfstica, son lugares COlllunes en la literatura gricga tardia y en la latina. Pero el contrasre se cristaliza esencialmcnte en relacion can Roma, hasta el punta de que la ciudad puede llegar a parecer un organismo in-dependiente. En las feroces satiras de Juvcnal observamos un tono que es mas que convcncional, un catalogo sosrenido y explfcito de corrupci6n:

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    ~Que puedo hacer yo en Rama? Nunca aprendi ;1 l11emir, I

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    Rilymond Williams

    ~f.es yue en eI poema que Jonson dedica a Wroth todos poclcmos sentir 1a antlteslS que reprcscntan cl caballero rural y los hombres mundanos de la ciudad. Pero, ~que J~accn los abogados, 1a mayor parte del ticmpo, sino verificar Jos dc-r~chos a 1a Dcrra? Gran parte de 10 que circula en los intercambios es el supeni-VIt qu~ producen los, desestin?~dos trabajadores en su region y, a mcdida que CVolu~lO~a el cOJ1:erclO, la.mblcn ~era de elJa. Ademas, a medida que el orden pecuman~ de la, cmdad cxtIcnde Sil ~mportancia, ,ad6nde se dirige gran parte del nuevo capnal, smo de regreso a 13 nerra, para intensificar cl proceso de explota-cion? La codicia y el dIcula, tan faciles de aislar y condenar en'ja ciunan retor-nan, muy claramcnte, a las mansiones rurales, y a los campos y iabriegos 'que las roclean. :' este es un proceso doble. La explotacion.del hombre y de la naturale-za que nene lugat: en el campo se conviertc en dinero y se concenna en 13 ciu-dad. Pe~? tamb~cI~ ocurre que. las utilidacles de otro tipo que produce" Ia explotaclOll -la nqueza acumulatIva del comerciante, el abogado, el favorito de 1:1 corte-Began a introducirse en el campo, como si, pero solo como si, fueran un nuevo fenomeno social. Como se dijo en 1577 ace rca de los comerciantes:

    Frecuentemente cambian propiedades can los caballeros como los caballeros 10 hacen con ellos; por mutua conversion de ,los llnos en los otros.~

    Esta conversion mutua es el punto esencial. Hay una manera comlin de efl-tender cl pr9ceso social de estc perfodo como una cspecie de infeccion procedell-te de la ciudad:

    Dcsdc la eual (c~rno si se tratase de cierto rico y fend semillero) los cortesanos, los abogados y los mercaderes son continua mente trasplantados. :.

    Pues bien, por cierto, Penshurst es precisaniente uno de csos cas~s. Pero ~n con~icto real d~ intereses, entre aquellos afincados en el campo y aquellos esta-blecldos en la clUdad, que se rcdcfinia permanentementc en la inconstante eco-nomia .de la epoca, puede considerarse la base de una ideologfa, segU~)a cual un orden mocente y tra.dicional estaba siendo invaclido y destruido por un nuevo or-den mas implacable. "

    Lo~ comp~icados cambios experimcntados en la propied~d en todo el periodo de la dlsoluclOn del fcudalislllO son ciertamente ev.identes. Los comerciantes y los abogados cran los prototipos mas identificJblcs y mas aislables de csos hombres nuevo~. ~ mediados del siglo XVI, Robert Crole criticaba cI pr9ceso can una rc-ferencla ll1usualm~nte precisa a esc orden feudal en el cual se esperaba que cada hombre pcrmaneclera cultivando la vocaeion para la que habfa nacido:

    Si los comerciantes se entrometieran Unicarnente COll sus mercancfas,

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    C iudad y campo

    Y dejaran las granjas a aquellos hombres Que deben vivir de ellas, Sedan pues mucho mas rcspetables. q

    Sin embargo, esta rigidez de 1a hcrencia y Ja vocacion habia estado desaparc-ciendo durante por 10 nH~nos dos siglos, tanto en el campo como en cualquier otra parte. Es una fantasia grata, pero finalmcnte una ilusi6n, suponer que solo cran los cOIllcrc.iaIltes quienes, como continua diciendo Crole,

    toman las granjas Panl alquilarlas luego A los hombres que dcbcn tenerlas, Aunquc sea para hacerlos sufrir; Para imponerlcs grandcs multas o aurnentarles la renta.

    Esto ocurria en todas partes. No hada falta ninglin comerciantc para ense-nades a los terratenientes como hacerlo, scglin 10 vimos ya en las palabras de To-mas iVloro. 0, una vez mas, como 10 dice uno de los personajcs de Jonson de El demonio es un nmo:

    Vemos tales cambios diariamente; las bellas tierms Que pertenecfan al defendido, son hoy del abogado; Y aquellas rieas fincas del buen Taylor, luvieroll alguna vez mas madera que 1a vara Que se utilizo para medirlas cuando se hizo su ultima venta. La naturaleza odia estas vicisitudes. 'o

    Ciertamente, las propiedades se perdian por litigios y los abogados se conta-ban entre quiencs sacaban provecho. Pero, cuando se identifica todo el proceso de transformacion de la propiedad de la tierra con el advenimiento de este tipo de "intrusos" cstamos ante un simple caso de proyecci6n. Tal identificaci6n de-pende en realidad de una retrospectiva mistificaclora. "1 buen Taylor ll con sus "rieas fincas" cs una figura atractiva, pero no debemos suponcr, necesariamcntc, ni m~is ni meno