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55 ROBERTO PINHEIRO MACHADO JUNTACADÁVERES: ABSURDO Y ABYECCIÓN EN LA OBRATALLER DE LETRAS 38: 55-73, 2006 ISSN 0716-0798 JUNTACADÁVERES: ABSURDO Y ABYECCIÓN EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI Juntacadáveres: Absurd and abjection in the work of Juan Carlos Onetti ROBERTO PINHEIRO MACHADO [email protected] Universidad de Salamanca Este ensayo analiza la relación entre la estética del absurdo presente en Juntacadáve- res, de Juan Carlos Onetti, y el concepto de abyección formulado por Julia Kristeva en Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection. Abyección y absurdo aparecen en relación de causalidad, donde el primero se percibe como elemento que impulsa el segundo. A través de la comparación entre absurdo y abjección, el ensayo propone unir psicoanálisis y existencialismo, apuntando hacia la moralidad cotidiana como resultante del sentido de repulsión propio de la abyección. Palabras clave: absurdo, abyección, psicoanálisis. This article analyzes the relation between the aesthetics of the absurd present in Juan Carlos Onetti’s Juntacadáveres and the concept of abjection as formulated by Julia Kristeva in Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection. Abjection and the absurd will be shown as interconnected through a causality where the former becomes that which triggers the latter. By putting the absurd and abjection side by side, the article attempts to bridge psychoanalysis and existentialism, pointing to the realm of everyday lived morality and values as resulting from the basic sense of repulsion implied in abjection. Key words: absurd, abjection, psychoanalysis. El objetivo de este ensayo es analizar la relación entre la estética del absurdo presente en la obra de Juan Carlos Onetti y el concepto de abyección propuesto por Julia Kristeva. La presencia del absurdo en la obra del autor uruguayo ha sido observada por la crítica en diversas ocasiones. 1 En el ar- tículo “El absurdo y la angustia en Juntacadáveres de Onetti”, por ejemplo, José Luis Martín reconoce la vertiente existencialista del absurdo presente en la obra del autor uruguayo: 1 Para un análisis detallado del absurdo en Onetti, véase mi estudio La estética del absurdo en la narrativa hispanoamericana: Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar y José Donoso. Salamanca: Editorial Universidad de Salamanca, 2003.

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roberto pinheiro machaDo Juntacadáveres: abSurDo y abyección en La obra…Taller de leTras N° 38: 55-73, 2006 issN 0716-0798

JUNTACADÁVERES:aBsURdO Y aBYeCCiÓN eN la OBRa

de JUaN CaRlOs ONettiJuntacadáveres: Absurd and abjection in the work of

Juan Carlos Onetti

ROBeRtO PiNHeiRO [email protected]

Universidad de Salamanca

Este ensayo analiza la relación entre la estética del absurdo presente en Juntacadáve-res, de Juan Carlos Onetti, y el concepto de abyección formulado por Julia Kristeva en Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection. Abyección y absurdo aparecen en relación de causalidad, donde el primero se percibe como elemento que impulsa el segundo. A través de la comparación entre absurdo y abjección, el ensayo propone unir psicoanálisis y existencialismo, apuntando hacia la moralidad cotidiana como resultante del sentido de repulsión propio de la abyección. Palabras clave: absurdo, abyección, psicoanálisis.

This article analyzes the relation between the aesthetics of the absurd present in Juan Carlos Onetti’s Juntacadáveres and the concept of abjection as formulated by Julia Kristeva in Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection. Abjection and the absurd will be shown as interconnected through a causality where the former becomes that which triggers the latter. By putting the absurd and abjection side by side, the article attempts to bridge psychoanalysis and existentialism, pointing to the realm of everyday lived morality and values as resulting from the basic sense of repulsion implied in abjection. Key words: absurd, abjection, psychoanalysis.

El objetivo de este ensayo es analizar la relación entre la estética del absurdo presente en la obra de Juan Carlos Onetti y el concepto de abyección propuesto por Julia Kristeva. La presencia del absurdo en la obra del autor uruguayo ha sido observada por la crítica en diversas ocasiones.1 En el ar-tículo “El absurdo y la angustia en Juntacadáveres de Onetti”, por ejemplo, José Luis Martín reconoce la vertiente existencialista del absurdo presente en la obra del autor uruguayo:

1 Para un análisis detallado del absurdo en Onetti, véase mi estudio La estética del absurdo en la narrativa hispanoamericana: Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar y José Donoso. Salamanca: Editorial Universidad de Salamanca, 2003.

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La influencia de Sartre en la narrativa de Juan Carlos Onetti ya ha sido señalada con éxito. El personaje dominado por su circunstancia, y como consecuencia de ello, una existencia de angustia interior: tal la motivación absurdista del existencialismo literario. Pero en Onetti, esa proyección de angustia se da a causa de que el personaje es víctima de circuns-tancias ontológicas, que arrancan de la raíz misma del ser. (Martín 183)

Las circunstancias ontológicas que victiman los personajes de Onetti son las mismas que definen el contenido existencialista del absurdo como epifanía del sinsentido de la vida. La sinrazón se configura a través del mundo oscuro que presenta el autor en sus narraciones, un mundo sombrío donde una concep-ción pesimista de la humanidad expresa de forma contundente la miseria de la existencia. El absurdo onettiano está vinculado a los instintos más bajos de sus personajes, asumiendo prontamente la forma de investigación del alma humana en su estado de decadencia, y asimilando imágenes de suciedad, impureza, perversión, degeneración, corrupción, hediondez, ruina y destrucción. Esta es la forma que Onetti encuentra para expresar la irracionalidad de la existencia. La voluntad de hacer sufrir configura la crueldad, y el disfrute con el sufrimiento ajeno conforma la perversidad. Crueldad y perversidad constituyen el impulso básico de la raza humana caída y degradada, e infamia y desdicha establecen el carácter impuro del espíritu humano que se define como una entidad que necesita la prohibición y la interdicción para sobrevivir. En suma, en Onetti la vida es sin sentido, porque el hombre es abyecto.

La topografía de la desdicha en que resulta gran parte de la obra de Onetti descubre el significado básico del hombre como ser rechazado, caído y abyecto. A este ser arrojado a un mundo que no comprende, separado de la naturaleza y al cual está denegado el consuelo divino, Onetti otorga un destino marcado por la suciedad y por la impureza. En ese sentido, el ab-surdo aparece implicado en la abyección, es decir, en el sentimiento básico de escisión entre el hombre y el mundo.

La abyección es el sentimiento primordial de rechazo, de asco y re-pulsa hacia lo que se percibe como inaceptable, como digno de interdicción y prohibición, y también como inmoral. En Poderes de la perversión, Julia Kristeva escribe:

Surgimiento masivo y abrupto de una extrañeza que, si bien pudo serme familiar en una vida opaca y olvidada, me hostiga ahora como radical-

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mente separada, repugnante. No yo. No eso. Pero tampoco nada. Un “algo” que no reconozco como cosa. Un peso de no-sentido que no tiene nada de insignificante y que me aplasta. En el linde de la inexistencia y de la alucinación, de una realidad que, si la reconozco, me aniquila. Lo abyecto y la abyección son aquí mis barreras. Esbozos de mi cultura. (Kristeva 8)

Según este fragmento de Kristeva, es posible percibir que en la ab-yección operan las principales claves del absurdo: la “extrañeza”, la “vida opaca” y “separada”, el “no-sentido”, el “linde de la inexistencia y de la alucinación”, la realidad que “aniquila”. La abyección subraya el carácter repugnante del absurdo: es la raíz misma de la náusea sartreana, del sen-timiento de asco y repulsa frente al sinsentido de la existencia. Indigno de recibir el aval del hombre civilizado, lo abyecto aparece implicado en la inmundicia, la maldad, la perversidad, la inmoralidad, el miedo, la locura, la irracionalidad y la violencia. Es también la negación de la vida y de los valores que posibilitan la existencia humana en sociedad; la refutación de la civilidad, de la urbanidad, de la racionalidad; la contradicción de los prin-cipios morales que sostienen los procesos civilizadores emprendidos por el hombre a través de la historia.

Onetti presenta el perfil absurdo del ser humano a través de la de-nuncia de su carácter abyecto. Los personajes del autor uruguayo tienden a la suciedad, a la perversidad, al mal y a la inmoralidad que constituye el carácter irracional y trasgresor del abyecto. Este individuo vil, cobarde, violento y repugnante es la propia expresión de la abyección como principio incompatible con un mundo racional y ordenado. Así, en Juntacadáveres (1964) Onetti escribe acerca de Díaz Grey:

No es una persona; es, como todos los habitantes de esta franja del río, una determinada intensidad de existencia que ocupa, se envasa en la forma de su particular manía, su particular idiotez. Porque solo nos diferenciamos por el tipo de autonegación que hemos elegido o nos fue impuesto. (Onetti, Juntacadáveres 22)

Aquí, percibimos el individuo onettiano como un ser que vive en constante “autonegación”. La repugnancia que siente hacia sí mismo está en concordancia con el aspecto de ser caído que se descubre constantemente en su suciedad y miseria espiritual. Como veremos, lo grotesco toma cuenta de

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la existencia de los personajes de Onetti arrojándolos de forma contundente en la sordidez que les rodea.

Juntacadáveres empieza con el protagonista, Junta Larsen, llegando a Santa María acompañado de tres prostitutas que trabajarán en el recién abierto prostíbulo de la ciudad. La novela cuenta, entonces, la historia del ascenso y decadencia del burdel, retratando una empresa que desde el principio está desti-nada al fracaso. En esta saga de corrupción y deterioro, el absurdo se configura como abyección a través de temas específicos que denotan el carácter torpe de los personajes: el fracaso, el asco, el miedo, la muerte y la inmoralidad. Como afirma Luis Harss: “El prostíbulo es también una especie de construcción visionaria erigida en oposición al absurdo de la vida” (246). Allí habitan las mórbidas esperanzas de Larsen, la realización de su sueño patético, los destinos previamente condenados de las prostitutas, vidas corrompidas, arruinadas, seres que son poco más que sombras del fracaso total de la humanidad.

La irracionalidad como aspecto formal de la estética del absurdo también está presente en Juntacadáveres. Allí, no hay lógica, porque no hay dénoue-ment, los personajes están previamente condenados al fracaso, el desenlace de los hechos narrados se reduce a un mínimo necesario. Es como si cada línea fuera esencialmente ilógica por expresar la nada, la ausencia, el vacío intrínseco al mundo en que se encuentran arrojados estos seres desilusiona-dos, incapaces de cualquier forma de realización personal. Lo irracional se inscribe en la expresión del carácter vano de todas las acciones humanas, y en la falta de una trama objetiva que conduzca los hechos narrados a una crisis específica. Desde del punto de vista del absurdo definido por Albert Camus, se puede afirmar que, al contrario de Sísifo, los personajes de Onetti no derivan ningún beneficio de sus acciones, porque no son felices. De hecho, la posibilidad de felicidad es algo que ni siquiera se postula en sus vidas: su ineludible fracaso aparece siempre previamente garantizado.

Reveladora de la desilusión, la obra de Onetti no permite la esperanza. En ella el hombre es un ser que se hunde en una especie de fango colectivo. Según Shaw, para los personajes de Onetti “la única salida posible sería un retorno a algún tipo de fe” (62). Sin embargo, esta fe les es negada, y con ella cualquier forma de ilusión: “Sin la fe sólo queda la conciencia de la condenación al absurdo existencial y el recurso a tristes sucedáneos” (62). Como afirma Luis Eyzaguirre: “Los textos de Onetti confrontan al lector un mundo cansado, de ejes desgastados, y con seres solitarios que lo pueblan conscientes de este desgaste y de la inevitabilidad de la caída” (195).

Frente a tal expresión del sinsentido, procederé al análisis de la ab-yección en la obra de Onetti tomando como base cuatro elementos distintos

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que la remiten al absurdo de la existencia: el asco, el miedo, la muerte y la inmoralidad.

el asCO

Mientras el fracaso de la raza humana se encuentra en su impotencia frente a lo abyecto, la relación entre la abyección y el asco descubre la base misma de esta impotencia. El asco es la forma primordial de reacción hu-mana a lo abyecto. Si la abyección es aquello que posibilita al individuo la percepción de lo impuro como tal, el asco es el resultado de tal percepción. El contacto con lo impuro produce la sensación de aversión que indica la presencia de lo abyecto. A ese respeto, Kristeva escribe:

Quizá el asco por la comida es la forma más elemental y más arcaica de la abyección. Cuando la nata, esa piel de superficie lechosa, inofensiva, delgada como una hoja de papel de cigarrillo, tan despreciable como el resto cortado de las uñas, se presenta ante los ojos, o toca los labios, entonces un espasmo de la glotis y aun de más abajo, desde el estómago, de vientre, de todas las vísceras, crispa el cuerpo, acucia las lágrimas y la bilis, hace latir el corazón y cubre de sudor la frente y las manos. Con el vértigo que nubla la mirada, la náusea me retuerce contra esa nata y me separa de la madre, del padre que me la presentan. (9)

El asco aparece aquí como el sentimiento que califica la separación de las fronteras entre el hombre y el mundo, entre sujeto y objeto, entre interior y exterior. El sentimiento de repulsa implicado en el asco constituye la abyección misma como escisión primordial. Asimismo, el sentimiento de asco establece la conciencia del mal, de lo peligroso, de todo aquello que debe ser evitado. Incluye también la reacción espontánea a lo hediondo, lo obsceno y lo inmoral. Es en ese sentido que en Juntacadáveres Onetti presenta el personaje Marcos Bergner constantemente visitado por un sentimiento de asco. La abyección se hace evidente en su vida cuando, en el capítulo XXIV, despierta al lado de Rita:

Pero ya no podía volver a dormir y seguir oyén-dola, era inútil provocar el sueño restregando con un gesto infantil la boca entreabierta y ensalivada contra el costado de Rita. Abrió los ojos hacia la

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claridad de la noche enrejada en el jardín, hacia los grillos, el viento, los rumores insignificantes y lejanos; oyó el reloj de la iglesia y dedujo que el viento soplaba del oeste, que era una buena noche para pescar. Quedó definitivamente despierto, a la defensiva, odiándose por estar vivo y lúcido, entumecido por el odio como por un dolor. Giró para apartarse, inquieto y asqueado, del olor de la muchacha y de la planta trenzada en los barrotes de la ventana. (Onetti, Juntacadáveres 155)

El constante sentimiento de asco de Marcos se refiere a su caída en la inmoralidad. Al principio de la novela él rechaza la idea del prostíbulo e incluso amenaza accionar violentamente contra los que lo están construyendo. Así, la historia de Marcos en Juntacadáveres es una historia de hipocresía y decadencia moral. A través de la abyección implicada en la obscenidad de la cual no logra apartarse, el personaje sufre la epifanía del absurdo y se coloca en contra del mundo en que vive. En otro momento en que el asco está presente, Marcos habla con Rita:

[…] Estoy con vos y me quedo loco; después me da asco, ya te lo dije. Pero no te tiene que importar, porque siempre me dio asco. Después de todo, las mujeres son la misma cosa, cualquier mujer. Y esto está bien, se me ocurre, porque no somos una misma carne y sólo el matrimonio puede hacer que dos sean una misma carne. Mi tío el cura puede convertirnos en una sola carne y entonces ya no sentiría asco. Es así. Te parece gracioso; pero si fuéramos a la iglesia y mi tío nos casa, seríamos una sola carne. ¿Entendés? (Onetti, Juntacadáveres 156)

Para Marcos, su relación con Rita es impura, y, por lo tanto, inmersa en la abyección. De ahí proviene su asco, lo cual solo desaparecería a través de la consagración de su relación con Rita. En ese sentido, solo a través de la purificación sería posible la eliminación del sentimiento de repugnancia de Marcos; es decir, a través de su alejamiento de lo abyecto:

—No hables. Una sola carne. Tiene que ser así, debe ser así, porque si no todo el mundo se habría suicidado. Nadie podría aguantarlo. Todos somos inmundos y la inmundicia que traemos desde el otro y el asco es insoportable. Como dice mi tío el

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cura, se necesita el apoyo del amor de Dios, tiene que estar Dios en la cama. Entonces sería distinto, estoy seguro; se puede hacer cualquier cosa con pureza. (Onetti, Juntacadáveres 157)

En el caso de Marcos el asco proviene de su encuentro con el sinsentido de su propia vida, asco este que se establece a partir de su incapacidad en observar el orden religioso que daría sentido a su existencia. Marcos reconoce el carácter esencialmente impuro del ser humano, y este reconocimiento es la abyección misma: algo insólito que, como hemos señalado, está en la base de la separación entre el hombre y el mundo2.

En ese sentido, la abyección aparece en la base del sentimiento religio-so, toda vez que este se define como re-ligare, es decir, como la búsqueda de reconciliación entre el hombre, el mundo y la divinidad. Como afirma Kristeva, lo contacto con lo abyecto encuentra su prohibición en los códigos impuestos por las religiones:

La abyección acompaña todas las construcciones religiosas […].La abyección aparece como rito de la impureza y de la contaminación en el paganismo de las sociedades donde predomina o sobrevive lo matrilineal, donde toma el aspecto de la exclusión de una sustancia (nutritiva o ligada a la sexualidad), cuya operación coincide con lo sagrado, ya que lo instaura.La abyección persiste como exclusión o tabú (ali-mentario u otro) en las religiones monoteístas, particularmente en el judaísmo, pero deslizándose hacia formas más “secundarias” como trasgresión (de la Ley) […].Las diversas modalidades de purificación de lo abyecto —las diversas catarsis— constituyen la historia de las religiones. (Kristeva 27)

La abyección aparece entonces como la fundadora del ser del hom-bre; es decir, como aquello que lo constituye a partir de su escisión con el

2 Es impotante subrayar que el absurdo ha sido definido por Camus como el divorcio entre el mundo y el hombre, entre la razón que busca comprender y el universo incomprensible. En su ensayo filosófico Le Mythe de Sysiphe (1942), el autor argelino escribe: “[l’absurde] c’est ce divorce entre l’esprit qui désire et le monde qui déçoit, ma nostalgie d’unité, cet univers dispersé et la contradiction qui les enchaîne” (Camus 73).

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mundo natural. Representa la “pérdida inaugural” de la raza humana, o sea, su caída. En ese sentido, la abyección es aquello que produce la necesidad de la religión, de algo que permita suprimir, aunque débilmente, la falta o carencia “fundante de todo ser” (Kristeva 12).

En Juntacadáveres el asco aparece también como el sentimiento de Jorge Malabia frente la impureza de su relación con la viuda de su hermano:

Puedo salvarme —pienso— de ella, de mi cobardía, de mi hermano muerto, de mis padres, de memorias y presentimientos, si exagero hasta poder tocarlo, hasta el terror y el vómito, el diminuto asco que obtengo de saberla más vieja que yo, de saber que ella anduvo por donde yo aún no pisé, de saber que gastó lo que yo todavía no he tocado, de saber que desperdició ya las oportunidades que a mí me esperan. (Onetti, Juntacadáveres 51)

Aquí, el asco dirigido hacia Julita comprende una repugnancia más amplia referida al carácter grotesco de la vejez femenina. En ese contexto, también Larsen percibe a sus amantes como seres abyectos y grotescos:

[…] cuando el cadáver adiposo o esquelético que acababa de agregar a su colección o rebaño se resolvía a suspender, siempre provisoriamente, el llanto o los vómitos o las fatigadas frases de ternura murmuradas entre el hombro y la oreja, Junta erguía hacia el techo del dormitorio el cigarrillo encajado en la boquilla y meditaba unos minutos en aquel fracaso y en aquella sensación de fracaso que se vinculaban con todas las mujeres, después de los cuarenta años, y que parecían estar aguardándolas desde el principio, desde el nacimiento o la ado-lescencia, como un salteador en un camino. O que ellas llevaban adentro y alimentaban con su sangre y algún día inevitable parían para verse acogotadas por él, por el fracaso, y culpar de su existencia a los demás, al mundo, al Dios que imaginaban después de cuarentonas. (Onetti, Juntacadáveres 144)

La escisión perpetrada por el descubrimiento de lo abyecto genera el temor y la angustia, y desvela la soledad como encuentro con la nada. La posibilidad de contacto con aquello que por norma o ley debe ser rechazado,

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es decir, con aquello que está de antemano interdicto, produce el miedo y la aprehensión. La sospecha y la duda son las reacciones sicológicas más frecuentes en el enfrentamiento a lo impuro. El carácter irracional de la abyección le confiere su calidad de absurdo y produce la turbación en el sujeto que la encuentra como objeto de su percepción.

el MiedO

El tema del miedo como reacción a lo abyecto aparece con claridad en El Astillero (1961). En esta novela, el protagonista de Juntacáveres reaparece, viviendo ahora como empleado de un astillero al borde de la ruina. En un momento de marcado irrealismo, camina hacia la casilla donde vivía Gálvez, su colega de trabajo, con su esposa. Gálvez ha muerto, y su mujer encinta se ha quedado sola. Allí, anegado por un sentimiento de miedo y asco, Larsen observa el parto de la mujer de Gálvez como algo impuro:

Vio la mujer en la cama, semidesnuda, sangrante, forcejeando, con los dedos clavados en la cabeza que movía con furia y a compás. Vio la rotunda barriga asombrosa, distinguió los rápidos brillos de los ojos de vidrio y de los dientes apretados. Sólo al rato comprendió y pudo imaginar la trampa. Temblando de miedo y asco se apartó de la ventana y se puso en marcha hacia la costa. Cruzó, casi corriendo, embarrado, frente al Belgrano dormido, alcanzó unos minutos después el muelle de tablas y se puso a respirar con lágrimas el olor de la vegetación invisible, de maderas y charcos podridos. (Onetti, El astillero 232)

El asco y el miedo de Larsen frente al nacimiento de un ser humano simbolizan el carácter abyecto y absurdo de la vida. Kristeva subraya la relación entre el miedo y la abyección:

El fóbico no tiene más objeto que lo abyecto. Pero esta palabra “miedo” —bruma fluida, viscosidad inasible—, no bien advenida, se deshace como un espejismo e impregna de inexistencia, de resplandor alucinatorio y fantasmático, todas las palabras del lenguaje. De esta manera, al poner entre paréntesis el miedo, el discurso sólo podrá sostenerse a condición de ser confrontado incesantemente con este otro lado,

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peso rechazante y rechazado, fondo de memoria inaccesible e íntimo: lo abyecto. (Kristeva 14)

El miedo también aparece como elemento de ligación entre la obra de Onetti y la de una de sus más importantes influencias: Louis-Ferdinand Céline. En Voyage au bout de la Nuit (1952), el protagonista Bardamu sufre un colapso nervioso después de volver de la guerra. De su derrumbamiento resulta que su amante, Lola, le abandona:

“¿Es verdad que te has vuelto loco, Ferdinand?”, me preguntó.“¡Sí!”, confesé.“Entonces, ¿te van a curar aquí?”“No se puede curar el miedo, Lola”.“¿Tanto miedo tienes, entonces?”“Tanto y más, Lola, tanto miedo, verdad, que, si muero de muerte natural, más adelante, ¡sobre todo no quiero que me incineren! Me gustaría que me dejaran en la tierra, pudriéndome en el cementerio, tranquilo, ahí, listo para revivir tal vez…”. (Céline 83).

Así como el miedo de Larsen, de Jorge Malabia y de Marcos Bergner, el miedo de Bardamu no tiene un objeto preciso, es algo oscuro que flota en su ser, algo que se ha pegado en su mente y que pasa a habitarlo de forma irremisible. Es cierto que el pánico del protagonista se origina en la guerra, pero no es algo que se establece como reacción a un peligro inminente o a una amenaza momentánea; es decir, la guerra no es la causa profunda de su temor, sino apenas algo que lo ha despertado. El horror de Bardamu es algo más profundo que el resultado del simple choque con el riesgo, es un sentimiento perenne que se infiltra en su psiquis y de lo cual él no puede deshacerse. Así también es el miedo de Larsen en El astillero:

No se trataba de un miedo que él hubiera podido explicar de buena fe a cualquier amigo recuperado, a cualquier hombre abatido y reconocible que surgiese de la muerte o del olvido. “Llega el momento en que algo sin importancia, sin sentido, nos obliga a despertar, y mirar las cosas tal y como son”. (Onetti, El astillero 189)

Así como ocurre a Larsen, la verdadera causa del miedo del protago-nista de Céline es su encuentro con el sinsentido, con el carácter absurdo de la existencia. La proximidad a la muerte, la visión de la atrocidad, y el

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encuentro con lo abyecto durante la guerra, hacen que Bardamu sufra una especie de descubrimiento que determinará toda su vida futura: su epifanía del absurdo es una epifanía de la abyección.

la MUeRte

La muerte aparece en la obra de Onetti como un elemento que conecta absurdo y abyección. Una de las características más notables de la defunción en Onetti se encuentra en el hecho de no causar escándalo. Al hacer con que la muerte invada la vida, el autor uruguayo rehuye a lo melodramático en su planteamiento de la agonía humana. Al contrario de un evento inesperado, causador de congoja y dolor, la muerte aparece como algo que no causa sorpresa por haber estado siempre presente. El sufrimiento que inflige no depende de un momento específico, sino que siempre estuvo allí. En Onetti, la irrupción de la muerte en la vida aparece como una realidad ineludible, intrínseca a todos los movimientos de sus personajes.

A ese respecto, Fernando Aínsa subraya la dimensión existencialista de la muerte en Onetti:

En la alegoría existencial de Onetti la metáfora de la vida como un pasaje de un sueño a otro, de un tránsito sin fronteras entre la realidad y la ficción, se completa con esta lección inesperada de la muer-te aceptada con la naturalidad de un sueño. Acto solitario por excelencia, la muerte en sus diferentes variantes estaría siempre anticipada por signos que impiden toda sorpresa. (Aínsa, Del canon a la periferia… 118)

En su retrato de la vida visitada perpetuamente por la muerte, Onetti hace que gran parte de sus personajes aparezcan como muertos-vivos, como seres anegados en la autonegación y próximos a la total aniquila-ción. La expresión más contundente de la muerte aparece en el carácter cadavérico de los seres onettianos. Estos, en Juntacadáveres adquieren su forma más clara en las prostitutas llevadas por Larsen al prostíbulo de Santa María.

María Bonita, Irene y Nelly son “mujeres inverosímiles” (Onetti, Juntacadáveres 15), seres fantasmales cuya existencia anegada en la impu-reza se desvela como algo totalmente precario, como una llama débil que amenaza extinguirse a cualquier momento. En ese sentido, son poco más

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que cadáveres, individuos opacos y degradados, mujeres que han perdido su brillo; como Nelly, cuyas cejas amarillas son “dibujadas cada mañana para coincidir con el desinterés, la imbecilidad, la nada que podían dar sus ojos” (Onetti Juntacadáveres 9); como María Bonita, una mujer que ha perdido su anterior belleza:

Aun descalza la cabeza le llegaba a la altura de la llama desganada que crepitaba en la hornacina. “No tiene cuarenta años”, bromeó Junta, “debe estar un poco arriba de los treinta. Pero ya el cuerpo le empieza a pesar, es como si ella misma colgara, al revés de la María Bonita que conocí cuando era una muchacha y tenía otro nombre. Aunque era alta, todo en ella se movía hacia arriba, quería crecer. Más alta que yo, que casi todos los hombres; pero miraba hacia arriba y se enderezaba y levantaba los brazos. Ahora vuelve, todo lo cuelga, quiere bajar, la barriga, el pecho, la cara, las manos agrandadas”. (Onetti, Juntacadáveres 117)

El tiempo transforma a María Bonita en un ser grotesco, en algo que se aproxima más y más a un cadáver. También Ercilia es “uno de los quejosos, humillantes cadáveres que él [Junta] administraba” (Onetti, Juntacadáveres 55), una de las cuatro prostitutas de “cuerpos doblados y deformes, las caras raídas, grotescas, las enfermedades mismas de los cuatro obscenos restos de mujer que él apacentaba, ayudándolas intuitivamente con sopapos y minús-culas infamias” (Onetti, Juntacadáveres 55). A ellas Junta se refiere cada día como “el cadáver de turno” (Onetti, Juntacadáveres 58), como esqueletos que se sientan a su lado “haciendo sonar codos y rodillas con las falanges y el vaso entre los fémures abiertos, segregando los años, la insensatez y el acabamiento” (Onetti, Juntacadáveres 58).

El cadáver descubre una nueva dimensión de abyección y absurdo en la obra de Onetti. Kristeva subraya el carácter abyecto del cadáver:

[…] tanto el desecho como el cadáver, me indican aquello que yo descarto permanente para vivir […] Esos desechos caen para que yo viva, y mi cuerpo caiga entero más allá del límite, cadere-cadáver […] Si la basura significa el otro lado del límite, allí donde no soy y que me permite ser, el cadáver, el más repugnante de los desechos, es un límite que lo ha invadido todo. (Kristeva 10)

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El contacto con el cadáver representa una de las prohibiciones más importantes entre los pueblos primitivos. En Tótem y Tabú, Freud escribe acerca del tabú de los muertos:

Sabemos ya que los muertos son poderosos sobe-ranos; quizá nos asombre averiguar ahora que son también considerados enemigos.Manteniendo nuestra comparación con el contagio, podemos decir que el tabú de los muertos muestra, en la mayor parte de los pueblos primitivos, una particular virulencia. Este tabú se manifiesta, prime-ramente, en las consecuencias que el contacto con los muertos trae consigo […] Entre los maoríes, aquellos que han tocado a un muerto o asistido a un entierro se hacen extraordinariamente “impuros” […] Las costumbres tabúes impuestas a consecuencia del contacto material con un muerto son iguales en toda la Polinesia, toda la Melanesia y una parte de África. (Freud 66)

Aquí percibimos el carácter peligroso que asume el cadáver en la mente humana primitiva. Mientras los muertos son considerados como enemigos, sus cadáveres asumen el papel de algo maligno y amenazador, adquiriendo inmediatamente un perfil abyecto. La impureza del cadáver se refleja en el sentimiento de asco experimentado por Larsen cuando se encuentra en compañía de su “cadáver de turno”:

Peludo, vestido con la camiseta marrón que re-torcía su borde junto al ombligo, recorriendo con un dedo la forma de flor de la bocina verde del fonógrafo, Junta oscilaba entre la piedad y el asco. Siempre sucede con los muertos. Dio un paso y fue mirando curioso la mano que adelantó para tocar el cabello rojizo, quemado, seco y aún perfumado del cadáver sentado sin gracia en la cama. (Onetti, Juntacadáveres 58)

Mostrándose de acuerdo con la descubierta de Freud acerca de la impureza del cuerpo inanimado en la mente primitiva, Kristeva define el cadáver como aquello que infecta la vida con la muerte:

El cadáver —visto sin Dios y fuera de la ciencia— es el colmo de la abyección. Es la muerte infestando la

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vida. Abyecto. Es algo rechazado del que uno no se separa, de que uno no se protege de la misma manera que de un objeto. Extrañeza imaginaria y amenaza real, nos llama y termina por sumergirnos. (Kristeva 11)

Así, en Juntacadáveres el contacto con sus “cadáveres” parece conta-minar a Larsen y hacer que él mismo se torne uno de ellos. Onetti presenta al protagonista como uno de los “muertos-vivos” de la novela:

Todo estaba perdido, porque había terminado, casi sorpresivamente, la historia única, insustituible de aquel hombre llamado de varias maneras, llamado Junta, y que él, sin reconocerlo, podía vanagloriarse de cono-cer mejor que nadie. Podía transportarlo, como una mujer a un feto muerto; podía mediante el recuerdo jugar a que estaba vivo. Pero ya no había hechos —los pequeños renacimientos, las modificaciones, los desconciertos, los progresos, las rectificaciones complacidas que cada verdadero hecho significa— sino una serie de actos reflejos, visibles desde esta muerte hasta la otra, e impuestos por el pasado que acababa de terminar […] Muerto, atontado por la convicción del final siempre repentino, a pesar de bravatas e in-tuiciones, sólo le era posible hablar de Junta consigo mismo. (Onetti, Juntacadáveres 116)

El hundimiento en la abyección hace de Junta un ser casi inanimado, una especie de autómata que se encuentra obligado a cargar consigo mismo. En ese sentido, Junta aparece como una clara expresión del ser-para-la-muerte heideggeriano.3 Su total conciencia de su propia finitud, es decir, la

3 Es interesante subrayar que la crítica de Onetti intuye la relación de su obra con el pensamiento de Heidegger. Hugo Verani, por ejemplo, utiliza el concepto heideggeriano de “ser en el mundo” para referirse a la narrativa del uruguayo: “Se comprende, entonces, que al explorar en la precaria situación del ser en el mundo, las novelas de Onetti giren siempre en torno de un personaje en crisis, en torno de una de las situaciones opresivas que Karl Jaspers llamara ‘límite’. La toma de conciencia del desamparo e inseguridad del hombre, siempre expuesto y limitado, lleva al artista a enfrentarse con esas situaciones límites que le permiten revelar los estratos más profundos del ser: el sufrimiento, la culpabilidad, la locura, las enfermedades, la impotencia del hombre herido de muerte” (Verani 32). También Saúl Yurkievich se refiere a la obra de Onetti en términos heideggerianos, entendiendo al personaje Larsen como “ser para la muerte”: “El ser de la existencia se revela como ser para la muerte. La experiencia en carne viva de la negación y la ilusoria voluntad de superarla son generadoras de angustia. La necesidad y la imposibilidad de ser, de acceder a la unidad, de trascender imponen una visión nihilista. Ante la nada que anonada, Larsen alterna entre una inoperante voluntad de poder y el vacío existencial, sin comunicación ni comunión” (Yurkievich 355).

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presencia concreta de la muerte en su ejercicio vital, lo aproxima al Dasein auténtico. Sin embargo, es importante notar que el Dasein heideggeriano suele mostrarse más capaz de manejar su vida sumergida en las “factici-dades” que determinan su cotidiano. En otras palabras, el Dasein no se limita a aceptar tales facticidades incuestionablemente, y se muestra capaz de, sino propiamente de trascenderlas, por lo menos operar de forma de no hundirse en ellas irreversiblemente. Junta, por otro lado, parece demasiado pesimista para preocuparse con una trascendencia de su condición; de hecho, el protagonista de Onetti se encuentra resignado a su propio hundimiento y lo considera como intrínseco a su propia estructura psíquica y moral. Más que un ser auténtico, la presencia de la muerte en su vida le transforma en un ser caído.

De esta forma, las imágenes corporales que mezclan el feto y la muerte contribuyen para la expresión de un grado máximo de impureza: la vida de Junta es abyecta, porque él mismo es un desecho, algo similar a un feto muerto, una entidad que aparece en el umbral de la existencia y que jamás logra adentrar definitivamente la categoría del ser. El feto muerto es la negación más contundente de la vida, la contradicción más básica de la existencia, algo que antes mismo de nacer ya está muerto.

la iNMORalidad

La impureza de Larsen se inscribe también en su flagrante inmoralidad. La relación entre abyección y inmoralidad ha sido subrayada por Kristeva:

La abyección es inmoral, tenebrosa, amiga de rodeos, turbia: un terror que disimula, un odio que sonríe, una pasión por un cuerpo cuando lo comercia en lugar de abrazarlo, un deudor que estafa, un amigo que nos clava un puñal por la espalda. (Kristeva 11)

El carácter inmoral de la abyección aparece claramente en Juntacadá-veres y El astillero a través del comercio con el cuerpo humano perpetrado por Larsen.4 En Juntacadáveres el protagonista aparece como un proxeneta,

� Es interesante percibir que Hugo Verani reconoce la dimensión ética en que opera la “caída” como metáfora central de la narrativa onettiana: “Los motivos dominantes de la novelística de Onetti se revelan en estrecha correspondencia con este proceso de degradación y deterioro de seres y objetos. Dependen siempre de un tema que abarca diversos niveles de la realidad (física, espiritual, ética, social) y que emerge como la metáfora central del universo narrativo del novelista uruguayo: la caída” (Verani 30). Ángel Rama llama atención para el tema de la moral en la obra de Onetti

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y en El astillero como un oportunista que seduce a una mujer idiota para apoderarse de la fortuna que recibirá como herencia. En ambos casos, Larsen es inmoral. Su inmoralidad es la del hombre que utiliza sus amantes para prostituirlas y saquearlas. En ese sentido, es también sexual: su decadencia implica la obscenidad, su abyección incluye la lascivia y el impudor.

También la trasgresión presente en la prostitución asume desde luego un carácter abyecto, transformando las mujeres de Larsen en “cadáveres”. Onetti retrata la abyección a través de la hediondez del cuerpo humano, lo cual aparece como sucio y degradado en el prostíbulo de Santa María:

El cadáver alzó la cabeza y trató de sonreír. Larsen pensaba en una ciudad rica, blanca y venturosa jun-to a un río, extrañaba su imaginado aire particular como si hubiera nacido allí y enfrentar, por fin, la oportunidad de volver. Miraba el cadáver que se iba enderezando, más amplia la sonrisa sin carne, bruñida la pequeña calavera, hundida en el hueco del vientre la copa vacía. Perdonador y generoso, aspiraba la putrefacción de los escasos cartílagos, examinaba sus coincidencias con el hedor de los otros cuerpos que talvez acabaran de despertar y que, muy pronto, empezaría a llamarlo por el teléfono. (Onetti, Juntacadáveres 58)

En Juntacadáveres el prostíbulo simboliza lo impuro, la trasgresión y la inmoralidad. Las muchachas que escriben cartas anónimas a las mujeres de los hombres que frecuentan el prostíbulo lo hacen para defender la “pu-reza ciudadana”, para “limpiar a Santa María de aquella inmundicia”, y para defenderse de un enemigo que “amenazaba sus principios y sus proyectos” (Onetti, Juntacadáveres 58). Inmoralidad y abyección operan en relación sinónima desvelando el absurdo de un mundo sin reglas, sin orden y sin estabilidad, un mundo hundido en la irracionalidad animal.

Además de utilizar, como hemos visto, el grotesco femenino para re-saltar la muerte como elemento siempre presente en las mujeres que viven

abordado a través del personaje Eladio Linacero en Tierra de Nadie (1941): “Juan Carlos Onetti es […] el mejor ejemplo del realista crítico de la nueva narrativa. La lealtad a la circunstancia se traduce en el debate de los asuntos contemporáneos urgentes, sobre todo los políticos y los morales, que tanto ocupan las conversaciones de los hombres de la época como las planas de los periódicos: Eladio Linacero en la soledad de su cuarto evocará dos líneas divergentes de asuntos que propone la circunstancia: las relaciones amorosas, dentro de la búsqueda de una autenticidad moral (Cecilia, Hanka, prostitutas, etc.) y las relaciones políticas, desde el debate de la izquierda antifascista, pero también anticomunista (Lázaro)” (Rama 79).

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alrededor de Larsen, Onetti lo emplea también para subrayar su carácter inmoral. María Bonita es un ser absurdo, contradictorio, “prudente e inmo-ral” (Onetti, Juntacadáveres 96), una de las tres prostitutas que llegan con el protagonista en Santa María en el medio de “la gorda maternal [y] la rubia estúpida y flaca” (Onetti, Juntacadáveres 13). Incluso Blanca, quizás la única amante de Larsen que no es prostituta, es un ser decadente que lucha “contra la gordura y la vejez como si fueran cosas ajenas, obstáculos en el espacio, independientes de ella, de su cuerpo” (Onetti, Juntacadáveres 95). Así, Onetti nos cuenta cómo Larsen recibió el apodo de Juntacadáveres en una escena donde nuevamente lo grotesco femenino está presente:

Impasible en el centro de las miradas irónicas, en restaurantes que servían puchero en la madrugada, sonriendo a gordas cincuentonas y viejas huesonas con trajes de baile, paternal y tolerante, prodi-gando oídos y consejos, demostrando que para él continuaba siendo mujer toda aquella que lograra ganar billetes y tuviera la necesaria y desesperada confianza para regalárselos, conquistó el nombre de Juntacadáveres, conquistó la beatitud adecuada para responder al apodo sin otra protesta que un pequeña sonrisa de astucia y conmiseración. (Onetti Juntacadáveres 142)

La identificación entre promiscuidad y suciedad aparece en el capítulo XVIII de Juntacadáveres, donde confirma el carácter abyecto de la inmorali-dad. Allí, descubrimos que Junta vive con las tres prostitutas en una especie de concubinato marcado por la inmundicia y el desaseo. Las imágenes de suciedad y desecho son constantes: el ronquido de una de las muchachas se instala intermitentemente “como un pequeño sapo que cayera humedecido, deshuesado” (Onetti, Juntacadáveres 115); el narrador confirma los objetivos del protagonista como algo que implica el comercio con el cuerpo humano y que parte “desde la grosería natural del deseo” (Onetti, Juntacadáveres 115); María Bonita se inclina para besar a Junta “deteniéndose para oler el alcohol y el tabaco” (Onetti 1985: 116), y luego se siente incómoda con la suciedad que la rodea y comunica a Larsen su voluntad de anularla: “Me dan ganas de limpiar. ¿Ves la mugre?” (Onetti, Juntacadáveres 118).

La inmoralidad aparece también como abyección, porque contradice la pureza. La libertad radical implícita en la inmoralidad descubre el absurdo como la falta total de reglas y coherencia. La posibilidad de una libertad sin sentido aparece en la obra de Onetti a través del retrato del indiferente moral, del hombre sin fe ni interés por su destino. En Identidad cultural

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de Iberoamérica en su narrativa (1986), Fernando Aínsa analiza a estos personajes indiferentes a la moral de la siguiente forma:

La evasión del mundo que los oprime y la pérdida de toda creencia religiosa o política, ha otorgado a estos nihilistas del siglo XX una insospechada libertad. Sin embargo, podrán preguntarse como el héroe de Sartre: “Libertad, sí, pero ¿para qué?”, y descubrir que, gracias a la mirada “diferente” que poseen, están amenazados por otros males como la ansiedad, las dudas, la soledad, la angustia y la alienación, las que serán las “enfermedades” del hombre contemporáneo. (323)

La moral se presenta, entonces, como el contrario de la libertad radical, y también como aquello que rescata al hombre de su estado de abyección. La relación antagónica entre moral y abyección tiene sus raíces más profundas en el tabú. El sentimiento de rechazo, asco y aborrecimiento implicado en el contacto con lo abyecto, sirve de base para la construcción de las prohibi-ciones e interdicciones que constituyen los tabúes de los pueblos primitivos; es decir, el tabú es aquello que separa al hombre primitivo de lo abyecto. Considerando el tabú como aquello que está en la raíz de la moral, perci-bimos la relación de oposición entre moral y abyección, y, por ende, entre moral y absurdo, entendido este como la expresión de la sinrazón.

Finalmente, frente al retrato de desolación presentado por Onetti en su obra, solo nos queda concordar con Donald Shaw cuando afirma que “más aún que Garmendia en La mala vida, más que Donoso en El obsceno pájaro de la noche, Onetti insiste en el horror y la repugnancia que inspira la vida” (Shaw 68). En esto se resume el absurdo onettiano, en la expresión del carácter abyecto de la existencia a través de una literatura que reconoce el mal, la atrocidad y la crueldad como aspectos ineludibles de la psiquis humana, y observa la catástrofe y el deterioro como el destino más cierto de un ser que ha perdido la fe en la trascendencia.

BiBliOGRaFía

Aínsa, Fernando. Identidad Cultural de Iberoamérica en su narrativa. Madrid: Gredos, 1986.

——. Del canon a la periferia: encuentros y trasgresiones en la literatura uruguaya. Montevideo: Trilce, 2002.

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en Xalapa. Revista del centro de investigaciones lingüístico-literarias de la Universidad Veracruzana. Ed. Jorge Ruffinelli. VI.18-19 (jul.-dic. 1980): 188-199.

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Homenaje a Juan Carlos Onetti, variaciones interpretativas en torno a su obra. Helmy F. Giacoman. New York: L.A. Publishing Company Inc. (Anaya, Las Américas).

Onetti, Juan Carlos. Juntacadáveres/El astillero. Barcelona: Planeta-De Agostini, 1985.

——. El astillero. Madrid: Cátedra, 1993.——. Onetti: Cuentos Completos (1933-1993). Madrid: Alfaguara, 1998.Rama, Ángel. “El narrador ingresa al baile de máscaras de la modernidad”.

Juan Carlos Onetti: el escritor y la crítica. Ed. Hugo J. Verani. Madrid: Taurus. 75-91.

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Verani, Hugo. Onetti: el ritual de la impostura. Caracas: Monte Ávila Editores, 1981.

Yurkievich, Saúl. “En el hueco voraz de Onetti”. Juan Carlos Onetti: el escritor y la crítica. Ed. Hugo J. Verani. Madrid: Taurus, 1987. 340-356.