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Edición Especial| 1 Edición Especial La Gazeta de la Universidad Nacional de Moreno 1949 – 22 de noviembre – 2019 70 años de gratuidad universitaria “Que el engrandecimiento

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Edición Especial

La Gazeta de la Universidad Nacional de Moreno

1949 – 22 de noviembre – 2019

70 añosde gratuidad universitaria

“Que el engrandecimiento y auténtico progreso de un Pueblo estriba en gran parte en el grado de cultura que alcanza cada uno de los miem-bros que lo componen. Que por ello debe ser primordial preocupación del Estado disponer de todos los medios a su alcance para cimentar las bases del saber, fomentando las ciencias, las artes y la técnica en todas sus manifestaciones”, rezaba el Decreto Presidencial Nº 29.337 del 22 de noviembre de 1949, y terminaba con el cobro de aranceles en las universidades públicas.

La comunidad universitaria celebra hoy el 70º aniversario de la firma de ese decreto, que marcaba un antes y un después en el sistema universi-tario de nuestro país y le otorgaba una de sus características distintivas.

Con este decreto, la República Argentina reafirmaba el reconocimiento del acceso a las universidades públicas como un derecho humano. Se tomaba, a través de esta política de Estado, una posición de vanguardia respecto de la educación pública tanto en la región como a nivel de las mayores potencias del mundo.

Con motivo de esta conmemoración, la Universidad Nacional de Mo-reno, junto con las demás universidades nacionales que componen el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), ha generado y participado de producciones con el objetivo de promulgar la importancia de la gratui-dad de la educación superior.

En particular, la UNM ha realizado entrevistas a distintos miembros de la comunidad universitaria, en la que cada uno, desde su experiencia y campo disciplinar, ha compartido sus reflexiones en torno a la trascen-dencia y efectos de la supresión de los aranceles. Además, adhiriendo a las celebraciones a nivel nacional, la Universidad ha utilizado durante todo el año el isologo alusivo propuesto por el CIN.

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La Gazeta de la Universidad Nacional de Moreno

Desarrollando su noveno Ciclo Lectivo, la UNM se constituye como el corolario de una serie de su-cesos históricos y decisiones políticas que traza-ron, y continúan formando parte, de su camino e identidad. Año a año, se produce un crecimiento en la matrícula de la UNM, en sintonía con lo que ocurre en las otras universidades argentinas y, en particular, en las otras universidades del Conur-bano Bonaerense. Podemos nombrar diferentes causas para explicar este fenómeno, entre ellas, “el aumento de las demandas de trabajo califica-do y principalmente, los mecanismos destinados a superar las barreras arancelarias y, propiamen-te, la gratuidad”1.

Para el año 2019, la UNM recibió un total de 6357 preinscripciones online, de los cuales 3748 com-pletaron la entrega de documentación para iniciar sus estudios. Esta cifra representa un crecimiento en comparación a 2018, donde los preinscriptos fueron 5055. Esta es la población de nuevos estudiantes que transita la UNM, y son, en su mayoría, jóvenes, mujeres y residentes del Conurbano Bonaerense. Además, 8 de cada 10 son los primeros en su familia en acceder a la educación superior.

Los datos de las inscripciones de este año no pueden leerse sino a la luz de procesos anterio-res, como la gratuidad universitaria, establecida mediante la supresión de aranceles por decreto presidencial en 1949 y la creación de nuevas uni-versidades este siglo. Son estos, entre muchos otros, los factores que configuraron las caracte-

Gratuidad y acceso: los estudiantes de la UNM

rísticas de nuestros ingresantes: 6 de cada 10 son mujeres; el 66% son menores de 25 años; el 53% proviene del partido de Moreno (esta cifra es me-nor en comparación a años anteriores, lo que evi-dencia un crecimiento del área de influencia de la UNM en el territorio al recibir cada vez más estu-diantes de ciudades vecinas); el 41% son trabaja-dores y el 70 % es egresado de la escuela pública. Además, considerando el nivel educativo alcan-zado por los padres y madres de los ingresantes, terminaron su educación secundaria el 20% de los padres y el 23% de las madres y se recibieron en la universidad solo el 2% de los padres y el 4% de las madres2.

Sin dudas, el acceso irrestricto y la eliminación de aranceles del sistema universitario en nuestro país han permitido que sectores históricamente relegados sean incluidos y puedan acceder a la educación superior. Sin embargo, pero sin restar importancia a estas medidas históricas y consti-tutivas de la universidad argentina, los niveles de deserción siguen siendo altos. Se vuelve necesa-rio, en este contexto, promover mecanismos que resulten eficaces para paliar esta situación y dis-minuir la tasa de abandono de los estudios. Que sigamos teniendo cada vez más inscriptos, pero que logren permanecer, y que crezca el porcen-taje de graduados, es hoy el desafío de nuestras universidades.

Dirección de Comunicación Institucional UNM

1 Andrade, Hugo (2018). El financiamiento de la universidad pública en “La Universidad Nacional de Moreno a 100 años de la Reforma Universitaria 1918-2018”. UNM Editora, Moreno.

2 Los datos corresponden al Informe sobre el perfil de los inscriptos al Ciclo 2019 elaborado por el Departamento de Estudios y Asistencia Técnica de la Secretaría Académica de la UNM.

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La gratuidad universitaria como derecho humano1949-2019 - 70 años de la supresión de aranceles universitarios en la ArgentinaPor Hugo Andrade 1

La concepción de la educación superior pública y gratuita, es decir, garantizada por el financiamien-to del Estado, se asienta en su función social inclusi-va y estratégica para el proceso de desarrollo del país con justicia social, planteo que se explicita desde la génesis misma de la supresión de aranceles uni-versitarios hace 70 años, cuando por el Decreto Nº 29.337 del 22 de noviembre 1949, el Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, dispone la supresión de aranceles y gravámenes para el ingreso a las uni-versidades nacionales, cualquiera sea la condición social de los estudiantes.

La medida era un paso más en la configuración y defensa de los derechos sociales esenciales que su-pimos conseguir en nuestro país, y sustentados en la Constitución Nacional de 1949, de la que también se celebra el 70° aniversario este año, la que además de consagrar con ese rango, el derecho a la educa-ción superior pública y gratuita, preveía el estableci-miento de regiones universitarias, a fin de asegurar una distribución homogénea de las instituciones en el territorio, como forma implícita de redistribución del poder, la riqueza y el conocimiento para construir una sociedad más justa y que posea condiciones en-dógenas apropiadas para llevar a cabo un proceso de desarrollo sostenido. Es por ello que muchas ve-ces hemos dicho que la creación de universidades nuevas desde comienzos del siglo XXI, fenómeno en el que se inscribe la creación de las llamadas Uni-

versidades del Bicentenario Argentino, y entre ellas, nuestra Universidad Nacional de Moreno en el 3º cordón del conurbano, es una decisión heredera de esta singularidad argentina que es la construcción de un modelo universitario como herramienta de as-censo social, no solo de los individuos que acceden a ella, sino de la comunidad en su conjunto.

En este devenir histórico encontramos una reafir-mación categórica de esta concepción, en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966, al reconocer que: “La ense-ñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita”, y particularmente, en las sucesivas Declaraciones de las Conferencias Regionales de Educación Superior de América Latina y el Caribe, que han reafirmado y perfeccionado esta definición, al sostener en la III Conferencia realizada en la ciudad de Córdoba en ju-nio de 2018 que: “La educación no es solo un derecho humano sino también un derecho de los pueblos.” y “…la educación superior pública en América Lati-na debe ser gratuita y un deber del Estado teniendo este como responsabilidad indelegable, garantizar el ingreso y la permanencia de los estudiantes en la educación superior.”

1 Rector de la Universidad Nacional de Moreno.

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Reafirmar el valor de un espacio “no mercantil” estratégicoPor Pablo Tavilla1

Conmemorar los 70 años de gratuidad en educación universitaria tiene una significancia política y cultu-ral superlativa en el actual contexto de arrollador do-minio y planteos resignificadores por parte de lo que da en llamarse proyecto neoliberal y que trasciende las fronteras nacionales.

Implica un acto político de reafirmación de quienes no nos resignamos a vivir en un mundo deshumani-zado y nos involucramos en el conflicto social y po-lítico para mejorarlo y lograr vivir mejor. Las versio-nes de la memoria y la narración histórica se hacen desde el presente y están íntimamente relacionadas con los intereses y los valores de quienes recorda-mos y las realizamos.

Cómo no reafirmar la rica tradición nacional de edu-cación universitaria pública y gratuita en estos tiem-pos de capitalismo desbocado, cuando necesitamos sacudirnos tanto bombardeo de ideología y valores culturales neoliberales que se nos meten por todos lados. Colonizando nuestras subjetividades

1 Director-Decano del Departamento de Economía y Administración.

Estos principios son un importante freno a la mer-cantilización internacionalizada y a la privatización misma de la Educación Superior a nivel global, alen-tados por los organismos multilaterales de crédito y la Organización Mundial del Comercio (OMC), en congruencia con el neoliberalismo hegemónico; frente a los cuales el Estado argentino ha ratificado en el ordenamiento jurídico de la educación supe-rior vigente (dispuesto por la Ley N° 24.521), que “…la educación y el conocimiento son un bien público y un derecho humano personal y social…”, al modi-ficar su artículo 1° por la Ley 27.204 sancionada en 2015, entre otras adecuaciones concordantes con estos principios.

Es nuestra convicción que la educación superior argentina, desde la Reforma del 18, ha venido configurando una posición de vanguardia, tanto en la región como a nivel de las mayores poten-cias del mundo, lo que expresa su enfrentamien-to ya histórico, al tradicional carácter elitista y de privilegio de clase propio de la institución univer-sitaria clásica heredada de la Europa medieval; revelando así, y particularmente en este tiempo de expansión del sistema universitario con las Universidades del Bicentenario Argentino, su condición de capital social y por tanto, elemento fundamental para la construcción y endogenei-zación de condiciones de desarrollo colectivo y justicia social.

De manera que, esta recordación es una oportu-nidad no solo para conmemorar o reflexionar, sino para defender la gratuidad de la enseñanza superior en la Argentina. Particularmente en este presente es una herramienta insustituible para superar los pro-cesos de transformación que atraviesan las socieda-des del siglo XXI, envueltas en un acelerado cambio tecnológico y una creciente concentración de la riqueza y el poder, con la consiguiente profundiza-ción de inequidades sociales de toda índole. En este sentido, vale reafirmar una vez más que la educación superior posee una capacidad única para contribuir a revertir las bases estructurales sobre las cuales se construye la desigualdad social, política y económica de nuestros pueblos.

A lo largo de estos 70 años hemos vivido varios mo-mentos de embate a la gratuidad de la educación uni-versitaria, frente a los cuales es necesario afirmar una vez más que la educación superior pública y gratuita no puede considerarse un gasto, ni un bien transable.

Pese a todo, la educación superior pública y gratuita continúa siendo una realidad y patrimonio de toda la sociedad argentina, ya que ha superado los avatares de nuestras tensiones políticas históricas y se con-serva como una conquista imprescriptible, en la lu-cha permanente de los sectores populares y medios de nuestra sociedad por su espacio en lo político, lo social y económico.

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Edición Especial

El neoliberalismo es un proyecto político y cultural que predomina desde hace unos 40 años y lo que queda muy claro es que produce más desigualdad, precariedad social e inestabilidad en general.

Un contexto mundial capitalista actual de crisis y rees-tructuración socio-económica profunda, con el auge de la llamada por el geógrafo David Harvey “acumu-lación por desposesión”, refiriéndose a la faceta más depredadora de búsqueda de oportunidades renta-bles vía apropiación de activos, nuevas formas de “cer-camientos” territoriales y mercantilizando ámbitos que estaban fuera del sometimiento a la dura ley de la rentabilidad privada y, sobre todo, a la apropiación de rentas, tal como son los casos de la educación y la salud entre muchos otros.

Se trata de un contexto de desregulación y liberali-zación de las pulsiones de mayor agresión y preda-ción que también asedian el territorio específico de la educación superior con discursos disfrazados de sensatez y con cálculos de costos supuestamente “racionales”. Lo de siempre en las clases propietarias más ricas que consideran que todo debe ser para ellas, de lo contrario, serían recursos que se despilfa-rran, se usan corruptamente o se asignan demagó-gica e “ineficientemente”.

Esta conmemoración podemos encuadrarla asimis-mo en la historia de la oposición “polanyiana” entre expansión mercantil, destructiva y desestructurante de la sociedad, y los frentes de resistencia social y po-lítica al respecto, es decir, de defensa y delimitación de vitales espacios no mercantiles para la gestión de la reproducción y el progreso social.

La tradición de gratuidad universitaria argentina, aún cuando por sí sola no es garantía de acceso masivo e igualitario, sobresale especialmente en un mundo que desde fines del siglo XX ha desatado formidables fuerzas contrarias sobre derechos sociales, políticos y laborales. Representa una voluntad colectiva concre-ta de persistir en políticas de acceso a la educación universitaria considerada, como pensamos en esta Casa, como un derecho humano universal.

Se trata del derecho a aprender, a acumular saberes, a enseñar y a actuar en el ámbito de la ciencia y el co-nocimiento sistemático. En un amplio sentido, visto el rol que jugaron los aprendizajes y los conocimien-tos acumulados históricamente, podemos recuperar algo de perspectiva y plantear: ¿cómo es que puede pensarse en trabar el acceso a las distintas fuentes de esos aprendizajes asociados a la historia de la es-pecie humana misma?

Ya sabemos que se suelen usar contabilidades y cos-teos que en realidad disfrazan el conflicto por la dis-tribución del excedente y del poder en una sociedad. La gratuidad universitaria es un capítulo de ese con-flicto y fue y es una decisión política democratizado-ra en un contexto histórico de expansión de derechos coincidente con el retroceso y el disciplinamiento de las fuerzas del mercado y de las finanzas. Períodos ex-pansivos de posguerra en Argentina y el mundo, con la construcción institucional de estados de bienestar y estados desarrollistas.

Lamentablemente, es más excepción que regla mundial lo que sucede en nuestro país, tal como se evidencia en la proliferación de universidades “pa-gas” por toda Latinoamérica, un continente cuyas elites y dirigencia han sido especialmente permea-bles a las ideas neoliberales. Un verdadero asedio privatista tal como comprobamos cuando participa-mos en foros internacionales y escuchamos la opi-nión de muchos expertos.

Universidades que se pagan, un espacio que se abre para hacer un buen negocio y, de paso, terminar con el pensamiento crítico autónomo, en favor de los va-lores individualistas y tecnocráticos y de la lógica del mercado como criterio de verdad. Porque el sistema universitario, no sólo es un camino posible para el ascenso social individual (profesional); es también y fundamentalmente, un resorte clave para modificar subjetividades, para interpretar el mundo y así po-der transformarlo.

El sistema universitario es un lugar clave en la dis-puta por el poder de narración y el de favorecer o impedir que otros relatos surjan. Un ámbito en don-de puede activarse el pensamiento crítico y con ello las posibilidades y alternativas a este presente despiadado, que precariza la vida de centenares de millones de personas. Es decir, otro frente de posi-bilidades para resistir los determinismos e inercias sociales, las arraigadas estructuras mentales y cog-nitivas dominantes. El conocimiento es poder y mo-nopolizarlo es parte de las tácticas y estrategias para su acumulación y concentración en pocas manos y cerebros, lo cual implica sociedades desiguales, sub-yugadas y menos democráticas.

Argentina es uno de los poquísimos países que tie-ne una sólida tradición educativa pública y gratuita de la que enorgullecerse porque debe facilitarse, y no obstaculizarse, el acceso masivo a la actividad de reflexión y formación para encontrar palabras y res-puestas adecuadas a los problemas de los pueblos y las democracias reales latinoamericanas.

En el modelo de Universidad que queremos, la pen-samos como un ámbito en que puede activarse lo mejor de las personas y contribuir así a la convivencia democrática y a una vida más rica, a la formación de mejores dirigentes políticos y de organizaciones en general, al aumento en las capacidades de organiza-ción y cooperación social, al desarrollo económico y al progreso científico, por solo citar propósitos univer-sitarios fundamentales que incluyen pero trascien-den al objetivo de excelente formación profesional para el mercado de trabajo.

Necesitamos producir conocimiento sistemático, le-vantar la cabeza sobre todo lo irreflexivo que se aso-cia con las coyunturas apremiantes, los mensajes fatalistas, los ritmos frenéticos, el cortoplacismo y el efectismo de las frases vacías. Es en las Universida-des donde se puede lograr. Generar teoría útil para resolver problemas sociales y enfrentar desafíos epocales, volver a valorizar la pertinencia científica respecto de la evidencia histórica, en medio de tanta impotencia imaginativa.

2 Se refiere a Karl Polanyi, que en las sociedades capitalistas modernas identificó movimientos y fases históricas de expansión de la esfera del “laissez faire” mercantil (“molino satánico”) y reacciones defensivas “desmercantilizadoras”, de autoprotección de la sociedad y hasta “solidarias” (movimientos sociales, opciones electorales, estado de bienestar, avances de la esfera estatal, etc.).

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1 Docente de la asignatura “Opinión Pública” de la Licenciatura en Comunicación Social.

1949-2019: 70 años de la sanción del decreto de gratuidad de la enseñanza universitaria en nuestro paísPor Leonardo Rabinovich1

Con la sanción el 22 de noviembre de 1949 del De-creto 29.337 de Gratuidad de la Enseñanza Univer-sitaria, quedó consagrada, luego de las históricas jornadas de la Reforma de 1918, la etapa final del reconocimiento del acceso a las universidades pú-blicas como un derecho humano universal. La Re-pública Argentina retomaba, a partir de esa políti-ca de Estado, una posición de vanguardia respecto de la educación pública tanto en la región latinoa-mericana como en otras latitudes.

Durante varias décadas la trascendencia de esta disposición quedó relegada o ignorada aún cuan-do implicó la incorporación de miles de argen-tinos, muchos de ellos hijos de trabajadores, a la cultura, a la educación superior y a la formación profesional universitaria. Únicamente una cerrada resistencia a la movilidad social ascendente podría justificar este intencionado olvido.

De este modo, quedaron incluidos el talento y la capacidad intelectual de aquellos argentinos y ar-gentinas que solo por razones económicas habían quedado fuera de los beneficios de la educación superior. Rápidamente la matrícula universitaria pasó de 40.284 alumnos en 1945 a 138.871 en 1955.

La reiteradamente mencionada “materia gris” del capital humano de nuestro país comenzó a fluir generosamente y se concretó en valiosos aportes a la ciencia y la tecnología universal. Además de alcanzar algunos premios de reco-nocida jerarquía como los Nobel, la incorpo-ración de la Argentina al exclusivo grupo de países más avanzados en energía nuclear y otros logros signif icativos, nuestras universi-dades públicas se instalaron entre los centros de mayor excelencia educativa, sus graduados desarrollaron avances en diferentes disciplinas, constituyéndose en valiosos investigadores en nuestro país y en los principales centros cientí-f icos del mundo.

La reforma constitucional de 1994 y las modif i-caciones a Ley de Educación Superior en el año 2015 explícitamente el sentido histórico de la ley de 1949: «las carreras de grado en las universida-des públicas son gratuitas» y se prohíbe estable-cer «cualquier tipo de gravamen, tasa, impuesto, arancel o tarifa», queda reconocido «el carácter de bien público y derecho humano personal y social de la educación y el conocimiento, inclu-yendo a la educación superior universitaria y no

La Reforma Universitaria de 1918, otro de los hitos de la historia de la universidad argentina.

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universitaria». Asigna al sistema de educación superior «la responsabilidad indelegable de ga-rantizar la igualdad de oportunidades y el acce-so, la permanencia y la graduación, y promover políticas de inclusión con perspectiva de género en el marco de la integración latinoamericana». Por último establece «el acceso a la universidad como libre e irrestricto para todas las personas que aprueben la educación secundaria y señala la inconveniencia de exámenes eliminatorios u otros mecanismos de exclusión».

Ese virtuoso camino atravesó los avatares de nuestras tensiones históricas, es decir, formida-bles avances y dolorosos retrocesos cada vez que los procesos democráticos eran interrumpidos por golpes militares. Se detenían de ese modo los avances en los que sectores populares y medios de nuestra sociedad, ganaban espacio en lo polí-tico, lo social y económico, marco en el cual, ne-cesariamente, debía tener lugar la ampliación del acceso a los bienes culturales.

La gratuidad de la enseñanza en las universidades nacionales, el firme eslabón de la educación públi-ca que aquí se recuerda, guarda estricta sintonía con otras disposiciones de la Constitución Nacio-nal sancionada en 1949, donde se reconoce por primera vez con jerarquía constitucional la Auto-nomía Universitaria al tiempo que recoge explíci-tamente el legado de la Reforma en su compromi-so con el desarrollo de la Nación, el conocimiento de la realidad social, económica y cultural del país y su misión histórica.

El hecho a resaltar es que la enseñanza universita-ria pública sigue siendo hoy una realidad, patrimo-nio de toda la sociedad argentina. Dicho patrimo-nio se fue constituyendo a lo largo de cuatro siglos.

Un momento culminante de este trayecto fue el nacimiento en el año 2010 de las denominadas “Universidades del Bicentenario”, entre las cuales se encuentra nuestra Universidad.

En efecto, en el año 2009 mediante las leyes nacio-nales 26.542, 26.543, 26.544, 26.559, 26.575, 26.576 y 26.577, se crearon las universidades nacionales de Villa Mercedes, Tierra del Fuego y en el conurbano bonaerense las de Avellaneda, del Oeste en Merlo, la de Moreno, la Arturo Jauretche en la localidad de Florencio Varela y la de José C. Paz.

Hacia el año 2015, el número de universidades na-cionales llegaba a 55 con nuevas incorporaciones y nuevas instituciones proyectadas. El sueño de los reformistas de 1918 “una universidad para cada ciu-dad”, parece estar más cerca.

Más que necesario, es indispensable conmemorar fechas como la de la sanción de la gratuidad de la enseñanza superior en nuestro país. Se trata de la reafirmación no solo de un sistema de enseñanza sino de un modelo de organización social, inclusiva e igualitaria, un camino sin retrocesos, de una sola vía hacia el porvenir.

No solo lo merecen nuestros jóvenes sino todo el pueblo argentino.

Las bibliotecas universitarias: testigos de los sueños de una comunidadPor Laura Palomino1

Cada año miles de rostros nuevos recorren la UNM. Para los que estamos en casa es una rutina de es-tación, como ver florecer las magnolias, esperar las nueces o los nísperos en las 23 hectáreas del cam-pus. Preparamos la casa meses antes, como quien espera una fiesta. Y allí estamos todos, cada febre-ro, esperando con los brazos abiertos que la ronda de la vida dé una vuelta más. Y como cada febrero, una tormenta de verano cruza pasillos y aulas: ros-tros aturdidos, asombrados, sonrientes, adormila-dos. Todos armados de feliz esperanza. Cada uno de ellos, en algún rincón del inmenso conurbano

bonaerense, se levanta cada mañana e imagina un futuro. Arma un rompecabezas de generacio-nes de anhelos de abuelos y padres, se colocan una armadura de porvenir y salen por su dragón. Cada rostro es un universo de historias: de deseos truncos, de miedos, de esperanzas, de sueños. To-dos son un libro interesante que esperamos cada año poder leer; tenemos un juego en la Bibliote-ca: adivinamos la armadura. Podemos acertar, con precisión de bibliotecario referencista, qué estudia cada uno de los rostros que cruza el umbral de la biblioteca. Vemos al ingeniero, al trabajador social,

1 Jefa del Departamento de Biblioteca y Centro de Documentación.

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al arquitecto. Es tan fuerte la voluntad y el sueño de cada uno que podemos leer esa página fácil-mente, como si fuera parte de la ropa que se pu-sieron esa mañana.

Nada puede sugerir que todo lo que pasa cada fe-brero es una anomalía, un gasto superfluo, un error de la gestión pública. La sociedad de los hombres nace para el bien común, para la libre construcción de cada vida en la consecución de bienestar propio y de sus conciudadanos. El decreto de supresión de aranceles universitarios comienza diciendo:

“Considerando: Que el engrandecimiento y autén-tico progreso de un Pueblo estriba en gran parte en el grado de cultura que alcanza cada uno de los miembros que lo componen.

Que por ello debe ser primordial preocupación del Estado disponer de todos los medios a su alcance para cimentar las bases del saber, fomentando las ciencias, las artes y la técnica en todas sus mani-festaciones”

De ese espíritu comulgan cada una de las univer-sidades públicas del país, pero quizás con más ni-tidez las nuevas universidades del conurbano. Es en los territorios más populosos del país, los que tienen las complejidades y las necesidades de las grandes urbes, donde adquieren un particu-lar sentido estas consideraciones. Si hicieran una encuesta entre cada estudiante que cruza el um-bral de una universidad pública del conurbano y les preguntaran dónde se ven ejerciendo su futura profesión, casi seguro indicará su territorio. Algu-nos dirán que esto denota falta de ambición o al-gún grado de limitación profesional en un mundo globalizado. Pero no es así. Quienes conocen los barrios saben del amor de sus habitantes a sus rincones y su gente. Quienes sueñan un futuro lo hacen en sus calles, con sus vecinos, sus amigos, su familia. La política pública de una universidad gratuita y fundamentalmente irrestricta permi-te dar sentido completo al derecho humano a la educación. En la formación del profesional, con la particularidad humanista que brinda la pública ar-gentina, permite no solo cambiar el futuro de una vida, sino también la de su entorno inmediato.

Las universidades públicas, con sus puertas abier-tas en cada territorio, permiten imaginar y dar vida a sueños de comunidades enteras. Desde las bibliotecas universitarias tenemos una pince-lada clara y luminosa de esa realidad. Todas es-tamos abiertas a la comunidad y solemos recibir en nuestras salas una variada afluencia, desde estudiantes secundarios hasta vecinos curiosos o deseosos de conocer. Es una buena excusa para cruzar la puerta de la universidad y conocer un mundo nuevo. En ese cruce de frontera, los jóve-nes terminan de decidir una carrera y los gran-des se animan a cumplir un sueño trunco. Estos espacios universitarios abiertos a la comunidad permiten apropiarse de la posibilidad y hacerla certeza. Una madre que viene con su hijo a una universidad pública no solo cambia su vida, sino

también permite que un pibe naturalice el espa-cio universitario como algo accesible y posible. Un estudiante secundario de un barrio que visi-ta con sus compañeros en el campus no olvida la experiencia nunca en su vida y se apropia de la posibilidad. Es un deber de las comunidades universitarias y de las políticas de gobierno, tra-bajar para que esas posibilidades se conviertan en certezas. Nos queda para el futuro trabajar en consolidar las herramientas de políticas públicas necesarias que complementen la gratuidad y ge-nerar nuevas que garanticen la permanencia y el egreso. Como Nación esto es una necesidad. Como colectivo, como Nación, como pueblo que valora su particularidad y sus detalles identitarios, una universidad pública, gratuita e irrestricta es el germen de un futuro sostenible porque se enraiza en lo tangible que es el paisaje cotidiano.

El hijo de un carpintero y una modista, René Fa-valoro, escribía en sus “Recuerdos de un médico rural”(1980)

“Es necesario insistir una vez más que si no esta-mos dispuestos a comprometernos (principal-mente los universitarios) a luchar por los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoaméri-ca demandan (principalmente en educación y sa-lud) seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas.”

Aquí estamos, en la Universidad Nacional de More-no, sosteniendo lo que 1918 y 1949 nos dejaron como legado y trabajando para lo que está por venir.

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Un dolor menos, una libertad más70 años de gratuidad universitaria en Argentina, y el mundo sigue andando

Por Marcelo Monzón1

Al hablar de las universidades en Argentina y su rol en nuestras sociedades no se puede dejar de lado las obvias referencias al proceso de Reforma del 18 y su contexto político, social y cultural. Menos aún, a la Conferencia del Consejo Regional de Educación Superior-IESALC/UNESCO (CRES) de Cartagena, en 2008, y a las circunstancias mundiales y regionales que llevaron a generar su importante y categórica Declaración, la cual define a la Educación Superior como un bien público social, un derecho humano universal y un deber del Estado.

Mientras que de la Reforma surge un nuevo suje-to, un estudiante universitario con derechos, de la Declaración de Cartagena se da lugar a un sujeto con derecho a ser estudiante. Esto representa un cambio fundamental y progresivo, que posiciona a las universidades y al Estado en un frente muy distinto al de décadas anteriores, en términos de su papel a jugar en la sociedad, tanto respecto al marco de obligaciones en las que se insertan como a las expectativas que se crearon a partir de la De-claración. En nuestro país este proceso no se inicia a partir de Cartagena: la piedra del sujeto libre, con derechos en igualdad de condiciones nace con el Decreto 29.337 del entonces presidente Juan Do-mingo Perón, por el que se derogan los arance-les en las universidades argentinas (no más de 7 en total, en ese momento), hace 70 años, el 22 de noviembre de 1949, una fecha que con el tiempo se volverá cara, por otras razones, para el justicia-lismo. Decimos que esta primera política pública en materia de educación universitaria es un paso fundamental, no solo para garantizar de una ma-nera concreta los postulados del 18 y aquellas de-mandas reformistas de ampliación de matrículas y democratización del ingreso, sino también el paso

1 Director de Relaciones Internacionales.

que el Gobierno de Perón entendió que debía darse para generar una sociedad más justa y equitativa. En este caso particular fue el de asegurar que todos los argentinos pudieran acceder a una educación superior y de esta forma demoler la formación uni-versitaria elitista, algo que los reformistas del 18 no lo tuvieron como horizonte de posibilidades. O no todos, quizás. Manuel Ugarte, el principal ideólogo de la reforma del 18, fue funcionario del gobierno de Perón desde el año 1946 a 1949, sirviendo como em-bajador en México, Nicaragua y Cuba, difundiendo las ideas continentalistas del Gobierno, coincidente con las suyas. Luego de un par de años fuera del país, Ugarte regresa para apoyar la reelección de Perón, falleciendo unos meses más tarde, en Euro-pa. La relación armónica de Perón y Ugarte debiera bastar para entender la decisión pública del desa-rancelamiento como una evolutiva continuidad de los principios reformistas del 18, al mismo tiempo que una instancia superadora de ella. La gratuidad le abrió las puertas de las universidades a un am-plio sector de la población que históricamente se encontraba marginado o excluido de ellas. El sujeto con derecho a ser estudiante comienza a aparecer en Argentina y ésa es la simiente de Cartagena.

De todos modos, la gratuidad, es justo decirlo, no fue la única política pública del Gobierno de Perón en materia universitaria: además de la creación de la Universidad Obrera –ahora llamada Universidad Tecnológica Nacional-, también sancionó la Cons-titución del 49 que le daba rango constitucional a la autonomía universitaria; creó la dedicación exclu-siva en la carrera docente; impulsó las políticas de bienestar estudiantil en la universidad a partir de la creación de comedores; se suprimieron los exáme-nes de ingreso universitario; se crearon las prácticas

Las universidades argentinas, por otra parte, son todas de esta caracte-rística, pueden los hombres humildes del pueblo ir a cualquiera de las universidades argentinas, donde recibirán el mismo tratamiento, sean ricos, sean pobres, sean hijos de poderosos o sean hijos de humildes hom-bres del pueblo. La cultura, que es el pan del espíritu y el pan de la inteli-gencia, no se le puede negar a ningún nombre del pueblo en un país que se sienta civilizado.

(Juan Domingo Perón, Presidente, 1952)

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La Gazeta de la Universidad Nacional de Moreno

2 El CONUSUR es un consorcio de universidades destinado al análisis y reflexión de las políticas públicas e innovaciones sociales mundia-les, sobre formas de producción, gestión y difusión de los conocimientos en ciencia, arte, tecnología innovación y saberes que articula tanto con el sistema de educación superior como con la sociedad.

rentadas de estudiantes; entre otras medidas de importancia.

Hoy, la discusión sobre la gratuidad universitaria co-bra relevancia en todo el mundo. Tanto desde el lu-gar de la defensa como desde el cuestionamiento, la gratuidad universitaria como instrumento válido de promoción de derechos, no pasa inadvertida en el mundo, menos aún en nuestro país. Pocos son los países en el mundo cuya educación superior se piensa como inclusiva, o como un derecho hu-mano, vía la gratuidad. En el ámbito de la Organi-zación para la Cooperación y el Desarrollo Econó-mico -OCDE-, por ejemplo, (algo así como el club de los países más ricos y desarrollados del planeta y muy influyente en materia educativa), de los 34 países que la conforman, en 15 de ellos existe edu-cación universitaria gratuita, pero en solo 3 (Suecia, Dinamarca y Finlandia) la educación universitaria es universalmente gratuita, es decir que el sistema universitario de esos países es público. En el resto de los países -12- entre los que figuran Alemania, Grecia, Noruega, México, Polonia, entre los más des-tacables, solamente es gratuita en aquellas univer-sidades estatales.

Detrás de la frialdad de este cuadro de situación está el calor de las presiones continuas hacia un modo u otro de interpretar el rol de la educación superior en una sociedad, hacia un modo u otro de los mecanismos que un Estado tiene para garanti-zar a la educación superior como un derecho. En la medida en que el discurso político de toda la región fue paulatinamente desplazándose de un tiempo a esta parte, del énfasis de la libertad (con los movi-mientos del siglo XIX y principios del XX), al énfasis del derecho (mediados del siglo XX hasta el presen-te), la comunidad universitaria comienza a ver con más simpatía al Estado. Y esto sucede así, ya que si tenemos derechos es porque hay un Estado que los garantiza, y si no hay derechos, en la medida en que debería haberlos, es porque percibimos que no exis-te todo el Estado necesario para que los garantice. Se puede gozar plenamente de los derechos que se

proclaman cuando existe un Estado con acción cla-ra, positiva y efectiva a la altura del carácter positivo de los derechos -en este caso el derecho a la edu-cación superior, como derecho humano y universal, lo es- mediante las políticas públicas de un amplio orden, como lo es el de la gratuidad universitaria y el libre acceso, que sostiene y garantiza los mismos para toda la sociedad. Esto es parte sustancial de un debate que debe darse en todo el mundo. Un deba-te que gane conciencia, progresivamente.

El estrechar vínculos entre instituciones de educa-ción superior, y la movilidad de todos los miembros de la comunidad universitaria -en especial de los jóvenes estudiantes, docentes y autoridades- como vía para el encuentro, representa entre otras cosas un tour de force hacia la conquista de la concien-cia mundial que sostenga que garantizar de algu-na forma el derecho a la educación proyecta las sociedades hacia esquemas más igualitarios, libres, equitativos y humanos. Porque la aparición, en el seno de una sociedad, de un derecho como fruto de decisiones y circunstancias es una llave para la generación de acciones que enriquezcan y conduz-can a la sociedad a niveles mayores del desarrollo humano.

Veamos, por ejemplo, un reciente informe prelimi-nar de una investigación realizada en el marco del Colaboratorio Universitario de Ciencias, Artes, Tec-nología, Innovación y Saberes del Sur (CONUSUR)2, el cual muestra resultados interesantes respecto de las percepciones e imágenes de la gratuidad universitaria de la Argentina entre estudiantes in-ternacionales. Esta investigación realizada sobre la base de unos 500 estudiantes internacionales de las 6 universidades que integran el CONUSUR, nos informa que más del 86% de los estudiantes de in-tercambio entrantes provienen de una universidad cuyos estudios son arancelados – universidad ex-tranjera- , mientras que menos del 10% no pagan arancel. Más del 50% de ellos afrontan el gasto de manera personal o con el sostén familiar y una pro-porción menor lo hace a través de las becas y cré-

Representantes del CONUSUR reunidos en la UNM.

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Edición Especial

De cómo los trabajadores entramos a la universidadPor Lucía Fernández1

La gratuidad universitaria es, para los estudiantes que pertenecemos a la clase trabajadora, uno de los más grandes y significativos hitos en la historia de nuestro país. Y aunque muchos consideran a la Re-forma Universitaria de 1918 como el primer paso en el sendero que abrió las puertas de la universidad a la clase obrera, creo que este camino inició mucho antes, dejando en su trayectoria otros hechos que incidieron favorablemente en la incursión de nues-tra clase en la educación superior.

No fue casual que el anuncio del desarancelamien-to por parte del General Juan Domingo Perón fuese un 20 de Junio, pues homenajea en ese acto a Ma-nuel Belgrano. El prócer no se limitó, aunque la his-toria oficial insista en encasillarlo en un rol simplista, solamente a ser el creador de la bandera nacional o el primer economista argentino, sino que fue un precursor al proponer en varias oportunidades la in-clusión de nuevos sujetos pedagógicos al sistema educativo. Para nosotros, el primer hito en el cami-no fue en 1796, cuando Manuel Belgrano formula el primer proyecto de educación estatal, gratuita y obligatoria, y pone especial énfasis en quienes son

1 Estudiante de la Licenciatura en Administración y Secretaria General del Centro de Estudiantes.

ditos en el mercado financiero privado. Cerca de la totalidad de estos estudiantes opinaron que la gratuidad de la educación superior en la argentina era algo “muy bueno” o “bueno”. Un gran número de ellos -más del 93%- se manifestaron impactados al saber sobre el desarancelamiento universitario e informan que, al regresar de la movilidad, lo comen-taron a sus compañeros y familiares, así como tam-bién a los docentes y autoridades de su universidad de origen.

Un 40% de ellos se identificaron con la concep-ción de la educación superior como un derecho humano, y una proporción mayor se divide entre la percepción de que el desarancelamiento debie-ra implementarse en su país y que al ser gratuita la universidad se torna inclusiva. Estos estudiantes que realizaron la movilidad ya no verán a su sistema universitario de igual forma que cuando iniciaron el intercambio. Eso también sucede con los nuestros.

La gratuidad universitaria en Argentina, como con-tinuidad del 18, y Cartagena, como hija de estos dos sucesos, nos ha dejado un horizonte novedoso, y es

en parte la capacidad de pensar, por primera vez en la historia de nuestras universidades, a la educación superior como un derecho y por ello, también, a las universidades como instituciones que nunca estu-vieron encargadas de garantizar un derecho hu-mano, un derecho universal, un derecho de todo el mundo. Este nuevo paradigma supone reflexión e introducción de nuevas realidades, cambios y trans-formaciones en un mundo que hasta el momento nos resultaba conocido.

No podremos dimensionar el carácter y la profun-didad que tendrán estos cambios, tampoco sere-mos nosotros los que vivamos en el mundo en el que -como soñaba Deodoro Roca- las ciudades se conviertan en ciudades universitarias, en el que to-dos los ciudadanos sean universitarios. Estudiantes, docentes, investigadores, resto de los trabajadores, amas de casa conviviendo, desarrollando, soñando y realizando esos sueños en una universidad que expanda su saber tan lejos como lo inimaginable. Tal vez no lo vivamos, pero hace 70 años eso co-menzó a construirse.

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1 Docente de la asignatura “Antropología Social” de la Licenciatura en Educación Secundaria.

los destinatarios de estas políticas: los pobres, los indios y las niñas. Para Belgrano, la educación del pueblo soberano es la clave para el desarrollo de un país, y son estos los preceptos que orientaron a Pe-rón a desarancelar la educación superior.

No existe en esa idea de desarrollo la posibilidad de un país próspero sin educar al pueblo, y es en esa definición de pueblo donde aparece el cambio radical. Aquel cambio de paradigma que buscaba integrar a las poblaciones vulnerables al sistema educativo se replica casi 150 años después, esta vez permitiendo que la clase obrera acceda a la forma-ción universitaria mediante el no arancelamiento, con la misma idea que en aquel entonces: educar al pueblo.

Pocos años después de la entrada en vigencia del desarancelamiento de la educación superior, y profundizando en el sentido estratégico de la for-mación de cuadros universitarios para el desarrollo de la patria, el General Perón crea la Universidad Obrera Nacional. El nacimiento de la que luego del golpe de 1955 se conoció como la Universidad Tecnológica Nacional, se da con el claro objetivo de que del pueblo trabajador surjan los cuadros técni-cos capaces de encarar la recuperación económica y de pensar, en el largo plazo, el desarrollo de la economía argentina con un profundo sentido de soberanía nacional. Es, también, contra ese ideal del peronismo, que se lleva adelante el golpe de Estado autodenominado “Revolución Libertadora”, donde el general de división Eduardo Ernesto Lo-nardi pronunció la frase “Sepan que la Revolución Libertadora se hizo para que el hijo del barrendero muera barrendero”.

Un último gran hito se suma a los nombrados y completa la cadena de acontecimientos que hace que hoy existan Universidades como la nuestra, donde el 90% de los estudiantes son primera ge-neración de universitarios: la locura de las uni-versidades por todos lados. La transformación de manera tan significativa del mapa universitario, a través de la creación de diecinueve Universida-des, colaboró con el enfoque de la democratiza-ción de la educación superior liberando las barre-ras de acceso que estaban asociadas a los largos trayectos que debían realizar los estudiantes para llegar a las universidades.

Es de suma importancia hacer foco en el recorri-do que la educación superior argentina tuvo a lo largo de su historia, pero es preciso no agotar el análisis en la ya conocida excelencia académica. El rol estratégico que las Universidades Naciona-les cumplen en beneficio del país, se cristaliza no solo una fuente prolífica de generación de cono-cimiento y cuadros técnicos, sino en una sólida herramienta de movilidad social ascendente que permite a la clase trabajadora ampliar sus hori-zontes y romper definitivamente con las nefastas aspiraciones del general golpista Lonardi. Ahora el hijo del barrendero puede alcanzar cualquier objetivo académico que se plantee, con un siste-ma universitario que da soporte a sus sueños al tiempo que cumple con los sueños de una patria desarrollada en la concepción más amplia de la palabra. Lo que resta en adelante, es que el Esta-do garantice al sector más vulnerable del pueblo argentino las herramientas necesarias para que no exista barrera alguna entre quien habita la Ar-gentina y sus sueños.

La gratuidad y la igualdad de posicionesPor Gabriel Galliano1

“Se nos llenó de hijos de trabajadores la Universidad” (Juan Domingo Perón)

“Todos los que estamos aquí (en el Rotary Club) sabemos que los chicos que nacen en esos barrios no llegan a la Universidad”

(María Eugenia Vidal)

“Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta, etc…”(canto de estudiantes de la UBA entre 1980 y 1983)

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Edición Especial

Los hijos de la Universidad Pública somos muchos, aparentemente. La Reforma del 18 permitió que las clases medias pudieran acceder a los estudios su-periores. Las nuevas dirigencias políticas y sociales comenzarían a estar integradas, no ya por élites, sino por hijos de trabajadores, inmigrantes prime-ro y luego nativos; el control de las instituciones pasaría, de ese modo, tal vez, de la vieja oligarquía a una naciente pequeña burguesía. El ascenso del radicalismo parecía confirmar esta suposición.

La igualdad de oportunidades, entonces, abría el camino al ascenso social. Aquella universidad llevó adelante sus propósitos, pero no era igualitaria. Solo quienes dispusieran de cierto nivel de ingresos po-dían alcanzar esos propósitos. Cuando Perón afirma-ba la presencia de trabajadores en la Universidad ex-presaba y confirmaba la concreción de un derecho.

Pero la igualdad de oportunidades no aseguró el ac-ceso a todos. El derecho estaba, pero no era efectivo para todos. Al fin y al cabo, la universidad no era en-teramente igualitaria.

Los setenta años de gratuidad, en los contextos ac-tuales, argentino y latinoamericano, nos interpelan hoy, dramáticamente. La universidad pública es gra-tuita en pocos lugares y nuestro país se destaca por esta característica.

Fui estudiante de la UBA durante varios años, cursé dos carreras, una la completé y la otra en un 60%. Siempre pensé que estudiar allí era un privilegio, casi un orgullo, una jactancia; casi sigo creyéndolo toda-vía. Pero no era un privilegio, era un derecho, aunque no era efectivo. Seguía sin asegurar la igualdad.

Para los jóvenes de clase media, estudiantes del Gran Buenos Aires, como yo, llegar a cualquier facultad de la UBA suponía dos horas de viaje de ida y otras de vuelta, en transportes destruidos, fundamental-mente trenes, con servicios muy precarios. Y en las marchas de los estudiantes se reclamaba una Uni-versidad de trabajadores pero no se veían allí jóvenes de clases populares, como por ejemplo, de los barrios pobres de Moreno.

Por el contrario, jóvenes de clase alta, que vivían en barrios acomodados de la Capital, hijos de la oligar-quía que cayeron en la Universidad Pública para es-tudiar allí Agronomía o Veterinaria, la gratuidad no era un derecho sino un privilegio. Y chicos de clase baja, hijos de chacareros o peones rurales, prove-nientes de pequeños pueblos de la provincia de Buenos Aires, no podían ejercer ese derecho, menos lejos de su lugar. Estudié Agronomía unos años y fui testigo de semejante desigualdad. Y en ese ámbito, el ideal peronista comenzó a crecer en 1972, en Lu-ján, gracias a aquel gran educador y militante que fue Emilio Fermín Mignone, quien quiso que llevar la Universidad al campo para evitar el éxodo rural. Así, la Universidad para todos comenzaba a nacer des-pués de la gratuidad.

Las décadas de gratuidad, entonces, todavía no ha-bían llegado a realizar aquel ideal, no habían conclui-do aquel proyecto peronista. La universidad era, se-guía siendo, elitista, aunque garantizaba la igualdad de oportunidades. Pero la posibilidad estaba abierta a las clases medias, que de todos modos, viviendo en el gran Buenos Aires, no tenían el acceso garantizado.

Francoise Dubet (2014)2 señala que la igualdad de oportunidades es una ficción liberal, que tal vez permi-te a todos el acceso a la posibilidad del ascenso social, pero encierra un supuesto meritocrático: “si te esforzás, si luchás, podés llegar a ser rico”. La justicia social, en cambio supone, para Dubet, la igualdad de posiciones, es decir que, sea quien fuere, todos puedan ejercer el derecho a una vida digna y que las desigualdades no sean tales, si se acercan las posiciones.

Las nuevas universidades completan aquel ideal que de algún modo comenzó en Luján. Ellas aseguran no solo la igualdad de oportunidades sino la igualdad de posiciones. Los pibes de los barrios ya no llegan a la Universidad, la tienen casi en su barrio. Aquel sueño peronista de que las personas valgan por lo que son y no por lo que tienen, y los hijos de los trabajadores hoy se ejerce plenamente. Nuestras universidades del Bicentenario, como nuestra querida Universidad Nacional de Moreno, nacionales y populares, son las verdaderas universidades de los trabajadores.

Y los 70 años de gratuidad son años de lucha, que para algunos es decadencia, pero para la igualdad de posi-ciones es justicia social y derechos de los trabajadores.

A los antropólogos en particular, como a otros cien-tíficos sociales, nos gustan los relatos de historias de vida. Quisiera referir brevemente una, entre miles, que me toca de cerca. Como docente de secundaria en Moreno desde hace casi 25 años, podría hablar de mis alumnos que veo ahora en la UNM o de sus hijos. Pero hay una que me conmueve siempre.

Micaela Z. tiene 20 años. Nació y vive en barrio Aurora, Moreno Sur y estudia Trabajo Social en la UNM. Conocí a su madre, Alicia P. en 1975, cuando comencé a mili-tar en los barrios de Moreno Sur. Alicia tenía entonces 7 años (hoy 51) y había nacido en Santiago del Estero. Sus padres (los abuelos de Micaela) eran campesinos santiagueños, que hablaban la lengua quichua y mi-graron, como centenares de miles de provincianos, al Gran Buenos Aires, a principios de la década del 70. Alcancé a conocer a algunos de los bisabuelos de Mi-caela, gente del monte, que apenas entendía el cas-tellano. Dentro de un par de años, Micaela será Tra-bajadora Social, porque estudia en Moreno, no muy lejos de su barrio, y con toda su historia y su memoria, podrá trabajar para su gente. Seguramente no tendrá la oportunidad de ser rica, pero luchará para que la gente de su barrio o de otros de Moreno, viva con dig-nidad. Y no le interesa la meritocracia.

Y esa es una de las jactancias de la UNM y tal vez, uno de los mayores logros de los 70 años de la gratuidad.

2 Dubet, Francoise (2014). Repensar la justicia social, Siglo XXI Ed, Buenos Aires.

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Las mujeres en la universidad durante el primer peronismo: huellas de una controversia1

Por Cecilia Beatriz Díaz2, Verónica García Allegrone3, Alexis Burgos4, Florencia Gosparini5

En el segundo Plan Quinquenal de 1952, el decre-to 29.337/49 de desarancelamiento de la Educa-ción Superior es ilustrado en dos planos que dan cuenta del antes y después. En el primer cuadro de 1943, la puerta cerrada de la universidad es atravesada por un cartel que reza “aranceles”. Las ventanas tienen rejas y un grupo de hombres, lu-ciendo trajes y sombreros, miran desde afuera el impedimento para ingresar. En el segundo cuadro de 1949, en cambio, las puertas están abiertas y un número más amplio de hombres entra en la uni-versidad. El edificio no tiene sus rejas. Más allá de la claridad conceptual de las figuras, ambos planos sostienen una continuidad: en ninguna se observa la presencia de mujeres.

Sin embargo, los datos estadísticos indican una progresiva presencia femenina en las aulas tras la

declaración de la llamada gratuidad universitaria. Entre 1947 y 1955 la matrícula universitaria pasó de 51.447 alumnos a 140.000, evidenciando un creci-miento “explosivo” (Buchbinder, 2011) que ubicaba a la educación universitaria como la otra cara del ascenso social entre los sectores medios urbanos (Cano, 1985). Años más tarde, en 1952, la tasa de es-colarización femenina en el nivel superior-universi-tario era igual a 2,8, y, en 1965 había trepado a 5,7, mientras que la tasa de escolarización masculina aumentó solo 0,1 (pasó de 7,7 a 7,8) en el mismo pe-ríodo (CONADE, 1968: 80).

Al respecto, nos preguntamos por los sentidos en torno a la participación de la mujer en el campo de los estudios universitarios y de edu-cación superior en Argentina entre los años 1946-1955. En una etapa exploratoria, nos en-

1 El presente trabajo se inscribe en el proyecto de investigación “La participación de la mujer en el campo de los estudios universitarios y de edu-cación superior en Argentina entre los años 1946-1955” de la convocatoria CONUSUR 2018, bajo la codirección de la Dra. Larisa Kejval de la Uni-versidad Nacional de Avellaneda (UNDAV); con la colaboración de la Lic. Carolina Balderrama (UNDAV); Lic. Eliana Maffullo (UNDAV) y Lic. Miguel Nicolini (UNDAV).2 Docente de la asignatura “Opinión Pública” de la Licenciatura en Comunicación Social.3 Directora General de Planificación y Control de Gestión.4 Director de Gestión Académica del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales.5 Directora de Gestión Académica del Departamento de Economía y Administración.

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Edición Especial

6 Hacemos referencia al Mayo Francés (1968), la Matanza de Tlatelolco (1968) y el Cordobazo (1969), por citar los más representativos del vínculo universidad y juventud.

contramos con una escasa y poco sistemática producción académica que vincule, simultánea-mente, tres tópicos históricamente controver-siales: universidad, primer peronismo y género. Es decir, encontramos un vacío narrativo en el cruce de estos tres conceptos que conllevan his-torias colectivas.

Consideramos que el surgimiento del peronismo y la implementación de sus políticas educativas contribuyeron a una interpretación del proceso de democratización de los estudios universitarios, en la que prevaleció la “clase” sobre el “género” en tanto categorías conceptuales. En este sentido, puede interpretarse que las mujeres fueron reco-nocidas en este proceso a partir de la búsqueda de ampliación de la base electoral del peronismo, lo que resulta fundamental para la legitimación de sus dos primeros gobiernos.

Los estudios disponibles sobre los dos primeros gobiernos peronistas coinciden en la descripción de procesos culturales de ampliación de la ciuda-danía y de los derechos sociales, los que a su vez habilitaron transformaciones en la subjetividad popular, el desarrollo de una potencia política dis-cursiva y acceso a derechos políticos de sectores tradicionalmente marginados de la participación en los espacios públicos (Torres, 1997; James, 1990; Laclau, 2005). En ese contexto, el desarancela-miento de la educación superior en 1949 se consti-tuyó como una herramienta más de política públi-ca que aportó a la universalización de la educación superior y al ingreso de los sectores populares y medios, imprimiéndole a la universidad pública argentina una “tradición plebeya” que hasta la ac-tualidad permite la convivencia de jóvenes perte-necientes a diferentes clases sociales (Carli, 2012).

No obstante, la relación entre universidad y primer peronismo se encuentra cargada de interpretacio-nes antagónicas respecto a la inserción de las polí-ticas públicas educativas. Por un lado, es dominan-te la perspectiva reformista-liberal que entiende que el proceso de la Reforma Universitaria de 1918, en su dinámica democratizadora, es interrumpido por la decisión de intervenir las universidades du-rante el peronismo (a la que se le adjudica la pér-dida de la autonomía y de calidad educativa). Por otra parte, existe una mirada revisionista que en-cuentra en el desarancelamiento de la educación superior en 1949 una continuación del reformismo en tanto opone el interés nacional a una élite.

En cuanto al ingreso de las mujeres en la univer-sidad, los primeros estudios que analizan la evo-lución de la matrícula femenina evidenciaron la tendencia -entre 1941 y 1978- de las mujeres en la elección de disciplinas que tradicionalmente eran consideradas “típicamente masculinas” como, por ejemplo, Derecho (García Frinchaboy, 1981; Maglie y García Frinchaboy, 1988).

Sin embargo, esa tendencia puede enmarcarse en un proceso más amplio de avance de la esco-larización de las mujeres, que durante los prime-ros gobiernos peronistas se concentró en la es-cuela media y normal, por lo que puede inferirse que, sin la masividad en ese ciclo, no se podría pensar en los procesos de los años posteriores6. Ahora bien, estos escenarios de mayor feminiza-ción de la universidad no son propios de la Ar-gentina, sino de luchas por la emancipación del género en todo el mundo y de una redefinición del sujeto juventud/es.

Por lo que podemos af irmar que en el par pe-ronismo-género hay un doble juego: al tiempo que se reconoció un sujeto político, se legitimó un régimen político que, a su vez, democratizaba en la integración -parafraseando a James (1990)- no sin resistencias.

En síntesis, la reconstrucción de las tensiones universidad, peronismo y género adquiere un potencial fundamental para comprender las re-laciones de género en el mundo universitario contemporáneo en nuestro país, caracterizado por la expansión de las universidades nacionales en el territorio, y atravesado por la así llamada cuarta ola del feminismo.

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Giuliana Zeballos Díaz – Estudiante de la Licenciatura en Trabajo Social

“Este año fui de intercambio a la Universidad Autónoma de Baja California, México. Son muy pocas las universidad públicas, y no hay ninguna que sea totalmente gratuita. En todas hay que pagar un arancel. Para mí es muy importante que la universidad sea gratuita para que todos ten-gamos acceso. La UNM es gratuita y está en el Conurbano Bonaerense, un lugar que necesitaba mucho una universidad”.

Hugo Andrade – Rector de la UNM

“Este 70º aniversario debe ser un momento de celebración y de reafirmación de principios, por-que la universidad no es solo el derecho individual de poder acceder a ella. La universidad es el capital social que hace posible la transformación de la sociedad, que crezcan las comunidades, en justicia social y en desarrollo. Todos sabemos el potencial de la universidad para facilitar el acenso social de los individuos, pero también hay que destacar el lugar de la universidad en la transformación social de los puebles”.

Sergio Maldonado – Graduado de la Licenciatura en Educación Secundaria

“Nosotros somos docentes, y traemos con nosotros un caudal de experiencias y un trayecto que se resignifican y se reconfiguran todo el tiempo a la luz de la propuesta de la universidad que sin lu-gar a dudas, profesionaliza, enriquece nuestra propia labor. Nos empodera en nuestro trabajo y en la vuelta al aula. Tener esta oferta de calidad acá en Moreno es provechoso y nuestra oportunidad de devolverle al Estado lo que nos dio. La universidad pública es oportunidad y movilidad social”.

Alejandro Muñoz Ariza – Director Nacional de Planeación de la Universidad Libre de Colombia (de visita en la UNM como parte del Programa de Movilidad Académica PILA)

“Nosotros no manejamos el mismo sistema en Colombia. En las universidades públicas se habla de gratuidad pero tienen que pagar unos aranceles, y los estudiantes pagan de acuerdo a sus decla-raciones de renta. Me llevo un gran aprendizaje de Argentina con respecto a la educación, que no establece límites en los cupos. A nosotros los cupos nos los limita el gobierno”.

Soledad Alarcón – Estudiante de la Especialización en Lectura y Escritura

“La gratuidad es un derecho y al celebrar sus 70 años debemos pensar en al menos dos puntos importantes. Por un lado, subrayar que es un rasgo característico de la educación universitaria argentina, que es única a nivel latinoamericano. Y por otro lado, es que debemos renovar el com-promiso con el desafío que todavía está pendiente, que es buscar la permanencia y aumentar el egreso en las universidades”.

TEXTUALES

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Adriana Sánchez – Secretaria de Investigación, Vinculación Tecnológica y Relaciones Interna-cionales

“La UNM es hija de otro hito, la creación de las universidades del bicentenario, muchas de ellas localizadas en el área metropolitana. Vienen a jugar un rol importante en cuanto a su aporte al desarrollo territorial, no solamente en la formación de jóvenes profesionales, sino también a las actividades de investigación, vinculación tecnológica y extensión que se realizan en las localida-des en que se encuentran”.

Roberto Marafioti – Director-Decano del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales

“Esto no es solo gratuidad. Es un sistema de democratización, en cuanto a los estudiantes y a la formación de las cátedras. Tenemos dos momentos de ampliación de lo que es el acceso a la universidad, que tiene que ver con la década de los 90 y, posteriormente, a partir de 2009 con la creación de universidades del conurbano. Estas universidades tienen la particularidad que acercan a grandes sectores de la población que hasta ese momento les resultaba muy distante”.

Florencia Presentado – Estudiante de la carrera de Contador Público Nacional

“Algo importante en estos 70 años de gratuidad, es el acceso de las mujeres a la universidad pú-blica. Hay que pensar la precarización que ellas tienen en el empleo, y cómo la gratuidad pudo ayudar a que lleguen a la educación superior, y más si esa universidad se encuentra cercana. Esto es un proyecto político es de inclusión”.

Cristian Samaniego – Trabajador Nodocente del Departamento de Economía y Administración

“Me resulta inevitable pensar en mi propia historia cuando hablamos de gratuidad. Cuando ter-miné el secundario, entre mis compañeros muchos tenían dudas pero lo común era `voy a tra-bajar´. Para los que decían `voy a estudiar´, implicaba irse del distrito. ¿Cuántas formas de salir de la propia situación no están ligadas a la educación? Muy pocas. Cuando pienso qué es la gratuidad universitaria, es movilidad social, es una mejora en términos individuales y colectivos”.

Adriana Speranza – Directora Académica de la Especialización en Lectura y Escritura

“Una característica de la educación argentina es la búsqueda de la inclusión y la equidad de los distintos aspectos culturales de nuestra sociedad, a través de la educación. La universidad es una herramienta que ha permitido que los distintos sectores vayan integrando nuevos espacios socia-les. La educación pública y gratuita en la Argentina no es algo dado, es una construcción social que debemos defender”.

Gianina Politi – Estudiante de la Licenciatura en Biotecnología

“A lo largo de estos 70 años hubieron otras decisiones políticas que también beneficiaron a la educación pública, como la creación de esta Universidad, y las otras del bicentenario, que po-sibilitan el acceso a la población de esta zona a la educación superior. Pero también aportan al desarrollo local, económico, productivo y tecnológico con el dictado de carreras científico-tecno-lógicas que beneficiarán al futuro de la región”.

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Decreto Nº 29337, promulgado el 22 de noviembre de 1949

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Edición Especial

Decreto Nº 29337, promulgado el 22 de noviembre de 1949

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