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Marzo 2009 EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO 1 No olvidaré la triste madrugada del nueve al diez de diciembre de este pasado año de 2008, porque en ella perdí a dos amigos y a dos maestros. Decidieron marcharse juntos, poetas los dos y escritores verdade- ros, apasionados por la Literatura y comprometidos con ella, hasta el punto de entregarse desinteresadamente a sus muchas causas a lo largo de sus vidas… En Ma- drid moría en esa noche aciaga mi queridísimo y llora- do Jacinto López Gorgé y en Granada lo hacía, herma- no del alma, Juan J. León. A ambos los llevaba y sigo llevando con nostalgia, en ese lado del corazón que se reserva para los más íntimos, para la familia más próxi- ma, para los más cercanos a los que uno ama espontá- neamente desde el principio, porque el propio corazón lo demanda. Así que ese desgarro sordo y súbito marca para mí la fecha de una dura pérdida, difícil de olvidar porque tanto Jacinto y Pepita, como Juan y Maribel son parte de mi propia vida y conmigo van siempre, héroes y heroínas particulares en el universo de los afec- tos. El mayor privilegio ha sido compartir con ellos una amistad incondicional, una amistad que desborda sus propios límites para convertirse en cariño real e interés sincero por todo cuanto les atañe; por eso perderlos a ambos, que se conocían bien, y que pareciera se han puesto de acuerdo para marcharse juntos y acompañarse en ese tránsito, no deja de asombrarme y de entristecerme doblemente, aunque piense en el fon- do, con una sonrisa de esperanza, que el camino habrá sido para Jacinto más entretenido llevando como com- pañero de viaje a Juan J. León, quien no habrá podido evitar hacer despliegue de su humor inolvidable y de su ingenio amenísimo. Juntos y felices hacia lo inmor- tal, así me los figuro para mis adentros y así quiero pensar que se nos han ido estos dos grandes autores y maestros de nuestra Literatura contemporánea, que tan- to les debe y tan poco les ha reconocido todavía. Porque no es solo el cariño el que me une a los dos sino un profundo respeto y una admiración cordial por sus obras, que he visto aparecer sucesivamente y que he defendido en todos los lugares en donde me ha sido posible. Ahora un nuevo compromiso nace para cuan- tos los conocimos y no es otro que la lucha de todos por darlas a conocer más ampliamente, por propiciar su estudio o su descubrimiento a quienes aún no han tenido acceso a ellas y, sobre todo, por evitar a toda costa que puedan caer en el olvido… Jacinto López Gorgé ha sido uno de los pocos autores españoles que más ha batallado por recoger los frutos literarios rela- cionados con nuestra literatura en el norte de África. Aunque nacido en Alicante en 1925, pasó más de la mitad de su vida ligado a Melilla y al Marruecos de la colonia hasta 1970. En Melilla fue un activo agitador cultural y fundó y dirigió junto con Pío Gómez Nisa la revista Manantial entre 1949 y 1951 y la colección Mir- to y Laurel desde 1953 a 1858 y en Tetuán dirigió la revista hispano-árabe Ketama, desde 1953 a 1960. Co- laboró además en el diario España de Tánger con lar- gos artículos y reseñas en donde dejaba constancia de la actualidad literaria de la España de la época, ade- más de ser el valedor y el promotor más decidido de la obra del poeta Miguel Fernández a quien editó su pri- mer libro Credo de Libertad en 1958, en la mítica colec- ción Mirto y Laurel. Desde entonces no he conocido a nadie que pregonara con mayor convicción y entusias- mo a los cuatro vientos las excelencias del poeta melillense. A partir de 1970 se afincó en Madrid en donde co- laboró con ABC, Blanco y Negro, Pueblo y La estafeta lite- raria, dando noticia de autores, de escuelas, de nove- dades y tendencias. Realizó una importantísima labor como antólogo y ahí quedan sus selecciones de poetas contemporáneos Medio siglo de poesía amorosa española (Tetuán, 1959), Antología de poesía amorosa (Madrid, 1967), Poesía erótica en la España del siglo XX, en cola- boración con Francisco Salgueiro, y las más recientes: Antología de relatos marroquíes en lengua española, en cola- boración con Mohammad Chakor (Granada, 1985), Marruecos en la poesía española contemporánea (Granada, 1990) y Nueva antología de relatos marroquíes (Granada, 1999). Todas estas tareas le dejaron poco tiempo para la obra propia, o acaso él relegaba siempre como a un segundo plano sus propios versos que aparecieron re- cogidos en varios títulos, algunos de ellos muy dis- tanciados entre sí: La soledad y el recuerdo (Alicante, 1951), Signo de amor (Melilla, 1954), Nuevos poemas de amor (Madrid, 1972), Dios entre la niebla (Salamanca, Dos poetas: Jacinto López Gorgé y Juan Jesús León, in memoriam JOSÉ LUPIÁÑEZ EL FARO / PLIEGOS DE ALBORÁN Nº. 1 MARZ0 2009

Dos poetas: Jacinto López Gorgé y Juan Jesús León, in memoriam · de diciembre de este pasado año de 2008, porque en ella perdí a dos amigos y a dos maestros. Decidieron marcharse

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Marzo 2009

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 1

No olvidaré la triste madrugada del nueve al diezde diciembre de este pasado año de 2008, porque enella perdí a dos amigos y a dos maestros. Decidieronmarcharse juntos, poetas los dos y escritores verdade-ros, apasionados por la Literatura y comprometidos conella, hasta el punto de entregarse desinteresadamentea sus muchas causas a lo largo de sus vidas… En Ma-drid moría en esa noche aciaga mi queridísimo y llora-do Jacinto López Gorgé y en Granada lo hacía, herma-no del alma, Juan J. León. A ambos los llevaba y sigollevando con nostalgia, en ese lado del corazón que sereserva para los más íntimos, para la familia más próxi-ma, para los más cercanos a los que uno ama espontá-neamente desde el principio, porque el propio corazónlo demanda. Así que ese desgarro sordo y súbito marcapara mí la fecha de una dura pérdida, difícil de olvidarporque tanto Jacinto y Pepita, como Juan y Maribelson parte de mi propia vida y conmigo van siempre,héroes y heroínas particulares en el universo de los afec-tos.

El mayor privilegio ha sido compartir con ellos unaamistad incondicional, una amistad que desborda suspropios límites para convertirse en cariño real e interéssincero por todo cuanto les atañe; por eso perderlos aambos, que se conocían bien, y que pareciera se hanpuesto de acuerdo para marcharse juntos yacompañarse en ese tránsito, no deja de asombrarme yde entristecerme doblemente, aunque piense en el fon-do, con una sonrisa de esperanza, que el camino habrásido para Jacinto más entretenido llevando como com-pañero de viaje a Juan J. León, quien no habrá podidoevitar hacer despliegue de su humor inolvidable y desu ingenio amenísimo. Juntos y felices hacia lo inmor-tal, así me los figuro para mis adentros y así quieropensar que se nos han ido estos dos grandes autores ymaestros de nuestra Literatura contemporánea, que tan-to les debe y tan poco les ha reconocido todavía.

Porque no es solo el cariño el que me une a los dossino un profundo respeto y una admiración cordial porsus obras, que he visto aparecer sucesivamente y quehe defendido en todos los lugares en donde me ha sidoposible. Ahora un nuevo compromiso nace para cuan-tos los conocimos y no es otro que la lucha de todos

por darlas a conocer más ampliamente, por propiciarsu estudio o su descubrimiento a quienes aún no hantenido acceso a ellas y, sobre todo, por evitar a todacosta que puedan caer en el olvido… Jacinto LópezGorgé ha sido uno de los pocos autores españoles quemás ha batallado por recoger los frutos literarios rela-cionados con nuestra literatura en el norte de África.Aunque nacido en Alicante en 1925, pasó más de lamitad de su vida ligado a Melilla y al Marruecos de lacolonia hasta 1970. En Melilla fue un activo agitadorcultural y fundó y dirigió junto con Pío Gómez Nisa larevista Manantial entre 1949 y 1951 y la colección Mir-

to y Laurel desde 1953 a 1858 y en Tetuán dirigió larevista hispano-árabe Ketama, desde 1953 a 1960. Co-laboró además en el diario España de Tánger con lar-gos artículos y reseñas en donde dejaba constancia dela actualidad literaria de la España de la época, ade-más de ser el valedor y el promotor más decidido de laobra del poeta Miguel Fernández a quien editó su pri-mer libro Credo de Libertad en 1958, en la mítica colec-ción Mirto y Laurel. Desde entonces no he conocido anadie que pregonara con mayor convicción y entusias-mo a los cuatro vientos las excelencias del poetamelillense.

A partir de 1970 se afincó en Madrid en donde co-laboró con ABC, Blanco y Negro, Pueblo y La estafeta lite-

raria, dando noticia de autores, de escuelas, de nove-dades y tendencias. Realizó una importantísima laborcomo antólogo y ahí quedan sus selecciones de poetascontemporáneos Medio siglo de poesía amorosa española

(Tetuán, 1959), Antología de poesía amorosa (Madrid,1967), Poesía erótica en la España del siglo XX, en cola-boración con Francisco Salgueiro, y las más recientes:Antología de relatos marroquíes en lengua española, en cola-boración con Mohammad Chakor (Granada, 1985),Marruecos en la poesía española contemporánea (Granada,1990) y Nueva antología de relatos marroquíes (Granada,1999). Todas estas tareas le dejaron poco tiempo parala obra propia, o acaso él relegaba siempre como a unsegundo plano sus propios versos que aparecieron re-cogidos en varios títulos, algunos de ellos muy dis-tanciados entre sí: La soledad y el recuerdo (Alicante,1951), Signo de amor (Melilla, 1954), Nuevos poemas de

amor (Madrid, 1972), Dios entre la niebla (Salamanca,

Dos poetas: Jacinto López Gorgéy Juan Jesús León, in memoriam

JOSÉ LUPIÁÑEZ

EL FARO / PLIEGOS DE ALBORÁN Nº. 1 MARZ0 2009

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1973), Mi corazón, mi casa y mi memoria (Alicante, 1995)y Sonetos de media vida (Melilla, 2001). Sí, siempre insis-tía en que su obra era escasa y prefería hablar de la deMiguel o de la de otros poetas que iba conociendo enel camino. Esa humildísima opinión que tenía sobre suobra poética me hacía sentir mayor afecto por él si cabey regañarle cariñosamente en más de una ocasión. Enla dedicatoria con que me ofrecía su Dios entre la niebla

me escribió, por ejemplo: “No mucho más que todoesto, que es bien poco, escribí en verso, tras largas me-ditaciones, angustias y dudas. Aquí lo tienes, José, perono vayas a prestarme demasiada atención porque Dios

entre la niebla sigue entre nieblas y tú eres muy joven.Te abraza, Jacinto. Madrid, 9/IV/80”.

A pesar de su exigencia para consigo mismo nos hadejado ejemplos de su maestría como sonetista y el tes-timonio lírico y verdadero de sus dos grandes preocu-paciones poéticas por excelencia: el amor y Dios. Unamor evocado desde la serenidad y desde la ternuraque Rafael Morales supo ver como nadie en su cartaprólogo a Mi corazón, mi casa y mi memoria cuando habla-ba de las gracias que atraen al poeta y que él cifrabaentonces en estos términos: “Claridad, humanidad,emoción expresiva, he aquí, querido Jacinto, las tresgracias de las que tantos buenos poetas se han enamo-rado a lo largo de los siglos y que a ti también te hanseducido”… Y Dios, la búsqueda de Dios, que siem-pre fue en Jacinto su “desazón más íntima”, como élmismo llegó a confesar, y que, entre dudas y certezas,

alumbra muchas de sus mejores y más sentidas pági-nas… Ya sabedor de todo, conocerá a quien presentíatras la niebla y tendrá conciencia del vacío que dejaentre nosotros y aun de la mucha nostalgia que noshace añorar su amistad y su palabra entusiasta con laque siempre saludaba nuestros ensayos y tentativas. Ysabe también con cuanta alegría compartimos con élactos, tribunas, lecturas, conferencias y proyectos, ycon cuanta tristeza nos quedamos tras su partida.

Se nos ha ido este hermano mayor en la poesía y enla vida y ha elegido para marcharse a Juan J. León comocompañero de viaje, me repito incrédulo... Los últimosmeses de Jacinto fueron meses de lucha, como lo fue-ron los de Juan. Lucha contra la enfermedad y el dolor,lucha por esquivar la muerte que finalmente nos los haarrebatado. Jacinto sólo encontraba consuelo en lamúsica y Juan en la lectura dificultosa y en la prepara-ción ilusionada de su última antología. Buenos viaje-ros ambos, creadores, hombres amigos de la lectura yel estudio, de la tertulia y del encuentro, de la amistad,de la camaradería, unidos por esa misma pasión por laliteratura y por el conocimiento, se nos han marchadotras una vida de entrega, dejándonos un legado quenos toca conservar y difundir por encima de todo. Nopuede perderse el esfuerzo de sus vidas, ni los frutosde su ingenio que quedan entre nosotros y que han demantenerse tan vivos como la memoria de sus autores,que son ya nuestros para siempre.

EL POETA Y CRITÍCOJACINTO LÓPEZ GORGÉ

EN UNA DE SUS ÚLTIMASVISITAS A MOTRIL A

FINALES DE LOS AÑOSNOVENTA

Cultura

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De distinta generación a la de Jacinto, Juan JesúsLeón (1946) fue poeta precoz que publicó varios li-bros en la década de los sesenta (“intuitivos y de apren-dizaje”, según el propio autor), si bien su obra de ma-durez comienza en la década siguiente con Espero la

caída del pájaro más triste, que publicó en la colecciónZumaya, en 1974; un proyecto que él mismo puso enmarcha y que daría a conocer a importantes autoresgranadinos de la época. Su obra se recoge bajo el títulogenérico Del corazón y la experiencia que ha aparecido endos entregas diferentes: una que recopila su poesía en-tre 1970 y 1988 (Granada, 1988) y otra que lo hacecon su producción posterior de 1999 al 2002 (Grana-da, 2004). Poeta claramente comprometido con la lite-ratura y con su tiempo evolucionó desde posicionesmás críticas y existenciales hasta cierto desencanto úl-timo que no le impedía adentrarse en las contradiccio-nes de la condición humana y en las de un sistema devalores viciados contra el que se dirige su rebeldía.También desarrolló paralelamente una línea de poesíasatírica y burlesca en consonancia con la mejor tradi-ción quevedesca, que le hizo especialmente célebreentre los poetas andaluces y que recogió en el volumenPoemas satíricos (1973-1993), publicado en Granada en1995, precedido de un prólogo del autor que tituló “Endefensa de la poesía satírica”, en donde justifica su doblefunción: “la denuncia de hechos negativos” y el “testi-monio viviente de la situación moral, social y política deuna época”. Escribió artículos y críticas y nos dejó suensayo Expresión poética y expresión popular (Granada,

1989), revisado y ampliado luego en Formas de expresión

poética en el lenguaje popular (Granada, 2000), además desu importante manual Literatura universal. Teoría y textos

(Granada, 1998), que ha sido la guía en esta materia ennumerosos centros de enseñanza de nuestro país.

Más recientemente ha visto el reconocimiento a suobra y a su trayectoria de escritor, siendo elegido miem-bro de la Academia de Buenas Letras de Granada, endonde pronunció su discurso de ingreso Disquisiciones

sobre poesía satírica, (Granada, 2006), que contestó elpoeta Enrique Morón. En estos últimos años y comosi intuyera su despedida, (dejando ya su casa sosegada) nosha regalado unas memorias amenísimas Memorial de ar-

timañas y secuencias sin cuento (Granada, 2006) en dondeda repaso a su vida y a sus recuerdos desde un puntode vista “convivencial”, es decir, incluyendo a los otros,a los amigos, a los compañeros de viaje con quienescompartió lo vivido. En ellas queda su mejor testimo-nio del momento que le tocó vivir y del modo en quevivió y sintió ese tiempo, desde la sensibilidad y el in-genio del poeta mayor y verdadero que siempre fue.Todos cuantos hemos sufrido su pérdida somos cons-cientes de hasta qué punto es real esta afirmación, comoreal es el hueco profundo que deja en todos nosotros, apesar del consuelo de su obra y de su memoria.

JUAN JESÚS LEÓNACOSTUMBRABA A PASAR LOSVERANOS EN LA GUARDIA CONSU ESPOSA MARIBEL.LA FOTOGRAFÍA DE FINALESDE LOS NOVENTA NOSMUESTRA AL POETA EN UNA DESUS FRECUENTES VISITAS AMOTRIL

Cultura

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En 1988, antes de que se inventara la poesía de la

experiencia, publiqué mi poesía completa hasta la fechacon el título Del corazón y la experiencia, dejando claroque, para mí, la poesía sincera brota de la afectividad yde la vivencia del creador. Rompía así con los coleta-zos de la poesía social y con el mero juego lírico de losnovísimos a los que, por edad, debería de pertenecer,aunque aprobaba y compartí con ellos la estéticaneorromántica en su versión antiburguesa de acepta-ción de temas repudiados por la felina sociedad, can-tando en mis poemas aquello que podía romper la es-trecha perspectiva de los hombres donados por la Igle-sia y el franquismo, cara y cruz del pasado —no pasa-do del todo—inmediato. Así canté, cantamos al erotis-mo frente a la hipocresía, a la liberación frente al fana-tismo inquisidor y al sueño compartido frente a la des-esperanza. Además, me incorporé, con los poetas de mi genera-ción, a la tarea de alzar de nuevo el lenguaje poético alnivel que tuvo antes de la guerra civil, reincorporandoal yo con su sensibilidad y sus experiencias, armado deexpresión acorde con la necesidad de transferirse a otros,y rechazando el prosaísmo de la poesía social y de losmás gremiales miembros de la generación del cincuen-ta, pero sin caer en el extremo opuesto del puro forma-lismo estético de Gimferrer y de la elucubración poéti-ca de Guillermo Carnero. Ahora que la poesía oficial derrota por las lagunasdel nosotros reducido a dos —el vate y su doncella— yse recurre al magisterio de los poetas catalanes de losaños cincuenta, reclamando para sí la poesía de la ex-periencia, es necesario proclamar el patrimonio común

de todos los creadores: la experiencia es la mina a cieloabierto en la que todos pueden y deben explotar supropia veta. Esta verdad proclaman los poetas de la diferencia queconozco, sin monopolizar ninguna estética, ni, muchomenos, cerrar la puerta al ancho mar de la experienciaentendida en su más extensa concepción, siguiendo aOrtega, como vivencia propia más el cúmulo de senti-mientos y vivencias transmitidos de generación en ge-neración por medio, fundamentalmente, del lenguajeescrito. Todo creador adquiere su propia experienciaviviendo conscientemente su particular historia y asi-milando la cultura acumulada a través de los siglos.Toda creación poética verdadera se basa en la expe-riencia individual más la colectiva, en las vivenciaspropias y ajenas, y el lector de estas obras recibe di-chas vivencias que, unidas a las suyas propias, confor-marán su personal experiencia la cual podrá transmitir,a su vez, a otros por medio de su obra. Cada individuo pone su baldosa, cada generaciónconstruye su peldaño y el resultado es esa escalera des-de la cual podemos asomarnos al mundo desde unaaltura cimentada en la experiencia de los hombres quees nuestra propia experiencia. Parece paradójico que algunos vates pretendan apro-piarse en exclusiva la expresión de la experiencia cuan-do sus obras no reflejan más vivencias personales quelas adquiridas en el espacio y tiempo que van del pisodonde viven a la taberna de la esquina de sus calles, ymás experiencia transmitida que la mala concienciacontenida en las obras de un grupo de poetas de la altaburguesía catalana.

La poesía es experiencia

JUAN J. LEÓN

JUAN JESÚS LEÓNFUE COLABORADOR

DE LAS PÁGINASDE CULTURA DE EL FARO.

REPRODUCIMOS UNODE SUS TEXTOS,

PUBLICADO EL 9 DEDICIEMBRE DE 1997, QUE

POSTERIORMENTERECOGERÍA EN SU LIBRO DE

CRÍTICAS LITERARIASJARDINES CERCANOS

Cultura

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He hablado de la copiosa obra, así en verso comoen prosa, de Antonio Enrique en otros artículos. Eneste me ocuparé de su novela La espada de Miramamolín

que acaba de aparecer en Rocaeditorial. Se trata de lasexta novela de este prolífico autor y es un libro sor-prendente como todos los suyos. Pero si nos pre-guntamos por qué nos sorprende la literatura deAntonio Enrique, la respuesta está clara: por su hete-rodoxia. No conozco ningún otro autor en la Espa-ña de hoy que desde su primera publicación hasta laúltima haya mostrado una singularidad tan extrema,un mundo propio tan definido, un lenguaje más ale-jado del que leemos cotidianamente en la prensa niuna fantasía tan audaz.

La espada de Miramamolín, como todas sus obras,supone ante todo una fiesta en la que la lengua espa-ñola vuelve a recobrar la sazón de los clásicos. To-rrentes de arcaísmos, de neologismos, de símiles ymetáforas. El léxico español no brillaba así desdeGabriel Miró. Y es que Antonio Enrique, buen co-nocedor de todas las tradiciones literarias, ama so-bre todas ellas la vieja tradición española, la prosa deQuevedo, Gracián, Cervantes… Y ha aprendido elarte de la descripción con el maestro Azorín y la agi-lidad narrativa con Valle-Inclán.

Pero el barroquismo de Antonio Enrique no selimita al estilo; su visión del mundo está impregnadapor ese juego de contrastes propio del Barroco. Jun-to a lo bello y limpio (en esta novela representadopor la joven Irenea) el escritor realiza un detenidoexamen de lo horrible, de lo desagradable. Ya en La

FERNANDODE VILLENA

La espada de Miramamolín

ANTONIO ENRIQUE,AUTOR DE LANOVELA

Narrativa

luz de la sangre Antonio Enrique se había escorado hacialo escatológico; en La espada de Miramamolín lo hacede una manera más rotunda. El mundo de las cuevas,la corte del Hechizado o la figura de la desenterrada«madre Paciencia» son muestras de ello. La novelarepresenta un viaje a la España más negra, la de Sola-na y Goya. Escenas como la del auto de fe sobreco-gen al lector. Claro que no sólo suponen una recrea-ción efectista de unos hechos históricos que conoce-mos bien gracias a la pintura, sino que asimismo cons-tituyen un alegato contra los poderosos de este mun-do.

En otro orden de cosas, Antonio Enrique sabe quelas ciudades son tan sugerentes que ellas mismas, apoco que se escuche sus voces del pasado, dan loslibros. Si en La ciudad de las cúpulas, por ejemplo,Úbeda era el alma del poemario, si en La armónica

montaña se trataba de Granada, en esta nueva novela,Guadix adquiere un protagonismo casi mayor que elde los personajes centrales. Y pues hablamos de ellos,diré que están llenos de verdad desde los principaleshasta los secundarios. La relación entre el madurocanónigo y la joven Irenea está llena de ternura. Laevolución psicológica de la hija del protagonista o lasobrecogedora figura de «madre Paciencia» confir-man lo que digo. Aparecen también en la novela al-gunos rasgos de humor, aunque el tono general espesimista. Finalmente, señalaré algo que ya habíaapuntado: en La espada de Miramamolín encontramosun derroche de imaginación, una fantasía delirante, esode lo que tanto carece la literatura española actual.

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Mi tía de 93 años me pregunta: “¿A dónde vas estavez?” “A Irán, le digo”. “A qué sitios más raros vas. Nosé qué país es ése”. “Te acuerdas cuando hablabais hacetreinta años del shah de Persia, y de lo triste que esta-ba Soraya porque la dejó por Farah Diva? Pues Irán esPersia”. Ella asiente dudosa. En Madrid mis amigosXan y Tomás me despiden en el bar Nietzsche: “Tevan a secuestrar y nosotros nos haremos famosos con-tando tu historia”. “Si no vuelvo ya sabéis mi últimavoluntad –digo. Quiero que nueve mujeres se acari-cien alrededor de mi tumba”.

Llego de noche a Teherán y me voy al Hotel Kowsar,es decir, Fuente del Paraíso. Está al lado de la avenidaVali, la que cruza la ciudad de sur a norte, con ruidode canales y llega hasta los montes Elburz. A la maña-na siguiente me viene a buscar Maryan, una chica a laque conocí por internet. Es traductora del inglés y melleva en coche por la ciudad atestada. Me lleva al ba-

zar, me lleva a cambiar dinero y comemos en un res-taurante con música tradicional. También me ayuda acomprar los billetes a Shiraz. Llega una mujer con unplato y una vela ardiendo, y hay que darle algo, porquesi no da mala suerte. Estamos en el Café Naderi, don-de una vez estuvo Kafka.

Shiraz es una ciudad un poco destartalada, con jo-yas esparcidas en medio. Nunca olvido que Rilke lamenciona en las Elegías. No puedo evitar una visita ala tumba de Hafiz, el poeta del amor secreto al quetanto aman. El taxista que me lleva a Persépolis mecuenta un chiste. Un inglés le dice a su madre que va avisitar Irán. La madre se lleva las manos a la cabeza:pero qué vas a hacer, te van a secuestrar, te van a ma-tar. Insiste tanto que él dice: Está bien, mamá, enton-ces no voy a Irán, voy a Persia. La madre contesta:Eso está mucho mejor.

En Irán, recordando a Rilke

ANTONIO COSTA

Cultura / Viajes

Persépolis sobrecoge con su plataforma en mitad

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de la inmensa llanura. En la Puerta de las Naciones loscaballos alados reciben a todo el mundo a una capitalde fantasía y tolerancia. En las escalinatas se ven lasprocesiones de súbditos con ofrendas al Gran Rey.Todos tienen una elegancia y una vitalidad que sor-prenden. No se dirigen a un rey que extermine, queimponga religiones, sino a una cultura que los admite atodos, que los recrea a todos. Estamos acostumbradosa defender a los griegos y poner a los persas como bár-baros y animales. Y sin embargo tuvieron una culturaexquisita y refinada.

Cerca de allí, excavadas en la montaña, están lastumbas de antiguos emperadores persas. Y sobre todoel relieve de Aureliano. El emperador romano se arro-dilla y le rinde pleitesía a Sapor, que acaba de vencerlo.Podemos decir que por una vez triunfó la fantasía y lasensibilidad sobre el imperio de administradores y le-giones. Podríamos decir que aquí respira un poco elespíritu de Heliogábalo, como diría Artaud.

Pero uno se sobrecoge cuando entra en la Plaza delImán de Isfahan. Es una de las más inmensas y bellas delmundo. Un rectángulo de dobles arcadas con filigranasazules y rosas en los arcos de arriba. Los arcos más ligerosy chopinianos que se puedan ver en ninguna parte. Lasmezquitas tiñen la línea del cielo de azul y verde. El pala-cio Ali Qapu parece una construcción de encaje. En elcentro hay estanques donde los edificios deliran con fan-tasías. En mitad de los soportales hay infinidad de tien-das de artesanía donde se oye el martillar sobre el cobre.En una esquina empieza el gran bazar. Y no hay nadie,solo japoneses ceremoniosos. Todo el mundo tiene mie-do de venir aquí. Pero te sonríen en todas partes, porqueestán deseando que vengas.

En los soportales está la tienda de alfombras deOmar. Te habla en español, te invita a un té, te diceque puedes llamar gratis a España. Me invita a comeral día siguiente. Tiene una tienda de alfombras en Vigoy siente nostalgia de ella. En el fondo de su tienda hayuna especie de tertulia, en la que participan viajerosrusos, comerciantes japoneses, vagabundos europeos.Allí conoces todo el mundo de las alfombras. Las hayde muchas clases y tienen un trabajo extraordinario. Ytambién significan mucho: son una especie de casa, unrefugio, te cuentan historias.

Me dice que a ver si ligo, que hay chicas muy gua-pas en la calle principal. Le digo que no quiero casar-me y tampoco quiero que me condenen a muerte. Mecontesta que si la mujer no está casada no hay proble-mas, y que si lo está solo me caen dos años. A ver si mecreo que estoy en Arabia Saudita. Él hospedó durantedos meses a Ana Briongos, una española que escribiólibros sobre Irán. Me presta uno, Negro sobre negro, y loleo por las noches fascinado en el hotel.

Todas las tardes subo a la tetería Qeysarieh, en loalto de las arcadas y veo el anochecer prodigioso sobrelas cúpulas. Le pregunto al dueño quién es ese jovenbarbudo que se ve en todas partes. Me responde quees el imán Hussein, el que vendrá al final a salvarlos atodos. Las mujeres se tapan la cabeza, tienen tantascosas oficialmente prohibidas. Y sin embargo hay unasensualidad exquisita. Se nota en los ojos de Sirin, lachica que me enseña la Mezquita del Viernes. Y en lacomida neblinosa del restaurante Sharzad.

Todavía me puedo despedir cenando de Maryan, enTeherán, en el restaurante Omar Jayam, el poeta de latolerancia que están pidiendo los persas.

EL AUTOR EN LA PLAZA DE ISFAJÁN

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El 22 de febrero de 1939, hace exactamentesetenta años, cerró sus ojos para siempre el poe-ta Antonio Machado en una modesta pensióndel pueblo de Colliure, cercano a la frontera deFrancia con España. Eran los últimos días de laGuerra civil y ya las fuerzas franquistas entra-ban en Cataluña en gloria y majestad. Machadoy parte de su familia, entre ellos, su madre AnaRuiz, su hermano José y su cuñada, huían alexilio de Francia, intentando escapar de la repre-sión, y tal vez de la muerte, a manos de los triun-fadores. El poeta sevillano, autor de libros tansentidos como Soledades, Galerías y otros poemas yCampos de Castilla, entre otros, y uno de los poe-tas más importantes en lengua castellana en elsiglo XX, murió en el pueblo francés, apenastraspasada la frontera. Su vida y su obra han sido reseñadas en mu-chos libros, sobre todo a partir de la llegada de lademocracia a España. Y hoy se le considera, unsímbolo de la poesía española contemporánea.Su obra estuvo marcada por todo lo que fue elfin de siglo en Europa y especialmente en Espa-ña, donde la realidad histórica fue la pérdida porparte de este país, con la guerra de Cuba, detodas las colonias americanas. Nació una gene-ración de poetas, intelectuales y pensadores co-nocida como la Generación del 98 y AntonioMachado ha sido uno de sus mayores represen-tantes. Pero su poesía y pensamiento filosóficotrasciende el sentir de esa España derrotada. Elpoeta había estudiado en aquel centro educativoque fue la Institución Libre de Enseñanza, y sehabía formado intelectualmente en los valoresde la democracia, la libertad, la tolerancia y lajusticia. Y como profesor de Instituto siempretransmitió a sus alumnos estos valores humanis-tas. En cuanto a su vida, podemos reseñar susviajes a París, donde conoció y fue amigo de losgrandes poetas de la época. Su estancia en Baezay luego en Soria, donde contrajo matrimoniocon Leonor Izquierdo, una joven de catorce añosquien falleció a los dos años de casados; la penaenorme al perder al ser amado y su compromi-so desde el primer momento con la Repúblicaespañola. Y su amor en la edad madura porGuiomar, la amada misteriosa a quien inmorta-lizó en las bellas Canciones a Guiomar. Con el tiem-po, muchos años después, supimos por la propiamusa del poeta, que Guiomar era en realidad laescritora Pilar de Valderrama. Ahora en el crudo invierno del treinta y nue-ve, Antonio Machado huía del fascismo comotantos miles de españoles. Bajo el frío, la lluvia, ysobre todo bajo el peso de la derrota, el poeta ysu familia, entre ellos, su anciana madre, que casino podía caminar, Machado había comenzadosu éxodo, huyendo de la brutalidad fascista queavanzaba invadiendo las tierras de Castilla. DeMadrid decidió, siempre junto a su familia, huira Valencia, donde se había instalado el que seríael último gobierno de la República. Se estableció

Los últimos días de Antonio Machado

¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,

la vieja vida en orden tuyo y nuevo?

¿Los yunques y crisoles de tu alma

trabajan para el polvo y para el viento?

ROLANDOSALAS-CABRERA

EL MAESTROANTONIO MACHADOPOSA EN LA QUE SECONSIDERA LAÚLTIMAFOTOGRAFÍADEL POETA, ENVILLA AMPARO,ROCAFORT,1938

mático, camina con dificultad. Ya por la nochecruzan la frontera francesa, pero tienen que gua-recerse en un vagón de ferrocarril en donde pa-san toda la noche. Al día siguiente toman contac-to con el Comité de apoyo a los intelectualesespañoles en el cual participan personas de lacultura y de la política, franceses y españoles.Existe la posibilidad de que los trasladen a París,incluso se piensa la posibilidad de viajar a Rusia,pero el estado de Antonio y de su madre es tanlamentable que el propio poeta desiste de la idea. Por tanto acuerdan alojarse en un hotel delpequeño pueblo pesquero de Colliure. Ante elagobio económico de la familia Machado queno disponía de dinero (sólo tenían algo de dinerorepublicano que ya no tenía valor alguno) unode los amigos les presta una cantidad suficientepara solucionar el pago del hotel. Allí AntonioMachado escribe su última carta, esta vez dirigi-da a su amigo José Bergamín, en la cual le agra-dece la ayuda que éste le ha brindado y comentasu idea de establecerse en Francia y encontrarun trabajo con el que mantenerse él y su madre. Pero ya su destino estaba decidido. Con grandificultad y lento andar, Machado caminó apo-yado en su bastón desde la estación de treneshasta el hotel de Madame Quintana. Duranteesos días en pocas ocasiones abandonó el hotel.A veces solía, por las tardes, acercarse hasta elpequeño puerto pesquero en compañía de suhermano José y se quedaba largo rato contem-plando el mar. Sus últimos días de vida, se le vioagitado y ya no podía levantarse del lecho. Falle-ció el 22 de febrero. En el bolsillo de su chaque-ta, su hermano encontró un trozo de papel conun poema que él, tiempo atrás, había escrito a suamada Guiomar: Y te daré mi canción./Se canta loque se pierde./Como un papagayo verde/que la diga entu balcón. En otro papel un verso escrito. El últi-mo: Estos días azules y este sol de la infancia.

en Rocafort en el año 1938, pero la situación dela guerra se hacía cada vez más crítica. Las tro-pas franquistas avanzaban y miles de fugitivosdecidían huir a Barcelona. Así en el mes de Abrilde 1938 se instalan en la ciudad condal y Ma-chado trabaja colaborando en los periódicos: LaVanguardia y en Hora de España. Pero en enerodel 39, la caída de Barcelona es inminente. Y elpoeta y su familia deciden viajar a Francia. Antonio Machado había declarado desde elprincipio su adhesión a la República, al gobiernoconstitucional y a la democracia. Por tanto sehabía convertido, como tantos intelectuales de laépoca, en un peligroso enemigo de los subleva-dos. Ya era quemante lo sucedido con el poetaGarcía Lorca, asesinado en Granada. La muer-te de Federico había conmocionado no sólo aEspaña sino al mundo entero. La brutalidad delfranquismo era tal, que habían asesinado a unpoeta, que ni siquiera era militante de alguna or-ganización política, y que no se había destacadoen ningún sentido en el ámbito político. En elcaso de Antonio Machado, el peligro era mayor,pues él sí, se había posicionado desde el principiopor la República y todo el proceso democráticoque se intentaba en España. El 22 de enero el poeta y su familia son eva-cuados de Barcelona en dirección a la frontera.Viajan en el auto de un médico amigo. Llegan eldía 27 a una casa en las afueras de Figueres. Allíse encuentran con otros intelectuales y personasdel arte y la cultura que también huyen a Fran-cia. Entre ellos el escritor Corpus Varga, amigode Machado. El día 28 unas ambulancias lostrasladan, pero no pueden acercarse a la fronte-ra, y los fugitivos deben continuar el camino apie. Es un invierno muy frío y cae una lluviaincesante. La madre de Machado no puede se-guir caminando y Corpus Varga la transporta ensus brazos. Antonio, enfermo del corazón y as-

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