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1 2015 Lecturas para la Semana de Oración Para se leídas del viernes, 4 de diciembre, al sábado, 12 de diciembre de 2015 Dones de Gracia

Dones de Gracia

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Lecturas para la Semana de Oración Para se leídas del viernes, 4 de diciembre, al sábado, 12 de diciembre de 2015

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Lecturas para la Semana de OraciónPara se leídas del viernes, 4 de diciembre, al sábado, 12 de diciembre de 2015

Dones de Gracia

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2 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

Lecturas de la Semana de Oracióndel 4 al 12 de diciembre de 2015

1. El Don de Profecía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4 Elena G. de White

2. El Don y el Espíritu de Servicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 Alfred Ngwenya

3. Aptos para Enseñar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11 Larry Watts

4. Exhortación–Amor y Ánimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .14 Humberto Ajucúm

5. El Don de Dar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17 Gustavo Castellanos

6. Compasión hacia Todos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20 Arnolfo Cortez

7. Liderazgo–Servicio Valiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23 Idel Suárez Moleiro

Publicación de laAsociación General

Sociedad Misionera Internacional de la Iglesia Adventista del Séptimo Día

Movimiento de Reforma625 West Ave. • Cedartown, GA 30125

Teléfono 770-748-0077 • Fax 770-748-0095 Email: [email protected] • Internet: www.sda1844.org

Introducción“De manera que, teniendo diferentes do-nes, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con li-beralidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Ro-manos 12:6-8).

El apóstol Pablo da una lista en la cual se encuentra el contexto más

amplio de los deberes prácticos que son recomendados a los creyentes para bendición de todos y específica-mente para el cuerpo de Cristo, “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (versículo 5).

Los siete dones de gracia en la lista antes mencionada provienen directa-mente del depósito del cielo. General-mente pensamos que el don es algo para la persona a quien es dado; a los padres les encanta dar regalos a sus hijos para hacerlos felices, sin nece-sitar realmente que compartan el re-galo con otros. Pero en Hechos 20:35, el apóstol dijo a los ancianos efesios cuando los encontró en su camino a Jerusalén que Jesús declaró que más bienaventurado es dar que recibir. Siendo ese el caso, los dones que serán considerados durante esta Semana de Oración están basados en el gran gozo y don de dar. Son distribuidos gratuitamente a los individuos para el avance de la iglesia de Dios en la tierra, la cual es rodeada y defendida por el cielo.

Las personas del mundo conocen los regalos. Los resultados de una en-cuesta de 80.000 administradores de negocios en más de 400 compañías hecha por la Organización Gallup fueron publicados en un libro del año 2009 titulado Primero, Romped Todas las Reglas, por Marcus Buckingham y Curt Coffman. Estos autores descu-brieron que la primera clave que los grandes administradores usaban era “Seleccionar el Talento.” Sabían que “Las personas no cambian tanto. No desperdicies tu tiempo procurando introducir lo que puede dejarse fuera. Intenta continuar lo que se dejó den-tro. Esto es suficientemente difícil.” La crianza y educación de una perso-

na puede haberla llevado a descuidar y aun abandonar su más grandiosa habilidad. El gran administrador pro-cura descubrir las fortalezas de cada persona tanto para el beneficio de la compañía como para la bendición de la persona misma.

Es importante aplicar este concep-to dentro de la iglesia. Los niños y los jóvenes necesitan ser ayudados para mejorar los talentos que Dios les ha dado. Y entonces se da el nuevo na-cimiento, cuando el Espíritu Santo es dado en mayor medida y concede un don específico de gracia a cada per-sona tan ciertamente como cuando uno nace. Se necesita ver para qué son los dones y cómo ser adecuadamente “administrados” dentro de la iglesia.

“La promesa del Espíritu no se aprecia como se debiera. Su cum-plimiento no se comprende como se podría. La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el minis-terio evangélico. Se puede poseer

sabiduría, talentos, elocuencia, todo don natural o adquirido; pero sin la presencia del Espíritu de Dios no se conmoverá a ningún corazón ni nin-gún pecador será ganado para Cristo. Por el otro lado, si están relacionados con Cristo, si los dones del Espíritu son suyos, los más pobres y los más ignorantes de sus discípulos tendrán un poder que hablará a los corazones. Dios los convierte en los instrumentos que ejercen la más elevada influencia en el universo” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 263).

Los siete dones de gracia están relacionados a la lista del apóstol de los dones espirituales en 1 Corintios 12:4-10 así como también a los que Pablo menciona que Cristo dio a los seres humanos en Efesios 4. Son da-dos para el mismo propósito–para el avance del reino celestial y promo-ver el bienestar del cuerpo de Cristo para que todos sean atendidos y sean más fuertes juntos de lo que podrían

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“A Cristo le ha sido entregado todo el juicio, porque es el Hijo del Hombre. Nada escapa a su conocimiento. No importa cuán elevada sea la jerarquía y cuán grande sea el poder de los apóstatas espirituales, Uno más alto y mayor ha llevado el pecado de todo el mundo. Es in-finito en justicia, en bondad y en verdad. Tiene poder para resistir a los principados, a las po-testades y a las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Armado y equipado como el Capitán de las huestes del Señor, viene

al frente en defensa de su pueblo…“En el futuro habrá perplejidad y disturbio y decepción. La única seguridad del pueblo de Dios es su uni-dad en el trabajo que Él les ha dado que hagan, sobre el cual sólo Él puede actuar como supervisor. Todos los que mantengan el inicio de su confianza firme hasta el fin recibirán en sus frentes la marca de Dios…“En este tiempo la única seguridad de quienes están guardando los mandamientos de Dios está en ser de un corazón, unidos con Cristo y el uno con el otro, escondidos con Cristo en Dios (Juan 13:33-35). El Salvador contempla el conflicto venidero e invoca a su pueblo a fortalecerse a sí mismo asiéndose de su fuerza, haciendo la paz con Él para que cuando sean desafiados, como serán, Dios pueda darles la expe-riencia de Jacob…“Dios da a cada ser humano su trabajo. Él ha dado diferentes talentos a cada uno. Todos deben trabajar de acuerdo a la habilidad que Dios les ha dado” (Manuscript Releases, tomo 21, págs. 271, 272).

ser separados. “Procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia.” “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edifica-ción del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (1 Corintios 14:12; Efesios 4:12-16).

“Todos los hombres no reciben los mismos dones, pero se promete al-gún don del Espíritu a cada siervo del Maestro…. No fue recibido el derra-mamiento del Espíritu hasta que, me-diante la fe y la oración, los discípulos se consagraron plenamente para efec-tuar la obra de Cristo. Entonces, en un sentido especial, los bienes del cielo fueron entregados a los seguidores de Cristo” (Palabras de Vida del Gran Maestro, págs. 262, 263).

Al leer y orar por los dones de gracia durante esta semana especial, estemos agradecidos por este tiempo de paz para considerar estos asuntos espirituales y meditar con gozo sobre los dones celestiales. Pero también

pensemos prácticamente y, de hecho, maravillémonos de la sabiduría infi-nita en éstos. Al mismo tiempo, sería excelente que cada persona indivi-dualmente contemple su propio don y considere cómo usarlo mejor para Cristo. Dios es fiel y guía a las iglesias locales y estructuras dirigentes para que no haya carencia de talento. De-pende de cada persona “amar a Jeho-vá su Dios de todo su corazón, y de toda su alma, y con todas sus fuerzas” para que los dones alcancen su máxi-mo potencial bajo el movimiento del Espíritu Santo. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas…” (Deuteronomio 6:5; Ecle-siastés 9:10).

Todos los líderes y oficiales de la iglesia son exhortados a poner a dis-posición estas Lecturas de la Semana de Oración a los miembros, especial-mente aquellos que no siempre pue-den reunirse con el grupo, y a tomar tiempo para orar con ellos. Las Lectu-ras también están disponibles en va-rios sitios web de Internet, tales como www.sda1844.org y www.sda1888.

org (inglés, español y francés), www.asd1844.org (español), y www.re-form-adventisten.net (alemán), ade-más de los sitios web en muchos paí-ses y otros idiomas.

El sábado 12 de diciembre, el día final de la Semana de Oración, es un día anual de ayuno y oración; todos son animados a participar en las re-uniones especiales para el estudio, confraternidad, adoración, oración, y alabanza, sabiendo que los creyen-te de todo el mundo están unidos en mente y corazón a través de la gracia de Cristo. Las ofrendas de la Sema-na de Oración anual serán recogidas para la Asociación General; este fondo es usado para un amplio espectro de proyección misionera. Por favor, dad generosamente con la comprensión de que hoy es el mejor tiempo de dar.

Los dones de Cristo tengan poder en vuestra vida individual y la vida de la iglesia para la honra, gloria, y alabanza de Dios el Padre y Jesucris-to, a quién Él ha dado toda potestad.

–Los hermanos y hermanas de la Asociación General

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4 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

Lectura 1 – Viernes, 4 de diciembre de 2015

El Don de ProfecíaPor Ellen G. de White

“…Esto es lo que habló el profeta Joel: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derrama-ré de mi Espíritu sobre toda carne, y vues-tros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vues-tros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifies-to; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:16-21).

Estamos viviendo en los últimos días, en un tiempo cuando pode-

mos esperar mucho del Señor. Estas palabras deberían llevarnos al trono de gracia para solicitar grandes co-sas de Él. Aquí se da la promesa que sobre los hombres y mujeres y sobre nuestros hijos e hijas el Espíritu Santo ha de venir; y “todo aquel que invo-care el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21). Esto trae a la vista una obra maravillosa a ser hecha, para la cual necesitamos el poder transfor-mador de Dios en nuestros corazones cada día. Es nuestro privilegio expe-rimentar esto (Review and Herald, 1 de abril de 1909).

Tenemos los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo, que es el espíritu de profecía. Gemas in-apreciables han de hallarse en la Pa-labra de Dios. Los que investigan esa Palabra deben mantener su mente cla-ra (Testimonios para los Ministros, pág. 114).

Desde el principioDesde el principio la iglesia de Dios ha tenido el don de profecía en su me-dio como una voz viva para aconsejar, amonestar, e instruir. Hemos llegado ahora a los últimos días de la obra del mensaje del tercer ángel, cuando Satanás trabajará con poder creciente porque sabe que su tiempo es corto.

Al mismo tiempo vendrán a nosotros a través de los dones del Espíritu San-to, diversidades de operaciones en el derramamiento del Espíritu. Este es el tiempo de la lluvia tardía (Manuscript Releases, tomo 9, pág. 278).

Fue poco después de transcurrir la fecha de 1844, cuando me fue dada mi primera visión. Estaba visitando a una amada hermana en Cristo, cuyo corazón estaba unido al mío. Cinco de nosotras estábamos arrodilladas en silencio en el altar de la familia. Mien-tras estábamos orando, el poder de Dios descendió sobre mí como nunca lo había sentido antes. Me parecía es-tar rodeada de luz, y estar elevándome siempre más de la tierra [Testimonios para la Iglesia, tomo. 1, pág. 61]. En esa ocasión tuve una visión de lo que su-cedería a los creyentes adventistas, la venida de Cristo y la recompensa que habría de ser dada a los fieles (Testimo-nios para la Iglesia, tomo 5, pág. 615).

Dios todavía hablaEn los tiempos antiguos Dios habló a los hombres por la boca de los profe-tas y apóstoles. En estos días les habla por los Testimonios de su Espíritu. Nunca hubo un tiempo en que Dios instruyera a su pueblo más fervien-temente de lo que lo instruye ahora acerca de su voluntad y de la conduc-ta que quiere que siga (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 620 [1889]; El Evangelismo, págs. 255, 256).

Debemos seguir las direcciones que nos han sido dadas por el espíritu de profecía. Debemos amar la verdad presente y obedecerla. Esto nos pre-servará de aceptar los graves errores del tiempo presente. Dios se ha dirigi-do a nosotros por medio de su Palabra; nos ha hablado por medio de los testi-monios enviados a la iglesia y por los libros que han contribuido a explicar nuestro deber presente y la posición que debiéramos ocupar actualmente (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 122 (1904); El Evangelismo, pág. 260).

Antes de enviar este testimonio, mi mente fue de tal manera impre-sionada por el Espíritu Santo, que no tuve descanso de día ni de noche, hasta que les escribí. No fue una tarea que yo misma hubiera escogido para mí… Yo albergaba poca esperanza de que mis palabras fuesen comprendi-das; pero al conmoverme el Señor de una manera tan decidida, no fui capaz de resistir a su Espíritu. Sabiendo que os estabais envolviendo en las redes de Satanás, calculé que el peligro era demasiado grande para que yo guar-dara silencio…

Se me dijo que reuniera la luz que me había sido impartida y que dejara que sus rayos brillaran sobre el pue-blo de Dios. Es precisamente lo que he estado haciendo a través de los ar-tículos publicados en los periódicos. Me levanté a las tres de la mañana casi todos los días durante meses y recogí todo lo que había escrito des-pués de los últimos dos testimonios que me fueron dados en Battle Creek. Puse por escrito estos asuntos y os los remití de prisa; pero no me cuidé de-bidamente y el resultado fue que des-mayé bajo la carga; me fue imposible terminar los escritos y hacerlos llegar a vosotros con tiempo para la sesión de la Asociación General (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, págs. 59, 60, 64).

No mera opinión–pasado, presente, y futuro reveladosSin embargo, ahora cuando os envío un testimonio de amonestación y re-prensión, muchos de vosotros decís que es meramente la opinión de la hna. White. De esta manera habéis in-sultado al Espíritu de Dios. Vosotros sabéis cómo el Señor se ha manifes-tado mediante el espíritu de profecía. El pasado, el presente y el futuro han pasado ante mí. Se me han mostrado rostros que yo nunca había visto, y años después los reconocía cuando los veía. He sido despertada de mi sueño con una impresión vívida de

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asuntos que anteriormente habían sido presentados ante mi mente; y he escrito cartas a medianoche que han viajado a través del continente, llega-do en un momento de crisis, y salvado la causa de Dios del desastre. Esta ha sido mi obra por años. Hay un poder que me ha impelido a reprender y a reprochar males que a mí no se me habían ocurrido. Esta obra de los últi-mos treinta y seis años, ¿es de arriba, o de abajo? (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 27; Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 61).

Mi esposo, junto con los pastores José Bates, Esteban Pierce, Hiram Ed-son, y otros que eran inteligentes, no-bles y veraces, estaba entre aquellos que, después que pasó el tiempo en 1844, escudriñaron en procura de la verdad como un tesoro escondido.

Solíamos reunirnos, con el alma cargada, orando que fuéramos hechos uno en fe y doctrina; porque sabíamos que Cristo no está dividido. Un tema a la vez era objeto de investigación. Las Escrituras se abrían con reverente temor. A menudo ayunábamos, a fin de estar mejor preparados para enten-der la verdad. Después de fervientes plegarias, si algún punto no se enten-día, era objeto de discusión, y cada uno expresaba su opinión con liber-tad; entonces solíamos arrodillarnos de nuevo en oración, y ascendían fer-vientes súplicas al cielo para que Dios nos ayudara a estar completamente de acuerdo, para que pudiéramos ser uno como Cristo y el Padre son uno. Muchas lágrimas eran derramadas.

Pasamos muchas horas de esta manera. A veces pasábamos la noche entera en solemne investigación de las Escrituras, a fin de poder entender la verdad para nuestro tiempo. En tales ocasiones el Espíritu de Dios solía ve-nir sobre mí, y las porciones difíciles eran aclaradas por el medio señalado por Dios, y entonces había perfecta armonía. Éramos todos de una misma mente y de un mismo espíritu (Testi-monios para los Ministros, págs. 24, 25).

Guiando a y confirmando la verdad bíblicaLa Palabra de Dios basta para ilumi-nar la mente más oscurecida, y puede ser entendida por los que tienen de-seos de comprenderla. No obstante todo eso, algunos que profesan estu-diar la Palabra de Dios se encuentran en oposición directa a sus más claras

enseñanzas. Entonces, para dejar a hombres y mujeres sin excusa, Dios da testimonios claros y señalados, a fin de hacerlos volver a la Palabra que no han seguido… La Palabra de Dios abunda en principios generales para la formación de hábitos correctos de vida, y los testimonios, generales y personales, han sido calculados para atraer su atención más especialmen-te a esos principios (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 622 [1889]; El Evangelismo, págs. 256, 257).

Mediante su Espíritu Santo, la voz de Dios nos ha venido continuamente en forma de amonestación e instruc-ción, para confirmar la fe de los cre-yentes en el espíritu de profecía. El mensaje ha venido repetidas veces: Escribe las cosas que te he dado para confirmar la fe de mi pueblo en la po-sición que ha tomado. El tiempo y las pruebas no han anulado la instruc-ción dada, sino que han establecido la verdad del testimonio dado mediante los años de sufrimiento y abnegación. La instrucción que fue dada en los primeros días del mensaje ha de ser retenida como instrucción segura de seguir en estos días finales (Review and Herald, 18 de Julio de 1907; Mensa-jes Selectos, tomo 1, pág. 46).

Aclarando nuestra posición, necesidad y peligro actualesDios nos ha hablado por su Palabra, por los testimonios enviados a la igle-sia y por los libros que han contribui-do a explicar nuestro deber presente y la posición que debiéramos ocupar actualmente. Debemos prestar aten-ción a las advertencias que nos han sido dadas línea tras línea, precepto tras precepto; si las descuidamos, ¿de qué excusa nos valdremos? (Testimo-nios para la Iglesia, tomo 8, pág. 312).

El Señor ha visto propio darme una visión de las necesidades y los errores de su pueblo. Por doloroso que me haya sido, he presentado fielmente a los ofensores sus faltas y los medios de remediarlas... Así ha pronunciado el Espíritu de Dios amonestaciones y juicios, aunque sin retener la dulce promesa de misericordia... (Testimo-nios para la Iglesia, tomo 5, pág. 621).

La Palabra de Dios es suficiente para iluminar la mente más oscureci-da y puede ser comprendida por los que así deseen hacerlo. Pero a pesar de todo esto, algunos que profesan estudiar la Palabra de Dios se mues-

tran en oposición directa con sus más claras enseñanzas. Luego, para dejar a los hombres y mujeres sin excusas, Dios da testimonios claros y agudos, atrayéndolos a la Palabra de la que descuidadamente se han apartado (Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 404 [1870]).

La palabra de Dios abunda en principios generales para la forma-ción de hábitos de vida correctos; los testimonios, tanto generales como personales, se han calculado para lla-mar aún más específicamente su aten-ción sobre esos principios…

Así se nos han revelado las tram-pas y los designios de Satanás, la im-portancia que tiene el perfeccionar un carácter cristiano, y los medios por los cuales se puede obtener este resulta-do. Dios indica así lo que es necesario para obtener su bendición. Muchos propenden a manifestar sentimientos de rebeldía cuando se reprenden sus pecados particulares. El espíritu de esta generación dice: “Decidnos cosas halagüeñas.” Pero el espíritu de pro-fecía dice solamente la verdad. (Tes-timonios para la Iglesia, tomo 4, págs. 318, 17).

Ningún substituto para la Palabra santaLos testimonios de la hna. White no deben ser presentados en primera lí-nea. La Palabra de Dios es la norma infalible. Los testimonios no han de ocupar el lugar de la Palabra. Debe ejercerse gran cuidado por parte de todos los creyentes, para presentar cuidadosamente estas cuestiones, y siempre conviene detenerse cuando se ha dicho suficiente. Prueben todos su posición por medio de las Escritu-ras, y prueben por la Palabra revela-da de Dios todo punto que sostienen como verdad (Carta 12, 1890).

Cuanto más miremos las promesas de la Palabra de Dios, más brillantes aparecen. Cuanto más las practique-mos, tanto más profunda será nuestra comprensión de ellas. Nuestra posi-ción y fe se basan en la Biblia. Y nunca queremos que un alma presente los testimonios antes que la Biblia (Ma-nuscrito 7, 1894; El Evangelismo, pág. 190).

El Señor quiere amonestaros, re-prenderos, aconsejaros, por medio de los testimonios dados, y grabar en vuestra mente la importancia de la verdad de su Palabra. Los testimonios

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6 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

escritos no son dados para proporcio-nar nueva luz, sino para impresionar vívidamente en el corazón las verda-des de la inspiración ya reveladas. El deber del hombre hacia Dios y sus semejantes ha sido especificado dis-tintamente en la Palabra de Dios. Sin embargo, son pocos entre vosotros los que obedecen a la luz dada. No son sacadas a relucir verdades adiciona-les; sino que Dios ha simplificado por medio de los Testimonios las grandes verdades ya dadas, y en la forma de su elección, las ha presentado a la gente, para despertar e impresionar su mente con ellas, a fin de que todos queden sin excusa (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 624).

Ninguna opinión personal sino para beneficio espiritual Cuando fui a Colorado, estaba tan agobiada a causa de vosotros que, en mi debilidad, escribí muchas páginas para que se leyeran en vuestro con-greso. Débil y temblorosa, me levanté a las tres de la mañana para escribiros. Dios hablaba mediante la arcilla. Po-dríais decir que esta comunicación era sólo una carta. Sí, era una carta, pero inspirada por el Espíritu de Dios para presentaros cosas que me habían sido mostradas. En estas cartas que escri-bo, en el testimonio dado, os presento lo que el Señor me ha presentado. No escribo un solo artículo en la revista que exprese meramente mis propias ideas. Son lo que Dios ha desplegado ante mí en visión: los preciosos rayos de luz que brillan del trono... (Mensa-jes Selectos, tomo 1, pág. 31).

Júzguense los Testimonios por sus frutos. ¿Cuál es el espíritu de su ense-ñanza? ¿Cuál ha sido el resultado de su influencia? “Todos los que desean hacerlo, pueden familiarizarse con los frutos de estas visiones”…

O está Dios enseñando a su igle-sia, reprendiendo sus errores, fortale-ciendo su fe, o no lo está haciendo. La obra es de Dios, o no lo es. Dios no hace nada en sociedad con Satanás. Mi obra... lleva la estampa de Dios, o la del enemigo. No hay medias con-clusiones en el asunto. Los Testimo-nios son del Espíritu de Dios, o del diablo (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 629 [1889]; El Evangelismo, pág. 192).

Dios me ha mostrado muchas co-sas sobre la obra de Satanás en Texas y la conducta anticristiana de algunos

que se han mudado desde Míchigan. Se me mostró que los hermanos B no han aceptado de corazón el tes-timonio que se les dio. Confían más en ellos mismos que en el espíritu de profecía (Testimonios para la Iglesia, tomo 4, pág. 325).

Para ser usado cuidadosamenteAlgunos que no quieren recibir la luz, sino que prefieren ir por caminos de su propia elección, escudriñan los testimonios para encontrar algo que fomente el espíritu de incredulidad y desobediencia. Así se introduce un espíritu de desunión, pues el espíritu que los guía a criticar los testimonios también los inducirá a observar a los hermanos para hallar en ellos algo que condenar (Manuscrito 73, 1908) (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 54).

al mundo se extiende, resulta más importante para los que aceptan la verdad presente tener una clara com-prensión de la naturaleza e influencia de los Testimonios, que en su provi-dencia Dios vinculó con la obra del mensaje del tercer ángel desde su mismo nacimiento…

El Señor requiere que obedezca-mos la voz del deber cuando otras voces a nuestro alrededor nos instan a seguir un curso opuesto. Esto requiere de nosotros que pongamos seria aten-ción para poder distinguir cuál sea la voz que proviene de Dios. Es preciso que resistamos y venzamos toda in-clinación y obedezcamos la voz de la conciencia sin discusión ni transigen-cia para evitar que cesen sus insinua-ciones y que dominen en su lugar la voluntad y deseos propios. La palabra del Señor llega a todos nosotros que no hemos resistido a su Espíritu rehu-sando escuchar y obedecer. Esta voz puede escucharse mediante las amo-nestaciones, los consejos y reprensio-nes. Estas constituyen el mensaje de luz para su pueblo. Si esperamos has-ta recibir llamados más fuertes y me-jores oportunidades, puede ser que la luz sea retirada y que nos quedemos en oscuridad (Testimonios para la Igle-sia, tomo 5, págs. 615, 65).

Dios me autorizó a deciros que no brillará en vuestra senda ningún otro rayo de luz por medio de los Testimo-nios hasta que llevéis a la práctica la luz que ya ha sido dada. El Señor os ha cercado con su luz, pero no habéis apreciado la luz, la habéis pisoteado. Mientras que algunos han desprecia-do la luz, otros la han descuidado, o la han seguido con indiferencia. Unos pocos se han propuesto obedecer la luz que Dios se ha complacido en dar-les (Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 536).

El Señor ha enviado a su pueblo mucha instrucción, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allá. Poco caso se hace de la Biblia, y el Señor ha dado una luz menor para guiar a los hom-bres y las mujeres a la luz mayor. ¡Oh, cuánto bien podría haberse realizado si los libros que contienen esta luz hubie-sen sido leídos con una determinación de practicar los principios que contie-nen! Habría una vigilancia, una abne-gación y un esfuerzo resuelto mil veces mayores. Y muchos más se regocijarían ahora en la luz de la verdad presente (El Colportor Evangélico, pág. 129). n

Resistamos y venzamos toda inclinación y obedezcamos

la voz de la conciencia.

El último engaño de Satanás con-sistirá en convertir el testimonio del Espíritu de Dios en algo ineficaz. “Sin profecía el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18). Satanás trabajará ingeniosamente, con métodos distin-tos e instrumentos diferentes, para desarraigar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero. Introducirá visiones en-gañosas para descarriar, mezclará lo falso con lo verdadero, y con esto fastidiará de tal modo a la gente que ésta tildará de fanático todo aquello que tenga que ver con las visiones; pero las almas sinceras, al establecer un contraste entre lo falso y lo verda-dero, estarán capacitadas para distin-guir entre estos términos... (Mensajes Selectos, tomo 2, pág. 89).

El apóstol amonestó a los tesa-lonicenses a no despreciar el don de profecía, y con las palabras: “No apa-guéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; re-tened lo bueno,” les ordenó que dis-tinguieran cuidadosamente entre lo falso y lo verdadero (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 214).

Importancia e influenciaA medida que se acerca el fin, y la obra de dar la última amonestación

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Lectura 2 – Sábado, 5 de diciembre de 2015

El Don y el Espíritu de ServicioPor Alfred Ngwenya, Zimbabue/Swazilandia

“Dios no escoge, para que sean sus representantes entre los

hombres, a ángeles que nunca caye-ron, sino a seres humanos, a hom-bres de pasiones semejantes a las de aquellos a quienes tratan de salvar. Cristo se humanó a fin de poder al-canzar a la humanidad. Se necesitaba un Salvador a la vez divino y humano para traer salvación al mundo. Y a los hombres y mujeres ha sido confiado el sagrado cometido de dar a conocer ‘las inescrutables riquezas de Cristo’ ” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 109).

El don del servicio podemos enten-der que es “el espíritu del servicio,” o “el don de dar.” Desde el principio de la historia humana, podemos ver que el hombre fue creado para vivir una vida de actividad–de servicio. No fue creado sólo para sentarse y pensar en sí mismo sino enfocarse siempre en lo que debería hacer para ser una mano ayudadora para Dios y así glorificarle. “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15). Una vida de servicio tal, lo ha-ría saludable y feliz y sería un escudo para la tentación. Considerad cómo una vida así protege al ser humano del egoísmo y la ociosidad. Se espera-ba que Adán tuviese dominio incluso sobre la naturaleza no viviente, y dio nombre a los animales. Se comunicaba con ellos y los cuidaba.

Por lo tanto, “Cada uno debería considerar la solemne pregunta, ¿Qué es mi vida para Dios y mis prójimos? Nadie vive para sí. Ninguna vida es neutral en sus resultados…” (La Fe por la Cual Vivo, pág. 32).

Dios mismo amó tanto al mundo que Dios a su Hijo unigénito. Hoy gozamos de la bendición de la salva-ción y de la gracia salvadora de Dios a través de su servicio. ¿No dio Cristo su vida por lo hijos de Adán? Agoni-zó en el jardín de Getsemaní y aceptó la muerte en la cruz porque deseaba ofrecer al hombre un servicio apro-bado–salvación. Leemos en Hebreos

12:2, 3: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él su-frió la cruz, menospreciando el opro-bio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.”

“Sanad enfermos, limpiad lepro-sos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). Esto es lo que Jesús dijo a los doce cuando los envió a servir; y después de cumplir con las tareas, expresaron mucho gozo por haber realizado lo que se esperaba. Hoy, muchas personas desean recibir pago o alabanza a cambio de su servi-cio, pero esto no es verdadero servicio, pues proviene de un corazón libre. “De gracia recibisteis, dad de gracia.” Y Pablo en el espíritu dice: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

“Cada alma está bajo la obligación de vivir una vida cristiana. Nuestra personalidad, nuestros talentos, nues-tro tiempo, nuestra influencia, nues-tras capacidades, todo lo hemos reci-bido de Dios y le debe ser devuelto en servicio voluntario. El blanco y objeto de la vida no consisten en asegurarnos ventajas materiales transitorias sino asegurarnos las ventajas eternas. Dios reclama vuestra alma, vuestro cuerpo, vuestras capacidades porque os ha comprado con su propia sangre pre-ciosa y le pertenecéis. Es robo negaros a Dios.... La pregunta importante es: ¿Está nuestra vida entretejida con la de Jesús?” (La Fe por la Cual Vivo, pág. 32).

Todos los talentos que poseemos son dados para el servicio del Señor y nuestros prójimos. Nuestros talen-tos no pueden ser del mismo tipo que el resto pero todos tenemos talen-tos. Hoy existen personas ricas en el mundo, algunas de ellas son dotadas

en el canto, en dirigir multitudes, o en hablar elocuentemente, y reciben aplauso de las personas. Pero esto no es lo que Dios tuvo en mente cuando impartió los talentos. “En la vida del verdadero cristiano no hay nada del yo: el yo está muerto. No había egoís-mo en la vida que Cristo vivió en esta tierra. Llevando nuestra naturaleza, vivió una vida plenamente entregada al bien de los demás” (En los Lugares Celestiales, pág. 59).

Debido al egocentrismo este mun-do está andando a tientas en la oscu-ridad y está muriendo por la falta de conocimiento acerca de la verdad, el Dios viviente, el Creador del cielo y de la tierra. Vemos personas todos los días que no tienen alimento o ropa. Otros están enfermos y con dolor por diferentes enfermedades y han perdi-do toda esperanza de recuperarse de sus dificultades. Y los crímenes son cometidos todos los días en cada ciu-dad, pueblo, y aldea. Debido a esta oscuridad, Dios recluta hombres y mujeres de servicio.

PredicaciónAl ver al mundo en oscuridad y mu-riendo, Jesús envió a su discípulos con la comisión, “Por tanto, id, y ha-ced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Pa-dre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19, 20). Esta comisión fue en sí misma un don de servicio que Él dio a sus discí-pulos y también a nosotros. Cada uno tiene este don para servir a su prójimo y a todo el mundo con la luz de la sal-vación. “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22). Con el Espíritu Santo, Él sopló en ellos el espíritu del servicio. Los envió a compartir las buenas nue-vas con las personas que se encontra-ban en oscuridad.

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8 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

Es el deber de todos los que han re-cibido el evangelio realizar un fiel ser-vicio iluminando a otros. Nadie tiene necesidad de ser temeroso o avergon-zarse del evangelio de Cristo, porque tiene el poder de salvar tanto a la per-sona que sirve como al servido. Mien-tras que haya personas que no conocen la salvación a través de Jesucristo, hay muchas oportunidades para entrar a su servicio. “¡Cuán hermosos son so-bre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” (Isaías 52:7). Dios sabe muy bien cómo las personas sufren bajo la mano satánica de la opresión. El diablo los ha cegado para que no puedan ver el camino hacia la salva-ción, pero Dios proveyó el servicio de su pueblo para ayudarlos a encontrar el camino para salir de la prisión de la oscuridad.

“Yo Jehová te he llamado en justi-cia, y te sostendré por la mano; te guar-daré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas” (Isaías 42:6, 7). Este es un llamado al servicio. ¿No atenderéis el llamado? ¿Por cuánto tiempo han de permane-cer estas almas en esta prisión de os-curidad? ¿No sois el recipiente de la gracia de Dios? A vosotros, a mí, y a todo su pueblo Él dice, así como dijo a Saulo de Tarso: “Pero levántate, y pon-te sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por minis-tro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los genti-les, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potes-tad de Satanás a Dios; para que reci-ban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santifica-dos” (Hechos 26:16-18).

Dios os ha elegido para predicar la palabra, porque esta palabra testifica de Cristo, a quien habéis oído, cono-cido, y aceptado. Dios espera que no-sotros prediquemos el evangelio fiel-mente, reuniéndonos con las personas donde están. No deberíamos esperar que ellos vengan a nosotros para po-der compartir esta palabra de luz. El verdadero servicio cristiano es levan-tarse e ir a buscar a aquellos a quienes podéis dar este evangelio que salva.

Los resultados de un servicio tal serán maravillosos. “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jeru-salén; también muchos de los sacer-dotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7). En este servicio de predicación, no debería haber temor de desilusión o fracaso, pues la promesa es: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus ga-villas” (Salmos 126:5, 6). Cuando este servicio haya sido completamente ter-minado, aquellos que están fielmente comprometidos en Él ahora oirán las grandiosas palabras: “…Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).

Servicio por los enfermos“Estuve enfermo, y me visitasteis” “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con po-der a Jesús de Nazaret, y cómo Éste andu-vo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios esta-ba con Él” (Mateo 25:36; Hechos 10:38).

“Leed las Escrituras con cuidado, y hallaréis que Cristo utilizó la mayor parte de su ministerio para restaurar la salud del doliente y el afligido. Así devolvió a Satanás la deshonra del mal que el enemigo de todo bien ha-bía originado. Satanás es el destructor; Cristo es el Restaurador. Y en nuestra tarea como colaboradores con Cristo, tendremos éxito si obramos siguien-do directivas prácticas. Ministros, no circunscribáis vuestra labor a dar ins-trucción bíblica. Haced obra práctica. Tratad de restaurar el enfermo a la salud. Este es el ministerio verdade-ro. Recordad que la restauración del cuerpo prepara el camino para la res-tauración del alma” (Manuscrito 55, 1901) (El Ministerio Médico, pág. 317).

Cada día, enfermos, almas sufrien-tes necesitan nuestra ayuda; los vemos a izquierda y derecha. En nuestros lu-gares de trabajo, en nuestras vecinda-des, en los hospitales, y donde sea que las personas viven, hay sufrimiento. Jesús dijo que en el fin del tiempo ha-bría “hambres, y pestes” (Mateo 24:7). Las personas sienten su necesidad de ayuda mayormente cuando están bajo el poder de la enfermedad. Entonces, están listos para aceptar nuestras ora-ciones e himnos. Entonces pueden re-conocer la mano ayudadora y el amor

compasivo de Dios. Haced lo que po-dáis para ayudar a aquellos que están dolientes, recordando cómo Cristo es-tuvo un tiempo listo para entrar a la casa del enfermo y de los que lloran. Antes de enviar a sus discípulos a pre-dicar el evangelio, ¿qué hizo? “Enton-ces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10:1). Esto demues-tra cuán cerca está Cristo de los enfer-mos, y Él confió a todos sus seguido-res este servicio importante.

El servicio del pastor“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decir-le la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas” (Juan 21:15, 16).

Un pastor protege, cuida, y ali-menta a la oveja. Cristo se llama a sí mismo el “buen Pastor” porque depo-ne su vida por su oveja. Cristo mismo siempre estuvo con sus discípulos, y no sólo ellos sino también las multitu-des eran bendecidas por su presencia. Las personas venían en busca de Él al amanecer, porque se sentían protegi-dos y en paz en su presencia. “Viendo la multitud, subió al monte; y sentán-dose, vinieron a Él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba…” “Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen de-lante de la gente. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les so-bró, doce cestas de pedazos” (Mateo 5:1, 2; Lucas 9:16, 17). Esto es lo que llamamos servicio cristiano–cuidar a nuestros hermanos, alimentarlos es-piritualmente y físicamente. Esta es la razón, por la cual Jesús dijo amad al prójimo como a vosotros mismos. Es la responsabilidad de los pastores, an-cianos de iglesia, y oficiales de la igle-sia, así como también de los miem-bros, cuidar el rebaño de Dios.

Cuando aquellos que son espiri-tualmente débiles no son atendidos apropiadamente en la iglesia, ésta decae rápidamente. En otros casos, la pobreza ocasiona que algunos caigan en tentación y abandonen la iglesia.

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Pero es el trabajo del ministro y de cada hermano y hermana vigilar las almas a quienes Cristo ha comprado con su propia sangre.

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre. Por-que yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al reba-ño” “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (Hechos 20:28, 29; 1 Pedro 5:2). La grey de Dios necesita ser apacentada constantemente por su palabra. Ahora es el tiempo de ha-cerlo, porque está llegando un tiempo cuando será muy difícil enseñar la verdad. La grey de Dios necesita estar firmemente establecida en la verdad presente.

Desafortunadamente, a menudo sólo se enseñan sermones agradables y muchas personas dejan de escuchar la verdad real, temiendo que sus pe-cados serán señalados. Pero cada uno necesita fundar su vida y experiencia en un “así dice el Señor,” “a la ley y al testimonio.” Y aquellos que cuidan fielmente el rebaño de Dios un día oi-rán la bendición pronunciada sobre ellos, “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vo-sotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34), mientras que al mismo tiempo aquellos que no realizaron el servicio fiel oirán a Dios pronunciar un juicio irrevocable echándolos a la oscuridad. “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41).

Aún hoy, como en tiempos anti-guos, las personas se excusan. “Y os será toda visión como palabras de li-bro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: Lee ahora esto; él dirá: No puedo, porque está sellado. Y si se diere el libro al que no sabe leer, diciéndole: Lee ahora esto; él dirá: No sé leer” (Isaías 29:11, 12). Después de recibir la comisión del evangelio, el apóstol Pablo no se sentía en paz si no predicaba y alimentaba al rebaño de Dios con la palabra: “¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16). Él sabía que todos serían llama-dos a dar cuenta en el día del juicio

por las almas que fueron designadas a ellos por protección. Si fracasamos como centinelas de Dios sobre las mu-rallas de Sión, una terrible negligencia será cargada en nuestra cuenta. Ha-gamos un servicio fiel como pastores subalternos.

Servicio para los pobres“Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra” (Deuteronomio 15:11).

Cada persona–rica o pobre–es muy preciosa para Dios. Él no subestima a nadie que vive en la pobreza. “Porque Él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le so-corra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres” (Salmos 72:12, 13). Cuan-do Cristo empezó su ministerio, inicio con los pobres; en realidad, Él dice que fue ungido “para predicar el evangelio a los pobres.” Cuando surja una opor-tunidad, necesitamos hacer todo lo que podamos por los pobres y débiles para recibir el gozo de los ricos. “Bien-aventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bien-aventurado en la tierra, y no lo entre-garás a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su en-fermedad” (Salmos 41:1-3).

La bondad mostrada a los pobres, débiles, sufrientes es como tener pan para el futuro, pues “los misericordio-sos” “alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7). Dios les devolverá. Dios no olvida nuestro trabajo y labor de amor si ha-cemos todo como si fuese para Jesús, en su nombre. No podemos permitir-nos cerrar nuestros ojos y oídos como si estuviésemos ciegos y sordos a los lamentos del pobre, pensando que no seremos vistos por Dios. En este mun-do y en la iglesia, hay personas que son oprimidas–las viudas y los huérfa-nos. Nuestros ojos, oídos, y simpatías deberían ser atraídos a tales personas. Nuestra luz debería brillar para que estos sufrientes puedan ver y glorificar a Dios. “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27).

Los miembros y líderes de la igle-sia tienen gran verdad y conocimien-

to sobre los eventos actuales que nos rodean. Incluso ayudamos a menudo, pidiendo el favor de Dios. Pero el Se-ñor en su misericordia plantea una pregunta: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desa tar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opre-sión, y dejar ir libres a los quebranta-dos, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu her-mano?” (Isaías 58:6). Esto abrirá los oídos de Dios para escuchar nuestras oraciones, y nos guiará a las sendas de justicia. Deberíamos ser como un padre para los pobres y huérfanos, incluso buscando los casos que no conocemos. Hay un joven en la Biblia que fue llamado para ser un discípulo de Jesús a condición de que vendiese todo lo que tenía y diera a los pobres e indigentes (Mateo 19:21). Esto de-muestra que Cristo se identifica con los pobres y nos tendrá por responsa-bles si no les servimos. “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber.” “Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más peque-ños, tampoco a mí lo hicisteis” (Mateo 25:42, 45). Nosotros somos guardia-nes de nuestro hermano.

Servicio a los prisioneros“Estuve en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:36).

Hay muchas personas en el mun-do que están afligidos y encadenados debido a los crímenes que han come-tido, y la ley no ha sido misericordiosa con ellos. El Dios del cielo contempla, ve y oye el gemido de estas almas. En compasión, envió a su único Hijo para darles alivio. Jesús dijo que su misión era “abrir los ojos de los ciegos, sacar de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas” (Isaías 42:7). Antes de que Cristo ven-ga a nuestras vidas, todos somos pri-sioneros del diablo. Cristo predicó el evangelio de liberación a los cautivos y a aquellos que estaban encadenados. No sería posible que alabaramos a Dios si Jesús no hubiese venido y hubiese libertado a aquellos que estaban en prisión por el príncipe de este mundo “que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus pre-sos nunca abrió la cárcel” (Isaías 14:17).

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10 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

Muchas personas están encerra-das en las prisiones de este mundo. No todos han sido juzgados recta-mente. Algunos fueron condenados falsamente, como nuestro Señor, así que no hay excusa para negarnos a visitar a los prisioneros o a preguntar por qué quebrantaron la ley. En este mundo, hay poca justicia. No sabe-mos por qué tantas personas están en la cárcel. Recordemos a Pedro, Pablo, Juan, y otros que estuvieron en pri-sión, aunque no habían hecho nada malo a la vista de Dios. Pero incluso si las personas estuviesen en prisión por una causa real, visitémoslos y ga-némoslos para la esperanza imperece-dera de la vida eterna.

Recordad al ladrón en la cruz. Cristo le fue revelado y le prometió vida eterna, aun cuando no fue libe-rado de la cruz. Murió aquel día, pero con esperanza eterna. Del mismo modo, visitar a los prisioneros no sig-nifica que hemos de pelear para libe-rarlos de la cárcel, sino más bien que puedan ser liberados de la prisión del pecado aun mientras permanecen en la cárcel, con la esperanza de la vida y la liberación eterna. En realidad, hay personas a quienes Dios permitió que fuesen puestos en prisión para poder recibir la corona de la vida. La prome-sa de Dios es, “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y ten-dréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10). Por lo tanto, “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Hebreos 13:3).

Apoyo del ministerio“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos” (Prover-bios 3:9).

Dios nos está llamando a unirnos a Él en el servicio del ministerio apoyan-do a aquellos que han dejado sus fami-lias, hogares, y países para predicar el evangelio. ¿Cómo les servimos? Dios instruye a todos a dar sus diezmos y ofrendas con el fin de que aquellos que predican el evangelio puedan vivir–ellos y sus familias. El Señor, que es dueño de este mundo y de todo lo que hay (oro y plata) ha dado al hombre ta-lentos, sabiduría y la habilidad de ob-

tener la riqueza. Recordemos cuán fiel fue Abraham, dando diezmos y ofren-das al Rey de Salem (Melquisedec). Del mismo modo, Jacob comprendió su obligación con el ministerio y pro-metió a Dios que pagaría los diezmos y ofrendas para apoyar el servicio sagra-do, si Dios le reservaba su vida y lo re-tornaba a su tierra natal. Este servicio de diezmos y ofrendas es tan antiguo como la historia humana. La promesa conectada a la fidelidad en dicho ser-vicio declara: “Y serán llenos tus gra-neros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:10).

Hospitalidad “Amaos los unos a los otros con amor fra-ternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligen-cia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperan-za; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las nece-sidades de los santos; practicando la hospi-talidad” (Romanos 12:10-13).

Muchas personas dicen a amigos y extraños, “Dios te bendiga,” en lu-gar de compartir sus bendiciones con aquellos que son necesitados. Dichas bendiciones verbales no tienen valor si alguien está en necesidad y no su-plimos esas necesidades. Como hijos del Altísimo que hemos nacido nue-vamente, hemos de amarnos los unos a los otros y hemos de hacer el bien a nuestros compañeros de peregrinaje–aquellos que son domésticos de la fe. Cuando mostramos hospitalidad y da-mos la bienvenida a los necesitados en nuestros hogares, podemos estar dan-do la bienvenida a seres celestiales a nuestras moradas. Dios puede suplir-nos abundantemente. “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui foraste-ro, y me recogisteis” (Mateo 25:35).

Siguiendo las huellas divinas“Muchos piensan que sería un gran privilegio visitar el escenario de la vida de Cristo en la tierra, andar don-de Él anduvo, mirar el lago en cuya orilla se deleitaba en enseñar y las co-linas y valles en los cuales sus ojos con tanta frecuencia reposaron. Pero no necesitamos ir a Nazaret, Capernaúm y Betania para andar en las pisadas de Jesús. Hallaremos sus huellas al lado del lecho del enfermo, en los tugurios de los pobres, en las atestadas calle-juelas de la gran ciudad, y en todo lugar donde haya corazones huma-

nos que necesiten consuelo. Al hacer como Jesús hizo cuando estaba en la tierra, andaremos en sus pisadas…

“Jesús obraba para aliviar todo caso de sufrimiento que viese. Tenía poco dinero que dar, pero con fre-cuencia se privaba de alimento a fin de aliviar a aquellos que parecían más necesitados que Él. Sus hermanos sentían que la influencia de Él contra-rrestaba fuertemente la suya. Poseía un tacto que ninguno de ellos tenía ni deseaba tener. Cuando ellos hablaban duramente a los pobres seres degra-dados, Jesús buscaba a estas mismas personas y les dirigía palabras de aliento. Daba un vaso de agua fría a los menesterosos y ponía quedamen-te su propia comida en sus manos. Y mientras aliviaba sus sufrimientos, asociaba con sus actos de misericor-dia las verdades que enseñaba, y así quedaban grabadas en la memoria” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 595, 66).

La recompensa del servicio“No es una cosa vana servir a Dios. Hay una recompensa inestimable para los que dedican la vida a su ser-vicio” (Testimonios para la Iglesia, tomo 4, pág. 107).

“…Todo sacrificio hecho en su mi-nisterio será recompensado conforme a ‘las abundantes riquezas de su gra-cia’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 214).

“Nuestra recompensa por trabajar con Cristo en este mundo es el mayor poder y el más amplio privilegio de trabajar con Él en el mundo venidero” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 295).

Queridos hermanos y hermanas, consideremos un privilegio estar comprometidos en el servicio a Dios y nuestro prójimo. No desmayemos, mas soportemos las dificultades que podamos encontrar mientras realiza-mos este maravilloso servicio. Cuan-do hayamos hecho la voluntad de Dios, cuando hayamos aliviado a mu-chos que podrían haber quedado sin esperanza para siempre, cuando ha-yamos ayudado a otros a escapar de la oscuridad total que cubre al mun-do, y luego hayamos encontrado en la eternidad a aquellos que fueron res-catados a través de nuestro servicio en diversas líneas, nuestro gozo será indecible. ¡Qué don nos dio el Señor en el espíritu del servicio! Amén. n

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Lectura 3 – Domingo, 6 de diciembre de 2015

Aptos para EnseñarPor Larry Watts, EE.UU.

Al final de su ministerio, cuando Jesús se acercaba a Jerusalén por

última vez, muchos estaban esperan-do que el reino celestial prometido y tan añorado fuese finalmente estable-cido. Él tuvo que corregir la hipótesis “que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hom-bre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo” (Lucas 19:11-13).

En los escritos del apóstol Pablo, se expresa que “a cada uno de noso-tros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cauti-va la cautividad, y dio dones a los hombres.” “Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pasto-res y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministe-rio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la pleni-tud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes,…” (Efesios 4:7, 8, 11-14).

El hombre noble que da dones es Jesús, y los siervos que esperan su regreso son aquellos que viven hasta el fin del tiempo, cuando la boda y el establecimiento del reino de gloria sucedan. Oramos para que nosotros seamos aquellos siervos. Sí, estamos seguros de esto y confiamos en que la aplicación es correcta. Pero ¿qué re-presentan las “minas”? Son emblemas de los dones dados para la edificación del cuerpo de Cristo, para “fortalecer-la” hasta que Él vuelva. Estos dones suman un total de diez si los tres tex-tos que los mencionan son tomados en conjunto, mientras que en las car-tas del apóstol Pablo (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:7-11; Efesios 4:11-13) no se da un número específico.

El donTeniendo esta confianza y aplican-do los versículos del apóstol Pablo, ¿podemos saber también qué don es nuestro? Ciertamente nadie tiene to-dos los dones, y con la misma certeza se puede decir que nadie tiene ningu-no, pues el hombre llamó a sus diez siervos y les dio a cada uno de ellos diez minas–diez siendo un símbolo numérico de perfección y plenitud ordinal. Por lo tanto, cada uno de no-sotros no sólo puede sino que debe sa-ber cuál es su don, pues será llamado a dar cuenta cuando el Señor de gloria regrese.

lo vean antes que nosotros. De sus la-bios oiremos, por ejemplo, “¡Eres un maestro!”

Una de las tareas principales de un maestro es ayudar a sus alumnos a reconocer sus propios dones espe-ciales y desafiarlos a desarrollarlos y usarlos para la gloria de Dios, y así cumplir el propósito de su existencia. Incluso además de nuestro(s) don(es) individual(es) está el don más grande que Dios nos ha concedido como pue-blo–nuestros hijos. Cuando el pueblo de Dios se conforma de maestros fie-les comprometidos, éstos juegan un papel importante en esta fidelidad. ¡De hecho, en la Escritura, la infide-lidad es definida como una falta de compromiso adecuado para instruir a los jóvenes en los deberes religiosos! Concerniente a la época difícil de la historia de Israel, se escribió: “Mu-chos días ha estado Israel sin verda-dero Dios y sin sacerdote que enseña-ra y sin ley” (2 Crónicas 15:3).

Las escuelas de los profetasEn el tiempo de Samuel, las escuelas eran establecidas para la instrucción de los jóvenes. “Si un joven deseaba escudriñar más profundamente las verdades de la Palabra de Dios, y bus-car sabiduría de lo alto, a fin de llegar a ser maestro en Israel, las puertas de estas escuelas estaban… para servir de barrera contra la corrupción ge-neralizada, para cuidar del bienestar moral y espiritual de la juventud, y para fomentar la prosperidad futura de la nación supliéndole hombres ca-pacitados para obrar en el temor de Dios como jefes y consejeros” (Histo-ria de los Patriarcas y Profetas, pág. 582).

“Desde los tiempos más remotos, los fieles de Israel habían prestado mucha atención a la educación de la juventud...

“En los días de Cristo, el pueblo o ciudad que no hacía provisión para la instrucción religiosa de los jóve-nes, se consideraba bajo la maldición

Dios promete que aquellos que sinceramente vengan a Cristo recibirán

el don del Espíritu, incluyendo al menos un don principal.

El apóstol Pedro hablando de esto declaró que todos aquellos que “se arrepienten” y son “bautizados” “en el nombre de Jesucristo por la remi-sión de pecados” “recibirán el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). De este modo, Dios promete que aquellos que sinceramente vengan a Cristo re-cibirán el don del Espíritu, incluyen-do al menos un don principal para ser usado en el avance de la causa de Cristo. ¿Cuánto tiempo toma a un hijo de Dios comprometido reconocer su don? ¡Dios sabe!

Las primeras palabras de Jesús registradas en el Nuevo Testamento, habladas a su madre y a José cuando le encontraron conversando con rabi-nos en el templo, nos dan un indicio: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lu-cas 2:49). ¿Qué demostró su respues-ta? Su primer y principal interés era cuidar de los negocios de su Padre–su misión. Cuando este sea también nuestro negocio principal, sabremos a su debido tiempo qué don nos ha sido confiado, y es muy posible que otros

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12 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

de Dios… Pero los maestros judíos dedicaban su atención a asuntos in-útiles para el estudiante, que no po-dían ser reconocidos en la escuela su-perior del cielo. La experiencia que se obtiene por una aceptación personal de la Palabra de Dios, no tenía cabida en su sistema educativo… Los gran-des hechos esenciales del servicio de Dios eran descuidados. Los princi-pios de la ley eran obscurecidos. Lo que se consideraba como educación superior, era el mayor obstáculo para el desarrollo verdadero. Bajo la pre-paración que daban los rabinos, las facultades de la juventud eran repri-midas. Su intelecto se paralizaba y estrechaba.

“El niño Jesús no recibió instruc-ción en las escuelas de las sinagogas. Su madre fue su primera maestra hu-mana” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 49, 50).

Con respecto a Juan el Bautista, leemos que “En el orden natural de las cosas, el hijo de Zacarías habría sido educado para el sacerdocio. Pero la educación de las escuelas rabínicas le habría arruinado para su obra. Dios no le envió a los maestros de teología para que aprendiese a interpretar las Escrituras. Le llamó al desierto, para que aprendiese de la naturaleza, y del Dios de la naturaleza” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 76).

La iglesia perseguidaAunque la iglesia de Cristo desde su inicio ha sido buscada y perseguida, siempre ha valorado en un nivel muy alto la educación de sus hijos, no im-portando cuáles fueran las circuns-tancias.

“Pura, sencilla y ferviente fue la piedad de estos discípulos de Cristo. Apreciaban los principios de verdad más que las casas, las tierras, los ami-gos y parientes, más que la vida mis-ma. Trataban ansiosamente de incul-car estos principios en los corazones de los jóvenes. Desde su más tierna edad, estos recibían instrucción en las Sagradas Escrituras y se les enseña-ba a considerar sagrados los requeri-mientos de la ley de Dios. Los ejem-plares de la Biblia eran raros; por eso se aprendían de memoria sus precio-sas palabras…

“Como padres tiernos y afectuo-sos, amaban a sus hijos con demasia-da inteligencia para acostumbrarlos a la complacencia de los apetitos. Les

esperaba una vida de pruebas y pri-vaciones y tal vez el martirio. Desde niños se les acostumbraba a sufrir pe-nurias, a ser sumisos y, sin embargo, capaces de pensar y obrar por sí mis-mos…

“Los valdenses habían sacrifi-cado su prosperidad mundana por causa de la verdad y trabajaban con incansable paciencia para conseguir-se el pan. La economía y la abnega-ción más rigurosa formaban parte de la educación que recibían los niños como único legado. Se les enseñaba que Dios había determinado que la vida fuese una disciplina y que sus necesidades solo podían ser satisfe-

reformada; y mucho de lo que él de-cía es todavía actual y pertinente hoy en día. De igual modo, Juan Calvino (1509-1564) invirtió gran esfuerzo en el establecimiento de las escuelas cris-tianas. Y Carlos Wesley (1707-1788), fundador de la Iglesia Metodista, por más de cincuenta años colocó gran énfasis en el desarrollo de empresas educacionales.

En los Estados Unidos, las uni-versidades que fueron originalmen-te establecidas principalmente para capacitar hombres para el ministe-rio, algunas hoy son consideradas las mejores en el mundo. Harvard fue fundada en 1636 para satisfacer la necesidad de clero para la “iglesia en el desierto.” En 1701, los ministros congregacionalistas que estaban des-contentos con el creciente liberalismo en Harvard fundaron la Universidad de Yale, originalmente llamada Es-cuela Colegiada. En 1746, el Sínodo Presbiteriano inició la Universidad de Princeton, la cual era originalmente llamada el Colegio de New Jersey. La Universidad de Duke fue iniciada en 1835 en Durham, Carolina del Norte, cuando las familias metodistas y cuá-queras dieron empleo a un maestro permanente para su escuela de sus-cripción.

Mientras las instituciones educa-cionales antes mencionadas especial-mente en el siglo pasado se apartaron de su propósito originalmente esta-blecido, éstas y otras, tales como el Colegio de Oberlin, eran una influen-cia mayor en la sociedad americana y el mundo doscientos años atrás, justo cuando Dios estuvo preparando al pueblo para proclamar los men-sajes de los tres ángeles. Charles G. Finney (1792-1875), el segundo pre-sidente del Colegio de Oberlin, fue un ministro presbiteriano y líder del Segundo Gran Despertar en los Esta-dos Unidos, 1825-32. Finney era un defensor del perfeccionismo cristia-no, abolición de la esclavitud e igual-dad de educación para las mujeres y afroamericanos.

El verdadero fundamento de la educación“La Biblia… es el fundamento de toda verdadera educación. El temor del Señor, la primerísima lección a enseñarse, es el principio de la sa-biduría” (Conducción del Niño, pág. 296).

“Se les enseñadaba que todas sus facultades pertenecín a Dios

y que todas debían ser aprovechadas y desarrolladas para serveirle.”

chas mediante el trabajo personal, la previsión, el cuidado y la fe. Este pro-cedimiento era laborioso y fatigoso, pero saludable. Es precisamente lo que necesita el hombre en su condi-ción caída, la escuela que Dios le pro-veyó para su educación y desarrollo. Mientras que se acostumbraba a los jóvenes al trabajo y a las privaciones, no se descuidaba la cultura de su in-teligencia. Se les enseñaba que todas sus facultades pertenecían a Dios y que todas debían ser aprovechadas y desarrolladas para servirle” (El Con-flicto de los Siglos, págs. 64, 65).

Un énfasis sobre la educación cristianaLa Reforma del siglo dieciséis trajo cambios de gran alcance a la educa-ción. Antes de la Reforma Protestan-te, la educación estaba generalmente orientada a la preparación del clero. Sin embargo, la educación rigurosa de los creyentes por naturaleza seguía el énfasis de la Reforma sobre las doctri-nas tales como el sacerdocio de todos los creyentes, la justificación por la fe, y la responsabilidad de cada persona de conocer las Escrituras por sí mis-ma. Todo cristiano se sentía animado a leer, saber, memorizar, aprender, com-prender, y aplicar la palabra en cada área de su vida para que Dios sea ver-daderamente honrado en la sociedad.

Martín Lutero (1483-1546) enfatizó la necesidad de la educación bíblica

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El énfasis sobre la Biblia como el verdadero fundamento de la educa-ción para todas las personas, no im-porta cuán sea su raza o género, era un factor que jugaba un papel muy importante en el avance del Movi-miento Adventista. El proyecto para las primeras escuelas adventistas fue creado del deseo de diseñar todas las cosas según las Escrituras. Desafor-tunadamente, lo mismo que sucedió a las universidades tales como Har-vard, Yale y Princeton sucedió en el adventismo. La instrucción práctica fue reemplazada por los métodos y prioridades humanas, descritos como “el método popular de llenar la mente del estudiante con lo que no es prácti-co y apresurándole un camino cierto” (G.H. Bell, Review and Herald, 26 de di-ciembre de 1882).

las manos de Helen, ella tomó la otra mano de la chica y deletreó a-g-u-a. Sin ese descubrimiento, Helen habría vivido su vida entera en un mundo oscuro, silencioso. Para Anne comu-nicarse con aquella mente requería enorme amor y paciencia, así como también una genialidad divinamente inspirada.

Helen Keller finalmente aprendió a hablar y se convirtió en una confe-rencista solicitada y autora de doce libros. Ella dijo una vez, “Todos no-sotros somos ciegos y sordos hasta que nuestros ojos están abiertos para nuestros prójimos, hasta que nuestros oídos escuchen la voz de la humani-dad.” Ella también presentó un punto de vista correcto respecto a la educa-ción cuando declaró, “A menos que formemos el hábito de ir a la Biblia en los momentos brillantes así como también en la tribulación, no pode-mos responder plenamente a sus con-solaciones…”

Anne Sullivan aprendió por expe-riencia práctica que “es el trabajo más lindo [el trabajo más importante, más

No importa cuál sea nuestro talento, todos tenemos una influencia,

especialmente los jóvenes.

“La verdadera educación es una influencia que contrarresta la ambi-ción egoísta, el anhelo de poder, la indiferencia hacia los derechos y las necesidades de la humanidad, que constituyen una maldición de nuestro mundo. El plan de vida de Dios tiene un lugar para cada ser humano. Cada uno debe perfeccionar sus talentos hasta lo sumo y la fidelidad con que hace esto, sean pocos o muchos los dones, es lo que le da derecho a reci-bir honor” (Conducción del Niño, pág. 273).

“La verdadera educación es reli-gión” (Conducción del Niño, pág. 466).

“La verdadera educación es la preparación de las facultades físicas, mentales y morales para la ejecución de todo deber; es el adiestramiento del cuerpo, la mente y el alma para el servicio divino. Esta es la educa-ción que perdurará en la vida eterna” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 265).

La palabra para “maestro” en el Antiguo Testamento Hebreo es ya-rah, la cual también significa “fluir como agua” o “llover.” Un ejemplo asombroso de esto ocurrió en la vida de una de las maestras más famosas de la historia, Anne Sullivan. Ella es la joven profesora que penetró en la mente sepultada de la sorda y ciega Helen Keller en 1887, cuando, en la bomba que brotaba agua sobre una de

noble que Dios invoca a las personas que hagan por Él] alguna vez asumi-do por hombres y mujeres tratar con mentes jóvenes” (Christian Education, pág. 5).

Indudablemente hay personas en la causa de Dios que tienen el talento de enseñar. Dios os ha llamado para un tiempo como este. Considerad vuestro don, y gozosamente aceptad el “trabajo más lindo alguna vez asu-mido por hombres y mujeres.” Dios y su causa necesitan maestros piadosos junto con aquellos que apoyan el tra-bajo de la educación con sus oraciones y contribuciones. Y no importa cuál sea nuestro talento, todos tenemos una influencia, especialmente los jó-venes. “Tal como tratáis a vuestros hi-jos, así trataréis a Cristo” (Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 5, pág. 1131).

Apoyemos a nuestros maestros y escuelas y valoremos nuestro(s) pro-pio(s) don(es). ¡Todos los que estáis aptos para enseñar, enseñad! “Edu-cad, educad, educad” (Testimonios para la Iglesia, tomo 6, pág. 332). Amén. n

“Los talentos son habilitacio-nes concedidas in dividual-mente a cada miem bro de la familia del Señor, desde el más humilde y oscuro hasta el que ocupa el más elevado cargo de confianza. Los do-nes concedidos están propor-cionados a nuestras diversas

habilidades, y todos deben usarlos para gloria de Dios. El cristiano debe aumentar la utilidad de esos talentos porque al usarlos se capa-cita más para comerciar con los bienes de su Señor y para acumular ganancias mediante ese comercio. Tanto la luz de la verdad como toda ventaja espiritual son dones de Dios. Deben ser apreciadas y han de ejercer influencia sobre la mente y el carácter. Debemos devolver al Señor la ganancia correspondiente, de acuerdo con los dones que se nos han confiado.“Hemos sido elegidos por gracia para ser siervos del Señor. Ser sier-vos significa ser obreros que tienen preocupaciones, llevan cargas y asumen responsabilidades… Debemos comprender que no estamos administrando nuestros bienes, sino el capital que el Maestro nos ha confiado para que lo invirtamos y obtengamos ganancia como sabios mayordomos de los bienes de nuestro Señor, de manera que podamos devolverle su inversión con usura” (Manuscrito 81, de 18 de julio de 1893; Cada Día con Dios, pág. 206).

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14 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

Lectura 4 – Martes, 8 de diciembre de 2015

Exhortación–Amor y ÁnimoPor Humberto Ajucúm, Puerto Rico

“De manera que, teniendo diferentes do-nes, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con li-beralidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Ro-manos 12:6-8).

Como hemos leído y oído, uno de los dones que Dios ha impartido

a su iglesia es el de la “exhortación”. Se trata de un don perfecto como los demás, pues quien lo concede es per-fecto, así lo dice el apóstol: “Toda bue-na dádiva y todo don perfecto descien-de de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). De Jesús leemos que: “Subiendo a lo alto,… dio dones a los hombres.” ¿Con qué obje-tivo? “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe-sios 4:8, 12). Como Dios es perfecto, concede también medios para perfec-cionar a sus hijos. Hoy, nos uniremos en oración, a fin de pedir al buen be-nefactor, nuestro Dios, que nos ayude a conocer y posiblemente recibir el don de la exhortación.

¿En qué consiste la exhortación?¡Cuidado! “Exhortar”, no es regañar, como algunos interpretan. Alguien podría asegurar que Dios le ha con-fiado el don de exhortar y esto cons-tantemente lo autoriza a regañar o maltratar a sus congéneres haciendo más daño que bien, utilizando len-guaje áspero, severo y riguroso. La Escritura nos advierte a no provocar a ira (Efesios 6:4; Colosenses 3:21). Regañar no es un don, mucho menos lo es maltratar o agredir verbalmente a una o varias personas. No consiste en maldecir, censurar o condenar al prójimo. “Exhortar” es más bien, una advertencia o aviso con el que se in-tenta persuadir a alguien. De acuerdo con el diccionario, exhortar es “inci-

tar a alguien con palabras, razones y ruegos a que haga o deje de hacer algo”.1 La palabra griega traducida como “exhortar” es parakaléo. En el Nuevo Testamento es utilizada para indicar: Llamar cerca, invitar, invocar, orar, presentar, rogar, alentar, amo-nestar, animar, confortar y consolar.2 De igual manera la palabra griega tra-ducida como “exhortación” es parákle-sis, utilizada casi en todos los pasajes del Nuevo Testamento para significar “imploración”, “exhortación”, “con-solación”, etc.3

El propósito del donEl apóstol Pablo declara: “el que ex-horta, con exhortación” (Romanos 12:8). ¿Por qué dice “exhorta con ex-hortación”? Porque no se trata sim-plemente de exhortar por exhortar, sino exhortar en la manera, forma y estilo de Dios. La repetición de las

los demás de una manera humilde y tranquila para una correcta compren-sión de las Escrituras. Pero es un tra-bajo que exige mucha gracia, mucha paciencia, y una acción de sabiduría cada vez mayor” (Manuscript Releases, tomo 11, págs. 278, 279).

El propósito de la exhortación, es el de restaurar o reconstruir, mejo-rar la vida espiritual del que recibe la exhortación, ir a su rescate. Tanto el que exhorta como el que es exhor-tado deben ponerse bajo la dirección del Espíritu Santo, a fin de que pueda cumplirse el deseo de Dios.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multi-forme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10).

“El conocimiento de la gracia de Dios, las verdades de su Palabra y los dones temporales, el tiempo, los recursos, los talentos y la influencia, todas estas cosas constituyen un co-metido de Dios, que ha de emplear-se para su gloria y para la salvación de los hombres. Nada puede ofender más a Dios, que está constantemente otorgando sus dones al hombre, que ver a éste aferrarse egoístamente a sus dones, sin devolver nada al Dador…”

“Los ángeles de Dios cuya percep-ción no ha sido enturbiada por el peca-do, reconocen los dones del cielo como otorgados con la intención de que sean devueltos en forma que aumente la gloria del gran Dador… Dios pide que consagremos a su servicio cada facul-tad, cada don que hayamos recibido de Él. Él quiere que digamos como Da-vid: ‘Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos’ (1 Crónicas 29:14)” (La Maravillosa Gracia, pág. 62).

“Se imparten dones diferentes a personas diferentes, para que los obreros sientan la necesidad los unos de los otros. Dios los otorga para que sean empleados en su servicio; no para glorificar a su poseedor, ni para elevar al hombre, sino para exaltar al Redentor del mundo. Deben ser utili-zados para el bien de toda la humani-

Exhortar en la manera, forma y estilo de Dios.

palabras “exhorta” y “exhortación” es un énfasis que nos hace ver con cla-ridad que en el ejercicio de este don debe haber presencia y dirección divi-na, a fin de alcanzar su propósito.

Otras enseñanzas que aquí se quieren presentar son la valorización de tal ministerio para que se haga con sentido de responsabilidad y confian-za en Dios. Comentando el párrafo de los dones la hermana White escribe: “Muchos de los que están encarga-dos de algún tipo de trabajo humilde para el Maestro pronto estarán insa-tisfechos, y pensarán que debieran ser maestros y líderes. Quieren dejar su humilde ministerio, que es tan impor-tante en su lugar como las responsa-bilidades más grandes. Los que hacen visitas en poco tiempo llegan a pensar que cualquiera puede hacer ese traba-jo, que cualquiera puede hablar pala-bras de simpatía y aliento, y guiar a

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dad, para representar la verdad, y no con el fin de testificar una falsedad...

“En cada palabra y acción se reve-lará bondad y amor; y cuando cada obrero ocupe fielmente el lugar que le corresponde, será respondida la ora-ción de Cristo pidiendo la unidad de sus seguidores, y el mundo conocerá que éstos son sus discípulos” (Signs of the Times, 15 de marzo de 1910; Recibi-réis Poder, pág. 191).

“Dios otorga sus dones según le agrada. Concede un don a una perso-na, y otro don a otra, pero todos son para beneficio de todo el cuerpo. Está de acuerdo con el designio de Dios que unos sirvan en un ramo de trabajo y otros en otros ramos, sirviendo todos bajo el mismo Espíritu. El reconoci-miento de este plan será una salva-guardia contra la emulación, el orgu-llo, la envidia o el desprecio recíproco. Fortalecerá la unidad y el amor mu-tuo” (Consejos para los Maestros, pág. 240, ed. ACES, 1948; en otra edición Consejos para los Maestros, pág. 298).

Ejerciendo el don“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vi-vos y a los muertos en su manifesta-ción y en su reino, que prediques la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, ex-horta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amonto-narán maestros conforme a sus pro-pias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:1-4; cf. 1 Tesalo-nicenses 2:7-12).

No se debe exhortar con el pro-pósito o dando la impresión de sen-tirnos superiores a los demás y me-nospreciarlos. Se debe exhortar con sabiduría, con amor, firmeza, respeto, pureza y ejemplo. El ejercicio de éste y otros dones requiere sabiduría de lo alto, así como lo expresa la mente inspirada: “La habilidad en las artes comunes es un don de Dios. Él provee tanto el don como la sabiduría para usarlo correctamente” (Carta 60, 1907; Consejos para los Maestros, pág. 298).

Preciosos consejos inspirados so-bre la exhortación los encontramos también en los escritos del apóstol Pablo: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, voso-tros que sois espirituales, restauradle

con espíritu de mansedumbre, consi-derándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1). “…sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la ense-ñanza. No descuides el don que hay en ti,…” (1 Timoteo 4:12-14). “Esto ha-bla, y exhorta y reprende con toda au-toridad. Nadie te menosprecie” (Tito 2:15). “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; re-darguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2).

Como Dios quiere“Al acercarse a aquel que usted su-pone que está en error, asegúrese de hablarle con un espíritu manso y hu-milde, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. El errante no puede ser restaurado de otra manera que no sea con espíritu de manse-

apartándose del mal y aprendiendo a hacer el bien, retornará a su propio seno. Si el errante persiste en el peca-do, trátelo con bondad y déjelo con su Padre celestial” (Review and Herald, 17 de julio de 1879).

“Los hombres y las mujeres de di-ferentes temperamentos que se reúnen para formar la iglesia, tienen peculiari-dades y defectos. A medida que éstos se desarrollen, requerirán reprensión. Si los que se hallan en puestos im-portantes no los reprendiesen nunca ni exhortasen, pronto se produciría una condición de desmoralización que deshonraría grandemente a Dios. Pero, ¿cómo será dada la reprensión? Dejemos contestar al apóstol: ‘Con toda paciencia y doctrina’ (2 Timoteo 4:2). Los buenos principios deben apli-carse a la persona que necesite repren-sión, pero nunca se deben pasar por alto, con indiferencia, los males que haya entre el pueblo de Dios” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 342, 343).

No todos responderán a la exhortación“Quien es atraído una vez y otra por su Redentor, y desatiende las adver-tencias dadas, no cede a su convicción de que debe arrepentirse y no escucha cuando es exhortado a buscar perdón y gracia, está en una posición peligro-sa. Jesús lo está atrayendo, el Espíri-tu está ejerciendo su poder sobre él, instándole a entregar su voluntad a la voluntad de Dios, y cuando esta invi-tación es desatendida, el Espíritu es contristado. El pecador elige perma-necer en el pecado y la impenitencia, aunque tiene evidencias para estimu-lar su fe, y una evidencia adicional no será de ninguna utilidad...” (A Fin de Conocerle, págs. 243, 244).

“Dios exige que sus siervos estén siempre dispuestos a hacer su volun-tad con fervor. En el encargo que da el apóstol a Timoteo, le exhorta así: ‘Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina’ (2 Timoteo 4:2)” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 343).

Lo que no debe pasar por alto el que exhorta Al respecto se recuerda: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de manse-

“Si el errante persiste en el pecado, trátelo con bondad y déjelo con

su Padre celestial.”

dumbre, tacto y amor tierno. Sea cui-dadoso con su trato. Evite cualquier sabor de orgullo o autosuficiencia en apariencia o gesto, palabras o tono de voz. Guárdese contra la palabra o la mirada que pueda exaltar su yo o que presente su bondad y rectitud en contraste con sus fracasos. Esté atento contra la aproximación más remota al desprecio, el autoritarismo o el re-pudio. Evite con cuidado cualquier apariencia de enojo, y aunque hable con claridad, que no haya reproche, acusación insistente ni afecto fingido, sino un amor ferviente. Sobre todo, que no haya una sombra de odio o ma-las intenciones; tampoco amargura ni gestos de desagrado... Recuerde que el éxito de una amonestación depende grandemente del espíritu con que se expresa. No descuide la oración fer-viente para poseer una mente mansa y que los ángeles de Dios obren en los corazones que usted intenta alcanzar antes que usted, y así los suavicen con impresiones celestiales, para que sus esfuerzos cuenten... A veces el repro-che más suave y tierno no tendrá un efecto positivo. En un caso tal, la ben-dición que usted quería que otro reci-biera al seguir un camino de justicia,

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16 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

dumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

“Somos hebras en la gran trama de la humanidad y, como tales, estamos relacionados los unos con los otros. Nuestra vida deja sobre las mentes de otras impresiones que tendrán conse-cuencias eternas. Los ángeles toman nota de nuestras acciones, de nuestras palabras, del espíritu con el cual actua-mos. Aquellos que desean reformar a otros deben comenzar la reforma en sus propios corazones, y mostrar que han adquirido benignidad y humildad de corazón en la escuela de Cristo. Los que tienen a otros a su cargo deben aprender a dominarse a sí mismos, a abstenerse de proferir expresiones bruscas y censurar con exageración. Hay palabras cortantes que pueden ofender, lastimar y dejar cicatrices que han de permanecer en el alma. Hay pa-labras agudas que caen como chispas sobre un temperamento inflamable. Hay palabras cáusticas que muerden como víboras...Al tratar de corregir el mal con un espíritu precipitado y mal-humorado, se crearán dos males en vez de corregirse uno. El apoyo mutuo es esencial. Es el fruto del Espíritu el que se desarrolla en el árbol cristiano.

“Debe haber una conversión radi-cal en la forma como se trata con las diversas mentalidades… si se emplea un lenguaje áspero, si se manifiesta espíritu de impaciencia que se agita e irrita ante dificultades pequeñas o grandes, pronto habrá un estado de cosas peor que si no se hubiera hecho nada para corregir el mal. Si los cre-yentes manifiestan actitudes tales, y cada cual se siente libre de hablar en forma precipitada, habrá corazones que se sentirán miserables, familias desdichadas, y discordia y disensión en la iglesia. Hay una forma cristiana de arreglar todos estos asuntos. La presencia del amor de Cristo en el co-razón conducirá a sentir amor por los que están extraviados y en el error...

“‘¿Quién es sabio y entendido en-tre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia manse-dumbre’ (Santiago 3:13)” (Alza tus Ojos, pág. 57).

El don en el tiempo del finLa exhortación es apropiada no sólo cuando algún hermano ha cometido alguna falta, sino también cuando se quiere animar a los hermanos a su-

perar los problemas, las dificultades; cuando se los quiere animar exhor-tándolos a quedar fiel en vista de lo que estamos por enfrentar, así como podemos darnos cuenta en las citas que siguen:

“Así que, hermanos, teniendo li-bertad para entrar en el Lugar Santísi-mo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con cora-zón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra espe-ranza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre,

el que hace misericordia, con alegría’ (Romanos 12:6-8)” (Recibiréis Poder, pág. 215).

Un Atalaya en las Murallas de SiónMuy oportuna es la necesidad de exhortación cuando se acerca un pe-ligro. Refiriéndose a la misión del profeta en medio de su pueblo, el Señor les ordenó: “Tú pues, hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los apercibirás de mi parte. Diciendo yo al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, más su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que él se aparte,… tú libraste tu vida” (Ezequiel 33:7-9).

La declaración del profeta tiene todavía una amplia aplicación a los ministros, los obreros en general, los ancianos de iglesia y a todos aquellos a quien se les confió el cuidado de las almas.

Ministros, predicadores y líderes “han de ser como atalayas en las mu-rallas de Sión, para hacer resonar la nota de alarma si se acerca el enemi-go… Es privilegio de estos centinelas de las murallas de Sión vivir tan cerca de Dios, y ser tan susceptibles a las im-presiones de su Espíritu, que Él pueda obrar por su medio para apercibir a los pecadores del peligro y señalar-les el lugar de refugio. Elegidos por Dios, sellados por la sangre de la con-sagración, han de salvar a hombres y mujeres de la destrucción inminente. Con fidelidad han de advertir a sus semejantes del seguro resultado de la transgresión, y salvaguardar fielmen-te los intereses de la iglesia. En ningún momento deben descuidar su vigilan-cia. La suya es una obra que requiere el ejercicio de todas las facultades del ser. Sus voces han de elevarse en tonos de trompeta, sin dejar oír nunca una nota vacilante e incierta. Han de tra-bajar, no por salario, sino porque no pueden actuar de otra manera, porque se dan cuenta de que pesa un ay so-bre ellos si no predican el Evangelio” (Obreros Evangélicos, págs. 15, 16).

Hombres para la oportunidad“Satanás ha tomado todas las medi-das posibles para evitar que se pro-duzca algo entre nosotros, como pue-

“Con fidelidad han de advertir a sus semejantes del seguro resultado

de la transgresión, y salvaguardar fielmente los intereses de la iglesia.”

sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:19-25).

“Debemos conocer las Escrituras, para investigar las profecías y ver que se aproxima el día, y exhortarnos mu-tuamente con celo y esfuerzo a una mayor fidelidad. ¿Dejaremos nuestra fe? ¿Perderemos nuestra confianza? ¿Seremos impacientes? No, no. No pensaremos en esas cosas... Levan-temos nuestra cabeza y gocémonos, porque nuestra redención está cerca. Está más cerca que cuando creímos por primera vez” (A Fin de Conocerle, pág. 350).

“No será una tarea fácil trabajar para el Maestro en esta época. Pero cuánta perplejidad se podría evitar si los obreros dependieran continua-mente de Dios y consideraran debi-damente las instrucciones que Él dio. Nos dice: ‘De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con libe-ralidad; el que preside, con solicitud;

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blo, que nos reprenda, nos reproche y nos exhorte a dejar a un lado nuestros errores. Pero hay un pueblo que lle-vará el arca de Dios. Algunos que no querrán seguir llevando el arca sal-drán de entre nosotros. Pero éstos no podrán levantar vallas para obstruir la verdad; ésta irá hacia adelante y hacia arriba hasta el fin. En lo pasado Dios ha suscitado a hombres, y Él to-davía tiene hombres para la oportuni-dad, que esperan listos para ejecutar sus órdenes: hombres que atravesa-rán las restricciones como si fueran paredes revocadas con mezcla sin fra-guar. Cuando Dios pone su Espíritu en los hombres, éstos obran. Procla-marán la Palabra del Señor; elevarán su voz como trompeta. La verdad no será disminuida ni perderá su poder en sus manos. Mostrarán al pueblo sus transgresiones y a la casa de Jacob sus pecados” (Testimonios para los Mi-nistros, pág. 411).

Nuestra exhortación final a los amados hermanos y hermanas de todo el mundo es dirigirnos al lugar Santísimo en búsqueda del poder pro-metido por el Señor, a fin de cumplir a cabalidad con el sagrado cometido. Teniendo en mente que por cada don recibido hay gozosos resultados y lin-da bendición. Animémonos a utilizar los instrumentos escogidos de los do-nes espirituales puestos en nosotros por Dios. Recordemos, también que por cada don recibido daremos cuen-ta al Señor. Aprovechemos entonces las oportunidades propicias y salve-mos nuestra responsabilidad al cum-plir nuestros deberes sagrados. ¡Dios nos bendiga hoy y siempre! Amén. n__________1 Biblia Reina Valera 1960 y 1909.2 Nueva Concordancia Strong, DPG, 3870.3 Ibíd. 3874

Lectura 5 – Miércoles, 9 de diciembre de 2015

El Don de DarPor Gustavo Castellanos, Austria

“El que reparte, hágalo en simplicidad” (Romanos 12:8).

Los dones espirituales son el ins-trumento gratuito del Señor para

capacitar a su iglesia en este último tiempo y así poder cumplir con la co-misión que le ha sido dada. La clave del poder y la efectividad del pueblo de Dios es permitir que estos dones se desarrollen en toda su diversidad.

El don de dar incluye los otros do-nes espirituales. Enseñar, ayudar, ser-vir o el tener misericordia son expre-siones del don de dar. Los principios en los que se basa éste último son de suma importancia para el ejercicio de los otros dones espirituales.

El don de dar no se limita solamen-te a compartir bienes materiales, sino que incluye también al campo de los bienes no materiales, es decir el área de los valores que rigen los actos cris-tianos. Aquello que le proporciona feli-cidad a los seres humanos no se puede comprar ni vender. Una mirada ama-ble, una sonrisa cordial, una palabra que imparte fe y esperanza no cuestan ni un centavo y pueden iluminar la vida cotidiana de muchas personas y despertar el anhelo de la eternidad.

La palabra “don” [del Gr. charis-ma] está relacionada con el concepto “gracia” [del Gr. charis]. En sentido bí-blico significa “gracia” un don, un re-galo inmerecido de Dios. El pecador, por ejemplo, es salvado por gracia. También, los dones espirituales son regalos inmerecidos que el Espíritu Santo imparte de acuerdo a su volun-tad. Estos dones no pueden ganarse o comprarse, sino que se reciben como un favor gratuito por parte de Dios.

Cuando Dios concede los dones de su gracia, no se basa en nuestro aspecto exterior, ni en nuestra posi-ción económica y tampoco se orienta de acuerdo a nuestras cualidades. El Señor solamente se enfoca en nuestra situación de necesidad como pecado-res. Hacer de pecadores instrumentos de su gracia, esta es la obra maravillo-sa del amor de Dios.

“Él aceptó en lo pasado personas que no eran más promisorias ni atra-yentes que ellos para que hiciesen una gran obra para Él. Su Espíritu, obran-do en el corazón, despertó toda facul-tad y la hizo obrar vigorosamente. El Señor vio en estas piedras toscas y sin tallar material precioso, que podía so-portar la prueba de la tempestad, el calor y la presión. Dios no mira desde el mismo punto de vista que el hom-bre. No juzga por las apariencias…” (Obreros Evangélicos, págs. 122, 123).

¡No te olvides de recargar los acumuladores!Este año los colaboradores de la obra social instalaron una central de energía solar en la escuela para niños necesi-tados “Rama” en Uganda. Una de las partes más pesadas y esenciales fueron los acumuladores. Éstos son importan-tes porque la energía eléctrica se ne-cesita precisamente por la tarde y por la noche, cuando el sol no brilla. Los acumuladores son recargados durante el día con la energía solar, de manera que puedan proporcionar electricidad por las noches. ¡La alegría fue grande cuando por primera vez en la escuela se encendieron las luces por la noche!

Nuestro corazón, nuestra alma, es como un acumulador. Tenemos que recibir primero para poder dar. Sola-mente podemos dar amor, si lo hemos recibido previamente. Exclusivamen-te entregamos solo aquello que hemos “recargado”. ¿Tenemos la conexión completa con la fuente de poder y es-tamos llenos del Espíritu Santo? “Sin mí nada podéis hacer” dice Jesús y expresa con sus palabras en el Evan-gelio de Juan 15:5 que recibiremos la capacidad de compartir bienes espi-rituales únicamente si tenemos una conexión constante con Él.

Esta conexión vital con Cristo, que nos permite mantener cargados nuestros acumuladores espirituales, consiste en tres elementos que no de-bemos descuidar:

“Para nuestro bien presente y eterno, Dios nos ha dado ben-diciones temporales y espiri-tuales. Él nos ordena llegar a ser siervos de su amor, para impartir a otros la gracia que Él nos ha concedido. Debe-mos actuar como su mano ayudadora” (Review and Her-ald, 10 de diciembre de 1901).

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18 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

• La contemplación diaria de la vida de Jesús.“Sería bueno que cada día dedicá-semos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cris-to. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, espe-cialmente de las finales. Y mientras nos espaciemos así en su gran sacri-ficio por nosotros, nuestra confian-za en Él será más constante, se rea-vivará nuestro amor, y quedaremos más imbuidos de su Espíritu” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 64).

• La imitación voluntaria del ejem-plo de Jesús.“Dice Cristo: ‘Separados de mí nada podéis hacer’ (Juan 15:5); pero, si su divina gracia obra a tra-vés de nuestros esfuerzos huma-nos, todo lo podemos. Su paciencia y mansedumbre compenetrarán el carácter, difundiendo un resplan-dor que alumbra y esclarece el ca-mino hacia el cielo. Contemplando e imitando su vida, somos renova-dos a su imagen” (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 286).

• Orar diariamente, pidiendo los dones espirituales para poder compartir.“Nuestras oraciones no han de con-sistir en peticiones egoístas, mera-mente para nuestro propio bene-ficio. Hemos de pedir para poder dar... Nuestra misión en el mundo no es servirnos o agradarnos a no-sotros mismos. Hemos de glorifi-car a Dios cooperando con Él para salvar a los pecadores. Debemos pedir bendiciones a Dios para po-der comunicarlas a los demás. La capacidad de recibir es preservada únicamente impartiendo” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 108).

Dar es el plan de trabajo para la iglesiaEl Señor ha dado a cada uno de noso-tros como miembros de su cuerpo una comisión concreta con instrucciones precisas para llevarla a cabo. Ningu-no debería permanecer en ignorancia con respecto a lo que hay que hacer en este tiempo. El encargo divino es dar y las instrucciones correspondientes se encuentran en el capítulo 68 del pro-feta Isaías. El Señor cuestiona aquí las prácticas religiosas de su pueblo y abre los ojos del mismo hacia áreas de la fe práctica que han sido descuidadas.

La mayor piedra de tropiezo en la realización de la comisión divina es el egoísmo. Donde hacen falta la consa-gración y la entrega a Dios y a su causa, el corazón se llena espontáneamente de la idolatría del yo. Compañeros de ésta son la suficiencia propia, un corazón limitado y la ignorancia deliberada de las necesidades de nuestros prójimos. En el fondo se encuentra una falta de identificación con Cristo, con su causa y con el encargo dado a la iglesia.

Por lo tanto, es el consejo urgente de la palabra profética que nos ocu-pemos urgentemente con el conte-nido de Isaías 58 y su aplicación en nuestras vidas: “Leed (Isaías 58) vo-sotros que pretendéis ser hijos de la luz. Leedlo especialmente una y otra vez vosotros que os habéis sentido tan poco inclinados a molestaros para favorecer a los necesitados. Vosotros, cuyos corazones y hogares son dema-siado estrechos para dar cabida a los que no tienen casa, leedlo; leedlo vo-sotros, que podéis ver a los huérfanos y a las viudas oprimidos por la mano de hierro de la pobreza, y humillados por los mundanos de duro corazón…

“La razón por la cual el pueblo de Dios no tiene una actitud más espiri-tual, y no dispone de más fe, según se me ha mostrado, consiste en que el egoísmo lo ha vuelto estrecho. El profe-ta se dirige a observadores del sábado, no a incrédulos, sino a quienes hacen gran alarde de piedad. No es la abun-dancia de nuestras reuniones lo que Dios acepta. No es la cantidad de nues-tras oraciones, sino el hacer el bien, el hacer lo correcto en el momento acer-tado. Es preocuparnos menos de noso-tros y ser más generosos. Nuestras al-mas deben ensancharse. Entonces Dios las hará semejantes a huertas de riego cuyas aguas nunca faltan” (Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 33).

“En las tinieblas nacerá tu luz”Isaías 58 es el plan de trabajo para el pueblo de Dios hoy. En el versículo 8 se nos describe el resultado de cum-plir con este plan divino: La iglesia alumbrará la tierra, experimentará un despertamiento espiritual y sus miembros revelarán el carácter divi-no: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la glo-ria de Jehová será tu retaguardia. Esta es la iglesia, por la que se manifesta-rá “aun a ‘los principados y potes-

tades en los cielos’” (Efesios 3:10), el despliegue final y pleno del amor de Dios” (Hechos de los Apóstoles, pág. 9).

Al llegar a esta sección de la lec-tura de oración solicito al dirigente del servicio leer con la congregación Isaías 58:1-12. Sería bueno que varios hermanos participen leyendo los tex-tos y que sucesivamente haya un in-tercambio de pensamientos.

El don de dar mencionado en Isaías 58 incluye tres áreas de acción: • Dar orientándose en el servicio

a las necesidades espirituales y emocionales de nuestros prójimos, alcanzando el corazón y el alma (véase el versículo 10).

• Dar orientándose a las necesida-des materiales de los pobres y pró-jimos a nuestro alrededor (véase versículos 5-7).

• Dar haciendo una reforma espiri-tual (véase versículo 12).La pluma inspirada afirma que

ésta es la tarea para nuestro tiempo. “Por favor, leed Isaías 58... Esta es la obra especial que ahora está delante de nosotros. Todas nuestras oraciones y ayunos no valdrán nada a menos que resolvamos asirnos de esta obra. Sobre nosotros descansan sagradas obligaciones. Nuestro deber está cla-ramente establecido. El Señor nos ha hablado por medio de su profeta” (El Ministerio de la Bondad, pág. 34).

Se trata de calidad, no de cantidadLa palabra de Dios en Romanos 12:8 declara: “el que reparte, hágalo en simplicidad”. Esta simplicidad se re-fiere a una actitud sincera, pura, libe-ral, genuina y sin doble propósito en el acto de compartir con otros. Lo más importante al dar a los demás es la ca-lidad de nuestra actitud y los motivos que nos inducen a hacerlo.

Quien solamente da por tranqui-lizar su conciencia, no ha compren-dido la esencia y el significado de la dadivosidad. El dar como calidad es-piritual llega más allá de satisfacer las necesidades materiales de otras per-sonas. Dar es la entrega del corazón a la causa del necesitado, es dedicarse a alcanzar el alma de nuestros prójimos. “Y si derramares tu alma al hambrien-to, y saciares el alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el medio día” (Isaías 58:10).

Si bien es cierto que se alcanza la salvación por medio de la gracia y la fe en Cristo, y no por obras de justicia

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que hayamos hecho, también es ver-dad que la experiencia de la salvación también transforma la motivación de nuestros actos. Cada obra de dadivo-sidad tiene como base la entrega per-sonal a Cristo. La experiencia perso-nal con Dios nos lleva a conectarnos con su amor. Si hemos recibido amor, entonces daremos de corazón, con alegría, con generosidad. La viuda pobre que llevó al templo todo lo que poseía y lo entregó como ofrenda fue elogiada por Jesús, no porque hubiese dado mucho, sino porque dio todo lo que tenía, de todo corazón, y fe.

“Es el motivo lo que da carácter a nuestros actos, marcándolos con ig-nominia o con alto valor moral. No son las cosas grandes que todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por más precioso. Los pequeños deberes cumplidos alegremente, los pequeños donativos dados sin osten-tación, y que a los ojos humanos pue-den parecer sin valor, se destacan con frecuencia más altamente a su vista. Un corazón lleno de fe y de amor es más apreciable para Dios que el don más costoso. La pobre viuda dio lo que necesitaba para vivir al dar lo poco que dio. Se privó de alimento para en-tregar esas dos blancas a la causa que amaba. Y lo hizo con fe, creyendo que su Padre celestial no pasaría por alto su gran necesidad. Fue este espíritu abnegado y esta fe infantil lo que me-reció el elogio del Salvador” (El Desea-do de Todas las Gentes, pág. 567).

Un paso de feDar siempre es cuestión de fe. El agri-cultor, por ejemplo, esparce la semilla y espera la siega con la seguridad de así como él hizo su trabajo, también Dios hará su parte obrando por me-dio de las fuerzas de la naturaleza. De ese mismo modo, el creyente da en la confianza que su acción germinará y crecerá en bendición para otros.

Tomemos en cuenta que: Cada acción es una semilla. De las acciones que nosotros sembremos de-penderá el resultado de la cosecha de nuestra vida. “No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también se-gará” (Gálatas 6:7).

“Mientras la semilla sembrada produce una cosecha, y ésta a su vez se siembra, la mies se multiplica. En nuestras relaciones con los demás, esta ley se cumple. Cada acto, cada

palabra, constituye una semilla que dará fruto. Cada acto de bondad re-flexiva, de obediencia, de abnegación, se reproducirá en los demás, y por ellos en otros aún. Así también cada acto de envidia, malicia y disensión, es una semilla que producirá una ‘raíz de amargura’ (Hebreos 12:15), por la cual muchos serán contaminados. ¡Y cuánto mayor aún será el número de los que serán envenenados por esos muchos!”(Profetas y Reyes, pág. 63).

Quien siembra con generosidad, cosechará con generosidad. “Esto em-pero digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendicio-nes también segará” (2 Corintios 9:6).

También el sembrador cuando arroja la semilla en la siembra lo hace no siendo escaso, sino esparce tanto como puede. Lo que parece ser un despilfarro de semilla resulta ser el secreto de la multiplicación del fruto. Cada semilla que contacta el suelo se reproduce. Así es cuando nosotros utilizamos lo confiado por Dios. No-sotros añadimos una acción de gene-rosidad a la otra y el Señor multiplica el resultado de nuestra dadivosidad.

“Por pequeño que sea vuestro ta-lento, Dios tiene un lugar para él. Ese solo talento, sabiamente usado, realiza-rá la obra que le fue asignada. Median-te la fidelidad en los pequeños deberes, hemos de trabajar según el plan de adición, y Dios obrará en nuestro favor según el plan de multiplicación. Estas cosas pequeñas llegarán a ser las más preciosas influencias en su obra” (Pala-bras de Vida del Gran Maestro, pág. 294).

Somos colaboradores de Dios. “Porque nosotros, coadjutores somos de Dios; y vosotros labranza de Dios sois, edificio de Dios sois” (1 Corin-tios 3:9).

En nuestra vida de fe y especial-mente al ejercitar el don de dar es necesaria una cooperación constante con Dios y sus leyes. Dependemos de Él tanto en el ámbito natural como espiritual. Ha prometido que en cada acto de dar, en cada palabra, en cada servicio estará uniendo por el Espíri-tu Santo su fuerza infinita al instru-mento humano y que esta obra en conjunto resultará en una gran ben-dición para nuestro alrededor y tam-bién para la iglesia.

Repartiendo se multiplica la dádi-va que se entrega. Así como cuando se multiplica el ajo. Quien ha sembrado ajos, sabe que primeramente hay que

“desgajar”, “destruir” la cabeza del ajo y luego los dientes se van sembrando en la tierra, uno por uno. Entonces, ocurre el milagro. Cada uno de los dientes se convierte en una nueva ca-beza completa. Solamente partiendo y repartiendo, tanto en sentido espiritual como material, multiplicamos las ben-diciones que hemos recibido de Dios.

El Señor obra si le damos espacio en nuestra vida. A menudo el acceso a nuestra alma está bloqueado por las cargas y preocupaciones de la vida cotidiana. Por otro lado, se presentan hoy muchos factores de distracción que cautivan nuestra atención. Por eso a veces nos tornamos insensibles con respecto a nuestra verdadera con-dición espiritual. Corremos peligro de perder de vista las necesidades de nuestros prójimos y de la iglesia. Pero recordemos, nadie es tan pobre que no tenga algo que dar y nadie es tan anciano que no pueda ocupar su lu-gar en la obra de Dios. Cada uno de nosotros puede dar algo. Es nuestro privilegio como cristianos, como ad-ventistas del Movimiento de Reforma.

¿Qué necesidades constatamos en la iglesia? ¿Cuáles son las carencias a nuestro alrededor? ¿De qué manera puedo ejercitar el don de dar, tanto material como espiritualmente?

Para tener espacio para el Señor en nuestro corazón y entendimiento debemos tener ventanas de tiempo durante el día. Esas ventanas son mo-mentos especiales dedicados a cul-tivar nuestra relación con Dios. Son momentos especiales para la oración y la meditación, evitando las distraccio-nes, para poder recargar y llenarnos del poder espiritual que necesitamos. El resultado de una vida de comunión con Dios, cultivando la relación con Él, dando de las bendiciones que nos han sido confiadas, será un carácter semejante al de Cristo: “El objeto de la vida cristiana es llevar fruto, la repro-ducción del carácter de Cristo en el creyente, para que ese mismo carácter pueda reproducirse en otros” (Pala-bras de Vida del Gran Maestro, pág. 46).

Queridos hermanos, queridos jó-venes, queridos niños, abramos nues-tro corazón siendo colaboradores dadivosos del Señor, para que la pro-mesa sea cumplida en nuestras vidas y en la iglesia. “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguar-dia” (Isaías 58:8). ¡Amén! n

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20 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

Compasión: Piedad empática y preocupación por los sufrimien-

tos o infortunios de otros. Sinónimos: Simpatía, empatía, cuidado, preocu-pación, solicitud, sensibilidad, ama-bilidad, amor, ternura, misericordia, benignidad, tolerancia, bondad, cari-dad.

La fuenteSolo nuestro Padre celestial es la fuen-te de compasión y misericordia. “Ha hecho memorables sus maravillas; clemente y misericordioso es Jehová” (Salmos 111:4). “Del corazón del Padre es de donde manan los ríos de com-pasión divina, manifestada en Cristo para todos los hijos de los hombres” (La Maravillosa Gracia de Dios, pág. 188).

“Aunque ascendió a la presencia de Dios y comparte el trono del universo, Jesús no ha perdido nada de su natu-raleza compasiva. Hoy el mismo tier-no y simpatizante corazón está abierto a todos los pesares de la humanidad. Hoy las manos que fueron horadadas se extienden para bendecir abundan-temente a su pueblo que está en el mundo” (Dios nos Cuida, pág. 203).

“Todas las palabras y los hechos de Él revelaron divina compasión, y su diferencia del mundo provocó la más amarga hostilidad” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 460).

Los Reformadores son compasivos“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entraña-ble misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de pa-ciencia” (Colosenses 3:12). El pueblo de Dios en esta última generación necesita tener aquella amabilidad del espíritu del cielo que induce a actuar correctamente todos los días. Se ne-cesita ejercitar gran compasión hacia las almas que pronto han de perecer y se perderán a menos que sean adver-tidas. Pensad, hermanos y hermanas, en los países con millones de personas

Lectura 6 – Viernes, 11 de diciembre de 2015

Compasión hacia TodosPor Arnolfo Cortez, Filipinas

que nunca han oído el último mensaje de misericordia. ¡Oh, que cada miem-bro tenga la compasión demostrada por nuestro Maestro y use sus medios dados por Dios para alcanzar a aque-llas almas antes de que la puerta de misericordia se cierre para siempre!

“Con corazones llenos de simpa-tía y compasión, han de ministrar a los que necesitan ayuda, y comunicar a los pecadores el conocimiento del amor del Salvador. Semejante traba-jo requiere empeñoso esfuerzo, pero produce una rica recompensa. Los que se dedican a él con sinceridad de propósito verán almas ganadas al Sal-vador; porque la influencia que acom-paña al cumplimiento práctico de la comisión divina es irresistible.

“Tampoco recae únicamente sobre el pastor ordenado la responsabilidad de salir a realizar la comisión evangé-lica. Todo el que ha recibido a Cristo está llamado a trabajar por la salva-ción de sus prójimos. ‘Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven’ (Apocalipsis 22:17). A toda la iglesia incumbe el deber de dar esta invitación. Todo el que la ha oído ha de hacer repercutir este mensaje por valles y montes: ‘Ven’” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 90).

Aunque es verdad que es un es-fuerzo arduo, siempre recordad que Dios estará con todos los que trabajan por su obra. Experimenté su interven-ción muchas veces; Él me ha guarda-do seguro en sus brazos todopode-rosos cuando estuve trabajando en Malasia y otros países de Asia.

En la familiaLos ataques de Satanás en contra de la familia con el propósito de derribar la sociedad son incesantes, y trabaja con esfuerzos redoblados contra los refor-madores, así que necesitamos estar en guardia constantemente para mante-ner seguro a cada miembro de la fa-milia. Es muy triste ver que tenemos muchos hogares rotos en la familia de

la fe. Incluso dentro del círculo minis-terial, mientras el pastor está hacien-do grandes esfuerzos para contactar almas a la iglesia, Satanás ha tenido éxito en alejar a sus hijos de la igle-sia a la perdición. Debemos hacer una cerca alrededor de nuestras familias, y la mejor cerca es involucrarlos en el servicio activo.

“Gobernad a vuestros hijos con ternura y compasión, teniendo siem-pre presente que ‘sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.’ Si queréis que los ángeles desempeñen en favor de vuestros hijos el ministerio que Dios les ha encomendado, cooperad con ellos haciendo vuestra parte” (El Ho-gar Cristiano, pág. 172). “Cantad ala-banzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque Jehová ha consolado a su pue-blo, y de sus pobres tendrá misericor-dia” “Y después que los haya arran-cado, volveré y tendré misericordia de ellos, y los haré volver cada uno a su heredad y cada cual a su tierra” “Así ha dicho Jehová: He aquí yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré mise-ricordia, y la ciudad será edificada sobre su colina, y el templo será asen-tado según su forma” (Isaías 49:13; Je-remías 12:15; 30:18).

“Por su buen ánimo, su cortesía cristiana y su simpatía tierna y com-pasiva, los padres han de hacer atrac-tiva la religión de Cristo; pero deben ser firmes al exigir respeto y obedien-cia. Los principios correctos deben quedar establecidos en la mente del niño…

“Deben los dirigentes de la iglesia idear planes para que los jóvenes de uno y otro sexo se preparen para uti-lizar los talentos que se les confió. Los miembros de la iglesia que tienen más edad han de procurar hacer una obra ferviente y compasiva en favor de los niños y jóvenes. Dediquen los pasto-res toda su habilidad a idear planes para inducir a los miembros jóvenes

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de la iglesia a cooperar con ellos en la obra misionera. No os imaginéis, sin embargo, que podéis despertar su in-terés con sólo predicar un largo ser-món en la reunión misionera. Haced planes que despierten vivo interés y den a todos una parte que hacer. Pre-parad a los jóvenes para que hagan lo que se les asigne, y pedidles que, trayendo semana tras semana sus in-formes a la reunión misionera, relaten lo que experimentaron y qué éxito tuvieron por la gracia de Cristo” (El Hogar Cristiano, pág. 443).

“Porque si os volviereis a Jehová, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia delante de los que los tienen cautivos, y volverán a esta tierra: porque Jehová vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os volviereis a Él” (2 Cróni-cas 30:9).

“Los maridos deben ser cuida-dosos, atentos, constantes, fieles y compasivos. Deben manifestar amor y simpatía. Si cumplen las palabras de Cristo, su amor no será del carác-ter bajo, terrenal ni sensual que los llevaría a destruir su propio cuerpo y a acarrear debilidad y enfermedad a sus esposas. No se entregarán a la complacencia de las pasiones bajas mientras repitan constantemente a sus esposas que deben estarles sujetas en todo. Cuando el marido tenga la nobleza de carácter, la pureza de co-razón y la elevación mental que debe poseer todo cristiano verdadero, lo manifestará en la relación matrimo-nial. Si tiene el sentir de Cristo, no será destructor del cuerpo, sino que estará henchido de amor tierno y procurará alcanzar al más alto ideal en Cristo” (El Hogar Cristiano, pág. 109).

En la familia espiritual y a favor de los pobres“Así habló Jehová de los ejércitos, di-ciendo: Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano.” “Entonces Je-sús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le si-guieron” (Zacarías 7:9; Mateo 20:34). “Los hermanos debieran manifestar tierna compasión en su trato mutuo. Debieran tratar con mucha delica-deza los sentimientos de los demás. Ocuparse de los males de los demás debiera ser la obra más delicada e importante de todas. Un hermano de-

biera ocuparse de ello con la mayor humildad y considerando sus propias debilidades, para que él mismo no sea tentado” (Testimonios para la Iglesia, tomo 1, pág. 155).

En nuestras familias cristianas, ninguno debe aventurarse a decir como Caín, “¿Soy yo guarda de mi hermano?” Las hermanas y los her-manos deben tratar con los mismos hechos y actos equivocados que cau-san descontento y la desaprobación de Dios y deben alentarse los unos a los otros al arrepentimiento para que los visitantes celestiales puedan per-manecer con nosotros, junto con la presencia del Dios Altísimo. “Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” (Marcos 1:41).

Así como Jesús extendió su mano para tocar y ayudar a los necesitados a su alrededor, así también debemos dar una mano ayudadora a aquellos que están ciegos a la verdad en este tiempo, entonces verán, serán guia-dos al arrepentimiento, y serán salvos.

“Dios no le asigna ningún valor ni a la ostentación ni a la jactancia. Mu-chos que en esta vida son considera-dos superiores a los demás, verán un día que Dios evalúa a los hombres de acuerdo con su compasión y abnega-ción... Los que siguen el ejemplo del que anduvo haciendo bienes, que ayudan y bendicen a sus prójimos, tratando siempre de elevarlos, son infinitamente superiores a la vista de Dios que los egoístas que se exaltan a sí mismos…

“El gran corazón de amor infini-to se siente atraído hacia el pecador por una compasión ilimitada... Él quiere restituir su imagen moral en el hombre. Acercaos a Él con confesión y arrepentimiento y Él se acercará a vosotros con misericordia y perdón” (La Maravillosa Gracia de Dios, págs. 67, 82).

Cornelio demostró “la sinceridad de su fe por su compasión hacia los pobres. Era muy conocido por su be-neficencia, y su rectitud le daba buen renombre tanto entre los judíos como entre los gentiles. Su influencia era una bendición para todos aquellos con quienes se relacionaba. El Libro inspirado le describe como ‘un hom-bre pío y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre’” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 108).

Para la multitud que no tiene pastorCada día las personas van a sus tum-bas sin oír el mensaje de salvación. Ya es hora de que despertemos y haga-mos nuestro trabajo con entusiasmo; pero no podemos hacer esto sincera-mente sin la compasión de Dios en nuestros corazones, así que debemos orar y pedirle que nos de este don para las almas que nos rodean. ¿Qué podemos hacer para ayudar a los mu-chos errantes en nuestras localida-des, en la ciudad y en el país donde vivimos? ¿No son ovejas sin pastor? ¿Cuándo nos levantaremos para tra-bajar con profundo interés para ayu-dar a salvar estas almas? Hermanos y hermanas, necesitamos la tierna com-pasión de Jesús en nuestros corazo-nes para que fluya a los que están en nuestro medio.

“En derredor nuestro hay almas afligidas. En cualquier parte podemos encontrarlas. Busquémoslas y digá-mosles una palabra oportuna que las consuele. Seamos siempre canales por donde fluyan las refrigerantes aguas de la compasión” (Exaltad a Jesús, pág. 89).

“Si los pecadores pudieran ser in-ducidos a dirigir una ferviente mira-da a la cruz y pudieran obtener una visión plena del Salvador crucificado, comprenderían la profundidad de la compasión de Dios y la pecamino-sidad del pecado” (La Fe por la Cual Vivo, pág. 105). “Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compa-sión de ellos, porque eran como ove-jas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (Marcos 6:34; 1 Juan 3:17).

Cuando medito en estas palabras de nuestro Maestro, me doy cuenta de los grandes derechos que tiene Dios no sólo sobre nuestro ser físico sino también sobre todo lo que tenemos. La pregunta para nosotros es: sabien-do todas estas cosas y la gran necesi-dad de que el mensaje de salvación sea predicado, ¿estamos invirtiendo nues-tro tiempo y dinero en este trabajo?

¡Qué diferencia sería, queridos her manos y hermanas, si tomareis la decisión de invertir una parte de vuestro dinero para abrir un país, financiando un ministro que lleve las buenas nuevas allí! Espero

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22 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

ansiosamente el tiempo cuando estemos en el reino del cielo y alguien venga, extienda su mano, y diga, “Te agradezco por tu actitud altruista al invertir tu dinero para que pudiésemos oír el mensaje. Hiciste posible que un ministro comparta el mensaje de salvación con nosotros. ¡Ahora soy eternamente salvo!” ¡Oh, qué día será!

Para todos los que sufren“Pero un samaritano, que iba de ca-mino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia” (Lucas 10:33). “Dejar a un vecino sufriente sin aten-der a sus necesidades, equivale a abrir una brecha en la ley de Dios... El que ama a Dios no solamente amará a sus semejantes, sino que considerará con tierna compasión las criaturas que Dios ha hecho… Debemos cuidar cada caso de sufrimiento, y considerarnos instrumentos de Dios para aliviar al necesitado hasta donde nos lo permita nuestra habilidad. Debemos ser cola-boradores de Dios junto con Dios. Hay algunos que manifiestan gran afecto por sus familiares, por sus amigos y favoritos, pero que fracasan en ser amables y considerados con los que necesitan tierna simpatía, que necesi-tan bondad y amor. Interroguémonos con corazón fervoroso: ‘¿Quién es mi prójimo?’ Nuestro prójimo no es me-ramente nuestro vecino o nuestro ami-go particular; no son sencillamente los que pertenecen a nuestra iglesia y piensan como nosotros. Nuestro próji-mo es toda la familia humana. Hemos de hacer el bien a todos los hombres, y especialmente a los que son domés-ticos de la fe. Debemos dar al mundo una manifestación de lo que significar cumplir la ley de Dios. Debemos amar a Dios sobre todas las cosas y a nues-tros prójimos como a nosotros mis-mos” (Hijos e Hijas de Dios, pág. 54).

“La compasión y la ternura que revelaba hacia los que habían pecado, fuese voluntariamente o por igno-rancia, debe ser una lección objetiva para todos los que procuran realizar reformas. Los siervos de Dios deben ser tan firmes como una roca en lo que se refiere a los principios correctos; y con todo han de manifestar simpa-tía y tolerancia. Como Esdras, deben enseñar a los transgresores el camino de la vida al inculcarles los principios en que se funda toda buena acción” (Exaltad a Jesús, pág. 159).

Sobre los que nos han perjudicadoEn sus esfuerzos por destruir la in-fluencia del pueblo de Dios en estos últimos días, Satanás ha traído gran tentación a nuestros hermanos, y han hecho grande daño incluso a la causa de Dios, lo cual a veces es difícil de sobrellevar. Sin embargo, necesita-mos tener compasión de ellos tam-bién, porque todavía son nuestros hermanos que han sido atacados por el enemigo de las almas. Debemos cu-rar toda herida y restaurar la paz y la unidad en nuestro medio. Y debemos continuar haciendo la obra confiada a nosotros.

“Satanás algunas veces influye tanto sobre las mentes como para destruir todo sentimiento de miseri-cordia o compasión. El hierro parece penetrar el corazón, y desaparece tan-to lo humano como lo divino” (Testi-monios para la iglesia, tomo 1, pág. 514).

“Jesús nos ha dado ejemplo para que sigamos sus pisadas, y manifeste-mos compasión, amor y buena volun-tad hacia todos. Cultivemos un espí-ritu amable, un espíritu de tolerancia, y un amor tierno y benevolente hacia aquellos que, bajo la tentación, han cometido contra nosotros errores agraviantes. Si es posible, curemos esas heridas, y cerremos la puerta de la tentación quitando toda barrera que haya erigido entre él y nosotros el que haya obrado mal... El Señor se deleita en derramar sus bendiciones sobre aquellos que quieren honrar-lo, que quieren reconocer su miseri-cordia, que revelan, que aprecian su amor hacia ellos manifestando las mismas características llenas de gra-cia a los que los rodean” (Hijos e Hijas de Dios, pág. 146).

“El hecho de que estamos bajo una obligación tan grande para con Cristo nos coloca bajo la más sagrada obligación hacia aquellos por quienes Él murió y anhela rescatar. Debemos manifestar hacia ellos la misma sim-patía, la misma compasión y amor desinteresado que Cristo nos ha ma-nifestado a nosotros.

“El que no perdona suprime el único conducto por el cual puede re-cibir la misericordia de Dios. No de-bemos pensar que a menos que con-fiesen su culpa los que nos han hecho daño, tenemos razón para no perdo-narlos. Sin duda, es su deber humillar sus corazones por el arrepentimiento y la confesión; pero hemos de tener

un espíritu compasivo hacia los que han pecado contra nosotros, confiesen o no sus faltas. Por mucho que nos ha-yan ofendido, no debemos pensar de continuo en los agravios que hemos sufrido ni compadecernos de nosotros mismos por los daños. Así como espe-ramos que Dios nos perdone nuestras ofensas, debemos perdonar a todos los que nos han hecho mal” (La Ma-ravillosa Gracia de Dios, pág. 328). “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve miseri-cordia de ti?” (Mateo 18:33).

Palabras finales de inspiración“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”

“Pero vosotros, amados, edificán-doos sobre vuestra santísima fe, oran-do en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la mise-ricordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que du-dan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborre-ciendo aun la ropa contaminada por su carne.”

“Por tanto, si hay alguna conso-lación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Es-píritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mis-mo.”

“Finalmente, sed todos de un mis-mo sentir, compasivos, amándoos fra-ternalmente, misericordiosos, amiga-bles; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (Gálatas 6:9, 10; Judas 20-23; Filipenses 2:1-3; 1 Pedro 3:8, 9).

La gracia y el amor de nuestro Sal-vador compasivo se fundan en nues-tros corazones para poder tener su Espíritu y la ternura del buen samari-tano manifestada en su ministerio con el extranjero sufriente en el camino entre Jerusalén y Jericó. Este es mi de-seo y oración. ¡Amén! n

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Lectura 7 – Sábado, 12 de diciembre de 2015

Liderazgo–Servicio ValientePor Idel Suarez Moleiro, EE.UU.

“El que preside [dejad que lo haga], con solicitud” (Romanos 12:8).

Modelo–liderando mediante el ejemplo

Cuando Julio César lideró las le-giones romanas para invadir Bre-

taña, fueron encontrados en las cos-tas rocosas por los bárbaros que eran aparentemente salvajes y crueles. Es-tos nativos corrieron en contra de los romanos como un relámpago, como un tornado que quería devastar todo a su paso. Irrumpían gritando con en-fado, como locos y asustando incluso a los soldados latinos más estoicos. ¿Qué hizo César? Tomó la bandera de Roma, la levantó, y dirigió su barco hacia la orilla. También alzó la voz y gritó a sus compañeros, “Soldados romanos, ¿permitiréis que vuestro general sea cortado en pedazos?” Los actos y palabras del poderoso lí-der electrizaron a sus tropas, quienes saltaron de sus botes y salieron a la orilla con su líder, venciendo a los na-tivos isleños de Bretaña y trayéndolos bajo la bandera de Roma.1

Como el más grande de todos los líderes de Roma, Julio César lide-ró mediante el ejemplo. Mostraba lo que sus seguidores tenían que hacer. No retrocedió frente a la amenaza, ni frente a la vista de incertidumbre; más bien, avanzaba con valentía y ex-hortaba a sus seguidores a imitarle en la batalla.

Jesús dijo, “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis…” (Juan 13:15). Él también alentó a sus após-toles a ser siervos como su Maestro y Señor. Él ejemplificó la conducta de un gran líder para que ellos, también, puedan llegar a ser líderes de la igle-sia cristiana. “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor” (Mateo 10:25).

El apóstol Pedro, dirigiéndose a los primero líderes del siglo de la igle-sia cristiana, les aconsejó liderar me-

diante el ejemplo, como Cristo ha he-cho. “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:3). Los líderes de la iglesia no han de ser señores o reyes, pues uno es el Señor y Rey; que es Jesucristo. Más bien, los líderes han de ser ejemplos para la grey de creyentes en la lucha contra la mundanalidad, el pecado, y la maldad. Han de ser ejemplos en el rol del servicio para la comunidad, los necesitados, y los marginados. Han de ser ejemplos en llevar una vida de oración, en el estudio de la palabra de Dios, y en testificar a otros de Jesús.

de Cristo para convertirse en un du-plicador 3D o modelo de Jesús. A tra-vés de la obra de la gracia, hemos de clonar a Cristo en nuestro ser interno. Todo líder, ya sea un maestro, padre, o pastor, debe duplicar a Cristo, para ejemplificarlo, para vivirlo con el fin de que otros puedan ser seguidores de ellos, como ellos son de Cristo.

La hermana Elena G. de White escribió sobre “liderar mediante el ejemplo” cuando se dirige a los líde-res de las instituciones adventistas: “Los que ocupan una posición de lí-der deberían establecer el ejemplo”2 “Si os esforzáis para vivir como Él vi-vió, estaréis diciendo al mundo: ‘Con-templad al Hombre del Calvario’. Por precepto y por ejemplo estaréis con-duciendo a otros en el camino de la rectitud.”3

Soldados de milicia–actuando al aviso de un momentoDurante la Revolución Americana, muchos jóvenes, esposos, padres, agricultores, carpinteros, y comercian-tes se volvieron soldados de milicia en su deseo por libertad. Los soldados de milicia conformaban aproximadamen-te un tercio de las fuerzas americanas durante las primeras batallas de la Re-volución Americana en Massachusetts en 1775. Se unieron a la milicia para luchar contra los británicos y llegaron a ser famosos como hijos de libertad y soldados patriotas que estaban “listos para reunirse bajo las armas al aviso del minuto.”4

En el Antiguo Testamento, hubo una tribu que era conocida por ser rápida para actuar; tenía líderes que sabían lo que Israel necesitaba hacer, y sus hermanos estaban dispuestos a seguirlos. “De los hijos de Isacar, dos-cientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían to-dos sus hermanos” (1 Crónicas 12:32). Tales líderes se necesitan en la iglesia hoy–que sean diligentes, rápidos para

Sabía que era más facil copiar, seguir el ejemplo, o imitar a alguien

que aprender algo teóricamente.

El apóstol Pablo, que fue un líder entre líderes, conocía la importancia de liderar mediante el ejemplo. Sa-bía que era más fácil copiar, seguir el ejemplo, o imitar a alguien que apren-der algo teóricamente. Pablo estaba tan seguro de este concepto que escri-bió a los corintios: “Sed seguidores de mí, así como yo también soy de Cris-to” (1 Corintios 11:1). La versión en español de Reina Valera literalmente dice: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.”

En las oficinas de todo el mundo, hay máquinas que son imitadoras precisas. Son llamadas fotocopiado-ras. Duplican cualquier página que es colocada sobre su vidrio. Ahora los ingenieros han inventado una copia-dora tridimensional. Estas copiadoras 3D son incluso para reproducir co-pias exactas de las partes del cuerpo hechas de plástico y otros materiales para individuos que carecen de un ór-gano externo como ser una mano, un oído, o un dedo del pie. Los invento-res se anticipan a poder imprimir par-tes anatómicas humanas de repuesto.

De manera similar, todo cristiano puede ser programado por el Espíritu

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24 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

discernir qué hacer, sin demorar en llevar a cabo su deber y sin titubear como Lot cuando los ángeles le urgie-ron a apresurarse.

Jesucristo conocía la importancia de no tardar en hacer lo que era co-rrecto. Él alentaba a sus discípulos a actuar al aviso instantáneo para lograr su propósito. “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya es-tán blancos para la siega” (Juan 4:35).

¿Recordáis el antiguo cliché, “Gol-pea mientras el hierro está caliente”? Cuando las personas están anhelan-do la verdad, cuando están desean-do hacer algo para ayudar pero no saben cómo, necesitamos aprovechar la oportunidad y tomar ventaja del momento enseñable para llevarlos a Jesús. Con diligencia y gran seriedad, compartamos la historia del evangelio y enseñemos el mensaje evangélico a los que están dispuestos a ser guiados.

El texto que hemos estado estu-diando durante esta Semana de Ora-ción incluye el ideal de los soldados de milicia–el que “preside [dejad que lo haga], con solicitud” (Romanos 12:8). Los Soldados de Milicia Americanos eran diligentes, confiables, eficientes

crisis en esta causa. La acción pronta y decisiva en el momento justo gana-rá triunfos gloriosos, mientras que la demora y negligencia resultarán en grandes fracasos y deshonra segura a Dios. Los movimientos rápidos en el momento crítico a menudo desarman al enemigo, es decepcionado y venci-do, pues había esperado el momento para emprender planes y obrar por artificio. Dios desea que los hombres conectados con su obra … cuya opi-nión está disponible, cuyas mentes, cuando sea necesario, actúen como los rayos.”6

Estando familiarizada con la his-toria americana, la hermana White frecuentemente hacía referencia a los Soldados de Milicia de la Revo-lución Americana. Ella comparaba a los creyentes con los soldados que es-taban luchando contra el enemigo de nuestras almas y estaban dispuestos a arriesgar todo por la libertad bajo la bandera roja de Jesucristo.

“El pueblo de Dios ha de ser sol-dado de milicia, siempre listos, siem-pre preparados en Jesucristo. Ha lle-gado la hora cuando en un momento podemos estar en la tierra sólida, el próximo la tierra puede estar debajo de nuestros pies.”7

“Dios necesita soldados en su ejér-cito. Tendrá hombres que, cuando de-ban tomarse decisiones importantes, serán tan leales al deber como la brúju-la al polo; hombres cuyos intereses es-peciales y personales sean absorbidos, como ocurrió con nuestro Salvador, en el gran interés general de la salvación de las almas.”8

“Los siervos de Dios deben ser como milicianos, siempre dispuestos a avanzar tan pronto como su provi-dencia les abra el camino. Cualquier tardanza que haya de su parte da tiempo a que Satanás obre para derro-tarlos.”9

“Los ministros van a donde son enviados; son soldados de milicia, listos para mudarse en cualquier momento, para enfrentar cualquier emergencia. Ellos están necesaria-mente separados, en gran medida, de sus familias…Hermanos, no estudiéis cuán poco podéis hacer, con el fin de alcanzar el nivel más bajo, sino que le-vantaos para asiros de la plenitud de Cristo, para que podáis hacer mucho por Él.”10

“Hay un mundo que debe ser amonestado. Esta obra nos ha sido encomendada. Debemos practicar la

verdad a cualquier costo. Debemos actuar como milicianos abnegados que están dispuestos a sufrir la pér-dida de la vida misma, si es necesa-rio, en el servicio de Dios. Hay una gran obra que debe hacerse en poco tiempo. Debemos comprender cuál es nuestro trabajo y hacerlo fielmente. Todos los que finalmente reciban la corona de victoria, mediante un es-fuerzo noble y decidido para servir a Dios, habrán ganado el derecho de ser vestidos con la justicia de Cristo.”11

Ministrando–como un líder servidorUno de los científicos y pensadores más renombrados del siglo pasado fue Albert Einstein, un profesor de Princeton que ganó el Premio Nobel de física en 1921. Se le reconoce por el dicho, “Sólo una vida vivida al servi-cio de otros es digna de ser vivida.”12

Jesús fue el más grande de todos los siervos, el Pastor principal, y un verdadero Ministro. En su camino a Jericó, Jesús especificó el rol más im-portante de un líder, pastor, padre, o maestro. Él dijo, “Y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para ser-vir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:44, 45). De este modo, los líderes más principales y los oficiales de más alto rango deben considerarlo un placer servir y minis-trar a otros con buenas obras.

Un estudiante una vez reclamó al director de una escuela en Filipi-nas porque los baños estaban sucios y olían mal y los inodoros no estaban limpios. El director escuchó al estu-diante y le aseguró que los baños se-rían limpiados. El directo luego salió y caminó hacia los servicios, cogiendo un trapeador y un balde con jabón lí-quido y agua en el camino. El direc-tor se remangó y trapeó los pisos del baño, limpió los inodoros, y quitó el mal olor por sí mismo. El estudiante que murmuró vio al director hacer el trabajo de un conserje y le dijo a un amigo, “Pensé que el director iba a llamar a la señora de limpieza, pero no, él mismo lo limpió. Me hizo sentir culpable de no haber aprovechado la oportunidad de limpiar el baño.”

Así fue la última cena del Señor. Jesús se levantó y tomó una fuente, una toalla, y un poco de agua y qui-tó su prenda exterior. Lavó los pies

“Dios desea que los hombres conectados con su obra … cuya

opinión está disponible, cuyas mentes, cuando sea necesario,

actúen como los rayos.”

y puntuales. Dentro de un minuto se reunían en una ubicación predetermi-nada, sus armas estaban a la mano. No dudaban. No tardaban. No se detenían para considerar si las con-diciones eran seguras o convenientes. Eran hombres de acción, dispuestos a arriesgar todo por la libertad.

“Incluso es más excusable cometer a veces una decisión equivocada que estar continuamente en una posición fluctuante, vacilando, a veces inclina-dos en una dirección y luego en otra. La vacilación y las dudas a veces cau-san más perplejidad y desgracia que proceder apresuradamente…

“Se me ha mostrado que las victo-rias más notables y las derrotas más terribles han tenido lugar en cuestión de minutos. Dios requiere prontitud de acción.”5

“Victorias se pierden frecuente-mente debido a las demoras. Habrá

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sucios de los doce hombres adultos. Cada uno de ellos se sintió avergon-zado y maravillado por qué no había tomado el rol de un siervo en lugar de su Líder.

Fue después de ese vívido ejemplo de un líder servidor que Jesús dio a todos sus seguidores a través de todos los tiempos una maravillosa e inspira-dora promesa. “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará…” (Juan 14:12).

¿Qué obras hizo Jesús? Hizo obras de misericordia, servicio, y amor. Es-taba constantemente reuniéndose con las personas de todos los ámbitos de la sociedad y haciéndoles preguntas sencillas para descubrir cómo podría ayudarlos.

Al ciego Bartimeo, Jesús le pregun-tó, “¿Qué quieres que te haga?” (Marcos 10:51). Al paralítico de Betesda, Jesús le inquirió, ¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Ahora, dos mil años después, Je-sús viene a vosotros al final de esta Se-mana de Oración y os hace la misma pregunta, “¿Qué puedo concederos? ¿Queréis ser sanos–física, mental, espi-ritualmente?” Jesús anhela bendeciros. Él desea curar vuestras dudas. Él añora daros una nueva vida. Él ansía serviros y colmaros de paz.

Como seguidores de Jesús, cada líder debe procurar ministrar las ne-cesidades de aquellos en su hogar, su iglesia, su escuela, su negocio, su ins-tituto, y su comunidad. Ha de levan-tarse y servir diligentemente a aque-llos en su esfera para la gloria de Dios. Y al servir a otros, indirectamente en-señará a sus hijos, a sus estudiantes, a sus feligreses, y a sus obreros que es más bienaventurado ministrar que ser ministrados.

Tutoría–instruyendo a otros por un tiempoLos Beatles, quienes cautivaron Amé-rica con su música rock en los 1960, tomaron algunas de sus letras de la Biblia, como muchos en Hollywood, y alcanzaron éxito financiero. En la canción “Cambia, Cambia, Cambia,” ellos pusieron música a las palabras de Eclesiastés. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cie-lo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1).

El liderazgo también tiene su hora. Los líderes necesitan comprender que su posición, influencia y autoridad están en calidad de préstamo por un

tiempo limitado. Sabiendo que no son eternos, necesitan hacer desenvolver-se a otros para que tomen su lugar. Son responsables ante Dios de prepa-rar a otros para proseguir después de que su “hora de influencia de lideraz-go sea terminada.”13 Necesitan liderar con un plan para los sucesores.

Moisés sabía esto, e instruía a Jo-sué. Asa sabía esto, e instruía a Josafat. Jesús sabía esto, e instruía a los doce

infiel en su labor, no es factible que mejore el asunto quedándose.”15

He notado que algunos líderes parecen tener el concepto erróneo de que si la iglesia, campo, unión, o Conferencia General llama a uno a continuar por muchos años en una posición de liderazgo, sería un error rechazar el llamado. Ese parece haber sido el problema con el Pastor James White, el esposo de Elena G. de Whi-te. Él era un líder talentoso, por lo que sus hermanos le insistían servir como Presidente de la Conferencia General por largo tiempo. Ella escribió refe-rente a esto: “Mi esposo llevó la carga más pesada… Aquí es donde sus her-manos cometieron el error de urgirlo, y él el de consentir en continuar bajo las cargas y responsabilidades que había llevado solo por años. Debería haber depuesto esas cargas hace años, las que tendrían que haberse dividido con otros hombres elegidos para ac-tuar en favor del pueblo.”16

Jesús fue el más grande mentor de todos. Él no acaparó el cargo ni intentó hacer todo por sí mismo. Él estaba vi-siblemente en la tierra por un tiempo muy corto e instruyó a sus sucesores.17 Él infundía esperanza, ánimo, y un sentido de misión en sus apóstoles que continuarían liderando la iglesia cris-tiana. Él dijo a sus discípulos, “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7).

Cristo sabía que debía dejar a sus discípulos después de cumplir su mi-sión. Sabía que debía dejar ir y con-ceder el Espíritu Santo para continuar ministrando en su nombre. A través del Espíritu Santo, otorgaría el don del liderazgo con diligencia. Instruiría a los nuevos líderes a recibir la vida de Jesús en ellos. Cada uno, a su vez y como Cristo, aprendería que el lide-razgo es por un tiempo. Los verdade-ros líderes enseñan a sus sucesores. Cada uno debe liderar con diligencia, fidelidad y sacrificio.

El hombre, el ministro, y la misiónUn hombre se apresuraba a una ca-pilla, para llegar a las puertas princi-pales. Preguntó al ujier, mientras él y el ministro estaban conversando, “¿El servicio terminó?” El ujier, que com-prendió la esencia del sermón del mi-nistro para aquel sábado, respondió al caballero: “Señor, el culto terminó,

Los verdaderos líderes enseñan a sus sucesores. Cada uno debe liderar con

diligencia, fidelidad y sacrificio.

apóstoles. Pablo sabía esto, e instruía a Timoteo y Tito. Pedro sabía esto, e instruía a Marcos. Juan sabía esto, e instruía a Policarpo.

Como padres, necesitamos apro-vechar toda oportunidad para instruir a nuestros hijos para que lleguen a ser buenos padres. Como maestros, ne-cesitamos aprovechar toda oportuni-dad para animar a los jóvenes a entrar en el campo de la enseñanza y llegar a ser buenos maestros. Como minis-tros, necesitamos inspirar a nuestros jóvenes a seguir el llamado de Dios y llegar a ser pastores servidores. Como madres, necesitamos instruir a nues-tras niñas a llegar a ser grandes mu-jeres como las de Galilea que atendie-ron a Jesús.

Una vez se le preguntó a la her-mana White si era correcto que un presidente de Campo continúe así en la misma ubicación sin un cambio de liderazgo. “Se me ha preguntado si no es un error cambiar el presidente de una asociación local a un nuevo campo cuando muchos de los herma-nos que están bajo su dirección actual no desean que él los deje. Al Señor le plugo darme luz sobre este asunto. Me ha sido mostrado que los predi-cadores no deben ser retenidos en el mismo distrito año tras año, y que no debe presidir el mismo hombre du-rante largo tiempo en una asociación. Un cambio de dones es para bien de nuestras asociaciones e iglesias.”14

“Algunos han suplicado quedar-se un año más en el mismo campo, y frecuentemente la petición ha sido respetada. Han afirmado tener planes para lograr una obra más grande que la de hasta entonces. Pero al cierre del año había una condición peor de las cosas que antes. Si un ministro ha sido

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26 LECTURAS PARA LA SEMANA DE ORACIÓN

pero el servicio está sólo empezan-do.”18

Sí, la Semana de Oración se ter-minó, pero el servicio está justo em-pezando. Tú y yo somos llamados por Dios a servir con diligencia, a recor-dar que liderazgo significa ejemplifi-car la vida de Jesús, a actuar como un soldado de milicia para Cristo, a mi-nistrar a los necesitados, y a enseñar a otros a ser ganadores de almas. Esta es nuestra misión–liderar con diligen-cia, como Jesús hizo y como Él quisie-ra que todos los líderes hagan. “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y di-ligentemente indagaron acerca de esta salvación” (1 Pedro 1:10). Amén. n__________ 1 Walter Baxendale, “Love of Leader,” Dic-

tionary of Anecdote, Incident, Illustrative Fact, Selected and Arranged for the Pulpit and the Platform (New York: Thomas Whittaker, Bi-ble House, 1892), pág. 347.

 2 Elena G. de White, Consejos sobre la salud (Mountain View, CA: Pacific Press Publi-shing Association, 1951), pág. 281.

 3 Elena G. de White, En los Lugares Celestia-les (Washington, DC: Review and Herald, 1967), pág. 235.

 4 Encyclopedia Americana, International Edi-tion, vol. 19, s.v. “minutemen.”

 5 Elena G. de White, “Liderazgo,” Testimo-nios para la Iglesia, tomo 3 (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1948), págs. 545, 546.

 6 Ibíd., pág. 498. 7 Ellen G. White, Manuscript Releases, vol.

20 (Silver Spring, MD: E.G. White Estate, 1993), pág. 114.

 8 Elena G. de White, Testimonios para la Igle-sia, tomo 3, pág. 554.

 9 Elena G. de White, Patriarcas y Profetas (Mountain View, CA: Pacific Press Publi-shing Association, 1913), pág. 448.

10 Ellen G. White, Testimonies for the Church, vol. 7 (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1948), págs. 208, 209.

11 Elena G. de White, Consejos sobre Mayordo-mía Cristiana (Takoma Park, Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Asso-ciation, 1940), pág. 48.

12 John C. Maxwell, The 21 Irrefutable Laws of Leadership, tenth edition (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2007), pág. 52.

13 Ken Blanchard y Phil Hodges, Lead Like Je-sus (Nashville, TN: W Publishing Group, 2005), pág. 45.

14 Elena G. de White, “Presidentes de Confe-rencia,” Obreros Evangélicos (Washington, DC: Review and Herald Publishing Asso-ciation, 1948), pág. 434.

15 Ibíd.16 Elena G. de White, Testimonios para la Igle-

sia, tomo 3, pág. 549.17 Laurie Beth Jones, “He Trained His Repla-

cements,” Jesus CEO–Using Ancient Wisdom for Visionary Leadership (New York: Hype-rion, 1995), pág. 151.

18 Charles L. Wallis, editor, “Service,” A Tre-asury of Sermon Illustrations (New York: Abingdon-Cokesbury Press, 1950), pág. 260.

Dios es amor. Como los rayos de la luz del sol, el amor, la luz y el gozo fluyen de Él ha-

cia todas sus criaturas. Su naturaleza es dar. La misma vida de Dios es la manifestación del amor abnegado (El Deseado de Todas las Gentes, pag. 67).

El altruismo, principio básico del reino de Dios, concita el odio de Sa-tanás, que niega hasta su misma exis-tencia (La Educación, pag. 154).

¡He aquí el sustituto que el cielo ha provisto para ti! ¡Aquí está el amor! Dios te ha dado una prueba sorpren-dente de su amor, una prueba que de-safía todo cálculo. No tenemos regla con qué medirlo, ni estándar con qué compararlo. Dios dio a su Hijo ama-do como una propiciación por nues-tros pecados (Review and Herald, 28 de mayo de 1901).

Oh, ¡cuán débil es nuestra fe, que no nos beneficiamos con las ricas y glo-riosas promesas de Dios! Él nos con-cede voluntariamente sus dones. El Omnisciente y Omnipotente nos dará liberalmente todo lo que le pidamos con fe. Él es más misericordioso, más tierno, más paciente y amante que cualquier padre terrenal (En los Luga-res Celestiales, pág. 83).

Jesús dío su vida en sacrificio por nosotros, ¿y no le rendiremos nues-tros mejores afectos, nuestras más santas aspiraciones, nuestro servicio más pleno? (Maranatha, pág. 237).

Jesús dio su vida por nosotros, para que no perezcamos, sino para que creamos en Él y tengamos vida eterna. ¿Y desconfiaremos de Dios por un momento, cuando nos ha dado tal evidencia de su amor? No, no; mi alma clama por el agua viva de la vida para que yo pueda poder refrescar a otros… (Testimonies to Southern Africa, pág. 63).

Jesús vino en forma humana para ofrecer en su propia vida un ejemplo de altruismo. Y todos los que aceptan este principio deben ser colaborado-res con Él, demostrándolo en la vida práctica. Escoger la justicia por la jus-ticia misma; ponerse de parte de la verdad aunque cueste sufrimiento y sacrificio, “ésta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová” (La Educación, pag. 154).

Aunque el pecado ha estropeado la obra perfecta de Dios, esa escritura permanece. Aun ahora todas las cosas creadas declaran la gloria de su excelen-cia. Fuera del egoísta corazón humano, no hay nada que viva para sí. No hay ningún pájaro que surca el aire, ningún animal que se mueve en el suelo, que no sirva a alguna otra vida. No hay siquiera una hoja del bosque, ni una humilde brizna de hierba que no tenga su utilidad. Cada árbol, arbusto y hoja emite ese elemento de vida, sin el cual no podrían sostenerse ni el hombre ni los animales; y el hombre y el animal, a su vez, sirven a la vida del árbol y del arbusto y de la hoja. Las flores exhalan fragancia y ostentan su belleza para be-neficio del mundo. El sol derrama su luz para alegrar mil mundos. El océano, origen de todos nuestros manantiales y fuentes, recibe las corrientes de todas las tierras, pero recibe para dar. Las ne-blinas que ascienden de su seno, riegan la tierra, para que produzca y florezca (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 12).

Dios da regular y gratuitamente para bendecir al ser humano. Sus do-nes no son sólo ricos y generosos sino también sistemáticos. La luz del día, las estaciones recurrentes, el rocío y las lluvias que hacen que la vegetación florezca, son bendiciones de Dios flu-yendo sin cesar para los hijos de los hombres. Y Dios exige de aquellos que Él bendice esfuerzos caritativos en con-formidad con el Modelo divino. Nues-tras generosidades nunca deben cesar; nuestras dádivas deben ser regulares y constantes; y el orden debe ser ob-servado en el trabajo. No es una cuali-dad del corazón natural ser caritativo; se debe enseñar a los seres humanos, y darles línea sobre línea y precepto sobre precepto, cómo trabajar y cómo dar según la orden de Dios (Review and Herald, 12 de diciembre de 1878).

La prosperidad espiritual está es-trechamente vinculada con la liberali-dad cristiana. Los seguidores de Cristo deben regocijarse por el privilegio de revelar en sus vidas la caridad de su Redentor. Mientras dan para el Señor, tienen la seguridad de que sus tesoros van delante de ellos a los atrios celestia-les. ¿Quieren los hombres asegurar su propiedad? Colóquenla entonces en las

Liberalidad cristiana y Prosperidad espíritual

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manos que llevan las marcas de la cru-cifixión. ¿Quieren gozar de sus bienes? Usenlos entonces para la bendición del necesitado y doliente. ¿Quieren aumen-tar sus posesiones? Escuchen entonces la orden divina: “Honra a Jehová de tu substancia, y de las primicias de todos tus frutos; y serán llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:9, 10). Procuren retener sus posesiones para fines egoís-tas, y provocarán su ruina eterna. Pero den sus tesoros a Dios, y desde aquel momento llevarán éstos su inscripción. Estarán sellados con su inmutabilidad.

Pablo traza una regla para dar a la causa de Dios, y nos dice cuál será el resultado tanto para nosotros como para Dios. “Cada uno dé como pro-puso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre.” “Esto empero digo: El que siembra escasamente, también se-gará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará.” “Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra... Y el que da si-miente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vues-tra sementera, y aumentará los creci-mientos de los frutos de vuestra jus-ticia; para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por nosotros hacimiento de gracias a Dios” (2 Corintios 9:6-11) (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pag. 687).

Se nos exige hacer el bien y bendecir a otros por medio de nuestras labores y oraciones así como también por medio del don de los recursos. Para ser cris-tianos y ganar el cielo debemos imitar al gran Ejemplo. Él alegremente dio su vida para rescatar un mundo apóstata. El egoísmo y la mundanalidad fueron condenados por la vida diaria de Cris-to; y ninguno de nosotros puede vivir para sí mismo y seguir disfrutando de la aprobación de Dios (Review and He-rald, 12 de diciembre de 1878).

Aquellos a quienes Dios ha dotado de aptitudes para obtener recursos, tie-nen hacia Él la obligación de emplear dichos recursos, mediante la sabiduría que el cielo les imparta; para gloria de

su nombre. Cada centavo gastado en la complacencia de sí mismo, o entrega-do a determinados amigos que lo gas-tarán para satisfacer su orgullo y egoís-mo; es algo substraído a la tesorería de Dios. El dinero gastado en atavíos destinados a realzar la figura debiera haberse usado para hacer progresar la causa de Dios en lugares nuevos. ¡Oh, que Dios le conceda a todos un verda-dero concepto de lo que significa ser cristiano! Es algo que significa ser se-mejante a Cristo, y Cristo no vivió para complacerse a sí mismo (Testimonios para la Iglesia, tomo 6, pag. 218).

No debemos considerar que pode-mos hacer o dar algo que nos dé dere-cho al favor de Dios. Dice el apóstol: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7). Cuando David y el pueblo de Is-rael hubieron reunido el material que habían preparado para la edificación del templo, el rey, al confiar el tesoro a los príncipes de la congregación, se regocijó y dio gracias a Dios en pala-bras que debieran grabarse para siem-pre en el corazón de los hijos de Dios.

“Asimismo holgóse mucho el rey David, y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Is-rael nuestro padre, de uno a otro siglo. Tuya es, oh Jehová, la magnificencia, y el poder, y la gloria, la victoria, y el honor; porque todas las cosas que es-tán en los cielos y en la tierra son tu-yas... Y en tu mano está la potencia y la fortaleza, y en tu mano la grandeza y fuerza de todas las cosas. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros te confesamos, y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer de nues-tra voluntad cosas semejantes? Porque todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranje-ros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nues-tros días cual sombra sobre la tierra, y no dan espera. Oh Jehová Dios nues-tro, toda esta abundancia que hemos aprestado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo. Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada:

por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, que aquí se ha hallado aho-ra, ha dado para ti espontáneamente” (1 Crónicas 29:10-17).

Era Dios quien había proporciona-do al pueblo las riquezas de la tierra, y su Espíritu le había predispuesto a entregar sus cosas preciosas para el templo. Todo provenía del Señor; si su poder divino no hubiese movido el corazón de la gente, vanos habrían sido los esfuerzos del rey, y el templo no se habría erigido…

Ninguno de nosotros puede subsis-tir sin la bendición de Dios, pero Dios puede hacer su obra sin la ayuda del hombre, si así lo quiere. Ha dado, sin embargo, a cada hombre su obra, y confía a los hombres tesoros de rique-zas o de intelecto como a sus mayor-domos. Por su misericordia y genero-sidad, Dios nos pone en cuenta todo lo que le devolvemos como mayordomos fieles. Pero debemos comprender siem-pre que no es obra de mérito de par-te del hombre. Por grande que sea la capacidad del hombre, no posee nada que Dios no le haya dado, y que no le pueda retirar si estas muestras precio-sas de su favor no son apreciadas y de-bidamente empleadas. Los ángeles de Dios cuya percepción no ha sido entur-biada por el pecado, reconocen los do-nes del cielo como otorgados con la in-tención de que sean devueltos en forma que aumente la gloria del gran Dador. El bienestar del hombre está vinculado con la soberanía de Dios. La gloria de Dios es el gozo y la bendición de todos los seres creados. Cuando procuramos fomentar su gloria, estamos procuran-do para nosotros mismos el mayor bien que nos es posible recibir. Hermanos y hermanas en Cristo, Dios pide que consagremos a su servicio cada facul-tad, cada don que hayamos recibido de Él. El quiere que digamos como David: “Todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te damos” (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pags. 687, 688).

Cada impulso del Espíritu Santo para guiar a los hombres al bien y a Dios queda registrado los libros del cielo, y en el día de Dios, todos los que han actuado como instrumento para

Liberalidad cristiana y Prosperidad espíritual

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la obra del Espíritu Santo, se les per-mitirá contemplar lo que su vida ha realizado (Testimonios para la Iglesia, tomo 6, pág. 312).

Todo lo que los hombres reciben de la bondad de Dios sigue perte-neciendo a Dios. Todo lo que Él nos ha otorgado en las cosas valiosas y bellas de la tierra, ha sido colocado en nuestras manos para probarnos, para medir la profundidad de nuestro amor hacia Él y nuestro aprecio por sus favores. Tanto los tesoros de las ri-quezas como los del intelecto, han de ser puestos como ofrenda voluntaria a los pies de Jesús (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pag. 688).

Delante de Dios está escrito “un libro de memoria,” en el cual quedan consignadas las buenas obras de “los que temen a Jehová, y de los que pien-san en su nombre” (Malaquías 3:16, VM). Sus palabras de fe, sus actos de amor, están registrados en el cielo. A esto se refiere Nehemías cuando dice: “¡Acuérdate de mí, oh Dios mío, [...] y no borres mis obras piadosas que he hecho por la Casa de mi Dios!” (Ne-hemías 13:14, VM). En el “libro de me-moria” de Dios, todo acto de justicia está inmortalizado (El Conflicto de los Siglas, pag. 473).

Otro libro fue abierto, en el cual estaban registrados los pecados de los que profesaron la verdad. Bajo el enca-bezamiento general “egoísmo” venían todos los otros pecados (Notas Biográfi-cas de Elena G. de White, pag. 266).

La viuda pobre que depositó sus dos blancas en la tesorería del Señor, ignoraba las consecuencias de lo que estaba haciendo. Su ejemplo de ab-negación ha surtido efecto una y otra vez sobre miles de corazones en todas partes y en todo tiempo. Ha traído a la tesorería del Señor ofrendas tanto del encumbrado como del humilde, del acaudalado como del pobre. Ha ayudado a sostener misiones, estable-cer hospitales, alimentar a los ham-brientos, vestir a los desnudos, sanar al enfermo y predicar el Evangelio a los pobres. Multitudes han sido ben-decidas a través de su desprendida acción. Y en el día de Dios, a ella se le permitirá ver la influencia que tuvo su acto. Lo mismo será con la valiosa ofrenda de María Magdalena al Señor. ¡Cuántos han sido inspirados hacia el servicio amante al recordar el vaso de alabastro roto! ¡Y cuán grande será el regocijo de ella cuando contemple los resultados!

Será maravillosa la alegría cuando se revelen sus afanes y desvelos con sus preciosos resultados. ¡Cuán grande será la gratitud de las personas que se reunirán con nosotros en las cortes ce-lestiales cuando comprendan el tierno y amante interés manifestado en su sal-vación! Para Dios y al Cordero serán la alabanza, la honra y la gloria por nues-tra redención; pero no se disminuirá la gloria de Dios al expresar gratitud a los que han sido sus instrumentos en la salvación de las personas que estaban a punto de perderse (Testimonios para la Iglesia, tomo 6, págs. 312, 313).

Hermanos y hermanas míos, no pidáis que se efectúen reducciones en la obra evangélica. Mientras haya gente que salvar, nuestro interés en la obra de salvación no debe disminuir, La iglesia no puede disminuir su ta-rea sin negar a su Maestro. No todos pueden ir como misioneros a países extranjeros, pero todos pueden dar de sus recursos para promover la obra en las misiones extranjeras (Testimonios para la Iglesia, tomo 9, pag. 45).

El manifestar un espíritu gene-roso y abnegado para con el éxito de las misiones en el extranjero es una manera segura de hacer progresar la obra misionera en el país propio; por-que la prosperidad de la obra que se haga en él depende en gran parte, des-pués de Dios, de la influencia refleja que tiene la obra evangélica hecha en los países lejanos. Es al trabajar para suplir las necesidades de otros como ponemos nuestras almas en contacto con la Fuente de todo poder. El Señor ha tomado nota de toda fase del celo misionero manifestado por su pueblo en favor de los campos extranjeros. El quiere que en todo hogar, en toda igle-sia, en todos los centros de la obra, se manifieste un espíritu de generosidad mandando ayuda a los campos extran-jeros, donde los obreros están luchan-do contra grandes dificultades para dar la luz a los que moran en tinieblas.

Lo que se dé para empezar la obra en un campo propenderá a fortalecer la obra en otros lugares. A medida que los obreros queden libres de las trabas financieras, sus esfuerzos podrán ex-tenderse y a medida que haya personas que sean traídas a la verdad y se esta-blezcan iglesias, aumentará la potencia financiera. A medida que se fortalezcan nuestras iglesias, podrán no sólo prose-guir con la obra en sus propios confi-nes, sino enviar ayuda a otros campos (Obreros Evangélicos, pag. 481). n

“El altruismo, principio básico del reino de Dios, concita el odio de Satanás, que niega hasta su misma existencia. Desde el comienzo del gran conflicto ha tratado de demostrar que los principios que constituyen el fundamento de la actividad divina son egoístas, y califica del mismo modo a todos los que sirven a Dios. La obra de Cristo y la de todos los que llevan su nombre consiste en refutar las acusaciones de Satanás” (La Educación, pág. 137).