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UNA INTERPRETACIÓN MUSICAL DEL UNIVERSO A TRAVÉS DE LA PESCAARTESANAL MARÍTIMA EN TUMACO (NARIÑO) Y PIZARRO (CHOCÓ
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UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
Área de Arte, Cultura y Sociedad
ARMONÍAS DEL PACÍFICO:
UNA INTERPRETACIÓN MUSICAL DEL UNIVERSO A TRAVÉS DE LA PESCA
ARTESANAL MARÍTIMA EN TUMACO (NARIÑO) Y PIZARRO (CHOCÓ)
Yina Villamil Velásquez
Programa de Antropología
Bogotá, Mayo de 2010
Agradecimientos
Para agradecer y reconocer ese tono que cada uno aportó a que esta, mi
composición, llegara a exponerse en este documento de tesis y a consolidarse mi
interpretación sobre cada una de las experiencias que hoy se hacen relevantes aquí,
habrá que iniciar por todas las personas que en cada lugar al que llegué a conocer,
aprender y visitar, me recibieron dispuestos a compartirme su espacio, su tiempo, su
vida, el amor y las dificultades de sus familias y toda su energía.
A quienes me brindaron su cariño con los alimentos deliciosos, con su arte, con su
esfuerzo o entregándome algo de su casa para recordarlos, incluso en mi casa; a
ellas, que sin conocer a mi mamá quisieron apoyar su labor y acomodaron un
espacio para mí en su hogar, y ellos, que sin importar la diferencia de edad me
incluían en sus juegos y con estos me enseñaban a bañar, a vivir un día y a disfrutar
de los árboles y el agua, y a ellos que se interesaron por escucharme y compartirme
sus pensamientos, quienes guiaron y acompañaron mis pasos, son a quienes quiero
agradecer toda la vida y conservar el cariño que sembraron en mí y las riquezas que
me donaron.
Sin embargo, especialmente hay que resaltar a los actores principales de esta
interpretación, a los pescadores, los artistas que dedicaron su tiempo a exponer sus
artes, dejando al descubierto la magia de ellas ante mí, a quien aceptaron llevar en
sus botes y hacer parte de sus faenas, y entre otras cosas, me compartieron el gran
conocimiento del mar, de su vida.
Es grato reconocer a otros artistas y a otros intérpretes que también acompañaron
periodos de este proceso, e incluso todo. A Lina Saavedra, que en su compañía en el
andar por el Pacífico, me enseñó de su vida, de su desempeño profesional y
aprendimos juntas. A mis compañeros de la línea de investigación, que en su paso y
avance de un proyecto propio tomaron el tiempo para apropiar mis escritos y mi
tema, aportando sus comentarios y opiniones siempre muy pertinentes, pero sobre
todo a Carlos Páramo, quien siempre marcó las pinceladas perfectas y oportunas
para guiar los múltiples intereses de mi vida, incluso un proyecto de investigación al
que le dedicó valioso tiempo, y le dio una admirable lectura, a veces aclarándolo más
de lo que yo misma lo lograba tener.
Por último, a los artistas de muchos procesos debo reconocerles su apoyo, compañía
y confianza: Miguel, Matilde y Andrei. Con ellos siempre me alegra compartir mis
logros, mis tropiezos y mis experiencias.
Este proyecto de grado se ha desarrollado dentro del marco del Convenio de
cooperación entre Conservación Internacional y la Universidad del Magdalena a
través del proyecto “Hacia un Manejo Pesquero Artesanal Marino en Colombia”, con
la codirección de la bióloga Lina María Saavedra Díaz. Al mismo tiempo ha recibido
apoyo económico del programa “Mujeres Jóvenes en Ciencia” de UNESCO-L’oreal /
2008-2010.
CONTENIDO
Introducción 1
PRELUDIO A LA COMPOSICIÓN 9
CAPITULO I: SINTONIA UNIVERSAL 16
CAPITULO II: CONQUETEAR, BARRER Y COVAR: ARMONÍAS DE
LA PESCA 44
CAPITULO III: ESTRUCTURA ARMONICA CONCLUSIVA 72
LISTA DE REFERENCIAS 80
TABLA DE FIGURAS
Figura 1: Intérprete de su universo 14
Figura 2: Mapa costa nariñense. Identificación del manglar 20
Figura 3: Bote anclado en la basura 24
Figura 4: Mapa de división barrial de Tumaco. 26
Figura 5: Fotografía aérea de desembocadura de río Baudó. 33
Figura 6: Uno de los tambos en Pizarro 37
Figura 7: Fogón de casa embera 37
Figura 8: Mapa de división por Unidades Ambientales Costeras 41
Figura 9: Pargo lunarejo 48
Figura 10: Atún 48
Figura 11: Jurel 48
Figura 12: Tiburón “toyo” 49
Figura 13: Pescador de volantín. 56
Figura 14: Gráfico del chinchorro. 58
Figura 15: Pescador tumaqueño recogiendo cabos 60
Figura 16: Pescadores halando un extremo del chinchorro 60
Figura 17: Recolección de pesca en extremos previa a la llegada del buche
a tierra 64
Figura 18: Tamboreo de especies atrapadas en el buche 64
Figura 19: Habitantes de la playa con sus cargas de pescado cogido 64
Figura 20: Cementerio desechado en la playa. 64
Figura 21: Mujer en el raicero del manglar 67
Figura 22: Mujeres piangüeras preparándose para pescar 69
1
Introducción
Este trabajo no es más que el resultado de muchos días de escucha y algunos de
reflexión. De escuchar un violín y mantenerlo por años en la cabeza y en el alma, de
escuchar y recordar a los compañeros de atril que he tenido, y demás instrumentos e
intérpretes que mi sistema nervioso central ha guardado; de escuchar y sentir el
espacio transcurrir en el tiempo, mientras montaba un bote que recorría el mar,
escuchar y pensar a quienes me permitieron escuchar movimientos de su vida y
compartieron su melodía; de escuchar palabras de amigos que mientras han
intentado enseñarme un arte y una ciencia, me han mostrado formas de pensar y de
expresarme, exponiéndome su composición.
Así parece abrirse campo la pesca entre los intereses de la vida y logra convertirse
en una de las primeras metas en el aprendizaje de la investigación; escuchando la
melodía de vida de unos cuantos amigos en el Urabá Antioqueño. Allí llegué en
busca de inquietudes hacia un tema de investigación que debía desarrollar en el
segundo ciclo de mi carrera, para plantear una tesis que me permitiera culminar el
pregrado; también en busca de experiencias y sensaciones distintas a las que
llenaban mi cotidianidad. Terminé en Bocas del Atrato, una comunidad de madereros
y luego pescadores, afrocolombianos que viven en un caserío en la salida del río
Atrato al mar, que limita con el perímetro del Parque Nacional Natural Katíos, al que
su administrador me llevó como Guarda Parques Voluntaria durante junio y julio de
2007.
2
Allí me hospedaron en la casa de la familia Blandón, de Golla –Gregoria-, madre de
una mujer y cinco varones, tres de ellos pescadores, quienes vivían allí en Bocas;
mujer de don Quino, trabajador de Maderatrato -una de las empresas madereras que
en los años setenta se mantenían fuertemente en el comercio de la madera en esta
zona del Urabá y con las que se dio surgimiento a estos caseríos de las
desembocaduras del Atrato-, pescador también pero además reconocido junto con
sus otros dos hijos por la finura, magnitud y belleza de sus obras en el trabajo de la
madera a gran escala, como muebles, y a pequeña como artículos decorativos,
nombres, espejos, cucharones, ralladores, y además, todo lo que se les ponga a
moldear.
Los hijos de Golla fueron los primeros que se arriesgaron a llevarme a faenas de dos
días de pesca; me permitían acompañarlos a tirar mantas en la tarde, o a recogerlas
en la mañana. Sus nietos, los hijos de Mister y de Coco, me incluían en sus paseos a
recoger frutas a la finca de Gabina, o al caño de los chilapos, donde empezaba el
caserío; para estos lugares se pedía prestado un bote pequeño, y con los canaletes
de la casa nos íbamos con Eder, de 10 años y José, de 6.
Ellos supieron enseñarme a bogar, a achicar y a acuñar, a mí, que en la vida a duras
penas había intentado manejar una cometa y una bicicleta; es decir, me mostraron
cómo moverme con el canalete y dirigirlo con los brazos en la corriente del agua
hacia afuera del borde del bote, cruzando rítmicamente las corrientes para avanzar, a
recoger el agua que caía dentro del bote y devolverla acompasando al río o al mar, y
a mantener el canalete en línea inclinada contra el eje de un lado del bote, contrario
al lado por el que se ha estado bogando, para mantener la dirección del bote y que
3
no se girara. Así, cuando salía a la pesca, con Eder -a quien llaman aqua man- y su
papá, ya podía ayudar por lo menos a achicar el bote de motor en el que íbamos.
En Bocas, y junto a las mujeres, también comencé a conocer las especies que allí se
cogían, a entender las diferencias en aletas o agallas de cada pescado, y entonces
aprendí cómo debían arreglarse y limpiarse para ir a cocinarlos. Las acompañaba en
el cuadrado flotante de madera a escamarlos, lavarlos y porcionarlos según un estilo
muy costero, y según sus fuertes tradiciones chocoanas.
Ellos en Bocas se reconocen como chocoanos, pues los primeros han migrado a allí
desde Beté (Chocó) hace tan solo 40 años aproximadamente, cuando iniciaron las
madereras, y muchos han seguido llegando por problemas de violencia. Allí
identifiqué formas de vida particulares que pertenecían al tipo de territorio, a lo
asociado a la gente negra y a poblaciones costeras.
Al organizar las notas de campo tomadas durante la visita a Bocas del Atrato, se hizo
evidente un interés por los ritmos particulares, formas del tiempo y rutinas de vida
propias de la población, que daban una caracterización de la gente negra y que
también develaban un tiempo propio de vida con el agua sobre la que se
encontraban. De allí partió un primer planteamiento de problema de investigación
concerniente a su forma de vida tan marcada, tan acorde con actividades
tradicionales como la pesca.
Al año siguiente, luego de haber amasado un poco más los planteamientos y las
notas que habían surgido en esa primera vez y en una segunda visita a Bocas, con
un proyecto de investigación un poco más moldeable, me encontré con una
4
convocatoria para una investigación que pretendía recoger análisis, historia y
experiencias sobre y con los pescadores de la costa colombiana. Esto era el
proyecto de la tesis doctoral de una bióloga marina que apuntaba a plantear la línea
base de un plan de manejo pesquero artesanal marino, evaluando la situación de
nueve comunidades modelo del Caribe y el Pacífico colombianos.
A ella le presenté mi proyecto ya en proceso. Acordamos iniciar a trabajar en un
equipo conformado por un historiador, tres antropólogos (incluyéndome) y una
bióloga, Lina María Saavedra, liderándolo. Todos con un proyecto en mente y con un
fin personal que íbamos a enlazar a una investigación colectiva: el proyecto “Hacia
un manejo pesquero artesanal marino en Colombia”, en el que conforme el marco
metodológico, cada uno tenía tareas específicas para realizar, pues según la
sectorización en Unidades Ambientales Costeras-UAC, propuesta por el Invemar,
reconocidas por primera vez en la política de Manejo Costero (Ministerio del Medio
Ambiente; 2000). Cada uno iba a realizar su investigación y análisis a partir en dos
UAC. Así, dos antropólogos se encargaron de las áreas del Caribe, y, el historiador y
yo, de las del Pacífico.
Mis áreas de investigación específica fueron UAC Llanura Aluvial del Sur y la UAC
Bajo Baudó. En cada una de estas unidades se seleccionó una comunidad modelo
según criterios determinados en el proyecto nombrado. El trabajo de campo inició en
Tumaco, la comunidad seleccionada para la primera UAC, en donde permanecimos
durante el mes de junio con la directora del proyecto; allí comenzamos por convocar
a las instituciones regionales que se han encargado del tema de la pesca, las
asociaciones que allí se encontraban de pescadores y piangüeras. A través de las
5
instituciones y sus funcionarios intentamos conocer la dinámica del comercio de la
pesca, las investigaciones adelantadas, conversatorios y actividades frente a las
problemáticas ya conocidas por ellos. En algunas de éstas tuvimos acceso a su
documentación y archivo, así como en algunas de las asociaciones conformadas en
Tumaco. Con los pescadores asociados y no asociados se realizaron varios
conversatorios y acompañamientos en parte de sus días y recorridos en sus faenas
de pesca. En ocasiones fui a visitar sus hogares y a conocer a sus compañeras, o a
sus hijos, marineros acompañantes.
De sus asociaciones, enfocamos y fortalecimos el trabajo y las relaciones con
Asoexporcol, Fedeconcha y Asconar; las dos últimas organizaciones de colectores
de piangua, y la última, muy nombrada en investigaciones regionales y proyectos de
financiación de instituciones internacionales.
Al pasar a la siguiente comunidad de las áreas propuestas, llegamos a Pizarro,
cabecera municipal del Bajo Baudó, en donde las asociaciones giraban un poco más
en torno a las pesqueras-sitios de compra y venta de pescado capturado localmente,
que se encargan además de la distribución del pescado, así como de la
administración de los cuartos fríos. Muchos de los pescadores, aunque no
pertenecen directamente a la asociación presente, ASPABAB (Asociación de
pescadores Artesanales del Bajo Baudó), sí comercializan a través de ella. Otros,
independientes en sus equipos y repartición del producto de sus faenas, también
venden a la pesquera lo que quieren comercializar, pues son las fuentes de salida,
fluidez y comercio de éste lugar a otros lugares cercanos río arriba, y comercios
capitales como Medellín y Quibdó. Así, a partir de estas dos dinámicas un tanto
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distintas proyecté el planteamiento de una investigación interdisciplinar, enlazada
sobre una teoría que permitiera pensar las problemáticas que en estos campos se
hacían evidentes frente a los recursos naturales, a la población y a las dinámicas
económicas y ambientales que marcan una identidad territorial, todas estas
planteadas desde una metodología que integrara las distintas formas de abordaje de
la biología, o la antropología.
Los objetivos propuestos para este trabajo, apuntan, pues, a identificar e interpretar
relaciones rítmicas y armónicas presentes en el espacio y la vida social de dos
comunidades costeras del Pacífico colombiano, tomando como referencia la
actividad de la pesca artesanal y, en esta vía, hacer uso de la teoría del Universo
como musicalmente constituido para abordar una problemática planteada, referente a
la interacción entre ritmos sociales y ritmos naturales.
El proyecto que se inicia aquí, pretende plantear un ejercicio, si se quiere de uso
epistemológico, relevante para la antropología y en general para las ciencias
sociales: la lectura, interpretación, análisis y reflexión de la sociedad misma, desde
su relación con el entorno, con la naturaleza y/o en sí misma, bajo la lógica y
expresión cultural utilizada por la humanidad desde sus principios, es decir, por la
música como arte que en sí misma lleva formas de pensamiento propios de
conjuntos sociales que responden a interpretaciones culturales. Surge como
propuesta transversal al proyecto de investigación “Hacia un Manejo Pesquero
Artesanal Marino en Colombia”, en el que se basa parte de la metodología y se
sustenta el acercamiento a las comunidades con las que se compartieron los
conversatorios y experiencias de y sobre la pesca artesanal marina.
7
Ahora, años después, a medida que he ido leyendo y este texto se ha ido
consolidando, van aflorando y voy recogiendo emociones de los lugares recorridos,
de las aguas enfrentadas, de los olores, sabores, colores asociados a formas de
ballenas, de calamares, de bocas y bahías, de indígenas y negros, de motos y
potrillos. Al pensar en este universo que pretendo evidenciar, en la partitura no cesan
de aparecer los eslabones que he descubierto en las experiencias en campo, en
salones, cafeterías y hasta en mi propio hogar, que hacen parte de una investigación
proyectada; incluso ahora comparten esta composición conmigo y están poniendo su
propia melodía.
Desde mi condición de intérprete musical y, pudiera decirse, cultural, se hace
posible el planteamiento de un proyecto de investigación que le apunta a la lectura y
análisis de una actividad humana en un territorio determinado, desde estructuras de
pensamiento de diferentes áreas del conocimiento, que es posible traslapar a partir
de sus concepciones, métodos y formas de abordar y entender el mundo o
problematizarlo. La música, la biología, la filosofía y la antropología son herramientas
para pensar en el Pacífico colombiano como un Universo en el que todo se
encuentra relacionado y se dinamiza, de lo que se desprende que la cultura es una
forma de entrar en las dinámicas, de armonizarse y hacer parte de ese universo.
Por último, no queda más que señalarle al lector que se encontrará con un lenguaje
particular referente y propio de una región, que será más comprensible al permitirse
escuchar la composición en conjunto y que la misma actividad le permita apropiarse
del texto, así como de la tan compleja teoría musical. Sugeriría entonces que dejara
8
que su compás interior, las pulsaciones de su corazón y los sistemas que componen
su ser, recreen el ritmo del texto y perciba una interpretación a esta composición.
9
PRELUDIO DE UNA COMPOSICIÓN
La relación desde la música hacia la armonía universal parece partir y sustentarse
en que los cuerpos cuando se mueven en el aire, vibran y producen sonido; la vida
en la Tierra se ve afectada por la Música de las Esferas porque ésta gobierna los
ciclos temporales de las estaciones, los ciclos biológicos y todos los ritmos de la
naturaleza. Será la música la que revele la naturaleza más profunda de los sistemas
armónicos de los ecosistemas. La música, como relación entre sonidos –vibraciones
y movimientos- puede ser entonces la que evidencie esa armonía universal.
La música, también ha sido concebida no solo como una disciplina de interpretación
instrumental, sino como el estudio de las proporciones armónicas (Fubini, 2004); ha
sido reflexionada y teorizada para comprender el mundo. Las ideas platónicas y una
concepción sobre la armonía del mundo son la base del ejercicio que se propone, ya
que permitirán hacer más evidentes las relaciones que se dan en los espacios
propios donde tienen lugar las actividades que vinculan a una comunidad con su
entorno y entender a otro nivel las problemáticas no solo socio-culturales sino
también ambientales. Igualmente admite concebir el ecosistema y la sociedad
presente en él como un todo, como un universo constantemente dinámico.
“Por encima de todo, las ideas sobre la música sirven de unión entre la música y los
asuntos más generales, tanto musicales como sociales e intelectuales de una
comunidad. En este sentido, no se limitan a ser unas simples reflexiones sobre la
práctica, sino que, con frecuencia, son su fundamento e intérprete para la sociedad
10
en general” (Neubauer, 1992, p. 19). En varias ocasiones de la historia se ha
retomado la concepción platónica sobre la armonía del mundo, en la que la música
ha sido tomada en cuenta para dejarla hablar sobre el mundo, sobre los hechos en la
historia. Así mismo se afirma que las ideas platónicas y su concepción del mundo
ayudaron en la construcción de nuevas estéticas.
Neubauer toma la tradición pitagórica desde el análisis de la relación entre música y
matemáticas, tomando una idea de armonía referente al mero equilibrio, incluyendo
el de los cuerpos celestes. Se toma la idea de la música como instrumento para
lograr una armonía entre el alma y el cuerpo.
Al pensar los problemas sociales y las preocupaciones de la antropología que han
perdurado por años, como la relación naturaleza-cultura, el problema de las
estructuras, las definiciones y caracterización del espacio como territorio, y algunos
más recientes como la diversidad cultural, la tradición y el encuentro de éstos últimos
con dinámicas económicas y ambientales, surgen entonces cuestionamientos sobre
cómo aproximarse a estos desde un campo de interés y desde una experiencia de
vida, en los que se revelen actividades constantes pero dentro del movimiento del
entorno donde tengan lugar y no tengan cabida en uno distinto; es decir, donde
tengan un ritmo propio.
Por otro lado, en esta misma experiencia aparece un interrogante que ha llevado a la
investigación a buscar una epistemología que le permita abordar sus principales
aristas, para así por lo menos asegurar que no se limite a señalar un problema
ambiental que ya muchos han comunicado, dejando de lado los problemas que lo
11
conectan con sus actores, o la influencia que en éste ha tenido el contexto político.
No era un problema fácilmente encasillable en un área del conocimiento. Sin
embargo, al pensarlo desde una sugerencia de la historia, entonces se abrió la
posibilidad de una mirada holística del problema, sin la seguridad de encontrar una
solución, pero sí de cambiar una lente hacia las múltiples dimensiones que pueden
aparecer cuando todo lo que pasa y está contenido en el Universo se piensa como
composición de una sola unidad; así, todo está conectado de cabo a cabo y, denso o
ligero, posee un vínculo desde la creación. Lo que para Platón era comprensible y
expresado en un arte (el Universo), era musical: era una composición ordenada
rítmica y armónica. Desde entonces y durante mucho tiempo, se volvió la forma
preeminente de pensar el mundo.
La música por su parte, además de fluir en vibraciones espontáneas e inmediatas, ha
sido traducida para perdurar en la historia. Para lograr esto, durante años se han
creado sistemas de símbolos que han permitido relacionar figuras con sonidos, pero
también han puesto texturas, longitudes, relaciones, tonalidades y matices a los
sonidos, creando todo un lenguaje universal que es comprendido en todo tipo de
lenguas y lugares del planeta. Las formas de expresar y manejar las relaciones, que
se definieron como rítmicas y armónicas, fueron explicadas y desglosadas desde un
análisis y creación de conceptos que se enmarcó bajo lo que se conoce como teoría
musical y gramática. Sobre estas bases se dio libertad para componer y perdurar en
el tiempo, para crear en términos universales.
La teoría musical como forma de pensar problemas sociales, es aplicada desde un
Método de análisis que se basa en la forma de composición y análisis musical; es
12
decir, a partir de reconocer y establecer patrones temporales, métricas en las
dinámicas, se pueden identificar entonces relaciones rítmicas que van evidenciando
o develando la musicalidad del ecosistema, las relaciones armónicas y una armonía
propia del universo observado, y de éste con el Universo cósmico.
Los patrones temporales se identifican en ciclos, en seres y elementos que tienen un
ritmo constante, un movimiento, un sonido, y son perceptibles para otros seres, e
influyen en las dinámicas de los sistemas biológicos y sociales. La métrica se percibe
por épocas, por ciclos que se ven en retrospectiva y son reconocidos precisamente
por su constancia; las relaciones rítmicas se identifican entre los elementos que
entran en estos ciclos y permiten otros ritmos que se insertan en su misma métrica,
pero que aún así tienen una posición propia y juegan un papel dentro de esa
composición de la que hacen parte. Así una melodía sería entendida como el
movimiento propio que realiza cada elemento, cada ser; esa forma en la que vibra en
el juego de otros, en que influye y se relaciona.
Las formas de juego, las diferentes intensidades de las vibraciones, el momento de
entrar en un ritmo y otro, el espacio apropiado para entrar en unas dinámicas y no en
otras, las otras relaciones melódicas que se generan a partir de todos estos
movimientos serán interpretadas desde una actividad, el arte de la pesca, desde la
cual es posible percibir y entender muchas melodías en conjunto y, por lo tanto
escuchar una armonía. En últimas, la armonía del Universo.
La armonía de la que se habla -que es por supuesto musical- no pertenece a la
concepción más general de equilibrio, que hace referencia a la proporcionalidad y
13
concordancia perfecta de la combinación de elementos dentro de un todo, o dentro
de la unidad. Se refiere sí, al hecho simple de relacionar partes, de encadenar
sonoridades y vibraciones simultáneamente, a la diferencia y el orden existente y
variable que esas relaciones puedan tener o manifestar; en esto radica también el
principio de plenitud sobre el que se sustenta la idea de la Gran Cadena del Ser,
donde “la suma de la imperfección de las partes debe ser constante, puesto que la
perfección de todo consiste exactamente en la realización de esa suma de
imperfecciones.” (Lovejoy, 1983. p. 319). La armonía de la Gran Cadena se mantiene
porque ninguno de sus eslabones es estático.
Esta idea proviene de concepciones del pensamiento occidental, incluso desde los
pensadores platónicos, y es desarrollada también desde una perspectiva histórico-
filosófica por Arthur Lovejoy, que la aplica como una jerarquización de todos los
organismos basada en las potencias del alma, es decir, la Naturaleza entendida
como una cadena compuesta por eslabones donde no falta ni sobra nada, en la que
cada ser tiene su lugar y esto determina un orden cósmico y para el equilibrio de éste
son necesarias las diferencias y características en cada posición, para el bien del
Todo, del Universo, “puesto que el bien del Todo consiste principalmente en la
diversidad de sus partes” (Lovejoy, 1983, p. 82).
Así mismo, Lovejoy se refiere a los seres en cada una de sus posiciones, que tienen
una razón de ser, como ya ha sido mencionado, pero también porque el “contener y
engendrar diferencias, <producir otredades> es la misma esencia de la creativa Alma
del Mundo […] solo así se realizará la perfección” (Lovejoy, 1983, p. 83), lo que
resulta muy sugerente al pensar en las poblaciones costeras, en el lugar y la
14
diferenciación cultural, y al mismo tiempo la complementariedad que en ese espacio
confluyen.
La idea de concebir la unidad es también encontrar los eslabones entre opuestos,
entre diferentes y, a la vez, las confluencias de ellos en un universo. Sugiere unión,
enlazar diferencias, gamas de elementos diferentes y contrastantes que se
complementan. En este caso se presentará más evidente entre un océano y la tierra,
el seco, donde habitan y se mantienen en firme los humanos. Se encontrarán tal vez
fácilmente enlaces entre círculos de relaciones económicas y relaciones espaciales,
universales y biológicas que veremos cómo pueden confluir en pensamientos sobre
una actividad que hila a su vez la vida social a un sistema marítimo, oceánico; a un
espacio particular.
Figura 1: Intérprete de su universo.
En las relaciones que se establecen entre el ecosistema marino y los grupos
sociales, entre los animales que viven en un mundo oceánico y los humanos y
animales que conviven en una plataforma terrestre delimitada, y que extienden su
cuerpo adaptando elementos que les permiten integrarse a ese espacio de agua
15
sobre el que no es común o factible moverse, hay unos elementos que parecen
cobrar importancia y lograr el complemento entre estos aparentes mundos distintos.
Como podría sugerirlo el planteamiento de Doczi (1996), son las artes las que
finalmente completan la armonía de este universo. Dos opuestos que se
complementan bajo el mismo “techo”, al interior de la misma atmósfera y el mismo
planeta: la tierra.
16
CAPITULO I: SINTONÍA UNIVERSAL
En ese Universo parece estar la Tierra, moviéndose con otros y bailando en ella
misma. Así se bate el agua de los océanos que carga en cada día y cada noche; así
se llenan y vacían las costas con inmensas cantidades de agua saboreable,
fuertemente salada o bien ligeramente dulce, de variadas profundidades que llegan
más allá del horizonte, ondeada de colores turbios, oscuros y de variados tonos
mezclados y difuminados al acercarse al litoral, temperada y direccionada. En siete
de sus vueltas, mientras es luna llena, la costa Pacífica amanece también con el
agua grande aunque en el atardecer baje y vuelva a llenar grande, época que
coincide con los ritmos sexuales de los corales, de calamares y otros que por la
sincronía de la temperatura, en la primera luna llena del año desovan y renacen, así
como los peces que salen de su escondite entre los sedimentos de la profundidad
para buscar comida, convirtiéndose también en alimento para otros más grandes; en
las siguientes siete vueltas la luna mengua, se va elevando hacia el amanecer,
cuando encuentra su posición más alta. “El agua se pone clarita y eso se ve prendido
en candelilla, entonces no se coge [no se pesca], porque el pescado mira eso y
sigue”, decía Feliciano en la entrevista que tuvo con Lina Saavedra (Saavedra-Díaz,
2010). La luna va aminorando su imagen de luz, junto con amaneceres de agua
pequeña, secando durante el día aunque en las noches llene sólo un poco la línea
costera. Cuando la luna se renueva, durante siete giros más de la tierra, el agua
vuelve a crecer, a ser grande, a subir y rebosar incluso los bordes, la costa, y en los
siguientes siete días en los que la luna cada noche se ve crecer, el agua vuelve a ser
17
pequeña. Han pasado ya veintiocho días y la luna ha mostrado todas sus facetas; de
nuevo, el ciclo de mareas por la luna ha iniciado.
En el día de esos veintiocho, amanece pujando durante siete horas; espera quince
minutos, se afirma, y comienzan siete horas más de secar. Se quiebra otros quince
minutos y comienza a crecer; así, día y noche el ciclo se va corriendo media hora al
día y por esto en siete días amanece el agua grande, y a los otros siete amanece
pequeña.
Es el Pacífico y, en esta interpretación, el Pacífico Colombiano: el universo que
leeremos y veremos cómo es interpretado para la pesca. Subiendo se dice que lleva
a las fronteras, a Ecuador; bajando llega uno por allá hasta Panamá. Eso hacen los
pescadores, quienes hasta lo han recorrido en alta mar.
En la puja, los esteros (canales o caminos al mar, de aguas calmas direccionadas
entre bosques de manglar) son invadidos por el impulso, agua salada que parece
latida periódicamente del corazón del mar por todas las redes que encuentre, incluso
pequeños conductos entre la arena que ella misma va formando. Con movimiento
propio este impulso, en su diástole, recoge el agua, dejando espuma y salinidad,
llevando en su camino sedimentos y palos. Tan claro y perceptible es, que un día de
puja, cuando le pregunté a Don Feliciano (pescador de Pizarro, Chocó, dueño de su
bote, motor y artes, considerado como uno de los pescadores mayores) que si hoy sí
podíamos salir con él, me respondió: “Noooo. Yo así no salgo… antes yo me salía
estuviera como estuviera el tiempo; por aquí yo he bañado como tres veces [es decir,
se le ha volteado el bote y se ha ido al agua]; ahora ya le tengo miedo… mire esa
18
agüiza que viene, el impulso… ¡Si eso es aquí, como será allá en el mar...! Óigalo
cómo cruje” (Villamil Velásquez; Diario 2010). Feliciano1 es precisamente un
pescador veterano, de mediana estatura, orondo, destacado y muy diestro en el
manejo de sus artes; tiene lo que ninguno de su pueblo, seis dedos en cada una de
sus gruesas manos. Vive con seis de sus hijos y su hermana. Ellos, en el frente de
su casa venden plátanos, cocos, y lo que consigan de verduras. Él aprendió el
servicio de la pesca de su padre, y de sus 66 años de vida, 50 de ellos los ha
dedicado a la pesca. Cuando conversamos, nos encontramos en un sendero de
madera que comunica las casas que se encuentran a la orilla del río, como un
callejón sobre pilotes, sobre el que se conecta una casita mas bajita y simple; él está
sentado afuera, frente al cuarto donde guarda sus redes y demás artes –en la que
llama la casa de sus cosas de pesca-. Justo ahí en frente, se encuentra varado su
bote, amarrado a una estaca; allí presenciamos un canal de arena que se forma y
entra al pueblo, pero se llena sólo con el impulso y vuelve a vaciar rápidamente.
El agua grande cubre los barriales del bosque de manglar; pero cuando seca, bajan
cangrejos, afloran las pianguas2 y las raíces flotantes del manglar y sus semillas
quedan ancladas en el barrizal. Las lanchas se entierran, no pueden pasar. En esos
lugares en donde la arena disminuye las profundidades hasta dejar lugares secos,
simplemente con huellas de diminutos canales entre la arena, por los que continúan
hilos de agua vibrando, se han posesionado o abandonado troncos fuertes, astillas,
hojas, conchas, delgados espejos de agua que el rezago de las olas intenta cubrir en 1 Si bien algunos de los comentarios de Feliciano aparecen transcritas en Saavedra-Diaz, y de allí fueron tomadas, el trabajo de campo fue simultáneo y conjunto.2 Pianguas son los bivalvos que crecen junto a las raíces de los manglares, enterradas en el barro. Dentro tienen una pulpa pequeña rodeada de algunas membranas; esto es lo que finalmente se consume luego de ser abierta la concha en el agua hervida.
19
cortos tiempos, creciendo para intentar llevárselos, pero que por su bajo impulso la
arena debilita; son estos los que ahora, entrecruzados, están formando barreras
entre la playa y las construcciones y palmas del pueblo, intentando marcar límites a
la puja que viene. Sin embargo puede que ella los lleve más atrás y los haga ceder.
Aunque el latido hace esfuerzo por llegar más y más allá, las corrientes le hacen eco
y empujadas por el agua de bajas temperaturas, que desde los polos se desprenden,
se encuentran con vibraciones de aguas más cálidas irradiadas por la zona del
Ecuador, con mayor intensidad del sol. Todas estas vibraciones se generan en
distintos lugares de la zona del litoral, dinamizadas por los vientos que giran en
sentido contrario a las manecillas del reloj, llevando de un lado al otro del océano
sabores, calores, masas y, por supuesto, seres para quienes su lugar en el planeta
es el agua. El mar pareciera moverse en un tiempo rubato3, envía a sus olas a robar
sedimentos, minerales, conchitas, lo que alcance con su movimiento, pero luego lo
devuelve y recupera su ritmo, andante y vigoroso en zonas como la del Baudó, pues
allí llega toda la fuerza, dulce sabor, camino y caudal del río Baudó consonante con
el mar, también en el encuentro con el río Mira, Naya, Timbiquí; ellos, los más
caudalosos e imponentes en la zona. Así mismo el mar se lee en tiempo rubato
cuando se revela un ritmo claro desde las profundidades, pero en las superficies las
ondeadas son llevadas casi que a libertad de los vientos y se encuentran al llegar al
3 Es un término musical que designa modos de interpretación, de fraseo de fragmentos melódicos.
“literalmente significa tiempo robado. Se refiere a adelantamientos y retrasos en el desarrollo melódico
en relación con el pulso del acompañamiento”. (www.harmonicaspain.com/.../fraseo_musical.html).
Fue utilizado especialmente en el romanticismo y es empleado en géneros como el blues y el tango, y
también se conserva en la música clásica.
20
seco, desembocando en los rezagos del tiempo de cada uno. Llegando hasta debajo
de las casas de los pueblos y caseríos costeros.
Figura 2: Mapa costa nariñense. Identificación del manglar
21
En el seco es donde se construye; por donde se puede caminar, en donde se
mantienen las palmas de coco, las matas, los troncos secos, la caña, los perros y
gatos, las gallinas y los cerdos. A éste también llega la marea, por lo que las casas
se elevan en palafitos altísimos sobre lugares de barrial del manglar, más bajos en
playitas que, con el pasar de las épocas y el cambiar de las aguas, se van corriendo
hacia adentro o hasta cambian de lugar o de playa. Allí donde el agua grande llega a
veces y por horas, los cerdos se vuelven “hidropuercos”, las gallinas y hasta los
ratones se suben a las casas. Más allá es el monte; adentro, donde crecen los
frutales, los cocos, las pipas, caminos de robustos y árboles inmensamente altos,
troncos de diferentes nombres y usos. En la zona de Tumaco, al interior,
exactamente no es así. Allí crecieron las calles de pavimento que desembocan en
escaleras al mar, los caminos a las pescaderías, a las madereras, a los hoteles, a la
vista al Morro4, se armaron los puentes y pequeños parques, las laberínticas calles
que se vuelven recovecos cada vez más angostos, las casas de material, de madera
y cemento, los tanques de agua subidos en pilotes muy altos de concreto y, crecieron
también los plásticos, y demás basuras que aunque no en todo lugar se ven, o flotan,
sí se huelen algo humedecidas y salinizadas.
Los residuos aparecen en el seco, en el agua, en la arena y en la calle, pero nunca
encima (adentro) de una casa. La basura se evidencia como ese elemento común a
las orillas, donde es acumulada, distribuida por el agua, y alguna, también devuelta
4 Piedra gigante anclada en el mar que se ve a grandes distancias, con un arco en su base; el Morro está ubicado en una punta al norte del municipio y es patrocinado como sitio turístico de Tumaco, además es el lugar de paseo y baño de muchos negros los domingos, y sitio de rumba los fines de semana. En las playas cercanas a éste lugar hay ubicados kioscos de techo de paja en donde se vende licor constantemente. Sobre esta zona, de vías en mejor estado y pavimentadas, también están ubicadas la Capitanía de Puerto, la sede de Corponariño y una base de soldados.
22
por ella misma para el relleno del seco, para amasarse con la tierra o con la arena a
medida que va pasando el tiempo, solo que algunos desechos más modernos, como
botellas y bolsas plásticas, pañales y similares, son tal vez imposibles de sumergir en
el seco y en lo mojado; siempre están presentes, enredados entre palos, flotando, e
incluso boyando. Este último, un uso dado dentro de las artes de pesca.
En las comunidades que viven en las riberas, en las bocas, en las playas, y en
general, cercanas a masas de agua, culturalmente -si así se quiere asociar- tienen
una relación particular con las corrientes de agua entre la tierra, y es precisamente
de dejar fluir y dejar ir con ella todo aquello que ya ha dejado sus propiedades, su
riqueza, ha dejado lo necesario en el seco, sus usos en lo firme, en las casas, lo que
deben desechar, lo que no debe estar adentro. En este sentido es que se conservan,
en caseríos como los asentados a lo largo del río Atrato o del Baudó, estructuras
tradicionales que se ubican sobre el río, elevadas en pilotes o en troncos flotantes,
sobre las que se cocina, se lava, se baña el cuerpo y se deposita lo que éste
expulsa.
En tiempos donde la alimentación se basaba en las actividades del cultivo local, la
pesca y frutos regionales, en la cocina se utilizaban los mismos alimentos desde
distintos procesos y elaboraciones, y las necesidades y gustos se satisfacían
básicamente con el agua del río, el agua y la carne de un coco, los vegetales
cultivados en materas de madera a los lados de las casas, y lo que unos procesaban
para que los vecinos se lo compraran o se lo cambiaran por pescado. La mayoría de
los desechos se desintegraban en el camino o eran fragmentados por las mismas
sardinas, y por qué no, fundidos en los sedimentos. Pero en estas épocas, en las que
23
la basura no es una cáscara de plátano, de coco, ni las espinas de un pescado, sino
que además es el producto del consumo de gaseosas, de arroz (que ahora viene en
bolsa porque poco se cultiva), de azúcar, de galletas, de pañales y talegos, los
desechos se vuelven el rezago de cada una de las actividades humanas y tan
frecuentes como cada una de estas. Y en lugares como Tumaco, en donde las
basuras son una constante en el paisaje, que incluye el óxido de los metales que
permanecen en el agua, además de los sedimentos y troncos que usualmente las
mareas remueven, la isla parece rodeada de un anillo de desechos sobre el que se
ha construido, sobre el que se elevan sus armazones de vías, puentes, escaleras,
plazas y parques. Allí la basura no está en su “lugar”, pero a su vez tiene ya un lugar,
que es visible y claro para todos; quienes viven en las casas al borde, por lo menos
una ventana de allí se dirige al agua, y por ésta sacan los residuos mientras se
cocina; quien va caminando tira fuera de su camino lo que no usará, y aún en las
playas del morro, promocionadas para el turismo, se encuentran vidrios, empaques
en la arena, y agua densa y de distintos tonos y viscosidades.
En estos términos, para la lectura e interpretación de este fragmento de la melodía,
de la Gran Composición, la basura es el ruido a la armonía, pues al no lograr
acomodarse, al no tener una tonalidad definida ni tener realmente un lugar, pues se
hace móvil por las mareas, y también llega a divagar mar adentro y no se logra
enterrar. Entonces solo termina distorsionando la composición de este lugar.
Precisamente, tal vez en los lugares donde más se perciben de cerca las
acumulaciones de desechos, es en los barrios de pescadores, que tienen salidas al
nivel del agua, y sus embarcaciones se encuentran flotando o ancladas a la basura.
24
Figura 3: Bote anclado en la basura.
Decía Enriqueta de Reinel (su apellido es uno de los más sonados entre los cargos
directivos, familias prestigiosas y blancos de la región), que “Tumaco siempre había
sido un pueblo de colonos, limpio, bien bonito, de corte como francés, pero después
fue que empezaron a llegar y a traer a los negros y esto se volvió… ellos pues
empezaron a armar sus casas de madera en las orillas, hacían sus parrandas cada
vez que llegaban los marineros de días de estar en los barcos, o de estar en los
cultivos, y con esa gente fue que este pueblo se volvió así. Ahora está muy peligroso,
eso se matan en la calle, por cualquier cosa, manejan como locos…”5 Hacia adentro,
Tumaco se mueve en moto particular, moto taxi, y escasas rutas de bus; camionetas
exclusivas y a pie. En la calle del Comercio a todos se les ve haciendo vueltas,
paseando o así sea una vez a la semana comprando las cosas de la comida en el
Merca Z –el supermercado más grande del lugar-. Las mujeres, que por lo general
5 Tomado de Diario de Campo.
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desfilan por las calles, así sea por el parque Colón, en Exporcol o en Viento Libre, en
el Morro o en el Bucanero, con elegancia al caminar, siempre cargan su sombrilla
larga y fuerte, de doble tela, colorida y floreada. Reproducen el ondear del mar en su
caminar, a sólo dos calles de distancia; no parece afectarles la humedad, ni el sudor
ni el quemado en la piel.
Hacia afuera y en los bordes, en Tumaco se encuentran Exporcol, Viento Libre,
Panamá, El Pindo, que se han reconocido como barrios de pescadores, ubicados en
los límites de la tierra con el mar, con los esteros. Allí donde la marea sube como dos
pies en tiempo de puja6, tienen su propio lugar de embarque, una amplia playa o
barriales que se secan y llenan frecuentemente. Entonces, desde allí se pueden
mover e incluso desembarcar para ahí mismo vender, como en el caso de Panamá,
con un pequeño puerto ahí mismo, en el que el bote que llega va descargando,
arreglando sus bateas con el pescado que se le va vendiendo o los baldes con el
camarón.
En Exporcol salen al mar por un estero o arrastran el bote hasta la salida más
adelante si el agua ya ha secado y regresan con el agua grande que los deja entrar
hasta su casa, o para llegar adentro solo siguen por la vía al morro, hacia el centro.
Viento Libre, construido a considerable altura sobre el nivel del agua, con sus calles
internas ya sin pavimentar, rellenas de tierra, tiene escaleras desde diferentes
senderos de madera que los bajan al barrial, en donde las piangüeras (las mujeres
colectoras de pianguas en los raiceros de manglar) van y vienen con la marea.
6 Es decir, sube sobre la playa aproximadamente 2 pies de longitud, según lo asegura Manuel, pescador chinchorrero de Tumaco.
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Amanece seco, esperan ellas a que llene en la mañana, salen a los manglares
mientras seca y, pasadas las seis horas, un cuarto y un poco más, vuelven ellas con
la marea alta para poder cruzar el puente del Pindo y llegar a su sendero. Para ir a
los concheros, ellas salen por el mar, cruzan el puente, los embarcaderos y hacen un
recorrido por el borde sur de Tumaco hasta llegar a los esteros.
Figura 4: Mapa de división barrial de Tumaco. Gráfico de Juan B. Zarama Ortiz.
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Desde el puente del Morro hacia arriba y entre los esteros interiores, alrededor de la
Isla de San Andrés de Tumaco y la ensenada, el agua luce espesa, pues aunque
destella ante los rayos del sol de medio día y los del aguacero de las noches, se
mueve sigilosamente como si el barro retardara su ondear.
Al parecer, en las últimas dos o tres décadas algo más ha hecho a estas aguas
espesar, cambiar su brillo y hasta causar la muerte de peces y moluscos; han sido
los derrames de petróleo que en 1980, 1993, 1998 y 2000 han quedado densa y
claramente en la memoria de la gente, de los pescadores, como también en la del
mar. Aunque algunas manchas trataron de ser recogidas en bultos de arena que las
absorbían, fueron dejadas en las playas, de las que fueron movilizándose hasta
volver al mar. Ahora, cuando el agua sube, vuelve a difundirlas; derrames como el de
la empresa Petroecuador permanecen en el agua doce años después. Además de
contribuir al agotamiento de la vida marítima, de plantas y especies, y de cambiar el
sabor del agua, este hidrocarburo se transporta por toda la Gran Cadena del Ser,
sumándose a los rezagos de la combustión de los motores fuera de borda que
transitan a diario. Es consumido por los humanos que se alimentan de los peces
capturados, está en los peces más grandes, de afuera, que comen a los pequeños
que pasan por dentro y luego salen; es llevado en las aguas por las corrientes dulces
y saladas a las que altera también en sus tonalidades, entre otras cosas porque el
agua se endulzó, dicen algunos pescadores, a partir del desbordamiento del río
Mira… ¡por esto el pescado ya no pinta!7 Los gases que expira el combustible
derramado fluyen con los vientos, son respirados en el ambiente costero y
7 Ya no aparece ni se percibe o ya no se ven las manchas del cardumen en el mar; ya no hay qué pescar.
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difuminados en la atmósfera; se anclan los residuos a las playas, al seco, y tantos
otros eslabones se podrían seguir revisando de la Gran Cadena, pues nada es
aislado de la gran composición. Incluso este elemento llega a armonizar.
Indudablemente, junto con otras vibraciones que ya serán traídas al texto podría
llegarse a resolver –como se desarrolla una armonía- en cambios o fragmentaciones,
y, por qué no, en rupturas de la armonía de este universo.
Esta parte del Pacífico, la zona de San Andrés de Tumaco, ha sido señalada por ser
vulnerable al fenómeno del Tsunami. En sus calles se encuentran avisos por doquier;
en algunos lugares comerciales y parques y vías principales hay señalados puntos
de encuentro y zonas de evacuación. En su estructura actual, relativamente reciente,
Tumaco parece haber puesto una barrera al mar por un costado, pues al límite con
éste se divisan desde el mar pesquerías, galerías, embarcaderos, calles de concreto
sobre pilotes del mismo material, sobre las que se han ubicado bodegas,
maquinarias, aserríos, y se encuentran barcos camaroneros y de transporte, y
embarcaciones de pesca industrial delante del concreto.
Tumaco fue reconstruido luego del terremoto del 12 de diciembre en el año 1979 que
tuvo por epicentro un lugar en las profundidades del Océano Pacífico, frente a las
costas de Colombia y Ecuador con intensidad de 7.1 en la escala de Richter. Los
informes sobre este evento, describen lugares tradicionales acabados que se
reconstruyeron y continúan. Por ejemplo,
En el área comercial (calle del comercio) en el Centro de Tumaco hubo varios
edificios de concreto y de madera que fueron destruidos y donde se cree que podrían
haber muertos enterrados bajo los escombros […] [En el barrio Venecia] Las casas
29
son todas de madera en pilotes construidos encima del mar con pequeñas veredas de
tablones en pilotes para caminar dentro del barrio. Sus habitantes son personas
humildes de muy escasos recursos, los cuales están volviendo a construir sus casas
sobre los escombros o con pilotes nuevos. (Gamboa, 1980, p. 10).
Pero éste no ha sido el único. En este mismo informe se dice que éste de 1979
“superó en intensidad al sufrido en esta misma zona y ciudad el 31 de enero de
1906. El de 1906 fue considerado en aquel entonces como uno de los seis más
fuertes en toda la historia sísmica del mundo.” (Gamboa, 1980, p. 9), pero, también
hay quienes dicen que
Las detonaciones producidas por la dinamita que utilizan algunos pescadores
pueden perturbar el milenario sueño de los peces que sostienen las islas.
Cuando los míticos pargos rojos se desperezan, provocan gigantescos oleajes
que inundan las calles y barrios de Tumaco.
Cada cierto tiempo, los inmensos pargos rojos que sostienen las islas de
Tumaco se mueven debajo de las aguas para cambiar de costado y
desentumecerse. Cuando así ocurre, el mar y la tierra se agitan violentamente
provocando cataclismos y tragedias dolorosas. (Hernández; 1999)
Es claro que la zona es más dinámica que cualquier otra del litoral. Esto también
determina la vida social de Tumaco; lo ha formado como un pueblo de épocas, de
movimientos periódicos, de etapas a lo largo del tiempo y en sus dinámicas. Sus
actividades económicas pueden reflejar más esos ciclos, pues históricamente la
pesca había sido una de las principales formas de sustento y de ingresos, junto con
la explotación maderera, como en casi todas las comunidades del Pacífico; allí
30
entonces se crearon grandes empresas comercializadoras, era el puerto de grandes
embarcaciones y también de procesadoras de pescado, de exportación y demás.
En temporadas, su Playa Grande era muy visitada, ya que contaba con grandes
hoteles y fue destinada al turismo; esto fue destruido por el terremoto. Luego se
levantó un caserío bien adentro y allí ahora es un sitio simplemente de pesca para
los lances de chinchorreros. También en momentos se fortaleció la producción de
cacao y otros cultivos; la coca y el narcotráfico han sido en momentos (si no aún)
fuentes importantes de la economía y empoderamiento de la zona, así como también
un impulso a la ola de violencia. En épocas más cercanas la pesca retoma fuerza, se
convierte de nuevo en alternativa de vida y una opción para gran cantidad de la
población, sólo que ahora para todos es clara la disminución del recurso
hidrobiológico y muchos han intentado refugiarse en la pesca ante la ausencia de
opciones de trabajos.
Finalmente todos estos son ciclos que se hacen evidentes al leer en retrospectiva las
armonías de una parte del universo que reproduce sus vibraciones en múltiples
locaciones y vidas sociales; son las dinámicas de un ecosistema marítimo, que
brinda fortalezas de un recurso en determinados tiempos, que obliga a modificar un
terreno, que remueve espacios y energías de una población; son dinámicas que
llegan hasta allí desde un manejo económico y político determinado que se origina
en el centro de un país hacia las relaciones internacionales, son modelos
económicos dinamizados por empoderamiento arrebatado del control y dinámica
propia de la naturaleza, como también de las zonas de recursos potenciales
explotados y para explotar, como el caso de la planta de coca, de los peces, de las
31
maderas o del petróleo, incluso del agua, pero que según el manejo que se le dé a
estos modelos, pueden generar vibraciones de distinta intensidad y transformar las
armonías de la vida social de comunidades enteras, de un país, de un continente.
Todos estos hechos y épocas han cambiado la armonía del universo, desde los
ciclos económicos, desde las llamadas tragedias, desde la cantidad de seres y
elementos que vibran cada día; desde Esmeraldas (en Ecuador) hasta Panamá,
desde las basuras que se han acumulado y migrado en tantos años de
asentamiento, desde la recolección de madera y cultivos. Todo esto está llevando al
universo a cambiar de tonalidad, como lo que sucede a una composición musical
cuando comienza a aparecer una acumulación de alteraciones a los tonos de sus
melodías.
En la extensión de este litoral, en esta composición, se forman lugares donde
confluyen amplias ondas de oleaje, sobresalen en este océano y se disminuyen en
las profundidades o se orquestan en el horizonte. Aparecen bahías o ensenadas
enmarcadas entre puntos de rocas o terrenos devastados por la fuerza del agua, que
entra y simplemente fluye llegando en suaves hilos a las playas que han sido
enmarcadas. En estos espacios generalmente se encuentran arrecifes coralinos y
son de la preferencia de algunas especies marítimas para dejar sus crías, como las
ballenas; también las bahías resultan lugares cómodos de habitar para otras
especies terrestres como los humanos.
En territorios cercanos a esta parte del universo, todo continúa encadenado y
modulando, dinamizando la armonía universal. Al entrar en otro de estos lugares,
32
una gran brisa anuncia la llegada de las nubes cargadas de agua que ésta ha
atraído, e incluso la temperatura del agua del mar cambia por las lluvias. Tierras
húmedas constantemente bañadas por agua dulce y salada, por lluvia, por mar y por
río son evaporadas casi al mismo tiempo por la transpiración de los bosques de la
zona del Baudó que hace parte de ese gran ecosistema que se ha llamado el Chocó
Biogeográfico; y del universo del Pacífico Colombiano.
En sus playas sin nubes o con esporádicas figuras que se dibujan en fondo azul
durante el día, se llega a Pizarro desde Buenaventura en lanchas rápidas y se va
bajando por entre esteros cuando se está más cerca para no sufrir la altura y fuerza
de las corrientes que allí se forman, además de pasar los retenes navales o
pequeños tanques acuáticos anclados entre los brazos del río, transitados hacia y
desde Pizarro. Sólo se sale para dejar a quienes van quedándose en los pueblos
cercanos.
Emberas wounaan, chamí y negros conviven en la desembocadura del río Baudó,
manteniéndose allí bien sea por desplazamiento a causa de la violencia o bien por
comodidad y el aprendizaje de las actividades del territorio. A la orilla del río se
encuentran casas de palafito que parecen boyadas entre las raíces de pasto, los
canales de sedimento y el impulso de agua que sube. Si son circulares o cuadradas
con techos de paja y separadas del resto y del camino, son casas de familias
embera; si son delineadas por senderos de madera, cuadradas o rectangulares, con
techos de zinc, bajas y pegadas unas a otras, son de los negros.
33
Figura 5: Fotografía aérea de desembocadura de río Baudó.
Hacia la boca hay desembarcaderos para las lanchas y botes en tiempo de quiebra;
cuartos fríos de una pesquera y, paralelo, un canal entre la tierra que se llena con el
impulso y se mantiene enlodado en agua pequeña, sobre el que está el puente del
pueblo que lleva a la desembocadura. En este canal han ubicado también casas de
madera sobre cortos pilotes y, por la poca cantidad de agua que permanece en
algunos sectores, quienes viven allí se desplazan sobre el agua. Cuando suben la
marea o el impulso, se movilizan en tapas plásticas de tanques, o empujados en
pedazos de botes o en alguno que esté averiado. Sobre el mar, sobre la playa,
conservando la distancia, se encuentran algunas cabañas, sitios de baile y de
preparación del biche, una bebida de la región pacífica preparada a partir de la
fermentación de la caña.
Entrando en el pueblo se encuentran las calles principales que se dirigen a las
escuelas, al parque, en frente al edificio de la alcaldía; se cruza hacia el convento, se
va a las casas de material con frentes encerrados con rejas, a la plaza central del
34
pueblo, de la que parte el puente donde están los abarrotes de los paisas, y
desemboca de nuevo en diferentes callejones que se desdibujan en cada paso hacia
el monte o hacia el agua, algunos convirtiéndose en senderos. Más adentro, entre el
matorral, a poca distancia de algunas casas y de la cancha está el cementerio, con
sus lápidas y coloridas tumbas intimidadas por la maleza, por altos pastos que las
rodean; luego una y otra casa perdida entre la maleza, custodiada por pequeños
perros que ladran insaciablemente y parecen querer atacar a quien cruza por aquí.
Antes, desviando por un camino entre la tierra, pasando por la base de soldados y
andando unos minutos más por un camino trazado y abierto, se llega a un espacio
cuadrado, despejado de árboles, donde se divisa una pequeña construcción de dos
muros con una ventanilla, un cuarto y algo parecido a un patio pavimentado en
pequeñas dimensiones: es el aeropuerto.
Allí hay vuelos durante la mañana y cerca del medio día de las aerolíneas Satena,
ADA, Easy Fly y Aires, tres o cuatro veces a la semana; transportan pasajeros y
carga. Entre lo que llevan comúnmente se encuentran encomiendas de neveras de
icopor, selladas con cinta, cargadas con algo de pescado que envían quienes pescan
en Pizarro o lo compran para enviarlo a familiares en Quibdó o en Medellín. Estas
cajas suelen ser muy recomendadas, pues a quien sea conocido y viaje a la ciudad
se le encomienda ir a entregarle el pescado a quien corresponda o enviarle maletas
a alguien a la casa, así sea en una moto-taxi; entre los pasajeros hay quienes tienen
que ir al médico en Quibdó (o si está muy grave a Medellín), quienes tienen que
visitar a un familiar de urgencia, o a quienes algo urge en Buenaventura y no
prefieren esperar a que salga la lancha para llegar en la tarde. En épocas de
35
vacaciones, algunos maestros, funcionarios de la alcaldía, y hasta uno que otro
turista vuela también frecuentemente; sin embargo, no se logra llenar los asientos de
una avioneta, ni siquiera en día domingo. No obstante estos vuelos funcionan para
conectar con la ciudad, pues al resto de destinos las lanchas siempre son una opción
probable y prioritaria.
Al aeropuerto llegan las pocas motos del pueblo, que recogen a los viajeros o a sus
maletas, también la única camioneta que pertenece al dueño del único hotel; llega
gente caminando lista a viajar, con vestidos, sandalias de colores y de material, jeans
ajustados y las mejores blusas coloridas, los tenis grandes y las gafas; llegan a
entregar sus encomiendas, a dejar enfermos y recomendarlos, o a esperar al vuelo
que viene y tal vez le traerá lo que le enviaron sus familiares. Quien viaja debe
primero pasar sus maletas dentro de ese cuarto de concreto, en donde son pesadas
y se realiza el famoso “check-in”; de ahí todas las maletas y cajas son arrumadas
detrás de un muro a la mitad, que se encuentra frente a la pared que rodea el patio
pavimentado, donde son medio abiertas una por una por tres soldados del ejército
que con una lista de pasajeros van revisando también su cédula a medida que le van
abriendo la maleta, como en busca de algo fuera de lo común, pero no se sabe que
es lo común. Luego de todo esto, solo queda esperar a que no llueva, y a que llegue
la avioneta; para esperar hay que buscar un lugar en los andenes que rodean la
construcción del aeropuerto, o caminar de aquí a allá como muchos lo hacen.
Mientras tanto es probable ver pasar la carreta que recoge la basura en las calles,
halada por dos caballos, para ser dejada más allá del aeropuerto, donde ya no se ve,
entre el monte.
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En lugares dispersos y en la orilla del río se encuentran algunas casas de los
embera, que hacen parte de unas donaciones que les dieron en un programa de
apoyo a desplazados; éstas pertenecen a grupos de caseríos de otras regiones o
pueblos río arriba, desde donde llegan familias por temporadas, entonces en éstas
realmente no permanece una sola familia, sino que la ocupan quienes por allí se
encuentren de paso. Unas han sido adaptadas por ellos, tratando de mantener los
niveles que distinguen los embera para el espacio de su vivienda tradicional, entre el
zarzo y el techo, en donde se colocan las cosas y donde están los Jai, e igualmente
la división entre el suelo y el piso, y el piso y el zarzo, así como también la cocina
que debe hallarse a un nivel más bajo que el resto en algunas casas y que es donde
se aviva el fogón: un lugar y un momento de reunión8 (ver figura 11). En estas casas
no se encuentran sillas, mesas ni equipos; allí todo está recogido, y las hamacas
guindadas pero colgadas y levantadas por encima de los palos del zarzo porque no
se están usando. Allí, en Pizarro, los embera viven del subsidio que reciben del
gobierno; se ven en las mañanas en el frente de la casa viendo pasar lo que pasa,
escuchando a los negros, o en las tardes pasan ellos en botes de un lugar río arriba,
recogiendo frutos o tierra para rellenar alrededor de sus casas. Los hombres que
permanecen mayor tiempo en el pueblo trabajan en dos de las asociaciones
indígenas que tienen sede allí; a las mujeres se les ve caminar en el día con sus
niños detrás, o en ocasiones tejer en el piso de la casa. A los embera no se les lleva
al mar, ni como marineros junto con los negros, porque como dice Feliciano: “Aquí
8 Identificado y relacionado según descripción hecha en artículo de Luis Guillermo Vasco, titulado “Deara: La casa de los hombres” Publicado en Pablo Leyva (ed.). Colombia Pacífico, Tomo 1, Fondo FEN Colombia, Santafé de Bogotá, 1993., donde hace la descripción sobre los tambos, viviendas tradicionales de los embera.
37
[En Pizarro] hay es pescadores eventuales que salen de todo lado cuando oyen que
está cayendo [el pescado en las artes]. Lo mismo cuando están carnetizando… hasta
los indios que no saben ni pa` donde tirar en el mar, salen a ver qué”9.
Evidentemente no son gente de mar.
Figura 6: uno de los tambos en Pizarro Figura 7: Fogón de casa embera
Ellos y muchos otros han llegado a Pizarro con el impulso de olas de violencia que
convirtieron a éste lugar en cabecera municipal del Bajo Baudó; fueron tantos los que
migraron allí que se concentraron viviendas, grupos, actividades económicas de
diferente índole como alternativa de vida; todo tipo de fuerzas armadas y
autoridades, otros tipos de economía y usos de un espacio. En éste lugar se ha
formado más que una “trama interétnica”, como la describe Losonczy (2002); desde
9 Tomado de notas de campo, durante el conversatorio con los pescadores veteranos, en la comunidad de Pizarro.
38
la parte de agua del territorio es una mezcla heterogénea que constantemente
mantiene batiendo el dulce del río y la sal del mar, por lo que se encuentran la lucha
de poderes y los variantes de oleajes seguidos, y se lucha al embarcarse y navegar
cerca de esta costa. Si se sigue observando cómo han compuesto y “organizado” el
seco y el monte, ahí también hay ramificaciones de senderos de tabla, de charcos,
de cemento, de tierra que llevan a cada barrio, pero esas calles por un sentido llegan
a un punto sin fin, en el que el monte y el pasto se los van comiendo, y por el otro
lado confluyen hasta dos plazas principales, una de ellas frente a la alcaldía.
En Pizarro conviven negros e indios. Entre los primeros están los que han llegado a
buscar otra forma de vida dictada en los límites del mar, desde Tumaco por ejemplo,
o desde los caseríos cercanos que han sido reubicados varias veces porque el agua
se roba en tiempos partes de la playa o de los planos y secos, o porque la erosión ha
hecho remover los pueblos, y están los Embera que han sobrevivido a ataques de
grupos armados, al desplazamiento forzado, a la masacre de sus familiares, a la
destrucción de sus caseríos y territorios, a las desconexiones con su espacio y
ruptura de la armonía que mantenían con su ecosistema dinámico y particular, a las
desarticulaciones de su autoridad indígena, a los quiebres de su organización y
poder. Todos ellos han organizado una base en este municipio, a partir de
organizaciones como la Asociación de Autoridades Indígenas del Bajo Baudó y la
asociación de indígenas wuaunan. Y en este entramado de grupos de convivencia y
confluencia en Pizarro, no podrían faltar los paisas, que son los que mantienen el
mercado de sombrillas, traperos, ollas, botas, las tiendas de abarrotes y de todo; los
negocios de las gaseosas, la cerveza y el licor, hasta de los minutos.
39
A pesar de la cantidad y diversidad de gente que parece entrar en la descripción, el
municipio es pequeño, su terreno de monte habitado es angosto aunque esparcido,
pero Pizarro tiene raíces cercanas que dependen de él sin estar aún allí. Son, en
primer lugar, las comunidades de indígenas que aún se mantienen asentados en
caseríos sobre el río y de ellos viajan con frecuencia a llevar plátano y frutos para
comprar pescado fresco, enhielado y/o seco que reparten río arriba; igualmente, los
corregimientos de Sivirú y Usaragá. En cuestiones de atención de salud, movilización
a otros lugares o ciudades, ayuda en la comercialización de pescado y cierto nivel de
control político, estos corregimientos se conectan con la cabecera municipal, pero
sobre todo la mayoría de los pescadores de esos lugares hace parte de una de las
asociaciones más antiguas, ASPABAB (Asociación de Pescadores Artesanales del
Bajo Baudó) que fue constituida en 1997. Ellos han construido y mantenido su
pesquera con un cuarto frío en donde mantienen lo que llevan quienes pertenecen a
la asociación, así como de algunos que no pertenecen pero igual se lo venden a esa
pesquera, y lo de los pescadores de Sivirú y Usaragá que se organizan para llevar el
producido hasta Pizarro. Parte de ese pescado lo compran hombres de ahí a los
barcos que están afuera y que lo recogen en los arrastres que hacen en busca del
camarón grande, pero que no utilizan; éste último es también llevado a vender a los
caseríos del río.
Gracias al amplio mercado que se dinamizó hace quince años aproximadamente,
cuando aumentó el desplazamiento de la gente del Baudó a Pizarro, a causa de la
fuerte movilización de la guerrilla, aumentó el pescado seco y se construyó en el año
2000 una cava con hielo y un cuarto frío. Adicionalmente también se encuentra otra
40
pesquera allí que le compra a otros pescadores independientes, y distribuye y posee
algunos botes.
Debido a estas situaciones, a las historias de vida de los pescadores entrevistados y
en comparación con otros lugares del universo interpretado, se puede afirmar que el
pescador que se hace y casi no nace, es el de aquí. La pesca surge como una
alternativa de vida para quienes viven errantes con una actividad y sustento incierto.
El que ha llegado a Pizarro hace algún tiempo y no ha entrado a la madera, o de
lleno a la agricultura, ha encontrado una opción en la pesca para conseguir su casa y
dar de comer a sus hijos. Los años en la actividad y las amistades en el lugar son los
que les han dado la experiencia y sabiduría que ahora, tiempo después de haber
migrado hasta allí, los han hecho sensibles a la armonía de este punto del sistema, al
agua, y conocedores de la zona y de la actividad. Para esto tal vez se han apoyado
en cursos o capacitaciones del SENA en lo relacionado con las artes, la técnica del
arte, el tejido y reparación de trasmallo o espineles, motores y embarcaciones. Otros
son pescadores desde temprana edad; aprendieron el arte en otros lugares del
Pacífico, o en los pueblos de donde son oriundos; migraron a Pizarro por razones
diversas y allí continuaron viviendo de la pesca.
El municipio, por lo que se puede percibir, también ha tenido ciclos de crecimiento,
de degeneración, de asociación, de desintegración y de violencia; ha tenido
momentos que han trasformado su armonía pausada e instantáneamente, como el
terremoto del 15 de noviembre de 2004, cuyo hipocentro tuvo lugar a 27 km de
Pizarro con una magnitud de 6,7 en la escala de Richter, según registró la Red
Sismológica Nacional de Colombia. Y aunque se afirma que realmente no tuvo
41
impacto tan fuerte por la profundidad a la que se dio, contribuyó a continuar las
alteraciones armónicas hacia el cambio de tonalidad del universo.
El agua del mar Pacífico finalmente “es como la sala de la casa”, donde todo el
mundo está, punto de encuentro de los hombres, cruce y visibilidad de casi todo. Se
pasa, se saluda, se comparte. Se conversa, se ríe, se da y recibe alimento, se calla,
se cuenta, se descansa; todo esto en continuo movimiento. Todo pasa en el ritmo
que marca la ola, en el flujo del viento, en el baile de la tierra.
Figura 8: Mapa de división por UAC. Tomado de Ministerio de Medio Ambiente, 2000.
A pesar de que Tumaco y Pizarro son leídos solo como dos puntos diferentes en la
misma zona del litoral Pacífico, y pertenecen a dos unidades distintas según la
división establecida por el Invemar (entre Unidades Ambientales Costeras, entre
otros aspectos, por las formas geográficas y condiciones oceanográficas variadas),
42
finalmente son impactadas y dinamizadas por los mismos elementos de un gran área
marítima y oceánica. Son los puntos en los que fue posible percibir y comprender
algunas artes de pesca comunes pero ejecutadas por dos comunidades de
pescadores artesanales, distintos también por su modo de agrupación, y por la
manera de hacer uso de un arte incluso para la vida de la comunidad, para mediar y
marcar las relaciones entre la diversidad de población que allí confluye. Desde estos
dos lugares, queda la base para la historia de una idea que une y recorre
condiciones, sabores, fuerzas y armonías particulares y variadas.
Es efectivamente el espacio marítimo, la costa pacífica, el lugar de la pesca, de las
tradiciones para pescar de maneras artesanales, aprendidas y difundidas por un
pueblo grande y contrastante. Es parte del océano Pacífico Oriental Tropical; es el
lugar de dinámicas particulares, de pujas y quiebras, donde convergen vientos alisios
del norte y del sur “producidos por la combinación y efecto sobre la atmósfera, de la
energía solar y los movimientos de rotación y traslación de la tierra” (Zapata,
Rodriguez, Beltrán, Gómez, Cediel, Hernandez, 1998, p. 5.), zona de precipitaciones
frecuentes por el encuentro de las corrientes de Humboldt, frías, frente a las
corrientes ecuatoriales cálidas, que influencian las variaciones de la salinidad y de la
temperatura en las plataformas continentales. Esos relieves y llanos que componen
el límite del fondo del mar y son la superficie de la base del océano, son también
espacios de vida de plantas, rocas, corales, microorganismos; son fuentes de
energía y de riqueza tan amplia, tan extensa o tan corta como cada lugar que se
diferencia en ella. El Pacífico está formado por una plataforma más angosta en
43
longitud desde la costa, por lo que su marea alta alcanza mayor longitud sobre la
superficie, a diferencia del Caribe.
Así finalmente es que se interpreta y “suena” la composición del universo, en la que
se expresan todas las rutinas del mundo natural desde el mundo cósmico y es
posible, como se hará ahora, observar entonces cómo todas estas dinámicas
determinan una actividad como la pesca y la convierten en todo un arte al llevar a
sus artistas a adquirir otras rutinas y continuar la composición de la Gran Cadena del
Ser.
44
CAPITULO II: COQUETEAR, BARRER Y COVAR: ARMONÍAS DE LA PESCA
ARTESANAL
Pescar no es solo atrapar y sacar pescados; hace parte de las actividades con las
cuales se enlazan relaciones con el agua, con la tierra, con el viento. Se entra en
cadenas como la alimenticia; se sintoniza con el ecosistema en el que se habita. Esta
actividad implica además la selección del momento, de la forma (o arte) y del ser (la
especie); tiene un tiempo y un lugar. Dichos instantes corresponden a las dinámicas
que confluyen creando los instantes ideales; temperaturas, corrientes de vientos, de
agua, periodo del año y por supuesto, especies migratorias. Todo esto permite no
dejar de lado la lectura de diferentes seres en dinámica con el universo, y al mismo
tiempo pensar de nuevo en la musicalidad de éste, en la gran composición que fluye
con una métrica constante y de la que todos y todo parecen hacer parte; a pesar de
esto es conocido que el interés por su interpretación e indagación por la “partitura” o
por descifrar esas armonías y métricas ha sido desde el ser humano, desde quien en
este caso también será leída –es decir, interpretada- la pesca, como una actividad
humana.
Ellos, los pescadores, entregan su coraje y corazón en cada día que se embarcan.
Cada madrugada dispuestos con una expectativa nueva, entregando la fuerza, su
tiempo, exponiendo su vida, viviendo su cuerpo entero, olvidando problemas,
preocupaciones y presiones, se embarcan a la mar, con un rumbo inmediato. Al
volver les pudo haber ido bien, pudo haberles ido no muy bien, pero regresan a su
45
casa con la semilla de una nueva ilusión; solo en busca de continuar hasta el final el
proceso de su trabajo. Lo reparten, mucho o poco; cada uno de los que acompañó
tiene su parte. Se vende lo que haya que ofrecer, se come, se bañan, un sueño no
cae mal; así entonces ya hoy fue, mañana puede ser o no. De pronto se encuentran
en otra mañana, cargados de ansiedad, ilusión e incertidumbre, dispuestos a
embarcar de nuevo, dejando en tierra toda preocupación.
Hombres y algunas mujeres, nacidos en territorios de agua, de mar o de río,
aprenden a percibir el lugar apropiado, el clima, el temperamento del agua, incluso a
percibir o reconocer el movimiento, formas, tamaños y colores de los animales y
plantas que allí se encuentran. Ven las manchas del pescado, es decir la pinta, los
colores del dorado, los pargos, escuchan fácilmente el risqueo10 de los bancos de
peces y sienten el jalón que estos hacen a los hilos de los trasmallos o de nylon
atados a cilindros de icopor, al volantín; hasta logran en ocasiones identificar qué
pescado entró o jaló. “Sin embargo, el desplazamiento en estos entornos requiere de
conocimientos detallados de esos actores dinámicos en ellos, una profunda
comprensión de la forma en que estos se articulan, y la agilidad corporal para
ejecutar las acciones necesarias en los momentos indicados.” (Giraldo, 2009, p. 99).
Sin embargo, no para muchos es consciente ni comprensible toda la cadena de
dinámicas y elementos que allí se sucede constantemente; solo quienes han entrado
a hacer un eslabón de vientos, mareas y corrientes, lunas y amaneceres afuera, en
el mar, y adentro, más adentro del mar, han comprendido y pueden contar el cifrado
10 Es un sonido que producen los peces en el coral, y los producidos en las interacciones que se dan dentro de estos; es similar al ruido producido cuando nosotros deslizamos la lengua contra el paladar. Las ondas de este sonido se amplían en el agua y se producen algunas burbujas de éste; es muchísimo más perceptible cuando se caretea cerca a arrecifes coralinos.
46
de las dinámicas de éste universo; así mismo han desarrollado mayor agilidad
corporal para entrar a hacer parte del ritmo de éste lugar. Algunas mujeres
presencian las pujas y las quiebras todos los días, desde adentro, desde el seco,
desde sus casas y la cocina; ven al mar cuando está bravo pero dicen no saber bien
cómo es eso de la relación con la luna, de los vientos y brisas, y todo eso. Claro que
lo perciben, pero no necesariamente es un conocimiento consciente y elaborado;
muchas de ellas entran al mar cuando tienen que visitar a un familiar en otro pueblo
o movilizar a sus hijos, y se montan a un bote o lancha con miedo, o tal vez con
prevención por el respeto que les han hecho coger al mar e incluso a los botes
celosos, como esos que se ladean mucho y dificultan la estabilidad de una persona
diferente a quien lo monta siempre.
En los territorios de agua que conectan los océanos con las costas se desplazan
cantidades de especies con todo tipo de relaciones entre sí; por ejemplo, existen
peces que consumen a parte de un cardumen o a individuos de un grupo de una
especie cambiando su rumbo y movimiento, tal vez seleccionando un alimento, una
cuota del agua, pero también haciendo parte de la selección de los que continuarán
internados en una vida con la que darán recorridos a veces hasta a continentes
enteros, como es el caso del atún, que además de ser capturado en diferentes tipos
de redes, también es alimento de otros animales más grandes y es reconocido como
uno de los que más distancias recorre durante su migración.
La entrada de los peces a la zona costera se debe, entre otras condiciones, a lo que
dice Feliciano:
47
Eso es por marea o cuando hay el cardumo. Cuando hay el cardumo, usted con estas
mallas pequeñas que pesco yo, el trasmallo sale con pescado, con cardumo, con
todo. Pero si no hay cardumo, no sale ni cardumo ni pescado. Porque el pescado
anda buscando para comer. Y si no hay comida, él va buscando la comida y se va
yendo atrás de la comida. Por eso varía la pesca aquí, cuando hay la sardina y
cuando no la hay […] En diciembre o enero se va la carduma a poner, y viene
llegando el cardumito pequeñito en marzo, y ese es el que trae pescado” (Saavedra-
Díaz; 2010, p. 89)
Según esto y sabiendo más o menos las temporadas de invierno y verano en el país,
que oscilan las de verano entre diciembre y marzo, julio y agosto, y las de lluvias
entre abril y junio, y septiembre y diciembre, los pescadores intuyen y pueden
conocer las épocas de visita y acercamiento de las especies comunes en el rango
recorrido de su costa y en el área de pesca; periodos que coinciden con épocas de
aguas apropiadas para el desove, para la búsqueda de alimento y por lo tanto con el
encuentro de corrientes de vientos. Así los peces seleccionan el momento apropiado
para hacer parte de la melodía y fortalecen los eslabones de la Gran Cadena del
Ser; de los peces que se acercan y son capturados con más frecuencia aún en
áreas costeras. Se encuentra el bravo, que se ve en las épocas de lluvias de
noviembre a enero, el pargo (Lujtanus aratus, argentriventis), hace su importante
aparición entre abril-mayo y octubre-noviembre; son tres especies de éste las más
comunes. El róbalo (Dicentrarchus labrax) aparece de abril a noviembre.
Figura 1: Pargo lunajero. Fotografía. 2010.
Otros tantos entran persiguiendo a la sardi
carduma (Cetengraulis mysticetus
marzo, para quedarse el resto del año
luego en abril ya no se vio, y así tampoco se vio pescado grande casi para coger. El
atún (Thunnus thynnus), como casi todos los grandes peces, abunda en el mes de
mayo, aunque permanece casi todo el año y de todos los tamaños es cogido para el
consumo y para la
(Scomberomorus sierra)
americanus), la corvina
lugares de Ensenada y bahías en el Golfo de
tiburones como el toyo (Carchar
de gran tamaño, sí se capturan y están dentro del consumo.
Figura 10: Atún
. Fotografía. 2010.
Otros tantos entran persiguiendo a la sardina, a la plumuda (Opisthonema sp
mysticetus); se dice que a estas las han visto llegar desde
marzo, para quedarse el resto del año. Sin embargo, en el año pasado llegó pero
bril ya no se vio, y así tampoco se vio pescado grande casi para coger. El
, como casi todos los grandes peces, abunda en el mes de
mayo, aunque permanece casi todo el año y de todos los tamaños es cogido para el
consumo y para la venta. Entre los que lo acompañan están la sierra
), el dorado (Coryphaena hippurus), la cherna
(Argyrosomus regius) y el jurel (Caranx hippos
gares de Ensenada y bahías en el Golfo de Tribugá se frecuenta
Carcharinus Limbatus) y otras especies de rayas;
se capturan y están dentro del consumo.
Figura 11: Jurel
48
Opisthonema sp) y a la
se dice que a estas las han visto llegar desde
in embargo, en el año pasado llegó pero
bril ya no se vio, y así tampoco se vio pescado grande casi para coger. El
, como casi todos los grandes peces, abunda en el mes de
mayo, aunque permanece casi todo el año y de todos los tamaños es cogido para el
venta. Entre los que lo acompañan están la sierra
, la cherna (Polyprion
Caranx hippos); también en
se frecuentan especies de
y otras especies de rayas; aunque no
49
Figura 12: Tiburón “toyo”
Las ballenas y delfines son esperadas cada año desde julio hasta septiembre en las
bahías y se ven pasar por el Pacífico, cuando se han acercado a tener sus crías e
iniciar su migración; aunque su protección ha sido pactada y son más un atractivo
turístico a las zonas de permanencia en los meses nombrados, hacen un aporte
especialmente importante a la armonía del universo y más de ese marino, pues
durante su movimiento, imponentes, seguras y tímidas mantienen contacto con la
superficie y una dinámica particular con la atmósfera encima del mar que es su
respiración.
Del toyo, un tiburón de piel blanca que se captura de pequeños tamaños y con más
frecuencia que otras especies, se dice que “no piensa, porque tiraban [el arte] y al
rato o al día de ver, un poco de toyos metidos ahí […] ponía el bote y cuando se
sentía que chucu chucu chucu, le picaba en el bote esa liza y tiraba uno la atarraya y
cuando recogía, ya le estaban picando otra vez”11.
Estas especies reconocidas han sido desde hace muchos años capturadas con artes
como la línea de mano, con anzuelos para cada pez y carnadas, y con trasmallos de
ojo desde 3 pulgadas y paños cortos (de longitud); su captura era para la
alimentación de las familias pescadoras y para las pocas de quienes no pescaban,
por lo que no se necesitaba más de los que se sacaba en dos horas de poco 11 Recogido en conversatorio con pescadores veteranos de Pizarro.
50
esfuerzo y buena respuesta de las especies a un juego de carnadas y anzuelos. Se
evitaba el exceso, pues este se perdía en tierra.
Luego comienza a sentirse la ampliación del comercio, otros empezaron a interceder
por el consumo de muchos más que vivían lejos de las costas (incluso en otros
países también costeros), y esto significaba que había que contar con grandes
cantidades que hicieran rentable el envío. Así cada vez se sacaba más de lo que se
necesitaba. Lo que no se repartía en el pueblo ni en las familias del pescador, debía
ser acumulado para el comercio que crecía y crecía. Fue entonces cuando además
de salar y secar el pescado, se empezó a enhielar, a extender también su frescura.
Hasta cuartos fríos se armaron; ya no había problema en llevar todo lo que saliera y
así, sin límites, muchos quisieron también capturar para ganar dinero además de sus
cultivos. Si se acumulaba pescado, se acumulaba alimento, se recogía dinero, y se
podría acumular todavía más si se adquirían motores que proporcionaran velocidad,
si se cambiaban los botes de madera por unos de fibra; así podrían también salir al
mar más, y sacar más y más. Hasta quienes no pescaban sacaban provecho en
exceso, por el solo hecho de intervenir.
El mar daba y daba en las cantidades que exigían quienes recogían, quienes
pedían; las artes parecían no ser suficientes ni soportar la abundante captura, así
que se dio vía libre y gran uso a hamacas barredoras que cubrían mayores
extensiones y abarcaban también mayores cantidades y diversidad de especies, a
trasmallos de ojos de diferente amplitud para coger de todos los tamaños y en todas
las profundidades. Los pescadores industriales, que claramente se encargaban de
aguas oceánicas, o sea bien afuera, se fueron acercando a los límites de la costa y,
51
con las mismas técnicas de pesca de las cantidades y métodos que cargaban en los
barcos, se lanzaron a coger desde la entrada todas las especies que pretendían
llegar a la costa; con lo que no contaban era con los tiempos de crecimiento de
algunas de las especies de peces durante su recorrido, a veces incluso de los que ni
les interesaba coger.
Tiempo después, dicen los pescadores, ¡el pescado huye!; pues con las redes
utilizadas, hasta los corales se han destruido; rocas y sedimentos se han removido,
algas y caballos de mar han emergido. “Eso todo lo que entra a la red de ellos sale
muerto, y sale pescadito pequeño, que no crece, y ellos lo tiran al agua. Entonces
todo eso le va restando a la costa, al mar” cuenta Feliciano, (en Saavedra-Díaz,
2010, p. 92), “El barco le ha dado muy duro al atún. Cuando ellos echan esa malla
cogen toneladas, entonces el pescado ya no arrima como antes. Por lo menos en
tiempo de mayo había sardinas, el año pasado no hubo” (p. 126), afirmó Leonardo.
Ahora, hasta las embarcaciones artesanales de fibra se han adaptado con velas de
plástico, conocidas como las “viento y marea”, y se pasan en las costas con
múltiples artes dándole día y noche, poniendo otro ritmo, y azarando lo que llega a
la costa. Esto hace que el pescado huya o “aguante malo”; por esa intensidad y
desenfreno se dice que el pescado se ariscó. Desde hace ya algunos años, no
mucho más que un par de décadas, se ha sentido la escasez, se han hecho
perceptibles el cambio del mar y las variaciones de su armonía; los pescadores han
dado voz de alerta, las instituciones han intentado revisar lo sucedido y tal vez
proponer opciones que no han tenido continuidad y han sido estimadas a un plazo
desacorde con la magnitud de la problemática.
52
Aunque el problema late constantemente, las estrategias se modulan tanto como los
funcionarios de instituciones públicas de cada zona, y competentes del tema. Los
pescadores, de igual manera, cuando hay pescado cogen y, cuando no, apenas
consiguen lo de su comida sin poder vender nada. Esto además se ha entramado
con conflictos hacia quienes siguen “barriendo” el mar, con violencia común o bien
de grupos al margen de la ley, y para completar, con el flujo del narcotráfico, que ha
cambiado de modalidad de movilizar los cargamentos. Resulta entonces una opción
a la vista, igual de azarosa que la pesca tal vez, pero que entrega más dinero en
menos tiempo, por lo que para algunos pescadores ha sido una alternativa del
momento, lo que desde los comentarios de la prensa se ha definido como “la pesca
milagrosa”. “Las pacas con cocaína se han convertido en el gran botín de la bahía,
una pesca milagrosa que ha reemplazado la paciencia de la pesca de todos los días”
(Gaviria, P. (2008, 26 de agosto)). Son montos incalculables de dinero por encontrar
las pacas y entregarlas luego, pues así las van subiendo; tanto así que en un corto
tiempo también se les ha visto gastar, y no invertir precisamente, porque no hay
mucho en qué, y porque podría decirse que culturalmente no hay una noción de
ahorro, y estas cantidades solo le están llegando a los “enguacados”; por lo
contrario, se ha ido en compartirla con la gente en comida, trago y fiestas de varios
días, hasta algunas joyas.
Y aunque aún esto no parece tener sentido, ni un horizonte certero o un fin, ya
muchos le apuestan al cambio de la tonalidad y hasta la ruptura de la armonía de
este universo. En cuanto continúe la desviación de los peces, la modificación de su
melodía, podría pensarse que esta Gran Cadena del Ser, se pondrá puesta a prueba
53
con la fragmentación de algunos de sus eslabones. Su principio de plenitud se
cuestionaría con la ruptura de las partes, pues aunque tal vez no desaparezcan
totalmente las especies del océano (porque, confiando en las ideas platónicas,
hacen parte de la cadena y del universo, por lo que se transformarían y simplemente
no permitirían ser perceptibles a dinámicas de consumo, y sí a transformaciones
biológicas), tal vez así se desviaría la atención hacia otros recursos del mar para ser
explotados. Esto ya ha comenzado a suceder y es previsible que cree una atmósfera
nueva, una tonalidad variada de la armonía de las imperfecciones y de las
disonancias. Sin saber más ni menos, solo se percibe el preludio al ciclo del fin del
recurso. Y por esta misma tonada, las comunidades que aún dependen de éste, o
viven en las zonas porque el recurso lo permite y les da un sustento, pues tal vez
inicien migraciones –desplazamientos- en torno a la explotación de otros recursos,
modificando las dinámicas económicas, políticas y sociales de un país y de nuevo
hasta de un continente, pues como todo está encadenado en el universo, el
agotamiento y desgaste de un ecosistema no se da en un fragmento de un territorio,
sino que impacta la unidad marina, ese universo de vida en el agua.
De los recursos de la zona otros tantos han sido usados, como los árboles que
solidifican la permanencia de las comunidades en estas zonas limítrofes entre el
agua y el seco. De la madera de bosques de estuarios y esteros se han elaborado
botes y potrillos, se han tallado remos y canaletes; de los robustos troncos del
mangle, pilotes y casas se han levantado y con sus raíces se ha cocinado y
ahumado. De las artes, algunas se empezaron a armar con hojas de plantas tejidas
54
en forma de redes. Son simplemente usos y relaciones que ha apropiado el humano
de la zona con otra parte de su entorno: la seca, caliente y sólida.
Para los más móviles –los peces- y pertenecientes a esa parte del universo del mar,
el mismo pescador, según tamaños, hábitat, temporada, condiciones del agua y
forma, ha utilizado distintas maneras de llegar adentro a atrapar y sacar peces y
moluscos. Pertenecen a tradiciones de grupos descendientes de comunidades de
pescadores del continente africano, que al asentarse en las costas por condiciones
históricas (como la esclavitud para la explotación de oro, madera y otros recursos) se
dice que adaptaron su forma de vida a un medio cambiante como es el Litoral
Pacífico. Nina de Friedemann hizo referencia a lo que vio en un recorrido por los
mercados de Dakar y Costa de Marfil, cuando realizaba un viaje con el objetivo de
comparar la pesca artesanal de África Occidental con la de Colombia. Percibió que
“[…] tales manifestaciones no solo eran la expresión de la circunstancia envuelta en
fragancias o erosionada por los vapores que hastiaban y repugnaban. El pez, (…) se
había convertido en la esencia de un pedazo de humanidad con anclas tanto en una
región del continente africano como en las costas colombianas” (Friedemann, 1986,
p. 306).
Desde su posición en la Gran Cadena de la naturaleza, estos grupos, reconocidos
entre otras características por su fortaleza y resistencia, generaron o adaptaron
formas distintas de extender su cuerpo hacia adentro del mar, de recoger en amplias
zonas y, por supuesto, de movilizarse en y con el agua -retomando lo que tanto se
intenta referenciar desde autores como Friedemann (1986) y Jaime Arocha, que son
las raíces africanas-. Desde hace algunas décadas se llamó a estas formas “artes”;
55
esos instrumentos, armazones combinados y adaptados en este caso para la pesca,
hacen parte de esas formas propias de armonizar la vida social con el universo y de
intervenir en él.
De las artes de pesca…
Cuentan los pescadores, y se ve en las cartillas que por ejemplo elaboró el Instituto
Nacional de Pesca y Acuicultura para trabajar con las asociaciones e independientes
demás, desde finales de los años setenta, que las artes han sido desde el
lanzamiento de varas y atarrayas hasta chinchorros y trasmallos, pasando por el uso
de dinamita y el volantín. Han sido elaboradas con hojas, usando piola, luego nylon e
hilo12. Todas ellas más o menos disonantes o consonantes con los peces y con el
mar.
El volantín es un arte que utiliza un pescador montado en un potrillo13, quedando
casi a la deriva en el lugar al que ha querido llegar, porque sabe que allí hay bancos
o porque ha visto moverse algún pez o ha visto sus colores mientras canaleteaba.
12 Tomado de conversatorio con pescadores veteranos.13 Bote de madera, más pequeño pero que tiene sus laterales un poco más altos que cubren de la marea.
56
Figura 13: Pescador de volantín. Fotografía de Lina María Saavedra
Sentado en su potrillo, sin moverse nada más, igual que venía bogando, desenrolla
uno de los volantines y va sumergiendo los dos o tres anzuelos atados del nylon que
cuelga de éste, de su cilindro de icopor, como una línea que se extiende de la mano.
El pescador sujeta una parte del hilo, desde la que jala y tensiona el anzuelo cuando
siente que el pez se acerca y pica; suelta, vuelve y pica, vuelve y tensiona. Cuando
siente que el pez vuelve a picar la carnada y de repente jala con un impulso fuerte
hacia arriba, el pez ha sido atrapado. Se ha finalizado un coqueteo con el pez, como
el que se forma en bailes ancestrales del Pacífico, entre el hombre y la mujer; el
hombre la busca, se le acerca y como quien no quiere la cosa; al tiempo siguiente le
sigue por el lado, vuelve y le pica. La mujer le hace amague de acercársele, pero
vuelve y con la siguiente ola se le aleja, hasta que se unen y se encuentran en una
aceleración de ritmos de tambora y llamador.
57
Ese juego, el diálogo que el pescador logra con cada pez, es de las pocas relaciones
consonantes que la pesca tiene con el ecosistema, con la especie; no hay
combustible agregado al agua, la carnada son otros animales o pedazos de sus
cuerpos, la cuota que el pescador de este arte logra extraer es apenas la necesaria
para su alimento y tal vez hasta para llevar a un comercio muy local, cercano y que
no le exige grandes cantidades. Pero acaso lo más importante es que él puede
decidir qué pez extraer, y el que saca lo utiliza porque es de los que consume, o por
lo menos lo usará para carnada; no será desechado después de muerto.
Las faenas del volantín son durante el día, en las horas de la mañana, cuando la luz
y el reflejo del sol permiten ver en el agua y ampliar la imagen de los peces. El
pescador de volantín en algunas ocasiones sale solo, como suelen hacerlo en la
ensenada de Tumaco, cerca de la costa, dentro de bahías o ensenadas, de estuarios
y esteros; a la mayoría de faenas salen duetos de hombres, amigos y compañeros
de mar, compuestos por jóvenes, o por un mayor y un joven, o un niño. Así van más
afuera; incluso en botes con motor fuera de borda que llevan al sitio de coger, y
anclan o dejan a la deriva con el motor apagado mientras se pesca. Sus faenas son
generalmente más cortas; sin embargo se lleva algún alimento, ya que salen muy
temprano con solo un café en el estomago. En el agua se comen un pan con
gaseosa, fresco, o una hojaldra frita, o frutas o algo ligero, y cuando se vuelve a
casa, casi a la mitad o al final de la mañana, se desayuna o almuerza.
El chinchorro es en cambio, una de las artes más grandes. Necesita un equipo
numeroso entre marineros y el motorista y determina una relación totalmente distinta
de la que acabamos de conocer con el volantín.
Figura 14: Gráfico de arte chinchorro. TomadoEvaluación de los equipos de Nariño. Tumaco: Universidad de Nariño.
Balanceando una hamaca barredora
Amanece el 24 de Junio de 2009, aún en oscu
muelle del barrio Panamá ya hay movimiento; algunos hombres
capota o carpas y grandes trozos
tulas en el suelo, cuerdas gruesas por todo lado, galones que entran y sa
cuarto más oscuro aún.
organizados y acomodados para embarcar, ha comenzado a llover.
llevarán la tripulación y el chinchorro de Manuel;
la mañana comienzan a pasar los cabos
Gráfico de arte chinchorro. Tomado de: Araujo, Oscar Hernando. Evaluación de los equipos de pesca artesanal utilizados en la costa del departamento de
. Tumaco: Universidad de Nariño.
una hamaca barredora…
Amanece el 24 de Junio de 2009, aún en oscuridad y sin señales de despejar.
muelle del barrio Panamá ya hay movimiento; algunos hombres
y grandes trozos de plástico, otros con pantaloneta y camiseta
tulas en el suelo, cuerdas gruesas por todo lado, galones que entran y sa
más oscuro aún. Algunos botes que están allí amarrados
ados y acomodados para embarcar, ha comenzado a llover.
ación y el chinchorro de Manuel; otros dos el de Alonso. A las
la mañana comienzan a pasar los cabos –cuerdas con nudos a cada extremo unidas
58
Oscar Hernando. (1993) Tesis: pesca artesanal utilizados en la costa del departamento de
ridad y sin señales de despejar. En el
muelle del barrio Panamá ya hay movimiento; algunos hombres salen con saco de
con pantaloneta y camiseta. Hay
tulas en el suelo, cuerdas gruesas por todo lado, galones que entran y salen de un
lgunos botes que están allí amarrados, comienzan a ser
ados y acomodados para embarcar, ha comenzado a llover. Dos de estos
otros dos el de Alonso. A las 4:37 de
cuerdas con nudos a cada extremo unidas
59
entre sí y a cada lado del chinchorro- al bote, el chinchorro (véase la figura 18) ya
está ahí; casi sobre las cinco llenan dos galones con agua, se enciende el motor 75 y
con algunos de los marineros arranca. En el segundo nos embarcamos junto con
Manuel y otros marineros más sobre las 5:30 de la mañana, luego de esperar a que
la lluvia cese un poco. Allí llevamos una olla alta y algunas bolsas con comida. Lo
necesario para un buen guisado de papas, a veces con pollo, un arroz con todos sus
condimentos, su cebolla y aceite para todo.
Llegamos a las 6:18 de la mañana. Ya el cielo está más abierto pero no luminoso. La
lluvia cesante deja un color grisáceo con azul; se alistan los marineros para el lance,
sobre la playa; se bajan las ollas y los galones de agua y se suben hacia el monte.
Arranca el motorista en un bote halando desde una punta dejada en la playa, tira el
chinchorro hacia dentro del mar y formando una U, jala a dejar la otra punta en otro
lado de la playa. Él mismo va luego a levantar las boyas, para que todas salgan a
flote. A las 6:32 ya está el bote atado con una de las puntas que hay cerca a la playa,
ha botado el ancla y ha llegado para atarla a los cabos; han comenzado a
organizarse a lo largo de las cuerdas, pero son las 7:15 y entonces se van
recogiendo los cabos, porque en una punta se rompe la unión, así que se ha perdido
el lance. Recogen; esto se demora un buen tiempo, luego se arregla el lugar que se
ha desprendido y se vuelve a lanzar.
Son las 8:25. Ya se han ubicado de nuevo a lo largo de los cabos, cada uno anudado
a ellos por cuerdas atadas a su cintura. Hay un jaleo periódico que se coordina con el
impulso que trae cada ola hacia la playa. Ahí es cuando todos hacen la fuerza hacia
adentro, al monte, para ir trayendo el chinchorro, y que éste vaya barriendo,
60
meciéndolo con el oleaje, pues cuando la ola se desvanece y se va, su fuerza la
emplean para hacer resistencia ante ésta y no permitir que el arte sea sacada de
nuevo al mar.
Figura 15: Pescador tumaqueño recogiendo cabos Figura 16: Pescadores halando un extremo del chinchorro
Inician seis hombres a un lado, nueve al otro. En momentos hay hasta quince
hombres de un solo lado, pues Alonso, el dueño de uno de los chinchorros, se
encuentra también haciendo un lance sobre la misma playa a unos cuantos metros
del chinchorro de Manolo, dueño del primer chinchorro y de sus botes, así que sin
diferencia alguna llegan y salen unos y otros de un jaleo a otro. Sobre las ocho y
media aprovechan la ola y corren hacia el lado, intentando acercarse un poco al otro
extremo del arte, inician a cerrarlo; han vuelto a establecerse en un eje y vuelven a
jalar hacia atrás. Hay quienes sueltan la cuerda y van a desatar el cabo que ya está
en tierra; lo enrollan, lo recogen y retoman su lugar en la cuerda tensionada. En este
tiempo, en el que aún no está cerca un lado del otro, ni han terminado los cabos, el
último hombre pasa adelante, luego el siguiente, y así van ganando cuerda,
61
sacándola; estos cambios se están haciendo cada dos a cuatro minutos, sin afán,
caminando. Toman más distancia, ha pasado media hora y pacientemente han ido
jalando cada cabo a su tiempo, al tiempo del oleaje; sale la primera boya en la
relinga superior y mientras alguien termina de recoger los cabos, la fila que se
encuentra más abierta y afuera se cierra en dirección del viento, para acercar las
puntas. Ha ido saliendo parte de la malla; ahora alguien ha tenido que fijarse en
mantener la relinga inferior sobre la arena, que no flote mientras van sacando.
Durante este tiempo del jaleo de los cabos tan pausado, y tan distante un lado de la
hamaca del otro, uno de los marineros, junto con la mujer de Alonso, que ese día
acompañó en el lance, fueron preparando la olla de la comida. En donde inicia el
monte y va terminando la playa, pusieron la leña para montar la olla del pollo, agua
del galón y sus condimentos, así como el arroz que fue brisado con arena. Al estar
ya cocinado todo, ellos dos llevaron la olla a la playa, y turnándose el jaleo de las
cuerdas, unos marineros consiguieron de los desechos de la playa pedazos de
cartón, en donde fueron poniendo su comida para regresar a jalar e ir comiendo. Se
repartió la comida y se dio el tiempo para iniciar a cerrar las puntas de la hamaca,
para ir sacando el buche.
Cada vez más juntos los extremos, va aflorando uno que otro pez y las bandadas de
aves hacen su aparición, sobrevolando el chinchorro aún en el agua. Algunos se
atreven a picotear, van descendiendo, acompañan el jaleo nadando sobre el buche
como si lo empujaran; la tensión se siente mezclada con la emoción, se acelera la
rotación de los hombres para el jaleo, cada uno acomoda el talego que ha llevado
todo el tiempo colgado en un hombro, terciado, porque ya casi viene el buche.
62
Algunos han comenzado a soltar peces muy pequeños que se han enredado en los
lados de la malla, las aves también compiten por meterlos en su buche; el que
primero picotea, a ése se le deja.
Ya unidas una fila a la otra, casi que caminando juntos y uniendo fuerza para sacar lo
que queda del trasmallo, para sacar el buche, ellos van también entrando al agua,
van abriendo la red. Al mirar atrás, ha aparecido mucha gente, incluso más que la
misma tripulación; mujeres, niños y algunos hombres que viven en esa playa han
llegado con costales, canecas rectangulares y galones; unos han tratado de buscar
un lugar para los últimos jaleos hacia el buche, acercarse más y, por qué no, apoyar
un poco. Otros simplemente están atrás esperando a que ellos terminen de sacarlo.
Los perros se han acercado y comienzan a olisquear los pescados que han quedado
enredados entre los ojos de las relingas, intentando sacarlos; son esos tan grandes
como un dedo índice; así que ni las mujeres se han esforzado en recogerlos.
Son las 10:30 de la mañana. Colas y aletas grises se ven entre hilos negros,
manchas de aves inquietas en el cielo; los perros recorren de un lado a otro de la
malla que ya está en tierra; todos los ojos están puestos en el mar. La playa está
llena de marcas de pies, traen los botes cerca al chinchorro; las filas se han perdido,
todos se acercan a jalar alrededor, los de atrás ahora están encima del grupo, todos
a la espera… ¡Llega! Se escucha ya el chapaleo abrumado en el gran buche que
emerge, la percusión del coleteo es tan fuerte que salpica cada ola que pasa, se
tamborean unos sobre otros; el agua se ha vuelto espumosa alrededor y los olores
han surgido fuertemente. Algunos de los peces ya salen con mordiscos, otros salen
muertos. Otros simplemente luchan por conseguir oxígeno y durante un buen tiempo
63
toman con esfuerzo tensionante aliento y mueven sus agallas de vez en cuando,
inflándose, y vuelven a quedar inmóviles; es difícil saber cuándo mueren, no lo
demuestran, sólo se les ve luchar ocasionalmente. El agua cambia su ritmo; su
relación y movimiento se sienten más inquietos como si intentara manifestar
incomodidad con artes como el boliche y el chinchorro. Todo lo que pasa en tan
pocos minutos y los cambios perceptibles al instante, no son más que las formas que
tiene parte de este universo para mostrar las armonías que se alteran, las
magnitudes de las modificaciones y sus disonancias con tal volumen de extracción
que logra hasta una alteración del ritmo en corto tiempo. Tal vez ese ritmo interno de
cada ser humano que está allí activando y ansiando todo lo que va saliendo, se
acelera y desfoga en el agua al llegar a su emoción máxima, a la meta cumplida, el
marinero pareciera que se llenara de poder sobre el agua, sobre los peces que ha
atrapado. Tiene poder y decisión sobre los que deja y los que merecen ser llevados.
Los patos se retiran, ya pescaron, ya han comido. Se les ve en la playa algo lejos del
movimiento que generó el chinchorro. El buche se abre y todos recogen peces en los
talegos de lona que cuelgan de sus cuerpos; Manolo y el motorista sacan los peces
diferentes y más grandes, como el mero o los sábalos, ubicándolos directamente en
uno de los botes; sacan del buche erizos y rayas botándolos lejos de ahí, hacia
adentro del mar. Sin embargo estos ya han muerto; los erizos están tan tensionados
e inflados que para moverlos y no chuzarse les hunden los dedos en los ojos. La
gente acude a llenar sus baldes, sus talegos; otros ayudan a los chinchorreros a
recoger en pequeñas mallas lo que salió en el buche y lo van pasando a los botes
que se llenan a pesar de que cada uno saca su parte.
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El primero va tan pesado para el oleaje de la zona, que es necesario pasar al otro
bote a algunos de los marineros.
Figura 17: Recolección de pesca en extremos previa a la Figura 18: Tamboreo de especies atrapadas en el buche
llegada del buche a tierra
Llegando al buche, para todos hay. En el tamboreo algunos hasta rebotan.
Figura 19: Habitantes de la playa con sus cargas de Figura 20: Cementerio desechado en la playa.
pescado cogido
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Eso fue todo, ¿Y lo que ya no cabe o no vale la pena recoger? Lo que no interesa,
igual ya está afuera, ya murió.
A las once y media se marchan dos botes, uno de Alonso y otro de Manolo, a
comercializar lo que llevan dentro; algunos son abordados en el viaje por otros botes
de motor, y así consiguen mejor precio del que llega a tierra, pues es como si se
evitara parte del costo del combustible para llegar a tierra, o de ir hasta las galerías, y
puede llevarlo a lugares lejos del mercado donde no llega frecuentemente el
pescado, venderlo en otras playas o caseríos. Los otros botes permanecen en playa
mientras se abre el chinchorro completo. Es medio día y se termina de recoger el
arte, es decir, se sube de nuevo al bote; medio se ha “limpiado”, sacado de la malla
todo lo que quedó enredado y no justifica ser recogido o llevado.
A lo largo de cada lado del chinchorro van quedando vestigios del cementerio,
indicios de la mano humana, recogidos por los perros tiempo después de haber sido
botados en la arena. Peces tan pequeños que van quedando atrapados sin
necesidad, que ni siquiera el pescador se interesa en sacar para recogerlos, sino que
han quedado enredados camino al buche. Y mientras todos sacan y sacan del
buche, los perros pasan por la malla dejada en la arena y escogen cuál comerse; los
que no, quedan en la playa y, luego de todo, al recoger el resto de los laterales del
buche son botados al mar o quedan en la arena y cuando la marea sube, o sea
cuando el mar llena, los arrastra o los entierra.
66
Piangüeras de oficio
Otra de las actividades de pesca más frecuentes y tradicionales es la recolección de
piangua, que ha sido por muchos años una actividad reconocida de las mujeres del
Pacífico en la costa acordonada por zonas de manglares: esos bosques típicos de
las zonas de estuario, donde el agua salada se mezcla y sintoniza con el agua dulce
que desemboca de los ríos que al Pacífico van a dar.
Las concheras –como también se conoce a estas mujeres- se organizan y durante el
día entran por los esteros, visitan los concheros (barriales en bosques de manglar),
entrando paso a paso desde el borde de agua que va abandonando los bosques y
llenando los esteros por donde flotan los botes y se baten los canaletes. El primer
paso fuera del bote suele ser más balsudo, como si el peso del cuerpo se anulara,
manteniéndolo en el abdomen y apoyando apenas el pie como al pisar un huevo;
luego se intenta equilibrar al resto del cuerpo que está saliendo de la embarcación
sobre los dos pies y el punto del abdomen; sin embargo, se hunde y más si el pie
está cubierto por una bota: ésta puede quedar anclada y enterrada aquí, entre el
fango. Al avanzar, los pasos se marcan ágilmente, tanto como lo permite la marcha
de cada succión del barro.
Llegando y rápidamente entre rama y rama, por encima y por debajo, por entre una
raíz, debajo de un manglar robusto, van las mujeres bifurcando sus caminos y
contando sus chismes, o anteriormente cantando, mientras en el paso que avanzan
doblan su pecho hacia las rodillas, con las piernas estiradas y separadas a la
distancia de los hombros, una un paso delante de la otra, mano izquierda en la raíz
67
por la que baja y se sostiene, el eje en el que se conecta del árbol y concatena con
éste, mano derecha masajeando los alrededores de sus raiceros enterrados,
cobando al asecho de las pianguas. Otro paso para adentro, contorsionan el cuerpo
con la flexibilidad de un gimnasta, mujeres de 60 años igual que las de 20, trepan y
descienden adentrándose rápidamente en un bosque en el que no queda raicero sin
escudriñar.
Figura 21: Mujer entre el raicero.
Aunque algunas siguen yendo al raicero a pie limpio, porque dicen que el caucho
también afecta al mangle y a las conchas, desde hace algunos años las mujeres han
empezado a usar botas y guantes de caucho, pues en sus manos gruesas y
cubiertas de piel rucia y cuarteada por el barro, al igual que sus pies y pantorrillas, se
ha marcado el tiempo de actividad; su cuerpo se ha reformado al tiempo de
aprendizaje. La parte superior del vientre se ha abultado, la espalda está ahora más
arqueada sumiéndose a la altura de la cintura, encima de los riñones; a las mayores
de vez en cuando las aqueja ese dolor en los huesos y la humedad que en cada ida
se recoge e invade de los pies a la cabeza. Eso por no decir que en tantos años
algunas han recibido picaduras de peces sapo ESPECIE.
68
Van llevando el cesto de las conchas y el humero de raíces secas encendidas con un
pedazo de plástico avivado con combustible del motor que las ha transportado hasta
el manglar; así intentan ahuyentar el jején que las aguarda allí; ubican el humero en
un punto, se mueven a su alrededor y al avanzar a otro lo reubican. Las faenas para
capturar la piangua se realizan según el movimiento de las mareas; cuando
comienza a secar, los recolectores entran al manglar y luego de cuatro o seis horas
el bote recoge en los diferentes raiceros a los grupos de piangüeras, y hace algún
tiempo, piangüeros también. Ellos –el motorista y su acompañante-, generalmente
han regresado al punto donde los dejaron temprano, donde se han quitado las
camisetas extras, los guantes y las botas y las han juagado del barro en el agua del
estero mientras los esperaban para regresar.
Mujeres, -y en la actualidad, hombres y niños- adelantan esta labor; han aprendido el
arte y aunque sus movimientos no son iguales, ellos hacen también sus flexiones
para pasar entre raíces y recoger la concha. Con una media debajo de los guantes y
de las botas se les ve en los manglares y cuando se bajan del bote, cogen su camino
y recogen en silencio; los canastos los han reemplazado por baldes. Camino a los
manglares, ellas van cambiando su ropa, reforzando el cubrimiento de su cuerpo con
otras camisetas además de las que llevan, con buzos, pantalonetas sobre
pantalones, medias largas y trapos cubriendo su cabello; esto para recoger el barro
que les salpica, para protegerse del sol y del jején.
69
Figura 22: Mariela y dos de sus compañeras arreglando su traje para entrar al raicero.
En un día de los que amanecía secando, sobre las 7 de la mañana, salía un grupo de
concheros de la asociación de Fedeconcha (en Tumaco) en un bote de motor fuera
de borda, con nueve mujeres, entre las cuales se encontraba su líder mas fuerte y
nombrada, Mariela, junto con siete hombres y un niño. Se reunieron cerca a la playa
de embarcarse, y mientras unos miraban desde tierra, otros se metieron al bote a
achicarlo y uno de los muchachos fue a recoger el motor. Se dirigieron a un raicero
cercano al que demoraron solo diez minutos en llegar; allí se empezaron a repartir en
diferentes puntos sobre el estero, dejando de a tres, cuatro o cinco personas en cada
uno; luego el motorista salió al mar.
70
Uno de los grupos que acompañé estaba conformado por tres hombres y tres
mujeres. Ellas, al bajarse en el conchero se acomodaron los trapos en la cabeza, se
colocaron sus guantes, encendieron su humero y cada una escogió su camino, como
cada una de las ramas de un árbol. Los hombres –un señor y un joven- avanzaron
más adentro que las mujeres y de pronto se perdieron de vista; empezaron a avanzar
al ritmo que el barro les permitía despegarse, y a los pocos pasos comenzaron a
buscar por todos los lados de las raíces que estaban en su ruta, sumergiendo de tres
a cinco veces su mano cerca a las raíces, antes de mover su cuerpo nuevamente o
buscar dar un paso hacia adelante.
Llegaron las 9 y media de la mañana y alguien de afuera gritó un ¡Ay!; era el
motorista que estaba pasando a recoger a otros pero avisaba que ya había llegado.
Ellas llamaron a los hombres, que aparecieron y empezaron a salir hacia el agua,
cuando siete minutos después, ya sobre el borde del manglar, unos se sumergieron
completamente, otros se quitaron las camisetas manchadas, las botas y los guantes
y los juagaron y, al escurrirlos, los pusieron en el cesto encima de las conchas; se
limpiaron la cara y de nuevo en el borde se esperó que regresara el bote. Al terminar
de recogerlos a todos, regresamos al barrio sobre las 10, y frente a la caseta de la
asociación se hizo el conteo de lo que cada uno había recogido, separando las
conchas macho de las conchas hembra, éstas últimas que sí se comercializan
fácilmente. A dos de las mujeres se les sumó 80 y 35, a los hombres 60 y 20, y al
señor se le sumó con las de su mujer, 25; todas las conchas hembras recolectadas y
contadas, la asociación se las compra a cada uno y las comercializa a Ecuador y/o
dentro de Tumaco.
71
Acompañamos a otro grupo de mujeres asociadas que visitan otros esteros, las de
Asconar, representadas casi desde sus inicios por una mujer fuerte y activa: Carmen,
quien por algunas otras mujeres es reconocida por su viveza, su forma de gestionar y
los conflictos que se han generado con otros grupos alrededor de su gestión.
Al regreso presenciamos su conteo, pero a diferencia de los recolectores de
Fedeconcha, la mayoría de las mujeres de aquí alcanzaron a contar un ciento o un
poco más de conchas hembras recogidas. Allí legaron dos hombres a recoger lo
colectado en costales altos y al ir empacando contaban de nuevo, seleccionando las
grandes y dejando afuera algunas conchas hembra pequeñas. Ellos eran de una
comercializadora ecuatoriana con quienes Asconar, mantiene relaciones económicas
que le garantizan la compra del producto, aunque los ecuatorianos son quienes
libremente suben o bajan el precio.
En un mismo ecosistema, en la misma zona de manglares, la cantidad de conchas
capturadas varía sustancialmente y el impacto sobre los concheros no se oculta, ni
tampoco las diferencias entre las líderes, ni sus condiciones; pero finalmente están
afectando a la misma armonía del universo, de ese ecosistema, con preocupaciones
esporádicas acerca del agotamiento de sus territorios. Son dos melodías trazadas
por dos mujeres con historias de vida muy distintas, ambas tan vibrantes y fuertes en
su región, líderes que marcan diferencias tonales en las redes económicas y sociales
alrededor de un mismo lugar, y un mismo recurso en agotamiento casi acelerado.
72
CAPITULO III: ESTRUCTURA ARMÓNICA CONCLUSIVA
Es aquí donde llegamos a concluir uniendo los eslabones de un entorno marino,
como partes, voces y tonos de una composición. Es donde el universo que se ha
planteado al transcurrir del texto revela entonces una gran melodía con armonías
distintas dadas por cada uno de los eslabones de esa Gran Cadena, que en su
dinámica en el ecosistema, van construyendo y dando cuenta de esa sintonía
universal, parte de la cual la componen el Pacífico Colombiano y sus propios
eslabones como, por ejemplo, los bosques de manglar.
Esta interpretación de parte del encadenamiento que compone al universo, se ha
hecho pensable a través de la pesca, un arte, que por lo demás, devela también
parte de las relaciones sociales y los matices que la cultura marca en esa
composición, en las armonías del universo.
Las dinámicas que actualmente se están dando alrededor y en la pesca artesanal,
responden a todo un proceso que ha repetido una cadena de hechos fuerte de
degeneración del recurso hidrobiológico, y una cadena de acordes y tonalidades que
han tomado numerosos temas y problemáticas nacionales. Este esquema en el que
se planteará la estructura, simplemente es una reducción del problema local
analizado en ese universo.
Como se planteaba en los capítulos anteriores, el problema de la sobreexplotación
del recurso surge a partir de buscar sacar más de lo que se necesita, de la
necesidad de abarcar más, pues se fortalecen los métodos de congelar y hasta secar
con sal. Esto se debe a la agitación por acumular más, por cubrir más campos que
73
ha creado el sistema económico, un sistema capitalista que ha permeado todas las
economías y determinado un sistema genérico se desarticula las formas de riqueza y
mercado de las comunidades negras o locales. Esta forma y afán de acumulación ha
sido transmitida y problematizada por una de las situaciones más amplias que
permea al desempeño nacional, en general a la población, y es la red del narcotráfico
y las mentalidades que con estas se generan.
Por estas ideas alrededor de lo narco y de lo que significa ese tráfico que desborda
lo legal y los límites de regulación, que hace posible y casi que obligatorio traspasar
lo local para acceder a lo trasnacional y a mantenerse activo en el mercado de las
principales ciudades, con sus propias exigencias, se generan en la gente
necesidades de lujos impactantes, se les bombardea con realidades inmediatas
inimaginables y por lo tanto se vuelven más deseables, por lo que se requiere sacar
más provecho de las fuentes de acceso y permanencia en la economía, en la red, en
el tráfico nacional; se necesita explotar con mayor impacto el recurso, entonces se
crean asociaciones para acumular entre varios productos de comercio; se hacen
insuficientes la producción y la cuota de extracción personal, por lo que solo toma
valor agrupada. Al mismo tiempo se acude a grandes embarcaciones, artes más
potentes, motores que reemplacen y agilicen el desplazamiento y la capacidad de
carga.
Todo esto resulta en el impacto evidente al recurso, que se revela a través de la
escasez, generando tiempos débiles, bajando el ritmo que exigía el mercado
nacional. Aquí surge un proceso de quiebre de los sistemas, por lo que se genera un
movimiento distinto donde hay un reconocimiento y una intervención institucional,
74
pues esto afecta tanto a las entidades gubernamentales como privadas y hasta
internacionales, al desequilibrar sus economías, al generar responsabilidades y tal
vez también al poner en riesgo sus intereses de distinta índole; económicos,
políticos, ambientales o bien sociales.
A partir de las instituciones, sus alianzas y acuerdos, se comienza a plantear gran
número de proyectos, planes y apoyos a corto plazo, sin un seguimiento y sin
continuidad en su desarrollo, por lo que realmente no atacan ni modifican la
problemática compleja, terminando así en actos de asistencialismo intermitente. En
contextos como los de las poblaciones y zonas costeras, más aún del Pacífico, los
subsidios, mensualidades y demás apoyos, en la mayoría de los casos no son
suficientes para mantener en pie a una familia y mucho menos en actividad. En
algunas de estas poblaciones, la pesca se ha convertido en una opción de actividad,
que aparentemente no exige edad, capital básico, ni complejidad en el aprendizaje.
Es relativamente fácil vincularse como marinero, prestar los equipos a alguien y
pagarlos con una cuota de la faena o de varias, y por lo menos algo de liga se
garantiza para la casa. En algunas de las asociaciones con las que compartimos
durante la investigación, se resaltaba además de las dificultades por la escasez del
recurso, la cantidad de intermediarios que recogen y filtran el producto hasta llevarlo
a un mercado amplio, y son estos quienes se capitalizan a costa de gran cantidad de
personas que se van a la faena recibiendo poca remuneración y garantías.
Así, el producto de la pesca artesanal, por ejemplo, ha perdido valor, y no solamente
valor económico, de cambio, sino que su esfuerzo y actividad artesanal tampoco
tiene reconocimiento. Decían los pescadores de Pizarro en uno de los
75
conversatorios: “la gente le perdió el amor a la pesca porque está muy barato”. Sin
embargo, al mismo tiempo hay un aumento de la dependencia del recurso por parte
de las economías regionales y de una mayor cantidad de población. Esto se
desborda por consecuencia, entre otras, por una ausencia de regulación estatal, lo
que ha llevado tiempo después a un nuevo intento de intervención institucional,
ahora a través de figuras de convenios y equipos estatales y privados.
Las asociaciones y cooperativas continúan siendo una necesidad de los pescadores
y sugerencia de instituciones públicas regionales, ya que surge como herramienta
para ganar y beneficiarse de recursos económicos del Estado, de adquirir su
reconocimiento y una autoridad propia. Es una forma fácil de acceder a la sociedad
en general.
Posteriormente, olas ecologistas, épocas con espíritus de una conciencia de
reconocimiento y valoración de los otros, iniciaron con un proceso de resaltar la
forma de la actividad de las comunidades, procurando retomar los ejes tradicionales
de cada región. Posteriormente se han hecho ya intentos de trabajo integral con las
comunidades hacia generar estrategias del manejo moderado de los recursos, en el
discurso de lo sostenible y lo sustentable par las mismas comunidades.
Al tiempo de esto, y dentro de las dinámicas del universo que se pretende interpretar,
los cambios continúan reflejándose en éste y se relacionan, por lo que podría leerse
una época de movimientos hacia la transformación o tal vez rompimiento de la
armonía. Respecto a esto, afirma Lovejoy que “la consecuencia de la eliminación de
un solo eslabón de la serie, […], sería la disolución general del orden cósmico; al
76
dejar el mundo de estar <completo>, dejaría de ser <coherente> en todos los
sentidos” (1983, p. 76), lo que sugiere que entonces una de las posibilidades es que
los hechos que apuntan a la escasez del recurso, pueden interpretarse como parte
de la regulación que el universo hace de sus eslabones que lo conforman, para
continuar y permitir la transformación de su orden, mas no la eliminación de sus
partes.
El ecosistema, concebido ya no solo como el espacio natural y los seres animales
que lo habitan, sino como uno que también incluye al ser humano, quien convive y
habita el lugar, pareciera tener su propia regulación; es decir, esta sonata, la
estructura que parece apropiarse y repetirse en distintos escenarios y problemáticas
de los ecosistemas, contempla también una conclusión común, basada en la
autorregulación de los sistemas. Podría afirmarse que la armonía marcada por el mar
no es más que una medición de la cuota de extracción que permite a los pescadores
recuperar su control y determinar una transformación en la composición para lograr
su propia resilencia, la resilencia del ecosistema, de todo un universo.
Coda al pescador artesanal
Como en toda interpretación polifónica, el director tiene una lectura previa de cada
una de las voces que conforman la composición para saber resaltar lo particular de
cada una, y conjugar las melodías comunes. En la interpretación que se ha
desarrollado durante este trabajo de investigación, se ha resaltado una voz común de
las comunidades (valga la redundancia) con las que se ha dialogado, que se podría
77
poner en términos de la conciencia colectiva, sobre cómo se conciben y cómo
perciben su posición frente a los demás actores, las demás voces de esta
composición.
Se reconoce en el pescador la conciencia de la actividad y de su trabajo, que la
quiere trasmitir hacia afuera, a quien no la conoce y no la valora; conciencia de grupo
y de comunidad, por lo tanto de sus dinámicas alrededor del recurso pesquero y de
su comercialización, y de los vivos y evidentes conflictos que tienen historia, y al
parecer un claro motivo, entre los núcleos de asociados ante organizaciones por
barrios o por artes, desde donde se construyen como sujetos colectivos. Algunos son
conscientes de que esto los segrega, los aleja de proponer y ser escuchados, de
organizarse para mejorar la situación que finalmente incide en todo el universo, y el
ecosistema. Muchos de los pescadores que piensan en soluciones a la carencia
económica de su arte, tienen la idea de ellos como alternativa, y han generado
expectativas que aún son inciertas y están nubladas por la incertidumbre de lo que
sucederá al continuar este proceso. Sin embargo, ellos, los pescadores y concheras,
ya evidencian ser conscientes y reflexionan sobre la posición del Estado ante ellos:
dicen que está “de espaldas al Pacífico y al Amazonas”; con esto parece que ven la
fijación en políticas para el interior, y manifiestan un desamparo y desinterés para
esos territorios fronterizos, los que claramente son mas de allá que de acá; los
tumaqueños tienen una referencia más clara de ellos con Ecuador, de lo que hace el
país vecino, de sus políticas, de las condiciones de vida de los pueblos cercanos,
que de su mismo país; conocen las propuestas y procesos de pescadores chilenos,
pero desconocen los del Atlántico.
78
En los conversatorios expresaban que el pescador debe tener conciencia de su
historia, de la importancia de su actividad, que debe encontrar valor y así hacer valer
lo que hace en relación con las otras actividades económicas [con las dinámicas de
la sociedad, de la nación], ser valorado y visibilizado en su territorio.
A partir de ese reconocimiento se puede pensar en formular conjuntamente
estrategias de manejo y uso de los recursos disponibles en el ecosistema, pues al
comenzar por pensar cada lugar como parte del Universo, y cada uno de quienes allí
se encuentran y relacionan, incluyéndose, como uno de los eslabones que
conforman la Gran Cadena, entonces hay ya una idea de composición, un referente
válido para la tan citada idea de conservación; ésta última no como un referente de lo
intocable, sino de lo perdurable, dinámico y construible.
Finalmente, esta investigación aporta entonces desde el sentido epistemológico, a
concebir los lineamientos a políticas constructivas, mostrando a su vez el valor e
importancia de las artes, como forma de pensamiento, como oficio, como forma de
vida, como metodología de investigación y como conciliación entre lo material y lo
ideal (desde la construcción de las artes de pesca, hasta la misma composición que
armoniza la vida de un pescador en la del mar, la de un pez en cada faena).
De nuevo el Arte es la forma en que los seres humanos nos relacionamos con el
universo, con el entorno, y le damos nuestra propia interpretación, y ha sido la noción
sobre la cual se concibe el mundo y se interpretan las ideas. La pesca es su
equivalente como forma de construir, de interpretar y de relacionarse, de tomar una
79
posición sobre ese entorno en el que se dinamizan las sociedades costeras, la gente
de mar.
Y el arte es también esa manera en que he intentado expresar mis interpretaciones y
mis nociones sobre el mundo, sobre esas fracciones que he experimentado sobre un
entorno un tanto diferente al mío. Ha sido la expresión de mis percepciones en la
vida, ha sido la música otro lenguaje universal, que hoy he querido seguir apropiando
para combinarla con otra forma de ser intérprete, la antropología.
80
LISTA DE REFERENCIAS
Araujo, O. H. (1993) Tesis: Evaluación de los equipos de pesca artesanal utilizados en la costa del departamento de Nariño. Tumaco: Universidad de Nariño.
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