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DIVULGACIÓN
¿Cómo cambian de color los camaleones?
En la piel del camaleón hay una capa superficial con bolitas de guanina que forman un cristal
fotónicoJUAN MANUEL GARCÍA-RUIZ 6 ABR 2015 - 12:04 CEST
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Investigación científica
Ciencia
Ejemplar de camaleón pantera `Furcifer pardalis´. / MARC STAUB
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Uno de los placeres que nos permitimos los científicos es recrearnos con la
lectura de un trabajo bien hecho por un colega. El último que acabo de
disfrutar ha sido publicado en la revista Nature Communications por
Michel Milinkovitch y un equipo interdisciplinar suizo y trata de los
camaleones, esos extraños animales a los que, de niños, admirábamos
absortos durante horas en las tardes del verano andaluz: sus globosos ojos
que se mueven independientemente, su larguísima, rápida y certera lengua
bífida y sobre todo esa asombrosa habilidad para cambiar el color de su
piel. De eso trata el trabajo del que les hablo, de cómo cambian el color de
su piel los camaleones. Les va a sorprender el mecanismo.
Hemos aprendido en el colegio y en la vida que el color de las cosas
depende de los materiales de los que están hechas. Aprendimos que el
cobre daba una llama azul, el sodio un amarillo intenso, y el estroncio un
escarlata inconfundible. Y sabemos que para teñir fibras, colorear
alimentos o fabricar pinturas utilizamos pigmentos minerales u orgánicos:
los ocres rojos y amarillos de los óxidos de hierro, la púrpura de las
mucosas de las caracolas del género Murex o de la anilina, el azul ultramar
del lapislázuli, el carmín del ácido carmínico de las cochinillas, el amarillo
cúrcuma o el rojizo de la henna, por poner algunos ejemplos.
Instalación de la exposición “Cristales: un mundo por descubrir”. (http://cristales2014.org/)
Todo eso que nos enseñaron es cierto. Efectivamente, las moléculas de los
pigmentos absorben determinadas longitudes de ondas del arco iris de
colores de la luz visible y reflejan otras, es decir, reflejan su color. Pero lo
nuevo que debemos aprender es que hay colores que no se deben a los
materiales que los componen sino a cómo están distribuidos los materiales
que los componen. Resulta que en la piel del camaleón pantera y de otros
camaleones existe una capa superficial con células que contienen unas
bolitas de guanina de una décima de milímetro. Lo sorprendente es que
esas bolitas se ordenan al tresbolillo formando un cristal en el que la
distancia entre las bolitas de guanina es similar a la longitud de onda de la
luz visible, es decir formando un cristal fotónico, un cristal que difracta la
luz visible. Cuando la luz incide sobre ese cristal se producen
interferencias que intensifican ciertas longitudes de onda, ciertos colores.
¿De que depende el color intensificado? Pues de la periodicidad del cristal
fotónico, de la distancia entre las bolitas de guanina.
Los camaleones no cambian de color para camuflarse sino para ligar y para pelearse"Cuando el camaleón está en calma, las bolitas de guanina forman una
malla cerrada y la luz que se refleja es azul. Cuando el camaleón macho
quiere atraer a una hembra o plantarle cara a un contrincante, estira la
piel y las bolitas de guanina se separan por lo que la luz reflejada es de
color rojo. Los colegas suizos lo han comprobado de una forma elegante.
Han practicado una biopsia en la piel de un camaleón cabreado (de piel
roja) y la han metido en una disolución salina: la sal provocó que las bolitas
de guanina se acercaran y la piel tornó a color verde. Este mecanismo es
extraordinariamente eficaz para cambiar el color pero no sirve para
proteger al animal de la insolación extrema en los desiertos donde vive.
Para redondear el trabajo, los colegas suizos han descubierto que por
debajo de esa capa de cristales fotónicos existe otra capa de células que
también tienen bolitas de guanina de mayor tamaño y más desordenadas
que absorbe en el infrarrojo cercano y que, por tanto, es un eficaz
termorregulador.
Hay colores que no se deben a los materiales que los componen sino a cómo están distribuidos los materiales"Sepan que los camaleones no cambian de color para camuflarse sino para
ligar y para pelearse, para lo de siempre. ¿Y a nosotros, para qué nos sirve
esto? Para aprender de la vida a fabricar cristales fotónicos, trajes de
camuflaje, tejidos inteligentes, etc… Los brillantes azules y verdes de las
alas de las mariposas tampoco se deben a pigmentos sino a la interferencia
de la luz visible con las microestructuras de las escamas de quitina que las
forman. Lo mismo ocurre con el color de las plumas de las aves, o con la
iridiscencia del nácar y del ópalo. Son los llamados colores estructurales,
una forma de colorear que la vida encontró hace millones de años y que
hoy tratamos de imitar en nuestras fábricas y laboratorios. Lo que ahora
nos han descubierto los colegas suizos es cómo los colores estructurales
pueden ser activamente controlados por un organismo vivo ¿Lo podremos
hacer nosotros?
Puesto a buscar aplicaciones quizás esto también sirva para que cuando
usted vea a un niño absorto ante un camaleón una tarde de verano le
pueda explicar de qué va la ciencia y cómo funciona la vida. No todo son
milagros de primavera.
Juan Manuel García-Ruiz es cristalógrafo y profesor de investigación delCSIC Y utor del
libro Descubrir: divertimentos y cavilaciones científicas