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I I DIRIGENTES Y DIRIGIDOS ,slra Vúi- co- ,na- iho; Acaso el mejor conocido y, de cierto, el más pon- derado "descubrimiento" que podamos adscribir a las investigaciones en torno a la opinión pública rea- lizadas en nuestros días, sea el de la indiferencia e ig- norancia de una mayoría del electorado en las demo- cracias occidentales.'* Los electores son incapaces de definir los problemas en juego, sobre los que, por de- más, abrigan nulo interés; multitud son los que no sa- ben qué cosa sea el Mercado Común o incluso las Na- cionei Unidas; muchos los que no conocen los nom- bres de quienes los representan o de los que se oPtan como candidatos a éste o aquel empleo público. Las consignas que acompañan a cualquier campaña elec- toral, si se conciben sensatamente, portarán siempre anuncios como el que sigue: "En la biblioteca pú- blica de su localidad hallará Vd. los nombres de sus Senadores y Diputados en caso de que no los sePa con seguridad".r En algunos países eiste una mayoría que ni siquiera se preocuPa de ejercer su atesorado derecho al voto. * Escribo "descubrimiento" entrecomilladamente porque ese fe- nómeno ya era de sobras conocido a analistas políticos de otras épocas' l. "Common Cause", Report from Wuhington, vol' 2, n'" 3 (febrero 1972), p. 6. Véase en general B. R. Berelson y otlo ' Voting (Chicago' 1954); ingus Campbell y orros, The American tr/ol¿r (Nueva York' 1960)'

Dirigentes y Dirigidos

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Capítulo I del libro "Vieja y nueva democracia" del helenista Moses Finley

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Page 1: Dirigentes y Dirigidos

II

DIRIGENTES Y DIRIGIDOS,slra

Vúi-

co-,na-

iho;

Acaso el mejor conocido y, de cierto, el más pon-derado "descubrimiento" que podamos adscribir alas investigaciones en torno a la opinión pública rea-

lizadas en nuestros días, sea el de la indiferencia e ig-norancia de una mayoría del electorado en las demo-cracias occidentales.'* Los electores son incapaces de

definir los problemas en juego, sobre los que, por de-

más, abrigan nulo interés; multitud son los que no sa-

ben qué cosa sea el Mercado Común o incluso las Na-cionei Unidas; muchos los que no conocen los nom-bres de quienes los representan o de los que se oPtancomo candidatos a éste o aquel empleo público. Las

consignas que acompañan a cualquier campaña elec-toral, si se conciben sensatamente, portarán siempreanuncios como el que sigue: "En la biblioteca pú-blica de su localidad hallará Vd. los nombres de sus

Senadores y Diputados en caso de que no los sePa conseguridad".r En algunos países eiste una mayoríaque ni siquiera se preocuPa de ejercer su atesoradoderecho al voto.

* Escribo "descubrimiento" entrecomilladamente porque ese fe-

nómeno ya era de sobras conocido a analistas políticos de otras épocas'

l. "Common Cause", Report from Wuhington, vol' 2, n'" 3 (febrero

1972), p. 6. Véase en general B. R. Berelson y otlo ' Voting (Chicago'

1954); ingus Campbell y orros, The American tr/ol¿r (Nueva York' 1960)'

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Lo clue está, pues, en cuestión, no es únrcanrentela cuestión descriptiva de córno firnciona una de¡no-cracia, sino también la prescriptiva o normativa dequé es lactible hacer con ella -si es que, en ef'ecto, te-nerrlos en ese sentido un margen de operatividad.Existe un arrrplio y siempre creciente corpu.t de contro-versias enrditas sobre el terna, algunas de las ctralesevocar¡ ¡noderadas resonancias en el historiador de laEdad Antigua. Cuanclo Seyrnotrr Martin l,ipset es-cribe que los movimientos extrernistas "apelan a losdesgraciados, a los náufragos psíquicc-rs, a los fracasa-dos personales, a los socialmente aislados, a los eco-nórrrlcarnente inseguros, a las gentes incultas, rudas yautoritarias que se encuentran en todos los niveles dela cornunidad",2 ese hincapié evidenciado en el casode las gentes incultas y rudas despierta ecos platóni-cos en la permanente ob.jer-ión de aquel filósolb a quezapateros y tenderos desempeñaran un papel cual-c¡uiera en las decisiones políticas. O cuando Aristóte-les (Política, l3l9a- l9-38) argüía clue la rnejor de¡no-cracia sería un estado dotado de un amplio hinterlandrural y de una población de agricultores y ganaderosrelativamente poco numerosa, la cual "se hallara di-seminada por todo el campo, sin que se reuniese confrecuencia ni experimentara la necesidad de hacerlo",se percibe entonces cierta similitud con lo que un po-litólogo de nuestra época, W. FI. Mclrris Jones escri-bió en un artículo encabezado por el revelador titulode "En defensa de la apatía". Reza así: "Muchas delas ideas relacionadas con el tema general del Dere-cho al Voto pertenecen en rigor al campo totalitario yno encuentran lugar en el léxico de la democracia li-

2. Polilital MLtn (Gard,el City, Nueva York, 1960), p. 178. lHav trad.castellana: lll hombre potítico, LuÁeba. Buenos Aires.l

l0

beral"; adernás: la apatía política constituye un"signo de comprensión y tolerancia de las variedadeshulnanas" y produce un "beneficit¡so ef'ecto sobre el

tono general-de la vida política", en razón de que latal es "una rnás o Inenos efectiva contraf'uerza Paraesos fanáticos que representan el auténtico peligro de

la dernocracia liberal".sMe apresuro a decir que no es rni intención aquí

caer en la reiterada banalidad de que nada hay nuevobajo el sol. Al profesor Lipset le deiaríarnos perplejoy probablernente horrorizado si le atribuyérarnos el

iitirlo de discipulo de Platón, y tengo mis dudas sobre

que el profesor Morris Jones se considere a sí mismocotno ün aristotélico. Para empezar, tanto Platóncomo Aristóteles condenaban por principio la demo-cracia, mientras que los dos criticos rnodernos a los

que nos referimos se profesan corno demócratas.Adernás: rnientras que todos los que en la Antigüe -clad se ocupaban de teoría política lo hacían exami-nando las diversas formas de gobierno desde unpunto de vista normativo, esto es, de acuerdo con su

lapacidad para ayudar al hornbre a realizar un finrnoral en comunidad, o sea la justicia o la vida recta,los autr:res rnoderncls que colnParten la orientaciónde Lipset y Morris Jones son menos arnbiciosos: éstos

evitan los'fines morales, los conceptos al rnodo de lavida justa y acentúan los medios, la eficiencia del sis-

terna político, su sosiego y su aPertura'Lf publicación en 1942 de la obra de Joseph

Schurnpeter Capitalism, Socialism and Democracy'"

brindó un poderoso empuje a esta nueva orientación.

3. PoLiticaL Studies, ¡." ? ( 1954), 25-37, pp. 25 y 37 respertivarnente.

"' Hay traducción casteilana'. Capílulísma, Sotiali.vno y Denocrada,Aguilar, México, 1961. [N. r/¿/ 7-.]

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Yl" d: los pasos críricos de ese libro es que ,,el autordefine la democracia como un método bién adecuadopara producir un gobierno dotado de autoridad yfuerza. A la definición de la democracia misma no sáañaden ideales de ningún tipo. Esta no irnplica por sírnis¡na nociones de responiabilidad cívici o de ex-tensa participación en lo político, o cualesquiera ideassobre los fines del hombre... La libertad y ia igualdadque han sido parte y esencia de pretéritai defirricio.re,de la denrociacia .son consideiadas, a los ojos deSchumpeter, como factores no integrantes de ésa de-finición, p"I T{ dignas que aquéllas puedan ser encuanto ideales".a

De esta forma, el tipo de fin que platón se propo-nía se ve rechazado no ya por riatarse de unh metaerrada, sino por tratarse sencillamente de una meta,lo 9yg es aún más radical. 'Ienemos, pues, que los fi-nes ideales son una amen¿rza en sí mismos, tanto siaparecen en filosofías modernas cuanto si lo hacen enPlatón. El libro de Sir Karl Fopper The Open Societ2and lt.s Enemies "' constituye quiiá la mejor expresiónconocida de esa opinión, por'más que lital se eviden-cie también (aunque él negara ésta asociación deideas) en la distinción debida a Sir Isaiah Berlin entrelos conceptos "negativo" y "positivo" de la libertad,esto es, entre la franquía con respecto a interferenciaso coerciones, la cual

_es aprobada, y la libertad para

conseguir la autorrealización que, en la evidencii dela historia postulada por ese autor, ficilmente se re-

4. Ceraint Parry, Political Elites (Londres, 1969), p. 144. Sería más¡rrrriso tlecir que res capítulos (Zl-23) de la ob¡a de dchumpeter llevantorlo.cl peso de la argurnentación. Cito a partir de la 4." edirión (Londres,I ')54 ).

" I l:ry naducción castellana: La sociedad abierta I sus enemigos, paidós,llrrcrrrrs Airt's, 1959. IN. del'f.]

| ').

¡uelve en una justificación de "la opresión de unos

'hornbres por parte de otros con el fin de elevarlos aiun grado, 'superior' de libertad", un o'juego de pres-tidigitación" qur se llevará a cabo una vez que se hayadecidido que "la libertad en cuanto autogestión ra-cional... se aplicaba no rneramente a ia vida internaclel hornbre, sino también a sus relaciones con otrosrniembros de su comunidad".5

Existe otro enfoque que nos perrnite apreciar lafündarnental diferencia entre ambos puntos de vista.'Ianto Platón como Lipset dejarían la gestión políticaa los peritos en ella: el primero a filósofos que, rigu-rosarnente cualificados y en posesión de la Verdad, se

guiarían en lo sucesivo y de manera absoluta por esa

Verdad; el se¡¡undo abandonaría esa función a lospolíticos prof'esionales (o a los políticos de consunocon la burocracia), quienes se guiarían por su conoci-rniento del arte de lo posible y que periódicamente se

sorneterían al examen de unas elecciones, o sea, elrnecanismo democrático que confiere al pueblo la ca-pacidad de optar entre grupos de expertos encontra-dos entre sí y que, en esa medida, constituye unaforrna de control. Aunque arnbos concordarán enclue la iniciatiaa popular en las decisiones políticas es

algo desastrosc, -o sea que "el gobierno del pueblo,por el pueblo y para el pueblo" no es sino ingenuaideología*, la divergencia que representan estos dosdif-erentes tipos de expertos evidencia dos concepcio-nes fundarnentalmente distintas de la finalidad de lagestión política, concepciones separadas de los come-tidos a los que el Estadc-¡ debe servir. Platón era acé-

5. fwo Loncepts aJ Libert2 (lnaugural Lecture, Oxlbrd, 1958), reirn-preso en Four Essons on Llbertl (Londres, I 969), pp. I I 8- t 72; las expresio-nes citadas aparecen respectivamente en pp. 132, 134 y 145.

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rrirno ene¡nigo del gobierno del pueblo; Lipset es s{paladin,. siempre y cuando en esá fórmula se privilelgieal substantivo "gobierno" (en cuanto algo áistintocle la tiranía o de la anarquía) Frente al adjétivo ,,po-1

pula1.', y en especial siempre y cuando noéxixa párti-,cipación popular en el sentido clásico. por estas razo-nes, la "apatía" queda metamorfbseada en un bienpolítico, en rrna virtud, en una cualidad que en al-guna rnanera rnisteriosa se vence a sí misma (y a la ig-norancia poiitica que le subyace) en aquellas momen-taneas ocaslones en que se invita al pueblo a que es_coja entre esos pugnanres grupos de peritos.6-

Quizá debiera haber utilizado el término ,,élire',

a.ntes que el de expertos. Las teorías elitistas de la po-lítica y de la democracia ya tienen carta de .r.t,r.uÍ.r"en el rnundo académico. aunque no salgan a la luzcon tanta frecuencia, por evidentes razones de pubticreiation.s, entre los políticos practicantes. Esto es asídesde que los conservadores Mosca v Pareto las intro-duleron en Italia a comieruos de siglo, seguidos porel trabajo, que incluso ejerció un influjo -ayo., deRobert Michels con su oltra political parties, publicadapoco antes de la Primera Guerra Mundial., Este úl-

6. Este riefecto de la reoria que glorifica la abulia ha sido señaladopor.J. C. Wahlke, "Policy Dernands and Systern Supporr: The Role ol theRcpresented", BritishJournuL o/ l,olit.ical ,Sci'ente, n." 't (lSlt), pp. 271-?90,sol¡re todo.en pp. 274-276..8s sorprendenre que el propio WiÉlke, al pos_ttrlar una "teoría refbrmr¡lada dá la representación",'basada en el ion-cepto <le "satislácción simbólica" levela un desinterés sirnilar por el con,tenido cle las decisiones gubernarnent;rles. En la p. 2g6 escribe': ,,L<¡s ,ba-jos niveles' de interés por parre del ciudadano, han de entenderse ahora,si no existe eviclenr:ia en sentido contrario, no corno puros signos de.apa-tía' o 'negativisrno', sino corno probables inclicadoies de un moderádoapoyr) a Ia rlase p,rlírita".

7. . I-a traducción inglesa se clebe a Eden y Cedar paul (Londr.es,

i9l5), l¡asada en una revisarla edici(¡n italiana, i ha sido relrnpresa (on

l4

[i,no, qr.r. entonces era un socialdemócrata alemán

kurt.t.t,r. con posterioridad se convirtiera en un entu-

siasta partida;io de Mussolini, a cuya Personal invita-

]ción ocupó una cátedra en la Universidacl de Perugia

en l92S), era, Política y psicológicamente' hostil a las

élites y preferíi el vocabio "oligarqttía". f)e hecho, el

I r"btitilb de su libro es "A Sociologicai Study of the

Oligarchical Tendencies of Modern Democracy"' -"Con

el empleo de la voz élite nos toPamos con di-ficultades semánticas' Ésta siempre ha tenido, y sigue

teniendo, un aura de significaciones en exceso ex-

tensa, siendo muchas de éstas confundentes o inati-nentes en el Presente contexto. (Asj, Por ejemPlo,. el

traclicional sbnddo aristocrático.) E Algunos de los

rnás influyentes politólogos que he agrupado tras.el

estandarté de Lipset consideran que tal apelaciónconstituye un insulto, aunque tal no sea el caso colt su

paladín.6 A pesar de tales bb¡eciones -y confieso miindiferencia ante su indignación-, la "teoría elitista

de la dernocracia" identifica esa opinión con más aP-

titud que cualquier otra etiqueta .que pudiéramosproponer, y ésa es la que emplearé aquí'' Mut, aparte de esta-cuestión de etiquetas, es evi-

dente que éstamos ante un Problema histórico de pri-lner orden, a cuyo examen tendremos que Proceder'Tal problelna pértine de consuno a la historia de las

rrna i¡rtroclucción debida a S. M. Lrpset (Collier Bo<iks. Nueva York,1962). Mis citas proceden de esta últirna.

8. Véase, engeneral, Parry, PoLitical Elite:;T. B. Bottornore, Elites and

Sorirl¡ (Londres, 1964; ed. Penguin, 1966).

9. Véase J. L. Walker, "A Critique of the Elitist Ttreory of Demo-cracy", y la airada réplica de R'. A. Dahl, Aneriran Political Science Reaiew,

n.' 60 ( i966), pp. ?s5-305, 39 l-392; Lipset, en su Introducción al libro de

Michels, PolitiruL Partie.r, pp. 33-39.

r5

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ideas y.a.la historia de la gestión política. En la Anti_güedad, la inmensa -avoiíu de lós inrelectt¡ale, ;;;_denaba el gobierno popular, y aducía a ese fin ua.iar'lexplicaciones.justificidóras de'su acrirud, así como un l

conjunto rle propuestas alternativas. Sus herederos dehov, sobre todo los occidentales, aunque no exclusi_valnente, concuerdan en mayoría igualmente abru_tr11{"tu

"l qu".la democracia es la'mejor lorma degobrerno, la.meior que conocemos y ta rñejor que po_de¡nos irnaginar. Con rodo, muchoí están"de

"trr.idotarnbién en el hecho d.e qye los principios en los quela dernocracia venía siendo u.uji.io.rál-ente ;ustifi_cada son principios que en la práctica ya han áeiadocle operar; además, que no es posible volue.los J ha_rer efectivos si se preiende qué l" democracia sobre_

]iY" Et irónico c¡ue la teoria elitista se postule conmas reclo vlgor en Inglaterr.a y en los Estaüos Unidos,esto es, en las que ernpíricarnente son las más exitosascle¡nocracias de los tiernpos rnodernos. ¿ Cómo es po_sible haber llegado u eriu paradójica y"peculiarísimasituación ?

Es evidente que en ella se desvela una confüsiónse¡nántica. Corno ha hecho notar hace poco un ana_lista, las voces "dernocracia" y ,,de-áaaático,, ,,sehan convertido en el siglo veinté en vocablos que im_pli<an aprobación de Ia sociedad o insritución queclescnben. De nccesidad ello ha implicado q,r. tul.,palabras perdiesen valor en el sentido en que, sinproceder a ulteriores definiciones, ya no nos'permi_ten distinguir una fbrma de gobierúo de orra".r0 Noobstante, el cambio semántiio nunca es accidental osocialrnente indiferente. A menudo ha sido el caso de

10. Parr,¡, political titite.¡, p. t4l.

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c¡ue, tarrrbién en el pasado, el uso del térrnino "de-rrrocracia" autorrráticarnente "irnplicase aprobaciónrle la sociedad o institución así descrita". En la EdadAntigua se trataba igualmente de una palabra cuyoernpleo por parte cle rnultitud de autores ya denotabauna acerba corrdena. Después la voz clesápareció delléxico acosturnbrado hasta el siglo dieciocho, en elque reapareció con sentido de rnenosprecio. "Raroes, incluso entre los philosophes lranceses anteriores ala Revolución, que hallernos alguno c¡ue emplee elténnino dernocracia, en alguna relación práctica,con acento fávorable".rr Cuando Wordsworth escri-bió en una cana personal de 1794: "yo pertenezco aesa odiosa clase de hornbres llamados demócratas",lo que.estaba diciendo era un desafío y no una jocosasátira. r2

Fue entonces cuando las Revoluciones francesa yarnericana iniciaron el gran debate decinronónico(lue, en última instancia, ha concluido con la victnriade una de sus facciones. Ciertanrente que en la décadade los treinta aún se oían en Norteamérica voces queinsistían en que los Founding Fathers nunca se propu-sieron fundar una democracia, sino una república.Sin ernbargo, esas posiciones eran y son harto rnargi-nales. Huey [,ong captó adecuadarnenre su sentidocuando afirmó que, si el fascismo llegaba un día ainstaurarse en los Estados Unidos, lo haría con elnornbre de antifascismo. El apoyo popular otorgadoal senador McCarthv "representó antes un esfuerzornalentendido por defender los ideales democráticos

ll. R. R. Palnler, "Notes on the lJse of the Worcl ,,Dernocr.acy,,1789-1799", PoliticaL St:itnce (lnterh, n.,, 6tt (1953), pp. 203-226. p. ?05.

12. Il¡id.. u. 207.

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alnericanos que no un consciente rechazo de los mis-¡nos",l3

Mirado desde cierto punto de vista, este consensoequivale a una degradación del concepto hasta elpunto de haber abocaclo a su inutilidad analítica,corno hernos visto. Erraríamos, no obstante, si noscontentár'arnos con fbrrnular esa verdad. Si, en efecto,se da ei caso de que tanto los académicos defensoresde la teoría elitista y los defensores estudiantiles de lasrnani[estaciones y asarnbleas rnultitudinarias y Per-rnanentes pretenden, cle consuno, erigirse en salva-guardia de la de¡nocra.cia real y auténtica, el hecho es

que estarnos siendo testigos de un nuevo fénórnenoen la historia humana, cuya novedad y peso son rne-recedores de toda nuestra atención. Habremos de

consiclerar no sólo por qué la teoría clásica de la de-rnocracia serneja estar en contradicción con las prác-ticas observadas, sino también por qué razones lanrultitucl de respuestas diferentes que se postulanpara'rtal observación, aunque sean tnutuantente in-cornpatibles, comparten todas la creencia de que laclernocracia es la fbrma óptima de organización po-lítica.

El aspecto histórico de esta situación está reci-biendo una atención menor que la que en realidadrnerece. Me perrnito observar que no es evidente larazón por la clue en la contemporaneidad tendríamosque encontrarnos con esa quasi-unanimidad acerca

de la virtudes de la democracia, cuando durante larnayor parte de la historia ha ocurrido precisamente

... lo contrario. Rechazar tal unanimidad como fruto de

13. Herbert M<:Closky, "Consensus anrl ideology in Anrerican Poli-ti<:s", Atnerícan Pol.itícal Scienre Retiau, n." 58 (1964), pp. 361-382, 377.

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la devaluación de la rnoneda léxica, o prescindir de laotra vertiente de la disputa cual si se tratara de uncaso de ideólogos que ignr:ran el buen uso cle las pa-labras, no es sino evadir la necesidad de explicación.La historia de las ideas nunca es, sirnplernente, la his-toria de las ideas; tarnbién es la histoii4 dq las inslitu-ciclnes, de la socieclad rnisma. Ui.tr.ti p""saba que élhabía descubierto la "ley ferrea de la oligarquía" alescribir: "La dernocracia conduce a la oligarquía ycontiene por necesidad nn núcleo oligárquico [...] t-aley que constituye esencial característica de todos losagregados hurnanos y que consiste en formar gr uposy subgrupos se halla, como todas las demás leyes so-ciológicas rnás allá del bien y del rnal".ra La conclu-sión dirnanante de aqui era su profundo pesirnisrno(hasta que se convirtió al credo rnussoliniano).r5

Otros "elitistas" ¡rás recientes han tratado delirnpiar esa nrácula. Sostienen así que se evidencia t¡n

"..ó, .r la "clefinición" de Michels cuando caracte-riza "cttalquier separación entre dirigentes y dirigidoscortto ip.so.facto ttna negación de la democracia".16 Laobservación ernpírica, prosiguen éstos, nos revela queesta separación entre dirigentes y dirigidos es opera-cionalrnente universal en las democracias, y que, ha-

I l. Pt¡lttitttl l','¡tte¡. tt. t .

1.5. Claetano Mosc;r, contraliarrrente, rluc había sirlo un di¡rutatlor'ortscrvarlor hasta su ittgleso err ci Scnarlo corrto rniernlrr., r'italirl,r, rci-tero ctrctgitarrrente sr¡ al)()\().r l.r tlell,'tr:rti¿ rc¡rresentativa una vez (lrreN{ rrssolini llt:gri al podcr ; véasc el capítrrlo I 0 de la edición rle 1 89ti dc strs

I,.itnt¡tlilLuunutfoli.lica vcl capítukr6desuedicionrle 1923,¡rulrlitadoslt'r¡rct'tirarrtente couro r:apítulos l0 v l7 de la traduccirjlr inglesa, r'on eltrt,ij,, ,i,' llu R,tli,tQ ¿./,¡',. rk'l'irl¿ ,r H. D. h¿lrrr. trlir,rrla ¡,,,r Arrlrru Li-vinsstone (Nucva York y l,or.irlres, M39), <rrvas pnrebas {ireron leirlas porr'l rrisnro Mosca.

10. l-i¡rset r:rr su lnlrod¡urión a l¡l obra cle Michels I'altlrcaL Puti.¿.t.

I). 34.

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bida cuenta d...q". todos concuerdan en que la de_rnocracia es la fbrma i.rptirna de gobierno, ie seguiráde aquí que esa "separáción", empíricamente ohser_vada, es una cualidád de la demoJracia y no una ne_gación de.ésta,

.I qtr", por tanto, es una virtud" ,.Elere¡nento drsttntlvo y máj aalioso de la democracia es laf orrnacii¡n de una "élite', política en la lucha ,.,r,rr¡r.,_titiva por los votos de un electoradop.arte pasivo" (la cursiva es rnía).r7 t:rltlr,ll.:.ljiisilogisrno conlporta una ,,rnaniobra lalaz i i.l",r-IOglca , a saber, "ult intento por redeseribir r¡ll <.sr:rrl,rde cosas funesto e innlediatarrr..rt. clado en tal rrr:r_l-iera que se consiga su legitimación".18 No s<: of rr.r.<,aciuí ningún.argumento.,.aparte del tibio rcs¡rlarr<krrque evoca el término ,,democracia",

que iristifi<¡rrclos procedirnientos al uso en las de-,j,,ra,,ius o<.r.i _

dentales. A éstos se los aprueba por definir.irj¡¡, <orrrocontrapartida a la defiltiiiOn ,.oligarquir:a"

<¡rr<,of x._cia Michels.

Precisarnente es en este punto en el qrre unil ( ( )nsr _

l,f:^:t:l -ltsrórica pudiera resultar fir-icruora, <.r¡,r._

crtlcarnente una consideración de la exper.ir.nci,;r rkrlos antiguos griegos. "Democracia" es, por sul)ir(,sr()runa voz helena. La ¡egunda parte del térrnino sigrri_fica."poder" o, "gobiérno"; así tenemos c¡uc, .,lrrro_cracia" es el gobierno de un solo hombre; ..ar.istor.r.a_

t7. tbid., p. 33.I ¿i. Qrrcntin Skinner, ,,The Ernpirical T.heorists ol Dt.rr¡rx r¡rr y .r¡¡rlTheir Critics" (próxirnarnente cn el baüiltat Sci.rr,, q,i.otu4,t, r¡rr<. lir.rrrilnrcnte rne ha perrnitido leer en srr nr¿nuscl.lto y que, a la v{,2, olrlr r, rrrr.r

excelente reseña de toda la rliscrrsión. CL GraeÁebuncan v Srt,r,<,ll Lr¡kcs,"'Ihe New Dcrnocracy", t,olitical ,\¿uclie.¡, n." f f tfSO:), pp. Ifi.5_177, ¡rIfi3:"Secvide'ciauno'vio n.on:equlturenÍre.,loquellanralr's(l(,rrr()(¡il

cia" y la "derrror:racia,'; véase.tarnLién eete. Aa.i,_'u'r, :[he t.fuor^t ,¡ 1t,,,,,,,(r¿trc [,liti:n, ,4 Cri.liquc (t,onc]res, 1969), pp. 5_6. 95_99.

20

cia", el gobierno de los aristoi, o sea, los mejores, la"élite"; y "democracia", el gobierno del pr.reblo, deldemo.t. Dernos era una de esas palabras proteicas dota-das de varios significados, entre los cuales figurabanel de "pueblo corno un todo" (esto es, el cuerpo delos ciudadanos, para ser más preciso) y "el vulgo" (osea las clases inferiores), y los debates teóricos de laAntigüedad frecuenternente juegan con esta centralarnbigüedad léxica. Como era de esperar, füe Aris-tóteles quien acuñó la rnás penetrante formulaciónsociológica del sistema (Política, 1279b34-80a4): "Pa-rece rnostrar la argurnentación que el número de los¡;obernantes, sea reducido como en una oligarquía oamplio como en una democracia, constituye un acci-dente debido al hecho de que doquiera los ricos sonpocos y los pobres muchos. Por esta razón [...] la dif'e-rencia real entre democracia y oligarquía es pobreza yric¡ueza. Siernpre que los hombres gobiernen en vir-tud de su riqueza, sean muchos o pocos, estaremosante una oligarquía; y cuando los pobres gobiernan,estaremos ante una democracia".

El argumento aristotélico no era puramente cies-criptivo. Tras su taxonomía se escondía una distin-ción norrnativa, a saber, el gobierno en nombre delinterés general -signo del mejor tipo de gestión pú-blica- y el gobierno en interés o beneficio de una sec-ción particular de la población, rnarca del tipo peor.El peligro inherente a la democracia era para Aris-tóteles el de que el gobierno de los pobres se degra-dara en la forma de gobierno en su interés, opiniónsobre la que versaremos en el siguiente capítulo. Aquíme concentraré en la cuestión más ceñidamente ins-trumental de la relación entre dirigentes y dirigidosen la gestión política.

2r

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- Después de todo, fueron los griegos <.¡uienes cles-

cubrieron no sélo la dernocracia, sino tarnbii:n la rro-lítica: esto es, el arte de arribar a decisiones ¡ne<liantcla discusión pública y, después, de oberlc<:er. a (alcsdecisiones corno necesaria condición cle la <'xisrt'rrr.iasocial de los hornbres civilizados. No rne o<.rrpo a<¡rríde negar las posibilidades de que existier-a,r r.ic",¡rl<r,anteriores de democracia, las llarnaclas <lc,lr,,<.r-¿i< iastribales, por ejernplo, o las dernocra<.ias <k. la M<'so-potarnia antigua clue algunos asiriólogos (.t.('('n ¡rorl<,r-encontrar. Sean ct¡ales sean los he<'hos a(.('r'(.¿r rl<.<.st;rsúltirnas, el hecho es (lue su iur¡racto en la lristo¡.i¿r, sr¡-bre las sociedades ulteriores, fi¡e nul<¡. l.os ¡¡rr<,gos, ysólo los griegos, descubrieron la tlc,uror.r.:r<.i¡r <.¡r ralsentido, de idéntica rnanera a conl() Cr.isrtil¡irl ( lolrln vno algún marinero vikingo dc's<'r¡lrrió Arrri'ri<.r.

Los helenos fueron, pues, los ¡rrirrrr.r',rs (lu(. l)(.n,saron sistemáticarnente acerca rlel artt' rl<, l;r t¡,rlírir¿r(nadie disputará tal extrerno), los ¡rrirrr<.r'.,s ,¡rr,. ,,1,-servaron, describieron, cornentar()r) y, ('lr lilr, lor urr¡-laron teorias polítit'as. Por l¡ue¡las v srrlit ir.ur<.s ¡,rr,,.nes, es el caso que la únir,a clernor'r'ar irr gr i<'g;r (¡¡(. l)()-demos estudiar en profündidacl, la rl<, Arr.rr:rs r.rr lossiglos v y IV a. C., fue también la lrr,ris f <,r'rrlrrlrr irrrr,lr.r -tualmente. f)octrinas griegas originurllrs ¡ror l.r r.r¡,<'-riencia ateniense fueron las <¡ue lcy<'r'orr lirs rl,¡s .,.rir ,,-rias pasadas, en la medicla

"r\.¡.,.Jla l<.r.r rrr:r rlr. l;r l¡is

toria desempeñara algún papcl r:n cl oril3<.rr v rk.s:rrrollo de las modernas teol'ías <lcnror r';iti< l¡s. I'or r.st.rrazón nos relbrirelnos a Atenas ('n ¡lu('rilrr¡ inlr.nto tlcexponer qué era la derno<:racia <k' la l,,rllr<l Arrti¡rr;r. "'

" Tambión los r.¡.;lrrr¡s rlisr.rrlirr,r r.l ¡rr,l,lr.rrr,r (l¡. r.r .(.'r,,t r.r( ¡.r,peroel interésdeiot¡rrett'rríarrr¡rrr.<kt.ir ;rl rt:s¡,r.,to(.\r,\r.r.,,, I.r.r.rl¡,r,rlr.

(),

Tan füerte fue el impacto del caso ateniense que

incluso algunos teóricos elitistas de la conternPora-neidad le rinden la debida pleitesía, aunque sólo sea

para postular después su Presente.inaplicabilidacl'b.rr ,1" las razones- que con fiecuencia se aducen tie-

nen, en reaiidad, ménos peso que lo que con ellas se

pretende hacer valer. Una es el argumento de laituyo. comple.jidad de ia actividad gubernamentalprctisa<{a en los tiempos modernos. t,a flalatia es que

ios problernas <lirtlanantcs de los acrrerdos moneta-rios internacionaies o de los satélites esPaciales son

problemas técnicos y no políticos, "susceptibles de

ioluci<in por peritos o máquinas al igual que lo.s.on

las disputas entre médicos e ingenieros".re Tambiénlos atenienses ernplearon exPertos en finanzas y.en- il-geniería, v la innegablemente tluyot simplicidad..deios r¡roblernas con los que se enfrentaron no implicade por sí urla diferenciá política de comparable en-

vergadura entre arnbas situaciones. Los Peritos técni-

cos, v sobre todo militares siempre han ejercido su in-fluencia, y siempre han tratado de clue ésta fuese aúnrnayor; mas las áecisiones políticas comPeten a los di-rigéntes políticos, tanto hoy como en el pasado..La"ievolución de los menagers" '* no ha rnutado este he-

seguncla rnan(), en el pe<lr sentic{o de la exprcsión' o sea' provenlente unl-

carnentc rle la ex¡terienr:ia libresca. Puesto qrre Ronla nt¡nca había sido

rrna detnorrar:ia de acuerdo ton cualquiera cle las rleÍiniciones (le este té[-

rnino qrre detnos por aceptablcs, aunquc fuera el casorle clue algurra-s ins-

titr¡ciones populares ,. itc.r.p.r.,,tat en el sistema de gobierno oli¡4ár-

c¡uico de la Repirblica Rorrrana.

19. llerlín, p. I lB, al relérirse a un (:ontexto diferente aunque ernpa-

rentaclo.

"' Alusión al título del célebre libro de Burnharn, 'l'he Marttageriol Rc'

toltl[ion.

¿c

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Page 9: Dirigentes y Dirigidos

cho fundarnental de la vida política.z0A continuación tenemos el argumento clirnanante

de la existencia de la esclavitud : el dcmo: areniense er.auna rninoría, una "élite", de la cual la nurrrerosa po_lrlación esclava se hallaba del todo excluida. Es cieiro,y la presencia de ese gran contingente de esclavos noPgdt" por rnenos de afectar tantola práctica cruanr() laideología. Así, favoreció la sinceridld y la fianr¡ur:zaacerca de la explotación de unos hornbrcs por on.os,por ejernplo, o la.justificación de la guerra. Ar¡rl¡ascosas son las que expresaba de consrrno Arist<itelcscuando rudamenre incluye (polítira, l3BBbBg-34a l).entre las razones por las que los estadistas tierrcn r¡rrr.conocer el arte de la guerra, la de ,,convertil.st,'<,rr

dueños"de los que -.ie...r ser esclavos',. Mas, ¡ror.otro lado, una descripción de la estructura so<.ial ¿ir<._niense queda lejos dé ser agotada rnedianrr: cs:r rlivi-sión binaria entre hombres libres y esclavos. Arlr<.s <lt.aceptar que el carácter minoritarío d.el det¡u¡¡ r.(.st(, ilaquella experiencia toda aplicabilidad a nLresu.() (.rrs(),será menester examinar más de cerca la r:orn¡losir.irirrde esa reducida "élite", el demos, o sea, el t.ri<.r¡,,, <k.los ciudadanos.

Hace medio siglo se forrnuló de esta nlarr<.nr l<rque hoy ya es una opinión generalizada: ,.Mer.<r.rl

¿r lueducación elemental extendida a todos, hclrros t.o_rnenzado a enseñar el arte de manipular i<kras a krsque en la Sociedad Antigua e.u.r .rciuuos... l,<¡s inrli_viduos a medio instruir se encuentran en r¡n r:starlornuy influenciable, y el rnundo se compone hoy ¡rr.i rr-

, ,29 Ni siquiera el más nrelifluo y nrenos apocaliptitrr <l<, los ¡rrof <.r;rsdel sino tecnocrático,Jean Meynaud, rrre ha logratlo jre,.t,arlir t,¡r scrtirlrrrnverso; véase, por ejenrplo, str extraordinaria ol¡ra ltt.hnool¿/). trir(lu(ción inglcsa dc Paul Barnes (Londres. l96g).

24

cipalmente de individuos a rnedio instruir. Son, pues,

cápaces de hacerse con las ideas; rlas no han hechosuyo el hábito de ponerlas a prueba y de paralizar en

ese intervalo su capacidad de decisión".2r Si esa pro-posición es válida referida a esos individuos a ¡nedioinstruir *en esa cuestión no entraré-, su aplicaciónpolítica en el caso de la antigua Atenas no aPunta a

los esclavos, sino a una gran Parte del demos, a loscarnpesilros, tenderos y artesanos que erall ciudada-nos al igual qtre las cultivadas clases superiores. La in-corporación de tales gentes a la comunidad políticaen cuanto miembros de pleno derecho, Irovedad sor-prendente en la época, rararnente se repetiría después

y recupera ya, por así decirlo, una parte de la perti-nencia de la democracia antigua para nuestro Pro-pósito.

La población de Atenas ocupaba un territorio de

un rnillar aproximado de rnillas cuadradas, Inás omenos el tamaño dei condado de Derbyshire, RhodeIsland o el Ducado de Luxemburgo. Durante los si-glos v y IV antes de Cristo no se dio nunca el caso de

que una parte mayor clue la mitad habitara en los doscentros urbanos existentes. o sea, en Atenas o en laciudad portuaria del Pireo. De hecho, durante lamayor parte del siglo v, la fracción urbana se acer-caba más a un tercio que a la rnitad del total. Los de-rnás vivían en pueblos, tales corno Acarnas, Maratóny Eleusis, no én explotaciones rurales aisladas quesiempre fueron -y aún son- escasas en el Medite-rráneo, ¿ Un tercio o la rnitad de qué totalidad? Care-cernos de cifras fidedignas, pero podemos conjeturar

21. H..f . Mackinder, Demotratic ldeals and Reality (Londres, l9l9), P.243.

25

Page 10: Dirigentes y Dirigidos

razonablemente que los ciudadanos varones adultosnunca excedieron los cuarenta o cuarenta y cinco mil,y este núrnero decreció bien por debajo del total en

varias ocasiones, por ejernplc,, cuando Atenas fue

diezmada por la peste en los años que van del 430 al

426 a. C. Con esas reducidas cifras cle habitantes, con-centrados en pequeños agrupamientos de residencia y

llevando esa típica existencia mediterránea al aire li-bre, la Atenas antigua constituíá un modelo de sotie-dad en la que unos estaban siernpre en prescnc'ia <le

otros. Lc¡ que nosotros conoceillos, Por eierrl¡rlo' tlnuna cclmunidad universitaria Pero en el presentc (lcs-

conocida ya a nivel de rnunicipio, por no clet'ir <lc lir

nación.2? "Un Estado comPuesto por dentasia<k¡s i¡r-

dividuos -escribió Aristóteles en un farlttls,¡ ¡tlrs;rit'(PoLítica, 1326b3-7)- no será un Estado vt:¡<la<lt'ro,

por la sencilla razón de que práctic,alnente t attt <:t ii <lt'

áuténtica constitución. Pues, en ef'ecto, .r<¡tri('n ¡ro<lr'áser general de una masa de hornbres tall ('x(('sivl-mente nurnerosa? ¿Y quién el heraklo, sino t'l l'.str.'lr-

tor?" "'

La refbrencia al heraldo (es decir, el ¡rt<r¡¡ortt'ro)resulta ilurninadora. El mundo de los gricg()s ('r;¡ alllctodo un rnundo de la palabra hablac'la, tlo <'s< t it¿¡. l.ainfbrrnación sobre los asuntos pirblicos st' t ortf ialxren su distribución al heraldo, al cartel tl<' ttr¡lit ias, alos chismorreos y rumores, y a las dis¡lrrtas y ( tl('lltasverbales propias de las distintas contisi<-¡trt's y lt:iarIr-

bleas que constituían la maquinaria tlt'l l',sl¡rrl<¡.

22. Véase Peter Laslett. "The Face to latt'Sotit't\'". r't¡ L.trlctt. r'rlit.PhiLosofhy, Pol.itic.s and Soclerl (Ox{brd, l9fiti), p¡r. 157 lx'1.

" Personaje hornérico (lLíada,Y,785), luegtt ¡rtovttlri,tl, r¡ttr'¡1rtl,tlrrtcorrrr¡ cincuenta hombres. lN. del T.1

26

Aquél era un rtundo no sólo carente de medios de

coinunicación de rnasas, sino' sencillamente' sin nin-

sún rnedio de comunicación en nr¡estro sentido del

iénnino. Los dirigentes políticos, al carécer de docu-

mentos que pudieran conservar en secreto (salvo en

contadas'excépciones), al carecer asimismo de mediosde comuni.uiiótt que pudieran controlar, estabanpor necesidad abocados a una relación directa e in-inediata con sus electores y, por ende, se hallaban

baio el rnás directo e inmediato control. No pretendo '

.*órurur. así que en Atenas no existiese lo que es

,.rádu llamar'hoy el margen de credibilidad, em-pleando ese euf'ernismo, sino que, de existir, tendría

qu" r"r otro tiPo de margen, con dif-erente fuerza.

Las diverge.ncias que hallamos en cuestiones de

rnedios públiios de comunicación no constituyen de

cierto uña explicación suficiente. Existía un factor de

rnás peso, a táb.t, que la democracia ateniense era di-recta, y no rePresentativa, en un doble sentido: Iaasistencia a la'Asamblea soberana estaba abierta atodo ciudadano, y no existían burócratas o funciona-rios públicos, con la excepción de unos pocos escri-

bas, bsclavos propiedad del Estado mismo, que regis-

traban lo irnpréscindible, copias de tratados y de

leyes, listas dé contribuyentes moros.os y demás.. El

gobierno era de esta suerte ejercido "por el puetrlo"én el sentido más literal de la palabra. La Asamblea, a

quien i¡rcumbia la decisión final sobre la paz o la gue-

ri'a, los tratados, las finanzas, la legislación, las obras

públicas, en una palabra, sobre todo el ámbito de la

actividad gubernámental, era una reunión al aire li-bre en la cual particiPaban masas de tantos millaresde ciudadanos mayores de dieciocho años como se

preocuparan de éstar Presentes en cualquier día

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dado. Tal Asamblea se reunía frecuentemente en elcurso del año, con un mínirno de cuarena veces v.por lo común, llegaba a una decisión sobre el asunütratado en debate de un solo día, en el cual, en princi-pio, todos los presentes tenían derecho a habiar sinrnás requisito que el de pedir la palabra. Lavozisego-ria, o sea, el derecho universal a hablar en la Asam-l.rlea, era empleada a veces por los autores griegoscomo término sinónimo de "democracia',. y a la de-cisión se llegaba por el sirnple voto mayoritario decuantos estaban presentes.

El aspecto administrativo del gobiernn estaba cli_vidido en un amplio abanico de puestos anuales y cnun Consejo de 500 varones, todós ellos escogidris alazar. y restringidos a ocupar tales cargos p()r ull [)e

_

ríodo de uno o dos años, con la excepi:i<,ln <lc t.rncuerpo de diez generales y otras pequeñai r:onrisiorr<,rscreadas a.d hac, ctrales eran las embajadas a ()r¡r)s ¡.sra-dos. A rnediados del siglo v a. C., lós detenta<lor.cs <lecargos públicos, los rniembr-os del Consejo y rl<. los.iurados recibían una pequeña paga diaria, nrcrr()r.encuantia al salario que se le ajustaba al día a un ¿rvc-zado albañil o carpintero. Al inicio del siglo rv l¿r asis-tencia a la Asamblea comenzó a ter .enr.,rrera<la solrreesa lnisma base, aunque en este caso se durlc <k. lit r.e-gularidad.de la paga o de que ésta fuera r:orrr¡rlcl:r.?jLa selección a suertes y la paga por detentar. .,i ,.r,,.g.,constiruían el pivote o'eje áellisiema. Las elc<.< i,rnes,atirrna Arisróreles (política, lB00b4-5), son arist<¡<.r.áti_cas y no democráticas: introducen el elernent() (l(. ()D_

23.. He significado y esquematizado en exces(), ¡rrrrr sirr i¡rrlrrrir ¡cr^ror: tinicarnente los jtrra<los nunl(,rosos rer¡uiererr rrn rr)r¡ri.nr,rri,, r.\1,(.cr¿l al que proreCeré en el ca¡rítrrlo 3.

28

ción deliberada, de selección de "los mejr.r¡s5", 1ot¡tristoi, en vez del gobierno por todo el pueblo.

Así pues, una considerable proporción de la po-blació¡r rrrasculina adulta de Atenas tenía algtin tipode experiencia directa en el gobierno más allá de lo(lue nosotros conocernos, casi rnás allá de lo que noses dado irnaginarnos. Era literalmente verdad cluetodo lnuchachn ateniense tenia, desde su nacitniento,una oportunidacl real de ser algún día presidente dela Asalnblea, puesto o cargo rotativo, éste, que se po-clia ocupar por un solo día y sobre el que, corno siern-pre, deciclía el azar. Así ¡rodía ser Lln síndico de losrnercados durante un año, un rniernbro del Consejopor un año o dos (aunclue no sLlcesivarnente), un¡nielrlbro del jurado repetidamente, y un miemtlrocon derecho a voto de la Asarnblea con tanta fiecuen-cia corno fuera su deseo. Junto con esta experienciadirecta.. a la <lue es rnenester añadir la administracióndel centenar aproxirn¿do de parroquias o "demes"en" los que Atenas estaba subdividida, existía asi-rnisrno ese trato generalizado con los asuntos públi-cos (lue incluso los rnás apáticos no podían dejar desentir en una cornunidad tan pequeña y humana-rnente tan interrelacionada.

Por estas ríLzones la cuestión del nivel cultural y deconocirnientos del ciudadano medio, tan importanteen nuestros hodiernos debates sobre la democracia,tenía en Atenas una dimensión diferente. Hablandoen térrninos puramente formales, la mayor parte delos atenienses no eran sino gentes "semiinstruidas", yPlatón no fue el único crítico de la Antigüedad queinsistió sobre este punto. Cuando en el invierno del415 a.C. la Asamblea decidió, con ningún voto encontra, el envío de una gran fuerza expedicionaria a

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ISicilia, el historiador Tucídides (6,1.1) nc¡s recuerda,con indisimulado sarcasrno, que sus miembros "ig-noraban en su gran mayoría el tamaño de la isla o elnúrnero de sus habitantes". Incluso si estaba en locierto, Tucídides cometía ese error, al que ya hernoshecho refbrencia, de confundir el conocimiento téc-nico con el entendirniento político. Existían <le se-

guro trastantes expertos en Atenas como para actonse-

.iar a la Asamblea en lo relativo al tamaño y la ¡robla-ción de Sicilia y sobre el calibre de la flota (lue erarnenester enviar. Incluso el rnisrno Tucídides c'oncerleen un capítulo ulterior de su HiiÍoria (6.31) quc la ex-pedición fr¡e al final concienzudamente prepara<la ydotada de tod<¡ el equipo: eso tarnbién, pue<lo :rña-dir, era el trabajo de los peritos, pues el ¡;a¡rcl rlt' laAsalnblea se lirnitaba a aceptar su conseio y a v()larlos fondos crematísticos v la mobilización <l<' tro¡rasnecesarias.

Las decisiones prácticas se tomaron en uuir sc-gunda reunión de la Asamblea varios días dcs¡rrrí's rleque, en principio, se hubiera decidido la invasirin tlcSicilia. Tarnbién aquí Tucídides se permitc un ( ()r¡r('n-tario personal cuando, al versar sobre el vr¡to lirralrc).24, 3-+), escribe: "Surgió entonces un a¡rasiorra-rniento c¡ue invadió por igual a todos. Los vit'ios <'sti-nraban que podrían o bien conquistar el lug;rr lratiael clue rnandaban tan grandes fuerzas o, en t()(l() ( aso,no salir rnalparaclos de la expedición. Los .l<ivcncs se

deialran arrebatar por la p.asión de ver rnunrl<¡ y cnri-quecer su experiencia, en la confianza de retorr¡¿rr sa-rtos y salvos; la masa del pueblo, incluyenclo los sol-dados, veían la oportunidad inmediata de ganar <li-nero, y con la anerión, de asegurarse réditos para clf uturo. Ei fiuto de este desrnesurado entusias¡n<¡ rlt: la

30

gran rnayoría fue que quienes realmente se oponian al"a expedición se asuttaian de creer menguado su Pa-triotiilno por parte de los dernás si votaban crontra

ella v. en consecuencia, se callaron".És fácil atacar la irracionalidad del colnPorta-

rniento de una rnuchedumbre concentrada en una

reunión llrasiva al aire libre, dominada por oradores

clernagógicos, patrioterisnro barato y demás' Pero es

l.rt't ..iioi olvidár que el voto que la Asamblea conce-

dió a favor de ia invasión de Sicilia había sido Prece-clido por un período de intensa discusión, en tiendas

v tabérnas, en la plaza pública, en la sobremesa, porprecisa,l-tente aqtiellos mismos ho¡¡tbres .que final-r-tr.t'tt. se reuniefon en la PtI* t' para el debate en re-

gla y el consiguiente voto. No es posible que a laÁsarirblea asistiera alguien que no conociera Perso-nahnente y, con frecuencia' de ntanera íntima, a un

consideraÉle núInero de sus compañeros de voto, a

los clernás rniernbros de la Asarnblea' incluyendo qui-zás a algunos de los oradores en el debate. Nada po-dría parecerse nlenos a la situació¡ c.1ue conocernos

hoy, Ln la que el ciudadano individual se rnolesta, de

tieínpo en tiernpo y conrnillon¿s de conciudadanos, no

sólo con ,tt.rt po.bt millares de sus vecinos' en reali-zar ese acto impersonal de Inarcar una papelela q."e

se introducirá áespués en ulra urna' o de rnanipularlas palancas de la máquina de.votar. Adernás, colnoru¡dides explícitameirte explica' eran ¡nuchos los

que acluel díá votaban para batirse personalntente en

li carripaña, en las fluefzas de rnar o de tierra' Es evi-

dente que escuchar una discusión.púb.lica con esa fi-nalidaci in mente t!.rvo que haber dirigido los ánitnos

"' La Ptrvx eIa tttra tolina tle ¡\tenas en tlontle se telebraban las rcu-

nioncs. IN. ¡l¿l 7'.1

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de los participantes en forrna clara y enérgica. Ellohabría dado al debate un tono de realidad y esponra-neidad que acaso los modernos parlamentos tuvieranantaño, pero de la que en el presente notoriamentecarecen.

Pudiera parecer, en consecuencia. que la falta deinterés de k¡s politólogos contemporáneos por la de-rnocracia ateniense está justificada. De cierto qrrenada podemos aprender desde un ángulo constitu-cional; los requisitos y las reglas del antiguo sisremade los griegos no inr:iden, sencillarnente, en nuestrocaso. Y, no obstante, la historia constitucional es unfénórneno de superficie. Gran parte de la rica historiapolítica de los Estados Unidos en el siglo veinre se

ubica fuera del carnpo de aquella "formacién cívica"que yo tuve que estudiar en mis tiernpos de escolar. Ylo nris¡no sucede con la historia de la antigua Atenas.

Ba.io el sisterna de gobierno que brevemente hedescrito, Atenas consiguió mantenerse por casi dos-cientos años como el más próspero, ei más poclercsc,el rnás estable, el más pacífico internamente y cultu-ralrnente, con rnucho, el rnás rico, de entre todos losestados del orbe heleno. El sisterna, pues, funcionaba,en la rnedida en que ése sea un .iuicio útil referido acualquier fbrrna de gobierno. Como escribió el autorde un panfleto oiigárquico de la segunda rnitad del si-glo v (Pseudo-Jenofcrnte, Constitución d.e Atenas, 3.1):"Por lo que toca al sistema de gobierno de los ate-nienses, diré que no es de rni agrado. Sin emtrargo,corno decidieron convertirse en una democracia, rniparecer es que conservan esa dernocracia bien". In-cluso a pesar de que la Asarnblea votase la invasión deuna isla de la que no conocían ni el tamaño ni la po-blación, el sisterna íirncionaba.

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Tucídides Q.37 .l) hace decir a Pericles en un dis-curso conlnemorativo de krs caídos en la guerra: "Nocreáis que la pobreza es un obstáculo, pues un hom-bre puede engrandecer a su prtlis sin que importe la

obscuridad de su linale". U¡ta participación públicageneralizada en los aluntos del Estado, incluyendoaqui la de los "fracasados personales, los socialmenteaislatlos, los econórnicamente inseguros, Ias gentes

incultas", no conducía a "rnovimientos extremistas"'La evidencia es que en realidad pocos eiercían su de-reciro a hablar en la Asamblea, en donde los neciosno encontraban tolerancia alguna; ésta reconocía, en

su funcionamiento, la existencia del peritaje tanto Po-lítico corno técnico, y se fiaba de algunos Pocos queen cada período dado eran capaces de formular líneasde operatividad política entre las que fuera posibleescoger.2a Con todo, aquella práctica dilbría {ünda-rnentahnente de la formulación elitista que debemosa Schurnpeter: "El método democrático consiste enese ordenarniento institucional para llegar a decisio-nes políticas, en el cual ciertos individuos adquierenel poder de der:idir por rnedio de una lucha cnmPeti-tiva por el voto del pueblo".25 Schumpeter se refiereal poder de decidir en su sentido literal: "Los diri-gentes cle los partidos políticos son los que deciden,no 'el pueblg'".lo

2+. Véasc cn gettclal rtti artítulo "Atllt'¡lian Delltagogues" Pa¡l an.á

Pte.\¿n.!, tr." ?l (1962). p¡r. 3-2'1, intluitlo en el presctlte volultrelr;, Olivcl'Reverclin, "Rentarques- sur la vie politic¡tre d'Athénes au Vc sidcle",

Mu.¡eutn llelu:lir:ttn, n." 2 (1945), pp. 201-212.25. Sclturttpctcr, CapilaLi:n, p. 269.2(;. P. L. Partridgc, "Politics, Philosophv, Ideology", PoLitínl Sludie\,

n." 9 (1961), pp. 217-23.5, p. 230. Arurt¡ueestaPrecisa ftrr¡lrrlaci<invcrl¡alno apare(e en ia olrr¿r tle Schrrrnpeter -la qtrc lttás se le aploxittra es "ladenrt¡clacia cs cl gobir:rno rlel polírico" (p. 285)- se trata sin disct¡sión de

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No sucedía así en Arenas. Ni siquiera pericles de_tentaba ese poder. Cuando su inflüencia alcanzó suzenit, todo lo que podía esperar era que se continuaraaprobando su línea política, expreiada en el voropopular en la Asambléa; Mas ,u, p.op,r.rras se some_tían a ésta una sernana sí y otra ,ó,

" lu vez que se ex_

ponían opiniones alternativas ante sus rniehbros. véstos siernpre podían -y en ocasiones así lo hicieronjretirarle su confianza y abandonar su línea política.La decisión, por tanto, era su)(t, y no rJe él o'cle nin_gún otro dirigente ¡rolítico; el réconocirnicnto de lanecesidad de una dirección no iba enrparejarlo a larendición del poder de decictir. y ¿ilo'rutria. No setratah¡a de una rnera manif'estación de táctica cortesíala. clue le llevó a ernplear las siguientes palabras _se-Bun encontrarnos en Tucídides (1.140. l)_, cua¡rdopropuso rechazar el ultimatu¡n lacedernonio y, portanto, votar la declaración de guerra: .,Veo

c¡ué en lapresente c¡casión he de daros exactarnente los ¡llis¡nosconsejos que en el pasado, y apelo a r_¡uienes de enrrevosotros están persuadidos para ofrecer su apoyo aestas resoluciones a las que todos juntos estarnos lle_gando".

Para expresarlo en términos ¡nás convencionalesde poiítica constitucional, dir.ernos que el pueblo cle-tentaba no sólo la elegibilidad para cleserripeñar car_gos públicos y el derecho a escoger a los füricionar.ios,

un resunlcll aorrecto. lln poco atrtes (p. 2{i7) Srhtrtnpcter.t.orrrcrlt.riirt:"existen rnodelos sr:rciales en los r¡Lr:: Ia ilocrri.¿ r:rási, ¿r r e;ilrrrc¡rr,' ,,,,,."r-ponde a ios hechos", pero entorlces, corito en ci c¿rso rlc S.iza, t.sr. t.s así

.unlca¡nente porque no existen.grafidcs decisit¡nes (luc tont¿r,.. N0 ¡rrt,_ciso rorrrentar. ese vercdittr por lo q.e t<;t.a a Suiza. (lnir.¡l'crrtc t;rl,r ía rc_petlr io (lue tligo en la srgtriente fiase de rni texto. Étst,lro tt,r (,1 (;rso e¡lAtenas.

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sino tarnbién el de decidir sobre todos los asuntos dela gestión pública y el de juzgar, en cuanto jurado, to-clos los casos importantes, fueran del cariz que fue-ran: civiles, crirninales, públicos o privados. La con-centración de la autoridad en la Asarnblea, la fi'ag-rnentación y la rotación de los puestos adrninistrati-vos, la selección abandonada al azar, la ausencia deuna burocracia a sueldo, los tribunales populares,todo ello servía para irnpedir la creación de una rna-quinaria cle partido |, por lo tanto, de una minoríapolítica institucionalizada. La dirección era directa ypersonal; no había lugar para mediocres rnarionetasrnanipuladas por los "verdaderos" dirigentes políti-cos entre bastidores.2T Hornt¡res como Pericles cc¡ns-tituían una "élite" política, no hay duda; {r}4¡ tal"élite" no podía perpetuarse a si rnisma; pertenecer aella era algcl que se lograba rnediante la actuación pú-hlica. ante todo en la Asamblea. El acceso estabasiernpre abierto, v la perrnanencia contintrada re<¡ue-ría continuada actuación.

Aigunas de las herramientas institucionales encuya invención se lnostraron tan imaginativos los ate-niénses pierden su aparente peculiaridaci a la h.rz deesta realiriad política. El ostracismo es la r¡ue rnejorconocernos, o sea, un modo de exiliar, hasta unrnáxirno de diez años, a quien se juzgara que e-jercíauna influencia peligrosamente excesiva, aunc¡ue ellono (:ornportara -lo cual es significativo- ni pérdidade propiedad ni de -status ciu<ladano. La raíz históricaclel'ostiacisrno la encontrarnos en la tiranía y en eL ie-Inor a que ésta se reprodujera; rnas la práctica debesu supervivencia a la casi intolerable inseguridad de

21. Revcrdin. "Vic Politique", p. ?tl.

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los dirigentes políticos, quienes, en virtud dc la lógir:adel sisterna, se veían cornpelidos a buscar la propia¡rrotección elirninando fisicarnente del escenario po-lítico a los principales abogados de una línea políti<'aalternativa. En la ausencia de elecciones periódicasentre los partidos, iqué otro recurso quedatra? Y es

revelador que, cuando a {inales del siglo v a. C., el os-tracismo degenera ya rn una ¡nedida. sin ef'ectividad,su nrisnra práctica füera silenciosamente abandonada.

Otra herrarnienta legal, más curiosa si cabe, era laque conocemos con el apelativo de la graphe parano-rnan, en virtud de la cual un hombre podía ser acl¡-sadcl y .iuzgado por presentar "proposiciones ilega-les" a la Asamblea.2E Es imposible encajar este proce-dimiento en una categoria constitucional <true conoz-carnos. La soberania de la Asarnblea era ilirnitada: in-cluso existieron maniobras, durante un breve tienrpr.ral final de la Guerra del Peloponeso, para que se vo-tara la rnisma abolición de la dernocra<:ia. No ot-¡s-

tante, quienquiera que ejerciese su derecho l-¡ásico dei.segoria corría el riesgo de sufrir un severo castigo porpresentar una propuesta a cuya expresión tenía dere-cho, incluso si Lal propuesta había sido y aprobada por laA.sambLea.

No podemos datar la introducción de la graphe pa-ranomon con mayor exactitud que en algún periododel siglo v a. C., y en consecuencia no conocemos losacontecirnientos que la provocaron. Su lunt:ión, contodo, está suficientemente clara en un doble sentido,el de cornplementar laisegoria con cierta disciplina y el

de ofrecer al pueblo, al demos, la oportunidad de re-

28. El estudio firndartrental al ¡especto es hov cl de ll. I. Wolf." 'Norrnenkontrr¡lle' und Gesetzesbegrril in tler atti.sr lrelr Dclrtoklatie",Sitzun¿¡ber, d. tleidelbrrger Akatl. der l\i:t. Phil--hit. K1., rt." 2 (197()).

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considerar una decisión que ya había tornado y hechn

suya él rnisrncr. Un proceio- po^r grap!'e paranomon, sílocoionaba el éxito, tenía el efecto de anular un votofavorable de la Asarnblea mediante el veredicto no de

un grupo rninoritario como la American Supreme Courl,

sino dé todo el pueblo mediante la anr¡encia de un

numeroso iurado popular echado a suertes. Nuestro

sisterna protege la libertad de los rePresentantes me-

diante li inmunidad parlamentaria que' paradójica-rnente, tarnbién Protege su irresponsabilidad. La pa-

radoja entre los atenienses consistía en qY: operabaen ciirección contraria, Protegiendo la libertad de

tanto la Asamblea corno un todo y de sus miembrosindividuales al negar su inmunidad.

Me he detenido en estos detalles acerca de la nle-cánica de la democracia ateniense no en razón de unacuriosidad arqueológica, sino con el fin de sugerirque, a pesar déi gran abismo que la separa de la de-

rnocracia conternPoránea,. la experiencia antiguaacaso n0 es tan totalmente lnslgnlflcante como Plen-san algunos modernos politólogos, específicamentecon resPecto a ese controvertido Punto de dirigentes ydirigidos. La tnecánica del sistema y sus herramientasno proporcionan, ciertarnente, una,exp_licación sufi-ciente; pueden volverse en contra de él tanto comocumplii la {'unción para la que fueron designados.Los inismos helenos no desarrollaron una teoría de la

de¡nocracia. Existían concePtos, máximas, generali-dades; rnas todo eso no constituye una teoría siste-

mática. Los filósofcrs atacaron la democracia; los de-rnócratas profesos les replicaban ignorándolos, o sea,

prosiguieñdo su trabajo del gobierno y q política.deLna manera democrática, pero sin escribir tratadossobre ese telna.

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Una excepción, posiblemente la única, nos laolrece el sofista Frotágoras, de finales del siglo v a.C., cuyas ideas conocemos por el ataque que platón ledirigió en uno de sus diálogos de juveñtud, el ho-mónimo Pratágoras, en el cual Sócrates se entrega aburias, parodias e incluso trampas que, en tal grido,son infi'ecuentes en el corpus platónico.ze la preguntarlue cabe formr¡larse es si Platón escogió precisa-nlente ese tono porque Protágoras no solamente sos-tenía doctrinas morales características de la soFística,sino porque también había desarrollado una reoríapolítica dernocrática. La esencia de tal teoría, en larnedicla en que podernosjuzgar por la evidencia pla-tónica, es que todos los hombres poseen politihe telhne ,o s-ea, el arte del juicio político, sin la cual no puedeexistir una cornunidacl civilizada. Todos los homt¡res,o, por lo rnenos. todos los hombres libres, son igualesa ese rrspecto, allnque no necesariarnente parejos ensu habilidad a la hora de manejar su politih.e techne

-una concepción ésta reminiscente de la Declaración deIndependencl¿ de los Estados Unidos-, de la cual se si-gue la conclusión de que los atenienses obraron conrazón al extender la isegoria a todos los cirrdadanos.

- Los térrninos poLitihe techne mo definen por sí solosla condición humana. Contrariamente al mundo delos brutos, que viven en competición y agresión, ioshomhres son por naturaleza cooperativos, al poseerlas cualidades de la philia (convencional aunqué páli-clamerrte traducida por "amistad") y dr la diie, o sea,la justicia. Sin embargo! para Protágoras, la arnistacl yla justicia serían insuficientes para una auténrica .o-

29. La ulterior crítica de Protágoras que aparc(.(: <.n t,l 7i,¿t¿to llatereferencia a otros aspectos de su pensarniento que n() son ¡r;rr1i< ul:rr nrenteperlirrenres par a r'l renra i¡ue aqui l)os o( rrpd.

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rnunidad política, esto es, para el Estado, sln ese sen-tido politico adicional. Es significativo que Aristóte-les, que no era dernócrata, colocara idéntico énfasisen la amistad y la justicia como los dos elementosconstitrryentes de Ia koinonia, o sea, de la comunidad.La vc¡z hoinonia es dificil de traducir mediante un solovocablo de nuestra lengua: posee todo un conglorne-rado de significados, entre los que por elemplo se in-cluye la sociedad en los negocios; aquí pensarernos,sin ernbargo, en "cornunidad" con íntima connota-ción, como cuando hablamos de la primitiva comuni-dad cristiana, en la cual los vínculos existentes noeran sólo los de la proximidad y un común modo devida, sino también la consciencia de un destino co-rnún y de una común fe. Para Aristóteles el hombreera por natura.leza no sólo un ser destinado a vivir enuna ciudad-estado, sino también en un hogar y enuna comunidad.

Era ese sentido de comunidad, sugiero, fortale-cido por la religión del Estado, por sus mitos y tradi-ciones, lo que constituía el elemento esencial en eléxito pragrnático de la democracia ateniense (y lo queexplica esta mi larga disgr-esión). Ni la Asamblea so-berana, con su ilimitado derecho de participación, nilos tribunales populares, ni la selección de cargos pú-blicos por sorteo, ni el ostracismo, hubieran sido in-superables obstáculos para la tiranía por un lado nipara el caos por el otro, de no existir ese autodominiopor parte del cuerpo de los ciudadanos para circuns-cribir su propia conducta dentro de ciertas lindes. '

El autodominio es muy diferente de la apatía, lacual literalmente significa "fblta de sentirniento","insensibilidad", las cuales son cualidades impermi-sibles en una comunidad auténtica. Existía una tradi-

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ción (Aristóteles, Con.slitución de Atenas, 8.5) según lacual en su legislación, elaborada a principios del siglovr a. C., Solón había establecido la siguiente ley, espe-cificarnente fbrnrulada contra la apatía: "Cuando es-talle una guerra civil en la polis, todo aquel que no sealiste en uno de los dos bandos se verá privado de susclerechos políticos y de cualquier particlpación en losasuntos del gobierno". La autenticidad cle esa ley esdudosa. rnas ño su espiritu. Pericles así lo expresó, enac¡uella rnisrna C)ración Fúnebre en la que cleclaróque la pobreza no constituye un obstáculo, diciendo(fucídides, 2.40.2): "Un hombre puede, al mismotiernpo, rnirar por sus propios urrrrto, y por los deEstaclo [...]. Nosotros estimamos que quien no vive lavida de un ciudadano no esrá en realidad ocupándosede sus cosas, sino que es un individuo inútil".

Es de advertir <1ue tanto Protágoras como platón,a pesar de estar diametralmente enfrentados, acen-tuaron cada uno a su manera la irnportancia de lainstrucción. Empleo este vocablo no en su sentidoconternporáne<¡ de escolaridad {brmal, sino en el sen-tido anticuado, en el antiguo senrido griego. Me-diante la vc,z paiflfig los helenos aludían ala crianza, ala "forrnación" (en alernán: Bitdung) al desarrollo delas virtudes morales, del senrido de responsabilidadcívica, de madura identificación con la- comuniclad,con sus tradiciones y valores. En una sociedad comoaquélla, reducida, homogénea, relativamente cerradae interrelacionada en lo humano, resultaba perfecrta-mente válido pretender que las institucionei básicasde la comunidad -o sea: la familia, el banquete, elgirnnasio, la Asanlblea- fueran auténticos agéntes dela educación. Un .ioven se educaba asistiendo a laAsarnblea; allí aprendía no necesariamente el umaño

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y la pobláción de Sicilia (una cuestión puramente téc-nica, corno tanto Protágoras como Sócrates habíanconcedido), sino los problemas políticos con los quese enfrentaba Atenas, las opciones, los argumentos, yaprendía a valorar a los hornbres que se proponían a

sí rnisrnos como gestores políticos, o sea, a los diri-gentes.

Mas, ¿qué decir de sociedades más nulnerosas,más cornplejas? Hace un sigloJohn Stuart Mill seguíapensando que Atenas aún tenía algo que ofrecer. Ensus Consideraciones sobre el gobierno repre.sentativo, escri-bió lo que sigue:

No se ha prestado suficiente consideración al he-cho de que rruy poco hay en la vida comíln de loshombres-q,r" p.,"do brinciarles amplitud de miras asus concepciones o a sus sentinrientos [...] en lamayoría de los casos, el individuo no tiene acceso anadie de cultura en grado considerablernente supe-rior a la suya propia. Confiarle alguna tarea para lacornunidad compensa, en alguna medida, todas estas

deliciencias. Si las circunstancias oelrniten oue el ca-libre dc esa funtión pública que se le asigna sea

digno de consideraci<in, ese individuo se convertiráen un hornbre instruido. A pesar de los def'ectos delsisterna social y de las ideas morales de la Antigüe-clad, las prácticas de la dicasteria. y de la eccLesia

lAsanblea] elevaban las capacirJades intelectuales deun ciudaclano rnedio de Aterras a una altura con nu-cho superior a la que pudiérarnos hallar en algúnotro e.jernplo, sea antiguo o moderno [...]. Mientrasestá ernpeñado en esos asuntos, se requiere que elhornbre pondere intereses que no son los suyos; quese guíe, en caso de fines contrapuestos, por otra reglaque no la de sus simpatías personales; que aplique,cle continu<¡, principios y rnáxirnas cuya razón de

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existir es el bien comúrn: y por lo conrúrn encuentra.asociaclas con él en la misina tarea, a mentes rnás la-rniliarizadas que la suya con tales ideas y operaciones,cuyo estrrdio proporcionará razones ¡tata.tu entendi-rniento y estílnulos para su apreciación del interés ge-neral. ru

El uso del presente de indicativo no era, por partede l\'till en este ensayo publicado en 1861, un rnánie-risrno estilístico. Su comentario seguía así: "Casi to-dos los viajeros se extrañan del hecho de que todoarnerlcano sea a una un patriota v una persona decultivada inteligencia; y M. de Tocqueville ha mos-trado cuán íntirna es la relación entre esas cualidadesy sus instituciones democráticas", cuán "general" esla "diflusión de las icleas, gustns y sentimientos de laslnentes forrnadas".sl En esta teorización, además,Mill no estaba solo. Se encontraba en la corrienteprincipal de la teoría clásica de la democracia, la cualestaba 'oilnbuida por un propósito surnamente ambi-cioso, la formación de todo un pueblo hasta el puntocle que sus capacidades intelectuales, emotivas y mo-rales hayan alcanzado su potencial pleno y las gentesse aúnen a.sí, de rnanera franca y activa, en una autén-tica cornunidad. Adernás de este magnífico propósitogeneral, la teoría clásica de la democracia incorpora.tarnbién una gran estrategia para la consecución desus fines, a saber, el uso de la actividad política y delgobierno para los propósitos de la instrucción pú-

30. Fld. World's Classics, 1948, pp. 196- 198. Mill <k:sarrolkj t'sta :rr-grrrrrentar-ión rrrás arn¡riiarnente en la prirnera parte (le srr extens¿ rcscñarlel lihro tleTocqueville Dtnor:roc,in.America, aparetirlaen la lil.inhurgh Rc

ui¿rrr (octrtbre 1840) v reirnpresa en su libro Di¡.¡trlnl.ion.t ¿¡l 1)jrr¿riio¡¿r. r'ol.2 (Londres, 1859), pp. l-b3

3 l. Reprc.tentaLiue Goilenunenl, p1t. 27 4-27 5.

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blica. Así la gobemación es un continuado esf'uerzoen la educación de las tnasas".32

Atenas nos ofrece, por tanto, un valioso ejernplode cómo la dirección política v la participación PoPu-lar llegaron a coexistir, en un gran período de

tiernpo, sin c¡ue brotaran la apatia y la ignorancia quelos expertos en la opinión pública nos aPuntan, o las

pesadillas extremistis que óbsesior,ut u lot dernócia-ias de élite. De cierto que los atenienses cometieronerrores; rnas ¿qué gobierno no los ha cometidoP Ese

generalizado juego de anatemizar a Atenas por no ha-ber estado a la altura de algún ideal de perfecciónconstituye un enf'oque enturbiador. Lo seguro es queno colnetieron ningún error fatal y con ello ya basta.El fracaso de la expedición siciliana en los años 415-413 a. C. füe un fracaso en la dirección técnica sobreel misrno carnpo de batalla, y no utla consecuencia dela ignol-ancia o de una inaclecuada planificación en lapropia Atenas. Cualquier autócrata. o cualquier "ex-perto" político podría haber cometido idénticoserrores. Los teóricos de la élite harían mal si contasental evidencia corno favorable a sus posiciones. Si efec-tivalnente nos encontranlos con que Mill y la teoríaclásica de la democracia se han visto desmentidos,eso no es porque su lectura de la historia fueraincorrecta. "'

Desde que T'ocqueville y Mill escribieran tales [ra-

32. Lanc Dalis, "The Cost ol Rcalisnr: (iontettrporarl'Restatctnents

crf Dernocracv", lf'e.¡lrrn. PoLitittL QualerLt', n." 17 (19{i4), pp. 33-16, P. 40

Cl. McClosk,v, "Conscnsus and I<leolog1"', pp. 374-379.

':' quc tvlill se erlrrivocar a al prcver cl iutuio es va otra .osa. En su re-seira aplobatoria <lel lilrro elc

-[ocqrieville escril,ió: "La sicttrpre crecienteintervenci<in clel prreblo v <le totlas las dases que conlponen cl ptreblo en

srrs DroDir¡s ¿rsLrntos cstá considtiada" en srt oDinión. (-orno un¿ nráxi¡rla.ur',iirui clci rrrcrrler¡ro arte (l( gol,elnat". \Di¡ctlattn¿, r lli¡curlon¡'r, II, 8).

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ses, más de una centuria atrás, se han sucedido pro_fündas ¡nutaciones institucionales. La prirnera és laradical transforrnación de la economía, dominadapor conglomerados supranacionales hasta urr ex_trerno que nuestros antepasados ni tan siquiera po_dían imaginar. La nueva tecnología con qr," la..o.ro-rnía trabaja hoy- por hoy, ha colocado un poder asi_rnisrno carente de precedentes en las -urro, d. quien_quiera que lo detente:, sin precedentes tanto por loque toca a la magnitud como a la intensidad. En talcategoría inclupo a los medios de comunicación dernasas, tanto por su poder para crear y fbrtificar valo_res ),a exrstentes cuanto por la pasividad intelectualqüe generan, la cual constituye, a mi juicio, una nega_ción de las meras "educativas" de liteoría clásica-dela dernocracia.

Aclemás exisren nuevos fáctores significativos en elrnisrno carnpo político, sobre rodo, él de la conver-sión de la política en una ocupación -en el senridoan€osto del rénnino-, y ello eñ una nruy amplia es_

9ala.35 Ni qué decir tiene que han existido orras socie-dades en las.que políticos y cortesanos se entregabana las tareas del gobierno de rnanera más o rnenos ro_tal -en las postrimerías de la República Rornana, enel Irnperio Rornano o en las auiocracias de la EdadModerna-; rnas aquéllos no eran políticos sensu.stricto, y segr¡ramente no en el sentido démocrático delvocablo. Adernás y en todo caso, sus intereses eran obien individuales'o bien represenrarivos del Estadoaristocrático, no los de un grupo ocupacional. Unaconsecuencia conternporánea es el estiecho vínculo

. 33. .Schunrpeter, Capitahrru, p. 2E'r, ertilrró las irnl,litariorrt,s rk.csra

nlrovaclon lnas claran)ente, a rrri juicio, i¡ue srrs tlisri¡rrrlos; rrras rr;rtrrral_¡ncnte cxtrajo conclrrsiones tlilerentcs de las nrías.

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existente entre la profesión política y la ganancia mo-netaria, con o sin corrupción, pero considero queésta es una consecuencia menor si la comparamos conla creación en la comunidad de un nuevo y poderosofrupo de intereses, a saber, la mi$rna claíe'política.

Escribe Henry Kissinger: "La reputación, la su-pravivencia política en realidad, de la mayoría de losdirigentes depende de su habilidad para alcanzar sus

rnetas, sin que interese el modo en que éstas se consi-

Ban. Que tales metas sean o no deseables es relativa-¡nente algo menos crucial". Los dirigentes "revelannn deseo prácticarnente irrefrenable de evitarse tan si-quiera obstáculos moflrentáneos". f,os intereses alargo plazo están condenados a su relegación al ol-vido "porque el futuro no posee distritos electora-les".34 Este nuevo g'upo de interés, además, procedede un exiguo sector de la población; en los EstadosUnidos procede de forma tan exclusiva del estrato deabogados y hornbres de empresa " qr. nos parece di-fícil captar el hecho de que incluso tan tarde como es

al final del pasado siglo una notable proporción nosólo de ernpleados de oficina, sino tarnbién de traba-j adcrres manuales lw hit e - c oll ar s and b lue - c ol lars 1 partici -paban activamente en la dirección de los partidos y enla administración pública, por lo menos a nivel de lasrnunicipalidades.s6 En Gran Bretaña prevalece idén-

34. "I)omestic Structure and Foreign Policy", Daedal.u.s (prirnavera

1966), pp. 503-529, 509, 514, 516. La exposición clásica es la de Michels,Politica.l Partits, sobre toclo en las tres prirneras partes de la obra.

35. Kissinger, "Domestic Structure", pp.5l4-5I8 expone utr intere-sante análisis de las irnplicaciones pertinertes al rrtodo dc pensar cle los

dirigentes políticos norteamericanos.36. Véase, por ejernplo, J. H. Lindquist, "scioeconornic Status and

Political Participation", Western Folitical QnterQ, n." l7 (l9ft4), pp. 608-6 14.

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tica situación, con un elemento quizá de rnayor cuan-tía de, por un lado, propietarios tradicionales y agri-cultores coinerciales |, por otro, proFesores, periodis-tas y burócratas sindicales (unos pocos de los cualeshabrán sido trabajadores rnanuales en su juventud).37

Para concluir, tenernos el impresionante creci-nriento de la burocracia (tanto en las institucionesprivadas cuanto en el gobierno). Estos son peritos sinlos cuales la sociedad moderna no puede en absolutofuncionar; rnas hoy ya se ha llegado al punto en que,dados el tarnaño y las ramificaciones jerárquicas de laburocracia, "la estabilidad del 'sisterrra político' in-terno se prefiere ya a la consecución cle las rnetas [un-cionales de la organización".8E Como el propio Kis-singer lo expresa: "Lo que en sus cornienzos era unaentidad asesora de quienes realrnente decidían se

convierte fiecuenternente en una organización prácti-carnente autónorna cuyos prr:blemas internos estruc-turan y a veces hasta constituyen aquellos problemasque en el origen estaban destinados a resolver [...]. neesta suerte, la sofisticación puede favorecer a la pa-rálisis o a una ruda popularización que derrota su

propia finalidad".seEn tales condiciones resultaría absurdo bosc¡uejar

una comparación directa con una comunidad tan pe-c¡ueña, homogénea e interrelacionada como era la

37. Anilrew Rotlr, Ii¿¿ Rtt:itttt.t Ilackgratuul of 14. P. .t., Pallia¡rrt'rrtallPrt¡fllcs, Lortdres, l9fi6. Por lo (lue t()ca a las rlellrotratit\ (')ntin( r)til{.s,rlilertntcs s<'rlo en la r¡reclirla en quc arnplios ¡lartirlos rlt' izr¡rrit r rlir. arrrr-t¡ue no decitlirlan)ente ntenos "prolesionales" en srrs ruiurrlr¡s, rtrlrrt¿rnrrrás clirigentes ploceclentcs rle las clascs inleriorcs. rt:rsc R;rl¡rlr Nlilrlralltl.'l'hL,Stult it ('afil.d.i..st,\od¿11 (l-on<lres, l9(if)),1r¡r.54 fi7. rorr ¡r'{r,¡r'rrrils.

:18. Michcl Crr¡zier, 'l lt¿ BureaucraLil I'ht¡u¡¡ttt¡tt¡tt (l.o¡r,lrls, l(){i1), ¡rI ¡t9.

39. "[)orttestit Strtr.rr¡rr"'. ¡)t]. i)(X)-5 l{).

¿+o

Atenas antigua; absurdo sugerir, e incluso soñar-' que

poá.iu-ot'reinrtaurar una Asamblea de ciudadanos

como supremo cuerpo decisorio en un Estado o Na-

;i¿;;;á..nos. "' Esi no es la opción que yo he estado

considerando, sino una totalmente diferente' propi-

ciada por la apatia política y Por su valoración' Hoy

o"t náv ,o.t la apatia pública-y la ignorancia-política

[.inot't"naarneirtalesi sin discusión al€iuna; las deci-

;l;;.t ;...sponden a los dirigentes Políticos y no al

voto populat, q,re, en el mejor de los casos' Posee tan

.Jl" !r h".".hJ a vetar en ócasiones alguna decisión

va tornada. El problema es si tal estado de cosas es' en

í^, .ir.rrrrrtunéiu, presentes' necesa-rio y deseable' o

bien si es menester'inventar nuevas fórmulas de-parti-

cipación popular, en el espíritu aunque. no en la ma-

i-ii" ",.tii",lse -si puedo'exPresarme de esta forma'

(El t¡so del verbo inventar dene el mismo sentido.que

cuando anteriormente escribí que los atenienses "in-

ventaron" la democracia)'aoLa teoría elitista, con su "visión del político pro-

f'esional como un héroe",4l con su conversión de una

"' M\ll \l)i.serl.actont:s ''t Distusiot¿¿r, tl, 19) se deió guiar por.una.falsa

analogía cuando escribió : " l,os periórlk os y los ferrot:arriles están solven-

tu.,lo'.1 prol;lerna de lograr qtre la dernotratia de.lnglaterra elnlta su

';;;;;.-.;;i;; .i .or. ..,t tu ,1" it"nu', de rrtod. simultáneo v en u.a sola

rL{orr".

,10. Bachrach, I)etnoüol;(; Elilisn, y Carole Patetrran ' Parlitipdion 'nt.'l

t)uno,crotit ?-l¿¿on (carnbriclge, lg70), intentan.halla¡ una solución en la

narticipación rle los trabaiatlores en la inclustria' Cou esto abandonan la

iroliticl a nivel nacional I los elitistas, Puesto (lue Paternan se contenta

ion l"_"rp..ur,ru. d. ?.": el " hornbre ordinario" tt *0"1t".ffi::

EiT."i,llorar las'rninorías dirigentes en cuyas tnanos está Ia 'gu,lh.u.h, abandonandó ya la eslera nacional, escribe: "La principal pre-

tensión de los argutnentos elitistas es incuestionable ["'1 la participación

"r-,-iu, ¿a.i.io.,"s políticas clave a nivel nacional ha de seguir siendo extre-

rnadamente limitada" (P. 95)'

41. Walker, "Critique", P 292'

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definicién operacional en un juicio de valor, res-

ponde a esa pregunta con una enérgica negación. "Lademocracia no es tan sólo ni siquiera en primera ins-tancia, un medio mediante el cual los diferentes gru-pos pueden alcanzar sus metas o buscar la sociedadjusta: es la sociedad justa ella misma en operación",42 (la

cursiva es mía). Como un reciente crítico ha dicho,este juicio "constituye una codificación de pretéritoslogros... Defiende los rasgos esenciales del statu quo yproporciona un modelo para integrar los desajustes.La democracia se convierte así en un sistema a con-servar antes que en una meta a seguir. Quienes ambi-cionen una guía para el futuro habrán de dirigir sus

miradas a otros lugares".as En mi opinión, éste es unjuicio histírico correcto. Que cada cual decida ahora si

también lo es como juicio político.

42. Lípser, Political Man, p. 403.43. Davis, "Cost of Realism", p. 46. Cf. Leszek Kolakowski, Touard a

Marxisl Humanisrn, trad. inglesa deJ. Z. Peel (ed. Evergreen, Nueva York,1969), p. 76: "El derecho es la materialización de la inercia de la realidadhistóriia"; Alasdair C. Maclntyre, Against the Sef-Images of the Age (Lon-dres, l97l), p. l0: El "final de la ideología" es "no sólo una ideología,sino una ideología carente de todo poder liberador".

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