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Directora de TERRAL - .: Revista Terral ~ El viento … su nombre apareciera en los créditos de la película, algo que estaba prohibido porque Trumbo se encontraba entre los llamados

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Revista Terral nº 23 – Editorial-Sumario -

Editorial

Lola Buendía Directora de TERRAL

www.revistaterral.com

La lectura en crisis

Empieza el año 2017 y volvemos a escuchar cuestiones parecidas a las de otros años: Hay más escritores que lectores. Los españoles leen poco o nada. Las editoriales

se quejan; las librerías se ven obligadas a cerrar; a las bibliotecas les han recortado

los fondos…Es urgente un plan para el fomento de la lectura…

Según el CIS el 39,4% de los españoles

no leyó ningún libro en 2015. Y el 35% no

lee nunca o casi nunca. De nuevo las

estadísticas no me aclaran mucho. ¿A

qué tipo de lectura se refieren? ¿Cuál es

el perfil del lector que lee? ¿Dónde se lee

más? ¿En qué tramo de edad se realizó

la encuesta? ¿Se evalúa en ellas la

lectura digital, y cómo?

Que España no es

país de lectores, es

un hecho recurrente.

Sin embargo, hay un

exceso de publica-

ciones tanto en papel

como en digital.

Pequeños editores se

han lanzado a

publicar reduciendo el

coste de los libros. Con la aparición del

ebook, los soportes digitales, las

tabletas…, se ha resentido el papel, y las

grandes empresas se adueñaron del

mercado. Algunas librerías se vieron

arrastradas al cierre y muchos artesanos

del libro tienen que empaquetar sus

herramientas.

El perfil del lector

joven ha cambiado y

ya no se interesa

tanto por la narrativa

tradicional en

soporte papel y se

inclina por el digital.

Otro factor es el

auge de la narrativa

transmedia que se

Revista Terral nº 23 – Editorial-Sumario -

mueve en varios formatos a la vez:

comic, series, novela gráfica, libros,

tabletas digitales, internet, móvil…,

donde los lectores pueden interactuar,

amenazando al sector de las librerías

y editores al uso, si no se adaptan a

las nuevas tecnologías.

Si observamos, veremos que hoy la

secuencia del márquetin comercial para

captar interés y audiencia suele ser:

serie televisiva – gancho publicitario

libro – cómic – formato digital –

descargas en internet… De nuevo la

imagen echando un pulso a la lectura, o

quizás sirviendo de acicate a potenciales

lectores. Varios ejemplos recientes los

ilustran: Harry Potter, Juego de tronos, El

señor de los anillos…han propiciado que

las librerías y los editores vendieran

libros como nunca.

Otro año más vuelve a elaborarse El plan

de fomento de la lectura del Ministerio de

Educación, Cultura y Deporte. Al parecer,

los anteriores no han dado el resultado

esperado. Los cinco objetivos generales

que contempla El Plan, vuelven a ser tan

inconcretos, que me recuerdan a más de

lo mismo.

En los medios informativos vuelve a repetirse

el mismo mantra de todos los

años: hay que emplear más recursos, dar

más horas de lectura en las aulas, ofrecer

más visibilidad al libro, que Rajoy y los líderes

políticos aparezcan con un libro en la mano,

dotar mejor a las bibliotecas…

En las bibliotecas de mi entorno lo que

sobran son libros y se difunde la lectura

en diversos clubes de lectura. Me consta

que también se fomenta en las aulas. Sin

embargo, me inclino a pensar que no es

solo cuestión de más recursos, sino de

cambiar la estrategia y adaptarse a los

nuevos intereses y perfiles de los

lectores. También es lectura la que se

hace a través de los numerosos blogs

literarios y culturales, en los que se

puede participar, así como en las

variadas páginas webs que abarcan un

abanico temático amplísimo: arte,

literatura, historia, ciencia, informativos...,

que han desplazado al libro en papel,

siempre amenazado, pero que no

desaparecerá para los nostálgicos y

amantes de este formato. Estoy segura

que encontrarán el medio de compaginar

ambos para que la lectura no

desaparezca.

Lola Buendía López– Directora de la Revista Terral - ISSN 2253-9018

Revista Terral nº 23 – Editorial-Sumario -

Sumario Terral 23

©Todos los derechos reservados - ISSN 2253-9018

Edición: Lola Buendía López – Enrique Bodero Moral

Equipo de redacción: Ramón Alcaraz, Enrique Bodero, Lola Buendía, Erena Burattini

Diseño de portada: Enrique Bodero

Imagen de portada: Piezas de arqueología del museo de Málaga

Editorial y maquetación: Lola Buendía – Juan Canales

Colaboradores en este número:

Cine:

Ramón Alcaraz – ¿Sabías que Kirk Douglas acaba de cumplir 100 Años?

Ricardo J. Gómez Tovar – La bondad de Elwood Opinión/ Reflexiones:

Erena B. Burattini – Los largos flecos de la crisis Carmen Cantillo - Violencia simbólica en la cultura de las pantallas

Crítica literaria:

Ricardo Guadalupe – La conjura de los necios, de John Kennedy Toole Ángel Silvelo – Jonatan Galassi, Musa: Las Cicatrices del Mundo Editorial

vistas desde la Nostálgica Mirada de un Editor Profesional Anna Rossell - Por una semiosis poética – Miguel Veyrat

Poesía: Coordina: Aurora Gámez Enríquez

Poetas:

Mariella Huelmo - Los crespúsculos del verbo

Edison Ariel Montesdeoca – La vieja Brownie negra

Revista Terral nº 23 – Editorial-Sumario -

Relatos:

Emy Luna – El olor de Luisiana

Inmaculada García –Fuego (microrrelato) Sara Levesque –El artista asimétrico (microrrelato) Lola Buendía – En la orilla (microrrelato) Francisco marcos – Sara la relojera (microrrelato) Ser escritora:

Mar Solana – Sobre los Tópicos Literarios y las Expresiones Manidas

Flamenco:

Rafael Silva Martínez– Sobre el origen de la denominación Flamenco (VII)

El viajero:

Pepa Jiménez Calero – Manchester, la estimada ciudad

Arte:

Lola Buendía – Un nuevo museo para Málaga

La otra realidad:

Mariano J. Vázquez Alonso – Carl Gustav Jung. El Gran terapeuta

Diseño web: Juan Canales Molina

Revista Terral nº 23 – Cine -

Cinexplicable

Ramón Alcaraz García www.tallerliterario.net

¿Sabías que Kirk Douglas acaba de cumplir 100 años?

Kirk Douglas nació en Nueva York el 9 de diciembre de 1916, lo que lo convierte

en este recién nacido 2017 en el actor masculino vivo más longevo de la historia del

cine. Si nos preguntamos qué películas conocidas interpretó, seguramente vamos a

dudar y como mucho mencionaremos Espartaco. Ah, sí, y enseguida recordaremos que

es el padre de otro actor conocido: Michael Douglas.

Recientemente he visto una película que se titula Trumbo, la historia de un gran

guionista de Hollywood que se ve inmerso en la llamada “caza de brujas” de la época

de McCarthy. Es una película interesante para conocer aquel suceso y ver cómo

algunas personas se enfrentaron al sistema. En esta historia me resultó curiosa la

aparición de Kirk Douglas, en el papel que interpretó en su propia vida de defensor de

las causas injustas. En un momento muy delicado de su carrera, Kirk defendió

abiertamente a Trumbo y le dio el guion de Espartaco. Y no solo eso, sino que exigió

que su nombre apareciera en los créditos de la película, algo que estaba prohibido

porque Trumbo se encontraba entre los llamados “Diez de Hollywood”, una lista negra

por presuntas ideas políticas de personas vetadas en la sociedad estadounidense.

Son muchas las curiosidades en la vida de este actor; con una gran filmografía,

pero de la que en realidad apenas reconocemos los títulos de unas pocas: la citada

Espartaco, Senderos de Gloria, El loco del pelo rojo, Duelo de titanes…

Estuvo nominado 3 veces a los Oscar, pero solo ganó uno

honorífico en 1996. Sin embargo, rechazó tres papeles que sí lo

ganaron: Traidor en el infierno, La ingenua explosiva y Alguien

voló sobre el nido del cuco. El Oscar honorífico se lo entregó

Revista Terral nº 23 – Cine -

Steven Spielberg; emocionado y sin apenas poder hablar, Kirk dijo: “Veo a mis cuatro

hijos. Están orgullosos del viejo hombre. Yo también estoy orgulloso. Orgulloso de

haber sido parte de Hollywood durante cincuenta años”.

Su verdadero nombre era Issur Danielovitch Demsky, de padres campesinos

judíos emigrantes rusos. Nació en un gueto de Nueva York llamado Ámsterdam. Tuvo

que ayudar a su familia desde muy joven y trabajó de vendedor, repartidor de

periódicos, botones de hotel… Se dedicó a la lucha libre para pagar sus estudios y fue

campeón invicto universitario. Combatió en el Pacífico como oficial en la unidad

antisubmarina, licenciándose con honores. Después se centró en su carrera

cinematográfica y como productor. Su fuerte carácter y sus ideas políticas de izquierdas

le causaron muchos problemas y le generaron muchos enemigos en Hollywood. En

contrapartida, fue muy valorado como actor, y le daba igual no ser el típico héroe

guapo. Sí que tenía complejo con su altura (su 1,75 le parecía poco), y en secreto

llevaba alzas en los zapatos para ser más alto. Burt Lancaster lo descubrió y lo hizo

público, lo cual produjo un gran cabreo en Kirk.

En cuanto a lo económico, manejó cifras realmente curiosas. En 1954, Disney le

pagó 175.000 dólares por participar en 20000 leguas de viaje submarino, una cifra

extraordinaria. Y aún más extraordinarios los 350.000 dólares por protagonizar en 1956

Senderos de gloria; esa cantidad era la tercera parte del total del coste del proyecto. Y

a finales de los 80 le pagaron 50.000 dólares solo por pronunciar en un anuncio

japonés la palabra café, seguramente la palabra con el coste más caro de la historia.

El presidente Jimmy Carter el concedió en 1981 la Medalla Presidencial de la

libertad. En 1982, el actor declaró en el Congreso de Estados Unidos para denunciar

conductas incriminatorias y maltrato a ancianos. También ha recibido el premio

Jefferson por sus servicios a la comunidad, la Medalla de Honor de la Isla de Ellis y fue

nombrado en Francia Caballero de la Legión de Honor, entre otros premios por sus

labores artísticas y valores humanos.

En 1991 (con 75 años) sobrevivió a un accidente de helicóptero en el que hubo

varios muertos. En 1994 superó una trombosis y en 1996 una apoplejía; muestras de

su gran capacidad física. Con ya 70 años empezó a escribir, actividad que nunca ha

dejado. En 1988 publicó su autobiografía El hijo del trapero. Y en 2012 revela todos

aquellos problemas de la caza de brujas en su décimo libro editado: Yo soy Espartaco.

Rodar una película, acabar con las listas negras.

Revista Terral nº 23 – Cine -

Cine

La bondad de Elwood

Ricardo J. Gómez Tovar

Hay historias que van mucho más allá de las apariencias, películas cuyo argumento

podría despacharse con el fácil recurso a unas conjeturas obvias, apresuradas y

totalmente erróneas, pero cuyo mensaje esencial discurre por vericuetos de intensa

profundidad. El invisible Harvey (Harvey, 1950), es una de ellas. Una visión superficial de

esta maravillosa película, adaptación a cargo del alemán Henry Koster (1905-1988) de la

célebre obra de teatro de Mary Chase, galardonada con el Premio Pulitzer en 1945,

podría ofrecer esa falsa impresión a quien se acerca

por primera vez a ella. La presencia del personaje

invisible que da título a la obra, un tal Harvey,

sempiterno acompañante del protagonista del film,

Elwood P. Dowd, al que insufla vida James Stewart,

podría explicarse sencillamente por la afición de

este último a la bebida. Un conejo blanco de algo

más de 2 metros de altura apoyado contra una

farola. También podría ser un elefante, y así la narración se atendría más fielmente al

tópico de las alucinaciones derivadas del alcoholismo, pero no es así en este caso. La

película de Koster nos habla de un enorme conejo blanco a quien el protagonista, como él

mismo confiesa, conoció después de una noche de borrachera con unos amigos. Pero

hay algo que diferencia a Elwood P. Dowd de un simple borrachín: su bondad manifiesta,

que se posa en todos y cada uno de los seres con quienes tropieza, y a los que, sin

reparar en su aspecto o clase social, tiende una mano amiga en forma de tarjeta de visita.

Elwood no es un dipsómano ni tampoco un loco, como pudiera pensarse tras una mirada

convencional. Es un ser que se ha ganado la amistad de sus conciudadanos gracias a su

práctica constante de la bondad, un hombre inteligente y afable que ha decidido tomar al

pie de la letra el consejo materno y transformar su vida y, de paso, las de los demás:

Revista Terral nº 23 – Cine -

“En este mundo, puedes ser o muy listo o muy bondadoso. Durante años, fui muy

listo. Recomiendo ser bondadoso”.

Y es que Elwood P. Dowd, al que presta su natural bonhomía el genial James Stewart, ha

conseguido “vencer la realidad tras luchar con ella a brazo partido durante 35 años”. Sus vecinos

se han acostumbrado a verle pasear por las calles de la localidad con un sombrero sobre la

cabeza y otro en la mano (el segundo, perforado con dos agujeros a la medida de las puntiagudas

orejas de un conejo). Los diálogos que entabla con Harvey (al que nadie más parece ver) no

hacen daño a nadie. Al contrario, animan el ambiente de cualquier bar en el que entren, haciendo

que los parroquianos sonrían mientras descargan sus emociones negativas en alegre cháchara y

se iluminan contando los grandes sueños que tal vez nunca lleguen a concretar. Dowd y Harvey

forman un tándem benéfico para la comunidad. Pero el bueno de Dowd no vive solo. Aunque es el

heredero de la casa y la fortuna de una generosa tía, comparte la vivienda con su hermana Veta

Louise (interpretada por la estupenda veterana Josephine Hull) y la hija de esta, Myrtle Mae. La

vida social de la apocada sobrina de Elwood no se ve precisamente favorecida por las

“excentricidades” de su tío, quien se empeña en presentar a su querido amigo invisible a cuantos

visitantes ponen el pie en la mansión familiar. Esta circunstancia incita a Veta a intentar recluir a su

hermano en una institución mental, a pesar de que, como ella misma reconoce, en ocasiones

también ha creído ver a ese conejo blanco supuestamente imaginario, y sin probar ni una sola

gota de alcohol. El objeto de la conspiración no solo no se muestra reacio a acompañar a su

hermana al sanatorio, sino que colabora voluntariamente, siguiendo una de sus máximas:

“Siempre me lo paso estupendamente, donde quiera que esté y con quienquiera que

me encuentre”.

Nada extraña ni supone motivo de enojo para el bondadoso Elwood, sobre quien la bebida

no ejerce efectos hostiles y cuyo corazón puro desea establecer amistad sincera con taxistas,

porteros, camareros, e incluso con los facultativos de la institución donde le pretenden encerrar

para siempre. Una breve conversación con el señor Chumley, el director del sanatorio, basta al

“eminente” psiquiatra para darse cuenta de que su futuro paciente no alberga muchos más

gramos de locura en su interior que los que pueda abrigar él. De hecho, tras compartir una ronda

de bebidas en el bar Charley’s, a donde Chumley ha acudido para tratar de “echar el lazo” a ese

Revista Terral nº 23 – Cine -

paciente que acaba de escapársele a su subordinado más inexperto, el doctor Sanderson, será el

propio psiquiatra quien comience a notar que Harvey no es tan invisible como pensaba. Es más,

incluso le agradaría que Elwood no tuviera inconveniente en prestarle a su puka durante un

tiempo. Pero Elwood está protegido por ese duende en forma de animal que le acompaña desde

su encuentro bajo la luz de la farola. Ahí es cuando empieza a entrar en escena el poder mágico

del puka, el ser feérico de la mitología celta que es “amigo de borrachos y chiflados”, un duende

benigno pero con una vena traviesa y la curiosa facultad de poder detener los relojes. Así, lo que

parecía una simple alucinación generada por el delirio alcohólico adquiere una clara presencia

física en la última parte del film (Harvey abre puertas, añade un párrafo personalizado a la

definición de “puka” que el enfermero Wilson está leyendo en una enciclopedia e incluso cambia

de sitio el monedero de Veta para evitar que su hermano reciba una inyección de una especie de

“vacuna contra la locura”). Al final, la bondad de Dowd queda preservada, pues tanto su hermana

como su sobrina prefieren que siga siendo el mismo Elwood de siempre (aun cuando eso

signifique aceptar la presencia de Harvey) a que se convierta en un ser humano “normalizado” a

través de la medicación.

No es ésta la primera vez que Henry Koster dirigía una película con el trasfondo de un

personaje sobrenatural. En The luck of the Irish (1948), el periodista norteamericano Fitzgerald

(Tyrone Power) se encontraba con un duende irlandés, un leprechaun interpretado por Cecil

Kellaway, mientras que en La mujer del obispo (1947), el elegante ángel Dudley, encarnado por

Cary Grant, ayudaba a un atribulado David Niven a poner orden en su vida conyugal. En ambos

casos, al igual que sucede en El invisible Harvey, el personaje fantástico era el causante de una

serie de cambios necesarios para armonizar la trayectoria vital de los protagonistas. Los tres

títulos, vistos por separado o en conjunto, integran una valiosa trilogía cinematográfica que

propone un antídoto de humanismo y refinado humor contra el racionalismo científico.

Si hubiese que elegir una escena de El invisible Harvey, nos quedaríamos tal vez

con ese mágico momento en que Elwood, tras desempaquetar un cuadro donde aparecen

representados él y su amigo, el puka, lo deposita sobre la repisa de la chimenea para su

satisfacción. El espectador no puede evitar preguntarse quién lo habrá pintado. ¿Alguien

que también veía a Harvey? Todo es posible en los dominios de la bondad.

Revista Terral nº 23 – Opinión -

Opinión

Erena B. Burattini

Es sabido que en épocas de guerra o crisis se hace más real que nunca

un conocido dicho: A río revuelto, ganancia de pescadores. Salvo excepciones,

esto se aplica al gran mundo empresarial, industrial y financiero. Desde que

nos trajeron la crisis en 2008 las grandes fortunas españolas han aumentado

en un 50% según el XX Informe Mundial de la Riqueza (World Wealth Report).

World Wealth Levels, 2016

Source: Credit Suisse Research Institute, Global Wealth Report 2016

Lo que sube por un lado baja por el otro, lo que a la vista está.

Como consecuencia las alegrías de la sociedad del bienestar están

quedando para el recuerdo, salvo para ese pequeño e importante segmento

que ha sido el beneficiado. Para ellos se ha creado un mercado de lujo del que

se hace ostentación casi con descaro.

Pareciera que el planeta se está volviendo pequeño para los mercados

que se mueven compulsivamente. Crecer o desfallecer ese es el lema. Uno de

Revista Terral nº 23 – Opinión -

los resultados es la baja calidad de ciertos productos y la falta de consideración

al consumidor. Un ejemplo más bien anecdótico es el del papel higiénico, al

menos de una cierta marca, que conserva el diámetro de siempre -el aspecto

exterior es lo que cuenta- pero el metraje es inferior. Ingenioso proceso de

enrollar de forma holgada. Total, que a poco de empezarlo se desparrama solo.

Cualquier día el papel sale gateando por la casa.

¿Dónde ha quedado la satisfacción de producir con la máxima calidad a

un coste adecuado para dar un servicio correcto?

Uno de los problemas para el mercado como consecuencia de la crisis

radica en que los bajos salarios están enseñando al consumidor a ser más

racional y exigente rebajando el ansia de la compra compulsiva. Seguro que las

empresas lo están notando y algunas ya tienden a recuperar del pasado una

preocupación por ofrecer no solo productos de una calidad acorde a sus

precios sino también a dar a sus clientes una atención más personalizada para

fidelizarlos.

Y como las modas no son más que eso, es posible que no esté lejos el

día en que los grandes supermercados y centros comerciales -con todo el

intríngulis que implican estas grandes superficies incluyendo los atentados

terroristas- pasen a un segundo plano.

Algunos afirman que la parte positiva de la crisis es que la gente rebajará

sus ansias consumistas obligados por las circunstancias como comentaba más

arriba. Aquí me asalta una duda. La aceleración de las nuevas tecnologías -

además del aumento de todo tipo de productos indispensables incluyendo la

gastronomía de ciencia ficción- no cesa de imponer en el mercado el último

aparatito sin el cual no se es nadie. Este año se vieron colas de hasta días para

comprar el último modelo de ese móvil al que no le voy a hacer publicidad. La

pregunta obligada es ¿qué pasará con toda esa gente que se verá al margen

de esa tecnología punta que lleva una carrera de suspenso, siendo sus

ingresos tan bajos como son? ¿Serán los nuevos desclasados por no contar

con conexiones de altísima generación? ¿Caerán en depresión o sabrán

adaptarse?

A cada nuevo tiempo grandes tsunamis. Mejor protegernos con un buen

paraguas hasta que pase la avalancha. .. si es que pasa…

Revista Terral nº 23 – Opinión -

Opinión Carmen Cantillo Valero

Violencia simbólica en la cultura

de las pantallas

En el imaginario social y en las nociones de

poder y de dominación no podemos olvidar el

concepto de violencia simbólica, entendido

como la relación social donde el "dominador"

ejerce un modo de violencia indirecta hacia las

personas dominadas, quienes no la

evidencian o son inconscientes de que dichas

prácticas actúan en su contra, por lo cual son

cómplices de la dominación a la que están

sometidas.

En el terreno de los conocimientos y de los deseos encontramos que el sujeto

dominado sólo puede suscribir aquello que conoce, aquello que es capaz de percibir

de su entorno y de sí mismo; por tanto, no tendrá para elegir sobre aquello que

desconoce.

La violencia simbólica, para el sociólogo Pierre Bourdieu es una violencia

amortiguada, insensible y que es invisible para sus propias víctimas, se ejerce

esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y

el conocimiento, o más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en

último término, del sentimiento.

La violencia simbólica también se inflige en las pantallas y se hace visible a través de

un patriarcado del consentimiento, que mediante los medios de comunicación irradia

estereotipos de género que marcan las pautas que habrán de seguir los modelos de belleza

femenina con los que se perpetúa el sistema de dominación masculina y el orden natural del

poder social. De esta forma, las mujeres se socializarán en los mandatos propuestos a

través de los medios masivos, la escuela y la familia contribuyendo a propagar el patriarcado

Escena de Nosotros los decentes, 1976

Revista Terral nº 23 – Opinión -

por consentimiento en un proceso de intercambio psicológico de identificación con las

formas sociales naturalizadas.

En la narrativa cinematográfica, estas normas, se traducen en una reducción de la

mujer a una de sus partes, donde las piernas, los escotes o los traseros son las partes

enfocadas y significativas de una narrativa androcéntrica, así en el cine diversas “partes” de

las actrices son sustituidas por las de otra mujer, como parece que ocurre en (PrettyWoman,

1990) con Julia Roberts, o para colmo, cuando son los propios fragmentos de mujer los que

aparecen como fetiches de la mirada masculina, como es el caso de la película española

(Nosotros los decentes, 1976),donde el propietario de una ortopedia va encargando moldes

de goma que reproduzcan –por partes- el cuerpo de la mujer viuda que ha entrado a trabajar

en su negocio. De manera que, si la mujer aparece siempre representada cosificada y

troceada, nuestra mente acaba troceándola y “viéndola” en partes. Es así como esa

violencia simbólica se muestra en las pantallas a través de las imágenes de cuerpos que

son una realidad sexuada y objetos de miradas de visión y de división sexuantes.

La exhibición de la “novia mecánica”, de McLuhan, podría ser la alegoría más

significativa de nuestra época, siendo las imágenes prefabricadas de las mujeres

que aparecen en los medios piezas sacadas de la cadena de montaje de una

fábrica, donde la sustitución puede venir tanto de la mujer al completo como de

alguna de sus partes, sin que el cambio sea apenas perceptible. Además, la mujer

se convierte en un ser de porciones intercambiables en función del gusto del público

masculino, por tanto, el gusto ya no se entiende como una subjetivación distintiva,

sino como una voluntad que crea una categoría válida (y construida) para el análisis

social, una vez visto como los gustos se gestan en la confluencia entre una oferta y

una demanda o, mejor dicho, entre objetos clasificados y sistemas de clasificación,

podemos comprobar cómo cambian estos gustos.

Un reflejo de este mecano-mujer, por ejemplo, se muestra en Ariel (La Sirenita,

1990), quien puede despojarse de su cola de sirena y acoplarse unas piernas con

las que se mostrará atractiva ante la figura de su príncipe. En este sentido, las

construcciones simbólicas que se muestren en la pantalla y, en concreto, construyan

la cosmovisión infantil, tendrán una eficacia simbólica en su forma y en su fondo,

puesto que las imágenes pondrán formas a la identidad femenina, ejerciendo esa

violencia simbólica que mostrará la forma, la acción o el discurso reconocido como

conveniente y legítimo socialmente, conformado por la sociedad patriarcal. Es decir,

Revista Terral nº 23 – Opinión -

que los personajes construidos son de una forma tal que se puede producir

públicamente una voluntad y unas prácticas de esta voluntad que, si se presentaran

de otra manera, difícilmente serían aceptadas (ahí radica la función del eufemismo).

Y estas categorías construidas, generalizadas y aprobadas–ya desde las películas

infantiles- provocan una identificación del púbico con el personaje creando un sentimiento de

comprensión y empatía, puesto que surge un deseo de la niña y del niño de querer

parecerse a los personajes. Las escenas de la pantalla se asimilan como vivencias propias y

se internalizan como modelos a seguir. Estos modelos se reflejan específicamente en el

género femenino, cuando se adoptan los roles estereotipados de las princesas, en particular,

y de los modelos sexuados que aparecen en la pantalla, en general; imitando su forma de

vestir, hablar, actuar para formar parte de un grupo social determinado. Es por ello que estos

prototipos de mujer que desarrollan los medios pueden llegar a influir en el proceso de

socialización o de construcción de la identidad, sobre todo de las niñas pequeñas, ya que se

muestran “cualidades deseables” que tienen en común todas las protagonistas y que

pueden hacer que las niñas y niños quieran reproducirlas.

Así, nos situamos ante un panorama mediático donde las imágenes machacan

nuestros sentidos, calando en las identidades y homogeneizando las realidades estéticas.

La política de la seducción se ha convertido en una herramienta más del marketing y los

dictados del capitalismo consumista han adoptado una apariencia que define el género y la

cultura. De este modo, el género es un a priori que califica lo que se da a entender, afecta no

sólo lo que se percibe sino lo que se es, en parte como un hecho de la propia vida y en parte

como una cuestión que domina el significado de la propia vida.

La imagen que construyen los medios sigue convirtiendo a las mujeres en

objetos simbólicos, que se ubican en la sociedad en estado de permanente

inseguridad, donde la cosificación va desde lo micro hasta lo macro y, donde se nos

sigue reduciendo a trozos que se pueden usar, guardar y, por supuesto, cambiar

cuando ya no sirvan. Así, se transforman los cuerpos femeninos en objetos de

exhibición y en elementos de poder con los que manejar a la audiencia masculina.

En definitiva, esta reducción de persona a “cosa”, es uno de los procesos de

anulación simbólica de la mujer en la cultura de las pantallas, donde a través de una

rutina mental prolongada se mantiene a la audiencia en un estado de vulnerabilidad

constante.

Revista Terral nº 23 – Crítica Literaria -

Crítica Literaria

Ricardo Guadalupe

La conjura de los necios,

de John Kennedy Toole

Libro conocido por su calidad y por cómo llegó a

publicarse, gracias a una madre-coraje que buscó editor con su

hijo, el autor, ya fallecido. Concretamente, se había suicidado en

1969 a los 31 años, después de recibir el rechazo de varias

editoriales. Tuvo que ser por la insistencia de su madre que

acabara publicándose en 1980, cuando ella contaba con 79

años. Quién habría dicho al pobre John Kennedy Toole o a las

editoriales que lo rechazaron que La conjura de los necios

terminaría vendiendo millones de ejemplares y se convertiría en

un clásico contemporáneo, Premio Pulitzer de ficción en 1981.

Puede simplemente que no la ofreciera en el momento adecuado, eran los años de

la guerra fría y en Estados Unidos todavía se tachaba de comunista al que criticara el

estilo de vida americano. El propio John Kennedy Toole era expulsado de su trabajo como

profesor por sus atrevidas diatribas durante las clases. Y el editor que trataba de

reconducir su novela hasta finalmente rechazársela no era un cualquiera sino Robert

Gottlieb, todo un referente. Entre unas cosas y otras, John comenzó a aumentar de peso,

a sufrir paranoias e incluso a hablar y comportarse como Ignatius J. Reilly, el personaje

protagonista de La conjura de los necios.

Revista Terral nº 23 – Crítica Literaria -

Es cierto que el libro tiene un tinte de crítica político-social, pero muy por encima de

ello destaca la comedia, el estilo satírico, la historia disparatada e hilarante que aglutina

un carnaval de personajes. Hay quien podría pensar que se trata de un chiste de los

largos. Eso sí, extraordinariamente escrito. Y sobre todo es extraordinario por su

personaje principal, encumbrado por méritos propios al Olimpo de los caracteres literarios

de siempre.

“Sólo me relaciono con mis iguales, y como no tengo iguales, no me relaciono con

nadie”. Así se define el protagonista, Ignatius J. Reilly, y tiene razón, es inigualable. Está

magistralmente caracterizado. Y tiene voz propia, vaya que sí. Es cualquier cosa menos

un personaje plano. Y es muchas cosas a la vez, rico en matices. Yo me he permitido ir

apuntando todos los calificativos que me surgían según lo iba conociendo. Son unos

cuantos. Voy a transcribirlos todos para dar una idea de la dimensión estratosférica de

Ignatius J. Reilly: Aprensivo, escrupuloso, altivo, enmadrado, glotón, vago, excéntrico,

desmedido, caprichoso, maniático, redicho, charlatán, egoísta, aprovechado, infantil,

irresponsable, faltón, impertinente, cultureta, remilgado, exquisito, temeroso, agorero,

comodón, escaqueado, obeso, enfermizo, conservador, dictatorial, inconsciente, fanfarrón,

plomazo, protestón, ofensivo, teatrero, cochino, débil, cutre (recuerda por momentos al

Torrente de Santiago Segura en versión intelectual), desconsiderado, acusica,

hipocondríaco, victimista, con ínfulas y una visión tan sobrevalorada de sí mismo como

negativa del resto, irrespetuoso, criticón, fantasea con animales, despreciable, cuentista…

Además de estrafalario, grandilocuente, delirante, inadaptado e insufrible. Ahí queda eso.

Obviamente hablamos de un antihéroe, del que Walker Percy, su descubridor, dice

en el prólogo que está “en rebelión violenta contra la era moderna”. Por eso no es de

extrañar que se le haya comparado con el más ilustre personaje de las letras castellanas:

don Quijote. Sí, aunque no tenga nada de caballero este don Quijote adiposo, hay

evidentes paralelismos: los delirios derivados de su personalísima visión del mundo, la

arrogancia con la que se desmarca de la vulgaridad que le acecha y la incomprensión que

Revista Terral nº 23 – Crítica Literaria -

le rodea, el patetismo de sus “hazañas”, la defensa de valores ya obsoletos, el ideal

utópico, la comicidad de su camino hacia la nada… Para colmo, va pertrechado en su

particular cruzada con una gorra de cazador con orejeras, que equivaldría a la bacía de

barbero, y con un alfanje de juguete, que sería la lanza. Existe una estatua que le rinde

homenaje en Nueva Orleans, la ciudad donde se desarrolla la historia.

Así mismo, también hay similitudes entre Ignatius J. Reilly y su autor. De hecho, no

es difícil definirlo como una caricatura de John Kennedy Toole. Igual que Ignatius, John

era un joven licenciado que vivía sobreprotegido por su madre en el Nueva Orleans de los

años 60. También trabajó brevemente en una fábrica de ropa masculina. Y deambuló por

el Barrio Francés, no empujando un carro de perritos calientes, pero sí vendiendo en

alguna ocasión tamales en un puesto callejero.

Otra coincidencia es que Ignatius escribe sin parar con la esperanza de crear una

obra maestra que cambie la realidad. Y la última coincidencia, ésta profética, es cuando

Ignatius dice, refiriéndose a sus notas y apuntes, “no podemos permitir que caigan en

manos de mi madre. Podría ganar una fortuna con ello. Sería demasiado irónico”. Así

ocurrió en la vida real, la señora Thelma Toole, madre de John, se convirtió en

multimillonaria.

Mención aparte merecen los personajes secundarios, a cual más estrambótico.

Aparecen y reaparecen en escena de manera rocambolesca. Son dignos escuderos de

Ignatius J. Reilly.

Y por último, una alusión a la Fortuna y su rueda. No importa que ahora no se

entienda bien. Quedará impregnada en vosotros tras la lectura. Y cuando la empleéis sin

daros cuenta, quién sabe, quizás signifique que os está invadiendo por unos segundos el

espíritu de Ignatius.

Revista Terral nº 23 – Crítica literaria -

Crítica literaria

Ángel Silvelo Gabriel

JONATHAN GALASSI, MUSA: Las Cicatrices del Mundo Editorial vistas desde la Nostálgica Mirada de un Editor Profesional

Ya nada volverá a ser como antes. La juventud ya no se tornará ante nosotros como ese

último rayo de sol que se despide tras el perfil de la montaña cada tarde ni los héroes de

nuestra adolescencia podrán lograr que recuperemos el brillo que desprendían nuestros

ojos a cada nuevo reto, aunque éste fuera tan sencillo como darle la mano a la chica que

nos gustaba. Hay mucho de esa necesidad de recuperar las sensaciones del pasado en

Musa, una elegía —como confiesa su autor— de un mundo que ya nunca más regresará.

Esta novela es un largo poema lírico a la muerte de una industria

editorial que ya no existe, como tampoco existe esa necesidad de

leer y abordar un libro con la inocente idea de que por sí solo te va

a cambiar la forma de ver el mundo o de vivir el resto de tu vida.

Novela en clave (roman à clef) o de juegos mentales (jeux d’esprit)

son sólo dos definiciones que los críticos y el propio autor han

manejado para definir este debut literario del veterano editor

Jonathan Galassi. Un debut literario que, si bien comienza con

una rotunda frase: «Ésta es una historia de amor. Es sobre los buenos viejos tiempos,

cuando los hombres eran hombres y las mujeres eran mujeres y los libros eran libros,…»,

en sus capítulos iniciales se pierde en una profusa descripción —muy al estilo de la gran

novela americana— del ambiente y los personajes que después formarán parte de esta

historia; una historia en la que las cicatrices del mundo editorial están vistas desde la

nostálgica mirada de un editor profesional. Esa minuciosidad descriptiva, sin duda, hace

perder ritmo y frescura a la narración, sobre todo, si no eres capaz de visualizar la

cantidad de nombres que salen a escena. No obstante, lo mejor de la novela comienza en

el capítulo dedicado a la Feria del Libro de Frankfurt donde, con una sagacidad capaz de

cortar de un único y certero corte el alma más pétrea, el autor nos derrumba cualquier

imagen estereotipada que tengamos acerca del mundo editorial. Galassi, gran conocedor

de ese ambiente, nos retrata con excelsas dotes de genialidad ese ambiente viciado de

Revista Terral nº 23 – Crítica literaria -

grandes cenas, no menos importantes borracheras y tan millonarios como insulsos

contratos publicitarios, de los que dos meses después sus protagonistas ni se acordarán.

En este capítulo, sin duda, a todos aquellos que se dedican a escribir le supuraran las

heridas, tanto aquellas que le salen cuando se encierra en sí mismo para dar vida y forma

a un libro como cuando sean conscientes de esa falta de interés por el hecho literario en

sí mismo que, en principio, no debería ser más que el valor de la obra literaria por sí sola.

Esta ausencia de un mínimo de ética por parte de los grandes editores está muy bien

reflejada y de paso la igualan a la de otros grandes sectores de la industria cultural o

financiera.

Sin embargo, Musa arranca con verdadera devoción hacia el hecho literario a partir

del capítulo dedicado a esa falsa diva de la literatura llamada Ida Perkins. Una poetisa de

fama mundial que el autor define como «una Meryl Streep cándida, con un toque de

vampiresa y una llameante cabellera roja». La visita que el protagonista de la novela, Paul

Dukach —un claro álter ego de Galassi aunque éste lo niegue—, al palazzo veneciano

donde vive su musa, nos retrotrae a lo que en verdad es importante dentro del mundo de

la creación, porque, qué es crear sino la estela de una huida…, una huida a ninguna

parte, que Galassi en boca de Ida Perkins describe así: « ¿Cuándo, me pregunto, se

dedican los escritores simplemente a vivir sus vidas aburridas? ¿No sabe que vivir no

consiste en escribir, señor Dukach? Siempre había otras muchas cosas. Los hijos de

Arnold. Las compras. La colada… ¡y los médicos! Escribir es algo que uno hace, que los

dos hacíamos, debería decir, para escapar, para huir.» Una sensación anti-star-system

que se remarca mucho más adelante, cuando el propio Paul se dice a sí mismo: «Había

aprendido pronto en su trabajo que los auténticos escritores no habían estudiado en Yale

u Oxford; procedían de todas partes —o de cualquier parte—, y la clave de su éxito era su

determinación de excavar, de triunfar, por mucho obstáculos que se les pusieran por

delante.» En este sentido, Jonathan Galassi lo tiene claro y en una entrevista proclama:

«el escritor es el héroe del editor, siempre». Una afirmación que cada vez está más

alejada de la realidad, porque no se nos debe olvidar que Musa de Jonathan Galassi son

las cicatrices de un mundo editorial que ya no existe y, que además, están vistas desde la

nostálgica mirada de un editor profesional.

Revista Terral nº 23 – Crítica Literaria -

Crítica Literaria

POR UNA SEMIOSIS POÉTICA Miguel Veyrat, El hacha de plata Por © Anna Rossell

La poesía de Miguel Veyrat (*Valencia, 1938) escapa a cualquier definición; la

rehúye. Es precisamente esta esencial intención lo que mueve a su autor a su insurrecta

escritura. No por capricho estético o lúdico-experimental, sino por una radical voluntad de

indagar, de arrancar sentido (nuevo) al sistema de signos de que nos valemos para

comunicarnos. Veyrat –de espíritu ilustrado y semiólogo- manifiesta su insaciable sed de

conocimiento explorando el lenguaje más allá de sus límites. Inconformista e iconoclasta,

hace de la heterodoxia su herramienta más útil para rastrear nuevas posibilidades

significativas y construir una compleja y rica semiosis, que la voz poética reivindica para

conferir al ser humano la genuina cualidad de ser: Creyó entonces que creía en la

li/bertad de violar el sistema/de la propia lengua. Y envolverse/con ella en la red

amarilla/de la locura. Deber innato de todo/intérprete de todo escriba/en su quietismo

estético de una/muerte en vida donde creía/ser ala y –en efecto, no era nadie. (Tocados

del ala).

Veyrat no se limita a lo lingüístico; su semiótico proceso de escritura, reclama una

libertad que lo trasciende, incorporando a su lenguaje una tupida red culturalmente

connotativa, que, en progresión geométrica, lo hace exponencialmente fértil. La potencia

expresiva y comunicativa de su poesía es por ello inconmensurable; adentrarse en su

lectura, un reto y un placer intelectual. Poseedor de una vastísima cultura y paladín

acérrimo de una escritura auténtica, el autor teje un denso universo semiótico que exige al

Revista Terral nº 23 – Crítica Literaria -

lector exquisita atención y estar a la altura. No resulta fácil. Consciente de ello, Veyrat

acompaña su poemario de un aparato de Notas Prescindibles & Alcabala de Deudas que,

cada lector se verá impelido a completar, en función de su propio acervo de

conocimientos.

Forma y fondo están en la poesía de Veyrat estrechamente fundidos al servicio del

nuevo lenguaje: el poeta gusta de todo tipo de encabalgamiento, del uso heterodoxo de

los signos de puntuación –o de su ausencia-, algún acento donde la ortodoxia no lo

permite (o su falta donde lo exige), y entreteje en sus versos, ora parafraseando, ora

aludiendo a ellos de modo subyacente, a un innumerable elenco de referentes: Esquilo,

Séneca, Verlaine, Rimbaud, T. S. Eliot, Valdés Leal, Shakespeare, Heidegger, Merleau-

Ponty y W. Stevens, Heráclito, A. Machado, Pessoa, Cernuda, Petrarca, Gonzalo de

Berceo, V. O. Mateus, Léon Deubel, exponentes de la mitología griega o John Cage y el

conjunto rapero estadounidense Rage against the machine… -son una pequeña muestra

de una relación interminable-. Con todos ellos Veyrat urde una red que no se agota en lo

intertextual sino que incorpora lo intercultural en el sentido más amplio:

[…] ¿Pero quién será/ese intervalo que hay entre yo y mi?/Paso horas en desclasificar lo

infinitamente/ya clasificado, clasificables descono/cidos entre los intersticios del

conocimiento. (El intervalo).

[…] Allá/donde la cuerda permanece/cortada tras el límite de la conciencia/

Allá donde vidieron palombiellas essir de so/la mar más blancas que las nieves/

contral cielo volar Allá donde/la sombra de la sintaxis morfológica/nunca las pudiera

alcanzar Allá en donde son/[…]. (Se embebe la sombra mía).

Y dijo el mirlo antes de escuchar el disparo/que el silencio no era sino el caos/

en reposo. Y la música/con la poesía y otros dioses solamente sus/metáforas. Que la

muerte nunca es/la verdadera iniciación/[…]. (Cage against the machine version (Fake

blood’s Needle drop mix)).

Revista Terral nº 23 – Crítica Literaria -

Los nombres mencionados (y faltan tantos otros…) nos dan una ligera idea de los temas

que aborda la voz poética, incansable filósofo: la percepción del tiempo y su huella, la

muerte, la identidad, el caos, la belleza y la dimensión significativa del silencio. Y,

contrariamente a lo que lo dicho pudiera dar a entender, la poesía de Veyrat no apela

únicamente al intelecto, sino a lo irracional, y da poemas de extraordinaria belleza:

Ánima como el viento rojo/de los druidas,/daimon como el viento/de la libre palabra/

—el fuego prometeico/que ya rompe,/de la médula mana/como del fuego interior/que

avanza/desesperada hasta el sol/y tiende el arco/de la vida por su centro,/como viento/

rojo a sus raíces —la poesía. (Rectificando Invenies).

Un poeta indispensable.

POESÍA:

Coordina: AURORA GÁMEZ

MARIELLA HUELMO

LOS CREPÚSCULOS DEL VERBO

“Mi mundo merece un retorno.

Entraré y saldré con las manos vacías,

y como prueba de mi verdadera presencia

no presentaré más que palabras

a las que nadie da crédito.”

Wislawa Szymborska

I

Hay un poema que no escribiré nunca

porque jamás descifraré sus verbos.

Un poema indefinible,

fuente oscura de todo incendio,

vestigio de sangre quemada al pie de los templos.

Será un poema inerme que me dará la certeza

de no haber amado más allá de mis dedos,

de no haber existido sino donde existió mi verso,

o existido apenas,

herida por la luminosa sombra que me acusa y niega.

Habrá un poema inabarcable que no podré leer

hasta perder estos ojos

con que miro el tiempo que ya no es.

Habrá un poema, aullido silente, que no podré oír

hasta desaprender letras y verbos.

Un poema negro que desatará los cuchillos ciegos del olvido.

Un poema verde que anudará los días de rojas alas y estepas desoladas.

Sí.

Habrá un poema que finalmente nos dará

la desnudez de los látigos,

la fuerza de la piel,

la historia de los peces.

Desde antes, desde más allá,

desde atrás de la vigilia,

por debajo del delirio

el poema nos espera.

Intacto, dentado, sediento, sexuado.

Sin palabras, te robará los ojos.

Hará nido en tu sangre huérfana de verdad,

de abecedarios, de fe.

Y escribirá entonces lo que tú no supiste,

no quisiste, o no pudiste ser.

III

“al que le duele su dolor le dolerá sin descanso”

Federico García Lorca

Dolor, diseñando mi sombra.

Dolor, vértebra a vértebra.

Dolor, única pertenencia.

EDISON ARIEL MONTESDEOCA

LA VIEJA BROWNIE NEGRA

Es un cubo negro, rectangular antiguo,

donde dormita el polvo en su ojo cíclope.

Desde hace años no me contesta, no me sonríe.

En cambio, apaga la luz, intensa-interna,

que refleja el presente de mis vísceras rencas.

Solo hoy,

en magia incierta encendió la oscuridad alterna.

Y las filigranas de flashes que desgranan los impulsos,

dejaron escapar, las imágenes roncas,

felices ellas,

de la cuna-nave que siempre va y regresa.

-Parada melancólica, en la puerta dibujando,

mis pasos brumosos a la escuela.

-El prendedor esmeralda que me busca.

-El aroma café que atraviesa los rosales amarillos.

-Una taza de té inclinada en su mesa,

goteando dulce de leche en pétalos sobre el radio que resuena.

-El óleo que escurre en sus manos, pinceladas de acordes extraviados.

-Y otra vez entre las olas, los inmensos veranos flotando,

contemplo su gorra de hule roja.

Mientras,

sus pasos enérgicos de arena golpean las teclas del piano,

y la música arde en anís contra los ventanales colapsados,

el dolor por sus tres mariposas muertas.

Entonces,

me ensalivan sus carcajadas de optimismo-menta,

la voz soprano que siempre me canta en las tinieblas.

Y perdido en el camino, entre sus novelas policiales abiertas,

veo sus acuarelas, el color verdoso de sus ojos estrellas.

Si, percibo la marea seca de pixeles que llega,

su abrazo demoledor de memoria fotogénica.

Es solo un cubo negro, rectangular antiguo,

se podría decir de la Brownie vieja.

Sin embargo, hoy te veo Esther Renée,

danzando nuevamente, desde el mar a la sierra.

Feliz, loca, simplemente eterna1.

Del libro “Césped de chocolate”. Ático ediciones, 2916

TRANS

La luz generosa se desboca, anuncia ruedos y ruegos.

La primavera que reniega, presa en su yema de rejas,

desde muy adentro, se carcajea la sexualidad risueña.

La niña púrpura que nos llama, tamborilea lenguas secretas.

Una piel que se arrepiente, gira en caracoles de fiesta.

Arropada en ropas ajenas, una canción que ya ruge,

clama incendios, identidades sin fronteras.

Ese café indígena, saborea sus estrellas,

repica en su coraza, calientes de adioses sin huellas.

Pujante luego se escapa, vaciando la piel colonial de cera.

Aguas Trans que rugen en túneles, calderas de levadura vieja.

Lo mejor de nosotros transcurre en los fermentos,

Y así de pronto, explotan en mieles,

los cometas de la vida nueva.

Del libro “Césped de chocolate”. Ático ediciones, 2916

1 Esther Reneé García Montani, mi madre.

Revista Terral nº 23 – Relato-

Relato

Emy Luna El olor de Luisiana

Relato publicado en la Antología de Mujeres viajeras,

mejor libro de viajes femenino de habla hispana en USA.

Nunca dudé de mi capacidad de adaptación, como tampoco dudé de la existencia de

la suerte. Aquel verano en Luisiana la casualidad me demostró que era posible la

combinación de ambas.

Desde que me licencié en Biología sólo me había interesado mi profesión. A mi

edad, mis amigas ya habían formado su propia familia y comprado casas, coches…

Habían mejorado su status profesional y social y yo aún seguía emocionándome con mi

vida errante avistando aves y recorriendo miles de kilómetros para escuchar el chirrido de

las cícadas en verano. Fue precisamente mi pasión por las aves y los insectos lo que me

llevó al sur de EEUU. La Universidad de Luisiana me acababa de conceder una beca para

estudiar, además de los pájaros propios de la zona, el fenómeno de las cícadas, mágicos

insectos de los bosques sureños cuyo curioso ciclo vital me apasionaba.

Me instalé en una casa preciosa cerca de la escuela, de una planta con porche

sostenido por columnas y contraventanas de persianas, en las afueras de Baton Rouge.

Pasaba las mañanas de los martes con el profesor que más me gustaba y dos

estudiantes japoneses. Las tardes las empleaba en recorrer los bosques de cipreses de

agua, la zona de los lagos y en disfrutar con el olor de los majestuosos magnolios y los

Live Oak, robles centenarios con sus collares de Spanish Moss. El fin de semana visitaba

los pantanos y fotografiaba a los armadillos, mapaches y zarigüeyas; si había tormenta

me quedaba en casa, admirando tras los cristales la fuerza de una naturaleza exultante y

poderosa. El bosque de Luisiana parecía pertenecer al mundo de los sueños entre la

Revista Terral nº 23 – Relato-

niebla matinal y los troncos huérfanos de los cipreses que, en medio de las aguas

pantanosas, elevaban sus brazos huesudos a un cielo cercano y lechoso. Bajo la

superficie, se sospechaba el río Mississipi recorriendo los campos, las ciudades. En el

ambiente reinaba una atmósfera y un olor especial. Diferente a todo lo que había

conocido hasta entonces.

No había dejado de trabajar desde que llegué a la Universidad. Ahora estaba

haciendo un estudio sobre el Cardenal rojo y el Blue Jay, dos especies de aves de la zona

que me apabullaban con el colorido de su plumaje. Esperaba que mi profesor aplaudiese

mi iniciativa, porque me estaba costando muchas horas de observación escondida entre

las aguas pantanosas. Él no decía nada y eso no hacía más que intensificar mi interés por

él. Era el típico gringo del sur tímido, conservador y apasionado de la Naturaleza. Por

desgracia, los encantos de los que yo estaba tan orgullosa no parecían funcionar con él.

Una tarde en que el cielo comenzó a ponerse de un color verde eléctrico, los arboles

parecían querer sacar sus raíces de la tierra y los pájaros gritaban como locos, la sirena

de la Universidad comenzó a dar la señal de alarma y mi Iphone mostraba un mensaje

parpadeante: ¡Watch!. Un tornado se aproximaba. Fui en bicicleta hasta el edificio

principal donde con rigurosa calma los alumnos y profesores esperaban su turno para

entrar a protegerse de lo que se avecinaba. Él estaba allí y me vio llegar desde el umbral

de la puerta. En medio del atasco se acercó a mí, me agarró del brazo y me arrastró con

él a una especie de habitación construida ad hoc. No podría describir ahora el aspecto del

habitáculo. Tampoco cuánto tiempo transcurrió hasta que la sirena de la Universidad

volvió a sonar para comunicar que el peligro había pasado. Una hora, un día, dos… El

doctor Boudreaux, así se llamaba mi profesor, se despidió de mí con cortesía, mientras yo

me aferraba a los últimos segundos que quedaban para que llegara su hijo a recogerlo.

Cuando me había hecho a la idea de que no tenía nada que hacer con un señor que

ya tenía una familia, recibí una invitación para cenar acompañada de una caja forrada de

papel dorado. Dentro había una hermosa flor de magnolio y en un lado una nota.

Revista Terral nº 23 – Relato-

En la cena me habló de su infancia en Luisiana, de su amor por los lagos y los

pantanos…De que nunca, desde que quedó viudo, le habían gustado tanto las alarmas de

tornado ni las clases de los martes. Cuando me acosté aquella noche, metí la flor en el

jarrón que me regaló mi madre la última Navidad y abrí el sobre. Era una acuarela. Me

dormí mirando el dibujo de una pareja de Cardenales rojos sobre una rama de roble.

Disimulada bajo la aguada trasparente, rezaba una frase: Gracias por despertarme del

sueño y recordarme como huelen los magnolios.

Revista Terral nº 23 – Microrrelato -

Microrrelatos

Fuego

Inmaculada García Haro

“Bajó la ventanilla del asiento del acompañante y arrojó la colilla encendida lo más lejos

posible. Repitió la misma escena varias veces. No reparó en las casas cercanas ni en los

niños que jugaban por el sendero. El olor del dinero era el único humo que cegaba sus

ojos.”

El artista asimétrico

Sara Levesque

Cerrando todos los bares, recuerda la victoria de su propia existencia, cuando le conocían

y era número uno en ventas. Ahora se tira a una rubia detrás de otra, bebiendo sin sed.

Duerme sin sueño. Los días dorados pasaron a mejor vida mientras él ansía oxígeno en la

peor cara de la moneda, hasta que se canse de respirar. A este virtuoso, ahora miembro

de la bajeza, solo le quedan sus propias mentiras, solo le aguantan sus viejas traiciones.

En la orilla

Lola Buendía Caminaba abstraída por la orilla del mar; me sentía leve y resuelta: debía ejercitarme en

suprimir las sensaciones; así llegaría, tal vez, a lograr ese estado de nirvana próximo a lo

espiritual, anclarme en el presente sin espacio ni tiempo. Me esforcé en ignorar la grisura

plateada del espejo acuoso, los alientos salobres de la tenue brisa, las puntillas

nacaradas que cosquilleaban mis pies; hice oídos sordos a los graznidos de las gaviotas y

a las risas de los niños de Sorolla.

Revista Terral nº 23 – Microrrelato -

Al final del recorrido...sólo mi yo enajenado y el horizonte. El sol buscaba reposo en

su lecho anaranjado. Caminé imantada hacia él…

Un vigilante de playa, experto en bañistas con tendencia suicida, me devolvió a la

orilla.

Sara la Relojera

Francisco Marcos

El ovalo de su rostro debía tener la proporción, si no aurea, al menos divina; pero la

fascinación que ejercía sobre Ramón era de otra índole, de la misma que ejerce la llama

de una hoguera.

Ramón se percató de que no era la piel transparente de su rostro, ni la belleza del

ojo libre del monóculo de relojero o la visión de los largos dedos que sujetaban la pinza, lo

que le transportaba a ese confortable estado. Se dio cuenta de que el plus de

concentración necesario para trabajar sobre piezas minúsculas era lo que transmitía esa

cálida energía que le envolvía.

Sara no podía sospechar la verdadera razón de las visitas de aquel coleccionista de

relojes clásicos que día tras día le llevaba un ejemplar para su puesta a punto. Como

mujer que entiende de hombres, sabía que Ramón era del tipo que adora la estética de la

singularidad femenina en todas sus manifestaciones; lo que Sara no sabía es que estaba

hipnotizando a Ramón con el ronroneo de su mente fabril.

Un día, mientras trabajaba, de súbito levantó la mirada hacia él y vio unos ojos

sedados por la más sutil seda que tejer se pudiera. Sara, con dificultad, continuó con su

trabajo deslumbrada por el reflejo de su propia llama capturada en los ojos de Ramón.

Revista Terral nº 23 – Ser escritora -

Ser escritora

Mar Solana

Sobre los Tópicos Literarios y las Expresiones Manidas

Algunos mortales tienen el don de la

escritura ensamblado en su alma igual

que las venas y arterias surcan todo

su cuerpo. Las Letras fluyen como la

sangre y, a veces, se confunden con

ella oxigenando y nutriendo su

existencia. Muchos se empeñan en

mejorar (perfeccionar, pulir) esa

circulación que les permitirá

expandirse en el universo de los vasos

comunicantes que, a día de hoy, están más que repletos de sangre, versos y palabras.

Unos cuidan su dieta e intentan llevar una vida sana y otros… sencillamente nos echamos

al camino y nos convertimos en Junta Letras.

En una época en la que se está desaprendiendo el arte de «escucharnos», pero en la

que también (dato curioso) necesitamos cada vez más —casi de forma compulsiva—

comunicarnos y ser «escuchados». Emitir, emitir…, bip, bip, bip… Y nos dejamos la vida y

la ilusión en el arte de expresárselo al prójimo. Cuando recreo en mi mente el comienzo

de la peli Matrix: millones de símbolos digitales viajando a través de incontables hileras

telemáticas para conseguir moverse entre universos, imagino también a mis palabras,

cómo recorren a toda velocidad espacios ajenos para llegar a una suerte de limbo virtual

en el que se quedan flotando igual que astronautas desorientados.

Poco (o nada) sabía yo de esos ciber-limbos el día que me apunté a mi primer taller

on line de escritura creativa: El Gozo de Escribir. No prometían convertirte en un Chejov,

una Allende o un Paul Auster, pero sí garantizaban diversión. Recuerdo que me sentía

Revista Terral nº 23 – Ser escritora -

una niña antes de estrenar sus pompones de ballet. Y todo sin moverme de casa, a golpe

de roedor electrónico, ¡clic!

El curso no duró más de un mes y una vez a la semana se organizaban chats en

directo, una especie de tutorías virtuales en las que los compis y la profe

intercambiábamos opiniones, dudas, anécdotas y sonrisas.

Fue un mes intenso, inolvidable. Cada día nos llegaba una lección con su

correspondiente ejercicio. De la primera, El folio en blanco (sempiterno y siempre

presente), me salió un relato aprendiz de novela. Para eliminar bloqueos debíamos

escribir sobre lo primero que nos viniera a la cabeza al visualizar el papel inmaculado e

impoluto. A mí me salió un texto que, según la profesora, no había cerrado bien y

prometía ser el inicio de una novela… Todos los compañeros me halagaron y me dijeron

que era una historia muy interesante con la que podrían disfrutar más personas, pero

(siempre hay uno)… debía limar mucho mi estilo porque era ampuloso y retorcido. Un

compañero, incluso, lo apodó de «barroco» y recargado (oh-my-God!)

Esa fue la primera crítica un poco seria a la que tuve que enfrentarme y, con

sinceridad, me dejó bastante chafada. Tanto como para saltarme la cita de una de las

tutorías, con las orejas gachas y el ánimo lamiendo el suelo. La profesora notó mi

ausencia y me envió un correo muy amable. A partir de ese momento comenzamos a

intercambiar mensajes sobre mi supuesto «barroquismo» a la hora de expresarme. Me

dijo que mi escritura apuntaba maneras, pero que en cuanto a forma y estilo daba a las

ideas y expresiones más vueltas que un chicle.

Conectamos de un modo tan especial que no tardó en hablarme de (y formarme en) la

capacidad de síntesis narrativa, los tópicos literarios y las voces demasiado trilladas. Se trataba de

optar por la sencillez en lugar de ser tan redicho, de encontrar la manera, personal e intransferible,

de enunciar tus pensamientos e imágenes para comunicarte con los lectores de forma única y

original. Se notaba que amaba su profesión porque me regaló unas valiosas lecciones sin pedirme

nada a cambio. Me dejó tanta huella como para inspirarme un personaje de uno de mis cuentos

en el que se quedó a vivir, en la Gran Manzana con el bueno y el desgarbado de Joe…

Revista Terral nº 23 – Ser escritora -

Según nuestra RAE, «… un tópico es una expresión vulgar, trivial o muy gastada por

emplearla con demasiada frecuencia. Un lugar común que la retórica antigua convirtió en

fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales de que se

sirvieron los escritores con frecuencia.».

Ella me dijo que los elementos que llamamos «tópicos» aplanan la narración y que los

escritores debíamos buscar muchas veces nuestra propia mirada sobre lo dicho, al

enunciar de nuevo con nuestras palabras el contenido de voces triviales.

Tuve suficiente con sus consejos para ponerme manos a la palabra, porque trabajar

con expresiones tópicas, es decir, personalizar lo que ya está muy manido en literatura, se

podría equiparar al trabajo de un pintor, por ejemplo, al elegir combinar los colores que le

ofrece su paleta de una determinada manera totalmente idiosincrásica. O al oficio de un

escultor, al esculpir su obra de una forma que sólo haría él. Y del mismo modo que de una

pared gris y monótona logramos un precioso y evocador mural, nuestras expresiones

tópicas podían transformarse en verdaderas delicias de letras para los lectores.

Por aquel entonces, recuerdo, cogí mi pincel y unas comunes «nubes algodonosas

del estío» se convirtieron en el humo de pipas gigantes (aunque esta preciosa imagen

también se la debo a mi chico…). Transformé un «centenario y fragante manzano» en un

fresco y dulzón lagar que emanaba diminutas gotas de tardes de chocolate…, los

«pompones de algodón» fueron de pronto dedos enfundados en terciopelo…, los «ecos

de una tormenta lejana», el tambor de un gigante escondido detrás de la montaña y los

«nostálgicos acordes de mi saxofón» eran como esas almendras garrapiñadas que me

compraba mi padre los días de fiesta…

Creo que a todo lo que tenga que ver con el arte, o se inspire en él, le convendría

tener su propia manera de afirmarse, y así existirían tantos estilos como personas

expresándolos. En nuestro caso, los escritores debemos aprender a ser algo

«camaleónicos» con nuestras herramientas para poder pulular con fluidez en un mundo

que nos ofrece infinitas posibilidades. Instruirnos en el manejo de la «barquita» de la

creatividad antes de zambullirnos en la piscina de las palabras.

Revista Terral nº 23 – Ser escritora -

Es muy importante trabajar y pulir un estilo propio, sin caer en lo ampuloso o en lo

excesivamente minimalista, zen o lacónico.

Comprendí, merced al taller y a la generosidad de mi profesora, que cuando

comenzamos a escribir y hacemos nuestros primeros escarceos en el mundo de las

letras, no somos muy distintos a esos «personajes» que acuden por primera vez a una

fiesta con lo más granado de la sociedad. Preocupados por la forma más que por el

fondo, solo tienen ojos para su inmaculada y perfecta vestimenta. Les importa más el

postureo del momento y llamar la atención con sus abalorios, a que les conozcan cómo

son en realidad, sin adornos ni volantes. O como decía Maquiavelo, aquello de todos ven

lo que tú aparentas pero muy pocos advierten lo que eres.

Y, la mayoría de las veces, detrás de tanto aderezo, no hay nadie «al volante» o, lo

que es peor, no encontramos ninguna idea notable, inspiradora o genial. Mi profesora me

vino a decir, más o menos, que lo adecuado para una comunicación óptima estriba en

vestir y escribir sin dar tanto rodeo: pantalón y suéter, frases cortas y sencillas.

Quizás sea el secreto de la auténtica belleza. Y quién sabe, lo mismo algún día le

quito las legañas al relato con aires de novela que se gestó en aquel fructífero taller, y le

libero de su archivo virtual mientras veo nevar desde mi ventana…

Revista Terral nº 23 – Flamenco -

Flamenco

Rafael Silva Martínez

SOBRE EL ORIGEN DE LA DENOMINACIÓN “FLAMENCO” (VII)

En el último número de nuestra Sección de Flamenco nos quedamos comentando

las valiosas aportaciones que al problema de la nomenclatura ha realizado recientemente

el gran investigador José Luis Ortiz Nuevo, quien se dedicó durante un tiempo a investigar

los artículos y noticias aparecidas en la prensa andaluza y nacional de la época,

intentando conectar dichas noticias, creando un corpus informativo concreto, y sacando

valiosas conclusiones al respecto. De todo lo cual, Ortiz Nuevo deduce que tales relatos

“confirman una tesis, sencilla y vieja, según la cual el único motivo lógico para que el arte

flamenco se llame así no es otro que el de su identificación con lo gitano”, en lo cual

incide en las teorías de otros autores que ya hemos venido exponiendo en números

anteriores de esta sección de Terral. La conclusión de Ortiz Nuevo está clara, y la expresa

de esta forma: “El nominativo flamenco se aproxima al arte andaluz, lo señala y se lo

apropia en cuanto sinónimo de gitano”. Todo esto viene a abonar también nuestra teoría

general sobre la génesis musical e histórica del arte jondo (arte gitano-andaluz en

palabras de Antonio Mairena), en el sentido de que, aún reconociendo que el solar y los

materiales fundamentales son claramente andaluces, hasta que el gitano no actúa sobre

ellos, no se convierten en flamencos.

O si quiere, dicho de otra forma, el arte del cante y baile andaluz no comienza a ser

flamenco, esto es, no empieza a ser un arte nuevo y distinto, hasta que los gitanos no

“forjan” los materiales andaluces con sus aportaciones, y con el propio espíritu y memoria

histórica de su raza. En Andalucía encontraron, además de hospitalidad y generosidad,

materiales musicales que les sonaban, y ellos los recogieron, y les aportaron el espíritu

flamenco, el sentido del ritmo, la hondura, el desgarro y la interpretación. A partir de

entonces, y no antes, es cuando podemos comenzar a hablar de Arte Flamenco. Pero aún

tenemos algunas otras teorías que nos ilustran el posible origen etimológico diverso del

uso de la palabra “flamenco”. Resulta que algunos autores hicieron una curiosa conexión:

Revista Terral nº 23 – Flamenco -

en Andalucía se llamaba también flamenco al “cuchillo de Flandes”, por referencia a los

cuchillos de Bolduque y de Malinas (Holanda y Bélgica), utensilio que en otras

nacionalidades adquirió diversos términos que también llegaron a nuestras tierras, como

la “faca” o puñal grande, usado en Argentina. La gitanóloga Margarita Torrione recoge en

uno de sus estudios esta posibilidad, y la conecta con la interpretación jergal del término,

que aparece en diversos escritos de la época, que datan incluso del siglo XVIII.

Por ejemplo, una de las coplas populares recogidas por el musicólogo Rodríguez

Marín dice textualmente:

“Si me s’ajuma el pescao,

Y desembaino er flamenco,

Con cuarenta puñalás,

Se va a rematar er cuento”

Y también aparece recogida en algunas de las famosas “Escenas Andaluzas” de

Serafín Estébanez Calderón, concretamente en las tituladas “Pulpete y Balbeja”, y

“Gracias y donaires de la copla”. Pensamos que esta teoría adolece de la fuerza

argumental suficiente como para tenerla en mayor consideración. Bien, tenemos también

otra hipótesis que contribuyó en cierto grado a la confusión, pero que también tiene su

cierta lógica. Se trata de la hipótesis del ave zancuda del mismo nombre, es decir, del

flamenco. Fue de nuevo Rodríguez Marín quien en primer lugar consideró tal posibilidad,

y la expresó en los siguientes términos: “A estas tertulias tabernarias concurrirían, ya al

amor del puro arte gitano, ya al sabor del buen vinillo, o ya, en fin, al olor de alguna

gitanilla bailaora o cantaora, gente de coleta, siempre enamoradiza y rumbosa, y algunos

señoritos marchosos y jaques; unos y otros pagaban las rueas o combidás durante la

sesión artístico-vinosa, y a tales toreros y señoritos, y aún a los mismos gitanos,

comenzaron a llamar flamencos, no porque conocieran de Flandes más que el queso y la

manteca, sino porque, vestidos con chaqueta corta, altos y quebrados de cintura,

pierniceñidos y nalguisacados, eran propia y pintiparadamente la vera efigie del ave

palmípeda de ese nombre”. Ahí queda eso. Como estampa costumbrista está muy bien,

pero como teoría terminológica, queda también bastante floja.

Revista Terral nº 23 – Flamenco -

Recojo la opinión que a Álvarez Caballero le merecía la teoría del ave zancuda: “Es

evidente que este texto retrata cabalmente al flamenco de pandereta del tiempo de

Rodríguez Marín, pero el escritor no reparó en que dicho estereotipo nada tenía que ver

con el flamenco de los años treinta del siglo XIX, que es cuando apareció el vocablo en la

acepción que nos interesa”. Estamos de acuerdo con Ángel Álvarez Caballero en su

apreciación. Porque en efecto, el autor, parece ser, confundía la pintoresca imagen

flamenca de los artistas del momento, que incluso llegan a nuestros días, sobre todo los

bailaores (piénsese en la imagen de un Estampío, de un Antonio Gades, o de un Antonio

Ruiz Soler, por ejemplo), con la imagen de los flamencos de la época de las “Escenas

Andaluzas” de Estébanez Calderón, éstos últimos de una tipología absolutamente distinta.

Vamos a dedicarle atención, a continuación, a las hipótesis y teorías flamencas del gran

padre de la Patria Andaluza, como fue Blas Infante. No es este el momento de hacer una

semblanza histórica completa de nuestro personaje, cosa que haremos en otro punto de

nuestro recorrido por esta Sección de Flamenco de nuestra publicación, sino en

detenernos únicamente en su aportación al conjunto de las teorías que han contribuido a

explicar, de una u otra forma, el posible origen etimológico del nombre de nuestro

universal arte andaluz. Y en este apartado, como decimos, la figura de nuestro genial e

ilustre casareño brilla con luz propia.

De entrada, afirmamos que Blas Infante Pérez (1885-1936) nos parece uno de los

mejores y más profundos investigadores sobre el mundo flamenco que hayan existido

jamás. Así lo creemos honestamente, y así ha sido reconocido por todos los estamentos

culturales que tienen que ver con nuestro Arte Jondo. Desgraciadamente, a nuestros

escolares no se les enseña hoy día con la suficiente atención la gigantesca personalidad y

las diversas aportaciones que autores de esta talla intelectual nos dejaron, pero esa ya es

harina de otro costal. Como es lógico, algunas de sus teorías han sido superadas, pero

como siempre, todo hay que verlo con cierta perspectiva histórica. Evidentemente, nada

más lejos de la realidad el poder afirmar que todo lo que nuestro personaje defendió y

afirmó sobre el flamenco sea estrictamente cierto; porque efectivamente, muchas de sus

teorías y explicaciones siguen ofreciendo dudas, o cuando menos, grandes suspicacias, y

además, es lógico que así sea. Continuaremos en el próximo número.

Revista Terral nº 23 – El viajero -

El viajero

Pepa Jiménez Calero

Manchester, la estimada ciudad

Acabo de regresar de Manchester. Iba con pocas expectativas, casi ningunas. Me

imaginaba una ciudad poco entrañable, fría, excesivamente moderna. Y, sin embargo, ha

sido todo un descubrimiento.

Nada más llegar al centro, sorprende la

presencia de sus conmovedoras casitas

victorianas, que parecen enmarcadas en una

postal de colores añejos, ocres, tejas, bermellón.

Callejones estrechos entre grandes avenidas.

Manchester fue la capital británica de la

Revolución Industrial, capital del algodón del

siglo XIX. En sus fábricas trabajó el filósofo y

revolucionario F. Engels, cuyo libro La condición

de la clase obrera en Inglaterra conmovió al

mismísimo Karl Marx. Hoy es una ciudad acogedora, una ciudad de músicos y cantantes

donde no vi ningún intérprete callejero. Oasis, Simply Red, Take That, New Order y otros

nacieron aquí.

Estamos en vísperas de Navidad. Las calles están llenas de puestos navideños,

figuras de madera, bolas doradas, rojas, gnomos, velitas de vivos colores, gorros y

enormes calcetines para recoger los regalos de Papá Noel. Huele a salchichas, a cerveza.

De fondo, un villancico colorea el aire fresco de estas horas, recién anochecida. Son las

cinco y media de la tarde.

Dentro de la catedral, un precioso edificio del Medievo, se mueven con diligencia un

grupo de jóvenes preparando las mesas con manteles para alguna celebración. Un

Revista Terral nº 23 – El viajero -

hombre rubio, pecoso, toca el órgano con unos cascos puestos. Qué pena, sería una

maravilla poder escucharlo. Es un lugar acogedor, elegante y atractivo que invita a

quedarse. Visto desde fuera, me recuerda a una iglesia grande, gótica, de un pueblo en el

norte de España. Rodeada de jardines, parece un alma solitaria frente a los rascacielos de

enfrente.

Muy cerca de allí, en esta ciudad todo parece adorablemente cercano, se encuentra

la Biblioteca Pública, con su estilo románico modernista, con sus mesas repletas de

gentes estudiando u ojeando libros. Es un edificio circular, similar al Panteón del

Emperador Adriano. Curiosamente, fue la primera biblioteca pública de Inglaterra.

Junto a este océano literario se encuentra el ayuntamiento, en Albert Square. Es de

noche y el vestíbulo luce espectacular para los visitantes. Mi hijo y yo nos quedamos

absortos en esta maravilla de columnas, estilo neogótico inglés, donde parece que en

cualquier momento aparecerá un lord con su peluca blanca y su túnica. Me descubro a mí

misma amando esta ciudad, con sus tiernos contrastes; edificios de hormigón y cristal

junto a casitas de ladrillo rojo; con su historia: hace veinte años una bomba del IRA estalló

en una zona del centro, hoy convertida en centro comercial alternativo.

Aquí vivió la inquieta y polémica escritora, por su biografía de Charlotte Bronte, por

sus ideas sociales, por ser mujer, Elizabeth Gaskell, donde falleció. La autora de Norte y

Sur o Cuentos góticos paseó por estas calles. En la fachada de su casa, 84 Plymouth

Grove, una placa azul cielo la recuerda.

También vivió Anthony Burgess, el autor de La naranja mecánica.

“Te amé... Y quizás este amor no haya muerto en mi corazón, que nada te turbe, no

quiero que nada te entristezca. Te amé en silencio y sin esperanza, en ocasiones casi

muerto de alegría, en otras celoso. Te amé sinceramente... Y con tal ternura que ojalá dios

permita que otro te ame así alguna vez.

Si ustedes dos, tortolitos, han terminado ya de darle a las mandíbulas, será mejor

que nos pongamos en camino. Lamento que no haya tarta de bodas, pero no se puede

tener todo. El embarque es a las diez. Ya les he pedido una máquina de turistas, como la

Revista Terral nº 23 – El viajero -

llaman ellos. Soborno, soborno, soborno. Con diez rublos vale. La corrupción será la ruina

de este país”.

Miel para los osos (1963), Anthony Burgess.

Y dejo para el final la visita a la impresionante John Ryland Library. Caminando por

Deansgate hacia el norte se llega a la zona financiera de Spiningfields. Y junto a ella, rodeada de

edificios modernos, se encuentra la hermosa Biblioteca; un espectacular edificio victoriano de

estilo neogótico del siglo XIX. El sol entra y sale. En la plaza donde se ubica la entrada, puestos

navideños preparan café; huele a vino caliente especiado, a tarta de manzana. Un grupo de

colegiales uniformados con chaqueta azul marino y corbata roja entran en la biblioteca. Parece el

castillo de Hogwarts, con su ambiente oscuro, añejo, sus esculturas, sus vidrieras, sus cúpulas.

Una auténtica delicia. Hasta los aseos femeninos son centenarios.

Aquí se encuentran manuscritos y obras incunables de un enorme valor. Entre otras

maravillas, guarda una copia de la Biblia de Gutenberg del año 1455, o el fragmento de

'San Juan', la pieza más antigua que se conoce del Nuevo Testamento, o una edición de

1476 de los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer.

Es un lugar encantado. Especialmente la sala central, presidida por dos grandes

vidrieras, estanterías cubiertas de viejos libros encuadernados en piel de colores oscuros,

verdes, azules, granates, ocres. Lo mejor es que puedes sentarte en una de sus mesas y

detener el tiempo leyendo, o sencillamente haciendo del silencio en ese lugar un

momento conmovedor, casi sagrado.

Salí de allí feliz, sabiendo que volveré con algún libro, con algún cuaderno. A leer, a

escribir o estar sin otro afán que respirar ese olor a madera centenaria, a libros antiguos.

Me detendré, lo sé, a escuchar el suave repiqueteo de los pasos de los visitantes que al

entrar enlentecen como si de un templo se tratara.

En resumen, fui allí para visitar a una persona, no esperaba nada de esa urbe y,

cuando el avión despegaba, supe que volvería con otro espíritu, con otra memoria y con

unas ganas inmensas de callejear. Hasta pronto, querida Manchester.

Revista Terral nº 23 – Arte -

Lola Buendía

Un nuevo Museo para Málaga

El 12 de diciembre de 2016 abrió sus puertas el Museo de Málaga en el Palacio

de la Aduana, después de casi 20 años cerrado. La fecha elegida para la

apertura coincide con aquel 12 de diciembre de 1997, en la que los

malagueños se echaron por primera vez a la calle bajo el lema “La aduana para

Málaga”. Sucesivas manifestaciones y la tenacidad de los malagueños

consiguieron que el Gobierno accediera a convertir el Palacio de la Aduana en

el nuevo espacio para la pinacoteca.

Revista Terral nº 23 – Arte -

Historia de La Aduana

El Palacio de la Aduana se construyó en 1787 por orden de Carlos III para

atender las necesidades y regularizar el intenso comercio marítimo de la

ciudad. El diseño fue obra del arquitecto Manuel Martín Rodríguez, de estilo

neoclásico, siguiendo el modelo madrileño de la Aduana de Sabatini. Las

obras finalizaron en 1791, y fueron visitadas por la reina Isabel II y Alfonso XII.

Ha sido sede de la Real Fábrica de Tabaco y del Gobierno Civil.

El museo alberga las colecciones de Arqueología y las de Bellas Artes de

Málaga, unificadas en una única institución en el año 1972.

La Colección Loringiana, origen del Museo Arqueológico de Málaga.

La colección privada de arqueología la iniciaron los marqueses de casa

Loring, a mediados del s.XIX, en la finca de la Concepción. Es el origen del

actual Museo.

La colección de Arqueología reúne más de 2000 piezas y referencias que

nos permiten recorrer la historia de Málaga desde el Paleolítico hasta los

distintos asentamientos fenicios, romanos y árabes. En un contenido de

perfecta arquitectura didáctica, se reconstruye la memoria de un territorio

donde se van asentando sucesivas culturas durante milenios.

Revista Terral nº 23 – Arte -

Muchas de las piezas proceden de excavaciones arqueológicas recientes,

como una tumba púnica del S. VI a. C, encontrada en una excavación

arqueológica del año 2012 en un solar de calle Jinete, el primer enterramiento

localizado en la Península Ibérica en el que se ha encontrado a un individuo

inhumado con un ajuar de guerrero griego.

Las colecciones de arte del Museo de Málaga

En la primera planta se exponen obras anteriores al siglo XIX. Obras

representativas de la escuela de Ribera, Murillo, Pedro de Mena…

La colección de pintura del S. XIX está representada por pintores de la

talla de Joaquín Sorolla, Madrazo, Esquivel, Simonet o Ramón Casas. Así

como varios de los más célebres integrantes de la denominada Escuela

malagueña de pintura: José Moreno Carbonero, Enrique Simonet, Antonio

Muñoz Degrain, José Nogales Sevilla, Bernardo Ferrándiz.

De titularidad estatal, pero con su gestión

transferida a la Junta de Andalucía, el nuevo

museo cuenta con una selección de alrededor de

2.300 obras expuestas, 300 de ellas de arte y unas

2.000 arqueológicas, que se unen a los 36 museos

de toda índole que existen en la ciudad de Málaga.

Revista Terral nº 23 - La otra realidad -

La Otra realidad

Mariano José Vázquez-Alonso

CARL GUSTAV JUNG. El gran terapeuta (II)

Siguiendo con nuestra reseña

biográfica del gran terapeuta,

diremos que en 1909 tanto Freud

como Jung fueron invitados a

Estados Unidos por la Universidad

Clark para impartir, cada uno por su

cuenta, una serie de conferencias.

Embarcaron los dos juntos, y

durante la travesía Jung se dio

cuenta de que el maestro vienés

mostraba un carácter muy

intransigente. Su teoría de la libido

era algo intocable, cosa que no

resultaba admisible para Jung.

Además, surgieron un par de

episodios que mostraron

palmariamente la fragilidad

psicológica de Freud.

Aunque las diferencias entre

ambos se fueron haciendo poco a

poco más patentes, Jung no quiso

enfrentarse con el que consideraba

su maestro, el cual se había

convertido para entonces en una

auténtica celebridad.

Según el mismo cuenta

en una de sus obras, en

cierta ocasión Freud le

pidió muy apasiona-

damente que nunca

desechase la teoría

sexual, porque era

sumamente importante. "Tenemos

que hacer de ella un dogma, un

bastión inexpugnable", le dijo. Jung,

sorprendido por el tono y las

palabras de Freud, le preguntó: "Un

bastión, ¿contra qué?". El maestro,

un poco vacilante, respondió:

"Contra la negra avalancha del

ocultismo".

Poco tiempo después de esta

conversación, Jung empezó a

trabajar en su teoría del

inconsciente colectivo. Con ella se

apartaría definitivamente de Freud.

Entre los elementos que debían ser

estudiados se encontraban los

Revista Terral nº 23 - La otra realidad -

símbolos religiosos, que también

son parte de la herencia instintiva

del hombre. Pero para Freud la

religión solo tenía un carácter

biológico. De ese modo, el puente

que unía a los dos sabios quedó

roto para siempre.

Jung se hallaba plenamente

convencido de su teoría del in-

consciente colectivo, y ello le llevó a

interesarse por materias que

hubiera marginado un psiquiatra

convencional.

En 1913 Jung tuvo pre-

moniciones del terrible cataclismo

que se avecinaba, y eso le produjo

una gran inquietud. En esa época, y

para conseguir algo de tranquilidad,

empezó a practicar yoga, una

técnica muy poco usual por

entonces, y mucho menos en un

científico como él.

En esos años vivió el maestro

vienés una crisis interior que

constituyó un excelente caldo de

cultivo para que llegara a eclosionar

su espíritu creador.

Al referirse a uno de los

personajes que aparecen en

sus Ensoñaciones, al que dio el

nombre de Filemón, decía Jung que

representaba una fuerza que nada

tenía que ver con él. Ambos, el

personaje real y el ficticio, man-

tenían conversaciones en las que

Filemón decía cosas que Jung no

había pensado nunca de manera

consciente. Filemón le aseguraba,

por ejemplo, que los pensamientos

y las ideas tenían su propia vida,

que eran como animales libres en el

bosque. "De esa manera- decía

Jung- me iba familiarizando de

forma paulatina con la objetividad

psíquica, con la realidad del alma".

Este descubrimiento le iba a

resultar capital, ya que le

confirmaba la realidad del in-

consciente colectivo y de su

contenido mitológico.

En el próximo número

concluiremos con esta reseña del

gran terapeuta.