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1 Dimensiones económicas de la Nueva Economía 1 Antonio Argandoña Profesor Ordinario, Cátedra Economía y Ética IESE, Universidad de Navarra argandona@ iese.edu Presentado al Seminario “La Revolución digital: Nueva economía e integración social”, Cursos de verano de la Universidad del País Vasco 3 de septiembre de 2001 Resumen ¿Existe algo que se pueda llamar la “nueva economía? Sí, al menos en un sentido concreto: una revolución tecnológica desarrollada alrededor de los ordenadores y las telecomunicaciones, pero que está dejando notar sus efectos sobre casi todas las facetas de la vida de los ciudadanos y de las empresas y, sobre todo, sobre la capacidad de crecimiento de nuestras economías. Este artículo pretende dar cuenta de los aspectos macroeconómicos de esa nueva economía y, en concreto, de cómo y por qué es capaz de elevar la tasa de crecimiento de la productividad (y, por tanto, del producto y del nivel de vida de la población). Para ello, se resumen las principales aportaciones teóricas y, sobre todo, empíricas, llevadas a cabo principalmente en la economía norteamericana, que es la pionera en este tema. Palabras clave: Cambio tecnológico, Crecimiento, Información, Nueva economía, Productividad, Tecnología. Códigos JEL: O30, O40, O47. 1 Este trabajo forma parte de los proyectos de la Cátedra Economía y Ética del IESE. Agradezco a la Fundación José y Ana Royo su generosa ayuda. Me he ocupado de varios aspectos (económicos y éticos) de la nueva economía en Argandoña (2001a,b,c).

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Dimensiones económicas de la Nueva Economía1

Antonio Argandoña Profesor Ordinario, Cátedra Economía y Ética

IESE, Universidad de Navarra argandona@ iese.edu

Presentado al Seminario “La Revolución digital: Nueva economía e integración social”,

Cursos de verano de la Universidad del País Vasco 3 de septiembre de 2001

Resumen

¿Existe algo que se pueda llamar la “nueva economía? Sí, al menos en un sentido concreto: una revolución tecnológica desarrollada alrededor de los ordenadores y las telecomunicaciones, pero que está dejando notar sus efectos sobre casi todas las facetas de la vida de los ciudadanos y de las empresas y, sobre todo, sobre la capacidad de crecimiento de nuestras economías. Este artículo pretende dar cuenta de los aspectos macroeconómicos de esa nueva economía y, en concreto, de cómo y por qué es capaz de elevar la tasa de crecimiento de la productividad (y, por tanto, del producto y del nivel de vida de la población). Para ello, se resumen las principales aportaciones teóricas y, sobre todo, empíricas, llevadas a cabo principalmente en la economía norteamericana, que es la pionera en este tema. Palabras clave: Cambio tecnológico, Crecimiento, Información, Nueva economía, Productividad, Tecnología. Códigos JEL: O30, O40, O47.

1 Este trabajo forma parte de los proyectos de la Cátedra Economía y Ética del IESE. Agradezco a la Fundación José y Ana Royo su generosa ayuda. Me he ocupado de varios aspectos (económicos y éticos) de la nueva economía en Argandoña (2001a,b,c).

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Introducción A lo largo de los años noventa tuvo lugar en varios países, sobre todo en los Estados Unidos, un conjunto de cambios que llevaron a los economistas y a los medios de comunicación a hablar de la emergencia de una “nueva economía”. Al tiempo que las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) se desarrollaban rápidamente y se extendían por todos los sectores, la economía norteamericana experimentó algunos cambios importantes: una aceleración en la tasa de crecimiento de su producto interior bruto, una inflación moderada y una fuerte reducción del desempleo, al tiempo que las cotizaciones bursátiles de los valores de empresas ligadas a esas nuevas tecnologías subían rápidamente. Expresiones como “el ciclo económico ha muerto”, “la inflación está vencida”, “las reglas de la economía convencional ya no son válidas”, “la valoración de las empresas en bolsa ya no sigue los criterios tradicionales”, “las viejas capacidades se han quedado obsoletas” y “el que no entre en el mundo de las tecnologías de la información se va a quedar descolgado”, hacían pensar que, efectivamente, estábamos ante una “nueva economía” 2. Tan sólo unos meses después, la realidad se veía de otro modo. La bolsa cayó rápidamente desde la primavera de 2000, muchos negocios ligados a las tecnologías de la información cerraron, otros tuvieron que ajustar sus plantillas, la inflación volvió a crecer y parecía evidente que el declive de actividad y demanda podía acabar en una recesión. ¿Fue un espejismo la “nueva economía”?

La tesis de este artículo es que se puede hablar de una nueva economía3, pero en un sentido muy preciso del término: se trata de una revolución tecnológica desarrollada alrededor de los ordenadores y las telecomunicaciones, que se está extendiendo a toda la economía y aun a toda la sociedad4.

Desde el punto de vista tecnológico, esa revolución abarca el hardware (sobre todo, ordenadores) que procesa y almacena la información, el sistema de comunicaciones que la recibe y transmite, y el software que dirige todo el sistema.

Pero la clave de esta revolución no se encuentra, obviamente, en esos componentes tecnológicos, sino en el uso que se dé a los mismos: la búsqueda, acumulación, procesamiento, almacenamiento y difusión de la información y el 2 Los expertos discuten largamente sobre el significado del término, que resulta atractivo para el hombre de la calle y para los medios de comunicación, pero que no tiene un significado económico preciso. Según Paulré (2000), el nombre se lo dio Business Week en 1994. 3 Se puede hablar de una “nueva economía” (entre comillas) para referirse al fenómeno más amplio que abarca los cambios sociales, económicos, políticos y tecnológicos ligados a las TIC, incluyendo las tesis superoptimistas antes mencionadas (fin del ciclo económico, fin de la inflación, afloración de una nueva sociedad, etc.), reservando la expresión no entrecomillada para referirse a la revolución tecnológica mencionada en este párrafo. 4 Véase la definición de Nordhaus (2000). Otras definiciones alternativas en Paulré (2000), Jentzsch (2001). Quah (1999a) habla de una economía “ligera” o “sin peso” (weightless economy), incluyendo no sólo las TIC, sino también los activos intelectuales (patentes, derechos de propiedad, marcas comerciales, imágenes, etc.) relacionados con ellas, las bibliotecas electrónicas, las bases de datos e incluso la biotecnología.

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conocimiento, incluyendo los medios técnicos (el continente) y los contenidos5. Se trata, pues, de una revolución en las TIC que abre nuevas posibilidades a la generación, almacenamiento y difusión de la información y del conocimiento. Y es esto, no el chip, el ordenador, el móvil o la red, lo realmente novedoso6.

En lo que sigue empezaré explicando la dimensión económica de la nueva economía. Dado que la clave de esa dimensión económica es un aumento de la productividad, explicaré sucintamente cómo se ve este fenómeno en las modernas teorías del crecimiento, para discutir luego las diferentes etapas de la revolución que estamos estudiando: el progreso tecnológico en las industrias de las TIC, la caída de precios de los equipos y programas, la difusión de aquella revolución a otros sectores, el impacto que esto tiene en la productividad agregada, y la evidencia empírica sobre esos efectos en Estados Unidos y en otros países, para acabar con la presentación de otras consecuencias económicas de la nueva economía y las conclusiones.

El impacto económico de la nueva economía

Para contemplar en su conjunto el impacto de esta revolución tecnológica puede ser oportuno distinguir varios niveles del fenómeno7:

1) un cambio tecnológico basado en el conocimiento y en la información,

2) que ofrece la oportunidad de funcionar en tiempo real a escala planetaria (globalización),

3) que permite una nueva organización empresarial flexible, basada en redes, y

4) que tiene también implicaciones políticas (una crisis en la concepción del Estado tradicional, por ejemplo), sociales, humanas (una crisis de identidad), etc. Pero esa variedad de ámbitos en que se desarrolla la nueva economía

sobrepasa el alcance de este trabajo. Nosotros nos referiremos aquí exclusivamente a los efectos económicos de la nueva economía y, más en particular, a su impacto en el potencial de crecimiento de los países8. Omitiremos, pues, algunos aspectos de naturaleza microeconómica9, como los siguientes: 5 Sobre la distinción entre tecnología de la información y conocimiento, cfr. Chichilnisky (1998). 6 En la actualidad estamos asistiendo también a otras revoluciones tecnológicas, como las de la biotecnología, los nuevos materiales o la nanotecnología. Pero el nombre de nueva economía se suele reservar a la ligada a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Lo que no obsta para que las otras revoluciones sean también, de algún modo, revoluciones de la información y el conocimiento (por ejemplo, en investigación genética: cfr. Quah 1999b). 7 Cfr. Castells (1996, 1997, 1998). 8 DeLong y Summers (2001) señalan que es probable que los efectos microeconómicos sean mucho más importantes que los macroeconómicos, y que den lugar a cambios importantes en el tratamiento de los temas (derechos de propiedad, “reglas del juego”, instituciones, etc.) en la política pública. Véanse en Jentzsch (2001) y Siebert (2000) otros aspectos de esa vertiente económica. 9 Cfr. DeLong (1998), DeLong y Fromkin (1999), Quah (1999a), Shapiro y Varian (1998).

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1) Los bienes o servicios de las TIC son “bienes de experiencia”, esto es, deben ser conocidos para poder ser valorados. Pero el hecho de conocerlos anula o reduce su valor. Por ejemplo, un nuevo programa de software puede ser muy útil para un comprador potencial. Pero, si no tiene suficiente conocimiento del mismo, no podrá valorarlo ni, por tanto, decidir su compra. Y, por otro lado, conocer el software significa tenerlo y, por tanto, poder copiarlo, lo que destruye su valor económico10. 2) La información suele implicar importantes economías de escala, por la existencia de altos costes fijos hundidos (sunk) de entrada, costes marginales de producción muy bajos o nulos, y ausencia de restricciones de capacidad. Por ejemplo, montar un portal es enormemente caro y la inversión es irrecuperable si la iniciativa fracasa, mientras que el coste de atender a un nuevo visitante del portal es prácticamente nulo. De ahí que los mercados de información no se caractericen por el cumplimiento de las condiciones tradicionales de los mercados competitivos (lo que no significa que no exista competencia en ellos). 3) El conocimiento es un bien público, es decir, no-rival (el consumo de ese bien por una persona no reduce el de otra, al menos dentro de ciertos límites) y no-excluíble (una persona no puede evitar que otra consuma el mismo bien, a menos que adopte medidas como prohibiciones, derechos de autor o patentes)11. Pero no son producidos por el gobierno, como otros muchos bienes públicos. 4) Son bienes “no espaciales”: la información y el conocimiento no conocen barreras geográficas (lo que no significa que sean apreciados y aprovechados del mismo modo en todos los lugares)12. 5) Las TIC presentan importantes “efectos de red” (network effects), con externalidades de adopción, posibilidad de quedar atrapado (locked in) en la red por los costes de salida, etc. El valor de una red para sus socios depende, principalmente, del número de socios (el servicio telefónico o el del internet tienen poco interés si sólo pueden conectar a un puñado de usuarios, pero su valor aumenta exponencialmente con el número de clientes conectados)13; de ahí la tendencia al dominio del mercado por una sola o unas pocas empresas14.

10 Esto da lugar a políticas de segmentación del mercado (versioning , programas de lealtad, promociones, shopbots o programas de búsqueda de los mejores precios, etc.). Cfr. Varian (1998, 1999). 11 Véase una crítica a ese “optimismo” sobre el conocimiento “codificado” y, por tanto, con caracteres de bien público en Langlois (2001). 12 Cfr. Quah (2001). 13 Ante estos efectos, las empresas tratan de ser las primeras en montar una red, aumentar el tamaño de la misma a cualquier precio (para atraer más usuarios), buscar aliados y socios (para extender la red y hacerla más sólida) y dificultar la salida de sus miembros. Ese carácter de bien público presenta problemas relacionados con la propiedad intelectual, la existencia de patentes sobre software, etc. Cfr. Varian (1998). De acuerdo con la “ley de Metcalfe” (Bob Metcalfe, el inventor de Ethernet), el valor de una red de n miembros será, aproximadamente, n.(n-1). En efecto: si sólo hay un teléfono en la red, su valor es nulo (al menos como medio de comunicación). Si hay dos teléfonos, cada propietario puede llamar al otro: el beneficio es,

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Volviendo al efecto de la nueva economía sobre el crecimiento de los países, la tesis que intentaremos desarrollar es la siguiente:

1) Desde los años cuarenta se ha ido gestando un gran cambio tecnológico en las industrias de la información y las comunicaciones. El cambio se hizo explosivo a principios de los años setenta, y alcanzó su cenit (por ahora) en la segunda mitad de los años noventa del siglo veinte.

2) Esa revolución de las TIC dio lugar a una formidable caída del precio del hardware, el software y los equipos de comunicaciones.

3) Tratándose de tecnologías de uso generalizado (general purpose technologies), esa reducción de costes indujo un formidable proceso de sustitución de otros equipos y de mano de obra por los bienes de capital de la nueva economía: ordenadores, móviles, redes, programas, etc., y por la mano de obra cualificada que su uso requiere.

4) El resultado de ese proceso fue un importante aumento de la tasa de crecimiento de la productividad, en sus dos medidas tradicionales: la productividad media del trabajo y la productividad total de los factores.

5) Los restantes efectos de la nueva economía –sobre el ciclo económico, sobre la inflación, etc.- son las consecuencias, primero, de aquel proceso de sustitución, y segundo, del aumento de productividad que resultó.

6) Todo esto tuvo lugar primero en los Estados Unidos, como país líder en las TIC. En el resto del mundo, el proceso ha sido menos importante y, en todo caso, ha tenido lugar con cierto retraso.

7) Esta revolución tecnológica difiere de las anteriores en que no se limita a desplazar la función de producción de los sectores afectados, sino que desplaza también la frontera de posibilidades de innovación, lo que fomenta la aparición de nuevas innovaciones, cada vez más valiosas, a cargo de los consumidores y usuarios de las TIC –porque se trata de tecnologías “capacitadoras” (enabling) y “de uso generalizado” (general purpose), lo que hace que su capacidad transformadora sea muy elevada, y que su rentabilidad potencial a largo plazo sea muy alta15.

Pero antes de entrar en la descripción de esta historia, convendrá que nos detengamos brevemente a explicar el papel de la tecnología en el crecimiento económico.

digamos de 2. Si hay tres, cada uno puede hablar con los otros dos, con lo que el beneficio ha pasado a ser de 6, y así sucesivamente. En redes más complejas, la fórmula será distinta, pero siempre, probablemente, relacionada con el cuadrado del número de miembros. Nótese que estas “economías de escala” son distintas de las tradicionales: lo relevante no es el tamaño de la planta, sino del mercado, de modo que se puede preservar la competencia y, al mismo tiempo, fomentar la cooperación entre empresas. Cfr. Chichilnisky (1998). 14 Las TIC generan dos tipos de efectos de red: directos (para beneficiarse de la existencia de una red telefónica un agente necesita que tanto él como otros agentes estén conectadas a esa red), e indirectos (los proveedores de contenidos o aplicaciones responden, por ejemplo, al aumento en el número de usuarios aumentando su oferta). Cfr. Katz y Shapiro (1994). 15 Cfr. Bresnahan (2001).

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La teoría del crecimiento económico16 El producto obtenido por una empresa, región o país depende del volumen de recursos productivos empleados y de cómo se combinan esos recursos, lo cual viene determinado por la tecnología empleada. Dada la tecnología, el uso más intenso de un factor lleva consigo rendimientos decrecientes: el producto aumentará, pero cada vez en menor proporción (si la disponibilidad de los otros recursos no varía). Esto implica que una estrategia de crecimiento basada en utilizar más intensamente un solo factor –por ejemplo, el capital físico: máquinas, herramientas, instalaciones, etc.- está condenada al fracaso: primero, porque aunque aumente la productividad del trabajo, el efecto global será cada vez menor, y segundo, porque aparecerán efectos no deseados (como el deterioro del medio ambiente), hasta que llegue un momento en que el nivel de producción dejará de crecer: se habrá llegado al “estado estacionario” (steady state).

Parece preferible, pues, emplear combinaciones de factores más eficientes, que aumenten la productividad de todos ellos (lo que suele exigir producir bienes y servicios distintos, quizás para otros mercados, etc.), así como aumentar la calidad de los recursos (equipos más resistentes, duraderos y flexibles, personas más cualificadas, etc.). Esto quiere decir que el cambio en la tecnología y en los conocimientos es esencial para el crecimiento a largo plazo17, porque la introducción de nuevos conocimientos permite aumentar el producto sin incurrir necesariamente en rendimientos decrecientes. En efecto, el trabajo y los recursos materiales se usan de forma excluyente –la máquina que utiliza un operario no puede usarla otro al mismo tiempo-, pero los conocimientos, las fórmulas organizativas o las combinaciones tecnológicas pueden usarse en miles de actividades al mismo tiempo, sin que por ello pierdan eficacia. El conocimiento y la tecnología pueden ser producidos, adquiridos, compartidos, combinados, incrementados, guardados, transmitidos y mejorados, simultánea o sucesivamente, sin incurrir en rendimientos decrecientes, en muchos casos. Y, por ello, su empleo permite aumentar la productividad del trabajo y del capital sin límites (al menos en teoría)18.

16 Hay muchos buenos manuales sobre las teorías modernas del crecimiento; por ejemplo, Aghion y Howitt (1998), Argandoña et al (1997), Barro y Sala-i-Martin (1995), Jones (1998), Novales y Sebastián (1999), Romer (1996) y Sala-i-Martin (1994). 17 No se debe omitir la referencia a otro factor del crecimiento, al que se concede hoy en día una especial importancia: los incentivos (a la producción, a la innovación, a la eficiencia, al ahorro y a la inversión, a la asunción de riesgos, etc.), lo que nos lleva al mundo de las instituciones y de las reglas de juego del sistema (derechos de propiedad, normas de ejecución de los contratos, costes de transacción, etc.). Cfr., por ejemplo, Jovanovic (2000), que reduce los factores del crecimiento a tres: ciencia o conocimiento productivo, capacidades individuales (skills) e incentivos. 18 Sobre el papel del conocimiento en la teoría del crecimiento, cfr. Arrow (1994). Y sobre los caracteres de ese conocimiento, cfr. Quah (1999a).

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La historia de la teoría del crecimiento en los últimos cincuenta años es la historia de la formalización y precisión del papel que juegan en el proceso de crecimiento el capital, el trabajo y la tecnología, sus relaciones, su importancia relativa, las políticas que facilitan el crecimiento, etc. Hace más de cuatro décadas, en un artículo pionero sobre las causas del crecimiento, Robert Solow, que más tarde recibiría el Premio Nobel por esta y otras aportaciones a la ciencia económica, calculó que el producto per capita en los Estados Unidos había crecido entre 1909 y 1949 a una tasa media anual del 1,81%, del que un 1,49% se podía atribuir a factores distintos del aumento de la cantidad del trabajo y del capital, factores a los que dio el nombre de “progreso técnico” y que, a falta de una teoría mejor, trató como un factor exógeno, importante pero inexplicado19.

Hubo que esperar a los años ochenta del siglo veinte para encontrar en los nuevos modelos de crecimiento una explicación causal del progreso tecnológico, sea como una consecuencia de los efectos externos generados por la producción o la inversión (acumulación de conocimientos, aprendizaje en la práctica o learning by doing, formación de capital humano), sea como resultado de la dedicación de recursos a la generación de tecnología (investigación, desarrollo) y de capital humano20.

En definitiva, las modernas teorías del crecimiento ponen énfasis en el papel del conocimiento y de la tecnología (que es el conocimiento aplicado a la producción), a la hora de explicar el crecimiento de los países. Y si la nueva economía es, sobre todo, una revolución tecnológica, parece lógico que busquemos sus efectos, ante todo, en el crecimiento de la productividad de los factores y en el crecimiento del producto.

A la hora de explicar el papel del cambio tecnológico en ese crecimiento, nos encontramos con dos posibles vías de acción21:

1) La tecnología se puede comportar como un bien de capital (apropiable, por tanto), que incide en la producción de bienes de capital, elevando su productividad y reduciendo su coste. De aquí se derivará un proceso de sustitución de los bienes de capital antiguos por otros nuevos, gracias al cual la productividad del trabajo y la tasa de crecimiento del producto serán mayores. Esta forma sería compatible con las teorías neoclásicas, que ponen el énfasis en los bienes de capital (incluyendo el capital humano, el organizativo y el social) como causantes o transmisores del crecimiento.

19 Cfr. Solow (1957). Otro pionero fue Abramovitz (1956). La aplicación de las técnicas de la “contabilidad del crecimiento” –que Solow utilizó en ese artículo- a otros países o a otras épocas produce resultados muy diferentes. Por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos, la contribución de la productividad total de los factores (el “residuo” de Solow) pasa del 5% de la tasa total de crecimiento del producto en 1800-1855, al 10% en 1855-1890, al 24% en 1890-1905, al 47% en 1913-50, al 41% en 1950-73 y al 8% en 1973-92. Cfr. Crafts (2000). 20 En esta etapa de las teorías del crecimiento merecen mención los trabajos de Aghion y Howitt (1992), Grossman y Helpman (1991), Lucas (1988), Rebelo (1991), Romer (1986, 1987, 1990) y otros muchos. 21 Cfr. McCallum (1996).

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2) El cambio tecnológico puede incidir sobre todos los recursos, aumentando su productividad mediante procesos de “desbordamiento” (spillover), que no son susceptibles de una plena apropiación privada: lo que en otro sector están innovando, aprendiendo o haciendo, también colabora a la innovación y el crecimiento de la productividad en mi sector. Esta explicación parece más compatible con la de algunas teorías del crecimiento endógeno.

El progreso tecnológico en las tecnologías de la información y las comunicaciones Las nuevas tecnologías presentan una continuidad con el pasado, pero también una ruptura: el ordenador es, de algún modo, una variante de la máquina de escribir y de la calculadora mecánica, como el móvil lo es del teléfono22. Pero no cabe duda de que los ordenadores actuales difieren considerablemente del ENIAC (Electronic Numerical Integrator and Computer), el primer ordenador fabricado en 1946, que medía 10 pies de alto, 150 de largo, costó millones de dólares y llegaba a hacer 5.000 operaciones por segundo. En 1971, Intel fabricó un chip de 12 milímetros cuadrados, con 12 veces el poder de proceso del ENIAC y un coste de 200 dólares. Hoy, un PC con procesador Pentium tiene una capacidad superior a los 400 millones de instrucciones por segundo23.

La revolución que estamos considerando comenzó hacia 1947, con la invención del transistor o semiconductor, que puede operar como un conmutador eléctrico (on-off) o como un codificador de información en forma binaria (binary digit o bit). El siguiente paso importante fue la invención del circuito integrado (1958-59): una combinación de semiconductores que almacenan y manipulan datos de forma binaria (memory chips). En 1968 se fundó Intel, una empresa dedicada al desarrollo de los microprocesadores, es decir, de combinaciones de circuitos integrados que pueden ser programados mediante un software (logic chips): este es el origen inmediato del ordenador, tal

22 Cfr. Kranzberg (1985). Su carácter revolucionario se debe, sobre todo, a la velocidad del progreso tecnológico, a las innovaciones complementarias y a los procesos de adaptación social e institucional que generalizaron su uso, principalmente en las telecomunicaciones. Véanse algunas historias de las TIC en Ceruzzi (1998) y Jackson (1997). Los antecesores más claros de los actuales ordenadores parecen ser las máquinas que desarrollaron Alan Turing en Cambridge (1936) y John von Neumann en Princeton. 23 Cfr. U. S. Department of Commerce (1998). Al principio, el uso de los ordenadores estaba limitado a algunas entidades públicas norteamericanas (NASA, Departamento de Defensa, Oficina del Censo), y a unas pocas grandes empresas. Pero si esto llegaba a crear algunas expectativas de futuro, los mercados no lo reflejaban. Ahora bien, los compradores de aquellos remotos predecesores de los PC no fueron las grandes empresas, sino organizaciones pequeñas y nuevas, que supieron entender el potencial de esta innovación. Según Greenwood y Jovanovic (1999b) y Hobjin y Jovanovic (2000), esto explica la subvaloración del mercado de capitales desde 1973 y su auge después de 1985, que atribuyen principalmente a las empresas nuevas (Microsoft, por ejemplo, salió a bolsa en 1986).

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como lo conocemos hoy. Y la fecha clave de este cambio tecnológico, que señala el comienzo de la nueva economía, parece ser 197424.

La velocidad del progreso tecnológico en la industria de fabricación de ordenadores fue recogida en 1965 en la llamada “ley de Moore”, que establece que la densidad de transistores en un chip se dobla cada doce meses –y esa tendencia ha continuado desde entonces25.

En el sector de las comunicaciones, el progreso tecnológico ha sido parecido. En 1980, una línea telefónica de cobre permitía transmitir el contenido de una página en poco más de un segundo, mientras que a finales de los años noventa la fibra óptica permitía transmitir el equivalente a 90.000 volúmenes de enciclopedia en el mismo tiempo26. En veinte años se ha multiplicado por 22 la velocidad de transmisión de datos por líneas telefónicas ordinarias27; la DWDM (dense wavelength division multiplexing) dobla la capacidad de transmisión de la fibra óptica cada 6-12 meses,28 y aún estamos en los primeros pasos del uso del móvil29.

Esta breve historia de las TIC nos lleva a la conclusión de que, efectivamente, se ha producido un cambio tecnológico extraordinario en las industrias del hardware, software y comunicaciones, aunque de diferente volumen en cada subsector30. Detrás de esta revolución está, sin duda, el aprovechamiento de oportunidades tecnológicas, pero también un importante esfuerzo en investigación y desarrollo, relacionado con el aumento en la competencia mundial, tanto en el sector de las TIC como en los sectores que son sus clientes; el fomento de la innovación ligado a la difusión del outsourcing; la aparición de nuevas formas de financiación de las actividades de I+D y de los nuevos negocios (capital riesgo, pronta salida a bolsa, etc.), el auge de las innovaciones complementarias (como la gestión de la cadena de suministro), la protección de la propiedad intelectual, y factores macroeconómicos como el largo auge de los noventa, los bajos tipos de interés (relacionados con políticas monetarias y fiscales estables), etc.31

24 Cfr. Greenwood y Yorukoglu (1997). Hobijn y Jovanovic (2000) lo acotan entre 1968 y 1974. 25 Cfr. Moore (1965). Gordon E. Moore era Director de Investigación de Fairchild Semiconductors, y fue co-fundador de Intel en 1968; su ley fue actualizada en Moore (1997). Con el paso del tiempo, el plazo se amplió a 18 meses; cfr. Campbell-Kelly y Aspray (1996), Cohen et al. (1999). 26 Cfr. U. S. Department of Commerce (1998). 27 Cfr. Maxwell (1999). Sobre el internet, cfr. Choi y Winston (2000). 28 Cfr. Rashad (2000). 29 La combinación del ordenador con las nuevas tecnologías de la comunicación potencia enormemente ambos medios. En agosto de 1981 había 213 ordenadores conectados en el internet, 300.000 en octubre de 1990, y 60 millones a finales de 1999. Cfr. Cohen et al (1999). 30 Conviene insistir en que lo revolucionario no es el semiconductor, el ordenador o el móvil, sino la oportunidad que se abre para la adquisición, procesamiento, transformación y distribución del conocimiento y de la información. 31 Cfr. Baily y Lawrence (2001), De Masi et al (2001). La inversión real en I+D en Estados Unidos creció un 6% anual entre 1994 y 1999, y un 37% de esa cifra se puede atribuir al sector de las TIC. Y un tercio de la inversión privada en I+D se dedicó a este sector, en 1998. Cfr. U. S. Department of Commerce (2000).

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Lo primero que podemos observar en la historia de la nueva economía es un aumento de la productividad total de los factores en las industrias de las TIC, es decir, un aumento en la calidad, velocidad, capacidad, etc. del hardware, del software y de los medios de comunicación y, en términos económicos, una reducción de sus costes de producción y de sus precios de venta, y un aumento de su producción32. Pero el impacto global de todo esto es limitado, dado que la parte de esos subsectores en el PIB norteamericano es pequeña: no más del 8,3% en 2000, aunque crece muy rápidamente33. La caída de precios y la difusión de las nuevas tecnologías

Desde el punto de vista económico, lo que la nueva economía aporta es una amplia gama de nuevos productos y procesos, tanto en la producción como en el consumo. El cambio tecnológico que contemplamos se materializa, para las empresas34, en un conjunto de bienes de inversión (ordenadores, programas, redes, equipos de telecomunicación, etc.), que reducen sustancialmente los costes y abren nuevas posibilidades de organización y nuevos enfoques en numerosas áreas funcionales (compras, marketing, finanzas, producción, etc.). La compra de esos nuevos bienes de capital desplaza a equipos similares, como las máquinas de escribir y las calculadoras antiguas, y a los trabajadores que las manejaban.

Pero, sobre todo, el uso más intenso del capital (capital deepening)35 aumenta la productividad de los demás factores productivos: del trabajo y de otros equipos, complementarios de los de las TIC, tanto para la producción de bienes y servicios tradicionales como para la de nuevos bienes y servicios, que la nueva tecnología hace posible y asequible36.

32 La producción de ordenadores, semiconductores y equipos de comunicación creció en Estados Unidos un 11,8% anual entre 1989 y 1993, y un 39,2% anual entre 1994 y 1999. Cfr. U. S. Department of Commerce (2000). 33 En 1990 era sólo del 5,8%, y en 1994, del 6,3%; cfr. U. S. Department of Commerce (2000). Incluye los subsectores de hardware, software, servicios de automación, redes de telecomunicaciones y servicios de transmisión de voz y datos. El sector de bienes de información (noticias, información y entretenimiento almacenados, transmitidos y reproducidos por medios digitales), que viene a ser la otra “pata” de las TIC, representa otro 2,5% del PIB; cfr. Gelauf y de Bijl (2000). Descripciones detalladas de los subsectores incluidos en las TIC, en U. S. Department of Commerce (1998, 1999, 2000) y OECD (2000). Véase también Vilaseca y Torrent (2001). 34 Para los consumidores se trata de nuevos bienes de consumo, pero también de capital, que podemos llamar “información”: no sólo nuevas unidades de la información antes disponible, sino, sobre todo, nuevas y distintas formas de información. 35 Hay abundantes evidencias sobre esa intensificación en el uso del capital proporcionado por las TIC. El porcentaje del stock (real) de ordenadores por hora trabajada en Estados Unidos creció un 16,3% anual entre 1991 y 1995, y un 33,7% entre 1996 y 1999. Las correspondientes cifras para el software por hora trabajada son 2,4% y 5%. En el resto de la economía norteamericana, la relación capital/hora trabajada creció sólo un 0,5% al año, entre 1991 y 1999. Cfr. U. S. Department of Commerce (2000). 36 La demanda de software parece superior a la que vendría explicada por la caída de su precio. Es probable que, siendo el software complementario del hardware, la fuerte caída del precio de

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Para que los nuevos productos y procesos se difundan en la economía, es importante que sus precios se hayan reducido notablemente. Y así ha sido: no quizás los precios de venta observados, sino los precios hedónicos, es decir, los precios corregidos por los cambios en la calidad, capacidad y servicios prestados por los nuevos bienes y equipos de las TIC. Cuando tenemos en cuenta esto, la evidencia sobre la rapidísima caída del precio de los equipos y del software es patente, como se ve en la tabla 137. Y, sobre todo, esa caída de los precios se ha acentuado desde 199538.

[Tabla 1]

Esta reducción de precios de las TIC se ha traducido en un formidable

aumento de la cantidad demandada de hardware y software. Por ejemplo, más del 30% de la inversión fija no residencial de las empresas en Estados Unidos en 1999 se dedicó a equipos de las TIC, y el stock de hardware creció a una tasa media anual del 22,4% entre 1988 y 1999 (frente a la tasa del 2,5% para la inversión total en activos fijos)39.

Las TIC son tecnologías de utilización general (general purpose technologies), que se emplean como factores en la producción de otros muchos bienes y servicios. Lo que caracteriza a ese tipo de tecnologías es su amplio campo de mejora potencial, su gran variedad de aplicaciones, su uso en numerosas áreas de la economía (producción, distribución, marketing, financiación, etc.) y su complementariedad con otras tecnologías, tanto existentes como potenciales40. Por tanto, la difusión de las TIC acaba produciendo cambios en todos los sectores productivos y en todas las áreas de la actividad económica: allá donde la información sea un recurso relevante –o sea, en todas partes-, la presencia de ordenadores, programas y equipos de comunicación que haga más fácil y más barato el acceso a la información, su

este induzca una demanda mayor de aquel (aunque también podemos encontrarnos ante un cálculo defectuoso de los precios de los programas). 37 Las cifras de Jorgenson y Stiroh (2000a) son similares, aunque acentúan más la caída de precios del software. Sobre el cálculo de precios hedónicos de los ordenadores, cfr. Cole et al (1986); sobre los desktops y ordenadores portátiles, cfr. Berndt y Rappaport (2001); sobre los equipos y software de telecomunicaciones, véase Flamm (1989). 38 La caída de precios del conjunto del sector, que Toigo (2000) evalúa en un 12,1% anual entre 1987 y 1994, se acelera al 26,2% entre el cuarto trimestre de ese año y el de 1999. La caída del precio de los equipos de telecomunicaciones se calcula en un 2% anual, entre 1994 y 1998. Cfr. U. S. Department of Commerce (2000). 39 Cfr. Stiroh (2001a). El stock real de bienes de TI pasó en Estados Unidos de 243 mil millones de dólares en 1995 a 510 mil millones en 1999, y el del software, de 82 a 149 mil millones (cfr. U. S. Department of Commerce 2000). Las TIC aportaron un 42,5% del valor añadido bruto del sector de automoción, un 32,2% del de otros materiales e instrumentos eléctricos, y un 22% de los de industria aeronáutica, gaseoductos y oleoductos y material militar; cfr. Vilaseca y Torrent (2001). Véanse interesantes descripciones del impacto de las TIC en la economía norteamericana en U. S. Department of Commerce (1999, 2000, 2001). 40 Cfr. Lipsey et al (1998). Varian (2000) pone énfasis en el “crecimiento por re-combinación” (recombinant growth), es decir, en la combinación más creativa de los factores que el uso de circuitos integrados y de redes hace posible.

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manejo, almacenamiento y distribución, acabará afectando a la producción, la calidad y los costes de los bienes y servicios producidos y vendidos.

Y, a su vez, las especificaciones de la nueva tecnología alteran la demanda de los demás factores productivos: nuevas cualificaciones de la mano de obra, nuevos sistemas de dirección y gestión, necesidad de infraestructuras (públicas o privadas) de apoyo, etc. Y esto afecta, de nuevo, a la productividad del capital de información y comunicaciones41. La productividad y su crecimiento ¿Qué evidencia tenemos acerca del impacto de la nueva economía en el crecimiento de los países y, en concreto, de los Estados Unidos, que ha venido asumiendo el papel de líder en el desarrollo y aplicación de las nuevas tecnologías? Como ya indicamos, el crecimiento de un país se relaciona directamente con el de su productividad. Esta se suele medir mediante dos variables: la productividad media del trabajo y la productividad total de los factores. La primera de ellas es el cociente entre el producto obtenido (habitualmente, el valor añadido en la industria o sector de que se trate, o el valor añadido, el producto interior bruto u otra magnitud similar, a nivel nacional) y el número de horas trabajadas o de personas ocupadas (corregido o no por alguna medida de la calidad del trabajo). La segunda medida, la productividad total de los factores o productividad multifactorial, recoge el impacto del cambio tecnológico sobre el conjunto de los factores, es decir, el hecho de que la producción tenga lugar en un sistema productivo más eficiente y tecnológicamente más avanzado.

La relación entre ambas definiciones de productividad puede presentarse de manera sencilla a partir de una función de producción en la que el volumen de producto agregado Y resulta de la combinación de un input agregado F, formado por los servicios de trabajo N y del capital (que se supone proporcional a su stock) K, sometido a un cambio tecnológico neutral según Hicks, A, que incide sobre el input agregado F:

Y = A.F(K, N)

Tomando logaritmos en esta expresión, resulta lnY = lnA + α.lnK + (1-α).lnN

41 Este tema ha sido ampliamente discutido a propósito de la ampliación de la desigualdad de los salarios entre trabajadores cualificados y no cualificados, atribuida a la introducción de las TIC. Katz y Murphy (1992) presentaron la tesis de que el progreso tecnológico está sesgado a favor del trabajo cualificado, mientras que Krusell et al (2000) defendieron que no hace falta invocar ese sesgo, porque el capital de las TIC es complementario del trabajo cualificado (y sustitutivo del no cualificado). Véanse resúmenes recientes de los estudios sobre este tema en Acemoglu (2000) y Katz (2000).

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en que α es, bajo ciertas condiciones, la participación del capital en el producto. Y restando en ambos lados lnN, lnY – lnN = lnA + α.(lnK – lnN) o, llamando y al producto por hora trabajada (o por trabajador), Y/N, y k al servicio de capital por hora (que se supone proporcional al stock de capital por hora, o por trabajador), K/N, resulta lny = ln A + α.lnk Y dado que la derivada del logaritmo de una variable es igual a la tasa de crecimiento de dicha variable, se concluye que el crecimiento de la productividad media del trabajo es igual al crecimiento de la productividad total de los factores (que recoge las mejoras técnicas u organizativas, es decir, lo que aumenta el producto sin aumentar la cantidad de trabajo o capital empleados) más la contribución (ponderada) del crecimiento del stock de capital por hora (o por trabajador) –que constituye una medida de la intensificación en el uso del capital o capital deepening42. Los estudios empíricos utilizan alguna variante del modelo sencillo que acabamos de presentar. Para medir el impacto del cambio tecnológico, se desagrega el capital K en sus componentes, introduciendo, en concreto, los stocks de capital relacionados con esas tecnologías (ordenadores, equipos de telecomunicaciones, software, etc.), ponderados por sus α correspondientes (y otro tanto se hace con la mano de obra especializada en su producción o manejo)43. Las dificultades prácticas ligadas al cálculo de la productividad, tanto del trabajo como multifactorial, son importantes: problemas de agregación de bienes y factores44, problemas de identificación de los distintos stocks de capital45, problemas de nuevos factores y productos46, estimación de las

42 Este modelo elemental se puede complicar para introducir, por ejemplo, el aumento en la calidad del capital y del trabajo, o la existencia de capital humano, etc. También puede considerarse que el cambio tecnológico afecta más directamente a la productividad de un factor: cfr. Hornstein y Krusell (2000). 43 Los supuestos del modelo de Jorgenson y Stiroh (2000a), basados en Jorgenson (1966) y Jorgenson y Griliches (1967), son algo diferentes: en lugar de una función de producción como la presentada en el texto, utilizan una frontera de posibilidades de producción que permite la sustitución no sólo entre trabajo y capital (y entre diversos tipos de trabajo y de capital entre sí), sino también entre bien es de consumo y bienes de producción (que serán los inputs en la siguiente etapa del proceso económico). 44 Por ejemplo, las productividades de la mano de obra cualificada y no cualificada pueden evolucionar de manera distinta, y combinarse también de manera distinta con los bienes de capital de las TIC. Si esto no se tiene en cuenta, y se trata el trabajo como un factor homogéneo, la medición de la productividad será incorrecta. Cfr. Hornstein y Krusell (2000). 45 Como se parte de las cifras de producción de, por ejemplo, los ordenadores, es importante calcular bien sus precios corregidos por la calidad; de otro modo, como hemos explicado antes, la producción (y la productividad) quedará subvalorada. Cfr. Griliches (1961), Gordon (1990).

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proporciones del capital y el trabajo (y de sus diversas variedades) en el producto nacional, etc., y, en el plano teórico, los supuestos sobre rendimientos constantes a escala y competencia perfecta47. A la hora de estimar el impacto de la nueva economía sobre el crecimiento de la productividad podemos encontrar varios canales: 1) El crecimiento de la productividad de la economía por el aumento de la productividad total de los factores en los sectores de TIC. 2) El impacto de ese crecimiento de la productividad total de los factores en los sectores de las TIC sobre el resto de la economía:

a) por la intensificación del capital generada por los menores precios de los bienes de capital de las TIC y la consiguiente sustitución de otro capital (y mano de obra) por capital de las TIC48. b) por la difusión de los efectos de la mayor productividad en las TIC en otros sectores, por vías distintas de la inversión en ordenadores, programas y equipos de comunicación (efectos desbordamiento o spillover).

El crecimiento de la productividad y las tecnologías de la información La productividad del trabajo en el conjunto de la economía debe aumentar si se intensifica el uso de capital (ordenadores, software y comunicaciones, en nuestro caso). Y, sin embargo, este efecto no ha sido patente hasta fechas muy recientes. En una frase de Solow, que se hizo famosa, “los ordenadores están en todas partes, excepto en las estadísticas sobre productividad.”49

Los primeros estudios empíricos mostraban que las TIC tenían un efecto nulo o muy pequeño sobre la productividad del trabajo50. Las explicaciones más plausibles de esa aparente ausencia ponían énfasis en el retardo con que se notan los efectos de ese tipo de revoluciones, debido a la existencia de costes de ajuste51, procesos de aprendizaje (prueba y error), fallos de coordinación, falta

46 Por ejemplo, el software se consideró, en la contabilidad nacional norteamericana, como un gasto, no como una inversión, hasta la revisión llevada a cabo a finales de los noventa; cfr. Moulton et al (1999). Esto significa que la medición del stock de capital estaba subvalorada. 47 Supuestos que parecen razonables, al menos en el plano agregado y a largo plazo, cuando el problema de la intensidad en el uso de los factores desaparece. Cfr. Basu y Fernald (1999). 48 Nótese que el crecimiento del stock de capital no explica el crecimiento a largo plazo, sino sólo en la senda de transición hacia el estado estacionario (incluso en el modelo neoclásico). Cfr. Durlauf y Quah (1999). 49 Solow (1987). 50 Baily y Gordon (1988) y Loveman (1988) encontraron un efecto nulo; Parsons et al (1993), positivo pero muy pequeño; Berndt y Morrison (1995), negativo, y Bresnahan (1986) un efecto positivo y significativo. Los primeros estudios sobre el impacto de las TIC en el crecimiento se remontan a la primera mitad de los años ochenta; cfr. Brynjolfsson y Yang (1996). 51 La aparición de nuevos equipos obliga a sustituir los antiguos, recalificar la mano de obra, llevar a cabo inversiones adicionales cuyo rendimiento se obtendrá en el largo plazo, etc. Fruto de todo ello puede ser que el aumento de producto resultante de la nueva tecnología se vea compensado, total o parcialmente, por los efectos negativos de esos costes.

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de mano de obra cualificada o de recursos financieros, lentitud en la sustitución de los equipos, ventajas de ser seguidor, etc.52 Además, es lógico que el impacto de un sector tan pequeño como era, antes de 1995, el de las TIC, no se apreciase en las cifras agregadas53. Con todo, había abundante evidencia de la elevada productividad de las inversiones en ordenadores y redes, en estudios llevados a cabo a nivel de empresa54. En todo caso, la llamada “paradoja de la productividad” es más compleja, porque muestra que la productividad no acusó el impacto de los mayores recursos (y resultados) en investigación y ciencia hasta principios de los noventa, pero tampoco el fenómeno contrario: la aceleración de la productividad en la segunda mitad de los noventa, cuando el input científico se estaba desacelerando en los Estados Unidos55.

La valoración de esa evidencia cambió cuando en 1999 se dieron a conocer las cifras revisadas de la contabilidad nacional norteamericana, que mostraron mayores crecimientos de la productividad56. El punto clave de esa revisión fue el uso de precios hedónicos, es decir, de los precios que tendrían los productos si su calidad permaneciese constante, como se ha explicado antes (aparte de otros cambios, como la consideración del software no como un gasto, sino como una inversión, etc.).

Pero no sólo se comprobó que la productividad había crecido en los años ochenta y primeros noventa más intensamente de lo que las estimaciones anteriores mostraban, sino que también se comprobó que hacia 1995 se había producido una aceleración en la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo en los Estados Unidos57. En efecto, la productividad media del trabajo creció a una tasa media anual del 2,67% entre 1995 y 2000, cifra claramente superior a la del periodo 1973-95 (1,35%) y próxima a la de 1947-73 (2,87%)58. No es de extrañar, pues, que los estudios referidos a los años más recientes arrojen resultados claramente positivos sobre el impacto de las TIC en la productividad del trabajo59. En todo caso, la reciente revisión a la baja de las

52 Cfr. Aghion y Howitt (1998), David (1991), Greenwood y Jovanovic (1999a), Greenwood y Yorukoglu (1997), Hornstein y Krusell (1996), Yorukoglu (1998). 53 Cfr. DeLong (2001a), Oliner y Sichel (1994). 54 Véase Brynjolfsson (1993), Brynjolfsson y Hitt (1996). 55 Quah (2001) señala esta nueva “paradoja”. Su conclusión es que la relación entre los recursos dedicados a la investigación y el producto obtenido debe ser compleja. 56 Cfr. Carlson y Schweitzer (1998), Moulton (2000). 57 Tanto Basu et al (2001), como Nordhaus (2001), Oliner y Sichel (2000), Stiroh (2001a) y . Triplett (1996) documentan este cambio de tendencia alrededor de 1995. La causa inmediata de ese cambio fue la fuerte caída del precio de los semiconductores desde 1994, debido a un cambio del ciclo de producción de tres a dos años, y la consiguiente caída del precio de los ordenadores y del hardware de telecomunicaciones desde 1995. 58 Cfr. Bureau of Labor Statistics (2000). Nótese que las cifras de las diferentes fuentes no coinciden, principalmente por diferencias metodológicas (sectores implicados, correcciones de las series, etc.). 59 Esos estudios son muchos ya. Véase, por ejemplo, Jorgenson y Stiroh (2000a), Lehr y Lichtenberg (1999), Lichtenberg (1995), Oliner y Sichel (1994, 2000), Siegel (1997), Siegel y Griliches (1992), Steindel (1992), Steindel y Stiroh (2001). El periodo de introducción de las TIC ha sido más breve que el de revoluciones parecidas en el pasado (electricidad, automóvil, motor de explosión, etc.), quizás porque la caída de precios ha sido mucho más importante.

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cifras de crecimiento del producto en la segunda mitad de los años noventa no parece anular el efecto señalado60.

Ahora bien, lo más importante es dilucidar si ese crecimiento de la productividad del trabajo se puede atribuir a las TIC, o si se debe a otras causas. A la hora de identificar esas causas, los principales candidatos son61:

1) La utilización de un volumen de capital mayor (capital deepening).

2) La utilización de un capital más avanzado, de mayor calidad62. 3) Los trabajadores estén más cualificados (mayor acumulación de

capital humano o mayor calidad del factor trabajo). 4) El cambio tecnológico, medido por la productividad total de los

factores. 5) La existencia de rendimientos crecientes a escala, cuando el uso

de una mayor cantidad de factores da lugar a un volumen de producción más que proporcionalmente mayor, sin mediar un cambio en la tecnología o en el uso de otros factores.

6) La intensidad en el uso de los factores. Esto puede tener dos causas. a) La fase del ciclo. En el arranque de la expansión, el stock de capital y la mano de obra se suelen utilizar más intensamente, de modo que los aumentos de producto son proporcionalmente mayores que los de los inputs –y lo contrario ocurre en el comienzo de la recesión. b) La existencia de costes de ajuste. Las empresas prefieren, por ejemplo, llevar a cabo sus ampliaciones de capacidad de manera discontinua, de modo que la productividad por unidad de equipo es baja al principio (hay mucha capacidad ociosa), pero va aumentando con el paso del tiempo.

7) Cambios en la composición del producto entre sectores con distinta intensidad de factores. Si, por ejemplo, aumenta relativamente la demanda y la producción en un sector de alta productividad, la productividad del país aumentará también, por el simple desplazamiento de los factores de las industrias de baja productividad a las de alta productividad.

Cuando se analiza la evolución de la productividad en los Estados Unidos, sobre todo en la segunda mitad de los años noventa, se observa:

1) Un aumento de la productividad total de los factores en la economía.

2) Un gran aumento de la productividad total de los factores en las industrias de las TIC63.

60 Cfr. Baker (2001a,b), The Economist (2001). 61 Cfr. Basu et al (2001). 62 Esa mayor calidad no debería reflejarse en el precio, cuya caída explica el mayor uso del stock de capital mencionado en el número anterior –lo que sugiere que la mayor calidad del capital puede encubrir una caída de precio no medida. Hall (1999, 2000) sostiene que existe un “nuevo” capital, que él llama “e-capital”, relacionado con las nuevas tecnologías: un capital intangible, cuyo valor se reflejaría en la diferencia entre el precio de reposición de la empresa y su valor en bolsa –un criterio muy discutible, sobre teniendo en cuenta la volatilidad de los mercados de valores en 2000-2001 y la posible existencia de una burbuja especulativa.

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3) Una fuerte reducción del precio de esos equipos. 4) Un aumento más moderado de la productividad total de los

factores en los sectores no productores de TIC. 5) Un aumento de la productividad media del trabajo en toda la

economía. 6) El principal determinante de ese crecimiento de la

productividad media del trabajo es la intensificación de capital (capital deepening) derivada de la compra de hardware, software y equipos de comunicaciones en todos los sectores, como consecuencia de la caída de precio de los equipos de TIC)64.

7) El otro determinante importante de la productividad media del trabajo en la economía es el crecimiento de la productividad total de los factores, que hemos atribuido, en buena parte, a los sectores de TIC.

8) Hay un cierto componente cíclico en el crecimiento de la productividad en los años noventa, pero no es el dominante. La salida de la recesión de 1990 fue lenta, lo que supuso un uso más intensivo de los factores en los años siguientes, pero esto sólo explica el 0,5% de aumento de la productividad entre 1992 y 1994, y casi nada en la segunda mitad de la década65. El aumento de la productividad que nos ocupa aquí parece, pues, estructural66. Algunas de estas evidencias pueden encontrarse en las tablas 2, 3 y 4. La

tabla 2 pone de manifiesto que el aumento en la intensidad de capital (en el que ocupa un lugar destacado la inversión en TIC) y el crecimiento de la productividad total de los factores son las causas principales de la mayor productividad del trabajo67. En la tabla 3 pueden verse algunas estimaciones

63 La evidencia empírica sobre el crecimiento de la productividad total de los factores en las industrias de las TIC, y su correspondiente caída de costes y precios, es muy abundante. Cfr., por ejemplo, Bureau of Labor Statistics (1999), Grimm (1998), Jorgenson y Stiroh (2000a), Oliner y Sichel (2000), Stiroh (1998). 64 Si en Solow (1957) más del 80% del crecimiento de la productividad se explicaba por causas distintas de la intensificación en el uso del capital (incluyendo el progreso tecnológico, pero también otros factores, como la mejora en la calidad de los inputs o los errores de medición), Jorgenson y Fraumeni (1989) explican el 83% de dicho cambio por el factor capital (y el 86% cuando la fertilidad se hace endógena). Cfr. Jorgenson y Yip (1999) para un detallado estudio de la evolución de la productividad en el largo plazo. 65 Cfr. Basu et al (2001). Según estos autores, el componente cíclico del crecimiento de la productividad debido a costes de ajuste, a economías de escala y a la reasignación de la producción entre sectores no es importante (véase tabla 4). 66 Esto contradice la tesis de Gordon (1999, 2000), que identifica el crecimiento de la productividad con el aumento de la productividad en los sectores que fabrican bienes de TIC y con un efecto cíclico (véase la segunda columna de la tabla 3). 67 Hasta 1973 los ordenadores apenas aportaron un 0,1% al crecimiento anual del producto en los Estados Unidos, pero esa cifra pasa a ser del 0,46% al año en 1995-98, y a ello hay que añadir otro 0,3% atribuido al software y a los equipos de comunicaciones (cfr. Jorgenson y Stiroh 2000a). Otros estudios que abonan la tesis presentada en el texto son los de Oliner y Sichel (2000) y Whelan (2000). La no coincidencia en los resultados pueden atribuirse, principalmente, a diferente cobertura temporal, a diferencias en las definiciones de las variables, o a correcciones en los índices de precios por la calidad; en este sentido, véanse las explicaciones de Hornstein y Krusell (2000).

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recientes: las columnas 1, 3 y 4 muestran que alrededor del 40% de la aceleración de la productividad del trabajo se puede atribuir a las TIC, a través de la inversión llevada a cabo en dichas tecnologías68; este porcentaje se eleva al 60-70% cuando se añade la colaboración de las TIC al aumento de la productividad total de los factores: columnas 3 y 469. Y la tabla 4 compara la aportación de la tecnología (a través de la inversión en TIC y de los cambios en la productividad total de los factores) con los componentes cíclicos.

[Tabla 2]

[Tabla 3] [Tabla 4]

Las estimaciones de la productividad total de los factores arrojan

resultados parecidos70. Como se puede ver en la tabla 571, la productividad total ha crecido no sólo en los sectores productores de TIC (este es el arranque de la revolución que estamos analizando), sino también en otros sectores y en la economía en su conjunto, y la contribución de las TIC a ese crecimiento no es pequeña. A su vez, la tabla 5 muestra el efecto que distintas partidas de las TIC tienen en la contribución de los servicios del capital a la productividad total, con una clara aceleración en el periodo reciente72. Y la tabla 6 presenta las estimaciones de Jorgenson (2001) acerca del impacto total de las TIC sobre el crecimiento del producto en los Estados Unidos.

[Tabla 5] [Tabla 6]

Los estudios sectoriales muestran una aceleración de la productividad del trabajo que no se limita a las industrias productoras de TCI. Por ejemplo, dos tercios de un conjunto de industrias de los Estados Unido entre 1987 y 1999 presentan esa aceleración de la productividad (la aceleración media en 61 68 El porcentaje estimado por Nordhaus (2001) sobre variables definidas de un modo distinto es del 36%. 69 Véase en Stiroh (2000a, tabla 1) un resumen del contenido y metodología de los estudios mencionados en esta tabla. 70 El Bureau of Labor Statistics (2000) muestra que la productividad total de los factores creció un 1,26% en promedio anual entre 1995 y 2000, una cifra notablemente superior a la de 1973-95 (0,40%), pero inferior a la de 1947-73 (1,87%). Las cifras de Jorgenson y Stiroh (2000a) son parecidas: la productividad total, que crecía un 0,34% cada año entre 1973 y 1995, lo hizo al 0,99% entre 1995 y 1998. 71 Véanse Jorgenson y Stiroh (2000a) y Oliner y Sichel (2000). 72 Oliner y Sichel (2000) calculan que el efecto de las inversiones en hardware sobre la productividad total de los factores pasa de 0,25 puntos percentuales en 1990-95 a 0,63 en 1996-99. Otros estudios en esta línea son los de Brynjolfsson y Hitt (2000), Brynjolfsson y Yang (1996), Council of Economic Advisors (2001), Daveri (2000) y Whelan (2000).

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industrias es de 1,09 puntos percentuales)73. Pero las industrias productoras de TIC presentan aceleraciones de la productividad del trabajo del orden de un punto porcentual por encima de las demás, de modo que las dos industrias productoras de TIC incluidas en su estudio contribuyeron con 0,16 puntos a la aceleración de la productividad agregada, 26 industrias usuarias de TCI contribuyeron con 0,66 puntos, y las otras 33 contribuyeron sólo con 0,08 puntos.

Había, sin embargo, algunos sectores intensivos en TIC en los que el crecimiento de la productividad no parecía estar de acuerdo con las tesis defendidas aquí: tal era el caso de algunos servicios, como las finanzas, los seguros y el sector inmobiliario74. La explicación tradicional que se daba a ese comportamiento invocaba probables defectos en el cálculo del producto de esos sectores. Y la reciente revisión de las cuentas nacionales norteamericanas ha confirmado esa tesis: cuando, por ejemplo, se ha corregido el producto estimado de la banca, en proporción no al empleo sino al número de transacciones, la productividad del sector ha crecido fuertemente, y refleja plenamente el esperado impacto de las TIC75. Por ejemplo, la productividad del trabajo del sector financiero ha pasado de crecer un 3,18% al año entre 1980 y 1995 a hacerlo en un 6,76% en 1995-9976.

También la evidencia referida a las empresas coincide con todo lo anterior: aquellas que llevan a cabo mayores inversiones en TIC muestran también mayores crecimientos de la productividad77. Sin embargo, los beneficios de la innovación tecnológica se observan con cierto retraso78, y suelen darse sólo cuando las empresas llevan a cabo, al mismo tiempo, inversiones en capital humano específico (formación) y cambios organizativos (descentralización)79. ¿Es la nueva economía un fenómeno solamente norteamericano?

73 Cfr. Stiroh (2001a); cfr. también Stiroh (2001c). 74 Cfr. Stiroh (1998, 2001b), Triplett (1999). 75 Cfr. Moulton (2000) sobre la revisión del producto del sector financiero. Aún no se han corregido los posibles efectos de la mayor calidad de las transacciones, en términos de conveniencia, fiabilidad y velocidad. 76 Cfr. Baily y Lawrence (2001), tomando cifras del Council of Economic Advisers (2001). Véase también Sharp (2000), Triplett y Bosworth (2000). 77 Cfr. Brynjolfsson (1993), Brynjolfsson y Hitt (1996), Brynjolfsson y Yang (1996), Dewan y Kraemer (2000), Jorgenson y Stiroh (2000b). 78 Esto puede ser un indicio de que hay procesos de aprendizaje y cambio organizacional relacionados con el aprovechamiento de las nuevas tecnologías, incluyendo el rediseño de las prácticas comerciales, la simplificación de la cadena de suministro, los cambios en la función de compras y en la estructura organizativa, la sustitución de intermediarios (y la aparición de otros nuevos), etc. Cfr. Brynjolfsson y Hitt (2000a,b). Brynjolfsson y Yang (2000) sugieren la formación de un “capital no medido” relacionado con la introducción de las TIC, en la línea de Hall (1999, 2000). 79 Véase Bresnahan et al (1999).

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La economía norteamericana es la que más claramente ha mostrado el impacto positivo de la nueva economía, especialmente en lo referente al crecimiento de la productividad. No es de extrañar, tratándose del líder en la producción de ordenadores (y algo menos de material de telecomunicaciones)80. Pero, en términos generales, la historia en otros países avanzados es parecida81 (véase la tabla 7).

[Tabla 7]

El progreso tecnológico ha tenido lugar también en esas economías, con

caídas de precios muy elevadas en las TIC y un uso intensificado de las mismas. Sin embargo, la menor importancia de la producción de TIC en muchos de esos países se traduce en un menor crecimiento de la productividad agregada. Asimismo, la existencia de barreras a la innovación y a la creación de empresas y la falta de flexibilidad de los mercados, pueden haber impedido la difusión de las TIC82.

La aceleración de la productividad del trabajo en la segunda mitad de los años noventa no se ha apreciado (al menos por ahora) en algunos de los países avanzados83, probablemente porque (al menos en algunos de ellos) las recientes reformas del mercado laboral han facilitado un aumento del empleo durante la expansión de los años noventa, compensando, al menos en parte, la tendencia al aumento de la productividad debida a la innovación tecnológica, que ha sido dominante en los Estados Unidos –o, simplemente, reduciendo el incentivo a aumentar la relación capital/trabajo. Con todo, se observa también un efecto positivo del uso de las TIC en la productividad del trabajo, mediante la intensificación del uso del capital.

También ha sido dispar el comportamiento de la productividad total de los factores, en parte debido a que el marco institucional y social no siempre ha facilitado la rápida difusión de las nuevas tecnologías84.

80 En 1997, Estados Unidos producía el 56% del valor añadido bruto del sector de TIC en los países de la OCDE, frente al 27,6% la Unión Europea y un 12,7% Japón; cfr. Vilaseca y Torrent (2001), sobre cifras de OECD (2000). Véanse otros indicadores en Coppel (2000). 81 Véase, por ejemplo, Ark (2000), Andersson (2000), Bassanini et al (2000), Calderón (2001), Commission of the European Communities (1999), Daveri (2000), De Masi et al (2001), Gust y Marquez (2000), Jorgenson y Yip (1999), Scarpetta et al (2000), Schreyer (2000), entre otros. 82 Estos factores son subrayados por Andersson (2000). 83 Es probable que los problemas de comparación de cifras sean importantes. La medición del stock de capital suele ser distinta, especialmente por el menor uso de índices de precios corregidos por la calidad, lo que subvalora el volumen de producto y, por tanto, el aumento de la productividad. Asimismo, la definición de sectores incluidos en las TIC no siempre coincide entre países. Sin embargo, una vez corregidos, al menos en parte, esos problemas, el comportamiento de la productividad sigue siendo mucho menos dinámico en, por ejemplo, la Unión Europea que en los Estados Unidos. En el Reino Unido, la menor cualificación de la mano de obra y la más limitada inversión en TIC puede haber contribuido a un menor crecimiento de la productividad; cfr . De Masi et al (2001). Sobre el posible efecto de los errores de medición, cfr. Diewert y Fox (1999), Calderón (2001). 84 En el estudio de Daveri (2000), Canadá, Australia, Finlandia, Noruega e Irlanda presentan una evolución muy positiva; Alemania, Francia, Bélgica y Suecia ocupan un lugar intermedio, e Italia y España están claramente atrasados. Gust y Marquez (2000) ofrecen resultados que no

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Con todo, es interesante señalar que la economía norteamericana no ocupa sistemáticamente el primer lugar en los recursos dedicados a las TIC, ni por porcentaje de la mano de obra ocupada en el sector, ni por su peso en el valor añadido nacional, ni por la importancia dada a la investigación en el mismo85. Y, sin embargo, los resultados parecen avalar su dominio en este campo.

A la vista de todo lo anterior, parece razonable concluir que la nueva economía no es un fenómeno exclusivamente norteamericano, sino que está al alcance de cualquier país que lleve a cabo el esfuerzo innovador en las TIC y que esté en condiciones de facilitar la difusión de las nuevas tecnologías en todos los sectores. Ese esfuerzo innovador se ha producido ya en algunos países, y sus resultados parecen altamente positivos86.

En todo caso, el éxito de la nueva economía parece exigir, como hemos señalado más arriba, unas condiciones específicas: en los países productores de TIC, capacidad de generar los incentivos para llevar a cabo una intensa inversión en investigación y desarrollo, y, en los países usuarios, la adecuada inversión en capital humano, que es complementario de las TIC, así como la creación de las condiciones generales para un crecimiento elevado y sostenido: apertura al comercio y a los flujos de capital, un marco institucional y legal adecuado, flexibilidad en la estructura productiva, mercados eficientes, etc. Las consecuencias económicas de la nueva economía A lo largo de las páginas anteriores hemos puesto de manifiesto que la nueva economía es, sobre todo, una revolución tecnológica que, empezando en las TIC, se extiende a todos los sectores, elevando la productividad de la economía en su conjunto, abriendo nuevas posibilidades a la producción y a la distribución, y generando cambios importantes en el consumo, la producción, la dirección de empresas, el sentido del trabajo y la vida ordinaria de millones de personas. Pero la evidencia de un impacto significativo de las TIC sobre la productividad no garantiza su continuidad: el fenómeno puede ser pasajero. Y, sin duda, lo es: todo cambio tecnológico ejerce su influencia durante un periodo

siempre coinciden con los anteriores. Así, Australia y Suiza presentan un crecimiento de la productividad total de los factores similares a los de Estados Unidos, mientras que Finlandia e Irlanda tienen niveles altos, pero no crecientes. 85 Quah (2001) hace notar, con cifras de OECD (2000), que Suecia, Finlandia, Reino Unido e Irlanda muestran una proporción de trabajadores en el sector respecto del empleo nacional mayor que la norteamericana; que lo mismo ocurre con el peso del sector de las TIC en el valor añadido bruto nacional en Corea del Sur, Suecia, Reino Unido y Finlandia, y que este país, junto con Irlanda, presenta un porcentaje de I+D en TIC respecto del total nacional también superior al de Estados Unidos. Asimismo, la contribución de las TIC a la productividad total de los factores ha crecido más rápidamente en Finlandia, Irlanda y Suecia que en Estados Unidos (cfr. Vanhoudt y Onorante, 2001). 86 Quah (2001) señala que el mayor éxito norteamericano puede estar ligado a la difusión de las TIC en el consumo, más que en la producción, y apoya esto en la evidencia de la balanza de pagos negativa de Estados Unidos en este sector.

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de tiempo limitado. Pero parece que el fenómeno que estamos considerando seguirá impulsando el crecimiento de la productividad durante bastantes años. Las claves de ese proceso son:

1) El cambio tecnológico en el sector de las TIC, recogido en la ley de Moore. Si ese cambio sigue teniendo lugar a un ritmo elevado, la revolución será duradera –y el hecho de la productividad en los sectores de las TIC siga creciendo a tasas muy altas nos lleva a suponer que hay razones para el optimismo87.

2) La continuidad del proceso de sustitución de equipos antiguos por otros nuevos en el conjunto de la economía. Este proceso parece continuar, lo que también da motivos para la esperanza.

3) Como ya dijimos, los ordenadores y los equipos de telecomunicaciones son tecnologías de utilización general (general purpose technologies), que se pueden usar en numerosas aplicaciones distintas en casi todos los sectores, lo que fomenta a su vez nuevos usos y nuevos desarrollos tecnológicos, en un proceso de innovación continuada. Y esa co-invención y los efectos de red que se generan en las TIC permiten aumentos importantes en los rendimientos a escala de las nuevas tecnologías88. Por ello, no parece exagerado atribuir a las TIC el calificativo de “motores del crecimiento”89. En definitiva, si la nueva economía es diferente de las revoluciones tecnológicas anteriores, esto se debe a que no es solamente usuaria del conocimiento, sino a que se extiende como él, no solamente en la producción sino, sobre todo, en el consumo90, y en la generación de nuevas innovaciones. De todos modos, sigue siendo válido el comentario de Robert Solow: “me

sentiré más seguro acerca de la persistencia de la mejora de la productividad

87 Esta tesis es compartida por muchos autores: por ejemplo, DeLong (2001a), DeLong y Summers (2001), Jorgenson (2001), Jorgenson y Stiroh (2000a), Steindel y Stiroh (2001). Otros, como Bosworth y Triplett (2000) y Gordon (1998, 2000), ponen énfasis en el carácter transitorio de este fenómeno. Mediante un análisis del cambio de tendencia en las series, Kouparitsas (1999), Rudebusch (2000) y Watson (2000) encuentran una evidencia muy reducida de una aceleración de la productividad en los años noventa, que es compatible con el posible carácter transitorio del cambio, mientras que Cogley (2001) encuentra un cambio de tendencia, aunque de pequeña cuantía. 88 Pero esto no quiere decir que la velocidad de creación de valor en las futuras innovaciones en las TIC sea tan rápida como la evolución de la segunda mitad de los años noventa sugiere, pues esa evolución dependerá del patrón de generación de inventos en el uso de las TIC; cfr. Bresnahan (2001). Una manifestación de la expectativa de sostenibilidad de la nueva economía está en la revisión al alza de las previsiones de crecimiento a largo plazo. En U. S. Department of Commerce (2000) se recoge una muestra de las previsiones a diez años, que pasaron de entre 2,45 y 2,7% en 1996, al 3,1% en 2000 (justo al comienzo de la pérdida de ritmo de la economía norteamericana). Los crecimientos esperados de la productividad del trabajo fueron del 1,5% en el primer periodo y del 2% en el segundo. 89 El nombre es de Bresnahan y Trajtenberg (1995). Raa y Wolff (2000) estudian qué sectores despliegan un mayor efecto desbordamiento sobre los demás, y llegan a la conclusión de que los primeros lugares los ocupan, precisamente, los dedicados a la producción de ordenadores y de equipos de oficina. DeLong (2001b) critica la tesis de que la nueva economía va a entrar en breve en rendimientos decrecientes, por las razones dadas en el texto. 90 Cfr. Quah (2001).

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cuando sobreviva a su primera recesión”91. Pero es todavía demasiado pronto para poder tener esa certeza, porque la pérdida de ritmo de la economía norteamericana en 2000-01 no ha concluido todavía, y no podemos evaluar aún sus efectos a largo plazo92.

En todo caso, los demás efectos macroeconómicos de la nueva economía dependen fundamentalmente de ese crecimiento de la productividad. Por tanto, aunque hay motivos para pensar que, aunque la nueva economía está cambiando muchas conductas personales y sociales, no por ello deja obsoletas las leyes económicas93.

En concreto, y aunque la economía norteamericana experimentó en los años noventa la fase expansiva más larga de su historia, ello no significa que el ciclo económico haya desaparecido94. Primero, por razones prácticas: en el año 2000 se inició una pérdida de ritmo que continuó en 2001, y que ha supuesto un cambio importante en el optimismo de los que sostenían que el ciclo había sido dominado. Y segundo, por razones teóricas: en la medida en que las fases de auge y recesión dependan de factores del lado de la demanda (políticas restrictivas, corrección de desequilibrios, etc.) o de shocks de oferta no relacionados con la tecnología, el ciclo no tiene por qué desaparecer. Claro que la incidencia del ciclo puede ser menor en una economía que crece a tasas más altas, pero ello no cambia la naturaleza del fenómeno95.

Igualmente, la tesis de que la nueva economía ha puesto fin a la inflación no tiene demasiado fundamento. Si esta es un fenómeno monetario, al menos en el largo plazo, el éxito en la lucha contra la inflación dependerá de las decisiones de la autoridad monetaria, no del crecimiento de la productividad a largo plazo. Otra cosa es que el mayor crecimiento de la productividad permita pagar salarios más elevados sin aumentar los costes unitarios y, por tanto, sin subidas de precios de una sola vez, dado el crecimiento de la cantidad de dinero. O, en el contexto de una curva de Phillips con expectativas de inflación, un mayor crecimiento del producto real puede reducir la NAIRU (la tasa de paro que no acelera la inflación) y permitir una mayor creación de dinero para financiar el crecimiento del producto sin que ello acabe generando más inflación. O que la caída de precios en los sectores productores de TIC haya contribuido a moderar la inflación96. Pero todo esto no cambia el contenido de

91 Citado en Uchitelle (2000). 92 Esa pérdida de ritmo afecta especialmente a la inversión en equipo, en la que las TIC ocupan un lugar importante. No obstante, podemos estar ante un fenómeno cíclico. 93 Esta es una tesis repetidamente expresada en Shapiro y Varian (1998). 94 La evidencia de una reducción de la volatilidad de las principales series cíclicas en los años recientes se señala en Council of Economic Advisors (2000). 95 Se han dado varias razones para sostener la pérdida de importancia del ciclo. Por ejemplo, la menor dependencia de los inventarios que las TIC hacen posible. Sin embargo, los cambios en los inventarios han seguido siendo importantes en la fase recesiva de 2000-01; cfr. Baily (2001). En U. S. Department of Commerce (2000) se apunta la resistencia de la inversión en TIC a las caídas de demanda de servicios, que suelen ser más estables que la demanda de bienes industriales. Otros autores han sugerido que la nueva economía reduce la incertidumbre y, consiguientemente, la volatilidad de la inversión. 96 U. S. Department of Commerce (2000) calcula este efecto en un 0,5% anual entre 1994 y 1998.

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la sabiduría convencional sobre la inflación, sus causas, sus relaciones con las variables reales y los medios para combatirla.

Conclusiones

¿Existe una nueva economía? La evidencia que tenemos, por ahora, nos permite contestar que sí, que existe esa nueva economía, al menos en el sentido restringido que aquí hemos dado al término: una revolución tecnológica que, empezando por la producción de ordenadores, software y equipos de comunicaciones, está ejerciendo un fuerte impacto en toda la economía, principalmente a través de la elevación de la productividad.

Se trata de un profundo cambio tecnológico que se viene produciendo desde los años cincuenta, que cristalizó en los primeros años setenta y se aceleró en los cinco últimos años del siglo veinte. Como consecuencia de ese cambio, la productividad total de los factores se ha acelerado fuertemente en el sector de las TIC, permitiendo una rápida caída de precios del hardware y del software, lo que ha inducido una elevada demanda de bienes de capital de TIC. Como consecuencia de lo anterior, el peso del sector de las TIC en el conjunto de la economía ha aumentado. Y el uso creciente de bienes de TIC como factores productivos ha provocado un aumento considerable tanto de la productividad del trabajo como de la productividad total de los factores en toda la economía.

La evidencia empírica sobre esos aumentos de productividad parece bastante sólida, aunque no se ha dejado notar claramente hasta 1995. Asimismo, el impacto de las TIC en esa mayor productividad parece también probado.

Ese cambio tecnológico parece ser permanente en niveles, pero, lógicamente, debe ser transitorio en tasas de crecimiento: el nuevo nivel tecnológico adquirido no tiene por qué perderse, pero tarde o temprano su tasa de crecimiento se moderará, aunque no parece que esa desaceleración vaya a producirse en un plazo breve, siempre que la nueva economía se muestre capaz de superar la actual fase recesiva de la economía norteamericana y mundial. En todo caso, es probable que el impacto de la nueva economía sobre la productividad del trabajo vía intensificación del capital se agote cuando se detenga la caída en el precio de los equipos y del software, pero sus efectos sobre la productividad total de los factores en otros sectores pueden aún durar bastante tiempo.

El análisis anterior se ha fijado, principalmente, en el lado de la oferta: la revolución de las TIC, materializada en la formidable caída de precios de los equipos, ha permitido aumentar considerablemente la productividad. Pero es probable que esto sea sólo un aspecto parcial del impacto de la nueva economía. Estamos asistiendo ahora al desarrollo de una “sociedad del conocimiento” que es global por naturaleza y muy innovadora en el uso de ese recurso humano, el conocimiento. Y esto va mucho más allá de un simple aumento del producto por hora trabajada.

Los sectores más dinámicos en la nueva economía son, lógicamente, los que utilizan más intensamente el recurso ahora dominante: el conocimiento. Y

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esto está cambiando no solamente la cantidad de bienes y servicios producida, sino también la composición misma del consumo, en el que pesan ahora mucho más aquellos bienes intensivos en conocimiento, y en el que esos bienes y servicios (que incluyen no sólo las TIC, como el ordenador y el móvil, sino también los activos intelectuales, las bases de datos y librerías electrónicas, la diversión y el entretenimiento, los servicios sanitarios, la educación y la biotecnología) pueden ser accedidos directamente por los consumidores, sin la intensa “mediación” del sector productivo que observamos, por ejemplo, en cómo los avances tecnológicos en el sector de la automoción llegan al propietario del automóvil. Y apenas estamos comenzando ahora a valorar la naturaleza y las implicaciones de esa nueva sociedad97. Referencias Abramovitz, M. (1956), “Resource and Output Trends in the United States since 1870”, American

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Tabla 1Variación de precios en Estados Unidos (tasa anual en porcentaje)

1990-93 1993-97 1997-99Total equipos de TIC -2,9 -5,6 -7,4Hardware -12,2 -18,8 -24,6Software -1,6 -1,6 -0,7Equipos de comunicaciones 0,9 -0,6 -1,0

Fuente: U. S. Bureau of Economic Analysis, abril 2000 (cit. en Daveri, 2000, p. 35).

Tabla 2Fuentes del aumento de la productividad del trabajo en Estados Unidos, 1959-98

1959-73 1973-90 1990-95 1995-98

Crecimiento medio del producto 4,33 3,13 2,74 4,73Crecimiento medio de las horas 1,38 1,69 1,37 2,36Crecimiento medio de la productividad 2,95 1,44 1,37 2,37

Contribución de la intensidad del capital 1,49 0,91 0,64 1,13Contrkibución de la calidad del trabajo 0,45 0,20 0,37 0,25Contribución productividad total de los factores 1,01 0,33 0,36 0,99

Fuente: Jorgenson y Stiroh (2000)

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Tabla 3Explicaciones del aumento de la productividad del trabajo en Estados Unidos

Jorgenson OlinerBLS Gordon y Stiroh y Sichel

Productividad 1995-99 2,30 2,75 2,37 2,57Productividad 1973-95 1,39 1,42 1,42 1,41

Aceleración 0,91 1,33 0,95 1,16 Intensificación del capital 0,10 0,33 0,29 0,33 Relacionado con TIC 0,38 - 0,34 0,50 Otros -0,31 - -0,05 -0,17 Calidad del trabajo 0,06 0,05 0,01 0,04 Productividad total 0,90 0,31 0,65 0,80 Relacionada con TIC - 0,29 0,24 0,31 Otros - 0,02 0,41 0,49 Efecto cíclico 0,50 Medición de precios 0,14

Fuentes: BLS (2000), Gordon (2000), Jorgenson y Stiroh (2000a), Oliner y Sichel (2000)Tomado de Stiroh (2001a)

Tabla 4Componentes estructurales y cíclicos del crecimiento de la productividaden el sector privado, Estados Unidos, 1990-99

1990-95 1995-99Crecimiento del producto 2,6 5,1menos: Crecimiento de los factores 1,4 2,5igual a: Residuo de Solow 1,2 2,5menos: corrección por utilización 0,2 0,1 correción por costes de ajuste -0,2 -0,6 corrección por reasignación y economías de escala 0,0 -0,1igual a: aportación de la tecnología 1,2 3,1

Fuente: Basu, Fernald y Shapiro (2001).

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33

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34

Tabla 5Contribución al crecimiento de la productividad total de los factores en Estados Unidos, 1973-1999

1973-90 1990-95 1995-99Crecimiento de la productividad total 0,25 0,24 0,75Contribución de las TIC 0,19 0,25 0,50 Ordenadores 0,12 0,15 0,31 Software 0,02 0,05 0,09 Equipo de comunicaciones 0,06 0,05 0,08Tecnología no de información 0,06 -0,01 0,25

Fuente: Jorgenson (2001)

Tabla 6Contribución de las TIC y otros activos al crecimiento, Estados Unidos, 1959-98

1959-73 1973-90 1990-95 1995-98

Contribución de los servicios del capital 2,07 1,62 1,20 2,17 Otro capital 1,89 1,27 0,80 1,42 Ordenadores (hardware) 0,09 0,20 0,19 0,46 Ordenadores (software) 0,03 0,07 0,15 0,19 Equipo de comunicaciones 0,06 0,08 0,06 0,10

Fuente: Jorgenson y Stiroh (2000a)

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Tabla 7Contribución de las TIC a la productividad del trabajo

1990-95 1996-99USA CanadáR.UnidoFrancia USA CanadáR.UnidoFrancia

Crecimiento productividad del trabajo 1,5 1,9 2,4 1,7 2,6 1,0 1,8 1,3

Contribución de*: Intensificación del capital 0,6 0,7 0,9 1,2 1,1 0,0 1,0 0,3 TIC 0,5 0,2 0,1 0,0 1,0 0,3 0,4 0,2 Ordenadores y equipo de oficina 0,2 ... 0,1 0,0 0,6 ... 0,3 0,1 Software 0,2 ... 0,0 0,0 0,3 ... 0,0 0,1 Equipo de comunicaciones 0,1 ... 0,0 0,0 0,1 ... 0,1 0,1 Otro capital 0,1 0,4 0,7 1,1 0,1 -0,3 0,6 0,1 Calidad de la mano de obra 0,4 ... ... 0,2 0,3 ... ... 0,0 Crecimiento productiv. total factores0,5 1,2 1,5 0,3 1,2 1,0 0,9 0,9

Fuente: De Masi et al (2001).