"Dilemas de las izquierdas en México: de la búsqueda del alma nacional a la crisis del régimen revolucionario y el giro al multiculturalismo"

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    Archivo General de la Nacin

    Dra. Aurora Gmez Galvarriato FreerDirectora General

    Dra. Gabriela Recio Cavazos

    Directora General Adjunta de Administracin de Acervos Histricos

    Mtro. Alberto de la Fuente GuerreroDirector de Publicaciones y Difusin

    Mtro. Marco Antonio Silva MartnezJefe del Departamento de Publicaciones

    Vctor Manuel Barajas IslasJefe del Departamento de Imprenta

    Diseo y formacin: Elisa Cruz Cabello

    Asistencia editorial: Idalia Gonzlez Castillo, Carlos Alday Garca, Isabel Guadalupe Es-trada Tanck

    Legajos. Boletn del Archivo General de la Nacin, sptima poca, ao 4, nmero 14, octubre-diciembre de 2012, es una publicacin trimestral del Archivo General de la Nacin,donde se publica y distribuye, con domicilio en Eduardo Molina 113, Col. PenitenciaraAmpliacin, Delegacin Venustiano Carranza, C. P. 15350, Mxico D. F.

    Tel. 51 33 99 00, Exts. 19325, 19424 y 19330

    Correos electrnicos: [email protected]; [email protected];Pgina web: www.agn.gob.mx

    Editor responsable: Marco Antonio Silva Martnez.

    Reserva de derechos de uso exclusivo ante el Instituto Nacional del Derechode Autor nmero: 04-2009-110916591800-106.

    Licitud de ttulo y licitud de contenido otorgado por la Comisin Calificadora dePublicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretara de Gobernacin nmero: 15036.

    ISSN-0185-1926

    Legajos. Boletn del Archivo General de la Nacinse termin de imprimir en enero de 2013 enTipogrfica, S. A. de C. V. Imagen nm. 26, Col. Lomas de San ngel Inn, C. P. 01790,Mxico, D. F.

    Las opiniones vertidas en los artculos aqu publicados son responsabilidad exclusivade sus respectivos autores, quienes slo ceden sus derechos de reproduccin al ArchivoGeneral de la Nacin.

    Se permite la reproduccin de los artculos aqu contenidos siempre y cuando se cite lafuente.

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    Tabla de contenido

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    GALERASDELAHISTORIA

    La construccin de las historias.

    Un dilogo obligado entre las

    Humanidades y las Ciencias Sociales

    Carlos Armando Preciado de Alba

    La conciencia histrica: una estructura ontolgica

    universal con contenidos epocales variables

    Miguel ngel Guzmn Lpez

    Acontecimiento y agencia en el contexto

    post-estructuralista. Algunas notas crticas

    Jorge Luis Capdepont Bal linaPablo Marn Oln

    Bandoleros, bandidos y revolucionarios.

    Delincuencia poltica en Aguascalientes, 1911-1920Vctor Manuel Carlos Gmez

    Dilemas de las izquierdas en Mxico: de la bsqueda

    del alma nacional a la crisis del rgimen revolucionario

    y el giro al multiculturalismo

    Rogelio E. Ruiz Ros

    RESEAS

    El xito del gachupn

    Por Alfredo Pureco Ornelas

    La huella de la Revolucin Mexicana en Guanajuato

    Por Csar Federico Macas Cervantes

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    Navegar con libros

    Por: Rafael Castaeda Garca

    Esclavitud y trabajo en los obrajes de CoyoacnPor: Sandra Nancy Luna Garca

    PORTALESDELAARCHIVSTICA

    Anlisis de la poltica

    de gestin de documentos de Archivo en la

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    Diana Birrichaga Gardida

    La poltica de transferencia de documentacin electrnica. El caso del

    Archivo Histrico de laUNAM

    Sandra Pea Haro

    DOCUMENTOSDEL ARCHIVO GENERALDELA NACIN

    Un expediente en el Indiferente Virreinal delAGN:Joaqun Mosquera y el general Francisco de Miranda

    en la mente del virrey Jos de Iturrigaray

    Yolia Tortolero Cervantes

    Imagen de portada

    Normas para la entrega de originales

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    Si asumimos que la historiografa es la produccin escrita acerca detemas histricos, podemos derivar al menos un par de implicaciones: 1)se involucra necesariamente al arte de escribir la historia y 2) se analiza laproduccin histrica en trminos del discurso que le imprimen sus autores.

    Visto as, la historiografa representa el medio y el modo de comunicar porescrito lo que el investigador construye acerca del pasado; de tal suerte quela validez de sus afirmaciones va a depender de qu tan eficazmente puedaanalizar, comprender, explicar y transmitir el resultado de sus pesquisas.

    Sumado a lo anterior, la historia presupone la conciencia de que presentey pasado estn ligados entre s, condicionndose mutuamente. De estoparte la nocin de historicidad. Las maneras como nos acercamos a talesmbitos temporales son resultado de los relatos histricos, los cuales por

    s mismos no aumentan nuestro conocimiento, pues es necesario ademscomprender y rescatar lo propuesto por los diversos autores que hantratado dichas temticas, as como detectar los cambios de los significadosen ellas, aprehenderlas, interpretarlas y relacionarlas con el presente. Estoes, vincularlas con nuestro entorno vital.

    Es necesario sealar que durante las ltimas dcadas, arduos y diversoshan sido los derroteros de estos renovados enfoques para ganar terreno

    y posicionarse frente a visiones tradicionales de concebir a la historia.Autores de distintos orgenes geogrficos y culturales, con diferentesformaciones disciplinares e intereses personales han privilegiado y recorridombitos especficos que les permiten construir interpretaciones histricasdiversas. En este orden de ideas, habr que destacar una apertura desdela Historia para buscar fortalecer su entramado terico, metodolgico ehistoriogrfico.

    Pero no slo eso, favorablemente el inters ha sido recproco; de ah que

    encontremos a filsofos, antroplogos, socilogos, politlogos y economistas

    LACONSTRUCCINDELASHISTORIAS.UNDILOGOOBLIGADOENTRELAS

    HUMANIDADESYLAS CIENCIAS SOCIALES

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    ocupados en debates tericos y metodolgicos en torno a planteamientosde orden histrico. Es en dicho contexto en el que se vienen presentandoacercamientos, dilogos y discusiones con diferentes disciplinas de lasCiencias Sociales y las Humanidades. As, se han fortalecido aquellos

    estudios sobre problemticas y actores que solan soslayarse, abordarse demanera sesgada o en el mejor de los casos de forma limitada. En efecto, elestudio de la historia se ha vigorizado. Ahora nuevas preguntas se formulanpara poner en duda las imgenes heredadas; se realizan estudios recurriendoa enfoques y herramientas hasta hace poco marginales. Esta revitalizacinconduce a postular renovadas perspectivas que permiten la construccin denuevas interpretaciones y una historiografa mucho ms abierta al debate.

    No obstante, habr que reconocer que aun con lo anterior y a pesar deque en trminos generales existe consenso en relacin con que en el mbitoacadmico la disciplina histrica ha alcanzado un incuestionable grado deprofesionalizacin, no es difcil encontrar a ortodoxos que conciben comoparte inherente a su labor el tendido de muros, el cavado de trincheras; enfin, que consagran sus vidas para que el mtodo histrico (as, en singular, y porlo tanto excluyente) perdure difano, incorruptible.

    Los cuatro artculos que se presentan en este nmero de Legajos se

    inscriben en el espritu apuntado prrafos arriba. Sus autores evidencian,desde distintos mbitos de las Ciencias Sociales y de las Humanidades, queeste dilogo no es una opcin, sino un imperativo. Pese a la diversidadtemtica y disciplinar desde donde se posiciona cada uno de ellos,encontramos significativos puntos de convergencia: la problematizacinde sus planteamientos a travs de la cual se aproximan de manera crticaa sus objetos de estudio; la bsqueda por lograr una construccin terica

    y metodolgica de la historia a partir de la discusin con intelectualesformados en otras disciplinas y, por ende, sobre la pertinencia de lascategoras generadas por stos; y un inherente ejercicio reflexivo evidente encada pgina. Dichos intereses los caracteriza como estudiosos preocupadospor trascender una historia anquilosada a la que quieren despojar de susfobias y ensimismamientos.

    En orden de aparicin, Miguel ngel Guzmn Lpez nos presenta desdeuna perspectiva filosfica el texto intitulado La conciencia histrica: una

    estructura ontolgica universal con contenidos epocales variables. En l,

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    a partir de consideraciones de orden hermenutico y ontolgico incursionaen las principales obras de Martin Heidegger, Reinhart Koselleck, Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur, entre otros, para posicionarse en el debateen torno a la conciencia histrica. El anlisis se concentra en las categorasespacio de experiencia, horizonte de expectativayexperiencia epocal; las dos primerasplanteadas por Koselleck, mientras que la tercera por Gadamer. Elargumento que desarrolla Guzmn Lpez es que tales categoras ayudana entender la diversidad de los contenidos de la conciencia histrica, altiempo que reafirman su universalidad. De esto se deriva que uno de losprincipales objetivos del autor: confrontar a las tesis posmodernas quedescalifican a la historia.

    En seguida, tenemos el artculo Acontecimiento y agencia en el contextopost-estructuralista. Algunas notas crticas, resultado del trabajo conjuntoy debatido de un antroplogo y un historiador: Pablo Marn Oln y JorgeLuis Capdepont Ballina, respectivamente. Siguiendo al estadounidenseMarshall Sahlins, destacan que es desde los distintos esquemas culturalesque se organizan las interpretaciones de los acontecimientos. Partiendode esta tesis determinista, colocan en la palestra a historiadores francesesadheridos de la corriente de los Annales, antroplogos y socilogos, para

    discutir en torno a tres categoras fundamentales: coyuntura, acontecimiento yagencia humana. Insertndolas en la dimensin temporal, desarrollan la idea deque tanto el acontecimiento como la agencia humana residen en sta; desdeah se magnifican cuando en la coyuntura se presentan las circunstanciashistricas que permiten a la accin humana a decir de los autores abriry rasgar la capa social ms endeble. De este modo, continan, la culturay el espacio se significan como formas de acercamiento, de contextos

    amplifi

    cados de la experiencia humana.En tercer lugar, situado desde un enfoque historiogrfico, VctorManuel Carlos Gmez discute con diferentes autores que han abordado albandidajecomo un problema histrico. En efecto, en Bandoleros, bandidosy revolucionarios. Delincuencia poltica en Aguascalientes, 1911-1920,Carlos Gmez no se limita nicamente a enlistar aquellas obras que hansido influyentes en distintas sociedades durante las ltimas dcadas, sinoque adems emprende un anlisis del estado mexicano de Aguascalientes

    en los aos de la Revolucin Mexicana. Es en este escenario espacial y

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    temporal desde donde propone distintas formas de categorizar y caracterizara revolucionarios, bandoleros y bandidos.

    La ltima colaboracin de este nmero corresponde a Rogelio EverthRuiz Ros, quien a lo largo del texto Dilemas de las izquierdas en Mxico:

    de la bsqueda del alma nacional a la crisis del rgimen revolucionario yel giro al multiculturalismo, se muestra como un agudo observador de larealidad social, cultural y poltica del Mxico contemporneo. Sin despojarseun solo momento de una actitud crtica, Ruiz Ros cuestiona lo que llama elmodelo de identidad nacional mexicana, paradigma institucionalizado porel partido oficial que gobern al pas de manera ininterrumpida durante sietedcadas. En este sentido, aborda las encrucijadas que ha desencadenado el

    uso y abuso del concepto revolucin por parte del Estado mexicano. Laprincipal de ellas es la paradoja que provoc en las izquierdas el discursode legitimacin poltica y social de la Revolucin Mexicana. Asimismo,emprende un anlisis historiogrfico concentrado en los trabajos que se hanrealizado para construir visiones ms amplias, minuciosas y explicadas sobrela llamada izquierda mexicana. En dicha genealoga, identifica a variasetapas que ineludiblemente estn relacionadas con los eventos sociales ypolticos que acaecan a nivel global durante la segunda mitad del siglo XX.

    No me resta sino agradecer entraablemente a cada uno de los autorespor haber respondido de manera entusiasta a mi convocatoria para integraren un mismo espacio editorial propuestas metodolgicas y tericas quepermitan construir y abordar problemas histricos de manera renovada.Estoy convencido de que todos y cada uno de los artculos ha cumplidocabalmente con dicho cometido.

    Carlos Armando Preciado de AlbaUniversidad de Guanajuato

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    Resumen

    A partir de la descripcin del modelo de identidad nacional mexicana,

    construido durante la hegemona del rgimen revolucionario, se

    analizan las paradojas y encrucijadas que el monopolio del conceptorevolucin por parte del Estado mexicano, en tanto vehculo

    de legitimacin social y poltica, ocasion a los sectores crticos al

    rgimen polticamente identificados con las izquierdas. Desde tal

    perspectiva se abordan dos eventos fundacionales que alimentaron

    la distincin discursiva entre la izquierda poltica y la izquierda

    social en el ltimo tercio del siglo XX, y los dilemas confrontados

    por las formaciones y tradiciones de izquierdas tras la dislocacin de

    los paradigmas ideolgicos que caus la cada del Muro de Berln: 1)

    el legado y sentido poltico del 68; 2) las expectativas sobre los jvenes

    en tanto promotores del cambio social; 3) las dicotomas generadas

    por la globalizacin al impulsar la homogeneidad sociocultural que

    propici un marco adecuado al multiculturalismo.

    Palabras clave: nacionalismo, revolucin mexicana, izquierdas,

    ideologa, mestizo, identidad, multiculturalismo.

    Abstract

    Taking as its point of departure the model of Mexican national iden-

    tity constructed during the rule of the revolutionary regime, this es-

    say analyzes the paradoxes and intersections inherent to the mo-

    nopolization of the concept of revolution by the Mexican state,

    and how the use of that notion by the state, so as to acquire social

    and political legitimacy, gave rise to critics of the regime identified

    DILEMASDELASIZQUIERDASENMXICO: DELABSQUEDADELALMANACIONALALACRISISDELRGIMENREVOLUCIONARIO

    YELGIROALMULTICULTURALISMO

    Rogelio E. Ruiz Ros*

    * Instituto de Investigaciones Histricas de la Universidad Autnoma de Baja California

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    with the left. From that perspective we will see how the collision of

    two foundational events drew a discrusive distinction between the

    political left and the social left in the last third of the twenti-

    eth century, and likewise contributed to the dilemmas confronted by

    leftist formations and traditions through the dislocation of ideologi-cal paradigms leading to the fall of the Berlin Wall: 1) the political

    sentiment of 1968 and its legacy; 2) what was expected of youths in

    their role as promotors of social change; 3) the dichotomies gener-

    ated by globalization and sociocultural homogeneity, which create a

    framework suitable for multiculturalism.

    Pautas ideolgicas de la revolucin mexicana

    Al enfocarse desde su dimensin ideolgica,1 se observa que el rgimensurgido de la revolucin mexicana trat de responder a un dilemaexistencial que desde inicios del siglo XIX preocupaba a las lites polticase intelectuales mexicanas, an desde los momentos previos a la formacindel Estado nacional. Quines eran los mexicanos, qu caractersticasparticulares tenan y hacia dnde deban orientar su futuro? En el intentode atender tales preocupaciones se formularon interpretaciones del pasado

    que solucionaran las vicisitudes del presente y los presagios/deseos entorno al futuro. Estas visiones historiogrficas y los modelos identitarios1 Asumo el concepto de ideologa en tanto forma de pensamiento que comprende la totalidaddel mundo incorporado en matrices culturales con las que no est exenta de conflictos ytensiones. La ideologa se hace operativa en la prctica a partir de categoras y esquemas(simbolizaciones) que estructuran el pensamiento. En un sentido historiogrfico, retomo laperspectiva de Peter Burke acerca de que los historiadores de las ideologas consideran elpensamiento como algo configurado (si no determinado) por las fuerzas sociales y ponende relieve el artificio (consciente e inconsciente) en el que una determinada concepcin delmundo se presenta como si fuera natural o la nica posible. En Formas de historia cultural, p.

    220. Planteado desde la sociologa del conocimiento, Karl Mannheim describi la ideologaen trminos de neutralidad distancindose del criterio marxista clsico que la defina como unsistema de creencias o superestructura que impeda conocer la realidad material. Al respecto,

    Joseph S. Roucek ha indicado que para Mannheim, las ideologas no son verdaderas ni falsassino que representan una determinada perspectiva fijada por la afiliacin a un partido, unaclase o una generacin que puede explicarse a travs del punto particular de cada caso. As,un mismo concepto tiene significados diferentes para quienes estn en diferentes posicionessociales. En Historia del concepto de ideologa, Revista Mexicana de Sociologa, p. 685. Esinteresante la interpretacin de Jorge Larran al ubicar en los escritos de Lenin la consolidacin dela concepcin neutral del trmino, en buena parte porque no tuvo acceso a La ideologa alemanade Marx y Engels donde enfatizaban una visin peyorativa del mismo. A decir, de Larran,esta tradicin de neutralidad fue retomada por autores marxistas, e influidos por el marxismo,

    posteriores entre los que destac Mannheim. VaseEl concepto de ideologa, vol. 2, pp. 33-41.

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    que se desprendieron de estos pensamientos esquemticos y teleolgicos, seusaron para legitimar las posiciones y proyectos de los grupos hegemnicos.

    Los gobernantes emanados de la revolucin iniciada en 1910 no fueronajenos a estas voluntades y prcticas. Para ellos, la elaboracin de una

    interpretacin oficial del pasado y de lo que constitua el ser del mexicanosirvi como justificacin de la cultura poltica que garantiz su permanenciaal frente del Estado por varias dcadas y que les permiti mantener ciertogrado de estabilidad social a lo largo del siglo XX. En atencin a estaspremisas de control poltico se fueron forjando una serie de representacionessociales sobre el carcter nacional del mexicano.

    El xito en este propsito requera esencializar nociones acerca del

    signifi

    cado de lo mexicano y de la construccin de tropos signifi

    cantesque sirvieran de modelo al ideal de ciudadano promovido por el rgimensignificado como la encarnacin del proyecto de Estado revolucionario. Sebuscaba que el ciudadano emergente de la revolucin mexicana estuviera ennatural simbiosis con la poltica revolucionaria. La operacin demandabaque el rgimen se concibiera a s mismo como el nico capaz de materializarlas aspiraciones histricas del pas y de cumplir el compromiso moral dela nacin ante el mundo.

    A travs de legislaciones, decretos y prcticas, el mestizo fue investidocomo el ciudadano mexicano por antonomasia. Guillermo Bonfil Batallaindic que por medio del discurso oficial expresado en el muralismo, loslibros de texto y los actos gubernamentales se fragu la afirmacin deque: Con la Revolucin de alguna manera concluye la historia: culminael mestizaje, surge finalmente el mexicano real y comienza un avance, queno habr de detenerse, hacia la justicia y la prosperidad.2 A este proceso

    Roger Bartra le llam: la institucionalizacin del alma nacional, lo cualse puede sintetizar en una declaracin de Moiss Senz hecha en 1929:Mxico tiene derecho a su propia fisonoma [] Una vigorosa culturapropia, un alma nacional bien perfilada, ser, lo nico que pueda salvarnosde los imperialismos de todo orden, y, a la vez, significar la ms valiosaaportacin que pudiramos hacer al adelanto de la humanidad.3

    2 Bonfil Batalla, Sobre la ideologa del mestizaje, p. 87.3 Citado en Bartra, La jaula de la melancola, p. 180. El texto est incluido en la obra de Senz,

    Mxico ntegro.

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    La memoria tejida durante la larga construccin de la sociedad mexicanay la del proceso de institucionalizacin revolucionaria se fundieron en laexpresin alma nacional. Cada accin poltica y social se manej como elapuntalamiento de la trascendencia espiritual demandada por el pueblo

    y la nacin mexicana en concordancia con las races nacionales. Esteejercicio incorpor a la gran narrativa de la gesta de la mexicanidad laagenda social heredada de la lucha revolucionaria, misma que abarc lacomplejidad social4 y con ello cobr visos ideolgicos. Desde la perspectivadel desarrollo de las disciplinas acadmicas conviene retomar a ClaudioLomnitz cuando seala que el propsito de la antropologa mexicana, cuyosorgenes se trataron de situar en la poca precolombina, es hacer hincapi

    en la profundidad de una tradicin.5

    La figura del mestizo adquiri la forma de sntesis histrica de lamexicanidad. Las proyecciones ideolgicas oficiales de la revolucin,6 nodejaban dudas acerca del modelo cultural y ciudadano que deba resultartras apuntalarse el valor histrico y el significado cultural de lomexicano que hall por va del mestizo el nico sujeto habilitado para haceraportaciones al resto de las naciones. Incluso, hay quien sostiene que desdefinales de la etapa colonial, el mestizo ya era un elemento cada vez ms

    significativo del nacionalismo mexicano y de la creacin de la identidad.7El ascenso cultural del mestizo supuso el ostracismo del indio

    contemporneo. Acorde a Lomnitz, en la revolucin mexicana y susexpresiones a travs de la arquitectura, la antropologa y el cine, la categorade indio representaba aquello que no formaba an parte del orden normativonacional y moderno, pero que estaba destinado a formar parte de este orden,ya que estaba en la raz misma de dicha nacionalidad.8 Esta perspectiva que4 Cabe recordar el valor instrumental que con talante durkheimiano, Francois Dubet concedea la bsqueda identitaria en tanto estrategia que obedece a una bsqueda de objetivos y apartir de ello, la identidad tambin es asumida como un medio para la accin social; citado en

    Valenzuela Arce, Introduccin, Decadencia y auge, p. 19.5 Lomnitz, Insoportable levedad, pp. 51-76. Al respecto, autores ligados a cierta concepcinpopular del Estado mexicano como Guillermo Bonfil Batalla, esbozaron la nocin deidentidades profundas en contraposicin a expresiones de ese tipo ms superficiales,segn se lee en su obraEl Mxico profundo.6 Entre los historiadores hay consenso en admitir la existencia de una ideologa oficial de losregmenes revolucionarios ejemplo de ello es Knight, Racismo, revolucin e indigenismo, p. 10. Sibien, esta ideologa se desarroll con distintos matices no exentos de diferencias entre s.7 Falcn, Las naciones de una repblica, p. 51. Por su parte, Knight menciona a Fray Servando

    Teresa de Mier como ejemplo de culto al mestizo, Racismo, revolucin e indigenismo, p. 25.8 Lomnitz, Insoportable levedad, p.

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    acenta el carcter constructivo de las identidades nacionales y el estrechovnculo de esta empresa con la bsqueda de la modernidad ha sido comna Amrica Latina.9

    Por su parte, Knight hall que en la lucha iniciada en 1910 prevalecan

    demandas, programas y proyectos agrarios reflejo de genuinossentimientos populares expresados ms en trminos clasistas que decasta.10 Por ello, los programas polticos y culturales de los gobiernosrevolucionarios se concentraron en atender las demandas de justicia social.De igual manera, dada la complejidad tnica y cultural de la sociedadmexicana, sus esfuerzos se encaminaron a reducirla a un solo perfil queidentificara al pueblo mexicano, puesto que el proceso revolucionario

    no involucr proyectos de autoconciencia india. Prez Montfort porsu parte, ubica el bagaje de esta construccin de una identidad propia,en los textos de prcticamente todos los planes polticos de las diversasfacciones revolucionarias, incluida la Constitucin de 1917.11

    En cuanto a las identidades polticas, al tiempo que la revoluciny su legado poltico, social y cultural se articularon como la nica vaposible para modernizar a la sociedad nacional, se persigui y reprimitodo disenso que confrontara a un rgimen concebido a s mismo como

    la gran familia revolucionaria. Se busc neutralizar todo riesgo de fracturatanto a la izquierda como a la derecha y aunque en diversos periodos huboexpresiones divergentes de izquierdas y derechas, se cuid que no rebasaranlos mrgenes oficiales de tolerancia.

    Conforme transcurri el siglo XX se acentu la paradoja de un rgimenque sustentaba su legitimidad en el trmino revolucin. Desde la segundamitad del siglo XIX, este trmino se identificaba ms con el ideario,

    exigencias, luchas y mtodos de las izquierdas. Al principio no hubo grandescontradicciones en el hecho de que el rgimen mexicano tuviera un perfilideolgico y poltico ligeramente orientado a las izquierdas. Los gobernantesrevolucionarios proclamaban su ruptura con el orden prevaleciente durantela dictadura porfirista. Esto iba acorde con la nocin decimonnica de matrizsocialista, que resuma la izquierda dentro de los siguientes preceptos: un

    9 Vase Soto Caldern, Entrevista a Renato Ortiz, pp. 134-135.10 Knight, Racismo, revolucin e indigenismo, p. 15.

    11 Prez Montfort,Estampas de un nacionalismo popular mexicano, p. 121.

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    posicionamiento poltico fundado en un cuestionamiento del statu quo apartir de una serie de valores expresados en la trada ideal surgida en el 89[1889] francs: libertad, igualdad, fraternidad.12

    Cabe mencionar que hablamos de izquierdas y no de izquierda debido

    a que la pluralizacin del sustantivo resulta ms pertinente, toda vezque refiere a una heterogeneidad de posiciones, adhesiones, momentos,formaciones y contingencias irreductibles dentro de una proposicinsingular. Pese a todo, desde diversas concepciones de izquierdas se insisteen aglutinarlos dentro de un mismo contenedor, sin dejar de reconocer susdivergencias. De esta manera, para Martha Harnecker la izquierda significaun conjunto de fuerzas que se oponen al sistema capitalista y su lgica

    del lucro y que luchan por una sociedad alternativa humanista y solidaria,construida a partir de intereses de las clases trabajadoras, libre de la pobrezamaterial y de las miserias espirituales que engendra el capitalismo. Estadefinicin permite incluir a la llamada izquierda partidaria junto la izquierdasocial, con manifiesta simpata por esta ltima.13

    Las expresiones en Mxico de las manifestaciones de izquierda radicalescomo el anarquismo o el comunismo, con su vocabulario panegrico deltrmino revolucin, no dejaron de causar preocupacin entre los gobiernos

    revolucionarios por muy limitado que fuera su impacto.14 Para evitarradicalismos, el discurso revolucionario del rgimen trat de forjar una

    va acorde a lo que se defini como idiosincrasia nacional. En opinin deKnight, el culto al mestizo, concebido como smbolo ideolgico del nuevorgimen, tambin brind medios para distanciar la retrica revolucionariade aquella del pasado [alude a la del Porfiriato], sin caer enlas vas del socialismo o del comunismo.15

    La revolucin mexicana se involucr ideolgicamente en una incesantebsqueda de la modernidad, apoyada en doctrinas liberales que incorporarondemandas de justicia social en sus procesos modernizadores. Esto requirirecrear una identidad nacional homogenizada culturalmente por va del

    12 Modonesi, La crisis histrica de la izquierda socialista mexicana, p. 15.13 Harnecker, La izquierda despus de Seattle, p. 62.14 No debe pasar desapercibido que para inicios del decenio de 1920, desde la TerceraInternacional (con predominio bolchevique), las izquierdas mexicanas ajenas al rgimen eranpercibidas como reformistas, esto es socialistas, y anarcosindicalistas. Vase Rodrguez

    Araujo, Izquierdas e izquierdismo, p. 115.

    15 Knight, Racismo, revolucin e indigenismo, p. 27.

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    mestizaje aunado a la promesa de justicia social, la preservacin de lasoberana territorial y la solidaridad internacional.16 Esta identidad nacionaluniforme estaba destinada a un ciudadano educado en valores universalescomo la razn, la ciencia, la productividad, la temperancia, la lealtad al

    Estado, y a la vez, cultivador de las tradiciones no nocivas que lo dotabande la particularidad que lo distingua en el orden mundial. Se perfilaron aslas cualidades del ciudadano del nuevo rgimen y la revolucin comenz aescribirse con mayscula en su letra inicial.17

    No est por dems sealar que esta representacin de un Estadorevolucionario avasallante, centralizador, monoltico y uniforme refiereal aspecto ideolgico proyectado al exterior en aras de fortalecer su

    presencia y autoridad en el imaginario social. Ello no implica excluir onegar las diferencias existentes entre sus componentes ni desconoce losdistintos enfoques polticos asumidos en respuesta a las contingenciassorteadas durante ms de 70 aos en el poder. Debe evitarse sobrevalorarla homogeneidad cultural e ideolgica, y la unidad en trminos polticosdel oficialismo mexicano como alerta Ariel Rodrguez cuando se preguntasobre el tamao y caractersticas del diferendo interno en la clase polticamexicana.18

    Existe consenso en que esta serie de valores y estimaciones ideolgicas ymorales articuladas desde la revolucin mexicana empez a resquebrajarse,y a degradarse su simbologa a partir de los siguientes sucesos: la irrupcinde los movimientos sindicales ocurridos entre 1958 y 1965 que sac a lascalles a trabajadores petroleros, ferrocarrileros, electricistas, profesores,estudiantes, mdicos; la emergencia de las guerrillas rurales y urbanas deinspiracin marxista a partir de 1965; y el movimiento estudiantil de 1968

    16 Vase Bartra, La sangre y la tinta.17 Si al lector todo esto le suena a proyectos de crear un hombre nuevo, elemento culturalindispensable para cualquier revolucin moderna que se precie de serlo, no anda muy erradopues hacia ese fin se encaminaron algunas tendencias filosficas y polticas tras el triunfo de larevolucin mexicana como se aprecia en diferentes trabajos de Uras Horcasitas: un ejemplode anlisis regional es su artculo El poder de los smbolos/los smbolos en el poder: teosofay mayanismo en Yucatn (1922-1923); para una dimensin nacional en la que se alude aplanes de ingeniera social vase El Hombre nuevo de la posrevolucin; una sntesis delos proyectos eugensicos y racistas articulados con la creacin de una ideologa corporativa ypopular revolucionaria se halla en Historias secretas del racismo en Mxico (1920-1950), pp. 15-37.

    18 Rodrguez Kuri, El otro 68, p. 128.

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    reprimido a sangre y fuego. La mayora de los estudiosos del siglo XXmexicano convienen en identificar el 68 como el tropo de este procesode desgaste del rgimen, de emergencia ms o menos organizada de susdisidencias y de deslegitimacin de las bases ideolgicas que lo animaban.

    Tan es as que al plantearse la celebracin de las olimpiadas en Mxico, elhistoriador Rodrguez Kuri requiri distinguirlo como el otro 68.19

    El 68 tambin fue un punto de quiebre en diversos temas como el delas crticas al indigenismo estatal por ejemplo. Acorde a Lomnitz, en el casode la antropologa surgi un dilema: estar con el pueblo o con el Estadoburgus.20 Los acontecimientos en torno a este ao se han configuradoa modo de que represente un estado de nimo contestatario, hedonista,

    libertario, urgido de renovacin, constitutivo de un momento de rupturasincronizado a escala mundial. Intelectuales y acadmicos suelen coincidir ensus posturas respecto al tema, ya sea en Estados Unidos, Europa o Mxico.

    As, para el escritor Jorge Volpi, el 68 fue un ao que excedi, en muchasocasiones, cualquier ficcin posible.21 En el caso de Estados Unidos, elantroplogo Adam Kuper plantea los prodigiosos aos sesenta como unadcada de protestas polticas y de carnaval, que inici en la universidadde Berkeley en 1964 a travs del Free Speech Movement y concluy con la

    retirada del ejrcito estadounidense de Vietnam en 1974.22 El historiadorRobert Darnton, en un recuento sobre el estado de la cuestin de lahistoria intelectual, rememora cmo las universidades estadounidensesde los profesores que la practicaban estallaron bajo sus pies: El conflictoracial, las contraculturas, el radicalismo estudiantil, la guerra en el sudestede Asia y el colapso de la presidencia [el caso Watergate que involucra Richard Nixon] destruyeron la visin de la historia de Estados Unidos

    como un consenso espiritual. Tal cisma dio entrada en la academia a lahistoria de los negros, la historia urbana, la historia obrera, la historia de

    19Idem.20 Lomnitz, Insoportable levedad, p.21 Volpi, La imaginacin y el poder, p. 20.22 Kuper, Cultura. La versin de los antroplogos, p. 235. El autor advierte que seraabsurdo incluir a todos los estudiantes de los aos sesenta en las categoras de disidentes,revolucionarios, anarquistas o milenaristas. No obstante, parecen haber sido muy diferentesde la cohorte surgida inmediatamente despus de la Segunda Guerra Mundial, un grupo deedad que David Riesman ha retratado colectivamente como conformistas dirigidos desde

    fuera, maduros precoces y resignados a un futuro de organizadores.

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    las mujeres, de la criminalidad, de la sexualidad, de los oprimidos, de losanalfabetos, de los marginados: se abrieron tantas lneas de estudio quela historia social pareci dominar la investigacin en todos los frentes.23Con un nfasis ms crtico sobre esta visin del pasado, Dominick LaCapra

    comenta, a propsito de ciertas polticas de identidad, cmo algunasde stas tienden a idealizarse, lo cual ejemplifica con la nostalgia de losaos sesenta idealizados o recordados selectivamente como un periodo de

    valores y alianzas polticas universalistas.24Si algo se destaca en esta especie de hora cero del devenir poltico,

    social y cultural en el mundo occidental es la irrupcin intempestiva de lajuventud y sus agentes sociales, los jvenes. Los nuevos protagonistas de

    la sociedad expresaron sus deseos de cambio, su disposicin al gozo y laexperimentacin, y el culto a la imaginacin. La juventud puede definirseante todo como un estado de nimo histricamente construido, sin olvidarcierto condicionamiento biolgico. Tambin es innegable que se le percibecomo un estado transitorio que da paso a la realizacin del individuomediante un proceso de enseanza-aprendizaje. Valenzuela Arce ha optadopor hablar de culturas juveniles y previene que las clasificaciones juvenilesno slo dependen de criterios biolgicos al responder a constructos hechos

    desde posicionamientos sociales. Norbert Schindler, plantea que la sociedadindustrial de clases concibi a la juventud como depositaria de esperanza ala vez que como amenaza social.25

    En esta coyuntura ganaron espacios y protagonismo las subjetividadesemergentes conocidas bajo la etiqueta del multiculturalismo que serandeterminantes en la agenda poltica y social de la globalizacin y sudisyuntiva democrtica tras culminar la guerra fra. Es en el marco de esta

    reformulacin del concierto internacional que Bartra observ una crisis delsistema poltico mexicano, situacin que a su juicio, puso trmino a lasformas especficamente mexicanas de legitimacin e identidad.26

    A escala internacional, despus del 68 hubo una conquista gradual delos foros polticos por parte de los grupos subalternos y mayor inters en

    23 Darnton,El beso de Lamourette, p. 206.24 LaCapra, Historia en trnsito, p. 88.25 Valenzuela Arce, El futuro ya fue. Juventud, educacin y cultura.

    26 Bartra, La sangre y la tinta, p. 60.

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    las metrpolis por la suerte de las sociedades poscoloniales. Europa asistidurante el decenio de 1970 a un creciente inters por los derechos humanosy presion a sus propios gobiernos para que protestaran ante los gobiernosautoritarios.27 La agenda internacional recogi adems la exigencia de

    derechos al multiculturalismo, que a partir de la dcada de 1990 seconstituyeron y aglutinaron como el cuerpo principal de la agenda polticade los movimientos sociales, organizaciones, coaliciones, intelectuales yactivistas de izquierdas. Buena parte de estas demandas nutrieron las filas dela llamada izquierda social al tiempo que la izquierda poltica quedabadesprovista de credibilidad.

    Algunos acadmicos que estuvieron o continan ligados con posiciones

    de izquierda de corte marxista como Roger Bartra, Samir Amin, OctavioRodrguez Araujo o Manuel Castell, han coincidido en percibir riesgosde fundamentalismo dentro de estos reclamos multiculturales. ParaRodrguez Araujo el concepto de sociedad civil oculta las diferencias declases sociales en aras de enaltecer la diversidad, la cual enmarca en categorascomo postmarxistas imbuidas de cierta dosis de anarquismo. Mencionaque si antes la izquierda se distingua por luchar a favor del socialismo enoposicin al capitalismo, ahora protesta contra la globalizacin econmica

    y el neoliberalismo, aspecto en el que ve una utopa sin propuesta niperspectiva de construir una alternativa.28 Tambin destaca la distincin deCastell entre movimientos reactivos y proactivos. Entre los del primertipo se encontraran aquellos articulados en funcin de reclamos de tipotnico, religioso o nacionalista, mientras en la segunda categora cabranlos de mayor apertura a la globalizacin y sus premisas democrticas y derespeto a las diferencias como en el caso del feminismo.29

    El multiculturalismo se gest desde posturas aglutinadas en la nuevaizquierda como se le conoci a diversas posturas emergentes en la dcadade 1960, especialmente en su vertiente social ms que poltica. Con eldescrdito de los partidos tradicionales de izquierdas (perceptible conanterioridad al derrumbe del Muro de Berln) el derrotero de las luchassociales ha sido retomado en sus fases ms picas por la izquierda social27 Una exposicin al respecto se localiza en Wallerstein, Turqua en Europa?.28 Vase Rodrguez Araujo, Izquierdas e izquierdismo.29 Vase una crtica fundamentada sobre esta dicotoma en Saukko, Analysis of Reality

    and Space.

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    con acento multicultural. En el escenario mexicano, esto aliment la fasecrtica de la ideologa de la revolucin mexicana y afect a la izquierdaal plantearle el dilema de redefinir su identidad, su cultura poltica y suplataforma ideolgica.

    En Mxico los dos bloques principales de las izquierdas, la partidistao poltica y la social o altermundista (en un principio calificada demanera peyorativa como globalifbica), se presumen herederas si no esque continuadoras del legado del 68. En el caso de la izquierda social,quiz ms inaprehensible y polifactica que la izquierda poltica, serecrean muchas de las posiciones antiintelectuales y el radicalismo exhibidopor varias de sus vertientes estudiantiles, campesinas, artsticas ypunks.

    A menudo se entrevera con la llamada izquierda radical o marginal,cuyo ostracismo en ocasiones roza los linderos de la clandestinidad algrado de que tambin se le tilda como la otra izquierda y se le atribuyencaractersticas de irracionalidad o sectarismo.30

    La izquierda poltica y la social suelen competir por espacios yadeptos en mbitos universitarios, foros sociales, redes sociales y plazaspblicas. El repliegue de muchos intelectuales y jvenes en cuanto amilitancia y simpata hacia cualquier posicionamiento de izquierdas slo ha

    acentuado la distancia entre la estos dos bloques, lo cual no inhibe crucesy colaboraciones entre uno y otro de cara a manifestaciones y coyunturasespecficas.

    Es en este contexto de crisis ideolgica que Roger Bartra seala laobsolescencia del prototipo identitario del mexicano edificada durante elrgimen revolucionario. Con su referencia a la postmexicanidad intentareflejar un desencanto en su experiencia como intelectual y acadmico de

    izquierdas y como miembro de la generacin sesentayochera. La cohorteintelectual y acadmica a la que pertenece Bartra ha atravesado por unaencrucijada derivada de dos fenmenos finiseculares. Por un lado, la delMxico que se desplaza en una perspectiva occidental y globalizadoracalificada como uniformadora en detrimento de lo que oficialmente seidentific como propio y nacional, a la par del surgimiento de clamorestnicos, localistas y regionalistas. Por otra parte, est el debate sobre la

    viabilidad y rumbo de las izquierdas tras el derrumbe del Muro de Berln.

    30 Una buena introduccin al tema se lee en Barbosa, La izquierda radical en Mxico.

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    Es estimulante, y a la vez inquietante, dilucidar qu representan lospensamientos de las izquierdas en Mxico, y en el mundo desde luego.El asunto se liga con las crticas ms recientes hechas a la nocin deidentidad nacional labrada durante el rgimen revolucionario, as como el

    rol del intelectual en estas temticas y la interaccin generacional de losmexicanos en nuestros das. En particular, me refiero a la interaccin de tresgeneraciones: la del 68, actualmente empoderada; la del post 68, ya en vasde relevar a su predecesora en posiciones de direccin y de influencia paramarcar tendencias polticas, sociales y culturales; y la de los jvenes, quediscursivamente ha sido encasillada por sus mayores en categoras nihilistas,en actitudes improductivas como el acrnimo nini;31 o bien, mediante

    la celebracin de su actitud emprendedora (globalizadora), o la inversa,condenada por su odio anti sistema de raz antiintelectual.En medio de la zozobra generada por la interaccin de estas identidades

    generacionales se precisa reconsiderar la vigencia de nociones comorevolucin, poltica y socialmente apropiada por las izquierdas, que enMxico tiene singular significacin al usrsele como matriz ideolgica de laidentidad nacional.

    Sacralizacin del 68 y diferencias generacionales

    En Mxico, igual que sucede en el resto del mundo, hablar de izquierdas a msde dos dcadas del derrumbe del socialismo real puede causar la impresinde que se trata de un rquiem ms que de presencias polticas activas y

    vigentes. Por lo general, permea la sensacin de que los posicionamientosde izquierdas representan la ms infortunada de las utopas labradas en la

    modernidad.El recuento histrico de las izquierdas realizado desde instanciasacadmicas, intelectuales y de militancias partidistas ha estado, al menos enLatinoamrica, bajo la frula de desarrollo del marxismo. La historiografamexicanista sobre el tema refleja la tendencia a hacer de las distintas

    31 Adjetivo que en el ltimo lustro ha sido retomado en la opinin pblica nacional einternacional para designar a una generacin de adolescentes y veinteaeros que ni estudianni trabajan ante las escasas oportunidades que les ofrece la sociedad actual. Al parecer se

    origin en Espaa en la ltima dcada en el contexto de la crisis econmica reciente.

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    variantes del marxismo el polo hegemnico en el devenir de las posicionesde izquierda en el pas. Uno de los trabajos pioneros que s repara en estadistincin es el de Barry Carr, aunque sus editores encargados de la edicinen espaol omitieron esta precisin. El ttulo original del libro es Marxism

    and Communism in Twentieth Century Mexico, traducido aqu como La izquierdamexicana a travs del siglo XX.32 Carr incluso previene al hablar no de uno sinode varios comunismos mexicanos.

    Los afanes por realizar una historia de la izquierda mexicana casisiempre obedecieron al propsito ms amplio de explicar los procesosrevolucionarios vividos a escala nacional. Vase por ejemplo la introduccinde Adolfo Gilly a su obra La revolucin interrumpida,33 en la que expone lo

    que a su juicio constituyen los antecedentes campesinos y proletarios de larevolucin mexicana. En ella, la categora de precursores del movimientorevolucionario es presentada como una miscelnea equiparable a unlistado de prceres de la izquierda en Mxico. Encuentran lugar en esalista organizaciones y personajes variopintos que actuaron en distintosescenarios ideolgicos, sociales, temporales con demandas o muy generaleso demasiado particulares. Lo mismo el socialista Julio Lpez Chvez, alzadoen armas en 1868 en Chalco; que el Gran Crculo de Obreros formado

    en 1872 en el rea textil de Puebla; el anarcosocialista griego Plotino C.Rhodakanaty, llegado a Mxico a fines del siglo XIX; el Partido LiberalMexicano de los anarquistas Flores Magn; el agrarista Emiliano Zapata;el rebelde serrano Francisco Villa; las agrupaciones de origen urbano comolos Batallones Rojos; y prcticamente toda organizacin sindicalista ycampesina que levantara la voz y tomara las armas durante la transicin delsiglo XIX al XX.

    En el mismo sentido, Gastn Garca Cant hizo tabla rasa del historialde las izquierdas mexicanas enEl socialismo en Mxico. Siglo XIX,34 en la quemenciona a Miguel Hidalgo como el primer socialista, seguido de Morelosy as sucesivamente hasta llegar a los hermanos Flores Magn. Incluso,hay cabida para el utopista Albert K. Owen, promotor de un experimentosocialista realizado a principios del siglo XX en Topolobampo, Sinaloa.

    32 Carr, La izquierda mexicana a travs del siglo XX.33 Gilly, La revolucin interrumpida.

    34 Garca Cant,El socialismo en Mxico.

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    En una primera etapa predominaron los textos escritos por polticos,militantes, intelectuales y periodistas. Fue a partir de la dcada de 1980cuando se publicaron trabajos acadmicos que abordaron la complejidadde corrientes, estrategias, tcticas y sesgos ideolgicos latentes entre

    pensadores, organizaciones polticas, sociales y armadas que pueblan elhemisferio izquierdo.

    La elaboracin genealgica de la izquierda mexicana ha incorporadoindividuos y organizaciones tan dismbolas como Lombardo Toledano,Lzaro Crdenas, Francisco J. Mgica, Diego Rivera, Frida Kahlo, David

    Alfaro Siqueiros, Felipe Carrillo Puerto, Rubn Jaramillo, Jos Revueltas, elPartido Comunista Mexicano (PCM), el Partido Obrero Socialista (POS),

    la Liga Espartaco y el Movimiento de Liberacin Nacional (MLN). Lacadena se extiende a un mbito ms contemporneo en que, dependiendode las tendencias ideolgicas y compromisos personales, puede abarcar alPartido de la Revolucin Democrtica (PRD), Antorcha Campesina o elEjrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN). En ocasiones, la nclitagalera se abre con la suficiente generosidad como para aadir nombres detrovadores y hroes urbanos (Sper Barrio por ejemplo).

    Para Massimo Modonesi, son tres los parteaguas en la historia de la

    izquierda socialista mexicana: 1968, 1977 y 1988. La primera tiene comoreferencia el movimiento estudiantil y sus consecuencias entre las fuerzasgubernamentales y opositoras. La segunda, derivada de la anterior, indica elmomento de la reforma poltica que permiti al PCM acceder a puestos deeleccin popular (impedidos desde 1946). La ltima, indica el ao en que lacoalicin aglutinada en torno de la candidatura de Cuauhtmoc Crdenas,capt el mayor nmero de votos obtenido por una fuerza de izquierda, y

    fue el germen del Partido de la Revolucin Democrtica (PRD), que esen la actualidad la tercera fuerza electoral del pas.35 Sin duda, estas fechascruciales sealadas por Modonesi han afectado directa o indirectamentea todo el espectro zurdo, sea poltico o social, adems de la necesidad deagregar 1994, fecha del levantamiento del Ejrcito Zapatista de LiberacinNacional (EZLN).

    En cuanto al 88, con ms vena lrica que sociolgica, Carlos Monsivisconsider que fue sorpresivo porque ya desde entonces se crea anulada

    o extinguida la izquierda, vctima de su propia avidez de lucha interna,

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    de la eficacia histrica con que prende el anticomunismo, de la rigidezde su dirigencia, de su antiintelectualismo, de la eficacia calumniadora yasimiladora del Estado, y, muy principalmente, de su prdida de poderde convocatoria y su relegamiento de las causas de la justicia social. No

    obstante, Monsivis vio en el masivo respaldo a la candidatura de Crdenasun apoyo a su nacionalismo revolucionario y a su carcter distante de laizquierda tradicional, pues para ese momento la izquierda comunista ya eraun cadver sin prestigio y la causa socialista exhalaba su ltimo hlito.36

    Con un tono ms conciliador, Enrique Semo, agrup al PRD, el EZLNy las organizaciones no gubernamentales (ONG) dentro de las formasde adaptacin que la izquierda del siglo XX ha encontrado para encarar

    los retos del siglo XXI. Esto no le impidi reconocer que: El sectorms radical sigue viviendo en la marginalidad, pero a travs del EZLN sumensaje ha adquirido una resonancia internacional sin precedente.37

    A partir de las interpretaciones hechas sobre dos eventos desencadenadosen la dcada de 1960, se advierte un quiebre en el consenso discursivo ynarrativo que hasta entonces permita esbozar un desarrollo unvoco ylineal de las izquierdas mexicanas. Uno fue el asalto al cuartel militar deMadera, Chihuahua, efectuado el 23 de septiembre de 1965 por un comando

    guerrillero. El otro se dio con el sangriento desenlace del movimientoestudiantil de 1968.

    La memoria sobre Madera y Tlatelolco otorg a esos sucesos la calidadde actos fundacionales de la etapa contempornea en la historia de lasizquierdas en Mxico. La disposicin al martirio de sus participantes esreivindicada como merecedora de alto valor moral y de ejemplar actitudpara las nuevas generaciones.38 Cabe sealar que respecto a la movilizacin

    estudiantil de 1968, la apropiacin de su memoria suscita consenso entregente de diversos signos polticos ms all del hemisferio izquierdo. Algodiferente sucede con el asalto al cuartel en Madera, cuyas reacciones dentrode las izquierdas van del rechazo y distanciamiento al entusiasmo y la loa,cuando no la ignorancia u omisin sobre tales hechos. De esta manera, se

    35 Modonesi, La crisis histrica de la izquierda socialista mexicana, p. 25.36 Monsivis, La izquierda mexicana: lo uno y lo diverso, p. 28.37 Semo, La bsqueda. 1. pp. 104-105.38 Sobre la disposicin al martirio y el culto a los cados en la lucha poltica y armada como

    fue el caso del Che Guevara vase Melgar Bao, La memoria sumergida.

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    bifurc la visin de conjunto imperante al momento de narrar el derroterohistrico de la izquierda mexicana.

    La sacralizacin del movimiento estudiantil de 1968 que atestiguamoshoy da, implica representaciones y prcticas polticas y culturales de

    diversa escala y connotaciones sociales. Por sacralizacin se toma el sentidopostdurkheimiano que le da el socilogo Jeffrey C. Alexander, en tantoun orden cargado de significados que ayuda a distinguir dentro de unasociedad lo bueno de lo malo, es decir, opuesto a lo profano vistoesto ltimo como algo potencialmente contaminante del espacio social. Losagrado se construye a travs de textos codificados y narrados que orientane impregnan la accin individual, colectiva o institucional.39

    En el imaginario social del Mxico de principios del siglo XXI persistela nocin de la generacin del 68 como autora de una gesta contestataria,imaginativa, tolerante, pacifista y democrtica, como la artfice delresquebrajamiento del autoritarismo priista y de la instauracin de la tambaleantedemocracia que hoy vivimos y padecemos.40 En cambio, para la militancia enlas izquierdas, sea marginal, antisistmica o partidista, conmemorar el 68 lesotorga la oportunidad de investirse como continuadores de los mrtires delmovimiento e incluir en su pliego petitorio una amplia gama de exigencias

    sociales, las ms de ellas irresolubles a corto plazo. Pero, a diferencia de losmiembros de la clase poltica, empresarial, periodstica e intelectual, no tienentanto reparo a la hora de valorar los aportes de las organizaciones guerrillerasen la definicin de un rumbo post priista para Mxico.41

    La dcada de 1960 es quiz la de mayor aceptacin masiva para las ideasrevolucionarias en el mundo. Buena parte de la inspiracin provena de lasluchas de liberacin nacional libradas en Asia y frica, de los levantamientos

    guerrilleros en Latinoamrica contra las burguesas nacionales y del malestarpor la intromisin de los Estados Unidos en los asuntos internos de estospases. Adems, el triunfo de la revolucin cubana y el apoyo ideolgico ylogstico ofrecido por los pases del bloque socialista a este tipo de iniciativas

    39 Alexander, Sociologa cultural, p. 33.40 De ser cierto, habra que considerar tambin sus culpas por haber conducido al pas a suactual debacle.41 Aunque vale advertir que siempre se correr el riesgo de toparse por ah con algncompaero de conciencia tan radical y proletaria que no tenga empacho en desdear la

    toma de las armas por ser un acto demasiado burgus.

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    hacan ms viable que ardiera la pradera.Si bien muchos de los cuadros urbanos que nutrieron el accionar

    guerrillero fueron hijos directos del desencanto ocasionado por larepresin del gobierno mexicano hacia los estudiantes en 1968 y 1971,

    se ha exagerado la importancia de estos hechos para la gestacin de lalucha guerrillera contempornea. La presuncin obedece ms al estatus desacralizacin concedido al movimiento estudiantil de 1968, cuya parte mstrgica, la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, se ha institucionalizado.

    Algo similar, pero en sentido contrario a la patente gubernamental, ocurrecon la memoria fraguada del ataque al cuartel militar de Madera el 23 deseptiembre de 1965, cuyo legado sirve lo mismo para justificar la opcin

    armada en aras del cambio social que para demandar un reconocimientoa las aportaciones de la lucha guerrillera en la penosa construccin de unrgimen democrtico e igualitario. La cuestin fundamental sobre Maderay Tlatelolco pareciera haber pasado del riesgo del olvido al cmo recordar.

    Conclusin

    Producto de las movilizaciones y sntomas de transformaciones sociales que

    privaron en los decenios de 1960 y 1970, se hicieron lecturas esquemticasde las realidades sociales desde universidades, sindicatos y organizacionespolticas y sociales, que convocaban a intelectuales, acadmicos y estudiantesa asumir el papel de redencin ideolgica del proletariado y otros grupossubalternos. A la par, hubo quienes se parapetaron en sus cubculos y crculosde estudio para adentrarse y expandir las labernticas teoras liberadoras cuyacomprensin requera el conocimiento de la cbala marxista.

    Los antroplogos George Marcus y Michael Fischer argumentaron en unapublicacin de 1986 que el momento revolucionario del decenio de 1960era cosa del pasado. Ante este mundo cambiante, se plantearon la necesidadde adoptar nuevas perspectivas que representaran las realidades emergentes.El problema radicaba en encontrar los instrumentos metodolgicos quepudieran representar el mundo posmoderno en su acepcin de objeto para elpensamiento social a travs de las diversas disciplinas que atienden lo social.42

    42 Se trata de la obra de Marcus y Fischer, Anthropology as Cultural Critique, citada Kuper,

    Cultura. La versin de los antroplogos, pp. 252-253.

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    Las generaciones post 68 con filiaciones de izquierdas, una vez queatestiguaron la cada del Muro de Berln y la consecuente unificacin de esaciudad como capital alemana, quedaron con una sensacin de ambigedaden cuanto a la pertinencia de continuar ciertas posturas y posiciones

    polticas, ideolgicas y sociales. La validez moral del comunismo, laviabilidad administrativa del socialismo, las posibilidades culturales yeconmicas del anarquismo, la compatibilidad democrtica del sindicalismo,fueron preguntas viejas ante eventos nuevos que para las izquierdas a

    veces adquirieron dimensiones apocalpticas. Se poda seguir hablando derevolucin en la acepcin poltico social que le dio la modernidad? A lapar, las voces que pregonaban el resquebrajamiento de los paradigmas de

    pretensiones universales haban ganado espacios acadmicos y epistmicos.A inicios de la segunda dcada del siglo XXI, permanece la sensacinde que a escala generacional, a mayor distancia del 68 los jvenes estnms lejos del dogma que en las dimensiones poltica y social, les adjudicabapor esencia un potencial libertador, una rebelda latente y una vitalidaddesbordante. Si partimos del examen de su sector ms visible y representativoante la opinin pblica, es decir, los estudiantes universitarios, no seperciben muchas motivaciones para que compartan y se sujeten a las

    premisas discursivas enarboladas por sus padres o abuelos. Los problemasde estos jvenes son otros y estn asociados con la inseguridad de conseguirespacios en el mundo laboral; de mantener sus comodidades y recursos, quepor muy precarios que sean, les permite diferenciarse de la gran masa desus contemporneos condenados a la subsistencia y la emigracin a EstadosUnidos; de continuar insertos en los circuitos de consumo y redes deinteraccin virtual. Poco inters tienen en desafiar a un sistema econmico,

    poltico e ideolgico que les ha prometido incluirlos, diploma profesionalmediante, dentro de los crculos concntricos del consumo y circulacin debienes.

    A escala mundial, el 68 fue un acto nico, irrepetible. Lascondiciones sociales, culturales, econmicas y polticas que posibilitarontales manifestaciones obedecieron a contingencias que obligaron a virarel rumbo del mundo hacia la emergencia de subalternidades. Para el casomexicano, constituy una coyuntura poltica que al paso del tiempo se

    institucionaliz a efectos de legitimar el drama de la democracia, como

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    enunciara Alexander, que haban experimentado en carne propia sus actoresprincipales.

    La sacralizacin del 68 tambin empez a generar su versin identitariade la mexicanidad. Si bien, no se propuso abandonar la plataforma

    construida por el rgimen posrevolucionario centrada en el mestizaje,la propensin festiva, el talante modernizador a la vez que fidelidad a latradicin reinventada, la lealtad institucional y la supeditacin al intersnacional, permitieron redefinir la identificacin esencialista de lo quesupuestamente es constitutivo de lo mexicano. La consagracinsociopoltica del 68 ha intentado aadirle a lo largo de estos aos un sustratodemocrtico, pacfico, tolerante, cosmopolita y multicultural al

    carcter nacional, segn lo exijan las respectivas contingencias globales yregionales. La memoria y mitificacin del 68, en tanto mbito sacro, operaen trminos a los planteados por Alexander para las sociedades modernas,un cdigo simblico sistematizado y muy bien elaborado que permite a losciudadanos verter juicios sobre quin debe ser incluido en la sociedad civily quin no, quin es amigo y quin enemigo.43

    Las manifestaciones estudiantiles del 68 recogan una serie de idealesproclamados en distintas latitudes del globo relacionadas con la nocin de

    democracia: la apertura de espacios polticos para los jvenes con educacinuniversitaria (muchos de ellos recin ascendidos a la clase media), el respetoa formas y perspectivas de vida alejadas de las tradicionales, libertad deexpresiones culturales y polticas, fin al ejercicio represivo de las autoridades,y, desde un sector minoritario, justicia social y equidad dentro de unrgimen de cara a la voluntad popular. Desde un punto de vista espiritual,el mpetu juvenil del 68 ha sido catalogado tambin como la bsqueda de

    autoexpresin, amor, afecto y admiracin (admirar y ser admirado, unabifurcacin para abandonar un estilo de vida [el de sus padres] que nuncafue suyo y encontrar otro propio.44

    Este catlogo de libertades y relajamiento social tambin esconda un

    43 Alexander, Sociologa cultural, p. 145.44 El primer entrecomillado corresponde a la descripcin realizada por Dieter Baacke en sulibro Beat: la oposicin silenciosa publicado en 1972, relativo al masivo concierto rockero de

    Woodstock; la segunda cita forma parte de un artculo sobre el mismo evento firmado porel periodista Max Lerner en el diarioNew York Posten 1969. Ambos pasajes reproducidos en

    Schmitt, Una nacin por tres das, pp. 83 y 87.

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    perfil interno, contradictorio. La falta de identificacin de los jvenes noestudiantes, con las reivindicaciones del movimiento: obreros, empleados,campesinos, en suma, aquellos ubicados en sectores marginales, mspreocupados por sobrevivir en el da a da, lo cual inclua lidiar con prejuicios

    y taras sociales hacia la masa de pobres y morenos que integraban buenaparte de la poblacin mexicana.

    Despus de las movilizaciones del decenio de 1960 la agenda de lasizquierdas se vio impelida a incorporar el dilema del multiculturalismo, queen el caso mexicano cobra preponderancia a partir del alzamiento zapatistade 1994. Al respecto, acadmicos identificados con la izquierda hancriticado la ausencia de profundidad histrica en los usos y costumbres

    reivindicados por los grupos tnicos del pas. Habra que anteponer a estasobjeciones los sealamientos de Stuart Hall acerca de que la lucha por laidentidad es una lucha poltica por el derecho a definir una posicin yuna ruptura, la identidad ms que la recuperacin de un pasado mticohomogneo debe verse como una reinvencin.45

    Las crticas al multiculturalismo tambin abonan en favor de un discursomestizfilo que podra confundirse con aqul promovido oficialmentepor el rgimen priista. Rechazar afirmaciones como las anteriores no se

    contrapone a la invencin de tradiciones de la que hablaran Hobsbawny Ranger, si como lo plante Raphael Samuel, se admite que subalternos yhegemnicos interactan en dentro de tradiciones en constante definicin,la cual es definida como un elemento vital de la cultura; pero tiene pocoque ver con la mera persistencia de formas antiguas. Tiene mucho ms que

    ver con la forma en que se han vinculado los elementos [aportados por lacultura dominante y la dominada] unos con otros.

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