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1 Diciembre, de dos a diez jugadores Muy buenas noches a todo aquel que abra este relato, soy Abelardo Ferreira y voy a contarles lo que hice y no hice en el sorprendente Diciembre del año mil novecientos ochenta y seis. Hoy es Jueves tres de enero del dos mil dos y un aire algo frío por las constantes tormentas recorre la ciudad y mi estudio. Aquel diciembre fue como esas pelotitas del bingo flotando en la tómbola, pendiente hasta el fin a ver qué pasaba, así fueron sus componentes. Y yo fui como esas caricaturas chinas baratas, parado en medio de las burbujas de colores chillones que atestan el ambiente; sólo mis pupilas podían revelar, dependiendo a donde se moviesen, mi estado más sincero y lógicamente demasiado difícil de contar; esta historia es una noche tensa y clave en la carrera de un nervioso ladrón de bancos, al abrir la caja fuerte después de ocho horas continuas durantes tres semanas encuentra otra caja, mucho más pequeña e indefensa, imposible de abrir. Recorreré los bordes, juntaré la caja a una dinamita, quizás me vuele las manos, quizás el cofrecito termine cerrado y quizá no sea un cofre, mas bien un sándwich envuelto en papel sábana. De ser eso verdad todo el esfuerzo habría sido inútil, no menos inútil que cualquier otro oficio que se ejerce por tradición alegremente ni que un racimo de uvas colgadas al sol cerca de un panal de abejas. Recuerdo que me hallaba en plena y laboriosa paja mental con El andar en el piso Oscurecido, cuyo rodaje se había venido alargando hasta el absurdo, en el cual dejó de creer todo el equipo, al punto de que algunas de las escenas (ahora que la película es pasada en TV) las terminé completamente solo. En el lento proceso que la serpiente cambia su piel, así me fui desligando de cualquier responsabilidad o deuda, digerí todos los libros y los consejos, me dediqué a husmear en la soleada sala de estar de mi espíritu. Sin embargo, una de esas tardes, cansado de estar solo y del piso oscurecido, tome unas pinturas, tijeras, paja e hice de un plusher un espantapájaros y lo boté desesperado a un rincón del altillo y no lo vi más hasta hace poco que alguien de la casa lo encontró e hizo una mueca de repugnancia. No hacía falta mucha inteligencia para saber que algo no iba nada bien. Más adelante les hablaré del rayo, con más paciencia, por ahora déjenme decirles que en el momento que rellenaba de paja ese engendro, de la nada escuché un trueno feroz, que se fundió a las hélices de una avioneta particular; me acerqué a la ventana ágilmente. Al parecer el clima tenía a la avioneta zozobrando en el cielo, inclinándola peligrosamente a noroeste y nornoreste. No sé si alguien más miraba aquello, todavía era parte de mi imaginación. Entonces estuvo apunto de girar 90 grados sobre su ala izquierda cuando del cielo la ayuda bajó en forma de electricidad, iluminándole hasta la ceguera. Mágicamente, al instante, el viento cesó y la avioneta, luego de enderezarse sin esfuerzo, continuó su rumbo aliviada, primero fue el trueno, después el rayo; comprendí que no hay distinción real entre los hombres, que uno es en realidad quien quiere ser. ¿por qué tanta desazón entonces? ¡porque nadie se atreve a robarse el salero! ¡a acapararlo todo; que, quizás, fuese la salvación de la raza! Comemos sin sal y nosquedamos callados. Bien. Gracias. Al mismo tiempo pensé que para justificar esa identidad humana, (que ha decir verdad justificar me parece inútil) que está más allá de las ocupaciones y hasta de nuestro corazón, debe pensarse en las facetas de las caras innumerables de la moneda de una sola cara. Ese momento, de alguna extraña manera, yo manejaba la avioneta y es posible que haya rezado algo como ¡dios mío no quiero morir! Lo que sellaría mi muerte con justicia. En todo caso cualquiera que piensa así ya está enterrado. Quizá, finalmente, es uno y no los antepasados, ni el club de lectores de la biblia, ni el clima, quien cava su fosa y se echa barro al ojo izquierdo. Le quedará la esperanza de La noche de los muertos vivos; al salir este cadáver sentirá que ha sido él , con sus propias manos el que ha vencido la decisión de la tierra, buscará a su mujer e hijos y querrá abrazarlos sin darse cuenta de que esa mujer y esos hijos son la familia del vecino, le dará igual mientras crea para sí querer algo, buscará su agenda y cuenta de ahorros, se sentirá especial y pensará que hay días que la vida vale la pena.

Diciembre · Title: Microsoft Word - Diciembre.doc Author: Minimac Created Date: 10/3/2011 4:13:08 PM

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Diciembre, de dos a diez jugadores Muy buenas noches a todo aquel que abra este relato, soy Abelardo Ferreira y voy a contarles lo que hice y no hice en el sorprendente Diciembre del año mil novecientos ochenta y seis. Hoy es Jueves tres de enero del dos mil dos y un aire algo frío por las constantes tormentas recorre la ciudad y mi estudio. Aquel diciembre fue como esas pelotitas del bingo flotando en la tómbola, pendiente hasta el fin a ver qué pasaba, así fueron sus componentes. Y yo fui como esas caricaturas chinas baratas, parado en medio de las burbujas de colores chillones que atestan el ambiente; sólo mis pupilas podían revelar, dependiendo a donde se moviesen, mi estado más sincero y lógicamente demasiado difícil de contar; esta historia es una noche tensa y clave en la carrera de un nervioso ladrón de bancos, al abrir la caja fuerte después de ocho horas continuas durantes tres semanas encuentra otra caja, mucho más pequeña e indefensa, imposible de abrir. Recorreré los bordes, juntaré la caja a una dinamita, quizás me vuele las manos, quizás el cofrecito termine cerrado y quizá no sea un cofre, mas bien un sándwich envuelto en papel sábana. De ser eso verdad todo el esfuerzo habría sido inútil, no menos inútil que cualquier otro oficio que se ejerce por tradición alegremente ni que un racimo de uvas colgadas al sol cerca de un panal de abejas. Recuerdo que me hallaba en plena y laboriosa paja mental con El andar en el piso Oscurecido, cuyo rodaje se había venido alargando hasta el absurdo, en el cual dejó de creer todo el equipo, al punto de que algunas de las escenas (ahora que la película es pasada en TV) las terminé completamente solo. En el lento proceso que la serpiente cambia su piel, así me fui desligando de cualquier responsabilidad o deuda, digerí todos los libros y los consejos, me dediqué a husmear en la soleada sala de estar de mi espíritu. Sin embargo, una de esas tardes, cansado de estar solo y del piso oscurecido, tome unas pinturas, tijeras, paja e hice de un plusher un espantapájaros y lo boté desesperado a un rincón del altillo y no lo vi más hasta hace poco que alguien de la casa lo encontró e hizo una mueca de repugnancia. No hacía falta mucha inteligencia para saber que algo no iba nada bien. Más adelante les hablaré del rayo, con más paciencia, por ahora déjenme decirles que en el momento que rellenaba de paja ese engendro, de la nada escuché un trueno feroz, que se fundió a las hélices de una avioneta particular; me acerqué a la ventana ágilmente. Al parecer el clima tenía a la avioneta zozobrando en el cielo, inclinándola peligrosamente a noroeste y nornoreste. No sé si alguien más miraba aquello, todavía era parte de mi imaginación. Entonces estuvo apunto de girar 90 grados sobre su ala izquierda cuando del cielo la ayuda bajó en forma de electricidad, iluminándole hasta la ceguera. Mágicamente, al instante, el viento cesó y la avioneta, luego de enderezarse sin esfuerzo, continuó su rumbo aliviada, primero fue el trueno, después el rayo; comprendí que no hay distinción real entre los hombres, que uno es en realidad quien quiere ser. ¿por qué tanta desazón entonces? ¡porque nadie se atreve a robarse el salero! ¡a acapararlo todo; que, quizás, fuese la salvación de la raza! Comemos sin sal y nosquedamos callados. Bien. Gracias. Al mismo tiempo pensé que para justificar esa identidad humana, (que ha decir verdad justificar me parece inútil) que está más allá de las ocupaciones y hasta de nuestro corazón, debe pensarse en las facetas de las caras innumerables de la moneda de una sola cara. Ese momento, de alguna extraña manera, yo manejaba la avioneta y es posible que haya rezado algo como ¡dios mío no quiero morir! Lo que sellaría mi muerte con justicia. En todo caso cualquiera que piensa así ya está enterrado. Quizá, finalmente, es uno y no los antepasados, ni el club de lectores de la biblia, ni el clima, quien cava su fosa y se echa barro al ojo izquierdo. Le quedará la esperanza de La noche de los muertos vivos; al salir este cadáver sentirá que ha sido él , con sus propias manos el que ha vencido la decisión de la tierra, buscará a su mujer e hijos y querrá abrazarlos sin darse cuenta de que esa mujer y esos hijos son la familia del vecino, le dará igual mientras crea para sí querer algo, buscará su agenda y cuenta de ahorros, se sentirá especial y pensará que hay días que la vida vale la pena.

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Sin embargo uno de esos días de trabajo (días enteros: dieciocho horas de trabajo) terminé de hacer una escena, llegué a mi casa, subí las gradas. N había nadie. Eran las nueve menos veinticinco de la noche. Me senté en el sofá frente a la tele y comí una ensalada de frutas. Entonces delante de mí, a mi alrededor, desde dentro mío, y detrás de las ventanas nada, nada en ninguna parte, el mundo estaba en línea muerta, incluso pude oír luego esa vibración eléctrica saliendo de las paredes, ese zumbido de tubos fluorescentes, se me secó la garganta, se me agitó el corazón, sentí ese momento como cuando uno ha terminado de llorar por horas y ve que está empapado en desesperanza, y eso no es ya ni siquiera algo penoso, sino simplemente fastidio, fastidio frente a esa nada vibrante, hubiera seguido sin ninguna emoción, sólo esa lucidez punzante, esa luz despiadada del foco de la sala de estar, y vino un nuevo oleaje y era la cruda realidad de que estaba solo, no tenía a ninguno de mis antiguos amigos, sabía que Beizaga estaba en su casa, Guzmán quizás en casa de Silvia, sin embargo era tan cierta la visión de que fuera de una ficción planeada y segura estaba todo desolado, miré por la ventana, la casa de Isabel, bajé las gradas, salí, la misma sensación afuera, toqué su timbre y empezó a formárseme un nudo en la garganta, esperé, escuché ruidos detrás de la puerta, estaba prendida la luz sobre el portal, abrieron la puerta, abrió su hermana, me dijo que ella no estaba, pero que le avisaría, le agradecí, volví a mi casa, al volver escuché que cerró la puerta y nuevamente volví a estar solo en todo el mundo, que era este barrio, era viernes en la noche, ¿cuándo me había separado tanto? Me pregunté con ingenuidad, porque está claro que unmomento yo había elegido, y esto era consecuencia de mi elección así como cualquier logro lo sería también, pero era tan fuerte esta nostalgia, este sentir que había perdido algo, que me arrepentí de haber empezado con mi ficción, me llamé egoísta, pensé en abandonarla, entré a mi cuarto, busqué en la mesa de noche, encontré tres monedas, fui hasta la tienda cercana, compraría un singani Ambassador, lo tomaría puro, como en los viejos tristes tiempos, ¿cuándo me había separado tanto? ¿porqué cómo había envejecido? La tienda estaba cerrada, caminé un poco más y de la esquina divisé a la otra tienda también cerrada, empezó a chilchar, arrastrando los pies, compadeciéndome a medida que el agua en caída aumentaba llegué a mi casa nuevamente, subí las gradas y entonces escuché Voces afuera venían, me acerqué a la ventana y al notar lo que había horrorizado me agaché: Isabel estaba con dos amigas, bromeaban en voz alta en la puerta de su casa, abrió su hermana, escuché como en una mala copia de video que le decía que la había ido a buscar, inmediatamente miró a donde yo estaba y me oculté detrás de la pared, tenía la garganta seca ahora, y ya sin verla escuché que preguntaba algo a sus amigas, pero un momento después cerraron la puerta, miré: no había nadie, apagaron la luz de la puerta de entrada, prendieron la luz de su sala, la cortina estaba abierta, solo una gasa delgada, Isabel se sentó justo en el sillón que quedaba de frente al ventanal, creía distinguir a Isabel, pero estaba muy lejos y difusa, subí al altillo, saqué mi antigua cámara, la conecté, - estaba embromada, sólo funcionaba por pocos minutos, los suficientes no obstante- la dirigí a ella y vi en la pantalla de cristal líquido cómo primero su figura y después su rostro se hacía notorio sin dejar de ser difuso, impreciso, como un cuerpo luminoso, como mirar el rostro de un ángel, pensé eso y me sentí completamente oscuro, profano, ¿ qué misteriosa vida te sustenta y te da la vida que te da, quien está detrás de ti, a quien ocultas, porqué estás tan oculta o a nadie, déjame ser atraído hacia ti, permíteme aproximarme, no tepido nada, mucho tendré con eso, ¿pero qué estoy pidiéndote monstruo mayor, acerarme a ti para ser destrozado ?? pero eres tan bella luz de iglesia ángel universitario, gran monstruo de indiferencia, máquina de humo excavadora, qué distinción puede hacer una máquina, eres horrible, déjame que me acerque hablaba y reía con sus amigas, pero no sé porqué ni cómo yo veía que hablaba y reía forzada, que en realidad eso la aburría, que estaba cumpliendo por educación, acerqué la imagen lo más que pude y la contemplé con seriedad. Oscuridad. Su rostro. Oscuridad. Su rostro. Desapareció varias veces y después ya no pude verla. Mi cámara no servía... me puse de pie. Había dejado la luz de la sala de estar encendida, me lastimó enseguida, caminando como un borracho salí del cuarto a la sala de estar, otra vez esa vibración, solo que ahora no podía entenderla de manera distante, noté que desde hacía un rato me dolía el

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Pecho al respirar, quise tomar más aire y fue como una atadura de alambres oprimiendo mi caja torácica, sentía que el aire que tomaba se filtraba por mis pulmones, como si fueran los fuelles de un viejo acordeón, me quedé sin palabras mirando la pared como un bobo, y reconocí que, como un debilucho congénito a quien puede matarle un viaje, fuera de mi ficción estaba perdido, que muchos de mis logros se harían reales sólo en el campo de las ideas, que por mucho que pudiera interpretar del amor en mis presentes circunstancias no podía ni siquiera demostrarle a mi vecina que yo no era un farsante. ¿y si mi obra fallaba? ¿cómo me justificaría entonces? No sólo corría el peligro de quedarme sin amor, sino que sin honra... llegó mi madre con mi hermano, me preguntó si había salido y yo le contesté groseramente que a comprar trago. Se dio cuenta de mi humor y considerándolo infantil, después de darme unas palabras de ánimo prefirió no inmiscuirse. Tomé la guitarra del cuarto de mi hermano, toqué los acordes de huayño y luego canté

he abierto mi corazón he abierto de par en par ...

poco a poco el vacío se fue desvaneciendo, poco después la luz del foco y el sínodo eléctrico volvieron a ser algo comprensible.

Dueña y absoluta dueña Nadie ocupa tu lugar.

Es cierto que cuando llueve mucho la vida vale la pena Y con Diciembre llegaron las primeras lluvias; primero hubieron dos intentos menores que no vale la pena transcribir. Pero el primer Viernes en la noche llovió sinfónicamente; hay unos trabajadores del oro en el amazonas que disfrutan luego de un sol infernal que dura diez horas una botella de cerveza parcialmente congelada y no la sueltan hasta que el frío les llega al cerebro; yo experimenté una frescura parecida; por suerte, y para no volverme loco o el Sonido ambiente se vaya como el agua en el jardín, el piano destartalado que compramos de un viejo por 500 $us que nada sabía de música y usaba el piano para secar calcetines después de él mismo haberlo comprado por la mitad de precio a la hija mayor de un difunto maestro de piano, que no tenía dinero para su esposo y su hijito, funcionó ni que en una orquesta. Creo que toqué lo que debí tocar y eso es mucho. Todos los sapos jardineros y los grillos cantábamos a la vez. Mi tía Elba, que se encontraba visitando a mi madre después de varios meses, enterándola de la maldad de la gente y tomando cóctel de kirusilla asomó la cabeza de vaca por la ventana y me gritó que recoja las frazadas en lugar de hacer locuras. ¡era la primera lluvia de verano! Una lluvia que si esta casa hubiese tenido un piso más o sólo una escalera y una sombrilla en la punta alcanzaríamos a verla desenvolverse según un orden caprichoso, igual que las chiquitas que orinan detrás de un auto, en las calles y son los papás los que se ponen rojos como tomates maduros, y las alfombras nuevas se desenrollan y por el hecho de ser limpias y nuevas, limpian y renuevan las cosas a su alrededor. De eso cantábamos los sapos y los grillos, la banda de sonido la hacía la lluvia y yo estaba choco imaginando que todos en la casa y más todavía mis amigos cercanos y algunas personas que vi sólo una vez bailábamos en mi jardín ilusionados con croar y chirriar. Bailábamos en ronda y nos pisábamos a cada rato, pero los pisotones no eran dolorosos, más bien hacían parte del baile, cada quien estaba tan contento que se le hacía un nudo agradecido en la garganta. Somos extraños la mayoría, permítanme decir Isabel, yo recorro las paredes con la punta de tus dedos, tu cabello es una apariencia, sabrás que estuve en un espacio que tu ausencia borra nombres, una cuchara de plata, un tren bala, sectores diáfanos en el cielo, estás entre malos actores, los dos se enfrentan, ¿quién acusa lo obvio , si lo demás es viruta? No conforme cumpliendo el encargo salí al jardín

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nuevamente, esta vez descalzo y acabé sopitas sobre el teclado otra vez. Las lluvias sucrenses tienen la propiedad de la locura, aquí tan contraria a la lluvia ácida estilo Blade Runner y la sensiblera lluvia de parís, cuando llueve en esta ciudad hay que estar en casa, y si no hay cielo raso en la habitación, si es tumbado, mucho mejor. Eso lo sabíamos siempre sin que nadie se detenga a recitarlo. Tras esta lluvia memorable mis pulmones quedaron como un túnel de carretera en la noche bañado por la luna y sus propias luces. Medio resfriado encontré el cuaderno que me regaló (tomo un poco de soda antes de relatar esto) Diana en un imprevisto acto de bondad, devolviéndome la esperanza de besarla esa noche y hacerle el amor algún día. Ese cuaderno tiene la figura de un ángel de alguna iglesia de Europa en la portada, los datos indican que es fino, tiene cien hojas sin cuadrícula y fue hecho en la Italia hace un par de años. Ahora lo busco con la mirada pero no está en la superficie. Ese cuaderno tiene el fin, así lo dijo ella, de guardar un secreto. Supongo que se sentía un poco culpable después de haberme rechazado por su implacable sentido de independencia y uno propio de escape. Quizá no sea innecesario aclarar que yo me porté más sincero y débil que farol de calle empedrada, esa franqueza, y en último caso toda franqueza tiene la cualidad del espanto y en compensación de la costa perdida del pacífico, amor pacífico, pero en el fondo empantanado del agua verde de la nostalgia, de las cápsulas mortales y expiradas de lascivia perdida osea en el fondo lascivia, cuando Ricardo intentó su muerte se tomó un frasco entero después de una botella de ron, no se despidió de nadie ni siquiera lo había pensado, que es lo que se llama pensar, no, dejó que el mago del destino lo lleve al portal de la casa de su tortura, se sentó abrió la botella, dejó que se riera de él gente más miserable que aprovechó la oportunidad única de burlarse de alguien que estaba notoriamente peor, y él les sonreía, desde algún fondo poco explorado, conocido como Limbo de la abertura entre las piernas y el corazón, adentro, en ese mismo instante, ella, que aprovechaba al máximo el dinero de su papá, decía que le gustaba estar con sus amistades y comprando cosas que alegren la existencia, pero si de repente le detectaran una enfermedad africana contagiada por un costoso talismán encargado exclusivamente, si le dijesen, sea fuerte usted ahora, no le queda mucho tiempo, habría confesado que le gustaba hacer el amor sobre todas las cosas. Este vicio le dio un aspecto que sólo debido a la castración del órgano Imaginario del noventa y nueve por ciento de las personas que se levantan relativamente temprano cinco días a la semana y descansan dos y hace varios años que han olvidado toda esperanza de ser sinceros consigo mismos, no se habrían dado cuenta ni en un millón de años; andaban demasiado ocupados en sus propios asuntos. El lío es que, aparte de las carísimas prendas que estrenaba semanalmente, y de un marcado acento, remanso de la placa correctora de dentadura a los doce años, nada le diferenciaba de una prostituta mas bien barata y de pie plano. Ella misma lo sabía y le divertía jugar con la idea de escaparse un día allá arriba a ver qué pasaba. Era una mujer con patines en una calle de asfalto uniforme. No le incomodaba que sus parientes le apunten felices al pasar, pero prefería patinar sola y escoger a pura suerte quien la acompañe hoy y quien mañana. Ricardo era bondadoso, tanto así que la había soportado tres años, o él creía haberla soportado y también que eso le daba título de propiedad, y presentaba puntualmente sus quejas, reclamaba por lo invertido, sin saber que la boca que finalmente aceptó siempre, sin la cual ya no sabría qué hacer con su feliz idea de una bella y trabajadora esposa que cuando está cansada le dice “no tengo ganas de hablar ahora” y el piensa “ah mi querida mujer” está por tocarla y ella hace un gesto de disgusto, y a él los ojos se le inundan, siente vergüenza, pero está tranquilo en el fondo ; aceptaba sus labios de todas formas sin querer sospechar donde iba después del gimnasio, porqué su cabello se lo recogía, y sobre todo por qué cuando el estaba cerca tenía la impresión de que ella no dejaba de hacer algo, fuere una llamada telefónica, fuere arreglar un botón escondido de un pantalón que nadie usa. Y ahora el pobre Ricardo toma a grandes sorbos de su botella de ron y todavía piensa que las cosas se arreglarán, no sabe cómo, es esa esperanza de la gente que de por sí está destinada a perder e imaginan que de pronto, en su caso, se abrirá la puerta del garaje y saldrá Sandra y lanzará un grito como de porcelana que se rompe, se agachará y le rogará le perdone, y él la perdona. Pero eso no ocurre, sólo la empleada ha salido a dejar bolsas de basura en la esquina. No le reconoce y asegura la puerta del garaje con un aldabón. Sandra, en su dormitorio cuelga el teléfono y con

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ingenuidad repasa sus planes para mañana en la mañana. El otro acomodando la botella vacía a su lado, saca el frasco de cápsulas y las ingiere todas de golpe. Está ambulando por una galería oscura, mira a Sandra con miles de desconocidos, ella está feliz y no piensa escucharle, tampoco él se siente digno de ser un hombre, pasa agachando la cabeza y murmurando refranes. Al día siguiente lo hallaría congelado en su puerta, lloraría y le pediría perdón a sus grandes orejas, sería ya inútil, y en su arrepentimiento, en su culpa directa se habría hecho justicia. Sin embargo, despertándolo de su sueño, dos vecinas asustadísimas le llevaron al hospital en el auto del marido de una de ellas. El momento en que partía el auto el papá de Sandra salió a ver que ocurría, “un joven se ha indispuesto” le dijo un albañil camino a su casa. En la más directa y corta de estatura realidad, las cosas no sobrepasan el mas o menos. La realidad no acepta sacrificios, le irrita lo condescendientes que somos con ella y ahora mismo cobra venganza. Los iluminados, los que caben en este mundo real perfectamente, son mas bien los que eligieron a la luna de valencia. Esto seguramente lo entendió Ricardo, mientras le sacaban sangre y le lavaban por dentro, “tiene usted suerte, joven cojudo; la próxima trate con el puente más alto”, de seguro no hay pero humillación que la de ser rescatado por un semejante “gracias, muchas gracias, estaba apunto de ahogarme, sí ¿vio usted? ¡claro , que tonto, cómo no! Sino no me hubiera salvado, es usted muy bueno”; su dolor aumentó hasta duplicarse, dos semanas en hospital; el pobre Ricardo recibió la visita de Sandra, un y su mamá fisicoculturista amigo de Sandra. Le trató como a un hijo de 10 años que ha roto la ventana de la casa de su amigo. Ricardo se avergonzó y trató de explicarle que también el mundo tiene un lugar para los sacrificios y las causas perdidas, que alguna cosa perdida grita que la escuchemos, que si no “si necesitabas dinero me lo hubieras pedido con confianza amor”. Luego se dice que anduvo solo por las periferias, lo que no parece muy cierto, yo creo que todavía espiaba a Sandra, como una sombra en día nublado. Su dolor se duplicó y un día muy temprano, digamos a las 6:20, después de soñar con una cascada alta vista desde abajo, como un globo que explota su dolor desapareció. El mundo real es una prueba a nuestros sentidos, exploradores de la superficie, ¿en cuantos lugares puede encontrarse usted a la vez? ¿puede sentirse constructor y péndulo? Mujeres divorciadas mayores de 40 que emigraron después de la ruptura de su país natal de preferencia en el corazón de la vieja Europa. Por el afán de ver llamas y cholos y montañas; de comenzar su vida de nuevo. Esa idea seguramente está ahí desde el nacimiento; el pelícano extrañará sus plumas, pensar que las respuestas se juntan en otro lugar, en otra cara, huir de uno mismo para encontrarse más allá, con más paciencia, escuchando a un Debussy cuyas entrañas el fuego come sabrosamente. A veces el viaje resultará en una decepción mayor, hallar una réplica inexacta de la cosas abandonadas por una voluntad en la que ahora no nos reconocemos, pareciera ajena, descubrir un ciclo que conduce al malestar general y la desilusión de los trasto sucios. No cabe duda de que no existen las casualidades. No dudemos de ello. La casualidad la inventó alguien con la poca templanza y amor por sí para esperar sin esperar. Yo pienso que en unos cientos de años el hombre renunciará a las expectativas de la inteligencia y nos convertirá a todos en monjes y adictos. Hay una escritura sagrada que decide qué hoja caerá al charco ahora. Totalmente emparentada a nuestros sueños, desordenados en apariencia. Nuestra voluntad busca pretextos; condiciones climáticas y Dios, es lo mismo, una fuerza adorable, interior mina, que pone las piedras en el río y al sol en las ventanas. Entonces resulta que cuando hemos hecho un andamio del tiempo llega la familia de cuerdas y lo desbarata todo. La gente que de verdad ama la música, a la que le es inevitable, como su inversión al empresario, y la viene padeciendo de cuerpo presente, entenderá a la perfección que es posible que ahora mismo, el momento en que esta página es leída, todo el tiempo pasado se reinventa, o mejor dicho se traslada a un pasado mayor, ilusorio; cada posición del tiempo alienta sus propios hitos, el tiempo presente es el único en el que fluiremos, pero uno no está obligado a competir en esta carrera de fondo, así que están las graderías o la misma pista, el mundo surge más viejo a cada instante, pero el momento

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en que está surgiendo es el mismo de siempre. ¿y cuál es el mundo que no tiene intención de cambiar? Me siento débil en la pregunta, sin embargo debo responder, aunque esté totalmente equivocado, aunque sepa que ahora sí estoy huyendo, aunque desearía que mi cabeza funcione mejor y más rápido. El mundo de los caracoles, quizá. El de las tortugas galápagos con los feroces ojos del lince. El mundo de los planos cartesianos y los hijos que compran panes en redes de pesca. Y la pintura holandesa del siglo XVII, creo. La cuestión reside en observar los árboles, sólo sus copas, y desde el primer instante hasta al cansancio tratar de recordar todo lo que se aprendió, miró, sucedió en esos pocos minutos de vida que inician en la fecha particular de nacimiento. Lo más probable es que no se saque nada en claro; se termine aturdido y sediento; ponerse la capucha con el cansancio de los que se acuestan sin esperar que mañana mejore. Pero también que no haya hecho falta pensar en nada, que no se necesite sacar nada en claro, nada en absoluto. Que no haya nada en absoluto que recordar, porque en ese momento seremos como un libro grueso de biografías de toda la guía telefónica; todas las preguntas serán respondidas; a veces también en palabras. Esa es para mi la mermelada y la rugosidad de los elefantes; golpeando los platos en la mesa cantamos en coro. Tal vez el viaje no resulte un fraude, tal vez la novedad iluminara nuestra frente sedienta. Haga falta huir de todo para apegarse a uno mismo; darse alcance. Por eso es necesario ser un catálogo de hombres, imaginar todas las formas de vida submarina prehistórica, acomodarse en los huesos de un monstruo submarino buscando antepasados sobrevivientes en las condiciones menos favorables. Espejos de cabecera. Cerca del núcleo del volcán, en la roca fundida, vive un hombre hecho demonio, se le apareció una vez en sueños a Akira Kurosawa. mientras un corredor de wall street no disfruta su almuerzo y tamborilea nervioso sobre la mesa, toma una pastilla para la presión. Mientras la nieta de Emily Dikinson cosecha una zanahoria que no necesita lavarse. Y alguien mira al viento en la paja brava, absoluta, y alguien recuerda el mar en un vaso de agua. Y alguien orina, Alguien mete un gol, alguien arma un árbol genealógico con ametralladoras y otros leen en el baño historia contemporánea. Compendio desglosado, negación del hombre. Como el que compra una fábrica abandonada por el valor del terreno. Demuele la fábrica y aplasta a las ratas, guarda solamente algunas cosas por su valor nostálgico; un tajador.. de ahí decidir se es buen terreno o si conviene partir, dejárselo a alguien que sepa aprovecharlo, por un precio módico, que sepa quererlo. ¿y, si al final de cuentas, no fuera necesario ni siquiera salir a la esquina? La pasión es la cifra del misterio de las cosas. Hablé entre navidad y año nuevo de un teléfono público a la casa de Diana. Esto es algo que he venido haciendo de manera intermitente y pasando por la más distinta fauna de estados de ánimo. Quizá es mejor compararlo a los helados que se exhiben detrás de las vitrinas y los diferencian a la vista toda una serie de colores artificiales, como el limón metálico y el fucsia: una mañana desperté con taquicardia, eran las nueve y diez, me levanté de un salto, me cepillé los dientes, salí y caminé bajo el sol hasta la plaza; noche antes mi mamá halló entre sus cosas una tarjeta de teléfonos y me la regaló con el tácito encargo de que no eluda la responsabilidad que me cargué de forma gratuita; la tarjeta tenía nueve pesos de crédito. Hablamos de que la extrañaba y de futuros talleres de cine y de escribirnos. Sobre esto de escribirnos creo que Diana sólo mandaba mails cuando extrañaba por cuestiones minúsculas a ciertos amigos o cuando fumaba yerba, y aunque podía fumar cualquier día sin ninguna preocupación, sus mensajes me resultaban poco estimulantes, llenos de egoísmo que reconozco ahora más como mío. Era así: si tenía diez pesos compraba una tarjeta y le hablaba, fuese una charla amena, sensiblera, llena de nostalgia o monólogo. Se hicieron más infrecuentes y lo último que sé, de esa tarde nublada, particularmente triste en que las pastelerías cerraron cuando empezó a llover y sólo transitaba el servicio público, que necesitaba urgente y con vergüenza hablarle, que le llamaba antes de año nuevo, es que no estaba, se fue a Coroico. Qué derroche. Así era diana, aprovechando sin ninguna consideración, vale decir maravillosamente natural, los años laborales de sus padres y sus desavenencias como un sólido pilar económico se daba locas vacaciones en varios puntos del país y del año. Nos encontramos en el carnaval de Oruro, cervezas en lata, trombones borrachos. Pero volvamos a Diciembre: el cuatro, el cumpleaños de mi hermana no resolvía el asunto de la plastilina y gracias a mirar fijamente el tenedor di con la solución al

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plano. Eso ocurrió muchas veces, la respuesta en la contemplación estática de una cosa que váyase a saber qué procesos mentales concurrentes resolvían que uno ni se da cuenta sino hasta descubrir donde poner el siguiente pie en camino de piedras sobre el gran charco; claro que también comimos lasaña; las cuatro bailarinas mi madre mi hermano y yo; estuve energúmeno toda la cena, más que nada me entristecía que finalmente la obra que me encantaba transcurriese silenciosa en un mundo que rebalsa de basura de sonido; que finalmente el artista era un desgraciado funcionando a 220 en una ciudad a 110 con mucho ego como para aceptar esta simple y real idea; osea que de comunión mejor no hablar. Era el que se sujeta a la piedra, ya sin ropa, mientras el río manso en apariencia arrastra casas, cortinas, vestidos, lavadoras, todo. Era el boxeador que va perdiendo y empuja al piso a su coach cuando lo que este quiere es ayudarle. Es increíble como el acto de Imaginar nos trasnforma definitivamente, para siempre. Estas ideas similares a lo que dijo el trueno y los balbuceos de un borracho, se me ocurrían mirando el tenedor y moviéndolo cargado de lasaña hacia mi boca. El resto del mundo puede sufrir un gran naufragio, puede el FMI declararse en bancarrota y uno permanecer inmaculado y lelo; como un santo, resucitado por una doctrina que puesta en palabras es algo increíble y meramente de libro de poesía, pero en hechos, que finalmente son palabras, quizá un plato de comida, hace que el resto de la gente que no es uno haga un pasacalle y mire con ojos fijos, nadie lanzará flores, el que pasa se muere de vergüenza, los mayores se verán como ogros, los jóvenes mirarán con miedo, ¿las flores casi invisibles caerán de por sí? ¡qué cursilería esa de las flores! ¡y esa de hacerle una calle de gloria y distancia a los débiles! Al final esa disfunción es la característica más notoria del artista, gloria de la inmadurez cuyo resultado crea nuevas salas en los museos de Europa y quita el hambre de los visitantes, obras que llegan a nuestros día a través de océanos de tiempo. Y qué importa. En el fondo Uno no es distinto de Otro. Sólo fundiéndose con la realidad más inmediata, sólo viéndose como un hombre único entre millones de hombres únicos, cabeza de mono, pedazo de ensalada en la canastas de las verduras, quizá todo sea una gran ficción y aunque nos demuestre lo contrario, la realidad sea ordenada y estética igual o mejor que el desierto de las creaciones de los ascetas. Así podrían explicarse complejas fábulas que ocurren a diario y mueren al comprar la cena camino a casa o cuando se prende el televisor. Al final, el sentido de las cosas es su cualidad de divertir, de provocar risa. Paréntesis. Yo era un hombre que caminaba por mi ciudad iracundo y sobre todo muy en serio, mejor dicho, me tomaba en serio. Un día, perdido en un parque abandonado, me reflejé en un charco y desde lo alto me cagó una paloma. Vi, maravillado, lo graciosa que era mi trágica sombra sobre las cosas, miré arriba y antes de nada una chica vestida de ciudadana 0se moría de risa delante de mí. Tanto que me provocó una risotada contagiosa, por aspersión, éramos como ángeles en una olla, podía reírme ya todo lo que quisiera, mi cielo ganado sería una gran risa. Me acuerdo que visité a mi tía buscándole un teléfono viejo que resultó regalado hace tiempo. En su lugar hallé un atlas de América, en inglés, una especie de edición de lujo. Los mapas al tacto revelan cadenas montañosas y grandes planicies, con algo de imaginación se consigue sentir la arena del desierto y el barro de las costas. Usa colores bastante naturales, no hay tonos pastel, sí matices. Al fijarse en el borde del cuadro se encuentra la primera sorpresa: la firma de un autor y un número. Cada mapa ha sido pintado a mano, la edición comprende 10 000 ejemplares. Empecé a sentir una indecible ternura por aquello, por ese incompleto atlas, como cuando se encuentra la foto de un ser querido después de años y justo al día siguiente llama por teléfono. A parte de toda la cuestión histórica, había unas tablas de estadísticas. Eran enormes columnas de letras, nombres, interminable construcción a base de comparaciones, números cifrando Lo Distinto y lo idéntico, una hoja igual a millones de hojas revelando ocio, cosa inútil, humanidad, no sacrificio, un hecho que dice de las cosas que no dice, una metáfora quizás pura. Me acordé de Apollinaire, que humildad aparte, ese momento era yo. Estar en todos lados en uno solo, ser todas las personas siendo una sola. Periferia y roca angular del centro. Moverse, moverse. Trascribo el poema en cuestión:

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Moverse al filo, manejando bici hasta el putero, La noche que el dolor de espalda y la imposibilidad de llenar de aire mis pulmones, claros síntomas de inmovilidad, apenas me dejaban caminar dos pasos sin sentarme a descansar muerto de fastidio. Empezó como un normal paseo en bicicleta, yo creo que el deporte es la última y mejor salida a un lío metafísico; así como el amor que profesamos al hecho estético, en medio de la carrera sólo puede pensarse en la carrera, se convierte en causa y efecto de sí misma, así logra unidad, autonomía, ser algo; además que es muy saludable y hace que nos veamos mejor. Avanzando a través de calles y avenidas mal iluminadas, saliendo del pedante casco viejo, sin rastros de hospitalidad de municipio, un efecto luminoso, aunque siniestro, se hace presente. Se entenderá que la Magia es un absurdo. Que las mujeres queman su ropa en las noches y al día siguiente se visten con cenizas y quedan bien, nadie nota la diferencia. Gracias a Dios nos protegen las ciudades. Paso un charco enorme en el que se refleja el alumbrado público, un gran foco de luz de magnesio. Al frente hay una pared vacía t de dos m.(¿cómo se abrevia metro?) de espesor. Seguiré por lo menos hasta no tener a esta pared a mi derecha. Ya está. Los enamorados se desconcentran y miran en la oscuridad el artefacto que la surca. Ella nunca más será la misma, de eso estoy seguro. Subo hasta la cancha de raquet donde pensé en el gran juego de raquet. Las locetas tiemblan y al parecer también el artefacto. Necesitaré el doble de fuerza para avanzar por lo menos más rá pido que una tortuga. Lo bueno es que no voy en círculos o la avenida de circunvalación debiese ser de un diámetro gigante para no sentirlo en la línea recta. Pero me emociona el camino donde constantemente se escuchan las bocinas de los traillers. Paso la cancha de raquet y me acerco a las hamburguesas frídas en aceite de automóvil donde niños de dos años juegan felices y semidesnudos entre el padecimiento de la madre y los devoradores de porquería. En altura semejante, cuando todavía no hay altura, se esfuman los nombres, ya no como un descuido de no tomar nota de todos los mareos de lucidez y caída, sino el reverso de la moneda, los seres quedan cifrados y esta realidad es incómodamente cierta. Al mismo tiempo es un desfile del sabor y bailar por primera vez en la fiesta sobrio. Bajo de la bicicleta porque la pendiente y el paisaje así lo piden. Además mis piernasestán molidas y no responden a la primera llamada. Tengo a mi mano derecha la oscuridad que se nutre de basura y amnesia colectiva, nada de aquello era más que un espejismo, no cené ni cenaré hasta nueva orden, mis años pasan veloces por la boca de mi estómago, ¿alguien descubrió las formas de vida que se esconden en las cercanías de las ciudades? ¿qué ratones? ¿qué mirada desnuda? ¿qué desconfianza de los hechos de hermosas o infelices estadías cuando por un minuto vemos que nos están mirando y todavía eso es demasiado como para escuchar las alertas de turbinas que no descansan ni requieren la atención de nadie? lloré solo y bien acompañado. En el momento justo apareció Meliès. Ah, George Mellies de nuestros podridos&esperanzados corazones ¿cómo es posible? ¿¡Meliès!? Catapultado y vivo, pero uno quiere dirigir la escena, ¿dónde fue a parar la mujer cortada en partes iguales? Cerca a esa tumba ¿o fuimos demasiado tontos? ¿arrancados de raíz? ¿sobreescritos? Nesecito seguir George Meliès, esta sepultura y esta agitación de la niebla invisible que oculta fondos de la vertiente que apaga la sed de las prostitutas y obliga a cruzar por otro lado... (pero allá está la casa de Rocío Fuentes y en su vivero se encuentran bellas y ordinarias plantas que adornan salones) no es buen alimento, además todavía estoy en el humor y la cobardía de creer mentiras semejantes al forjador de eternidades, (pero sí creo) aunque la magia muera con el mago incluso antes, hagamos una apuesta señor Meliès, usted dígame donde y yo le diré a los demás cuánto mide ahora mismo, digo el lugar y lo gritaré en la gasolinera próxima ¡DIGA! Rueda un trailler menor y ajusto la velocidad del artefacto, me deslizo feliz y comprometido, igual que un pez río arriba, me divierte pensar que gralmentelos avances espirituales ¡hacia la luz hijo mío! ¡qué tarea más sublime la de llevar no sólo así mas bien a otra alma hacia el cielo y consigo! Van derecho arriba cuando aquí y ahora arriba aúllan las llanterías y de las casastas improvisadas salen ronquidos indiferentes a los ajenos y las putas mueven las faldas como la parca su camisón. ¿y cuál entonces la virtud similar al agua en este lugar aceptable? Toda la gente está disfrazada, de vendedoras, sin aretes, de comida, a payasos alegres y torpe. Sinistros de manera adquirida e

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involuntaria, barro y aceite de trailer y chompas que ya no se usan, hermanos humanos, y al pensar esto último me inunda una desconocida vergüenza, del que subió al último micro, conchudo de mierda, y miró a la gente que se quedó esperando y furiosa o peor sin ningún sentimiento a todas las cosas que pasan y seguirán pasando, pero de igual manera casi toda música es reversible, YO TENGO AUDIFONOS, donde nuestra humanidad se simplifica en una transacción y en esperar por lo mismo, repetir el proceso cuantas veces se pueda mejor, luego tomar lo ahorrado y hacer lo que se le venga a uno en gana, y si no se sabe qué hacer siempre se puede regalárselo a los pobres! Bajé casi volando, la bicicleta se elevó dos centímetros del suelo y cada vez que miraba a alguien lo imaginaba en frente y al ser atropellado se acomodaba conmigo detrás del manubrio postes casas trozos de asfalto ejercicio dientes de elefante con reuma así bajé raudo como un chorro eléctrico, de vuelta al centro de la ciudad, con la satisfacción del boy Scout que hizo lo que debía, un buen ciudadano deseando el bienestar de su gente, etc. Llegamos a la parte desencantada del mes de Diciembre. Lo que voy a contarles proviene de la Casualidad (si tal cosa existe) en su forma más pura. Resulta que luego de la expedición a los puteros (donde en cráteres selenitas lloran mujeres de placer y dolor y los pantalones son hechos de cabello humano, etc, etc, etc) luego del último día de rodaje del Andar, que fue Lunes antes de que amanezca, luego de romper todas las cortinas que me aislaban a la luz artificial del estudio, limpiar la cámara y empaquetarla, igual el trípode, loco por respirar aire temprano, en la serena fluidez que alfombra las calles del Guereo cuando las nubes bajas del este aún no le dan paso a las seis de la mañana, ahí un fuerte sentido de responsabilidad cívica me hizo su presa. Casi de inmediato comprendí la situación que paso a explicar e hizo de mi paseo algo coronado de incertidumbre. Es de verdad un derrumbe saber que hasta la más elevada construcción del espíritu es ilusoria( ¿es esto verdad? ¡no! ¡jamás! Vuelo como un pájaro, medio indefenso pero migratirio y circular; llorando las flores que caen en los meses fríos, transformado en cuervo, pero devuelto en los charcos cristalinos igual a un cardenal o un gallo gallo, estoy dispuesto y disponible. Pero sigamos...) eso sentí al ver la ficción concluida, me sentí vacío y agotado, pero sobre todo dubitativo. ¿estaba haciendo lo correcto? Después de las cosas que descubrí solo y ansiaba compartir ¿en realidad le importaría a alguien? ¿me había apartado del camino de los hombres? Pero los hombres ¿tenían un camino satisfactorio? Me sentí igual que cuando jugaba raquet, años antes, con mi primo, sabiéndome mejor jugador le dejaba ir ganando, hasta que se hacía imposible recuperar. Derrotado era conciente de mi renuncia, pero ¿porqué esa renuncia? ¡por diversión! ¡ puro goce secreto! ¡para poseer cierto control aún en las derrotas!¡para dejar claro que hay cosas que no son pero que pudieron ser! Pero al jugar con uno mismo gran parte de las veces se sufre los riesgos intuidos desde un comienzo. En mi caso era la horrorosa visión de estar condenado a las ficciones – y pero aún, ser deficiente en el proceso agotador de esta – con las cosas reales a mi espalda, diciendo ¡bravo!, reclamando, absorbiéndome ¡muy bien! cada vez con más fuerza, igual que un sumidero de lavarropas en el que sólo al final se entiende qué poderosa razón iba succionando el agua. Este proceso del Descreer o Fraude tiene el nombre genérico de Isabel. No diré cómo es en apariencia, quedará como un fantasma, ni qué le gusta hacer porque en realidad no lo sabría. Gracias a ella ahora me queda claro que... después de llegar a la desesperación de lo indiferente y frío que resulta el entorno cuando uno o está mirando una puerta imaginaria o directamente la transita con descaro inocente. No importa. La cosa es que era Domingo y como todos los Domingos (véase el poema Catálogo de Lírica) no iba muy bien que digamos. Una estampita muestra a cristo sosteniendo una ostia en la derecha , a una inocente NIÑA en primera comunión a la izquierda. La pila del bautismo se ve radiante y cursi. Y cristo se ve como un amigable dueño de tienda. Al parecer están en un jardín, pero un jardín camuflado de tal manera que se ve como el interior de una desierta sala de conferencias con dos tragaluces corrompidos por

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moscas en los bordes. La conseguí frente a la cinemateca y la había olvidado hasta ese Domingo en la tarde. Luego de observarla con ese cariño mojigato por las cosas reencontradas e inútiles ocurrió una parálisis de la materia del tiempo que no sé explicar. Seguramente la mujer que estaba barriendo hojas, la empleada de Isabel, continuó haciendo su trabajo, sin embargo algo cambiaba en el universo. De pronto necesitaba ser bendito, me urgía la comunión, lo sagrado, eso o surgir completamente ateo, cargando todo lo malo que he hecho con el natural orgullo del que ignora el rayo, que desafía la fuerza del perdón y lo hace en forma arrogante presintiendo la derrota, pues en el fondo todavía se peina a un lado y reza con las manos juntas, pide autos rojos y felicidad diaria, ansiaba un encuentro, supremo, en el lugar donde la nada está transformándose en mesas, sillas, cafiaspirina & botiquines donde la trascendencia de los icebergs opaca la música rave le quita sentido a cualquier música con una de mayor derecho, soberana, como los compositores del barroco al serial al rock gótico se fundieran en un solo coro sin instrumentos golpeándose las piernas, arrancándose los bellos de las axilas mordiéndose las manos, rezando, hasta que lucieran como rosas, de ahí hasta la paz semanal que logran unas frases refritas en las tías cuñadas y lelos primos. ¿quién anda buscando a Dios en cosas por todos conocidas? ¿a alguien más le aterra el cielo tan azul e impenetrable?¿qué clase de Dios, cuántos dioses? ¡uno ABSOLUTO y completamente hecho de materia de Intuición! ¡dios visible y creador de sentidos! ¡destructor de Razonables! ¡sigue la pista es un terreno no delineado es un turril sin fondo las líneas paralelas se juntan en el espacio! ¿porqué ese amor minimal hacia Edificio Iglesia? Y más que al edificio a la piedra horadada con agua bendita, rebalsando de agua bendita, por eso esta última vez fue triste, porque no había casi nada de agua y yo seguía rondando el lugar, esperando que Isabel atraviese la nave desde muy cerca al altar mayor, yo posaba los dedos lentamente en la materia suave del agua bendita poca, la gente se apresuraba a salir de la mirada juiciosa de Dios, Isabel entretenida por una señora arrugada, esponjosa, embutida de los robots a control remoto de lentitud, no avanzaba. Los asientos largos donde se arrodillan, y se quedan arrodillados, mamás pellizcando hijos para que dejen de burlarse de lo sagrado de una puta vez. Pero lo chistoso es más fuerte que cualquier obligación, que cualquier compromiso. La gracia es mayor a la moral. Universitarios cayéndose de bicicletas, universitarias mirando al que les gusta pasar con la otra. El final de las misas es capaz de motivarme a aceptar mi ocasional cobardía y moderar mi rabia. Cuando el error es plural es como una bendición; la culpa repartida que produce ganancias. Ciudadano joven, modelo de manicura listo para seguir (¿para seguir qué?). Pero esto no ocurría, por lo general la comunión era suficiente, y ahora el cura ya daba la bendición final y yo no era capaz de mirarle a los ojos, de hacerlo, le desafiaría. Dicen que el último intento de escape de las ratas acorraladas de iglesia es atacar al lelo monaguillo. Yo no era exactamente esa rata, pero el hombre es un compendio de animales, sobre todo de reptiles y roedores. Es bello cuando, descuidados un poco de los Grandes Sabios, un senador termina golpeando a su esposa, un religioso aplastando un ratón. Empezó a llenarme la incomodidad entre creyentes, como un globo rojo que al principio sí pero después ya no pasa inadvertido, ante el peligro de estallar huí a la esquina de la calvo y la Oruro donde un farol colonial hace de buen escondite; desesperado. Se me brindó recordar donde estaba yo, media hora antes, en segunda fila, cargando mis pecados en el canguro plomo, la iglesia atestada de personas, me acariciaba la parte de atrás de la oreja, escuchando peticiones. Cuando la gente pide, ya sea una casa más grande, un aumento de sueldo, la sanación del miembro paralizado, la paz mundial incluso, las pide para ellos mismos. ¿y para quien más sino? Y ahora pienso que es esa la característica fundamental del ser humano de esta región, civil y cocodrilo, el individuo y el deseo; lo que se tiene y lo que aún se podría, de ahí que gran parte de las decisiones y acciones que se realizan a lo largo de los años sean inútiles e ilusorias; en oración simple: a nadie le importa el otro un perejil. ¡pero no perdamos la fe en la humanidad! ¡ayudemos al hermano! Y si de veras importa espera a cambio una influencia a manera de bonificación de este en su propio mundo. Y este propio mundo jamás está resuelto, nunca conforme en la verdad de millones de similares en guerra, sólo en calma aparente, por la necesidad del otro para entender el amor y la destrucción. En calma aparente como los charcos donde toda forma de vida se ha vuelto una mazamorra color azul plomizo. El sapo

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encantado que deposita con esperanza su cuerpo en el charco sufrirá un inevitable hundimiento. La culpa la tiene el color en parte. Esto le consolará mientras pasa lo que pasa. ¡diez mil años después todavía hablamos ! ¡de las cosas indescifrables del corazón! ¡decimos otras cosas de las que decimos! ¿cómo cerrar los ojos cuando hay tantas mujeres amadas e infelices, y tantas personas a las que no les importa? ¡después del sufrimiento por sí y por el prójimo, sólo después! ¡comamos carne roja! Bailemos sobre los depósitos de combustible&huesos no incinerados ¡el blanco es demasiado puro, demasiado hipócrita!. Uno de los curas – porque había varios – creo se dio cuenta. Ese criss cross fue muy gracioso, de verdad, el cura me sorprendió en pleno escepticismo, me acordé de las risas de iglesia y la olla hirviente de risotada estuvo a punto de rebalsar, cuando de repente el reflejo de la araña central en un reloj que anidó en mi pupila y el acople de un micrófono hicieron que eleve mis vista para un espectáculo sublime. El reloj era de Isabel, pero ella era totalmente distinta a la joven que por primera vez miré hablar en la mañana, que deseaba superarse eficazmente, tener hijos, ser excelente profesional, toda esa basura que con los años uno va aceptando. Alguna vez, luego de combinarme en cuerpo&espíritu con Poesía Libre, de haber entrevisto por cinco segundos lo absoluto, de no necesitar nada, el tránsito de los cuerpos, de ver en lugar de cuerpos colores, poemas infinitos en su defecto sin escritura conocida plural como una carrera de postas, colectiva y lejana de cualquier honra felicidad sorpresa. Ese era más o menos el cambio que en Isabel dispuso una voluntad escondida en trozos de filmes prehistóricos, en dos rollos de una película cortada y una proyectora sin carbones demasiado vieja para ser romántica. Ahora quisiera escapar, quisiera, no dejar de escribir, pero sí escribir como una consecuencia, que es esto justamente, quisiera que llueva una tormenta destructora, pero Isabel no está conmigo, sólo la recreo y es otra, no a quien esperé borracho de deseo a que abra la ventana y estire un brazo o alargue el cuello, o lo que sea, no a quien por sano y cobarde no espero más. Pero la escritura puede ser, como se dice, valiente al fin y al cabo, compendiemos 60 años en tres minutos ¿qué otra cosa somos sino fantasmas? ¿espíritus o intenciones que se posan en los cuerpos y los dejan sin aprehenderlos hasta luego? Valga anotar también que a veces la realidad es sólo una pequeña de las partes. Todo objeto ideal , por así decirle, es cháchara, según el acorde en circunstancia. Por S sufrí un montón, estúpidamente, y creí ese tiempo tan sin valor, que sólo Diciembre pudo devolverme un poco de sonrisa y cortar con la irónica oxidante. Desembarazarse del otro. Lo que quiero explicar es que tantas noches bajo un poste en el viento de la calle de S dieron como resultado un enojo que apenas se me quita hoy, siglos después; recordando lo tonto que fui me invade una nostalgia similar a la de los poemas chinos, muy de fuera, como debe ser. Pero sólo Cesar Vallejo sospecha la verdad. este es un buen lugar para hacer le una pregunta al lector. Hágasela, por favor. Lo que sufrí por S lo que sufrí por S. Nótese como la repetición eleva la frase al límite vertical de la melancolía. Sin embargo en la desolación amorosa, cuando el joven que quiere no es querido, o aún siendo querido no se siente como tal, por la falta de mundo, estirado de los pelos a desear , desear más, no era suficiente, el sufrimiento ajeno no era suficiente, cuando el sol es nuestro archi-enemigo ¿qué mas puede hacerse? ¿huir? ¿desinteresar a Dios de nuestros proyectos? Bastó aquello en la iglesia y en la necesidad que me hallaba para enamorarme en el fondo y de verdad. quizá parezca extraño pero mirándolo con más atención (o más benevolencia) es posible querer (y sufrir) incluso por una fotografía, una taza de leche, una palabra, etc. Dependiendo de la práctica del enamorado, de su capacidad de desalojo y su peso molecular. Nuestros sentimientos resultan un calendario, 4 Lunes por mes, 270 por lustro. Cualidad poética de las cosas, los animales y los espíritus. Cada instante de tiempo reconstruye todo los pasado, cada instante se reinventa bastante similar al anterior momento pero siempre distinta la historia de la humanidad. Una banda muy ancha y simultánea, los que usan un carril solamente deben ser muy educados o de verdad aburridos. Aún así no es aconsejable estar enamorado – querer estar enamorado – en época de lluvias ni de Isabel. A los dos días estaba

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tocando el timbre de mi vecino con un par de libros uno de los cuales llevaba el dibujo de unas flores en la portada. A los dos días me los devolvió. Hace un par de semanas saliendo a comprar el pan nos saludamos cortésmente y quedamos en algo. Otra noche me sentía muy triste por su indiferencia o su amabilidad con todo me antojé un cigarro. Fue una decisión arbitraria; hubiese preferido contemplar algo como el televisor. Al salir, sin pensar en aquello, vi que Isabel estaba junto a su puerta, juro que su palidez alumbraba un pedazo de acera lo que me dificultó reconocerla. Ella me vio enseguida y al mismo tiempo pasó sus manos por debajo de sus ojos. Estaba hermosa, como un solitario clavel del aire. El Gimel de sus pestañas le llegaba ahora sobre el pómulo. N del a.- Irresistible. No tuve corazón para negarle nada. Y si hubiese pedido más le hubiese dado el triple. En momentos así la cabeza sólo sirve porque alberga a los ojos, y la nariz y la boca, por los oídos no hay problema. Así que también me volví clavel del aire y paseamos dos horas como electricidad rosada perceptible a duras penas, sesión de masajes a la espalda, como un viaje largo a unos parientes en tren en medio de la noche en vacaciones finales. Abro un paréntesis a la excursión: esos espacios compartidos sufren de una particularidad sostenida en la ley general de la relatividad. En su desarrollo Curiosamente el suceso por poco dobla su valor original en tiempo. Este se vuelve dilatado y flexible y hasta multidireccional. El cabello que la mano recorre desde adentro nos da una respuesta afirmativa a esta hipótesis. Como música en un aparato moderno, puede reproducirse de muchas maneras, siempre de acuerdo a Voluntad. Pero luego es un punto formando la diezmillonésima parte de una línea entre millardos de líneas todas difusas y en lugares incorrectos, como un niño de tres años que desordena un rompezabezas de 10000 fichas, formando un ovillo de líneas rectas, un asqueroso plano, lo tedioso e indescifrable. Isabel eleva este proceso a la cantidad de su Nombre. En palabras simples de todo lo que hice y no haré y haré con ella a la hora de contar no habrá más que la anécdota de que hacíamos torres con cajas de cigarros. Esa noche recé haciéndole unas variaciones al padre nuestro. El mar aéreo que la noche acepta, personal misterio, Isabel devuelve, camas de cenizas, no el objeto sino la palabra, la palabra tampoco, los sentidos de tu cuerpo se apilan, una casa está frente a la otra casa, los dos dormimos en nuestras casas; mas yo hice que las cortinas del desorden se deslicen en sus rieles, no nos detuvimos, ¿porqué giras sobre tantas ruedas?¿es tu voluntad o es un encargo? Las cortinas ya no afectan ni el beso de tus padres, sólo, la claridad de la noche taladrará ,incinerará pero quien arma mentiras blancas está bajo el péndulo, recreará anticuarios, desmerecerá; ignóralo Isabel, ignóralo detrás del reloj de los pechos, hermana de la caridad, ¡montón de las bellas sobras! ¡tus nalgas, salpicadura! El que nos llena de rabia es el bien llamado destino cuando uno era feliz sábalo a contra corriente, pedazos de etiquetas, pasos fofos, lo que debió decir y no dijo, a veces se siente una1 con la tremenda responsabilidad de hacer justicia en este mundo, no ya de decir lo tergiversado, no ser testigo de cargo, sino hacer un desbarajuste, hacerlo trizas, que pese en la conciencia si uno no lo hizo, a su manera, no importa, con algo de cobardía, mejor, no importa, venciéndose así mismo; estamos ciegos, en los vasos relucientes miramos vasos, y desconocidos en cada uno de los rostros, pero los que nacieron renegando, se convierten en resentidas verrugas de la cara de la gorda odiosa, de ahí que se ande en naufragio por las calles, apenas reconociendo nombres, mirando al suelo alguna vez a los ojos, etc. porque la felicidad, nuestra soñada felicidad, es el árbol sujetando al jeep empantanado. Al poner en marcha el motor del guinche quizá lleguemos al desasosiego, quizá el motor se funda y nos parezca que el universo está sordo. El desafío es salir de allí jalado por el guinche. Abandonar nuestro jeep es inhumano y es empantanarse. Sin embargo el motor del guinche ha sido creado para, en el límite de su resistencia, ya expirada su garantía, llegar al árbol macizo de la felicidad cargados de nuestro k’épi único y trajinado, barril sin fondo, de donde sacamos la idea de transporte y agua detenida, nuestro k’epi, igual al resultado del estudio de la magia, pero intolerante y difícil de convencer al público, sobre todo porque no se trata de una ilusión. No es un truco. Es fe.

1 Una alma (n. Del l.)

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A los buenos ciudadanos estar con los amigos regularmente les salva de extraños sentimientos, no hablar con desconocidos les ahorran una vergüenza, ayudar a los que necesitan, eso es, compra la primera letra de la Eternidad, si se es católico por inercia. Todo les es explicado de manera lógica, repetida. ¿quién dispuso? ¿a ver?... ¿? es la realidad, o mejor dicho el descenso a la realidad, no a la tierra, sino a la realidad, parecida al infierno por el sufrimiento de unos y la indiferencia de los que agarraron palco. Todo aquel que ame su imaginación, el que duda bastante tiempo, el que dijo No, tarde o temprano sabrá de las disfunciones, de lo que diga, piense contra lo que en realidad es; ¿si la realidad es un síntoma de nuestra flaqueza? ¡prodigiosos estados mentales! ¡la ficción es la gran creadora! ¡huyamos! ¡huyamos a las grandes batallas, donde uno puede morir o matar o darlo todo! En el mundo del que hablan tantos periódicos y otra gente no hay sangre. Hay una enfermedad de la sangre y no hay sangre. Los donantes serán muy lelos, o de firmes convicciones; en todo caso resultarán estafados como pobres imbéciles, porque, más que nada, ese lugar no tiene la menor idea, la menor intención de curarse. Sólo ve síntomas y eligen otros presidentes. Como sabemos, ningún lugar es libre y soberano. Pasteurizado y homogenizado, eso sí. Hasta los diez años fui amo del tiempo. A partir de entonces sólo puedo recuperar ese control por gula. No dormir más de seis horas diarias. Aprender con los años a negar el tiempo. Luego, ridiculeces asfixiantes como Años, Antes y Después quedarán abolidas. Siento pena por el cariño ilusorio. No conozco el sacrificio y tendré que poner mi peludo cuerpo para saberlo. Mi k’epi será la tienda de campaña, y el torturador. Isabel no me entendió un rábano. Claro que sé que en el fondo lo hizo, su mirada no fue igual ya nunca; aún cuando haya desaparecido en el instante de perlita del rosario, en la interminable autopista de circunvalación de los rostros igual que postes y grandes pancartas. Por eso debe mirarse detenidamente como un bobo cada instante de tiempo, en mi caso había una flor exótica del oriente boliviano como una pollera nueva de chola tirada en un hueco de las aceras ¿tirada por quién? Un pétalo de esta flor era comparable a Isabel, sujeta a su centro amarillo, deshidratada y duradera. Le dije una estupidez sobre el amor y las flores y la conveniencia de que ella me quisiese como yo la quiero; ahora la idea me parece terrible: ¿podría ser que dos personas se quieran y rechacen, en qué absurda razón del sacrificio e historia general de los edificios? No participar en la reforestación, no comprar terrenos públicos, no acumular garantías; confiar en que de alguna manera flexible pero como el metal con memoria, la flor reaparezca a poca distancia del hueco de la acera de Isabel invisible, confiar en que una viejita amable asesora de lo más rígido nos hace favores o quiere que pensemos que son favores pero en realidad son hechos opacos y sólidos como un bloque de madera de almendrillo del tamaño de una casa. Rompecabezas para gigantes si uno se pone en los hombros de los gigantes verá más, más allá inmundicia, sabores artificiales, pero más allá veremos parados en los hombros de los gigantes freidoras y alambres de amarres parados en los hombros de los humanos imbéciles veremos una fiesta desgarrada, sangre o vino en las copas, imposibilidad de lágrimas y polvo y basura en los ojos. Los invitados se cuentan chistes finos, pero hay alguien que mira detrás de los vidrios ahumados. Ese que mira llega a controlar el juego, ninguno de los presentes dormirá sin ante pensar en esa figura; pero ese de ahí afuera es inexistente, lo único que vimos era nuestro reflejo, un poco oscuro, un poco distante, quizá un poco parecido a nosotros. Parados en los hombros de los gigantes ya no importa quien fue uno, qué hizo esta mañana, bien claro lo tenemos, el espejo está hecho de platino y a medida justa, tiene la inscripción “en cada uno de los hombres” por encima de los gigantes, más allá cada sendero, pegado a tierra, que es sólo uno, no es escasa la luz, para nada ni nadie.

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Navidad es una época extraña. Siempre estoy listo para recibir regalos y como si fuese diez años menor navidad todavía hace de mi corazón un efervescente. Al mismo tiempo hemos crecido (quizá demasiado rápido) y así, sin quererlo, no llamo a todos los que debería y no estoy lo suficientemente alegre, aunque si muy alegre. Me encontré en la calle con Ana María, mi mamá; subimos buscando regalos y se silenció el mundo. Permanecimos en silencio, escuchando la vida sin sonidos en la calle. La señora que vende empanadas partió una por la mitad. Del centro surgió una cebolla en forma de diamante. No murmuró nada, volvió a cerrarla sin dejar daños. Las cholas juegan con agua de los calefones, gracias a la luz de la tarde sus pasos rebotan sobre un asfalto cálido por primera vez, como una alfombra de casa jesuita. Cada ser en el universo medita. Señor mío. Las acciones son traidores en potencia; rezar quizá nos alivie. ¿cuál es el salvador que espera el mundo? ¿cuáles sus dardos y su vehículo? Rezo pidiéndome fuerzas “date fuerzas Abelardo, ten piedad de ti mismo, promueve tu fe a las regiones del espanto” del resto se infieren llamadas fuera de tono, cruces de línea, llamadas de rebote. La aparente ausencia de Dios, su falta de respuesta, podría ser lo que ocurre cuando marcamos nuestro propio número de teléfono. La responsabilidad del brazo de Dios es el máximo esfuerzo de nuestro k’epi en sus actos de aparición y fe. Es el límite del barril sin fondo. A veces no es suficiente y no experimentaremos al tacto los papiros del original. Pero si el k’epi se ha ido horadando a culpa de esfuerzo, cada vez más sorprendente y ordinario, entonces nos ofrecerá, en forma de sandía, el brazo mágico de Dios, osea, nuestra humanidad extraviada. Y salgo pensando encontrar regalos para mis parientes y para Isabel pero desde la puerta el clima no es favorable. La lluvia baja espesa y en gotas diminutas, se entran a los ojos, las fachadas se remojan, es como si se andara desnudo, y la plaza abierta y la gente completamente anónima y no sé cómo ofensiva, siento que cualquiera vendrá a reclamarme algo, me da pena. Y estoy así cuando, mas o menos por el banco Nacional, aparece Isabel con un chico de nuestra edad, “Alejandrito” me saluda sonriendo y yo acuso una traición en su sonrisa, siento cuando sonríe que le soy irrelevante, que no le importo nada, que le da igual encontrarme o no. Y tan rápido como me saluda me presenta a su primo y se van. Me quedo confundido como alguien que esperaba en una oficina y después de hacerle esperar le dicen amigablemente que regrese de una semana. No es eso. Camino hacia el mercado, chorreo, es lamentable, me quedo callado. Con indignación y humillado al mismo tiempo trato de ver los detalles de la aparición y desaparición de Isabel. Imagino que su primo es algo más, imagino que cuando le ha preguntado quien era yo ella ha contestado “ah. Mi vecino” y que luego han ido juntos a comprar cosas y que quizás el tipo es extraordinario y puede hacerla reír. Yo no puedo hacer reír a Isabel. Tiemblo mucho, me parece una falta de respeto, para mí todo en ella es sagrado y prueba de ello es que siento y actúo con la misma torpeza que un hombre común en presencia de un santo. Sin embargo la deseo, y cada vez ahora que la veo es más inalcanzable, y por primera vez en mucho tiempo reconozco límites y ninguna poesía podría cambiar eso. Límite de la poesía: claridad de lo real. Pérdida de la capucha. Camino anónimo, sintiendo más frío cada vez, entro a un café internet, reviso mi correo. Salgo, y lentamente, pesado, fofo, sin forma, sin querer tener forma, rechazándome, subo hasta mi casa. Y me acuerdo de la tarde de hace un par de semanas, en que bajamos con mi madre que está de vacaciones y mi hermano menor, la acerqué a ella a la mutual la plata y mientras mi hermanito y yo nos fuimos a la calle peatonal a comprar n disco pirata. Se trata de uno que ya vi hace tiempo, tres sonatas de Beethoven interpretadas porqueien aparece, fotocopiado a color, en la portada junto al busto mohoso e inmortal del gran

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Ludwing. No me llama mucho la atención, sinceramente creo, sin haberlo escuchado, que se trata de una grabación melosa en que el piano es muy brillante y ataca con hidalguía pero propia del museo de arte, así lo dicen sus lentes y su peinado, y lugares parecidos al museo de arte rococó. Aún así lo compro, quizás por el precio, cuesta diez veces menos que el disco original. No sé que es lo que me pone triste. Veo a mi hermano de dos años a mi lado y me siento incómodo, sin saber qué decirle, como si estuviera a punto de ser descubierto en algo, como si necesitara engañarle, siento un peso terrible, un dolor en mi estómago, y brotes, burbujas, de rabia, mantengo los labios cerrados con fuerza, y me irrita no expresar nada de esto, porque veo a toda la gente pasar , normal junto a mí, y quisiera detenerla a toda y mandarla a toda a su casa, que me dejen solo, igual que ahora llueve, sólo un poco, y mi hermanito me mira, y pago por el disco y caminamos hasta la camioneta, llegamos a mi casa, mi madre ya está ahí, ha regresado en el micro, y prepara la mesa para el té. La mesa párale té difuminada, apenas visible, las nubes negras que no se deciden a ser tormenta nos privan de toda alegría de luz, y siendo y sintiéndome completamente inútil me siento en mi silla de siempre mientras se escucha el primer movimiento de la sonata patética. Ni siquiera me fijo qué cosa es en la cajita del disco, sólo dejo que siga y me sume en una irremediable, amarga nostalgia, el vapor que sale de la taza de té, y para mí es Isabel entonces que está tan cerca, puedo verla si me acerco a la ventana, y sin embargo es algo que no podré tener jamás, no tengo esa impresión, sé que es así, es un hecho futuro, y me da miedo pensar que luego esa certidumbre se agrave en ejemplos minúsculos que conforman la vida, el afrontarla, y tener que reducir a esos conceptos y luego tener que ampararme en otro, deja de llover en la tarde. A la noche me recupero de ella y voy a buscarla. Pero su madre, parada en la puerta sin luz, apenas con rasgos, me informa que no está. Pasamos navidad en casa, recordamos cuánta gente solía haber en las pasadas noche buenas; esto en lugar de entristecernos nos alegró la cena y todos sentimos una cosa naciendo como un árbol que retoña. Al día siguiente todo rastro de infelicidad había desaparecido- por lo menos momentáneamente. El silencio, como un ambientador noble, reinó doce horas hábiles. Y pensando en los años futuros ... Bandeja de buñuelos Dos días después Isabel de espaldas a mí salía de su casa. Tomé el atajo y la alcancé, sus labios parecían una ley inviolable, como las temidas Hebreas. El horroroso año nuevo a principios de la próxima semana. Habrán notado como de la bella dispersión que representaba Diciembre llegué al embudo que es para mí Isabel. Y lógicamente no saqué nada en claro, apenas que ella me llamaría o que , sino, la busque yo. ¿para qué el amor?¿lograremos alguna cosa con amor? ¡si no es la entrega no es nada! (¿y la postergación y la espera? ¿el sacrificio es la lucha o la derrota?) ¡sacrifíquense y obtendrán leche de la buena venus! La fiesta era en un salón que el resto del año servía de depósito y en cuya entrada se acomodaban mesas a manera de restaurante del que muy pocas personas dirían “ ¡muy buena atención! ¿no ha ido usted nunca?”, cubriendo el papel tapiz de las paredes laterales había infinidad de nombres y sentencias y el lugar ya había perdido el poco de dignidad que le caracterizó antes de la muerte del primer dueño, un remanso de austeridad y motivos vulgares le caracterizaban ahora. Había goteras. Sin embargo, si algo quedaba del pasado mejor, ese era la fiesta de fin de año: al punto de considerarse mal agüero no asistirla. Iban personas de todas las edades y era simpático ver generaciones completas, es decir once o quince parientes, el mismo estilo de orejas en el abuelo, el papá y el nervioso joven al que le queda corto el pantalón, llegar sin apuro después de media noche, en actitud similar de llegada a misa o visita a un pariente que vive en el interior del país. Todavía se acostumbra, en las familias más acostumbradas, que las mujeres de 18 hasta los 23 lleven el vestido de la abuela o en su defecto el de la madre; pero este acto se ha convertido en algo

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ridículo y excéntrico para quienes lo practicaban, así que, con la excepción de dos personas que desaparecerán después del brindis, no se espera que nadie más se disfrace de antepasado. Ahora estoy camino de la casa de Isabel, su madre planea llevarla a donde una tía que luego de la cena los sienta a todos en una sala larga que para ser iluminada económicamente necesita dos tubos fluorescentes cuyo sonido recuerda, por el lado bueno un panal de abejas y por el otro la obsesión y la locura. Yo no quiero que esté allá perdiendo su tiempo como el resto de la gente, yo quiero que venga a la fiesta del hotel Descubridor conmigo; hay una infinidad de cosas atropellándose en mi cabeza, todas relacionadas con el amor, desde las que podríamos considerar como profundas hasta chistes sin sentido. Pero no debo decirlas. Debo triunfar en el campo de los objetos reales. Debo hacer y no decir. ¿y si en realidad son las palabras las grandes transformadoras? Puedo levantar tu casa con una sola mano. Y el hecho en sí carecería de importancia, como un plato de barro sosteniendo la lagua k’alapurka, silbando como una locomotora en traje de payaso, nadie se reirá y cuando se aproxime a alguien le veremos transformarse en Eduardo manos de tijera. Para colmo Isabel todavía no sabe y tengo que esperarle a que busque un número de teléfono, llame y finalmente me diga que media hora después de la media noche del día acordado que es este, dé tres suaves golpes en la ventana de su living comedor que da a la acera y espere lo que haya que esperar a que salga con las manos frías, llena de esplendor y no muy en el fondo espanto o que no salga por razones que habría de darme después. Con la cabeza parecida a un plato chino, detenido por su velocidad a ojos vista, me fui bamboleando por las calles más conocidas de esta ciudad que estaban al borde de ser desiertas, toda la gente debía estar comprando una corbata o escribiendo una postal en el café internet. ¿cuánto tiempo he estado en esta ciudad? Veo letreros, afiches deformes en los muros, cables silenciosos y arqueados como las cuerdas de los barcos que sujetan las velas en la enciclopedia, recuerdo montones de libros inútiles y cuán feliz era con ellos, veo bibliotecas cerradas, letreros de “cerrado por vacaciones”; de golpe era como si caminara por un libro con ilustraciones esmeradas, al fondo se ve una arboleda de molles y eucaliptos, una vaca paciendo, un tapado cerca del horno, pero no camino por las ilustraciones sino por las letras, leo la oración “no hay carbones para la proyectora”, veo cines clausurados, pero recuerdo la oración “no fui más feliz en mi vida sino en la butaca del cine, la butaca vecina” la ausencia está negada (abolida), no hay tristeza en los abandonos, busco con la mano el signo de interrogación y trago a duras penas la letra ¿y? boticas fantasmas, ¡conmovedora y mucho más tierna imitación de Paris! Comprendo que este lugar no es habitado, ¡es ruta de tránsito! Estas puertas nunca más estuvieron abiertas pero al mismo tiempo nunca estuvieron abiertas! Novedad del anticuario, también cerrado, cuyo objeto inapreciable es el último grito de la moda. Un sostén que recuerda una balanza de carne. Yo podría ser el peso del plato de la derecha ¿qué bulto el de la izquierda? Quizá distribuya mi peso en los dos polos, sufriré pero habrá equilibrio, ¿y si nada se rompe si no hay otro bulto de carne? ¿si quizá la balanza ni siquiera se la tomará en cuenta? En su lugar un reloj de cuerpo entero; estoy en el reloj y jalo cuerdas y aunque nada cambie controlo el flujo de mi mismo, boca del universo. Recibiré al visitador social de lo sorprendente; me elevará a todos los carriles por un precio módico. En el ropero del reloj sólo entra uno, pero eso carece de importancia cuando empiezo a leer la letra de una lengua que se va haciendo en el momento gracias a una propiedad creativa del aire, que no tiene errores, es perfecta e incorregible, hay la posibilidad de lanzarla o derivar de ella la historia de los continentes empezando de África. Una canción más ñoña que la palabra, de dos estrofas, un estribillo. Como si el cantar de los cantares lo hubiesen escrito dos niños con crayones. De pronto una de esas puertas jamás usada se abre a mis espaldas, y por el olor de capilla que surge de su suelo, me detengo y rápidamente miro. Es una botica. Al parecer el único negocio que funcionó hoy, aunque la mujer se ve muy cansada y barriendo las graditas, a punto de cerrar. Me acerco como hipnotizado, como si estuviera en un carrito magnético.

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- Muy buenas tardes, joven, ¡pero qué orejas más grandes! - Sí, Algo para la tos. Me ha dolido la garganta. - Ummm. Las pastillas del Dr. Mordano para la tos. - Por cuantos días? - No sé. Quizás tres. - ... - O puedo prepararle algo, si no está apurado ¿no? - No, no. Puedo esperar.

Un resumen farmacéutico desde la época de Pasteur en gran variedad de colores y botellitas. Algo me dice que lo que van a darme no tiene nada que ver con la tos. Para empezar el libro es demasiado falso; es más un montón de hojas archivadas y mirando bien noto que es un cuaderno de facturas. Pero no hay vuelta que darle; la señora me da el remedio – a disolverse en 250 cc. De agua hirviendo con una pizca de bicarbonato – abro la puerta del taxi la cierro y antes de que el pánico gane la batalla estoy bebiendo medio vaso color púrpura cuya efervescencia es cinematográfica. El efecto es casi inmediato, y los efectos secundarios, de los que no fui advertido, son precisos: el uno despega el asiento del culo, el otro deforma el rostro hasta la beatitud, otro hace recordar los nombres de cada habitante de un barrio especìfico desde 1984 hasta la fecha. Pero sobre todo hace que recuerde a Isabel y esto mi estómago no lo puede tolerar. La lucha es en vano, sin que me de cuenta, girando tres veces en mi sitio, ya son cerca de las doce, recuerdo el cuento de la cenicienta, me hallo en situación parecida, sé que si un rito no se cumple esta noche, que si las campanas internas no son más poderosas que las que saltan a la vista, que si no pasa algo pase lo que pase, los años futuros serán una especie de condena, resultado del juicio que ha durado treinta y un dìas y cuyo veredicto se pronunciará en cincuenta minutos. Mientras camino muy rápido (ya tuve tiempo de abrazar a mis familiares y olvidar todos los temores) imagino también (como en una película muda innecesariamente melosa) a Isabel incómoda en un vestido muy nuevo pero en suma pobreza, su casa no tiene techo más tiempo, y uno de sus hermanitos mira feliz y salta muy cerca de la puerta. Estoy a dos cuadras de la dirección anotada en un pedazo de papel crepé por Isabel la católica. ,me avergüenza decir que después de siglos mi corazón palpitaba jubiloso y muerto de miedo a la vez. Había perdido la costumbre y era casi una novedad, como ir de vacaciones al mismo sitio pero después de diez años, mirar cómo se abre un abanico revelando el lugar en la sala de espera de la memoria y trayéndonos de vuelta el decidido color del Gozo. Pero como en las películas, cuando estaba a media cuadra de la casa de la tía bruja de Isabel, listo a rescatarla, veo la sombra de una camioneta proyectada en media calle y una voz que desde adentro me llama por mi nombre. Es alguien. Que conozco. Es ElEdgardo No le entiendo nada, sino que está muy apurado y es una suerte que me encuentre. Miro la carrocería con sillas, mesas, parlantes y un trono hasta dos veces la altura de la carcacha. Está llevando las sillas al hotel descubridor. Claro que no pienso ayudarle; se lo digo. Pero inmediatamente sufro una visión: La sala del hotel descubridor desierta, con dos parejas de despistados que bailan mal e Isabel tomando sorbos cortos y acompasados de su cuba libre. percibo una actitud que seguramente yacía en un sofá de mi espíritu. Diligente acompañé, descargué&acomodé. Al terminar aquello era comparable a uno de esos inmensos salones que celebran el año nuevo con más entusiasmo que la gente que los visita, y, según avanzase la noche, más de uno acabaría viendo las cosas de este modo. El administrador era un viejo acabado al que tantos viajeros de una noche, tantas parejas ilícitas, tantas empleadas flojas y llenas de hijos, de las cuales la mitad se encontraba ahora acostándolos en esos cuartos del primer piso que el dueño les vendió simulando sacrificio pero que en realidad eran inhabitables por culpa

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de la humedad y el desagüe que corría parcialmente descubierto, por eso un iluminado pobre diablo puso en la pared que da la avenida “el hotel del olor”, harto de las quejas y de su impotencia natural, terminó volviéndose un apio. Olía a apio seco y no se le conocía familiares; este hombre había nacido en el hotel a la edad de 54 años, los mismos que tenía esta noche y seguirá teniendo en el futuro. Incluso él, que al principio dividía su distracción entre una propaganda de chompas tejidas a mano y yo y tres cuates levantando un aparador para que no raspe el piso de machimbre y empujándolo contra la pared más alejada de la puerta, así se evitaban destrozos. Ver que a uno de nosotros casi nos vuela un dedo la pata, que fue mi culpa, me distraje, y tuvimos que dejar el mueble inclinado en el suelo y se abrieron dos cajones y cayeron saleros y cajas de refrescos en sobre y pan k’sapa duro en bolsas grandes, hizo que protestara desde su sitio y, luego de darle una última mirada al televisor, venga a ayudarnos con sus instrucciones. Después estuvimos satisfechos y él sonrió, y fue su idea abrir una de las botellas de sidra, para brindar antes de dormir, y así el próximo año nos traiga más alegrías que este, que en ese aspecto ha sido un tacaño. Pero todo el tiempo yo estuve pensando en Isabel, en si ya no la encontraba, en que en este momento me estaba esperando, en si tal vez no estábamos hechos el uno para el otro. Salí corriendo como un rayo, y las calles que me veían, y los rostros que pasaban, todo estaba paralizado. No me detuve a pensar, pero recuerdo que en mi cabeza la imagen de una calavera bailarina, y otra del sagrado corazón de Jesús, y otra de un cable envolviendo cosas, hacían un desorden terrible, lleno de nudos y amarres, una araña colgando por su delgada cuerda hasta muy cerca de la cabina telefónica, y ahí dentro el purgatorio de lo inmóvil. Y para negar eso corría. no debió pasar más de media hora, sin embargo atravesaba mi vida, y mi voluntad de no ser succionado invocó (o desafió) a la tormenta. Ya había un nubarrón estoico semanas atrás, y ahora, mezclado con el viento se avecinaba la tormenta; recordé que Isabel era alérgica a la lana. Empezó la lluvia de gotas tan gruesas que simulaban bendiciones, estuve a punto de bailar de no haber sido por esa maldita costumbre del deseo, así que continué caminando, cuidándome de mojarme sólo lo que hiciera falta. ¿dónde está toda la gente cuando llueve? ¡no debería ser el único en la calle con deseos de bailar un poco! ¿un poco? ¡quedarme bailando sin ninguna razón, por ninguna causa bajo la más grande chorrera! Deme su mano señorita, no se asuste, o asústese si quiere, tarde o temprano cambiarán las cosas y el mundo será de los que bailan en la lluvia sin miedo del asma ¡que nos parta un rayo! Y no importa que no pueda ver el cambio, porque ahora mismo que soy testigo de esta inundación canto himnos en mi cabeza, veo con claridad a través de la lluvia y estoy en busca de mi amada, regresaré con provisiones para los siguientes cuarenta años, para entonces no habrán estatuas ni leyes, el toro amarillo será libre de comer ensaladas, fornicar vacas en residencia, ¿debo insistir en que me crea? ¿alguien podrá extraer masticar y digerir todas las cosas que he pensado últimamente? ¡en este momento un rayo se estrella a cincuenta centímetros de mi brazo derecho! ¡Mientras los vecinos escuchaban el trueno yo ya había muerto tres veces. Fue magia en su estado bruto! El instante se ha borrado en mi memoria e intentar describirlo es muy arduo y de resultados casi inútiles. Pero me llegó un rayo. Hasta ahora no puedo creerlo. Todavía me veo confundido, en mitad de la lluvia, mirándome la mano como un idiota. Al girar sobre mí mis hombros vi una secuenciad de película en mi cabeza. Era la boca de Isabel cerrada. ¡Isabel! Todavía estaba a tiempo. Corro igual que un loco, quizá aún iba botando chispas, sólo llevo la intención de besarla en ese beso extraerle el espíritu hacerle un cambio de aceite gratis depositarlo en su pecho nueva delicadamente, no hablé con el rayo, el rayo me dio una sentencia, yo fui escogido y no pensaba decepcionarlo. Por fin he llegado a su puerta y cuando la última duda, la que dice textualmente que no está ahí y que no estará tampoco, cuando elevo mi brazo y alcanzo el timbre escucho su voz desde el cielo, buenas noches amado de mi alma, no, no toques el timbre de la casa de la hermana de mi madre... yo estoy contigo ahora maravilla de la vida, sus ojos, los ojos que le vi esa noche no los cambiaría ni por un viaje a los terrenos imaginarios de cada hombre, no. Porque ahí estaban, en código. Era algo como hallar en el teatro a una actriz cuyo movimiento de hombros no está descrito en el libreto, una oveja blanca y descarriada. Desde luego yo no era su pastor.

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RENE ANTEZANA EL PRIMERO DE ENERO PERO ANTES MEJOR ANTES EL DIA QUE NOS ENCONTAMOS EN LA PEATONAL Y FUIMOS A TOMAR HELADOS LOLOVIA ESA TARDE Y HABLAMOS DE PELÍCULAS Y EL DIJO SINCERAMENTE QUE LINDO VENIR A SUCRE A VER PELÍCULAS Y TOMAR HELADOS MIENTRAS LLUEVE TE ACUERDAS DE ESA DE ANTONIONI. ESTE PUDE SER EL FINAL, HAY QUE CAMBIAR ESA ESPECIE DE ODA DEL A FIESTA, MEJOR QUE LA FIESTA PASE COMO UNA FIESTA NORMAL, ES NMMUY IMPUESTO ESE FINAL, ES COMO DECIR DESPUÉS DE TODO NOM EFUE TAN MAL Y ESAS SON MACANAS COBARDES AL PAN VINO Y AL VINO AJONJOLÍ. Llegamos cuando la fiesta ya había empezado, es probable que sólo mis amigos reparasen en ella y en mí, de todas formas me sentí tan avergonzado de estar con la mujer más perfecta del universo que hasta me disculpaba con los mozos cada que pasaban en cualquier dirección. La atmósfera se hizo rosada y ya la música podía ser un vls o un bolero según el tiempo feliz de la pareja que escuchase. Edgardo, más borracho y contento que chango de colegio con buenas notas está bailando por ahí alrededor de todo el salón con un vaso de ron en la derecha y oro de singami en la izquierda. Esa noche nos olvidamos del país, como la biblia propone fuimos hermanos; dos horas después unas modelos extraviadas llegaron a la fiesta sin acompañantes, Gustavo Caballero, con su derretido vaso de wiski .carlando de política y países vecinos con el también misógino José Luis Morgano, estuvo a punto de hacer una conversación coherente, tan sutil que las modelitos ni se dieron cuenta o mejor dicho lo notaron y desearon no haberlo hecho, eso dijo la más pequela con la mirada; luego sefueron a bailar con los mozos. La gente se divertá tomando de las copas de otros e invitando a quien se acercase de su propia copa. Una horrible memoria recursiva dice que las fiestas terminan en dramas patéticos y personales y no faltaría quien aumente que se demuestr una vez más lo e parado e individual del ser humano. Nada más falso, porque cuando Gustavo Calimán se había hartado de decir todo lo que tuvo que decir y justo en el momento que suspiraba dentro de su vaso un par de pechos gigantes como teteras de kinder se le acercaron y sin preguntarle dos veces ya lo tenían a él meneándose en los bongoes naturales que tanto aman los niños. Jose Luis Morgano pensaba tener igual suerte, pero tuvo que conformarse con ser la esquina de un triángulo equilátero. Una de las modelos se rió de algo que el mozo le había dicho al oído, el mozo se puso pálido, dejó de bailar y lanzó un puñete a su camarada de al lado, luego le dio otro a la mjer, que cayó pesadamente sobre una silla con tan mal suerteq ue su dentadura postiza no sólo le mordió atrozmente la lengua, sino saló disparada hasta un plato con asado de chancho, que fue servido a la esposa del doctor Acevedi, que no concebía la idea de comer este animal de ora forma además de esa y no hacerlo sino esa única noche y lógicamente en este sólo lugar (aunque a razón deverdad diremos que dos veces este año no ha resistido a la tentación: la una en el cumpleaños de su hija, la otra un día saliendo del trabajo, de una señora que vendía en la calle) no resistió el extraño trozo intacto que su mujer se rehusaba a probar y sin más se lo comió. Cuando supo que posiblemente eran los dientes extraviados se rió igual que el resto de la fiesta. Las modelos se fueron enojadas, agradecieron el ofrecimiento de Gustavo, y salieron sin decirle siquiera otro día con más calma . la mujer de la gran pechuga le dejó resentida y cinco horas después gustavo terminó llorando suavito y sólo en su casa para no despertar a su mujer. No sabía que su mujer, por un cambio de planes también estuvo en la fiesta del hotel descubridor, pero se la pasó tomando wiski barato y contando cosas, también de su marido, que hacían brillar las sonrisas de sus amigas y les hacía sacudir la papada. Entre esas amigas estaba Marta, una liberada mujer que en las noches del Lunes, a veces, también lloraba porque su destino era diferente al de loas demás mujeres, en el fondo, lejos dela mujer dirigente del partdo ciudadano demujeres libes, necesitaba la arcaica y dura mano del hombre medieval, por eso mantuvo hasta hace muy poco, una relación frustrante y cansadora con el esposo de su hermana, quien es ni más ni menos tío del padre de Isabel. Había cinco prostitutas, cuatro de las cuales no esperaban ya nada de la vida y mágicamente habían logrdo estar más allá de las emociones; la otra era un caso diferente.

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No sólo era veinte años menor, y poseía plena conciencia de sus actos,era una reina de belleza y sólo mencionarla me pone a bailar de nuevo. Pero todo esto me lo contaron en los días siguientes. Yo sólo tenía ojos para ISABEL. Algunos de los pasos que hicimos no los repetirá el hombre en cincuenta años. Nos movimos juntos, nadie se aferró a nada, fluimos pero en comunión yo tomé la hostia de sus labios, estábamos sujetos en forma elástica, y traté de romper el vaso contra la piedra pero fue inútil. De repente mira el reloj y está decidida a irse. Yo me opongo con firmeza. Ella está decidida. Y el equilibrio que manteníamos se inclina a su lado, sobre todo yo. Porque yo la quiero más, yo sufro si ella está lejos de mi vista, llego a la cegera de mis sentidos por intentar poseerla y olvidando me de lo aprendido me aferro como un chimpancé y siento un miedo terrible que baja mi garganta y no reconozco toboganes. Te persigo cruzando la puerta de vidrio, puede decirse que existo y he ixistido para seguirte porque mi deseo oral es hacer una Disolvencia de lo queres tu y lo que habrá de mí, esto ocurrirá aún si no pongo nada de mi parte, pero debo merecerte, debo ser castigado por tus faltas y recordar los nombres que olvidas a diario, y después tragarme la cuenta igual que un plomero de vocación que mete sus manos sin guantes a las tuberías, será la maldad que omites, si estás quieta daré vueltas alrededor de los paruqes, seré el taxista de la madrugada, cuando aceptes que el sol siempre se esconde , que nuestro deber se mantener el sol encendido, te reirás de los jardines interiores y construirás para la familia una casa de diez pisos en finisterre. Tal vez ya está ahí, alquilada a unos gringos que la usan como club social. Y si nadie compra el pan que vendas, no tendremos para o comer y sufriremos juntos y seremos felices. Renunciaremos a todo y a nosotros sobre todo y te diré justo después de q ue tu digas soy viento ahora eres viento ahora, quizás nos encontremos, no importa, somos partes ahora de un idéntico centro. La noche es desgarradora y no dirás palabra; el velo y la luz te canonizan, a tu paso, la gente que en sus casas resuelve problemas de agua, los que pienesan en las peleas de gatos, difieren pensativos, pero tú ya no rotas,sólo bendices, mi amor, yo no miro a la altura de tus ojos. La lluvia ha cesado y el aire es ligero camino a tu casa. No sé porqué, luego de estar tan silenciosos, nos ponemos a recordar las circunstancias de las veces que nos encontramos. El recuento te deja un esplendor de pez recién nacido, y para torturarme, para no extrañarte más después, me digo que este momento pasará, que te estás yendo, que talvez nos veremos mañana pero nunca más serás este imán eléctrico, los postes doblan su luz cuando pasas y otros revientan de golpe, íntimamente nuestras vidas se han unido ahora y ahora quiere decir eternamente, porque cada gesto que visto hasta este momento lo resume el tono de tu vestido, en tus ojos lloran todavía las viudas y los enfermeros y los niños santos y los ríos, pero has ido más allá y una vez liberada ¿no te das cuenta? Ya no hay qué temer, no existe nada de qué huir, ¡sólo empezar a predicar! ¡yo estoy en tus ojos muerto de risa! ¡me reconozco tan perfectamente que no puedo creerlo y salto! No quiero entender que quieras irte, no comprendo, ¿con qué cara te diría luego si ahora no me convenzo ni a mí mismo? Mañana será otro día, sí; nada es irreparable, sí; no obstante ¿porqué sospecho que estamos mintiéndonos y somos libres de culpa? ¿por qué que esto ya estaba decidido y sólo le damos vueltas imaginando alternativas de espíritu, haciendo trucos de magia? El gusano partido en dos perdona el arado, nos han crecido separados, señorita que gusta del baile, nos han mostrado fotografías y enseñado a reconocerlas; pero no sabíamos, yo al menos, nada de los proceso de revelado... cualquier en cualquier a cualquier ¡melancolía que coincide con tu puerta de calle de ti en línea recta sin detenimiento! ¡rondamos tristeza por habitarnos, lejos la luna sonríe con dulzura, pena! ¿quién abrirá tus ojos delante del espejo o fotografía de luna? Y quizás imagine que tú, pero sé yo que vengo realizando un auto retrato de mis músculos, y para qué saber mentir, en nada distinto a las ilustraciones de un

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cuerpo humano de las salas de escuela, pero las rieles permanecen ocultas ¿a dónde conducirán? Entre miles de rieles ocultas no en lo tenebroso, hechas de esa sustancia imposibles de contar un par de rieles entre millones de trenes bala incapaces de chocar y con una fecha de expiración junto al volante.¿dices algo Isabel? ¿permanecerás callada? ¿no te parece ridículo profetizar en esta calle helada junto a tu puerta tan angosta? Tranquilo joven de orejas como antenas parabólicas, no pienses en nada, no esperes nada. Un rayo abre surcos de tiempo, hace lo que la vida de dos hombres miserables, el barco atado con un hilito de vueltas sobre el palo hasta que no haya hilo. De ahí el palito puede romperse y el barco desdoblarse y ser una hoja de papel clara, como ya la fue. ¿quieres que empiece a gritar tu nombre en la longitud de las paredes sordas? ¡Isabel! No funciona, la gente tiene sueño, la gente quiere dormir ¿entiendes? Y soñar con queseyó. Siempre tendremos un abrigo a mano; o hacer deporte, que sí funciona, nos garantiza una vida sana. Isabel ya se había ido. Esperé debajo de su ventana; fue inútil zozobré bajo las estrellas burlonas. .( luego supe que era el cuarto de su mamá) Escuchando mi queja el señor mandó al nubarrón nuevamente. Pero yo ya no estaba para esos juegos. Empezaba a fastidiarme de verdad cuando escuché el trueno y recordé el mensaje malinterpretado en el rayo ese. Esperé desconfiado; sentía que cernían arena en mi corazón. Y nada. No se cómo ni porqué regresaba a la fiesta. Me pregunté eso mismo y me detuve casi en la entrada y recordé la historia del pobre Ricardo. Y, sin el alivio de la borrachera, lloré lo desabrido. El mundo está desolado fuera de la fe a oscuras en uno mismo. Pero mirando al administrador del hotel botando una colilla por la ventana, como un suspiro, y cerrar la ventana, me sentí de verdad desamparado. Cuanta gente ahora mismo, en circunstancias parecidas, gente que no se verá nunca etc, etc. Pero, si al final de cuentas, nunca hubiese sido infeliz? Claro que verme a mí mismo negaba esa idea, descabellada, pero tan descabellada, que tal vez, ¿si todo el tiempo estuve a salvo porque poseía el secreto?¿si cualquier traba es infinitamente pequeña en relación a los grandes elefantes que sostienen el mundo y cuya recompensa a nosotros será permitirnos pasear en sus espaldas, en parejas? Y si ese secreto, además, es un cachivache, lo poseyéramos todos, si no hay de qué estar a salvo ¿Si talvez no hay que esperar nada absolutamente y la recompensa está en esa sala de baile? ¿tal vez sin necesidad de esforzarme sólo dejar de ser inmune Si en Verdad Yo puedo quererte mucho? ¡yo te quiero mucho!. No era yo, era S. Que seguramente salió a tomar aire o buscar cigarros de la casera en su puestito. Si, de verdad, yo te quiero mucho, aunque ya no nos veamos, auque, ya no hablemos como antes ¿sabes? Me he arrepentido a veces de no haberte querido como debía, pero somos amigos ahora, ¿no te parece bárbaro? Esta fiesta es hermosa, todo el mundo esta feliz, estamos juntos, como dijiste esa vez que hicimos un queque en mi casa, ¡un queque!... tengo hambre... entramos a la fiesta muertos de risa, ella se fue con su pareja y yo, avergonzado de mi comportamiento plañidero, pensé que algo de mi pasado ya no molestaría más y antes de que pueda echar más luces al tema la gorda, que había regresado a la fiesta, me atrapa la cintura y sin que pueda zafarme, giramos rebotando entre parejas, como autos chocadores, como le gusta reír a carcajadas me contagia inmediatamente, cambiamos de parejas, rebotando dando tumbos, golpeando el suelo, moviendo el edificio, pero igual volvía a los pechos enormes de la gorda, no hubieron más parejas, bailamos todos en ronda, el administrador del hotel baja en pijama y se sujeta de un extremo del óvalo humano, ¿amor mío donde estás? ¡Deberías ver esto! Uno entra al círculo y hace payasadas, manda besos, amada de mi alma ahora puedo verte, los platos se rompen por la buena suerte, nos pareceremos a una bandada de pelícanos, sonriamos para la foto, la gorda me aprieta contra sus piernas y yo siento ternura por ella, mi amada gorda, estoy muy feliz y muy borracho como para pensar en las cosas, amo a mis amigos que giran tomados de las manos, la vida

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vale la pena, sin querer recuerdo la tapa de un libro descolorida, estamos en la fiesta, soy un pelícano pariente, uno de los personaje al final decía: “ reí solo y bien acompañado; terminé la obra y descansé. Me había separado del camino de los hombres solo para retomarlo después de la chacanchana”, y este es el final. Así. Pero la fiesta no fue como me gustaría haberla soñado, como la escribí en todo caso y el momento de separarme de las teclas ya empieza en mi estómago a cavarse un redondo redondo barril sin final y me parece inútil no decir otra cosa que lo que en realidad, desde su más elemental monotonía, pasó, y que es sin embargo sólo una de las contemporáneas que pudo haber pasado. Ahí escucho la quinta sinfonía de Shostakovich, el desarrollo de una personalidad. La lluvia es ligera e íntima e inmediata y no para. Si uno puede hacerla continuar. ― qué asco ―Que la vida no sigue si uno no la empuja... o lo maravilloso era una parte de lo ordinario. Ya el amanecer triste de siempre, un vaso con restos de ron y ese fastidio de que hágase lo que se haga siempre queda algo donde no estamos, como las partículas que huyen de la luz nuestro yo huyo de donde se sitúan nuestro cuerpo y sus circunstancias, se está siempre vacío, cuando se logra la plenitud se la logra por segundos. Siento ese desprecio por todo lo que habré de hacer, de tener que seguir moviéndome en la esperanza o el fastidio, la promesa de vida o la muerte segura, la flor que se desprende en anemia o los tallos duraderos. Salimos de todas formas, yo arrastrando mis pensamientos y mi cuerpo, como sea, la casa vacío: pedazos de globos reventados, dos chicas borrachas― abrazados cantando―. Bajábamos a ver qué pasaba en el centro. Aún no se escuchaban las tubas de las bandas de bronce. Salimos. El aire congelado, vidrios púrpuras y lilas, voy junto al chofer del taxi, miro las casas pasar rápido, cierro los ojos, me siento muy triste y tengo miedo como si fuera a caer en una especie de charco espiritual cualquier rato. Me duele el estómago y me marea un poco la velocidad del taxi. Aparece la plaza 25 de Mayo. Como cincuenta jóvenes entre la acera y el asfalto. La torre de la catedral: 6:15 de la mañana... saludo a algunas personas, no tengo ganas de hablar con ninguna, y paseo solo entre toda la gente hasta que encuentro a mi primo David que al reconocerme me abraza del cuello y la música de una de las bandas se acerca, él se pona a cantar la canción esa: “Cachafaz, vuelve a tras, deja de molestar” y después aparecemos con su amigo en la choricería de Doña Naty, paredes oscurecidas, cerveza sobre las mesas, todas las mesas llenas, una macetita de helechos colgando sobre una puerta. Los chorizos son extraños, agresivos, el complemento de mi tristeza actual. Su amigo, que se llama Wilie, cuenta el año que ha pasado fuera de Sucre, viviendo sólo por primera vez. Eso me interesa particularmente. Dentro de dos meses yo estaré en una situación idéntica. Mientras habla, mi primo escucha sosteniendo su vaso de cerveza y no sé porqué (porque no lo expresa de manera visible) pienso que siente dolor de la impotencia. Entre los platos que la señora eterna de los chorizos – que parece hecha de cartón, que tiene los ojos de un chiquito estudioso y triste- los gritos de dos señores mayores en la mesa de atrás que toman bicervecina, y la música de una banda que se va aproximando a la puerta de la choricaería de Dña Naty, esto es mao menos lo que logré escuchar y luego recordar y reordenar, borracho como estaba, de lo que dijo el amigo de mi primo, que está demás recalcar que lo escuché como si fuera una voz de mis propias inquetudes de imaginación dramática: “no conseguí trabajo al principio. He estado así, dos mesese buscando trabajo y sin encontrar nada. Tenía una máquina de escribir donde hacía mis propias cartas de recomendación, pero estaba muy vieja y se le rompía la cinta. Después empecé a hacer planos, copiaba, entré de dibujante para la alcaldía. Pero lugar donde iba me pedían un tipo de garantía personal ¿y qué garantía iba a dar si ahí no conocía a nadie? No puede abrirse paso usted solo, nosotros le llamaremos, (....) y después cuando recibí la primera carta de mi mamá... no sabes lo que es eso, ¿cómo iba a decirle que estaba mal, que no conseguía trabajo? Me aguanté no más hasta que me pagaron del primer mes y fue todo para pagar deudas...la he pasado mal, David...” mi primo miraba fijamente su vaso, su amigo me deseó suerte en mi viaje yantes de irme el David me ha dado dos billetes de cien bolivianos, “como te prometí”, yo lo había olvidado, era de cuando esta haciendo el cortometraje, me los había ofecido porque yo realemtne los necesitaba, y ahora eran

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mas bien algo chistoso, ya no era nada urgente, le devolví su dinero pero él insistió. Me parecía muy chistoso y le advertí que lo gastaría todo en discos compactos piratas, pero él me dijo que hiciese lo que quisiera con eso; mas o menos le limpiaba la conciencia y, solidario, no puse más inconvenientes para ayudarle en su limpieza. ,. Aquí funciona el rayo, a medias, luego acepto lo que venga y vienen conservas en lata. y si por alguna razón incomprensible... pregunté muy temeroso. Lo que contaré fue increíble para mí. Luego desde adentro ocultando rayos y benevolencia desde el secreto oscuro Los cedros remueven el aire para no ser indiferentes, que es lo que más puede afectarles.

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Se acercaba navidad entonces... Pocos días antes caminaba por las calles del mercado central. Me sentía inútil, sobre todo no podía dejar de pensar en mi vecina. Y pensar en alguien es pensar en alguien, no hacer anda más. Llovían como pedacitos de pintura, una lluvia delgadísima como agujas, cuando en mitad de la calle peatonal, viendo unos discos piratas, encontré a René Antezana. Nos encontramos. Nos abrazamos con alegría y detrás de él y con él estaba su esposa y la prima de su esposa o algo así. Me preguntó cómo estaba y me sentí atacado, respondí con cierta melancolía que ahí nomás. Todavía escogió un disco de Joaquín Sabina y después nos fuimos charlando hacia la plaza 25 de Mayo. Los edificoios detrás dela lluvia tenue perdían un poco de sí mismo s en el agua, una casa se confundía con la siguiente, los dueños de los negocios, parados en la puerta, miraban llover. La gente hacía sus compras aún después de Navidad, podía cverse familias enteras jóvnes, personas solas comrapndo cosas de plástico, subiendo a los micros con paquetes y bolsas. René estaba contento, se notaba más joven, ¿cuándo o vi por última vez? ¿en La Paz? Ya recuerdo cuando. A rpincipio de año, fui a visitarle a Mallasa. Era una época en que estuve confundido, sufriendo terribles cambios y sobre tod sin saber por donde iba yo. Cuando regresamos de las vacaciones en el campo con mi madre y mis hermanos, en el momento que bajábamos del auto, la señora Elba, nuestra vecina, se acercó con una carta dirigida a mí. Tenía el logotipo de la funadación la plata. Me había olvidado ya deo concurso y ahora, al abrirlo se me secó la boca. Había ganado y publicarían mi libro. Esa noche paseé solo por la ciudad, sintiéndola increíblemente próxima,. Las calles del centro eran corredores, en cualquier lugar estaba enternecido como si fuera mi cuarto. Había unas luces rojas y grandes como de pueblo en fiesta que colgaban en la plaza desierta. Era un escenario y me veía en el escenario. Algo mío acababa de morir. Me daba cuenta de eso. Un mes después doña Beatriz palacios llamó a mi casa, yo no estaba, dejó el encargo con alguien de que el Lunes empezaba un nuevo curso en la escuela de cine. Alisté mis cosas, me despedí de todos y, con cierta vanidad recién descubierta, me fui. Estaba envanecido por el premio, que aunque era minúsculo, representaba decididamente un principio –lo que finalmente fue un principio prematuro. El hecho de que me aliviara tanto ser un escritor reconocido prueba con claridad que aún no era un escritor. Pero debo reconocer también que a partir de entonces me vi más motivado y , aunque de manera profundamente egoísta, di muestras de pujanza. Entonces llegué a la paz como un dandy del arte, como un joven triunfador. Regresaba a la escuela de cine después de casi un año y para la paz significaba cine. Awuella vez fui impulsivo y en cierto modo tenía el encanto de esa fuerza, como los antiguos alumnos de los sabios maestros, tenía sed de aprender. Pero lo que aprendí del curso, lo que realmente aprendí de esta nueva visita a la paz fue Diana Taborga. Haya sido falsa o no, había en ella algo increíblemente inestable, era un camaleón, no en sus sentimientos, lso qcuales eran sólidos, sino en la manera de mostrarlos, creo

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que tenía terror de toda la gente y siempre se la vaía divertida rodeada de gente, era noble y parecía perversa, era ingenua y compliacada, y simple y maleducada y tierna, tenía sus padres divorciados, su padre había sido editor de una revista literaria, escribía poemas, Diana también sescribía poemas, intentaba acomodarse, y luego se acomodó muy bien, en ese estilo místico oriental hipesco, y al día siguiente aparecía vestida como una señora en Londres el año 89 (se la veía triste así y soberbia, sus ojos, el color de su pupila también cambiaba), y cuando la acompañe a visitar a su mamá le habló como si fuera una chiquita de cinco años le dijo “mami, necesito tu apoyo económico”, era adorable y como las partes que conorman ls átomos llamadas quarks, huía de cualquier luz que se proyectase sobre ella, le encantaba permanecer misteriosa y saber que era misteriosa, y ahora veo esas calles de la paz en la lluvia penosa de los medios días de Enero del años dos mil uno, la escuela de cine olía a café destilado, hacía mucho frio pese a ser muy acogedora por todos sus objetos, podían verse máscaras, afiches, fotografías y aparatos de las películas de don Jorge, las clases eran tan reconfortantes que provocaban sueño, y llovía desde las once de la mañana y tuve que comprarme un paraguas a diez bolivioanos, y al salir se lo ofrecí y caminamos un momento bastante juntos bajo lel paraguas bajo la lluvia y hacia enl centro, por esas calles de pendiente pronunciada y resbalosas, muy lento, todas las casa parecína de cartón y deshaciéndose bajo esta lluvia ácida y desconocida de mí, pero estaba tan bien, almorzamos juntos en el café de una tía suya, le leí unos poemas de naturaleza seca, le gustó, terminamos de comer, salimos, en la tarde hablamos muy de cerca mientras el maestro había encargado preparar ficciones nosotros nos paporximábamos de una mnera ficcional, y nos fuimos temprano a tomar a api y el clima no había cambiado nada, sólo que ya no llovía pero no había cambiando nada, comentábamos lo que veíamos, y la acompañé hasta la plaza avaroa, donde se encontraría con unos amigos. Diana no hacía nada aparte de ser amiga de todo el mundo. Dejó el colegio y después salió bachiller del colegio para adultos. No estaba tampoco en la universidad. Le gustaba la poesía, la pintura, la literatura, el ballet, la arquitectura, la fotografía, el teatro, la tragedia, Dikinson, Ramiro Quiroga, los chicos, ella misma, lo tao, los yungas, su familia, el cine ahora. Había vivido un año creo o quizás menos en realidad en Londres, como era la moda, cuidando bebés de 12 años. Esperaba que de un momento a otro y venida del cielo le llegara una beca. Era maravillosa. Al día siguiente apenas me saludó. Y sintiéndome culpable sin motivos, trataba de hablarle sin que me escuche. Entramos a la acogedora sala de cine de la escuela de cine, veríamos un documental. Estuvo así unos dos días. El tercer día, saliendo de la sala de cine de ver un documental, ella estaba delante de mí y yo me apuré sindesesperarme. Ella sabía que estabadetrás de ella. Porque cuando dije en voz tan baja que ni me escuché a mi mismo mientras todos los estudiantes de cine hablaban, Diana quieres ir a, ella sin darse la vuelta dijo que sí, secamente y sin vernos bajamos las gradas y salimos a la calle y la gente se dispersó y yo seguí caminando detrás de ella y como por ese tiempo fumaba compré un cigarro en la esquina y ella me esperó, la cinemateca estaba bastante cerca, a dos cuadras, bajamos por lo conservado colonial, junto a un colegio jesuita, sin faroles maás que loslejanos y altos, comrpramos pastillas y entradas y entramos. La pelícuala ya había empezado. Dos homrbes detrás de nosotros discutían un negocio. De manera categórica los callé, tanto que a uno le pareció divertido. Vimos la película también sin mirarnos. Hasta que terminó. Nos paramos contoda la gente, salimos entre las lamparitas amarilals encendidas en las paredes de la sala, se quedó vacía, nos miró salir la boletera, subimos las gradas de madera con pasamanos ancho de madera y con el museo de nuestro cine pobre en las paredes, salimos, llovía menos, doblamos esa esquina sin decirnos nada, caminamos en el rumor de voces y autos adormecidos, creo que los dos ese momento teníamos la cabeza sumergida en el mismo fluido, no abrí el paraguas, las casa más oscuras sólo eran tristes y trizas, doblamos y cada cierto espacio los edificios lanzaban un suspiro de farol sepia, contra los vidrios del farol las gotitas de ceniza de lluvia desaparecieron, las casa de piedra a nuestros costados, nos abrazamos al mismo tiempo y dijiste que había sido bueno salir juntos. M e detuve y... yo... trate de.... decir que.... para mí siempre era bueno estar... con... sentí tus manos ¿temblaron? En el rincón contra esa parede de piedra y como algo ya que no hice, tu boca y su cercanía, ese espacio reduciéndose y alejand´rse

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cada vez más de la realidad seguible, la punte de tu nariz y el borde de tu oreja, la casa de piedra y alta, la cinemateca, la escuela de cine.

Diana diana diana diana DIANA di-a-na diá- ná

no sé quien era el muchacho, que abrazaste y te besó roce tus labios

apenas en la noche sepia en la calle Loayza que tenía

intenciones de convertirse en director de cine y era torpe y despistado

hacía frío y si era Jueves o Viernes si te gustó

si meamabas haw far is the journey si eras mujer o casi boca

o boca o mi mujer- que la ficción hará cierta prometí prometí y fracasé-

un pedazo de película que en montaje forma una idea más próxima

también en la escuela de cine estaban: Gabriela Bascopé, hija de un famoso escritor que murió en circunstancias extrañas y aún hoy es tema polémico, como me contó después Gabriel Chavez. Gabriela Bascopé era muy delicada y atenta, aunque había algo resentido en ella, hablaba de los pueblos originarios, ed la cultura andina, del horror de la Macdonalización, de su ciudad como una fuerza telúrica y misteriosa, pero todas sus circunstancias de vida eran más comunes y creo que le hubiera gustado creer en las cosas que decía hasta volverlas su forma de vivir. También era histérica. En el fervor de sus charlas comenzaba a llorar. Al caminar charlando en la noche y recordando la escena de una película empezaba a llorar. Cuado salimos de esa cafetería en una de las esquinas de la plaza murillo y al atardecer cuando caminábamos junto a grandes edificios del estado, de pronto una copsita blanca como algodón cayó en su cabello, puse la mano y cayó otra, nevó tan levemente, se podía ver donde empezaba y donde terminaba y por quince segundos, en el centro y después nada. Me dijo que ya no podía vivir con su madre, que se hacían daño, y tenía una relación de dependencia con su novio, y no sabía si dejarlo. A Gabriela le faltó la presencia de su padre. Luego se convirtió en asistente de doña Beatriz y trabajó en la escuela. Uno de los primeros días, cuando el maestro explicaba la relación y flujo de historias paralelas y filmes coral, detrás de la cortina de la puerta se asomó una cara de macho cabrío. Con las cejas gruesas y tan maliciosas que provocaban risa, la barbilla en punta. Era Marcelo Cordero, hijo de Cecilia Quiroga, quien durante años fue presidenta del consejo nacional del cine. Era bastante extraño, y de primera vista pasaba por un digamos artista conceptual. Estudiaba filosofía y letras, y por la seriedad de todos al principio, parecía que por convicción. Luego supe que era por miedo. Siempre llegaba tarde, nunca cumplía y siempre otra vez tenía un pretexto para no haber cumplido. Llevaba libros de kierkegard junto a la guía de espectáculos para el fin de semana paceño. Había hecho infinidad de cursos, de todo tipo, relacionados y no con el cine, que creía era su motivo de existencia... sin embargo había tenido todas las posibilidades de producir una película – la gente más importante o mejor dicho con algo de importancia ejecutiva en el asunto eran amigos de su familia – y sin embargo, pese a todo el conocimiento que pasó a través de sus oídos, teniendo 24 era un chico de 14 años. Contaba ala historia de cómo, viviendo en Bogotá o no sé donde, una chica lo sedujo y después de hacer el amor se durmieron y despertó él solo por el frío que entraba de la puerta abierta, la chica se llevó su televisor, su reloj, pero no encontró dinero. Se prestó un texto del maestro Jorge Fons, que lo había calificado de imprescindible, y lo llevó para fotocopiarlo. Lo recogió dos años después. Entró a la fotocopiadora, le chica detrás del mostrador le miró mientras él hacía una cronología de intentos fallidos por recoger el Lenguaje Cinematográfico, al final aceptó mirando a sus manos, avergonzado, “es que... me he olvidado...” inmediatamente se rió, la chica buscó en una caja y, llenos de polvo, le entregó el original mecanografiado y dos copias anilladas. Yo pagué por una copia. Sorteamos con una moneda mía fuera de circulación el original y perdí. La copia restante se

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la vendió a Blas Moureau. Blas vivía en un pueblo al sur o al norte de la Argentina. Tomaba el tren, llegaba a Potosí, luego a Oruro y finalmente a ala escuela de cine. Aparentaba más edad por sus estatura y su barba, sus lentes de turista, pero una vez que se charlaba con él, gritón como es y despistado, sumamente despistado, capaz de cometer terribles torpezas y actos seguidos de una gran ternura demostrativa, todo espontáneo, todo tal como salía, (igual que sus documentales, que cuando le tocaba explicarse, cuando le preguntaban porqué había hecho ese, él también y en voz alta se preguntaba así mismo) fue muy amigo con Alberto Raya desde un curso anterior, y si se hubieran dado las circunstancias hubieran sido grandes amigos, ―esa inmediatez libre de pensamiento es afín a la forma de ser de ambos. Mucho más discreto pero igual de fraternal era Martín salas. Andaba con abrigo negro, corte correcto de cabello. Cuando levantaba la mano hablaba lentamente, buscando las palabras y en lenguaje neutro. Caminando una noche después de clases, al ponerse la chalina dijo: “yo no sé porqué se ha perdido la costumbre de estas prendas antiguas”. Era estudioso y amaba el cine y vimos un enternecedor cortometraje escrito, producido, dirigido, protagonizado y editado por él. Era un sensible y tuvimos gran confianza el uno en el otro recién de conocernos. Ocurre que con algunas personas, sin necesidad de tener una experiencia juntos, se puede hablar de los temas importantes e inagotables. Con Martín hablábamos del cine, del amor, del amor por el cine. Un día llegó con las pupilas dilatadas y no dijo nada hasta el medio día. Se repitió varias veces. Y esa su corrección, leí en sus ojos que estaba hastiado. Su cortometraje trataba de un chico que quería irse, como quieren irse todos. Estuvo taciturno y no volvimos a hablar. Me dolió conocerle débil pero no se lo dije. Conocía mucho pero dudaba del valor de eso y ese entristecía y se desanimaba. Por esa afinidad de carácter él y yo hubiéramos sido grandes amigos. Después había varios chicos bien interesados en el cine como en el feng sui y las fiestas rave. De Santa cruz sin embargo llegó una persona luminosa: David Anibal Alejandro (tenía los tres nombres). Ya el primer día, cuando el trabajo pedido había sido una idea para cortometraje, leyó un relato completo para película de dos horas. Y a la hora del café me acerqué para comentárselo. Tenía barba amarilla brillante, era bajito, de ojos que recorrían todo, era un poeta sensacionista en potencia, era increíblemnte hiperactivo, almacenaba información de todo tipo, cosas sublimes como mitologías y cosas sonsas como otras mitologías, sabía por ejemplo la cantidad numérica exacta en grados kelvin que quería para determinada escena, sin embargo planteaba contradictorias acciones para la misma, sabía qué marca era el tabaco que fumaba un señor ya viejo por el aroma que quedó y cinco minutos después de que fumara, necesitaba tocar de alguna manera,- con el anverso de la mano, apoyando la palma en un hombro, tocando un brazo, - a la persona con la que hablaba siempre y era muy susceptible, si alguien de alguna manera mínima le despreciaba con seguridad que latía distinto sau corazón y se lelnaba en pocos segundos de ese estado de ánimo, como si le inyectasen en las venas veneno, y se confundían sus ideas y erea un desastre. En cambio al saber que se le aceptaba, ante un cumplido pequeño, incluso al decirle que era chistoso se alegraba y empezaba a brillar luminosamente y necesitaba gente a su alrededor, mucha gente, gran cantidad de gente para estar con todos de manera íntima, personal, para ser agradable. También era farsante. Sus historias eran todas para largometraje, ocurrían en Santa Cruz, eran estúpidas y expuso una nueva cada dos días durante tres semanas. Contaré una que recuerdo: un hijo desea ser cura, es el motivo de su existencia. El padre quiere nietos, así que no le deja. “Nunca serás cura, primero sería cura yo antes de que vos seas cura”. El hijo, en protesta, ayuna en su habitación y reza. Al padre se le ocurre decirla a la vecina, que por casualidad es prostituta, que vaya al cuatrto de su hijo y le muestre cómo funciona el ciclo vital. Ella no entiende. El papá le dice que vaya y tenga sexo on eel hijo. Ella entiende y le dice a tarifa. Él le dice que le pagará solo y cuando. Así que ella va al cuarto, el hijo pregunta quien es, ella dice soy yo, él dice quie n eres tú, ella dice tu peor pesadilla, él dice qué, ella dice déjame entrar y él la deja. Inmediamteamente tiene una erección, es que la vecina no es cualquier cosa. así que ella aprovechándose del tejido cavernoso endurecido (wacala), lo descubre y le hace sexo oral. ¡oh cómo lo hizo! Él lloraba de felicidad y revoca sus votos e n proceso divino. Lo que ella no sabía es que él tenía pequeñas heridas abiertas en el miembro. Lo que él no sabía y no sabrá nunca es que a ella le... cómo decir. .. le ... le sangrabanlasencías. Así que

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el pobre hijo muere de sida y la prostituta es sometida a juicio. La escena final muestras al padre que por arrepentimiento se vuelve cura. También había algunos profesionales en otra cosa, que entraban a sestos cursos para paliar un poco el sentimiento de fracaso. Por último también estaba Claudia Heckl, una mujer Austriaca que vino a Bolivia buscando ese algo por qué vivir que se vuelve donde quedarse. Conoció a un biólogo o algo así, un ceinetífico que exploraba la mazonía boliviana, se fue con él y su equipo en una expedición y luego se casaron. Se fueron a vivir a la paz y compraron un departamento. A claudia le gusta viajar, sentirse libre, es como esa mujer de alas que hablan los libros de autoayuda: que necesita afirmarse, que necesita retarse en sus posibilidades y expandirse y trascender y todo eso. En cambio era la asistente del científico que no le daba amor sino reglas de convivencia. No tardó en casnsar se y se divorciaron. El cintífico regresó a Europa y Claudia se quedó con el departamento en la paz. Es un bonito departamento, en el último piso de uno de los bloques ed ladrillo de la urbanización los pinos. Le caí bien desde el principio y pasamos muchas cenas, charlas y noches en su departamento. Sobre todo era bárbaro llegar a su departmenteo a eso de las siete y media, o antes, con los ingredientes para la cena o comprar comida ya hecha, escuchando alguna sinfonía seria, o música de Gershwin, comer hablando de cine, de las cosas que habíamos hecho y aforismos de cómo fue, es y debiera ser la vida, de personas que conocíamos. Me gustaba contarle particularidades de personas, algo así como disecarla y de esa persona pasa a otra relaicionada con ella. Comoar mar los personajes para una película y siempre ahora que lo pienso, cenar en su casa de manera tan apacible, escuchándonos, de estamanera tan burguesea de disfrutar de las comodidades y decir esto esvida, era un punto tranquilo desde el cual analiar probabilidades, situaciones, atmósferas y continuidad de esta gran película y a continuación veíamos, se compró un televisor y un vhs sólo por eso, 4 o 5 películas una después de la otra, hasta que amanecía, y yo me sentía mal de ser tan ocioso y ella se iría a dar clases de Alemán, y yo me sentía mal hasta la tarde, y después quizás sería lo mismo, y un momento en la madrugada, en la mitad de una película con Belmondo, pensaba yo en la gran película, cuyas subtramas unirían todo, no se quedaría nada afuiera, no , estaría todo: lo visto, lo imaginario, lo no visto, en una armonía de cielo estrellado, con la misma premanencia del cielo en la noche sin necesidad de preocupar nada, se daría de pro sí y de forma ininterrumpida, soñaba ese momento, viendo por la ventana un eucalipto y un pino macizo entrelazarse, con cómo sería cuando el río empezara a fluir sin trabas, desde la boca de uno hacia todo. Claudia me escuchaba estas cosas, aunque no le decía todo lo que pensaba. Siempre tenía el miedo, aunque parezca descarado decirlo, tenía el miedo de que se perdiese entre vino Cabernet Sauvignon, pato a la naraja delicioso y I pray for you de Aretha Franklin. Tenía ese miedo de ser horrorosamente superficial haciendo y disfrutando cosas superficiales y no por eso en sí, sino por cierta máscara, según ala cual yo trataba de creer en cosas superiores para creerme y de alguna manera salvarme en ellas de las cosas que están y como son y era adivinar que sólo eran así como son. No entiendo. Era jugar a que deberían haber cosas superiores y teorizarlas y después disfrutar de las cosas de este lado. Mas o menos. Era saber que yo no soy un artista. Claudia era oficialmente, profesora de alemán e investigadora histórica. Así el proyecto de su vida, su razón de existir era un documental que se propuso acerca de los inmigrantes Austriacos en Bolivia. Que llevaba demorado y la preocupaba y consiguió financiamiento de quince mil dólares. Yo me burlaba de su preocupación y le recomendaba que el documental debía tratarse de ella: entrevistas a su exmarido, entrevistas a Juan Guaraní, entrevistas a mí y finalmente ella, en las playas de Cuba chocha tomando el sol, se escucha su voz EN OFF, con bastante eco : por eso dudo, dudo, ¡dudo!. Había visto, en un restaurante, en el periódico de una persona de otra mesa, algo sobre un curso de guión. Se prestó el periódico y leyó de la escuela de cine. Don Jorge Sanjinés y doña Beatriz palacios le tenían mucha confianza y les convenía tenerla como amiga. Les recogió equipo de Montreal, unos rollos de película de Buenos Aires, les tradujo un guión. A cambio le ofrecieron ser asistente de producción en la siguiente película de Sanjinés. Y le contactaron con gente del medio. Y sobre todo le pusieron en contacto con la escuela de Cuba, para el taller de documentales Santiago Alvarez. Por eso lo de las playas de Cuba en mi versión. Juan Guaraní era

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sonidista del grupo de don Jorge por muchos años, y se enamoró de Claudia Heckl, aunque era casado y con hijos, y una vez que hubo fiesta en su departamento dejó su maletín para poder regresar a recogerlo. A Claudia no le gustaba para nada. Pero se volvió siempre personaje secundario de nuestras conversaciones. Esa era la gente que estaba en la escuela. Al día siguiente, cuando vi a Diana, apenas nos hablamos. En la tarde, luego de ver un documental – yo estaba sentado una fila detrás de ella, en la butaca detrás de la suya- con un terrible miedo y en las lucecitas incandescentes, nerviosas de las paredes, me agaché hacia ella y sin mirarle le pregunté en voz baja avergonzada, cómo estaba. Ella contestó en voz alta “bien. ¿y tú?” Con humor completamente nuevo y ajeno salí a la calle solo. Luces bamboleándose, estelas de automóviles, esas figuras negras conduciendo los autos, esas figuras subiendo a los autos. Y el ruido amortiguado de fondo. Caminé las mismas calles, sintiendo algo a mis espaldas, ironizándome, pasé delante de la puerta de la cinemateca, había dos personas esperando, giré en la esquina sin alumbrado público, de pronto me sentí un punto diminuto transitando la calle, pequeño hasta lo invisible, bobo, desconfiado, mezquino, caminé más rápido,vi con odio a través y la calle me respondió con indiferencia, a la calle no le importaba mi vida para nada, la comunión que yo creía con el paisaje era un error, sentí asco de la alegriá que sentí al ganar un premio, de la cara que puse después de leler aun poema a Diana, sentí asco de mis valores y de las cosas que sabía, un grupo de obreros salí de una reunión, uno hablaba en voz alta, una mujer paró un taxi en la esquina y e taxi no paró, a nadie le importaría que yo estuviese ahí, a nadie afectaría, y daba lo mismo que esté donde fuera en consecuencia, ¿entonces qué? ¿para qué estaba? Bajaron tres minibuses seguidos, repletos, ¿qué estaba haciendo? ¿y toda esa demás gente? En medio de la lluvia antes de ayer, en la calle del Comercio una persona envuelta en tela negra, un persona dercríepita, remojada, anciana, sostenía una cruz y un platillo, también su cara estaba cubierta, era asombroso, de pie, inmóvil como un árbol, en medio del río de gente mientras llovía. Ninguna persona se detuvo mientras lo vi, de repente y debido a la idea reducida de mí mismo siento el sufrimiento de toda esa masa de gernte debajo, no quiero decir que me doy cuenta de ello, no quiero decir que concientemente veo la miseria, sino que la siento como si un teléfono sonara dentro de mí, me aterra verla, es decrépita, pero no pide nada, no me compadezco, quiero salir de ahí, de pronto una persona acurrucada contra una puerta, el micro lleno de trabajadores, amontonados, montones de basura tapando bocas de tormenta, carburo en las paredes de los edificios, y más allá linda sucesión de faroles blancos y un edificio enorme hasta el cielo de un extraño color amarillo, y entonces víctima de una succionadora, perdí toda energía, me quedé en un asiento, me dolía la cabeza, estaba junto a un jardín público del paseo del prado y los autos pasaban y la gente pasaba. Todos los restaurantes luminosos al otro lado de los autos la gente y mi punto de visión en este lado, letrereos enormes y cambiantes revelando asepsia, proyectando imagen, hay gente que trabaja en los restauranbtes, hay gente que come en los restaurantes, hay gente que espera la salida de la gente que come en los restaurantes, me quedé paralizado mirando mis manos. Tenía una cosa de cincuenta bolivianos, algo en billetes y el resto en monedas, literalmente lo repartí entre los pobres que me pidieron, llegaron como cuando lanza trigo a las palomas, y me sentía ridículo sabiendo que eso no cambiaba en nada las cosas, al final, sin dinero, sin ganas de nada, con una duda terrible de mí mismo, me fui caminando despacio. Me duró unos tres días el mismo estado de ánimo, y empezó a formarse en mi cabeza la idea de que gran parte de los hombres actúan a favor de su propia vanidad para sobrellevar un mundo saturado, para vivir sin más responsabilidades que las personales, es como si se hallara en la vanidad, pensé, un flotador y sobre este seguir el río de inmundicias, pero la vanidad también me parecía algo inmundo. Fui a Mallasa a visitar a René. Hablamos por teléfono y me indicó cómo llegar. Tomé a las 10:30 de la mañana un minibús. Era el primer día de sol desde que había llegado. Pasamos la zona sur y se vieron abajo las rocas color marrón oscuro. Polvo, túneles cavados en la roca, barro sólido formando cavernas, del retrovisor del minibús colgaba una imagen de Cristo. Estaba por preguntarle

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al chico de los pasajes donde quedaban las aldeas infantiles, cuando vi el letrero. Bajé. El minibús se alejó levantando fino polvo blanquecino y despareció levemente. Crucé la reja de entrada a un jardín, caminé entre margaritas hasta el edificio en una sola planta al frente. Pregunté por él aun a señora que parecía la secretaria. Me indicó que le espere un momento. Estaba sentado esperando, la luz era muy fuerte afuera y como estaba frente a un gran ventanal y la puerta abierta me lastimaba la vista. Le lugar estaba modestamente amueblado. Se abrió una puerta y salió René, no me ivio, se acercó hasta la secretaria a decirle algo, ella se adelantó al hablar y le avisó que yo le estaba esperando. Le acompañé a una de las casitas de la aldea, había un problema no grave con una familia. Pasamos entre flores, por caminitos de piedras sobre el pasto, de rato en rato asientos de tronco frente a casas todas iguales, separadas entre sí como las de una tribu. En uno de aquellos bancos, y después de haber resuelto su problema, nos enteramos de nuestros últimos acontecimientos. René estaba contento con su trabajo aquí, no podía quejarse aunque demandaba el tiempo de todo su día. Y por eso lamentó con tristeza después que no le quedaba espacio para escribir. René se adscribe a la corriente de poesía lírica Boliviana, a la generación de los años 70, fue de alguna manera impulsado por Eduardo Mitre, y con él estaban Edwin Guzmán xxx xxxx xxx. Había vivido esa generación y por ese lado yo le envidiaba. Yo no tengo una generación. He conocido gente involucrada, mucha gente involucrada, en mayor o menos compromiso, pero la generación no la hace la época, sino sobre todo la tendencia. Y de ese montón de gente no podía decirse que habría dos que siguiesen la misma flecha del tiempo. Se disparaban en intentos solitarios en todas las direcciones y era lamentable ver los pobres mundos imaginarios construidos a medias y la realidad social y económica que ironizaba a aquellos. Mas que cualquier logro formal lo que yo envidiaba era la camaradería. Caminamos hasta las oficinas y en el camino una luz blanca, brillante, aplastante, me quitó todas las ganas, y me dio una tristeza súbita como agua fría recordando a Diana y la noche anterior. Así que le dije a René que necesitaba hablar. Nos sentamos delante de la casa de un piso, donde estaban las oficinas, en un corredor con macetas y jardín a un lado. Las flores se veían, bajo la luz tan blanca y tan intensa, tristes y extrañas, como si fueran a desvanecerse. “estoy bastante confundido. Al principio, hace pocos días, estaba feliz, cuando gané ese premio, me sentía aliviado porque era reconocido. Y creí que ya para siempre tenía algo definitivo resuelto. Algo sobre que armar toas misideas ufuturas, una base sólida de lo que hago en este mundo, de porqué hago las cosas. Quizás fue buscando eso que empecé en la poesía. Una vez tu me dijiste que no le pida a la poesía o que no me pudiese dar, ‘la poesía es una buena compañera’ me dijiste, ¿te acuerdas? Así que seguí ese camino mas o menos engañándme en algunas cosas, transformándolas en poemas que a mi juicio entonces eran mucho mejores que las que en realidad ocurrían. Sobre todo siempre me ha parecido, en una visión engreída a mi gusto, que el arte era mejor que el mundo. Desde hace cuatro días me he venido desmoronando, creo que no sé nada, tengo el mismo miedo de un adolescente, de que se exige algo de mí y que tengo miedo de hacerlo fracasar, ni siquiera eso, sino que el mundo gira sin mí tranquilamente, no le afecto en nada, veo que obedezco unas cuantas reglas y con asombro que sigo el mismo camino que todos, lo demás ocurre en mi imaginación, pero ya no confío en ella, obedezco esas reglas y sin saber bien nada pronto me hallaré convertido en un ciudadano, bajo cualquier disfraz, una ceguera, queme aparte cada vez más como un barco digamos, de la libertad que soñé, era hermosa, y me inventaré responsabilidades y tal vez trabaje como un burro para no otra cosa que permanecer, gastaré todas mis fuerzas en algo que no vale la pena, y qué importan en ese punto cosas como la poesía, cuando igual vamos a lo mismo, ¿hay alguna otra opción que la sociedad?” Mas o menos le dije a René. No había viento y pese al sol tampoco calor; todo brillaba blancamente. “conocí sólo a un par de personas que hicieron algo distinto. Era n etnólogo. Después de vivir como toda la gente, él y su esposa se internaron en la selva y se quedaron ahí. Ella no agunató más de dos años. Él se quedó. No creo que pueda vivirse sin nadie, sin entorno, sin ciudad. Nuestros años de evolución son eso finalmente. Hay una fractura entre la individualidad y la ciudadanía. Es como si uno tuviera que usar una máscara todo el tiempo. Y lleva esa máscara a su

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esposa, a sus hijos, a sus amigos... al final podría parecerle que nadie le ha conocido, que todos son ajenos, distantes. Entonces dan ganas de cortar con todo eso, dejar atrás el mundo y empezar a trabajar consigo mismo, sin hacer caso ya de los ruidos, que no sabemos cómo están ahí pero no es bueno que nos importen, uno se siente otra vez el primer hombre sobre la tierra y claro que puede encargarse de subsistir con sus manos. Sin embargo al final, y suponiendo que la vida es física y que todos y todo lo demás sí existe, ¿qué habrá hecho? Nada le ha distinguido de un egoísta que trabaja por dinero, de un artista que trabaja por fama, de un tipo que trabaja para alimentarse. Ha sido al igual que todos a causa, creo, de una debilidad: el mundo entero, su lugar respecto al mundo entero, fue un peso para él en vez de un aliento, dudó de su individualidad, quiso esconderse, como alguien que cuida un poco de arena en sus manos cuando está al aire libre. quizás debemos ser modestos y aceptar que el mundo no tenía la obligación de darnos nada. Antes no habían hombres, luego dejaran de haber, del planeta tal vez se pierdan todas las formas de vida. Comparados a esos tiempos astronómicos el nuestro realmente avergüenza, si después de aproximanrnos a lo eterno – en idea- y si se compara siempre con lo eterno, sólo responderemos con gratitud y modestia” dijo rené. “sí, pero el hombre no pueed quedarse quieto. Yo antes anhelaba algo que me transporte a esa quietud, algo que me arranque e del transcurso, de la sucesión , de la repetición para siempre. Hallé ideas propias o no sobre el tiempo, el amor en su desesperación más humana y su calma más sobrehumana, nuestra existencia, cómo el fin en un segundo deslumbrado es más valioso que todos los días de una labor inútil, y me sentí dichoso de esas ideas y por lo que duraron me fueron útiles para vivir. Pero sólo por lo que duraron. Te pondré un ejemplo. Hablemos de esta chica Diana. Los momentos previos al cercamiento que tuvimos, me sentía angustiado por no poder procurármelo, ardía en deseo. Entonces ocurrió, y mientras ocurría, yo iba sintiendo con una certeza profunda que así deberián ser las cosas, que ese era el significado que tanto me preocupaba: una comunión estática y constante, ese roce de los cuerpos que no necesita easpirar a lo sublime, es algo acabado en sí, redondo, y se tiene esa sensación tan agradable de las cosas concidas y se está plenamente seguro de su fineza. Momentos después recuperé la respiración y después seguimos caminando, y después tomó un taxi y yo me fui caminando y antes de dormí traté de revivirlo todo: lo logré con mucho detalle. Pero al día siguiente empecé otra vez a sentir esa angustia y sobrepasó a la primera y después de subir un poco caí siete veces siete, ¿qué es esto entonces? Necesitamos besar todo el tiempo, ser feliz no es haberlo sido, pero cómo se puede ser feliz todo el tiempo, cómo podemos dejar de desear, si se adivina con esta experiencia repetida en todo orden de cosas., que todas las cosas superiores responden a calmar nuestros anhelos, son construcciones magníficas, las admiramos mucho, quisiéramos parecernos a ellas, cambiar nuestra humanidad por algo insigne y constante y puro, pero he aquí que ser humano es ser impuro y anhelante, sin importar el tesón se está siempre incompleto y en menor o mayor medida fallando contra lo infinito, sobre todo en el deseo, el no poder dejar de desear es lo más humano que poseemos, así estas aspiraciones al Sublime orden de cosas superiores, son nuestras ganas de no ser hombres, son una especie de esperanza de que como no se recibió en vida lo que uno quisiera se confía en la poderosa y dudosa recompensa de un más allá, u n algo que es distinto, un allá vasto y justo, como no se pudo en el tiempo se aspira a la eternidad ” le dije yo. “Supongamos que el deseo nunca se agota, pero sí va depurándose. Y esa moderación y jerarquía del deseo es mas menos la madurez. A esta lleva tambi´ne la aceptación de cosas, parámetros sociales que si quieres decirles así. Tengo una mejor forma de decirles. Aceptar las cosas del mundo que no están bien. Reconocer que un hombre solo, lleno de ideas, pero solo no cambiará el mundo. El mundo ya está hecho por mucho tiempo, y seguirá hecho mucho después de que nadie lo vea. Madurar es darse cuenta de cómo hará uno para realizar sus ideas dentro del mundo estando las cosas tal como están. Esto no le quita injusticia a las cosas, mas bien, tal vez, al contrario. Siempre nos quedará una nostalgia, siempre nos reclamaremos un Hubiera, siempre hubiéramos querido ser libre como queríamos. No hay por donde darle satisfacción. Somos civilizados. Nuestra parte animal reclama acción, enfrentamiento, reposo en lo más sencillamente físico. Pero Miller porejemplo se inventa muchas de las cosas que dice o nodice del todo, al final es también literatura y él los sabe. Los beat por ejemplo quedan como chiquitos de

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universidad que toman cerveza en relación a cualquier salvaje auténtico, a cualquier esquizofrénico.quizás hay que escuchar un poco el cliché: traza una meta, anda, llega. Traza la siguiente meta, anda , llega. La forma es la misma, lo que difiere es porqué quieres hacer las cosas. Es tan claro como que si no publicas un libro de poesía y si alguien no lee ese libro que nisiquiera hay es como si no hubiera poesía. El mundo funciona sobre una base material. Dentro del mundo está uno... cuando tenía 21 años yo quería ser pintor. Me escapé de mi casa y todo. Después me fui a Cochabamba a estudiar pintura, conseguí que el pintor xxx me diera clases. Pero el tipo nunca estaba. Yo iba, le esperaba en vano. Al final me emputé y dejé todo. Un tiempo después mi chica quedó embarazada. Nos casamos. En ese momento no sabía qué hacer , tenía un miedo terrible, no sabía cómo enfrentar esto. Y de querer ser pintor en esa ciudad pasé a buscar un trabajo rápido para mantener a mi hijo. Y pensé que mi vida había sido eso, pasarían los años. Tiempo después tuve la oportunidad de viajar. Conseguimos una beca. Entonces, ese mismo día, sin avisarle cambié el destino de mi pasaje. Nunca más volvimos a vernos, hasta hace pocos años. Vive auún ahí, en Honduras, donde era la becas. Solo, hice unos cursos en gestión cultural. Conocí a mi actual esposa. Escribí mis libros y pinté mis cuadros. Y de alguna manera todo se serenó. ¡pero me hubiera gustado hacer más cosas! Los años han pasado muy rápido. ¿sabes qué? Con mis amigos de colegio, en colegio, con el Edwin y compañía, leíamos en la tarde Cortázar, hablábamos de la maga y de parís en un cuarto de Oruro y escuchábamos jazz, fumábamos marihuana. Era muy rico todo... nuestra promesa era llegar a Paris. Par mí no era posible: era un hecho que un dia en cinco o seis años a más tardar estaría cruzando el pont des arts y viendo un reflejo oscuro en el agua, tenía que estar necesariamente nublado, y la poesía brotaría por sí sola, contundente para mí, en el agua, en las paredes, en el horizonte triste... hace unos cuántos años una de las escalas en el vuelo a xxxx era París. Habré estado a lo mucho dos horas. No era como me lo imaginaba. Pero llegué”. El sol continuó su camino y empezó a sentirse calor. La secretaria regresó de su almuerzo y saludó a René mientras me veía. Unos chiquitos pasaron apoyándose en la reja por molestar. Un o tenía la cabeza rapada. Vi que René ya pensaba en su trabajo de la tarde – miró hacia la secretaría – y me sentí culpable por quitarle el almuerzo, y se lo dije. Nos despedimos un fuerte abrazo, “hasta cuando te quedas” quiso saber, “hasta pasado mañana” le dije, y salí y había gente esperando en la esquina, sólo dos personas, me puse jutnoa ellas y vimos a lo lejos aparecer al esperado, subimos, con toda su serpentina de polvo, el sol entraba por las ventanas bullendo en partículas de arena polvorienta, y después otra movilida maás grande y es de noche, veo retirando un poc la cortina que la luna está naciente y amarilla sobre el altiplano recorrido en movimento de cine, calmo y las serranías son entre sí y a lo demás armónicas, y ahora caminaba con rené y su esposa y la priama de su esposa por la plaza mojada y lloviendo más, los árboles fosforescentes y libres, la gente exaltada por la cercanía del año nuevo, con esa emoción alegre y desesperada, triste y nostálgica, activa y contemplatica de los días previos al año nuevo, que empieza dos días antes de la noche buena y acaba con la madruigada del primero de Enero, entramos a la pizzería Napolitana, toda de madera y acogedora fotografía, subimos alsegundo piso, nos sentamos junto a la baranda, el mozo nos trajo los menús, René dijo que caliente que estaba aquí adentro y lo que quiso de cir es qué biense estaba, todos pidieron café, yo .. no quería café, note nía plata, René me dijo pedí lo que quieras, te invito, y abusé la invitación y pedí una copa Melva con mucho café y mucha crema y dos pares de galletas, era hacerse la burla del frío le expliqué a la esposa de René quien me quiere como a un sobrino, y nos trajeron eso y las demás mesas estaban todas ocupadas, se escuchaban pedazos de conversaciones ajenas y había que hablar un poco más alto, la luz sólo provenía, plomiza, de la gran puerta abierta, como una atmósfera en las películas que Alan Parker hizo a finales de los setenta, ese volumen sobre los objetos, se lo comenté a rené, estuvo de acuerdo, aunque también podía tratarse de las películas de época de Stephen Frears, que es más azul, y por ello el efecto de colores cálidos, la sangre por ejemplo, resultando casi negra, es mordaz y retorcida. “deberías veniar alguna vez cuando nos reunimos con mis hermanos y sus hijos, todo es hablar de cine, son cinéfilos todos, se arman discusiones acerca de años de estreno, de guión original, de plagios y reminiscencias de una película en otra. Más allá de todo glamour hay algo en los actores de cine, me jor dicho en esa

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mezcla de personaje y actor que hace fraternal a la película. No creo que sea fetichismo, mas bien que todos los rostros de todas las personas están contándonos algo mas o menos dramático. Todos tienen un carácter definido físicamente, los cambios delk espíritu se reflejan en el cuerpo, digamos que nuestro espíritu va modulando nuestro cuerpo, entonces el resultado es que nuestro cuperpo es lo más próximo del espíritu. Claro que pocas personas andarán fijándose en esto, y para ellos todo tendrá el impulso, la fotogenia que nos ofrece el cine en sus momento s de mejor empatía. Para toda la demás gente está el cine, y en el cine, los actores de cine. No reo que uno admire al actor, esa es una aberración. Pero tampoco al personaje solo. Uno admira al personaje que propone el actor pero materializa esa emociones fingidas y reconstruídas en ese rostro. Una persona con sabiduría sensible reconocería esta cualidad en todos los rostros, le serían memorables. Pero no puede negarse la presencia mística de un rostro ocupando toda la pantalla: hablo de la firmeza austera de Charlotte Rampling, la melancolía y resignación en el rostro de Jeremy Irons, la nariz de Daniel Autil, la frente, nariz, cejas y ojos de xxxx, la órbita de los ojos de Pacino mientras grita, la sonrisa irónica de De Niro. Por eso es importante el actor, los intentos de Einstsesetein por ejemplo, mejor dicho su práctica de la teoría de un cine sin estrellas es más contra el fetichismo, contra lo externo de la película, pero él mismo al contar sus historias se vale de héroes que si bien no duran toda la película en pantalla, hacen avanzar la historia por postas” el helado era una copa grande con helado café y crema, la pariente de la esposa de René comía un sándwich de jamón con queso pero el jamón el queso y el pan se veían siniestros, afuera empezaba a llover nuevamente, el verde de los árboles resaltaba ya sin forma, hacía frio en las rodillas, llegaron un chico y dos chicas pop, se sentaron en la última mesa libre. se notaba que la esposa de René estaba contenta, es una señora flaca y alta, hacendosa, fresca, una persona de apoyo, de esas personas que escuchan la opinión ajena con una sonrisa de comprensión. Puse una cucharilla de helado en mi boca, masqué un pedazo de galleta y cerré los ojos una fracción de segundo. Después le dije a René: “ quizás lo malo del héroe – pásele lo que le pase: algo afortunado o desgraciado, algo que ennoblezca o humille- es que de todas formas se presenta como algo distinto de uno que lo está mirando. Al final es tan fácil ficcionar en el cine, no resisir la tentación, que la gran parte de las películas que resultan no sirven para nada: no son expresión personal, no son indagación objetiva, es un estandar y nada las diferencias de mar cas de salchichas ni de una fábrica de autos. Se dice que es el tipo de cine que pode el público, pero la gente acepta lo que se les da, considero que gfran parte de la gente se divierte (asiste a discotecas, al cine, al karaoke) porque es una forma convencional, aceptada, de diversión y no porque eso le divierta, y ahí está el miedo a estar solo, el terror a la soledad, el pánico en la desolación. Aceptamos lop que se nos indique que esté bien. Digamos: si pusieran las películas de Bergman con la cobertura de Swachnegger, si Bergman siendo él fuese aceptado como Swachennegger, la respuesta de la gente creo que sería la misma, y hasta habría gran gente que le critique su ligereza. Todo el cine espectacular tiene la cualidad de hacer más gresgraciada a la gente, pues el momento que acaba, que uno solo o en compañía vuelve a a ver la calle, y luego el barrio en el que vive, y después su casa se da cuenta sin quererlo que la vida es otra cosa muy distinta de la que vio en pantalla; mas todavía cuando ha visto una historia que cínicamente trataba de hacer que el espectador se identificase con ella. En respuesta a esto, o por culpa de esto, ha surgido un cine que pretende mostrar la vida como es. Es el cine independiente. Estos directores creen que mostreando un suceso en su duración real, sacando la cámara del trípode y filmando en locaciones reales han podida aproximarse de alguna manera más a la vida. No cabe duda que ha sido así con sus medios y procesos, con el detrás de la película. Pero al cine le da igual una calle verdadera o una de cartón en estudio, es como si un escritor fabricase él mismo sus lápices y creyera que su gusto por estos debe influir en la historia que está haciendo. Creen que hablando de cosas triviales por minutos se logrará transmitir al espectador cierto carácter – que pocos pueden explicar cabalmente- de realidad y claro que lo hacen: le dan a uno la realidad de quien en un taxi por ejemplo, escucha una charla aburridísima de dos oficinistas y no puede librarse. Uno no quiere escuchar hablar a los ersonajes, uno quiere verlos hacer cosas. Los diálogos sólo son necesarios cuando acompañan de una manera viva la acción, no cuando son su punto de partida. Y en el peor de lsos casos, y ñeque es la

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mayoría, el diálogo está explicando cosas que según quienes la escribieron no le quedaron lo suficientemente claras al espectador. El cine está en pañales en relación a otras artes. Aún no ha habido una gran revolución que reemplace o por lo menos comparta el sentido narrativo del cine. Ha habido grandes poetas, como Tarkovski, Buñuel o Kieslovski, pero aún el cine desperdicia su principal cualidad poética, que creo que es ser un espejo metafísico, un momento congelado, el río de Heráclito, algo como lo que siente un hombre al mirarse así mismo mientras hace una acción. Pocos directores, entre ellos Bresson, han sabido captar de manera metafísica la acción más ordinaria, han hecho brotar aquella justamente por la exploración sin parpadeos de esta. Mas o menos ese debiera ser el cine que llena las salas, no estoy hablando de una sociedad de intelectuales, sino de lo mucho más fascinante que es la reflexión del movimiento más cotidiano que toda la pompa inútil de cualquier ficción de escape, sólo nos brindará un buen rato que pagaremos después con decepción, cuando nos demos cuenta de que la vida no es así” “es la fotogenia que logra el primer cine. Creo que la mayoría de los directores poetas coinciden en que el cine es sobre todo nostálgico y onírico. Es casi ingenuo no reconocerle esto y gracioso ver cómo la formación en escuelas de cine e instancaias parecidas se esfuerzan en someter estas cualidades naturales del cine a relas absurdamente prácticas y especulativas. Esto de la nostalgia de la imagen existe sobre todo en el primer cine mudo. Por alguna razón los objetos parecen ser más que esos objetos. La acción más sencilla, una mujer que se pone de pie y va a cerrar una puerta, nos sorprende por ese presentido algo más. Ahora bien, yo creía que se trataba de un bagaje filosófico en la inocencia de las primeras imágenes, como cuando uno ve a un niño recién nacido y le hace grandes planes y después el bebé maravilloso se vuelve como todo el mundo. Creí que se era conciente de esa dos veces metafísica de la imagen. Sin embargo no tiene sustento: este distanciamiento contemplativo favorable al espíritu se encuentra tanto en la obra digamos de Dryer que en los planos secuencia de un documentalista de la época. Cualquier cosa filmada con pretensión artística o no. La explicación para esto es la más sencilla: la cámara. Es como si fuera un bolígrafo automático: aún su falta de ángulo será un ángulo. Siempre tendrá perspectiva. Y lo que le da la forma es igual de obvio: el hecho de ser realmente una película vieja. Creo que muy pocos... ¿me acuerdo de alguno? Greenaway quizás, han sabido en la actualidad devolverle a la imagen su aspecto envejecido. No hablo de estos pseudo experimientos de estudiantes de ciene. ¿te has dado cuenta sobre todo en el cine gringo que no hay clima o por lo menos dinámica de clima? Hace sol o llueve, hace viento o está nublado, nunca se está nublando, nunca llueve apenas, y algo igual con su fotogenia y, creo que eso es mundial: la imagen es groseramente dura y brillante, todo se ve como un afiche, o todos los planos enfocados o un solo plano de enfoque, supuestamente afectado de realismo, con sonidos torpes y música orquestal, y estas técnicas divididas según el género, se ha olvidado la posibilidad poética mediante el manejo de recursos técnicos, esa imagen no conmueve, pretende conmover, y quines hacen la película mienten, y quienes la miran mienten. ¿te imagenias hacer una película anticipadamente vieja? ¿hacer una película que parezca filmada en los años 60, por ejemplo, con el tipo de corte que solía ser, la música orquestal, y sin mebargo notar que es algo nuevo y nostálgico al mismo tiempo? Deberían empezar a filmarse sueños tal cual. Buñuel estuvo cerca. Alguien debieses agarrar, despertar, anotar su sueño lo mejor que recuerde y filmarlo. En lugar de estar pendientes de que a la media hora ocurra el primer gran giro de la película se debería estar pendiente de su flujo coherente y melódico. Si comparamos copn la música es como si solamente se escribieran alegrettos y alegros. Para hacer estos sueños película alguien debiese lelvar al cine las formas musicales, hacer una obra cinematogáfica con movimientos. A veces los movimientos, desde el barroco hasta Schoenberg, no tienen entre sí más que su sucesión, a veces es así de contrastante. Y esto mismo no sólo refresco sino que comenta y compara las partes. Las secuencias cinematográficas que acostumbramos ver tienen tanta monotonía y pobreza que su única dignidad está en no ser muy distinta una de la otra. Debieran haber más músicos de imagen que se dediquen al cine y menos novelistas. Sin embargo la nostalgia de la imagen, que al notarla nos reafirma como individuos, y el desdoblamiento de la imagen que es verse viendo, que tiende a disolvernos con el resto, son las principales cualidades poéticas del cine y, aunque de forma no muy

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evidente, se encuentran más allá del realizador. Así como de la fuente inagotable de un tema como es el amor el amante más tonto y el más sutil se aproximarán y de una manera general habrán expresado lo mismo casi en la misma medida, yo creo que se trata de la propiedad de la imagen en sí y de que de cualquier manera, más allá del contexto, siempre se están haciendo películas viejas”. Un mozo EN OFF preguntó si queríamos algo más. La es posa de René dijo que no, gracias “mas bien... ¿qué hora es?”. Eran las seis menos veinticinco. René pidió la cuenta. La pariente había permanecido callada. Lo último del helado en mi copa se hallaba derretido, removí por última vez con la cucharilla el fondo. Salimos: los pájaros esparcidos y comenzando a oscurecer, señalaban distintas opciones de camino. La lluvia pasada dejó en exhibición, sobre las losetas, semillas y hojas de Legustro, la gente se acercaba a la catedral, gente mayor y menor junta, la ser frotadas las hojas contra las losetas regalaban aroma de campo, y este aire se elevó y cubrió las principales calles del centro. Pasamos la calle Nicolás Ortiz, San Felipe, la plazuela Cochabamba. Al fondo de todo la cordillera azul dura, con nubes negruzcas sobre ella y una línea irradiando un misterioso azul eléctrico. Seguiría lloviendo. Una vez en su casa la pariente se apresuró en entrar, luego la esposa de René, nos despedimos afectuoso y se fue sonriendo y a algo que debía hacer. René se quedó un momento más en la puerta, “¿has estado escribiendo?” me preguntó, le dije que sí. “y en amores ¿cómo estás?” le dije que como siempre. Nos dimos la mano y nos dimos un abrazo “ven después de año nuevo, voy a estar en Yotala, quiero pintar unos cuántos días por lo menos. Ven a visitarme el dos de Enero” entró a su casa, “deberías abrigarte, te vas a resfriar” me recomendó antes de cerrar la puerta. Roja, con molduras de madera, estaba remojada y seguro que podía pellizcársela y sacarle un pedazo como a un gran corcho. Suspiré, subí hasta la plazuela Cochabamba; todo se hallaba en humedad, era refrescante, me puse a pensar en mis asuntos con total indiferencia. Algo en el encuentro que acaba de ocurrir me hacía sentir solitario, “bueno, me hablé, de todas formas y aunque sea Perogrullo al final uno está solo, ¿y qué? No es tan mala compañía”, pasé junto a la Catedral y cambié de acera, todo estaba muy fresco y todo en su lugar. Desde la esquina del centro miré hacia abajo la calle Ayacucho: hasta el horizonte. El sol amarillo terminal, amarillo enfermizo del color de la retama iluminaba un pedazo de nube negra, era la última luz del día; cuando se fue extinguiendo, un momento entre este que describo y la noche, se prendieron los faroles. Di una vuelta más por el centro.