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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA 5.0 Diagnóstico y estrategia: pensando nuestro bienestar La probabilidad de una vida lograda por azar. La vida lograda -el bienestar, más o menos estable-, no es fruto de alguna coincidencia afortunada. Esto se debe, básicamente, a dos motivos: (a ) la causa del bienestar debe ser algo que esté al alcance de todos y (b) debe ser algo que nos mantenga en estado de plenitud. Éste no es el caso de la suerte. Los eventos casuales no suceden siempre ni frecuentemente. Un golpe de suerte no es suficiente para alcanzar un estado de plenitud definitivo o, por lo menos, estable. El azar, cambiante por definición, no parece ser el mejor camino hacia una vida lograda. Optar por el azar, consciente o inconscientemente, es una elección desafortunada. Es arriesgado hacer de nuestra vida un puro juego de dados. Peligros que encierra ser actores pasivos en la búsqueda de la vida lograda. Renunciar a la libertad es dejar de ser actores de nuestra vida, para convertimos en marionetas de un titiritero. Alcanzar la plenitud por este camino -la renuncia a la libertad- parece poco probable por dos razones. Primero (a) porque no tenemos garantía alguna de que esa persona nos conducirá hacia la dicha. Además, (b) este camino es sólo una ficción. En realidad nadie puede mover la voluntad de otra persona. La de la vida implica plenitud saber qué es lo que realmente queremos de ella y no lo que otros quieran de nosotros. Los estereotipos de conducta usados para arrastrar a las masas no suelen ser proyectos exitosos para quienes se dejan persuadir por ellos. El examen de la renuncia a libertad arroja como consecuencia la certeza de que la búsqueda de una vida plena exige la intervención activa de la voluntad de cada persona. El peso de la intervención de la voluntad en la consecución de la vida lograda. Disfrutar una vida plena exige desempeñar un papel protagónico en la propia vida. Para gozar de la vida -de n uestra vida- debemos ser actores de ella y no meros espectadores. Vivimos en un mundo que no elegimos, pero en el que podemos elegir. Si la vida plena exige la participación activa de la voluntad, el diseño de una estrategia de vida será un requisito indispensable. La urgencia de tal estrategia emerge de la multiplicidad de caminos hacia la plenitud y de la responsabilidad que conlleva nuestra libertad. Los actos voluntarios, por ser libres, implican responsabilidad. Es decir, se remiten a quien los realiza como a su origen. El ser humano, por ser libre, es causa de sí mismo, elige su papel y tiene historia. Ser responsable en vistas a la vida lograda. Hay que llamar responsable a la persona que también asuma los "antecedentes" de sus actos, es decir, los principios a partir de los cuales actúa. Una persona que actúa sin referencia a un mínimo de convicciones, difícilmente podrá alcanzar una vida lograda. Vamos a decirlo llanamente: la primera responsabilidad es sopesar nuestro marco de valores. Somos responsables de las pautas de conducta que elegimos para nuestra vida. Tal es nuestra primera responsabilidad. Las personas, generalmente, pueden tener puntos de vista encontrados con otros sujetos. Una persona es responsable si, además de esto, tiene un proyecto y una estrategia para encarar la vida. No se puede vivir sin convicciones, pero éstas necesitan un marco de referencia que les dé coherencia entre sí. No se puede ser abogado y anarquista al mismo tiempo. Las acciones que influyen cada día en mi plan de vida. Nadie puede renunciar a esta exigencia: es necesario proyectar lo que queremos llegar a ser, a partir de lo que ahora somos. La propia naturaleza, como se ha dicho antes, es un marco común para todas las personas. Las decisiones, las convicciones y el cálculo de las

Diagnostico y estrategia, pensando en nuestro bienestar

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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA5.0 Diagnóstico y estrategia: pensando nuestro bienestar

La probabilidad de una vida lograda por azar.

La vida lograda -el bienestar, más o menos estable-, no es fruto de alguna coincidencia afortunada. Esto se debe, básicamente, a dos motivos: (a) la causa del bienestar debe ser algo que esté al alcance de todos y (b) debe ser algo que nos mantenga en estado de plenitud. Éste no es el caso de la suerte. Los eventos casuales no suceden siempre ni frecuentemente. Un golpe de suerte no es suficiente para alcanzar un estado de plenitud definitivo o, por lo menos, estable. El azar, cambiante por definición, no parece ser el mejor camino hacia una vida lograda. Optar por el azar, consciente o inconscientemente, es una elección desafortunada. Es arriesgado hacer de nuestra vida un puro juego de dados.

Peligros que encierra ser actores pasivos en la búsqueda de la vida lograda.

Renunciar a la libertad es dejar de ser actores de nuestra vida, para convertimos en marionetas de un titiritero. Alcanzar la plenitud por este camino -la renuncia a la libertad- parece poco probable por dos razones. Primero (a) porque no tenemos garantía alguna de que esa persona nos conducirá hacia la dicha. Además, (b) este camino es sólo una ficción. En realidad nadie puede mover la voluntad de otra persona. La de la vida implica plenitud saber qué es lo que realmente queremos de ella y no lo que otros quieran de nosotros. Los estereotipos de conducta usados para arrastrar a las masas no suelen ser proyectos exitosos para quienes se dejan persuadir por ellos. El examen de la renuncia a libertad arroja como consecuencia la certeza de que la búsqueda de una vida plena exige la intervención activa de la voluntad de cada persona.

El peso de la intervención de la voluntad en la consecución de la vida lograda.

Disfrutar una vida plena exige desempeñar un papel protagónico en la propia vida. Para gozar de la vida -de nuestra vida- debemos ser actores de ella y no meros espectadores. Vivimos en un mundo que no elegimos, pero en el que podemos elegir. Si la vida plena exige la participación activa de la voluntad, el diseño de una estrategia de vida será un requisito indispensable. La urgencia de tal estrategia emerge de la multiplicidad de caminos hacia la plenitud y de la responsabilidad que conlleva nuestra libertad. Los actos voluntarios, por ser libres, implican responsabilidad. Es decir, se remiten a quien los realiza como a su origen. El ser humano, por ser libre, es causa de sí mismo, elige su papel y tiene historia.

Ser responsable en vistas a la vida lograda.

Hay que llamar responsable a la persona que también asuma los "antecedentes" de sus actos, es decir, los principios a partir de los cuales actúa. Una persona que actúa sin referencia a un mínimo de convicciones, difícilmente podrá alcanzar una vida lograda. Vamos a decirlo llanamente: la primera responsabilidad es sopesar nuestro marco de valores. Somos responsables de las pautas de conducta que elegimos para nuestra vida.

Tal es nuestra primera responsabilidad. Las personas, generalmente, pueden tener puntos de vista encontrados con otros sujetos. Una persona es responsable si, además de esto, tiene un proyecto y una estrategia para encarar la vida. No se puede vivir sin convicciones, pero éstas necesitan un marco de referencia que les dé coherencia entre sí. No se puede ser abogado y anarquista al mismo tiempo.

Las acciones que influyen cada día en mi plan de vida.

Nadie puede renunciar a esta exigencia: es necesario proyectar lo que queremos llegar a ser, a partir de lo que ahora somos. La propia naturaleza, como se ha dicho antes, es un marco común para todas las personas. Las decisiones, las convicciones y el cálculo de las

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consecuencias de nuestros actos también tienen sentido en virtud de un marco más particular: el proyecto de cada persona. Vivir con un fin en mente da un marco de referencia para examinar todas nuestras acciones. La conducta de cada día contribuirá significativamente a la construcción de cada uno. La conducta de hoy, la de mañana, la de la próxima reunión o jornada de trabajo puede examinarse en el contexto de un plan. Si el fin aparece con claridad en la cabeza, el quehacer diario no desviará a nadie del lugar al que se dirija.

Aplicando exitosamente las normas generales a los casos particulares en la vida moral.

a) Hay que tener presente las experiencias anteriores.b) Experimentar en cabeza ajena.c) Pedir consejo a quienes se reconoce como experto. d) Aprender a tomar distancia de las situaciones.

Relevancia de las determinaciones sociales en vistas a la vida lograda.

La sociedad ofrece a cada persona un conjunto de valores mínimos para sobrevivir. Esto no implica que cada sujeto está determinado a seguir las pautas de comportamiento que le ofrece su alrededor. La aplicación de una estrategia de vida no pocas veces obliga a las personas a remar contra corriente. Asumir las consecuencias de nuestros actos, diseñar un proyecto de vida a partir de una serie de convicciones armónicas entre sí y ser coherente con él, enfrentarán a las personas con su entorno más de una vez. Todas las personas que lleven a cabo un proyecto de vida tendrán que jugar en estos dos frentes: la procuración de una sana convivencia con quienes le rodean y la coherencia con su propio proyecto.

Importancia de conciliar la resistencia al deber.

Todas las personas han experimentado alguna vez la tensión entre el placer y el deber. Comprender que la realización de una meta a largo plazo exige un sacrificio inmediato no garantiza nuestra coherencia. El cálculo de los costos no garantiza que la balanza se incline a

un lado u otro. Ser fuertes es un hábito adquirido. Nadie nace dotado de él, pero su posesión enriquece la vida de su dueño. La ausencia de proyecto o la incoherencia con él, son fuentes de frustraciones. Una voluntad fuerte no garantiza el éxito absolutamente. La vida lograda supone la posesión de una voluntad firme. La firmeza cuida a la persona de todo, incluso de sí misma.

Estimando el conocimiento previo a la acción.

Todas las personas están dotadas de una inteligencia capaz de conocer al mundo, aunque nuestro conocimiento de él siempre es parcial. El conocimiento que nuestra generación tiene sobre la naturaleza es superior al que tenían generaciones anteriores. Tal tensión exige la presencia de la voluntad. Los bienes concretos y nuestro conocimiento de ellos es siempre parcial. Nunca habrá razones suficientes que nos obliguen a tomar una decisión. La voluntad, en un arranque de audacia, tendrá que dar la última palabra.

El peso que tienen las emociones al ejecutar la libertad.

El dominio de la voluntad sobre la inteligencia es fundamento para comprender los mecanismos éticos de la decisión. La peculiar relación entre ambas capacidades, querer y pensar, tiene sus repercusiones en la valoración de una situación concreta. Las emociones son impulsos para actuar que tienen un origen externo al sujeto. Las emociones mueven a la acción y nuestra percepción del mundo está acompañada de una estimación emocional. Las emociones tienen el poder de alterar el pensamiento y la voluntad. Esto no es una cosa menor, pues la sociedad no puede funcionar con personas que sólo obedecen a sentimientos o emociones. La inclinación hacia el disfrute inmediato adormece la capacidad de proyecto y fomenta el conformismo. La injerencia de las pasiones en la valoración de los escenarios que enfrentamos es indudable. La aplicación de un proyecto de vida será poco exitosa si opta por intentar la anulación de las pasiones o el sometimiento ante ellas. En suma, la educación de la persona es un proceso de toda una vida durante el cual el individuo nunca pierde la oportunidad de cambiar hacia algo mejor. Tener un concepto claro de qué es lo mejor y luchar

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incansablemente por ello es uno de los requisitos para evitar que ese proceso de toda una vida quede truncado. Un proyecto de vida

y una estrategia para realizarlo son exigencias de una vida lograda.