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Detrás de la Máscara Por Louisa May Alcott

Detrás de la Máscara

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Page 1: Detrás de la Máscara

DetrásdelaMáscara

Por

LouisaMayAlcott

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CAPÍTULOI

JeanMuir

—¿Havenido?

—No,mamá,aúnnohavenido.

—Desearía que todo hubiera acabado. Pensar en ello me inquieta y almismo tiempomeprovoca cierta emoción.Bella, acércameun cojín para laespalda.

LamalhumoradaseñoraCoventryseacomodóenunsillónconunsuspiroque denotaba nerviosismo y cierto aire demártir, mientras su hermosa hijarevoloteabaasuladoconafectuosasolicitud.

—¿De quién están hablando, Lucía? —preguntó el joven lánguido quepermanecíacercadesuprimarepantigadoenotrosillón.Éstaseinclinósobresuobradetapiceríaconunaamablesonrisaesbozadaensurostro,que,porlogeneral,semostrabaaltivo.

—De la nueva institutriz, la señorita Muir. ¿Qué quieres que te cuentesobreella?

—Nada,gracias.Sientounagranaversiónportodasesasmujeres.AvecesdoygraciasaDiosportenersólounahermana,dequeellasealamadredeunniñomimadoydehabermelibradodurantetantotiempodelatorturadetenerunainstitutriz.

—¿Yahoracómolosoportarás?—quisosaberLucía.

—Ausentándomemientrasellaestéencasa.

—No, no lo harás. Eres demasiado indolente para eso, Gerald —interrumpióunhombremásjovenyenergéticoquejugueteabaconsusperrosdesdeeldescansillo.

—Ledarétresdíasdegracia,ysiellaaguanta,nomemolestaréensalir;perosiesunapesada,yestoysegurodequeloserá,memarcharélejosparanoverla.

—Jovencitos, os ruego que no habléis en términos tan deprimentes.Meangustia la llegadade unadesconocida tanto omás que a vosotros, peronodebemosdescuidarlaeducacióndeBella.Asíquemehearmadodevalorparasoportaraestamujer,yLucía,muyamablemente,sehaofrecidoparaocuparsedeellaapartirdemañana.

—No te molestes, mamá. Yo diría que es buena persona, y cuando nos

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acostumbremosaella,nomecabedudadequeestaremosencantadosconsupresencia.Ahoraestoestámuyaburrido.LadySydneycomentóqueeraunajovenmuytranquila,capacitadayafablequenecesitabaunhogar,yqueseríadegranayudaparaunapobreestúpidacomoyo,asíque,porfavor,procuraseramableconella.

—Loharé,querida,¿peronoseestáhaciendotarde?Esperoquenohayaocurrido nada malo. ¿Les dijiste que enviaran un coche a la estación pararecogerla,Gerald?

—Meolvidédedarelaviso.Perolaestaciónnoquedamuylejosdeaquí,noleirámalcaminarunrato—respondióeljovenlánguido.

—Fue indolencia por tu parte, no descuido, de eso estoy segura. Quédesastre; creerá que somos unos desconsiderados por dejarla abandonada aestashoras,sinsaberelcaminoacasa.Ned,vealaestaciónabuscarla.

—Esdemasiadotarde,Bella,el trenhallegadohaceunrato.Lapróximavezquemedesórdenesprocuraréquesecumplan,mamá—contestóEdward.

—Ned está en esa edad en la que no le importa hacer el ridículo porcualquierjovencitaquesecruceensucamino.Vigilaalainstitutriz,Lucía,oacabaráseduciéndole.

Geraldhablabaconunaespeciedesusurrosatírico,perosuhermanoleoyóycontestóconunasonrisamuyanimada.

—Desearíaquehubieraalgunaesperanzadequetúhicieraselridículodeesamanera, amigomío. Sé un buen ejemplo para mí, y te prometo que loseguiré.Encuantoalainstitutriz,debemostratarlaconnuestraacostumbradacortesía,puestoqueesunadama.Yodiríaquetampocoestarámalmostrarnosespecialmenteamables,porquelamujerespobreyunaauténticadesconocida.

—¡Así habla mi querido y bondadoso Ned! Protegeremos a la pobre ypequeñaMuir,¿verdad?—ymientrascorríahaciasuhermano,Bellasepusode puntillas para darle un beso que él no pudo rechazar, porque los labiosrosados se fruncieron de una forma muy apetitosa, y los ojos brillantesrebosabanelafectopropiodeunahermana.

—Espero que ya haya llegado, porque cuando me esfuerzo por ver aalguien,detestoqueseaenvano.Séquelapuntualidadesunagranvirtud,yestamujercarecedeella,porqueprometióestaraquíalassieteyhaceratoquehapasadoesahora—protestólaseñoraCoventryvisiblementemolesta.

Antesdequeledieratiempoaexpresarotraqueja,elrelojmarcólassieteysonóeltimbredelapuerta.

—¡Esella!—exclamóBella,quiensevolvióhacialaentradapararecibiralareciénllegada.

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PeroLucíaladetuvoconuntonodevozcontundente.

—Quédate aquí, pequeña. Es ella quien tiene que acercarse a ti, no tú aella.

—La señorita Muir —anunció una criada mientras una figura menudavestida de negro permanecía de pie frente al umbral. Por un momento lafamiliapermanecióinmóvil,yla institutriztuvotiempodeverydeservistaantesdepronunciarunasolapalabra.Todoslaestabanobservando,yellalesobsequió con una amable sonrisa que despertó vivamente su curiosidad.Después, lamuchachabajólavistay,haciendounalevereverencia,atravesóel umbral de la puerta. Edward avanzó unos pasos para recibirla con unasinceraeinquebrantablecordialidad.

—Madre,éstaesladamaqueestabasesperando.SeñoritaMuir,permítamedisculparme por nuestra evidente desatención al no ir a buscarla. Hubo unmalentendido con el cochero o, mejor dicho, el holgazán a quien dimos laordenderecibirlaseolvidódelrecado.Bella,acércate.

—Se lo agradezco, pero no es necesaria una disculpa. No esperaba quevinieranarecogerme—respondiólainstitutrizmientrassesentabalentamentesinlevantarsumirada.

—Encantada de conocerla. Permítame que recoja susmaletas—propusoBella tímidamente, porque Gerald, que seguía repantigado en el sofá,observabaalcorrilloquesehabíaformadoalcalordelhogarconciertaapatía.Lucíanisiquierasemovió.

LaseñoraCoventryrepasódenuevoalajovenconlamiradaycomentó:

—Hasidoustedpuntual,señoritaMuir,yesomeagrada.Comoesperoquele haya comentado lady Sydney, soy una triste inválida. Mi sobrinasupervisará las clases de la señorita Coventry, y como sabe lo que quiero,tendráquedirigirseaellapararecibirinstrucciones.Ruegoquemedisculpesilehagounas cuantaspreguntas.Lanotade ladySydneyerabreve,y confiéplenamenteensubuenjuicio.

—Responderéatodassuspreguntas,señora—respondiólamuchachaconunavozsuaveymelancólica.

—Tengoentendidoqueustedesescocesa.

—Sí,señora.

—¿Suspadresestánvivos?

—Nomequedaningúnparienteenelmundo.

—¡Diosmío,quédesgracia!¿Lemolestaquelepreguntesobresuedad?

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—Tengo diecinueve años. —En ese momento, los labios de la señoritaMuir esbozaron una sonrisa mientras cruzaba las manos con cierto aire deresignación,puestoqueelinterrogatorioseintuíalargoypesado.

—¡Eresmuyjoven!CreoqueladySydneycomentóqueteníasveinticincoaños,¿verdad,Bella?

—No,mamá, sólodijoque así lo creía.Nohagas este tipodepreguntasdelantedenosotros,resultadesagradable—susurróBella.

LaseñoritaMuir levantórepentinamentelamiradayesbozóunaradiantesonrisadeagradecimientomientrasdecíaenvozbaja:

—Desearía tener treintaaños,pero,comonoesasí,hago todo loposibleparaparecermayor.

Enesemomentotodaslasmiradasseposaronenella,ytodossintieronunpoco de lástima al ver el rostro pálido de la mujer con su sencillo vestidonegro cuyo único complemento era una pequeña cruz de plata colgada delcuello. Era unamuchachamenuda, delgada y desvaída, tenía el pelo rubio,ojos grises y facciones irregulares, pero muy marcadas y expresivas. Alparecerlapobrezahabíahechomellaenella,ylavidalehabíareparadomásheladas que días soleados. Sin embargo, el contorno de su boca revelabafortaleza,ylavozclaraybajapresentabaunacuriosacombinacióndesúplicaydominiopor lavariacióndesu tonalidad.Noeraunamujeratractiva,perotampocoeraordinaria.Cuandosesentócolocandosusdelicadasmanossobresuregazo,ladeólacabezayadoptóunaexpresiónseveraensudelgadorostro,convirtiéndose así en una criatura más interesante que muchas de lasjovencitasalegresyradiantesdelacomarca.Bellanotuvoqueesforzarseparamostrarseafectuosaconlajoven,yacercósusillahaciaellamientrasEdwardregresaba con sus perros para que su presencia no inquietara a la reciénllegada.

—Creohaberentendidoquehaestadoustedenferma—prosiguiólaseñoraCoventry,quienconsideróestehechoelmásinteresantedetodoslosquehabíaoídoacercadelainstitutriz.

—Sí,señora.Haceunasemanamedieronelaltadelhospital.

—¿Creequepodráempezaraenseñartanpronto?

—Notengotiempoqueperder,yseguramenterecuperarélasfuerzasaquíenelcampo,sinolesimportamantenerme.

—¿Estáustedcapacitadaparaenseñarmúsica,francésydibujo?

—Procurarédemostrarlequeasíes.

—Siesustedtanamabledetocarunaodoscancioncillas,podréjuzgarsu

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tactoconlasteclas.Dejoven,yosolíatocarmuybien.

LaseñoritaMuirselevantóyechóunvistazoasualrededorenbuscadelinstrumento.Cuandovioqueestabasituadoalfondodelaestancia,sedirigióhacia él, pasando por delante de Gerald y Lucía como si no advirtiera supresencia.Bellasiguióa lamuchacha,ysintió tantaadmiraciónporellaqueporunmomentoloolvidótodo.LaseñoritaMuirtocabacomounaauténticamelómanaydominabaperfectamentesuarte.Conquistóatodoslospresentesconlamagiadesuhechizo.InclusoelindolenteGeraldsesentóparaescuchar,y Lucía dejó a un lado la costura mientras Ned observaba los delicados ypálidosdedosdelapianistaysemaravillabaantelafuerzaylahabilidadqueéstosdemostraban.

—Cante, por favor—suplicóBella cuando la joven terminó de tocar subrillanteobertura.

LaseñoritaMuirobedeciólapeticiónconlamismadocilidad,ycomenzóatocarunabrevemelodíaescocesa.Eratandulce,tantriste,quelosojosdelajovensecolmarondelágrimasylaseñoraCoventrytuvoqueecharmanodeunodesusnumerosospañuelosdebolsillo.Depronto,lamúsicacesócuando,enunvanointentopormantenersesentada,lacantanteresbalódesuasientoycayó redonda ante la sorprendida audiencia, que vio el rostro pálido yagarrotadodelajoven.Edwardlalevantómientrasordenabaasuhermanoquedejaralibresuasiento.LuegoacomodóalaseñoritaMuirenelsillónmientrasBella le frotaba lasmanos y sumadre llamaba a su criada.Lucía aplicó unpocodeaguaenlassienesdelapobremuchacha,yGerald,haciendogaladeunaenergíapocohabitual,leacercóunacopadevino.AlratoloslabiosdelaseñoritaMuirempezaronatemblar,suspiró,yluegomurmurótiernamenteconunligeroacentoescocés,comosideambularaenelpasado.

—Quédateamilado,mamá,porqueestoymuyenfermaysola.

—Beba un sorbo de esto, le sentará bien, querida—respondió la señoraCoventry,impresionadaporlasúplicadelamuchacha.

Laextrañavozpareciórevivirla.Lamuchachaseincorporó,miróporunosinstantesyconciertainquietudasualrededor,luegosecompusoydijoconunaspectoytonodevozlastimeros:

—Perdónenme.Mehepasado todoeldíadepiey,pormiafánde llegarpuntualalacita,nohecomidonadadesdeestamañana.Ahorameencuentromejor.¿Quierenqueacabedetocarlacanción?

—No, serámejor que no. Acompáñenos a tomar el té—propuso Bella,quiensentíaremordimientosycompasiónporlajoven.

—Unprimeractomuybieninterpretado—susurróGeraldasuprima.

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LaseñoritaMuirestabadepiedelantedeellos,yfingíaestarescuchandoloscomentariosdelaseñoraCoventrysobrelosataquesdedesmayo;perolajoven escuchaba ymiraba por encima de sus hombros en un gesto de gransofisticación. Tenía los ojos grises, aunque en ese momento parecieronennegrecerse por una intensa emoción de ira, orgullo o desafío. Su rostroesbozó una curiosa sonrisamientras saludaba con la cabeza, y dijo con vozpenetrante:

—Gracias,laúltimaescenaseráaúnmejor.

EljovenCoventryeraunhombrefríoeindolentequeraravezsentíaalgúntipodeemociónopasión,fueraéstaagradableoingrata.Peroeltonodevozyelaspectodelainstitutrizprovocaronenélunanuevasensaciónindescriptibleperomuyintensa.Notóquesesonrojabay,porprimeravezenlavida,parecióavergonzado.Lucíasepercatódeello,yempezóaodiaralaseñoritaMuircontodassusfuerzasporque,alolargodetodoslosañosquehabíapasadoconsuprimo, ninguna mirada ni palabra suya había surtido tal efecto. Coventryvolvió a ser el mismo al cabo de unos instantes sin dejar rastro de eserepentinocambio, salvoporunamiradade interés en susojosgeneralmentesoñolientosyunresquiciodeiraensusarcásticavoz.

—¡Quéjoventanmelodramática!Vendrémañana.

Lucía se echó a reír con satisfacción cuando él se alejó para traerle unatazade téde lamesadondeseestabadesarrollandounapequeñaescena.LaseñoraCoventrysehabíavueltoasentardenuevoensusillón,agotadacomoestabaportodoeljaleoquehabíaprovocadoeldesmayo.Bellarevoloteabaasu alrededor; y Edward, que había resuelto alimentar a la pálida institutriz,trataba con todas sus fuerzas de preparar el té después de una suplicantemiradaasuprimaqueellaprefirióignorar.Mientraséldejócaerlacajadelataque albergaba las bolsitas de té y murmuraba con cierta desesperación, laseñoritaMuirprocedióasentarselentamentedetrásdelavitrinadiciéndolealjoven,conunasonrisayunatímidamirada:

—Permítame cumplir con mi deber de inmediato y servirles a todosustedes. Conozco el arte de hacer sentir cómodas a las personas de estamanera.Lacuchara,porfavor.Yomeencargarédeprepararlotodo,simedicecómoquieresumadreelté.

Edwardacercóunasillaalamesaybromeósobresuestropicio,mientraslaseñoritaMuirllevóacabosudiscretatareaconunahabilidadygraciaqueresultabanagradablesdeobservar.Coventrysequedómirándolaunlargoratodespués de que ella le entregara una taza de té humeante, al tiempo queformulabaunaodospreguntasasuhermano.Ellareparóenélcomosideunaestatuasetratara,y,enmitaddeuncomentarioquelededicóalamuchacha,ésta se levantó para acercar el azucarero a la señora Coventry, quien para

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entonces ya se había convencido de los aires modestos y familiares de lanuevainstitutriz.

—Realmente, querida, usted es un tesoro; no había tomado un té tandeliciosodesdequemuriómipobreasistentaEllis.Parecehacerlotodobien,yesometranquiliza.

—En ese caso, permítame prepararle siempre el té. Será todo un placer,señora.

LaseñoritaMuirvolvióasuasientoconunligeroruborenlamejillaquemejorabanotablementesuaspecto.

—Mihermanomepreguntósiel jovenSydneyestabaencasacuandosemarchó—comentóEdward,porqueGeraldnosehabríamolestadoenrepetirlapregunta.

La señoritaMuir posó su mirada en Coventry y contestó con un ligerotemblordelabios:

—No,semarchódecasahaceunassemanas.

Eljovenvolvióhaciadondeestabasuprimaysesentóasulado.

—Nomeirémañana,sinoqueesperarétresdías.

—¿Porqué?—preguntóLucía.

Élcontestóbajandoeltonodevozyasintiendohacialainstitutriz.

—PorquetengolaimpresióndequeellaeslaclavedelmisteriodeSydney.Últimamentenoeselmismodesiempre,yacabademarcharsesinpronunciarniunapalabra.Yoprefierolosromancesdelavidareal,sinosondemasiadolargosodifícilesdeleer.

—¿Laconsiderasatractiva?

—Enabsoluto.Creoqueesunacriaturamuypocosofisticada.

—Entonces,¿porquécreesqueSydneylaama?

—Esunamujeroriginal,leencantanlasemocionesytodoeso.

—¿Aquéterefieres,Gerald?

—Procura que esa Muir te mire, tal como ella me miró a mí, y loentenderás.¿Teapeteceotratazadeté,diosaJuno?

—Sí,porfavor.—Aellaleencantabahacerleesperar,porquenoesperabaporningunaotramujersalvoporsumadre.

Antesdequelediera tiempoa levantarse lentamente, laseñoritaMuirsedirigió hacia ellos con otra taza en la bandeja de plata. Mientras Lucía la

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aceptabaasintiendofríamenteconlacabeza,lajovendijoenvozbaja:

—Deboadvertirlesque tengobuenoído,ynopuedoevitaroír loque sedigaenestesalón.Loquedigansobremíno tiene importancia,peroalgunavezquerránhablardeasuntosquenodesearánqueyoescuche;creooportunodecírselo.

Luegosemarchóconelmismosigiloconelquehabíaentrado.

—¿Qué te parece? —susurró Coventry mientras su prima se quedabasentadaobservandoalajovenconciertaestupefacción.

—¡Quéjovenmásinconvenientetenemosencasa!Lamentomuchohaberprecipitadosuvenida,porquetumadresehaencaprichadodeellayserádifícilquenoslaquitemosdeencima—apuntóLucíaconuntonodevozfuriosoydivertidoalmismotiempo.

—¡Cuidado!Escuchatodoloquedecimos.Loséporlaexpresiónaltivadesurostro,porqueNedestáhablandodecaballos.Esoesmuyelocuente.¡Diosmío!Estoseestáponiendointeresante.

—Escucha,estáhablando.Quieroescucharloquedice.—Lucíacolocósumano sobre los labios de su primo. Él la besó, y luego se entretuvojugueteandoconlosanillosdesusfinosdedos.

—HevividoenFranciadurantevariosaños,señora,peromiamigafallecióyyoregreséparaquedarmeconladySydneyhasta…—Muirsedetuvoporuninstante,y luegoañadió lentamente—hastaquecaí enferma.Fueuna fiebrecontagiosa, y decidí ingresar en el hospital porque no quería que la señoracorrieraningúnriesgo.

—Muyoportuno.Pero¿estásseguradequenosecorreningúnpeligrodeinfección?—preguntólaseñoraCoventryconciertonerviosismo.

—Ningúnriesgo,seloaseguro.Haceyauntiempoqueestoybien,peronomemarchéporquepreferíquedarmeallíenvezdevolverconladySydney.

—Esperoquenoospelearais.¿Huboalgúnproblema?

—No, ninguna pelea, en fin, ¿por qué no? Usted tiene derecho a saber,peronovoyaconvertirlascosasmásinsignificantesenauténticosmisterios.Como su familia está reunida aquí, prefiero contarle la verdad. No regresédebidoaunjovencaballero.Porfavor,nomepreguntemás.

—¡Ah!, entiendo.Muyprudenteyapropiadopor suparte, señoritaMuir.Jamás volveré amencionarle este asunto.Le agradezco su franqueza.Bella,procura no mencionarlo con tus jóvenes amigas. Desgraciadamente, lasjovencitascotillean,yaladySydneyledesagradaríamuchísimosaberquesehabladeello.

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—Lady Sydney es muy considerada al enviarnos a esta peligrosamuchacha aquí, donde viven dos jóvenes caballeros para cautivar. MepreguntoporquénosequedaríaconSydneydespuésdequeellalospillara—murmuróCoventryasuprima.

—Porque ella siente un enorme desprecio por los ricos estúpidos.—Laseñorita Muir dejó caer las palabras en el oído de Coventry mientras seinclinabapararecogersumantóndelaesquinadelsofá.

—¿Cómo demonios ha logrado llegar hasta aquí? —protestó Coventry,quien parecía haber recibido otra sensación—. Esa joven tiene carácter.Compadezco al pobre Sydney porque, si él trató de impresionarla, debió dellevarseunagrandesilusión.

—Ven a jugar al billar.Me lo prometiste, y debes cumplir tu palabra—propusoLucíamientrasselevantabaresueltamente,yaqueGeralddemostrabademasiadointerésporotramujercomoparasatisfaceralaseñoritaBeaufort.

—Comosiempre,cumplirégustosamentemideber.Mimadreesunamujerencantadora, pero encuentroquenuestras reunionesvespertinas sonunpocoaburridas si sólo asiste mi familia. Buenas noches, mamá.—Tendió ambasmanosasumadre,quien idolatrabaasuhijoyseenorgullecíadeél.Saludóconlacabezaalrestodeinvitadosyempezóacaminardetrásdesuprima.

—Ahora que se han ido podemos acomodarnos y hablar pausadamente,porquenomeimportaenabsolutoNedmásdeloquemeimportansusperros—confesóBellamientrasapoyabalospiesenlabanquetadesumadre.

—Sólo quiero añadir, señorita Muir, que mi hija nunca ha tenido unainstitutriz y su educación esmenor de la que correspondería a una niña dedieciséisaños.Quieroquepaselasmañanasconella,yqueosllevéisbienloantes posible. Por las tardes paseará con ella o la acompañará en coche decaballos, y por las noches, se sentará con nosotros o, si así lo prefiere, sededicaráasuscosas.Enelcampollevamosunavidamuytranquilaporquenosoporto estar rodeada de gente, y cuando amis hijos les apetece diversión,salenabuscarla.LaseñoritaBeaufortsupervisaaloscriadosymesustituyeentodo lo que haga falta. Mi estado de salud es delicado, y me quedo en lahabitaciónhastalatarde,exceptuandoelratoquesalgodelaestanciaparaqueésta se airee. Estará a prueba durante un mes, y espero que las dos nosllevemosmuybien.

—Harétodoloqueestéenmimano,señora.

Nadiehabría creídoque esa suavevocecitaquepronunció estaspalabraseralamismaquehabíadesafiadoaCoventryhacíaunosminutos,niqueeserostropálidoypacientepodríahaberseencendidoconelrepentinofulgorquemiró por encima del hombro de la señorita Muir cuando ésta contestó al

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discursodesujovenanfitriona.

Edwardpensóparasusadentros:¡Pobremujer!Hatenidounavidadifícil.Trataremosdefacilitárselamientrasestéaquí,luegoempezósuobracaritativasugiriendoqueseguramenteestaríacansada.Ellareconocióquesíloestaba,yBellalacondujohastaunahabitaciónbrillanteyacogedora,donde,despuésdedarleunpequeñodiscursoyunbesodebuenasnoches,ladejósola.

Cuando estaba a solas, la conducta de la señorita Muir era, sin dudaalguna, original. Lo primero que hizo fue juntar las manos y murmurarapasionadamenteentredientes:«¡Novolveréafallarcuandoexisteingenioyvoluntad en una mujer!». Se quedó inmóvil durante un buen rato con unaexpresiónde ferozdesprecioensu rostroy luegoblandiósupuñoenelairecomosiestuvieraamenazandoaunenemigoinvisible.Despuésseechóareíryseencogiódehombrosalestilofrancésmientrasmurmuraba:«Sí,laúltimaescena será mejor que la primera. Mon Dieu, ¡qué cansada y hambrientaestoy!».

Searrodillódelantedeunpequeñobaúlqueconteníatodassusposesionesmateriales.Loabrióysacódeélunfrasco.Luegolomezclóconunvasodelicor que pareció beber con deleite mientras se sentaba musitando sobre laalfombraysusaudacesojosescudriñabancadarincóndelaestancia.

—¡No está mal! Será un buen terreno en el que trabajar, y cuanto másdifícilsealatarea,mejor.Mera,viejaamiga.Túmeinfundisteánimoyvalorcuandonadiemelosdaba.Adelante,sehabajadoeltelón,ypodrévolveraseryomismaduranteunashoras, siesque lasactricessonellasmismasalgunavez.

Mientras permanecía sentada en el suelo, se deshizo las trenzas de suabundante cabello, se limpió el colorete del rostro, esbozó una sonrisa querevelósusdientesperladosysedesvistió.Desnuda,parecíaunamujerojerosa,cansada ymalhumorada de treinta años comomínimo.Lametamorfosis eraextraordinaria, pero el disfraz se notabamás en la expresión que asumía surostroqueencualquierprendaoadorno.Ahoraqueestabasola,susflexiblesrasgosvolvieronasuexpresiónnatural,durayamarga.Habíasidohermosaenelpasado,unacriaturafeliz,inocenteytierna;peroningunadeesascualidadesperduraba en la siniestramujer que se sentaba a lamentar alguna desgracia,pérdidaodesengañoquehabíaoscurecido todasuvida.Permaneció sentadadurante una hora; a veces jugueteaba sin darse cuenta con los escasosmechonesdepeloquecaíansobresurostro.Enocasionessellevabalacopaasuslabiosconlaesperanzadequeellicorcalentarasusangrehelada,ycuandohubo desnudado su pecho pudo apreciarse la terrible marca de una heridarecién cicatrizada. Al final se levantó y caminó pesadamente hasta la camacomoharíaunapersonaaturdidafísicaymentalmente.

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CAPÍTULOII

Unbuencomienzo

Sólo se habían levantado las criadas cuando la señoritaMuir salió de suhabitacióna lamañanasiguienteparadirigirsediscretamentehaciael jardín.Mientras caminaba fijándose en las flores, su mirada avizora escudriñó lahermosayantiguacasa,asícomosuspintorescosalrededores.

No está mal, se dijo para sus adentros, y añadió, mientras pasaba pordelantedeunjardínadyacente,peroelotroesmejor,ymequedaréconése.

Empezóacaminarapasoligeroyllegóhastaunaexplanadadecéspedquese abría ante la antiguamansión donde sir JohnCoventry vivía en solitarioesplendor.Setratabadeunaviejacasasolariegallenaderobles,arbustosmuycuidados, jardincitos muy vistosos, terrazas soleadas, aguilones tallados,habitaciones espaciosas, criados uniformados y todo lujo imaginable quecorrespondíaalhogarancestraldeun linaje ricoyhonorable.Losojosde laseñoritaMuirbrillaronalobservartantamajestuosidad,supasosetornómásfirme,suportemásorgulloso,yesbozómediasonrisa;eraelgestodealguienque se alegraba ante la perspectiva de un éxito o de un deseo largamenteanhelado. De pronto cambió de actitud, se ajustó el sombrero, trenzó lasmanos suavemente ante ella y pareció entrar en un trance juvenil por esahermosaescenaquecautivabaa todas laspersonasamantesde labelleza.Elmotivode este repentino cambio apareció en seguida.Unhombre robustoyatractivo,deentrecincuentaysesentaañosdeedad,atravesóunaportezuelaqueconducíaaljardíny,alveralajovendesconocida,sedetuvoparamirarla.Sólolediotiempoaecharunvistazo.Porunosinstantes,parecióatentoasupresencia, segiróconunamiradade sobresalto,pronuncióunaexclamaciónquedenotabasorpresaysemostróinsegurodesidebíahablaroecharacorrer.El educado sir John se despojó del sombreo y dijo, con la típica cortesíapasadademodaquetantolefavorecía:

—Le pido disculpas si la he asustado, joven dama. Permítame resarcirlainvitándolaadarunpaseopordondeustedguste,yrecogerlasfloresquemásdesee. Me doy cuenta de que le gustan, así que, por favor, sírvase ustedmisma.

Conunaireencantadordetimidezeingenuidadfemenina,laseñoritaMuirrespondió:

—¡Oh, gracias, señor! Pero soy yo quien debería disculparme por haberentradoensufinca.NodebíhacerlosinaveriguarsisirJohnestabaausente.

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Siempre he querido visitar este hermoso y antiguo lugar para darme uncapricho.

—¿Yestáustedsatisfecha?—preguntóelhombreconunasonrisa.

—Estoy más que satisfecha. Estoy encantada, porque es el lugar máshermosoquehayavistonunca,yhevistomuchoslugaresfamosos,tantoaquícomoenelextranjero—respondióconentusiasmo.

—LamansiónHall se siente halagada por ello, al igual que su dueño siestuvieraaquí—continuóelcaballeroconunaextrañaexpresiónenelrostro.

—Nodeberíahalagarlaanteél,almenosnoconlamismaligerezaconlaquehemostradomisopinionesanteusted,señor—contestólaseñoritaMuir,quienapartólamiradadesuinterlocutor.

—¿Porquéno?—quisosaberél,entrecuriosoydivertido.

—Pormiedo.NoesquetemaasirJohn.Peroheoídotantascosasnoblesyhermosassobreél,ylorespetotanto,quenomeatreveríaahablardemasiadoparaquenodetectaramiadmiraciónni…

—¿Niqué,jovencita?Continúe,siestanamable.

—Ibaadecir…nimiamor.Puesbien,lodiréporqueesunhombremayoryunanopuedeevitaramarlavirtudylavalentía.

El porte de la señorita Muir parecía muy armonioso y formal mientrashablabaconlaluzdelsolcentelleandosobresupelorubio,surostrodelicadoysusojosalicaídos.SirJohnnoeraunhombrefrívolo,perosesatisfizodeloshalagos recibidos por esa joven desconocida, y además sentía unas ganasirrefrenables de conocer su identidad. Él era demasiado educado parapreguntárselooparamolestarla con insinuacionesde lasqueellanoparecíadarsecuentay,portanto,supeditósucuriosidadalasuerte.Cuandoellasediomediavuelta,comosiquisieravolversobresuspasos,élleofrecióunmanojode flores de invernadero que sostenía en sus manos. Luego preguntó,inclinandolacabezaenungestodereverencia:

—Ennombrede sir John,permítameentregarlemipequeño ramilletedeflores, agradecidopor subuenaopinión, que, segúnpuedo asegurarle, no esdeltodomerecida,porqueleconozcobien.

La señoritaMuir levantó rápidamente la vista, miró en un instante a suinterlocutor y después volvió a bajar la mirada mientras se sonrojaba ytartamudeaba.

—Noteníalamenoridea…Lepidomisdisculpas.Esustedmuyamable,sirJohn.

Sir John empezó a reír como un niño, y preguntó con un tono de voz

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malicioso:

—¿PorquémellamasirJohn?¿Cómosabeustedquenosoyeljardinerooelmayordomo?

—Porquenohevistonunca su rostro,ynadiequeno fueraelpropio sirJohndiríaquetodohalagoesinmerecido—murmurólaseñoritaMuir,quientodavíaparecíapresadelaconfusiónpropiadeunajovencita.

—Bueno,bueno,dejémoslopasar,perolapróximavezquevengaseremosdebidamente presentados. Bella siempre trae a sus amigas a la mansión,porquesabequemeencantaestarrodeadodegentejoven.

—Nosoyunaamigadeella,sinosólolainstitutrizdelaseñoritaCoventry—contestómientrashacíaunadébilreverencia.LaactituddesirJohncambiódeformaapenasperceptible.Pocoslohabríannotado,perolaseñoritaMuirlocaptó de inmediato y se mordió los labios de rabia. Sin embargo, con uncuriosoairedeorgullomezcladoderespeto,aceptóelramilletedefloresqueél le ofrecía, le devolvió a sir John el saludo de despedida y se diomediavuelta dejando solo al caballero, que empezó apreguntarsededóndehabríasacadolaseñoraCoventryaunainstitutriztandescarada.

—Ya está hecho, y no está nada mal para ser el principio —murmurómientrasseacercabaalacasa.

Despuéspaseóporunverdepradoquehabíaenlasinmediacionesydiodecomer a un caballo, quien levantó la cabeza y miró a la joven de formainquisidora, como si de ella esperara un saludo. Siguiendo un instintorepentino,seadentróenelpradoy,mientrasarrancabaunpuñadodetrébolesdel suelo, invitó al animal a comer de él. Éste era un gesto insólito en unadama, y el caballo echó a correr hacia la señorita como si se empeñara enasustarla.

—Yaveo—exclamóellariendoparasusadentros—.Nosoytuama,poresoterebelas.Peroacabaréconquistándote,delicadabestia.

Cuando se hubo sentado sobre la hierba, empezó a arrancar margaritasmientrascanturreabacomosinofueraconscientedelosbrincosnerviososquedabaelcaballo.Elanimalseacercóaella,laolfateóconcuriosidadylamiróconsorpresa.Lajovenniseinmutó,sinoquesededicóatrenzarlospétalosdelasfloresyaseguircantandocomosiestuvierasola.Estopareciómolestaralanimal,porquecadavezseibaacercandomásalajovenhastaquepudoolerlesuspequeñospiesy toquetear suvestido.Luego, la señoritaMuirofreció eltrébol al animal, pronunciando palabras amables con un tono de voztranquilizador, hasta que poco a poco, y después de mucho coqueteo, elcaballolepermitióacariciarsucrinysucuellobrillante.

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La escena resultaba hermosa: la figura esbelta sobre la hierba y elchispeante caballo que inclinaba su orgullosa cabeza para que la joven loacariciara. EdwardCoventry, que había sido testigo de los hechos, no pudocontenersemásy,cruzandoelmurodeunsalto,seacercóalaparejamientrasexclamaba con unamezcla de asombro y admiración que se delataba en sugestoyensuvoz:

—Buenosdías,señoritaMuir.Sinohubierasidotestigodesuhabilidadydesuvalor,estaríapreocupadoporsuseguridad.Héctoresuncaballosalvajee imprevisible, y ha herido a más de un mozo de cuadra que ha intentadoconquistarlo.

—Buenos días, señor CoventryNome cuente historias sobre esta noblecriatura,porquenomehadefraudado.Susmozosdecuadranohabránsabidoganarsesucorazónniapaciguarsuespíritusinsometerlo.

LaseñoritaMuirselevantóalhablarycolocósumanosobreelcuellodeHéctor mientras éste comía la hierba que la joven había amontonado en lafaldadesuvestido.

—Usted ha descubierto el secreto y ahora Héctor es su súbdito, aunquehastaahorahabíarechazadoa todossusamigossalvoasuamo.¿Vaustedadarleelalmuerzo?Siempreletraigopanyjuegoconélantesdeldesayuno.

—Entonces,¿noestáustedceloso?—ellalevantólavistaparamirarleconunos ojos tan brillantes y expresivos que el joven se extrañó de no haberreparadoantesenellos.

—En absoluto. Juegue con él tanto como desee, le vendrá bien. Es unanimalsolitarioporquerehúsaestarconlosdesuclaseyprefierelasoledad,aligualquesuamo—añadióélenvozbaja.

—¿Solo,conunhogartandichoso,señorCoventry?—unamiradadulceycompasivasurgiódesusojosbrillantes.

—Fueunafrasedesagradecidapormiparte,yserámejorquelaretireporelbiendeBella.Loshijosmenoresnogozandeposiciónalgunasalvolaquepuedan procurarse por sí mismos, como usted ya sabe, y por ahora no hetenidomuchasoportunidades.

—¡Hijos menores! Pensaba… le pido disculpas. —La señorita Muir sedetuvoderepente,comosirecordaraquenoteníaningúnderechoapreguntar.

Edwardsonrióylerespondióenconfianza.

—Noesprecisoque sedisculpe.Quizácreíaqueyoeraelheredero. ¿Yayerporlanochequiéncreyóqueeramihermano?

—Pensé que era un invitado que admiraba a la señorita Beaufort. No

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escuché sunombreni pudeobservarlo el tiempo suficientepara saber quiénera.Sóloatendíasuamablemadre,asuencantadorahermanay…

La señoritaMuir volvió a detenerse mientras miraba de forma discreta,tímidayagradecidaaljovenaquiennolehacíanfaltamáspalabras.Todavíaparecíaunniñoapesardesusveintiúnañosdeedad,ysusmejillasmorenassesonrojarondiscretamentecuando loselocuentesojosdeella secruzaronconlosdeélantesdevolveradescender.

—Sí, Bella es una jovencita estupenda, y todos cuantos la conocen laaman.Estoysegurodequese llevaránbien,porqueenel fondoesunaniñaencantadora.ElprecarioestadodesaluddemimadreyladevociónqueBellale profesa han impedido que nos ocupáramos antes de su educación. Elpróximo invierno, cuandonos instalemos en la ciudad, empezará a salir y aprepararseparasupresentaciónensociedad,comoustedbiensabe—contestóéleligiendountemanocomprometido.

—Harétodoloquepueda.Ahorareparoenquedeberíairaverlaenvezdeestar aquí pasándomelo bien. Cuando una ha estado enferma y en camadurante mucho tiempo, los prados le parecen tan hermosos que olvida susobligaciones. Le ruego queme dé un toque de atención si en ocasionesmemuestronegligente,señorCoventry.

—ÉseeselnombredeGerald.AquíyosoysóloelseñorNed—respondiómientrascaminabanhacia lacasayHéctor lesseguíahastaelmuroantesdedespedirsesonoramente.

Bella acudió corriendo a reunirse con ellos, y saludó a la señoritaMuircomosiacabaradedecidirquelaquerríaconlocura.

—¡Quéhermosoramodeflores!Nuncasécombinarlasbien,locualesunfastidio,porqueamamáleencantanynopuedesalirarecogerlas.Tieneustedbuengusto—comentómientrasanalizabaeleleganteramilletequelaseñoritaMuirhabíamejoradonotablementeañadiendobriznasaltasyemplumadasdehierba, delicadas ramas de helecho y fragrantes flores salvajes quecomplementabanlosejemplaresexóticosdesirJohn.

LascolocóentrelasmanosdeBellaydijosuavemente:

—Entrégaselas a tu madre, y pregúntale si me brindará el placer deconfeccionarleunramilletecadadía;será todounhonorparamí,siaella lecomplace.

—¡Esustedmuyamable!Estoyseguradequeamimadreleencantará.Lellevarélasflorescuandotodavíaesténcubiertasdeescarchaporlamañana.

Bella se marchó corriendo, contenta de poder entregar unas flores y unmensajetanhermosoasupobremadreenferma.

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Edward se detuvo para charlar con el jardinero y la señoritaMuir subiósolalosescalones.Ellargovestíbuloestababordeadoderetratos,ymientraslorecorría lentamente mostró gran interés por las pinturas. Una le llamó laatencióny,despuésdedetenerseanteella,laanalizómeticulosamente.Eralade un rostro femenino joven y hermoso pero también engreído. La señoritaMuir supode inmediato quién era esamujer y asintió decididamente con lacabeza, como si acabara de aceptar una oportunidad inesperada. Un suavecrujidoasusespaldaslaobligóadarsemediavuelta,yalveraLucíasaludóconuna reverencia sin acabardegirarsedel todo, como siquisieravolver amirarelcuadro.Luegoexclamó,deformaaparentementeespontánea:

—¡Quéretrato tanhermoso!¿Puedopreguntarlesise tratadeunodesusantepasados,señoritaBeaufort?

—Separecemuchoamimadre—respondióellaconuntonodevozsuaveyunosojosquelevantarontiernamentelamirada.

—Debídereconocerelparecido,peroapenaspudeverlalapasadanoche.Perdonequemehayatomadoalgunalibertad,peroladySydneymetratócomoaunaamigayolvidémiposición.Permítame.

Mientrashablaba, laseñoritaMuirseinclinópararecogerelpañueloquehabía caído de la mano de Lucía, y lo hizo con un gesto tan humilde queimpresionóasuinterlocutora,yaque,apesardeserungestoaltivo,tambiénerageneroso.

—Gracias. ¿Se encuentra usted mejor esta mañana? —preguntó conamabilidad. Después de recibir una respuesta afirmativa, añadió mientrasempezabaaandar—:Lemostraréelcomedordondetomamoseldesayuno,yaqueBellanoestá.Setratadeunacomidafamiliarmuyinformal,puestoquemitíanuncabajaadesayunarymisprimostienenhorariosirregulares.Nonosespereparatomareldesayunosiustedselevantamuytemprano.

BellayEdwardaparecieronantesdequelosdemássesentaran.LaseñoritaMuir desayunó silenciosamente porque se sentía muy satisfecha con suprimera hora de trabajo. Ned explicó su anécdota con Héctor, Bella letransmitióelagradecimientodesumadreporlasfloresyLucíamencionóenmás de una ocasión, con comprensible vanidad, que la institutriz la habíacomparado con su encantadora madre, delatando con la mirada la mismaadmiraciónporelparecidorealqueporelretratado.Todos,muyamablemente,hicierontodoloposibleparaqueesajovenpaliduchasesintieracomoencasa,y su actitud cordial le resultó tan placentera que empezó a hablar por loscodos.Al cabodeun ratodejó aun lado suporte tristeydócily empezóaconversar sobre su vida enParís, sus viajes aRusia cuando trabajaba comoinstitutriz en la familia del príncipe Jermadoff y todo tipo de historiasingeniosas que mantuvieron cautivada a su audiencia mucho después de

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acabadoeldesayuno.Enmediodetanabsorbenteaventura,Coventryentróenel comedor, asintió pesadamente con la cabeza y levantó las cejas como sipareciera sorprendido de ver allí a la institutriz. No obstante, empezó adesayunarcomosielfastidiodeunnuevodíasehubieraapoderadodeél.Laseñorita Muir dejó de hablar a pesar de las súplicas para que continuarahaciéndolo.

—Acabaré mi historia en otro momento, si no les importa. Ahora laseñoritaBellayyodebemosiniciarlosestudios.

LaseñoritaMuirabandonó la salaconsualumnasin repararenel jovenamo de la casa, aunque le devolvió un saludo respetuoso con la cabeza enrespuestaaldeél,quehabíasidomuchomásdescuidado.

—¡Bienaventuradacriatura!Sevacuandoyollegoynohaceque lavidasea insoportablemostrándosedeprimida antemis ojos. ¿Pertenece a la clasemoral,alaclasemelancólica,románticaoelegante,Ned?—preguntóGeraldrepantigadoantesutazadecafécomohacíacontodolodemás.

—A ninguna de ellas. Es una joven estupenda. Ojalá la hubieras vistodomesticar a Héctor esta mañana. —Seguidamente, Edward repitió laanécdota.

—Notengonadaquedecirensucontra—contestóCoventry—.Debedeserunajovenobservadorayalavezresueltaparadarsecuentadetuprincipaldebilidadyatacarlacontantarapidez.Primerodomesticaalcaballo,yluegoasuamo.Serádivertidoobservarestejuego,aunquenotendrémásremedioquevigilarosalosdoscuandolacosasepongaseria.

—Noesprecisoqueteesfuercespormí,hombre.Sinoestuvieratanpocopredispuesta a pensar mal de una joven inofensiva, diría que tú serías elpremio que merecería la pena ganar, y además te advierto que cuides tucorazón,siesquetienesuno,cosaquedudobastante.

—Yotambiénlopongoenduda.Perosupongoqueestajovencitaescocesanopodrásatisfacernosaningunodelosdossobreestacuestión.¿Yausted,sualteza,lecaebien?—preguntóCoventryasuprima,queestabasentadaasulado.

—Másdeloquecreía.Esmuyeducada,discretaymuydivertidacuandoquiere. Nos ha contado algunas de las historias más graciosas que heescuchadodesdehacemuchotiempo.¿Notehadivertidosuformadereír?—respondióLucía.

—Sí.Ahoramismoyamediviertoalrepetirestasanimadasanécdotas.

—Esoesimposible;suacentoysuporteconformanlamitaddesuencanto—comentó Ned—. Desearía que hubieras entrado diez minutos más tarde,

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porquetuapariciónhaestropeadolamejordesusanécdotas.

—Pero ¿por qué no continuó? —quiso saber Coventry con ciertacuriosidad.

—Has olvidado que la muchacha oyó nuestra conversación ayer por lanoche,ydebedecreerquelaconsiderasunapesada.Esunajovenorgullosa,yninguna mujer olvida unos comentarios como los que ayer le dedicaste—replicóLucía.

—Ni tampoco los perdona, por lo que veo. En fin, me resignaré alanguidecersometidoasusdesaires.Sydneysabequelajovennomeinteresaenabsoluto.Tampocoesperoaprendernadadeella,porqueunamujerconunaboca como ésa nunca confiesa ni dice nada. Aun así, siento curiosidad porsaber qué le cautivó de ella, porque sin duda alguna está cautivado por unamujerquenoconocióensociedad.¿Hasoídoalgodeeso,Ned?—preguntóGerald.

—Nomegustanlosescándalosniloscotilleos,ynuncalesprestólamenoratención.—Ydespuésdepronunciarestafrase,Edwardabandonólaestancia.

Lucía fue requerida por el ama de llaves al cabo de unos instantes, yCoventrysequedóconlacompañíadelapersonaquemásdetestaba,esdecir,la suya. Cuando entró, había oído parte de la historia que la señoritaMuirestaba contando, y eso despertó tanto su curiosidad que no cesaba depreguntarsecuálseríaelfinaldeesaanécdota.

—¿Porquédemoniossemarchócorriendocuandoentré?—pensó—.Siesunamujerdivertida,tienequeserloparatodos.AquíestodomuyaburridoapesardeLucía.¿Quéeseso?

Empezóaescucharunavozdulceyafinadaquecantabaconunbrillanteestilo italiano y con una expresión que convertía la música en un artedoblementedelicioso.Asomándoseporlaventanafrancesa,Coventrysepaseóporlaterrazasoleada,disfrutandodeesecantoconelplacerdeunauténticomelómano. Otros se apuntaron a la audición, pero él seguía caminando yescuchandosinatenderalcansancionialtiempo.Cuandohuboterminadounade esas exquisitas canciones, comenzó a aplaudir de forma involuntaria. Elrostrode la señoritaMuiraparecióporunos instantesy luegosedesvaneciósinqueseoyeramúsicaalguna,aunqueCoventryesperabaescuchardenuevoesa voz. La música era lo único que no le aburría, pero ni Lucía ni Bellaposeían el suficiente talento musical para cautivarle. Se quedó paseandodurante una hora por la terraza y el jardín a pleno sol, pero su actitud erademasiado indolente como para procurarse compañía o una ocupación. Alcabodeun tiempo, aparecióBellaconun sombreroen lamano,yporpocotropezóconsuhermano,queestabatendidoenelcésped.

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—¡Eh, holgazán! ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? —lepreguntóbajandolamirada.

—Heestadomuyocupado.Cuéntamecómotevaconelpequeñodragón.

—No puedo entretenerme.Me dijo que saliera corriendo de la clase defrancésparallegaratiempoaladedibujo.Tengoprisa.

—Hace demasiado calor para correr. Siéntate y divierte a tu hermanosolitario,alguienquenohatenidocompañíaalgunaduranteunahora,salvoladelasabejasylaslagartijas.

Coventryindicóasuhermanaqueseagachara,ylaniñaobedeció.Apesarde su indolencia, él era el tipo de persona al que todos hacían caso sinpestañear.

—¿Quéhasestadohaciendo?¿Confundiratupobrecerebrocontodotipodeelegantestonterías?

—Enabsoluto.Melohepasadomuybien.Jeanesmuyinteresante,amablee inteligente.Nomeaburrió conejercicios estúpidosdegramática, sinoqueme habló con un francés tan armonioso que estoy aprendiendo mucho, yademásnoesperabaquemegustasetanto,porqueLucíatieneunaformamuyaburridadeenseñaridiomas.

—¿Dequéhabláis?

—Pues de todo tipo de cosas. Ella me hace preguntas, yo respondo, yluegomecorrige.

—Preguntassobreasuntosycotilleos,supongo.

—Nada de eso.A ella no le interesan para nada nuestros asuntos. Penséquelegustaríasaberquétipodepersonaséramos,demodoquelehablédelarepentinamuertedepapá,del tíoJohn,de tiydeNed.Peromientrasestabahablando dijo de manera discreta y educada, como siempre: «Estás siendodemasiado confidencial, querida. Es mejor no hablar con tanta ligereza adesconocidossobretusasuntosprivados.Hablemosdeotracosa».

—¿Dequéhablabaiscuandoteinterrumpió,Bella?

—Deti.

—Puesentoncesnoesdeextrañarqueseaburriera.

—Estaba harta demi cháchara, y no escuchóni lamitad de lo que dije.Estaríaocupadadibujandoalgoparaquelocopiara,oentodocasopensandoenalgomásinteresantequelosCoventry.

—¿Cómolosabes?

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—Porlaexpresióndesurostro.¿Tegustacómotocamúsica,Gerald?

—Sí.¿Seenfadócuandoaplaudí?

—Pareció sorprendida pero a la vez orgullosa; luego cerró el piano degolpeapesardequeyo le roguéquecontinuara.¿No tegustaelnombredeJean?

—Noestámal.Pero¿porquénolallamasseñoritaMuir?

—Me pidió que no lo hiciera. Odia que la llamen así, prefiere que laconozcanporsunombre.Hefabuladounapequeñahistoriadeamorparaellayalgúndíaselacontaré,porqueestoyseguradequehatenidoproblemaseneseterreno.

—No te entretengas con demasiadas estupideces, y sigue el ejemplosensato de la señorita Muir. No curiosees en los asuntos privados de otraspersonas.Pídelequecanteestanocheporquesumúsicameentretiene.

—Creoqueestanochenobajará.Tenemosprevisto leery trabajarenmitocador,queahorasehaconvertidoennuestroestudioimprovisado.Mamásequedaráensuhabitación,demodoquetúyLucíapodéisquedarossolosenelsalón.

—Gracias.¿CuálessonlosplanesdeNed?

—Mehadichoqueharácompañíaamamá.¡PobreyentrañableNed!Megustaríaquehicierasalgodeprovechoyaceptarassuencargo.Élsemueredeganas por hacer algo, pero es demasiado orgulloso para pedirlo de nuevodespués de que lo rechazaras tantas veces y de que rechazaras también laayudadeltío.

—En breve me ocuparé de ello. Ahora, pequeña, no me molestes. Lascosas le irán bastante bien por un tiempo mientras esté aquí tranquilo connosotros.

—Siemprediceslomismo,peroyasabesqueaélleinquietaylemolestadependerdeti.Amamáyamínonosimporta,peroélesunhombre,yesonole gusta. Dice que pronto tendrá asuntos de los que ocuparse y que luegolamentaráshabertardadotantoenayudarle.

—LaseñoritaMuirestámirandopor laventana.Serámejorquetevayascorriendo,odelocontrariotevaareñir.

—Ella no riñe nunca.Nome asusta en absoluto porque esmuy dulce yamable. Me gusta mucho. Vas a acabar tan moreno como Ned si siguestumbadoalsol.Porcierto,laseñoritaMuircoincideconmigoenqueélesmásguapoquetú.

—Admitosubuengusto,porqueyotambiénestoydeacuerdoconella.

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—Dijo que era muy varonil, y que eso resultaba más atractivo en unhombrequelabelleza.Jeansabehablartanbien.Ahoradeboirme.

BellasemarchódandounospasosdebailemientrastarareabaelestribillodelacanciónmásdulcedelaseñoritaMuir.

Laenergíaresultamásatractivaenunhombrequelabelleza.Tienerazón,pero ¿cómo demonios puede un hombre ser vital, si no tiene otra cosa quehacermásquegastarsusenergías?—pensóCoventryconelsombrerosobrelosojos.

Alcabodeunosinstantes,escuchóelcrepitardeunvestido.Sinmoverse,pudo ver que la señoritaMuir se acercaba hacia la terraza como si quisieraunirseaBella.Bajódosescalonesyseadentróenelcésped.Coventryseguíaenelsuelocercadelasdosjóvenes,perolaseñoritaMuirnosepercatódesupresencia hasta que estuvomuy próxima a él. Se sobresaltó y resbaló en elúltimo escalón; luego recobró la compostura y continuó su camino con unamirada inconfundible de despreciomientras pasaba por delante de la figurarecostadadelhombrequeaparentabadormir.Algunosde loscomentariosdeBella le habían inquietado, pero fue lamirada de la señoritaMuir lo que lepusofurioso,aunquenoquisoreconocerlo.

—¡Gerald,venaquí, rápido!—gritóBelladesde lasillarústicaen laqueestabasentadajuntoasuinstitutriz,quienasuvezpermanecíasentadaconlamanosobresurostrocomosiledolieralacara.

Haciendoungranesfuerzo,Coventrydecidió levantarse lentamente,perosinquereraceleróelpasocuandoescuchódeciralaseñoritaMuir:

—No le llames porque él no puede hacer nada —dijo la institutrizhaciendohincapiéenlapalabra«él».

—¿Quéocurre,Bella?—preguntóconunaspectomuchomásdespiertodeloqueerahabitualenél.

—HasasustadoalaseñoritaMuirysehatorcidoel tobillo.Ahoradebesayudarlaaentrarencasaporqueledueleelpie.Ynovuelvasaquedarteahítumbado asustando a la gente como si fueras una serpiente en un jardín—protestólaniñaconciertapetulancia.

—Tepidoperdón.¿Mepermite?—preguntóCoventrymientrasofrecíasubrazo.

LaseñoritaMuirlevantólamiradaconunaexpresiónquemolestóaljovenyrespondióconfrialdad.

—Gracias.LaseñoritaBellatambiénlohabríahecho.

—Nolodudoniporunmomento.

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La institutriz opuso mayor resistencia con un gesto, pero Coventry seanticipópasandosubrazopordetrásdeldelajovenylosdosentraronencasa.Al final se rindió discretamente y dijo que el dolor pronto desaparecería, ycuandolacolocaronenelsillóndelcuartodeBellaledespidióconunbreveagradecimiento.TeniendoencuentaelesfuerzoquehabíahechoCoventry,eljovenpensóqueellapodríahabersidounpocomásagradecida,conlocualsefueaveraBella,quiensiemprelealegrabaeldía.

NovolvieronaveralaseñoritaMuirhastalahoradelté.Comoelrestodelafamiliasehabíaretirado,almorzarontempranoynobuscaroncompañía.Lainstitutrizhabíaexcusadosuausenciaenlacomida,peroporlatardeparecíaestarmáspálidadelohabitualyademáscojeabaunpoco.SirJohnestabaenlasalahablandoconsusobrino,ylosdoshombressededicaronsimplementeareconocer la presencia de ella con la clase de reverencia que los caballerosconcedena las institutrices.Amedidaque la señoritaMuir se acercabaa surincón,situadodetrásdeunaurna,Coventrycomentóasuhermano:

—Acércaleunabanquetaypregúntalecómoseencuentra,Ned.—Luego,como si fueranecesario responder a la amabilidadde su tío, explicódequémodosehabíaproducidoelaccidente.

—Sí,loentiendoperfectamente.Esunapersonitamuyinteresante.Noporsubelleza,sinoporsueducaciónyformación,locualladistingueentrelasdesuclase.

—¿Le apetece una taza de té, sir John?—preguntó una voz suave a laalturadelcodo.EralaseñoritaMuir,queofrecíatazasaloscaballeros.

—Gracias, gracias —respondió sir John, quien esperaba con todas susfuerzasqueellaleshubieraescuchado.

MientrasCoventryaceptabasutaza,preguntóamablemente:

—SeñoritaMuir,ustedsabeperdonar.Meofreceunatazadetédespuésdeldañoquelehecausado.

—Esmideber,señor—replicóla jovenconuntonodevozquedelatabaresponsabilidad y, almismo tiempo, un cierto desagrado.Regresó a su sitioparasonreír,charlarunratoymostrarseencantadoraconBellaysuhermano.

Lucía, quien revoloteaba entre su tío y Gerald, captó la atención de loshombres,aunque ledisgustódescubrirquesusojossolíandesviarsehaciaelalegre grupo sentado en torno a la mesa. Además, de vez en cuando sedistraían por los frecuentes ataques de risa y fragmentos de animadaconversaciónquellegabanasusoídos.Enmediodeunrelatosobreuntrágicosucesoqueellacontódelaformamásinteresanteypatéticaposible,sirJohnempezóareírdescontroladamente, locualrevelóquehabíaestadoprestando

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más atención al otro relato que al de ella. Lucía, disgustada, exclamóprecipitadamente:

—¡Losabía!Bellanotienelamenorideadecómotrataradecuadamenteaunainstitutriz.EllayNedolvidaránladiferenciadeclaseyecharánaperdereltrabajodeesajoven.Yaesunapersonainclinadaalapresunción,ysimitíanosemolestaendarlealgunasindicacionesalaseñoritaMuir,loharéyo.

—Esperaaquehayaacabadoesahistoria,teloruego—comentóCoventry,puestoquesirJohnyasehabíalevantado.

—Siencuentrastandivertidasesastonterías,¿porquénosigueselejemplodenuestrotío?Notenecesito.

—Gracias,asíloharé.—YLucíasequedósola.

Cuando la señorita Muir hubo acabado, saludó a Bella y abandonó laestanciacomosinosedieracuentadelhonorquelehabíanconcedidonidelaburrimientoquedejabatrasdesí.Nedseacercóasumadre,GeraldregresóasusitioparahacerlaspacesconLucíay,despuésdedesearbuenasnoches,sirJohnseretiró.Mientrasatravesabalaterraza,llegóhastalaventanailuminadadelestudiodeBella,y,comotambiénqueríadesearlebuenasnoches,descorrióbrevemente lascortinasymiróensu interior.Laescena resultabade lomásagradable.Bellaestabaconcentradatrabajandoy,cercadeella,sentadaenunabanquetaconla luz incidiendoensucabellorubioysusrasgosdelicados, laseñoritaMuirleíaenvozalta.¡Novelas!,pensósirJohnmientrassonreíaporserunparderománticasincurables.Sedetuvoaescucharunmomentoantesdepronunciarpalabra,ysediocuentadequelainstitutriznoestabaleyendouna novela, sino una crónica histórica narrada con tal fluidez que convertíacada hecho y cada nota biográfica en algo interesante debido al efectodramáticoquelajovenimprimíaasulectura.AsirJohnlegustabalahistoria,pero debido a sus problemas de visión no podía dedicarle mucho tiempo.Habíaprobadoconvarioslectores,peroningunolesatisfacíayacabópornohacerse ilusiones. En ese momento, mientras escuchaba, pensó en esaagradable y delicada voz y en cómo animaría sus tardes. Entonces, sintióenvidiadeBellaporsunuevaadquisición.

SonóuntimbreyBellaselevantódiciendo:

—Espereunminuto.Mamámellama,peroluegocontinuaremosconesteencantadorpríncipe.

La niña semarchó, y cuando sir John estaba a punto de retirarse con lamismadiscreciónconlaquehabíavenido,lapeculiarconductadelaseñoritaMuirleretuvoporunosinstantes.Lajovendejócaerellibro,estirólosbrazossobre la mesa, colocó la cabeza sobre ellos y empezó a llorardesconsoladamentecomosinohubierapodidocontenerseniunminutomás.

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Sorprendido y fascinado, sir John se alejó. Sin embargo, el bondadosocaballero se pasó toda la noche haciendo conjeturas sobre la interesante yjoveninstitutrizdesusobrinasinalbergarlamenorsospechadequeesoera,precisamente,loqueellaquería.

CAPÍTULOIII

Pasiónydespecho

Durante varias semanas, la tranquilidadmásmonótona pareció reinar encasa de los Coventry a pesar de que se estaba gestando una tormentainesperada. La llegada de la señorita Muir pareció producir un cambio entodosloshabitantesdelacasa,aunquenadiesabíaexplicarporquénidequémodo. Sus modales no podían ser más modestos y retraídos. La institutrizestaba volcada en Bella, quien no tardó mucho en adorarla y que sólo semostraba feliz en su compañía. La joven procuraba en todo momento lacomodidad de la señora Coventry, y la dama declaró que nunca habíaconocidoaunaenfermeramásatenta.LaseñoritaMuirdivertía,interesabaysehabíaganadoaEdwardconsuingenioysucompasiónfemenina.HizoqueLucía la respetara y la envidiara por todos sus talentos, y provocaba alindolente Gerald evitándolo constantemente, mientras que sir John quedóencantado con su respetuosa deferencia y las elegantes atenciones que leprestabadeunaformasinceraynadapretenciosa,algoqueunhombremayory solitario siempre aprecia. También los criados la adoraban. Y en vez detratarlacomoaunainstitutrizcualquiera,esdecir,unatristecriaturaquequedaenmediodelasclasesaltasydelasbajas,JeanMuirseconvirtióenlaalegríadelacasayenlaamigadetodossusinquilinos,salvodedos.

ALucía le desagradaba, yCoventrydesconfiabade ella.Ningunode losdos sabía determinar por qué, y ni siquiera reconocían ese sentimiento. Losdoslaobservabanconrecelo,peronoencontrabandefectoalgunoenella.Eramodesta,dulce,lealyamableentodomomento.Nopodíanquejarsedenadayse empezaron a cuestionar sus propias dudas, aunque tampoco pudierondespejarlas.

Enseguidasehizoevidentequelafamiliaestabadividida,o,mejordicho,quedosdesusmiembroseranfielesasuformadeser.Alegandotimidez,JeanMuirpasabamuchotiempoenelestudiodeBella,hastaelpuntodequeésteseconvirtióenunrefugiotanacogedorqueNedysumadre,yamenudosirJohn,entrabanenélparadisfrutarde lamúsica, la lecturao laconversaciónquetantoanimabasustardesynoches.Alprincipio,Lucíasealegrabadeestarconsuprimoasolas,yélerademasiadoperezosoparapreocuparsedeloque

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pasabaasualrededor.Aunasí,aélnolecomplacíalacompañíadesuprima,puesto que no era una joven brillante ni poseía algunas de las artes quecautivanaunhombreyrobansucorazón.

Lellegaronrumoresdelasveladastanagradablesquepasabasufamiliayempezó a sentir curiosidad por ellas. Los ecos de una música agradableresonabanportodalacasamientraséldescansabaenlasalita.Ylascarcajadasdespertaban su estado de ánimo mientras escuchaba el discurso sobrio deLucía.

Ésta, por su parte, descubrió que su compañía había perdido encanto, ycuanto más trataba de satisfacer a su primo, más inútiles resultaban susesfuerzos.Enbreve,CoventryempezóaadoptarlacostumbredepasearseporlaterrazaaúltimahoradelatardepasandoporlaventanadelahabitacióndeBellaenrepetidasocasiones,robandocuandopodíaalgunaimagendeloqueocurría en ella y comentando los resultados de sus observaciones a Lucía,quienerademasiadoorgullosaparasolicitarquelaadmitieranenesecírculooinclusoparadesearlo.

—Lucía,mañanairéaLondres—anuncióGeraldunatardemientrasvolvíadesupaseohabitual.Parecíamuypreocupado.

—¿ALondres?—preguntósorprendidasuprima.

—Sí, debo despabilarme para cumplir con el encargo de Ned, o de locontrariolepasaráfactura.

—¿Aquéterefieres?

—SeestáenamorandomuyrápidamentedelaseñoritaMuir.Esajovenlehacautivado,yprontoempezaráahacerelridículoamenosqueyoloimpida.

—Temo que empiece a coquetear. Este tipo de personas siempre acabanhaciendolomismo,sonunaclasequecausaproblemas.

—PeroenelcasodelaseñoritaMuirnoesasí.Ellanocoquetea,sinoquele trata como si de una hermana mayor se tratara, y además mezcla laamabilidad más envolvente con una tranquila dignidad que cautiva almuchacho.Lesheestadoobservando,yélnoparadedevorarlacon losojosmientrasellaleeunanovelafascinanteconuntonodevozaúnmásfascinante.Bellaymamásequedanabsortasenelrelatoynosedancuentadenada.PeroNedseconvierteenelhéroe,laseñoritaMuirenlaheroína,yvivelaescenaamorosacontodalapasióndeunhombrecuyocorazónacabadeencenderse.¡Pobrechico,pobrechico!

Lucíamiróasuprimo,sorprendidaporlaenergíaconlaquehablabaylaansiedadquesemanifestabaensurostrogeneralmenteapático.Elcambiolefavorecíaporquedemostrabaloquepodíaseryhacer,yconvertíaunlamento

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en una emoción auténtica. Antes de que le diera tiempo a volver a hablar,abandonólaestanciayregresóalcabodeunrato.Parecíaenfadado.

—¿Yahoraqué?—preguntóLucía.

—Elrefrán«elqueoyenuncaescuchanadabueno»esmuyatinado.ParéunmomentoparafijarmeenNed,yescuchélassiguientesnoticiashalagüeñas:mamásehaido,yNedlehapedidoalapequeñaMuirquecanteesadeliciosamelodíaconlaquenosobsequiólapasadanoche.

—Ahorano,porfavor,—contestóella.

—¿Por qué no? La ha cantado en el saloncitomuchas veces,—imploróNed.

—Eso es algomuydistinto.—Yella lemiró negando con la cabeza, yaqueteníalasmanoscruzadasysedabaairesdejovenpatéticoyapasionado.

—Venacantarconnosotros,—propuso la inocenteBella—.AGerald leencantatuvozysequejadequenuncacantasparaél.

—Nuncamelohapedido,—contestóMuirconunaextrañasonrisa.

—Esmuyperezoso,perotieneganasdeescucharte.

—Cuandomelopida,cantaréparaélsimeapetece.—Después,seencogiódehombrosconunprovocadorgestodeindiferencia.

—Pero eso le divierte, porque aquí es todo tan aburrido,—se quejó latontitadeBella—.Noseastímidaniorgullosa,Jean,venaentreteneralpobrechico.

—No,gracias.MiobligaciónesenseñaralaseñoritaCoventry,nodivertiralseñorCoventry,—fuelarespuestaqueobtuvolaniña.

—SientretienesaNed,¿porquénoaGerald?¿Acasotienesmiedodeél?,—insistióBella.LuegolaseñoritaMuirseechóareírconciertaironíaydijocon su particular tono de voz—: No me imagino a nadie asustado de tuhermanomayor.

—Yo,amenudo, le temo.Ytambiénle temerías túsi levierasenfadado.—Bellaparecíahabersidoderrotadapormí.

—¿Alguna vez está lo suficientemente despierto como para estarenfadado?,—preguntóesajovenfingiendosorpresa.Enesemomento,aNedleentróunataquederisaycreoqueaúnduranlascarcajadas.

—Sus estúpidos cotilleos no merecen la pena, aunque yo también mehabríadeshechodeNed.Noresultademasiadoútildeshacersede«esajoven»,talcomotúlallamas,porquemitíaestátanilusionadaconellacomoloestánNedyBella.Los estudios de la niñamarchan estupendamente.Deshazte de

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Ned,yyaveráscómoellanocausaráningúndaño—sugirióLucíamientrasobservabaelrostroalteradodeCoventry,quienpermanecíadepiebajolaluzdelaluna,muycercadelaventanadondeellaestabasentada.

—¿No temes por mí? —preguntó Coventry medio sonriendo, como situvieravergüenzadesumomentáneapetulancia.

—No.¿Lotienestú?—Yunasombradeansiedadcubriósurostro.

—Desafío a la bruja escocesa a queme cautive, salvo con sumúsica—añadiómientrasvolvíaapasearseporlaterraza,yaqueJeancantabacomounruiseñor.

Cuandohuboacabadolacanción,descorriólacortinaydijobruscamente:

—¿Alguien tiene algún encargo que hacer en Londres? Mañana memarcho.

—Quetengasbuenviaje—respondióNeddescuidadamente,aunqueporlogenerallosmovimientosdesuhermanoleinteresabanmucho.

—Necesito infinidaddecosas,peroprimerodeboconsultarloconmamá.—Bellaempezóaelaborarunlistado.

—¿Puedomolestarleconunacarta,señorCoventry?

JeanMuir se diomedia vuelta en su banqueta demúsica y dedicó a suinterlocutorlaagudayfríamiradaquesiempreleresultabadesconcertante.

Él asintió con la cabeza como si quisiera decirles a todos: «Cogeré elprimertrendelamañana,asíquedebéisdarmevuestrosencargosestanoche».

—En ese caso, Ned, vete y deja que Jean escriba su carta—respondióBella mientras trataba de sacar a su hermano de la estancia, no sin ciertareticencia.

—Ledarélacartamañanaporlamañana—comentólainstitutrizconunextrañotemblordevozylamiradadealguienqueapenaspodíacontenerunafuerteemoción.

—Comoustedprefiera.

Coventry volvió con Lucía, preguntándose a quién escribiría la señoritaMuir.No revelónada a suhermanoacercadel propósitoque le llevaba a laciudad,pormiedoaqueesocausaraunacatástrofeimposibledeevitar.YNed,queahoravivíaenunaespeciedeensueño,parecióolvidarseporcompletodelaexistenciadeGerald.

Con una energía inusual, Coventry se levantó a las siete de la mañana.Lucía le preparó el desayuno, y cuando él salía de la estancia para pedir elcoche,laseñoritaMuirbajócorriendolasescalerasconunaspectomuypálido

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yojeroso(Coventrypensóquelajovensehabríapasadotodalanocheenvelallorando) y,mientras le colocaba una pequeña y delicada carta en lamano,pronuncióatropelladamentelassiguientespalabras:

—Porfavor,dejeestacartaencasadeladySydneyy,silave,dígalequemeheacordado.

Su extraño comportamiento y su insólito mensaje desconcertaron aCoventrySumiradasefijó,involuntariamente,eneldestinatariodelamisiva,yleyóelnombredeljovenSydney.Después,alcaerenlacuentadequehabíacometido un error, colocó rápidamente la carta en su bolsillo con unimprovisado «buenos días» y dejó a la señoritaMuir de pie con unamanoapoyadasobreelcorazónylaotramedioextendidacomosiquisierarecuperarlacarta.

De camino a Londres, Coventry descubrió que era imposible olvidar laexpresióncasitrágicadelrostrodelajoven,quenoparódeatormentarlealolargo de los dos siguientes y bulliciosos días.De repente, el asunto deNedadquirió una curiosa urgencia, cumplió los encargos de Bella, compró lacomidaparalamascotadesumadreytambiénunregaloparaLucía,aquienlafamilia consideraba su futura pareja, ya que él era demasiadoperezosoparaescogerporsímismo.

NotuvotiempodeentregarlacartadeJeanMuir,puestoqueladySydneyestaba en el campo y su residencia de la ciudad permanecía cerrada. Comosentía curiosidad por ver cómo recibiría ella estas noticias, se apresuró avolver a casa. Todos sus inquilinos habían ido a cambiarse para la cenaexceptolaseñoritaMuir,quien,segúnunacriada,estabaeneljardín.

—Perfecto.Tengounmensajeparaella.

Coventrysediomediavueltayel«amojoven»,comoasílellamaban,fueabuscarla.Laencontrósentadaasolasenunaesquina,yparecíaensimismadaensuspensamientos.Lospasos laalertarony la institutrizmiróconcaradesorpresayluegoconsatisfacción.Después,selevantóylesaludóconungestoquedenotabaurgencia.Coventrytambiénsemostrósorprendidoyseacercóalajovenparaentregarlelacarta,mientrasdecíaamablemente:

—Lamento no haber podido entregarla. Lady Sydney se encuentra en elcampo, y no quise enviarla por correo sin su permiso. ¿Cree que obrécorrectamente?

—Lo hizo, y se lo agradezco. Es mejor así. —Y con cierto alivio, laseñoritaMuirprocedióaromperlacartaenmilpedazosyalanzarlosporlosaires.

Desconcertado,eljovenestabaapuntodemarcharsecuandoelladijocon

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unamezcladesúplicayorden.

—Porfavor,quédeseconmigounmomento.Quierohablarconusted.

Coventry se detuvo y lamiró atónito, puesto que ella se ruborizó y suslabiosempezarona temblar.Laescenaduróunos instantes,porqueenbrevevolvióarecobrarlacompostura.Lainstitutrizleindicó,conunademán,quesesentaraenlasilladondehabíaestadoella.Depie,dijoconuntonodevozbajoyrápido,llenodedolorydeterminación:

—SeñorCoventry,comoresponsabledeestacasadebohablarconusted,envezdeconsumadre,sobreunasuntomuydesafortunadoquehaocurridodurantesuausencia.Mimesdepruebaterminahoy;sumadrequierequemequede, y yo también lo deseo porque, para serle sincera, aquí me siento agusto.Peronosésidebo.Leaesto,yloentenderá.

LaseñoritaMuirlecolocóenlamanounanotaprecipitadamenteescritayobservóasuinterlocutorconatención.Sediocuentadequeseponíafurioso;se mordió los labios, frunció el cejo y luego adoptó una mirada depreocupación mientras levantaba la vista y decía con un tono de vozsarcástico:

—Noestánadamalparaempezar.Eljoveneselocuente.Esunapenaquemalgastesuspalabras.¿Puedopreguntarlesiharespondidoaestarapsodia?

—Herespondido.

—¿Y qué ha pasado? ¿Él le pide que «huya con él, que comparta susfortunas,queseaelángeldesuvida?».Y,porsupuesto,ustedhaaceptado.

La señoritaMuir no respondió, aunque aguantó lamirada de él con unaexpresióndeorgullosapaciencia,comoalguienqueesperararecibirreprochespero es demasiado generosa para resentirse por ello. Su reacción surtió losefectos deseados. Después de abandonar su tono amargo de voz, Coventrypreguntóescuetamente:

—¿Porquémeenseñaesto?¿Quépuedohaceryo?

—Seloenseñoparaqueveaelinterésque«estejoven»tienepormí,ylosinceraquedeseoserconusted.Puedecontrolar,aconsejaryreconfortarasuhermano,yalavezayudarmeaverquédebohacerahora.

—¿Ustedleama?—preguntóCoventryconbrusquedad.

—¡No!—respondióellarápidaydecididamente.

—Entonces,¿porquédeboprocurarqueleame?

—Yonuncahetenidoesaintención.Suhermanapodráasegurarlequehetratadodeevitarlelomáximoposibledelmismomodoque…—Yélacabóla

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fraseconuntonodevozque,inconscientemente,denotabadespecho—…delmismomodoquemehaevitadoamí.

Ellaasintióensilencioconlacabeza,yélcontinuó:

—Paraserjustoconusted,lediréquenadahasidomásintachablequesuconductahaciamí.Pero¿porquéhapermitidoqueNedlasiguieranochetrasnoche?¿Quépuedeesperardeunjovenrománticoquenotieneotracosaquehacerqueperderlacabezaporlaprimeramujeratractivaquesecruzaensucamino?

UnbrillorepentinoresplandecióenlosojosdetonoazulmetálicodeJeanMuir después de que Coventry pronunciara esas últimas palabras. Pero elbrillodesapareció rápidamente,ysus frasesadquirieronun tonode reprochecuandodijo,enungestoimpulsivo:

—Siese«jovenromántico»hubierapodidollevarlavidadeunhombre,talcomo él deseaba, no tendría tiempo para perder su corazón con la primeramujertristehacialaquesintieracompasión.SeñorCoventry,laculpaessuya.Ustedsequejadesuhermano,peroleaconsejoquereconozcasinceramentesuerroryloenmiendedelaformamásrápidaysatisfactoriaposible.

Por unos breves instantes,Gerald permaneció inmóvil en su silla.Desdequesupadrehabíamuerto,nadielehabíaregañadodeesaforma.Raravezlehabíanculpadodealgo.Eraunanuevaexperiencia,y lanovedaddelasuntopareció agravar la situación. Él reconoció su error, se lamentó, y admiró lavaliente sinceridad de la joven por habérselo dicho. Pero no sabía cómoabordar este caso, y sevioobligado a confesar no sólo susnegligenciasdelpasado, sino también su actual incapacidad. Coventry era un representanteorgulloso de la alta sociedad, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para sersincero:

—Tieneustedrazón,señoritaMuir.Yotengolaculpadetodoesteasunto.Tanprontocomodetecteunpeligro, tratarédeevitarlo.MivisitaalaciudadfueparacumplirunencargodeNed.Recibirásuasignaciónmuypronto,luegosemarcharáy,por tanto,no tendráquepreocuparsepornada. ¿Puedohaceralgomás?

—No, es demasiado tarde para despacharlo conun corazón libre y feliz.Debesoportarsudolorcomobienpueda,porqueesoleayudaráaconvertirseenhombre—respondiólaseñoritaMuircontristeza.

—Pronto se olvidará—comentóCoventry, quien encontró inquietante elpensamientodequeelalegreNedsufriera.

—Sí.GraciasaDios,paraloshombresesoesposible.

LaseñoritaMuirjuntólasmanosconunaexpresiónsombríadesurostro

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retraído.Habíaalgoensutonodevoz,ensuporte,quecautivóaCoventry.Élsupusoquelajovenseestabarecuperandodeunaviejaheridasangrante,deunrecuerdoamargoquesereavivóantelaasechanzadeunnuevoamante.Élerajoven,animadoyrománticobajosuaparienciafríae indiferente.Esta joven,quien seguramente amaba a su amigo y era amada por su hermano, seconvirtió de pronto en alguien interesante. Se compadeció de ella, deseabaayudarla,ylamentóladesconfianzaconlaquelehabíatratado,puestoqueuncaballero siempre lamenta las injusticias que soportan las mujeres. Ella, unalmapobreysinhogar,seencontrabaagustoenestacasa,ydeberíaquedarse.Bellalaadoraba,sumadreapreciabasucompañía,ycuandoNedsemarchara,lapazdelhogarnoseveríapuestaenentredichoporlosnumerosostalentosdela institutriz. Estos pensamientos invadieron la mente de Coventry por unbrevelapsodetiempo,ydespuésdijoconamabilidad:

—SeñoritaMuir,leagradezcolasinceridadenunmomentoque,sindudaalguna, lehabráresultadodoloroso.Haré todoloposibleparasermerecedorde la confianzaquehadepositado enmí.Usted seha comportadode formadiscretayacertadaporelhechodehablarsóloconmigodeesteasunto.Estohabría perturbado sobremanera amimadre, y además no habría servido denada.HablaréconNedytratarédecorregirmisdescuidostanprontocomomeseaposible. Sé queme ayudará, y por eso le pidoque se quede, porquemihermanosemarcharáenpocotiempo.

La institutriz le miró con los ojos llenos de lágrimas, y la voz querespondiósuavementenodenotabaningúntipodefrialdad.

—Es ustedmuy amable, pero serámejor queme vaya.Mi presencia enestelugarnoesconveniente.

—¿Porquéno?

Lajovensesonrojódeformadeliciosa,luegodudóyhablóconuntonodevozclaroyfirme,queerasumayoratractivo:

—Dehaber sabidoquehabíahombres jóvenesenesta familia,nohabríaaceptado este trabajo. Lady Sydney me habló de su hermana, y cuandoencontréadoscaballeros,mesobresaltéporquesoytandesdichadao…mejordicho, algunas personas son demasiado amables y les gusto más de lo quemerezco.Penséquepodríaquedarmeunmes,comopoco,yaquesuhermanohablódemarcharseyustedyateníaunaposicióndelaqueocuparse,pero…

—Notengoningunaposición.

Coventry no pudo explicarse por qué respondió de estemodo, pero esaspalabrasbrotarondesuslabiosdeformaincontrolada.JeanMuirsesorprendióantesemejantedeclaración.La institutrizseencogiódehombrosconunairedeextremapreocupaciónycomentóconciertodesdén:

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—Puesdeberíatenerla,oprocurarseunaenunbrevelapsodetiempo.Peroeso no es asunto mío. La señorita Beaufort quiere que me vaya, y yo soydemasiado orgullosa comopara quedarmey sermotivo de discordia en unafamiliatanbienavenida.No,deboirmedeinmediato.

La institutriz se giró de forma impetuosa, pero el brazo de Edward ladetuvoaltiempoqueledecíaconternura:

—¿Adóndevas,miqueridaJean?

Ese gesto, más que amable, y el modo en que había pronunciado sunombreparecierondespojarladetodoarrojoyserenidadporque,apoyándosesobresuamante,ellaescondióelrostroyempezóasollozarruidosamente.

—Ahoranomontesunaescena,porelamordeDios—dijoCoventryconimpacienciamientrassuhermanolemirabaconfuria,adivinandorápidamenteloquehabíapasado,puestoquesucartatodavíaestabaenmanosdeGeraldylasúltimaspalabrasdeJeanhabíanalcanzadoeloídodesuamante.

—¿Quiéntehadadoelderechodeleerestoydeinterferirenmisasuntos?—exigióEdwardconvisibleagitación.

—La señoritaMuir—respondió él mientras Coventry tiraba el papel alsuelo.

—Yencima la insultas diciéndole que semarchede la casa—gritóNedenfurecido.

—Alcontrario,leestabapidiendoquesequedara.

—¡Noseasnecio!¿Porqué?

—Porqueellaestáagustoenestacasaysesienteútilaquí.Yademás,nopiensoconsentirquetulocuralaalejedellugardondequiereestar.

—Deprontotehasvueltomuyatentoyconsiderado,peroteruegoquenotemolestes.LafelicidadyelhogardeJeansonahoracosamía.

—Querido, sé razonable.Loquedices es imposible.La señoritaMuir loentiendeperfectamente.Haacudidoamíparacontármelo,parapedirmequearregleesteasuntodelamejorformaposiblesinmolestaranuestramadre.Heestadoenlaciudadparaocuparmedetusasuntos,yenbrevetemarcharás.

—No tengoninguna intencióndemarcharme.Esoes loqueyoqueríaelmespasado,peroahoranopiensoaceptarnadadeti.—Edwardsediomediavuelta,visiblementeenfadado.

—¡Esto es una locura! Ned, debes marcharte. Ya está todo arreglado yahoranopuedesvolverteatrás.Loquenecesitasesuncambio,porqueesoteconvertirá en un verdadero hombre. Evidentemente, todos te echaremos de

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menos,perotuviajeteserviráparaveralgodemundo,yesoesmuchomejorparatiquequedarteencasacausandoproblemas.

—¿Tevas,Jean?—preguntóEdwardhaciendocasoomisodesuhermanoe inclinándosehacia la joven,quien seguía llorandoconel rostrooculto.Lainstitutriznodijonada,peroGeraldrespondióporella.

—No,¿porquédeberíairsesitútemarchas?

—¿Tienes intención de quedarte? —preguntó el amante a Jean conimpetuosidad.

—Yoquieroquedarme,pero…—LaseñoritaMuirsedetuvoylevantólamirada.Susojosibandeunrostroaotro,yañadiócondeterminación:

—Sí.Deboirme,porquenoconvienequemequedeaunqueustedsehayaido.

Ningunodelosdoshermanospudoexplicarporquéesamiradaprecipitadales afectó tanto,pero cadauno sabíaquedebíaoponerse alotro.Depronto,Edward tuvo la certeza de que su hermano amaba a la señoritaMuir y quedeseabadeshacersedeél.Geraldpensó,conciertaconfusión,quelaseñoritaMuir tenía miedo de quedarse sola, y él deseaba demostrarle que en casaestaríaasalvo.Losdoshombresestabanenfadados,yambosdemostraronsuiradeformadistinta:unoconviolenciayelotroconironías.

—Tienesrazón,Jean.Éstenoeslugarparati.Permítemequetebusqueunlugarmásseguroantesdemarcharme—respondióNedconahínco.

—Creo que esta casa será especialmente segura cuando tu peligrosapresenciadesaparezcadeaquí—replicóCoventryconunasonrisamaliciosadereposadasuperioridad.

—Yyocreoqueencasadejaréaunapersonamáspeligrosaqueyo,talycomolapobreLucíapuedeatestiguar.

—Ten cuidado con lo que dices, Ned, o me veré obligado a recordartequién es el amo de esta casa. Deja a Lucía a un lado de este desagradableasunto,porfavor.

—Quizáseaselamodeestacasa,peronoloeresdemínidemisacciones,ynotienesningúnderechoaesperarobediencianirespeto,porquenoinspirasningunadeestasdoscualidades.Jean,tehepedidoquetefugarasconmigoensecreto.Ahoradebopedirteabiertamentequecompartamosfortuna.Telopidoenpresenciademihermano,yquierounarespuesta.

Eljovencogiólamanodesuamadadeformaimpetuosa,mientrasmirabadesafiante a Coventry, quien seguía sonriendo como si fuera un juego deniños.Sinembargo,susojosresplandecíanysurostropasóamostrarunaira

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más pausada, que en el fondo esmás temible que un estallido de rabia. LaseñoritaMuirparecíaasustada.Seapartódesuapasionadoyjovenamanteymiró con solicitud a Gerald como si quisiera pedirle su protección y no seatrevieraahacerlo.

—¡Habla!—gritóEdwarddesesperadamente—.Nolemiresaél,dimecontuspropioslabios,consinceridad,simeamas,Jean.

—Ya te lo he dicho en una ocasión. ¿Por qué me obligas a darte unarespuesta desagradable? —contestó ella con un tono de voz lastimero,mientraspermanecíaalejadadesualcanceycontinuabasusúplicaaCoventry.

—Me escribiste unas líneas, pero no estoy satisfecho con esa respuesta.Debescontestar;hevistoelamorentusojos,loheescuchadoentuvozyséque está escondido en tu corazón. Tienes miedo de reconocerlo. Pero notemas,porquenadiepodráseparamos.Ahora,Jean,satisfácemeyhabla.

Mientras soltaba la mano con determinación, se acercó un paso haciaCoventry y respondió lenta y claramente, aunque sus labios temblaron pormiedoalefectoquesabíaquecausaríansuspalabras.

—Hablaré, y lo haré con franqueza. Has visto el amor enmi rostro; sehallaenmicorazón,ynotemoreconocerlo.Perocomomeobligasasercruelcontigo, debo decirte que este amor no está dirigido a ti. ¿Ahora te sientessatisfecho?

Edwardlamirócondesprecioyextendiósumanohaciaellaenungestodesúplica. La joven temió recibir un bofetón, porque de pronto se agarró aCoventry con un grito contenido.El gesto, lamirada de temor y el ademánprotector que Coventry trazó involuntariamente fueron demasiado paraEdward, quien quedómuy afectado por tantas pasiones encontradas. En unauténticoarrebatode iradesatada,cogióunenormecuchillodepodarqueeljardinerohabíadejadocercadispuestoaasestarasuhermanoungolpemortalsiéstenolehubierainterceptadoelbrazo.ElagresorhabríacontraatacadodenoserporelinesperadovaloryespíritudelaseñoritaMuir,quienarrebatóelcuchillodelamanodeEdwardyloarrojóaunestanquecercano.Coventrysedejócaerensuasiento,yaqueleresbalabaunreguerodesangreporelbrazodebidoaunaheridaprofunda.Larapidezconquefluíaellíquidoindicabaquesehabíacortadounaarteria.Edwardsequedóboquiabierto,porqueelgolpehabíaconseguidocontener su furiadejandosólounarrebatodevergüenzayremordimientos.

Geraldmiróasuhermano,esbozóunasonrisaydijosinelmenoratisbodereprocheoira:

—No importa,Ned.Olvida y perdona. Échame unamano en casa, y nomolestes a nadie. Yo diría que no te pido demasiado. —Pero sus labios

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empalidecieronmientrashablabayleempezaronafallarlasfuerzas.Edwardseadelantóunospasosparasujetarloyevitarquesedesplomaraalsuelo,ylaseñoritaMuir, olvidando sus terrores, demostró ser una joven con insólitashabilidadesyvalor.

—¡Rápido!Echémoslealsuelo.Demesupañuelo,ytraigaalgodeagua—ordenólainstitutrizconeducación.ElpobredeNedobedecióyobservóalamujer con gran inquietudmientras ataba el pañuelo fuertemente en torno albrazo,luegoapretabaelmangodellátigodemontarpordebajodelatelaylapresionabafirmementesobrelaarteriaheridaparadetenerelpeligrosoflujodesangre.

—Creo que el doctor Scott está visitando a sumadre. Avísele para quevenga—ordenólajoven.Edwardabandonócorriendolaestancia,agradecidodepoderhacer algoque atenuara el terrorque sehabía apoderadode él.Seausentóunosminutos,y,mientrasesperaban,Coventryobservóalainstitutrizmientrasellapermanecíaarrodilladaasulado,secandoelrostrodeélconunamanomientrascon laotraaguantaba firmementeelvendaje.La jovenhabíaempalidecido, pero en ningúnmomento perdió la calma, y además sus ojosbrillabanconunextrañoresplandor.Enunaocasión,cuandoellasediocuentadequelamiradadeCoventrydenotabaasombroyagradecimiento,ellaesbozóungestodetranquilidadquelahacíaencantadoraydijo,conuntonodevozmuysuavequenuncahabíaempleadoconél:

—Tranquilícese.Nohaypeligroalguno.Mequedaréconustedhastaquevengaelmédico.

Laayudanotardóenllegar,ylasprimeraspalabrasdelmédicofueron:

—¿Quiénhaimprovisadoestetorniquete?

—Ellalohahecho—murmuróCoventry.

—Puesentoncesdebeagradecérselo,porquelehasalvadolavida.¡Jesús!Lohahechoestupendamente—comentóelmédicodirigiéndosealajovenconelmismogradodeadmiraciónquedecuriosidaddibujadoensurostro.

—Esonoimporta.Presteatenciónalaherida,porfavor,mientrasyovoyenbuscadevendajes,salesyunacopadevino.

La señorita Muir salió en el preciso instante en que pronunciaba estaspalabras,y lohizocon tanta rapidezque resultó inútildetenerla.Durante subreve ausencia, el arrepentido Ned contó lo sucedido y el médico volvió aexaminarlaherida.

—Afortunadamente, llevoalgunosutensiliosenmimaletín—comentóelmedico mientras mostraba una larga hilera de instrumentos de tortura—.Ahora, señorNed, acérquese y sostenga el brazo de estemodomientras yo

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uno laarteria. ¡Eh!Asíno.No tiemble tanto,hombre.Mireen línea rectayverácómoelbrazonosemueve.

—¡Nopuedo!—exclamóelpobreNedmientrasempalidecíayempezabaasentir desmayos no por el cuadro médico que veía, sino por el siniestropensamientoquehabíaalbergadodematarasuhermano.

—Yo lo sostendré —contestó una delicada mano blanca que levantófirmementeelbrazodesnudoyensangrentadocontantapericiaqueCoventrysuspiróaliviado,yeldoctorScottpudoempezara trabajarasintiendocon lacabezaenungestodeaprobaciónyempatía.

Laintervencióndurópocotiempo,ymientrasEdwardcorríaparaavisaraloscriadosdequenodebíancontarnadaa laseñora,eldoctorScottguardósusinstrumentosylaseñoritaMuiraplicólassales,elaguayelvinocontantamaestría que Gerald pudo caminar hasta su dormitorio apoyándose en elanciano, mientras la joven sujetaba el brazo herido, ya que no pudieroncomponer un cabestrillo. Mientras entraba en la estancia, Coventry se diomedia vuelta, extendió la mano izquierda y, henchido de una emoción quereflejabansushermososojos,dijo:

—Seloagradezco,señoritaMuir.

Las mejillas pálidas de la joven se sonrojaron delicadamente cuandoestrechó sumano y, sinmediar palabra, abandonó la habitación. Lucía y elama de llaves aparecieron hechas una furia y se deshicieron en atencioneshaciaelherido.Secansódeellasalpocotiempoylashizomarchar,peroNedmerodeabaporlaestanciacarcomidoporlosremordimientoscomosifueraunperfectoyjovenCaínsintiéndosecomounproscrito.

—Venaquí,hombre,yexplícamequéhapasado.Nodebícomportarmedeforma tan avasalladora. Perdóname, y, con toda seguridad, debo decirte quemepreocupomásportufelicidadqueporlamía.

Estas palabras francas y amistosas cicatrizaron las heridas abiertas entrelosdoshermanosyconquistaronporcompletoaNed.Consumogustorelatósusescritosamorosos,yaqueningúnamantejovensecansadeesadiversiónsies escuchado por oídos solícitos, y en ese momento Gerald se mostrabacompasivo.

Durante una hora permaneció sentado escuchando pacientemente lahistoriade laprogresiónde los sentimientosapasionadosdesuhermano.Laemociónotorgóciertaelocuenciaalnarrador,ylapersonalidaddeJeanMuirempezóabrillarconviveza.Desplegótodasuinsospechadaamabilidadhaciaquienesteníaasualrededor;todosufielcuidado,suconmovedorapacienciaconLucía,quiensiempresehabíamostradoantipática,y,sobretodo,susabioconsejo,compasiónyconsideraciónhaciaNed.

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—Ellaseríacapazdeconvertirmeenunhombredeprovecho.Meinfundefuerzayvalorcomonadiemáslohahecho.Esla jovenmásoriginalqueheconocidoenlavida.Ynorezumasentimentalismo.Esunajovensabia,amableydulce.Diceloquepiensa,temiradirectamentealosojosyeshonestacomonadie. La he conocido, la he observado de cerca y… ¡Ah, Gerald, la amotanto!

Enesemomentoelpobreenamoradoapoyólacabezasobresusmanosysuspirótanhondamentequeconmovióasuhermano.

—Dios mío, Ned, te entiendo perfectamente. Y si ella no opusieraresistenciaaestaunión,haríatodoloqueestuvieraenmismanos.EllaamaaSydney,ynohaynadaquepuedashacermásquesoportartudestinocomounhombre.

—¿EstásseguroacercadeSydney?¿Nocreesqueameaotro?—preguntóNedobservandoasuhermanoconunamiradarecelosa.

Coventry le contó todo lo que sabía y suponía sobre su amigo, sinolvidarsedelacarta.Edwardsequedópensativoporunosinstantes,despuésparecióaliviadoydijocontotalsinceridad:

—PrefieroqueseaSydney,ynotú.Meresultamásfácilsoportarlo.

—¡Yo!—exclamóGeraldconunacarcajada.

—Sí, tú.Últimamenteme atormenta la idea de que ella te interese, o dequeJeanestéinteresadaenti.

—¡No seas celoso! Apenas nos vemos o hablamos. ¿Cómo podría estarinteresadaenmí?

—¿Por qué cada tarde te quedas repantigado en esa terraza? ¿Ypor quéellasealteracuandotusombraplaneasobresuhorizonte?—preguntóEdwardcongraninterés.

—Megustalamúsicaynomeimportalacompañíadelacantante,poresomemolestoenvenirhasta aquí.Laemociónde laquehablas es frutode tuimaginación;laseñoritaMuirnoesunamujerquesedejeimpresionarporlasombradeunhombre—comentóCoventrymientrasmirabasubrazoherido.

—Muchasgraciaspor la información,ypornodecir«lapequeñaMuir»,comohacesgeneralmente.Talvezdierariendasueltaamiimaginación.Peroahoranunca se ríede ti,y,por tanto,penséquehabríaperdido interésenel«amojoven».Esloquesuelenhacerlasmujeres,yasabes.

—Ellasolíaridiculizarme,¿verdad?—preguntóCoventrysinatenderalaúltimapartedelafrasedesuhermano,queeracierta.

—No del todo, porque es una mujer demasiado bien educada para eso.

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Peroaveces,cuandoBellayyonosreíamosdeti,ellaacababaañadiendounanotaingeniosaqueresultabairresistible.Túestásacostumbradoaqueseríandeti,yséquenoteimportasilabromaquedaentrenosotros.

—Nomeimporta.Reídtantocomoqueráis—contestóGerald,aunqueenrealidad sí le molestaba, y quería, con todas sus fuerzas, saber lo que laseñoritaMuir había dicho, pero era demasiado orgulloso para preguntar. Sediomediavueltaconciertainquietudysuspiródedolor.

—Estoy hablando demasiado, y eso no es bueno para ti. El doctor Scottdijoquedebesguardarreposo.Ahora,veadormirsipuedes.

Edward se levantó de la cama pero no salió de la habitación porque noqueríaquenadieocuparasu lugar.Coventry intentódormir,peronopudo,ydespuésdeunahoradandovueltasenellecho,hizollamarasuhermano.

—Si el vendaje no me apretara tanto, mi brazo descansaría y podríadormir.¿Puedeshacerlo,Ned?

—Nomeatrevoa tocarlo.Elmédico indicóclaramentequenodebíamostocarlo hasta que viniera por la mañana, y tengo miedo de estropear elvendaje.

—Peroyoinsistoenqueestámuyapretado.Semeestáhinchandoelbrazoyeldoloresintenso.Noesbuenodejarloasí.EldoctorScottpusolasvendasrápidamente y las apretó demasiado. Es una cuestión de sentido común—respondióCoventryconimpaciencia.

—LlamaréalaseñoraMorris.Ellasabrámejorquéhacer.

Edwardsedirigióhacialapuertadesalida.Parecíanervioso.

—Nolaavisesaella,porquesuchácharamemolestará.Soportaréeldolorcomopueda,yquizáseldoctorScottnosvisiteporsorpresaestanoche.Dijoquevendríasi leeraposible.Ahoraveacenar,Ned.PuedollamaraNealsinecesitoalgo.Odormirsimequedoasolas.

Edwardobedecióaregañadientes,ysuhermanoquedósolo.Sinembargo,no pudo descansar mucho, porque el dolor del brazo herido se volvióinsoportable.Después,tomólarepentinadecisióndellamarasucriado.

—Neal,vealestudiodelaseñoritaCoventryymirasilaseñoritaMuirestáallí.Pregúntalesiseríatanamabledeveniraverme.Meduelemuchoelbrazo,yellaeslaquemásentiendedeheridasenestacasa.

Elhombresaliódelaestanciaconunaexpresióndesorpresadibujadaenelrostroyalcabodeunosinstanteslapuertaseabriósinhacerruidoparaqueentrara laseñoritaMuir.Habíasidoundíamuycálido,yporprimeravezsehabíaquitadosusencillovestidonegro.Ibatodadeblancoysuúnicoadorno

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erasupelorubioyunfraganteramilletedevioletasatadoalcinturón.Parecíaunamujermuydistintadelacriaturadócilymonjilqueandabaporcasa.Surostro parecía distinto gracias al color claro del vestido, porque ahora unasuave tonalidad parecía reflejarse en sus mejillas, sus ojos sonreíantímidamenteysuslabiosnoexpresabanlarigidezdealguienqueseesforzabapor contener sus emociones. La señorita Muir se parecía a una mujerdinámica, dulce y encantadora, y Coventry se dio cuenta de que la lúgubreestanciaseiluminabasúbitamenteporsupresencia.

LaseñoritaMuir sedirigióhaciaélydijo, simplemente,conunamiradasolícitayfelizqueresultabamuygratificantedever:

—Mealegrodequemehayallamado.¿Quépuedohacerporusted?

Él leexplicó loquepasabay,antesdeque lediera tiempoa terminar suqueja,ellalesoltólosvendajesconladeterminacióndealguienqueentendíaloqueestabahaciendoyteníafeensímisma.

—¡Vaya,estoestámuchomejor!—exclamóCoventrymientraslaseñoritaMuirretirabalaúltimavenda—.Nedteníamiedodequemedesangrarasimesacabanlasvendas.¿Quévaadecirelmédico?

—No lo sénime importa.Lediréquehaobradomalapretando tantoelvendajeypornodarmásindicacionesalrespecto.Ahoradeborecomendarlequesevayaalacama,porqueesoesloquenecesita.¿Mepermitequeselodiga?

—Esperoqueasísea.

Y mientras la señorita Muir volvía a colocar los vendajes, el joven laobservabaconcuriosidad.Luego,preguntó:

—¿Cómoesposiblequesepatanto?

—Cuandoestuveenfermaeingresadaenelhospital,aprendímuchascosasquemeinteresaban,ycuandomerecuperé,avecescantabaalospacientes.

—¿Quieredecirqueahoravaa cantarme?—preguntóél conun tonodevozdócilque,enocasiones,loshombresadoptancuandoestánenfermosyunamujercuidadeellos.

—Si prefiere que cante, en vez de leer en voz alta con entonacióncansina…—respondióellamientrasatabaelúltimonudo.

—Loprefiero—decidió.

—Tieneustedunpocodefiebre.Lesecaréelsudordelafrenteysesentirámuchomejor.

La señorita Muir empezó a andar de un lado a otro de la estancia sin

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apenashacer ruido, locualeraagradabledever,y,despuésdemezclarunasgotasdecoloniaenelagua,enjuagóelrostrodeélcomosifueraunniño.Suformadeprocedernosóloalivió,sinoquedivirtióaCoventry,quienempezóacompararlamentalmente con la enfermera robusta y adicta a la cerveza quehabíacuidadodeélensuúltimaenfermedad.

Esunamujercitalistayamable,pensó,sintiéndoseagustomientrasellanodabamuestraalgunadeincomodidad.

—Ahoratienemejoraspecto—comentólaseñoritaMuirasintiendoconlacabeza cuando hubo terminado con los enjuagues. Después apartó los rizosmorenosdesufrenteconunamanofríaysuave.Luegosesentóenunabutacaqueestabajuntoalacamayempezóacantarmientrasenrollabalosvendajeslimpiosquedeberíaaplicarporlamañana.Coventrynopudoevitarobservarlaentre la penumbra de la suave luz que resplandecía en la habitación. Lamuchacha entonó, con lavoz angelical deunpajarillo, una canciónde cunaalgoetéreaygravequeamainóalenfermocomosideunhechizosetratara.Pocodespués,laseñoritaMuirselevantóparacomprobarelefectoquehabíacausadosutonadilla,ysediocuentadequeeljovenestabadespiertoyquelamirabaconunacuriosamezcladeagrado,interésyadmiración.

—Cierrelosojos,señorCoventry—advirtióellamoviendolacabezaconungestoreprobatorioyesbozandounaextrañasonrisita.

Coventryseechóareírtímidamenteyobedeció,aunquenopudoresistirsealatentacióndemirarfurtivamentelaesbeltafigurablancaqueestabasentadaen la butaca forrada de terciopelo. Ella le devolvió lamirada frunciendo elceño.

—Esustedmuydesobediente.¿Porquénoquieredormirse?

—Nopuedo,prefieroescuchar.Megustanlosruiseñores.

—Puesentonces,nocantarémás.Probaréalgoquenuncameha fallado.Acérquemesumano,porfavor.

Sorprendido,Coventryviocómolasdospequeñasmanosdeellaaferrabanla suya. Luego se sentó detrás de la cortina de la cama y permaneció tancallada e inmóvil como una estatua. Al principio, Coventry se rio para susadentros, preguntándose quién se cansaría primero. De repente, empezó asentirunagradablecalorcitoprocedentedelaspalmassuavesquerodeabanlassuyas.Sucorazónempezóalatirdeprisa,surespiraciónsevolvióentrecortadaymultitud de pensamientos asaltaron sumente. Suspiró y dijo, adormecido,mientrasgirabaelrostrohaciaella.

—Estomegusta.

Ymientrashablaba,pareciósumergirseenunasuavenubequelerodeaba

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creandounclimadeabsolutoreposo.Nopudoacordarsedenadamásporqueel sueño,profundoysin imágenes, seapoderódeél.Cuandosedespertó, laluz del sol brillaba entre las cortinas, una de sus manos reposaba sobre lacolchaysuhechicerarubiahabíadesaparecido.

CAPÍTULOIV

Undescubrimiento

Durante varios días,Coventry permaneció encerrado en su habitación encontradesuvoluntad,aunquetodoelmundohacíaloposibleparaaliviarsumolestocautiverio.Sumadreleacarició,Bellacantó,Lucía leyó,Edwardsemostró solícito y toda la casa, salvo por una excepción, estaba dispuesta aserviraljovenamo.JeanMuirnuncaseacercóaél,aunqueellaeralaúnicaque parecía tener la capacidad de divertirle. Se cansaba rápidamente de losdemás, y siempre reclamaba alguna novedad. Evocó en su mente lapersonalidadvivarachadelajovenparaavivarsuestadodeánimo.Despuésdealgunasdudas,hablódescuidadamentedeellaconBella,peronosacónadaenclaro, porque ésta sólo dijo que Jean se encontraba bien y que estabamuyocupada preparando un regalo encantador con el que sorprender a mamá.Edward se quejó de que nunca la veía, y Lucía ignoró por completo laexistenciadeesamujer.

Laúnicanoticiaquerecibióelenfermoprovinodelashabladuríasdedoscriadasmientras limpiabanelcuartocontiguo.Porellassupoque laseñoritaBeauforthabía«regañado»ala institutrizporhaberentradoeneldormitoriodel señor Coventry; que ella se había tomado esas palabras con grantranquilidad, y que procuró no cruzarse con ninguno de los dos caballeros,aunqueeramásqueevidentequeelseñorNedsemoríadeganasdeverla.

Gerald se divirtió dándole vueltas a este cotilleo, aunque su despistemolestóbastanteasuhermana.

—Gerald,¿sabessihallegadoelencargodeNed?

—Muyinteresante.Sigueleyendo,Bella.

—¡Estúpido! No has escuchado ni una palabra de lo que he dicho —protestóellamientrascerrabaviolentamenteellibropararepetirsunoticia.

—Estoy encantado con ello. Ahora debemos quitárnoslo de encima loantesposible.Esdecir, supongoqueélquerrámarcharsecuantoantes.—Enesemomento,Coventrysedespertódesuensoñación.

—Noesnecesarioquerevisestuversión;losétodoalrespecto.Creoque

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Nedsecomportóestúpidamente,yquelaconductadelaseñoritaMuirhasidoexquisita. Desde luego es bastante improbable, aunque ojalá no lo fuera,porquemeencantaobservaraunpardeamantes.TúyLucíasoistanfríosquenoresultáisnadainteresantes.

—Hazmeel favordeno seguir diciendomás tonterías sobreLucíayyo.Nosomosamantes,ysupongoquenunca loseremos.Yaestoyhartodeestahistoria,ydeseocontodasmisfuerzasquemamáytúdejéisdemolestarconestetema,almenosporunatemporada.

—Venga,Gerald,yasabesquemamáhapuestomuchointerésenello,quepapá lo deseaba, y que la pobre Lucía te ama desesperadamente. ¿Cómopuedespensarenabandonaralgoqueatodosnosllenaríadedicha?

—Amínomeharíafeliz,ypermítemelalibertaddedecirqueesedatoesrelevante.Noestoyligadoanadie,ynopretendoestarlohastaquemesientapreparado.AhorahablemosdeNed.

Bellaobedeció,aunquepordentrosesentíaheridaysorprendida.Optóporcentrar su interés en Edward, quien de forma inteligente decidió aceptar sudestinoyprepararseparasuviajedevariosmeses.Duranteunasemana,todala casa pareció muy emocionada por su partida, y todos, excepto Jean, sedesvivían por serle útiles. En cambio, ella desapareció de escena. Por lamañanaimpartíasusclasesaBella,cadatardesalíaconlaseñoraCoventryycasitodaslasnochesseacercabahastalamansiónHallparaleerleunratoasirJohn,quienviosudeseocumplidosinsaberexactamentecómoniporqué.

Después de despedirse de su madre, Edward bajó las escaleras paraabandonar la casa. Se le notaba pálido porque había permanecido todo eltiempo que su osadía le había permitido en el pequeño dormitorio deBellajuntoalaseñoritaMuir.

—Adiós,hermanita.SébuenaconJean—susurrómientrasdabaunbesoalamejilladelaniña.

—Loharé—repitióBellaconlágrimasenlosojos.

—Cuida demamá, y acuérdate deLucía—repitiómientras acariciaba lahermosamejilladesuprima.

—Notemas.Lasmantendréseparadas—replicóellaconunsusurroqueaCoventrynolepasóinadvertido.

Edwardofreció lamanoa suhermanomientras ledecía, congravedadymirándolealosojos:

—Confíoenti,Gerald.

—Notedefraudaré,Ned.

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Entonces se marchó, pero Coventry no podía dejar de pensar en laspalabrasdeLucía.Alcabodeunosdías,loentendiótodo.

Ahora que Ned se ha marchado, supongo que la pequeñaMuir hará suaparición,sedijoparasusadentros;perola«pequeñaMuir»noapareció,sinoqueparecióevitarleconmásdestrezadelaquedemostrósuadmirador.Siporlatardeélsedirigíaalsalónconlaesperanzadeoíralgodemúsica,Lucíaeralaúnicaquepermanecíasentadaenlaestancia.SiélllamabaalapuertadelahabitacióndeBella,siempreseproducíaunapausaantesdeabrirla,yunavezdentronuncaveía a Jean, a pesardehaberoído suvoz antesde llamar a lapuerta.Siélentrabaen labiblioteca,elprecipitadomurmulloyelsonidodeunospiesapresuradosdelatabanquelaestanciahabíasidoabandonadaantesuinminentepresencia.Eneljardín,laseñoritaMuirsiempreprocurabaevitarlo,ysiseencontrabanporcasualidadenelvestíbulooenlasaladondeseservíael desayuno, ella pasaba por delante de él con lamirada gacha y un saludobreveyfrío.Estasreaccioneslemolestabanprofundamente,ycuantomásleeludíaella,másdeseabaverlaconelfindellevarlelacontraria,segúnél,noporotracosa.Leincomodabayalmismotiempoledivertía,hastaquealfinaldescubrió un extraño placer en boicotear las discretas maniobras de lainstitutriz.Coneltiempoagotósupaciencia,ydecidióaveriguarquéocultabalajoventrassupeculiarconducta.Despuésdecerrarlapuertadelabibliotecaydeesconder la llave,esperóhastaque laseñoritaMuirentraraabuscarunlibroparasutío.LahabíaoídohablardeelloconBella,ysabíaquelajovencreíaqueélestabaconsumadre.Sonrióparasusadentrosysiguióalajoven.Lainstitutrizestabasubidaaunasillatratandodealcanzarunaestanteríaalta,demodoqueGeraldtuvoocasióndecontemplar ladelgadacinturadeellaysushermosospiesantesdepronunciarpalabra.

—¿Puedoayudarla,señoritaMuir?

La institutriz se sobresaltó, dejó caer varios libros y se sonrojómientrascontestaba:

—No,gracias.Puedosubirlosescalonesquemefaltan.

—Milargobrazoleserádegranayuda.¿Quétítulosdesea?

—Bueno, yo…yame he olvidado por el susto—respondió Jean riendonerviosamentemientrasechabaunvistazoasualrededorcomosiplanearaunahuida.

—Lepidodisculpasporello.Esperaréhastaque lo recuerde.Permítame,asimismo,agradecerleelsueñotanreparadorquemeprocuróhacediezdías.Aún no había tenido la ocasión de agradecérselo por culpa de su pertinazjuegodelescondite.

—En realidad, no pretendo parecer desagradable, pero…—contestó ella

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mientrasrecobrabalacomposturaygirabaelrostro,añadiendo,conunanotadedolorensutonodevoz—noesculpamía,señorCoventry.Sóloobedezcoórdenes.

—¿Las órdenes de quién?—exigió él mientras permanecía en pie paraevitarquelajovenhuyera.

—Nome lo pregunte.Es alguien autorizadopara dar órdenes respecto austed.Lepuedoasegurarqueesasórdenesestándictadasconlamejordelasintenciones, aunque a nosotros nos parezca absurdo. No se inquiete. Ríase,comohagoyo,ydéjemesalirdeaquí,seloruego.

JeansediomediavueltaymiróaCoventryconlágrimasenlosojos,unasonrisaensus labiosyunaexpresiónquedenotabaunamezclade tristezaypicardíaqueresultabadeltodoencantadora.

Coventry dejó de fruncir el ceño, pero sus ojos seguían reflejando unaextrañaseriedadhastaquedijocondecisión:

—Enestacasanadietieneelderechoadarórdenesexceptomimadreyyo.¿Fue ella quién le obligó a evitarme como si yo tuviera la peste o fuera unloco?

—Porfavor,nomelopregunte.Prometínodecirnada,yséqueustednodesearíaquerompieramipromesa.

Sindejardesonreír,ellalemirabaconunaexpresióndefelizmaliciaqueanulaba cualquier posibilidad de réplica. Fue Lucía, pensó él, y en esemomentosintióunprofundodesagradohaciasuprima.LaseñoritaMuirhizoademándebajar,peroéllaretuvomientraslepreguntabacongravedadyunasonrisaenloslabios:

—¿Ustedmeconsideraelamodeestacasa?

—Sí —respondió con un tono de voz dulce y sumiso que denotaba elrespeto, la consideración y la confianza que tanto agradan a los hombrescuandolasmujereslossientenylosdemuestran.Sindarsecuenta,elrostrodeCoventryserelajó,yempezóaverlaconunamiradamuydistintadetodaslasquelehabíadedicadoenelpasado.

—Puesentonces,¿estarádeacuerdoenobedecermesimisórdenesnosontiránicasniirracionales?

—Lointentaré.

—¡Bien!Quierodecirle,conabsolutafranqueza,queestetipodecosasmeresultanmuydesagradables.Memolestaserunimpedimentoalalibertadolacomodidaddeotrapersona,yporesolepidoquesemuevaporestacasacomoustedguste,sintenerencuentalasinsensatecesdeLucía.Ellaalbergabuenas

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intenciones, pero carece completamente de perspicacia o tacto. ¿Me lopromete?

—No.

—¿Porquéno?

—Creoquelascosasestánmejortalcomoestánahora.

—Peroustedmeacabadedecirquesonabsurdas.

—Así me lo parecen, pero… —Jean se detuvo. Parecía confusa ypreocupada.

Coventryperdiólosestribosycontestóconimpaciencia.

—¡Lasmujeressoisgrandesenigmasquenuncapodréresolver!Enfin,hehechotodoloposibleparaquesesientaagusto,perosiustedprefierellevarestetipodevida,nodudeenhacerlo.

—Noloprefiero.Medesagradaprofundamente.Meencantaseryomisma,disponerdemipropia libertadyde laconfianzadequienesmerodean.Peronocreoqueseacorrectoalterarlapazdeotraspersonas,y,portanto,intentoobedecer.LeheprometidoaBellaquemequedaría,peromeirésiesoimpidequeprotagoniceotraescenaconlaseñoritaBeaufortoconusted.

LaseñoritaMuirhabía reaccionado impetuosamente,y luegopermanecióensilencioconunamiradairacunda,conunaenergíarepentinaquesereflejóen su rostro y en su voz y que sorprendió a Coventry. La joven estabaenfadada,sesentíaherida,yeraaltiva,peroesecambioperceptibleleañadíaatractivo, porque borraba todo rastro de su antiguo y apacible carácter. Esecambioleparecióestimulante,especialmentecuandoellavolvióaañadir,deformaautoritariayconunademánderechazo:

—Demeeselibroyváyase.Quieroquesevaya.

Coventry obedeció, e incluso le tendió la mano, pero ella la rechazó,descendió los escalones lentamente y se dirigió hasta la puerta.Entonces sediomediavueltay,conelmismotonodevozquetransmitíaindignación,losmismos ojos chispeantes y las mismas mejillas encendidas, añadióapresuradamente:

—Sé que no tengo ningún derecho a hablar de este modo. Procuromoderarme,perocuandoyanopuedo resistirlomás, sedesatamiverdaderoser y desafío todas las convenciones.Estoy harta de ser unamáquina fría yserena; eso es imposible debido a mi naturaleza apasionada, y no quierodisimular más. No puedo evitar que la gente me ame, aunque no desee suamor.Sólopidoquemedejenenpaz,ynoentiendoporquémeatormentandeesta manera. No soy hermosa, no tengo dinero ni posición social, pero

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cualquierjovencitoconfundemisincerointerésporalgomuchomáscercano,y esome entristece. Ésa esmi desgracia. Piense lo que quiera demí, peroándeseconcuidado,porquesoycapazdehacerdañosialguienseinterponeenmicamino.

Jeanabandonólaestanciaconlamismaprisayviolenciaconlaquehabíahablado,rematandosuspalabrasconunademánamenazador.Coventrytuvolasensacióndequeunrepentino truenohabíabarrido toda lacasa.Permaneciósentadoenlasillaqueellahabíaabandonadoduranteunosminutos,absortoensuspensamientos.Deprontoselevantó,sedirigióhastadondeseencontrabasuhermanaypreguntóconsuhabitualtonodevozindolenteyjovial:

—Bella,¿verdadqueNedtepidióquefuerasamableconlaseñoritaMuir?

—Claro.Tratodeseramableconella,peroúltimamenteestámuyrara.

—¿Rara?¿Aquéterefieres?

—Que normalmente se comporta de manera serena y fría como unaestatua,yluego,derepente,semuestraextrañaeinquieta.Séquelloraporlasnochesysuspiratristementecuandocreequenolaescucho.Seestácociendoalgo.

—QuizátienemiedodeNed—sugirióCoventry.

—No, no lo creo. Para ella es un alivio queNed se hayamarchado.Metemoqueestáenamoradadealguien,alguienquenoescomoella.¿CreesquepodríaserelseñorSydney?

—Ellalocalificóde«tontocontítulo»enunaocasión,perotalvezesonosignificanada.¿Algunavezlehaspreguntadosobreél?—preguntóCoventry,quien de pronto se sintió avergonzado de su curiosidad, aunque no podíaresistirlatentacióndeinterrogaralaingenuaBella.

—Sí,peroellaselimitóamirarmedeformatrágicaydijolastimosamente:«Mipequeñaamiga,esperoquenuncatengasquepasarporlassituacionesporlasqueyohepasado,yquetupazdeespírituperduretodatuvida».Despuésdeeso,nomeatrevíapreguntarnadamás.SientocariñoporJean,quieroqueseafeliz,peronosécómohacerlo.¿Seteocurrealgo?

—Iba a proponer que la convencieras de que pase más tiempo entrenosotros, ahora que Ned se ha marchado. Debe de resultarle muy aburridoestar tan sola. Estoy seguro de que yo, en su lugar, me aburriría. Es unapersonitaencantadora,ymegustamuchoverlacantarotocarmúsica.Amamátambién le conviene entretenerse por las noches.Así que levántate y piensaquépuedeshacerporelbienestargeneraldelafamilia.

—Todoestoresultamuydivertido,yyaselohepropuestoenmásdeunaocasión, pero Lucía siempre da al traste conmis planes. Teme que sigas el

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ejemplodeNed,aunqueesunaestupidez.

—Lucía es… en fin, no diré que es tonta, porque cuando quiere dejaentreveratisbosdesuinteligencia.Loquequieroesquehablesdeesteasuntocon mamá, porque entonces Lucía no tendrá más remedio que acatar ladecisión—dijoGeraldvisiblementemolesto.

—Lointentaré,peroyasabesquesueleiraleerlealtíoaúltimahoradelatarde,ydesdequeestáenfermodegota, sequedamás tiempoconél.No laveodemasiado.Ahorasedirigeasushabitaciones.Creoquecautivaráalamoviejocomohizoconeljovenporqueesunamujermaravillosa.

Coventry observó cómo la delgada figura negra desaparecía al otro ladodel portal, y un incómodo pensamiento se apoderó de él alentado por lasdescuidadaspalabrasdeBella.Salióde laestancia,ydespuésdeeludira suprima, quien parecía estar buscándole, se dirigió a lamansiónmurmurandoparasusadentrosqueaveriguaríadeunavezportodasloqueestabapasando.Estascosassuelenocurrir.Eltíoeraunapersonamuysimple,demodoquesilajoventuvieraambiciones,haríaloquequisieraconél.

Sepercatódequeunacriadacorría trasélcon la intencióndeentregarleuna carta, que él metió en el bolsillo sin fijarse siquiera en el remitente.Cuando llegó a lamansión, sedirigió sigilosamente al estudiode su tío.Lapuertaestabaentreabierta,yatravésdeellapresencióunaescenadeapaciblecomodidadqueresultabamuyagradabledecontemplar.SirJohnpermanecíasentadoensusillónapoyandoelpieenuncojín.Ibavestidoconsuhabitualelegancia,pero,envezdeparecerunenfermodegota,suaspectoeraeldeunhombremaduro atractivo y bien conservado. Sonreíamientras escuchaba, ysusojossefijabanconsuficienciaenJeanMuir,quienpermanecíasentadaasuladoleyendoconsuacostumbradotonodevozmelodioso,mientraslaluzdelsolincidíaensupeloyeneldelicadotonorosadodesumejilla.Lajovensabíaleermuybien,peroCoventrytuvolasensacióndequelamuchachanoprestaba toda su atención a la lectura, porque en una de sus pausas, que sirJohnaprovechabaparaintervenirconalgúncomentario,susojosadquirieronuna expresión ausente e inclinó la cabeza sobre su mano con un aire depacientefatiga.

¡Pobrechica!Hesidomuyinjustoconella.Notieneningunaintencióndecautivaralanciano,sinoqueleentretieneporpuraamabilidad.Estácansada.Pondréfinasulabor.

Actoseguido,Coventryentrósinllamaralapuerta.

SirJohnlerecibióconunportedeamableresignación,ylaseñoritaMuir,conunrostrototalmenteinexpresivo.

—Mamálemandarecuerdos.¿Cómoseencuentrahoy,señor?

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—Estoy muy cómodo, aunque me aburro un poco.Me gustaría que lesdijeras a las jovencitas que vinieran esta tarde para divertir a un ancianocaballero. La señora King ha sacado los vestidos y complementos antiguosporque le prometí a Bella que esta noche disfrutaríamos de una veladainolvidable,comolasquesolíamospasarcuandoNedestabaporaquí.

—Muybien,señor;lesdiréquevengan.Todosnoshemosentristecidoconlapartidademihermano,yunpocodediversiónnosvendrábien.¿Semarchaustedya,señoritaMuir?—quisosaberCoventry.

—No. Será mejor que se quede hasta que sirva el té y prepare todo lodemás.Nosigaleyendo,querida,serámejorquevayaaentretenerseconloscuadros o con lo que usted prefiera —ordenó sir John; y, como una hijacumplidora, la señorita Muir obedeció como si estuviera encantada deabandonarlaestancia.

—Es una muchacha encantadora, Gerald—comentó sir John en cuantoJeansaliódelestudio—.Estoymuyinteresadoenella,tantoporsubiencomoporeldesumadre.

—¡Sumadre! ¿Qué sabe usted de sumadre?—preguntó Coventrymuysorprendidoantetalafirmación.

—SumadreeraladyGraceHoward,quiensefugóconunpobrereverendoescocéshaceveinteaños.Lafamilialarepudió,ylamujervivióymuriócontanta discreción que poco se sabe de ella, salvo que abandonó a una niñahuérfanaenunapequeñapensiónfrancesa.Yéstaeslaniña,queahoraestodaunahermosaseñorita.Mesorprendequenolosupieras.

—Tambiénamímesorprende,peroesmuypropiodeellanodecirnada.Es una jovenmuy orgullosa y extraña. ¡La hija de lady Howard! ¡Menudodescubrimiento!—CoventrysediocuentadequeestehechoincrementabasuinterésporlainstitutrizdeBella.Aligualquetodoslosinglesesdealcurnia,élvalorabaelrangoylaposiciónmásdeloquesemolestabaenadmitir.

—Esta pobremuchacha ha tenido una vidamuy difícil, pero no le faltacarácter,yesolallevarámuylejos—reconociósirJohnconciertaadmiración.

—¿YNedsabíaesto?—preguntóGeraldderepente.

—No, me lo contó ayer. Yo estaba consultando el libro de títulosnobiliarios y me habló de los Howard. Se permitió llamar «mamá» a ladyGrace.Luegomecontótodalahistoria,yestamuchachitasolitariaagradecióteneraalguienaquienhacerleestetipodeconfidencias.

—EsoexplicaríasurechazoaSydneyyNed:sabequenoesinferiorqueellos, pero nunca podrá disfrutar de la posición que le corresponde porderecho.No,noesunamujerambiciosaniunamercenaria.

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—¿Qué dices? —quiso saber sir John, puesto que Coventry habíamurmuradoparasusadentros.

—MepreguntosiladySydneyestabaaltantodetodo—contestóGerald.

—No, Jean me explicó que no deseaba ser compadecida por otraspersonas,yque,por tanto,no le contónadaa lamadre.Creoqueelhijo losabía,peroésaeraunacuestióndelicadaynohicemáspreguntas.

—Leescribirétanprontocomosepasudirección.HemossidotaníntimosquemeatrevoaformularunascuantaspreguntassobrelaseñoritaMuirparacomprobarlaveracidaddesuhistoria.

—¿Acasodudas,deella?—preguntósirJohn,visiblementeenfadado.

—Lo lamento, tío, pero debo confesar que siento cierta desconfianzainstintivahaciaesajoven.Reconozcoqueesinjusto,peronopuedoevitarlo.

—Pues entonces, si no te importa, no expreses públicamente tus dudas.Tengo más experiencia que tú y más perspicacia, y además respeto ycompadezcosinceramentealaseñoritaMuir.Esposiblequetudesagradoseala causa de su reciente melancolía, ¿verdad, Gerald? —preguntó sir Johnmirandoconreceloasusobrino.

Como no quería levantar sospechas, Coventry contestó apresuradamentemientrassedabamediavuelta:

—Notengoniel tiemponi lasganasdediscutirenestemomento,señor,peroprocurarénoofenderledenuevo.TransmitirésumensajeaBella.Estarédevueltaenunahora,tío.

Coventry atravesó el parque y pensó:Ese anciano se está encaprichandoconella,aligualqueelpobreNed.¿Cómolohace?AseguraserlahijadeladyHoward,peronuncanoshadichonadaalrespecto.Noloentiendo.

CAPÍTULOV

Cómolohizo

En casa encontró a un grupito de jóvenes amistades que acogieron conregocijolaperspectivadepasarloestupendamenteenlamansiónHall.Alcabodeunahora,laalegrecompañíahizosuentradaenelgransalón,dondeyasehabíanhechoalgunospreparativosparacelebrarunaveladateatral.

ElbuenodesirJohnestabaensusalsa,porqueleencantabatenerlacasallenadegentejoven.Variaspersonasfueronelegidasparalarepresentación,y

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alcabodeunratoselevantóeltelónparamostrarelprimerodeesoscuadrosvivos improvisados. Un hombre de tez morena y de barba oscura yacíadormidoconunapieldetigreenlasproximidadesdeunatiendadecampaña.Unasarmasy telasorientales lerodeaban;unantiguoquinquédeplataardíatenuemente sobre una mesa repleta de fruta colocada sobre unos cuencosbrillantes. Al lado había varias copas medio llenas de brillante vino tinto.Inclinada sobre elhombrehabíaunamujer ataviadaconmagníficas telasdeunaépocamuyantigua.Unamanoapartabalamangabordadadelbrazoquesostenía una cimitarra; un delicado pie enfundado en una sandalia escarlataasomaba por debajo de la túnica blanca; el manto púrpura caía desde unoshombrosblancoscomolanieve;variosribetesdoradossujetabansucabellera,ynolefaltabanjoyasenelpechoyenambosbrazos.Lamujermirabarígidaycautelosamente por encimade su hombrohacia la entrada de la tienda, y laimagen resultaba tan creíble que por unos instantes los espectadorescontuvieronlarespiración,comosiellostambiénacabarandeoírelmurmurodeunospasosapresurados.

—¿Quiénes?—susurróLucíaanteelrostrodesconocidodelamujer.

—JeanMuir—respondióCoventryabsortoenlaescena.

—¡Eso es imposible! Ella es bajita y rubia —protestó Lucía, pero un«¡callaydéjamemirar!»desuprimosilenciósuspalabras.

Parecía imposible, pero era cierto. JeanMuir era esa figura inmóvil. Sehabía pintado la piel y las cejas, y además había colocado variosmechonesnegrossobresucabellerarubia,locualaportabatalintensidadasumiradaquesus ojos se oscurecieron y agrandaron vivamente como los de una mujersureña. El odiomás profundo y amargo aparecía pintado en su severo perohermosorostro,sumiradadenotabavalor,ylanerviosapresióndeladelicadamanoquesujetabaelarmarevelabaelpoderylavoluntadinquebrantabledeesamujer.Inclusolafirmepresióndesusdiminutospiesocultostraslapieldetigreexpresabatalresolución.

—¿Noestáestupenda?—preguntóBellaenvozbaja.

—Dalaimpresióndeque,enunmomentodado,esamujersabríautilizarlaespada—comentóunespectadorcongranadmiración.

—BuenasnochesaHolofernes;sudestinoestáescrito—añadióotravoz.

—Conesabarba,separecemuchoaSydney.

—¿Notransmitelaimpresióndeodiarloprofundamente?

—Talvezseaasí.

Coventry pronunció esa última frase porque las dos que le precedieronofrecían una explicación de la increíble transformación de Jean.No todo se

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debía a su talento artístico: la aversión mezclada con la feroz alegría quesuponíatenersometidoalobjetodesuodioofrecíaunaocasiónperfectaparaserfingida.YcomoCoventryconocíalaclavedeesaescena,tuvolasensacióndeestarenposesióndelaverdad.Peroesaverdaddurópoco,porqueeltelóndescendió antes de que él tuviera tiempo de analizar el significado de esapeculiarexpresiónenelrostrodeJean.

—¡Espantoso! ¡Me alegro de que haya acabado! —exclamó Lucía confrialdad.

—¡Magnífico!¡Otra,otra!—gritóGeraldentusiasmado.

Peroelcuadro teatral sehabía terminado,yningunaovaciónconseguiríaque la actriz volviese a salir a escena. Acto seguido, los espectadorespresenciaron dos o tres escenas elegantes y divertidas, pero Jean noprotagonizabaningunadeellas,motivoporelcualcarecíandelencantoqueelauténticotalentoimprimeinclusoalasrepresentacionesmásmodestas.

—Coventry, te reclaman —avisó una voz. Y para asombro de todos,Coventry se levantó, porque era bien sabido que hasta entonces se habíanegadoaparticiparenunafunción.

—¿Cuál es el papel que debo destrozar?—preguntó al entrar en la salaverde,dondeuncorrillodeanimadosmuchachosvestíanalosactores.

—El de un caballero fugitivo. Ponte este traje y no pierdas el tiempohaciendopreguntas.LaseñoritaMuirtediráloquedebeshacer.Ellatambiénparticipaenestecuadro,osea,quenadieteharácaso—aclaróeldirectordeescena mientras lanzaba un viejo traje lleno de bordados hacia Coventry yseguíaretocandoelmaquillajedeunbigotesobresurostrojuvenil.

Geraldse transformóenungalantecaballero,ycuandoaparecióante lasdamas,éstasnopudieronevitarmirarlecongranadmiración.

—Acompáñame al escenario. Jean ya está en su lugar—comentó Bellamientras corría delante de él exclamando a su institutriz—: Aquí lo tienes.Estáestupendo.¿Noesmaravillosoqueélintervenga?

La señorita Muir, con el encantador atuendo remilgado que las normasjuzgabanapropiadoparaunadamiselapuritanaRoundheadestabatoqueteandounosarbustos,perosegiróderepenteydejócaerlaramaverdequesosteníacuandovioalaresplandecientefiguraavanzarhaciaella.

—¡Tú!—exclamó Jean con unamirada perturbadora. Luegomurmuró aBella—:¿Porquélehaspedidoqueactúe?Tedijequenolohicieras.

—Eselúnicohombreapuesto,yademás,cuandoquiere,sabeactuarmuybien. No suele dignarse a participar, así que aprovecha este privilegio —comentóBellaantesdesalircorriendoaempolvarseelpeloparasuactuación

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enTheMarriageàlamode.

—Me pidieron que actuara, y he aceptado. ¿Prefiere a otro actor? —preguntóCoventry,quiennoconseguíainterpretarlaexpresiónansiosayávidadelrostroqueseescondíabajoelpequeñosombrero.

Alcabodeunosinstanteslaexpresiónsetornóenunamezcladeinquietudyresignación,ydijo:

—Ahora ya es demasiado tarde. Por favor, arrodíllese aquí detrás de losarbustos. Quítese el sombrero y… permítame decirle que su aspecto esdemasiadoeleganteparatratarsedeunfugitivo.

Mientras él se arrodillaba ante Jean, ésta le alborotó el pelo, le torció elcuello de encaje, tiró los guantes y la espada y desabrochó el abrigo quecolgabadesushombros.

—Esoestámuchomejor;supalidezesperfectaparaelcuadro,serámejorquelaconserve.Tenemosquerepresentarelcuadroquecuelgaenlamansión.Nopuedodecirlenadamás.Ahora,Roundheads,colóquenseensuspuestos.¡Quéselevanteeltelón!

Coventry obedeció a Jean con una sonrisa; el cuadro escénico estabaformado por dos amantes, el joven caballero arrodillado pasando el brazoalrededor de la cintura de la joven, quien trata de ocultarlo con su pequeñomantón mientras reclina la cabeza sobre su regazo en un gesto de intensotemor,asustadaporlainminentellegadadesusperseguidores.Jeandudóporunosinstantesyparecióencogersecuandoélleacariciólamano;lajovensesonrojódeinmediatoymirógravementeaCoventry.Después,pocoantesdealzarse el telón, se sumergió en su papel con una gran y repentinadeterminación. El brazo de Jean que sostenía el manto cubría casi porcompleto la figura de Coventry, mientras el otro acogía su cabeza sobre elpañuelodemuselinaquetapabaelregazodeaquélla;entoncesJeanmiróhaciaatrás con una expresión tan aterradora que más de un amable y jovenespectador deseó salir corriendo a rescatarla. El efecto duró sólo unosinstantes, pero en ese momento Coventry pudo experimentar una nuevasensación. Muchas mujeres le habían sonreído, pero él siempre habíareaccionado de forma fría, descuidada e inconsciente ante el poder que unamujer puede atesorar y utilizar para atraer o hacer sufrir a un hombre.Entonces,mientraspermanecíaarrodilladoconunsuavebrazoquelerodeaba,una esbelta cintura que respondía a su tacto y un corazón de doncella quepalpitabajuntoasumejilla,pudoexperimentarporprimeravezensuvidaelhechizo indescriptible de una mujer, motivo por el cual fue capaz derepresentar a la perfección el papel de un ardiente amante. En el precisoinstante en que su rostro adquiría este nuevo y agradable aspecto, el telóndescendió.Sólo laclamorosaovacióndelpúblico lepermitióadvertirque la

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señoritaMuirseesforzabapordesembarazarsedeél,puestoqueCoventry,sinquerer,lahabíasujetadodemasiadofuerte.Élselevantócomosinoentendieralo que estaba pasando ymiró a Jean como nunca antes habíamirado a unamujer.

—¡Otra,otra!—exclamósirJohn.LosjóvenesquerepresentabanalpardeRoundheads,deseososdeunirsealaplausogeneral,pidieronlarepeticióndelaescena.

—Os ha delatado un crujido, y ya hemos encontrado y matado de undisparo a esa joven tan hermosa, que ahora yace moribunda. Esa escenaquedaráestupenda.Pruébela,señoritaMuir—propusounodelosjóvenes.Yconunlargosuspiro,Jeanobedeció.

Volvióaalzarseel telón,yelamanteseguíaarrodilladosinatendera loscaptores que le sujetaban por el hombro, ya que a sus pies yacía la jovenmoribunda. Jean tenía la cabeza apoyada sobre su pecho, pero transmitía eltipodeamorquenisiquieralamuertepuedeacallar.LafuerzadeesosojostantiernoscautivóaCoventryconunextrañoanhelo,ysucorazónempezóalatirconlamismafuerzaconquelohabíahechoeldeellahacíaunmomento.Jeannotó que a él le temblaban lasmanos, se dio cuenta de que susmejillas sesonrojabanysupoquealfinlehabíaconquistado.CuandoJeanselevantó,nopudoevitarexperimentarunasensacióndetriunfoimposibledeocultar.Otrosloconsideraronunalecciónmagistraldeinterpretación,yCoventryseesforzópor verlo así.Lucía estaba hechauna furia y, cuandodescendió el telóndelsegundocuadro,abandonóapresuradamentesuasientoparaprecipitarsedetrásde la escena y poner fin a un juego tan peligroso. Varios actores seguíanadmirandoalosamantesdepega.Jeanacogiólasalabanzasconalegría,peroCoventry, muy a su pesar, delató que estaba contento por algo muchomásprofundoqueunasimplegratificacióndesuvanidad.

Cuando Lucía hizo su aparición, el porte de Coventry adoptó suindiferenciahabitual,aunquenopudoacallarelinsólitofulgordesusojosnicontener las emociones que transmitía su rostro, y la muchacha se percatódolorosamentedeello.

—Hevenidoparaofrecermiayuda.Debedeestarmuycansada,señoritaMuir.¿Puedoaliviarlaenalgo?—dijoLucíaapresuradamente.

—Sí,gracias.Estaréencantadadequeustedhagaelrestoypuedadisfrutardelacompañíadeestosjóvenes.

Jean sedespidióconunaencantadora sonrisay,paradesgraciadeLucía,Coventrylasiguió.

—Quieroquetequedes,Gerald.Porfavor,quédate—gritóLucía.

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—Ya he cumplido con mi parte. A mí esta noche no me depara mástragedias—respondiómientras semarchaba sinque a ella lediera tiempoainterrumpirleoentretenerle.

Lucíasesentíaindefensa;podíapermanecerdetrásdelaescenaycumplirconsudeberodelatarsuscelosantelamiradadetodosquieneslarodeaban.Porunos instantesaguantóel tipo.Pero la imagende suprimo inclinándosesobrelasilladondeJeanpermanecíasentada,hablandotranquilamenteconlainstitutriz,leresultabainsoportable,asíqueenvióaunaniñaconunmensajeparalaseñoritaMuir.

—Disculpe, la señorita Beaufort quiere que represente a la reina Bess,puestoqueustedeslaúnicapelirroja.¿Lohará?—susurrólaniña,quenoeraenabsolutoconscientedelmensajetácitoqueseescondíatrassuinvitación.

—Claro que sí, querida, gustosamente lo haré, aunque no soy losuficientemente hermosa ni elegante para representar a Su Majestad —contestó Jean mientras se levantaba con el rostro imperturbable, aunque sesintiómolestaporeseinsultofemenino.

—¿Prefieres ser la condesa de Essex? Yo ya voy vestido de conde —propusoCoventry,quienlanzóhacialapuertaunamiradamelancólica.

—No, la señorita Beaufort dice que usted no debe venir. No quiere queesténjuntos—comentólaniñasindudarloniuninstante.

JeanmiróaCoventry intensamente, se encogiódehombrosy semarchóesbozandounadesusextrañassonrisas,mientrasélempezabaacaminardeunlado a otro del vestíbulo en un peculiar estado de agitación que le permitióevadirseporunosmomentos,hastaqueelanimadogrupodejóvenessereunióparacenar.

—Ven, Bonnie Prince Charlie, tómame en tus brazos y representa alencantadoramantequehasinterpretadohaceunahora.Nuncaimaginéquetucorazón albergara semejante calidez —comentó Bella mientras cogía a suhermanoporelbrazoencontradesuvoluntad.

—Noseastonta,niña.¿Dóndeestá…Lucía?

No pudo entender por qué sustituyó el nombre de Jean por otro. Unarepentina timidez se había apoderado de él, y aunque no veía a Jean porningunaparte, se sentía incapazdepreguntarpor ella.Suprimaaparecióenescena elegantemente vestida con un traje clásico; pero a pesar de suhermosura, Gerald no reparó en ella, y cuando la representación llegó a supunto álgido, Coventry semarchó para averiguar el paradero de la señoritaMuir.

La encontró en la sala de estar, que estaba vacía, y se detuvo para

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observarla antes dehablar.Algo en la actitudde su rostro le sorprendió.Lainstitutrizsehabíareclinadodespreocupadamenteenlaenormesillaquehabíasidoutilizadacomotronoenloscuadrosteatrales.Todavíanosehabíaquitadosudisfrazdereina,aunqueno llevaba lacoronapuestaysehabíasoltado lacabellera rubia, que le llegaba a la altura de los hombros. La emoción y elesfuerzodelasúltimashoraslahabíanconvertidoenunapersonaradiante,yelhermosovestidolafavorecíamuchísimo,puesladotabadeunairedelujosaindolenciaquetransformabaaladócilinstitutrizenunamujerencantadora.Seapoyóenloscojinesdeterciopelocomosiestuvieraacostumbradaareclinarsesobreellos.Estuvounratojugueteandodespreocupadamenteconlasjoyasdesucoronacomosilehubieranpertenecidodetodalavida.Suactituddenotabauna especie de negligente gracia, y la expresión de su rostro traslucía unamezcla de orgullo y reflexión que daba a entender que el objeto de suspensamientoseradenaturalezaamarga.

Quienes la vieran ahora por vez primera dirían que es de buena cuna.¡Pobre mujer, qué carga para su espíritu debe de suponer una vida dedependencia como la suya! Me pregunto qué estará pensando con tantaconcentración,pensóCoventrymientraslaobservabaunaúltimavezantesdedirigirseaella.

—¿Quierequeletraigaalgoparacenar,señoritaMuir?

—¡Cenar!—exclamó la joven con un sobresalto—. ¿Quién piensa en elcuerpocuandoelalmaestá…?—Lainstitutrizsedetuvo,fruncióelceñoyserio tímidamente mientras añadía—: No, gracias. No necesito nada, sóloalgunosconsejos,yyanomeatrevoapedirningunomás.

—¿Porquéno?

—Porquenotengoderechoahacerlo.

—Todo el mundo tiene derecho a pedir ayuda, especialmente quienesnecesitan el respaldo de personas fuertes. ¿Puedo ayudarla? Créame, leofrezcosinceramentemishumildesservicios.

—¡Ah, ahora se olvida! Este vestido, el maravilloso esplendor de estasjoyas, la libertad de movimientos de esta noche, el romance fingido de laactuación…Todoestoleimpideverlarealidad.Porunmomentohedejadodeserunacriada,yustedmetratacomoaunaigual.

Eracierto.Sehabíaolvidadodesuposición.Esamiradadulcedereprochecaló hondo en él, su desconfianza se fundió por efecto del encanto de lainstitutrizyGeraldcontestóconunossentimientossincerosquesurostroysutonodevozdelataron.

—Latratocomoaunaigualporqueustedloesparamí;ycuandoofrezco

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mi ayuda, no es para la institutriz demi hermana, sino para la hija de ladyHoward.

—¿Quiénlehacontadoeso?—preguntólajoven,sentadaimpasiblementeenlasilla.

—Mitío.Noseloreproche.Nodirénadamássinolodesea.¿Lemolestaqueyolosepa?

—Sí.

—¿Porqué?

—¡Porquenodeseosucompasión!—exclamóellaconojoscentelleantesmientrasesbozabaunademándesafiante.

—Puesentonces, si nopuedo lamentar el funestodestinoqueha recaídosobreunalmainocente,podréadmirarelvalorconqueéstaafrontasuadversafortunayconquistaelmundoganándoseelrespetoylaconsideracióndetodoscuantoslarodeanylaaprecian.

La señorita Muir alteró la expresión de su rostro, levantó una mano, yreplicó:

—¡No,noeseso!Procurenosertanamable,porqueesodestruyelaúnicabarreraquenossepara.Compórteseconmigoconlamismafrialdadqueantes,olvidequiénsoyynoseinterpongaenmicamino.¡Nodeseoserconocida,nicompadecidaniamada!

Suvozsequebrócuandopronunciólaúltimapalabra,ylajoveninclinólacabeza para sostenerla con la mano. El discurso de la institutriz afectó aCoventryy le impulsóadecir,conun tonodevozque rayabaen la faltadecortesía:

—Notemapormí.Lucíalediráquepuedosertanfríocomouniceberg.

—Pues, en ese caso, Lucía se equivoca. Tengo la fatídica cualidad deinterpretarlasintencionesdelaspersonas.Leconozcomejorausteddeloqueleconoceella,yveo…—Jeaninterrumpióbruscamentelafrasequeestabaapuntodeterminar.

—¿El qué? Dígamelo y así pondremos a prueba sus habilidades —respondióélconinterés.

La joven se dio media vuelta y miró a su interlocutor con unos ojospenetrantesquelehicieronencogersemientrasellapronunciabalentamente:

—Debajodelhieloveofuego,yleadviertoquetengacuidadoparaquenoestallecomounvolcán.

Geraldpermanecióinmóvilporunosinstantes,dudandodelasintenciones

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delajoven;ellahabíasidolaprimeraendescubrirlacalidezdeunanaturalezademasiado orgullosa como para confesar sus tiernos impulsos, así como lasambicionesqueyacíanenterradashastaqueunapotentevozlasdespertó.Lamanera grosera, incluso severa, con que ella le advirtió sólo reforzaba elatractivo de la muchacha, puesto que sus palabras no albergaban ningunaarrogancia, sólo el presagio de un temor que el sufrimiento del pasado leimpulsabaasentirdeformasincera.Geraldreaccionódeformaimpetuosa:

—¡Tieneustedrazón!Nosoyloqueparezco,ymiindiferenciaessólounamáscara bajo la que escondo mi verdadera naturaleza. Podría ser tanapasionado,enérgicoyambiciosocomoNed,perono tengoningúnobjetivoenlavida.Ycomocarezcodeél,soyloqueustedmellamóenunaocasión:«algoquedespreciarylamentar».

—¡Yonuncadijeeso!—exclamóJeanconindignación.

—Quizá no empleó esas mismas palabras, pero su mirada delató suspensamientos,aunqueluegolosexpresóconmásdelicadeza.Tengomerecidoese calificativo, pero ahora las cosas han cambiado. Estoy empezando adespertardemidesgraciadaindolencia,yesperoconseguiruntrabajoquemeconvierta en un hombre decente. ¿Por qué se marcha? ¿Es que la estoyaburriendo conmis confesiones? Perdóneme. Son las primeras que hago, yseguramenteseránlasúltimas.

—¡Oh,no!Mesientoprofundamentehalagadaporsuconfianza;pero¿esungesto de inteligencia y lealtad contarme sus esperanzas y objetivos en lavida? ¿No tiene la señorita Beaufort el derecho primigenio de ser suconfidente?

Coventryseapartó,visiblementedisgustado,porqueelnombredeLucíaleevocaba aquello que gustosamente había olvidado gracias a las emocionesvividasenlosúltimostiempos.ElamordeLucía,laspalabrasdedespedidadeEdward y la desaparición de su extraña reserva eran aspectos difíciles deasimilar. Lo que él habría replicado quedó contenido ante la visión de unacarta entreabierta que cayó del vestido de Jean cuando ésta semovió.Él seagachómecánicamenteparadevolverlay,mientraslohacía,reconociólaletradeSydney.Jeanselaarrebatódelasmanosygritómientrasempalidecía:

—¿Laha leído? ¿Quéhavisto en ella? ¡Dígamelo, por suhonordígamequéhavisto!

—Juro,pormihonor,que loúnicoquehevistoes la frase«porelamorque te profeso, cree mis palabras». No he visto nada más, porque soy uncaballero. Conozco la letra del remitente, y supongo que puedo adivinar elpropósitodelamisiva.ComomeconsideroamigodeSydney,deseoayudarlacontodasmisfuerzas,siesquepuedoserútil.¿Esésalacuestiónsobrelaque

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necesitaconsejo?

—Sí.

—Enesecaso,¿puedoofrecérselo?

—Nopuededármelosinconocertodalahistoria,yesmuylargaydifícildecontar.

—Permítameadivinarla,y leahorraréeldolordetenerqueexplicármela.¿Melopermite?—Coventryesperóansiosamentelarespuestadelainstitutriz,yaqueélestabaprendadodeella.Aunsosteniendofuertementelacarta,Jeanleindicóquelasiguierahastaunpequeñorincónapartadoquehacíalasvecesdetocadorydepequeñoinvernadero.Jeansedetuvoporunosinstantescomosi dudara de algo, luego levantó la vista para mirar a Gerald con ojos quetransmitíanunagranconfianzaydijocondeterminación:

—Loharéporque,porextrañoquepuedaparecer,eslaúnicapersonaconla que puedo hablar. Usted conoce a Sydney, ha descubierto que los dospertenecemosa lamismaclase social,ymehaofrecidosuayuda.Demodoquelaacepto,pero¡nomeconsideremenosfemeninaporello!Recuerdequeestoysolaenelmundo,quesoyunajovensolitariayqueconfíoplenamenteensusinceridadycompasión.

—Puedehablarcontotallibertadporque,efectivamente,soysuamigo.—Y tras pronunciar estas palabras, Coventry se sentó al lado de Jean,olvidándose de todo el mundo salvo de la joven de ojos tiernos que tantaconfianzahabíadepositadoenél.

Jeancontinuóhablandoprecipitadamente.

—UstedyasabequeSydneymeamaba,queyolerechacéymemarché.Pero usted desconoce que sus imprudencias me volvieron loca, porque meamenazócondespojarmedemiúnicotesoro,demibuennombre,y,presadeladesesperación,tratédequitarmelavida.Sí,pareceungestoprovocadoporlalocuraylamaldad,peroestabadispuestaaponerfinaunaexistenciaqueamí me resultaba imposible de soportar, ya que su persecución se habíaconvertido enuna auténtica tortura paramí.Yaveoque le sorprenden estoshechos, pero me estoy limitando a decir la verdad. Lady Sydney podráconfirmárselo, y las enfermerasdel hospital le confesaránqueno fueron lasfiebres el motivo de mi estancia en él. Y a pesar de que ahora las heridasexternas están curadas, mi corazón arde y duele con la vergüenza y laindignaciónquesólounamujerorgullosapuedesentir.

Jeansedetuvoparasentarse;susojosymejillasirradiabanunaextrañaluz,yjuntóambasmanosparaapoyarlassobresuregazo,comosiunviejoinsultohubieraperturbadodenuevosualma.Coventrynopronuncióniunapalabra,

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porque la sorpresa, la ira, la incredulidad y la admiración formaban unamezclatanconfusaensumentequeseolvidódehablar.PeroJeanprosiguióconsurelato:

—Esainsensatezpormiparteleconvenciódemiinquebrantablerechazo.Élsemarchó,ycreíqueesteamorapasionadohaciamísecuraríaconnuestraseparación.Peronohasidoasí,yvivodiariamenteconel temordevolveraser amenazada o perseguida. Sumadreme prometió que no le revelaríamiparadero,peroélmehaencontradoymehaescrito.LacartaquetepedíquellevarasaladySydneyeraunacontestacióndelasuyaenlaquelesuplicabaquemedejaraenpaz.Nolaentregaste,yenelfondomealegré,porquequizáselsilenciosealomejorparaacallarcualquieresperanza.Perotodohasidoenvano; su misiva contiene un ruego más apasionado que nunca, y jura quenuncadesistirádesuspropósitoshastaqueotorgueaotrohombreelderechoaprotegerme. Es lo que puedo hacer, y en ocasiones estoy tentada a hacerlo,perotambiénquierorebelarmecontraestacrueldad.Yoadoromilibertad,ynodeseo casarme bajo coacción de otro hombre. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómopuedoserlibre?Sémiamigo,yayúdame.

Un reguero de lágrimas resbaló por lasmejillas de la jovenmientras lossollozos ahogaban sus palabras y juntaba las manos para implorar anteCoventry en una escena cargada de tristeza, miedo y súplica. Gerald tuvodificultades paramirar directamente a los ojos elocuentes de lamuchachaycontestar serenamente, porque carecía de experiencia en estos asuntos eignorabaquépapeldebíadesempeñar.

Es este traje absurdo y esas tonterías románticas lo que impide ser yomismo, pensó Coventry sin reparar en la peligrosa influencia que ejercíansobre él la estancia en claroscuro, el calor y la fragancia del verano, elrecuerdo de las «cursiladas románticas» y, sobre todo, la presencia de unahermosajovenafligida.Sedespojódesuhabitualaplomoysólopudorepetirlaspalabrasquehabíancausadounafuerteimpresiónenél:

—Puedeshacerlo, si laoferta teparece tentadora. ¿CreesqueNedesunhombrecapazdeprotegerte?

—No—respondiódulcemente.

—Entonces,¿quién?

—Nomelopreguntes.Unhombrebuenoyhonorable;alguienquemeamede verdad y que me dedique su vida; alguien con quien gustosamente mehabríacasado,peroahora…

Entonces,suvozacabóenunsuspiro,ysucabellerarubiacayótapándoleelrostro,comosiéstequisieraescondersetrasunbrillantevelo.

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—¿Yahoraporquéno?Sindudaalgunaseríaunaformarápidayseguradeponerfinatusproblemas.¿Quételoimpide?

Muyasupesar,Geraldseinclinóhaciadelanteypusounadesusdelicadasmanossobrelasuya.Ejercíapresiónsobreellamientrashablabaconurgencia,concompasión,casiconternura.Pudoescucharunfuertesuspiroprocedentedelotroladodelvelo,asícomounarespuestabreve.

—Esimposible.

—¿Porqué,Jean?

La institutriz se retiró el pelo de la cara con un gesto brusco, apartó lamanoyrespondiócondeterminación:

—¡Porquenoleamo!¿Porquémeatosigasconestaspreguntas?Teestoydiciendoquenosécómosaliradelante.¿Deboengañaraesebuenhombreyasegurarme la tranquilidad pagando el precio de la verdad y la libertad? ¿OdeberíadesafiaraSydneyyllevarunaaburridaexistencia?Siélamenazaramivida,notendríamiedo;peroélmeamenazaconalgoqueesmáspreciadoquela vida: mi buen nombre. Una palabra, una mirada puede destrozarlo; unasonrisa burlona o una sencilla insinuación con los hombros puede hacermemásdañoquecualquiergolpe;notengoamigos,soypobreysigoamerceddelo que él pregone sobre mí. Habría sido preferible estar muerta, así habríaevitadotodoesteamargodolor.

Jean se levantó, se llevó ambas manos sobre la cabeza, y caminódesesperadamentepor lapequeñaestancia.No lloraba,perosurostroadoptóunaexpresiónmástrágicaquelaslágrimas.Geraldvolvíaatenerlasensacióndeestarparticipandoenun folletín romántico,peroalmismo tiempoextraíaunexquisitoplacerdelpapelquelehabíanasignado,demodoquesevolcóenella e hizo todo lo posible por consolar a la pobre mujer que tanto lenecesitaba.Acercándoseaella,dijoconlatípicaimpetuosidaddeNed:

—SeñoritaMuir…No,serámejorquetellameJean,siesotereconforta.Escucha:puedesestarseguradequenovaaocurrirnadamalosiemprequeyopueda evitarlo. No te asustes innecesariamente. Tienes derecho a sentirteindignada,peroestoyconvencidodequeestásinterpretandoincorrectamenteaSydney.Sé que es unhombre violento, pero también es demasiadohonradocomo para injuriarte con palabras o con hechos. Seguramente sólo teamenazaríaconlaesperanzadeamedrentarte.Dejaquehableconéloqueleescribaunacarta.Esamigomío,yestoysegurodequeatenderámispalabras.

—Nodesnadaporseguro.CuandounhombrecomoSydneyamaynoescorrespondido, no hay nada que pueda controlar su obstinada voluntad.Prométeme que no le verás ni le escribirás. Aunque le temo mucho y ledesprecio, prefiero asumir el curso de los acontecimientos que causaros

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ningúndañoatioatuhermano.¿Meloprometes,Coventry?

Geraldduró.Ella continuabaaferradaa subrazoconuna sincera súplicaquesedibujabaensurostroávidoyansioso,yélnopudooponerresistencia.

—Teloprometo;peroacambio,debesprometerquemedejarásofrecertetodalaayudaquemeseaposible.Y,Jean,jamásvuelvasadecirquenotienesamigos.

—¡Eres tan amable!Dios te bendiga. Pero no puedo aceptar tu amistad;ellanonoslopermitiría,ynotengoderechoaalterarsupaz.

—¿Quiénnolopermitiría?—exigióGeraldacaloradamente.

—LaseñoritaBeaufort.

—¡Al diablo con la señorita Beaufort! —exclamó Coventry con tantaenergíaqueJean,apesardesuagitación,dejóescaparunarisamelodiosa.Élseunióaesareaccióny,porunosinstantes,semiraronunoaotrocomosilaúltima barrera que los separaba se hubiera venido abajo. Eran amigos deverdad.

Depronto,Jeandejódereír,aunquemantuvounasonrisaenloslabios.Laslágrimas aún mojaban sus mejillas, y esbozó un ademán de advertencia.Gerald prestó atención: el sonido de unas pisadas mezcladas con risas ysúplicaserapruebaevidentedequealguienandababuscándolos.

—Esarisanoshadelatado.Quédateaquíyatiendeaesaspersonas.Yonopuedo hacerlo —comentó Jean mientras salía rápidamente hacia el jardín.Coventry la siguió, ya que la perspectiva de enfrentarse a multitud depreguntas y miradas le abrumaba. Huyó de todo ello como un verdaderocobarde. El rumor de los pasos veloces de Jean lo guiaba, demodo que laalcanzócuandoellasedetuvodetrásdeunrosalparadescansar.

—¡Eresuncaballeromuycobarde!Deberíashabertequedadoparacubrirla retaguardia. ¡Escucha! ¡Se están acercando! ¡Debemos escondernos! —exclamó Jean jadeando con unamezcla de temor y de alegríamientras susperseguidoresseacercaban.

»Arrodíllate;estáapuntodesalir la lunayeldestellode tusbordadostetraicionará—susurrólainstitutrizmientrasseescondíandetrásdelasrosas.

—Tusbrazosytucabellotedelataránati.Comodicelacanción,«venaescondertedetrásdemicapa»—yCoventryprocuróquesucapadeterciopelocubrieraloshombrosblancosylosmechonesrubiosdelajoven.

—Ahoraestamosactuandoenlavidareal.¡Bellasepondrámuycontentacuandoselocuente!—exclamóJeancuandoelruidosedesvaneció.

—Noselocuentes—susurróCoventry.

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—¿Y por qué no? —quiso saber la institutriz mientras contemplabaingenuamenteelrostroqueteníapegadoalsuyo.

—¿Noadivinasporqué?

—¡Ah!Erestanorgullosoquenosoportasqueseríandeti.

—Noeseso.Esporquenoquieroquehablendenosotros.Túyasoportasuna pesada carga. Ahora soy tu amigo, y haré todo lo posible parademostrártelo.

—¡Eres tan amable! ¿Cómo podría agradecértelo? —murmuró Jeanmientras,sindarsecuenta,seacurrucabaenelmantoquelesprotegía.

Por unos breves instantes, Jean y Gerald permanecieron en absolutosilencio, sólo roto por el acelerado palpitar de los dos corazones. Paraamortiguarelsonido,Coventrypreguntóenvozbaja:

—¿Estásasustada?

—No.Megusta—contestóellasuavemente.Ydepronto,añadió—:Pero¿por qué nos escondemos? No hay nada que temer. Se hace tarde, y debomarcharme.Teestásapoyandosobremipierna.Porfavor,levántate.

—¿Aquévienentantasprisas?Estahuidaypersecuciónañadeencantoalavelada.Noquierolevantarme.¿Quieresunarosa,Jean?

—No,noquiero.Déjememarchar,señorCoventry.Insisto.Estalocurayahaidodemasiadolejos.Váyase.

Jean habló con autoridad mientras retiraba la capa. Él se levantó deinmediato,comosiacabaradedespertarsedeunapesadilla,ydijo:

—Esloqueintentohacer:irme.

En esemomento, volvieron a escuchar elmurmullo de las voces que seaproximaban.Mientrasseñalabahaciauncaminocubiertoqueconducíaa lacasa,Coventryindicóconsuhabitualtonodevozfríoeimpasible:

—Correenesadirección,yocubriréturetirada.

Geraldsediomediavueltaysalióalencuentrodesusperseguidores.

Alcabodemediahora,cuandoelgrupitosedispersó,laseñoritaMuirseunió a ellos con su discreto vestido de siempre. Parecíamás pálida, dócil ytristedelonormal.Coventryreparóenestedetalle,aunquenosedirigióaellaenningúnmomento.Lucíatambiénsepercatódeestehecho,yleencantóqueesajoventanpeligrosahubieravueltoallugarquelecorrespondía,porqueporesa noche ya había sufrido bastante. Intentó coger a su primo por el brazomientras paseaban por el jardín, pero él se mostró, como casi siempre,taciturno,ytodoslosintentosdeLucíaparainiciarunaconversaciónfueronen

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vano.LaseñoritaMuircaminabasolaentonandounacanciónmientrasseguíaa la pareja en pleno anochecer. ¿Estaría Gerald tan callado porque queríaescuchar esa cancioncilla? Lucía estaba convencida de ello, y sintió que sudesagradohacialainstitutrizsetornabarápidamenteenodio.

Cuandolosjóvenesamigossemarcharon,ylafamiliasedabalasbuenasnoches,JeansesorprendióalverqueCoventryleofrecíalamanoporprimeravez desde que se conocieron. Entre susurros y la atenta mirada de Lucía,Geraldlesusurró:

—Aúnnotehedadomiconsejo.

—Gracias,peroyanolonecesito.Hetomadounadecisión.

—¿Puedopreguntarcuáles?

—Enfrentarmeamienemigo.

—¡Bien!Pero¿quétehaimpulsadoatomarestarepentinadecisión?

—El hecho de haber encontrado a un amigo —contestó Jean con unamiradadeagradecimiento.Actoseguido,seretiró.

CAPÍTULOVI

Enguardia

—Sino le importa,señorCoventry,¿podríadecirmesiayerpor lanocherecibiólacarta?—fueronlasprimeraspalabrasquesaludaronal«amojoven»cuandosaliódesuhabitaciónalamañanasiguiente.

—¿Quécarta,Dean?Norecuerdohabervistoninguna—respondióGeraldmientrassedetenía,yaquelaspalabrasdelacriadalesorprendieron.

—LlegóenelprecisoinstanteenqueustedsemarchóalamansiónHall,señor.Bensonfueabuscarle,yaquelanotaeraurgente.¿Acasonolarecibió,señor?—preguntólamujerconinterés.

—Sí,perocreoquemehabíaolvidadodeellahastaesteprecisoinstante.Seguramenteestaráenelabrigoquellevabaayer,siesquenolaheperdido.Esaabsurdarepresentaciónmehizoperderlacabeza.

Aldarsecuentadequehablabamásparasíquepara lacriada,Coventrydecidióvolversobresuspasosyrecuperarlacarta.

Dean se quedó en el pasillo fingiendo estar arreglando las cortinas de laventanadelvestíbulo,aunqueen realidadmirara furtivamenteenun insólito

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ataquedecuriosidad.

—¡Creo que no está ahí!—murmuró la criadamientras Coventrymetíaimpacientemente la mano en un bolsillo tras otro. Pero mientras la mujerhablaba,surostrofueadquiriendounaexpresióndeasombroporque lacartafinalmenteapareció.

»¡Habría jurado que no se encontraba allí! No lo entiendo. Debí deconfundirme. —Y Dean negó con la cabeza con perplejidad, no conconvicción.

Coventry dio un grito de satisfacción al fijarse en el remitente y, sinmoversededondeestaba,rompióelbordedelsobreparaextraersucontenido.

QueridoC,

MevoyaBaden.Venconmigo,yasípermanecerásasalvodetodopeligro;porque si teenamorasde J.M. (ynopodrásevitarlo si losdos residísen lamismacasa),tendrásqueenfrentartealainsignificantemolestiadevercómotucabezaestallaenmilpedazos.

Afectuosamente,F.R.Sydney.

—¡Estehombreestáloco!—exclamóCoventrydespuésdeleerlacartaydequesurostrosesonrojaraderabia—.¿Porquédemoniosutilizaesetonoensuspalabras?¡Porsupuestoquenoleacompañaré!Yencuantoasuamenaza,me río de ella. ¡Pobre Jean! Este obstinado necio parece insistir enatormentarla.Ybien,Dean,¿aquéestásesperando?—preguntóCoventrycondespecho,comosiderepentehubierareparadoensupresencia.

—Nada, señor.Sólomedetuveparaver si había encontrado la carta.Lolamento,señor.

Tanprontocomolamujerempezóaandar,Coventrylepreguntóconunamiradarecelosa:

—¿Quétehahechopensarquelahabíaperdido?Porlovisto,hoytehastomadomuchasmolestiasenmisasuntos.

—Enabsoluto,señor.Sóloestabaunpocoinquietaporque,comoBensonesolvidadizo,yo ledijeque fueraabuscarlo,yaque, alverloaustedenelparque,creíqueseríalomejor.Poresoconsideréimportantepreguntarlesobrelacarta.

—Muybien,Dean.Yapuedemarcharse.Todoestáenorden.

—Yonoestoymuyseguradeello—murmurólamujermientrassaludabaconunareverenciaysemarchabaconaspectodenocreerquelacartahubiesesidoencontrada.

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Deanera ladoncellade laseñoritaBeaufort,unamujerseriademedianaedadconunamiradaintensayunportealgosombrío.Puestoqueservíaenlafamiliadesdehacíamuchotiempo,disfrutabadetodoslosprivilegiosdeunacriadaqueridayfiel.Elladispensabaasujovenseñoraunafectoquerayabaen los celos. La protegía y la cuidaba como una madre, y se enfadaba sialguien interfería en su labor. Al principio se dejó seducir por Jean Muirporquelacompadecía,despuésempezóadesconfiardeellayacabóodiándolapor ser el motivo de la creciente indiferencia de Coventry hacia su prima.DeanconocíalasinquietudesamorosasdeLucía,yaunqueningúnhombre,asus ojos, era suficiente para su señora, aun así honraba a Coventry con suconsideración.Sentíaafectoporél,yporesoelcambiodeCoventryenesosúltimos días molestaba a la criada casi con la misma intensidad quedesagradabaalaseñora.Jeanlaestuvoobservandodecerca,locualdivirtióaesaafablecriaturasinllegarapreocuparla,yaquelalentamentalidadinglesadeDeannoteníaparangónconlasutilmentedelainstitutriz.Deanhabíasidoenviadaalamansiónlanocheanteriorparaentregarunostrajes,yallívioalgoque la alteró. Se atrevió a comentarlomientras desvestía a su señorita, peroLucía,queestabadeunhumordeperros,leordenótajantementenoescucharningúntipodecotilleo.Deanaúnnohabíapodidocontarsuhistoriayestabaansiosaporhacerlo.

Ahoraveremosquéinterésalbergaesadesvergonzada,aunquenosepuedeaveriguarmuchomirándola a la cara, pensóDeanmientras caminaba por elpasillofrunciendosuscejasnegras.

—Buenosdías,señoraDean.Esperoquesehayarecuperadodelaveladadeayerporlanoche.Ustedtuvoquecargarcontodoeltrabajoynosotrosconlarepresentación—dijounavocecillaalegreasusespaldas.Lacriadasediomedia vuelta de inmediato, y vio a la señoritaMuir. Pulcra y sonriente, lainstitutriz sonrió con un aire de cordialidad que habría resultado irresistibleparacualquieramenosparaDean.

—Me encuentro perfectamente, gracias, señorita —contestó fríamentemientras su ojo avizor se fijaba en la joven como si quisiera extraer elverdaderosignificadodesuspalabras—.Pudedescansarcuandolasseñoritasy loscaballerossemarcharonacenar,ymientras lasdoncellas recogían,mesentéunratoenlapequeñaantesala.

—Sí,yareparéenusted,perotemíqueestuvierapasandofrío.Mealegrodequenoseaasí.¿CómoseencuentralaseñoritaBeaufort?Parecíaestarunpoco indispuesta ayer por la noche—preguntó la institutriz sosegadamentemientras se arreglaba los flecos de puntilla que colgaban de sus delicadasmuñecas. Esa pregunta aparentemente inofensiva era una indirecta ante lainsinuacióndeDeanqueellahabíapresenciadolaentrevistaentreCoventryylaseñoritaMuir.

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—Seencuentraalgocansada,comoesnaturaldespuésdeunaveladacomoésa.Quizálaspersonasqueestánacostumbradasaactuarnoacusantantoesetrajín, pero la señorita Beaufort no disfruta tanto de esos juegos como losdemás.

ElhechodequeDeanacentuaraalgunaspalabrasmásqueotrasprodujoelefectoimpertinentequedeseaba.PeroJeanselimitóareírparasusadentrosy,cuando escucharon los pasos de Coventry tras ellas, bajó corriendo lasescalerasnosinantesdecir,delicadaperomaliciosamente:

—Ahora no puedodetenermepara darle las gracias, no sea que el señorCoventrymedé losbuenosdíasyesoagrave la indisposiciónde la señoritaBeaufort.

Deanlelanzóunamiradadedespecho,ysemarchómurmurando:

—Esperaréelmomentooportuno,peroésarecibirásumerecido.

Coventry ya se había recuperado de la «absurda situación de la nocheanterior»,perosentíacuriosidadporconocerlareaccióndeJean,demodoqueentró en la salita del desayuno con su habitual porte apático e indiferente.Asintiólánguidamenteconlacabezaydedicóunmurmulloalossaludosdesuprima,suhermanaylainstitutrizmientrassesentabaaleerelperiódico.

—¿Has recibido carta de Ned? —preguntó Bella mirando la nota quetodavíasosteníasuhermano.

—No—atajóél.

—Entonces¿dequiénes?Tienesaspectodehaberrecibidomalasnoticias.

La pregunta de la niña no obtuvo respuesta y, mirando por encima delbrazo de su hermano, Bella pudo atisbar el sello mientras exclamaba conenormedecepción.

—EselblasóndeSydneyAhorayanomeimportalanota.Lascartasqueseintercambianloshombresnosonenabsolutointeresantes.

LaseñoritaMuir,consuacostumbradadiscreción,estabadandodecomera uno de los perros deEdward, pero cuando escuchó el nombre de SydneylevantólosojosysumiradaafligidasecruzóconladeCoventry.Eljovensecompadeció de ella. ¿Por qué debería él molestarse en disimular toda estaconfusión?Sepreguntabaunayotravez.PeroalverelplieguequeadoptabanloslabiosdeLucía,sedirigióaellaconvisibleirritación:

—¿Sabías que, últimamente, Dean se está volviendo muy impertinente?Hacedemasiadassuposicionesparasuedadytúleconsientesdemasiado.Haolvidadosulugar.

—¿Quéhaocurrido?—preguntóLucíaimpasiblemente.

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—Interfiere demasiado enmis asuntos y se cree con autoridad para darórdenesaBenson.

Entonces, Coventry explicó lo sucedido con la carta y la evidentecuriosidaddelacriada.

—Pobre Dean. Nadie le agradece el hecho de que te recordara lo quehabías olvidado. La próxima vez dejará tus cartas amerced de su suerte, yquizásealomejor,sitodasellassurtenunefectotannefastoenti,Gerald.

Lucía hablaba sosegadamente, aunque sus mejillas se sonrojaron derepente mientras se levantaba para abandonar la estancia. Coventry parecíamuyenfadado,puestoqueenelrostrodeJeandetectóunatenuesonrisaentrecompasivay satíricaque leperturbómásque las insinuacionesde suprima.Bellainterrumpióelextrañosilenciodiciendo,conunsuspiro:

—¡PobreNed!Tengotantasganasdevolveraverlo.Penséquenoshabríaescritounanota.ADeanleparecióversuletraimpresaenunacartaqueayerhabíasobrelamesadelvestíbulo.

—Esamujerpareceobsesionadaconlascartas.Nolopermitiré.¿Aquiénibadirigidalanota,Bella?—preguntóCoventrymientrasdejabaelperiódicosobrelamesa.

—Ellanoquisoonosupodecírmelo,peroparecíamuypreocupadaymedijoquetelopreguntaraati.

—¡Es muy extraño! No me han entregado ninguna carta —repitióCoventry.

—Peroyoherecibidounahacevariosdías.¿Seríatanamabledeleerla,asícomo mi contestación? —Y mientras Jean hablaba, colocó las dos cartasdelantedeél.

—Por supuesto que no. Sería deshonroso leer lo queNed le ha enviadoprivadamente a usted. Es demasiado escrupulosa para algunas cosas ymuypocoparaotras, señoritaMuir—replicóCoventrydevolviendoambascartascon un aire de gravedad, con el que no consiguió ocultar el interés y lasorpresaquesentía.

—Tiene usted razón. La nota del señor Edward debería ponerse a buenrecaudo, porque en ella el pobremuchacho vuelca todo su corazón. Pero leruegoquelealamía,asísedarácuentadequemantengomispromesas.¿Seríaustedtanamable,señorCoventry?Tengoderechoapedírselo.

Jean habló con tanta urgencia, y su aspecto era tan melancólico, queCoventrynopudoresistirse,demodoquesedirigióhastalaventanayleyólacarta. Sin duda alguna, era una respuesta a un llamamiento apasionado deljovenamante,yestabaescritacongrantalento.Mientrasleía,Geraldnopudo

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evitarpensar:Siestajovenescribedeestemodoaunhombreaquiennoama,¿conquégradodeintensidadypasiónescribiríaasuamante?Nopudoapartareste pensamiento de la cabeza mientras sus ojos releían cada línea de superfecta argumentación, su educada réplica, su buen consejo y su amigableconsideración.Devezencuandounapalabra,ounafrase,traicionabaloqueellayahabíaconfesado,yCoventryolvidódevolver lacartamientrasseguíapreguntándosequiéneraelhombrequeteníarobadoelcorazóndeJean.

ElsonidodelavozdeBellalesobresaltócuandodijo,conunamezcladeamabilidadypetulancia:

—No estés triste, Jean. Estoy segura de que Ned lo superará. Recuerdaque, en una ocasión, comentaste que los hombres nunca morían de amor,aunquelasmujeressípodíanhacerlo.Enlanotaquemehaenviadohablabamuybiendetiymepedíaquefueraamablecontigodurantesuausencia,yyotrataré de serlo con todomi corazón.Aunque de no ser tú elmotivo de sudesdicha,creoqueodiaríaacualquierpersonaqueentristecieraamiqueridoNed.

—Eresmuyamable,Bella,yavecespiensoenmarcharmeparaliberarosdemipresencia;peroporpeligrosoeincoherentequepuedaparecer,notengoelvalorparahacerlo.Aquíhesidomuyfeliz.—Ymientrashablaba,lacabezadeJeandescendióparaacariciarafectuosamentealperro.

AntesdequeBellapudierapronunciar lamitadde laspalabrascariñosasquebrotabandesuslabios,Coventryseacercóalasjóvenesconunrostromásrelajado y,mientras blandía la carta de Jean ante sus ojos, comentó con untonodevozqueinsinuaba,comopocasveceslohabíahecho,ciertaemoción.

—Una carta muy elocuente y muy femenina, pero me temo que sóloincrementaráelfuegoquepretendíaaplacar.Ahoramecompadezcomásdemihermanodeloquemecompadecíaantes.

—¿Debería enviarla? —preguntó Jean mirándole a los ojos como siconfiaraabsolutamenteensucriterio.

—Sí, no tengo el valor para prohibir un sermón tan dulce sobre elautosacrificio.¿Quierequelaenvíeporusted?

—Gracias;enunosinstantes.

Con un gesto de agradecimiento, Jean bajó la mirada. Sacó su pequeñomonedero, eligió un penique, lo envolvió en un trozo de papel y luego leofreciólacartaylamonedaaCoventrycontantacomposturaqueéstenopudoevitarsoltarunacarcajada.

—Asípues,nopodrédecirquemedebeunpenique.Esustedunamujermuyorgullosa,señoritaMuir.

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—Lo soy. Es un defecto de familia—contestó la joven con unamiradaintensaconlaquepretendíarecordarlesuverdaderapertenencia.Élentendiósussentimientosyleagradaron,porquesabíaqueélhabríahecholomismoensulugar.Habíasidounademánmuylevedelacara,pero,siseesbozabaconhabilidad,dabaresultadosóptimosporqueaéllepermitíaapreciarsucarácteryademásdelatabalaexistenciadeunorgulloconelquesesentíaidentificado.Sequedó juntoa Jeanporunos instantes,viendocómo la jovenquemaba lacartadeEdwardeneltenuefuegodelquinquéquehabíadebajodelaurna.

—¿Porquéhaceesto?—preguntóCoventrydeformainvoluntaria.

—Porquemiresponsabilidadesolvidar—respondióellaescuetamente.

—¿Siemprepuedeshacerlocuandoelolvidoseconvierteenundeber?

—¡Ojalá!¡Ojalá!

Jeanhablabaapasionadamente,comosilaspalabrasbrotarandesuslabiosencontradesuvoluntad,altiempoquesealzabaapresuradamenteparasaliraljardín,comosituvieramiedodequedarseenlasala.

—Pobre y pequeña Jean. Hay algo que la entristece, pero no puedoaveriguar qué es. Ayer por la noche la encontré llorando sobre una rosa, yahorasealejacomosituvieraelcorazónpartido.Mealegrodenotenerclase.

—¿Qué tipo de rosa?—preguntóCoventry desde detrás de su periódicocuandoBelladejódehablar.

—Deuna encantadora rosa blanca.Debieron de traérsela de lamansión;aquí no tenemos de esa clase. Me pregunto si Jean estuvo alguna vezcomprometida y perdió a su amante, y si se siente sola porque la flor lerecuerdaalasrosasnupciales.

Coventrynoreaccionóaesecomentario,perosusemblantesevolviómásseriomientrasrecordabaladiscretaescenadetrásdelrosal,cuandoleentregóaJeanlaflorqueellasehabíanegadoaaceptar.Pocodespués,paraasombrodeBella,Coventry lanzóelperiódicoal suelo, rompió lanotadeSydneyenmil pedazos y ordenó que prepararan su caballo con una energía quesorprendióalapequeña.

—Gerald, ¿qué te pasa? Se diría que la turbación típica de Ned se haapoderadorepentinamentedeti.¿Quévasahacer?

—Mevoyatrabajar—respondióéldeformainesperadamientrassevolvíahaciasuhermanaconunaexpresióninsólitaensuhermosorostro.

—¿Qué te impulsaa reaccionardeestamanera?—preguntóBella,quienparecíacadavezmássorprendidadelaconductadesuhermano.

—Túlohashecho—acusóCoventrymientrasatraíaaBellahaciaél.

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—¡Yo!¿Cuándo,cómo?

—¿Recuerdasqueenunaocasióndijistequelavitalidadenunhombreeramásatractivaquelabelleza,yquenadiepodíarespetaraunholgazán?

—Jamás dije algo tan sensato como eso. Creo que Jean hizo algúncomentariodeestetipoenunaocasión,perolohabíaolvidado.¿Porfinestáscansadodenohacernada,Gerald?

—Sí. No he cumplido mis obligaciones con Ned, y ahora que él se hametidoenproblemas,meloreprochoamímismo.Noesdemasiadotardeparaemprenderesastareaspendientes,asíquevoyacumplirlascondeterminación.Nodigasnadaanadiesobreesto,ynoterías,Bella,porquehabloenserio.

—Yaloveo,yadmiroestanuevadeterminacióntuya,queridohermano—gritó Bella con entusiasmomientras rodeaba el cuello de Coventry con susbrazosylobesabaconadmiración—.¿Quévasahacerprimero?—preguntólaniñamientraséltratabadetranquilizaralabrillantecabecitaquereposabasobresuhombroconesanuevaexpresiónclarayserenaensurostro.

—Voy a recorrer toda la región y ocuparme de los asuntos que mecorrespondencomoamo;nodeleguestodalaresponsabilidadenBent,porqueheoídomuchasquejas sobreél aunquehe sidodemasiadovagoparaquererocuparmedeellas.Hablaréconeltío,yprocurarésertodoloquemipadrefueensudía.¿Crees,querida,quesetratadeunaambiciónsaludable?

—Oh,Gerald,déjamedecírseloamamá.Sepondrá tancontenta.Eressuídolo, y oírte decir estas cosas, ver cómo te pareces tanto a nuestro queridopadrelelevantarámáselánimoquetodoslosmédicosdeInglaterra.

—Debemos esperar un poco para quemi resolución semantenga firme.Cuandorealmentehayahechoalgodeprovecho,entoncessorprenderéamamáconunademostracióndemisesfuerzos.

—¿SelocontarásaLucía?

—Bajoningúnconcepto.Esunpequeñosecretoentretúyyo,demodoquenoabraslabocahastaqueyoteloindique.

—PeroJeansedarácuenta;sepercatadetodoloqueocurreasualrededor.Esunamujermuysabiayrápidadereflejos.¿Teimportaqueellalosepa?

—Nosésipuedoevitarlo,yaquelamuchachaestádotadadeunosdonesextraordinarios. No me importa que se dé cuenta de esta nueva situación.Ahora,deboirme.

Despuésdedarunbesoasuhermanaydeesbozarunasonrisa,Coventryfueabuscarsucaballo,ycabalgóa talvelocidadqueelmozodecuadranopudoevitarsusorpresa.

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No se supo nadamás de él hasta la hora de la cena, cuando entró en elcomedortancontentoporsuvigorosopaseoyelajetreodelamañanaquetuvodificultadesparaadoptarsuhabitualestadosombrío,yenmásdeunaocasiónimpresionó a la familia charlando animadamente sobre algunos temas quesiempre le habían resultado aburridísimos. Lucía se sorprendió, su madremostró entusiasmo y Bella apenas podía controlar su deseo de explicar lamisteriosa conducta de su hermano; pero Jean adoptó una actitud discreta ytrató a Coventry como si dijera: «Lo entiendo, pero no tardarás mucho encansarte».EstoleirritabamásdeloqueCoventryestabadispuestoaadmitir,yseesforzóporcontradecirsilenciosamenteestaprofecía.

—¿HascontestadoalacartadelseñorSydney?—preguntóBellacuando,despuésdelacena,lafamiliasedispersóparadirigirsealasalita.

—No—contestósuhermano,quiencaminabainquietamentedeunladoaotrodelcomedor,envezdesentarsejuntoasuhermosaprima.

—TelopreguntoporquerecuerdoqueNedlemandabaunmensajeenmiúltima nota porque pensaba que tú conocerías la dirección de Sydney.Aquíestá. Es algo sobre un caballo. Por favor,menciónaselo cuando escribas—comentóBelladejandolanotasobreunpequeñoescritorioqueteníacerca.

—Laenviarédeinmediatoparaponerfinatodaestacuestión—murmuróCoventrymientras se sentaba.Redactóunascuantas líneas,cerró lacarta, laselló y luego siguió caminando de un lado a otro de la sala fijándoseatentamente en las tres jovencitas, cuyas expresiones no podían ser másdistintas.Lucíasehabíasentadoseparadadelasotrasdosmuchachasyfingíaestarabsortaenlalecturadeunlibro;suhermosorostroadoptóunaireseverodebidoasualtivacompostura,porque,aunquesucorazónsesentíaherido,erauna mujer demasiado orgullosa como para reconocerlo. Bella, la niñita demejillassonrojadasydeinocentebelleza,estabamediodormidaenelsofá.Laseñorita Muir estaba sentada junto al alféizar de una ventana muy hondabordandouncuadrocontanelegantediligenciaqueeratodounregaloparalavista.Últimamente,elvestuariodelainstitutrizeramáscolorido,yaqueBellale había hecho algunosgenerosos regalos, y lamuselina azul claroque caíaformandounassuavesondassobresushombrosresaltabaelcolorpálidodesupielysucabellerarubia.Habíasustituidolastrenzasporunosrizosquecaíandeunmoñorecioymuybienpeinado.Podíaapreciarselapuntadeunodesusdelicadospies,yelsutilperopetulantegestoquedevezencuandoretirabalamanga caída de su vestido dejaba entrever un brazo blanco y bienproporcionado. El enorme perro de caza de Ned descansaba cerca de lasmuchachas, losrayosdesolsefiltrabanentrelashojasdelosárbolesyJeanpermanecía sentada sonriendo para sus adentros, mientras sus habilidosasmanosbordabanlaformadeunahojayunaflor,loqueconfigurabaunretratoencantadordetodaslascualidadesindiscutiblesdeunamujer,unretratoenel

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quepocoshombresnosehabríanfijado.

JuntoaJeanhabíaunasillavacía,ymientrasCoventryibadeunladoparaotro, un intenso deseo se apoderó de él. Se estaba hartando de suspensamientos y quería divertirse presenciando los cambios en el expresivorostro de la joven, escuchando los variados tonos de su voz e intentandodescubrir el hechizo que, muy a su pesar, tanto le atraía. En más de unaocasión se había desviado de su camino para satisfacer este deseo, pero lapresenciadeLucía le contuvo,y,valiéndosedeunapalabraamablehacia elperroounamiradafurtivahacialaventanacomoexcusaparahacerunapausa,reemprendió su camino. El rostro de su prima dejaba entrever unmatiz dereproche, pero últimamente Lucía se había mostrado tan antipática que notenía ganas de recuperar su antigua intimidad con ella, y como deseabademostrarlequenosesentíaunidoanadie,semantuvoausenteydistante.Erauna sutil prueba del poder que ejercía cada una de esasmujeres sobre estehombre;ambaslopercibíaninstintivamente,yambastratabandeganar.Lucíahablóenvariasocasiones tratandodemostrarse sincerayafable;pero,enelfondo,sutonodevozeraforzado,yCoventryrespondióeducadamenteantesdesumergirseenunprofundosilencio.Jeannoabriólaboca,sinoquecentrótoda su atención enmantener el hermoso cuadroquehabía compuestode símisma, tarareando suavemente una cancioncita como si no reparara en elhechodequeestabaacompañada.Devezencuando,levantabalavistaysusojostransmitíanunamezcladealegríaymelancolíaqueresultabamuchomásatractiva que una figura esbelta o una voz dulce. Después de atormentar aLucía y de tentar aCoventry durante un buen rato, afirmódiscretamente susupremacíadeunmodoasombrosoparasurival,quiendesconocíaelsecretodesunacimiento,undatoquecontribuyómuchoaatraerycautivaral jovenCoventry.Trasdejarcaerunamadejadehilodesedaqueteníaenelregazo,locontemplómientras rodabahasta lospiesdelpaseante,quien lo recogióy lodevolvió con tal presteza que tan insignificante gesto adquirió un granencanto.

La institutriz aceptó la madeja y dijo, con un tono de voz sincero quesiemprehabíagustadoaCoventry:

—Creoquedebedeestarcansado;perosilevienebienalgodeactividad,dediquesusenergíasaalgúnpropósitoyordene lasmadejasqueestánenelcestodesumadre.Estántodasrevueltas,yaella legustarásaberquelashaordenado,talycomosolíahacersuhermano.

—Hércules entregado a tareas femeninas —replicó Coventrydespreocupadamentemientras se acomodaba en su anhelado asiento. Jean lecolocó el cesto sobre la rodilla y Coventry se dedicó a observarladetenidamente,comosiderepentesesintieraabrumadopor la labor.Ellasereclinó en su asiento y soltó unas suaves carcajadas que resultaron

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encantadoras. Lucía no daba crédito a sus ojos, que veían a su orgulloso eindolente primo obedeciendo las órdenes de una institutriz como si fuera loque él más deseara del mundo. Al cabo de diez minutos, los demás laignoraronporcompleto,yaqueJeanparecióadoptarsuactitudmásalegreeingeniosa y tratar al «amo joven» como a su igual tras aparcar suacostumbradatimidezsumisa.Sinembargo,amenudobajabalamirada,sutezadquiríaotrocolorypronunciabaunaseriedeocurrenciasmientrasCoventrycontemplaba,casiinvoluntariamente,losdelicadosojosquecontantaternurase habían posado sobre él durante la representación teatral. Era incapaz deolvidar ese momento, y a pesar de que nadie había hecho alusión a él, elrecuerdo de la noche anterior parecía atormentar a la pareja y añadir ciertoencanto a ese momento. Lucía intentó sobrellevar la situación lo mejorposible,y al final abandonó la estancia conairesdeprincesaultrajada.PeroCoventry no salió de la sala, y Jean fingió no darse cuenta de la partida deLucía.Bella se quedó profundamente dormida, y, sin darse cuenta, el jovenempezóaescuchar lahistoriade lavidade la institutriz.Eraun relato tristecontadocongranhabilidadquecautivóporcompletoasuinterlocutor.Elhiloresbaló de su rodilla sin que él reparara en ese hecho, apartó al perro e,inclinándose hacia delante, centró su atención en la voz baja de la jovenmientrasrelatabatodoslosinfortunios,lasoledadyeldolordesucortavida.En medio de uno de esos conmovedores episodios, la joven pareciósobresaltarse. Se detuvo y alzó la vista para mirar en línea recta con unapoderosa expresión que acabó convirtiéndose en un gesto de profundodesprecio.LuegosevolvióhaciaCoventryydijo,señalandohacialaventanaquequedabatrasdeél:

—Estamossiendoobservados.

—¿Porquién?—preguntóélsobresaltadoyenfadado.

—Nodigasnada,yasecansarán.Estoyacostumbradaaello.

—Pero yo no, y no pienso tolerarlo. ¿Quién nos vigila, Jean? —dijoCoventryacaloradamente.

La institutriz sonrió al ver el nudo de un lazo color rosa que una breveráfagadevientoarrastrabaporelsuelodelaterraza.Coventryfruncióelceño,oscureciendoasísurostro,yselevantódelalféizardelventanalparaperderserápidamentedevistayexaminarafondocadarincóndel jardín.Jeansereíaentredientesalcontemplarlaescena,ymurmuróparasímismaconlamiradapuesta en el lazo que revoloteaba: «Fue un accidentemuy afortunado y unfeliz momento de inspiración. Sí, mi querida señora Dean, descubrirá quejugaraespíassóloserviráparacausarlesproblemasaustedyasuseñorita.Yafueadvertidadeelloyahoradebepagarlasconsecuencias,apesardequenodeseoheriraunapersonatanvaliosacomousted».

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Coventry no tardó mucho en volver. Jean escuchaba con la respiracióncontenidaparacaptarsusprimeraspalabras,yaqueeljoventraíacompañía.

—Yaqueinsisteenquefueustedynosuseñora,dejarépasarestacuestiónpor esta vez, aunque sigo albergando mis sospechas. Dígale a la señoritaBeaufort que deseo verla en la biblioteca. Ahora váyase, Dean, y seacuidadosaenelfuturo,siesquequiereconservarsupuestoenestacasa.

Lacriadaseretiró,yCoventryregresóalsalónconunporteseriocargadodeira.

—Desearíanohaberdichonada,perolasituaciónmecogiódesprevenida,yhablémásdelacuenta.Ahoraestásenfadado,yhecausadoproblemasalapobreseñoritaLucía.Perdónamecomoyolaperdonoaellayolvidemosestasituación. He aprendido a soportar su vigilancia, y me compadezco de suscelosinfundados—comentóJeancomosiseestuvierahaciendoreprochesasímisma.

—Olvidaré este acto deshonroso, pero no puedo perdonarlo. Además,quieroponerfinaestasituación.Comoyatehedicho,noestoycomprometidoconmiprima,perotú,aligualquetodoslosdemás,parecéisconvencidosdeque sí lo estoy Hasta el momento, no me he preocupado demasiado porresolverestemalentendido,peroahoradejaréabsolutamenteclaroquesoyunhombrelibre.

Después de pronunciar la última palabra, Coventry miró a Jean de unamaneraqueafectóalamuchachadeformamisteriosa.Palidecióantesdedejarcaer su labor de costura sobre su regazo y mirar a Coventry con ojosinquisidoresyafanososquepocoapocomudaronhaciaunamezcladedolorycompasiónal girar la caraymurmurar enun tonode tierna tristeza:«PobreLucía:¿Quiénlaconsolará?».

Por unos instantes, Coventry permaneció en silencio como si estuvierareflexionando sobre un funesto destino. Cuando el suspiro embelesado decompasióndeJeanalcanzósusoídos,ésteparecióresonardentrodeélyacabóarrepintiéndose de su decisión; entonces, sumirada recayó en la joven queestaba ante él, y como parecía ser la única capaz de compadecerse de losdemás, su corazón deseó sentirse muy próximo a ella. Un fulgor repentinoalumbrósusojos;lacalidezsustituyóalafríarigidezdesurostro,ysutonofirmetemblóderepentemientrasdecía,envozmuybajaperodecidida:

—Jean,he tratadodeamarla,peronopuedo.¿Acasodeberíaengañarlayasumirmiinfidelidadparasatisfaceramifamilia?

—Esunajovenhermosaybuena,yteamatiernamente.¿Nohayningunaesperanzaparaella?—preguntólapálidaJeanenvozbaja.Después,lajovencolocó unamano contra su corazón, como si quisiera aplacar u ocultar sus

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intensoslatidos.

—Ninguna—respondióCoventry.

—¿Pero no puedes aprender a amarla? Tienes una gran voluntad, y lamayoríadeloshombresnotendríaningúnreparoenquedarseconella.

—Yonopuedoporrazonesmáspoderosasqueescapancompletamenteamicontrol.

—¿Quérazones?—preguntaronlosojosnegrosdeJeanmientrasmirabanfijamenteaCoventryllenosdeinocenteasombro.

Coventryrespondióatropelladamente.

—Aúnnopuedodecírtelo.

—¡Perdona!Nodebípreguntar.Serámejorquenohablemosdeestetema,nosoy lapersonamás indicadaparadarteconsejos.Sólodigoquecualquierhombreconelcorazónlibreestaríaencantadodetenerasuladoaunamujertanhermosacomotuprima.

—Micorazónnoestá libre—replicóCoventryacercándoseunpasomáshaciaJeanyhablandoconuntonodevozapasionado—.Jean,debocontartealgo.Escúchame.Nopuedoamaramiprimaporqueteamoati.

—¡Espera! —exclamó Jean mientras se levantaba esbozando un gestoautoritario—.Noteescucharésiunacosatecomprometeaotra.Recuerdalosdeseosdetumadre,lasesperanzasdeLucía,lasúltimaspalabrasdeEdward,tu propio orgullo y mis orígenes humildes. No sabe lo que dice, señorCoventry.Pienseantesdehablar, sopeseelcostededichaaccióny recuerdequiénsoyantesdeinsultarmeconunapasiónpasajerayfalsaspromesas.

—Ya he pensado y sopesado el coste, y te prometo que deseo cortejartecon la misma humildad y honestidad que dedicaría a cualquier dama de lacomarca.Túmehablasdeorgullo,¿peroacasomeheesforzadoporamaramiigual en rango? Me hablas de tu humilde destino, pero la pobreza no esningunadesgracia,yelvalorcon laque tú la soportas incluso laennoblece.Debí dehaber roto conLucía antesdehacer unaproposición, peronopudecontenerme.Mimadre te adora, y ella se alegrará demi felicidad. Edwardacabará perdonándome, ya que lo he intentado todo. Pero mi amor esirresistible.Dime,Jean,¿hayalgunaesperanzaparamí?

CoventryhabíacogidolamanodeJeanyhablabaimpetuosamenteconunrostroardienteyuntonodevoztierno,perolainstitutriznopronuncióniunapalabraporque,cuandovolviósuelocuentesemblantehaciaél,expresandosuvergüenzacomomujerysutímidoamorhaciaél,larecatadafiguradeDeanapareció en el umbral de la puerta y su voz áspera interrumpió esemomentáneosilenciomientrasanunciabacongravedad:

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—LaseñoritaBeaufortleestáesperando,señor.

—Acudedeinmediato,yséamableconella,Gerald.Hazlopormibien—susurróJean,yaqueCoventryparecíaestarsordoyciegoatodoloqueocurríaasualrededor,ysóloprestabaatenciónalrostroyalavozdelaseñoritaMuir.

Mientras ella inclinaba la cabeza para susurrarle unas palabras a suadmirador, sus mejillas se rozaron y, para asombro de Dean, él la besóapasionadamentemientrasañadíaconunsusurro:

—MipequeñaJean.Portipuedohacerlotodo.

—LaseñoritaBeaufortestáesperando.¿Debodecirlequeleespere,señor?—preguntóDeanconelrostropálido,serioycargadodeindignación.

—Sí, sí, dile que iré. Espérame en el jardín, Jean —indicó Coventrymientras sedirigíaconprestezaal encuentrode suprima,noporque tuvieraganasdeverla,sinoporquequeríaacabarconella.

Unavezquelapuertasecerróasusespaldas,DeanseacercóalaseñoritaMuir temblando de irritación y,mientras colocaba su pesadamano sobre elrostrodelajoven,advirtióconunsusurró:

—Siempresupequeocurriríaalgoasí,porquetecreesmuylista.Reconocítujuegoehiceloposibleparadestruirlo,peroeresdemasiadorápidaparamí.Crees que lo tienes en tu poder, pero en eso te equivocas.Porque comomellamoHesterDeanqueteloimpediré,obienloharásirJohn.

—Retiraesamanoytrátameconeldebidorespeto,odelocontrarioserásdespedidadeestacasa.¿Sabesquiénsoy?—yJeanselevantóadoptandounairealtivo,ungestoqueimpresionóalamujerdeunaformamásprofundaquesus palabras—. Soy la hija de lady Howard, y, si ése es mi deseo, meconvertiréenlaesposadelseñorCoventry.

Deansequedósorprendidaydiounpasoatrás.Comoeraunacriadamuyeducada,asícomounamujerprudente,temiótraspasarloslímitesdelrespeto,irdemasiado lejos,yqueellay su señoraacabaran teniendoproblemas.Asípues, aunque seguía dudando de las palabras de Jean y la odiaba más quenunca,refrenósusimpulsos.Hizounaeducadareverenciaamododesaludo,asumiósuhabitualairededeferenciaycontestóconuntonodevozsumiso:

—Le pido perdón, señora.De haberlo sabido,me habría comportado deformadistinta,porsupuesto,perolasinstitutricesnormalesycorrientessuelencrearproblemasenunacasa,yresultainevitabledesconfiardeellas.Noquieroentrometermenipasarmedelista,perocomotengoengranestimaamijovenseñorita, naturalmente me pongo de su parte, y debo decir que el señorCoventrynohaactuadocomouncaballero.

—Pienseloqueustedquiera,Dean,perolerecomiendo,quedigalomenos

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posible si quiere quedarse en esta casa. Todavía no he aceptado al señorCoventry,ysiéldecideliberarsedelcompromisoquesufamiliapreparóparaél, creo que tiene todo el derecho a hacerlo. La señorita Beaufort tampocoquerríacasarseconelseñorCoventryencontradelavoluntaddeéste,puestoque él sólo podría compadecerla por su desdichada unión —aclaró Jeanesbozandounasonrisatranquilaantesdeabandonarlaestancia.

CAPÍTULOVII

Laúltimaoportunidad

SelocontaráasirJohn,¿verdad?Porquesiesasí,deboadelantarmeaellay acelerar los acontecimientos. Serámejor asegurarse de todo antes de queocurra algún incidente. Mi pobre Dean, no estás a mi altura, pero eres unincordiodetodosmodos.

Estos pensamientos cruzaron la mente de la señorita Muir mientrasatravesaba el vestíbulo y se detenía unos instantes junto a la puerta de labiblioteca a escuchar el murmullo de voces. No pudo discernir ningunapalabra, y sólo dispuso de unos breves momentos, porque Dean la estabasiguiendodecerca.Jeansediomediavueltayacercóunasilla.Luegollamóconseñasalamujerydijosindejardesonreír:

—Siénteseaquíajugaralperrofaldero.MevoyalcuartodeBellay,siasílodesea,puededarunacabezada.

—Gracias,peroesperaréamiseñorita.Esposiblequemenecesitedespuésdeestedurotrance—respondióDeanmientrassesentabaconelrostroenjuto.

Jeanseechóa reíryprosiguiósumarcha,aunquesusojosbrillabanconuna repentina malicia. Miró sobre su hombro con una expresión que noresultabanadahalagüeñaparalafielyveteranacriada.

—HerecibidocartadeNed,yaquíhayunabrevenotaparati—gritóBellacuandoJeanentróenelestudio—.Lamíaesunacartamuyrara,escritaconprecipitación,yapenascontienenoticiasnuevas.Sólohablade suencuentroconSydney.Esperoque la tuya seamejor, ode lo contrarionoquedaremosdemasiadosatisfechas.

Cuando la niña pronunció el nombre de Sydney, la institutriz se pusopálidaylanotaempezóaoscilarporefectodesumanotemblorosa.Suslabiosperdieronsucolor,perodijoconserenidad:

—Gracias.Puestoqueestásmuyocupada,saldréa leermicartaal jardín—y,antesdequeBellatuvieratiempodeprotestar,Jeandesapareció.

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Mientrassedirigíahaciaunrincóntranquilo,Jeanabriólanotayleyólaspocaslíneasborrosasquecontenía:

HevistoaSydney;me lohacontado todo,y,pormuchoquemecostaracreerlo, era imposible dudarlo, porque ha descubierto pruebas que sonirrefutables.No se lo reprocho,ynoexigiré confesiónni reparaciónalguna,porquenopuedoolvidarqueteheamado.Tedoytresdíasparaencontrarotracasa antes de que yo regrese y le cuente a toda la familia quién eres enrealidad. Te ruego que te apresures para evitarme el dolor de presenciar tudesgracia.

Poco a poco, y con actitud firme, Jean leyó y repasó la carta. Luego sesentó sin decir ni hacer nada mientras fruncía el ceño absorta en suspensamientos. Después respiró hondo, rompió la nota en mil pedazos, selevantó,ysedirigiólentamentehacialamansiónHallrepitiéndoseasímisma:«¡Tresdías,sólotresdías!¿Quépuedohacerentanbreveespaciodetiempo?Tendré que apañármelas con algo de voluntad e ingenio, porque ésta esmiúltimaoportunidad.Simefalla,nopodréregresaramiantiguavida,sinoqueserétestigodemifinal».

Jeanapretó losdientesycerró lasmanos formandounpuño,comosiundesagradablerecuerdosehubieraapoderadodeellamientrasavanzabaentrelaluzdel atardecer.Descubrióque sir John la estabaesperandoparadarleunacálidabienvenida.

—Pareces cansada, querida. Serámejor que esta noche no leas. Deja ellibroporunanocheydescansa—comentóélconamabilidaddespuésdehaberreparadoensuaspectocansado.

—Gracias, señor. Estoy agotada, pero prefiero leer, de lo contrario nopodréacabarellibroantesdemarcharme.

—¡Marcharte! ¿Adónde vas?—preguntó sir John al sentarse con visibleansiedad.

—Yaselocontarédespués,señor—yabriendoellibro,Jeanleyóduranteun rato. Pero su encanto habitual había desaparecido; la voz de la lectoraestabacarentedeenergía,yelrostrodeloyentenodelatabainterés,conlocualéstedijodeformabrusca:

—Porfavor,querida,espera.Nopuedoescucharteconlamentedividida.¿Quétepreocupa?Cuéntaseloatuamigo,ypermítemeofrecertemiayuda.

Cuandosuspalabrasamableshicieronmellaenella,Jeandejócaerellibro,se tapó la cara con las manos y lloró con tanta amargura que sir John sepreocupó,yaqueunaescenacomoésaresultabadoblementeconmovedoraenalguienqueeslaamabilidadylacomposturapersonificadas.Mientrastrataba

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detranquilizarla,suspalabrasdenotabancadavezmayorternura,susolicitudse convirtió en algomás que una típica preocupación paternal y su amablecorazónsellenódecompasiónyafectohaciaesajovenapenada.Cuandoellasehubocalmadounpoco,sirJohnleinstóaserfrancoconél,prometiéndoleayudayconsejo,fueracualfueraeldolorquesintieraoelerrorquehubieracometido.

—Esustedmuyamableygeneroso.¿Cómopuedosercapazdemarcharmey abandonar a mi única amistad? —suspiró Jean mientras se secaba laslágrimasylemirabaconojosllenosdeagradecimiento.

—Entonces,¿tepreocupasporunhombreviejocomoyo?—preguntósirJohn con interés, resultado de una presión involuntaria de la mano quesostenía.

Jeanapartóelrostroyrespondióenvozmuybaja:

—Nadie me ha tratado tan bien como usted. ¿Cómo puedo evitarpreocuparmeporustedmásdeloquepuedoexpresar?

Sir John padecía de una leve sordera, pero pudo escuchar las últimaspalabrasdelajovenyparecíamuysatisfecho.ÚltimamentesehabíamostradomuyconsideradoconJean,sehabíavestidoconuncuidadoinusualysehabíamostrado especialmente amabley contento cuandouna jovencitavisitaba sucasa.Enmásdeunaocasión,cuandoJeanhacíaunapausaenlalecturaparaformular una pregunta, se había visto obligado a confesar que no estabaescuchando. Sin embargo, ella sabía perfectamente que sir John la habíaestado observando. Desde que explicó los avatares de su nacimiento, él sehabía comportado de un modo especialmente amable; muchos detallesrevelabanelinterésybuenavoluntaddeélhacialajoven.

CuandoJeanmencionóeltemadesupartida,elpánicoseapoderódeél,yla desolación pareció cernirse sobre la vieja mansión. A sir John le resultóextraña la inusual agitación de la muchacha, y eso despertó su curiosidad.Jamás le había parecido tan interesante como hasta entonces, mientras ellapermanecíasentadajuntoaélconojosllorososyunacongojaensucorazónquenoseatrevíaaconfesar.

—Cuéntamelotodo,querida,ypermítemeayudarte.

Antes había mencionado las palabras «padre» o «anciano», peroúltimamentesiempreseconsiderabaun«amigo»deJean.

—Se locontaré,puestoqueno tengoanadiemásaquien recurrir.Debomarcharmeporque el señorCoventry es lo suficientemente débil comoparaamarme.

—¿TerefieresaGerald?—preguntósirJohnsorprendido.

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—Sí, hoyme ha revelado sus intenciones, y además quiere romper conLucía.Lepidosuayudaparaqueélnotraicionelosplanesylasesperanzasdesumadre.

Sir John se levantó sobresaltado y empezó a caminar por la salita, perocuandoJeanhizounapausa,élsevolvióhacialajovenyledijoconelrostrovisiblementealterado:

—Siendoasí,¿túnoleamas?¿Esesoposible?

—No,noleamo—respondiócondiligencia.

—Pero él es el tipo de hombre al que lasmujeres encuentran atractivo.¿Cómoesposiblequeescaparasasusencantos,Jean?

—Amo a otro hombre—respondió la joven con un tono de voz apenasperceptible.

Sir John volvió a sentarse dándose aires de un hombre dispuesto adesentrañarundifícilmisterio.

—Sería injusto hacerte sufrir por la locura de estos dos muchachos, mipequeña.Nedsehamarchado,yyoestabaconvencidodequeGeraldquedabaalmargen.Peroestenuevogirode losacontecimientosmedejaperplejo,yaqueélnopuedemarcharse.

—No,soyyoquiendebeirse.Peromeresultadifíciltenerqueabandonarestehogar tan seguroy feliz yvolver a adentrarmeen el vasto, fríoy cruelmundo.Todosustedeshansidomuyamablesconmigo,yunaseparaciónmeromperíaelcorazón.

Jeanacabósudiscursoconunlevesollozo,yvolvióataparselacaraconlasmanos.SirJohnsequedómirandoalamuchachaporunosinstantes,ysurostro maduro se colmó de genuina emoción mientras decía lenta ycuidadosamente:

—Jean, ¿aceptarías quedarte para ser la hija de este hombre anciano ysolitario?

—No,señor—respondiólainstitutrizdeformainesperada.

—¿Yporquéno?—quisosabersirJohn,sorprendido.Depronto,percibióquesusemocionesdeiraseconvertíanenalgomuchomásplacentero.

—Porque no puedo ser hija suya; y aunque pudiera serlo, no seríamuyacertado,porquese rumorearíaqueustedno tieneedadadecuadaparaserelpadre adoptivodeuna joven comoyo.Sir John, aunque soy joven, tambiénsoyunapersonademundo,yestoyconvencidadequeesteplannoesfactible.Peroseloagradezcodesdelomáshondodemicorazón.

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—¿Quévasahacer,Jean?—preguntósirJohndespuésdeunapausa.

—MeiréaLondresytratarédeencontrarotroempleoenelquenopuedacausarningúndaño.

—¿Creesquetecostaráencontrarotracasa?

—Sí. No puedo pedirle referencias a la señora Coventry cuando, sinpretenderlo, he causado tanto dolor a su familia. Y lady Sydney se hamarchado,demodoquenomequedanmásamigos.

—ExceptoJohnCoventry.Yomeocuparé.¿Cuándotemarchas,Jean?

—Mañana.

—¡Tan pronto!—exclamó la voz del caballero, revelando así lo que éltratabadeocultar.Jeanhabíaadoptadounaactitudmuyserena,peroeraeltipodeserenidadqueprecedea ladesesperación. Jeanesperabaque lasprimeraslágrimasdesencadenaranlaconfesiónqueellaestabaesperando.Nofueasí,yempezóatemerquesuúltimaoportunidadseleescaparadelasmanos.¿Esehombrelaamaba?Sieraasí,¿porquénodeclarabasusintenciones?Deseosadeaprovecharcada instante,semantuvoalertaantecualquier reaccióndesuinterlocutor,cualquierpista,cualquierpalabra,miradaoacción imprudentes.Seestabaponiendonerviosa.

—Jean,¿puedohacerteunapregunta?—dijosirJohn.

—Porsupuestoquesí,señor.

—¿Ynopuedeayudarteelhombrealqueamas?

—Podríahacerlo,siéllosupiera,peronodebesaberlo.

—¿Saberelqué?¿Tusproblemasactuales?

—No.Miamor.

—Enesecaso,¿conocetusintenciones?

—¡Porsupuestoqueno!Ynuncalassabrá.

—¿Yélteama,querida?

—Nolosé.Esperoqueno—murmuróJean.

—¿Y no puedo ayudarte en este terreno? Créeme, deseo verte feliz y asalvo.¿Hayalgoquepuedahacerporti?

—Nada,absolutamentenada.

—¿Podría,almenos,saberelnombredeesapersona?

—¡No, no! Déjeme en paz. ¡No soporto tantas preguntas!—y el rostrodesoladodeJeanleadvirtióquedebíaacabarconsuinterrogatorio.

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—Perdóname.Perodéjamehacerloqueestéenmismanos.Quédateaquíadescansar un rato. Escribiré una carta a un buen amigo mío que podráencontrarteunacasasidecidesmarcharte.

Mientras sir John se adentraba en el interior de su estudio, Jean leobservabaconojosdesesperados, retorciendo lasmanosydiciendopara susadentros:¿Acasomefallanmishabilidadescuandomáslasnecesito?¿Cómopuedohacérseloentendersintraspasarloslímitesdelamodestiapropiadeunainstitutriz? Es un hombre tan ciego, tan tímido o tan estúpido que nocomprendeloqueocurreasualrededor,ynotengotiempoqueperder.¿Quépodríahacerparaabrirlelosojos?

La señorita Muir echó un rápido vistazo a la habitación en busca dealgunosobjetosquepudieranserledeayudaynotardómuchoenencontrarlos.Detrás del sofá donde había permanecido sentada colgaba una hermosaminiatura de sir John. Al principio, se fijó en el contraste de la plácidahermosuradeladornoconlainusualpalidezyagitacióndelrostroencarneyhueso que podía ver a través de la puerta abierta, mientras el anciano sesentabaensuescritorioparatratardeescribirymirarfurtivamentealamujerquehabíadejadotrasél.Jeanfingiónodarsecuentadeello,ymiróelcuadrocomosiéstefueraelúnicoobjetoqueexistíaenlacasa.Derepente,comosiobedeciera a un impulso irresistible, descolgó el cuadro, lo miró larga ytiernamente y después, mientras se toqueteaba los rizos de la cara como siquisieraocultarsusacciones,seloacercóaloslabiosyrompióallorarenunaexplosión incontroladade tiernodolor.Un sonido la sobresaltó, y, fingiendosentirse culpable, devolvió el cuadro a su sitio; pero éste le resbaló de lasmanosyJeandejóescaparungritoamortiguadoantesdeescondersu rostrodebajo de ambasmanos, porque sir John se había colocado junto a ella conunaexpresiónenelrostroquenopodíadisimular.

—Jean, ¿por qué has hecho eso? —preguntó el hombre con avidez einquietud.

Lajovennocontestó,sinoqueparecióhundirsecadavezmásporelpesode la culpa. Sir John colocó la mano sobre la cabeza agachada de Jean y,mientrasinclinabatambiénlasuya,susurró:

—Dime.¿EsenombreesJohnCoventry?

Jeanseguíasincontestar,perounsonidoreprimidolatraicionó.

—Jean,¿debovolverparaescribirlacartaopuedoquedarmeparadecirtequeestehombremayortequieremásquecomoaunahija?

Jeannohabló,perodejócaerunadelicadamanodesdeelpeloalborotado,comosiquisiera retenerlo.Él ladetuvoconunaexclamaciónentrecortadayluegolaabrazóacercandosucabelleragrisalarubiadelajoven,queestaba

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demasiadocontentaparapoderarticularpalabra.Porunosinstantes,JeanMuirsaboreósuéxito;luego,temiendoquealgúnimprevistodestruyeraelencantodelasituación,seapresuróaasegurarla.Mientraslevantabalacabezaconunatimidezmuybienfingidayunaparenteafecto,dijocondelicadeza:

—Perdóname por no saber ocultar mejor mis sentimientos. Queríamarcharmedeaquíynorevelarnuncamisecreto,perotúhassidotanamableque mi partida resultaba doblemente dolorosa. ¿Por qué me hiciste esaspreguntastanpeligrosas?¿Porquémirabascuandodebíasestarescribiendomicartaderenuncia?

—¿Cómo podía imaginar que túme amabas, Jean, cuando rechazaste laúnicaoferta queme atreví a hacer? ¿Acasopodía ser tanpresuntuoso comopara suponerque rechazarías ados jóvenes apuestospormí?—preguntó sirJohnmientrasacariciabaaJean.

—Túnoeresdemasiadomayorparamí,sinoquerepresentastodoloqueamoyhonro—le interrumpió Jean conun toquede sincero remordimiento,mientrassugenerosoyhonorablecaballeroleentregabasucasaysucorazón,inconscientedetodoengaño—.Soyyolapresuntuosaporatrevermeaamaraalguienqueestáporencimademí.Peronomedicuentadelomuchoquetequería hasta que supe que tenía que marcharme. No debería aceptar tantafelicidad.Nomelamerezco.Ytúlamentarástuamabilidadcuandoelmundoteculpeporabrirlaspuertasdetucasaaunajovenpobre,sencillayhumildecomoyo.

—Nodigasnadamás,querida.Loscotilleosdeestemundoociosonomeinteresanenabsoluto.Sihallas la felicidadenestehogar, lashabladuríasnotienen por qué importarnos. Yo estaré demasiado ocupado disfrutando delcalor de tu presencia como para prestar atención a lo que ocurra a mialrededor. Pero Jean, ¿estás segura de que me amas? Me parece increíblerecibirelamordeuncorazónquehasidoindiferenteahombresmásjóveneseinteresantesqueyo.

—Querido sir John, te aseguro que te amo sinceramente. Haré todo loposibleparaserunabuenaesposaparati,yparademostrarteque,apesardetodosmisdefectos,poseolavirtuddelagratitud.

Si él hubiera conocido las dificultades en las que se encontraba Jean,habría entendido el verdaderomotivo del candor de sus palabras, la intensagratitud que se reflejaba en su rostro y la auténtica humildad que la llevó ainclinarseyabesarlagenerosamanoquetantoleofrecía.Porunosinstantes,Jeandisfrutódeesehermosoeimperturbablepresente.Perolaangustiaqueladevorabayelpeligroquelaamenazabanotardaronenasomarlacabeza,ylaobligaronareteneraesecorazóninocentequeacababadeconquistar.

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—Ahora no es necesario escribir ninguna carta —contestó sir Johnmientrassesentabanunoalladodelotrobajolaluzdelalunaveraniegaqueiluminabagloriosamentelaestancia.

»Hasencontradounhogarenelquepuedesquedarteel restode tuvida.Esperoqueseaunlugardichosoparati.

—Aúnnoesmío,ytengoelextrañopresentimientodequenuncaloserá—respondiócontristeza.

—¿Porqué,queridamía?

—Porque tengo un enemigo que intentará destruirmi paz, envenenar tumenteparapredisponerteenmicontrayexpulsarmedeesteparaísoparasufrirdenuevoloquehesufridoenesteúltimoaño.

—¿TerefieresaeselocodeSydneydelquemehablaste?

—Sí.TanprontocomoseenteredelabuenanuevadelapobreyhumildeJean,seapresuraráahacermedaño.Ésteesmidestino;nopuedoescapardeél,ymisamigosmehanabandonado,porqueSydneytienepoderyloutilizaparadestruirme.Serámejorquemevayaymeescondaantesdequeélvenga,porque,despuésdehacernosestasconfidencias,meromperíaelcorazónsaberquedesconfíasdemíenvezdeamarmeyprotegerme.

—Mipobreniña, estás exagerando.No te preocupes.Ahoranadie podrácausarteningúndaño,porquenadieseatreveríaahacerlo.Ydebessaberquenuncateabandonaré,siconsigosalirmeconlamía.

—¿De qué modo, querido sir John? —preguntó Jean, quien ahoraexperimentaba un gran alivio al darse cuenta de que todo saldría a pedir deboca.

—Te convertiré en mi esposa de inmediato, si me lo permiten. Esto teeximirá del amor deGerald, te protegerá de la persecución de Sydney y teproporcionará un hogar seguro. Además, tendré el derecho a quererte yprotegertecontodomicorazón.¿Quieresqueseaasí,queridamía?

—Sí.Perorecuerdaquetúeresmiúnicoamigo.Prométemequemeserásfielhastalasúltimasconsecuencias,yquecreerásenmí,confiarásenmí,meprotegerásymeamarásapesardetodaslasdesgracias,loserroresylalocuradeestemundo.Yotecorresponderéconlamismafidelidad,ymantendrétodasnuestraspromesashastaelfinal.

ElairesolemnedelamuchachaconmovióasirJohn.Comoerademasiadosincero y recto para sospechar la falsedad en los demás, interpretó que laspalabras de Jean respondían al impulso natural de una joven encantadora y,aceptando la mano que ella escondió entre las suyas, le prometió hasta lasúltimas consecuencias todo lo que la muchacha le había pedido. Jean se

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detuvoporunosinstantesadoptandounaexpresiónpálidayausente,comosiestuvierapensativa,luegolevantólamiradahaciaelrostroquetantoconfiabaen ella y prometió todo lo que había ensayado escrupulosamente en losúltimosaños.

—¿Cuándoocurrirá,cariñomío?Prefieroquedecidastúlafecha,aunquedeseo que sea pronto, antes de que haga su aparición un joven amante y tearrebatedemilado—comentósirJohnconuntonodevozjuguetón,deseosodehacerdesaparecerlaexpresiónsombríadelrostrodeJean.

—¿Sabesguardarunsecreto?—preguntólajovenmientrassonreía,comoerahabitualenella,deformaencantadora.

—Lointentaré.

—Edwardvolveráacasadeaquíatresdías.Debomarcharmeantesdequeregrese.Noselocuentesanadie,porquequierequeseaunasorpresaparalafamilia.Ysimeamasdeverdad,noanunciesnuestroinminentematrimonio.Notraicionestussentimientoshaciamíhastaqueseaverdaderamentetuya.Delocontrario, seproduciríamuchorevuelo, tendríamosquedarexplicaciones,soportarreprochesyprobablementeacabaríamosyéndonosparahuirdeljuiciodeesaspersonas.Siyopudieracumplirmideseo,mañanameiríaaunlugartranquiloyesperaríaaquevinierasarecogerme.Sémuypocodeestascosas,eignorocuáleselmejormomentoparacontraermatrimonio.Creoquenoesconvenientequepasenvariassemanas.

—Podemos casarnos mañana, si así lo queremos. Una licencia especialpermitealasparejascasarsedondeycuandoquieran.Miplanesmejorqueeltuyo. Escucha, y luego dime si es factible o no. Mañana iré a la ciudad,conseguirélalicencia,invitaréamiamigoelreverendoPaulFairfax,quienmedebe algunos favores, y por la tarde tú llegas a la hora acostumbrada y, enpresenciademiviejaydiscretaservidumbre,meconvertirásenelhombremásfelizdeInglaterra.¿Quéteparece,mipequeñaladyCoventry?

Elplanqueparecíaidóneoparasatisfacersusintenciones,elnombrequesuponía el punto álgidode su ambicióny la enorme sensaciónde seguridadque se apoderó de ella llenaron a JeanMuir de tan intensa satisfacción queunas lágrimas de verdadero sentimiento colmaron sus ojos, y el gestoafirmativoquepronunciófuelapalabramássinceraquehabíabrotadodesuslabiosdesdehacíameses.

—PasaremosnuestralunademielenEscociaoenelextranjerohastaqueamaine la tormenta —propuso sir John, sabiendo perfectamente que suprecipitadomatrimoniosorprenderíauofenderíaasusparientes.AligualqueJean,estabaencantadodedejaratrásesasemociones.

—Prefiero ir aEscocia,por favor.Deseovisitarelhogardemipadre—

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explicóJean,temerosadeencontrarseaSydneyenelcontinente.

Charlaron durante un buen rato e hicieron planes. Sir John tenía tantasganasdeprecipitarlabodaqueJeansólopudolimitarseaasentirconlacabezaa todas sus sugerencias.Sólo le atormentabaunpensamiento.Si sir John semarchabaalaciudad,podríaencontrarseconEdwardyoírycreersuversiónde loshechos.Enesecaso,suplansevendríaabajo.Peroeraunriesgoquedebíacorrerparaquelabodasecelebraracuantoantesydeformasegura.Jeanquería, con todas sus fuerzas, evitar dicha coincidencia. Por eso, cuandosalieron al jardín (a instancias de sir John, quien insistió en acompañarla acasa),lajovendijoagarrándosedesubrazo:

—Queridoamigo,debestenerencuentaunacosa,puesdelocontrarionopodremos seguir adelante connuestrosplanes.Evita a tus sobrinos: eres tansinceroque tu rostrodelatará tus intenciones.Losdosmeaman, losdossontemperamentales, y la emoción que causaría en ellos este descubrimientorevestiría un carácter violento. No quiero que corras ningún peligro ni quenadie te pierda el respeto pormi culpa. Así pues, serámejor que evites sucompañía, especialmente la de Edward. Pensará que su hermano le hatraicionado, y que tú has triunfado allí donde él fracasó. Esto le pondráfurioso,ydesembocaráenunatormentosaescena.Prométemequelesevitarásduranteunoodosdías.Nolesprestesatención,nolosveas,nolesescribasnirecibas cartas de ellos.Ya sé que parece de locos, pero tú eres todo lo quetengo,ymeasaltaelextrañopresentimientodequepuedaperderte.

Conmovidoyhalagadoporsutiernasolicitud,sirJohnprometiótodassuspalabras,aunqueenelfondosereíadelostemoresdeella.Elamorcegabaaese noble caballero ante tan extraña petición; la novedad, el romance y elsecretismodelasuntoledesconcertabanyalmismotiempolecautivaban.Yelhechodehabersuperadoatresjóvenesyardientesamantesleenvanecíadeunmodoinconfesable.Despuésdesepararsedesuamadaenlapuertadeljardín,sediomediavueltapararegresaracasa.Sesentíacomounhombrejovenqueflotarapor losaires tarareandounacanción,sin repararen lahumedadde lanoche,ensugotayen loscincuentaycincoañosqueapenaspesabansobresus espaldas desde que los brazos de Jean reposaron en ellos. La joven, encambio, se apresuró hacia la casa, deseosa de huir de Coventry; pero él laestabaesperando,ysevioobligadaahablarconél.

—¿Cómopudisteaguantartantotiempoestesecreto?—preguntóCoventryen un tono de reproche mientras cogía la mano de la joven y trataba devislumbrarsurostroentre lassombrasde lasolapadesusombrero—.Venadescansaraestagruta.Tengomuchoquedecir,queescucharyquedisfrutar.

—Ahora no; estoy demasiado cansada y quiero irme a dormir. Yahablaremosmañana.Hacefríoyelambienteestáhúmedo,yademásmeduele

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la cabeza de tantas preocupaciones—contestó Jean con un tono cansino devozmezcladoconuntoquedepetulancia.Coventryseimaginóqueellaestaríaresentidaporqueélnohabíaidoabuscarlayseapresuróaexplicarconávidaternura:

—Mi pobre y pequeña Jean, tú nunca encuentras descanso ni consuelo.Todos nosotros te dejamos agotada, pero nunca te quejas. Debí venir arecogerte,peroLucíameretuvo,ycuandomemarchémedicuentadequemitíosehabíaanticipadoamisintenciones.Envidioladevocióndeesecaballero.Jean,debescontarmealgoantesdepartir.Ahorasoytanlibrecomoelaire,ytieneselderechoahablar.¿Meamas?¿Soyyoelhombreafortunadoquehaconquistadotucorazón?Meatreveríaadecirquesí,ycreoqueturostrotanreveladortehatraicionado;poresoesperohaberobtenidoloquelospobresdeNedySydneyperdieron.

—Antes de contestar, explícame el contenidode tu entrevista conLucía.Tengoderechoasaberlo—respondióJean.

Coventrydudóporunosinstantes,yaquelacompasiónyelremordimientoseagolpabanensucorazónalrecordareldolordeLucía.Jeanestabaansiosaporescucharlahumillacióndesurival.LajovenfruncióelceñoalcomprobarlaactituddeCoventry,luegolevantóelrostrocolmadodelamássuavedesussonrisas y, mientras colocaba su mano sobre el brazo de él, dijo con unamezcladeintención,reservaygratitud:

—Porfavor,cuéntame,Gerald.

CoventrynopudoresistirsealamiradadeJeannitampocoasutactoniasu tono de voz. Luego aceptó sus delicadasmanos y contestó rápidamente,comosipronunciaresaspalabrasleresultaramolesto:

—Le dije que no podía amarla; que me había sometido al deseo de mimadre y que, durante una temporada, me sentía tácitamente unida a ella,aunquenosehablaradelasunto.Peroahorapedíamilibertadylamentabaquelaseparaciónnofueradeseadaporambos.

—¿Y ella… qué dijo? ¿Cómo acogió esas palabras? —preguntó Jeansintiendo, en su corazón de mujer, el profundo dolor que debió deexperimentarLucíaporesterechazo.

—¡Pobre mujer! Fue difícil de soportar, pero su orgullo le permitióaguantarhastaelfinal.Ellareconocióquenonoshabíamosprometidonada,yrenunció a cualquier insinuación del pasado. También me deseó queencontraraaotramujerquemeamaratantiernayverdaderamentecomoellamehabíaamado.Jean,mesientocomounvillano;peroyonuncaleprometínada porque jamás la he amado, y, por tanto, tengo pleno derecho aabandonarla.

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—¿Tehablódemí?

—Sí.

—¿Yquédijo?

—¿Debocontártelo?

—Claro. Debes contármelo todo. Sé que me odia y estoy dispuesta aperdonarla,peroséqueodiaríaacualquiermujeralaqueamaras.

—¿Estáscelosa,querida?

—¿De ti, Gerald? —respondió mientras sus delicados ojos le mirabanllenosdeunresplandormuyparecidoalaluzdelamor.

—Ya me has hechizado. ¿Cómo lo consigues? Jamás en la vida habíaobedecido a una mujer. Jean, creo que eres una bruja. Escocia es tierra decriaturas extrañas y astutas que adoptan formas hermosas para hechizar apobresalmasenpena.¿Erestúunadeesasengañosascriaturas?

—Estás siendo muy amable—Jean se echó a reír—. Soy una bruja, yalgúndíamedespojarédeldisfrazypodrásverquiénsoyenrealidad:vieja,fea, malvada y perdida. Te advierto que te alejes de mí. Pero ahora, debescorrerelriesgodeamarme.

Coventrynopudoarticularpalabra,ysequedóobservandoalajovenconunamirada inquieta, conscientede la fascinaciónquecausabaenél, aunqueeso no le había reportado ninguna felicidad. Una agradable pero febrilemoción se apoderó de él. Era una especie de temeridad que le obligaba aborrar el pasado de forma inmediata y sustituirlo por nuevas experienciasprovocadas por la pasión. Jean le miró con un rostro melancólico, casiafligido,duranteunosbrevesinstantes.Después,unaextrañasonrisarompióelhechizo, ya que empezó a hablar con un tono irónico de voz que traslucíaciertamaliciosidadylaamarguradeunatristeverdad.Coventryparecíamuysorprendidoporestareaccióndelajoven,ydesplazósumiradadelmisteriosorostrodeJeanaunaventanatenuementeiluminadadetrásdecuyascortinaslapobre Lucía escondía su corazón herido y rezaba las tiernas oraciones quededican lasmujeres que aman a aquellos cuyos pecados son perdonados envirtuddeeseamor.Sucorazónlatíacompulsivamente,yunbrevesentimientoderepulsiónseapoderódeélalmiraraJean.Lajovensediocuentadeelloyno le gustó, pero al mismo tiempo sintió cierto alivio. Ahora que se habíaprocuradosupropiaseguridad,nosentíalanecesidaddecausarningúndaño,sinoqueexperimentabaundeseodedeshacer loquehabíahechoydehacerlaspacesconelmundo.Pararecordarlesulealtad,Jeansuspiróyavanzóunpasopronunciandosuaveperofríamente:

—¿Me responderá a la pregunta antes de que yo le formule otra, señor

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Coventry?

—¿Qué dijo Lucía de ti? Pues fue bien sencillo. «Ten cuidado con laseñorita Muir. Todos desconfiamos de ella de forma instintiva cuando noteníamos motivos para hacerlo. Yo creo en el instinto, y el mío nunca hacambiado al respecto, porque ella no ha tratado de engañarme. Su arte esrefinado.Supongoquenosepuedeexplicarnidetectar,salvoenlasucesióndeacontecimientos que ella parece guiar. Ha traído dolor y separación a estafamiliafeliz.Todoshemoscambiadoporsuculpa.Ellayanopuedecausarmeningúndaño,pero,sipuede,telocausaráati.Cuídatedeellaotearrepentirásamargamentedetuciegoenamoramiento».

—¿Y túquécontestaste?—quiso saber Jeancuando lasúltimaspalabrasdeCoventrybrotarondesuslabiosconciertadificultad.

—Ledijeque,apesardetodo,teamaba,yqueteconvertiríaenmiesposaalmargendetodaoposición.Ahora,Jean,debescontestarme.

—Necesito tres días para pensarlo. Buenas noches —respondió JeanmientrassealejabadeCoventryyentrabaenelinteriordelacasa.Élapenaspudo dormir esa noche debido a los remordimientos, la intriga y la antiguadesconfianzaque seapoderabadeél cuandoJeannoestabaparaexorcizarlaconsusartes.

CAPÍTULOVIII

Suspense

Durante todo el día siguiente, Jean se sintió profundamente inquieta, yaque cada hora que pasaba suponía un acercamiento de la inminente crisis,quizádeunaderrota, porque incluso lasmás sutileshabilidadeshumanas seven truncadas por algún incidente imprevisto. Deseaba convencerse a símismadequesirJohnsehabíamarchado,perocomonovioaningúncriadodurante todo el día, no pudo inventarse ningún pretexto para recabarinformaciónal respecto.Noseatrevióa irasucasaantesdelanochecer,yaqueesaacciónpocohabituallevantaríasospechas.Yaunquehubieradecididoarriesgarse,nodisponíadetiempomaterial,porquelaseñoraCoventrysufríauno de sus ataques de nervios y nadie salvo la señoritaMuir era capaz detranquilizarla.Lucíaseencontrabaindispuesta,ylainstitutrizestabaalmandode la casa; Bella estaba absorta en sus estudios, y Jean debía ayudarla.Coventrypermanecióencasadurantevariashoras.PeroJeannoseatrevióallamarle por miedo a que averiguara la verdad. Él se dedicó a sus nuevasobligacionesalverqueJeannohacíasuaparición,yeldíatranscurriólargay

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pesadamente.

Porfinllególanoche,ymientrasJeansevestíaparalacena,apenaspudoreconocersuaspectocuandosemiróalespejo.Laemociónaportabaunnuevocoloryresplandorasurostro.Comosabíaquelabodasecelebraríaesamismanoche, se puso un sencillo vestido blanco y añadió un ramillete de rosasblancasenlasolapayenelpelo.Jeansolíallevarflores,pero,apesardesudeseo de pasar desapercibida, las primeras palabras de Bella cuando lainstitutrizentróenlasalitafueron:

—Vaya,Jean,parecesunanovia.¡Sólotefaltanelveloylosguantes!

—Teolvidasdeotrodetalle,Bell—interrumpióGeraldconunosojosqueseencendieronalposarsesobrelaseñoritaMuir.

—¿Quées?—quisosaberlahermana.

—Unnovio.

BellasefijóenlareaccióndeJeanaloírestaspalabras,perolajovennoparecióinmutarse.Sonrióampliamente,comoerahabitualenella,yselimitóaañadir:

—Ese detalle insignificante se sabrá a su debido tiempo. ¿La señoritaBeaufortsigueindispuestaobajaráacenar?

—Nos envía sus disculpas, y pensó que estarías encantada de ocupar sulugar.

MientraslainocenteBellatransmitíaestemensaje,JeanmiróaCoventry,quienevitódemalaganadichocontacto.

Jean pensó que los remordimientos le sentarían bien, puesto que leprepararíanparaarrepentirsedespuésdecomunicar lagrannoticia.Además,Coventrysemostróespecialmentecontentoa lahorade lacenaymirabadevezencuandoelasientovacíodeLucía,comosilaecharademenos.Despuésdelacena,laseñoritaMuirindicóaBellaquesubieraaverasumadre.ComosabíaqueCoventrynosequedaríamuchotiempobebiendosucopitadevino,JeansalióprecipitadamentehacialamansiónHall.Unodeloscriadosestabasentado junto a la puerta y Jean preguntó conun tonode voz que denotabanerviosismo,apesardetodossusesfuerzospormostrarseserena:

—¿EstásirJohnencasa?

—No,señorita,acabademarcharsealaciudad.

—¡A la ciudad! ¿Cuándo? —gritó Jean, olvidando por un momento elalivioquehabíasentidoalfingirsorpresaantelapartidadesirJohn.

—Semarchóhacemediahoraenelúltimotren,señorita.

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—Pensé que había partido a primera hora de estamañana.Me dijo quevolvieraestanoche.

—Creo que ésas eran sus intenciones, pero la compañía de algunaspersonas le retuvo. Tuvo que atender al mayordomo y a una serie decaballeros,demodoqueelseñorJohnnoquedólibrehastaestanoche,aunquedebodecirquesuestadonoeraelmáspropicioparamarcharse,porqueselenotabamuycansado.

—¿Creequepuedeestarenfermo?¿Teníaaspectodeestarenfermo?

Mientras Jean pronunciaba estas palabras, un escalofrío de terror seapoderódeella,temiendoquelamuertelearrebatarasutesoro.

—Bueno, usted ya sabe que las prisas no son buenas consejeras en uncaballeromayorpropensoalaapoplejía.SirJohnestuvopreocupadodurantetodo el día.No parecía él.Yo sugerí que se llevara a su lacayo, pero él noquiso, y se marchó con un aspecto alterado. Lo cierto es que me tienepreocupado,porqueséquehayalgoqueloestáatormentando.

—¿Cuándovolverá,Ralph?

—Mañanaalmediodía,siesposible;yporlanoche,estaráaquícontodaseguridad,porquemeordenóquetransmitieraeserecadoatodoaquelquemelopreguntara.

—¿Acaso dejó una nota o unmensaje para la señorita Coventry, o paraalguiendelafamilia?

—No,señorita.Nada.

—Gracias.

Jeanvolvióacasa,peronopudopegarojoentodalanocheyselevantóconunaextrañasensación.

Lamañanasehizoeterna,peroelmediodíallegóinevitablemente,yconlaexcusaderefrescarseenlagruta,Jeanllegóhastaunacuestadesdelaqueseveíalaverjadeentradadelamansión.Estuvoobservandodurantedoshoras,peronovioanadie.Enelprecisoinstanteenquesediomediavuelta,unjineteatravesólaverjaendirecciónalacasa.Jeannosabíaloqueestabapasando,pero como se moría de ganas de obtener información, echó a correr pararecibiraljinete,convencidadequeéstetraíamalasnoticias.Eraunjovenqueveníadelaestación,ycuandovioaJean,embridó.Parecíaagitadoyconfuso.

—¿Quéhaocurrido?—preguntójadeandolainstitutriz.

—Unterribleaccidenteenlasvíasdeltren,justoalotroladodeCroydon.Hemosrecibidolanoticiaportelégrafohacemediahora—explicóelhombremientrassesecabaelsudordelafrente.

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—¿El tren del mediodía? ¿Sir John estaba en él? ¡Rápido, cuéntamelotodo!

—Esesetren,señorita,peroignorosisirJohnestabaenél.Sabemosqueeljefe del tren hamuerto, pero todo resulta tan confusoqueno sabemosnadacon certeza. Están trabajando para sacar a los muertos y heridos de losvagones. Oímos que sir John estaba por llegar, y vine para avisar al señorCoventry porque creo que querrá acompañarme. Sale un tren en quinceminutos.¿Dóndepuedoencontrarle?Medijeronqueestabaenlamansión.

—¡Continúatucaminoyyoiréabuscarle!Nohaytiempoqueperder.¡Nopares!—exclamóJeanmientrassedabamediavueltayechabaacorrercomounagacela.Elhombresubiólacuestaqueconducíahastalacasa.

Coventry estaba en la mansión y partió de inmediato con el mensajero,dejandopreocupadosatodossusinquilinos.Temerosadetraicionarlaterribleansiedadquesehabíaapoderadodeella,JeanseencerróensuhabitaciónparasufrirensolitariolaagoníadenorecibirnoticiassobreelparaderodesirJohn.Un grito desgarrador y repentino resonó por toda la casa, y Jean bajóprecipitadamentelasescalerasparaadivinarsuorigen.Bellaestabadepieenel vestíbulo con una carta en la mano, mientras un corrillo de asustadoscriadossehabíaarremolinadoentornoalaniña.

—¿Quéocurre?—preguntó la señoritaMuir convoz firme.Su rostro setornó pálido al reconocer la escritura de Gerald. Bella entregó la nota a lainstitutriz,yéstatuvoquecontenerlaslágrimasantesdeescucharlasterriblesnoticias.

Bella,

Eltíoestásanoysalvoporquenosesubióaltrendelmediodía.Perovariaspersonas están convencidas de que Ned viajaba en él. Todavía no hemosencontradorastrodeél,peroel ríoy lasruinasdelpuenteestánplagadosdecadáveres, y estoy haciendo todo lo posible para encontrar a mi pobrehermano,siesqueestáallí.Hedadoavisoatodosloslugaresquefrecuentabaenlaciudad,peronadielehavisto.Esperoquetodasestasnoticiasseanfalsasy se halle a salvo con su regimiento. No se lo digas a mamá hasta queconozcamosloshechos.TeescriboatiporqueLucíaestáenferma.LaseñoritaMuir te proporcionará todo el consuelo que necesites. Te deseo lo mejor,queridahermana.G.C.

QuienesobservaronelmodoenquelaseñoritaMuirleyóestaspalabrasseextrañarondelasdistintasexpresionesqueadoptósurostro,yaqueéstedelatóla alegría que experimentó al conocer el paradero de sir John pero no semostró horrorizado ante el posible funesto destino de Edward. Sólo esbozóunatenuesonrisa,perosuvoznotitubeó,ysumiradaabatidabrillabaconun

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inexplicable gesto de triunfo. No era de extrañar, porque el peligro queamenazabaa Jeanhabía sidodisipado,yelmatrimonioseríaconsumadosinmás dilación. Este triste y repentino suceso le pareció una especie demisterioso cumplimiento de un designio secreto; y aunque se mostrósorprendida,lasnoticiasnoladesanimaron,sinotodolocontrario.Eldestinoparecía favorecer susdesignios.Tranquilizó aBella, asumió el control de laangustiadacasayevitóqueesamismanochelaseñoraCoventryseenteraradelosrumores.

Gerald llegócansadoacasaalamanecer,perono traíanoticiasdel jovendesaparecido. Había telegrafiado a la central del regimiento y recibió larespuesta de que Edward había partido de Londres el día anterior con laintencióndevolveracasa.TambiénpudoconstatarquefuevistoenLondres,peronadiepudoasegurarquesesubieraaltren.Lagenteaúnbuscabaentrelosescombros,perosucadáveraúnnohabíasidoencontrado.

—¿Sir John regresará almediodía?—preguntó Jeanmientras los tres sesentaron bajo el cielo rosado del amanecer intentando aunar todas susesperanzas.

—No, me he enterado por el joven Gower de que sir John ha estadoenfermo.Sigue,enlaciudad,peroaúnnoharesueltosusgestiones.Leenviéuna nota para que esperara una noche a volver, porque el puente seguíaimpracticable.Ahoraintentarédescansarunahora.Hetrabajadotodalanocheymefallanlasfuerzas.Llamadmesillegaunmensajero.

Despuésdepronunciarestaspalabras,Coventryse retiróasuhabitación,Bella lesiguióyJeandecidiódarunpaseopor lacasay losalrededores,yaque era incapaz de tranquilizarse. A primera hora de la mañana del díasiguiente,llegóunmensajero.Jeansalióarecibirsusnoticiasconunamacabraesperanzaquelatíaensucorazón.

—¿Lohanencontrado?—preguntóconimpasibilidadmientraselhombresemostrabareacioahablar.

—Sí,señora.

—¿Estáustedseguro?

—Loestoy,señora,aunquealgunosnoseconvencerándeltodohastaqueelseñorCoventrybajeaverlo.

—¿Está vivo?—Los labios lívidos de Jean temblaron al pronunciar estapalabra.

—Ohno,señora,nohabríasidoposibledebidoalaspiedrasyelagua.Eljovencaballeromurióahogadoyaplastado,ynadielehabríareconocidodenoserporeluniformeyporlamanoblancaconelanillo.

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Jean se sentó con el rostro pálido, y el hombre empezó a describir elhallazgo del cadáver destrozado. Cuando hubo acabado, Coventry apareciócon una mirada que denotaba remordimiento, vergüenza y pena a la vez.Gerald decidió traer a su hermano a casa. Jean se adentró en el jardínsintiéndoseculpableytratandoalmismotiempodeocultarlasatisfacciónqueluchaba con la compasión natural en unamujer ante el trágico final de unavidajovenyvalerosa.

—¿Porquémalgastarlágrimasenundolorajenocuando,enelfondo,deboalegrarme?—murmuróentredientesmientraspaseabadeunladoaotrodelaterraza—.Esepobremuchachoyanosienteningúntipodedolor,yyoestoyfueradepeligro.

Decidió no alejarse demasiado, pero al cabo de un rato se llevó unadesagradable sorpresa. ¡Acababa de ver el rostro de Edward! En él no seapreciabaningunaheridanirasguño,sinoquesuaspectoera tansaludableyrobustocomosiempre.EljovensequedómirandoaJeanconunamezcladedesprecioycompasión.Lainstitutrizparecióvolversedepiedraypermanecióinmóvilconlamiradadilatada,larespiracióncontenidaylasmejillaspálidas.Élnohabló, sinoqueobservóa la jovenen silenciohastaqueella extendióunamanotemblorosa,comosiquisieraasegurarsedequeeseespectroeraunapersona de carne y hueso. Entonces Edward se apartó, y esa acción resultómásconvincentequelaspalabras.

—Mecomunicaronquehabíasmuerto.

—Y a ti no te importó creerlo. No, fuemi joven compañero, Courtney,quienosengañóatodossinquereryperdiólavida,comoyolahabríaperdidosinomehubieramarchadoaAscotdespuésdedespedirmedeél.

—¿A Ascot? —repitió Jean encogiéndose de hombros, ya que Edwardhablabaconellaconuntonodevozfríoydistante.

—Sí,yaconocesese lugar.Metrasladéhastaallíparapreguntarpor ti,yquedésatisfecho.¿Porquésiguesenestacasa?

—Aúnnohanpasado tresdías,peromemantengofirmeenmipromesa.Me marcharé antes de esta noche. Hasta entonces, debes permanecer ensilencio,siesqueeresunhombredepalabra.

—Lo soy —Edward consultó su reloj y, mientras lo guardaba en elbolsillo,dijoconcalculadoraprecisión—:Ahorasonlasdosdelatarde,yeltren no sale deLondres hasta las seis ymedia.Habrá un coche de caballosesperándoteenlapuertatrasera.Recomiendoquetemarchesenesemomento,porquemeveréobligadoahablardespuésdelacena.

Edwardsedespidióinclinandolacabezaamododereverenciayentróen

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lacasa,dejandoaJeansinalientoyconuncúmulodeemocionesencontradas.Lajovenpermanecióinmóvilporunosinstantes;sinembargo,laenergíavitalde la mujer le impedía caer en la desesperación antes de agotar cualquieratisbodeesperanza.Pormuydébilqueésta fuera, todavíaseaferrabaaellaconahínco,yestabaresueltaaganarlapartidadesafiandoatodoyatodoelmundo.Sedespertódesuensoñaciónparadirigirseasucuarto.Sedispusoahacer su exigua maleta, se vistió con cautela y luego se sentó a esperar.Escuchó varios gritos de júbilo procedentes de la planta baja, vio cómoCoventryentrabaencasaatodaprisaygraciasaunacriadamuylocuazsupoqueelcadáverencontradoeraeldeljovenCourtneyDadoqueeluniformeeraidéntico al de Edward, y éste le había regalado un anillo, los hombres quetrabajaron en las tareas de desescombro creyeron que el cuerpo desfiguradoeraeldelhermanopequeñodelosCoventrySólolacriadaseacercóaJean;cuandolavozdeBella la reclamaba,alguienhacíacallara laniñayéstanovolvíaarepetirlallamada.AlascincoenpuntoleentregaronunsobreescritodepuñoyletradeEdward.Conteníauntalónporunacifrasuperioralapagadeunaño.Elregalonoibaacompañadodeningunanota,peroestegenerosogesto la conmovió, ya que JeanMuir escondía los restos de lo que, tiempoatrás, había sido una naturaleza honesta y, a pesar de su falsedad, todavíapodíaadmirarlanoblezayrespetarlavirtud.Unagotadeauténticavergüenzacayósobreelpapel,yunsentimientodeverdaderagratitudcolmósucorazón.Pensóque,sifallabatodolodemás,almenosnosequedaríasinunpeniqueenelmundo,yaqueéstesemuestradespiadadoconlospobres.

Cuandoelrelojmarcólasseisenpunto,escuchóeltrajíndeuncochedecaballos y bajó a su encuentro. Un criado metió su baúl en el maletero yordenóalchóferJamesquellevaraalajovenhastalaestación.Jeansemarchósin despedirse ni ver a nadie, y tampoco creyó ser vista. Una sensación deagotamientoseapoderódeella;deseabapoderecharseenunacamayolvidarelpasado.Peroaúnquedabaunúltimoatisbodeoportunidad,ymientrasésteexistiera, se negaba a darse por vencida. Cuando el coche la dejó en laestación,sesentóenunbancoparaobservar la llegadadel trende lasseisycuartoprocedentedeLondres,porquesirJohnvolveríanecesariamenteenél.LeatormentóeltemordequeEdwardhubierahabladoconsirJohn.Elprimeratisbodesurostrosincerorevelaríalaverdad.Siéllosabíatodo,entoncesnocabíaesperanzaalguna,yellasequedaríasola.Perosiélsóloconocíapartedela verdad, aún quedaba tiempo para celebrar el matrimonio. Y cuando ellafuerasuesposa,estaríaasalvo,porqueelhonordelnombredesirJohnseríasusalvaguarda.

Eltrenentrórepentinamenteenlaestación,ysirJohnseapeódesuvagón.ElcorazóndeJeanpareciócongelarse.Suprometidoteníaelsemblanteserio,elrostropálidoycansino,yseapoyabaenelbrazodeunhombrecorpulentovestido de negro. ¿Por qué ha venido el reverendo Fairfax, si ya se ha

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descubierto el secreto?, pensó Jean mientras avanzaba lenta y tímidamenteparasaludarloseinterpretarlosmensajesdesusrespectivosrostros.Éllavio,soltóelbrazodesuamigoyechóacorrercon lamismapasióndeun jovenamante,exclamandomientrasasíalamanoconunrostroradianteyunalegretonodevoz:

—¡Mipequeña!¿Creístequenuncavolvería?

Jean fue incapaz de contestar, ya que la emoción era demasiado intensa,peroélseguíaaferradoaellasinpensareneltiempooenellugar,yentoncessupo que su última esperanza no se había agotado. El señor Fairfax resultóestara laalturade lascircunstancias.Sinhacerningunapregunta,condujoasirJohnyaJeanhastauncochedecaballosyentródetrásdelaparejaconunatímida disculpa. Jean volvía a ser ella misma y, después de expresar sustemores por la tardanza, escuchó ávidamente el relato del cúmulo dedificultadesquehabíanretenidoasirJohn.

—¿HaspodidoveraEdward?—fueloprimeroquepreguntóJean.

—Aúnno,peroséquehavenido;además,meheenteradodesuaccidente.Yodebíahaber tomadoese tren,y lohabríahechodenohabersidoporunaindisposición que me retuvo y que ahora ha resultado ser tan afortunada.¿Estáspreparada,Jean?¿Tearrepientesdetudecisión,queridamía?

—¡No,enabsoluto! ¡Estoypreparada!Estaréencantadadeser tuesposa,querido y generoso sir John —gritó Jean alegre y rápidamente, lo cualconmovióalcaballeroyfascinóalreverendoFairfax,quienocultabaunamordejuventuddetrásdesusotana.

LlegaronalamansiónHall.SirJohndiolaordendenodejarentraranadiey,despuésdetomarunacenaimprovisada,llamóasuviejaamadellavesyasumayordomo,lescontóelmotivodesuencuentroylespidióquefueranlostestigosdelaboda.Susvidassehabíanregidoporlaobediencia,yparaellossirJohnnuncaseequivocaba,demodoquedesempeñaronsusnuevospapelesgustosamenteporqueJeaneralainvitadafavoritaenlamansión.Pálidacomosuvestidodecolorcrema,perotranquilaysosegada,Jeanpermaneciótodoelrato junto a sir John, pronunciando sus votos con un tono de voz claro yaceptandolasresponsabilidadesdeunaesposaconlahabitualdocilidaddeunanovia.Cuandoél lecolocóelanillo,Jeanesbozóunaampliasonrisa.Luego,sir John la besó llamándola «su pequeña esposa», y ella derramó unaslagrimitas de sincera felicidad. Y cuando el señor Fairfax la llamó «miseñora», ella rio de forma melodiosa clavando en el cuadro de Gerald unamiradaexultante.Cuandoloscriadosabandonaronlaestancia,sirJohnrecibióun mensaje de la señora Coventry instándole a comparecer ante ella deinmediato.

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—¿Tienesqueabandonarme tanpronto?—preguntóJeanconun tonodevozsuplicante,conociendoperfectamenteelmotivodesuvisita.

—Debo irme,querida—yapesarde su ternura, elportede sir John fuedecididoeirresistible.

—Pues entonces, yo te acompañaré—replicó Jean al decidir queningúnpoderterrenallesepararíadesuesposo.

CAPÍTULOIX

LadyCoventry

CuandolaemocióndelavisitadeEdwardsehuboapaciguado,yantesdeque pudieran preguntarle el motivo de su inesperada visita, les contó quedespuésde lacenaveríangratificadasucuriosidad.Mientras tanto, lespidióquedejaransolaalaseñoritaMuir,puestoquehabíarecibidomalasnoticiasydeseabaestar tranquila.Lafamiliacontuvo,conenormedificultad, lasganasdecotillear,yesperaronconimpaciencia.GeraldconfesósuamorporJeanypidió perdón a su hermano por haber traicionado su confianza. Esperó unareaccióndesenfrenada,peroEdwardsólolemiróconojoscompasivosydijocontristeza:

—¡Tútambién!Noquierohacerteningúnreproche,porqueséquesufriráscuandosedestapelaverdad.

—¿Aquéterefieres?—pidióCoventry.

—Muyprontolosabrás,mipobreGerald,ylosdosnoscompadeceremos.

Edwardnosoltóprendahastaqueterminólacena,loscriadosseretirarony toda la familia se reunió a solas. El joven adoptó una expresión pálida ysevera,peronoperdiólosnervios,yaquesusúltimasexperiencias lehabíanconvertidoenunhombredemundo.Sacóunfajodecartasydijo,dirigiéndoseasuhermano:

—Jean Muir nos ha engañado a todos. Conozco su historia. Quierocontároslaantesdeleerlascartas.

—¡Espera!Noquieroescucharningunahistoriafalsasobreella.Lapobremujer cuenta con un montón de enemigos—contestó Gerald, visiblementeagitado.

—Debesescucharmeparahonraralafamilia,ysaberdequémodonoshatomadoelpelo.Puedodemostrarmispalabras,yconvencerosdequeesajovenposeemalasartes.Sentaosdiezminutosyluego,siqueréis,osretiráis.

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Edwardhablabaconautoridad,y suhermano leobedecióconelcorazónencogido.

—MeencontréconSydney,yélmeadvirtióencontradeestamuchacha.¡Ahoraescucha,Gerald!Séqueellatehadadotuversióndeloshechos,yquetúlacrees.Perosuspropiascartasladelatan.TratódecautivaraSydneydelmismomodoquehizoconnosotros,yporpocologróconvencerlodequesecasaraconella.PormuyexcéntricaquesealapersonalidaddeSydney,siguesiendo todo un caballero, y cuando un desliz de la joven levantó sussospechas, senegóa convertirla en suesposa.Luego seprodujounaescenamuy acalorada, y, como quería intimidarlo, ella se apuñaló para fingir unaagresión. Jean resultó herida, pero no logró apuntar bien e insistió en ir alhospital amorir. Lady Sydney, que es un alma buena y caritativa, creyó suversióndelahistoria,imaginóquesuhijoteníaalgoqueverenelloy,cuandoéstesehuboido,tratóderepararelsupuestodañocometidocontralaseñoritaMuirencontrandootrohogarparaella.PensóqueGeraldsecasaríaprontoconLucía,yqueyoestaba fueradecasa,demodoque laenvióaquíamododeretiro.

—PeroNed,¿estássegurodetodoesto?¿PodemoscreerenlaspalabrasdeSydney?—protestóCoventry,quienseguíasindarcréditoalaspalabrasdesuhermano.

—Para convencertede ello, leeré las cartas de Jean.Esobastará.Fueronescritasporunacómplice,yluegoSydneylascompró.Lasdosmujereshabíanacordado mantenerse informadas de todas sus aventuras, estratagemas yplanes, y compartir la buena fortuna que pudieran cosechar. Las cartas sólonosconciernenanosotros.Laprimerafueescritadíasdespuésdeinstalarseennuestracasa.

QueridaHortense:

Otrofracaso.Sydneyeramásastutodeloquecreía.Todoibasobreruedashastaqueundíamiproverbialdefectome traicionó:bebídemasiadovino,ysinquererreconocíquehabíatrabajadocomoactriz.Élsequedóparalizado,yyo me retiré. Monté una escena, y herí discretamente mi hombro paraasustarlo. El tipo no se asustó, sino queme abandonó. Habría muerto parafastidiarle si me hubiera atrevido a morir, pero, como no fue así, viví paraatormentarle. Por ahora no he tenido la oportunidad de hacerlo, pero no loolvido.Lamadreesunapobreyfrágilcriaturaaquienhepodidomanipularsingrandesdificultades.Graciasaellaheencontradounlugarexcelente.Unamadreenferma,unaniñaestúpidaydoshijosquepuedenserbuenospartidos.Unoestácomprometidoconunhermosoiceberg,peroesosóloincrementasuinterés por mí, porque la rivalidad añade encanto a las conquistas de unhombre. Pues bien, querida, adopté una actitud sumisa con la intención de

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parecerpatética.Peroantesdequetuvieratiempodeveralafamilia,mepusetanfuriosaqueapenaspudecontrolarme.DebidoalaindolenciadeMonsieur,elamo joven,noenviaronningúncochea recogerme,y supongoque tendráquepagarporsemejantedescortesía.Elhijopequeño, lamadrey laniñamerecibieron con un tono condescendiente, y entendí que eran almas muysencillas.Monsieur(lollamaréasímásadelanteporquenoesseguroescribirlosnombres)resultabainalcanzable,ynoseesforzódemasiadoporocultarsudesagrado hacia las institutrices. Su prima era encantadora, pero su orgulloresultadetestable,aligualquesufrialdadysuvisibleadoraciónaMonsieur,aquien le permite idolatrarla como el icono que es. Odio a esa pareja, porsupuesto,yacambiodesuinsolenciavoyaatormentarlaaellaconloscelosyaenseñarleaélquecortejaraunamujerpuedecausarungrandolordecabeza.Sonuna familia increíblementeorgullosa,perocreoquepodréhumillarlosatodoscautivandoprimeroasushijosy,cuandoéstosmehayandeclaradosusintenciones,rechazándolosparacasarmeconeltíomayor,puestoquesutítulomeconviene.

—¡Jeanjamáspudoescribiralgosemejante!¡Esimposible!Unamujernopuede hacer eso—protestó Lucía con indignación, mientras Bella no dabacréditoasusojosylaseñoraCoventryaguantabaeltipoabasedesalesyelaire de un ventilador. Coventry se dirigió hasta donde se encontraba suhermano,analizó laescrituray regresóasuasientodiciendoconun tonodevozquereprimíasuira:

—¡Ellanoescribióeso!Yomismoentreguéalgunasdesuscartas.Venga,Ned.

Meesforcéporresultarútilyagradableaesasamigablespersonas,ypudeescuchar la conversación que mantuvieron los dos amantes. Como no mesatisfacía,medesmayéparainterrumpirlaysuscitarinterésenlosdosjóvenes.Penséquemehabíasalidoconlamía,peroMonsieursospechódemíyasímelohizover.Dejéaunladomipapeldejovensumisaylemirédeformamuyextraña. El gesto surtió el efecto deseado, y volveré a intentarlo.Merece lapena ganarse a ese hombre, pero yo prefiero el título, y como el tío es uncaballero robusto y atractivo, no puedo esperar a que muera. Monsieur esencantador, con su elegante languidez y su corazón tan adormecido queningunamujerhaconseguidodespertarlohastaelmomento.

Lescontémihistoriayelloslacreyeron,aunquetuvelaaudaciadedecirque sólo tenía diecinueve años y que era escocesa, y además confesé sinningúntapujoqueSydneydeseabacasarseconmigo.MonsieurconoceaS.yes evidente que sospecha algo. Debo mantenerme vigilante y ocultarle laverdad,siesposible.

Me sentí muy mal esa noche cuando me quedé sola. Había algo en la

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atmósferadeestefelizhogarquemehacíadesearestarencualquierotrolugar.Mesentéunratoparaintentaraplacarmiespíritu,ypenséenlaépocaenqueeraencantadora,joven,buenayfeliz.Elespejoreflejóaunamujermaduradetreintaañosdespuésdesacarmelosmechonesfalsosyelmaquillaje.Micaraestabadespojadadesumáscara.¡Odiolossentimientos!Bebíatusaluddelabotellitaquemeregalasteymefuiadormirsoñandoquerepresentabaelpapelde lady Tartuffe, que es quien soy en realidad. Adiós. Volveré a escribircuandopueda.

NadieseatrevióapronunciarpalabracuandoEdwardsedetuvo.Luegoseacercóotracartaycontinuóleyendo:

Miqueridaamiga,

Todomarchasobre ruedas.Aldíasiguienteempecéa trabajar,ydespuésde adivinar el carácter y la naturaleza de cadamiembro de la casa, intentéganármelos.Aprimerahoradelamañanadiunpaseopor las inmediacionesdelamansiónHall.Meparecióunlugarhermosoydilosprimerospasosparaconvertirme en su ama y señora despertando la curiosidad de su señor yadulándole. Su finca es su mayor orgullo. Yo lo alabé sin grandescomplicaciones, y él quedó encantado con mis palabras. Al cadete de lafamilialeencantanloscaballos.

Arriesguémipescuezoparadomesticaraunodeellos,ytambiénélquedóencantado.A laniñapequeña legustan las flores, ehiceun ramilleteque laconmovió.Elicebergrubioechademenosasudifuntamadre,yyomequedéensimismadaanteunviejoretratodeladama.Lajovensederritió.Monsieurestá acostumbrado a que lo adoren. Yo no le presté la menor atención, y,debidoalanaturalperversidaddelanaturalezahumana,empezóafijarseenmí.Leencantalamúsica,yyocantéenvariasocasionesdeteniéndomecuandosabíaque él estaba escuchandoydeseabamás.Legustaque le entretengan,peronoestádispuestoahacerunesfuerzoporello.Hicegalademi talento,pero me negué a esforzarme por él. En definitiva, le atormenté hasta queempezó a despertar. Para deshacerme de ese joven, le cautivé y luego lerechacé. Pobre hombre.Me caía bien. Si dispusiera de un títulomejor, mehabríacasadoconél.

—Muchas gracias por este honor —contestó Edward estrechando loslabios en un gesto de burla.Gerald, en cambio, permanecía sentado y tiesocomounaestatua.Mostrabalosdientes,sumiradaparecíaencendidayarqueólascejascomosiquisieransalirsedelacara.

Elapasionadomuchachoestuvoapuntodematarasuhermano,peroyoevité este desencuentro y cautivé a Monsieur haciéndome pasar por unaenfermeraeficientehastaqueel icebergVashti interfirióenelasunto.Luegofingísentirmeultrajada,ylemantuvealejadodemí,porquesabíaquedeeste

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modomeecharíaenfalta.LeconfundírespectoaSydneyenviándoleunacartaque él no recibió, e inventé todo tipode escenasdulces para ganarme a esaorgullosacriatura.Mientrastanto,manteníaunabuenarelaciónconsirJohn,aquien fascinaba enprivado adoptando el rol de hija y de admiradora.Es uncaballero educadoy sencillo comoun hijo, honesto como el día y generosocomo un príncipe. Seré feliz si me gano su corazón. Tú también tebeneficiaríasdeello,asíquedeséamesuerte.

—Ésta es la tercera carta, y contiene una información que os va asorprenderatodos—explicóEdwardmientraslevantabaotropapel.

Hortense,

Yahellevadoacaboloqueteníaprevistohacer.Yasabesquemiatractivopadredevidadisipadasecasóensegundasnupciasconunaseñoradeclasealta.SólohevistoaladyHowardenunaocasión,puestoquehicierontodoloposibleparaevitarme.DescubríqueelbuenodesirJohnconocíaaesaseñoradeniña,ycomoestabaseguradequeélnosabíanadasobrelamuertedesuhija pequeña, me atreví a afirmar que yo era su hija y relaté un cuentolastimero sobre mi infancia. Funcionó como un talismán. Él se lo contó aMonsieur, y los dos sintieron una profunda compasión hacia hija de ladyHoward, aunque antes me habían despreciado en secreto por mi soledad ypobreza. El jovenme compadeció con honesta calidez y quiso saberlo todosobre mi nacimiento. Nunca olvidaré ese detalle, y, si me es posible, ledevolveré el favor. Como deseaba precipitar el desenlace con Monsieur,participé en una representación teatral que me vino de maravilla. Debocomentarteuna anécdota, puestoque cometí unpequeñodesliz y faltópocoparaquemedescubrieran.Nobajéacenar,sabiendoquelapolillavolveríaarevolotear alrededor de la vela, y preferí que ese aleteo se diera en privadoporque los celos de Vashti estaban alcanzando unos límites insospechados.Pasépordelantedelvestuariodeloshombresymiojoavizordetectóunacartaquedescansaba sobre la ropa.Esono era cosamía, yme entró el pánico alreconocerlaescrituradeSydneySiempremelohabíatemido,peroyocreoenlacasualidad.Leí lacarta.Yasabesquesé imitarcualquier tipode letra.Enesa nota leí toda la historia demi asunto conSydney, relatada con absolutaveracidad, y también que él había investigado mi pasado y descubierto laverdad. Me puse furiosa. Fracasar cuando se está tan cerca del éxito eshorroroso, y decidí arriesgarlo todo. Abrí la carta con una cuchilla calienteparalevantarelselloyconseguíqueelsobrequedaraintacto.ImitélaletradeSydney y añadí unas cuantas líneas con su habitual estilo precipitadoinformandodequeestabaenBaden.Deestemodo,siMonsieurrespondía,lanotanunca llegaría,yaquealparecer estáenLondres.Metí estacartaenelbolsilloydejécaerlaotra.Mientrasmefelicitabaamímismaporestaacción,Dean,ladoncelladeVashti,apareciócomosimehubieraestadoespiando.Era

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evidentequehabíavistolacartaenmismanosyquesospechabaalgo.Yonoleprestélamenoratención,perodeboactuarconcuidadoporqueesamujersemantienevigilante.Después,laveladaacabóconunarepresentaciónteatralenprivadoenlaquesóloMonsieuryyoéramoslosactores.Paraasegurarmedequeprimeroescucharamiversióndeloshechos,lecontéunrelatorománticosobrelapersecucióndeSydney,yéllocreyóapiesjuntillas.Despuésvinounmonólogo detrás de un rosal, lo cual desconcertó por completo al jovencaballero.¡Quétontossonloshombres!

—¡Tiene razón!—exclamóCoventry sonrojándose de vergüenza e ira aldestaparsesulocura.Mientrastanto,Lucíaescuchabaconestupefacción.

—Sólounalecturamásypondréfinaestadesagradabletarea—respondióEdwardmientrasdesplegabaelrestodepapeles—.Estonoesunacarta,sinouna copia de unamisiva escrita hace tres noches. Dean registró a fondo elescritorio de Jean Muir mientras ella estaba en la mansión, y, temiendodelatarsesisequedabaconlacarta,copiórápidamentesucontenidoymelohaentregadohoy,rogándomequesalvaraalafamiliadetodadesgracia.Estocierra el círculo. Ahora, Gerald, continúa si quieres. Preferiría ahorrarte eldolordeescucharestaspalabras.

—No quiero ahorrármelo; me lo merezco. Sigue leyendo —replicóCoventry adivinando el contenido de la nota. El joven se preparó para unadesagradableexperiencia.Muyasupesar,Edwardleyólassiguientesfrases:

¡El enemigo se ha rendido! Alégrate, Hortensia. Puedo ser la esposa deesteorgullosoMonsieur,siasílodeseo.Piensaenelinmensohonorquerecaeen la esposa divorciada de un actor de mala fama. Ríete de la farsa ydisfrútala, porque falta esperar a que el premio que deseo sea míomerecidamente, y luego rechazaré a este amante que ha traicionado a suhermano,asuprometidaysupropiaconciencia.Decidívengarmedelosdos,y así lo he hecho. Gracias a mí, él se deshizo de la hermosamujer que leamabadeverdad,faltóalapromesadesuhermanoy,porculpadesuorgullo,reclamómi amor, un amor que no es digno de un buen hombre. Pues bien,estoysatisfechapor todoello,yaqueVashtiha sufridoeldolormás intensoque puede soportar una mujer orgullosa. Pero soportará todavía más dolorcuandoledigaquemeríodesuapáticoamanteyqueselodevuelvoparaquehagaconélloquequiera.

Coventryselevantósobresaltadodesuasiento,peroLucíasetapólacaraconambasmanosyseechóallorar,comosieldolorhubierasidomásintensodeloqueJeanpudoprever.

—¡LlamadasirJohn!Temoaesamujer.¡Alejadladeél!MipobreBella,vayacompañíatehemosbuscado.¡LlamaddeinmediatoasirJohn!—gritólaseñora Coventry incoherentemente mientras abrazaba a su hija como si así

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pudieraevitarqueJeanMuirdestrozaraatodalafamilia.Edwarderaelúnicoqueconservabalacalma.

—Ya he avisado a sir John, demodo quemientras esperamos, dejadmeacabarestahistoria.EsciertoqueJeaneshijadelmaridodeladyHoward,elsupuestoclérigo,aunqueenrealidaderaunhombrearruinadoquesecasóconesamujerporsudinero.Lahijadeellamurió,peroestajoven,porsubelleza,ingenioyvalentía,aceptósupropiodestinoyseconvirtióenactriz.Secasóconunactorylaparejallevóunavidadesenfrenadadurantealgunosaños.Sepeleóconsumarido,sedivorciaronysemarchóaParís.Luegoabandonóelteatroy trató deganarse la vida trabajandode acompañante e institutriz.YasabéisquéocurrióconlosSydneyyelmodoenquenoshaengañado.Denohaber sido por este descubrimiento, también habría engañado a sir John.Lleguéa tiempode impedirunacatástrofe,gracias aDios.Ella seha ido,ynadie sabe la verdad excepto Sydney y nosotros. Él callará por su bien,nosotrosharemoslomismo,ydejaremosqueestapeligrosamujerseenfrentealfunestodestinoqueleespera.

—Gracias.En realidad, estamujer sehaenfrentadoa su felizdestino—pronunció la suave vocecilla de una joven que apareció en el umbral de lapuerta y que sorprendió desagradablemente a toda la familia: era JeanMuircolgadadelbrazodesirJohn.

—¿Cómo te atreves a volver? —preguntó Edward, perdiendo parte delautocontrol que tanto tiempo había conservado—. ¿Cómo te atreves ainsultarnos volviendo a esta casa para reírte del daño que nos has causado?Tío,¡noconocesaesamujer!

—Cállate,muchacho.Recuerdadóndeestás,ynoescucharéniunapalabra—contestósirJohnconungestoautoritario.

—Recuerda tupromesa:amarme,perdonarme,protegermeynoescucharsus acusaciones —susurró Jean, cuyos rápidos ojos habían detectado lascartas.

—Asíloharé.Notemas,querida—respondióélmientrasacercabaaJeana su rincónhabitual juntoal fuego,que siempreestabaencendidocuando laseñoraCoventrybajabaalasalita.

Gerald, que se había dedicado a caminar por la estancia con visibleagitación,sedetuvodetrásdelasilladeLucíacomosiquisieraprotegerladecualquierinsulto;Bellaseaferróasumadre,yEdward,haciendounesfuerzoporcontenersuira,leentrególascartasasutío,añadiendobrevemente:

—Leaestascartas,señor,ydejequehablenporsísolas.

—No voy a leer nada, ni voy a escuchar nada ni voy a creer nada que

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puedaatenuarel respetoyelafectoquesientoporestaseñorita.Jeanmehaadvertidosobreello.Conozcoalenemigoysusestratagemasparainsultarlayamenazarla. Sé que los dos habéis tratado de amarla, y eso explica vuestrotrato injustoypococonsideradohaciaella.Todoshemoscometidoerroresyhemossidopresasdelalocura.PerdonoaJeanporesoserroresylocuras,ynodeseo escucharlosdevuestros labios.Si ella oshaofendido sinpretenderlo,medisculpoporella.Ahora,olvidemoselpasado.

—Perotío,tenemospruebasdequeestamujernoesquienpareceser.Suspropias cartas la delatan. Léelas, y no te dejes engañar —gritó Edward,profundamenteindignadoporlaspalabrasdesutío.

Una risagraveasustóa toda la familia,perono tardaronendescubrir suorigen.MientrassirJohnhablaba,Jeanhabíaarrebatadolascartasdelamanoque estaba tras él (uno de sus gestos preferidos) y, sin que nadie se dieracuenta, las había arrojado al fuego. La risa burlona y la fuerte llamaradadelataronlaaccióndeJean.Losdoshermanosacudieronalrescate,peroerademasiado tarde. Las hojas condenatorias se convirtieron en un montón decenizas, y los ojos brillantes y audaces de Jean Muir desafiaron a los dosjóvenesmientrasdecíaconunlevegestodedesprecio:

—¡Apartenesasmanos,caballeros!De locontrario,se rebajaránalpapelde detectives, y yo aún no soy una prisionera. Podéis herir a la pobre JeanMuir,peroladyCoventryestáfueradevuestroalcance.

—¡Lady Coventry!—exclamaron todos los miembros de la familia condistintosgradosdeincredulidad,indignaciónyasombro.

—En efecto. Os presento ami querida y honorable esposa—añadió sirJohn pasando un brazo protector alrededor de la esbelta figura que estabasentadaasulado.Fueronesaacción,esaspalabrasylatiernadignidadquelasacompañaba lasqueconmovierona la familiay le infundieroncompasiónyrespeto por ese pobre hombre engañado—.Recibidla como tal.Además, ospidoquenoatendáisamásacusaciones—continuósirJohnconvozfirme—.Sémuybienloquehago,ynopenséisquevoyaarrepentirmedeello.Sisoyciego,dejadmeeneseestadohastaqueabralosojos.Nosvamosdeviajeporalgún tiempo, y cuando volvamos quiero que todos sigamos haciendo lamisma vida de antes, salvo que Jeanme iluminará con su luz igual que osiluminaráavosotros.

Nadie seatrevióapronunciarpalabra. Jean rompióel silencioañadiendofríamente:

—¿Puedopreguntaroscómohabéisconseguidoestascartas?

—Mientrasinvestigabatupasado,SydneyconocióatuamigaHortense.Esunamujerpobreyélleofreciódineroacambiodequeleentregaralascartas

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tanprontocomolasrecibiera.Alfinal,lostraidoressiempresontraicionados—replicóEdwardcondureza.

Jean se encogió de hombros y miró despiadadamente a Gerald con unasonrisaelocuente:

—Recuerdeeso,monsieur,ypermítamedesearleunabodamásfelizdeloque ha sido su cortejo. Reciba mis más sinceras felicitaciones, señoritaBeaufort, y además le pido que siga mi ejemplo si quiere conservar a susamantes.

Jean pronunció estas últimas frases sin un atisbo de sarcasmo ni unamiradadedespecho.Elúnico rasgo inalterablequeconservaba lanaturalezaprácticadeesamujersereflejabaensurostrocuandosevolvióhaciaEdwardyBella,quienpermanecíaalladodesumadre.

—Habéis sido amables conmigo —comentó Jean con unas palabras deafectuoso agradecimiento—. Os lo agradezco, y sabré recompensaros. Sóloporvosotrosadmitiréquenosoymerecedoradelamordeestehombre,yosprometosolemnementequeconsagrarétodamividaasufelicidad.Quieroquemeperdonéisporsubien,yquereinelapazentrenosotros.

Las palabras de Jean no obtuvieron respuesta, pero Edward lamiró conindignación.

Bellaestrechósumano,ylaseñoraCoventrysollozócomosiciertoatisboderemordimientosemezclaraconsuresentimiento.Jeannoesperabarecibircalurosasmuestras de apoyo, y entendió que esas personas contenían su irapor respeto a sir John, no por ella, pero aceptó su desprecio como justocastigo.

—Volvamos a casa, amormío, y olvidemos esta desagradable escena—propuso su marido mientras tocaba el timbre para anunciar su inminentepartida—.ElcochedeladyCoventry,porfavor.

Mientrasdabalaorden,Jeanesbozóunasonrisa,yaqueelsonidodeesaspalabras le aseguraba que había ganado la partida. Se detuvo por unosinstantesenelumbralde lapuertaantesdemarchar.SevolvióhaciaatrásymiródeesaformaintensayextrañaqueGeraldrecordabaperfectamentearaízdesurepresentaciónteatral.Entoncespreguntóconvozpenetrante:

—¿Acasolaúltimaescenanoesmejorquelaprimera?

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