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El Búho de nuestra portada Zunami emocional N acemos y lloramos al nacer porque respira- mos el aire contaminado de un mundo iden- tificado con la corrupción como una nue- va moral que todos quieren practicar para vivir en la abundancia de la molicie y la mediocridad sustentada con oratoria de lugares comunes que, en el pretérito no tan remoto, se empleaban como frases solemnes para inventarle una his- toria actual al país que había here- dado la opresión, la discriminación y el insulto nacional consagrado a la madre violada a la que se fes- teja un día y se le arrojan insultos 364 días al año que, entre mitos y fantasmas, se practica el festejo continuo del día de los inocentes. Y no hay olvido porque el presente se repite con las lacras y heridas que quedaron sin cicatrizar. De tu ROBERTO BAÑUELAS Roberto Bañuelas

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� El Búho

de nuestra portada

Zunami emocional

Nacemos y lloramos al nacer porque respira-

mos el aire contaminado de un mundo iden-

tificado con la corrupción como una nue-

va moral que todos quieren practicar para vivir en la

abundancia de la molicie y la mediocridad sustentada

con oratoria de lugares comunes

que, en el pretérito no tan remoto,

se empleaban como frases

solemnes para inventarle una his-

toria actual al país que había here-

dado la opresión, la discriminación

y el insulto nacional consagrado a

la madre violada a la que se fes-

teja un día y se le arrojan insultos

364 días al año que, entre mitos y

fantasmas, se practica el festejo

continuo del día de los inocentes.

Y no hay olvido porque el presente

se repite con las lacras y heridas

que quedaron sin cicatrizar. De tu

RobeRto bañuelas

Roberto Bañuelas

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de nuestra portada �

boca, delicadamente sensual, emergió la afirmación

de que todavía existen el paisaje y la armonía y que

bastaba para ello identificarse con el aire que todavía

sustentaba nuestra vida en la que, a pesar de la lu-

cha de clases y del odio recíproco, caminábamos al

encuentro de las estaciones con festejos equivoca-

dos. No tengas miedo –me dijiste- de que el planeta

se congele o se incinere por alteraciones de la masa

solar, debes saber que el planeta ha sido alterado

en su posición respecto a su eje y es esa la causa

por la que hay esta alteración climática de lluvias en

lugares desérticos y sequía en las zonas que eran

verdes a perpetuidad y, con el rostro sombreado

de tragedia, afirmaste: debemos considerar la amena-

za de los zunamis. El zunami es tu pasión, invade

el campo de mi sensibilidad receptiva que no ha

logrado el poema de la trepidación volcánica de los

seres pasivos que esperan la hora de la venganza.

Se oye el grito de la multitud: “No hay salvación”.

Nacemos y vivimos con la sentencia de la lucha para

volver a ser esclavos, disfrazados de elementos que

cotizan en un sindicato para enriquecer a otro pro-

hombre del desastre sistemático y hereditario. La

salvación es para los poseedores de un alma tortu-

rada entre las amenazas de la muerte y el infierno

como herederos del odio, el rencor y los ríos de bilis

sin drenaje renovado.

Insomnio y redención

Hay un insomnio que combate al sueño para olvi-

darse de sí mismo contra el dolor de ausencia y

del olvido que no anula las desgracias recurrentes

como la presencia hostil de la tos. Todo es incom-

patible, menos la presencia auténtica del dolor para

el que no existe olvido porque impone su presencia

contra la pretensiosa ostentación de pensar. Sólo

queda el regocijo de soñar despiertos frente a los

que padecen insomnio para fraguar la búsqueda

que será mínima e inútil. Mañana será otro día de

lluvia y fuego, y, quizá, tú protegerás tu corazón con-

tra el fuego del amor, ese sentimiento que se arras-

tra por el desierto del odio y la incomprensión. No

es que la humanidad sea perpetuamente malvada,

sino que la falta de oportunidad y lugar para ejercer

el amor queda sustituido por el acecho destructivo

de no amarás a tu prójimo como te vilipendias a ti

mismo. El asalto a la falta de razón cosecha siempre

los frutos del sometimiento y dependencia en que

el proletariado engendrará más prole para ocupar

los puestos de trabajo remunerados con el salario

siempre mínimo.

Coronas y espinas

Las palabras, incomprensibles para la sed y el

hambre, resultan huecas e hipnotizantes frente

al cansancio real y la fuga de sueños. “Dígame usted

cómo puedo explotar a ese analfabeto que no sabe

hacer nada”. Cada día , como calca perfecta, la vida

se repite y se consume entre alguna pesadilla o la

conciencia clara de una lucha turbia entre las co-

ronas de homenaje al solemne muerto y ramas de

espino bajo los pies descalzos, camino con retorno

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alrededor de pirámides fenecidas que no vibran con

los lamentos del dios recordado, pero no más vene-

rado bajo el sol ardiente y la noche densa de mur-

ciélagos con radar que les evita todos los acciden-

tes aéreos en su vuelo alucinado hacia la piel de las

reses pacientes y resignadas al festival de la sangre

succionada. El gallo pitagórico usa las matemáticas

para hacer el recuento de su harén con sus esposas

disciplinadas y productivas que no exigen anillos ni

collares. Al atardecer, los pájaros recorren las rutas

de su vuelo y reservan el escaso canto que les queda

como comunicación del diario acontecer, lejos del

fondo tenebroso de cualquier océano devorador de

barcos de piratas de tierra firme y de mar abierto.

La fuerza de las palabras

Conmocionados, ante el espectáculo auténtico de

una ignorancia legítima, los emisarios dieron la or-

den de hacer funcionar los equipos de sonido a ni-

vel de estruendo para aquellos oídos que sólo habían

escuchado la síntesis del idioma en su versión

de lamentos y maldiciones frente a un gobierno y

un dios que padecían sordera de piedra como par-

te del programa del sistema que se renovaba para

perpetuarse.

Evolución de los cementerios

Los cementerios se están convirtiendo en jardines

o espacios teñidos de verde, tan necesarios y facti-

bles desde que se estableció la moda de la incinera-

ción y así poder ahorrarle visitas de amor obligado

a la parentela (doliente por lo escaso de la herencia)

cada día de todas las ánimas en pena cuyos gemi-

dos no despiertan al velador que afirma, cuando

está despierto, que hay que cuidarse de los vivos

y no de los pacíficos muertos que descansan en paz

de la guerra que sí hicieron cuando transitaban por

este mundo de periplo caótico y de tráfico de drogas

tan productivo con una clientela fiel de treinta millo-

nes de clientes adictos que, suponiendo sin con-

ceder, la semana que les faltare su dosis de ensueño

sin fronteras, se transformarían en igual número

de millones de locos furiosos y terroristas sin causa

pero con efecto fatídico y destructor para asombro,

pavor y espanto de los resignados contribuyentes

al pago puntual de impuestos para financiar la paz:

al fisco lo que es del fisco y a Dios lo que reciba de

oraciones y ruegos de peticionarios insaciables.

Respete las señales

Los caminos inundados de luz permiten ver con

toda claridad los accidentes automovilistas porque

el conductor del tráiler estaba mordido por la impa-

ciencia y obstruyó el paso de los vehículos de cinco

plazas y sólo un conductor que, por la rabia instan-

tánea cambió de color como camaleón de mirada

periférica. Desde la línea espesa de la incompren-

sión, todos los filósofos se ausentan de la ignoran-

cia del iluso lector de pronósticos sentimentales.

Los poetas, como Leda, amaban a los cisnes que se

deslizaban cual soplo para la palabra amor.

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El galope y la espera

Los caballos, en furiosa manada galopan para in-

tentar huir de su sombra fiel durante el día de sol

casi quemante. Algunas nubes anuncian lluvia que,

como algunos trenes, no llegan a la hora anuncia-

da. Tú, practicante obsesa de la continuación de

la espera, insistes en hacer compañía a la soledad

en la que media docena de viajeros, con

información reciente de itinerarios y rutas,

llegan a esperar contigo el arribo del tren

que hoy llegará antes de la media noche.

Al día siguiente, inundado de sol ar-

diente, los caballos salvajes recorren las

llanuras en dirección a la laguna lejana

que anulará su sed. Por un día.

Hacia el futuro

Los niños, a pesar y en contraste con su

agresión primitiva y espontánea, reciben

consejos y prédicas morales de sus padres

y maestros. Cuando llegan a la universi-

dad, su capacidad de lucha o de defensa

está ya programada para asimilar las ense-

ñanzas de una sociedad viciada que tolera

o participa de la corrupción. De camino al

triunfo, logran obtener altas calificaciones

académicas.

Sentencia de divorcio

El día es muchas veces la luz del prodi-

gioso amanecer, pero otras es donde pro-

sigue la angustia de tu ausencia sin definir que,

bien pensado, es menos dolorosa que tu presen-

cia desde que, para combatir tu angustia de no ser

rica,, comías golosinas, galletas y chocolates que

te hicieron crecer el ecuador de tus caderas donde

la grasa que forma caminos tortuosos e intransita-

bles para la ruta de las caricias que integraban la ru-

Aída Emart

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tina erótica antes de dormir y después de despertar

se han tornado intransitables. Ante la guerra dia-

ria que sosteníamos como adversarios unidos para

destruir el amor, hemos esperado la sentencia de

divorcio y la interrogante de otro matrimonio para

dormir con el enemigo.

Antes que todo, la salud

El neumólogo afirma que mi tos no es tos, sino

un espasmo liberador del bióxido de carbono que

los alveolos de los bronquios, por estar invadidos

de flemas, no las expulsan con la normalidad que

disfruta la gente sana, capaz de conservar el equi-

librio emocional que la conduce a las elecciones a

votar en secreto para elegir a un enemigo público.

Presencia de lo absoluto

Somos una imagen pensante o un dolor de sueño

lejano frente a la realidad inmensa del mar. Imagi-

namos que esta lengua de arena casi quemante es la

playa donde estampamos las huellas transitorias de

los pies. La línea del horizonte nos hace creer que

aquello es otra orilla donde algún barco comienza

a surgir con el humo que expulsan sus chimeneas.

La sensación del infinito puede cumplir la promesa

e integrarnos a la totalidad de su cielo líquido. La

espuma del golpeteo de galeote perpetuo

de las olas se acumula y desaparece como

el fantasma obsesivo de un reloj que nos

invita a jugar con la interrogante de la

muerte. Algunas sirenas, en diminuto bi-

quini, caminan y ríen por la orilla del mar

que hace de su jadeo un rítmico corazón

del planeta.

No existen palabras para definir su

infinitud que vuelve a comenzar donde

imaginamos que acaba, y nosotros, em-

belesados ante el terror de su horizonte

siempre lejano, jugamos a sintetizar su

presencia en una frase que intenta la ma-

gia de la poesía.

La noche extiende sus reflejos de es-

trellas y de luna creciente sobre el manto

negro del agua solemne.

Francisco Del Castillo Lozano

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“No existe una historia, un oficio de historiador;que sí oficios, historias, una suma de curiosidades,

de puntos de vista”.(Fernand Braudel)

En el andar de los últimos cuatro siglos esta

fantástica ciudad fungió como capital de

sucesivos regímenes: El reino de Prusia, el

Imperio alemán, la República de Weimar, el Tercer

Reich y la República Democrática Alemana. Después

de todas las peripecias posibles, ¡Sangre y fuego!,

guerra fría incluida, la urbe germana resurge al nue-

vo milenio como la capital de Alemania reunificada.

Aclamada a últimas fechas como la capital crea-

tiva de Europa o como la capital de la cultura con-

temporánea europea, Berlín es un condimentado

brebaje de historia y vanguardia que puede hechizar

a cualquiera.

Hablar de Berlín seduce a sumergirse en un océa-

no de acontecimientos, personajes y visiones, in-

menso mar que por esta vez no habré de surcar, pero

andar por sus playas puede ser un buen comienzo.

Julio CésaR oCaña

Luis Garzón

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12 El Búho

El nueve de noviembre de 1989 cayó el polémico

“muro de la ignominia”, y para quienes tuvimos la

fortuna de vivir de primera mano acontecimiento

histórico de tamaña envergadura, referirse a Berlín

en este contexto es materia obligada de conciencia.

Aquella tarde otoñal parecía todavía lejana la

caída del Muro de Berlín. Los alemanes orientales

habían iniciado su revolución pacífica con las tu-

multuosas manifestaciones de otoño en Leipzig,

alentados por los vientos frescos que había desa-

tado Gorbachov con su Glasnost y la Perestroika. La

socialista Hungría había abierto sus fronteras des-

de el 2 de Mayo de ese año, y por allí se daban ya

emigraciones masivas de alemanes orientales hacia

el Occidente. Ante el nuevo escenario, el gobierno

socialista de la República Democrática Alemana,

con premura estudiaba ya la emisión de nuevas

reglamentaciones que dotaran a los alemanes en el

Este de mayores libertades, sobre todo en cuanto

se refería al tránsito hacia los países occidentales.

Todo el mundo esperaba con ansiedad los términos

de la nueva ley.

Carmen Parra

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A las siete de la tarde del 9 de noviembre de 1989

estaba programada la anunciada sesión del consejo

de Ministros para discutir y aprobar los términos

definitivos de tan esperada decisión. Egon Krenz, en

ese momento Secretario General del PSUA (Partido

Socialista Unificado de Alemania), y Jefe de Estado

de la RDA, puso en manos de Günter Schabowski,

miembro del buró político del Comité Central, el

texto de la nueva reglamentación que había leído

para conocimiento del Comité Central ese mismo

día por la mañana, sin que se hubieran dado mayo-

res discusiones en el seno del partido. Tal vez a ello

se debió que el camarada Krenz dio por un hecho

consumado su aprobación en el Consejo de Minis-

tros y autorizara a Schabowski para informar de ello

en la conferencia de prensa que tenía lugar por la

tarde en la sede del comité central del PSUA, casi

a la misma hora que el Consejo de Ministros en-

traría en sesión para la discusión y aprobación de-

finitiva de la nueva ley. Según la revista Der Spiegel,

se trató de la conferencia de prensa más famosa del

siglo, y también de la más aburrida, hasta que el

sexagenario periodista italiano Riccardo Ehrman

planteara a Schabowski la pregunta de las pregun-

tas, “la pregunta que cambiaría al mundo…”, ésa

que orillaba al funcionario a dejarse de vaguedades

y a expresarse de manera concreta y contundente

sobre los términos de la nueva reglamentación.

Habría que situarse en el ambiente que privaba

aquella tarde en Berlín oriental, al calor de los acon-

tecimientos de las últimas semanas, y ante la expec-

tativa de muchos alemanes en el sentido de una aper-

tura de mayores dimensiones hacia el occidente.

Sin embargo, nadie a esas alturas se imaginaba que

el muro podría abrirse antes de que terminara el día.

Cuando Günter Schabowski leía aquel papel que al-

guien le alcanzó, recadito sobre cuyo origen se ha

desatado un caudal de especulaciones, y donde se

decía que se concedía “libertad de viajar y transitar,

desde cualquier parte de la RDA y de Berlín hacia el

exterior, sin ninguna restricción y de manera inme-

diata”, los berlineses no parpadeaban frente al tele-

visor, ante la posibilidad de que aquello que oían y

veían fuese verdad y no un sueño, ése que siempre

habían soñado. Y es que Günter Schabowski había

dicho que también se incluían los puntos fronte-

rizos entre los dos Berlines, cosa que no podía ser

decisión sólo del Consejo de Ministros de la RDA,

pues estaba de por medio el Tratado de las Cuatro

Fuerzas de Ocupación: La URSS, USA, Francia y Gran

Bretaña, y éstas, en conjunto, tendrían que haber

tenido injerencia ante una medida semejante.

Más tarde, Günter Schabowski confesaría que

aquello de que también se concedía libertad de

tránsito en el área de Berlín, y de manera inmediata,

había sido de su cosecha, resultado de su ofuscación

ante la presión del momento y la expectación de la

gente. Como era de esperarse, a partir de ese ins-

tante prácticamente todo mundo en Berlín Oriental

tomó la vía más rápida al punto fronterizo más cer-

cano, llámese la Bornholmerstrasse, el Checkpoint

Charlie o la céntrica Friedrichstrasse. Schabowski

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14 El Búho

dio por concluida la conferencia de prensa en el en-

tendido de que los guardianes de las fronteras en

Berlín habían sido ya debidamente instruidos para

tomar las medidas necesarias: permitir el libre ac-

ceso a quienes así lo desearan y coadyuvar a que

el tránsito en ambos sentidos se diera de manera

fluida y ordenada. Todo aquello podría interpretarse

como un signo más de la apertura del gobierno, y

de su tolerancia y buena voluntad, lo cual sin duda

contribuiría a distender la situación y daría a la RDA

un respiro en el camino hacia las nuevas reformas

que finalmente habrían de confluir en el fortaleci-

miento del socialismo. La verdad es que cuando ya

los ríos de gente se dirigían a todos los puntos de

acceso a Berlín occidental, los guardias fronterizos

todavía no sabían nada de nada.

En una entrevista concedida al conocido perio-

dista berlinés Peter Brinkmann, que fue publicada

en el Berliner Kurier, comenta Schabowski que él se

fue a descansar aquella tarde en el entendido que

la gente con toda tranquilidad iba a cruzar las fron-

teras y regresaría a sus hogares sin mayores com-

plicaciones. “Iba ya camino a mi casa en Wandlitz

cuando me alcanzó la primera llamada telefónica

informándome que había grandes aglomeraciones

en las fronteras, y que los guardias fronterizos no

sabían qué hacer y se sentían hostigados, pues la

gente reclamaba que dieran el paso libre, cuando

ellos no habían recibido todavía ninguna orden en

ese sentido. La situación se ponía tensa y el riesgo

de enfrentamientos o de que algún guardia hiciera

uso de las armas contra la población era bastan-

te probable”. Continúa Schabowski: “Me sulfuré y

pregunté a mi interlocutor que qué era lo que pa-

saba, que las instrucciones habían sido precisas y

suficientemente claras, que la decisión del gobierno

había sido tomada, que yo así lo había dado a cono-

cer a la prensa, que las fronteras estaban abiertas

sin restricción alguna”.

El pesado miembro del buró político, protago-

nista central ese día, regresó a cerciorarse y se di-

rigió al cruce fronterizo más cercano a su trayecto,

la Bornholmerstrasse. Allí pudo percatarse que la

gente ya pasaba libremente, y enfiló nuevamente a

su residencia pensando que seguramente los guar-

dias fronterizos habían recibido las instrucciones

correspondientes. Lo que Schabowski no sabía es

que en ese sitio la decisión de abrir las fronteras

no se debió a una orden de arriba, sino a la deter-

minación del comandante del lugar, quien haciendo

uso del sentido común, y para evitar una tragedia,

tomó la decisión de dejar pasar a la gente sin mayo-

res averiguaciones. Para entonces ya se dejaba ve-

nir también de la parte occidental una avalancha

humana hacia los accesos al oriente de la ciudad.

Más tarde reconocería el señor Schabowski que

todo pasaba por su mente, menos la “improbable”

posibilidad de que la burocracia alemana no pu-

diese funcionar. Y así fue que aquella noche todos

los altos funcionarios, y dirigentes del PSUA y del

gobierno de la RDA, se fueron a dormir sin saber a

ciencia cierta qué era lo que realmente estaba suce-

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de nuestra portada 15

Hugo Navarro

diendo, lo que habían hecho ese día o lo que habían

dejado de hacer. Al parecer, nadie de ellos sabía con

certeza lo que se había decidido, ni quién lo había

decidido. La confusión y la incomunicación mo-

mentánea entre las diversas instancias rectoras de

la vida pública, y en buena medida hasta de la vida

privada en la RDA (el partido y el gobierno), tanto

como hacia el interior de cada una de ellas,

había generado una rara situación; pero,

finalmente acostumbrados a que los acon-

tecimientos siempre tomaban los derroteros

previstos, nadie de ellos podía imaginarse

que su mundo feliz estaba por derrumbarse.

“Llegué a Wandlitz —concluye Schabowski

(Wandlitz era el lugar de residencia de la

dirigencia socialista en Berlín. Allí vivían

Erich Honecker, Willy Stoph, Günter Mittag,

Erick Mielke… a las orillas del tranquilo y

hermoso lago de Wandlitz)— y allí reinaba

la oscuridad. La dirigencia socialista dormía

en profundo sueño”.

Al día siguiente el periódico oficial del

PSUA, el Neues Deutschland, cabeceaba

ingenuo: “Manifestaciones de camaradas

berlineses ante el Comité Central…”, “Co-

menzó la décima sesión del Comité Central

en Berlín…”, “Nueva dirigencia, posiciones

del PSUA y Programa de Acción del Parti-

do…” y así por el estilo… Nada de la ver-

dadera noticia del día, el día en que el Muro

de Berlín cedió y comenzó a ser derruido.

Pero más allá de lo sucedido, y de todos los sig-

nificados y reflexiones que podamos derivar de la

histórica fecha, a 25 años de aquella noche mágica

bien puede resultar interesante preguntarse: ¿Y a

dónde fue a dar el tantas veces mentado y multici-

tado Muro de Berlín? Los turistas que hoy día visi-

tan la Puerta de Brandenburgo, y la supermoderna y

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1� El Búho

bulliciosa Plaza Potsdam, no pueden creer que ape-

nas hace dos décadas un muro de concreto partía

por el corazón a esta gran ciudad, y la dividía en dos

partes ajenas, distintas, irreconciliables. Vestigios

físicos de la famosa barda quedan ya muy pocos

a la vista. La más conocida sección de muro aún

en pie se encuentra en la parte oriental de la ciu-

dad, es una tira de 1.3 kilómetros de largo conocida

como la East Side Gallery. En 1990, artistas de todo

el mundo se dieron cita para pintar sobre ella gi-

gantescos murales. El motivo más llamativo de tan

peculiar galería es seguramente la obra de Dimitri

Wrubels, Beso de hermanos, que recuerda los im-

petuosos ósculos con que se saludaban Honecker

y Breschnew para hacer patente el indestructible

lazo que les unía y que debía simbolizar la inque-

brantable hermandad de ambos pueblos: El socia-

lista alemán y el socialista soviético. Otra parte de

muro, de 200 metros de longitud, se encuentra en la

Bernauer Strasse, allí se realizó una inversión mi-

llonaria para construir el Memorial del muro, cuya

finalidad sería la de mantener vivo el recuerdo de

aquellas personas que intentaron escapar, muchas

de las cuales, en esta misma calle, saltaban de las

ventanas de los pisos altos para huir

hacia el Oeste, encontrando algunas

de ellas su libertad en la muerte. El

tercer tramo “viviente” del muro,

también de 200 metros, puede verse

al pie del edificio de exposiciones

Martin Gropius. Pero, ¿Y el resto? ¿A

dónde fue a dar tanta piedra?

Eberhard Schade y Stefanie

Friedhoff, de la afamada revista

alemana Stern, se dieron a la tarea

de investigar dónde quedaron las 45

mil piezas de cemento armado que

dieron forma y consistencia a la úni-

ca construcción en la tierra, junto a

la Muralla China, que podía distin-

guirse desde el espacio.

Retomo algunos datos por ellos

proporcionados, y los agrego al cono-

Jaime Goded

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de nuestra portada 1�

cimiento propio y a mis vivencias. Primero fueron

los “pájaros carpinteros” que aquel 9 de Noviem-

bre del 89 taladraron, y a golpe de martillo y cincel,

quisieron arrancarle un pedazo de historia al muro

y guardarlo, en algunos casos como un trofeo de

guerra, en otros como un triste recuerdo, y en al-

gunos más simplemente en un arrebato de euforia,

por inercia, tal vez también para agregar una pieza

de colección al museo familiar, augurando quizá

el pretexto para un cuento de abuelo en un futuro

más o menos cercano o más o menos lejano. Poco

después aparecieron los vendedores ambulantes

que a los pies de la Puerta de Brandenburgo, entre

Matrioskas, cachuchas y boinas del ejército sovié-

tico, la hoz y el martillo plasmados en broches y un

sinfín de chucherías de todos los materiales; entre

botas, cantimploras, capas, chalecos, banderas,

y hasta uniformes militares completos, también

ofrecían pedacitos de muro a los turistas y pasean-

tes, obviamente con su correspondiente “certificado

de autenticidad”.

En la primavera de 1990, en vísperas de la unión

monetaria, a pocos días de que los diminutos bille-

tes azules de 100 marcos orientales que mostraban

la imagen de un imponente Carlos Marx dejaran de

tener valor monetario, recogí tres trocitos de muro

cerca del edificio Martin Gropius, mismos que ese

día por la tarde volví a tirar desde un tranvía en mo-

vimiento sobre la Leninalle (Avenida Lenin) porque

de pronto me parecieron tan simples, tan iguales, tan

idénticos a cualquier pedazo de cemento de cual-

quier lugar del mundo, que me sentí el más ridículo

fetichista al cargarlos en la bolsa izquierda de mi

pantalón. Finalmente, siempre he creído que la his-

toria no la hacen las piedras, por mucho certificado

de autenticidad que puedan presentar. La memoria

histórica no precisa de ruinas para activarse.

El Muro de Berlín puede estar hoy en todas par-

tes, aunque ya no se vea desde el espacio sideral.

Ronald Reagan se llevó una esquina de muro de 3.6

metros de alto por 1.20 de ancho, con un peso de

dos mil 600 kilogramos, como un peculiar recuer-

do de la guerra fría; también el ministro del inte-

rior de Bavaria y el Papa Juan Pablo II se llevaron

un pedazo similar. Otras piezas semejantes fueron

subastadas. De entre algunas de esas compras tan

singulares llama la atención, por su excentricidad,

el caso de la esposa de un millonario de Mónaco

que compró un tramo de muro para ubicarlo en los

jardines de su palacio, pues alguien la convenció

de que mirar piezas de cemento suele ser buena

cura para las depresiones. Un caso parecido fue el

de un dentista alemán de origen polaco que cer-

có completamente un terreno de su propiedad en

Breslau con 50 segmentos de la famosa barda, pues

le fascinaba la idea de “vivir enmurado”.

Aparte de estos y algunos otros ejemplos docu-

mentados, la verdad es que nadie puede asegurar

con certeza a dónde fue a parar la totalidad de las

tan tristemente célebres como codiciadas 45 mil

piezas de cemento. Una cifra sí es segura: 500 mil

toneladas fueron desmontadas, trituradas y utiliza-

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1� El Búho

das como escombro y material para nivelación de

terrenos en diversas obras en construcción a lo lar-

go y ancho de ambas partes de la ciudad.

Podemos hablar de un muro bajo el suelo de

Berlín, pulverizado hasta en partes de 0.2 milímetros

del más fino cemento tipo B 400, y es quizá también

la opinión de muchos la de aquel berlinés que dijo

que “así, bien sepultado bajo nuestros pies, está el

muro en el lugar correcto”.

A dos décadas del acontecimiento que para al-

gunos historiadores y analistas marcó el verdadero

fin del siglo XX, los festejos de los alemanes “reuni-

ficados” dejaron mucho qué desear, sobre todo por

el postizo carácter festivo de los eventos realizados

para tal fin. Diez años antes la gente vibraba to-

davía un poco más sincera entonando las notas de

Wind of Changes, de Scorpions y el Himno a Berlín,

de Udo Lindenber, con la presencia de Gorbachov,

de Busch padre y de Helmut Kohl, el canciller de la

reunificación.

En el aniversario número 20 no faltaron promi-

nentes, y las celebraciones fueron escandalosas

hasta donde se los permitió la crisis que todavía

hacía olas en Deutschland, aunque en mi opinión

la mejor celebración para el pueblo alemán en esos

días debió ser la intención del gobierno de Angela

Merkel en el sentido de no sólo no incrementar las

cargas fiscales a los contribuyentes, sino más allá

de ello, reducir dichas cargas a la par de incremen-

tar los apoyos a las familias y a las pequeñas empre-

sas, con el fin de hacer un frente verdaderamente

inteligente a la peor crisis económica mundial de

los últimos 80 años.

Nadie puede negar la relevancia y la trascenden-

cia de los hechos y de las personalidades que juga-

ron un papel en el proceso que simbolizan, tanto

el levantamiento como la desaparición del llamado

Muro de Berlín. Son muchas las reflexiones que

motivan tales eventos; por ejemplo, las preguntas

acerca de las consecuencias prácticas y la interpre-

tación que los directamente afectados o beneficia-

dos tienen de ellos. Interesantísimos son los resul-

tados de algunas encuestas levantadas por algunos

medios y agencias alemanas a diez años de la caída

del muro, pero más interesante me parece lo que

piensan los alemanes transcurridas dos décadas del

singular acontecimiento.

En 1999 el 36.7% de los encuestados opinaba que,

en efecto, la caída del Muro de Berlín fue un triun-

fo para la libertad y la democracia; 10% de ellos

decía, por el contrario, que eso no fue así, que más

bien lo destacable era que Alemania Oriental había

pasado a convertirse en una presa más del capitalis-

mo. Sólo un 6% expresaba que la unidad de las dos

Alemanias era ya un hecho consumado; en cambio,

un 24% de los encuestados representaba la postura

de que Oriente y Occidente seguían siéndose ajenos,

extraños. A diez años de su ya no existencia mate-

rial en Alemania, prevalecían aún los muros menta-

les entre “Ossis” (los de Oriente) y “Wessis” (los de

Occidente) y estos seguían siendo un motivo de preo-

cupación para muchos, a tal grado que el entonces

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presidente alemán Johannes Rau, recordando en su

discurso festivo la alegría de aquellas fechas, apela-

ba a sus conciudadanos a intentar juntos la solu-

ción de los problemas de la nación, y, sobre todo,

a “reencontrarnos verdaderamente”. Pasados diez

años más, su homólogo, Horst Köhler, decía el 2

de Octubre de 2009: “Estoy completamente seguro,

el país y los alemanes queremos la unidad, ésta es

una gran suerte para todos, pero tal vez las perso-

nas en el occidente no hemos mostrado el respeto

suficiente por los alemanes orientales”. Y es que,

pasado casi un cuarto de siglo, los alemanes siguen

sin entender por qué pareciera que Alemania no es

una todavía, por qué siguen viéndose todavía como

“Ossis” y como “Wessis”.

La recientemente fracasada iniciativa de volver

a introducir las clases de religión en las escuelas de

Berlín es una muestra de que los relojes de los “Ossis”

siguen marcando tiempos diferentes a los de los

“Wessis”. Mientras que en Charlotenburg (Berlín

occidental) votaron 60.5% a favor de las clases de

religión, en Marzahn (Berlín oriental) votaron 77%

en contra. Aún hoy el Oriente sigue siendo mayorita-

riamente ateo (64%), en tanto que el Occidente sigue

Lilia Luján

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20 El Búho

siendo religioso (78%). En asuntos de lo familiar las

diferencias siguen siendo abismales. De los matri-

monios celebrados en Alemania, solamente 15% se

dan en la parte oriental, a pesar de que allí vive más

del 20% de la población. Aún así, en Occidente la

cuota de divorcios es de 40%, mientras que en Orien-

te es de sólo 33%. Y en materia política, ni se diga:

Apenas 12 por ciento de los alemanes orientales

piensan que el sistema político del Oeste es bueno.

Nueve de cada diez, incluso, desearía que las cosas

siguieran siendo como en la vieja RDA. El historia-

dor Arnulf Baring, constata incluso que “en Oriente

existe una aterradora envidia y resentimiento contra

el Oeste”. Una consecuencia de esto es que el par-

tido “Die Linke” (“La izquierda”), el par-

tido sucesor del PSUA, sigue creciendo

a pasos agigantados en el territorio de la

antigua RDA. Hubertus Knabe, experto en

la STASI (la agencia de seguridad estatal

de la RDA) y autor del libro La herencia de

Honecker: La verdad sobre la Izquierda,

afirma desconcertado que 41% de los

alemanes orientales niegan que la RDA

haya sido un estado represor, a pesar

de los más de cien muertos del Muro y

de la orden de disparar contra todo aquel

que intentara cruzar ilegalmente hacia el

lado occidental de Berlín.

Durante los días que precedieron al

20 aniversario de “la caída”, hubo en Ale-

mania derroche de retórica en torno al

tema de la reunificación. El mismo Gregor

Gysi, ex militante del PSUA y jefe de la

fracción parlamentaria de La Izquierda

en el Bundestag declaraba al periódico

berlinés Bild am Sonntag, el 28 de Octu-

bre de 2009, que “la caída del muro fue

un acto de liberación”.

Jesús Anaya

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Con todo, el aniversario 20 fue celebrado por

muchos con sentimientos encontrados. Sin lugar

a dudas, la libertad de tránsito y de expresión, y

las libertades políticas de los ciudadanos, se vie-

ron favorecidas; pero también es cierto que, una

vez pasada la euforia y las alucinaciones del triunfo

de un sistema sobre el otro, para los alemanes de

occidente los “Ossis” resultaron una carga económi-

ca que se reflejó inmediatamente en el incremento de

sus impuestos, pues de alguna manera había que fi-

nanciar la modernización de la rezagada parte orien-

tal. Por otro lado, los alemanes orientales, acos-

tumbrados a un sistema de seguridad social que les

ofrecía certidumbre en aspectos primordiales como

educación, salud y empleo, llevan ya dos décadas

sometidos a las crueldades e injusticias del sistema

capitalista; ese sistema tan conocido por nosotros

donde gozamos irrestrictamente la libertad de aspi-

rar a la prosperidad, aunque las posibilidades reales

de lograrla aplican restricciones. Ese sistema donde

las pérdidas económicas de la nación, ocasionadas

por la voracidad y la avaricia de unos pocos mega

ricos, en países como México deben ser absorbidas

y subsanadas en mayor medida por los asalariados

y por las pequeñas empresas.

El derrumbe del socialismo por “malo”, no

significa que el capitalismo triunfó por “bueno”,

aunque así nos lo quieran vender los poderosos y

los políticos reaccionarios que representan sus in-

tereses, amén de que esta historia no termina aún.

Tal vez apenas comienza…

Las contradicciones antagónicas de esta for-

mación social son cada vez más drásticas y con-

tundentes (no es cierto que “el capitalismo es el fin

de la historia”, como arguye Fukuyama). Los ver-

daderos dueños de los dineros del mundo, los para-

sitarios capitalistas financieros son los responsable

directos de la gran crisis mundial, cuyos efectos

más devastadores aún están por venir, a pesar de

que sus voceros nos digan que “lo peor ya pasó”.

Ellos son culpables y se ostentan como redentores,

pues tienen los medios y el poder de la publicidad

y el marketing a su favor; ese puñado de patrones

multimillonarios y sus empleados: políticos y co-

municadores “responsables”, “centrados”, “mesu-

rados”…, son los apologistas de un sistema a cuya

esencia y mecanismos hay que atribuir, en última

instancia, las grandes miserias a que nos arrastra la

impetuosa corriente de “las frías aguas del cálculo

egoísta” (Marx).

El mismo sistema que sin los disparos de muerte

desde las torres de vigilancia de las bardas fronteri-

zas del Berlín Oriental y sin guerras frías o calientes,

nos mata más, nos enferma más, nos empobrece

más, nos castiga injustamente más, nos impide más

y nos frustra más, y lo que es peor: nos divide más.

A veinte años, y contando, de su ya no exis-

tencia material en Alemania, prevalecen los muros

mentales entre “Ossis” y “Wessis”.

Antes, el muro les impedía mirarse y comuni-

carse, abrazarse… Hoy, sin el muro de por medio,

todavía se andan buscando para reencontrarse. Aún

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22 El Búho

pasan y se pasean unos al lado de los otros por el

occidental Kurfürstendamm y por el oriental Un-

ter den Linden, igualmente sin poderse o quererse

mirar a los ojos, sin abrazarse, sin festejarse como

aquella noche feliz del 9 de Noviembre de 1989.

¿Dónde están y cuáles son los muros que hay

que derribar todavía? ¿Las barreras que impiden

lograr un reencuentro y una reunificación plena de

los seres que aquí en México, en Berlín o en Tim-

buktu, lo que anhelamos es realmente muy poca

cosa: Libertad, justicia, seguridad, paz y bienestar?

Tal vez habrá que ir más allá de la confrontación

de modelos económicos y de políticas y poner en

tela de juicio el mismísimo concepto occidental

(¿moderno?) de progreso. ¿Volver a cimentar nues-

tra vida en los valores del espíritu, como sugiere Vá-

clav Havel? Pero, ¿de cuál espíritu? ¿El de Jesús? ¿El

de Marx? ¿De ambos tal vez?

¿Volver a los orígenes?

Volvamos, pues, a los orígenes y reescribamos

la historia: una historia de puentes…

* Este texto está incluido en el libro Cartas desde Berlín. Testimonio epistolar de un debate ideológico entre un seminarista, aprendiz de cura y un ex seminarista, aprendiz de comunista, de Julio César Ocaña, Primera edición, El Aleph, Argentina 2010.

Alfredo Meléndez Abad

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A Guadalupe Loaeza es difícil encasillarla en un

género. Va de la crónica social a la biografía; del

texto de opinión al perfil. Escritora prolífica, se

inició en el periodismo mexicano en 1982 en el legen-

dario diario Unomásuno. En su haber

ha publicado más de 40 libros, todos

ellos de amplios tirajes y décimas edi-

ciones. Es una de las firmas más leídas

del diario Reforma, trabaja en radio,

en televisión y en distintas publica-

ciones como las revistas Hola!, Caras

y The Billionarie. Realizó la biografía

más completa y detallada sobre la vida

del Músico, poeta y loco: Agustín Lara.

Cronista de las altas esferas del poder

mexicano, no le es ajena la literatura;

su primera novela Las Yeguas Finas,

le ha ganado el respeto de colegas y

críticos.

AbrAhAm GorostietA

Adolfo Mexiac

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24 El Búho

Lupita, como se le conoce en el medio es una

mujer incansable que abre las puertas de su casa,

ubicada en lo que fue la zona francesa del Porfiria-

to de la Ciudad de México a El Búho para char-

lar un poco sobre su vida, sus pasiones y, sus

desencuentros.

******

La casa de Guadalupe Loaeza es en verdad hermosa.

Vive encima de un restaurante gourmet francés, en

una de las zonas más lindas, francesas y antiguas

de la Ciudad de México. Las paredes -grandes y es-

paciosas- de su casa están forradas de piso a techo

por pinturas, ahí podemos ver un Toledo, un Galán,

una María Izquierdo, entre otras. Al fondo, se ubica

un enorme ventanal que da a la calle de Brasil, al

famoso parque donde solía pasear doña Carmelita,

la muy joven esposa de don Porfirio Díaz.

Una mesa se ubica en una esquina,

sobre ella varias fotos que muestran

a Guadalupe, Lupita, la niña con su

padre; con doña Dolores de Tovar,

su madre, con sus hijos, sus nietos.

Ella frente al mar mediterráneo; ella

paseando por las islas griegas; ella

simplemente y al fondo la torre Eiffel;

ella en la ciudad luz. Una cosa resal-

ta entre las fotos: su condecoración

con la Orden de la Legión de Honor,

en grado de Caballero, conferida por el

gobierno de Francia en 2003.

******

La escritora desvía siempre la mirada.

Piensa, reconstruye su pasado: “Tuve

una infancia que añoro. Vivía en una

colonia con peso e influencia. La colo-

nia Cuauhtémoc, poblada de ríos, muy

cerca de Reforma, a unos pasos de la

naciente colonia Rosa. Fue una infan-

José Juárez

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cia tranquila, feliz, podía ir a visitar a mis abuelos

en las calles de Milán en la colonia Juárez, era una

ciudad tranquila” y pronto aclara que es la séptima

de nueve hermanos. Sobre su madre, doña Dolo-

res Tovar y de Teresa recuerda que fue “una mujer

muy enérgica y autoritaria, pues: “siempre estaba

presente en todo, siempre quería tener la razón en

todo. Una madre muy estricta”. Su madre, mujer

de sociedad se la pasaba frente al teléfono todo el

día, platicando si las Corcuera o si las Díaz o las

Hérdez… La cronista se detiene un poco, junta

las manos y narra:

Estudiaba en una escuela de monjas y según el

grado que estudiara era la complejidad de mi

bordado. Ahí nos enseñaban esas cosas y como

se acercaba el 10 de mayo, era tiempo de bordar.

Nos sentábamos alrededor de una monja que

nos instruía. Pero yo no tuve talento para esto

y mi bordado era horrible, las flores parecían

moscas, el hilo se me enredaba, repetía el tra-

bajo hecho de un día y lo deshacía por las tardes

para que quedara bien, pero esto nunca pasó.

Era el peor de todos. El día de la entrega la moja

me sorprendió. Ahí estaba mi trabajo, hermoso

y planchadito: “mira que bien te quedó” me dijo

la monja con aliento a ostia. Ese día se lo entre-

gué a mi madre, era sábado, y por supuesto mi

madre estaba al teléfono, esperé un largo rato a

que colgara pero no lo hacía. Me paré frente a

ella y le di su regalo. Mi madre extendió la mano

desocupada, tomó el regalo y lo colocó sobre

la mesita pegada al teléfono, me hizo un giño

como diciéndome “al ratito lo veo”. El regalo

permaneció ahí, por varias semanas, intacto.

Su padre fue un abogado respetado, fundador

del Partido Acción Nacional junto con don Manuel

Gómez Morín. Diplomático en los gobiernos de

Alemán, Ruiz Cortines y López Mateos. Lupita lo re-

cuerda: “mi padre siempre trabajando, estaba ausen-

te de todo. Siempre abstraído en su música, sus li-

bros, sus negocios”.

******

La retratista de la alta clase social fue una “niña

bien”. Estudió en escuelas de monjas, tenía amista-

des “bien”. Fue educada con costumbres y valores

muy tradicionalistas: “Mi madre me educó como

una niña bien. Vestía como vestían las niñas bien,

hablaba, comía y pensaba como lo hacen las niñas

bien, pero no teníamos dinero, o mucho dinero,

porque sabes, hay categorías en las niñas bien, y no

tener suficiente dinero me excluía de algunas cosas.

Así que fui educada con muchos conservadurismos,

atavismos y como se educan a las niñas bien pero

nunca pertenecí a las niñas bien”.

La biógrafa de Agustín Lara explica para

El Búho:

Las niñas bien mexicanas son un pequeñísimo

sector de la sociedad. Dividen su mundo entre blan-

cos y “prietos”. Se caracterizan por sus expresio-

nes, sus vocablos y eternos anglicismos, pues eso

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2� El Búho

les da estatus de “cultas” y fijan su no pertenecía

a la “chusma” que no habla inglés y mucho menos

francés.

Pero existen categorías: están las Niñas bien,

desoficiadas: Todas estudiaron una carrera, están

inscritas en un gimnasio pero no van, pues Palacio

de Hierro es primero. Tienen grandes planes y varias

opciones de trabajos pero nunca llegan a hacerlo.

Las más liberadas están constantemente buscando

qué pueden hacer en el extranjero y se la pasan el

tiempo viajando pero rara vez se quedan en hoteles

pues tienen muchos amigos que las hospedan en

sus casas. Frecuentan lugares como Kashymir, Cluv,

Om o Café O (en DF); Les Caves du Roi, VIP, Cabaret

(en París); Olivia (en Marbella). Sus Marcas son Dior,

Vuitton, Fendi, Cartier, Pucci y Gucci.

Las niñas bien, fashion: Ellas buscan que quede

bien claro que ellas son bien diferentes a las demás

niñas bien. Trabajan en agencias de publicidad, rela-

ciones publicas, mercadotecnia, son fotógrafas,

modelos o trabajan en la moda. Sus amigos son

argentinos, venezolanos, colombianos, franceses

Francisco Maza

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de nuestra portada 2�

e ingleses. Prefieren las tachas pero en las fiestas

en tout petit comite se van por la marihuana. Salen

en revistas como Caras, Ocean Drive y Quién. Sus

mejores amigos son gays. Viven en Lofts maravi-

llosos en la Roma o la Condesa. Se tardan mucho

en arreglarse pero hacen todo lo posible por que

se vea natural. Ven Fashion TV y E! Entertainment

Television.

Niñas Bien, bien: Por lo general, son anoréxicas,

bulímicas o cualquier otra enfermedad de moda.

Pretenden ser castas, fresas e inocentes, pero nin-

guna lo es. Estudian escuelas Del Bosque, Irlandés,

Regina, Sagrado Corazón, Anáhuac e Ibero. Su meta

en la vida es ser esposas de un niño bien con mu-

cha lana. Sus marcas: Zara, Mango, Vershka, bebe,

Miss Sixty, 7 Jeans, Juicy, Puma, Nike, BCBG y algún

accesorio Vuitton o Gucci. Nunca dicen groserías en

público y en sociedad son simplemente perfectas.

Niñas bien, new poor: han viajado por todo el

mundo, han hecho lo que se les da la gana, han

tenido acceso a todo. Son educadas, cultas y estu-

dian carreras no muy prácticas como Historia del

Arte. Como no tienen tanto dinero, en vez de com-

prar cinco t-shirt Dior, compran una y la lavan con

Vel Rosita. Buscan trabajo sin querer encontrarlo.

Niñas bien, atascadas: viven en la peda. No cono-

cen límites, abusan de las drogas, del alcohol, sexo

y del shopping. Siempre se visten de marca pero no

siempre bien. Son odiadas por las demás niñas bien.

Son divertidas pero su reven es muy pesado.

Niñas bien, panistas: trabajan en el partido pero

no aceptan que son panistas. En las reuniones so-

ciales prefieren hablar de las portadas de Hola! que

de Martha Sahagún, Fox, Calderón. Cuando pro-

nuncian palabras en francés lo hacen con mucho

acento.

******

La escritora se toma un respiro. Muestra sus pintu-

ras, habla sobre sus inicios: “El periodismo a mí me

formó completamente. Es un oficio muy enriquece-

dor, es un oficio en el que se aprende todo los días.

Te da una visión distinta, te despierta la curiosidad,

te forja un carácter, te da criterio, te hace mante-

nerte informado, te hace reflexionar. El periodismo

es una Universidad, por decirlo de algún modo.

Yo estudié hasta el bachillerato. Entonces le debo

mucho al periodismo y me ha gustado caminar en

sus géneros. La crónica, la entrevista, la opinión,

el reportaje”.

Ha escrito best seller como Los de Arriba, Com-

pro y luego existo, Infancia es destino, Las reinas de

Polanco, Las niñas bien, Compro y luego sufro. Inicia

su actividad periodística en la revista Obelisco, una

revista “muy atinada, muy original, muy valiente”,

comenta Lupita, y explica: “allí escribí un texto que

se llama ‘Las reinas de Polanco’. Un texto que me

elogiaron mucho, pues describía a la ‘alta burgue-

sía’ mexicana, desde ahí fui agarrando mi estilo y

desde ahí comencé a describir a ‘esta gente’”.

“Esa gente”, Guadalupe marca distancia pero

pronto abunda: “no me ubico junto a ellos pero tam-

poco sin ellos. Entro y salgo de este mundo, como

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2� El Búho

si tuviera una puerta. Si perteneciera al mundo que

describo no tendría esa distancia para observar

ni un juicio correcto. Es un mundo muy cerrado. Es

un pequeño sector, muy pequeño sector de la so-

ciedad, con aspectos en su sentir muy marcados,

muy conservadores y muy racistas, clasistas. Tengo

la intención de escribir un libro que se llame ‘Así son

ellos’. Pues viven en un mundo donde creen que

todo mundo les debe pleitesía, halagos, respeto”

Trabajó en el mítico Unomásuno. El periodista

Miguel Ángel Granados Chapa publicó sus textos.

Junto con él fundan La Jornada. Y Junto a él man-

tiene una relación por 12 años.

******

En 2009, el líder del PRD, Andrés Manuel López

Obrador la llama para que sea diputada. Guadalupe

perdió esa batalla pero la experiencia que vivió sir-

vió para que hiciera el libro Comedia Electoral. La

escritora explica: “Nunca he votado por el PRI ni lo

haré por el PAN, he estado siempre cerca de la iz-

quierda, pero la “izquierda” me repelía y por el otro

“lado” también fui incomprendida”.

Hay mucho biográfico en mis libros, así somos

las mujeres, confiesa la mujer con una sonrisa de

satisfacción en el rostro. Cuando comencé a escri-

bir, comenta, al principio hubo muchos reclamos,

ahora ya no. Antes se sentían desnudos, observa-

dos, nunca entendieron mis motivaciones y no las

entienden aún. Me hicieron sentir como una trai-

dora de clase, descastada, muy mal. Y por el otro

lado, cuando apoyé a López Obrador me pasaron

la factura, me costó caro. De ese lado, la gente que

lo rodea nunca me entendió. Les parecía falsa mi

presencia, esnobista, nunca entendieron que exis-

tió y existe un interés genuino. Fui candidata por el

PRD pero nunca sentí su apoyo.

Respira, nuevamente junta sus manos y abun-

da: “yo pienso que necesitamos otro tipo de gober-

nantes, genuinamente honestos, que la izquierda

debe de gobernar, lo mejor de la izquierda mexicana,

que debemos de cambiar ya el timón. Pienso que

en el país hay cada vez más pobres, que existe mu-

cha corrupción, que la brecha entre clases se hace

más honda”.

******

La biógrafa de tantas celebridades lamenta que

este género no se practiqué en México, “lo prac-

tican muy pocos y por fortuna lo hacen bien: En-

rique Krauze es un gran biógrafo que ha retratado

a los personajes claves del poder. Pero aún siguen

faltando biografías sobre Colosio, sobre la familia

Salinas. Granados Chapa escribía una sobre Carlos

Hank González. José Martínez ha hecho buenas bio-

grafías sobre Elba Esther, sobre Carlos Slim. Pero es

un género muy olvidado. Es una lástima”.

En el libro Gritos y susurros que coordinó De-

nise Dresser, le hicieron tres preguntas muy perso-

nales, Guadalupe escribió la historia que vivió con

Granados Chapa, historia que en ese momento, es-

taba fresca y en donde narra que en una cena es-

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pecial para el laureado periodista, a media cena se

presenta una mujer, la “otra señora” de don Miguel

Ángel. Aquello se convirtió en un caos, las crepas de

huitlacoche se quemaron en el horno, el asado de

cordero también, la salsa de ciruelas nunca se sir-

vió, los invitados huyeron, y al periodista le quedó

de recuerdo los tirones de cabellos, los rasguños en

el rostro, la sacudida y revolcada que le propinaron

ambas mujeres en el jardín. Ha pasado mucho tiem-

po de esto.

Ahora, a pregunta expresa, Lupita contesta:

“Miguel Ángel Granados Chapa fue un gran hom-

bre, muy inteligente, ha sido el mejor periodista que

hemos tenido, profesionalmente era un hombre muy

comprometido con el periodismo, tenía una gran

honestidad intelectual, apasionado por su oficio,

un hombre bien profesional.

Sus columnas eran obligadas,

por su rigor, por su congruen-

cia, por su valor. Era un hom-

bre muy memorioso, en ver-

dad, qué memoria tenía. Sabía

mucho sobre Historia, Historia

política de México, Historia so-

bre la Revolución, un hombre

con defectos, como todos, pero

un hombre auténtico. Él fue

quien me dio trabajo en el Uno-

másuno. Fue mi maestro y le es-

toy infinitamente agradecida, a

él y a Elenita Poniatowska con

quien curse un taller”.

Trabajó en el viejo Canal 40, bajo la dirección

de Javier Moreno Valle. “Ahora no trabajaría nunca

para Ricardo Salinas Pliego, ni en Televisa, me parece

que esas empresas, su línea editorial es vergonzante.

Su estilo, su manera de presentar las noticias no me

parece la mejor”. Actualmente trabaja en el Canal

22 y en Televisión Mexiquense.

******

Los aromas del restaurante se hacen sentir en la

casa de Guadalupe Loaeza. Fresca está la muerte de

José Emilio Pacheco y Juan Gelman. Fresco el Premio

Cervantes a Elenita. La escritora, amiga de todos

ellos, explica que la muerte es un tema que la ocupa:

“es porque tengo tanto por hacer, y escribir y con-

Leticia Tarragó

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30 El Búho

tar. Por supuesto, tengo mis nietos y las cosas van

cambiando, poco a poco, y ya es hora de pensar las

cosas de otra forma, en diez años tendré 76, y diez

años se pasan de una manera demasiado rápida”.

Se ha tornado un poco nostálgica, comenta en

voz alta, nunca mira la cámara, habla para sus aden-

tros: “espero que mi obra se estudie -con toda pro-

porción guardada- como la obra de la duquesa

Calderón de la Barca. Es decir, una descripción de

una clase, de una época, de una forma de ser mexi-

cano, de una etapa de México. Como crónicas de

esos años, como le pasa a la duquesa, que es una

visión cándida, no es académica pero tienen algo,

investigación, mucha investigación”.

Mujer incasable, activa, está siempre en varias

cosas, prepara entrevista para su programa de ra-

dio, llama y confirma un invitado para su programa

en televisión. Esta noche tiene una cena e invitados,

sobre la mesa, están ejemplares de La Liberation,

Le observadore, Proceso, Letras Libres, Nexos. “Es-

cucho a Leonardo Curzio, a María Amparo Casar,

a Lorenzo Meyer”. Y termina diciendo: Pronto haré

la biografía de Carlos Slim, pero más humana, qué

piensa, qué le gusta, qué come, y esas cosas..

Soid Pastrana

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de nuestra portada 31

La noticia no es nueva, arranca a fina-

les de 1998, cuando la escritora gal-

lega, Carmen Formoso presentó una

querella contra Camilo José de Cela (Padrón,

1916) y la editorial Planeta S.A, por come-

ter delitos de apropiación indebida y contra

la Propiedad Intelectual, al considerar que

la obra La Cruz de San Andrés, galardonada

con el Premio Planeta 1994, era un plagio de

su novela, Carmen, Carmela, Carmiña (Fluo-

rescencia), presentada también al Concurso

de ese mismo año. La querella fue admitida a

trámite por la Audiencia de Barcelona.

Al principio, nadie dio crédito a la

acusación. Apenas tuvo eco en la prensa, los

medios estimaron que se trataba del ardid

de una escritora desconocida para adquirir

notoriedad. ¿Quién iba a imaginar que todo

un Premio Nobel de Literatura iba a poner su

manu de oRdoñana

Alonso

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32 El Búho

firma en una novela escrita por una simple maes-

tra de aldea y presentarla al más prestigioso de

los concursos literarios que se convocan en len-

gua castellana?

Pero algo extraño sí que había. El propio Cela

reconoció más tarde: “Todos cometemos errores

en esta vida” a la pregunta que le hizo Marisa

Pascual en la primavera del años 2000: ¿Qué

ocurrió con La cruz de San Andrés? Según cuenta

la escritora plagiada en su página web, la obra

premiada fue presentada al certamen de manera

irregular, varias semanas después del día 30 de

junio de 1999, fecha en que finalizaba el plazo

de admisión, y ni siquiera le fue expedido el pre-

ceptivo recibo de entrega que exigen las Bases

del Certamen.

Esa versión coincide con la de Francisco Um-

bral, quien asegura que Cela le contó a mediados

de julio del 94 que estaba terminando el li-

bro, y también con la del propio Cela que, en

la página 17 de la novela, dice textualmente:

“…ha pasado ya mucho tiempo; el libro lo

tengo que entregar el día 1 de Setiembre,

así que debo darme cierta prisa…”.

Cuando se publicó la novela ganado-

ra del Planeta, Carmen Formoso la vio en

una librería, leyó la sinopsis y le interesó el

tema: era una historia parecida a la suya.

Al llegar a su casa comenzó a leerla. Cuesta

poco imaginar la sorpresa que se llevó —y

seguro que también indignación— al des-

cubrir dentro elementos fundamentales de

su obra, numerosas coincidencias, tanto

repeticiones literales como trasposicio-

nes de palabras en la oración para ocultar

el plagio, anécdotas, lugares comunes y,

sobre todo, la analogía de los personajes:

Betty Boop y Matty son réplicas de Carmiña;

Matilde Verdú es Carmela; Maruxa y Clara

tienen una casa en San Pedro de Nos.

Carlos Pérez Bucio

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de nuestra portada 33

Cuenta la autora en su blog que, durante me-

ses, se dedicó a desenmascarar la trama, anotan-

do en una lista las pruebas que iba encontrando.

No se trataba sólo de meras similitudes, sino de

frases textuales comunes en ambas obras, idénti-

cos adjetivos para referirse a una misma situación

y multitud de detalles claramente coincidentes. El

escrito de acusación al Juzgado de Instrucción nº

2 de Barcelona, presentado por su abogado Javier

Díaz Formoso —y también, su hijo— recoge una

larga lista de las coincidencias que ha encontra-

do en los dos libros y que el autor de este blog

ha verificado.

Terminado su trabajo recopilatorio, Carmen

Formoso se decidió a hacer valer sus derechos

y enfrentarse a quienes le habían robado el fruto

de su trabajo, aun a sabiendas de que desafia-

ba a todo un Premio Nobel de Literatura, presti-

giado novelista, articulista sin precio y con bue-

nos oficios en las alturas, además de acusar a la

primera empresa editorial española de manipular

la concesión del Premio Planeta, permitiendo al

ya designado ganador del certamen acceder a

una de las obras candidatas para que la rehiciera

a su manera y la presentara con su firma, incluso

fuera de plazo.

A nadie le extrañó que La Cruz de San Andrés

resultara ganadora de la 43ª edición del Premio

Planeta 1994, dotado con 50 millones de pesetas

—unos 500,000 euros actuales—. Tras conocer el

veredicto, el escritor gallego manifestó: “Me he

presentado al Planeta, porque hace cinco años,

cuando me dieron el Nobel, pensé en retirarme,

pero después me di cuenta que debía probarme

y establecí una especie de pugilato conmigo mis-

mo”. Pero alguno pensó que también influiría

la cuantía del premio, en un momento en que

Cela andaba justito de dinero, tras haber perdido

la mitad de su patrimonio y acordado com-

pensar a su esposa con una pensión men-

sual de 800,000 pesetas —unos 8,000 euros

actuales—, tras haberse divorciado de ella en

diciembre de 1991, tras 45 años de matrimonio.

Por aquel tiempo, la editorial Planeta atrave-

saba una pequeña crisis debido a la caída de sus

ventas en las librerías y se esforzaba por relan-

zar su certamen literario para recuperar el pres-

tigio y mejorar su cuenta de resultados. Es sa-

bido que, a finales de los setenta, José Manuel

Lara ofreció a Miguel Delibes el premio Planeta,

que el escritor rechazó con elegancia, a pesar de

que eso le hubiera resuelto la vida. Los premios

Planeta arrastran una merecida fama de fraude,

bajo la sospecha de que su concesión está pactada

de antemano.

Pero en 1994, el escándalo subió de tono. No

sólo se apañó el resultado, sino que se permitió

al nominado utilizar la obra presentada por otro

candidato para que sus amanuenses la rehicieran,

cambiando la fachada y adaptándola al peculiar

estilo del escritor gallego. Para entonces, ya se

sabía que Cela utilizaba a “negros” para constru-

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34 El Búho

ir sus novelas y él sólo se dedicaba a supervisar

y corregir los textos en bruto que le entregaban

sus escribas. Incluso, La Voz de Galicia se atrevió

a citar el nombre de Mariano Tudela como su

principal colaborador en la redacción de La Cruz

de San Andrés.

Y también se rumoreaba que Cela estaba

acabado. Nadie pone en duda que La familia

de Pascual Duarte (1942), y La Colmena (1951)

son dos obras maestras. Posiblemente también

lo sea Viaje a la Alcarria (1948). Pero lo que hizo a

partir de los sesenta, no vale gran cosa: “Intentó

hacer literatura de vanguardia pero no consiguió

ningún resultado. Su prosa se hizo cada vez más

retórica, más vacía. Tal vez no tenía ya historias

que contar o quizá le faltaba la necesidad de ex-

presarse, la emoción necesaria para convertir en

arte las vivencias más cotidianas”.

Aún con todo, cuesta entender cómo un es-

critor tan ilustre se prestó a semejante patraña.

¿Quién le iba a censurar por rebajar su produc-

tividad al final de su vida? Cuando le concedieron

el Nobel, tenía 73 años, hora ya de estar jubila-

do. Pero no; él quería continuar en primera fila

y no dudó en vender su imagen y el prestigio de

su pluma para seguir ganando dinero, a pesar

del daño material y moral que iba a causar a una

escritora desconocida, llena de ilusión por hacer

valer su novela.

Pero, ¿fue realmente un plagio? No, en su

sentido literal. La RAE lo define como “copiar en

lo sustancial obras ajenas, dándolas como pro-

pias”. El criterio de los jueces es que “el uso de un

mismo argumento, expresado de manera origi-

nal, no constituye plagio, ya que el derecho de

autor no cubre las ideas en sí, sino únicamente

su modo de expresión”. El Tribunal Supremo, en

su sentencia de 28 de enero de 1995, considera

que el concepto de plagio ha de referirse a las

coincidencias estructurales básicas y fundamen-

tales y no a las accesorias, añadidas, superpues-

tas o modificaciones no trascendentales.

El caso presente parece más “un supuesto

de transformación, al menos parcial, de la obra

original”, tal y como reconoce Luis Izquierdo,

catedrático de Literatura Española de la Universi-

dad de Barcelona, porque, estéticamente, la obra

es diferente. Con lo cual, podríamos admitir que

Cela atentó contra el derecho moral o personal

de la escritora gallega, pero quizá no contra su

derecho patrimonial, que tiene un significado

mercantilista.

¿Qué pasó entonces? Probablemente, Cela

se dejaría seducir por el valor del dinero. Como

lo necesitaba, no tuvo más remedio que aceptar

la farsa. Pero quiso vengarse de los que le obli-

garon a hacerlo —la editorial Planeta, y Carmen

Balcells, su agente literario—, presentando al

concurso un bodrio, un desvarío, una narración

anárquica y redundante, difícil de leer y carente de

mérito literario. Lo hizo a propósito, para provo-

car al personal. No puede haber otra explicación.

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En nueve ocasiones, hace mención a los rollos

de papel de retrete en los que había escrito el libro

para su presentación a quien habría de bende-

cirlo. La burla comienza desde el primer párrafo:

“Aquí, en estos rollos de papel de retrete marca La

Condesita, escribiendo con bolígrafo no se corre

la tinta verde, ni la azul, ni la roja, no se corre la

tinta, aquí en este soporte humildísimo se va a

narrar la crónica de un derrumbamiento…”.

Y sigue, en este primer párrafo,

acusando a su editor, como queriendo

atribuirle la felonía y justificar así su pro-

ceder deshonesto: “El gladiador (Cela)

que va a morir saluda al César (su editor)

con un corte de mangas porque también

él juega y juzga y se ríe a carcajadas del

César y de quienes van a escupir sobre

su cadáver, sería espantoso imaginarnos

a la humanidad demasiado sumisa,

suenan los clarines porque ya empieza la

misa negra de la confusión, el solemne

acto académico de la más turbia de todas

las confusiones”.

En la página 14, arremete contra su

agente literario —Carmen Balcells— po-

niendo en boca de la narradora la siguien-

te imputación: “…la agente Paula Fields

me encarga que escriba los siete sucesos

que señalaron la vida de mi marido…, a

mí me anticiparon mucho dinero, bueno,

mucho dinero para mi exhausta bolsa,

la verdad es que no llegó a los seiscientos mil

dólares, y aunque al principio lo dudé… acepto

la propuesta y empiezo esta crónica desorientada

y levemente ortodoxa: todos debemos someter-

nos a las sabias normas dictadas por los comer-

ciantes y los síndicos”.

Sabía que le iban a conceder el premio, sabía

que la prensa iba a ensalzar la obra. ¡Qué opor-

tunidad para mofarse de ella! ¿También del pú-

Rigel Herrera

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3� El Búho

blico? Pues también, hasta insultarlo, muy propio

de Cela (dice en la página 73: “Insisto en decirle

a usted, lector estúpido, que las mujeres vulga-

res tenemos historia natural como las algas y los

líquenes, nuestro historiador es Buffon…”). ¿Será

cierto eso de que la provocación fomenta la lite-

ratura?

A pesar de las pruebas presentadas —afortu-

nadamente, la autora tuvo la precaución de ins-

cribir previamente la obra en el Registro de la

Propiedad Intelectual—, el caso fue sobreseído

y vuelto a abrir en dos ocasiones, la segunda por

el Tribunal Constitucional. Además, en junio de

2001, la editorial Planeta tuvo la osadía de que-

rellarse contra la escritora gallega por presuntos

delitos de injurias y calumnias. Pero al final, tras

doce años de sobresaltos, el Juzgado nº 2 de Bar-

celona decretó la apertura de juicio oral contra

el editor José Manuel Lara Bosch por presuntos

delitos contra la propiedad intelectual, apropia-

ción indebida y estafa, esta vez, sin posibilidad

de recurso.

El escrito de acusación al Juzgado de Instruc-

ción nº 2 de Barcelona que presentó su abogado,

que recoge Xornal Galego, es todo un ejemplo

de trabajo bien hecho, merecedor de una lectu-

ra, siquiera somera, ya que su extensión —488

páginas— así lo aconseja. Ante tal cantidad de

pruebas, la juez resolvió que La Cruz de San An-

drés” presenta tantas coincidencias y similitudes

con Carmen, Carmela, Carmiña que, para reali-

zar tal transformación la novela de la querellante

hubo de ser necesariamente facilitada a Cela para

que, tomándola como referencia o base, hicie-

ra lo que el perito denomina aprovechamiento

artístico.

Camilo José de Cela murió el 17 de enero

de 2002. La causa sigue abierta, pero sólo con-

tra el omnipotente José Manuel Lara, presidente

del grupo Planeta, un conglomerado de empresas

mediáticas (Editorial Plantea, La Razón, Antena 3,

La Sexta, Onda Cero, entre otras), con capacidad

suficiente para imponer a los medios la “ley del

silencio” y presionar a otras instancias en pro de

un fallo favorable a sus intereses.

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Juan Román del Prado