33
Entrenamiento de pesas para la salud Jueves, 06 Octubre, 2005 - 10:05 , (48543 lecturas) Introducción Hace un siglo, un tercio de la energía gastada en fábricas y granjas de EEUU era de origen humano. Actualmente, menos del 1% del total de esta energía proviene de la fuerza muscular del hombre (Tomás, 1996). Evidentemente, el avance tecnológico y los cambios experimentados en los modelos de producción de nuestras sociedades modernas, han favorecido el aumento de la vida sedentaria de forma espectacular. Este nuevo modelo inactivo de comportamiento ha producido a su vez un incremento exponencial en la prevalencia de las denominadas enfermedades hipocinéticas, afectando directamente a la calidad de vida y poniendo en entredicho las ventajas y virtudes de este supuesto "bienestar". En este sentido, no debemos olvidar que el ser humano es un animal básicamente dinámico, y que disponemos de infinidad de músculos, articulaciones y sistemas de control motor para garantizar unas posibilidades de movimiento enormes. La vida sedentaria en el fondo no es sino una acción contra- natura, que implica inevitablemente fallos en este sistema de movimiento (nuestro cuerpo) a corto y medio plazo, y daños severos a largo plazo (Jiménez, 2001). Ahora bien, hoy en día sabemos todavía poco sobre el papel y la repercusión de la fuerza en la salud de la población, y especialmente dentro de los que denominamos como "adultos". De hecho, y por ejemplo, durante mis años de experiencia profesional en la prescripción de programas de actividad física siempre me llamó la atención y me planteó dudas el que los sujetos no mejoraran sus niveles de fuerza en la misma medida en que lo hacía su aptitud cardiorrespiratoria, en principio debido a que el seguimiento de sus programas era menor, y/o a que

De LORME Entrenamiento de Pesas Para La Salud

Embed Size (px)

DESCRIPTION

reforzamiento muscular de rocher

Citation preview

articulos: Entrenamiento de pesas para la salud

Entrenamiento de pesas para la salud

Jueves, 06 Octubre, 2005 - 10:05 ,(48543 lecturas)Introduccin

Hace un siglo, un tercio de la energa gastada en fbricas y granjas de EEUU era de origen humano. Actualmente, menos del 1% del total de esta energa proviene de la fuerza muscular del hombre (Toms, 1996).

Evidentemente, el avance tecnolgico y los cambios experimentados en los modelos de produccin de nuestras sociedades modernas, han favorecido el aumento de la vida sedentaria de forma espectacular. Este nuevo modelo inactivo de comportamiento ha producido a su vez un incremento exponencial en la prevalencia de las denominadas enfermedades hipocinticas, afectando directamente a la calidad de vida y poniendo en entredicho las ventajas y virtudes de este supuesto "bienestar". En este sentido, no debemos olvidar que el ser humano es un animal bsicamente dinmico, y que disponemos de infinidad de msculos, articulaciones y sistemas de control motor para garantizar unas posibilidades de movimiento enormes. La vida sedentaria en el fondo no es sino una accin contra-natura, que implica inevitablemente fallos en este sistema de movimiento (nuestro cuerpo) a corto y medio plazo, y daos severos a largo plazo (Jimnez, 2001).

Ahora bien, hoy en da sabemos todava poco sobre el papel y la repercusin de la fuerza en la salud de la poblacin, y especialmente dentro de los que denominamos como "adultos". De hecho, y por ejemplo, durante mis aos de experiencia profesional en la prescripcin de programas de actividad fsica siempre me llam la atencin y me plante dudas el que los sujetos no mejoraran sus niveles de fuerza en la misma medida en que lo haca su aptitud cardiorrespiratoria, en principio debido a que el seguimiento de sus programas era menor, y/o a que modificaban constantemente las cargas establecidas (series, repeticiones, resistencia a vencer), y/o los ejercicios, y/o los tiempos de recuperacin. Sera entonces que no les entrenbamos de forma adecuada? Eran demasiado intensos los programas? O demasiado accesibles? La distribucin de las cargas era la adecuada?; por qu eran ms irregulares en estas actividades que en las orientadas a la aptitud cardiorrespiratoria? Realmente, sus niveles de fuerza mejoraban lo suficiente como para mejorar su salud?

En este artculo planteamos una revisin actualizada de los principales aspectos metodolgicos que afectan al diseo y desarrollo de programas de entrenamiento de la fuerza en el campo de la salud, diferenciando aquellos elementos ms relevantes a la hora de orientar concretamente el entrenamiento a la mejora de la fuerza muscular, aportando tambin indicaciones en el caso del entrenamiento de la potencia muscular y de la resistencia muscular localizada.

El entrenamiento de la fuerza en el campo de la Salud

Hasta la publicacin de los trabajos de DeLorme y Watkins (1948), el entrenamiento de la fuerza no comienza a ser investigado cientficamente. Tras la II Guerra Mundial, DeLorme y Watkins demostraron la importancia de los "ejercicios de resistencia progresiva" en el incremento de la fuerza muscular y de la masa muscular (hipertrofia) para la rehabilitacin del personal militar. De esta forma, desde comienzos de la dcada de los aos cincuenta y en la de los sesenta, el entrenamiento de fuerza se convirti en un campo de inters para la comunidad cientfica, mdica y deportiva (Berger, 1962; 1962; 1963; Capen, 1950; 1956).

El entrenamiento de fuerza se ha mostrado como el mtodo ms efectivo para desarrollar la fuerza muscular, y actualmente es recomendado por las principales organizaciones mundiales con responsabilidades e intereses en materia de salud para la mejora del fitness y de la misma (American College of Sports Medicine, 1998; American Association of Cardiovascular and Pulmonary Rehabilitation, 1999; American Heart Association, 1995; Pollock, Franklin, Ballady, 2000; Pollock, Vincent-The President's Council on Physical Fitness and Sports, 1996).Beneficios Generales.

El entrenamiento de fuerza, particularmente cuando est incorporado a un programa completo de fitness (esto es, que incluye tambin actividades aerbicas y trabajo de flexibilidad), reduce la presencia de los factores de riesgo asociados con la enfermedad cardiovascular (Goldberg, 1989; Goldberg et al., 1984; Hurley et al., 1988; Jackson et al., 1985), con la diabetes no-insulinodependiente (Miller, Sherman, Ivy, 1984) y con el cncer de colon (Koffler et al., 1992); previene la osteoporosis (Gutin, Kasper, 1994; Layne, Nelson, 1999); facilita la prdida y/o el control del peso (Evans, 1999; Katch, Drum, 1986; Wilmore, 1974); mejora la estabilidad dinmica y conserva la capacidad funcional motriz (Evans, 1999; Ghilarducci et al., 1989; Stewart et al., 1988); y fomenta el bienestar psicolgico (Ewart, 1989; Stewart et al., 1988).

En el Informe de Toma de Posicin del American College of Sports Medicine sobre "La Cantidad y Calidad de Ejercicio Recomendado para Desarrollar y Mantener el Fitness Cardiorrespiratorio y Muscular y la Flexibilidad en Adultos Sanos" (1998), la recomendacin inicial respecto al trabajo de fuerza consista en realizar una serie de 8-12 repeticiones, en 8 a 10 ejercicios, incluyendo un ejercicio para cada uno de los principales grupos musculares; en el caso de personas ancianas o muy dbiles, deban realizarse 10 a 15 repeticiones por serie. Este programa inicial ha demostrado ser efectivo para mejorar el fitness msculo-esqueltico en sujetos previamente desentrenados durante los primeros 3 4 meses de entrenamiento (Carpenter, Graves, Pollock, et al., 1991; Coleman, 1977; Feigenbaum, Pollock, 1999; Marx, Ratamess, Nindl, et al., 2001). No obstante, esta recomendacin inicial del ACSM no inclua ningn tipo de indicacin para la prescripcin del entrenamiento de fuerza orientado a aquellos sujetos que queran progresar en el desarrollo de las distintas caractersticas entrenables del fitness msculo-esqueltico (fuerza muscular, resistencia muscular, potencia muscular, etc).

Ahora bien, en febrero del pasado ao (2002) el propio ACSM ha publicado en su revista, el Medicine & Science in Sports & Exercise (vol. 34, n 2, pp. 364-380), un nuevo Informe de Toma de Posicin en donde se recogen las principales indicaciones para la progresin del entrenamiento de la fuerza en sujetos de nivel principiante, intermedio o avanzado, en base a la informacin disponible hasta el momento. Se trata del "ACSM Position Stand on Progression Models in Resistance Training for Healthy Adults", desarrollado por un grupo de expertos encabezado por el prestigioso Dr. William J. Kraemer, y en donde han participado adems: Kent Adams, Enzo Cafarelli, Gary A. Dudley, Cathryn Doly, Matthew S. Feigenbaum, Steven J. Fleck, Barry Franklin, Andrew C. Fry, Jay R. Hoffman, Robert U. Newton, Jeffrey Potteiger, Michael H. Stone, Nicholas A. Ratamess, y Travis Triplett-McBride.

Este importante e interesante documento sin duda alguna modificar la concepcin del entrenamiento de la fuerza orientado a la poblacin general en la prxima dcada, constituyndose en un elemento de referencia, anlisis y reflexin bsico para los profesionales de la actividad fsica que desarrollen su actividad en el campo de la salud. En l se recogen una serie de conceptos fundamentales en relacin a la prescripcin y progresin en todo programa de entrenamiento de la fuerza, que consideramos merecen ser revisados brevemente.

Sobrecarga progresiva

La sobrecarga progresiva es el incremento gradual del estrs producido sobre el organismo durante el entrenamiento. La tolerancia a este estrs relacionado con la sobrecarga es vital para poder monitorizar y controlar la progresin en un programa de entrenamiento. Si consideramos que las adaptaciones fisiolgicas a un programa de entrenamiento de fuerza estndar y regular pueden ocurrir en un espacio corto de tiempo, el incremento sistemtico del estmulo es imprescindible para permitir una mejora constante a lo largo del proceso de entrenamiento. Este incremento sistemtico de la carga (estmulo de entrenamiento) va a poder realizarse de diferentes formas:

  1. Aumentando la resistencia a vencer;

    Aumentando el nmero de repeticiones en que desplazamos esa carga;

    Variando la velocidad de ejecucin con cargas submximas en relacin a los objetivos del entrenamiento;

    Reduciendo los tiempos de recuperacin para mejorar la resistencia muscular, o amplindolos para mejorar la fuerza muscular o la potencia;

    Variando el volumen del entrenamiento (esto es, el trabajo total realizado, representado como el producto del total de repeticiones efectuadas y la resistencia desplazada), siempre dentro de unos lmites razonables;

    Combinando cualquiera de estas formas.

    En este sentido, Fleck y Kraemer (1997), recomiendan realizar tan slo incrementos pequeos del volumen de entrenamiento (2,5-5%), con el objetivo de evitar el sobreentrenamiento.

    Especificidad

    Existe un relativo alto grado de especificidad implcita en cualquier movimiento humano (Sale, 1992), que conlleva una adaptacin tanto de los patrones de movimiento como de las caractersticas de fuerza y velocidad de esa accin (Hkkinen, 1994; Harris, Stone, O'Bryant, Proulx, Johson, 2000; Wilson, Newton, Murphy, Humpries, 1993). Es decir, todas las adaptaciones al entrenamiento son especficas del estmulo aplicado. De esta forma, las adaptaciones fisiolgicas al entrenamiento van a ser especficas en relacin a:

    1. las acciones musculares realizadas (Dudley, Tesch, Miller, Buchanan, 1991; Dudley, Tesch, Harris, Golden, Buchanan, 1991; Hather, Tesch, Buchanan, Dudley, 1991);

      la velocidad de los movimientos (Dudley, Tesch, Harris, Golden, Buchanan, 1991);

      la amplitud del movimiento (Bandy, Hanten, 1993; Knapik, Mawdsley, Ramos, 1983);

      los grupos musculares entrenados (Fleck, Kraemer, 1997);

      los sistemas energticos solicitados (Kraemer, Noble, Clark, Culver, 1987; Robergs, Pearson, Costill, et al., 1991; Tesch, Thorsson, Essen-Gustavson, 1989);

      la intensidad y volumen del entrenamiento (Berger, 1963; Hkkinen, Pakarinen, Alen, Komi, 1985; O'Shea, 1966; Schlumberger, Stec, Schmidtbleicher, 2001).

      Por lo tanto, aunque existen una serie de efectos genricos del entrenamiento, los programas de fuerza ms efectivos sern aquellos diseados para alcanzar objetivos concretos y especficos.

      Variacin

      La variacin en el entrenamiento es un principio bsico y fundamental que atiende a la necesidad de que se produzcan alteraciones en una o ms variables del programa para mantener un estmulo ptimo a lo largo del tiempo. Ha sido demostrado que la variacin sistemtica del volumen y la intensidad es ms efectiva para mantener una progresin adecuada en programas de entrenamiento a largo plazo (Stone, Potteiger, Pierce, et al., 2000). La teora del entrenamiento de fuerza ms comnmente analizada que incluye una variacin sistemtica y planificada es la "periodizacin".

      Esta variacin sistemtica (periodizacin) de las diferentes variables del entrenamiento de la fuerza (volumen e intensidad) ha sido utilizada para optimizar tanto el rendimiento como la recuperacin (Hakkinen, Pakarinen, Alen, Kauhanen, Komi, 1987; Matveyev, 1981; Potteiger, Judge, Cerny, Potteiger, 1995). No obstante, el uso del concepto de la periodizacin no est limitado a los atletas de lite o sujetos experimentados en entrenamiento de fuerza, y ha sido utilizado tambin con xito en sujetos de diferentes niveles de fitness y con diferentes experiencias previas. As, el entrenamiento periodizado de fuerza se ha mostrado efectivo tanto en el entrenamiento especficamente deportivo (Hakkinen, Pakarinen, Alen, Kauhanen, Komi, 1988; Kibler, Chandler, 1994; Kraemer, 1997; Kraemer, Ratamess, Fry, 2000), como en el de objetivo recreativo (Dolezal, Potteiger, 1998; Herrick, Stone, 1996; Stone, O'Bryant, Garhammer, 1981) o de rehabilitacin (Fees, Decker, Snyder-Mackler, Axe, 1998).

      Impacto del nivel inicial de entrenamiento

      El nivel inicial de entrenamiento juega un papel importante en el ratio de progresin durante el entrenamiento de la fuerza. De esta forma, los sujetos no entrenados (aquellos que tienen experiencia en el entrenamiento de fuerza y/o los que no han entrenado regularmente un nmero importante de aos) responden favorablemente a la mayora de los protocolos de entrenamiento, haciendo difcil evaluar los efectos de diferentes programas de entrenamiento (Fleck, 1999; Hkkinen, 1985).

      El porcentaje de mejora de la fuerza difiere considerablemente entre sujetos entrenados y no entrenados (Kraemer, Fleck, 1988), presentando los sujetos experimentados un ritmo de progresin y mejora ms lento (Giorgi, Wilson, Weatherby, Murphy, 1998; Hkkinen, Komi, Alen, Kauhanen, 1987; Hkkinen, Pakarinen, Alen, Kauhanen, Komi, 1988; Schiotz, Potteiger, Huntsinger, Denmark, 1998).

      Segn Kraemer (2002), en el citado Informe de Toma de Posicin del ACSM, una revisin de la literatura revela que la fuerza muscular mejora aproximadamente un 40% en sujetos "no entrenados", un 20% en sujetos "moderadamente entrenados", un 16% en sujetos "entrenados" (aquellos con un entrenamiento regular y constante al menos de seis meses), un 10% en sujetos "avanzados" (aquellos con varios aos de experiencia en entrenamiento de fuerza y que han obtenido mejoras significativas en su fitness muscular), y un 2% en sujetos de "lite" (atletas de alta competicin), en periodos de entrenamiento de 4 semanas a 2 aos. Aunque los programas de entrenamiento, la duracin, y los procedimientos de valoracin de todos los estudios referidos por Kraemer (2002) eran muy distintos, estos datos demuestran claramente cmo se produce una tendencia especfica hacia la reduccin del ritmo de progresin con la experiencia.

      Hoy en da ya est claramente documentado que los cambios en la fuerza muscular son ms importantes en las etapas iniciales de entrenamiento (Hkkinen, 1985; Morganti, Nelson, Fiatarone, et al., 1995). As, los estudios realizados a corto plazo (11-16 semanas) muestran que la mayor parte de las mejoras en la fuerza tienen lugar en las primeras 4 a 8 semanas de entrenamiento (Hickson, Hidaka, Foster, 1994; O'Bryant, Byrd, Stone, 1988). Igualmente, se han observado resultados similares en estudios realizados durante un ao de entrenamiento (Morganti, Nelson, Fiatarone, 1995).

      Aspectos metodolgicos del entrenamiento de la Fuerza Muscular

      La capacidad del sistema neuromuscular para generar tensin es necesaria en cualquier tipo de movimiento. Las fibras musculares, clasificadas de acuerdo a sus caractersticas contrctiles y metablicas, muestran una relacin lineal entre su rea de seccin transversal y la mxima cantidad de fuerza que pueden generar (Finer, Simmons, Spudich, 1994).

      En la totalidad de la musculatura, la disposicin de las fibras musculares en relacin a su ngulo de traccin (disposicin peniforme), unida a otros factores como la longitud del msculo, el ngulo de la articulacin, y/o la velocidad de contraccin, pueden alterar la manifestacin de la fuerza muscular (Gulch, 1994; Knapik, Mawdsley, Ramos, 1983).

      Por otra parte, la generacin de la fuerza tambin es dependiente de la activacin de las unidades motoras (Sale, 1992). Estas unidades motoras son reclutadas de acuerdo a su tamao, primero las ms pequeas y a continuacin las grandes (Henneman, Somjen, Carpenter, 1965).

      Las adaptaciones que se producen por efecto del entrenamiento permiten generar una fuerza muscular mayor. Estas adaptaciones incluyen, una mejora de la funcin neural (mayor capacidad de reclutamiento de unidades motoras y mayor activacin neural (Leong, Kamen, Patten, Burke, 1999; Milner-Brown, Stein, Lee, 1975; Sale, 1992)), un aumento en el rea de seccin transversal del msculo (Alway, Grumbt, Gonyea, Stray-Gundersen, 1989; McCall, Byrnes, Dickinson, Pattany, Fleck, 1996; Staron, Karapondo, Kraemer, et al., 1994), cambios en la arquitectura muscular (Kawakami, Abe, Fukunaga, 1993), y posiblemente un diferente papel de distintos metabolitos (Rooney, Herbert, Belnave, 1994; Shinohara, Kouzaki, Yoshihisha, Fukunaga, 1998; Smith, Rutherford, 1995) para aumentar la fuerza.

      De esta forma, la magnitud de la mejora de la fuerza ser dependiente de la accin muscular utilizada, de la intensidad, del volumen, de la seleccin y orden de los ejercicios, de los tiempos de recuperacin entre series y de la frecuencia de entrenamiento (Tan, 1999).

      La accin muscular

      En la mayora de los programas de entrenamiento de fuerza se incluyen fundamentalmente ejercicios dinmicos, con acciones musculares concntricas (de acortamiento muscular) y excntricas (de estiramiento muscular), mientras que las acciones musculares isomtricas juegan un papel secundario (Kraemer et al., 2002-ACSM).

      La mayor fuerza por unidad muscular es producida durante las acciones excntricas (Komi, Kaneko, Aura, 1987). Estas son adems ms eficientes neuromuscularmente (Eloranta, Komi, 1980; Komi, Kaneko, Aura, 1987), menos demandantes metablicamente (Evans, Patton, Fisher, Knuttgen, 1982) y ms efectivas a la hora de producir hipertrofia (Hather, Tesch, Buchanan, Dudley, 1991), pero conllevan un mayor riesgo de lesiones (Ebbeling, Clarkson, 1989) en comparacin con las acciones musculares concntricas. Las mejoras en la fuerza muscular dinmica son mayores cuando se incluyen acciones musculares excntricas en cada una de las repeticiones de los ejercicios seleccionados para el entrenamiento (Dudley, Tesch, Miller, Buchanan, 1991).

      Segn Kraemer (2002-ACSM), el papel de la manipulacin de las acciones musculares durante el entrenamiento de fuerza es mnimo respecto a la progresin. Considerando que la mayora de los programas incluyen acciones concntricas y excntricas en cada repeticin realizada, no existe un gran potencial para realizar variaciones sobre esta variable. No obstante, algunos programas avanzados utilizan diferentes formas de entrenamiento isomtrico (por ejemplo, el entrenamiento isomtrico funcional (Jackson, Jackson, Hnatek, West, 1985)), junto a la aplicacin de cargas supramximas en acciones excntricas con la intencin de maximizar las ganancias en fuerza e hipertrofia (Keogh, Wilson, Weatherby, 1999). Estas tcnicas no han sido todava suficientemente investigadas, pero parece ser que producen un nuevo estmulo que puede incrementar las mejoras en la fuerza muscular.

      La carga (o resistencia a vencer)

      Las modificaciones en la carga (resistencia a vencer) afectan a las respuestas al entrenamiento, tanto metablicas (Collins, Hill, Cureton, Demello, 1986), como hormonales (Craig, Kang, 1994; Kraemer, 1992; Kraemer, Gordon, Fleck, et al., 1991; Kraemer, Marchitelli, Gordon, et al., 1990; McCall, Byrnes, Fleck, Dickinson, Kraemer, 1999; Raastad, Bjoro, Hallen, 2000), neurales (Hkkinen, Alen, Komi, 1985; Hkkinen, Kallinen, Komi, Kauhanen, 1991; Hkkinen, Komi, 1983; Komi, Viitasalo, 1983; Sale, 1992) y cardiovasculares (Stone, Wilson, Blessing, Rozenek, 1983; Fleck, 1988).

      La carga requerida para incrementar la fuerza mxima en sujetos no entrenados es relativamente baja. As, cargas del 45-50% 1RM (y menores) han demostrado su utilidad para mejorar la fuerza muscular dinmica en sujetos previamente no entrenados (Anderson, Kearney, 1982; Gettman, Ayres, Pollock, Jackson, 1978; Sale, Jacobs, MacDougall, Garner, 1990; Stone, Coulter, 1994; Weiss, Coney, Clark, 1999). Al parecer, a medida que los sujetos van mejorando, son necesarias nuevas cargas ms elevadas. De esta forma, al menos un 80% 1RM es necesario para producir adaptaciones neurales adicionales y ms fuerza durante el entrenamiento en sujetos experimentados (Hkkinen, Alen, Komi, 1985).

      Los primeros estudios representativos en relacin a la carga indicaron que entrenando con cargas correspondientes a 1-6 RM (repeticiones mximas), normalmente 5-6 RM, se produca un efecto mayor para incrementar la fuerza mxima dinmica (Berger, 1962; O'Shea, 1966; Weiss, Coney, Clark, 1999).

      Por otro lado, aunque las cargas, al parecer y en base a las investigaciones realizadas, ms efectivas para mejorar de forma significativa la fuerza son aquellas que se corresponden con 8-12 RM (Delorme, Watkins, 1948; Kraemer, 1997; MacDougall, Ward, Sale, Sutton, 1977; Staron, Karapondo, Kraemer, et al., 1994), este rango no parece ser tan efectivo como las cargas elevadas para mejorar la fuerza en sujetos con un nivel avanzado de entrenamiento.

      Los estudios de investigacin que han examinado la periodizacin del entrenamiento de fuerza han demostrado que la asignacin de la carga no es tan simple como se sugiri originalmente (Fleck, 1999). Contrariamente a los primeros estudios a corto plazo, realizados en los aos sesenta, en donde se recomendaba utilizar una carga correspondiente a 6 RM, parece ser que utilizando una variacin de diferentes cargas de entrenamiento se obtienen resultados mucho mayores en la mejora de la fuerza (Fleck, 1999; Kraemer, 1997; Stone, O'Bryant, Garhammer, 1981), que si se realizan todos los ejercicios con la misma carga.

      En el caso de sujetos principiantes, se recomienda utilizar una carga moderada (60% 1RM) para facilitar el aprendizaje de la tcnica correcta de ejecucin (Feigenbaum, Pollock, 1999). No obstante, para producir mejoras y ganancias de fuerza a lo largo del tiempo, utilizar una variedad de cargas parece ser mucho ms efectivo (Fleck, 1999; Stone, Potteiger, Pierce, et al., 2000).

      El Volumen de entrenamiento

      Uno de los interrogantes ms discutidos en la organizacin del entrenamiento de la fuerza se refiere a la determinacin del volumen adecuado de trabajo que permita obtener los mejores resultados (Naclerio, 2001). El volumen se refiere a la cantidad de trabajo realizado (Bompa, 1995; Fleck, Kraemer, 1997), pero desde un punto de vista prctico al relacionarlo al entrenamiento de fuerza, este ha sido referido como la cantidad de repeticiones totales efectuadas, con un nivel de peso determinado en porcentaje respecto al mximo, o en trminos absolutos (kg) en un ejercicio o grupo de ejercicios, en una sesin, grupo de sesiones (semana) o meses de entrenamiento (Fleck, Kraemer, 1997). Las repeticiones totales se determinan por el nmero de series a realizar y la cantidad de repeticiones que comprende cada serie (Bompa, 1995; Fleck, Kraemer, 1997; Wathen, 1994).

      El volumen de entrenamiento ha demostrado igualmente ser un factor que va a afectar a las respuestas neurales (Hkkinen, Komi, Alen, Kauhanen, 1987; Hkkinen, Pakarinen, Alen, Kauhanen, Komi, 1988), hipertrficas (Dons, Bollerup, Bonde-Petersen, Hancke, 1979; Tesch, Komi, Hkkinen, 1987), metablicas (Collins, Hill, Cureton, Demello, 1986; Willoughby, Chilek, Schiller, Coast, 1991), y hormonales (Gotshalk, Loebel, Nindl, et al., 1997; Kraemer, 1988; Kraemer, Fleck, Dziados, et al., 1993; Kraemer, Gordon, Fleck, et al., 1991; K;raemer, Marchitelli, Gordon, et al., 1990; Mulligan, Fleck, Gordon, Koziris, Triplett-McBridge, Kraemer, 1996; Potteiger, judge, Cerny, Potteiger, 1995; Vanhelder, Radomsky, Goodge, 1984), y por lo tanto, tambin a las adaptaciones al entrenamiento de la fuerza. Programas de entrenamiento de la fuerza con volmenes bajos (por ejemplo, con altas cargas, pocas repeticiones y moderado nmero de series) han sido considerados como caractersticos de esta cualidad (Hkkinen, Alen, Komi, 1985).

      Si analizamos los efectos producidos por diferentes programas de entrenamiento con distinto nmero de series, podemos observar cmo no van a existir diferencias en la mejora significativa de la fuerza muscular en sujetos entrenados o no entrenados. As, estudios realizados con programas de dos series (Dudley, Djamil, 1985; Mayhew, Gross, 1974), tres series (Berger, 1962; Berger, 1962; Kraemer, 1997; Staron, Karapondo, Kraemer, 1994; Staron, Malicky, Leonardi, Falkel, Hagerman, Dudley, 1989), cuatro a cinco series (Dudley, Tesch, Miller, Buchanan, 1991; Hortobagyi, Barrier, Beard, et al., 1996; Jones, Rutherford, 1987; McMorris, Elkins, 1954), y seis o ms series (Housh, Housh, Johson, Chu, 1992; Sale, Jacobs, MacDougall, Garner, 1990), han obtenido resultados similares. Adems, en estudios de comparacin directa entre dos propuestas, con sujetos no entrenados, se observaron similares aumentos en la fuerza muscular utilizando dos y tres series (Capen, 1956), y dos y cuatro series (Ostrowski, Wilson, Weatherby, Murphy, Lyttle, 1997), mientras que la utilizacin de tres series pareca ser superior a una y dos series (Berger, 1962).

      Otro aspecto importante en relacin al volumen de entrenamiento y que ha recibido una considerable atencin por parte de los investigadores es la comparacin entre los programas de entrenamiento de una sola serie y los de series mltiples. En la mayor parte de estos estudios, se ha comparado el efecto de una serie por ejercicio de 8 a 12 repeticiones, a una velocidad intencionalmente baja, con programas de series mltiples periodizados y no periodizados.

      Aunque entre la mayora de estudios existen serias diferencias de diseo, importantes investigaciones han presentado similares resultados en mejora de fuerza entre programas de una sola serie y programas de series mltiples (Coleman, 1977; Jacobson, 1986; Messier, Dill, 1985; Reid, Yeater, Ullrich, 1987; Silvestre, Stiggins, McGown, Bryce, 1984; Starkey, Pollock, Ishida, et al., 1996), mientras que otros autores han encontrado que el entrenamiento de series mltiples era superior (Berger, 1962; Borst, DeHoyos, Garzarella, et al., 2001; Sanborn, Boros, Hruby, et al., 2000; Stone, Johnson, Carter, 1979; Stowers, McMillan, Scala, Davis, Wilson, Stone, 1983), en sujetos no entrenados previamente. Estos datos han apoyado la idea generalizada de que los sujetos no entrenados responden favorablemente a ambos tipos de entrenamiento, y esta ha sido la base del entusiasmo y la popularidad alcanzada por los programas de una nica serie entre los aficionados del mundo del fitness (Feigenbaum, Pollock, 1999).

      En el caso de los sujetos experimentados, sin embargo, los programas de series mltiples se han mostrado superiores (Kraemer, 1997; Kraemer, Ratamess, Fry, et al., 2000; Kraemer, Stone, O'Bryant, et al., 1997; Schlumberger, Stec, Schmidtbleicher, 2001), excepto en un caso (Hass, Garzarella, DeHoyos, Pollock, 2000).

      Para Naclerio (2001) es importante analizar los ltimos estudios realizados en el campo de la fuerza en relacin a este tema, pues hay ciertas investigaciones que cuestionan la eficacia de los entrenamientos con elevada cantidad de repeticiones totales, agrupadas en varias series por ejercicio, para mejorar los niveles de fuerza mxima, y ganar masa muscular, ya que si bien el volumen total del trabajo realizado tendra una incidencia relativamente importante en los resultados, su influencia sobre los aumentos de fuerza mxima, resistencia muscular, y las adaptaciones estructurales sera slo determinante hasta llegar a una cantidad ptima necesaria de trabajo, por encima de la cual su aumento no determinara grandes beneficios (Kraemer, Stone, O'Bryant, Conley, Johnson, Nieman, Honeycutt, Hoke, 1997; Ostrowski, Wilson, Weatherby, Murphy, Lyttle, 1997).

      Por lo tanto, y como conclusin, podemos decir que no existe ningn estudio que demuestre que los programas de una nica serie son superiores a los de series mltiples, tanto en entrenados, como en no entrenados. Parece que ambos tipos de entrenamiento son efectivos con principiantes en programas a corto plazo (3 meses), pero los estudios orientados a analizar las adaptaciones a largo plazo apoyan el concepto de que son necesarios altos volmenes de entrenamiento para alcanzar mejoras adicionales en sujetos experimentados (Borst, DeHoyos, Garzarella, et al., 2001; Marx, Ratamess, Nindl, et al., 2001).

      Por ltimo, es importante sealar que no todos los ejercicios necesitan ser realizados con el mismo nmero de series, y que el nfasis en un alto o bajo volumen de entrenamiento estar determinado por los objetivos del programa y por la musculatura implicada en cada ejercicio (Kraemer et al., 2002-ACSM).

      La seleccin de ejercicios

      Tanto los ejercicios monoarticulares (Colliander, Tesch, 1990; O'Hagan, Sale, MacDougall, Garner, 1995; Young, Jenner, Griffiths, 1998), como los poliarticulares (Hkkinen, Komi, Alen, Kauhanen, 1987; Hkkinen, Pakarinen, Alen, Kauhanen, Komi, 1988; Kraemer, 1997; Stone, O'Bryant, Garhammer, 1981) se han mostrado efectivos para mejorar la fuerza muscular en los grupos musculares seleccionados en el entrenamiento.

      As, los ejercicios poliarticulares (como por ejemplo, el press de banca o la sentadilla) que son ms complejos neuralmente (Chilibeck, Calder, Sale, Webber, 1998), han sido considerados como ms efectivos para desarrollar la fuerza general ya que implican vencer resistencias de gran magnitud (Stone, Plisk, Stone, Schilling, O'Bryant, Pierce, 1998).

      En cuanto a los ejercicios monoarticulares, estos han sido utilizados para trabajar grupos musculares concretos de forma ms especfica, en parte porque el riesgo de lesiones est reducido al reducirse los requerimientos de ejecucin tcnica y/o la resistencia a vencer (Kraemer et al., 2002-ACSM).

      El orden de los ejercicios

      La secuencia de realizacin de los ejercicios seleccionados en el entrenamiento tambin afecta a la expresin de la fuerza muscular (Sforzo, Touey, 1996). Por lo tanto, y considerando que los ejercicios poliarticulares se han mostrado como ms efectivos a la hora de incrementar los niveles de fuerza muscular, es muy importante maximizar la capacidad de rendimiento en estas acciones para obtener ganancias ptimas en los niveles de fuerza muscular (Kraemer et al., 2002-ACSM). Esta recomendacin general supone realizar este tipo de ejercicios en las primeras fase de la sesin de entrenamiento, cuando la fatiga an no se ha presentado o es mnima.

      Los periodos de recuperacin

      La cantidad de descanso entre series y ejercicios afecta significativamente, tanto a las respuestas metablicas (Kraemer, Noble, Clark, Culver, 1987), hormonales (Kraemer, Fleck, Dziados, et al., 1993; Kraemer, Gordon, Fleck, et al., 1991; Kraemer, Marchitelli, Gordon, et al., 1990), y cardiovasculares (Fleck, 1988) durante la realizacin de un ejercicio, como a la capacidad de rendimiento del sujeto en las siguientes series (Kraemer, 1997), como finalmente a las propias adaptaciones producidas por el entrenamiento (Pincivero, Lephart, Karunakara, 1997; Robinson, Stone, Johnson, Penland, Warren, Lewis, 1995).

      Est demostrado que la capacidad de vencer una resistencia puede verse comprometida con cortos periodos de recuperacin como 1 minuto (Kraemer, 1997). Adems, en estudios longitudinales se han observado mayores mejoras en la fuerza muscular con largos (2-3 minutos) frente a cortos (30-40 segundos) periodos de recuperacin entre series (Pincivero, Lephart, Karunakara, 1997; Robinson, Stone, Johnson, Penland, Warren, Lewis, 1995).

      Frecuencia de entrenamiento

      La frecuencia ptima de entrenamiento (nmero de sesiones a la semana) depende de importantes factores como el volumen de entrenamiento, la intensidad, la seleccin de ejercicios, el nivel de rendimiento del sujeto, la capacidad de recuperacin, as como del nmero de grupos musculares trabajados por sesin (Kraemer et al., 2002-ACSM).

      Numerosos estudios sobre el entrenamiento de fuerza han utilizado frecuencias de entrenamiento de 2-3 das alternativos a la semana en sujetos previamente no entrenados (Braith, Graves, Pollock, Leggett, Carpenter, Colvin, 1989; Coyle, Feiring, Rotkins, et al., 1981; Dudley, Tesch, Miller, Buchanan, 1991; Hickson, Hidaka, Foster, 1994). Esta frecuencia se ha mostrado como efectiva en las fases iniciales (Berger, 1962), mientras que un entrenamiento de 1-2 das a la semana parece ser efectivo como estmulo de mantenimiento para aquellos sujetos que ya estn inmersos en un programa de entrenamiento (Graves, Pollock, Leggett, Braith, Carpenter, Bishop, 1988; Morehouse, 1966).

      Si analizamos algunos estudios concretos, la frecuencia de 3 das/semana fue superior a 1 da/semana (McLester, Bishop, Guilliams, 2000) y a 2 das/semana (Graves, Pollock, Jones, Colvin, Leggett, 1989). En el caso de 4 das/semana, esta frecuencia fue superior a 3 das/semana en el estudio de Hunter (1985). Mientras, en otro estudio tambin se obtuvieron mejores resultados con 3 das/semana, en vez de 1 da/semana (Pollock, Graves, Bamman, et al., 1993). Por ltimo, en el caso de comparar frecuencias de 3 a 5 das/semana, estas fueron tambin superiores a 1-2 das/semana (Gillam, 1981) para aumentar la fuerza mxima.

      Segn Kraemer (2002-ACSM), parece que la progresin hacia un nivel intermedio no requiere un cambio en la frecuencia de entrenamiento para cada grupo muscular, aunque puede ser ms dependiente de otras variables como la seleccin de los ejercicios, el volumen y/o la intensidad.

      No obstante, incrementando la frecuencia de entrenamiento podemos alcanzar una mayor especializacin (mayor variedad de ejercicios y volumen para un grupo muscular concreto en funcin de unos objetivos ms especficos). As, realizando ejercicios para el tren superior en una sesin y para el tren inferior en otra distinta, o entrenando por grupos musculares especficos (tambin denominadas "split routines"), podemos asimilar mayor cantidad de series y ejercicios, lo cual es una forma habitual de organizar el entrenamiento a este nivel (Fleck, Kraemer, 1997). Al parecer, los resultados obtenidos con estas dos formas de entrenamiento, dividiendo las sesiones (tren superior en una y tren inferior en otra) o entrenando todos los msculos en la misma sesin, son similares en relacin al aumento de la fuerza muscular (Calder, Chilibeck, Webber, Sale, 1994).

      Mayores frecuencias de entrenamiento, hasta seis sesiones a la semana, e incluso dos sesiones al da, durante 6 das a la semana, estn relacionadas con mayores efectos de entrenamiento exclusivamente en el caso de deportistas de alto nivel, o de sujetos de nivel avanzado con suficientes aos de experiencia. As, destacan ciertos estudios realizados con grupos especficos de deportistas. Por ejemplo, el de Hoffman, Kraemer, Fry, Deschenes y Kemp (1990) con jugadores profesionales de ftbol americano (que fueron comparados en dos grupos, unos entrenando 4-5 das/semana, y otros 3 6 das/semana).

      En el caso de culturistas y levantadores de peso de lite, las frecuencias pueden alcanzar entre 8 y 12 sesiones/semana (Hkkinen, Pakarinen, Alen, Kauhanen, Komi, 1988; Zatsiorsky, 1995), o llegar incluso a las 18 sesiones/semana en levantadores de peso olmpicos (Zatsiorsky, 1995).

      Aspectos metodolgicos del entrenamiento de la Potencia Muscular

      La expresin y el desarrollo de la potencia es importante, tanto en el campo del rendimiento deportivo, como en relacin al estilo de vida. De hecho, la potencia muscular es un importante componente del estado de salud del sujeto, que se relaciona a este nivel fundamentalmente con su capacidad funcional y, por tanto, con su calidad de vida, especialmente en ancianos (Warburton et al., 2001).

      Citando a Buchner (1997), "la potencia muscular est lgicamente ms relacionada con las limitaciones funcionales en ancianos que el pico de fuerza de un msculo". Recordemos, igualmente, que la potencia de piernas, determinada por el salto vertical, tambin se ha mostrado directamente asociada a la salud percibida y a la movilidad (durante la subida de escaleras) en hombres (Suni et al., 1998).

      Por definicin, y citando a Kraemer (2002-ACSM), se produce ms potencia cuando la misma cantidad de trabajo es realizada en una menor cantidad de tiempo, o cuando una mayor cantidad de trabajo es realizada en el mismo tiempo.

      Las contribuciones neuromusculares a la mxima potencia muscular incluyen:

      1. el mximo porcentaje de desarrollo de fuerza (Hkkinen, Komi, 1985),

        la capacidad de generar fuerza muscular a velocidades de contraccin lentas y rpidas (Kaneko, Fuchimoto, Toji, Suei, 1983),

        la capacidad de rendimiento del ciclo estiramiento-acortamiento (Bosco, Komi, 1979), y

        la coordinacin tanto del patrn de movimiento como de tareas especficas (Schmidtbleicher, 1992; Young, Jenner, Griffiths, 1998).

        Importantes estudios han mostrado mejoras en la potencia muscular como consecuencia del seguimiento de programas tradicionales de entrenamiento de fuerza (Adams, O'Shea, O'Shea, Climstein, 1992; Bauer, Thayer, Baras, 1990; Clutch, Wilton, McGown, Bryce, 1983; Wilson, Murphy, Walshe, 1997; Wilson, Newton, Murphy, Humpries, 1993).

        Ahora bien, la efectividad de este tipo de entrenamientos ha sido cuestionada, ya que tiende a incrementar tan slo la fuerza muscular con movimientos a bajas velocidades, que no permiten trabajar otros componentes de la fuerza que contribuyen a generar una potencia mxima (Hkkinen, 1989).

        De esta forma, se han planteado programas alternativos que en principio podran mostrarse como ms efectivos. Un entrenamiento basado en movimientos a altas velocidades con cargas ligeras ha resultado ser ms interesante para mejorar la capacidad de salto vertical que el entrenamiento de fuerza tradicional (Hkkinen, Komi, 1985; Hkkinen, Komi, 1985).

        Al parecer, el entrenamiento con cargas elevadas a baja velocidad facilita principalmente las ganancias de fuerza mxima, mientras que el entrenamiento de potencia (cargas ligeras a velocidades altas) mejora la manifestacin de la fuerza a altas velocidades (Hkkinen, Komi, 1985).

        No obstante, es muy importante simultanear el entrenamiento para la fuerza a lo largo del tiempo, con el fin de proporcionar la base adecuada que permita un ptimo desarrollo de la potencia (Baker, Wilson, Carlyon, 1994).

        Seleccin y orden de los ejercicios Para entrenar la potencia muscular las referencias son claras, ya que son necesarios ejercicios poliarticulares que impliquen a todo el cuerpo, pues estos requieren una rpida produccin de fuerza (Garhammer, Gregor, 1992).

        Ahora bien, este tipo de ejercicios van a requerir un mayor tiempo de aprendizaje, lo cual es extremadamente importante a la hora de garantizar la seguridad tanto de los principiantes como de los sujetos de nivel intermedio.

        El elemento clave de control de la intensidad en este caso va a venir determinado por la calidad de ejecucin de cada repeticin, relacionada a su vez y directamente con la mxima velocidad (Kraemer et al., 2002-ACSM).

        Carga/Volumen/Velocidad de ejecucin

        En el caso de sujetos principiantes y de nivel intermedio, se recomienda utilizar cargas ligeras (30-60% 1RM), en 1 a 3 series, de 3 a 6 repeticiones. La progresin en este caso debe realizarse mediante un programa periodizado (Kraemer et al., 2002-ACSM).

        Los tiempos de recuperacin seran similares a los necesarios para un ptimo desarrollo de la fuerza muscular, referidos en el punto anterior.

        Aspectos metodolgicos del entrenamiento de la Resistencia Muscular Localizada

        La resistencia muscular localizada mejora por efecto del entrenamiento de fuerza (Anderson, Kearny, 1982; Huczel, Clarke, 1992; Marcinick, Potts, Schlabach, Will, Dawson, Hurley, 1991; Marx, Ratamess, Nindl, et al., 2001; McGee, Jessee, Stone, Blessing, 1992; Stone, Wilson, Blessing, Rozenek, 1983). Ms especficamente, la investigacin se ha centrado en la resistencia muscular submxima localizada y en la resistencia de alta intensidad (tambin denominada fuerza resistencia).

        De esta forma, el entrenamiento tradicional de fuerza se ha mostrado como vlido para mejorar la resistencia muscular absoluta (esto es, el mximo nmero de repeticiones realizadas con una carga previa al entrenamiento) (Anderson, Kearny, 1982; Huczel, Clarke, 1992; Kraemer, 1997), pero se han observado efectos limitados en la resistencia muscular relativa localizada (resistencia medida como una intensidad relativa especfica, o porcentaje de 1RM) (Mazzetti, Kraemer, Volek, et al., 2000).

        Los programas de entrenamiento de moderada a baja intensidad, realizados con un alto nmero de repeticiones (entre 15 y 20 o ms), aparecen como los ms efectivos para mejorar tanto la resistencia muscular absoluta como la relativa (Anderson, Kearny, 1982; Huczel, Clarke, 1992).

        No obstante, cargas entre moderadas y pesadas, combinadas con cortos periodos de recuperacin tambin parecen ser efectivas para aumentar la resistencia muscular absoluta y la de alta intensidad (Anderson, Kearny, 1982; McGee, Jessee, Stone, Blessing, 1992).

        Aunque existe una relacin entre la mejora de la fuerza y la mejora simultnea de la resistencia muscular, la aplicacin de un programa especfico siempre producir mayores mejoras (Anderson, Kearny, 1982; Stone, Coulter, 1994).

        Por otra parte, son los programas de alto volumen los que, en base a los resultados obtenidos, permiten una ganancia mayor de resistencia (Kraemer, 1997; Marx, Ratamess, Nindl, et al., 2001), especialmente cuando se realizan mltiples series de cada ejercicio (Hickson, Hidaka, Foster, 1994; Kraemer, 1997; Marx, Ratamess, Nindl, et al., 2001; McGee, Jessee, Stone, Blessing, 1992; Stone, Coulter, 1994).

        Referencias ABERNETHY, P., G. WILSON, P. LOGAN. Strength and power assessment. Issues, controversies and challenges. Sports Med. 19:401-417, 1995.

        AMERICAN COLLEGE OF SPORTS MEDICINE. Position Stand on Progression Models in Resistance Training for Healthy Adults. Med. Sci. Sports Exerc. Vol. 34, No. 2, pp. 364-380, 2002.

        AMERICAN COLLEGE OF SPORTS MEDICINE. Position Stand: Appropiate Intervention Strategies for Weight Loss and Prevention of weight Regain for Adults. Med. Sci. Sports Exerc. 33 (12):2145-2156, 2001.

        AMERICAN COLLEGE OF SPORTS MEDICINE. Position Stand: The recommended quantity and quality of exercise for developing and maintaining cardiorespiratory and muscular fitness, and flexibility in healthy adults. Med. Sci. Sports Exerc. 30:975-991, 1998.

        AMERICAN COLLEGE OF SPORTS MEDICINE. Exercise and physical activity for older adults. Med. Sci. Sports Exerc. 30:992-1008, 1998.

        ANDERSON, T., and J. T. KEARNEY. Effects of three resistance training programs on muscular strength and absolute and relative endurance. Res. Q. 53:1-7, 1982.

        ANIANSON, A., M. HEDBERG, G.B. HENNING, and G. GRIMBY. Muscle morphology, enzymatic activity, and muscle strength in elderly men: A follow-up study. Muscle Nerve. 9: 585-591, 1986.

        ANSVED, T., and L. LARSON. Quantitative and qualitative morphological properties of the soleus motor nerve and the L5 ventral root in young and old rats. Relation to the number of soleus muscle fibers. J. Neurol. Sci. 96: 269-282, 1992.

        AOYAGI, Y., and R.J. SHEPARD. Aging and muscle function. Sports Med. 14: 376-396, 1992.

        BAECHLE, T.R. Ed. Essentials of Strength Training and Conditioning (NSCA). Human Kinetics, Champaign, Illinois 1994.

        BAKER, D., G. WILSON, and R. CARLYON. Periodization: the effect on strength of manipulating volume and intensity. J. Strength Cond. Res. 8:235-242, 1994.

        BASSEY, E.J., and U.J. HARRIES. Normal values for handgrip strength in 920 men and women aged over 65 years, and longitudinal changes over 4 years in 620 survivors. Clin. Sci. (Colch.). 84: 331-337, 1993.

        BASSEY, E.J., M.A. FIATARONE, E.F. O'NEILL, M. KELLY, W.J. EVANS, and L.A. LIPSITZ. Leg extensor power and functional performance in very old men and women. Clin. Sci. (Colch.). 82:321-327, 1992.

        BAUER, T., R.E. THAYER, and G. BARAS. Comparison of training modalities for power development in the lower extremity. J. Appl. Sport Sci. Res. 4:115-121, 1990.

        BERGER, R. A. Optimum repetitions for the development of strength. Res. Q. 33:334-338, 1962.

        BERGER, R. A. Effect of varied weight training programs on strength. Res. Q. 33:168-181, 1962.

        BERGER, R. A. Comparison of the effect of various weight training loads on strength. Res. Q. 36:141-146, 1963.

        BOMPA, T. O. Periodization: theory and methodology of training (4th Edition), Human Kinetics, Champaign, IL., 1999.

        BOSCO, C. La fuerza muscular. Aspectos metodolgicos. INDE, Barcelona, 2000.

        BOUCHARD, C., SHEPARD, R.J., STEPHENS, T. Editors. Physical Activity, Fitness and Health. International Proceedings and Consensus Statement. Human Kinetics, Champaing, Illinois 1994.

        BROWN, L.E., J.P. WEIR. Accurate Assessment of Muscular Strength & Power, ASEP Procedures Recommendation, Journal of Exercise Physiology, vol 4. n 3, 2001.

        BROWN, A. B., N. McCARTNEY, and D. G. SALE. Positive adaptations to weight-lifting training in the elderly. J. Appl. Physiol. 69:1725-1733, 1990.

        BROWN, D.A., and W.C. MILLER. Normative data for strength and flexibility of women throughout life. Eur. J. Appl. Physiol. 78: 77-82, 1998.

        BUCHNER, D.M. Preserving mobility in older adults. West. J. Med. 167: 258-264. Canadian Society for Exercise Physiology. Canadian Physical Activity, Fitness and Lifestyle Appraisal Manual. Ottawa, ON: Canadian Society for Exercise Physiology, 1997.

        CALDER, A.W., P.D. CHILIBECK, C.E. WEBER, and D.G. SALE. Comparison of whole and split weight training routines in young women. Can. J. Appl. Physiol. 19:185-199, 1994.

        CAPEN, E. K. The effects of systemic weight training on power, strength and endurance. Res. Q. 21:83-89, 1950.

        CAPEN, E. K. Study of four programs of heavy resistance exercises for development of muscular strength. Res. Q. 27:132-142, 1956.

        COLLIANDER, E. B., and P. A. TESCH. Effects of eccentric and concentric muscle actions in resistance training. Acta Physiol. Scand. 140:31-39, 1990.

        CURETON, K. J., M. A. COLLINS, D. W. HILL, and F. M. McELHANNON. Muscle hypertrophy in men and women. Med. Sci. Sports Exer. 20:338-344, 1988.

        DALTON, N.J., J.E. WALLACE. Strength Testing Protocols for College-Aged Women. Strength & Conditioning, April: 7-10, 1996.

        DELORME, T. L., and A. L. WATKINS. Techniques of progressive resistance exercise. Arch. Phys. Med. 29:263-273, 1948.

        DUDLEY, G. A., and R. DJAMIL. Incompatibility of endurance- and strength-training modes of exercise. J. Appl. Physiol. 59:1446-1451, 1985.

        ENOKA, R. Muscle strength and its development. New perspectives. Sports Medicine 6:146-168, 1988.

        FEIGENBAUM, M. S., and M. L. POLLOCK. Prescription of resistance training for health and disease. Med. Sci. Sports Exerc. 31:38-45, 1999.

        FLECK, S. J., and W. J. KRAEMER. Designing Resistance Training Programs, 2nd Ed. Champaign, IL: Human Kinetics, pp. 1-115, 1997.

        FLECK, S.J. Periodized Strength Training: A Critical Review., J. Strength Cond. Res. vol. 13, n 1, pp.82-89, 1999.

        GONZLEZ BADILLO, J.J. La planificacin y organizacin del entrenamiento de la fuerza. V Congreso Internacional sobre Entrenamiento de la fuerza: el entrenamiento de la fuerza como factor clave del rendimiento deportivo. Len, octubre 1998.

        GONZLEZ BADILLO, J.J. Modelos de planificacin y programacin en deportes de fuerza y velocidad. Mster Alto Rendimiento Deportivo. Madrid: COE-UAM, 1998.

        GONZLEZ BADILLO, J.J., E. GOROSTIAGA. Fundamentos del entrenamiento de la fuerza. Aplicacin al alto rendimiento deportivo. INDE, Barcelona 1995.

        GOTSHALK, L. A., C. C. LOEBEL, B. C. NINDL, et al. Hormonal responses to multiset versus single-set heavy-resistance exercise protocols. Can. J. Appl. Physiol. 22:244-255, 1997.

        GRAVES, J. E., M. L. POLLOCK, S. H. LEGGETT, R. W. BRAITH, D. M. CARPENTER, and L. E. BISHOP. Effect of reduced training frequency on muscular strength. Int. J. Sports Med. 9:316-319, 1988.

        HAGBERG, J.M. Exercise, fitness, and hypertension. En: Bouchard C., Shepard R.J., Stephens T., Sutton J.R., McPherson B.D. (eds.). Exercise, fitness, and health: a consensus of current Knowledge. Champaign, IL. Human Kinetics 455-466, 1990.

        HKKINEN, K., and P. V. KOMI. Changes in electrical and mechanical behavior of leg extensor muscles during heavy resistance strength training. Scand. J. Sports Sci. 7: 55-64, 1985.

        HKKINEN, K., and P. V. KOMI. The effect of explosive type strength training on electromyographic and force production characteristics of leg extensor muscles during concentric and various stretch-shortening cycle exercises. Scand. J. Sports Sci. 7:65-76, 1985.

        HKKINEN, K., A. PAKARINEN, P.V. KOMI, T. RYUSHI, and H. KAUKANEN. Neuromuscular adaptations and hormone balance in strength athletes, physically active males and females during intensive strength training. In: Proceedings of the XII International Congress of Biomechanics. R.J. Gregor, R.F. Zernicke, W. Whiting, eds. Champaign, IL: Human Kinetics, pp: 889-894, 1989.

        HKKINEN, K., A. PAKARINEN, M. ALEN, H. KAUHANEN, and P. V. KOMI. Neuromuscular and hormonal responses in elite athletes to two successive strength training sessions in one day. Eur. J. Appl. Physiol. 57:133-139, 1988.

        HKKINEN, K., A. PAKARINEN, M. ALEN, H. KAUHANEN, and P. V. KOMI. Neuromuscular and hormonal adaptations in athletes to strength training in two years. J. Appl. Physiol. 65:2406-2412. 1988.

        HKKINEN, K, KALLINEN, M. IZQUIERDO, et al. Changes in agonist-antagonist EMG, muscle CSA, and force during strength training in middle-aged and older people. J. Appl. Physiol. 84:1341-1349, 1998.

        HKKINEN, K., M. KALLINEN, V. LINNAMO, U. M. PASTINEN, R. U. NEWTON, and W. J. KRAEMER. Neuromuscular adaptations during bilateral versus unilateral strength training in middle-aged and elderly men and women. Acta Physiol. Scand. 158:77-88, 1996.

        HKKINEN, K., and P. V. KOMI. Electromyographic changes during strength training and detraining. Med. Sci. Sports Exerc. 15:455-460, 1983.

        HASS, C.J., M.S. FEIGENBAUM, B.A. FRANKLIN. Prescription of resistance training for healthy populations. Sports Med. 31(14):953-964, 2001.

        HASS, C. J., L. GARZARELLA, D. DEHOYOS, and M. L. POLLOCK. Single versus multiple sets and long-term recreational weight-lifters. Med. Sci. Sports Exerc. 32:235-242, 2000.

        HATHER, B M., P. A. TESCH, P. BUCHANAN, and G. A. DUDLEY. Influence of eccentric actions on skeletal muscle adaptations to resistance training. Acta Physiol. Scand 143:177-185, 1991.

        HERRICK, A. B., and W. J. STONE. The effects of periodization versus progressive resistance exercise on upper and lower body strength in women. J. Strength Cond. Res. 10:72-76, 1996.

        HURLEY, B. Does strength training improves health status? J. Strength Cond. Res. 16(13):7-12, 1994.

        HURLEY, B.F., and J.M. HAGBERG. Optimizing health in older persons: Aerobic or strength training? Exerc. Sport Sci. Rev. 26: 61-89, 1998.

        HURLEY, B.F., D.R. SEALS, A.A. EHSANI, L.J. CARTIER, G.P. DALSKY, J.M. HAGBERG, J.O. HOLLOSZY. Effects of high-intensity strength training on cardiovascular function. Med. Sci. Sports Exerc. 16:483-488, 1984.

        HURLEY, B.F., D.R. SEALS, J.M. HAGBERG, et al. High-density-lipoprotein cholesterol in body-builders vs. Powerlifters: Negative effects of androgen use. JAMA. 242:507-513, 1984.

        HURLEY, B.F., J.M. HAGBERG, A.P. GOLDBERG, et al. Resistive training can reduce coronary risk factors without altering VO2 max or percent body fat. Med. Sci. Sports Exerc. 20:150-154, 1988.

        IZQUIERDO, M., X. AGUADO. Adaptaciones neuromusculares durante el entrenamiento de fuerza en hombres de diferentes edades. Apunts, Educacin Fsica y Deportes, 55: 20-26, 1999.

        JACKSON, A., T. JACKSON, J. HNATEK, and J. WEST. Strength development: using functional isometrics in an isotonic strength training program. Res. Q. Exerc. Sport. 56:234-237, 1985.

        JIMNEZ, A. Los programas de actividad fsica como forma de vida. Sport Managers, Revista profesional de salud e instalaciones deportivas. N 2. Noviembre, 1998.

        JIMNEZ, A. Beneficios del ejercicio de fuerza en una sala de musculacin (sala de fitness). Sport News, suplemento de Sport Managers, Revista profesional de salud e instalaciones deportivas. N 3, 2001.

        JIMNEZ, A., AZNAR, S. DE PAZ, J.A. Aplicacin de la Batera Eurofit para Adultos a un grupo de estudiantes de Ciencias de la Actividad Fsica y el Deporte. Anlisis descriptivo sobre su condicin de salud, factores de riesgo, niveles de actividad fsica, hbitos alimentarios y aptitud msculo-esqueltica". II Congreso de Ciencias del Deporte, Asociacin Espaola de Ciencias del Deporte, celebrado en el INEF de Madrid (14-16 de marzo de 2002). Volumen II, Libro de Comunicaciones. Resmenes, pp.235-236, INEF Madrid, 2002.

        JIMNEZ, A. La aptitud msculo-esqueltica y su relacin con la salud: Anlisis de la aptitud msculo-esqueltica, nivel de actividad fsica y relaciones con el comportamiento en una poblacin fsicamente activa, y Efectos a corto plazo de dos modelos de periodizacin del entrenamiento de la fuerza en mujeres. Tesis Doctoral. Departamento de Fisiologa, Universidad de Len, 2003.

        KANEKO, M., T. FUCHIMOTO, H. TOJI, and K. SUEL. Training effect of different loads on the force-velocity relationship and mechanical power output in human muscle. Scand. J. Sports Sci. 5:50-55, 1983.

        KATCH, F. I., S. S. DRUM. Effects of different modes of strength training on body composition and anthropometry. Clin. Sports Med. 4:413-459, 1986.

        KELL, R.T., G. BELL, A. QUINNEY. Musculoskeletal fitness, health outcomes and quality of life. Sports Med. 31(12):863-873, 2001.

        KOMI, P.V. (Ed.). Strength and Power in Sport, Boston: Blackwell Scientific Publications, 1992.

        KOMI, P.V. Training of muscle strength and power: Interaction of neuromotoric, hypertrophic and mechanical factors. Int. J. Sports Med. 7 (Suppl.): 101-105, 1986.

        KRAEMER, W. J. Endocrine responses to resistance exercise. Med. Sci. Sport Exerc. 20:152-157, 1988.

        KRAEMER, W. J. Endocrine responses and adaptations to strength training. In: Strength and Power in Sport, P. V. Komi (Ed.). Boston: Blackwell Scientific publications, 1992, pp. 291-304.

        KRAEMER, W. J. Hormonal mechanisms related to expression of muscular strength and power. In: Strength and Power in Sport, Scientific Publications, pp. 64-67, Oxford, 1992.

        KRAEMER, W. J., and S. J. FLECK. Resistance training: exercise prescription (part 4 of 4). Phys. Sports Med. 16:69-81, 1988.

        KRAEMER, W. J., B. J. NOBLE, M. J. CLARK, and B. W. CULVER. Physiologic responses to heavy-resistance exercise with very short rest periods. Int. J. Sports Med. 8:247-252, 1987.

        KRAEMER, W. J., L. MARCHITELLI, S. E. GORDON, et al. Hormonal and growth factor responses to heavy resistance exercise protocols. J. Appl. Physiol. 69:1442-1450, 1990.

        KRAEMER, W. J., N. RATAMESS, A. C. FRY, et al. Influence of resistance training volume and periodization on physiological and performance adaptations in college women tennis players. Am. J. Sports Med. 28:626-633, 2000.

        KRAEMER, W. J., S. E. GORDON, S. J. FLECK, et al. Endogenous anabolic hormonal and growth factor responses to heavy resistance exercise in males and females. Int. J. Sports Med. 12:228-235, 1991.

        KRAEMER, W. J., S. J. FLECK, J. E. DZIADOS, et al. Changes in hormonal concentrations after different heavy-resistance exercise protocols in women. J. Appl. Physiol. 75:594-604, 1993.

        KRAEMER, W.J. A series of studies-The physiological basis for strength training in American football: fact over philosophy. J. Strength Cond. Res. 11:131-142, 1997.

        KRAEMER, W.J., M. KEUNING, N.A. RATAMESS, J.S. VOLEK, M. McCORMICK, J.A. BUSH, B.C. NINDL, S.E. GORDON, S.A. MAZZETTI, R.U. NEWTON, A.L. GMEZ, R.B. WICKHAM, M.R. RUBIN, K. HKKINEN. Resistance training combined with bench-step aerobics enhances women's health profile. Med. Sci. Sports Exerc. 33(2):259-269, 2001.

        KRAEMER, W.J., S.A. MAZZETTI, B.C. NINDL, L.A. GOTSHALK, J.S. VOLEK, J.A. BUSH, J.O. MARX, K. DOHI, A.L. GMEZ, M. MILES, S.J. FLECK, R.U. NEWTON, and K. HKKINEN. Effect of resistance training on women's strength/power and occupational performances. Med. Sci. Sports Exerc. 33(6):1011-1025, 2001.

        KRAMER, J. B., M. H. STONE, H. S. O'BRYANT, et al. Effects of single vs. multiple sets of weight training: impact of volume, intensity and variation. J. Strength Cond. Res. 11:143-147, 1997.

        KUZNETSOV, V.V. Metodologa del entrenamiento de la fuerza para deportistas de alto nivel. Ed. Stadium. Buenos Aires, 1989.

        LAYNE, J. E., and M. E. NELSON. The effect of progressive resistance training on bone density: a review. Med. Sci. Sports Exerc. 31:25-30, 1999.

        MARX, J. O., N. A. RATAMESS, B. C. NINDL, et al. The effects of single-set vs. periodized multiple-set resistance training on muscular performance and hormonal concentrations in women. Med. Sci. Sports Exerc. 33:635-643, 2001.

        McLESTER, J. R., P. BISHOP, and M. E. GUILLIAMS. Comparison of 1 day and 3 days per week of equal-volume resistance training in experiences subjects. J. Strength Cond. Res. 14:273-281, 2000.

        MOSS, B. M., P. E. REFSNES, A. ABILDGAARD, K. NICOLAYSEN, and J. JENSEN. Effects of maximal effort strength training with different loads on dynamic strength, cross-sectional area, load-power and load-velocity relationships. Eur. J. Appl. Physiol. 75:193-199, 1997.

        NACLEIRO, F. Entrenamiento de la fuerza con pesas: cmo determinar la intensidad del esfuerzo y los diferentes tipos de fuerza a entrenar. Lecturas: Educacin Fsica y deportes, Revista Digital. Buenos Aires, Ao 6. n: 29, 2001.

        O'HAGAN, F. T., D. G. SALE, J. D. MacDOUGALL, and S. H. GARNER. Comparative effectiveness of accommodating and weight resistance training modes. Med. Sci. Sports Exerc. 27:1210-1219, 1995.

        O'SHEA, P. Effects of selected weight training programs on the development of strength and muscle hypertrophy. Res. Q. 37:95-102, 1996.

        OSTROWSKI, K. J., G. J. WILSON, R. WEATHERBY, P. W. MURPHY, and A. D. LYTTLE. The effect of weight training volume on hormonal output and muscular size and function. J. Strength Cond. Res. 11:148-154, 1997.

        PAYNE, N., N. GLEDHILL, P.T. KATZARMZYK, V. JAMNIK, and S. FERGUSON. Health implications of musculoskeletal fitness. Can. J. Appl. Physiol. 25: 114-126, 2000.

        POLIQUIN, C. Five ways to increase the effectiveness of your strength training program. National Strength and Conditioning Association Journal 10 (3): 34-39, 1988.

        POLLOCK, M.L., W.J. EVANS. Resistance training for health and disease: introduction. Med. Sci. Sports Exerc. 31(1):10-11, 1999.

        POLLOCK, M.L., B.A. FRANKLIN, G.J. BALADY, et al. Resistance Exercise in individuals with and without Cardiovascular Disease. Circulation, 101