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F e r n a n d o Q u in o n e s
/
DE CADIZY sus CANTESLLAVES -DE UNA CI UOAO
Y Lfl\; F(jLl(LC)RE I \ l I LENARI(jS
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FER:-.JA. DO Qt}[KO 'I':S
EL FOLKLORE
AMi\ ECE EL FLA ,IE CO: ALG NA PREC.LSIO ES
A f11lales del sigIo XVIII el cante flamenco -palabra de tan confuso y
discutido origen- es una palpable realidad hist6rica y existe con vida propia,
independiente e inconfundible, montado sobre las plurales y seculares pro-
cedencias que ya hem os revistado brevemente. No hay aun referencia algu-
na a las expresiones «flamenco» 0 «cante flamenco», pero el flamenco esta
ya ahi, de todos modes, y aparecen, en el ultimo tercio del XVIII, los pri-
meros nombres de cantaores conocidos: el fantasmal y se dice que jerezano
Tio Luis el de la Juliana, «rey de cantaores», segun el padre de Antonio y
Manuel Machado, gran compilador, investigador y especialista; el enigma-
tico Cautivo; El Fillo y El Plancta; el mas tardio cuanto fabuloso gaditano
Paquirri el Guante, quien pudo alcanzar «el siglo del Progreso». A d h ono rem
puede agregarse a ellos el quiza no inventad Tfo Gregorio, que Cadal 0
nos presenta en sus C a rta s m a rr ue ca s, «cantaor de Cadiz», viejo, gordo,
basto, pero, eso si, con voz «ronca y hueca»: de las que cunden.
Registranse tambien por entonccs, y las recoge, entre otros autores, el
ingles Borrow, las primeras alusi nes a generos concretisimos, casi todos
los cuales han llegado hasta nuestros dias: liviana, polo, caria, siguiriya gita-
na, rona, jabera ... Glosando a Don Precise, el poeta antequcrano Jose Anto-
nio Munoz Rojas asienta que es un tal Pedro de la Ro a quien reduce la
seguidilla y el fandango a reg-las y a principios s6lidos.
La pasion, el ejercicio y la vocaci6n del flamenco no exceden al princi-
pio el ambito gitano y hogarefio; s610 con el tiempo s e extenderan y divul-
garan sus valores.
Por cuanto atafie a Cadiz, el abundante censo gitano favoreci6 de modo
extraordinario el nacimiento y el crecimiento del flamenco en I.acapital y su
bahia, durante los siglos XVIII y XIX.
Ricardo Molina, al abstenerse d considerar a los Puertos como parte
del bloque gaditano flamenco, cuenta con la probable opo ici6n del cerca-
6r
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OE CADIZ Y SUS CANTES
no y gran Jerez flamenco, que recaba para S 1 el estilo de los Puertos, y
cuenta, asimismo, con un elogiable deseo de exactitud. Fieles tarnbien a
este ultimo deseo, haremos 1 0 posible a nuestra vez por segregar al cante de
Cadiz del de los Puertos y por considerar a estes mas 0menos independien-
tes, a 1como a los de toda otra localidad inmediata a Cadiz. Sin embargo,
las argumentaciones jerezanas no nos inspiran mucha precaucion, ya que la
manera que de «en tender» el cante y el baile tienen generalmente Sanhicar,
el Puerto de Santa Maria, Puerto Real 0 San Fernando, y , sobre todo, la
legion de «cantifias» analogas 0 identicas que poseen en com un con Cadiz,
aproximan mas los estilos de estas poblaciones a Cadiz que a Jerez, con
muchas mas pruebas que dudas.
Por afiadidura, dadas cierta e importantes afinidades estilistica y gene-
ricas, no parece adecuado prescindir, aun manteniendo una voluntad dife-
renciadora, de las aportaciones e influencias que, desde el Penon de
Gibraltar a Sanlucar de Barrameda, tuvieron seguramente, en los generos
estrictamente gaditanos e influenciandose a su vez de eIlos, las grandes
poblaciones costeras de la provincia y, sobre todo, de la bahfa. Trafico de
modalidades que, por su parte, alcanzo a los cantaores y bailaores de la
epoca y la zona, cuyos desplazamientos, viajes j cambios de residencia den-
tro del area gaditana y como sigue ocurriendo hoy, hizo gaditanos a no
nacidos en la capital, y viceversa.
U CADIZ DE ROMPE Y RASGA
Limitandonos ahora al Cadiz del iglo XVIII y a sus ambientes feste-
ros, tintos ya en decidido sabor flamenco, recordaremos el bolero y el vitobailados al modo gaditano, el primitivo tango; el importante jaleo, de com-
pas ternario y probable origen de las soleares; el picante j amoroso fandan-
guillo de C adiz, tan bien acogido en el Madrid dieciochesco y de cuyo
superviviente nombre trataremos en la segunda parte dellibro, al hablar de
las alegrias ... Con respecto al bolero, yen Cadiz, el ayudante de ingenieros
don Lazaro Chinchilla incorporo e] cambio deglisas, paso de tipo deslizan-
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EL HOY Y EL MANANA DE CADIZ
LA HISTORIA
Su postracion de fin de siglo afligira aun a Cadiz largamente. Pasea sus
calles sin que nadie se entere, sorbiendo su aire y recogiendola entera en e l
brillo diminuto del gemelo, haciendola suya, Juan Ramon Jimenez. La
guerra de Africa coleara durante afios. Barbas ilustres esperan en Cadiz su
barco, el del destierro: Unamuno, camino de Fuerteventura; Trotski, barri-
do por Stalin y cuyo paso de lector guarda la Biblioteca Publica. Un nino
sevillano, de madre gaditana y gitana, se presenta en el ruedo del Campo
del Sur, borra la memoria de los viejos matadores locales: El Lavi, El
Marinero, Paco de Oro. Le Haman Joselito el Gallo. En 1929, la ciudad
inaugura nuevo coso taurino, tarnbien junto al mar, en el istmo.
Antes y despues... Derribo de las murallas del Norte, nacimiento de la
avenida Carranza y muerte de las luces de gas. Huelgas, paros. Los numeri-
tos de «la Zubie la» , Los ultimos veleros junto al maderamen de «La Flor
Marina» y de «La Bella Sirena», bienolientes a saco de cafe de Puerto Rico,a finos chiclaneros y a tabaco de pipa. Casas Viejas.En el cine de verano de la
plaza de San Antonio, La mana que aprieta y La mujer X; Gardel, al llegar el
sonoro, tan popular en Cadiz como en su Buenos Aires querido. El Novelty,
en su mayor apogeo de piano, marinerfa bien y globos de cristal. Esperanzas
y desalientos, retornos del viejo amor republicano. «Tes-verrnouths». La
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FERNA DO QlJIl- 0 IE S
Transatlantica. El rey, Don Miguel. Primeras noches del Hotel Playa, rodea-
das las lucecillas de la fiesta por una santa, sombria soledad de mareas y are-
nales. Forcejeos politicos, inquietud. La Feria del Frio atruena ya la Plaza de
las Flores. Las panaderias «Eureka», los tranvias a San Severiano, a la Isla, 0,
arrastrando sus inocentes jardineras, al Balneario Victoria. Las fotograflas de
Reymundo, de Dubois y de Segundo y Rosita. Paros, huelgas. Mitines. Lar-
gos carnavales. Primeros domingos de fiitbol. En los gobiernos, 0mano dura
o desconcierto. La Casa del Pueblo en la calle Arboli ...
En la urbe decadentona, sostenida sobre todo por los recursos de su
mar, la espantosa contienda civil de 1936 pasa como una instantanea rafa-
ga de angre; muy pocos dias, casi horas despues de iniciada la guerra,Cadiz cae en poder de las tropas de Franco. Jose Maria Pernan pronuncia
discursos en el frente; torpes aviones de bombardeo sobrevuelan inutil-
mente e l blanco caserio gaditano; Rafael Alberti sale para su largo, incon-
solable exilio:
iAdi6s, murallas natales,
coronas de Andalucfa!
Viene la postguerra. Dilatada, angustiosa, patetica. n una lluviosa
manana de 1946, Cadiz se apifia en la Plaza de la Catedral, donde van a
llegar, para quedarse en el primer templo gaditano, los restos mortales de
Manuel de Falla.
El verano siguiente es testigo de una explosion terrible =depositos mili-
tares de armamento-, que causa numerosas victimas y darios, pero que, en
dramatico contraste y a precio de mucho dolor, parece sefialar rumbos nue-
vos al aislamiento y al olvido en que se hallaba sumida la ciudad. Un gober-
nador civil de imborrable memoria, recto y activo, Carlos Marfa Rodriguez
de Valcarcel, lucha en los ultimos anos cuarenta e iniciales cincuenta por
situar a Cadiz en ellugar que, desde todos los puntos de vista, entiende Ie
corresponde, incluyendo el capitulo cultural.
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FER ANDO QUINOI ES
EL FOLKLORE
L GARES, OMBRES, RATOS ANEJOS
Durante todo el primer cuarto del siglo XX, la vida folklorica gaditana
prolonga brillantemente la mayor parte de sus riquezas decimononicas. Se
cierran algunos cafes y centros de cante, pero nacen otros, como el de La
Europa, que abria sus flamencas puertas en el coraz6n de la ciudad, en
plena plaza de las Flores; L os T res R eyes, entre Vea Murguia y Viudas, el ya
citado de Corona, fuera del viejo casco urbano, pero a la vista de las pues-
tas de tierra; el Palacio de Cristal, en la cuesta de las Calesas; la tienda de
La H abana ... Hemos alcanzado aun esplendidas noches en la " lkn ta de l Pa to ,
por el camino de Puntales; en los aun subsistentes La Barbiana; de la plaza
de la Merced (del Piojito la llama el pueblo); en El Escorial, de nombre
descabellado, una tienda con reservados del Campo del Sur, esquina a la
calle Garaicoechea, donde pararon hasta hace quince 0 veinte afios muchos
de los mejores elementos flamencos de la ciudad, y en la que toda busque-
da de algo real 0 aparentemente escurialense resultaria tan peliaguda como
rastrear gaditanias por el Real Monasterio castellano; en L as C ortes, junto
al noble edificio donde se juro la Constituci6n; en las antiguas Privadilla y
La Parra .. Afios del Troni, de Manuel el Polo, del Trujillo, de Aurelio
joven, de Juan G6mez Habichuela, de la Pitraca, de Eduardo Sanchez, de
Juan Diaz, del Cojo Tille, de los Patino y los Capinetti, de los Hermosilla
y los Ortega y los Espeleta y las Mendafias y las Cachucheras, aquella
dinastia del barrio de La Vifia que puso en el mundo a Rosario la Mejora-
na y a su hija, Pastora Imperio, aun superviviente -ialguna noche casi «enforma» !-,y cuya reaparicion «despues de cinco afios de ausencia» anuncia
vistosamente el Diario de Cadiz del 24 de junio de 1917, aludiendo a «la
cancionista andaluza y bailarina flamenca que recientemente ha actuado
con mucho exito en Palacio, ante la familia real. ..». Un cuarto de siglo mas
tarde, en 1941, yen el Teatro Principal, llamado ya, como hoy, Cine Muni-
cipal, la gran Pastora vuelve a los gaditanos con Custodia Romero, Rafael
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DE CADlZ Y SLJS CA 'rES
Ortega, «creador genial de bailes clasicos», y «Nino Caracol -Manolo,
naturalmente-, conservador de la solera del cante ...»; La Pa1Ta de la B om -
ba , hace unos cincuenta afios y en una mas de sus muchas ocasiones recor-
dables, congreg6 y enfrent6 en una sola noche a tantos y tales gigantes quedificilmente puede concebirse una «reunion» mas completa: Manuel To-
rre, Enrique Hermosilla, Pastora Pav6n «Nina de los Peines», Antonio
Chacon, Aurelio Selle y el maestro Chiclanita, al cante; al toque, Ramon
Montoya, Jose Capinetti, Juan Dfaz «el Rubio» y Sabicas ... No hay quien
de mas, desde luego. Todos los estilos, todas las calida des y matices, todas
las formas de entender el flamenco, treparon aquella noche por el sarrnen-
toso tronco de la parra que, atravesando el techo de su reservado grande,
da nombre a la veterana tienda.
En el Patio del Maestrito yen el curso de otra fabuJosa velada, Mario-
1 0 Caracol, casi un nino a Ia sazon, recibio una buena e imprevista leccion
por parte de «Antonio el Herrero». Este, al perder facultades de voz, se
habia echado -con muy buen arte- en brazos de la guitarra ... Pero Cara-
col, al terminar un cante, expres6 que no se le habia to ado Ia sonanta
«como le iba a el y debia ser». E1 Herrero, entonces, abandon6 sornbria-
mente la reunion, volvio al cabo de un rato, requirio el instrumento y ,
pese a Ia heterodoxia de la doble acci6n, se acompafio el mismo unas
siguiriyas de purfsimo cufio que extasiaron a los presentes. Al rematar su
cante y su toque geniales, el viejo maestro dijo al orgulloso y ya notable
cantaor sevillano:
-Asi le toco yo a los que cantan bien ...
Crecen ya por Cadiz, en edad y en buen arte, «los tres grandes», que
seran luego los maxirnos representantes del neto estilo gaditano flamenco:
Aurelio Selle, Peric6n de Cadiz, Manalo Vargas. Las grandes sombras de
Paquirri, de Curro Dulce, de Fosforito, de Francisco la Perla y, sobre todo,
de Enrique el «Mellizo» han fijado ya unos canones imperturbables, den-
tro de los cuales se rnovera, tanto desde el punto de vista de la sensibilidad
como de la tecnica, todo cante de Cadiz que en verdad se precie de serlo.
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1 1 1 1 r y un interes de la actual Corporacion municipal por el mantenimien-
(I I icl arte flamenco propio de la ciudad a que administra .
...n realidad, esa atencion ya se habia producido en diversas y ultimas
I) .asiones, sobre todo en cuanto a colaboracion directa 0 indirecta deluntamiento y de su alcalde, J er6nimo Almagro, en las organizaciones y
Ilrimeros pasos de la Pefia «El Mellizo». Pero ahora, al ofrecer su misma
-d e para una manifestacion de este tipo y unir el flamenco a las activida-
I· de su Catedra cultural «Adolfo de Castro» mediante un grupo folklo-
Ii '0 adjunto al parecer a dicha entidad, el municipio de Cadiz da ciertas
muestras de querer llegar mas lejos: «itro sintoma de «resurrecci6n» r Cele-hrado en presencia de ediles y autoridades, el acto en cuesti6n fue protago-
nizado por el conferenciante y cantaor Amos Rodriguez Rey,presentandose
1 1 1 1 cuadro de jovenes continuadore cuyos nombres queremos hacer cons-
tar: los guitarristas Manuel Argumedo y Paco Marquez; cuatro bailaores,
. I 'e M. Gutierrez, Pedro Serrano, Darlo Parada y Antonio Jimenez, y las
hailaora Mari Sol Cozar, Maripepa Ory, Maria Victoria Gutierrez, Pilar
I ascual de Pobil, J osefa Olmo, Francisca Briceno y mma Curros, dirigi-
d el conjunto por Petra Marla Bruzon.
EL TABLAO
En fin, la puesta en marcha, hace una media docena de afios, del local
flamenco EI Tablao, situado en el renovado barrio de San Severiano y
unico heredero en Cadiz de toda aquella admirable historia de colmaos y
.afes de cante, asegura noche tras noche a nativos y forasteros la posibi-
lidad de una velada flamenca en un ambiente grato y evocador. Lo eual
a e deeir.Buen aficionado y guitarrista, el dueiio y director de EI Tablao -Enri-
que a secas, por antonomasia-, pareee saber compaginar con mafia la dig-
nidad del arte con las dificultadcs del negocio. Si las programaciones de El
'Iablao no se niegan a 1 0 comercial, tampoco prescinden de 1 0 bueno. Res-
ponde EI Tablao al automatismo inevitable en estos estableeimientos ac-
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DE CADIZ Y Sl 5 CANTES
tuales del flamenco, pero tarnbien a un tono aproximadamente positivo, con
«rachas», con nombres y alicientes mas 0menos valiosos, aunque, en con-
junto, sin perder de vista demasiado ciertas exigencias y autenticidades;
prueba de ello es la dilatada lista de figuras flamencas de primer orden que,junto a reclamos dudosos 0 a la presencia de murgas y chirigotas -desde
luego no menos folk16ricas ni menos gaditanas-, han pasado por el breve y
sobrio escenario de este local, que Cadiz estaba pidiendo a voces, como su
Peiia Flamenca, y que es un cierto refuerzo en el relativo resurgir flamen-
co de la ciudad.
BALANCE Y PREOCUPACIONES FI ALES
Porque, hasta cierto punto, puede hablarse de un determinado resurgir.
ntendarnonos: no es posible ni deseable una vuelta a la «edad de oro» del
flamenco, puesto que no es ya Cadiz, por suerte, e l Cadiz del Mellizo 0 el
de Paquirri, aquel Cadiz sugestivo y miserable, rornantico y desamparado;
es cierto que a veces dariamos diez afios de vida porque cualquier «tunel
del tiempo» nos devolviera una semana a sus ambientes, nos colocara, como
en un sueiio vivido, entre las calles, las gentes, los dias y las noches del
Cadiz que nuestra epoca se llev6. Pero tarnbien estamos seguros de que
bramarfamos y se nos caeria el alma a pedazos ante el fondo de olvidadas
pobrezas, injusticias, desalientos y desesperaciones apenas ocultas tras el
primer encantador y superficial tel6n del Cadiz que se fue: velas blancas y
tracoma, manzanilla y grilletes, jipijapas y paro total, mucho cante y ham-
bre a espuertas. La gran epoca del flamenco coincide con aquella porque el
gran flamenco es aquello, es tambien t odo aquel lo , toda aquella suma de bello,
tragico y maximo sub desarrollo, sentido, padecido y expresado a su modo
por el pueblo, en sus penas y hasta en sus alegrias. No puede, pues, volver
«la gran epoca», ni aspiramo a que vuelva; el resurgir de que hablaba es
mas reducido. Pero tal vez suficiente.
Escribo estas lineas en 1974; hace diez afios, al publicarse la primera
edici6n del presente libro, eramos muchos los que dabarnos por muerta, del
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I,'ER. Ai\DO Q lJI;\:()NES
todo y para siempre, la vida deJ flamenco en la ciudad que fue una de sus
cunas. Mas, como en tantos otros 6rdenes, el Cadiz flamenco, 0 por 1 0
menos el amor al flamenco en Cadiz, no parecen ahora estar tan muertos.
Veanse, por ejemplo, de. pues de un larguisimo periodo de inactivida-
des flamencas locales, las masivas respuestas del publico a todo 0 casi todo
cuanto de categorfa se ha hecho en ese campo, desde los agasajos a cantao-
res locales hasta los actos flamencos de «Alcances» 0 los deparados por la
flamante Pei1a, cuya misma existencia ya dice 1 0 suyo, asi como la larga
supervivencia de El Tablao, al que se le auguraba -no sin fundamentos- un
porvenir de rneses cuando fue inaugurado.
Vease la vuelta a las sinfonolas de barrio de un Mairena, de un Cara-
col, de L1Camar6n 0 un Menese, las nuevas promesas de artistas gadita-
nos en la linea seria despues de muchos afios de no surgir ni uno ...
Puede -ojala no- que sean efimeros todos estes sintomas. Pero existir, exis-
ten. Lo que ocurre -Jerez 1 0 sabe bien- es que no hay que dorrnirse, no hay
que dejar que las cosas se mueran. Como en el caso del toro de lidia, de la pure-
za y respirabilidad del aire en las ciudades gigantes 0 de la pesca y la caza, el
iglo XX impone, en el caso del flamenco, la necesidad de mirar por el con
esfuerzo y desvelos; si se le abandona, desaparece, como tambien la nobleza de
las urbes antiguas y duefias de un aspecto al que vale la pena preservar. Pocas
cosas naturales y valiosas se mantienen hoy de por sf en el mundo de la meca-
nizaci6n y los cerebros electr6nicos: hay que ayudarlas a seguir siendo.
Todos los gaditanos y cualquiera de 1 1 0 s deben, pues, de velar, aficio-
nados 0 no, porque no se rompa esa cadena de felices sintornas conducen-
tes al restablecimiento de una de las riquezas de su ciudad, verdadera
«Floren cia» 0 «Avila» espiritual de una de las artes mas espanolas, mima-
das y adrniradas, ayer y hoy, a nivel mundial: el flamenco, cuya proyecci6n
artistica y cultural cunde dia a dia en Espana y fuera de Espana; el fla-
menco ya presente, de un modo u otro, en la musica de .Rimsky Korsakov,
Ravel, Falla y Toch, en la pintura de Picasso y Sergent, en la pluma de
Rilke, Dos Passos y Garcia Lorca ...
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DE cADIZ Y s us C '1'1'::
. ,
Pero antes de esta pregunta hay que hacerse otra: la mi rna que se hizo,
entre otras muchas personalidades, en recientes declaraciones a la prensa,
despues de haber visto la ciudad y prendado de ella) el gran sociologo bra-
silefio Raymundo de Andrade: ~podran .losgaditanos mantener su caracter,
la personalidad, sensibilidad y hondura que el nota alli en ca itodas las per-
sonas) si continua desapareciendo la cara verdadera de Cadiz, la de todo su
casco antiguo, herido en sus zonas mas cabales por un imposible y dispa-
ratado trafico de autornoviles, por absurdos y vulgares edificios cuyas line-
as, alturas y aspecto no son los de Cadiz, etc.?
Es decir, ~podra ser Cadiz la ciudad singular, unica que todavia es de
las Puertas adentro, si se desposee a los gaditanos de la solera y la armenia
urbanas, de su medio, por mas necesitado de restauracion que e te, de su
historia visible y respirable?
Un conjunto de casas no hace ciudad, escribia J . M. Pernan en 1933,
«mientras no est a envuelto y ligado en un s en tim ien to urbano : en una comu-
nidad de tradicion, de memorias, de prop' sitos...».
Yendo mucho mas alla de la mera cuestion del flamenco, tales pregun-
tas y cuestiones caen -deben caer- por encima de intereses econ6micos, de
cuestiones privada e incluso publicas, y suponen una gravisima responsa-
bilidad frente a la Historia y al futuro. No olvidemos que una Italia 0 una
Francia han sabido muy bien ponerse al dia -y tanto- manteniendo en muy
buena parte su noble aspecto clasico, e l de siempre.
100