Daniel Bensaïd- desposeidos

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    Daniel Bensad: el topo visionario, por Ariel Petruccelli

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    26 jun 2013 by admin

    El siguiente texto es el epilogo elaborado por el compaero Ariel Petruccelli

    (Historiador, investigador, docente de la Facultad de Humanidades de la Universidad

    del Comahue, Neuqun, Argentina) para la reciente edicin del libro Los Desposedos:Karl Marx, los ladrones de Madera y los derechos de los pobres de Daniel Bensad, por

    Editorial Prometeo)

    Eplogo:

    Daniel Bensad: el topo visionario

    Ariel Petruccelli

    Les Dpossds. Karl Marx: Les voleurs de bois et le droit des peuvres (La Fabrique

    Editions, 2007), es uno de los ltimos trabajos publicados por Daniel Bensad, fallecidoel 12 de enero de 2010. Bensad era uno de los grandes intelectuales de izquierda que se

    formaron al calor del ascenso de las luchas populares de la segunda mitad de los aos

    sesenta. Su prematura partida (tena slo 64 aos), se suma a las muertes de Chris

    Hartman y Gerald Cohen, entre otros; y acenta la debilidad de la intelectualidad

    marxista contempornea: la gran cosecha de los aos sesentas slo est siendo

    reemplazada a cuentagotas.

    Siendo estudiante, Bensad integr el ncleo fundacional de la Juventud Comunista

    Revolucionaria (1966), y como miembro de esa organizacin de orientacin trotskista se

    zambull en las jornadas de Mayo del sesenta y ocho, de las que fue un partcipe

    destacado y, luego, un analista privilegiado.[1] Como muchos otros intelectuales de su

    generacin, la militancia poltica absorbi sus ms intensos esfuerzos. Una militancia a

    la que se mantuvo leal hasta sus ltimos das, como miembro del recientemente fundado

    Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), la novel organizacin en la que se refundira la

    Liga Comunista Revolucionaria, seccin Francesa de la Cuarta Internacional de la que

    Bensad fuera por muchos aos destacado dirigente.

    Sus primeros escritos datan de fines de los aos sesentas, pero su produccin terica fue

    relativamente escasa durante los setentas y ochentas, acelerndose en los noventa hasta

    tornarse vertiginosa en el ltimo decenio de su vida: la debacle del comunismo y el

    ascenso del neoliberalismo motivaron lo ms intenso y rico de la produccin intelectualde Bensad. El aguerrido militante asumira la responsabilidad insoslayable de tornar

    inteligible el derrotero de un mundo que pareca dislocado.

    Aunque fue profesor de filosofa en la Universidad de Pars VIII, no es la estrecha toga

    acadmica el traje que mejor le calza a Daniel Bensad. A lo largo de toda su vida fue

    un intelectual, indudablemente; pero nunca un acadmico, o lo fue de modo

    circunstancial, accidental por as decirlo. Daniel Bensad fue siempre un marxista para

    el que las preocupaciones intelectuales especficas (por especializadas que pudieran ser)

    estaban siempre orientadas por una voluntad poltica explcita. Una voluntad, adems,

    revolucionaria. En los tiempos que corren, esta caracterstica de su obra y de su persona

    es ms probable que levante sospechas o genere escarnio, antes que admiracin oalabanza. Y sin embargo, la labor intelectual de Bensad no estuvo nunca signada por la

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    ciega defensa de dogmas, ni por la caza de brujas, ni por la adjetivacin en desmedro de

    la argumentacin. No fue el suyo un marxismo de capilla. Ms bien al contrario: su

    compromiso poltico le aport una visin amplia. Nada define mejor que sus propias

    palabras la manera en que conceba a la actividad intelectual hacia el final de sus das:

    Hemos iniciado entonces el peligroso trnsito de una poca a la otra y nos encontramosen el medio del ro, con el doble imperativo de no permitir la prdida de la herencia y de

    estar dispuestos a recibir lo nuevo a inventar. Nos encontramos entonces

    comprometidos y con una doble responsabilidad: de transmisin de una tradicin

    amenazada por el conformismo, y de exploracin de los contornos inciertos del futuro.

    A riesgo de parecer chocante, me gustara encarar esta terrible prueba con un espritu

    que calificara como de dogmatismo abierto. Dogmatismo, porque, aun si esa

    palabra tiene mala prensa (segn el sentido comn meditico, siempre vale ms ser

    abierto que cerrado, light que pesado, flexible que rgido), en toda teora, la resistencia a

    las ideas en boga tiene sus virtudes: el desafo a las impresiones verstiles y los efectos

    de modas exige plantar serias refutaciones antes de cambiar de paradigma. Abierto,

    porque no se trata de conservar religiosamente un discurso doctrinario, sino deenriquecer y de transformar una visin del mundo ensayando prcticas necesariamente

    renovadas.[2]

    Cabra advertir, sin embargo, que este prrafo no expone solamente la manera en que

    Bensad lleg a concebir su tarea: expresa ms bien la forma en que siempre la concibi.

    Hasta sus ms tempranos escritos es posible rastrear la doble voluntad de rescate de una

    herencia y apertura hacia lo nuevo. Evidentemente, el equilibrio relativo de una y otra

    dimensin fue variando a lo largo de los aos; pero su perenne presencia simultnea es

    indudable. Pocos pasajes hablarn mejor de la capacidad crtica, del talante anti-

    dogmtico, de la sana voluntad revisionista, pero, tambin, de la lealtad a los principios,

    que el que exponemos a continuacin:

    Si se renuncia al espejismo de la abundancia esa es la leccin necesaria de esta

    desastrosa experiencia que dispensara a la sociedad de las elecciones y los arbitrajes (si

    las necesidades son histricas, la nocin de abundancia es fuertemente relativa); si se

    abandona la hiptesis de una transparencia democrtica absoluta, fundada sobre la

    homogeneidad del pueblo (o del proletariado liberado) y la abolicin rpida del Estado;

    si, finalmente, se sacan todas consecuencias de la discordancia de los tiempos (las

    elecciones econmicas, ecolgicas, jurdicas, las costumbres, las mentalidades, el arte

    identifican temporalidades distintas; las contradicciones de gnero y de generacin no

    se resuelven de la misma manera y al mismo ritmo que las contradicciones de clase),entonces se debe concluir que la hiptesis del debilitamiento del Estado y del derecho,

    en tanto esferas separadas, no significa su abolicin decretada, so pena de ver estatizarse

    la sociedad y no socializarse el poder.[3]

    Son unas lneas que ameritan una lectura atenta y cuidadosa. Besad abandona la

    ingenua creencia en el comunismo como sociedad de abundancia irrestricta que, en

    tanto que tal, se hallara ms all de las circunstancias de justicia: en un contexto de

    abundancia plena, es obvio, carece de sentido discutir cmo se repartirn los bienes.

    Pero si la abundancia ilimitada es imposible como lo parece en cualquier futuro

    imaginable-, entonces los criterios de justicia distributiva que deberan operar en la

    sociedad pos-capitalista cobran una importancia inusitada. Los principios de justicia y lateora normativa hacen as su entrada plena al universo marxista. De manera semejante,

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    Bensad recusa la hiptesis de una transparencia democrtica absoluta, lo que obliga a

    pensar las complejidades, las tensiones e incluso los antagonismos que habrn de existir

    en cualquier ciudadana posible, y que no es sensato pensar que desaparecern de la

    noche a la maana por el (de todos modos nada simple) expediente de abolir a las clases

    sociales. Todo esto obliga a meditar en torno a los marcos institucionales, los

    mecanismos de controles y contrapesos, etc., que favorezcan la participacin popular yla toma democrtica de decisiones; pero sabiendo que cualquier respuesta ser precaria,

    toda cristalizacin institucional provisoria, y cualquier organizacin imperfecta.

    Indudablemente, todas estas problemticas aproximan el pensamiento de Bensad

    aunque l quiz se hubiera resistido a reconocerlo- a ciertas tradiciones liberales. O

    mejor dicho, a la tradicin del liberalismo poltico igualitario (antes que a la del

    liberalismo econmico anti-igualitario). Con todo, es evidente tambin que no se

    desdibuja en su perspectiva el objetivo ltimo de una sociedad sin Estado. Fiel al doble

    compromiso con el horizonte utpico (la sociedad sin clases y sin Estado que hermana

    subterrneamente al marxismo con el anarquismo) y con el realismo poltico (que enlaza

    al marxismo con ciertas tradiciones liberales), Bensad advierte sobre los riesgo de la

    estatizacin de la sociedad, al tiempo que apuesta a la socializacin del poder.

    Resistencia. Esa quizs sea la mejor definicin de la actitud poltico-intelectual del

    Bensad de los ltimos lustros. Una resistencia que no ignora los desastres del

    socialismo realmente existente, pero que persiste en la vieja e ineludible tarea del topo

    socavar las bases del sistema dominante-, aunque munido ahora por una ms clara

    conciencia de las virtudes del marrano: la paciencia. Todo, claro, aderezado con un

    importante ungento de humor. Sobreviviente de una tragedia y de un naufragio, no hay

    en Bensad ni resignacin, ni arrepentimiento, ni pizca de amargura. Hay, s, serenidad

    para comprender. Hay, tambin, resolucin y valenta para resistir. As se expres en

    Resistencias, uno de sus ltimos libros, que lleva por subttulo el sugestivo Ensayo de

    topologa general:

    Nosotros somos los vencidos de este siglo. Nosotros salimos de l derrotados. No

    abatidos, no deshonrados, pero doble o triplemente derrotados por el despotismo del

    mercado, la reaccin estalinista y las renegaciones de la socialdemocracia. Entramos en

    el nuevo siglo y en el nuevo milenio con menos ilusiones (pero no menos convicciones)

    que nuestros ancestros a la salida del siglo de los extremos.[4]

    Respetuoso pero crtico con el legado heredado, atento a los cambios del presentes pero

    reacio a subirse a cualquier tren de moda, realista en el anlisis de los procesos en curso

    pero decidido en la crtica y resistencia a los mismos, el pensamiento de Bensad no estexento de tensiones y puntos ciegos. Algunos de ellos sern explorados a continuacin.

    Marx intempestivo quiz sea la obra ms importante, en trminos tericos, de todo lo

    producido por Daniel Bensad. Publicada en 1995, en medio del auge del neoliberalismo

    y cuando an se senta el retumbar de la cada del muro de Berln, la obra conjuga

    lealtad a ciertos principios terico-polticos y bsqueda de adaptacin a nuevos tiempos

    y nuevos desafos. Este libro prefigura a gran escala la misma estrategia intelectual que

    informa a Los desposedos: regresar para avanzar; retroceder para saltar. Una vuelta a

    Marx para afrontar nuevos dilemas, nuevos desafos. Y las vas por medio de las cuales

    Bensad afronta esas nuevas cuestiones es en general muy sensata. Desde una

    perspectiva de izquierdas es difcil no estar de acuerdo con l en su reconocimiento dela importancia de la dimensin tica, en sus crticas a la estrechez del saber cientfico

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    convencional, en su alerta sobre la pervivencia y la importancia contempornea de las

    clases sociales, en su alegato en favor de un marxismo ecolgico (ecologa crtica) o en

    la aceptacin de la discordancia de los tiempos. Sin embargo, el enfoque de Bensad de

    todo esto es tambin problemtico. Aun cuando se comparta su particular perspectiva,

    es difcil aceptar que sea la suya la nica interpretacin correcta de Marx. En algunos

    casos el precio que paga Bensad para hacer fuerte su perspectiva terica es ciertapobreza exegtica. Por momentos -aunque no siempre- nos presenta un Marx muy

    interesante, muy aceptable; pero purgado de sus ambigedades, de sus tensiones, de sus

    contradicciones. Y lo cierto es que el costo de esta operacin intelectual puede tener

    consecuencias ms graves que la mera simplicidad de la exgesis. En el camino pueden

    quedar problemas sin percibir. Esto sucede fundamentalmente cuando aborda dos

    problemticas capitales: la ciencia y la tica.

    Comencemos por la concepcin de la ciencia que defiende Bensad y que cree hallar en

    la obra de Marx. Se tratara de hacer ciencia de otro modo. Pero de qu modo? En lo

    sustancial, y colocndose en la estela del pensamiento de Spinoza, Leibniz y Hegel,

    Bensad se resiste a la idea de una ciencia exclusiva de lo general: no quiere renunciar alconocimiento de lo individual, de los todos concretos, de lo completo (en lenguaje

    hegeliano). A este tipo de conocimiento Marx lo llamaba -con un patriotismo apenas

    disfrazado- ciencia alemana, distinguindola de la emprica y pedestre ciencia

    inglesa. Esta aspiracin es ciertamente importante y loable, pero entraa grandes y

    graves riesgos.

    Daniel Bensad ha tenido el enorme mrito de citar ampliamente, al abordar los vnculos

    entre marxismo y epistemologa, a Manuel Sacristn, autor de uno de los trabajos ms

    sobresalientes (aunque injustamente poco conocido) sobre el trabajo cientfico de Marx.

    Sin embargo, la aprobadora mirada de Bensad a la perspectiva de Sacristn es

    equvoca. En el fondo, aunque acaso sin percibirlo plenamente, su enfoque es

    bsicamente contrario al del gran filsofo cataln. Y las diferencias se centran en la

    desigual valoracin del legado hegeliano.

    Sacristn ha mostrado de manera inapelable que la nocin de sistema (indispensable

    para hacer ciencia terica) le viene a Marx de Hegel (no de Ricardo); y que ha sido el

    retorno a Hegel de mediados de los aos cincuenta lo que le permiti trascender la

    perspectiva jovenhegeliana que no vea en la ciencia emprica ms que infamias y

    tenda a concentrarse en la pura crtica de la literatura econmica. Es, pues, cierto

    retorno a Hegel lo que permite a Marx desarrollar su ncleo ms estrictamente

    cientfico. Pero esto es ciertamente paradojal, dado que Hegel es un filsofo sistemticoy altamente especulativo, poco sensible a las bondades de la modesta ciencia emprica:

    su muy defectuoso tratamiento de la lgica y la matemtica as lo confirman. Y esto

    tuvo algunas consecuencias en el trabajo cientfico de Marx, que se agigantaron en el

    marxismo posterior. Como apuntara Sacristn: El ideal marxiano de la ciencia

    alemana, que es en substancia el legado dialctico de Hegel, ha prestado a Marx el

    servicio de facilitarle el acceso a su madura aspiracin de conocimiento e incluso a la

    nocin de teora sistemtica (a travs de la bsqueda de lo completo, del todo). Pero,

    al mismo tiempo, ese legado llevaba consigo el riesgo de no llegar nunca a reconocer

    caractersticas esenciales de la ciencia normal.[5]

    Cuatro son los aspectos negativos implcitos en la idea de ciencia alemana einjustificables bajo cualquier concepto normal de ciencia que detecta Sacristn. El

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    primero es el desprecio por el truco aprendible, por esas tcnicas que se pueden

    ensear y aprender, y que, por consiguiente, permiten la evaluacin y contrastacin por

    parte de cualquier colega. Lo que no es contrastable mediante trucos aprendibles

    -agrega Sacristn- puede ser de un inters muy superior al de cualquier clase de ciencia,

    pero, precisamente, no ser ciencia.[6]

    El segundo elemento negativo es cierto desliz hacia la especulacin incontrolada que

    puede lleva a esperar o reclamar del mtodo resultados inalcanzables. Sacristn ilustra

    este punto con un conocido pasaje de El capital en el que Marx sostiene que:

    Efectivamente es ms fcil hallar mediante el anlisis el ncleo terrenal de las

    nebulosidades religiosas que desarrollar, a la inversa, de las reales relaciones y

    circunstancias vitales de cada caso sus formas uranizadas. Este ltimo es el nico

    mtodo materialista y, por lo tanto, cientfico. Pedro Scarn el clebre traductor de

    Marx-, ha considerado que ese pasaje debe ser un lapsus o errata (y as lo ha advertido),

    puesto que claramente pretende algo imposible. Sacristn acuerda en que el pasaje

    afirma una cosa imposible. Pero no cree que fuera un lapsus. No es ni lapsus ni errata,

    sino Hegel, idealismo objetivo, ciencia alemana. Si uno cree que conocer es para laespecie humana -y no ya para Dios, supuesto insustituible de la reflexin sociolgica-

    contemplar el despliegue del ser mismo, de la cosa misma, entonces tiene sentido pensar

    que, si se domina bien el mtodo real, se puede sacar de la semilla bsica, con

    orgnica necesidad, el fruto teolgico.[7]

    El tercer efecto perjudicial de la filosofa de la ciencia hegelianizante consiste en que

    dificulta a Marx precisar el estatuto epistemolgico de su trabajo intelectual, cuyo

    ncleo () tiene una estructura propiamente cientfica (dicho sea formalmente, sin

    estimar ahora su validez).[8] Esto se verifica en cierta oscuridad respecto a que toda

    teora es ineludiblemente construccin de conceptos y modelos (como sucede con la

    ambigua nocin de ley tendencial), y en los prejuicios contra las definiciones precisas.

    Respecto de lo primero Sacristn apunta: La nocin de ley tendencial se debe

    entender como expresin poco crtica epistemolgicamente, esencialista, en el modo

    material de hablar, del hecho de que la realidad no se comporta exactamente igual que

    el modelo (lo cual no siempre es prueba de inadecuacin del modelo).[9] Y en cuanto a

    lo segundo ha escrito contundentemente en un prrafo magnfico del que se debera

    tomar debida nota:

    Ocurre que no existe en la dialctica hegeliana ningn canon exacto y reproducible

    -ningn truco aprendible- para hallar cul es la nocin contradictoria de una nocin

    dada, a diferencia de lo que piensa la lgica comn, en la que est claro que locontradictorio de Todo A es B dice Algn A no es B. Lo contradictorio dialctico

    hegeliano sera especfico (Engels), determinado (Gramsci), sobredeterminado

    (Althusser). Lo mismo ocurre con otras relaciones de oposicin que, por lo dems,

    Hegel no tiene ningn inters en distinguir claramente de la contradiccin. Muy a

    menudo Marx da a una determinacin la indicacin de la oposicin en la cual la toma;

    por ejemplo, aade a capital mercanca la indicacin en oposicin al capital

    productivo. Esa manera de hablar -caracterstica de la oposicin determinada,

    especfica o sobredeterminada de la dialctica hegeliana- implica falta de

    formalizacin suficiente, falta de teora y hasta falta de definicin. (De Hegel a Lukcs

    se mantiene el principio metodolgico romntico de que no hay que definir, sino slo

    determinar). El valioso objetivo dialctico de no perder el flujo del ser se realizafalsamente renunciando a los conceptos precisos, que son inevitablemente fijos.[10]

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    Bensad cita varias veces a Sacristn, y en general lo hace aprobndolo. Una lectura

    ligera podra incluso llegar a pensar que no hay ente ellos grandes diferencias. La nica

    crtica directa que le formula es tangencial (aunque equivocada): Contrariamente a lo

    que pretende Sacristn -afirma Bensad-, este retorno [a la influencia hegeliana] no

    significara, sin embargo, una superacin definitiva de la crtica por una cienciaalemana especie de epistemologa general o de metafsica racionalizada. Su

    persistencia en el ttulo de El capital testimonia una tensin histrica irresuelta. Marx

    sigue desgarrado entre la fecundidad de la ciencia positiva y la insatisfaccin persistente

    del saber dialctico. La crtica permite conciliar ambos. Mal compromiso o saludable

    resistencia que retiene a la razn instrumental en la pendiente de su propia

    fetichizacin?.[11] Aunque formulado como interrogante, es claro que se trata de una

    pregunta retrica: Bensad piensa que la crtica ha sido el puente que permiti a Marx

    unir ciencia y dialctica. Sin embargo, preciso es sealar que Sacristn nunca postul

    que Marx hubiera superado la crtica en favor de la dialctica o la ciencia alemana.

    Lo que sostuvo Sacristn, y es cosa muy distinta, es que hacia 1858 Marx haba

    abandonado la identificacin joven-hegeliana de ciencia y crtica, aunque aclarando quela haba superado en el plano de los principios metdicos, pero restos de ella quedan en

    toda la obra posterior, incluido El Capital.[12] El joven-hegeliano Marx de 1843-44

    haba asumido que hacer ciencia es criticar largamente todo lo que existe por escrito. En

    este perodo Marx tena por la ciencia emprica una muy escasa consideracin, llegando

    al extremo de no ver en la economa pura de David Ricardo y en el uso de cifras medias

    nada ms que infamias. Este Marx crtico ignora todava qu es ciencia terica;

    pero poco despus, cuando paradjicamente ayudado por Hegel descubra que no hay

    ciencia sin abstraccin y se ponga a hacer ciencia, recurrir, precisamente, a Ricardo y a

    las tasas medias, y distinguir ciencia positiva o emprica, basada en hechos

    comprobables y experimentos; y crtica, entendida como el estudio crtico de la

    literatura cientfica.

    Pero entre las perspectivas de Sacristn y Bensad existen en verdad diferencias ms

    profundas. Mientras que el primero insiste tanto en la fertilidad como en los problemas

    de la influencia hegeliana en Marx; Bensad la alaba mucho ms unilateralmente. Un

    claro ejemplo de la divergencia de perspectiva lo hallamos en el tratamiento respectivo

    que dan a las leyes tendenciales. Si para Sacristn, como hemos visto, la nocin de

    ley tendencial se debe entender como una expresin poco crtica

    epistemolgicamente, Bensad, por el contrario, ve en las leyes tendenciales otra forma

    de causalidad y otra forma de predictibilidad, una nueva articulacin de lo real y lo

    posible a la que, usando un lenguaje moderno, asocia a los llamados sistemas abiertos:En un sistema abierto, no plenamente determinado, como la economa poltica, las

    regularidades empricas y las correlaciones constantes de acontecimientos se

    manifiestan en efecto como tendencias.[13] Sin embargo, las leyes probabilsticas

    (tendenciales) no son exclusivas de los sistemas abiertos: una mquina arrojadora de

    dados es tcnicamente un sistema cerrado y completamente determinista, pero sus

    resultados no pueden ser predichos con ninguna certeza ante cada tiro individual.

    Aunque sin dudas las ciencias sociales operan con sistemas abiertos y en ellas la

    causalidad mecnica no cumple un papel destacado; no es esto algo que diferencie de

    modo necesario a las aproximaciones marxistas de las que no lo son: como es obvio,

    hay muchas teoras no marxistas que condenan tambin al mecanicismo; y no han

    faltado, por cierto, los marxistas mecanicistas.

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    Algo parecido sucede con la mirada que cada uno de estos autores tiene de las

    definiciones. Mientras que Bensad desconfa de las definiciones precisas, prefiriendo

    las ambiguas y cambiantes determinaciones (en sentido hegeliano); Sacristn

    reconoce sin hesitacin que cualquier trabajo cientfico serio requiere de definiciones

    precisas: sin ellas no es posible evaluar (falsificar o confirmar) las hiptesis y las

    teoras. Aunque Marx sigui siempre apegado a la nocin de determinaciones, sutrabajo en El Capital y en otros textos es cientficamente productivo porque, entre otras

    cosas, proporciona una buena cantidad de definiciones precisas que permiten contrastar

    sus afirmaciones. Por muchas crticas que se puedan hacer a la epistemologa

    popperiana, el requisito de que las afirmaciones cientficas sean precisas para poder ser

    falseadas no se cuenta entre ellas.

    Pero la diferencia de ms calado entre el enfoque epistemologico de Bensad y el de

    Sacristn tiene que ver con la dialctica. El tipo de rehabilitacin que intenta Bensad

    de la lgica dialctica se encuentra en las antpodas de la perspectiva sacristaniana.

    Mientras que el enfoque del pensador francs reproduce a-crticamente varias notas del

    sentido comn marxista difcilmente defendibles luego de una aguda inspeccin crtica,Sacristn desarroll un enfoque tan heterodoxo como crtico y convincente. Repitiendo

    ciertas ideas muy instaladas en la tradicin marxista, Bensad sostiene:

    La lgica dialctica de Hegel se encuentra rehabilitada. Con ella estamos ante un

    concepto nuevo del tratamiento cientfico de las cosas, caracterizado por el hecho de

    que las leyes del pensar no son exteriores al objeto pensado y que el movimiento del

    pensar no resulta una operacin exterior. No hay reglas del pensar por fuera de su

    operacin efectiva, no hay mtodo exterior a su objeto.[14]

    Lejos de los discursos trillados, y anticipando el tipo de auto-reflexin terica que

    caracterizara luego al marxismo analtico anglosajn, Manuel Sacristn tuvo el coraje

    de afirmar hace ya varias dcadas que la dialctica no es ni una lgica ni un mtodo

    (salvo que se de a los trminos lgica y mtodo un sentido absolutamente distinto a los

    usuales). La dialctica es un punto de vista, una opcin filosfica. No es ni un mtodo

    tcnico particular (los marxistas que hacen ciencia emplean, mal o bien, los mismos

    mtodos que el resto de los cientficos) ni una lgica distinta ni mucho menos superior a

    la lgica formal. La tan socorrida afirmacin de que la lgica formal sera incapaz de

    dar cuenta de las realidades cambiantes es a la vez falsa e incomprensiva. Falsa si con

    ello se quiere decir que un investigador que construya sus argumentos segn las reglas

    de la lgica formal no podra explicar los cambios. Incomprensiva si se pretende que la

    lgica se encargue de dar cuenta de la realidad misma: la lgica se ocupa de garantizarla coherencia del discurso, y de ninguna otra cosa.

    Con esto no pretenda el filsofo cataln arrojar a la dialctica al cesto de basura.

    Pretenda ms bien echar luz sobre lo que efectivamente es. En su interpretacin, la

    dialctica marxista es el intento por pensar las realidades concretas, las totalidades

    histricas, usando como nicos datos vlidos los proporcionados por las ciencias. Es un

    tipo de pensamiento, pues, que trasciende a la ciencia, pero la presupone. Se ocupa de

    tareas que no son propia o exclusivamente cientficas, pero no proporciona, en modo

    alguno, ni mtodos ni perspectivas cientficas diferentes a las usuales. La dialctica se

    propone objetivos ms vastos que los modestos objetivos de la ciencia; pero el buen

    dialctico debe respetar a la ciencia en su modesta especificidad. Para Sacristn es muyclaro que la dialctica supera a la ciencia normal porque integra sus aportes en una

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    perspectiva ms amplia (aunque tambin ms especulativa); pero no tiene jurisdiccin

    en el terreno cientfico positivo. En el enfoque de Bensad, por el contrario, esto no es

    claro ni mucho menos, y siempre queda la sensacin de que la dialctica, en su

    perspectiva, estara superando a la ciencia normal en su propio terreno.

    El segundo aspecto que reputamos deficitario de Marx intempestivo es el de la tica.Bensaid postula con vigor que el marxismo est empapado de tica. Pero lo hace al

    costo de aniquilar las tensiones y contradicciones de Marx al respecto, pera no hablar

    del marxismo posterior. Todo esto ha sido estudiado con detalle y rigor por autores

    como Elster, Cohen, Wood o Geras. Bensad conoce esta literatura, pero da a la misma

    un tratamiento superficial, que escasa justicia hace a la misma. Su conclusin es que:

    A pesar de las sutilezas interpretativas, la controversia parece un callejn sin salida. De

    tanto privilegiar el anlisis lexicolgico en detrimento de la lgica de El capital, se

    acaba por refugiarse en el argumento cmodo de la incoherencia o en psicoanlisis de la

    obra: Marx se encontraba, pues, en medio de la confusin. Su concepto explcito de

    justicia contradeca y era contradicho por un concepto de justicia ms amplio que quedaimplcito en su pensamiento. Para disipar esta confusin, bastara con admitir el

    contenido tico del marxismo, concebirlo de parte a parte como una protesta,

    simplemente como la negativa a aceptar lo inaceptable (pp. 196).

    Desde luego, se puede y se debe admitir un contenido tico en el marxismo. De hecho

    es eso algo que han hecho los marxistas analticos; incluso aquellos, como Allen Wood,

    que niegan que exista en Marx una teora de la justicia: alegan que su ideal tico no fue

    la justicia sino la libertad. El problema es que Marx fue ambiguo y confuso al respecto;

    y que el marxismo como tradicin tuvo un claro dficit tico. En este sentido, las

    controversias y los desarrollos tericos generados por los marxistas analticos en este

    campo suponen un avance sustancial, ante el cual el tratamiento de Bensad no puede

    ms que parecer apresurado y simplificador. Ms atinadamente, un dirigente trotskysta

    como Alex Callinicos ha reconocido sin tapujos pero con plena justeza que el

    marxismo posee un dficit tico y que Marx tena una metatica equivocada (producto

    de su hegelianismo anti-kantiano), que le impidi reconocer la autonoma de la

    reflexin normativa en relacin a la explicacin causal.[15]

    Comprensible como actitud defensiva ante lo que perciba como una oleada

    neoliberal[16], el tratamiento dado por Bensad al dilogo crtico que entablaron los

    marxistas analticos con el liberalismo de matriz rawlsiana no resulta convincente. Al

    postular que Teora de la justicia y crtica de la economa poltica son incompatibles(pp. 243) Bensad no slo introdujo una barrera artificial (una y otra teora se ocupan de

    cosas diferentes, pero no incompatibles), sino que se priv de una apropiacin

    productiva de los aportes del liberalismo igualitario. Siguiendo un sendero alternativo,

    Gerald Cohen argument en pginas brillantes que slo una sociedad socialista resulta

    consistente con la teora de la justicia elaborada por Rawls.[17]

    Habiendo repasado los dos flancos ms dbiles de los argumentos desplegados en Marx

    intempestivo, es hora de pasar revista de sus desarrollos ms convincentes. Quiz el

    fundamental sea el tratamiento brindado a la ecologa poltica. Sin ambigedades,

    Bensad afirma:

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    Sera irrisorio oponer a base de citas un Marx productivista a un Marx ecologista antes

    de tiempo. Ms vale instalarse en sus contradicciones y tomarlas en serio. () Aunque

    Marx comparte el optimismo cientfico y tecnolgico ambiente, no es ni un visionario

    puro ni un simple hijo de su siglo.[18]

    Entre los muchos fragmentos marxianos, Bensad elige rescatar aquellos en los queMarx, en ruptura con el optimismo tecnolgico de su tiempo, rechaza la idea de un

    progreso homogneo para insistir en la desigual relacin entre el desarrollo de la

    produccin material y, por ejemplo, el desarrollo artstico. Es imposible no coincidir

    con l en este punto. Pero es tambin muy slida la perspectiva sustantiva que brinda

    del problema ecolgico. Reconoce la especificidad de la ecologa como problemtica,

    pero apuesta por la fusin de ecologa y poltica. Consciente de la importancia de la

    dimensin ecolgica, no deja de ver ciertos riesgos; y susbsume todo en una perspectiva

    poltico-ecolgica de orientacin revolucionaria. En un pasaje fundamental resume as

    su perspectiva:

    Preada de varios desarrollos posibles, la ecologa no es un nuevo ssamo. Mientras queel ecodesarrollo apela a un domino consciente y colectivo de las ciencias, las tcnicas

    y las decisiones de produccin y consumo, y en consecuencia, a una opcin democrtica

    radical y a un razonamiento de conjunto que se niegue a reducir la ecologa al papel de

    simple muleta de un progreso deforme, la ecocracia podra tomar, por el contrario,

    las formas de un ambientalismo reformista y tecnocrtico, perpetuando bajo el pretexto

    del peritaje la falta de compromiso y de responsabilidad del ciudadano.[19]

    Puestas as las cosas, Bensad concluye que la ecologa no escapa a la poltica, y que la

    alternativa entre ecologa naturalista y ecologa poltica remite a problemas de fondo.

    [20]

    Su mesurada mirada sobre la discordancia de los tiempos es tambin muy atendible.

    Escapando tanto a un ingenuo progresivismo como a toda fascinacin romntica por

    el pasado o lo primitivo, Bensad resea en clave benjaminiana: Histrica y

    socialmente determinado, acompaado de regresiones que lo siguen como su sombra, el

    progreso nunca es absoluto ni definitivo.[21]

    Escribiendo en tiempos de hegemona del neoliberalismo y estabilizacin del

    capitalismo, Bensad jams renunci al horizonte revolucionario, a la militancia poltica

    ni a la reflexin estratgica. Consciente de los difciles problemas que acechan a la

    tradicin socialista, nunca dud de los antagonismos que el capitalismo ineludiblementegenera y generar. Ni optimista ni pesimista, ni exitista ni derrotista; el ltimo Bensad

    mantuvo un expectante y sereno realismo. Identificado con la paciencia y el tesn -las

    virtudes del viejo topo que evocara Marx-, no fue el suyo sin embargo un marxismo

    ciego. Nada mejor, pues, que finalizar este eplogo con palabras suyas que traslucen un

    espritu indomable y anuncian un perenne re-comienzo: No se puede prever ms que

    la lucha!.

    Ver D. Bensad y A. Krivine, 1968: fins et suites, Nouvelles Editions Lignes, 2008.

    Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, Viento Sur, 2004, disponible

    tambin en Marxist Internet Archive, 2010.

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    Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren, Viento Sur, 2004, disponible

    tambin en Marxist Internet Archive, 2010.

    Bensad, Daniel, Resistencias. Ensayo de topologa general, Barcelona, El Viejo Topo,

    2006 (2001).

    M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, en su Panfletos y

    Materiales I, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983, pp. 348,

    M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 348,

    M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 350.

    M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 351.

    M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 352.

    M. Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 357.

    D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 338.

    Sacristn, El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia, pp. 341.

    D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 417.

    D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 329.

    Los trabajos de Callinicos a que se hace referencia son Equality, Cambridge, Polity

    Press, 2000, y Having your cake and eating it, Historical Materialism, vol. 9, 2001.

    Un temor, con todo, en buena medida injustificado. El liberalismo de Rawls poco y

    nada tiene que ver con el liberalismo econmico. Al contrario, mientras Friedman y

    Hayek sostenan la futilidad de la justicia, puesto que lo nico que cuenta es la

    eficiencia, Rawls sostena que la justicia es la primera virtud de las instituciones

    sociales () no importa que las leyes e instituciones estn ordenadas y sean eficientes:

    si son injustas han de ser reformadas o abolidas. J. Rawls, Teora de la justicia,

    Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2004 (1972), pg. 17.

    Ver G. Cohen, Si eres igualitarista, cmo es que eres tan rico?, Barcelona, Paids,

    2001 (2000), y la bibliografa del propio Cohen citada en este libro, en el que en buena

    medida resume sus argumentos principales desarrollados en distintos libros y artculos.

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    D. Bensad, Marx intempestivo, pp. 478.

    Bensad, Marx intempestivo, pp. 514.

    Bensad, Marx intempestivo, pp. 515.

    Bensad, Marx intempestivo, pp. 109.