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Imprimir Noticia 14 de Marzo de 2015 La negritud uruguaya: entre la comparsa y la discriminación Por Daniel Vidart (*) Una y otra vez quien esto escribe ha insistido en que tomemos en serio el África, dada la trascendencia mundial de su rica plétora humana. Y, paralelamente, a la memoria rogando y con el mazo dando, pide y repite que estudiemos con seriedad el ser y el quehacer de las múltiples etnias del mal llamado “Continente Negro”; que sepamos estimar las riquezas de toda índole que esa gran artesa geográfica atesora en sus tierras, en sus aguas y en sus gentes; que procuremos interrogar la peripecia existencial de los camelleros que nomadizan por deslumbrantes desiertos, de los cazadores y plantadores de las sabanas y de las tribus escultoras de la madera que se esconden en “el corazón de las tinieblas”, como dijera Conrad al referirse a las selvas húmedas y tórridas ; que equilibremos nuestro interés por los hoy llamados pueblos originarios con la importancia que ha tenido el legado de los esclavos africanos y sus descendientes criollos en la formación de nuestra idiosincrasia y la construcción del espíritu nacional uruguayo; que mas allá de lo pintoresco y folklórico de la comparsa y sus tamboriles, merecedores de nuestros aplausos en el carnaval, se inaugure una cátedra de estudios africanistas en la Universidad de la República para indagar, con rigor científico, la misión y el destino de los descendientes de los esclavos a lo largo del tiempo y a lo ancho del espacio uruguayos.. Y finalmente, que sin dejar de lado el microscopio etnográfico recurramos, como dijera LevyStrauss, al telescopio etnológico que compara e interpreta, procurando descubrir, tras el “color local” de las etnias melanoafricanas y las cuerdas de tambores que atruenan las calles del Barrio Sur, aquellos universales de la cultura que ilustran y confirman una tenaz continuidad histórica. Si no acuñamos claros conceptos y sistematizamos veraces conocimientos acerca de los pueblos africanos de los que la mano larga del negrero extrajo sus “piezas” – nombre cosificador y denigrante si los hay es imposible tener una visión plenaria del rico patrimonio por ellos acarreado y que, sistemáticamente, se olvida, ignora o desdeña por un cuantioso sector del pueblo uruguayo. Por otra parte, al margen de toda reivindicación personal, quiero señalar que, si no me equivoco, el primer intento para remontarse a los hogares originarios y a la etnografía del continente africano como paso previo al estudio de las humanidades y culturas traídas al Uruguay en las épocas de la esclavitud, fue el prólogo de mi autoría que figura como capítulo inicial en una obra escrita por dos conocidos autores nacionales. (1) Allí también me atreví a pedir con fuerza, exigencia que reitero, la incorporación al pensum universitario nacional de disciplinas científicas centradas en el estudio de las culturas afroamericanas.

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La negritud uruguaya: entre la comparsa y la discriminación

Por Daniel Vidart (*)

Una y otra vez quien esto escribe ha insistido en que tomemos en serio el África, dada la trascendenciamundial de su rica plétora humana.

Y, paralelamente, a la memoria rogando y con el mazo dando, pide y repite queestudiemos con seriedad el ser y el quehacer de las múltiples etnias del mal llamado“Continente Negro”; que sepamos estimar las riquezas de toda índole que esa gran artesageográfica atesora en sus tierras, en sus aguas y en sus gentes; que procuremos interrogarla peripecia existencial de los camelleros que nomadizan por deslumbrantes desiertos, delos cazadores y plantadores de las sabanas y de las tribus escultoras de la madera que seesconden en “el corazón de las tinieblas”, como dijera Conrad al referirse a las selvashúmedas y tórridas ; que equilibremos nuestro interés por los hoy llamados pueblosoriginarios con la importancia que ha tenido el legado de los esclavos africanos y susdescendientes criollos en la formación de nuestra idiosincrasia y la construcción delespíritu nacional uruguayo; que mas allá de lo pintoresco y folklórico de la comparsa ysus tamboriles, merecedores de nuestros aplausos en el carnaval, se inaugure una cátedrade estudios africanistas en la Universidad de la República para indagar, con rigorcientífico, la misión y el destino de los descendientes de los esclavos a lo largo deltiempo y a lo ancho del espacio uruguayos..

Y finalmente, que sin dejar de lado el microscopio etnográfico recurramos, como dijeraLevyStrauss, al telescopio etnológico que compara e interpreta, procurando descubrir,tras el “color local” de las etnias melanoafricanas y las cuerdas de tambores que atruenanlas calles del Barrio Sur, aquellos universales de la cultura que ilustran y confirman unatenaz continuidad histórica.

Si no acuñamos claros conceptos y sistematizamos veraces conocimientos acerca de lospueblos africanos de los que la mano larga del negrero extrajo sus “piezas” – nombrecosificador y denigrante si los hay es imposible tener una visión plenaria del ricopatrimonio por ellos acarreado y que, sistemáticamente, se olvida, ignora o desdeña porun cuantioso sector del pueblo uruguayo.

Por otra parte, al margen de toda reivindicación personal, quiero señalar que, si no meequivoco, el primer intento para remontarse a los hogares originarios y a la etnografía delcontinente africano como paso previo al estudio de las humanidades y culturas traídas alUruguay en las épocas de la esclavitud, fue el prólogo de mi autoría que figura comocapítulo inicial en una obra escrita por dos conocidos autores nacionales. (1) Allí tambiénme atreví a pedir con fuerza, exigencia que reitero, la incorporación al pensumuniversitario nacional de disciplinas científicas centradas en el estudio de las culturasafroamericanas.

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El indio, inexistente hoy en nuestro suelo si bien sus genes, preponderantementeguaraníticos, navegan cuerpo adentro en miles de uruguayos, entre los que yo meincluyo ha sido indagado con interés y a veces exaltado con etnocéntrica exageraciónterruñera. La prehistoria y la etnohistoria de la población indígena fueron tratadas,felizmente, con la necesaria seriedad científica en la mayoría de los casos. No obstantealgunos espíritus románticos – llamémoslos, sin desden, de tal modo, han inventado, enprocura de arcaicas identidades y prestigiosos arraigos, una mítica Charrulandia.

Y muchos de esos “indios redivivos” – no importan sus ojos azules y sus celulares deúltima generación se dicen charrúas sin más, obedientes a subjetividades y etnicidadesfantásticas, que la farándula del New Age certifica y celebra. Lo malo y pernicioso esque este neoracismo se ha empezado a colar en los textos escolares mientras que, alcompás de la ofensiva de la sinrazón, encendidos misioneros recorren el país“rescatando” las presencias y preeminencias de la “raza” charrúa que, según ellos,ocupaba todo el territorio en tiempos de la conquista. Sin duda no han leído los libros donde el documentado antropólogo Diego Braccodemuestra que, cuando llegaron los españoles, la mayor parte del territorio estabaocupada por minuanes, indígenas de origen patagónico de los cuales ninguno de estosbiznietos de caciques charrúas – no van por menos se proclama descendiente.

Miremos ahora en nuestro derredor. Los indigenas terruñeros han desaparecido; losnegros viven y luchan, están entre nosotros, han conservado la presencia demótica ycultural que siempre tuvieron en la formación de nuestra nacionalidad. Pero lo cierto ylamentable es que el mundo del negro uruguayo ha sido relegado por el imaginariocolectivo al tratamiento sesgado y lateral del periodismo, al devaneo folklórico, al cultocarnavalesco del tamboril y al desfile de los desvaídos relictos de un drama sagrado,subsistente, pero ya profanizados, si así se puede decir, en el despliegue cautivante delcandombe. Pasado el carnaval a los negros se les baja de la azotea al sótano.

El negrito lindo pasa a ser el negro sucio. “Negro que corre: ladrón,” se dice en Caracas.En estos pagos cambia la terminología socarrona pero no la actitud despectiva de los quevan por el mundo con la nariz levantada. Tales actitudes, por demás frecuentes,confirman en el terreno del trato diario, que nuestra mentalidad novelera ha preferido lacáscara pintoresca al grano de un gran legado ancestral. Dicho “rico patrimonio” , yempleo las palabras de Artigas, mas amigo de los negros – ellos jamás lo abandonaronque de los indios, yace escondido en la caja de resonancia de culturas sumergidas de lasque, con el correr de los decenios, se hace cada vez mas problemático su reflotamiento.

Lo anteriormente dicho se limita al campo de experiencia del nivel popular, pues en losdos últimos decenios se ha acentuado el tratamiento, en la mayoría de los casos biendocumentado, de lo que equivocadamente se llama el mundo afro. Ya no hay africanosentre nosotros. Son criollos – esto es, criados aquí con ascendencia africana. Y aún condecir uruguayos, basta.

Partamos de este simple y parejo tratamiento para evitar la invención de identidadesfantasmagóricas. Bueno sería que los descendientes de vascos, como yo, que conozco eleuskera, mientras mis compatriotas negros no hablan ninguna de las lenguas de susantepasados, nos proclamáramos exclusivos hijos de Iparralde. Somos todos hijos delpaís, y punto.

Dejando de lado este detalle , no tan banal por cierto , lo positivo es que la presencia yvalencia de los negros uruguayos ha sido abordada en este último tiempo por parte deuniversitarios y estudiosos solventes que refrendan la evocación afectiva con laautorizada asistencia de las ciencias sociales y humanas. Las vidrieras de las librerías hansido invadidas por una sorprendente profusión de publicaciones acerca de nuestras

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negritudes. Son el producto de una bienvenida tarea intelectual – y yo me animaría adecir que también moral emprendida por investigadores nacionales, entre lo cuales se haentreverado algún bienvenido extranjero. (2)

De tal modo se ha puesto en marcha un positivo movimiento que, mano a mano con elespíritu científico, apunta a la reivindicación ética y cultural de compatriotas todavíadiscriminados y excluidos. Hay que terminar con eso del “negro de mierda”. Quien asídestrate a su semejante y hermano de especie se está insultando a sí mismo comoindividuo y como persona.

La línea de colorEl rescate de los usos, costumbres y dispositivos materiales de los pueblos africanos,cuyos integrantes mas fuertes y jóvenes fueron esclavizados e introducidos en nuestropaís durante el período colonial y republicano, permitirá situar en el mapa de la culturalas visiones del mundo, las ceremonias sagradas y profanas, las prácticas sociales y losmodos, géneros y niveles de vida de aquellos desdichados prisioneros.

El menosprecio vertido sobre los pueblos considerados sin historia, fruto de la ignoranciay la soberbia de las antiguas clases dominantes de la colonia y los negreros criollosreverenciados como próceres Maciel, Magariños, García de Zúñiga, Salvañach y Berro,entre otros impidió el conocimiento de las culturas trasterradas, deformó nombrestribales y, sobre todo, desestimó los valores humanos existentes pero no advertidos en elser y el hacer de aquellos infelices. Esta distraída, y por ende ideologizada actitud, cobróalas porque solo se tenía en cuenta lo meramente utilitario y no la noble sustanciaescondida en el oscuro revoltijo de unas pobres gentes vencidas y humilladas.

Actualmente, y de la misma manera, la utilería de las comparsas es objeto de mencionesy consideraciones emanadas de nuestro occidentalismo umbilicalista, sin reparar que enla retaguardia espiritual de esa parafernalia no solo sufrían los hombres sino que tambiéndormían los dioses y se reencarnaban los mitos.(3)

Comparsas, llamadas y cuerdas de tamboresLos negros cobraban presencia festiva, ante el regocijo y burla de los señorones, en loseneros de Papá Baltasar, cuando se revivían algunos aspectos, los de la inversión depapeles que caracterizaron, claro que en otro universo histórico y simbólico, a las Kroniaiy Saturnalia del mundo grecorromano. Galeras, levitas, galones, medallas y dignidadesprestadas le otorgaban a la fiesta un tinte caricaturesco que, en vez de liberarmomentáneamente a los servidores de su triste condición, al vestirlos como los amos yser objeto de (aparentes) distinciones por las autoridades, los degradaba aún más,ridiculizándolos de un modo perverso. Los negros no eran todavía los coloridos yestridentes animadores del carnaval como lo han sido desde hace mas de cien años.

Recién en el último tercio del XIX se incorporan a este supremo juego de identidadestrastocadas, desenfrenos violentos y mitologías encubiertas como son las mascaradas.Momo, la hija de la noche, personificación de la burla y el sarcasmo con los que seridiculizaba y destrataba a los arrogantes y poderosos, no era un dios sino una diosadisfrazada con ropa masculina. Justo lo que representa el carnaval: el mundo al revés, Yello para denunciar durante tres locas jornadas al prepotente, reivindicando de paso, apura risa y ruido, la perpetua humillación del débil.

En las carnestolendas contemporáneas las “llamadas”, que en sus orígenes barrialesconfrontaban maestrías en el arte del tamboril, están sujetas a los mandatos mediáticos dela T.V. También se ha difundido entre vastos sectores de la población montevideana la

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enseñanza de los distintos “toques” y por doquier surgen maestrazgos y cuerdas detambores, cuya aculturación da cuenta de un verticalismo – mas de uno lo tildaría demunicipal y espeso que bastardea la espontánea participación popular, semejante a laascensión capilar de las plantas.

De todos modos, sea cual fuere la puerta de entrada, la recepción jubilosa del tamboril yla reciente declaración de la UNESCO, que incorpora el candombe al patrimoniouniversal de la humanidad, configuran reconocimientos altamente significativos. Eltamboril que vino del África hoy es de todos los uruguayos: en su toque nosreconocemos en las calles de nuestras ciudades y en las nostalgias de fronteras afuera.

Sería bueno que, del mismo modo, se borrara la línea de color y que los actosdiscriminatorios, conscientes o inconcientes, que todavía determinan el rechazo delcompatriota negro en amplios sectores de nuestro pueblo dieran paso a un tratoigualitario, suprimiendo así una encubierta , y a veces manifiesta, discriminación. Esereconocimiento cabal de la hermandad humana, obrando mas allá del tono de la piel, dela pobreza crónica y las secuelas de un pasado maldito que pesan sobre la negritud, nosdebería emparejar a todos los criollos de esta tierra en el disfrute compartido de derechosy en el cumplimiento solidario de los deberes. La mayoría de los uruguayos no escapa auna sarcástica contradicción: se apropian de los instrumentos festivos, aplauden losdesfiles de las comparsas y celebran la estética visual y sonora de estos compatriotas,,pero cuando se le pregunta al (relativamente) leucodermo de ambos sexos si se casaríacon una criatura de piel negra y pelo con motas, la respuesta no solamente esmayoritariamente negativa, sino que se agrega una sarta de denigrantes juicios de valor:rasgos físicos repelentes, incapacidad mental propia de una “raza” inferior, moralidadopaca, haraganería congénita, olor a catinga, suciedad y pobreza consustanciales, etc.

Solamente seremos mentalmente racionales, moralmente igualitarios y políticamentedemocráticos cuando nos liberemos del prejuicio “racial”. De no ser así losverdaderamente inferiores no serán los injustamente denigrados y discriminados, sinoaquellos que desconozcan la humanidad legítima del “Otro”, sean cuales fueren el colorde la piel, la historia étnica y la condición social que lo caracteriza. A mayorabundamiento, los buceos en la fragmentada y no unívoca identidad de nuestra gente, queabundaron en estos últimos tiempos, incluyeron, con distinto acierto y acento, lapermanencia histórica y la esencia cultural de las humanidades africanas y negrouruguayas.

Ellas estuvieron y están presentes en la construcción de esa entelequia pasajera – la modaes lo que pasa de moda sentenció Coco Chanel nacida a socaire de la globalizaciónposmoderna, un paquidermo planetario que todo se lo lleva por delante, obediente a lavoz de los mass media. (4)

Papá Baltasar Como antes dije, las comparsas de negros se incorporaron a los carnavales uruguayos afines del siglo XIX. En tiempos anteriores el negro solo era multitudinariamente visible –y risible , cuando celebraba sus rituales y desfiles el día de Reyes, honrando a Baltasar.Digamos de paso que este personaje, anteriormente de piel blanca, fue transformado porla Iglesia Católica en un joven negrito al emprender la evangelización de los africanos.Pragmatismo puro, pues. Juego de mosqueta teológico, tantas veces practicado en losConcilios y Encíclicas Papales.(5)

Lo mismo sucedió en las Misiones del Paraguay, Allí, con habilidad catequística, losjesuitas introdujeron un rey mago indígena, guaraní por supuesto, para contentar lademanda no expresa pero adivinada de los indios reducidos que oraban en derredor de

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los pesebres navideños.

Los esclavos entretenían a los amos montevideanos en los barullentos días de SanBaltasar, pero ninguno de los curiosos espectadores, evocados por Isidoro de María (6),procuró aliviar la desdichada situación de sus gratuitos, exigidos, perpetuos sirvientes.Hoy, los que ostentan blancas epidermis, actúan muchas veces como los señores deldesprecio y los dueños de la primacía mental y social. No es así. No debe ser así. Elnegro es nuestro semejante, nuestro conciudadano, nuestro prójimo, nuestro compañeroen humanidad y dignidad.

Comencemos, a partir de la escuela, a enseñar a nuestros hijos y nietos que en laoscuridad no se ven los colores y que a la luz del sol todos somos de la misma especie ygénero, que compartimos un mismo destino y una misma misión en el planeta Tierra. Yque no hay razas sino, como le escuché decir al poeta ruso Eugenio Evutchenco, toda unagama de seres humanos que va desde los verdaderamente buenos, los privilegiados, a loshijos de puta, los despreciables. Y no pido perdón por la mala palabra, que hoy a nadieescandaliza, porque es el fiel reflejo de una cotidiana realidad.

Referencias bibliográficas

(1) Vidart, Daniel. Desde el África negra. In Olivera Chirimini, Tomás; Varese, JuanAntonio. Los candombes de Reyes. Las llamadas. Ediciones El Galeón. Montevideo,2000, pp. 967

(2) Goldman, Gustavo. Candombe. ¡Salve Baltasar! La fiesta de reyes en el barrio Surde Montevideo. Perro Andaluz Ediciones. Montevideo, 2003; Id. (Comp.) Cultura y sociedad afrorioplatense. Perro Andaluz Ediciones. Montevideo,2008; Id. Lucamba. Herencia africana en el tango.18701890 Perro Andaluz Ediciones,Montevideo, 2008; Bentancur, Arturo, A. Aparicio, Fernando. Amos y esclavos en el Ríode la Plata. Editorial Planeta, Montevideo, 2006; Ortiz Oderigo, Néstor. Diccionario deAfricanismos en el Castellano del Río de la Plata. Eduntref. Caseros, 2007; Alfaro,Milita; Cozzo, José. Medio Mundo. Sur, conventillo y después. Medio y Medio,Montevideo, 2008; Páez Vilaró, Carlos. Las Llamadas. Viaje de medio siglo a través dela tamborería. Edición del autor, Montevideo, 2000; Olaza, Mónica. La cultura afrouruguaya. Facultad de Ciencias Sociales, Montevideo. 2008; Id. Ayer y hoy,Afrouruguayos y tradición oral. Trilce, Montevideo, 2009; Porzecanski, Teresa; Santos,Beatriz. Historias de exclusión. Afrodescendientes en el Uruguay. Linardi y Risso,Montevideo, 2006; Rodríguez, Romero J. Mbundo. Malungo a Mundele. Historia delMovimiento Afrouruguayo y sus alternativas de desarrollo. Rosebud. Montevideo, 2006;UNESCO, Memorias del Simposio La ruta del esclavo en el Río de la Plata, UNESCO,Montevideo, 2005; Borucki, Ariel; Chagas, Carla; Stalla, Natalia. Esclavitud y trabajo.Un estudio sobre los afrodescendientes en la frontera uruguaya 18351855. Mastergrafsrl; Montevideo,2004; Andrews, George Reid. Negro en la nación blanca: historia de losafrouruguayos. Linardi y Risso, Montevideo, 2010; Coll, Magdalena. El habla de losesclavos africanos y sus descendientes sn Montevideo en los siglos XVIII y XIX:representación y realidad. Academia Nacional de Letras, Banda Oriental. Montevideo,2009. Un lugar aparte reclama la bibliografía de Oscar Montaño, cuyos títulos son lossiguientes: Los AfroOrientales. Breve reseña del aporte africano en la formación de lapoblación uruguaya. In. Montiel, Luz María. Presencia africana en Sudamérica. ConsejoNacional para la Cultura y las Artes, México, 1995; Rituales africanos en el Uruguay

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del siglo XIX. UNESCO, Montevideo, 2005: Umkhonto. Historia del aporte negroafricano a la formación del Uruguay. Rosebud Ediciones, Montevideo, 1997; Yeninyayá.(Umkhonto II). Historia de los Afrouruguayos. Mundo Afro Ediciones, Montevideo,2001; Historia Afrouruguaya. Tomo I. Mastergraf. Srl. , Montevideo, 2008. En la terceraedición de esta obra, aparecida en el 2009, escribí uno de sus prólogos, titulado ÁfricaPortentosa, pp.1527

(3) Augé, Marc. Dios como objeto. Símbolos, cuerpos, materias, palabras.Gedisa, Barcelona, 1996

(4) Achugar, Hugo, Caetano, Gerardo (compiladores) Identidad uruguaya. ¿Mito, crisiso afirmación? Ediciones Trilce, Montevideo, 1992; González Laurino, Carolina. Laconstrucción de la identidad uruguaya. Universidad Católica Taurus. Montevideo,2001; Vidart, Daniel. La trama de la identidad nacional. 3 Vol. Banda Oriental,Montevideo, 19972000. tº I; Id . El rico patrimonio de los orientales. Banda Oriental.Montevideo, 2002

(5) Loy, Anabella ; Vidart, Daniel. Tiempo de navidad. Una antropología de la fiesta.Banda Oriental, Montevideo, 2009En este estudio se dedica un largo capítulo al papel del numero tres en la mitologíacristiana. Y, en el caso de los tres visitantes de los niños dioses, se hace abundantereferencia a los cambios de nombre, de color de epidermis, de cantidad, de origen, deruta y de medios de transporte atribuidos a esos tres personajes que no solo estuvieronpresentes en el nacimiento de Jesús sino también en los de Horus, Attis, Mitra, Dionysos,Krishna y otros dioses solares. En una larga serie de extrañas coincidencias estos“Salvadores”,”Corderos de Dios” o “Pastores de almas”, nacidos durante el solsticiode invierno de madres vírgenes, hicieron idéntico tipo de milagros, tuvieron 12discípulos, caminaron sobre las aguas, fueron sacrificados cruelmente y sus cadáveresmetidos en sendas cavernas. Alli colocados, al tercer día resucitaron, milagro que ungrupo de devotas mujeres anunció al mundo.

(6) de María, Isidoro. Montevideo antiguo. Tradiciones y recuerdos. Banda Oriental, Montevideo, 2004

(*) Antropólogo, escritor y poeta. Uruguay

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