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Cuentos infantiles

Cuentos infantiles por Biviana Rodríguez

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Cuentos de hadas, ceuntos clásicos y fábulas para niños de todas las edades.

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Colorín colorado Cuentos infantiles

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Colorin colorado...

Biviana Rodríguez Velásquez - 2011

Medellín, Colombia, Calle 34 b N° 23 45 Telefono: [email protected]

Fundación Universitaria Luis AmigóMateria: Comunicación Gráfica

http://mural.uv.es/mabixgar

http://arescronida.wordpress.com

http://iglesiabautistaredencion.org/blog/?cat=12

http://www.pekegifs.com/cuentos_infantiles_clasicos.htm

http://www.encuentos.com.

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Tabla de contenido

1 - Introducción ………………………………….......…………………………. 4

Capitulo 1Cuentos de Hadas

3 - Miguelin y las hadas ……………………………………………......................5

4 - El país de los sueños ………………………………………....…......................6

5 - La varita perdida - Cápitulo I .............................................................................8 Cápitulo II ...............................................................................................................................9

6 - La hada azul .....................................................................................................10

Capitulo 2Cuentos clásicos

8 - Caperucita roja …………………………………………….............................11

9 - Peter pan............................................................................................................11

10 - Los tres cerditos..............................................................................................13

Capitulo 3Fábulas

12 - La cigarra y la hormiga...................................................................................14

13 - La zorra y las uvas..........................................................................................14

14 - El burro flautista............................................................................................15

15 - El y el Ratón...................................................................................................15

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Introducción “Los cuentos son una ocasión que permite la instala-ción de otro tiempo en este tiempo: producen un cam-bio y habilitan a la fabricación de mundos nuevos. Los hombres no pueden vivir sin mundos, por eso arman conjeturas, albergues de significados y se convierten en hacedores de metáforas y lenguaje.” Graciela Montes.

FotoPágina: http://arescronida.wordpress.com/2009/04/29/los-cuentos-

infantiles-1-introduccion/

Las fábulas, leyendas y cuentos son probablemente las primeras narraciones con las que tomamos contacto, y quizás por eso, resultan ser las que más se impregnan en nuestra memoria, haciéndonos revivir una y otra vez algunos de los momentos más cálidos y tiernos de nuestra vida. Mi centro de atención versará sobre los cuentos infantiles, ya que, son ideales para ayudaros a consolidar la imaginación y al desarrollo de la ca-pacidad reflexiva. Se puede encontrar gente que no entiende el mundo de los niños y otra que lo entiende tanto, que incluso escribe los mejores cuentos infanti-les para ellos.

Por otra parte Los cuentos infantiles son, en princi-pio, la mayoría de los cuentos escritos y leídos; siendo los cuentos de hadas sus mejores ejemplos. Cuentos como: Caperucita Roja, Blancanieves, la Cenicienta, la Bella Durmiente, forman parte de este gran mundo

de cuentos. Pero el cuento infantil no se restringe sólo un mundo mágico, su base está en el folclore de los pueblos, la mayoría de los cuentos de hadas conocidos tuvieron ese origen.

Los cuentos infantiles son, en principio, la mayoría de los cuentos escritos y leídos; siendo los cuentos de hadas sus mejores ejemplos. Cuentos como: Caperu-cita Roja, Blancanieves, la Cenicienta, la Bella Dur-miente, forman parte de este gran mundo de cuentos. Pero el cuento infantil no se restringe sólo un mundo mágico, su base está en el folclore de los pueblos, la mayoría de los cuentos de hadas conocidos tuvieron ese origen.

existen varios cuentistas que han adaptado las historias tradicionales de fábulas y leyendas de los indígenas lo-cales, dando origen a los más reconocidos como: Tío Tigre y Tío Conejo, donde el pequeño conejo, usando su astucia e inteligencia logra vencer al grande y po-deroso Tigre, que no sale siempre bien librado de sus andanzas. En general los protagonistas de los cuentos infantiles (no mágicos) suelen ser o niños o animales humanizados, y entre las principales funciones que es-tos cuentos tienen podemos señalar:

• Enseñar un idioma, es por ello muy común la repeti-ción de frases y palabras.

• Estimular la inteligencia del niño, por ejemplo cuan-do el lobo feroz amenaza a los tres cerditos, se le pre-gunta al niño, ¿qué dijeron los cerditos?. Aquí se ve el sentido de la repetición.

• Enseñar costumbres, tradiciones, pero sobre todo va-lores de respeto y de igualdad, recordemos que el niño es inicialmente individualista, sus primeras palabras son en este orden: mamá, papá y mío, hay que ense-ñarle que no es único, que los demás también existen y que poseen iguales derechos.

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Cuentos de hadasMiguelín y las hadas

Con un cazamariposas y una pequeña caja de cartón, Miguelín está en el parque cazando hadas. Quiere de-mostrarle a su hermano Toño que las hadas, por mucho que él diga lo contrario, sí que existen. Con mucho si-gilo, Miguelín se mueve entre los árboles intentando no hacer ningún ruido para no asustar a las hadas. Lo más curioso de intentar no hacer ruido es que, cuan-to más lo intentas, más ruido haces: pisas todas las pequeñas ramas que encuentras, te entra la tos tonta, la chaqueta susurra al moverte, te sorbes los mocos o estornudas, estornudas muy fuerte.Como le ocurre a Miguelín que, de pronto, lanza un estruendoso estornudo que asusta a los pájaros. Algo le ha hecho cosquillas en la nariz. Algo pequeño, blan-co, ligero y sedoso. Algo que llena el aire a su alrede-dor como si fuera nieve.-¡Hadas!- Piensa Miguelín -¡Son hadas! ¡Ya sabía yo que sí que existían!Y Miguelín, cazamariposas en ristre, se lanza tras las blancas haditas dispuesto a llevarse dos o tres a casa. Cuando, exhausto, se sienta para echar un vistazo a su cazamariposas Miguelín se da cuenta de que no ha pillado ni un hada de las más pequeñitas. El cazamari-posas está lleno, repleto, pero no de hadas sino de las blancas y suaves pelusas de los álamos que llenan el parque. No pasa nada.Miguelín no se da por vencido y continúa buscando. Al poco rato algo llama su atención. Algo que baila y brilla sobre las aguas de un fuente cercana. Algo que titila y cabrillea en la limpia superficie.-¡Hadas!- piensa Miguelín- ¡Son hadas, sin duda!Y, sin pensarlo demasiado, Miguelín, cazamariposas en ristre, corre hacia la fuente, entra en ella y mete la red en el agua, moviéndola de derecha a izquierda, de izquierda a derecha con sumo cuidado. Luego, emo-cionado, la saca para contemplar lo que ha capturado. ¿Un hada? ¿Dos? ¿Tal vez tres?No, lo único que ve es una lluvia de brillantes gotas que caen del cazamariposas vacío de hadas y reple-to de aire. Miguelín había confundido la luz del sol centelleando en el agua con hadas. Eso no iba a hacer

que se rindiera. Había que seguir buscando. Con su cazamariposas al hombro y la caja en ristre, Miguelín se pone de nuevo en marcha. Está mirando entre las flores cuando siente algo que roza su mejilla levemente, algo como un pequeño beso que le hace cosquillas. Y, al levantar la mirada,

Foto tomada de: http://www.encuentos.com/autores-de-cuentos/miguelin-y-las-hadas/

ve formas sutiles y transparentes que giran y flotan a su alrededor. Miguelín se siente emocionado. El cora-

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zón le late a toda velocidad.-¡Hadas!- piensa- ¡Esta vez, sí que son hadas!Y Miguelín mueve el cazamariposas en el aire de acá para allá, de allá para acá, intentando atrapar algún hada cristalina. Pero alguien le está gritando.-¿Qué ocurre? -pregunta- ¿Qué pasa? ¿Por qué me es-tán gritando?Pobre Miguelín. No son hadas lo que intenta atrapar sino pompas de jabón y los gritos que oye son las pro-testas de los niños que con ellas se divertían. La tarde se acaba, comienza a oscurecer. Miguelín debe volver a casa pero antes de rendirse quiere hacer un último intento. Camino de casa ve unas pequeñas luces saltar y brillar. Nervioso y entusiasmado, con una enorme sonrisa, Miguelín corre hacia ellas. -¡Esta vez sí que son!- piensa - ¡Esta vez no me equivoco!

Foto tomada de: http://es.123rf.com/photo_6779898_ilustraci-n-de-un-

hada-de-primavera-hermosas-y-mariposas.html

Levanta, nervioso, la red y, a la cuenta de tres, se lan-za sobre las luminosas hadas. Y Miguelín atrapa una mano que sujeta una bengala con la que un niño se estaba divirtiendo.

Miguelín, cabizbajo y decepcionado, con el cazama-riposas al hombro y la caja de cartón bajo el brazo, vuelve a casa dispuesto a darle la razón a su hermano mayor. Esa noche, mientras su mamá le arropa, Mi-guelín le cuenta todo lo que ha hecho esa tarde y, al terminar, le dice con voz muy triste:-¿Es cierto que las hadas no existen?Y su mamá, sentándose en su cama, le responde :-Bueno, es cierto que no existen en el mundo real, pero también es cierto que sí existen en el mundo de tu imaginación. Es cierto que no puedes verlas con tus ojos reales, pero también es cierto que las verás cada vez que quieras con los ojos de tu fantasía. Es cierto que hoy, en el parque, sólo has atrapado semillas de álamos, gotas de agua, pompas de jabón y centellas de bengala, pero también es cierto que, si tú quieres, to-das esas cosas pueden ser hadas disfrazadas para que no las veas.Es cierto que la magia de los cuentos no existe en la vida diaria, pero también es cierto que tú, con tu men-te, puedes llenar tu vida con toda la magia que desees. De modo que tú dirás qué eliges. ¿Llorar porque las hadas no existen o disfrutar imaginándolas? ¿Pasarlo mal porque hoy sólo has cogido semillas, gotas, pom-pas y centellas o imaginar que has logrado atrapar unas pequeñas, preciosas y resplandecientes hadas? ¿Existen o no existen las hadas?Tras pensarlo durante un ratito, Miguelín, por fin, son-rió y, dándole un gran beso a su madre, contestó:-Sí que existen, mamá, y ahora que sé el truco podré verlas cuando quiera. Y, esa noche (y todas las demás noches), Miguelín voló hacia el mundo de la fantasía cabalgando sobre su imaginación y jugó con hadas, duendes, sirenas y otro montón de seres maravillo-sos.Fin

El país de los sueñosDicen por ahí que existe un país de los sueños habi-tado por seres mágicos de todo tipo. Hadas, duendes, elfos, magos, brujitas buenas, muchos niños y algún que otro adulto que se atreve a soñar. Es un país her-moso, donde todo tiene la forma de lo que cada uno de sus habitantes espera y sueña. Las árboles no siempre tienen su copa verde, a veces es violeta o a pintitas ro-jas y amarillas. Los manzanos a veces dan chupetines como fruto y los ciruelos, cebollas. Crecen caramelos

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en los campos y muchas veces llueve jugo de naran-jas. Las paredes de las casas pueden ser de oblea y las ventanas de gelatina. Es alegre y colorido, pues cada cosa que allí existe es parte de los sueños de quienes lo habitan. Cuentan también que son muy pocos los habitantes de ese lugar que caminan, la mayoría dan saltos, más grandes o más pequeños. Muchos dan saltos tan altos que sobrepasan las copas de los árboles, y ellos son, en la mayoría de los casos, los que más se atreven a soñar, aquellos que no temen imaginar y desear. Otros en cambio, dan saltos más pequeños, pero no siempre porque sus sueños sean más chiquitos o de menor im-portancia que los que más alto saltan. Lo mismo ocurre con los que parece que no saltaran pues apenas si se elevan del suelo. Las diferencias de al-turas en los saltos ocasiona alguna que otra discu-sión. Ocurre a veces que los grandes “saltadores” o soñadores creen que aquellos que menos saltan, menos sueñan y no siempre es así. – Se puede soñar con algo que esté casi al alcance de tu mano- Decía siempre un elfo quien por tener piernas cortitas, no podía saltar dema-siado. – El tamaño de mis piernas, no limita mi capa-cidad de soñar – Agregaba otro elfo igual de peticito. – ¡Hay que soñar en grande! – Decía un mago cuyas piernas eran largas y finitas como tallarines – Y para eso, hay que saltar bien alto. – Yo salto sin esfuerzo al-guno - decía un hada un poco haragana – pues le pido a mi varita que me transporte a donde quiero y ella lo hace, aunque no con éxito realmente. Debo reconocer que mis sueños casi nunca se hacen realidad. La gran diferencia, en cambio, se producía entre los niños y los adultos que habitaban el país. Si bien todos los que allí vivían, lo hacían porque soñaban, cierto era que los adultos tenían mucha más dificultad en saltar, soñar,

imaginar y disfrutar también. Podía verse cómo los niños se elevaban como subidos por una cuerda má-gica e invisible. Las personas más inocentes también podían elevarse con mayor facilidad y las más incré-dulas apenas si podían hacerlo. Entre todos los seres que habitaban este hermoso país, existía uno sólo que jamás se había elevado, tan siquiera un centímetro del piso. Era un duende ancianito, con una expresión tan serena en su arrugada carita que transmitía una paz muy especial. Sabius, así se llamaba el duende, esta-ba siempre alegre. Su sonrisa jamás se alejaba de su rostro y parecía estar más allá de las cosas cotidianas. Sin embargo era un duende por demás comprometido

con todos los habitantes del país. Para todos era un misterio ese duende

arrugadito y sonriente que parecía tan feliz y que

jamás –a los ojos todos los demás-

había soñado. Creían que, como jamás había dado ni siquiera un saltito cortito cor-tito, el duen-

de no tenía ningún sueño,

pero a la vez, les parecía extra-

ño. Siempre esta-ba contento y en paz,

como quien logra el mayor de los sueños que se pueda al-

canzar. – Tal vez no salta porque tiene las piernitas muy cortas – Decía un hadita mientras hacía rulos en sus cabellos con su varita mágica. – Yo creo que le pesan las arrugas – dijo un elfo. – Tal vez no tenga sueños y por eso no se eleva – Dijo un adul-to al que le costaba bastante saltar, soñar y reír. – Es difícil que no los tenga, tiene una expresión feliz en el rostro y los sueños son imprescindibles para ser feli-ces – dijo un pequeño, quien de sueños sabía mucho más que el adulto. – Debe ser porque es anciano y no creo que los ancianos sueñen mucho – dijo muy equivocado otro adulto que tampoco terminaba de en-tender de qué se tratan los sueños. El duende que no se elevaba era siempre un tema de conversación entre los

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habitantes de este país tan peculiar. Como de sueños se trataba, todo podía ocurrir. La teoría de quien más saltaba, más soñaba se había instalado entre todos y si bien algo de cierto había, no era una regla que se aplicara para todos. Sin embargo, muchos lo creían así y se esforzaban por saltar cada vez más alto, cada vez mejor. Algunos lograban hacer realidad sus sueños, otros no, simplemente porque los mismos no estaban a esa altura, sino más abajo. Muchos chocaban con las copas de los árboles o con las chimeneas. Se llevaban por delante pájaros y nubes también. Unos soñaban con llegar a la luna, otros con

Foto tomada dehttp://www.colorear-dibujos.com/hadas-disney/campanilla

volar arriba de una estrella y otros con tostar pan a los rayos del sol. Terminaban con moretones y chicho-nes en sus cabecitas y sin haber logrado nada. Otros en cambio, quienes más claros tenían sus sueños, se desplazaban exactamente al lugar donde creían que lo harían realidad. Los sueños son tan distintos y tantos, como seres hay en la tierra.

No todos soñamos con las mismas cosas y no todos tampoco, las alcanzamos de la misma manera. Sabius no modificaba su comportamiento, caminaba lento, ni siquiera elevaba su cabecita y sonreía continuamente. Cierto día, ya cansados de no saber qué pasaba con el anciano duende, un niño –con mucho criterio- decidió preguntarle directamente cuál era su secreto. Hadas, elfos, otros niños y todos los adultos se convocaron frente a Sabius a escuchar el por qué de su sonrisa, si supuestamente no había alcanzado ningún sueño o lo que era peor aún, no tenía sueño alguno. Sin dejar de sonreír un segundo, Sabius les contó cuál era su sueño y el por qué de su expresión simple, franca y de profunda paz. – Yo sueño con estar aquí, en este país donde nací, junto a Uds. No quiero ir a la luna, ni viajar en cohete. Soy feliz aquí en mi tierra, donde crecí y envejecí. Siempre soné con tener un lugar en el mundo y lo he logrado, seres a quien amar y lo logré también. No me ha hecho falta volar, saltar, ni chocar-me con nada ni nadie. La cara de sorpresa de todos era sorprendente verdaderamente, la mayoría de la gente y de los habitantes de ese país también, tiende a creer que todos los sueños tienen que ser grandes, locos, al-tos, difíciles y no siempre es así. Hay sueños sencillos y al alcance de las manos y los pies de todos y no por eso menos maravillosos. Sueños que están ahí, espe-rándonos a la vuelta de la esquina, a todos por igual y que merecen ser cumplidos. Fin

La varita perdidaCapitulo ISi es mentira o es verdad, serás tú quien lo decida.Yo creo que es cierta porque me la contó quien la pue-de contar, me la dijo quien puede decirla.Me contó, pues, quien puede y quien sabe que, existía -existe- un país llamado, según algunos, Fantagia, según otros Magasia y, según alguno más Fantilusia. En realidad nadie, absolutamente nadie, sabe cómo se llama este maravilloso país, ni los sabios más sabios, ni los ton-tos más tontos, ni tan siquiera sus habitantes. Ellos, sencillamente, lo llaman hogar y con eso les basta.En este extraordinario país habitan brujos (y brujas), magos (y magas), hechiceros (y hechiceras), encan-tadores (y encantadoras), nigromantes (¿y nigroman-tas?), hadas (¿y hados?), augures y clarividentes. También viven duendes, elfos, silfos, gnomos, dra-

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gones, trolls, algún que otro ogro... en fin, cualquier criatura mágica que conozcas y hasta más de una que no conoces.Muchos y grandes exploradores han intentado llegar

Foto tomada de: http://es.123rf.com/photo_6779898_ilustraci-n-de-un-Foto t

hasta este lugar que no está lejos ni está cerca; que no está en este mundo ni tampoco fuera de él; al que es difícil llegar pero es fácil de descubrir. No existe nadie que pueda indicarte el camino hacia Fantilusia -o Fantagia o Magasia o el hogar...-. No hay ningún mapa que te diga dónde está. A él no llegan ni aviones, ni barcos, ni trenes.Sólo hay algo que puede ayudarte a encontrarlo, tu arma más poderosa, tu brújula más potente, tu mapa más infalible: tu imaginación. Tu poderosa, maravi-llosa, grandiosa imaginación. Con eso, más un inmen-so y puro anhelo y un poco de suerte, podrás llegar al país más hermoso que puedas imaginar.Se encuentra Fantagia -o Magasia o Fantilusia o el hogar...- siempre envuelto en una niebla espesa, iri-

discente y musical. Una niebla formada por pequeñas, pequeñísimas, partículas de magia en suspensión. Es-tas titilantes chispas, estas chispeantes centellas, estas luminosas porciones de magia están en continua agi-tación, produciendo una música cristalina, unas veces melancólica, otras veces inquieta, a veces enojada y otras, la mayoría, alegre.Esta radiante y armoniosa bruma rodea a Magasia – o Fantilusia o Fantagia o el hogar...- como una bella joya, como un primoroso collar o una exquisita corona que separa el mundo real del reino de la ilusión.En cuanto el viajero se sumerge en esta niebla la ma-gia comienza a cosquillear en su piel, llena su cora-zón, reverbera en su alma, la nota bailar en su boca -algo picante, algo ácida, algo burbujeante- y, sobre todo, siente como se le mete por la nariz provocando que Aaa… provocando que Aaa…. Digo que provo-cando que Aaaatchíiiisss… sniff… eso, que estornu… Aaaaatchússss… que estornude sin parar durante un rato. Aaaatchíiiiisssss… Aaaatchíiiiisssss… Aaaat-chíiiiisssss… Aaaatchíiiiisssss…Y, una vez pasada esa preciosa niebla, nos encontra-mos, por fin, en el hogar -o Fantagia o Fantilusia o Magasia- pero eso, si no te importa, te lo contaré otro día.

Pronto. Bien pronto. Antes de lo que imaginas....

Capitulo II

Bien, bien, bien. Aquí estamos otra vez dispuestos a seguir con esta historia que me contó quien sabe, quien puede y quien quiso. Decíamos hace nada que, tras atravesar una argentada y argentina bruma y estornu-dar una docena de veces, nos encontramos, por fin, en el maravilloso, portentoso y hermoso país de Fantilu-sia. Cuando llegas a este país tienes la curiosa y simul-tánea sensación de estar en un lugar completamente desconocido y tremendamente familiar; es normal, a este país acudimos todos -absolutamente todos- cada vez que soñamos ya sea dormidos o despiertos, y cada vez que imaginamos alguna historia, y cada vez que nos sumergimos en la lectura de algún relato, y cada vez que nos cuentan un hermoso cuento... En fin, ac-cedemos a Fantagia con nuestra fantasía cada vez que algo aviva y activa nuestra imaginación, por eso nos resulta tan familiar aunque nunca lo hayamos pisado

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con nuestros pies. El país es extenso, muy extenso, tan extenso como tu mente, tan amplio como tu ingenio, tan vasto como tu capacidad de crear. Todo cuanto puedas imaginar, todo cuanto otros puedan imaginar está aquí y cada vez que alguien usa su imaginación, Magosia crece. En el extremo norte del Fantilusia, justo ahí, según se entra, a la derecha, hay un gran Bosque. No un bosque de esos domesticados donde vas de picnic o a coger setas, no, es un gran, gran Bos-que, un Bosque así, con mayúsculas, un Bosque con árboles milenarios, con senderos sombríos, con claros escondidos, con lugares oscuros. Es un Bosque lleno de susurros de plantas y ajetreo de animales. En este bosque no hay nada verde, ni verde claro, ni verde oscuro ni verde botella ni verde azulado ni ningún tipo de verde, no, en este bosque todo es de color ro-jizo, anaranjado, marrón, ocre, amarillo, púrpura... los cálidos colores del otoño. El Bosque huele a lluvia, a castañas, a hojas secas, a manzanas, a brasero, a viento y a frío. En fin, el Bosque huele a otoño porque en él s i e m - p r e es oto- ñ o . Y justo en el cent ro d e l Bosque hay un c l a r o . Un gran claro. Y en el centro del claro hay un ár- bol. Un gran ár-bol. Un árbol muy alto, altísimo, tan alto como el rascacielos más alto, tan alto que es imposible ver su copa a menos que fueras un pájaro y pudieras volar hasta ella. Y grueso, muy grueso, tan grueso que era imposible abarcarlo con los dos brazos, ni con los dos brazos de cien hombres, ni con los de doscientos... Es un árbol tan grueso que abarca tanto como dos casti-llos juntos. En el duro tronco de este prodigioso árbol se abre una descomunal y hermosa puerta primoro-samente adornada con grabados de hojas, tallos en-trelazados y frutos otoñales (castañas, avellanas, nue-ces...), todo ello trabajado con tanta delicadeza que podrías pasarte horas y horas contemplándolo. Hay ventanas a docenas, a cientos casi. Ventanas grandes. Ventanas pequeñas. Tragaluces, ventanucos, ventana-les, vidrieras, miradores, balconadas. Unas abiertas de par en par, otras cerradas a cal y canto. Unas muy altas

y otras muy bajas. En fin, ventanas de todos los tipos, tamaños y gustos, como si quien viviera dentro nece-sitara sentirse en contacto con el exterior. Porque sí, en este enorme árbol en el centro de este enorme cla-ro que se encuentra justo en el centro de este enorme Bosque vive alguien, alguien importante, alguien po-deroso. Aquí vive la Gran Señora del Bosque Dorado. También llamada Reina Otoñal o Bruja del Otoño.

El hada azulHabía una vez un hada que vivía en Escocia. Se llama-ba Titania, como la reina de las hadas. Titania vivía en un árbol. Titania tenía algo diferente a las demás y es que ella era de color azul y su pelo era de color rosado. Titania era del tamaño de una uña. Un día estaba en el rio y vio que unos hombres iban a talar el árbol en el que ella vivía y les pregunto: -¿Por que queréis talar mi árbol?- dijo el hada. -Para hacer muebles-dijo el le-ñador -No ves que si talas mi árbol, me dejaras sin un hogar-dijo el hada. -¿Donde viviré?-dijo el hada. -Es verdad, no lo hare-dijo el leñador. El leñador no talo el árbol y Titania pudo conservar su hogar. El hada azul. Cuentos infantiles.

Foto tomada de: http://farm1.static.flickr.com/21/31053715_7af408b75b_o.jpg

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Caperucita Roja Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, ya que su abuelita le regaló una caperuza roja. Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita, estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: “no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos”.Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo: “Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas?”. “A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces”. “¡Vamos a hacer una carrera! Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja.” Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado. El lobo llegó antes y se comió a la abuelita.Cuando ésta llegó, llamó a la puerta: “¿Quién es?”, dijo el lobo vestido de abuelita. “Soy yo”, dijo Cape-rucita. “Pasa, pasa nietecita”. “Abuelita, qué ojos más grandes tienes”, dijo la niña extrañada. “Son para ver-te mejor”. “Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes”. “Son para oírte mejor”. “Y qué nariz tan

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grande tienes”. “Es para olerte mejor”. “Y qué boca tan grande tienes”. “¡Es para comerte mejor!”.

Cuentos clásicos Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas. Al ver al lobo le dispararon y sacaron a la abuelita de la barriga del lobo. Así que Caperucita después de este susto no volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín colorado este cuento se ha acabado. FIN

Peter Pan Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admi- ración por P e t e r P a n . T o - d a s

l a s n o -c h e s l e s c o n t a - ba a sus h e r m a n o s las aventuras de Peter. Una no- che, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habita-ción. Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con Campanilla al País de Nunca Ja-más, donde vivían los Niños Perdidos... “Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar.”

Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: “Es el barco del Capitán Gar-

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fio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un co-codrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac!.” Campanilla se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe.

Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una em-boscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John.

Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Gar-fio decidió envenenarle, contando para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del ca-riño que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno.

Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una canti-dad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como, gracias a los niños, Campanilla se salvó.

Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando de repente, oyeron una voz: “¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!”.Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estreme-ciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis

ver al Capitán Garfio nadando desesperadamente, per-seguido por el infatigable cocodrilo. El resto de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un saludable baño de agua sa-lada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños.

Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó conven-cer a sus amigos para que se quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de me-nos a sus padres y deseaban volver, así que Peter les llevó de nuevo a su casa. “¡Quédate con nosotros!”, pidieron los niños. “¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre jun-tos.” “¡Prometido!”, gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós.

Foto tomada de: http://blogs.que.es/blogfiles/josetxu/peter-pan1.jpg

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En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.El mediano construyó una casita de made-ra. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.El mayor tra-bajaba en su casa de ladrillo.- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.

El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa

de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puer-tas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima tre-pó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.Esca-pó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.

Los tres cerditos

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FábulasLa zorra y las uvas

Había una vez una zorra que llevaba casi una semana sin comer, había tenido muy mala suerte, le robaban las presas y el gallinero que encontró tenía un perro guardián muy atento y un amo rápido en acudir con la escopeta.Ciertamente estaba muertecita de hambre cuando en-contró unas parras silvestres de las que colgaban unos suculentos racimos de doradas uvas, debajo de la parra había unas piedras, como protegiéndolas. —Al fin va a cambiar mi suerte, —pen-só relamiéndo-se—, parecen muy dulces. Se puso a brin-car, intentando a lcanzar los , pero se sentía muy débil, sus saltos se que-daban cortos los racimos estaban muy altos y no lle-gaba. Así que se dijo: —Para que perder el tiempo y esforzarme, no las quiero, no están maduras. Pero resulta que si la zorra hubiese trepado por las piedras parándose en dos patas hubiese alcanzado los racimos, esta vez le faltó algo de astucia a doña zorra, parece ser que el hambre no la deja pensar.

MoralejaHay que esforzarse para conseguir lo que se desea pero pensando primero que es lo que queremos y como conseguirlo, no sea que nos pongamos a dar brincos cuando lo que necesitamos es estirarnos, y perdamos el tiempo y el esfuerzo

La cigarra y la hormiga

Era un día de verano y una hormiga caminaba por el campo recogiendo granos de trigo y otros cereales para tener algo que comer en invierno. Una cigarra la vio y se sorprendió de que fuera tan laboriosa y de que trabajara cuando los demás animales, sin fatigarse, se daban al descanso.La hormiga, de momento, no dijo nada; pero, cuando llegó el invierno y la lluvia deshizo el heno, la ciga-rra, hambrienta, fue al encuentro de la hormiga para pedirle que le diera parte de su comida. Entonces, ella respondió: “Cigarra, si hubieras trabajado entonces, cuando yo me afanaba y tú me criticabas, ahora no te faltaría comida.”

MoralejaCada uno debe aprender a responder de su propia con-ducta

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las redes con sus afilados dientes. De esta manera el pequeño exprisionero cumplió su promesa, y salvó la vida del rey de los animales. El león meditó seriamen-te en el favor que acababa de recibir y prometió ser en adelante más generoso.

MoralejaEn los cambios de fortuna, los poderosos necesitan la ayuda de los débiles.

El burro flautista Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido aho-ra por casualidad. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un bo- rrico por casuali- dad. Una f l au - ta en

ellos ha- l l ó ,

que un z a -

g a l s e

dejó o l - v i -d a d a p o r casua- l i d a d . Acercóse a olerla el dicho animal y dio un reso-plido por casualidad. En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. «¡Oh!», dijo el borrico. «¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la música asnal!» Sin re-glas del arte borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad.

MoralejaSin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad.

El león y el ratón

Unos ratoncitos, jugando sin cuidado en un prado, despertaron a un león que dormía plácidamente al pie de un árbol. La fiera, levantándose de pronto, atrapó entre sus garras al más atrevido de la pandilla.

El ratoncillo, preso de terror, prometió al león que si le perdonaba la vida la emplearía en servirlo; y aunque esta promesa lo hizo reír, el león terminó por soltarlo. Tiempo después, la fiera cayó en las redes que un ca-zador le había tendido y como, a pesar de su fuerza, no podía librarse, atronó la selva con sus furiosos rugi-dos. El ratoncillo, al oírlo, acudió presuroso y rompió

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ELABORADO POR BIVIANA RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ