Cuento SaraC

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    DCIMO CONCURSO DE CUENTO HISTHITOReunido en la Ciudad de Mxico el 3'1 de enero de 201 3'

    el jurado del Dcimo Concurso de Cuento Histrico'convocado por el Deparlamento de Historia de la

    Universidad lberoamericana y las revistas Arqueologa

    Mexicanay Relatos e Historias en Mxico' decidipor unanimidad otorgar el primer lugar en la categora

    postuniversitaria al cuento "Las fotos del fusilamiento"' de

    Samuel Villela Flores. El trabaio es un subproducto de Ia

    investigacin del propio Villela, Sara Castrein: fotgrafa deA Revlucin (Mxico, lnstituto Nacional de Antropologae Historia, 201 1), pero adopta un tono intimista' sin el

    andamiaie de Ia hisioria profesional Por otro lado' al

    centrarse en las fotografas mismas' el relato permite

    concebir la narrativa de carcter histrico de una manera

    novedosa, pues la ancdota y el tratamiento estn todo el

    tiempo sometidos a la materialidad de las representaciones

    El jurado estuvo integrado por los profesores Iln SemoGioman, Ricardo Nava Murcia y Luis Fernando Granados'

    ;:L:1ff :',5,'J,rffi:::",';':,,':.'il?:H:EZ n, soiclados de1 general Olea vinieran por ella'a".u, en las templadas calles de su natal Teloloapan'los gallos seguan con sus quiquiriqu' pues el da ya

    ertubu.lur"do. Algunos campesinos y gente del pue-blo deambulaban ya por las empedradas calies'

    Unos minutos despus se oy e\ itoc' rocl sobre lapuerta de su casa estudio, en el nmero z de la calle

    e Iturbide. Se levant diligentemente y llam a suhermano: "Joaqun, ya llegaronl Trete el equipo' por

    favor". Y mientras ste se despabilaba' las otras mu-jeres que vivan en ia casa corran a esconderse -es-pantaas por los toquidos- al fondo del iardn' en el

    interior de esas grandes tinaias de barro donde acos-

    tumbrabanmetersecuandohabapeligro.Alverlascorrer, el hermano les grit: "1Eh!' no se apuren' son

    los federales, son los soldados del general Oleal"' Di-

    cho esto, 1as dos hermanas detuvieron su carrera para

    retornar a sus habilaciones'

    )oaqun se dirigi a donde ya estaba aguardando

    "t p"rudo tripi y la cmara de cain' Los carg como

    tantasr"."rlohabahecho,enauxilioaltrabajofotogrfico de su hermana' Tom tambin una caja coniu, plu.u, de vidrio' Sara abri la puerta' Frente a s

    encontr a un par de ivenes soldados' ataviados con

    su uniforme reglamentario de color caqui' cananascruzadas al pecho, un quep blanco con visera negra y

    el respectivo muser al hombro'

    -senorita Castrein, ya venimos por usted'

    -S, s, ya voy. Los estaba esperando'

    )oaqun ya estaba detrs de el1a' cargando el pe,u

    "[.,ipo fotogrfico' Sara tom un rebozo y se 1o

    coloc ,obr" In, hombros, para protegerse del rocomatinal. " iVmonos, |oaqun!'1

    Los dos hermanos emprendieron la caminata tras

    del par de soldados, quienes apresuraron-el paso para

    .rr-tl.r" al grupo q.," t' esperaba ms adelante' en 1aentrada del atrio de la iglesia'

    A1 aproximarse, del contingente de soldados se

    d"rp."r.diO el general Olea, iefe de la plaza en Gue-,r"ro drru,rte el rgimen huertista' LIeg al encuen'tro de la fotgrafa: "Sarita, buenos dasl Vngaseque ya tenemos aqu a esos bandidos qLre vamos a

    fusiir1 Mientras deca esto, el general Olea esboza-ba una siniestra sonrisa, de esas que tienen quiene:

    saben que poseen en sus manos la vida de un priimo. Ataviado con su uniforme de oficial' cubra suamplia calvicie con el casco que cubre la testa de los

    jefes de alto rango'

    Reloros e HISTORIAS er -\Ierco

  • SARA CAS]REJN FEZq - FUSILAI,IiE'=' .:.

    ^M,._DF_ D\LDA._'&q Lo _ :4 \OSry'\ t0D-AbO)-O ./o oaP rv-APDqorq^ "",

    D.- tr-

    En medio de los soldados seencontraban dos muchachos, casininos, y un campesino joven, aunque de mayor edad. Los tres ves_tan holgadas camisas y calzn demanta mientras que en sus cabe_zas portaban anchos sombrerosde palma. Los dos jovencitos mos_traban el temor en sus rostros; susmiradas tristes y cabizbajas anti_cipaban el funesto desenlace queles esperaba. El general brigadierFidel Pineda, en cambio, tena una

    T-{

    mirada altiva.Los tres, escoltados por varios soldados, atravesa_

    ron el atrio y se dirigieron hacia Ia puerta de la iglesiadonde ya los esperaba el cura del pueblo. Una vez queles dio la bendicin se pararon frente a la fotgrafapara que se les tomara la foto que el general Olea ne_cesitaba mandar a Mxico, para dar cuenta de la apre_hensin y ejecucin del osado guerrillero zapatista.

    Congelados en el tiempo quedaron los semblantesde los tres sentenciados a muerte, Filiberto Ortega,cabizbaio, con el semblante triste de un adolescenteque ve cmo el tiempo de vida se le extingue, sin ha_ber abrevado de sus placeres; paulino Santana, el otroadolescente, con la mirada fija en la cmara, pensan_do quiz que una copia de esa foto poclra llegar a susfamiliares, como recuerdo de un arrojo sin recompensa; el general brigadier Fidel pineda, con la miiadaserena, que contrasta con las de sus dos combatientes;el cura, joven y con semblante austero, sabedor de suimpotencia ante el trgico hecho que se aproximaba.

    Sobre esta foto, una vez impresa, la fotgrafa escri_bira en su frente, arriba de los personajes: .,r5 minu_tos antes de su muerte despus de ser auxiliados porel sacerdote que los acompaa en Teloloapan, Gro. Elro-de agosto de r9r3... Filiberro Ortega Gral. Brig. Fi_del Pineda, Paulino Santana...,l

    Despus de esta toma fotogrfica, Sara recibi lasolicitud de imprimir una foto ms, ahora del generalPineda. La fotgrafa introdujo una placa en al aparatofotogrfico, meti la cabeza debajo de la manta negraque lo cubra y se dispuso a accionar el disparador.

    Ahora el general "pronunciado,,posaba solo, mas surostro se mostraba ms altivo que en la toma ante_rior, en una actitud que pareca clesdear la suerteque le esperaba. Bajo su mano derecha empuaba unespadn, el cual descansaba sobre el suelo; quien re_parase slo en el atuendo del zapatista no atinara acomprender que se trataba de un general guerrillero,sin galones ni blasones que ostentar. Si no fuese porla presencia del sable, emblema de mando, l pasarapor un campesino cualquiera, sin asomos de su beli_gerante trayectoria.

    Extraa pose de un condenado a muerte, quiz per_mida por su verdugo para mostrar Ia calida gr"i.._ra del retrat ado o, quizs en un ltimo gesto benvolode la autoridad huertista, para permirle mostrarsesin desmayos ni flaqueza como correspondera a unenemigo respetable.

    A esta nueya imagen, la fotgrafa aadira otra ins_cripcin: "Gral. Brig. Fidel pineda, to minutos antesde surnuerte. Agosto ro de 19r3,l Tal era el empeoy profesionalismo de Sara, quien, percatndose de latrascendencia del hecho, anexaba un toque de drama_tismo a un evento de por s dramtico.

    Una vez hechas las tomas fotogrficas, el grupose dirigi al panten municipal. En el escarpado ca_mino, ya que el panten se encontraba en una lomadesde donde se divisaba todo el pueblo, Sara Castre_jn iba haciendo silencioso recuento de las veces quehaba retratado fusilamientos. A sus veinticinco aosya haba enfrentado esos difciles trances en los queuno va a ser testigo de la muerte de un s". hu_unn.

    ffig,Relotos e HISTORIA S en M xico

    -::-*el*'al.: {E l']!\,i **

  • SAFA CASFEJN REZA'GRAL, FIDELPII.,]EDA 1O M]AIUTAS AA/IES DE SUMI]FRIE ]O DE AGOSfO DE 1913,ARCHIVO HISfR]CO DE tA SECFilARADE LA DEFENSA NACIONAL

    Y, adems, haba que retratar el hecho' No era la prime-tavez

    -y quisiera que fuese la ltima- que imprimaen sus placas la terrible imagen de hombres abatidospor las balas del enemigo. Los zapatistas de Guerreroiambin la haban llamado en algunas ocasiones parasus fusilamientos, pues los soldados federales' sabe-dores de la calidad de sus retratos, pedan que se les

    hiciese una ltima foto para poder hacerla llegar a susfamiliares. Pero ella saba que los "pronunciados" no

    daban mucha paga; ms bien eran los propios peloneslos que hacarel desembolso para retribuir su trabajo'Tampoco haba cafecito ni pan de arroz' como s lohaba cuando las fotos las pagaban los federales'

    Ya casi para llegar a las puertas del panten' Sata

    sinti un ligero estremecimiento al mirar los lnguidos rostros de los dos adolescentes que estaban a pun-

    to de morir. Mas tambin record el semblante sere-no de Pineda. Trataba de entender qu pensamientosestaban pasando por la cabeza de ese lder zapatistaque le permitan una cierta imagen impasible ante lamuerte. Trataba de adivinar qu motivos' qu certezasle permitan no doblegarse ante la autorirlad federal'

    Aunque, a clecir verdad, bien saba de los motivos delos campesinos del entorno para sublevarse en contrade hacendados e intermediarios'

    Proveniente de una familia con holgada situacineconmica y con cierta educacin y refinamientos' al-canzaba a percibir que en estas circunstancias se co-meta una gran iniusticia al privar de la vida a unosmuchachos, casi nios, cuya nica culpa haba sidoacompaar en sus ideales al lder agrarista, sin habercometido desmanes y matanzas como las que solanrealizar sus verdugos. Pero finalmente recapacit ensu trabaio, en la encomienda que se le haba solicitadoy por la cual recibira una paga' Muchos aos despus'platicando con sus sobrinas, una de ellas Ie pregunta-ra: "Pero ta, no te daba miedo ir a esos fusilamien-tos?". A lo que ella respondi: "No!, a m me pagabanpor ese trabajo y yo tena que cumplir'l

    A1 cruzar la puerta del panten, el pelotn de fusi-lamiento se abri paso entre un pequeo conglomera-do de gente que haba acudido a presenciar el fatdico

    acto. Fidel Pineda, Filiberto Ortega y Paulino Santanarecibieron la orden de colocarse junto a una pareddel camposanto. Mientras, |oaqun daba los ltimosaprestos a la mquina fotogrfica; ya se encontrabaclo.ada la placa y el obturador estaba dispuesto parasu disparo,

    "1 .url se acompasara con los disparos del

    fusilamiento.A una indicacin del general Olea, quien quera

    encargarse personalmente de segar la vida de tanaguerridos sediciosos, Sarita se introdujo nuevamenteUo tu tela negra que cubra el dispositivo fotogrfico;tom el disparador y se dispuso a accionarlo en cuan-to escuchara la orden de fuego'

    Cuando el mandato sali de la garganta soberbiadel general huertista, ocho fusiles lanzaron sus balassobie los sentenciados. Al impactarse sobre los cuer-pos, algunos de los proyectiles siguieron su trayecto-,lu hu.iu la pared, produciendo una pequea nube depolvo que empezO a envolver la parte media de los.r"rpo, sacrificados. Esa fue la imagen que capt lalente de la fotgrafa; el instante en el que los tres za-patistas reciban los impactos, un instante en el quequedaba congelado y plasmado sobre el negativo de,ldrio el ltimo hlito de vida de los ejecutados'

    Unos cuantos das despus, en el archivo de la Se-

    cretara de Guerra y Marina, en la Ciudad de Mxico'se reciban las tres fotos del fusilamiento' El encar-gado del despacho apenas si se detuvo en oiear lasi,-r-tg"r-t"s y ,bt" ellas estamp el sello: "secretara de

    -=:"...u,

    Marina. Archivo General'l &

    Relotos e HISTORIAS ': "ierico