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Cuentos: Trinidad Ried Ilustraciones: Soledad Céspedes M.

Cuento de Navidad

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Cuentos: Trinidad Ried Ilustraciones: Soledad Céspedes M.

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Escritora: Trinidad Ried Goycoolea.Casada, madre de 6 hijos, periodista, escritora y fundadora del Colegio Santa Cruz de Chicureo. [email protected]

Diseño e ilustraciones: Soledad Céspedes [email protected]://ilustrasole.blogspot.com

Este libro ha sido realizado por la Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS) en el marco de su campaña “Regalos con Sentido”.

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Los queremos invitar a través de estos cuentos a prepararse como familia para esta Navidad. Muchas veces estamos demasiado apurados y no nos damos tiempo para compartir y conversar en familia, esta es

una oportunidad.

¡Feliz Navidad!

La arañita invisible del pesebre 4

Entrevistando al Viejo Pascuero 12

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Siempre que cuentan la historia del nacimiento de Jesús, se olvidan de mí. Todo porque soy diminutamente chica e invisible. ¡No

es justo! Sin mi ayuda la llegada de este ser maravilloso no se hubiese entendido del todo… Él me dijo ese día, y se lo repite sin cesar a mi corazón de araña, hasta hoy: “Debemos amarnos los unos a los otros, porque somos parte de un mismo tejido y no podemos olvidarlo”. Entre balbuceos de niño, pero con la sabiduría divina, esa noche me explicó con mucha claridad a lo que había venido. Me dijo que los seres humanos se creen muy diferentes entre sí y separados de toda la creación que había hecho su Papá, pero que todos y todo estamos esencialmente unidos como si una verdadera tela de araña se tejiera entre nosotros. Yo, de tejidos y de telarañas sé mucho, así que entendí enseguida el sentido de su misión. Es más, cuando Jesús me pidió que tejiera una tela entre todos los que lo visitaban para que el mensaje quedara evidente, no me resultó difícil. Corrí del niño al camello, del camello a la vaca, de la vaca al burro, del burro a las ovejas, de las ovejas a los pastores, de los pastores a los reyes, de los reyes a San José, de San José a la Virgen María y así ,vuelta y vuelta, hasta llegar de nuevo al niño.

La Arañita invisible dEl pesEbre

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Por cierto todos eran muy simpáticos y entre nosotros reinaba una felicidad difícil de describir. Nadie alegaba por el frío de la noche, ni porque no tuviéramos un techo digno para recibirlos. A gran velocidad y animada por este ambiente, yo los unía a unos con otros. Apenas se daban cuenta, pero si se miraba con atención, era posible observar una red. Cuando el camello estiraba la pata, la red

se tensaba en la oreja de la vaca y cuando ésta movía la cola,

se tensaba hasta llegar a las patitas del niño, haciéndole reír de cosquillas.

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Cuando amaneció, mi red relucía como un manto de plata con el rocío matinal. Jesús abrió los ojos primero que nadie, vio mi trabajo y sonrió agradecido. “Bien, mi querida arañita invisible. Con esto les quedará claro. Cada vez que actúen, que se muevan, que quieran hacer algo, pensarán en cómo eso afecta a los demás. Tendrán en cuenta la naturaleza y la creación completa. La red hace evidente que todo lo que hagan, le llega para bien o para mal al que está a su lado” No dando más de contenta, me quedé dormida a su lado hasta que el sol calentara un poco más…

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Sin embargo al despertar de nuevo, Ohh Noooo!!!!. Todavía me da tristeza recordarlo…La red se había destrozado. Se entretuvieron tanto con las visitas, los regalos, las luces, los cantos y los ruidos que fuera de la familia de mi amigo, los demás no captaron lo esencial.

Los reyes y sus camellos partieron para su lado, los pastores para el otro. La vaca y el burro se quedaron en el pesebre y el niño y su familia

debieron salir arrancando apurados, porque un loco les quería hacer daño. Los pedazos de mi tela quedaron botados por el suelo y el corazón de Jesús también. Corrí a su lado y le prometí que seguiría haciendo evidente su

mensaje de unión hasta el fin de los tiempos. El sonrió agradecido, pero presiento que ya conocía todo lo que vendría.

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Lo acompañé en Egipto, en Nazaret, en Galilea, en Samaria y en Jerusalén hasta el final. Aún me duele recordar cuando tejía en una vieja cruz de madera para

darle ánimo a mi querido amigo. Así ni ese día ni durante siglos, nadie pareció entender nada; yo tejía y tejía mostrando nuestra unidad esencial y nada. Casi todos los seres humanos velaban por lo suyo y no cuidaron la naturaleza ni la creación. Pero, hoy después de tanto tiempo, Él me sigue

dando vida y fuerzas para tejer. ¡Qué increíble! No pierde la esperanza y gracias a Él, al parecer algunos ya empiezan a entender.

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Ahora después de 2000 años, hay personas, en apariencia invisibles y diminutas -igual que yo-, que están tejiendo redes que unen a unos con otros. Los hay científicos, ecologistas, unos computines y cibernautas, otros creando redes solidarias, redes espirituales, redes de amor que le dan fuerza al tejido que me encargó Jesús. Y ahora me toca preguntarte a ti que lees mi historia desconocida. Aunque soy pequeña e invisible, sigo infatigable y necesito ayuda; ya se han unido los ángeles, los animales y la creación completa, también muchos seres humanos. Sin embargo, en este cumpleaños de mi amigo queremos darle una sorpresa especial. Queremos que se dé cuenta que su venida no fue en vano y aunque nos hemos demorado cientos de años, ya estamos comprendiendo su mensaje y llevándolo a la realidad. Para este 25 de diciembre,¿Quieres tejer conmigo? Sólo necesitas tomar conciencia de qué hilos de plata te unen a ti con todo lo demás y que lo que hagas o dejes de hacer, les afecta. Actúa bien, piensa bien, habla bien, ama, ama y ama sin parar, así y solamente así, tendremos todos una Feliz Navidad para siempre.

Actividad La arañita nos enseña que cada uno tiene algo único que aportar al mundo, a su familia y entre todos podemos construir un mundo mejor.

Los invitamos a reflexionar en familia con algunas preguntas:

1. ¿Cuáles son nuestras actitudes positivas y negativas? 2. ¿En qué medida mis actitudes positivas y negativas afectan a mi familia? 3. ¿Qué fortaleza ves en los demás integrantes de tu familia? 4. ¿Qué propósito podemos asumir para enriquecer la red familiar?

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El otro día tuve la suerte increíble de entrevistar al Viejo Pascuero. Me costó mucho trabajo el que me dijera que sí y que accediera a contarme los secretos más guardados de su vida. Tuve que trasladarme con gruesos abrigos y botas al Polo Norte y recorrer una larga

distancia en su trineo. Los asientos estaban bastante incómodos y la nariz se me congelaba al respirar, pero al fin logré dar con su casita. Era muy monona y calentita; en una palabra:

acogedora. Ya sentados en su living y a los pies de la chimenea, el dulce anciano, me contó de las

historias más increíbles vividas en los 2000 años, en que se ha encargado de llevar el regalo más querido por cada niño del planeta. Nos paseamos por siglos y siglos, por

diferentes tipos de juguetes, por diferentes razas y culturas alrededor del mundo. Recordó con especial cariño el año en que todos los niños pidieron caballitos de madera y muñecas de trapo; también fue especial la Navidad de las primeras

bicicletas y qué decir la de los patines…

Entrevistando al Viejo Pascuero

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“Cada año”, me dijo, “con muchísimo trabajo y esfuerzo de mi parte y de los papás de los niños, he logrado dejar feliz a casi todos los pequeños de la humanidad”. En su carita regordeta y colorada, por primera vez en toda la conversación, se dibujó una sombra de tristeza. Mi alma de periodista captó enseguida que en ese “casi” había una historia que contar y empecé a interrogarlo.¿Cómo es eso de “casi” a todos los pequeños? ¿Hay alguno que usted no logra hacer feliz? Pregunté con mi grabadora lista. -Bueno, emmm sí-. Carraspeó el viejito. Los niños de la tierra siempre me escriben cartas pidiéndome un regalo para la Navidad. A veces son sencillos, otras veces sofisticados y costosos, pero como dije antes, con

la ayuda de los papás, logro llegar con lo que han pedido la mayoría de los pequeños.

Se quedó un momento en silencio, y secándose

unas lágrimas brillantes que resbalaban de los

anteojos, siguió. -Hay un niño al que nunca he logrado contentar en Navidad.

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¿Desde cuándo le escribe?, pregunté curioso. Uff, me escribe desde hace tantos años que no me acuerdo. Las primeras cartas venían en papel antiguo, como de papiros, también me ha escrito en telas, en papel de seda y en papel corriente…Pero ¿qué le dice? interrumpí impaciente. Bueno, su carta siempre está llena de amor, nunca deja de mandarme las más lindas bendiciones para mí, mi familia, mis duendes y mis renos, pero no he logrado en todos este tiempo llevarle lo que me pide.

¿Y por qué?, ¿Vive muy lejos? No, no es ése el problema, volvió a carraspear. Este niño ha vivido en muchas partes. Ah, ya sé, dije, intentando adivinar. Debe ser de esos niños tan excéntricos que lo tienen todo y no sabe con qué contentarse. Bueno, emmmm sí y no, contestó el Viejo Pascuero, dejándome aún más intrigado. Efectivamente este niño lo tiene todo, pero no es completamente feliz. Por eso me escribe todas las Navidades, pidiéndome su regalo, pero no lo puedo encontrar.

¿Y qué puede necesitar si lo tiene todo? En vez de contestarme enseguida, el Viejito Pascuero fue a

buscar un chocolate caliente a la cocina. La historia de seguro prometía, pensé yo tomando

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también una taza. Es curiosa la vida de este pequeño, agregó luego de varios sorbos. El nació muy pobre acompañado sólo de algunos familiares y amigos. Creció en una ciudad insignificante, sin grandes lujos pero teniendo el amor de quienes lo rodeaban. Así, cada fiesta de Navidad que pasa, él me pide en su carta el mismo regalo.

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“Quiero que me traigas la felicidad de los hombres”. ¿Quéee? exclamé, bo-tando la taza al suelo. Sí, eso es lo que me pide él de regalo, pero nunca la he po-dido encontrar, agregó el anciano decep-cionado.¿Pero cómo, si hacer feliz a los hombres es tan fácil? pen-sé yo. Si les das todas las cosas materiales que necesitan y todas las que no necesitan, los harás feli-ces y contentarás con su regalo a este niño tan especial. Jo, jo, jo, se rió el anciano igual que en la tele. Yo también pensé lo mismo al principio y por eso

los llené de juguetes de grandes y de chicos, pero la felicidad les duró menos que lo que demoraron en abrir los paquetes. Ahh, entonces la solu- ción para ha-

cerlos felices debe ir porque no tengan pro-blemas. Usted,

con su poder de Viejo Pascuero,

seguro puede sa-carles de su vida

todas las dificulta-des: las tristezas, los dolores, las caídas, los esfuerzos, los fraca-

sos, las derrotas, las malas notas, las peleas, la soledad … bueno todo lo que los hace sufrir, dije yo, inflado como un pavo de pascua, al creer que había

encontrado la clave del dilema.

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Bueno, eso también lo creí un tiempo. La verdad no tengo el poder para hacer eso y tampoco conseguiría la felicidad de los hombres con eso. Con los años que tengo, he visto y comprobado que los dolores y sufrimientos le hacen bien a todos, porque los hacen madurar, crecer y apreciar todo lo bueno que tienen. Definitivamente por ahí, no encontraré el regalo que me pide mi niño regalón. Bueno, y ¿cuál cree es la solución para poder con-tentar al niño? ¡Ayy! Yo también me lo pregunté mil veces y apliqué varios planes. Traté de hacerlos feli-ces con imágenes exitosas, con viajes soñados, con juguetes y aventuras extremas… bueno de todo, has-ta que le mandé una carta preguntándole al mismo niño qué hacer.

¿Y qué le contestó? pregunté incrédulo pensando en que el Viejito Pascuero, quizás ya estaba más viejito de lo que yo pensaba. Una vez más, se paró de su mecedora crujiente y la dejó bailando sola, mientras hurgueteaba él en los cajones y baúles de la casa.

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¡Aquí está!,¡ aquí está!, dijo después de largos minutos. Léela tu mismo a ver si logras ayudarme a hacer feliz a este niño.Tomé la carta que le había enviado el pequeño. Era un papel corriente, pero no sé por qué estaba revestido de una autoridad especial. La abrí y esto fue lo que leí:

“Querido Viejo Pascuero: Una vez más te mando todas mis bendiciones para ti, tu familia, tus duendes y tus renos. No sé si me recuerdas, por lo que te cuento un poco de mí. Nací en Belén hace un montón de años y siempre he sido muy feliz acompañado de mi mamá María y de mi papá

José, de mis amigos a lo largo del tiempo, pero sobre todo de mi padre que está en el cielo. Me han pasado tantas cosas que te llenaría mil

cartas, pero vamos a tu pregunta. Para mi cumpleaños siempre te he pedido el mismo regalo: la felicidad de todos los hombres. Me dices

que no la encuentras, pero la verdad la has buscado en lugares equivo-cados. La felicidad está adentro de cada niño y de cada ser humano,

cuando comprende algunas claves sencillas: primero que está unido a mí y a mi Padre del cielo como una gota de agua en el océano. Que

El nos quiere desde siempre y que amorosamente cuida cada paso que damos. Que todo lo que necesitamos Él nos los da y que cada dolor o sufrimiento que tenemos tiene como fin hacernos mejores

y más fuertes. Segundo que la felicidad está en vivir el presente y no dejar que la mente nos mande como una loca, llevándonos al

futuro o al pasado. Si estás comiendo una manzana que tu cuer-po, tu alma y tu mente estén comiendo una manzana. El presente es

un presente, un regalo que hay que cuidar aprovechando de expresarle a los que quieres cuánto los amas y haciendo el mayor bien posible. Y

por último, si los hombres aprenden a agradecer todo lo que tienen y lo que son y dejan de sufrir por lo que les falta y lo que nunca serán, mi regalo de

cumpleaños podría llegar esta Navidad. Que tengas un muy lindo día, un gran abrazo.

Jesús.

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Actividad

Este cuento nos enseña acerca del verdadero sentido de la felicidad, nos invita a poner atención a las cosas simples. Nos muestra que muchas veces no encontramos la felicidad porque la buscamos en el lugar equivocado. Como una ayuda para conversar en familia, sugerimos las siguientes preguntas:

1. ¿Qué cosas son las que más me hacen feliz?2. ¿Cuáles son los principales “espejismos” de felicidad en los que siempre caigo? 3. ¿Pongo el corazón en lo que hago?4. ¿Qué podría regalar yo a Jesús que lo haga feliz en esta Navidad?

Sin ninguna otra pregunta que hacerle al Viejo Pascuero, salí de la casita monona y calentita, decidido no sólo a escribir la noticia más importante de toda la humanidad, sino que a poner todo de mi parte para que este 25 de diciembre, ese pequeño y singular niño Jesús, al fin reciba su regalo.

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