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Cuadernos de Trabajo Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales UNIVERSIDAD VERACRUZANA Xalapa Veracruz, Agosto 2006 25 La formación de las regiones históricas en Cuba Una propuesta de periodización Partes I y ll Hernán M. Venegas Delgado

Cuadernos de Trabajo - Universidad Veracruzana · matices y especificidades que se presentan, a su debida escala, en cada uno de nuestros países, sino de una reflexión de mucho

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Cuadernos de Trabajo Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales

UNIVERSIDAD VERACRUZANA

Xalapa Veracruz, Agosto 2006

25 La formación de las regiones históricas en

Cuba Una propuesta de periodización Partes I y ll

Hernán M. Venegas Delgado

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Cuadernos de Trabajo

2 INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICO-SOCIALES Director: Alberto J. Olvera Rivera CUADERNOS DE TRABAJO Editor: Feliciano García Aguirre Comité Editorial: Joaquín R. González Martínez Rosío Córdova Plaza Pedro Jiménez Lara Martin Aguilar Sánchez CUADERNO DE TRABAJO N° 25 © Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales Universidad Veracruzana Diego Leño 8, Centro Xalapa, C.P. 91000, Veracruz ISSN 1405-5600 Viñeta de la portada: Luis Rechy (†) Cuidado de la edición: Job Hernández Rodríguez Dante Espinoza Villarroel Julio 2006 Impreso en México La formación de las regiones históricas en

Cuba Una propuesta de periodización

Parte I

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Cuadernos de Trabajo

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Cuadernos de trabajo Instituto de investigaciones Histórico-Sociales

Universidad Veracruzana

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Cuadernos de Trabajo

4 Índice

Primera Parte Presentación I. Historiografía "Nacional" e Historiografía Regional en Cuba.

Hernán M. Venegas Delgado

II. Historia Regional y los Estudios sobre la Mujer: Reflexiones para una Estrategia Conjunta. Raquel Vinat de la Mata III. La Importancia de la Lingüística para los Estudios Regionales. Sergio Valdés Bernal. IV. La Población Rural de Cuba a Finales del Siglo XIX. Orestes Gárciga Gárciga

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5 Presentación

El presente cuaderno de trabajo constituye una recopilación de textos tocantes a

ciertos aspectos eminentemente metodológicos y estudios de caso de la historia

regional de Cuba. Desde 1995 a la fecha el Instituto de Historia de Cuba y, en

particular, uno de sus investigadores, Hernán Venegas, vienen impulsando y

animando un Grupo de Trabajo sobre historiografía regional latinoamericana. Las

sucesivas reuniones en La Habana han juntado a estudiosos de diversas procedencias

y especialidades en un ambiente de discusión fructífera y, sobre todo, formativa, en

cuanto a lo que en materia de estudios regionales se investiga en nuestros países

latinoamericanos. Gran parte de los materiales se encuentran publicados en revistas

especializadas así como en las Memorias respectivas de los encuentros, aunque

lamentablemente, dada la falta de tiempo y de recursos, haya ponencias que no

puedan ser debidamente divulgados y discutidos.

Es indudable que, desde los años 80 a la fecha, estamos asistiendo a algo así

como la “primavera de las regiones”. No se trata sólo de la crítica a la historia

nacional escrita desde el centro, o sea, desde la perspectiva del Estado nacional,

machacando en posiciones de un nacionalismo patriotero y desfasado, obviando los

matices y especificidades que se presentan, a su debida escala, en cada uno de

nuestros países, sino de una reflexión de mucho mayor alcance: la revaloración de

nuestras propias nacionalidades en tanto ciudadanos de países que no pueden ser

reducidos a simples entes homogéneos, pretendiendo que el estereotipo predomine

por sobre la diversidad cultural. El regionalismo no pone, o no debería de hacerlo, en

tela de juicio la existencia de las unidades nacionales, todo lo contrario, en estos

momentos de fuertes tendencias globalizadoras el rescate de los elementos locales y

regionales ayudan no sólo a redefinirnos en tanto ciudadanos de nuestros países, sino

a interpretar, en función de los valores e idiosincrasias nativas, esas tendencias que

tanto han tendido a enajenar nuestras conciencias. Aquí, no obstante, deberíamos

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6 hacer algunas de observaciones que resultan pertinentes para el resurgimiento y

desarrollo de los regionalismos contemporáneos.

El regionalismo como respuesta a la globalización.- En diversas ocasiones

hemos recalcado la importancia que tiene la historia local y regional así como los

estudios regionales ampliamente entendidos. Una pregunta que habría que hacerse es

por qué tal interés ha cobrado aliento en los marcos de los procesos globalizadores

contemporáneos. Como sabemos estos procesos han estado marcados por coyunturas

económicas (tal es el caso de la crisis de los años 80), y políticas, con la crisis del

Estado benefactor y el hundimiento del orden socialista y, ni que decir tiene, la

espectacular revolución electrónica que, por un lado, haría tabla rasa de las

diferencias culturales y, por otro, acercaría a individuos y pueblos de regiones

antípodas mostrando precisamente sus especificidades históricas y culturales. A esta

paradoja se agrega otra: el desarrollo de la tecnología no sólo no ha modificado, al

menos hasta ahora de manera masiva, las estructuras mentales, sino que ha propiciado

precisamente lo contrario con el (re)surgimiento de tradiciones y costumbres casi

olvidadas, los radicalismos religiosos rescatados de los supuestos “basureros de la

historia”, los auges del nacionalismo en muchas regiones, etc. Aspectos, en fin,

algunos de ellos positivos en cuanto afirman y redefinen las tradiciones y

aportaciones culturales de los pueblos, y otros, decisivamente negativos, que tratan de

imponerse por la fuerza: sea sembrando los valores de la “democracia” a punta de

cañonazos, sea librando “guerras santas” mediante la práctica del terror y el

amedrentamiento.

Microhistoria e historia regional.- Tomando en cuenta esta situación

ambivalente surge un segundo aspecto con relación a la forma de abordar los

fenómenos regionales. Hemos insistido en múltiples ocasiones en la diferencia entre

microhistoria e historia regional propiamente dicha en sus diversas manifestaciones

socioespaciales (localidad, provincia, región, estado, ciudad, municipio, etc.).

La microhistoria nos evoca una historia total aplicada a un ente local

ontológicamente concebido, es decir, el estudio regional en cuantos sujetos activos de

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7 su devenir en el tiempo y en el espacio. Es el análisis de la región en cuanto es, no

sólo en relación a sí misma sino con respecto de la nación de la que forma parte y el

mundo. En México el ya clásico libro de Luis González, Pueblo en vilo, es un

exponente pionero de esta perspectiva. San José de Gracia es un lugar que se explica

en función de sí mismo independientemente de las circunstancias externas que lo

rodean. Los hechos acaecidos, el mito, la leyenda, la literatura, las creencias, las

mentalidades y, lo que es muy importante, la geografía en su sentido amplio (y no

sólo a un nivel de mera escala espacial) se yuxtaponen en ese ser vital y actuante, en

donde el sentimiento de identidad rebasa el mero análisis científico y

pretendidamente racional.

La historia regional propiamente dicha, al menos las principales tendencias

historiográficas que se presentan con ese nombre, nos remite al estudio de la región

(lugar, localidad, provincia, etc.) como objeto de análisis. En este caso se trata de ver

cómo ciertos fenómenos generales, analizados científicamente, se comportan en la

escala espacial investigada; así tenemos una historia económica regional (vgr. las

modalidades del proceso de desarrollo capitalista en la región “X”), la historia

política regional (las especificidades de la Revolución Mexicana en el estado “Y”) o

bien la evolución demográfica en el poblamiento de las regiones “de colonización”.

Al igual que la microhistoria, se trata de un análisis desde dentro de la región, aunque

en tal análisis predomine la perspectiva instrumentalmente concebida.

Ambas concepciones no se excluyen de ningún modo. La región sujeto

(ontológicamente concebida, en el caso de la microhistoria) o la región objeto

instrumentalmente concebida para fines más de investigación científica, son

perspectivas metodológicas que deben de completarse y apoyarse a fin de

comprendernos mejor a nosotros mismos no sólo con relación a lo que somos sino a

cómo y por qué somos, enriqueciendo a la vez las disciplinas de conocimiento de las

que partimos en nuestros análisis.

Regionalismo y nacionalismos.- En cuanto a la perspectiva ontológica hay

otro aspecto que me gustaría destacar. Es el relacionado a la transición del

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8 regionalismo al nacionalismo, si de la conformación de los países latinoamericanos se

trata. Muchos trabajos de historia parten de la premisa de la existencia de las naciones

desde una perspectiva intemporal, aún desde antes de que surgiera el sentimiento

nacionalista moderno. Esto significa que poseemos una idea a priori de la nación

elaborada desde el presente. Todo parecería que la idea de México preexiste para los

tiempos de Quetzalcoatl, de Cortés, de Hidalgo, del siglo XX. No cabe, pues, la

existencia de un sentimiento regionalista previo a las independencias nacionales o

bien que tales sentimientos han quedado soterrados bajo el peso de los nacionalismos

actuales. Los orígenes intelectuales de muchos nacionalismos latinoamericanos

partieron precisamente de concepciones ontológicas de las demarcaciones virreinales

hispanas, postuladas sobre todo por los Jesuitas, cuyas raíces familiares provenían de

regiones, en ese entonces periféricas, del norte de la Península Ibérica. ¿De esto se

deduciría que una concepción ontológica regional puede derivar en un sentimiento

nacionalista? ¿En qué momento la microhistoria de San José de Gracia se convertiría

en la primera historia nacional de ese municipio en el supuesto caso de que en el

futuro se independice de México? No hay respuestas para estas preguntas, sin

embargo, su mera formulación no debe de echarse en saco roto. Los nacionalismos

recientes en muchos lugares del mundo son un claro ejemplo de que, a final de

cuentas, los pueblos, independientemente de la forma que asuman (sea entes

nacionales, regionales, grupos étnicos, comunidades religiosas, etc.) están en un

continuo proceso de cambio en el cual, muchas reacciones colectivas pueden darnos

sorpresas muy desagradables. Las sociedades regionales pueden definirse como

abiertas o como cerradas, una u otra opción pueden llevarnos a situaciones y

conflictos que bien podemos lamentar en el futuro; los estudios regionales pueden ser

así base para el diálogo y el entendimiento entre los pueblos o bien fuente de

discordias; estos son aspectos que no debemos de perder de vista en ningún momento.

Así pues, el rescate de la historia local y regional en la coyuntura actual puede

ser un arma de dos filos: o bien valoramos lo propio como una aportación a una

humanidad que se merece un destino más digno conforme a los valores que se ha

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9 propuesto o bien, justificamos la barbarie fundamentalista independientemente del

signo ideológico y manifestaciones políticas que ésta asuma.

Conscientes de estos extremos nos hemos decantado precisamente por el

estudio de nuestras raíces regionales y locales, hemos estudiado la historia de nuestro

terruño, del viejo solar, no sólo como una aportación a la construcción de la nación en

su conjunto, sino en una perspectiva ontológica, la de indagar y reflexionar en nuestro

ser (universal), en nuestras especificidades. A estos fines apunta la publicación de los

textos cubanos que ahora presentamos en esta edición de Cuadernos de Trabajo.

En el marco de una ya añeja tradición de colaboración académica entre Cuba

y México, ofrecemos este volumen compuesto por una serie de textos escritos por

nuestros colegas cubanos. Hemos divido la edición en dos partes. La primera está

dedicada a cuestiones metodológicas e historiográficas de la historia regional cubana.

El Cuaderno abre con un artículo de Hernán Venegas en donde se muestra una

panorámica de la historiografía regional cubana en el contexto latinoamericano. En el

mismo corpus del texto se ha incluido, en calidad de postscritum, otro artículo del

mismo autor que aborda temas metodológicos en relación a la periodización de la

historia regional de Cuba, retomando una serie de elementos presentados en la

primera parte del artículo que le da nombre al texto en su conjunto. Un segundo

trabajo “Historia regional y los estudios sobre la mujer: reflexiones para una

estrategia conjunta” de Raquel Vinat de Mata nos llama la atención sobre los estudios

regionales en relación a otro de los grandes temas, hasta hace poco relegados, en la

reflexión histórica: el estudio de género en el contexto del análisis regional. En la

misma línea metodológica presentamos el trabajo “La importancia de la lingüística

para los estudios regionales” de Sergio Valdés Bernal, que como el título indica, trata de

resaltar el valor metodológico de la lengua en el análisis regional. Un cuarto artículo de

esta primera parte “La población rural de cuba a finales del siglo XIX”, de Orestes

Gárciga nos presenta la pertinencia del análisis demográfico en relación a las

actividades económicas en las décadas finales de la Cuba del periodo colonial.

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10 La segunda parte de este volumen presenta algunos estudios de caso

relacionados con el Oriente de Cuba: “Elementos para la definición de una región

histórica: comercio minorista en el Valle Central, siglo XIX”, de María de los

Ángeles Meriño Fuentes, y “La Habana: Agua, medio ambiente y sociedad en la

habana colonial” de Rolando García Blanco. Ambos trabajos se sitúan en la perspectiva

instrumental anteriormente indicada si se refiere a la historia económica y a la

medioambiental. Finalmente presentamos un análisis de las repercusiones de un hecho

nacional en un entrono regional concreto, o sea, el de la Revolución Cubana en la

provincia de Camaguey bajo la autoría de Francisco Luna Marrero.

Historiografía, género, economía, literatura y la historia nacional volcada a un

entorno regional se dan cita en este volumen a fin de mostrarnos una parte, por cierto

mínima, pero harto significativa de los estudios regionales en Cuba. Esperamos con

esto, no sólo difundir el conocimiento generado en otras universidades de América y,

en especial, de los países que conforman el Mediterráneo americano, con quienes

compartimos además de mares y costas, historia y cultura, sino tal vez lo más

importante: generar debates sobre las problemáticas regionales, tanto en lo que atañe

a su pasado como a su actualidad, tarea ingente a la que invitamos a toda aquella

persona interesada en estos temas.

Joaquín R. González Martínez

(Xalapa, Ver. mayo de 2006)

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Historiografía "Nacional" e Historiografía Regional en Cuba

Hernán Venegas Delgado

Instituto de Historia de Cuba La Habana

1. El problema en América Latina.

Las historiografías supuestamente nacionales en América Latina presentan

mayoritariamente un problema gravísimo que en algunos de nuestros países -los menos-

está siendo afrontado o, cuando no, cuestionado: el de la interpretación, autotitulada

"nacional", de los procesos históricos de cada uno de estos países.1 Este supuesto

"nacionalismo" ha sido casi siempre el que ha convalidado los proyectos políticos de las

burguesías y en general de las élites dominantes en torno a la construcción del Estado.

De paso, se trata de proyectos convalidados por políticas editoriales consagradas por

dichos grupos de poder o, cuando no, por el movimiento editorial que se le subordina a

tales grupos para disfrutar de sus prebendas, emolumentos y espacios públicos

privilegiados.

Si nos referimos a los grandes países de esta parte del Continente no queda menos

que concordar que las concepciones historiográficas prevalecientes no han avanzado en

lo sustancial desde la Independencia a nuestros días. De estos grandes países quizás

México pueda ser citado como una excepción, gracias a su tradición historiográfica,

asentada modernamente en una Revolución que trastocó no sólo a su sociedad toda sino

también a su Ciencia Histórica. En este país la historiografía regional pasó a ser, a partir

de la década de l980 en una de las ramas esenciales de las Ciencias Sociales y hasta tal

punto que esta abarcó el ochenta por ciento aproximadamente de la producción

editorial.2

En este país los proyectos políticos centralistas tuvieron un impacto determinado

sobre la historiografía, hasta cierto momento, pero no más que esto. No es difícil así

encontrar comúnmente la afirmación entre los historiadores mexicanos y de

mexicanistas extranjeros acerca de la existencia de muchos Méxicos antes de dicha

1 Hernán Venegas Delgado. "La historiografía regional y local en América Latina y el Caribe: una visión desde Cuba", en revista Santiago no. 86, enero-abril de l999, passim. 2 Pablo Serrano Álvarez. "Historiografía regional mexicana. Tendencias y enfoques metodológicos. 1968-1990." En, Relaciones, no. 72, Vol. XVIII. Zamora, Michoacán. El Colegio de Michoacán, México, otoño de l997, pp. 54-55.

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Revolución e, incluso, una atención punto menos que esmerada a las desigualdades

regionales en la historiografía mexicana contemporánea.3

En Argentina esa visión historiográfica "nacional" ha sido fuertemente cuestionada.

Para Susana Bandieri y con relación a lo "que llamamos 'historia regional', de lo que se

trata, en síntesis, es de construir una historia en términos más matizados, que pueda

poner en suspenso algunas de las verdades más recurrentes y no contrastadas de la

historiografía nacional. Para otro autor de ese país, Marcelo Lago, la visión de tal suerte

de historiografía "se debe a que es en Buenos Aires donde se escribe la historia y se

genera la política editorial, (... en un...) tipo de enfoque (que) prácticamente no ha

sufrido variantes desde el siglo pasado cuando fue concebido.4

Entre los grandes países probablemente Perú pueda citarse como ejemplo

paradigmático. Su historiografía "nacional" está construida en torno a la Costa Sur del

Pacífico, con Lima como centro, olvidando rampantemente el norte de esa misma costa 5 y lo que es tan grave como esto, a la Sierra y al Perú amazónico.

En esa misma dirección, un análisis somero sobre la historiografía brasileña indica

un desplazamiento, en el tiempo y en el espacio, del centro de la atención de la

historiografía "nacional" del norte a sur de la costa atlántica, con polos que son el

Nordeste (primeros siglos coloniales), el centro (el Brasil imperial y de la Primera

República) y el sur (la contemporaneidad).6 Desde luego, ello presupone que sus

historiadores "nacionales" conviertan cada uno de estos "polos" en el centro de sus

interpretaciones del proceso histórico de esa nación, pero cada uno a su vez.

Obviamente, del resto de ese inmenso país, o sea, de la mayor parte del mismo, apenas

una que otra explicación, excepto cuando se habla de la expansión bandeirante y de

alguno que otro hecho relevante. Ni que decir del mundo indígena. Se entiende pues la

3 Carlos Martínez Assad (coord.). Balance y perspectivas de los estudios regionales en México. México, CIIH-Miguel Porrúa, Grupo Editorial, l990, en particular el Capítulo I "La Historia", pp. 25 a 89. 4 Susana Bandieri. "Entre lo micro y lo macro: la historia regional. Síntesis de una experiencia". En, Entrepasados no. ll. Buenos Aires, Año VI, fines de l996, p. 76. Marcelo Lago. "La historia local y regional en la enseñanza", en ibidem, p. l56. 5 Susana Aldana. 'El Norte. Un vacío historiográfico.' (“La historiografía peruana a debate"). En, Apuntes no. 33. Lima, Universidad del Pacífico, segundo semestre de l993, p. ll5. 6 Una idea general sobre la situación de la historiografía regional brasileña apareció ya en el importante historiador José Roberto do Amaral Lapa en su História e Historiografía. Brasil pós 64. Río de Janeiro, Paz e Terra, l985, pp. 6l, 62 y 70’.

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desafiante y fructífera reacción de variados medios historiográficos de diversas regiones

del país.7

En los países que se pueden catalogar con una extensión geográfica media la

situación no es mejor. Venezuela es un buen ejemplo. Allí la historiografía "nacional"

ha hecho de Caracas y en el mejor de los casos de la macro región nor-central en torno a

ésta el afán de sus interpretaciones de la historia nacional. Con el agravante que se trata

incluso de un país cuya Capitanía General centralizadora no se constituyó hasta fines de

la Colonia, cuyas regiones occidentales por lo general tributaban al virreinato de Nueva

Granada y con regiones en el sur (los Llanos) y en el oriente (costa Caribe y Guayana)

con un desfase notable en su tiempo histórico regional en relación con Caracas e incluso

con otras zonas y regiones más cercanas al ritmo capitalino.8

En Bolivia, la "insistente búsqueda de los orígenes nacionales y el significado del

Estado-nación (...) supone una tendencia a olvidar las historias regionales para rescatar

la idea de nación. Pero, al mismo tiempo, las demandas de identidad de una sociedad en

crisis obligan a buscar en las aproximaciones micro sociales elementos para conformar

la nueva imagen deseada de convivencia". A lo que se añade que "El fracaso del Estado

emergente de la insurrección de abril de l952 y la presencia de movimientos regionales

que se recrean en el pasado en búsqueda de una identidad explican, así, la importancia

de la temática regional en la reflexión de la historiografía más reciente".9

Otro país con una extensión territorial media en relación con los demás estados

latinoamericanos, Colombia, con un fuerte poder centralizador acunado en la virreinal

Santa Fe de Bogotá, nunca ha podido reducir en definitiva las peculiaridades regionales

tan marcadas que presenta el país, manifestadas en los últimos decenios incluso por la

vía de las guerrillas, aunque la expresión de estas no sean sus objetivos. En este país el

movimiento historiográfico regional ha tenido una verdadera explosión en los últimos

años y dentro de este, la Costa Caribe se ha mostrado particularmente activa,

7 Ésta se expresa en recopilaciones como História regional: Uma discussao (l987) y República em Migalhas. Historia Regional e Local (l990). 8 Para Venezuela y el resto de Latinoamérica son básicas las obras de Arístides Medina Rubio, Germán Cardozo Galué, Rutilio Ortega González y más acá en el tiempo las de Belín Vázquez de Ferrer y de Betilde Navas de Salas, a todos los cuales sigue un numerosísimo grupo de regionalistas de todas las edades y experiencias. 9 Marta Irurozqui y Víctor Peralta. "Historiografía sobre la República Boliviana". En, Revista de Indias no. l94, Vol. LII. Madrid, l992, p. l3.

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reclamando el lugar que le corresponde en la interpretación del pasado histórico

nacional.10

En los países pequeños la situación es similar y en algunos peor. La República

Dominicana, por ejemplo, presenta un notable desbalance historiográfico pues ha hecho

de su capital, Santo Domingo, el centro casi exclusivo del quehacer en este sentido. De

aquí que los reclamos de otras regiones del país y sobre todo del valle del Cibao y su

capital, Santiago de los Caballeros, en cuanto al peso que han tenido en el devenir

nacional y en la formación y desarrollo de la dominicanidad, hayan encontrado oídos

receptivos en la intelectualidad del norte de la república .11

En los países centroamericanos la situación aún es más complicada, pues al decir de

algunos de sus historiadores más prestigiosos la diversidad regional queda subordinada

en términos historiográficos al predominio de las regiones "centrales" de estos países.12

Este es el caso del Valle Central para Costa Rica, el de la ciudad de Managua y de

ciertas áreas tributarias de Ésta en la Costa Pacífica para Nicaragua, en el caso

guatemalteco el de la Ciudad de Guatemala y su hinterlands. En estos países se soslaya,

en el plano regional, el análisis del rico mundo indígena, como es el caso del norte

guatemalteco (El Quiché) o la llamada Costa Atlántica (antigua Mosquitia)

nicaragüense, donde no parece haber sido una casualidad que en dichas regiones haya

habido una rica actividad guerrillera, como también ha ocurrido en Colombia.

2. Cuba y la relación historiografía nacional-historiografía regional.

En Cuba los grandes maestros de la historiografía nacional no sólo cumplieron tareas

intelectuales impostergables relacionadas con una interpretación de la Historia que

abarcase a toda la nación cubana, sino que algunos incluso alertaron acerca de la

necesidad de impulsar los estudios regionales y locales. Estos son señaladamente los

casos de Julio Le Riverend Brusone, Juan Pérez de la Riva Pons y Ramiro Guerra

Sánchez. Más recientemente otros prestigiosos historiadores nos han dejado obras que

10 Hugues Sánchez Mejía. "Tendencias y problemas en la historia del Caribe colombiano". En Historia y Pensamiento no. 3, enero-junio de l999, pp. 62 a 76. 11 Se trata de la antología de trabajos de diversas áreas de las Ciencias Sociales y Humanísticas publicado bajo el título de Ese lado del país llamado el Norte, (l998). 12 Víctor Hugo Acuña Ortega. "Los desafíos de la historia en Centroamérica", en Margarita Vannini (edit.) Encuentros con la Historia. Managua, Instituto de Historia de Nicaragua de la Universidad Centroamericana, l995, pp. 50, 5l y 54.

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ciertamente trabajan la relación historia nacional-historia regional, como Jorge Ibarra

Cuesta.

Ahora bien, en estos últimos decenios se impone la necesidad de efectuar una

revisión amplia de la historiografía autotitulada nacional realizada desde la segunda

mitad del siglo XVIII hasta la fecha y que ha hecho de la capital del país el centro casi

exclusivo de ese tipo de construcción del discurso historiográfico. Desde luego, bajo

ningún concepto se trata de una diatriba contra La Habana, que no es otra cosa que la

capital de todos los cubanos, sino de realizar una crítica a la deformación de su historia,

como ciudad y como hinterland, en función de una visión supuesta de todo el país.

Desde luego, ahora no me propongo ni puedo tampoco analizar la totalidad de los

problemas que presenta la relación historiografía nacional-historiografía regional, como

tampoco es mi objetivo exponer mis puntos de vista acerca de otro problema esencial

incluido dentro del plano regional y apenas considerado por ese tipo de historiografía, a

saber, el de la historia de las ciudades cubanas, cuestión que he analizado en otro

trabajo.13

Por otro lado, no es mi pretensión hacer propuestas acerca de cómo solucionar los

problemas que confrontamos, pues ello requeriría de otro trabajo específico. De todas

maneras, en mis reflexiones de ahora se señalan esos graves problemas que a todas

luces requieren de solución inmediata. De la misma manera, los ejemplos de autores

citados son sólo eso, ejemplos, no un balance historiográfico que ciertamente he

realizado antes y que requiere de actualización específica.14 Tampoco es mi intención

evaluar la presencia regional en los tres primeros tomos -o sea, los publicados hasta

ahora- de la obra Historia de Cuba, del instituto del mismo nombre. En primer lugar

porque su edición se encuentra inconclusa y, en segundo lugar, porque la presencia del

plano regional no fue priorizada en la concepción de la obra, ya que paralelamente el

Instituto de Historia de Cuba rectoreaba el Proyecto Nacional de Historias Provinciales

y Municipales, el primero en su género y proyecciones de toda la América Latina y el

Caribe.

13 Hernán Venegas Delgado. "La historiografía urbana y Cuba" (I y II). En, Tiempo y Espacio Caracas, Venezuela. (En prensa). 14 Hernán Venegas Delgado. Provincias, regiones y localidades. Historia regional cubana. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, l993, pp. 83 a ll8 y "La historiografía regional y local en Cuba (l959-l999): Balance y perspectivas". Conferencia dictada en la Cátedra Emilio Roig. La Habana, noviembre de l999 (inédita).

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Si algo habría que señalar a tan magno esfuerzo de los historiadores cubanos es

que una buena parte de sus autores -que no todos- hiciesen caso omiso o prestasen poca

atención a los resultados de investigaciones y de publicaciones regionales y locales

preexistentes, de lo cual una simple lectura brinda evidencias más que suficientes al

respecto. Ello es particularmente notable en el tomo III, dedicado a los primeros años de

la neocolonia.

Cuba no es excepción sino parte indisoluble de la "norma" historiográfica

supuestamente nacional del resto del Continente mestizo. La pregunta es: ¿cómo está

construida -obsérvese que he utilizado y seguiré utilizando este verbo muy a propósito-

la historiografía cubana? La respuesta es evidente, aunque no tan diáfana para algunos.

La interpretación más generalizada de la Historia de Cuba hace del occidente insular el

centro de esa construcción historiográfica, salpicada a ratos por hechos ineludibles

ocurridos en otros lugares del país.

Lo primero que habría que cuestionarse es qué se entiende por Occidente pues,

en rigor, la historiografía "nacional" hace de La Habana-Matanzas el centro de sus

interpretaciones. Aquí quedan magistralmente eliminados el extremo occidente insular

(Pinar del Río) y la Isla de la Juventud (Isla de Pinos) al menos. Estas dos últimas,

cuando se presentan, por lo general quedan explicadas como zonas de expansión

habanera y en particular de su oligarquía, desconociéndose mayormente que Pinar del

Río se convirtió en una región donde se produce el mejor tabaco del país (y quizás del

mundo), alternándose con una economía agropecuaria diversificada y con una sociedad

en la que el mundo rural, de pequeños y medianos propietarios, va a ser su característica

primordial.

Por su parte la Historia de Isla de Pinos, por razón de esas simplificaciones a que

nos ha acostumbrado la historiografía "nacional" se presenta muchas veces con la visión

romántico-aventurera de una isla visitada continuamente por piratas y corsarios, a lo

Robert Louis Stevenson, es decir, en la peor tradición de la historiografía romántica.

Después, se salta olímpicamente en el tiempo, nada más y nada menos que unos tres

siglos, a propósito de un acontecimiento internacional y de la política nacional cubana: a

los intentos de los Estados Unidos de apoderarse de Isla de Pinos a principios del siglo

XX. Tendrá que esperar de nuevo dicha isla para ser considerada dentro del proceso

histórico nacional al triunfo de la Revolución Socialista, con los innegables planes de

transformación que afectan a todas las regiones cubanas. ¡Ah! y para no faltar a la más

depurada tradición positivista y liberal en cuanto a las grandes personalidades y héroes,

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las estancias-prisiones de José Martí y Fidel Castro respectivamente proyectan

fugazmente a Isla de Pinos como telón de fondo de sucesos nacionales innegables.

Afortunadamente un trabajo pionero de Arturo Soreghi,15 empezó a poner en orden ese

galimatías, esfuerzo seguido más recientemente por la Historia de la Isla de la Juventud,

del Consejo Científico Municipal de Historia, obra surgida al calor, igual que sus

similares, del Proyecto Nacional de Historias Provinciales y Municipales rectoreado por

el Instituto de Historia de Cuba, el cual continuaré citando.

Incluso Matanzas ha sido muy maltratada en esa construcción. Se habla a

menudo de La Habana-Matanzas como un todo en que se produce la génesis del mundo

plantacionista azucarero -y a ratos cafetalero- esclavista cubano, que no detiene su

avance hasta fines del siglo XIX. En primer lugar esa génesis cafeto-sacarina tiene otros

dos polos: Trinidad-Remedios, en el centro de Cuba, y Santiago de Cuba, en su porción

oriental, según demuestran las investigaciones efectuadas y publicadas desde inicios de

la década de l970 hasta la fecha y otras inéditas, las de las Historias Provinciales.16

Que se trate de una escala reducida para el Centro y otra mediana para el Oriente, en

relación con la escala habanera, no resta un ápice al hecho cierto de que se están

produciendo tres fenómenos paralelos que afectan a la Colonia en su conjunto entre

fines del siglo XVIII y principios del XIX y que cada uno de estos generan sus propias

zonas de expansión, aunque a veces concuerden entre sí estas últimas, como ocurre en

Las Villas occidentales (Cienfuegos, Sagua la Grande y Remedios) donde concurren los

capitales y la tecnología de La Habana-Matanzas, de un lado, y los de Trinidad -y aún

de la Villa Clara no plantacionista-, del otro.17 De aquí que la propia división de la

Colonia en tres departamentos, de 1825, con capitales en La Habana (Occidental),

Trinidad (Central) y Santiago de Cuba (Oriental), no es sino corroboración cierta de

esas realidades económico-sociales y político-administrativas que, entre paréntesis,

mantuvieron casi siempre una razonable proporción bajo el dominio español.

15 l5.- Arturo Soreghi D'Mares. "Apuntes para una historia regional de Isla de Pinos". En, Universidad de La Habana, no. 209, julio-diciembre de l978. 16 Para Las Villas cf. la tesis de doctorado (inédita) Aproximaciones y diferencias al desarrollo económico-social villareño (l75O-l878), Universidad de La Habana, l990, de Hernán Venegas Delgado; y la "Historia de la Provincia de Villa Clara", Parte III, Colonia (inédita). Para Santiago de Cuba el libro de Olga Portuondo Zúñiga Santiago de Cuba. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, l996, Capítulo 4; y la Historia de la Provincia de Santiago de Cuba, Parte II, Colonia (inédita). 17 Hernán Venegas Delgado, "Aproximaciones...", passim.

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En segundo lugar, el binomio La Habana-Matanzas es sólo eso, un binomio al que,

aplicándole el aparato teórico-conceptual regional debe separársele a partir del momento

en que Matanzas cobra autonomía como región histórica en formación,18 cuestión que

reivindica el grupo de historiadores matanceros nucleados en la Historia Provincial de

Matanzas y entre los cuales el extinto Juan Francisco González había probado ya en

l993 la expresión de intereses políticos regionales particulares.19 Así mismo, el

calificativo otorgado a su capital regional, la ciudad de Matanzas, de "Atenas de Cuba",

más allá de un epíteto lo que hace es revelar un interesantísimo proceso cultural

autóctono, índice seguro de regionalidad, que no sólo se nutre inicialmente en La

Habana sino que, posteriormente, se proyecta de forma interactiva sobre la capital

colonial, como ha demostrado Urbano Martínez Carmenate.20

En tercer lugar, Matanzas genera a su vez, en el transcurso del siglo XIX, a otras dos

regiones: primeramente a Cárdenas y con posterioridad a Colón. Lo que nunca se ha

explicitado es que si en l827 Matanzas y su entorno -en dirección a lo que después va a

ser la región cardenense-, todavía umbilicalmente unida a La Habana, produce ya el

25% del azúcar de toda la isla, treinta años más tarde, en l857, las dos regiones de

Matanzas y Cárdenas, ahora con expresión propia hacia el sur -la llanura de Colón-,

totalizan el 55,5% del total insular. Si a ello añadimos que en ese último año de l857,

Las Villas -sobre todo occidentales-, absorbe el 22% de ese total colonial, tenemos que

las 3/4 partes de la vida económico-social azucarera, fundamental para la colonia, se

ha desplazado hacia siete regiones contiguas entre sí: las tres matanceras de Matanzas

propiamente dicha, Cárdenas y Colón y las cuatro villareñas de Cienfuegos, Sagua la

Grande, Remedios y en menor medida, Trinidad. Mientras tanto, la región habanera

pasa de un 63% (l827) de ese tipo de renglón económico a un l7% (l857), inaugurando

el siglo XX (l902) con sólo un l0 % de participación en la producción nacional,

mientras que las tres regiones matanceras lo hacen en un 30,6% y Las Villas en un 38%,

18 Hernán Venegas Delgado. "Acerca del concepto de región histórica”. En, Provincias, regiones y localidades. Historia regional cubana. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, l993. 19 Juan Francisco González. "El Grupo Liberal de Matanzas". En, Islas no. l04. Santa Clara, Universidad Central de Las Villas, l993, pp. ll7-l28. Nota: Antecedente obligado de ese trabajo es el de Raúl Ruíz "El surgimiento de la plantación esclavista matancera. Marco para el nacimiento del grupo local de presión", en ibidem, pp. l07-ll6. 20 Urbano Martínez Carmenate. Domingo Del Monte y su tiempo. La Habana, Ediciones Unión, l997, passim.

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comenzándose a notar desde entonces -como comentaré más adelante- un

desplazamiento del eje azucarero hacia Camagüey y norte de Oriente.21

Es conveniente añadir además que, en cuanto a ocupación del espacio cubano, la

región habanera (incluyendo el este azucarero luego pinareño) ocupa sólo el 6% del

total del área nacional y que, en el mejor de los casos, cuando aún La Habana incluye

dentro de su región histórica a Matanzas, esa área llega al l7% (incluyendo la Ciénaga

de Zapata). Aquí viene un razonamiento elemental: si el azúcar es el meollo de la vida

colonial, como insistentemente se nos ha inculcado, ¿por qué no considerar estas

verdades aplastantes en las propuestas de interpretación de la Historia de Cuba?

Añádase a ello que, históricamente, la población cubana asentada en la región

histórica habanera, cuando aún incluye dentro de su área a Matanzas y Nueva Filipina -

Pinar del Río-, oscila entre un 54% y un 58% del total de la colonia entre 1754 - 57 y

1827, según cifras de los diversos padrones, censos y estadísticas situados entre una y

otra fecha. Posteriormente, cuando las regiones matanceras y la pinareña adquieren su

propia personalidad regional y por lo tanto no deben incluirse dentro de sus cifras, la

región habanera ve bajar sus índices, desde un 5l% hasta un 28,4% del total colonial

entre l84l y l899, también según los cómputos de los censos y estadísticas situados entre

una y otra fecha. Esta tendencia se manifiesta de nuevo en el transcurso del siglo XX, de

acuerdo en este caso con las estadísticas situadas entre 1907 y 1981, cuando la

población de la región habanera oscila entre un 26 y un 28% de forma sostenida.22 En

resumen, no se trata de un problema cuantitativo o cualitativo, sino del simple hecho

que el historiador, como decía Marc Bloch, tiene que tener su olfato siempre sensible

allí donde existió "olor a carne humana", ya sea en nuestro caso Pinar del Río o

Guantánamo.

Corroborando todo ello, ya está claro que a mediados del siglo XIX aquellas

inversiones de capital e incluso la transferencia tecnológica y hasta de esclavos que se

produce desde la macro región matancera hacia Las Villas occidentales, puede

distinguirse cabalmente de la habanera e, incluso, es posible diferenciar los respectivos

flujos hacia el Centro, bien fuesen de la región de Matanzas propiamente dicha o de la

de Cárdenas, región esta última que tiende a partir de entonces a comenzar a debilitarse

21 Cifras computadas de El Ingenio, de Manuel Moreno Fraginals. La Habana, Ciencias Sociales, l978, Tomo I, p. l4l y Tomo III, tablas de las pp. 59-62. 22 Las cifras han trabajadas desde los padrones, censos y estadísticas de l754/57, l774/75, l778, l792, l800, l8ll, l8l7, l827, l84l, l846, l862, l877, l887, l899, l907, l9l9, l93l, l953, l970 y l98l.

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hasta hoy en día en que quizás esté surgiendo, a sus expensas también, otra región, de

vocación turística en este caso, la de Varadero. Esta es, sencillamente, la dialéctica del

proceso regional.

A esta altura del razonamiento, es que se puede situar para Matanzas, de forma

adecuada y en sus justas proporciones y representatividad, a la llamada Conspiración de

La Escalera, fenómeno vinculado con las decisiones políticas y de la política social

tomadas en la capital colonial, pero raramente considerado por la historiografía

"nacional' como un fenómeno típicamente matancero e inscrito allí, es decir, en dos de

las regiones cubanas donde la barbarie esclavista se ha extendido con mayor fuerza. De

la misma manera se hace caso omiso a que dichos hechos matanceros forman parte de

una gran cadena de sublevaciones, conspiraciones y rebeliones que se extiende por

todas las regiones plantacionistas cubanas desde fines del siglo XVIII hasta el propio

estallido de la Guerra del 68 si se quiere. En el mejor de los casos se menciona de paso

el problema en otros lugares de Cuba, pero sin explicar los elementos de causalidad que

conmueven a toda la isla, desbordándose incluso hacia aquellas regiones no típicamente

esclavistas. Para ilustrar, estoy hablando del rosario de rebeldías esclavas de Trinidad

ocurridas entre l798 y l840 al menos, de aquellas situadas entre 1824 y la década de

1840 en Santiago de Cuba e incluso de las de 1795, 1796, 1798 y de 1812 en Puerto

Príncipe. De estas últimas, en la de l796, murieron centenares de esclavos.23 Este

ejemplo es altamente significativo, en cuanto a lo que se viene presentando, si lo

comparamos con la archiconocida sublevación matancera de La Escalera.

Es que la historiografía "nacional" se ha obstinado en estandarizar a la Historia

Nacional. ¿Qué otra cosa si no es el cerrado empeño de presentar a la toma de La

Habana por los británicos en l761-62 como un acontecimiento válido y exclusivo para

toda la Colonia? Si vamos a analizar objetivamente este asunto, lo que es muy

importante para La Habana lo es veinte años antes, en l741 y para la macro región

oriental y en especial para Santiago de Cuba, el desembarco británico en Guantánamo y

23 Olga Portuondo Zúñiga. Santiago...pp. 2l8 - 220. Hernán Venegas Delgado. "Aproximaciones...". Israel Moliner Castañeda. "Sublevaciones de esclavos en Cuba", en revista Del Caribe no. 8, IV. Santiago de Cuba, l987, pp. l08 a ll3. Leyda Oquendo. "Las rebeldías de los esclavos en Cuba. l790-l830.", en Colectivo de autores. Temas acerca de la esclavitud. La Habana, Ciencias Sociales, l988, p. 68.

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la violenta respuesta criolla desde la capital oriental, en lo que insiste Olga Portuondo.24

Para el centro de Cuba el desembarco inglés por Trinidad en l79725 es aún más

significativo para la macro región central y hasta tal punto que aún hoy Trinidad ostenta

con sano orgullo en uno de sus dos escudos de armas, al conjunto de banderas británicas

arrebatadas al enemigo, las cuales orlan los símbolos regionales, presididos por cierto

por un enorme ojo avizor de criollidad. Hasta aquí tenemos una ciudad, La Habana, y su

región que se ha convertido en el pivote casi absoluto para construir esa explicación que

se nos ha propuesto machaconamente sobre la Historia Patria. Encima de ello, si es que

vamos a evaluar con rigor, no se explica realmente cuáles son los límites de esa región

capitalina por el oeste, en el linde con Pinar del Río, ni por el este, en el límite con

Matanzas, ni muchísimo menos cuál es su composición interna; un poco mejor se

conoce a la ciudad de La Habana como organismo autónomo,26 pero no como esa

especie de microcosmos que es toda urbe, a la manera que lo realiza la historiografía

francesa,27 una de las más avanzadas en este campo. No obstante, estos son en puridad

dos de los tantos problemas que ahora analizo. Ahora bien, ¿qué hay de esa otra Cuba,

de haciendas ganaderas y de pequeños y medianos propietarios agropecuarios

diversificados que se encuentra desde el este hasta el centro cubano, expresándose desde

Holguín y Bayamo en el oriente hasta Sancti Spíritus y Villa Clara en el centro, en estos

dos últimos casos manifestándose como una especie de cuña que penetra por el lado este

del corazón plantacionista de la Cuba colonial?

Resumiendo, estamos hablando de las tres cuartas partes de la isla-archipiélago que,

según el informe del criollo Bernardo J. de Urrutia y Matos, produce a mediados del

siglo XVIII (1749) el 44% del total del tabaco cubano y el 52% de sus cueros, es decir,

aproximadamente la mitad de los dos primeros productos -en ese orden- de exportación

24 Olga Portuondo Zúñiga. Guerra en el Caribe: l74l, derrota británica frente a Santiago de Cuba. Tesis de doctorado. Santiago de Cuba, Universidad de Oriente, Facultad de Filosofía e Historia, l987, 242 páginas. 25 Francisco Marín Villafuerte. Historia de Trinidad. La Habana, Jesús Montero, Editor, l945, p. 92. 26 Julio Le Riverend. La Habana, espacio y vida. Madrid, Editorial MAPFRE, c. l992, p. 336. 27 D. Roche. "Ville" en J. Le Goff (comp.). La nouvelle histoire. París, l978, pp. 565-570. Bernard Lepetit. "La historia urbana en Francia: veinte años de investigaciones". En, Secuencia no. 24. Ciudad México, sept.-dic., l992, p. 9.

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de entonces y que concentra el 45,3% de la población de toda la colonia.28 Aquí habría

que añadir también, al menos en cuanto a los cueros exportados por La Habana, que una

buena parte de estos provienen de las sabanas ganaderas situadas entre Villa Clara-

Sancti Spíritus y Puerto Príncipe-Las Tunas, con cifras que aún requieren de

investigación.

Específicamente en cuanto a la ganadería es conveniente decir que esta no es una

especie de tabla de salvación para la economía y la sociedad coloniales de los tres

primeros siglos, sino todo lo contrario, esta es el mejor negocio posible en Cuba hasta el

tercer cuarto del siglo XVIII y, posteriormente, un negocio rentable hasta mediados del

XIX, a lo cual habría que añadir que Puerto Príncipe y Sancti Spíritus disfrutan de las

tierras óptimas para estos menesteres, con suelos que son capaces de sextuplicar los

rendimientos normales en relación con otras regiones de la isla en cuanto a la

producción de cabezas de ganado vacuno por hectárea, según demostró hace ya casi

treinta años el Maestro Juan Pérez de la Riva.29

A esto van unidos varios proyectos regionales de desarrollo agropecuario que

difieren en sus esencias del proyecto azucarero plantacionista encabezado por Francisco

de Arango y Parreño (por cierto, contrariamente a lo que afirma la historiografía

"nacional", este proyecto de Arango no es válido ni mucho menos para todas las

regiones plantacionistas, aunque por su naturaleza se le identifique arbitrariamente con

los demás). Sólo así es posible entender, por ejemplo, que frente al proyecto

plantacionista de Arango, de l792, haya existido otro, del obispo santiaguero Joaquín de

Osés Alzúa y Cooperacio, de l794, que aunque dirigido a defender los intereses de la

Iglesia oriental, presenta de paso el proyecto socio-económico de esa macro región de la

colonia.30 Conste que sólo he mencionado estos dos proyectos representativos que,

desde luego, no se agotan en sí mismos ni en el espacio ni en el tiempo.

Así, con el auge de la gran expansión plantacionista de La Habana y

Matanzas, a partir de la segunda mitad de ese siglo XVIII, se silencia el recrudecimiento

que se produce del activísimo comercio de ventas de ganados e innumerables productos 28 28.- Bernardo J. de Urrutia y Matos. Cuba. Fomento de la Isla. l749. San Juan, P.R., Ediciones Capiro, l993, pp. l6-l7 y 9l. Instituto de Investigaciones Estadísticas. Los censos de población y vivienda en Cuba. La Habana, s/e., l988, Tomo I. Vol. I, p. 88. 29 Juan Pérez de la Riva. "Peuplement et cycles économiques à Cuba (l5ll-l8l2)". En, Cahiers des Ameriques Latines, no. 8. Paris, Institut des Hautes Etudes de l'Amérique Latine, l973, pp. 2-24. 30 Olga Portuondo. "Historiografía de Cuba e historia regional", en revista Del Caribe no. 24, l994, pp. 51-52.

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desde estas regiones y hacia el rico oeste cubano, comercio efectuado bien a través del

camino ganadero que atravesaba la Isla de oriente a occidente, bien a través de la

diligente navegación de cabotaje. Sobre este punto han hecho innumerables referencias

a ello historiadores como Julio Le Riverend y Leví Marrero,31 sin que se le haya dado

todo el crédito que requiere este asunto. Prácticamente nada se ha estudiado acerca del

mundo de las haciendas comuneras y de su lenta desintegración desde el centro hasta el

oriente cubanos. Entonces, ¿cómo explicar un activísimo mercado interno en el tiempo

colonial que por otro lado ha sido por lo general sustentado en las importaciones

extranjeras en el mejor de los casos?

Si hemos de dar una respuesta con toda seriedad a las interrogantes que plantean

estos problemas, no podemos menos que concordar que a duras penas son incluidas esas

regiones dentro del análisis "nacional" efectuado. Este es el caso de Puerto Príncipe, que

según el antes citado informe de l749, "sobresale en arquitectura y caudales" dentro del

contexto colonial y aún en ilustración temprana,32 convirtiéndose, como aplicaba el

Maestro Manuel Moreno Fraginals para el caso de Trinidad, en otra "rueda excéntrica

de la maquinaria colonial española".33 Otras zonas ni siquiera son mencionadas, suerte

que comparten, por ejemplo, esas especies de terras incognitas historiográficas que son

las dos regiones avileñas y, sobre todo, el gran espacio situado al norte oriental, entre

Holguín y Baracoa. Esta última, la primera villa fundada por España en Cuba, ha

quedado sólo como eso para la historiografía "nacional", como Ciudad Primada,

eliminando de paso la factibilidad que ésta ofrece como posible modelo de estudio para

Cuba y el resto de América Latina, de región histórica en lento debilitamiento en el

proceso histórico de larga duración, según demuestran los resultados del trabajo que ha

tenido la joven investigadora Ivette García.34

En general, a lo sumo se salpica la explicación con hechos innegables e inobjetables

que más bien hablan de la diversidad de todo un país que va a busca de su unidad, sin

que la una niegue la otra. Por ello el Espejo de Paciencia (1604) es situado, a falta de

una fuente más ortodoxa, como ejemplo de la vida colonial temprana. Pero nótese que

31 Julio Le Riverend Brusone. Historia Económica de Cuba. La Habana, Pueblo y Educación, l974, p. 3l. Leví Marrero. Cuba. Economía y Sociedad. Tomos I, II, III. 32 32.- B.J. de Urrutia y Matos. Op. cit., p. ll. 33 M. Moreno Fraginals. Op. cit., Tomo I, p. l42. 34 Ivette García. El proceso de formación de la región histórica de Baracoa. Primer Período: siglos XVI al XVIII. Universidad de La Habana, Facultad de Filosofía e Historia, Tesis de Maestría (inédita), 2000.

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estamos hablando de Manzanillo, en la región bayamesa y de paso, de un criollaje que

no es privativo sólo de blancos, de negros y de sus mestizos, sino también de indígenas

y de sus mestizos que, otra vez magistralmente, nuestra historiografía ha eliminado con

el pretexto del genocidio o del etnocidio desde mediados del siglo XVI, permitiendo

sobrevivir a unos pocos centenares en los "pueblos de indios" de que se nos habla y, un

poco más etnográficamente, a algunas familias de mestizos en las más intrincadas

serranías orientales.

Valga aquí una especie de digresión. Es importante un conocimiento científico de

este problema para las regiones y para el país, pues los indígenas y sus mestizos se

manifiestan particularmente activos en el centro y el oriente. Tanto es así que a unos

veinte años del Espejo de Paciencia, en 1627 ó 1628, un documento posterior hace

referencia a que de los tres tripulantes de la canoa en que, según el fervor religioso, hizo

su aparición la Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, dos de estos son los

"hermanos e indios naturales" Rodrigo y Juan de Hoyos, prácticamente "blanqueados"

con posterioridad.

Desde entonces y hasta el siglo XVIII las actas de los cabildos, de bautismo,

matrimonios y defunciones, los diversos documentos legales, etc. muestran a los

indígenas como personalidades jurídicas actuantes e incluso en el ámbito de

comunidades específicas, como ocurría en la región remediana a principios del siglo

XVIII. Incluso en la primera mitad del siglo XIX hay noticias diversas de la existencia

de barrios indígenas en los arrabales de ciudades y villas importantes, como Puerto

Príncipe y Holguín, sin contar al grupo de poblados orientales habitados por indígenas y

sus mestizos.35 Entonces, ¿cómo es posible no considerar esta realidad para la mayor

parte de la colonia, de lo cual no se escapa ni la propia Habana?

Por otro lado, un nuevo "gran salto" en la explicación de ese peculiar tiempo

historiográfico, que no histórico, se produce cuando, en medio de la fundamentación

occidental-plantacionista al uso, se interrumpe el discurso de sus cultores para incluir,

como una especie de deus ex machina, a lo que es inevitable considerar: a las tres

guerras independentistas que estallan precisamente en el suelo de aquellas regiones a las

cuales no se ha dignado mirar mayormente tal suerte de historiografía. Me pregunto

35 José Antonio García Molina. "Los aborígenes cubanos: leyenda de una extinción". En Temas, no. 7. La Habana, l996, pp. 28-36. José A. Martínez-Fortún y Foyo. Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su jurisdicción. La Habana, Imprenta Pérez, Sierra y Cía., l930, Tomo I, p. 75.

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entonces, ¿cómo es posible una explicación siquiera coherente -pensemos sobre todo en

los educandos- del proceso histórico nacional con tales saltos? Aunque sea un tanto

ocioso decirlo, estamos hablando de ciencia, no de olimpismo deportivo.

Aquí es dónde se viene, de nuevo, a notar la ausencia de una explicación equilibrada

y coherente del discurso historiográfico "nacional". Es dónde empezamos a

preguntarnos, más allá de las respuestas fáciles con que se cuenta, qué ocurrió, por

ejemplo, en la antes mencionada región bayamesa durante su proceso histórico de larga

duración, que procreó los gérmenes de tal respuesta violenta, más allá de la edulcorada -

aunque real- visión piratesco-contrabandista de esta región primeramente, y después de

la de una especie de Medioevo hatero regional. Aquí también adquiere valor la frase

antes citada de Moreno Fraginals, en este caso para Bayamo, como "rueda excéntrica de

la maquinaria colonial española". Claro que es tal para la administración hispana pero

también es una rueda excéntrica para las explicaciones maniqueas que se nos ofrecen.

Digo más, son muchas las "ruedas excéntricas" de que padece nuestra historiografía

"nacional" y de tantas que su "maquinaria" ha sido notablemente desgastada, llegando a

la obsolencia en este sentido de la relación nación-región.

En esa línea viene otro rosario de preguntas mínimas: ¿qué ocurrió en Holguín

durante siglo y medio al menos para que se llegase a los extremos de intentar proclamar

un cantón independiente que, como otras expresiones malsanas del regionalismo,

hicieron fracasar la Guerra Grande? ¿Cómo es posible que una sociedad supuestamente

tan cerrada, enclaustrada y conservadora como la camagüeyana pudiese encausar las

ideas quizás más democráticas de los inicios del proceso revolucionario de l868?

¿Dónde ubicar el auge del Guantánamo plantacionista tardío en una región que sólo

viene a considerarse dentro de la "Gran" Historia Nacional de invasión en invasión, es

decir, de la de los ingleses a Cumberland de l74l -aunque sólo como mención- y la de

los mambises de l87l, 130 años después? ¿ Por qué las revoluciones de l868 y de l895 se

expresan precisamente con tanto empuje en Sancti Spíritus? Y no sigo cuestionando

ahora.

Una parte -que no toda- de esas respuestas está en una explicación punto menos que

castrada, o escamoteada en el mejor de los casos, del pasado político inmediato al 68,

precisamente en la mitad oriental de la isla-archipiélago, es decir, en aquella parte del

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país que el Maestro Juan Pérez de la Riva denominaría como Cuba B.36 Un problema

inicial lo es el del primer independentismo; el otro, el del anexionismo en estas tierras.

Del primer independentismo tenemos una buena argumentación capitalina, desde las

conspiraciones a las que se les ha conferido su centro en La Habana hasta la prédica del

gran cubano que fue Félix Varela, desde y fuera de esta ciudad, en el extranjero.

Sin embargo, lo que sólo se menciona de paso es una verdad mayor: los intentos

prácticos más importantes de encausar ese primer independentismo ocurren también

fundamentalmente en el Departamento Central, con sus núcleos esenciales en Trinidad y

en Puerto Príncipe. Estoy hablando, para l826, del desembarco de Francisco 'Frasquito'

Agüero y Manuel Andrés Sánchez, así como de la llamada Expedición de los Trece para

Puerto Príncipe y, en l823-25 de la labor del trinitario José Aniceto Iznaga, del

portoprincipeño José Agustín Arango y de sus seguidores para traer las huestes

bolivarianas a Cuba.

Francamente, me pregunto, ¿qué sabemos de estos hechos más allá de la mera cita?

¿Cómo están incluidos estos en la construcción historiográfica con ribetes nacionales?

Con más franqueza me pregunto por qué hemos hecho del proyecto político-

revolucionario del gran cubano que fue Félix Varela, de la década de l820, el centro de

la atención historiográfica si, por otro lado, su posición aislacionista ante los empeños

independentistas continentales contradecía casi todo el resto de la actividad libertaria

cubana en este sentido.

El otro problema, el del anexionismo en sus manifestaciones en el Departamento

Central (Las Villas y Puerto Príncipe) queda aún tan oscuramente presentado como ese

primer independentismo. Se nos habla de tres expresiones de ese fenómeno en el linde

de las décadas de l840 y l850: en La Habana, Trinidad y Puerto Príncipe, pero en

realidad la manifestación trinitaria es punto menos que presentada como absorbida por

la labor de los anexionistas habaneros tan pronto Narciso López pone los pies fuera de

Cuba. Puerto Príncipe corre similar suerte, pero dotándosele de un color meramente

localista. Sin embargo, lo que no se explica es que esos movimientos anexionistas en el

Departamento Central cubano, más allá de sus respectivas filiaciones anexionistas

primigenias, encausaron un vasto movimiento de corte independentista y democrático,

abortado sangrientamente, pero no exterminado, que se proyectó en los inicios de la

36 Juan Pérez de la Riva Pons. “Una isla con dos historias. En, Cuba Internacional. La Habana, octubre, l968, pp. 32-37.

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Guerra del 68 en esas regiones y no precisamente por la vía de las veleidades

anexionistas de l869.

Nótese que hablamos de independentismo primigenio, desde la década de l820 hasta

la de l850 en todo el centro de Cuba. Entonces, ¿cómo es posible fundamentar siquiera

una Guerra como la del 68 si sus regiones actuantes han sido marginadas de una

explicación integral del devenir del proceso histórico colonial, salvo excepciones? No

creo que las explicaciones simplistas al uso puedan obnubilar una verdad monolítica: en

esas regiones orientales y centrales ha ocurrido con mayor fuerza el surgimiento de la

nacionalidad cubana. Y esto requiere de una muy seria fundamentación.

El proceso económico-social no corre mejor suerte durante y entreguerras. Ahora el

centro de atención se traslada en este sentido a mencionar las necesarias devastaciones

provocadas por la Guerra de los Diez Años en la mitad oriental de Cuba, pero no a

analizar en profundidad lo que ocurrió en La Habana y Matanzas ni mucho menos en

Pinar del Río, en cuanto a sus estructuras económico-sociales. Ni que decir de la ciudad

de La Habana más allá de la valoración político-militar. Parejamente, nuestra

historiografía "nacional" apenas menciona hechos decisivos para el curso de esta guerra,

como lo fue el activo movimiento contrarrevolucionario que se sucedió en Las Villas

occidentales y marcadamente en Cienfuegos, Remedios y Sagua la Grande -en ese

orden- que, por cierto, va mucho más allá de la consabida actitud de sus hacendados. Es

la Cuba de las "Españas Chiquitas" que salpican la geografía de la isla desde Camajuaní

en el centro hasta el norte holguinero en el oriente, conectadas estas con la relación

inmigrantes canarios -u otros españoles con el tabaco y otros productos agropecuarios.

Desde luego, ya es menester ir más allá de las brillantes conclusiones que sobre esta

guerra y la composición regional cubana planteó hace medio siglo el Maestro Ramiro

Guerra en su memorable libro Guerra de los Diez Años (l950-l952).

De igual manera la Guerra Chiquita requiere de una fundamentación regional que

desborde las explicaciones establecidas y que de paso la pudiesen enmarcar en criterios

cronológicos más precisos. El simple hecho que esta hubiese estallado también en el

centro cubano, precisamente en dos de las regiones que más se habían distinguido en la

detención de las huestes invasoras mambisas, las de Remedios y Sagua la Grande,

demanda de una explicación coherente que no puede seguir soslayándose o

remitiéndose a las actividades revolucionarias desde los Estados Unidos. Es más, en mi

criterio no se han aprovechado siquiera, y en cuanto a lo que nos proponemos, las

múltiples sugerencias que nos proporciona el trabajo La Guerra Chiquita: una

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experiencia necesaria (l982), de Francisco Pérez Guzmán y Rodolfo Sarracino

Magriñat.

Durante la entreguerras (l878/80-l895) el centro de atención de esa historiografía

vuelve a dar otro salto, geográfico en este caso, desde la mitad oriental hacia el

"occidente", para ocuparse del proceso de concentración y de centralización en la

industria azucarera, fenómeno que en sí es extraordinariamente válido. Pero el asunto es

que tal proceso tiene su pivote más pronunciado en el centro cubano, en la región de

Cienfuegos y ni siquiera en las regiones matanceras, que pierden un tanto de su

iniciativa anterior. Cienfuegos al menos es mencionado e incluso acaba de ser analizado

en un reciente libro de Fe Iglesias Del ingenio al central (l999), por una autora que

reconoce que es muy difícil analizar dicho proceso sin un análisis regional.

Y ni pensar en una valoración de las regiones no azucareras. De aquí que no se

comprenda el rejuego de los partidos políticos ni sus expresiones regionales en la capital

colonial. ¿Cómo comprender y situar entonces la labor del cienfueguero marqués de

Apezteguía -cubano renegado, propietario del ingenio-central "Constancia", uno de los

mayores del mundo en este momento- en la alta dirección del Partido Unión

Constitucional? ¿Cómo fundamentar la labor del espirituano Marcos García, capitoste

del Partido Liberal Autonomista y eficaz colaborador de España, primero desde la

alcaldía de Sancti Spíritus y después como Gobernador de Las Villas en l898? ¿Cómo

explicar la labor de zapa de los autonomistas camagüeyanos que hizo retardar el

alzamiento allí, en una de las regiones más sensibles para la Revolución que recién

comenzaba? Tan grave como ello o quizás aún más es el desconocimiento que existe de

la labor específica del Partido Revolucionario Cubano en las diferentes regiones

cubanas y que hace tiempo reclama sobrepasar los valiosos trabajos de Ibrahim Hidalgo

y otros pocos especialistas al respecto. Todo esto es comprensible cuando se ha

soslayado tradicionalmente y lo que es más grave aún, se continúa soslayando, la

interpretación del fenómeno regional dentro de la visión nacional que se propone.

La Guerra de l895-l898 es, al fin, una contienda bélica que se extiende a occidente,

lo que equilibra mucho mejor el discurso historiográfico al uso, aunque desde luego las

causas de la diferenciación regional vuelvan a plantear este otro estallido exitoso, de

nuevo, en el oriente cubano, macro región que, apenas grosso modo, sigue sin

fundamentar mayormente en tal discurso a pesar de existir notables resultados

alcanzados por la labor de las Historias Provinciales, en particular la obra de una

prestigiosa regionalista, Olga Portuondo. A esto se añade un pronunciamiento

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infructuoso en Matanzas que jamás entenderemos a cabalidad si no se profundiza en la

situación concreta de las regiones matanceras en l895, entre otras razones en cuanto a la

mengua, palpable entonces, de sus extraordinarios éxitos productivos sólo unos lustros

antes. Aquí vuelvo a una idea anterior: es que se ha englobado a Matanzas -como

también a Pinar del Río- en un "occidente" que ha dejado de ser una misma región

histórica para constituirse en varias regiones históricas que requieren de sus propias

fundamentaciones.

La visión de esa historiografía que venimos criticando es aún más catastrófica en el

siglo XX en cuanto a la carencia de ese equilibrio en la interpretación regional de que

adolece. Comprendo que la situación del país a raíz del semi-protectorado

norteamericano sobre Cuba haya llevado a nuestros historiadores a hacer énfasis en las

fundamentaciones políticas. Pero esto no puede ser justificación para que se haya

marginado aún más la consideración del proceso de diferenciación regional heredado

desde la colonia. Si durante ésta, la construcción historiográfica va desde una

periodización de una "sociedad criolla" que aún no sabemos con toda certeza qué

significa, a una "sociedad plantacionista" y aún a una "revolución plantacionista" que se

pretende hacer válida para toda Cuba, en la república esa periodización oscila entre el

"presidencialismo" capitalino y la sujeción norteamericana, eso sí, de nuevo

interrumpida, como en la segunda mitad del siglo XIX, por dos procesos revoluciona-

rios, los de las décadas de l930 y de l950, que tienen validez para toda Cuba.

El segundo de estos procesos, triunfante, de nuevo se manifiesta con fuerza en

Oriente y resulta militarmente victorioso ahí y en el centro. Del proceso revolucionario

inconcluso de l930-l935 qué decir, pues aquí la isla-archipiélago queda reducida

mayormente a la isla-ciudad capital, en un proceso jalonado a lo sumo con referencias a

los inevitables "soviets" -que se hacen fuertes desde el centro hacia el oriente sobre

todo- y a alguna que otra explicación de su desenvolvimiento en el "interior" del país.

De éste se desconoce o minimiza hechos trascendentales, como por ejemplo, la

organización revolucionaria liderada por Antonio Guiteras Holmes, sin duda la más alta

expresión del Gobierno de los Cien Días (fines de l933 a inicios de l934), surÿÿ y

obtiene reconocÿÿÿÿntÿÿnambonala esde su actuación un "ÿÿntamente con su líder,

desde luea - en las regiones orientales, en particular en las de Holguín y Santiago de

Cuba, lo que es abonado, por suerte, por las nuevas hornadas de historiadores, como es

el caso de Hernel Pérez Concepción en su libro El movimiento guiterista holguinero

(l996).

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Por cierto, el núcleo revolucionario holguinero presentó, mediante telegrama, sus

principales demandas al presidente Ramón Grau San Martín. Entre estas se decía "No

queremos centralización política. Cuba no es sólo La Habana, son las seis provincias.

Oriente tiene la cuarta parte habitantes República". En otro telegrama, con instrucciones

para el delegado holguinero del Directorio Estudiantil Universitario en La Habana,

incluso se agudizaba en el reclamo en términos desbalanceados, pero que revelan la

magnitud del problema. Así se decía, "No olvidamos centralismo Habana e

imperialismo han sido causas de desorganización pueblo cubano".37

De forma paradójica, si desglosamos siquiera un tanto algunos de los problemas

implícitos en lo que venimos tratando, nos encontraremos que dicha historiografía ha

centrado la vida económica nacional hacia Camagüey y Oriente, con el desplazamiento

del azúcar hacia esas antiguas provincias, pero sólo como referencia, sin aprovechar

siquiera las propuestas indirectas de análisis regional válidas para todo el plan nacional

y que están implícitas en obras como Caminos para el azúcar (l986), de Oscar Zanetti y

Alejandro García. Tampoco se consideran los diversos proyectos de la burguesía no

azucarera después de la II Guerra Mundial como alternativa, aunque imposible, del ya

fracasado proyecto azucarero tradicional que hunde sus raíces en la colonia.

Por ello también es por lo que apenas se pueda comprender las raíces más profundas

de los numerosos movimientos sociales del siglo XX, como por ejemplo las del

Movimiento de los Independientes de Color, ahora "paternalizado" por historiadores

extranjeros. Otro ejemplo: tampoco se podrá comprender jamás sobre estas bases el

rejuego político real del binomio liberal-conservador, del cual los presidentes liberales

de las primeras cuatro décadas de siglo, de origen villareño, logran imponerse sobre la

mitad del tiempo de todos los mandatos.38

En específico al movimiento pendular de dictaduras a regímenes democrático-

burgueses situados entre l935 y l958 se hace sentar sus reales casi exclusivamente en La

Habana y, desde luego, como tantas otras veces, prescindiéndose de una explicación

sobre la multifacética y casi nunca explicada vida de la gran urbe, en la que el proceso

de industrialización y el destacado desarrollo de la esfera de los servicios no ha tenido

una atención siquiera media.

37 Hernel Pérez Concepción. El movimiento guiterista holguinero. Holguín, Ediciones Holguín, l996, pp. 55-56. 38 Modesto González Sedeño. Ultimo escalón alcanzado por la plantación comercial azucarera esclavista. l827-l886. Grupos dominantes. Su influencia hasta l940. l999 (inédito).

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Y de nuevo, quizás como una especie de ananké para la historiografía de

pretensiones nacionales, otro salto al extremo oriental cubano, ineludible como los

efectuados en l868 y l895: el de otra revolución que comienza en esa macro región en

l956 y que concluye triunfando militarmente con una batalla, la de Santa Clara, en el

centro cubano, es decir, en el extremo izquierdo de la Cuba B planteada por el Maestro

Pérez de la Riva, precisamente la que jamás ha tenido la cabida que merece en ese tipo

de construcción historiográfica que nos ocupa. Vuelvo pues con otra inevitable

pregunta, que quizás se me pueda tachar de perogrullesca: ¿qué ha estado ocurriendo

históricamente en nuestra patria para que su devenir se haya comportado de la forma en

que lo ha hecho y no de otra? No es difícil concordar que respuestas profundas no están

a la mano debido a esa manera tradicional de considerar a la rica Historia Nacional

cubana.

La historiografía cubana sobre la actual revolución retoma el sentido político y

antimperialista en su discurso por razones comprensibles, pero no es menos cierto que

por su propia naturaleza, el hecho revolucionario implica una búsqueda del equilibrio

regional, con expresiones muy concretas, que aún esperan ser historiadas. Un fenómeno

tan radical como el cubano ha traído un proceso de transformaciones totales a todo lo

largo y ancho del país. De aquí que acontecimientos como los ocurridos en el macizo

montañoso de Guamuhaya (Escambray), de l960 a l965, en que se mezclan las

actividades político-militares con planes de transformación económico-sociales; o la

atención brindada al desarrollo social en la Sierra Maestra durante los últimos decenios,

clame por una atención de la visión nacional a partir del estudio de los centros históricos

regionales desde los que se efectúa la transformación.

Con posterioridad -y siempre a manera de ejemplo- es imprescindible considerar el

renacimiento de sub-regiones y regiones relegadas o estancadas, como las de Moa,

Nuevitas, Cienfuegos y la Isla de la Juventud que, por sí mismas, implican el análisis de

un candente problema social y económico: el de las migraciones interregionales, en

particular aquellas desde el oriente hacia el centro y occidente del país, de lo cual el

siempre marginado estudio pe se de la urbe capitalina es un ejemplo extremo, como

también lo pueden ser los casos de Cienfuegos e Isla de Pinos. Evidentemente y por

último, las manifestaciones diferenciadas del Período Especial en toda Cuba ya van

requiriendo la atención de aquellos interesados en la historia inmediata.

Hasta aquí he plasmado un grupo de ideas que he conformado durante varios años.

Otras han surgido como consecuencia lógica de mi estrecha vinculación con el Proyecto

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Nacional de Historias Provinciales y Municipales y la propia dirección de uno de estos

proyectos, el de la provincia de Villa Clara. No menos importante lo ha sido el

conocimiento alcanzado sobre similares problemas en el resto de América Latina. Así

que todas estas experiencias y la lógica sedimentación y decantación intelectual que se

ha producido en mí y en muchos otros de los colegas, aconsejan siquiera, como decían

los sabios medievales españoles, alertar para no perseverar en los viejos errores.

La Habana, diciembre de 2003

POSTSCRIPTUM

La Formación de las Regiones Históricas en Cuba. Una Propuesta de Periodización

1.- Una de las más graves deficiencias que confronta la historiografía latinoamericana y

caribeña, por no mencionar otras acerca de las cuales faltan mayores elementos de juicio,

es la de haber concebido su discurso a partir de los procesos históricos de las respectivas

capitales y sus zonas colindantes, en nuestros países.

Muchas veces estos resultados historiográficos se mezclan con los llamados

"Proyectos Nacionales", cuando no son objetivos nacionalistas de una u otra estirpe, que

subrayan el papel del 'centro' de la región central o capitalina, en detrimento del llamado

'interior', o sea, del grueso de las regiones históricas39 que constituyen cada uno de los

países de esta parte del planeta.

De aquí que, como se sabe, haya resultado una historiografía desequilibrada, de

sello y vocación centralistas, apenas salpicada de hechos y valoraciones "interioranas",

cuando estos últimos por su raigambre son imposibles de soslayar.

Pero lo peor del caso es que se ha creado toda una enmarañada defensa de ese

"centralismo historiográfico", hacia donde convergen desde las más nobles y

bienintencionadas propuestas hasta los más mezquinos intereses comerciales, personales

e institucionales.

Cierto es que la historiografía regional y local en la América Nuestra apenas es en

los últimos lustros cuando comienza a abandonar el lastre del localismo y el regionalismo

39 El criterio de región histórica, ampliamente debatido en el mundo contemporáneo, lo he expuesto en mis libros Provincias, regiones y localidades. Historia regional cubana. (Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 1993) y en Teoría y método en Historia Regional. (Santa Clara, Cuba, Editorial Capiro, 1994).

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mal entendidos, que también resulta algunas veces convalidante de procesos caudillescos

de ese origen y de la peor especie. La glorificación de un pasado regional y local, como es

obvio, requiere de algo más que eso, tanto en los planes del quehacer en el oficio del

historiador como en la suprema necesidad de contribuir siempre a consolidar los

respectivos procesos nacionales al sur del río Bravo, entendidos estos como los de ese todo

mayor que es la América Latina y el Caribe.

Si a todo ello añadimos la idea de Benedetto Croce de que "la Historia siempre es

Historia contemporánea" y la íntima convicción de otros que, como el que estas líneas

escribe, sostiene que esta ciencia es además proyección hacia el futuro, se comprenderá

mucho mejor la necesidad de equilibrar el deficiente balance historiográfico que, en este

sentido, arroja el presente.

En Cuba el problema se repite con pasmosa similitud al del resto del Continente y

sus islas. La historiografía "nacional" cubana, "occidentalista", pudiéramos llamarla al

situarse al oeste cubano, repite monótonamente, salvo excepciones, un esquema basado en

el proceso histórico de La Habana y su hinterland, que por cierto no es siquiera el de todo

el occidente cubano, es decir, de aquella parte del país tradicionalmente más desarrollada

dentro del archipiélago cubano.

Pese a los llamados y advertencias a trabajar en esta dirección regional y local,

efectuados por maestros tales como Julio Le Riverend y Juan Pérez de la Riva, los

resultados alcanzados y publicados dejan mucho que desear en cuanto a una interpretación

equilibrada de nuestro proceso histórico. Por ello es muy común encontrar análisis, por

ejemplo, en los que el estudio de la plantación se centra en las grandes regiones tipos del

occidente insular (La Habana y Matanzas) y, de repente, el centro de este análisis se

traslada hacia la parte oriental del país, para volver ya en el siglo XX, a una visión

occidentalista y presidencialista del proceso histórico cubano.

Desde luego, las excepciones no hacen la regla. Existen excelentes estudios

parciales de fragmentos de nuestra Historia, pero a lo que ahora nos referimos es a los

intentos de interpretación con ribetes "nacionales"; no es que desechemos el trabajo

historiográfico en el nivel nacional, temático o no, sino que de lo que se trata es de

acompañar el mismo con serios estudios regionales y locales.

2.- Así pues, dado el desconocimiento parcial que existe sobre el tema, de un lado, y la

carencia, también parcial, de estudios contemporáneos regionales y locales con una óptica

moderna, por el otro, enseguida presentamos una propuesta de formación de las regiones

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históricas cubanas, como base para una discusión posterior al respecto y como sujeto de

enriquecimiento sucesivo, en particular tras la conclusión del Proyecto Nacional de

Historias Provinciales y Municipales,40 en la actualidad en dicha fase del trabajo en

nuestra república.

A ello debemos agregar que esta propuesta se realiza sobre la base de

consideraciones económico-sociales en lo fundamental, lo que implica, de inicio, la

necesidad de engrosarla en el futuro con los otros variados y ricos elementos que

presupone la vida en sociedad. Una de estas necesidades es la de estudiar la influencia

recíproca de la relación entre la división político-administrativa y la región, considerando

tanto la media docena de estas divisiones (las más importantes) que de forma aproximada

ha tenido el archipiélago cubano, como también los innumerables arreglos fronterizos

internos entre sus regiones.

UN PRIMER PERIODO de conformación inicial de las regiones cubanas a partir

de la ocupación primigenia del espacio geográfico por los conquistadores españoles

(primera mitad del siglo XVI), cuenta con una dificultad aún no resuelta: la de la posible

existencia de regiones históricas indígenas, cuestión que por otra parte se lo analiza en

poquísimos trabajos del resto de los países latinoamericanos y caribeños, lo que dificulta

las posibilidades prácticas para laborar en esta dirección, siquiera para utilizar los métodos

analógico y comparativo al respecto.

Por lo tanto, partimos, hecha esta salvedad, de la fundación de las siete primeras

villas españolas en Cuba (Baracoa, Bayamo, Sancti Spíritus, Trinidad, La Habana, Puerto

Príncipe y Santiago de Cuba), más la de Remedios,41 que fungirán como centros

dinamizantes y centrípetos en la conformación regional inicial cubana (véase en lo

adelante el mapa anexo). En términos relativos, fue poca la tierra ocupada realmente. Así,

para el reconocido geohistoriador y demógrafo cubano Juan Pérez de la Riva, se produjo

"una verdadera carrera (...) para ver quién ocupaba más tierras" entre las nacientes villas, y

así,

"Entre el cabildo de Santiago y el cabildo de Bayamo se dividen, casi por

mitad, la provincia de Oriente y una parte Camagüey, dejando a Baracoa

40 Ibidem (ed. venezolana), pp. 111-118. 41 La fundación de Remedios ha creado toda una rica discusión historiográfica, para lo cual remitimos a los trabajos de Hernán Venegas y de Carlos Venegas, entre otros. Estos aparecen en la revista Islas, 1980, de la Universidad Central L. V., Cuba.

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arrinconada en su esquina, con unos cuatro mil quinientos kilómetros de

territorio. Puerto Príncipe va más o menos hasta Magarabomba ocupando

unos catorce mil kilómetros cuadrados; Sancti Spíritus va a llegar hasta

chocar con La Habana, arrinconando al sur a Trinidad en unos dos mil

kilómetros cuadrados (...). Remedios (...) no será un cabildo en plena

función. Así es que La Habana (...) se va a extender hasta el río Sagua la

Grande y la Ciénaga de Zapata (...), a tocar con la Bahía de Jagua. Esta

función va a durar casi dos siglos hasta 1730 aproximadamente." 42

En resumen, si exceptuamos el caso de Remedios, en plena función mercedadora,

el resto de esta larga pero útil cita del Maestro Pérez de la Riva se mantiene incólume. De

aquí la existencia de una anarquía en la mercedación, que se traduce y traducirá en

interminables litigios, algunos trasladados hasta el período republicano, a inicios del siglo

XX.

Por ello, la archiconocida y documentada primera merced cabildaria, efectuada por

Sancti Spíritus en 1532, en la zona de Manicaragua,43 bien pudiera haberla hecho el

cabildo de Trinidad. De igual forma, en 1636 el cabildo espirituano merceda la hacienda

Ciego de Santa Clara, cuando podía haberlo realizado el de Remedios, para ese entonces

ya reconocido como tal.

La estructura de la población ya delinea a la sazón, al criollo; españoles, criollos blancos,

indígenas, negros y sus mestizos. Para Pérez de la Riva había "dos mil habitantes

españoles, tal vez hasta 1550, (...) más (tres mil y tantos) con los indios asimilados y los

negros importados".44

Población rala en verdad, ésta se halla en íntima vinculación con la muy difícil

comunicación terrestre, abierta casi que exclusivamente a un camino ganadero que recorre

la isla desde el linde oriental principeño hasta las inmediaciones de La Habana, y que se

completa con la inevitable navegación de cabotaje.

Colonia pobre frente a los nacientes y aúreo-argentíferos virreinatos, los viajes y

empresas hacia la Tierra Firme, La Florida, México y otras tierras americanas llevan a una

despoblación de las villas y sus entornos (verbigracia con los casos de Trinidad y Sancti 42 Juan Pérez de la Riva. "Sobre la conquista del espacio cubano. (Conversatorio)", en revista Universidad de La Habana (207, 1978, p. 13). 43 Hortensia Pichardo Viñals. Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. La Habana, Ciencias Sociales, 1977, pp. 92-95. 44 Juan Pérez de la Riva. Obra citada.

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Spíritus), como también a una drástica merma demográfica en otras como las de Santiago

de Cuba y de Remedios. Sólo una de estas villas, La Habana, tras su traslado del sur hacia

el norte costero, comenzará a disfrutar de variados beneficios gracias a la Corriente del

Golfo y en general debido a su estratégica posición, respaldada a futuro en un fértil y

promisorio hinterland. Así, La Habana llegará a convertirse en capital colonial, inicial

emporio comercial a escala aún reducida e incluso centro gubernativo de los esfuerzos

colonizadores hispanos en la península de La Florida y el sur de la cuenca del río

Mississippi.

Encima de ello, desde muy temprano, se produce una drástica y aún debatida

reducción de la población indígena que se manifiesta, como en otros lugares de la América

Hispana -como mejores posibilidades en este sentido-, en la fundación de 'pueblos de

indios' y en la supervivencia de tal tipo de población en zonas marginales y en las fronteras

marítimas (cayería) -incluso al menos hasta inicios del siglo XVIII-, fenómeno aún poco

estudiado como también lo es el del mestizaje inicial en este grupo humano.

UN SEGUNDO PERIODO de apropiación del hinterland de cada región y de

aparición de nuevas subregiones de desarrollo, comprende toda la segunda mitad del siglo

XVI y por lo menos hasta mediados del siglo XVIII. Este período se identificará con la

expansión de la ganadería y del tabaco a través de buena parte de las islas, como ocurría

contemporáneamente en otras partes de la América Nuestra no metalífera.

La magnitud del hecho en Cuba se puede medir por las cifras que nos brinda el

polifacético humanista e historiador Julio de Riverend en cuanto a la exportación de cueros

(corambres), que son bien significativas; entre 1560 y 1580 hubo años en que se

exportaron 60 000 cueros, en su inmensa mayoría de forma ilegal, ya que en 1578 estos

eran oficialmente unos 20 000. Analicemos pues cómo se comportaba este fenómeno en el

plano regional.

En occidente, está claro, según el Maestro Le Riverend, que La Habana se

encuentra "saturada" de mercedes en 1622-1635 y en 1656-64, de acuerdo con sus

estudios. De aquí que, según el mismo, encontremos dos "momentos significativos" en la

expansión regional capitalina: uno, hacia Pinar del Río, cuyos hitos serán 1568, 1660,

1670-1678, y otro, hacia Matanzas, con datación en 1573-1578, 1622-1629, y más la

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añadidura de la noticia que esta última subregión de expansión habanera ya

contrabandeaba cueros hacia el año 1572.45

Para el oriente de la isla se ubican dos centros difusores, al contrario de La Habana,

con uno solo: Santiago de Cuba y Bayamo incluida la llanura del río Cauto y sus afluentes.

En cuanto a la región bayamesa, se sabe que en 1673 la llanura de Manzanillo, subregión

aún de Bayamo, contrabandeaba entre ocho y 10000 cueros,46 lo que se observa coherente

y correspondientemente expresado en ese poema-gesta que es el Espejo de paciencia, de

inicios del siglo XVII, y que a la vez trasluce el proceso de nacionalidad primigenia

naciente (criollidad) y la expresión paralela de un ser regional de inicial pero sólida

formación. Bayamo, centro de la región, proveerá además de cueros a La Habana para su

comercialización ulterior47. Todo este conjunto regional exitoso, por llamarlo de alguna

manera, se expandirá, hacia las subregiones bayamesas de Holguín y La Tunas, en pos de

sus áreas de pastos, tal y como había ocurrido previamente con Manzanillo.

Santiago de Cuba, mientras tanto, aunque constreñida a su estrecha área habitable,

rodeada de montañas empinadas, y convertidas en 1607 en asientos de la Gubernatura

oriental (sólo sujeta a La Habana), hace valer sus intereses en el valle de Guantánamo y en

otras partes del este cubano, proyectándose comercialmente desde la Tierra Firme hasta

Panamá -como lo hará también Trinidad-. No es el caso de Baracoa que, relegada en el

extremo oriental de la isla, aislada por montañas y sin posibilidades de expansión, se

convertirá cada vez más en una región atrasada hasta el propio siglo XX.

Puerto Rico, en el centro-este cubano, es otro caso diferente. Proveedor de carnes

frescas a La Habana y hasta al propio Santiago de Cuba, produce también cueros para el

comercio exterior.48 Cada vez será más una potente y esplendorosa región, con cierto halo

enigmático, según destaca otro de los historiadores cubanos más prestigiosos, Manuel

Moreno Fraginals,49 que en nuestro criterio no hace sino reflejar la necesidad de investigar

más a fondo sobre sus estructuras esenciales, manifestadas en un notable desarrollo

cultural y educacional. 45 Julio Le Riverend Brusone. Problemas de la formación agraria de Cuba. (Siglos XVI-XVII). La Habana, Biblioteca Nacional "José Martí", 1987, edición limitada, passim. 46 Juan Pérez de la Riva. Obra citada. – Ver asimismo, Olga Portuondo Zúñiga. "Manzanillo: su origen y desarrollo (I)", en revista Santiago (51), 1983, p. 148, de la Universidad de Oriente, Cuba. 47 Juan Pérez de la Riva. Op. Cit. 48 Ibid. 49 Para este, el actual Camagüey (antiguo Puerto Príncipe) "es una de las grandes incógnitas de la historia de Cuba", en su obra El Ingenio. La Habana, Ciencias Sociales, 1978, Tomo I, p. 145.

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En las Cuatro Villas (después conocida como Las Villas), del mero centro cubano,

e integrada por las regiones de Sancti Spíritus, Trinidad, Remedios y aquella cuyo centro

es la recién fundada villa de Santa Clara (1689), la primera de estas regiones, la

espirituana, muestra crecientes éxitos en el incremento de la ganadería, hasta tal punto que

"el gran negocio de los habaneros fue (entonces) traer cueros de las sabanas espirituanas y

vendérselos a la flota. Y también vendérselos a los piratas".50

Además existe un buen ritmo de crecimiento de la ganadería en la región de Santa

Clara, desprendida de la de Remedios y situada en el centro geográfico de Cuba, hecho que

trae aparejado un interesantísimo proceso de pugnas interregionales al fijarse los límites

político-administrativos de la nueva región santaclareña (o villaclareña, como también se

le conocería). Este proceso es recogido por la historiografía cubana de diversas épocas y

una de sus manifestaciones más interesantes lo es la expresión de un fortísimo sentimiento

de regionalidad y criollidad para el caso de Remedios.51 El mismo completa la tipificación

inicial del criollo antes citado en el eje Bayamo-Manzanillo a inicios del siglo XVII,

redondeado por el creciente cosmopolitismo habanero, integrante básico del proceso

histórico de larga duración cubana.

No obstante, se acusa un pobre desarrollo para las regiones del llamado 'interior'

cubano, dados los éxitos de las colonias inglesas y francesas del Caribe y la propia política

monopolista española. Su máximo desarrollo se efectúa cuando estas regiones interioranas

hacen conexión con la exportación clandestina y con las necesidades de la creciente capital

colonial. Citamos aquí, sobre todo a Sancti Spíritus, Trinidad, Puerto Príncipe, Bayamo y

Santa Clara en su momento. Todas estas estarán relacionadas además, en mayor o menor

medida, con el tabaco.

En cuanto al tabaco, su expansión lleva al reforzamiento o apertura de nuevos

frentes regionales y subregionales. Para La Habana, el valle de Güines es sintomático, bien

pronto seguido con áreas de expansión en Matanzas y Pinar del Río (Guane al inicio,

después la Vuelta Abajo de los más recientes), donde compite con el ganado y más tarde

con el azúcar. Es el famoso "contrapunteo" entre estos renglones y sus estructuras

50 Juan Pérez de la Riva. "Peuplement et cycles ecónomiques á Cuba (1511-1812)", en Cahiers des Ameriques Latines, (8), 1973, pp. 9-10. - ---------------------. "Sobre la conquista...". 51 Sobre todo en Fernando Ortiz. Historia de una pelea contra los demonios. Universidad Central L.V., Departamento de Relaciones Culturales, 1959, passim. Véase además los trabajos de Natalia Raola Ramos y de Hernán Venegas Delgado que se recogen en la revista Islas (81), 1985.

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poblacionales a los que hará referencia el sabio don Fernando Ortiz.52 Se trata ahora de

colonización "con familias isleñas (pero con) asentamiento disperso",53 el que imprimirá

otro de los elementos nucleares trascendentales para la conformación de lo cubano.

Otros núcleos se desarrollan también en torno a los ríos, como es el caso de la zona

de Sagua la Grande, parte integrante entonces de la región de Santa Clara (Villa Clara

después),54 donde el cultivo del tabaco es paralelo a la explotación de maderas preciosas;

Mayarí,55 en el oriente cubano; Trinidad,56 y otros. En general, la colonización tabacalera

trae como resultado una población campesina dispersa, pero que puede generar el fomento

de poblados y caseríos y, siempre, contribuye al delineamiento de las regiones históricas en

Cuba, a la vez que a veces abre la brecha para el surgimiento de otras. Insistiremos, por

tanto, en el reforzamiento del elemento canario que este tipo de colonización significa,

como en la expansión de nuevas posibilidades para los "hijos de la tierra", entre los cuales

surgen las primeras grandes manifestaciones de luchas sociales, expresadas en este caso

frente al rígido monopolio estatal (estanco) del tabaco en la zona de Santiago de las Vegas,

en la gran región habanera, en 1817, 1820 y 1823.

Pero también debemos considerar otros factores propiciantes de la conformación

regional inicial, como es el caso de ciertos acontecimientos internacionales, y entre los

cuales la retirada española de Jamaica en 1655 y el asentamiento de algunos de sus

colonos en la zona de Holguín, para ese momento parte de la región de Bayamo, es un

buen ejemplo. En Holguín concordarán la emigración hispano-jamaiquina con los

intereses bayameses de fomento de la ganadería a que nos referíamos antes. Otros

elementos, como el surgimiento de centros de comunicaciones, verbigracia en los

llamados "paraderos" o lugares de descanso, pastos y aguadas del camino ganadero

cubano, contribuyen a conformar, aunque muy incipientemente, a futuras zonas

(Álvarez, para el Santo Domingo posterior, zona situada al oeste y contigua a Santa

Clara).

52 Fernando Ortiz. Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, La Habana, Jesús Montero, 1940, passim. 53 Juan Pérez de la Riva. "Sobre la conquista...". (Nota del editor. “isleños” o sea, los nativos de las Islas Canarias). 54 Hernán Venegas Delgado. "Notas críticas sobre la economía colonial de Villa Clara", artículo citado en Islas (81), pp. 29-30. 55 José Rivero Muñiz. Tabaco. Su Historia en Cuba. La Habana, Academia de Ciencias Sociales de Cuba, 1965, Tomo I. 56 Julio Le Riverend Brusone. "Trinidad. Colonización fluvial y aislamiento", en Revista Geográfica XXX (3), 1960, pp. 9-19, de La Habana.

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Otros casos, entre estos las fundaciones religiosas, no deben ser descartadas, pero

su inclusión en estas consideraciones estarían en función del avance de los estudios

regionales y subregionales (zonales) en Cuba, y en la propia conclusión del Proyecto

Nacional de Historias Provinciales y Municipales citado al inicio de este trabajo.

Ahora bien, lo que sí ha dejado bien claro la historiografía "occidentalista" cubana

es la peculiaridad que representa el proceso de diferenciación, in crescendo, de la gran

región habanera,57 en relación con el resto de las regiones "interiores" de Cuba. En ello

convergen diversos factores, entre los que se destaca la mencionada excelente posición

geográfica del puerto capitalino; la regularización del sistema de flotas hispano (que a

veces, por diversas circunstancias permanecían, hasta tres y seis meses en el puerto); el

excelente suelo y el óptimo manto freático habaneros, que permitieron una rápida

ocupación del hinterland; etc. Añadamos a esto la cada vez más potente presencia anglo-

francesa en el Caribe, fortalecida con la manufactura azucarera y de sus derivados y la

propia Paz de Ryswick (1697),* para poder comprender aún más los problemas regionales

cubanos.

Como resultado tendremos una capital colonial que concentra casi el 50% de la

población total del archipiélago cubano hacia mediados del siglo XVII, calculada en unos

20 000 habitantes en total,58 y cuya vida posterior, en función de la manufactura azucarera

esclavista la convertirán en la más preciada joya de la Corona española en el linde de los

siglos XVIII y XIX.

UN TERCER PERIODO de auge plantacionista y desarrollo regional, cubre los

años que se ubican entre fines del siglo XVIII y el tercer cuarto del siglo XIX y que hemos

querido sistematizar, concentrándolo en tres grandes alientos o momentos.

Así, un primer aliento se produce desde fines del siglo XVIII y hasta la segunda

década del decimonono en la gran región habanera; en Trinidad, "réplica provinciana de la

orgullosa capital", según Moreno Fraginals59 y en los enclaves de Bayamo, Puerto Príncipe

y Santiago de Cuba. Aquí habría que destacar factores políticos como el de la toma de La

57 Julio Le Riverend expone esa peculiaridad fehacientemente en La Habana, (Biografía de una provincia), La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1960, passim; pero además, un trabajo muy interesante sobre estos tiempos iniciáticos es el de Arturo Soreghi D'Mares. "¿Cómo se estructuró bajo la dominación española la primera ocupación del espacio de La Habana?", en Islas (91), 1988, pp. 3-19. * Tratado de paz firmado en esa ciudad holandesa que puso fin a la guerra entre Francia y la Liga Habsburgo (España, Inglaterra, Holanda y los Estados Alemanes), por el que Francia se aseguraba la sucesión del trono español a la muerte de Carlos II. (Nota del editor). 58 Juan Pérez de la Riva “Sobre la conquista...” 59 Manuel Moreno Fraginals. Op. Cit.

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Habana por los ingleses (1762-1763) y el auge económico-social inmediato y político-

administrativo posterior que tal hecho conllevó para esta ciudad y su macro región; como

también tendríamos que subrayar el papel que jugó la introducción del café en los orígenes

plantacionistas generales en las dos primeras (La Habana y Trinidad) y en Santiago de

Cuba e incluso en regiones con efímeros éxitos del aromático grano (Remedios).60 Desde

luego, para ese momento habría que considerar en particular el caso específico de la

emigración hacia Cuba del Saint-Domingue insurreccionado -y no sólo hacia el extremo

oriental de Cuba-, con unos 30 000 emigrados, de los cuales más de 7 000 eran franceses,

10 000 mestizos y el resto esclavos.61

Aquí es conveniente incluir los intentos de fomento regional de población blanca

de Nuevitas, Cienfuegos, Santo Domingo, Guantánamo e Isla de Pinos (esta última de

1830), que realmente no fructificarían hasta después, mediante definiciones

plantacionistas, portuarias o de otra índole.

Un segundo aliento, desde la década de 1820 a la de 1840, se ubica en Matanzas

(en dirección a Cárdenas) y en el este de Pinar del Río (parte occidental de la actual

provincia de La Habana), con el predominio de inmejorables suelos latosólicos, y que se

convertirían en núcleos de futuras regiones; y en Trinidad y Santiago de Cuba, en las que

se redondea su destino plantacionista. Continúa aún la coexistencia azúcar-café, pero con

evidente tendencia al decrecimiento de este último hasta mediados del siglo XIX.

Un tercer aliento, tardío, desde mediados hasta el tercer cuarto del siglo XIX, lo

encontramos en Las Villas occidentales (Cienfuegos y Sagua la Grande), más Remedios,

tras su fracaso cafetalero tan temprano; en Guantánamo, con una relación azúcar-café más

bien extemporánea; 62 en Colón, en el linde entre el occidente y el centro cubanos; y en

zonas no azucareras tradicionalmente como las del suroeste espirituano, Nuevitas y otras.

Además, en conjunto debe considerarse la revitalización del cultivo y procesamiento del

tabaco en varias regiones y zonas del país, entre las cuales se destacan las de Pinar del Río,

Guisa, Manzanillo, Sagua de Tánamo, Mayarí y la misma Guantánamo.

Estos tres grandes alientos -y momentos- dentro de este tercer período, conllevan

las primeras corrientes inmigratorias de gran magnitud en la Historia de Cuba: la africana y

60 Alain Yacou. L'Emigration a Cuba des colons francais de Saint-Domingue au cours de la Revolutión. Bourdeaux, Université de Bourdeaux, s/f. (mimeografiado). Tomo IV, pp. 513-514; Tomo V, pp. 612-620. 61 Juan Pérez de la Riva “Sobre la conquista...” 62 Olga Portuondo Zúñiga. "La región de Guantánamo: de la producción de consumo a la de mercancías", en revista Del Caribe III (10), 1987, pp. 3-22, de Santiago de Cuba.

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la española, al valorizarse en extremo la colonia para su metrópoli. La primera, la africana,

lleva a equiparar a la población blanca con la mestiza y la negra en el transcurso del siglo

XIX, mientras la segunda, la española, significa una continua afluencia de sangre europea

hacia la isla, que en 1860 representa el 13,7% del total de nuestra población. La una y la

otra enriquecerán -a la vez que complejizarán- el proceso de formación nacional cubano en

el que, como vemos, las regiones juegan un papel nada abstracto ni ideal en dicho proceso.

Pero a la vez que el batey (centro) del ingenio manufacturero azucarero cubano

cumple una función de primer orden en los procesos de poblamiento regional en este

período, dicho tipo de manufactura influye de forma determinante en la reafirmación de

regiones tradicionalmente ganaderas, en todo el lapso que va desde fines del siglo XVIII

hasta mediados del siglo XIX aproximadamente. Son los casos de Sancti Spiritus y su

expansión hacia Ciego de Ávila y Morón, compartida ésta con Puerto Príncipe (que llega a

ostentar el predominio ganadero en toda la Isla), de Las Tunas, de Holguín, de Villa Clara.

Ahora bien, si la relación ganado / azúcar es beneficiosa para las regiones

ganaderas por excelencia, el debilitamiento de esa relación, a raíz de los cambios

tecnológicos y estructurales que experimenta Cuba desde mediados del siglo XIX, produce

un estancamiento primero y una posterior decadencia en esas regiones típicamente

ganaderas, que las lleva a una crisis generalizada que en buena medida explicará a la

propia Guerra de los Diez Años (1868-1878) en su estallido y desenvolvimiento en éstas.

En el ínterin, hasta para un agudo viajero extranjero se hallan ya delimitadas tres

enormes regiones en la isla, con características muy distintivas en 1841; occidente, centro

y oriente63 que, por cierto, se reflejan en la división político-administrativa en vigor. Desde

luego, ello no hace sino presuponer una realidad regional mucho más compleja y rica que

la observada por el viajero, como aquella que hemos descrito, expresada en una rica y

múltiple conciencia de regionalidad con notorios signos vitales en manifestaciones como la

Cultura, la vida espiritual en general y la Arquitectura, entre otras. Esta disparidad,

ancestral y. paulatinamente conformada, ahora agravada por la plantación, será una de las

causas fundamentales del fracaso de la Revolución iniciada en 1868, acontecimiento que

debe considerársele en buena medida como expresión de un regionalismo insatisfecho. Las

Tunas, Holguín y Las Villas orientales resultan buenos exponentes de ello.

UN CUARTO PERIODO, que hemos denominado de consolidación regional, de

base azucarera, se sitúa entre fines del siglo XIX y las primeras dos décadas del siglo XX. 63 Jean Baptista Rosemond de Beauvallon. L'íle de Cuba, (lére Partie). París, Dauvin et Fontaine, 1814, passim.

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Este se encuentra relacionado de forma umbilical con el proceso de concentración y de

centralización en la industria azucarera cubana, para el cual los casos de Cienfuegos, en el

centro sur de la isla,64 y Manzanillo, en el este de Cuba65 y ahora finalmente desprendido

de Bayamo, son bien sintomáticos a fines del siglo XIX.

Este es el período en el cual se delimitan las futuras características neocoloniales de

las regiones cubanas, enseñoreándose el azúcar por toda la isla, para completar un proceso

iniciado -en términos de presente- cuatro siglos atrás. Es por ello por lo que las antiguas

regiones ganaderas ceden su paso al azúcar, que se anota éxitos sorprendentes en el primer

cuarto del siglo XX. Son los casos de las regiones situadas desde el centro-este hasta llegar

a los confines orientales: Morón, Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas y Holguín, en lo

fundamental, en las que las inversiones norteamericanas fueron decisivas.

Los grandes centrales (fábricas) azucareros construidos o modernizados entonces y

sus bateyes o centros se convertirán en elementos básicos en la conformación de nuevas

zonas y regiones históricas, hecho refrendado medio siglo después, muchas veces, con la

división político administrativa de 1976.

Un papel nada desdeñable en esta dirección lo juega la construcción del Ferrocarril

Central (1900-1902), pues éste "rompía el aislamiento de algunas de las más ricas regiones

de Cuba y abría la posibilidad de acelerar con estos nuevos recursos la dinámica

productiva del país",66 lo que a su vez brindaba, de paso, nuevas posibilidades para la

consolidación de la nación. El ferrocarril tendrá un doble carácter en cuanto alo que

estudiamos: como elemento propiciante para la fundación de poblados (Jatibonico, Florida,

Martí, Jobabo y Antilla), a lo largo y ancho de Cuba, y como elemento revitalizador de

regiones históricas nacidas en la colonia, bien por sí mismo o a través de sus ramales

(Sancti Spíritus -1904-, Holguín -1907-, Bayamo -1911-, Trinidad -1919- y Santa Cruz del

Sur -1923).67

Desde luego, todo este proceso que hemos denominado de consolidación regional

no hubiese sido posible sin los intensos movimientos demográficos que se produjeron, en

64 Orlando García Martínez. "Cienfuegos, siglo XIX, un peculiar proceso de concentración y centralización azucarera". Informe de investigación, mimeografiado, passim. 65 Nelson Oliva Rodríguez y Ángel Velásquez Callejas. "El proceso de concentración y centralización industrial azucarero en la región de Manzanillo a fines del siglo XIX." Informe de investigación, mecanografiado, 1990, passim. 66 Oscar Zanetti Lecuona y Alejandro García Álvarez. Caminos para el azúcar. La Habana, Ciencias Sociales, 1987, p. 221. 67 Ibíd. 2ª. Parte, cap. 2.

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dos sentidos al menos. Uno, con el éxodo de los ex-esclavos de La Habana y Matanzas

hacia el centro y oriente de Cuba, los que ganan un 10% de población cada uno, a fines del

siglo XIX.68 Dos, con el doble proceso de inmigración antillana y española, que constituyó

la segunda gran oleada inmigratoria tras la de inicios del siglo XIX.

En este caso, ambas corrientes llevaron a "una tasa de inmigración del orden del

13%".69 Así, de 1903 a 1933 entraron en Cuba 723 381 españoles, aunque "varios

centenares de miles (...) regresaron a su país". Se incluye en la anterior cifra el record de

ingreso de peninsulares y canarios a la isla, de 94 294 personas en el año de 1920. Por ello

es por lo que si entre 1887 y 1889 la cifra descendía del 10 al 8% de españoles en relación

con el total de la población de Cuba, en el año de 1935, los españoles componían el 15,6%

del total.70 De la misma forma, entre 1913 y fines de 1921, más de 150 000 trabajadores

haitianos y jamaicanos entraron en Cuba.71

Un nuevo momento, que preferimos llamar de intermezzo, tras las espectaculares

crisis económicas de 1920-21 y de 1929-33, se puede situar entre las décadas de 1940 y de

1950, cuando se produce una revitalización regional frustrada. Es cuando la burguesía

criolla trata de emprender planes de desarrollo económico en diversos campos; industrial

no azucarero, turístico, infraestructural, agrario, etc. Es un momento cuando, con la nueva

orientación sectorial y geográfica de las inversiones norteamericanas en América Latina, la

burguesía dependiente cubana aprovecha para sus propios fines el retiro parcial del capital

estadounidense en Cuba en aquellos sectores menos rentables.

Aparecerán intentos de desarrollo regional y zonal generalmente fracasados a la

postre (Baracoa) y medianamente cumplimentados (complejo Cabaiguán-Trinidad-

Casilda), con escasas excepciones (zona turística de Varadero, al norte de Matanzas;

ciertas zonas habaneras), en todas las cuales se destaca la labor de las instituciones

financieras y crediticias surgidas tras la II Guerra Mundial: el Banco de Fomento Agrícola,

Industrial y Comercial (BANFAIC) y el Banco de Desarrollo Económico y Social

68 Juan Pérez de la Riva. "Los recursos humanos de Cuba al comenzar el siglo: inmigración, economía y nacionalidad (1899-1906)," en Anuario de Estudios Cubanos I. La Habana, Ciencias Sociales, 1975, pp. 16-17. 69 Ibid. p. 12. 70 Foreign Policy Association. Problemas de la nueva Cuba.. La Habana, Cultural, SA. 1935, p. 40 71 Según Carlos M. Trelles en El Progreso (1902-1905) y El Retroceso de la República de Cuba. Matanzas, Cuba, 1923, citado por Hortensia Pichardo en sus Documentos para Historia de Cuba. La Habana, Ciencias Sociales, 1969, Tomo II, p. 422.

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(BANDES).72 No obstante, un serio estudio sobre la problemática aún no se ha realizado

ni, mucho menos, de base regional, aunque todo parece indicar que su dinámica se nuclea

con preferencia en torno a la capital, a la vez que se refuerzan los elementos de decadencia

en regiones otrora representativas del "interior", como las de Cienfuegos y Matanzas.

UN QUINTO PERIODO, de búsqueda de equilibrio en el desarrollo regional

cubano, se abre con el triunfo de la Revolución de 1959 hasta la actualidad. Entonces se

inaugura una política estatal consciente para equilibrar los desfases regionales

tradicionales, aún no concluida.

El énfasis se realiza en el desarrollo de la mitad oriental del archipiélago cubano y

en otras zonas y regiones priorizadas. Son los casos, por ejemplo, de Moa y Nuevitas para

el oriente; de Cienfuegos, en el centro; y de la Isla de la Juventud (antigua Isla de Pinos)

para el occidente.

Un papel importante lo desempeñará desde sus inicios la puesta en funcionamiento

de los llamados Planes Especiales de desarrollo económico-social de inicios de la

Revolución, entre los que se destacan los efectuados en la Isla de la Juventud (antes Isla de

Pinos), el macizo montañoso de Guamuhaya (Escambray) y la Ciénaga de Zapata, estos

dos últimos situados en el centro-sur cubano. En años más recientes, los llamados Planes

Montaña pueden servir como ejemplo de esfuerzos aún no concluidos, entre los que se

destacan los de los macizos montañosos de Guamuhaya o Escambray, antes mencionado,

el de la Sierra Maestra (en el sur del oriente insular) y el de la Sierra de los Órganos (en el

extremo occidental cubano).

Factor propiciante de estos esfuerzos lo constituyen las divisiones político-

administrativas de 1963 y de 1976, que recuerdan en este sentido a sus similares españolas

de la colonia, como elementos que auspician y convalidan a las realidades y proyectos

regionales.

72 Excelentes estudios exploratorios se localizan sobre Baracoa y zonas de Villa Clara, editados por estas instituciones.

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________________________ et alii. "Historia de la Provincia de Villa Clara" -inédita-.

Zanetti, Oscar y Alejandro García. Caminos para el azúcar, La Habana: Ciencias

Sociales, l987.

Historia Regional y los Estudios Sobre la Mujer: Reflexiones para una

Estrategia Conjunta

Raquel Vinat de la Mata

Investigadora auxiliar del Instituto de Historia de Cuba.

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Introducción

Los profesionales de la Historia, extranjeros y “del patio”, coinciden en aceptar que la

realidad colonial y republicana cubana ha sido mayormente procesada a través de

enfoques elitistas, racistas y evasivos de una consecuente interpretación analítica;

abordaje tipificador de una mentalidad gobernada por intereses sectarios y

seudocientíficos. Sin embargo, al contrastar el hecho con las problemáticas acontecidas

a escala planetaria, percibimos que nuestro particular conflicto es una réplica de lo que

tradicionalmente ha sucedido en dimensiones universales.

A despecho de estas verdades, aún buena parte de esa nutrida y talentosa

comunidad de académicos de las Ciencias Históricas se resiste a encarar con igual

énfasis crítico -o, al menos, explicitado- otros dos rasgos segregacionistas que también

contaminan a nuestras historias: el sexismo y la polarización regionalista, cuyos efectos

devaluadores desestiman el aporte social femenino y el de redes poblacionales omitidas

del entramado historiográfico nacional por ser peyorativamente consideradas

“experiencias provincianas”.

Hermanados por la enquistada y recurrente subestimación, los Estudios

Regionales y los Estudios sobre la Mujer fueron excluidos de no pocos proyectos

investigativos, planes de estudios y programas de los medios de comunicación

permeados por la estereotipada representación de la Historia como compendio de

fundamentaciones generalizadoras y muestrario del pensamiento o acción de las

primeras figuras del elenco histórico.

Esa restringida mirada, suele priorizar la memoria de aquellas locaciones

vinculadas con hechos trascendentes cuando pretende reconstruir la llamada historia

global. Semejante absurdo también aparece con el siempre ausente quehacer social

femenino, que únicamente menciona a las “grandes matriarcas” y durante episodios en

que los “grandes patriarcas” constituyen el epicentro de la actuación.

En medio de un concierto de mentes prejuiciadas, no falta quien haya llegado a

preguntarse si realmente las provincias y las mujeres poseen su historia propia. Al

comprender que la “invisibilidad” de estas dos fuerzas en las fuentes de mayor consulta

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se debe a factores de naturaleza segregacionista, ¿Cómo permanecer incólumes ante

tantos sucesos y personajes atropellados por el olvido y la discriminación?

No es difícil, pues, descubrir por qué las motivaciones de la Historia Regional y

la Historia de la Mujer giran en torno al empeño de demostrar sus respectivas

contribuciones al recuento racional del pasado y, simultáneamente, a su articulación

relacional con la realidad presente.

A pesar de haber sido involucrados en conflictos similares, los investigadores

marchamos por avenidas paralelas en un lamentable desencuentro que nos impide

transitar unidos hacia la memoria, olvidando que un laborar conjunto nos puede

propiciar un viaje a través de la Historia con pasaporte compartido y una visa

asegurada.

Historiar a las Regiones e Historiar la Vida Femenina

Desde hace apenas unas décadas resulta alentador apreciar cómo en Cuba los Estudios

Regionales son apoyados institucionalmente en su intento por recuperar el legado

histórico de cada tramo de nuestro territorio. Asimismo, es palpable el gradual

despegue de los debates científicos referidos al rol social de las mujeres como fuerza

activa de transformación. No obstante, los avances académicos no rebasan la frontera

de las armónicas relaciones y el respecto mutuo hacia nuestros respectivos resultados

investigativos. Y, aunque significan indudables logros, ellos potenciarían más sus

frutos si fomentan el intercambio multidisciplinario.

La eventualidad de los espacios de discusión colectiva durante la celebración de

conferencias o talleres, y la ausencia de una voluntad aglutinadora que sistematice

proyectos conjuntos, obstruyen las acciones coordinados de colegas quienes,

distanciados por el desconocimiento, ignoramos nuestras líneas de trabajo, las avenidas

bibliográficas transitadas, las herramientas teórico-metodológicas utilizadas, así como

dificultades y puntos de contacto entre ambos campos de indagación.

A estos males se adiciona la dispersión informativa y la falta de una adecuada

clasificación temática que hace penosa la labor tanto de los investigadores de Historia

Regional como los de la Historia de la Mujer. No obstante, una relectura del sostén

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documental y bibliográfico de nuestros respectivos “terrenos”, nos convoca a

reflexionar en cuánto pueden complementarse y enriquecerse entre sí.

La reconstrucción histórica desde su perspectiva regional y de género adquiere

cada vez más connotación teórica y práctica en proyección universal y nacional, pues

devela trazos imprecisos o desconocidos confirmando que sus directrices y

conclusiones no representan piezas auxiliares de las Ciencias Sociales. Por poseer

“personalidad” propia, delimitan claramente sus objetivos y estrategias analíticas

además de operar con recursos particulares y obtener resultados específicos y

concretos.

Los Estudios sobre la Mujer, con notable auge en Europa, Estados Unidos y

varios países de América Latina y el Caribe, se considera una de las más jóvenes

especialidades de la Historia Social; en consonancia con su reciente desenvolvimiento,

aunque se nutre de la fecunda experiencia de las restantes Ciencias Sociales tampoco

constituye una vertiente accesoria a ellas. Su misión radica en extraer a la figura

femenina de la ambigüedad o descalificación a la que ha sido sometida y legitimar su

potencialidad social. La aplicación de la perspectiva de género al análisis histórico es

depositaria del legado teórico cosechado por ciencias afines pero, al mismo tiempo, es

tributaria de nuevos aportes interpretativos.

Anima el presente trabajo el deseo de aprovechar el marco promocional y de

intercambio que inspira la realización este Encuentro de Historia Regional para meditar

una vez más y colectivamente no en las diferencias que desunen, sino los nexos que nos

acercan.

Direcciones de un Esfuerzo Común

Tomando como base ilustrativa algunas de las problemáticas que aquejan tanto a los

Estudios Regionales como a los Estudios sobre la Mujer, intentaremos certificar

algunas correspondencias posibles de localizarse en nuestras dos especialidades:

1. Las personalidades históricas femeninas de las disímiles aristas capaces de

ventilarse en este tópico, centraremos nuestra atención en tres cuestiones:

1.1 El espectro informativo:

Tanto para una como otra rama, resulta medular recrear la vida y obra de las

mujeres en diferentes regiones o facetas históricas. No obstante, el freno a su avance

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radica en que generalmente las fuentes históricas privilegian a un número muy reducido

de féminas. Ante tal deficiencia que refleja una aparente debilidad cuantitativa, es

preciso fundamentar científicamente que, más allá de los obstáculos objetivos que

privaron a las mujeres de una amplia participación social, son las pautas

descalificadoras anidadas en la mayor parte de los autores el factor que ha frenado el

estudio sobre la presencia y valoración de la actuación femenina en las historias

recreadas.

Los Estudios Regionales ofrecen datos imprescindibles no sólo para el

completamiento biográfico de personalidades atendidas sino para el seguimiento

espacio-temporal de su desenvolvimiento individual y su relación con la colectividad a

la cual pertenecía, imbricando eslabones de una misma cadena. Por su parte, los

Estudios sobre la Mujer aportan la explicación consecuente acerca de la esencia

conceptual fomentadora de las relaciones intergenéricas dicotómicas, de los

presupuestos ideológicos promotores de la inferiorización hacia las féminas y de las

diversas manifestaciones históricas adoptadas por el sexismo.

Los resultados conjuntos pueden rescatar, al unísono o mediante avenidas

paralelas, la existencia de figuras hasta ahora eclipsadas por el individualismo o los

sectarismos regionales. El cruzamiento de diferentes historias de vida, proyecta una

versión ajustada y convincente del por qué determinadas figuras han merecido la estima

histórica y otras han sido relegadas.

La labor articulada no se convertirá en un mero trabajo de relleno, pues al

desenterrar y evaluar a cada sujeto en su real calibre, demuestrará la valía del ser mujer

independientemente de su status socioeconómico, etnorracial y pertenencia regional.

La voluntad rescatadora no se estructura mediante agregados postizos ni

apologismos de “feminismos a ultranza”. Ante la superficialidad argumental con que se

ha tratado a las mujeres a lo largo y ancho de la Historia, no se altera la percepción, al

reconocerse los humanos defectos y virtudes en la personalidad de hombres y mujeres

gestores y gestoras de nuestras raíces nacionales.

1.2 Las mujeres “relevantes” y otras figuras femeninas:

Algunas de nuestras paradigmáticas antepasadas son mostradas como

excepcionalidades dentro de la constelación femenina mientras que otras permanecen

aisladas de un “estrellato” que ha remitido a sus congéneres a una permanente sobra por

no haberse distinguido “suficiente” o no hallarse en relación inmediata con los hombres

de la nación. De aquí otra de las importancias que reviste la unidad entre Historia

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Regional e Historia de la Mujer a fin de desmitificar una serie de cánones: en

determinadas comunidades o facetas históricas se consigna como singularidad a

mujeres que eran portavoces de un sentir colectivo; sólo que, al no estudiar a la masa

femenina integral o desestimar el pensamiento social femenino, aparentan ser figuras

fuera de contexto.73 Asimismo, la reiterada alusión a los mismos hechos y personajes

desanima el interés cognoscitivo hacia la Historia Regional y la Historia de la Mujer al

ofrecer una visión no sólo lineal sino tergiversada de la vida y obra de nuestros

respectivos objetos de estudio.

Al profundizar en el rescate y reconstrucción su patrimonio local, las

investigaciones regionales focalizan su microhistoria bajo el prisma de interpretaciones

relacionales más abarcadoras dentro un marco referencial propiciatorio para arribar a

resultados particulares que no sólo arman el recuento concreto de una zona o región

sino que enriquecen (y en ocaciones, pueden hasta modificar o refutar) las

generalizaciones de que disponemos hasta el momento.74

Tópico de trascendencia espiritual en la labor de restauración histórica es que en

la reformulación de los valores de cada espacio territorial se engarza profesionalidad y

sentimientos identitarios, no en la ambigua empatía de intercambio con la otredad sino

en la cálida imbricación de todas las vertientes que inobjetablemente fueron matrices de

la nacionalidad.

1.3. La imagen femenina y la óptica masculina:

Este aspecto puede resultar común a ambas especialidades, pues la

representación del sujeto social femenino ha sido regularmente reflejada y evaluada a

través de la mirada masculina (que no en todos los casos ha sido la más consecuente).

Al releer el discurso historiográfico, hallamos la esporádica aparición de juicios

valorativos respecto a la situación de la mujer y los conflictos intergenéricos. De suerte

que los Estudios Regionales pueden ofrecer las variantes regionales del patriarcalismo

acorde a sus expresiones culturales propias; en tal sintonía se comprende por qué sus

analistas deben dominar los principios ideológicos del enfoque de género para

interpretar desprejuiciadamente sus informaciones y extraer los recursos más objetivos

de cada pista. En idéntica progresión, los investigadores de la temática femenina, deben

73 Raquel Vinat, “Las cubanas en la etapa de entreguerras”, en la obra conjunta La turbulencia del reposo, Editora Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, 1999. 74 Raquel Vinat, Cubanas en la posguerra: 1898-1902, Editora Política, Ciudad de La Habana, 2001.

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conocer las historias de cada región en términos descubrir la coloración de lo nacional

en las costumbres, hábitos sociales y peculiaridades de cada población, villa, región.

De esta razonable estrategia de acción, las conclusiones de ambas especialidades

se hallarán en mejores condiciones para percibir ángulos diluidos dentro el torrente

informativo de la Historia General.

1.4 Características regionales:

Este interesante aspecto ofrece a los estudios sobre la mujer y a los regionales,

orientación del comportamiento individual y grupal, al comparar el nivel de desarrollo

alcanzado y los cambios cronológicos en la vida material y espiritual de la población.

Las peculiaridades de las diferentes zonas geográficas del país, justifican (o

determinan), el avance, estancamiento o retardo del pensamiento y el accionar de las

mujeres.

Por su parte, el conocimiento del pensamiento y acción de algunas féminas,

brinda las disímiles manifestaciones regionales de un mismo fenómeno incidente. Por

ejemplo, los datos acerca del nivel educacional de una zona, las entidades de

instrucción y cultura asentadas en cada punto, su conexión con las arterias culturales

del país, la resonancia religiosa sobre la socialización femenina, describen tendencias y

directrices capaces de explicar los factores endógenos y exógenos de la conducta

avanzada o retrógrada de sus mujeres. Resulta fácilmente explicable, pues, cuánto

pueden ofrecer las indagaciones coordinadas.

1.5 La acción laboral femenina y las regiones:

He aquí otro de los frentes de análisis de crucial impacto: la integración laboral

femenina y su incuestionable dependencia con las particularidades del contexto

territorial donde se desenvuelve, pues en las diversas zonas del país se observan

desiguales oportunidades de empleo para las mujeres, no sólo por las potencialidades

productivas sino también por los cánones ideológicos en los que se apuntala la

mentalidad de sus pobladores. De aquí que al cualificar y cuantificar la fuerza

productiva femenina se indispensable, además de consultar la base estadística, conjurar

sus datos con las peculiaridades económicas regionales y el concepto de trabajo

femenino que dominaba en la época.

Estudiar la presencia femenina en la estructura ocupacional provincial, es

incorporar elementos trascendentes en la dimensión del mal llamado “trabajo invisible”

de las mujeres, pues describe su presencia y significado en líneas de producciones

local, que sin hallarse reportado en documentación oficial permitieron no sólo la

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subsistencia personal y doméstica, sino que constituyeron el soporte de las economías

locales y de cierta producciones nacionales desestimadas por ser salir de la mano

femenina.

Los conflictos interclasistas así como aquellos derivados del enfrentamiento de

las obreras con la patronal, mucho tienen que ver con su ubicación en la esfera urbana o

rural de la producción.75

No puede dejar de mencionarse el fenómeno tan sensible como desatendido de

la prostitución que estando arbitrariamente subsumido en estudios específicos de la

materia, requieren tanto de un procesamiento desde el género como de apreciarlo en sus

manifestaciones regionales.76

Las Publicaciones Periódicas

Las llamadas “publicaciones locales” así como la prensa femenina, poseen la semejanza

de ser fuentes acumuladoras de un rico potencial informativo; pero el desdén de no

pocos estudiosos, ha ignorado su valioso aporte al trabajo investigativo.

Al registrar aristas que las publicaciones nacionales no contemplan, resultan

insustituibles instrumentos en la tarea reconstructiva. No obstante, tanto las

publicaciones locales como la prensa femenina se han visto sometidas a una

insuficiente explotación: las primeras por considerárseles reservorios de “vanalidades”

de mujeres, no han sido aprovechadas para reformular la realidad femenina a partir de

la mirada de sus propias actrices y conocer la versión de las mujeres acerca del

acontecer nacional o local respecto a sus expresiones políticas, sociales, culturales o

religiosas.

En igual sentido, la prensa local ha relegado, por estimarse que datos tan

específicos de un contexto específico, no ofrece sustancias al consomé nacional. Este

restrictivo enfoque de la realidad, ha impedido correlacionar las manifestaciones de

diversas problemáticas en diferentes locaciones. Por otra parte, en ocasiones son las

prensas locales o dirigidas a las féminas las únicas fuentes donde se conserva

75 Raquel Vinat. La Industria de la Aguja: historia de un sector olvidado, revista Nuestra América, Caracas, no.5, 1996. 76 La autora realizó el estudio “Dimensiones del amor tarifado” acerca de la prostitución a fines del siglo XIX, donde tuvo en cuenta los fenómenos de índole regional. Ver: Colectivo de autores, La sociedad cubana ante la República, Editora de Ciencias Sociales, La Habana, 2002.

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información de sucesos imprescindibles para la reconstrucción de sus respectivas

historias.

La centralización informativa y valorativa del “mundo capitalino” ha marchado

en detrimento no sólo de la Historia Regional y la Historia de la Mujer; también

debilita la Historia General por ensanchar las relaciones conflictuales entre individuos y

zonas arbitrariamente polarizadas en una rivalidad fracturadora.

La Institución Familiar

Una de las áreas de estudio que inspira mayores indagaciones puede ser la

caracterización regional de los diversos tipos de familias coexistentes en un territorio y

en una misma unidad temporal. Las relaciones inter e intrafamiliares que constituyen el

eje vital de la existencia femenina dentro de los entendidos patriarcales, aportan no sólo

la autoimagen de la mujer en el entorno doméstico sino su influencia ético-cultural

sobre los restantes componentes de su constelación familiar.

Los efectos del intercambio y jerarquización de las redes familiares por móviles

económicos y políticos en cada región, los efectos de la movilidad socio-clasista en

diferentes zonas, el rol de instrucción femenina en la formación de los hijos o los mitos

acerca de uniones maritales y la legitimidad de la prole, integran el abanico temático en

que los estudios de la mujer y los estudios regionales son compañeros de viaje; y, por

tanto, obligados a prestarse mutua colaboración por la proximidad teórica de sus

respectivas fronteras analíticas y todo lo que pueden brindarse en su árido camino hacia

el completamiento informativo. Esto último adquiere una dimensión relevante, pues la

cotidianidad familiar prejuiciadamente considerada como “asuntos privados” de los

individuos, resultan tópicos excluibles a fin de no violar la intimidad de las

personalidades históricas o su ausencia se justifica bajo el pretexto de no poseer peso

específico dentro de los grandes sucesos nacionales.

Este puede constituir un fértil terreno investigativo para ambas especialidades al

permitir la humanización de nuestros antepasados, regularmente encartonadas a la

estática imagen de estadistas, guerreros, literatos o figuras públicas desvinculadas al

amor paterno-filial o marital.77

77 Raquel Vinat: ¿Reinas del Hogar? Mujeres en las unidades familiares cubanas del siglo XIX, Revista Universidad de La Habana, 2002.

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Los movimientos migratorios

Las oleadas de inmigrantes, emigrados así como las movilizaciones internas que se

suceden en cada país, revisten una particular incidencia en los estudios de ambas

especialidades. Comprender cómo se han formado las diversas familias a partir de las

uniones entre criollas y extranjeros o los cruzamientos interraciales e interétnicos a lo

largo de las diferentes etapas históricas en cada región, es una de las vertientes

interpretativas medulares en el abordaje de la formación de los sentimientos

identitarios, la vida espiritual que muestra cada zona y hasta los tipos de producciones

materiales que le son característicos

En la reconstrucción de los pivotes patrimoniales y las fraguas históricas

propiciatorias de su germinación y florecimiento, los recursos demográficos y

culturales ofrecidos por las peculiaridades regionales y en el que se reconozca a la

acción femenina en ellas, constituyen fundamentos imposibles de desdeñarse.

La influencia del pensamiento foráneo y la resonancia de sucesos de impacto

internacional representan estudios de sustantiva importancia donde puede apreciarse su

determinación en el curso del desenvolvimiento no sólo nacional sino regional, y su

repercusión sobre las realidades y expectativas de hombres y mujeres.

Igualmente valioso resulta el juicio calificador de los visitantes extranjeros

quienes dejaron a la posteridad su visión (acertada o no) del pueblo cubano en diversas

épocas y regiones. En tal dirección pueden ejecutarse nuevas indagaciones

correlacionando el enfoque de género dado por diversos autores de culturas y latitudes

diferentes, a la luz de las expectativas sociales sobre la mujer y las regiones (en vertical

estudio al habitual enfrentamiento de la realidad a partir de la potenciación del sujeto

masculino y la centralización del espacio capitalino).78

El ser mujer

Aún cuando no pocos colegas de la comunidad de historiadores insisten en que el

volumen bibliográfico existente permite recomponer la representación femenina de

78 Raquel Vinat. Inmigración femenina en Cuba: un siglo atrás, Estudios Migratorios, Universidad de Santiago de Compostela, Galicia, no. 7-8, 1999.

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siglos anteriores, las incontables interrogantes no solucionadas con la consulta reiterada

a los textos clásicos, incitan la búsqueda no sólo de las llamadas “verdades a medias”

sino de hallar las verdades distorsionadas. Algunos de los tópicos más álgidos, pueden

agruparse en los siguientes puntos:

- El ser mujer en diversas etapas históricas y en diferentes regiones

La condición femenina bajo el sistema colonial patriarcal, reconoce rasgos semejantes

en mujeres de diferente origen de clase, raza o región de nacimiento. Sin embargo, el

desenvolvimiento económico y cultural de ciertas áreas ofrecen un indiscutible matiz

peculiar a las relaciones intergenéricas.

Hasta el presente se desconoce cuáles son las diversas expresiones de la

personalidad femenina, pues su representación se ha compactado a la arquetípica criolla

hermosa y trigueña aristócrata y en la lasciva mulata, obviando los atributos espirituales

de ellas ni indagar el pensamiento y acción de las mujeres de los restantes segmentos

sociales y condiciones estéticas.

Al centralizarse la imagen en la negra y mestiza en el rol esclavas o sirvientas de

los blancos, se ignora las capacidades de estas cubanas en actividades laborales, como

activistas políticas, en las artes y letras, en su desarrollo integral y en su pensamiento

emancipacionista o feminista.

Por su parte los estudios regionales, poseen diversas fuentes bibliográficas y

documentales así como estadísticas concretas capaces de brindar datos acerca de la

personalidad de sus mujeres en situaciones directas del medio en que coexisten no sólo

bajo la hegemonía masculina sino con las colectividades femeninas.

- El accionar femenino

Las cubanas han sido retratadas cuales “ángeles del hogar” desde una dimensión que no

siempre manifiesta su única valía social. Pero, lamentablemente nuestras antepasadas

no han sido apreciadas desde su irradiación personal, sino generalmente como las

madres y esposas o hermanas y novias de las figuras masculinas relevantes.

Por tal efecto, no ha habido un serio esfuerzo por desmontar las normativas

historiográficas que desestiman al sujeto femenino y llegar a la verdadera MUJER que

nos ofrezca sus reales dimensiones humanas y sociales. Es preciso orientar los análisis

interpretativos hacia la indagación de los orígenes del movimiento femenino cubano, en

correspondencia con sus rasgos y cualidades propias, en sus diferentes facetas de

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acción, en el proceso evolutivo del pensamiento feminista y emancipador de las

mujeres, y apreciar las estrategias aplicadas en el asociacionismo, la plataforma de sus

luchas, el liderazgo femenino y el discurso expresado en diversos escenarios históricos.

Estudios parciales ejecutados por investigadores de la Historia Regional, han

dado pasos hacia la promoción de informaciones de diferentes figuras femeninas,

entretanto se concluyen los ambiciosos proyectos que reconstruyen la memoria de cada

provincia. En estas fuentes, algunas de modesta factura, aparecen pistas de incalculable

valor en el trazado de la trayectoria histórica seguida por el movimiento femenino;

pistas, que recogidas o hasta el momento no mencionadas en los textos clásicos de

orientación bibliográfica.79

Al mismo tiempo, el rescate para la nómina de heroínas femeninas o mujeres de

pueblo cuya existencia merece recordarse, permite corroborar al influjo del

pensamiento de la época en zonas alejadas de los centros urbanos. La correspondencia,

a su vez, reafirma la necesidad de recurrir a la voz de la mujer para acumular los

recursos imprescindibles que permitan conocer a las cubanas mediante su autoimagen y

no sólo por los criterios masculinos.80

Una Reflexión a Modo de Cierre

Las breves ocasiones que, como esta, se nos ofrecen para exponer ideas y compartir

sueños, no deben acunarse en las nieblas. Los pronósticos de desarrollo que alientan las

ciencias a nivel mundial deben ser un acicate más para que la Historia no perezca

aplastada por la pulsación de la modernidad.

79 Obras de investigadores regionales que resultan interesantes para la reconstrucción de la Historia de las Mujeres Cubanas son, entre otras: Aurelio Martínez Fortún, Biografía de María Escobar, Activismo Histórico, Las Villas, 1985; Leticia Díaz, José Miró Argenter: periodista y guerrero, Sección de Investigaciones Históricas de Holguín, 1988; Onoria Céspedes, Cartas familiares de Francisco V.Aguilera, Ediciones Bayamo,1991; Elda Cento y Gustavo Sed, Visión de la guerra: correspondencia de Consuelo Alvarez Vega (1895-1897), Editorial Acana, Camagüey, 2001. 80 Actualmente la autora se halla en la fase de culminación del proyecto: “Orígenes del movimiento Femenino Cubano: 1762-1902”, próximo a defenderse como tesis doctoral en la Universidad de La Habana.

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El afán de la autora de estas apresuradas líneas ha sido llamar la atención sobre

la necesaria y posible unión entre estas dos arterias reconstructiva de la memoria que

son la Historia Regional y la Historia sobre la Mujer en cualquier país del orbe.

En el escenario agreste en que la Tierra pierde, para no recuperar, tantas divinas

especies de nuestras otrora maravillosas fauna y flora, debe inspirarnos para repoblar

los recuerdos ante la indiscriminada tala que destruye los bosques informativos o los

arrasa con igual rapidez devoradora que los incendios.

Al empeño de conservar el patrimonio espiritual que nos dio vida, se unen los

esfuerzos por mostrar a las venideras generaciones lo que la presente luchó por no

dejarla morir. Y con este hermoso pretexto para reunirnos, nuestras ambiciones

investigativas hallarán respuesta y eco porque la Historia es una sola: la de todos y

todas.

La Importancia de la Lingüística para los Estudios Regionales

Sergio Valdés Bernal

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Los humanos, al igual que otros seres que habitan este planeta, han desarrollado la

facultad de poder comunicarse con otros individuos de su misma especie. Sin embargo, el

ser humano ha sido el único en haber desarrollado un lenguaje articulado, que va más allá

de gritos y gruñidos y del uso de gestos (lenguaje gestual, que también usamos los

humanos). O sea, el lenguaje humano es articulado, porque se articulan sonidos que se

diferencian en vocálicos y consonánticos, los que al unirse deliberadamente, producen

sílabas, las cuales, al combinarse, generan palabras, las palabras oraciones, y así

sucesivamente.

La ciencia que se dedica al análisis del lenguaje humano es la lingüística. La

lingüística es, por tanto, el estudio de la manifestación concretamente humana del lenguaje,

es decir, de la lengua o sistema abstracto de signos léxicos y gramaticales, que determinada

sociedad (horda, tribu, etnia, nacionalidad, nación) utiliza como medio de pensamiento y

comunicación. De ahí que, al centrarse la lingüística en determinadas lenguas o conjunto

de lenguas afines, haya dado paso al surgimiento de especialidades como, por ejemplo, la

hispanística (estudio de la lengua española), la romanística (estudio de las lenguas

romances o neolatinas, es decir, derivadas del latín, como el francés, el italiano, el rumano,

etc.), la germanística (estudio de las lenguas de origen germánico, como el alemán o el

inglés, entre otras) o la indoeuropeística (estudio de las lenguas indoeuropeas, entre las que

se encuentra el español, el hindi, el noruego, el persa, el albanés, el gitano, entre

muchísimas más).

El desarrollo de las investigaciones lingüísticas, por otra parte, ha permitido

identificar las diversas funciones de la lengua. Como el humano es un complejo ser natural

y social, su lenguaje, con el que sustancialmente se diferencia de los restantes seres en

nuestro planeta, es, asimismo, un complejo fenómeno natural y social. De ahí que toda

lengua satisfaga un conjunto de funciones, que están dialéctica y estrechamente

relacionadas, y que, a través de la descripción científica, les podemos asignar funciones

específicas. Desde el punto de vista de los vínculos genéticos y funcionales, podemos

dividir las funciones de las lenguas en primarias o esenciales y en secundarias o

superestructurales.

Las funciones primarias, básicas, de la lengua, son la comunicativa y la

cognoscitiva. La función cognoscitiva se divide en cogitativa (representa el estrecho nexo

entre pensamiento y lenguaje, pues sin lenguaje no hay pensamiento y viceversa) y en

cognitiva (adquisición de conocimiento mediante el lenguaje). La función comunicativa, a

su vez, se divide en referativa (función de comunicación que posee el lenguaje), la

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apelativa o conativa (función mediante la cual, con el contenido del lenguaje, aspiramos a

influir sobre quien nos escucha) y expresiva (cuando, mediante el lenguaje, manifestamos

nuestro estado físico y síquico). Las funciones secundarias o superestructurales de toda

lengua se dividen en estética o poética (mediante ella se busca causar disfrute estético de

una obra escrita o hablada) y representativa.

Esta última función de la lengua, la representativa, se diferencia en cultural y

nacional. O sea, cada lengua es parte de un todo que llamamos cultura. Sin lengua no hay

cultura, y sin cultura no hay lengua. Varias lenguas pueden servir de manifestación de una

misma cultura, o una lengua puede servir a varias culturas. Esto guarda relación con

procesos migratorios e históricos, que han dado origen a áreas culturales y áreas

lingüísticas que se superponen o convergen. Por ejemplo, en tiempos precolombinos, la

región cultural del Artico, así como la del Subártico, constituían unidades culturales y

lingüísticas que coincidían plenamente, sin embargo, el área cultural del Caribe era una

sola en aquel entonces, pero contaba con varias áreas lingüísticas, representadas por las

familias lingüisticas chibcha, aruaca y caribe. Así, pues, si bien los chibchas, aruacos y

caribes asentados en la región caribeña eran portadores de patrones culturales originarios

de la llamada "cultura de los bosques tropicales" y dieron origen a una nueva área cultural

con especificidades propias debido a la adaptación al nuevo entorno, desde el punto de

vista lingüistico se diferenciaban considerablemente.

Por otra parte, la función nacional representativa ya es más bien privativa de etapas

superiores de la evolución social de cada comunidad humana, cuando surge el Estado, que,

concretamente, impone una lengua como idioma oficial del territorio que domina. Por

ejemplo, en España Fernando III el Santo, rey de Castilla y León (1199-1252), declaró el

castellano lengua oficial del reino, en detrimento del leonés, del gallego y del catalán. Su

hijo, Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León (1221-1284), apoyó la política lingüística

de su padre a favor del castellano y fundó la famosa escuela de traductores de Toledo,

donde, por decreto real, se tradujeron al castellano todas las obras sobre el saber humano

que existían en aquel entonces en la España medieval, escritas en otras lenguas (latín,

griego, árabe, hebreo, caldeo, etc.) Con ello, la lengua castellana recibió un poderosísimo

apoyo, lo que propició que deviniera lengua nacional como medio oficial de comunicación

estatal e institucional entre las diversas y plurilingües regiones del reino hispánico. Lo

sorprendente de esto es, que el propio Alfonso X más bien admiraba el gallego, pues entre

sus obras más valiosas están las Cántigas de Santa María, escritas en esa lengua, y en las

que el monarca manifiesta su personalidad poética.

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Cuando ocurrió la conquista y colonización de Cuba, a partir de 1510, ya la lengua

castellana hacía rato que era el idioma oficial de la corte y de todo el reino hispánico, por

lo que tenía todo el derecho de ser llamada "española". Durante todo el período colonial,

Cuba no dejó de ser un territorio ultramarino perteneciente a España, por lo que los

patrones lingüísticos y culturales que imponían las autoridades coloniales eran,

naturalmente, los hispánicos, reforzados por una poderosa ola inmigratoria peninsular. Las

comunidades aborígenes, debido a su escaso número y a la explotación de que fueron

objeto, sin pasar por alto el mestizaje impuesto, se extinguieron y solamente dejaron en

nuestra lengua y cultura algunas huellas que, aunque cuantitativamente no son importantes,

cualitativamente lo son, pues representan matices muy significativos de nuestra identidad

(por ejemplo, Cuba es un nombre aborigen que significa, más o menos, 'tierra labrada' o

'tierra habitada'; por cierto, en todas las traducciones de la Biblia y en los materiales

religiosos que preservan en lenguas araucas de las Antillas Menores y Suramérica debido a

la labor de los misioneros, el vocablo cuba siempre se utiliza como referencia al Edén, al

Paraíso). Los portadores de lenguas y culturas subsaharanas, introducidos en la Isla como

mano de obra esclava, fueron otro elemento matizador, aunque en nuestro país no ocurrió

un proceso de "africanización" tan profundo como en Haití y en las restantes islas no

hispánicas del Caribe. Los asiáticos, también introducidos como opción de mano de obra al

eliminarse la esclavitud, dieron un levísimo matiz a nuestra lengua y cultura nacionales. Lo

mismo es válido para otros emigrantes de origen europeo no hispánico.

En fin, tras un largo proceso de transculturación surgió una "nueva" nación de este

lado del Atlántico, el más azul, al decir de José Martí, así como una "nueva" cultura. Y,

como era de esperar, surgió una "nueva" modalidad de la lengua española, la cubana, como

muchas otras en el resto de Hispanoamérica, es decir, la mexicana, la chilena, la

nicaragüense, por mencionar algunas. Así, pues, nuestra lengua nacional, la de todos los

cubanos, con independencia del color de la piel y de la ascendencia social y regional, es la

española.

Pero esa modalidad, por ser cubana, trasluce en su seno el proceso de mestizaje

cultural y biológico que dio origen al etnos cubano. Por eso, si bien hablamos español, lo

hablamos con un predominio perceptible de rasgos hispánicos meridionales, pues el grueso

de los pobladores provino de Andalucía y Canarias. Por eso, al hablar, somos seseantes

(pues no diferenciamos mediante la pronunciación la z y la c ante e e i de la s) y yeístas (no

diferenciamos entre 11 y y), utilizamos ustedes por vosotros, suyo o de él por vuestro; le,

les por os; tenemos numerosos canarismos (gofio, picuda) y andalucismos (jurel, tacho);

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así como numerosísimos arabismos (zaguán, adelfa); no pocos gitanismos (gao, puro) y

alguno que otro portuguesismo (calimbar, bicho), que nos llegaron en el habla andaluzada

de los colonizadores. Asimismo, nuestro español se caracteriza por el uso de unas cuantas

voces de procedencia arauca insular (jaba, tabaco), pues esa era la lengua que hablaba la

inmensa mayoría de la población aborigen. Y no debe sorprender que usemos diversos

subsaharanismos (malanga, quimbombó) e incluso expresiones alusivas a la presencia de

chinos en el proceso gestor de nuestra nación (no creer ni en un velorio chino, 'ser

irrespetuoso'). Decididamente la lengua española es parte inseparable de nuestra cultura, es

el único medio idóneo de su manifestación, es el marcador absoluto de nuestra identidad

sociocultural.

Si bien es cierto que nuestra especie es llamada Homo sapiens, esa "sapiencia" la

obtuvo, la desarrolló y la comunicó de generación en generación gracias al lenguaje, en su

forma oral o escrita. De ahí la importancia de los estudios lingüísticos a la hora de analizar

cualquier actividad humana, pues gracias al lenguaje el ser humano ha aprendido a vivir en

colectividad. Los estudios lingüísticos son imprescindibles para penetrar y conocer las

culturas humanas, su legado, la mente humana. Como toda lengua es parte de una cultura

dada, la lengua es un instrumento para estudiar y comprender una cultura.

Así, etnógrafos, historiadores, sicólogos, siquiatras, arqueólogos, etc., recurren a la

lingüística como una rama científica auxiliar, como los lingüistas recurren, a su vez, a la

arqueología, la sociología, la etnografía, etc., para apuntalar planteamientos u

observaciones de carácter idiomático. Esta interrelación de la lingüística con otras ciencias

sociales ha dado impulso a nuevas especialidades, como la etnolingüística, la

sociolingüística, la psicolingüística, incluyendo la más compleja y multifacética de todas

estas "alianzas", la lingüística antropológica o antropología del lenguaje.

A todo lo largo y ancho de la isla de Cuba se habla el español. Los cubanos

tenemos la dicha de ser un pueblo racialmente heterogéneo, pero sumamente homogéneo

desde el punto de vista lingüístico cultural. No obstante esto, dentro de esa homogeneidad

cabe la diversidad. Por eso los estudios lingüísticos pueden ser de gran ayuda para los

estudios regionales.

Una de las disciplinas de la lingüística que más provecho ofrece para el estudio

areal es la dialéctología, que se dedica a investigar las particularidades regionales y locales

de una lengua dada en un territorio geográficamente delimitado. En cuanto a Cuba, es

menester resaltar que no existen verdaderos dialectos, en el sentido estricto de la palabra,

sino matices regionales de formas de habla, que preferimos definir con el concepto de

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geolectos. En efecto, en Cuba no hay diferencias tan notables -aunque sí perceptibles- entre

el español que habla un guantanamero y un habanero, como el que existe entre un andaluz

y un leonés, o entre un cartagenero y un bogotano por ejemplo. Insistimos, pues, que

diferencias las hay, pero no tales como para pensar en dialectos.

El primero en señalar la existencia de matices lingüísticos que permitían percibir la

idea de una diferenciación regional del español hablado en Cuba, fue Esteban Pichardo y

Tapia, quien sobre esto llamó la atención en el prólogo a la primera edición de su

Diccionario provincial casi razonado de voces y frases cubanas (1836). En las tercera y

cuarta ediciones del Diccionario (1862 y 1875), Pichardo dejó claramente esbozada la idea

de la existencia de dos submodalidades del español de Cuba, una oriental y otra occidental.

Sin embargo, el propio Pichardo alertó que en los departamentos en que la Cuba de

aquellos días estaba dividida -Occidental, Central y Oriental-, se notaban diferencias.

Casi un siglo después, Néstor Almentros, en su "Estudio fonético del español en

Cuba", publicado en 1958 en el Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, dio a

entender que, realmente, existen tres zonas geolectales:

Podríamos decir que las provincias de Camagüey y Las Villas son zonas de

transición que participan de caracteres de las dos regiones extremas. Con Oriente se

asemejan en lo propiamente fonético; con la parte occidental, en el movimiento

melódico. La zona fonética occidental, que habrá de ser estudiada y diferenciada más

adelante, comprende las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y, por lo

menos, la mitad de Las Villas.

En realidad, estas diferencias tampoco pueden decidirse de manera que sería

excesiva; ninguna de las zonas del habla popular de Cuba reúne las condiciones de

desarrollo orgánico que puedan definir una fisonomía dialectal. La totalidad del habla

cubana tampoco se puede considerar evidentemente como dialecto, sino tan sólo como

una de las muchas modalidades regionales del español de América (Almendros, 1958:

140-141).

En la década del setenta comenzaron a publicarse nuevos estudios lexicográficos y

fonéticos sobre determinadas especificidades regionales. Pero cupo a la fonética o

especialidad de la lingüística que se dedica al estudio de los sonidos de la voz humana, el

intento por analizar los fenómenos regionales en su conjunto, en aras de poder definir

zonas lingüísticas. Un intento en este sentido en fue el estudio de J. V. Ruiz, El

Consonantismo en Cuba (1977). Las posteriores investigaciones de L. R. Choy (1983),

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quien se basó en el consonantismo del habla popular de las ciudades más importantes del

país, han permitido establecer, inicialmente, cinco zonas lingüisticas en Cuba. La primera,

comprende las ciudades de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Trinidad,

siendo el centro irradiador la capital del país, La Habana. La segunda zona está

comprendida por las ciudades de Santa Clara -rectora-, Sancti Spíritus, Ciego de Avila. La

tercera está constituida por Camagüey -ciudad irradiadora-, Las Tunas, Holguín ,

Manzanillo y Bayamo. La cuarta zona la forman Santiago de Cuba, forjadora de la norma,

y Guantánamo. Por último, tenemos la quinta zona, en la región de Baracoa, con foco

irradiador en la ciudad de ese mismo nombre. Esta diferenciación regional en cuanto a las

diversas formas de pronunciar determinadas partes de una palabra, guarda relación con el

proceso de poblamiento de la isla, como expresamos en otro lugar (ver: S. Valdés, 1987;

1994: 208-220.

Las más recientes investigaciones del equipo de estudios geolingüísticos del

Instituto de Literatura y Lingüística, corroboran esta diferenciación regional en cuanto a la

pronunciación. Un caso aparte, aún no debidamente estudiado, es la problemática de la

entonación, que tanto distingue a santiagueros y guantanameros de otros hablantes

regionales del país.

Lamentablemente -o tal vez debiéramos decir: interesantemente-, la división

propuesta por Choy y basada en aspectos fónicos no coincide con la diferenciación

regional en cuanto al léxico. En lo referente al aspecto lexicográfico, las apreciaciones

hechas por el grupo de geolingüística del Instituto mencionado, permiten apreciar que, en

cuanto al léxico marinero, existen diferencias entre el litoral septentrional y el meridional;

y en cuanto al léxico de otras esferas de la cultura material cubana, las diferencias

coinciden en gran medida con la antigua división político-administrativa del período

colonial. Así, occidente y oriente se oponen en ciertos aspectos léxicos, mientras que la

región central es como un área de transición entre ambas, pero donde aún predomina el

influjo del occidente. En fin, los estudios dialectológicos y geolingüísticos (la geografía

lingüística realmente es una proyección cartográfica de elementos dialectales de diferentes

tipos, obtenidos con un cuestionario único, propuesto a los hablantes escogidos de diversas

localidades) pueden constituir un importante instrumento para los estudios regionales de

nuestro país.

Sin embargo, en el caso concreto de Cuba, donde no existen minorías o

comunidades lingüístico-culturales diferentes y que ocupen un territorio geográfico

limitado (lo que sí sería objeto de estudio de la etnolingüística y de otras especialidades de

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la lingüística), de todas las disciplinas de la ciencia del lenguaje, la toponomástica es la que

más aportes puede hacer a los estudios regionales.

La palabra griega onomastiké o "arte de nombrar", sirvió de base al término

onomástica, que hace referencia tanto al proceso de nominación como al estudio de los

nombres propios. A pesar de que los nombres propios son palabras y, como tales, su

estudio pertenece a la lingüistica, la onomástica surgió primeramente como una disciplina

auxiliar útil para los estudios geográficos, históricos, etnográficos y literarios. Cuando los

lingüistas comenzaron a estudiar la problemática de la onomástica y aplicaron los métodos

de análisis estructural y semántico, ésta se convirtió en una disciplina particular capaz de

analizar el material onomástico con métodos lingüísticos. En fin, la especificidad de esta

especialidad lingüística reside en que su objeto de estudio parte de una base idiomática,

pero a la vez incluye componentes que solamente pueden ser descritos y explicados, si se

consideran los factores etnográficos, históricos, geográficos, sociológicos, etc., que ayudan

al onomasta a diferenciar las características de los elementos que se investigan y a conocer

las tradiciones relacionadas con su denominación, así como la historia, desarrollo y

funcionamiento de los nombres propios. Así, pues, dentro de la onomástica existen

diferentes ramas de estudio condicionadas por la esencia del objeto denominado, por lo

que tenemos la antroponomástica (estudia los antropónimos o nombres de personas), la

zoonomática (estudia los nombres de los animales o zoónimos), la fitonomástica (estudia

los fitónimos o nombres de las plantas), la astronomástica (estudia la astronomía o

nombres de los astros) y la toponomástica (estudia los topónimos o la toponimia, nombres

de lugar).

Indiscutiblemente, el estudio del origen de un topónimo obliga a conocer la historia

de los grupos humanos que estuvieron relacionados con el lugar cuyo nombre se esté

estudiando, sus características físico-geográficas así como las sociales del grupo en

cuestión, la lengua que hablaban o hablan, el vínculo material existente entre la comunidad

y el medio, en fin, todos los elementos y factores que pesan en los individuos en el

momento de denominar el objeto geográfico con el que están material y espiritualmente

relacionados. Esto, claro está, exige un enfoque multidisciplinario que rinda resultados, a

su vez, para diversas disciplinas, ya que al estudiar la significación de un topónimo, entra

en juego una serie de factores lingüísticos y extralingüísticos, puesto que a través de los

componentes lingüísticos los nombres de lugar cobran un significado que resume la

historia de las relaciones económicas, políticas, sociales, materiales y espirituales de los

hombres que habitan o habitaban el medio denominado. A modo de ejemplo,

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reproducimos a continuación el análisis onomástico de dos topónimos, de los muchos que

estudiamos para nuestro artículo "Introducción a la toponimia del Valle del Yumurí"

(1980).

Isabel (Santa): Se ha generalizado entre los residentes del valle la idea de que el

nombre de esta finca se debe a una imagen de Santa Isabel que guardaba en su casa el

antiguo propietario de la misma, Manuel Cañizo. Además, según información oral de

Roberto Castellanos [57 años de edad], por los años de 1913 ó 1915 existía una capilla en

dicha finca. El nombre de la finca, "Santa Isabel", ya estaba registrado en 1885, según

consta en el libro 1, folio 84 del Registro de la Propiedad de Corral Nuevo, o sea, muchos

años antes de que la comprara Manuel Cañizo. Por lo tanto, queda eliminada la posibilidad

de que el origen del topónimo se deba a la imagen que éste poseyera. El verdadero origen

del topónimo se desconoce, aunque pudiera ser motivado por el nombre de Doña Isabel

Hernández Pilogo y Ortiz, antigua propietaria de la finca, según consta en el registro del

libro 1, folio 80, año 1879 (S. Valdés, 1980: 124). En efecto, esta fue la motivación del

topónimo, conclusión a la que arribamos al hacer el estudio comparado del resto de los

topónimos del valle, pues predominó la costumbre de nombrar las fincas a partir de la

asociación del nombre del propietario o de su descendiente con la de un santo: Santa

Brígida, San Cirilo, San Diego, Santa Inés, Santa Isabel, San Joaquín, San José, San Juan,

San Nicolás, San Roque.

Yumurí (Río): El topónimo "Yumurí" ha sido motivo de varios estudios. Las

conclusiones de los mismos, como las leyendas, han llegado a dividir en dos grupos a los

estudiosos. El primer grupo opina que la palabra Yumurí es de origen español, o sea,

compuesta por el pronombre de primera persona (yo) y el verbo morir en pretérito

indefinido de indicativo (morí), es decir, "Yumurí", frase que supuestamente gritara un

indio, al ser herido de muerte en el lugar por un soldado español. El segundo grupo opina

que dicha palabra es de origen indígena, un sustantivo con determinado valor semántico

que, en este caso, llegaría a ser un topónimo más de la rica toponimia cubana de

procedencia indígena.

Nos parece sumamente fácil y simplista justificar la procedencia de un nombre -sin

bases concretas- sólo por una leyenda. La palabra Yumurí, como topónimo, ya se registra

en el año de 1558, según apunta Bustamante en su Enciclopedia cubana (1942-48), aunque

seguramente existiría como tal con anterioridad al registro. Más tarde, en 1680, el capitán

Don José de Córdova envió un mapa a La Habana, en el que localizaba la ciudad de

Matanzas, así como ambos ríos que la bañan, el Yumurí y el Matanzas, actualmente San

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Juan. En 1693 la palabra Yumurí fue registrada en la jurisdicción de Matanzas como

Corral de Yumurí, por orden del Gobernador General Don Severino de Manzaneda. Estas

son las primeras referencias documentadas sobre este topónimo.

En un principio, la palabra Yumurí podemos dividirla en tres sílabas YU-MU-RI,

las que pueden formar tres combinaciones de supuestas voces representativas de ideas:

YU-MURI, YUMU-RI, YU-MU-RI. Si comparamos el léxico aruaco conservado

en el español hablado en Cuba, notaremos que la partícula "Yu" es bastante común en la

lexicología antillana. Los diccionarios de Pichardo, Macías y Zayas nos ofrecen numerosos

ejemplos. Bachiller y Morales, en su Cuba primitiva, nos explica que Rafines cuenta 74

radicales que figuran en la composición de las palabras indígenas, entre las que cita la

radical "Yu" con el significado de "blanco". Más adelante, en la página 253 Bachiller dice

que hay voz yucayo "...es sinónimo de lucayo: yuca, además de la planta, significa blanco.

Acaso los blanquísimos arenales de las Bahamas le dieron nombre a esas islas [se refiere a

las Lucayas o Bahamas]". Emilio Blanchet y Britton, en su Abreviada historia de Cuba,

hace un estudio etimológico de la palabra yucayo, basándose en anotaciones de Pedro

Mártir de Anglería: "El otro elemento con el cual establece relación adjetiva dicha radical

YU (blancura) es el sustantivo cayo". En otra parte de su libro, se refiere al pueblo

"Yucayo", ubicado en Matanzas: "El territorio del litoral de la bahía de Matanzas era un

verdadero "cayo" de tosca blanqueza, de naturaleza calcárea, por esto tenemos que la voz

"Yucayo" signifique tanto como "blanco cayo". Por otra parte, en la Reseña histórica de

Matanzas, 1508-1941, extraemos este interesante fragmento, en el cual se habla sobre el

litoral matancero que comprende la desembocadura del Yumurí: "El referido sitio al

tiempo que replanarse el croquis de la ciudad se encontraba casi afectado por el mismo

aspecto que en el presente, blanca playa bañada por el mar de la bahía". Acaso estos

estudios tengan razón al especificar que la radical yu signifique "blancura", como parte del

topónimo Yucayo". Sin embargo, en lo que respecta a lucayo (nombre aplicado a los

indios que habitaban las Lucayas) hay un error, pues ellos eran conocidos por lucayos, de

lukku, "ser humano", y cayo, "islote", o sea, "hombres de los cayos".

Volviendo a la lengua aruaca, tenemos que la partícula o semantema yu significa

"blanco". Las sílabas restantes, mu y rí forman parte de otro vocablo, acaso también

aruaco: murichí. Pichardo, en su Diccionario provincial, explica que éste es el nombre de

un árbol silvestre, así denominado en el territorio oriental". Bachiller y Morales registra

este fitónimo como propio de la lengua hablada por nuestros aborígenes. Para nuestra

suerte, localizamos en Alvarado (1953: 2611 la etímología de esta voz: "El nombre

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moriche es una corrupción del tupí muriti, y éste se compone de mour (alimento) e iti

(árbol alto); de modo que significaba 'árbol alto del alimento' o 'árbol de la vida'." No

debemos olvidar que muchos vocablos relativos a la flora o la fauna suramericanas se

registran en las lenguas aruacas y tupiguaraníes con similar estructura, reflejo de las

relaciones socioeconómicas entre las mismas. En la actualidad esta coincidencia léxica se

explica mediante la posibilidad de vínculos genéticos entre ellas, teoría según la cual

ambas lenguas tuvieron un origen común, origen al que también se incorporaran las

lenguas de la familia caribe. Basándonos en el polisintetismo de la lengua que hablaba

nuestra desaparecida población aborigen, podríamos pensar en una hipotética palabra

"yumurichi", con el significado de "palma blanca" o "palmar blanco", afectada por la

pérdida del "sufijo" chí. Sin embargo, esta etimología sería muy aventurada, carecería de

una mejor fundamentación. Solamente quisimos llamar la atención sobre esta posibilidad.

No obstante esto, aunque es casi imposible definir la etimología del Vocablo Yumurí,

podemos aseverar que este topónimo es, sin lugar a dudas, un vocablo indo-cubano.

Para finalizar, queremos señalar que estas acotaciones solamente tienen la

intención de demostrar las diversas opciones que ofrece la lingüística a los estudios

regionales. Con la creación del Grupo de Estudios Regionales de Cuba, aspiramos a

materializar la ansiada oportunidad de organizar un proyecto de investigación realista,

acorde con nuestras fuerzas y posibilidades actuales, lo que redundará en un mejor y más

provechoso conocimiento de nuestra historia.

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Bibliografía

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estudio regional del español en Cuba. En Anuario L/L. La Habana. Nº 18. Pp. 85-98.

----------------- (1994): Inmigración y lengua nacional. Editorial Academia. La Habana.

La Población Rural de Cuba a Finales del Siglo XIX

Orestes Gárciga Gárciga

Introducción

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En el presente estudio demográfico histórico se lleva a cabo el análisis de la evolución de

la población urbana y rural de Cuba y sus provincias, a través de los datos censales que

ofrecen las Noticias estadísticas de la Isla de Cuba en 1862 y el Informe sobre el Censo de

Cuba de 1899, por ser los únicos que las registran.

Para ofrecer los datos por provincias en 1862 fueron agrupadas las jurisdicciones

que posteriormente formaron las mismas pues, como se sabe, la división político-

administrativa del país estaba dada por departamentos, jurisdicciones y partidos.

Cada uno de los censos oficiales citados cuenta con características muy particulares

y distintivas, por lo que no existe homogeneidad en cuanto a las variables poblacionales

registradas, salvo en los datos cuantitativos muy generales del total de habitantes del país.

Dadas las posibilidades que brinda el censo de 1862, se atiende, además, a la

distribución de la población rural por tipos de fincas y establecimientos rurales e

industriales, tales como ingenios, cafetales, haciendas, potreros, vegas, sitios de labor, otras

fincas y establecimientos rurales. También se abordan los aspectos étnicos y condición

social existentes en los distintos tipos de fincas.

El análisis de la distribución regional de la población urbana y en los

establecimientos rurales según su raza y condición es de suma utilidad para cualquier

estudio histórico particular de cada una de las antiguas provincias que realicemos en los

planos económico, social, político, militar, cultural, etc. La situación de la población en

este sentido, a la par de depender de la división social del trabajo, define también de por sí,

el nivel alcanzado en un momento determinado de dicha división, como resultado del

avance de la economía mercantil.

Por su parte, el censo de 1899, levantado por el Departamento de la Guerra de

Estados Unidos, en el período de ocupación militar norteamericana a Cuba, cuenta con una

gran riqueza de datos demográficos confiables, que permiten hacer una valiosa

caracterización del estado de la población de Cuba a finales del siglo XIX.

El universo tan amplio que abarca este estudio, al abordarse a nivel de provincias,

no permite, en todos los casos, dar respuesta o argumentación de los fenómenos que se

señalan, por la ausencia de trabajos de base de historias regionales que particularicen en la

temática y den la clave para explicar lo acontecido.

Por ello el objetivo fundamental del trabajo es que sirva de base y complemento a

otras investigaciones que aborden el tema de la población que particularicen en sus

aspectos rural, étnico-racial, social, económico o regional, facilitando, de esta forma, el

análisis de las estadísticas.

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Evolución de la Población Rural

El concepto de ciudad ha variado desde el surgimiento de la misma hasta la actualidad, y

depende también del país o la región que se analice, por lo que el tiempo y el espacio

determinan en el mismo.

De esta forma las poblaciones urbana y rural, hay que analizarlas como categorías

históricas y su análisis resulta complejo si se tiene en cuenta, además, las fuentes que se

disponen para su estudio.

En el caso particular de la segunda mitad del siglo XIX en Cuba, se hace imposible

llevar a cabo el análisis de la población urbana y rural desde el punto de vista económico;

para ello habría que determinar la parte de los habitantes del país que están ligados o no

con las actividades agropecuarias. La única referencia que dan los censos en este sentido es

el número de ocupados en las distintas actividades económicas y sociales, de lo que

pueden deducirse solamente los trabajadores, pero no a sus familias. Por otra parte, las

limitaciones de las fuentes sólo hace posible inferir los montos de las poblaciones urbana y

rural en el plano demográfico, deduciendo el peso de las mismas a través de las

proporciones de los habitantes del campo y los que habitan fuera de las áreas considerables

meramente rurales, sin muchas más consideraciones.

Las concepciones acerca de lo que pudo registrarse como población urbana, para

detectar por simple diferencia del total el monto de la población rural, han variado en

distintas épocas históricas en Cuba.

El censo de 1862 no aclara debidamente cuáles fueron las consideraciones para su

enumeración. Los habitantes en poblaciones están registrados como población no rural,

independientemente de que residieran en ciudades o pequeños poblados, sin tener en

cuenta la cuantía que totalizaban esos núcleos que pudieron ser considerados urbanos en su

época; y, en el censo de 1899, se precisa que este tipo de población está comprendida en

ciudades de más de 1000 habitantes.

Por todo ello las diferencias en las fuentes censales de 1862 y 1899, únicas en

registrar estas poblaciones en la segunda mitad del siglo XIX, no permiten llegar a

conclusiones bien precisas en cuanto a la verdadera evolución de la población rural y

urbana a través de los datos estadísticos, no obstante denotan, una tendencia que no debe

despreciarse para realizar el análisis histórico.

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Si nos atenemos a los datos que nos ofrece el procesamiento de las estadísticas

apreciamos que entre 1862 y 1899 se producen diferencias, que resultan palpables, a través

de la población rural en favor del consecuente aumento de la población urbana.

En 1862 la población rural de Cuba ascendía al 67,9% del total, decreciendo

ostensiblemente en 1899, al 52,9%; o sea que, en sólo 27 años, se operó una disminución

de un 15% de la población en los campos. Los residentes en poblaciones, en 1862,

abarcaban el 32,1% y, en 1899, la población que se ubicaba en las ciudades de más de

1000 habitantes ascendía al 47,1%.

Sin embargo, a pesar del análisis que se desprende de la lectura de las estadísticas,

es muy importante tener en cuenta que estamos en presencia de dos agrupaciones bien

distintas de lo que en cada uno de los censos puede inferirse como población urbana.

No obstante, es posible que el fenómeno de la migración interna del campo a la

ciudad, que se observa en la historia de Cuba a través del decursar del siglo XX hasta

nuestros días, tuvo sus primeras manifestaciones durante la segunda mitad del siglo XIX.

Tal comportamiento, en dicho período, fue un fenómeno muy generalizado, y propio de la

época histórica en que el capitalismo ganó terreno para alcanzar su fase imperialista,

aunque se produjo según el nivel de desarrollo alcanzado por dicho sistema en cada país.

Un aspecto importantísimo a considerar acerca de la emigración del campo a la

ciudad en Cuba, durante la segunda mitad XIX, fueron la abolición de la esclavitud y los

efectos determinantes que en este sentido tuvieron las guerras y la reconcentración.

Algunas cifras indican que este movimiento demográfico coincidió con la emigración

hacia las ciudades, especialmente las capitales provinciales, en parte como defensa de la

población rural o de ciudades pequeñas, en parte por causa de la orden de

"reconcentración" dictada por Weyler para vaciar el campo de Cuba de toda población que

pudiera solidarizarse con los patriotas..."81

Los cambios en la distribución territorial y tipos de población de Cuba, que

comenzaron a manifestarse entre 1862 y 1899, resultan muy significativos si tenemos en

cuenta que el país no dejó de ser predominantemente agrícola.

El posible aumento de la población urbana en Cuba, en detrimento de la rural, no

puede atribuirse, como en otras regiones del mundo, a un desarrollo industrial en las

ciudades que lo estimulara. Las industrias básicas del país por sus características, aun

cuando experimentaron un proceso de concentración y centralización, no contaron con un

81 Le Riverend, Julio. Historia Económica de Cuba. Ed. R., La Habana, 1971, p.492.

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Cuadernos de Trabajo

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desarrollo que absorbiera un considerable monto de población como fuerza de trabajo que

explique esos desplazamientos. Hay que tener en cuenta, además, que tanto la industria

azucarera como la tabacalera han dependido y dependen de la producción agrícola.

Por otra parte es sabido que sólo la industria tabacalera estaba ubicada en las

ciudades y que su incremento de trabajadores fue relativo, pero muchos tabacaleros se

vieron en la necesidad de emigrar hacia los Estados Unidos por la situación general del

país y de crisis de la industria que provocó la falta de empleo a lo largo del período.

Desde 1869 se estaba produciendo la emigración de los tabaqueros, siendo un

fenómeno de mucha importancia para la historia general de Cuba, pues si, de un lado, los

emigrantes constituyeron el principal apoyo para las actividades revolucionarias

libertadoras en los Estados Unidos, de otro, contribuyeron eficazmente al establecimiento

de una industria tabacalera capaz de competir con la de Cuba, como sucedió en efecto,

gracias a la presencia de cientos de obreros y administradores cubanos especializados".82

La industria azucarera, enclavada en zonas rurales, tuvo necesariamente que

fomentar y nuclear nuevos poblados, que contribuyó a un determinado grado de

urbanización y generó además una vida económica complementaria e indispensable para

su propia existencia, profundizando con ello la división del trabajo en la sociedad cubana;

"...la concentración de ingenios en ciertas zonas produjo un movimiento demográfico que

tendía a crear, junto al mercado formado por las dotaciones de los ingenios, un mercado

urbano de alguna importancia".83

Los cambios que se operaron en la estructura agraria con la expropiación y

desposesión de la tierra como consecuencia económica de la inversión de capital, sobre

todo extranjero, y político-militar, de los efectos de la guerra y la reconcentración, tuvo

necesariamente que lanzar a la proletarización a una cuantiosa masa del campesinado

cubano. Sin embargo el análisis quedaría incompleto si se limita al factor económico, la

explicación el decrecimiento de la población rural se encuentra también en el aspecto

social, pues en la segunda mitad del siglo XIX se produjo el cambio social más importante

de nuestra historia bajo el colonialismo, con la abolición de la esclavitud.

Aun bajo las condiciones coloniales, el impacto que provocó el tránsito de la

esclavitud moderna al capitalismo, o lo que es lo mismo del esclavo al hombre libre que

podía vender su fuerza de trabajo en un insuficiente y estrecho mercado, tuvo

necesariamente que incrementar de manera considerable el ejército de desempleados, a la 82 Ibidem, pp. 489-490. 83 Ibidem pp. 304.

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Cuadernos de Trabajo

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par que profundizó la separación de la ciudad y del campo que venía produciéndose y, con

ello, la división social del trabajo.

Como reflejo y manifestación del desarrollo económico-social desigual de las

regiones del país se pueden apreciar diferencias en la distribución de la población, según

fuera rural o urbana en sus seis provincias.

Salvando las diferencias ya señaladas de los censos en cuanto al criterio manejado

para la población urbana, la tendencia que se observa en la evolución de la población rural

es de incremento en Pinar del Río y Camagüey y descenso en las restantes provincias. En

la región más occidental, en 1862 el 86,4% de su población residía en los campos y en

1899 ascendió al 87,1%. En el caso de la provincia agramontina el incremento de la

población rural entre un censo y otro es más notable; en 1862 registró el 45,1%, elevando

la proporción en 1899, al alcanzar el 59,7%.

Un análisis más digno de consideración para determinar el verdadero peso que en

cada momento censal tuvo la población rural de las distintas provincias, es el cotejo de sus

respectivas proporciones con la que presentó el país en general como media.

Ya fue señalado que en 1862 el 67,9% de la población de Cuba residía en los

campos. Las provincias que sobrepasaron esta cifra fueron Pinar del Río, con la mayor

proporción (86,4%), Matanzas (73,7%), Las Villas (72,2%) y Oriente (71,7%). Y ello se

explica porque son éstas las regiones que contaron con un mayor peso de la agricultura con

destino al comercio exterior, o sea tabaco, azúcar y café; aunque en las provincias de Las

Villas y Oriente existió una explotación agropecuaria más diversificada que la presentada

por Pinar del Río, con el tabaco y el azúcar y Matanzas, especializada en el sector

azucarero.

Las proporciones de la población rural de La Habana y Camagüey, estuvieron por

debajo de la media que representó Cuba en 1862. La Habana registró el 56,4%, ello se

debió fundamentalmente al peso que tuvo la población de su ciudad, como centro histórico

de atracción demográfica. Por su parte, Camagüey contó con la proporción más baja de

todo el país, con el 45,1% de población rural; tal comportamiento obedeció al tipo de

explotación predominante como fue la ganadería en grandes extensiones de tierra, que no

requirió de la fuerza de trabajo que demandaban los cultivos de los cuales dependían las

demás provincias, incluyendo la propia Habana en su interior, fuera de la capital.

A finales del siglo XIX las proporciones mayores a la media nacional fueron

registradas por Pinar del Río, con la mayor cuantía de su población en las áreas rurales

(87,1%), por la característica del cultivo del tabaco de concentrar una considerable fuerza

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Cuadernos de Trabajo

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de trabajo en los campos; y las provincias centro-orientales, o sea Las Villas (60,4%),

Camagüey (59,7%) y Oriente (66,8%), con un menor desarrollo que las restantes de

occidente.

Una baja muy sensible de la población rural lo registró La Habana en el período de

estudio. Si bien en 1862 contaba con el 56,4% en los campos, en 1899 sólo tenía el 22,6%

en ciudades de más de 1000 habitantes, constituyendo la proporción más baja de todos los

tiempos y regiones del país. Ello responde no sólo a la histórica migración espontánea

hacia la capital, sino también al desarrollo que provocaron los efectos de la guerra y la

reconcentración, al trasladarse de forma masiva y por la fuerza a la población rural a la

ciudad.

También la provincia de Matanzas registró una baja muy significativa por la misma

razón. En 1862, cuando aún era la mayor productora azucarera contó con una de las

proporciones más altas, la segunda del país, al registrar el 73,7% de sus habitantes en los

campos. En cambio, en 1899, la población matancera considerada como rural, comprendía

el 48,3% lo que constituía, esta vez, la segunda más baja de Cuba.

Distribución de la población rural en 1862

Es curioso observar el comportamiento de la población rural materializado en las

proporciones similares compartidas entre las fincas y establecimientos rurales e

industriales, donde se producía para el mercado exterior, con fincas destinadas a la

producción para el mercado y consumo interno.

La mayor parte de la población rural estaba concentrada en los sitios de labor

(16,6%), que eran fincas con producciones para la subsistencia, y en los ingenios (16,4),

donde se producía para el comercio internacional. Seguidas de éstas estaban las vegas

(8,9%), productoras del tabaco de exportación y las estancias (8,7%) que eran pequeñas

fincas de producción agrícola para el consumo directo de la población.

Otras que compartían proporciones casi similares de población eran las haciendas

(2,6%) y los cafetales (2,4%). Los potreros absorbían el 6,7% de la población de Cuba. En

los otros establecimientos (1,6%) y otras fincas (0,9%) se alcanzaron las menores

proporciones.

En Pinar del Río, la mitad de todos sus habitantes estaban ubicados en vegas

(49,7%), resultando la mayor concentración poblacional registrada en todas las provincias

y tipos de fincas en 1862; ello se explica por su gran dependencia de la producción

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Cuadernos de Trabajo

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tabacalera en función del mercado, sobre todo externo. En segundo lugar, en cuanto a

monto poblacional, estaba la población de los ingenios con el 13,5%; lo que denota una

especialización por zonas de azúcar, en Bahía Honda y Guanajay, y tabaco, en Pinar del

Río y San Cristóbal, que fueron las cuatro jurisdicciones que formaron la provincia.

Como complemento de estas poblaciones de Pinar del Río, ubicadas en fincas con

producciones para el mercado externo, los habitantes de los sitios de labor, que producían

para el consumo directo, absorbían el 12,3% de la población pinareña. Los potreros, donde

se desarrollaba la producción agropecuaria, aglutinaban en 5,5% de los habitantes de la

provincia. Seguida de la población de estas fincas, las ubicadas en haciendas absorbían el

2% y en los cafetales el 1,6%. En otros establecimientos rurales (1,1%) y en otras fincas

(0,6%) se registraron pocos habitantes.

En la provincia de La Habana, el mayor monto de población rural se localizaba en

los sitios de labor con el 18,5%; con esta proporción superó la media nacional; es de

suponer que la concentración poblacional de la ciudad y la provincia demandaba de la

producción agrícola para el consumo lo que activaba el mercado interno.

Seguida de ésta, la población habanera de los ingenios alcanzó el 8,1%. Los

habitantes de los potreros y las estancias alcanzaron el 4,5% respectivamente. Aunque

baja, fue significativa la proporción alcanzada por la población de los cafetales (2,5%), ya

que superó la de Cuba. En los otros establecimientos (0,7%), otras fincas (0,2%) y las

haciendas (0,1%), la población alcanzó muy bajos niveles. En las vegas (0,06%) fue

insignificante el número de habitantes.

Matanzas alcanzó la más alta proporción de habitantes en ingenios del país con el

43,4%; es evidente que la producción azucarera de la región, que era la más alta del país,

demandaba una cuantiosa masa de población como fuerza de trabajo. La unión de estos

establecimientos agromanufactureros con los sitios de labor, como su complemento, se

hizo patente en esta provincia. Estos sitios, dedicados a la producción agrícola para la

subsistencia, alcanzaron el 18,7% de su población, superando la del país.

La población de los potreros de Matanzas alcanzó el 5,6%; y, en los cafetales, se

registró el 2%. En otros establecimientos (2%) y otras fincas (1,5%) se computaron

proporciones mayores que la media del país. En las haciendas (0,3%) y las estancias

(0,1%) fue insignificante el número de pobladores.

Como manifestación de una mayor diversificación productiva en el sector

agropecuario, las proporciones de la población de Las Villas excedieron a las de la media

nacional en ingenios, haciendas, potreros, sitios de labor y en otros establecimientos

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rurales. En los ingenios, la población villareña alcanzó una de las altas proporciones del

país, con el 21,2%, superada sólo por Matanzas.

En los sitios de labor y los potreros se registraron las mayores cifras de Cuba; los

sitios contaron con el 24,7% y en los potreros el 13,6%. Las estancias abarcaron el 4,2%,

las haciendas contaron con el 3,5% y las vegas el 3,1%. Fue insignificante el número de

habitantes en los cafetales (0,1%) y en otras fincas (0,8%).

La mayor cantidad de población rural de Camagüey se ubicaba en los potreros

(11%), donde se explotaba preferentemente la ganadería, y las estancias (10,2%) para la

producción agrícola con destino al consumo interno. En las haciendas, fincas con una

producción pecuaria predominante, se alcanzó la más alta proporción de población de este

tipo de predio en todo el país (8,8%); en otras fincas también se obtuvo el mayor

porcentaje de todas las provincias (3,3%). La población de los ingenios no fue muy

numerosa (9,5%) y resultó poco significativa cuantitativamente en vegas (1,6%), sitios de

labor (1%) y otros establecimientos (0,9), siendo prácticamente inexistente en los cafetales

(0,007%).

Una de las mayores concentraciones de la población rural en todo el país se

produjo en las estancias de Oriente (31,8%), al alcanzar el mayor porcentaje en este tipo de

predio, superada sólo por la proporción que alcanzara la población de los ingenios

matanceros.

Sin embargo, el número de habitantes en los sitios de labor orientales no fue tan

relevante (10,2%). Por su parte, en las haciendas, existió un monto poblacional por encima

de la media nacional (5,7%), superado sólo por la de estos predios en Camagüey.

Casi la mitad de toda la población de la provincia de Oriente se ubicaba en estos

tres tipos de fincas, donde se producían los renglones agrícolas con destino al consumo

interno, todo ello denota la existencia de un número considerable de campesinos que

explotaban la tierra bajo diversas manifestaciones de posesión, así como también de

trabajadores agrícolas que vendían su fuerza de trabajo bajo diferentes formas de pago.

En las vegas de Oriente se alcanzó un porcentaje de población por encima de la

media nacional (14,1%), superado sólo por Pinar del Río, y es que la producción tabacalera

se llevaba a cabo, fundamentalmente, en estos dos territorios del país.

La más alta proporción de población en cafetales del país (6,0%) y la más baja en

potreros (2,7%) se ubicó en Oriente. Fueron significativas por superar la media nacional,

las poblaciones de otros establecimientos (2.2%) y otras fincas (1,0%).

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Distribución de la población según raza y condición en los distintos tipos de

fincas y establecimientos rurales e industriales en 1862. La población blanca, con

relación a otros grupos, fue mayoritaria en los sitios de labor (13,1%), vegas (5,5%),

estancias (4,2%), potreros (3,8%), haciendas (1,5%), otros establecimientos rurales

(1%) y otras fincas (0,6%). Aunque hubo una cierta cantidad en los ingenios (3%) y

cafetales (0,3%), la preponderancia en estos dos últimos predios la tuvo la población "de

color".

Los mulatos y negros libres no tuvieron un peso importante dentro de la población

rural. Aunque estuvieron presentes en todos los tipos de fincas, el mayor número se

registró en vegas (2%) y sitios de labor (1,7%). No fue significativa su presencia en

potreros (0,6%), ingenios (0,5%), cafetales (0,3%, otros establecimientos (0,2%) y otras

fincas (0,1%).

Los emancipados también fueron registrados en todos los predios pero en una

cuantía insignificante; en los ingenios se localizó el mayor número de ellos (0,1%).

Los esclavos predominaron en los ingenios (12,7%) y en los cafetales (1,9%), lo que

posibilitó que en estos establecimientos rurales para la producción con destino al consumo

exterior, fuera mayoritaria la población formada por mulatos y negros. La presencia de los

esclavos se evidenció también, aunque a un nivel discreto, en los potreros (2,3%), sitios de

labor (1,8%) y vegas (1,3%). Fue insignificante el número de ellos en estancias (0,5%),

haciendas (0,4%), otros establecimientos (0,3) y otras fincas (0,2%).

Etnicidad y Condición de la Población Rural de Cuba y sus Provincias

La población rural de Cuba en 1862, abarcó, como ya vimos, el 67,9%. Los habitantes

blancos en los campos constituían el 38,5% de la población total, resultando mayoritarios

si tenemos en cuenta que los mulatos y negros absorbían el 29,3%; de estos últimos, sólo el

7,6% eran libres, el 0,2% emancipados y el 21,5% eran esclavos.

Así como ya fue estudiado, la suma de esclavos de Cuba abarcaba el 27,1% del

total de la población, podemos llegar a la conclusión de que la esclavitud, para esta fecha,

era más bien una institución rural; sólo el 5,5% se ubicaba "en poblaciones". Sin embargo,

no puede decirse que fuese enteramente azucarera, el 12,7% o sea, menos de la mitad del

de esclavos del país estaban en los ingenios, aun cuando reconozcamos que resultó el tipo

de predio que absorbió la mayoría, el conjunto de las demás fincas contaban con el 8,8%

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restante de los esclavos rurales, lo que resultaba la tercera parte del total de esclavos

existentes en Cuba en esa fecha.

Para el análisis de cualquier aspecto de la población de Pinar del Río hay que tener

en cuenta que, en 1862, contó con el más alto porcentaje en los campos (86,4%); por lo

que no sólo en el total de la población rural sino también en su comportamiento racial y de

su condición, superó en todas las variables a las proporciones de Cuba que representan la

media para el estudio a nivel regional.

Casi la mitad de la población pinareña ubicada en los campos estaba formada por

blancos (48,5%), resultando la mayor concentración de este tipo de habitantes en todas las

provincias del país.

El número de negros y mulatos de Pinar del Río también fue notable, absorbía casi

las dos quintas partes del total de la población de la provincia con el 37,9%. De igual

forma podría decirse en cuanto a los esclavos, al reportar el 28,2%. Tanto en el total de la

población "de color" como en los esclavos en particular, sólo fue superada por Matanzas.

Los emancipados también sobrepasaron la media nacional con el 0,3%. Una de las más

altas proporciones de negros y mulatos libres, alcanzadas en los campos a nivel provincial,

fue registrada en Pinar del Río con el 9,5%, superada en este sentido sólo por Oriente.

La Habana, con una de las cifras relativas más bajas del país en cuanto a población

rural (56,4%), alcanzó una de las más altas en lo que se refiere a los blancos en los campos,

con el 39,3%, por encima de la media del país. Lógicamente, el 17,1% restante estaba

formado por mulatos y negros; de éstos el 14,9% eran esclavos; sólo el 0,2% eran

emancipados. El 2% eran "de color" libres, registrando con ello una de las proporciones

más bajas en este tipo de población de todas las regiones.

Matanzas alcanzó uno de los más altos porcentajes en población rural (73,7%).

Aquí se concentró la mayor cantidad de negros y mulatos con el 42,9%. Entre ellos

predominaron los esclavos, al abarcar el 40,7%, dichas proporciones resultaron las

mayores del país en cada uno de estos tipos de poblaciones; los emancipados comprendían

el 0,3%; los mulatos y negros libres abarcaban el 1,9%, constituyendo la cifra relativa más

baja de todas las regiones.

Las Villas, que también contó con un número considerable de habitantes en los

campos (72,2%), registró una de las más altas proporciones de blancos con el 43,1%

dentro de su población rural. La población "de color" absorbió el 29% restante, siendo la

mayoría esclavos, los que sobrepasaron la media nacional con el 21,8%; los mulatos y

negros libres registraron el 7% y los emancipados el 0,2%.

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Cuadernos de Trabajo

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Camagüey contó con la menor cantidad de población rural del país (45,1%), la

mayor parte estaba compuesta por blancos con el 27,2%; los negros y mulatos abarcaban el

17,8% restante, resultando mayoritarios los esclavos con el 14,4%, no obstante fue la cifra

más baja de esclavos del país; los "de color" libres absorbían el 3,2% y los emancipados el

0,2%.

La población rural de Oriente en 1862 que abarcó el 71,7%, tuvo como elemento

característico la concentración de mulatos y negros libres, al registrarse el 21,6%,

resultando la mayor proporción de todas las regiones; ello contribuyó también a que se

alcanzara uno de los más altos porcentajes de población "de color", al absorber el 36,6%,

superada sólo por Matanzas. Oriente fue la provincia donde hubo la menor cantidad de

emancipados del país (0,03%). Los blancos alcanzaron el 35,1%.

Conclusiones

En Cuba la población rural fue predominante durante la segunda mitad del siglo XIX. Las

provincias que registraron una proporción mayor que la media nacional fueron, en 1862,

Pinar del Río, Matanzas, Las Villas y Oriente; y, en 1899, Pinar del Río, Las Villas,

Camagüey y Oriente.

La población rural acusó una disminución en 1899 con relación a 1862. Es de

reconocer que la diferencia tan marcada entre un año y otro puede obedecer a la diversidad

de criterios manejados en los censos para la enumeración de la población. Sin embargo, es

probable que la realidad histórica responda a esa tendencia.

En la migración del campo a la ciudad incidió fundamentalmente los efectos de la

guerra y la reconcentración.

A pesar de que la mayoría de los esclavos de Cuba en 1862 se encontraban en las

áreas rurales, la población libre y blanca era la que predominaba en los campos. El alto

porcentaje de población rural de Pinar del Río en 1862 fue la causa de que las proporciones

de todos los tipos de poblaciones, según raza y condición, estuvieron por encima de las

registradas por Cuba. Además de esta provincia, las proporciones de población rural que

sobrepasaron la media nacional por regiones, según estos indicadores fueron, en cuanto a

los blancos, La Habana, Las Villas y Oriente; "de color" libre, Oriente; emancipados,

Matanzas y Camagüey; y, esclavos, Matanzas.

La mayor parte de la población rural de Cuba en 1862 estaba ubicada en los sitios

de labor, ingenios, vegas y estancias.

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Cuadernos de Trabajo

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Las proporciones de población rural que sobrepasaron la media nacional, según los

tipos de fincas por regiones, se registraron en ingenios, en Matanzas y Las Villas;

cafetales, La Habana y Oriente; haciendas, Matanzas, Las Villas, Camagüey y Oriente;

potreros, Las Villas y Camagüey; vegas Pinar del Río y Oriente; sitios de labor, Matanzas

y Las Villas; estancias, Camagüey y Oriente; otras fincas, Matanzas, Camagüey y Oriente;

y, otros establecimientos, Matanzas, Las Villas y Oriente.

Como se ha podido apreciar, el estudio de la población rural, a través de las

estadísticas censales, resulta un complemento indispensable para el análisis de su

comportamiento histórico. Las tendencias que se observan en su evolución no son nada

despreciables, aun cuando estén dadas por censos que presentan diversidad en cuanto al

criterio adoptado para su enumeración.

Las diferencias en las distintas regiones, con relación a la mitad que se observan en

las distintas regiones, con relación a la media que representaba la del país, denotan la

diversidad del nivel de ruralización en las mismas, acorde con su también desigual

desarrollo económico-social.

Bibliografía

Armildez de Toledo. Noticias estadísticas de la Isla de Cuba en 1862. Dispuestas y

publicadas por el Gobierno. Capitanía General y Real Hacienda, 1864.

Departamento de la Guerra. Informe sobre el Censo de Cuba. 1899. Imprenta del

Gobierno. Washington, 1900.

Le Riverend, Julio. Historia Económica de Cuba. Ediciones R., La Habana, 1971.

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Cuadernos de Trabajo

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La formación de las regiones históricas en Cuba

Una propuesta de periodización

Parte ll

HERNÁN M. VENEGAS DELGADO

Cuadernos de trabajo Instituto de investigaciones Histórico-Sociales

Universidad Veracruzana

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Cuadernos de Trabajo

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Índice

Segunda Parte

Presentación V. Elementos para la definición de una región histórica: comercio minorista en el Valle Central, siglo XIX. María de los Ángeles Meriño Fuentes VI. Agua, Medio Ambiente y Sociedad en la Habana Colonial. Rolando García Blanco. VII. Camagüey en la Lucha de Liberación Nacional (1952-1958) Francisco Luna Marrero.

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Cuadernos de Trabajo

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Presentación El presente cuaderno de trabajo constituye una recopilación de textos tocantes a ciertos

aspectos eminentemente metodológicos y estudios de caso de la historia regional de

Cuba. Desde 1995 a la fecha el Instituto de Historia de Cuba y, en particular, uno de sus

investigadores, Hernán Venegas, vienen impulsando y animando un Grupo de Trabajo

sobre historiografía regional latinoamericana. Las sucesivas reuniones en La Habana

han juntado a estudiosos de diversas procedencias y especialidades en un ambiente de

discusión fructífera y, sobre todo, formativa, en cuanto a lo que en materia de estudios

regionales se investiga en nuestros países latinoamericanos. Gran parte de los materiales

se encuentran publicados en revistas especializadas así como en las Memorias

respectivas de los encuentros, aunque lamentablemente, dada la falta de tiempo y de

recursos, haya ponencias que no puedan ser debidamente divulgados y discutidos.

Es indudable que, desde los años 80 a la fecha, estamos asistiendo a algo así

como la “primavera de las regiones”. No se trata sólo de la crítica a la historia nacional

escrita desde el centro, o sea, desde la perspectiva del Estado nacional, machacando en

posiciones de un nacionalismo patriotero y desfasado, obviando los matices y

especificidades que se presentan, a su debida escala, en cada uno de nuestros países,

sino de una reflexión de mucho mayor alcance: la revaloración de nuestras propias

nacionalidades en tanto ciudadanos de países que no pueden ser reducidos a simples

entes homogéneos, pretendiendo que el estereotipo predomine por sobre la diversidad

cultural. El regionalismo no pone, o no debería de hacerlo, en tela de juicio la existencia

de las unidades nacionales, todo lo contrario, en estos momentos de fuertes tendencias

globalizadoras el rescate de los elementos locales y regionales ayudan no sólo a

redefinirnos en tanto ciudadanos de nuestros países, sino a interpretar, en función de los

valores e idiosincrasias nativas, esas tendencias que tanto han tendido a enajenar

nuestras conciencias. Aquí, no obstante, deberíamos hacer algunas de observaciones que

resultan pertinentes para el resurgimiento y desarrollo de los regionalismos

contemporáneos.

El regionalismo como respuesta a la globalización.- En diversas ocasiones

hemos recalcado la importancia que tiene la historia local y regional así como los

estudios regionales ampliamente entendidos. Una pregunta que habría que hacerse es

por qué tal interés ha cobrado aliento en los marcos de los procesos globalizadores

contemporáneos. Como sabemos estos procesos han estado marcados por coyunturas

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Cuadernos de Trabajo

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económicas (tal es el caso de la crisis de los años 80), y políticas, con la crisis del

Estado benefactor y el hundimiento del orden socialista y, ni que decir tiene, la

espectacular revolución electrónica que, por un lado, haría tabla rasa de las diferencias

culturales y, por otro, acercaría a individuos y pueblos de regiones antípodas mostrando

precisamente sus especificidades históricas y culturales. A esta paradoja se agrega otra:

el desarrollo de la tecnología no sólo no ha modificado, al menos hasta ahora de manera

masiva, las estructuras mentales, sino que ha propiciado precisamente lo contrario con

el (re)surgimiento de tradiciones y costumbres casi olvidadas, los radicalismos

religiosos rescatados de los supuestos “basureros de la historia”, los auges del

nacionalismo en muchas regiones, etc. Aspectos, en fin, algunos de ellos positivos en

cuanto afirman y redefinen las tradiciones y aportaciones culturales de los pueblos, y

otros, decisivamente negativos, que tratan de imponerse por la fuerza: sea sembrando

los valores de la “democracia” a punta de cañonazos, sea librando “guerras santas”

mediante la práctica del terror y el amedrentamiento.

Microhistoria e historia regional.- Tomando en cuenta esta situación

ambivalente surge un segundo aspecto con relación a la forma de abordar los

fenómenos regionales. Hemos insistido en múltiples ocasiones en la diferencia entre

microhistoria e historia regional propiamente dicha en sus diversas manifestaciones

socioespaciales (localidad, provincia, región, estado, ciudad, municipio, etc.).

La microhistoria nos evoca una historia total aplicada a un ente local

ontológicamente concebido, es decir, el estudio regional en cuanto sujeto activo de su

devenir en el tiempo y en el espacio. Es el análisis de la región en cuanto es, no sólo en

relación a sí misma sino con respecto de la nación de la que forma parte y el mundo. En

México el ya clásico libro de Luis González, Pueblo en vilo, es un exponente pionero de

esta perspectiva. San José de Gracia es un lugar que se explica en función de sí mismo

independientemente de las circunstancias externas que lo rodean. Los hechos acaecidos,

el mito, la leyenda, la literatura, las creencias, las mentalidades y, lo que es muy

importante, la geografía en su sentido amplio (y no sólo a un nivel de mera escala

espacial) se yuxtaponen en ese ser vital y actuante, en donde el sentimiento de identidad

rebasa el mero análisis científico y pretendidamente racional.

La historia regional propiamente dicha, al menos las principales tendencias

historiográficas que se presentan con ese nombre, nos remite al estudio de la región

(lugar, localidad, provincia, etc.) como objeto de análisis. En este caso se trata de ver

cómo ciertos fenómenos generales, analizados científicamente, se comportan en la

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Cuadernos de Trabajo

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escala espacial investigada; así tenemos una historia económica regional (vgr. las

modalidades del proceso de desarrollo capitalista en la región “X”), la historia política

regional (las especificidades de la Revolución Mexicana en el estado “Y”) o bien la

evolución demográfica en el poblamiento de las regiones “de colonización”. Al igual

que la microhistoria, se trata de un análisis desde dentro de la región, aunque en tal

análisis predomine la perspectiva instrumentalmente concebida.

Ambas concepciones no se excluyen de ningún modo. La región sujeto

(ontológicamente concebida, en el caso de la microhistoria) o la región objeto

instrumentalmente concebida para fines más de investigación científica, son

perspectivas metodológicas que deben de completarse y apoyarse a fin de

comprendernos mejor a nosotros mismos no sólo con relación a lo que somos sino a

cómo y por qué somos, enriqueciendo a la vez las disciplinas de conocimiento de las

que partimos en nuestros análisis.

Regionalismo y nacionalismos.- En cuanto a la perspectiva ontológica hay otro

aspecto que me gustaría destacar. Es el relacionado a la transición del regionalismo al

nacionalismo, si de la conformación de los países latinoamericanos se trata. Muchos

trabajos de historia parten de la premisa de la existencia de las naciones desde una

perspectiva intemporal, aún desde antes de que surgiera el sentimiento nacionalista

moderno. Esto significa que poseemos una idea a priori de la nación elaborada desde el

presente. Todo parecería que la idea de México preexiste para los tiempos de

Quetzalcoatl, de Cortés, de Hidalgo, del siglo XX. No cabe, pues, la existencia de un

sentimiento regionalista previo a las independencias nacionales o bien que tales

sentimientos han quedado soterrados bajo el peso de los nacionalismos actuales. Los

orígenes intelectuales de muchos nacionalismos latinoamericanos partieron

precisameÿÿe de concepciones ÿÿÿÿlóÿÿcaisde l estemarcaciones virreinales hispanas,

postuladas sobre tos, por los Jesuitas, cuyas raíces familiares provenían de regiones, en

ese entonces periféricas, del norte de la Península Ibérica. ¿De esto se deduciría que una

concepción ontológica regional puede derivar en un sentimiento nacionalista? ¿En qué

momento la microhistoria de San José de Gracia se convertiría en la primera historia

nacional de ese municipio en el supuesto caso de que en el futuro se independice de

México? No hay respuestas para estas preguntas, sin embargo, su mera formulación no

debe de echarse en saco roto. Los nacionalismos recientes en muchos lugares del mundo

son un claro ejemplo de que, a final de cuentas, los pueblos, independientemente de la

forma que asuman (sea entes nacionales, regionales, grupos étnicos, comunidades

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Cuadernos de Trabajo

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religiosas, etc.) están en un continuo proceso de cambio en el cual, muchas reacciones

colectivas pueden darnos sorpresas muy desagradables. Las sociedades regionales

pueden definirse como abiertas o como cerradas, una u otra opción pueden llevarnos a

situaciones y conflictos que bien podemos lamentar en el futuro; los estudios regionales

pueden ser así base para el diálogo y el entendimiento entre los pueblos o bien fuente de

discordias; estos son aspectos que no debemos de perder de vista en ningún momento.

Así pues, el rescate de la historia local y regional en la coyuntura actual puede

ser un arma de dos filos: o bien valoramos lo propio como una aportación a una

humanidad que se merece un destino más digno conforme a los valores que se ha

propuesto o bien, justificamos la barbarie fundamentalista independientemente del signo

ideológico y manifestaciones políticas que ésta asuma.

Conscientes de estos extremos nos hemos decantado precisamente por el estudio

de nuestras raíces regionales y locales, hemos estudiado la historia de nuestro terruño,

del viejo solar, no sólo como una aportación a la construcción de la nación en su

conjunto, sino en una perspectiva ontológica, la de indagar y reflexionar en nuestro ser

(universal), en nuestras especificidades. A estos fines apunta la publicación de los textos

cubanos que ahora presentamos en esta edición de Cuadernos de Trabajo.

En el marco de una ya añeja tradición de colaboración académica entre Cuba y

México, ofrecemos este volumen compuesto por una serie de textos escritos por

nuestros colegas cubanos. Hemos divido la edición en dos partes. La primera está

dedicada a cuestiones metodológicas e historiográficas de la historia regional cubana. El

Cuaderno abre con un artículo de Hernán Venegas en donde se muestra una panorámica

de la historiografía regional cubana en el contexto latinoamericano. En el mismo corpus

del texto se ha incluido, en calidad de postscritum, otro artículo del mismo autor que

aborda temas metodológicos en relación a la periodización de la historia regional de

Cuba, retomando una serie de elementos presentados en la primera parte del artículo que

le da nombre al texto en su conjunto. Un segundo trabajo Historia regional y los

estudios sobre la mujer: reflexiones para una estrategia conjunta de Raquel Vinat de

Mata nos llama la atención sobre los estudios regionales en relación a otro de los

grandes temas, hasta hace poco relegados, en la reflexión histórica: el estudio de género

en el contexto del análisis regional. En la misma línea metodológica presentamos el

trabajo La importancia de la lingüística para los estudios regionales de Sergio Valdés

Bernal, que como el título indica, trata de resaltar el valor metodológico de la lengua en el

análisis regional. Un cuarto artículo de esta primera parte La población rural de cuba a

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Cuadernos de Trabajo

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finales del siglo XIX, de Orestes Gárciga nos presenta la pertinencia del análisis

demográfico en relación a las actividades económicas en las décadas finales de la Cuba

del periodo colonial.

La segunda parte de este volumen presenta algunos estudios de caso

relacionados con el Oriente de Cuba: Elementos para la definición de una región

histórica: comercio minorista en el Valle Central, siglo XIX, de María de los Ángeles

Meriño Fuentes, y La Habana: Agua, medio ambiente y sociedad en la habana colonial

de Rolando García Blanco. Ambos trabajos se sitúan en la perspectiva instrumental

anteriormente indicada si se refiere a la historia económica y a la medioambiental.

Finalmente presentamos un análisis de las repercusiones de un hecho nacional en un

entrono regional concreto, o sea, el de la Revolución Cubana en la provincia de Camaguey

bajo la autoría de Francisco Luna Marrero.

Historiografía, género, economía, literatura y la historia nacional volcada a un

entorno regional se dan cita en este volumen a fin de mostrarnos una parte, por cierto

mínima, pero harto significativa de los estudios regionales en Cuba. Esperamos con

esto, no sólo difundir el conocimiento generado en otras universidades de América y, en

especial, de los países que conforman el Mediterráneo americano, con quienes

compartimos además de mares y costas, historia y cultura, sino tal vez lo más

importante: generar debates sobre las problemáticas regionales, tanto en lo que atañe a

su pasado como a su actualidad, tarea ingente a la que invitamos a toda aquella persona

interesada en estos temas.

Joaquín R. González Martínez

(Xalapa, Ver. mayo de 2006)

Elementos para la Definición de una Región Histórica: Comercio Minorista en el

Valle Central, Siglo XIX.

María de los Ángeles Meriño Fuentes.

Oficina del Historiador de la Ciudad de Santiago de Cuba

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Cuadernos de Trabajo

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A fines del siglo XVIII se producen en la Jurisdicción Cuba, parte oriental de la isla del

mismo nombre, hondas transformaciones económicas, la lenta acumulación de capitales

encuentra su detonante gracias a una serie de eventos políticos que derivan hacia la

llegada de inmigrantes de la vecina isla de Saint-Domingue. El sistema productivo

implementado hasta ese momento cambia, se opera en menos de dos décadas (1794 –

1817) una transformación mental que hará capitalista al hatero.84 Estos cambios ocurren

en el espacio geográfico del Valle Central, y en las serranías que circundan a la ciudad

de Santiago de Cuba, capital de la jurisdicción.

Definida como una subregión geográfica, conocida también como corredor San

Luis - Guantánamo, el Valle Central es una ancha depresión que se extiende desde el

valle superior del Cauto hasta la cuenca de Guantánamo. Limita al sur con las

estribaciones de las Cordilleras del Turquino, la Sierra de Boniato y la Cordillera de la

Gran Piedra, y por el norte con las estribaciones de la Sierra de Nipe y las alturas de

Baracoa.85 Su relieve es ondulado, predominan las colinas y sierras aisladas, las laderas

de sus montañas son suaves, lo cual facilita el cultivo.

Sus suelos, sobre todo hacia la depresión central del Valle, son arcillosos del tipo

Palmarito, familia de los arcillosos Habana. En las alturas se encuentran áreas

pedregosas y de gravas. La proporción de tierra cultivable en relación con el área total

duplica el promedio nacional, todo el Valle es una excelente zona de cultivo. Se haya

además comprendido dentro de la llamada zona manganesífera de oriente.86

Hacia este espacio comienza un acelerado proceso de poblamiento, y de

explotación agrícola, que lo convierten a finales del siglo XIX en la zona con mayor

densidad de población y más intensamente explotada de la, para ese entonces, provincia

de Santiago de Cuba.

Gracias al auge de la economía azucarera las grandes haciendas de crianzas son

demolidas, las poderosas familias santiagueras, como los Hechavarría Lleonar, los

Portuondo, Castillo, Duany, Salazar y otras, miembros de oligarquía local emprenden la

gran aventura económica que significa la fundación de ingenios. El avance de la caña de

azúcar, desplaza a cultivos tradicionales como el algodón, las tierras llanas y fértiles del

Valle Central son ocupadas por ingenios, que a diferencia de sus similares de la región 84 Olga Portuondo Zúñiga. Santiago de Cuba desde su fundación hasta 1868. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1996. P. 85. 85 Leví Marrero. Geografía de Cuba. La Habana, Talleres Tipográficos Alfa, 1951. p. 618. 86 Ibidem.

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Cuadernos de Trabajo

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centro occidental de la isla, donde el despliegue técnico es notable, basaran su

rendimiento en las grandes áreas cultivadas y en el empleo de más fuerza de trabajo

esclava.

Los censos y padrones que se realizan en estos años informan de la

preponderancia de la población esclava sobre la libre, esta ultima constituida

generalmente por vegueros dedicados al cultivo de la hoja de tabaco. Para que se tenga

una idea del impacto demográfico provocado por el auge azucarero podemos decir que

entre en 1820 la población esclava creció en 15 120 individuos con respecto a la

existente en 1810, mientras que la libre creció solo en 9 118 en el mismo periodo.87

El núcleo de población rural más importante del Valle Central durante la primera

mitad del siglo XIX, es Morón a seis leguas de la ciudad. Tuvo su origen en un curato

de monte establecido por disposición del obispo Gerónimo Valdés en 1716 bajo la

advocación de San Nicolás de Bari. En 1756 se asentaban en el territorio del curato

veinte ingenios, otras tantas vegas de tabaco y dos corrales de cerdos, sus cortas rentas

no habían permitido la edificación de iglesia, el sacristán no tenía residencia fija “sino

donde encuentra albergue y sustento. Celebra en altar portátil cuando no se haya en

alguna ermita de las cuatro que hay en el distrito de su curato.88

Para 1796, según un padrón realizado por el sacristán Tomas Francisco Espino,

el curato estaba habitado por 1 425 negros esclavos entre los siete y 50 años.89 Estos se

distribuían en 48 ingenios, 58 hatos, 48 corrales, y en 218 vegas y estancias. Aclaramos

que en este último tipo de propiedad y explotación agraria existía una importante

población libre pero no es recogida en el citado padrón.

En el primer decenio del siglo XIX Morón es uno de los partidos más extensos

de la jurisdicción. En 1823 el capitán del partido informa detalladamente sobre la

población y la riqueza agrícola del territorio. Los esclavos eran aproximadamente 3 357

individuos, predominaban los hombres, nada extraño dado el tipo de actividad

productiva que se realizaba en cafetales e ingenios. Se contabilizaban en todo el

territorio seiscientas familias, a la mayoría se le consideraba de escasa fortuna; el

partido tenía tres núcleos rurales el poblado de Morón, Jagua y la hacienda San Miguel

87 O. Portuondo. Ob. Cit. pp 150-151. 88 Pedro Agustín Morell de Santa Cruz. La visita eclesiástica. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985 p. 117. 89 Archivo Nacional de Cuba (ANC) Gobierno Superior Civil. Leg. 490, # 25152 Padrón del curato de Morón realizado por el sacristán Francisco T. Espino, recoge solo a los esclavos pues los dueños se incluyeron en el padrón de la ciudad.

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de Jutinicú. En ellos se concentraban algunos cientos de vegueros, que sostenían una

significativa producción tabacalera calculada en 1 498 tercios. San Miguel de Jutinicú

era el ingenio más importante con una dotación de más de 180 esclavos, 90 caballerías

de tierra y una producción de 1 300 panes de azúcar.90 Hasta la sexta década del siglo

XIX Morón goza de preeminencia, realzada por la construcción de una iglesia que en

1851 es descrita como una edificación airosa de madera con dos torres y cementerio

anexo. En 1868 al estallar la guerra es un pueblo en decadencia, los vegueros son

expulsados por los dueños de los terrenos, lo que provoca una crisis en la producción de

alimentos. Las autoridades militares ubican allí una enfermería, aprovechando el

paradero de la línea férrea de Sabanilla.

Al finalizar la guerra algunos colonos intentan levantar nuevamente el poblado

pero todo fracasa, al extremo de que la iglesia es desmantelada, trasladándose a Dos

Caminos y Alto Songo, nuevos poblados, los pocos objetos litúrgicos que quedaban.

Morón es a partir de ese momento solo un paradero del ferrocarril y el punto donde, un

afortunado comerciante, establece su tienda mixta.

El paulatino crecimiento de la población rural, del cual Morón es solo un

ejemplo, influye de manera decisiva en el trazado de la red de caminos, serventías y

veredas, 91 también sobre el proceso de creación del mercado interno. Por los factores

apuntados tenemos que las características de este mercado son afines a las de toda

región con bajo nivel de desarrollo capitalista, donde la agricultura se especializa en la

producción, con mano de obra esclava, de azúcar y café para la exportación, lo cual

limitara la oferta de toda una gama de productos que tienen que ser sustituidos con las

importaciones.

Mercado Interno y Sistema de Distribución: de Pulperías y Pulperos

A finales de la década de los 20 diversos informes de los capitanes pedaneos de los

partidos rurales de Guaninicum Lleonard, Guaninicum, y Güira se refieren al comercio

de sus respectivos territorios como inexistente, “los frutos los conducen sus dueños a

Cuba de donde retornan los víveres y demás enseres”, “de la capital se traen los víveres

90 ANC. Caballerías de tierra en explotación 2 290. Yuntas de bueyes 573. Caballos 1 026. Mulas 363. Esclavos varones 2 822 hembras 655. Quintales de café 3 799. Panes de azúcar 107 491. Botijas de miel 22 200 Cargas de aguardiente 9 626. Tercios de tabaco 1 498. Familias de toda clase 666. 91 Marías de los Ángeles Meriño Fuentes. “La red de caminos entre Santiago de Cuba y el Valle Central: 1800-1868”. En Revista Del Caribe, Santiago de Cuba, # 36, pp 70-79.

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que se consumen”, decía otro “el comercio es ninguno pues cada hacendado carga las

salazones y ropas ordinarias para el consumo de sus haciendas”.92 Claro que se están

refiriendo básicamente a un comercio al por mayor, donde las haciendas son las

unidades consumidoras, sin tener en cuenta a las cientos de familias asentadas en

estancias y vegas.

Las autoridades coloniales no estimularon la puesta en práctica de un sistema de

distribución de mercancías en función de los productos locales, como maíz, viandas,

animales de corral. En los pocos núcleos de población del Valle Central no se realizan

ferias ni días de mercados, pues todo fluye hacia el mercado urbano en la capital

jurisdiccional. De este modo la necesidad de adquirir mercancías importadas: ropas,

utensilios domésticos, y algunos comestibles, cuya demanda crece durante las

frecuentes crisis de alimentos consecuencias de los periodos de secas, huracanes y

temporales que azotan la región, se satisface en las tiendas mixtas o pulperías. A

continuación expondremos los aspectos más destacables de este singular negocio.

Aún cuando no disponemos de un estudio detallado sobre el sistema productivo

de las estancias agrícolas, sobre sus peculiaridades y real peso en el suministro de

alimentos tenemos varios indicios que nos permiten suponer que ni vegas ni estancias

suplen la demanda local de alimentos. Por ejemplo 1852 y 1856 fueron años de escasez

de frutos “grande a la par que lamentable es la que se nota en nuestro mercado, se

quejaba un periodista local, principalmente de plátanos, artículo de tan indispensable

como general consumo, escasez que sólo podemos atribuir a la apatía y poca previsión

de nuestros labradores que nada o muy poco siembran”93

En 1856 ante la contingencia el gobernador del Departamento Oriental emite una

circular donde recuerda otra de 1842 que disponía la siembra de plátanos, yucas,

boniatos y demás especies de viandas de consumo, por parte de los vegueros,

estancieros y demás labradores.94 Por supuesto que las autoridades sabían que era

necesario asegurar una fuente estable de abasto para la ciudad y de autoconsumo para la

misma población rural. Pero el asunto era mucho más complejo y pasaba por las formas

de apropiación de la tierra, por los conflictos entre dueños de predios y los

arrendatarios.

92 ANC. Gobierno General. Legajo 490, # 25155 y 25156. 93 El Redactor. Santiago de Cuba, 23 de julio de 1852, p. 2. 94 El Redactor. Santiago de Cuba, 11 de julio de 1856, p. 2.

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Otro indicio nos lo aporta el bajo índice de tierras cultivadas en relación con la

extensión total de las fincas. Para que se tenga una idea según un padrón municipal de

1866 los cuarenta y cuatro ingenios enclavados en el partido Jutinicú, empleaban solo

456 caballerías de tierras por supuesto ocupadas por cañaverales en su mayor parte,

dejando libre 2 059 caballeras, de las cuales obviamente descontamos los terrenos

montuosos. El mismo padrón nos informa de la existencia de 616 estancias en el partido

de Enramadas con una extensión promedio de ½ caballerías de tierras, laboradas por

785 trabajadores libres, 107 esclavos, más 92 colonos residentes en dos colonias de 12

caballerías de tierras cada unas, esto nos da unas 320 caballerías aproximadamente en

producción.95 El comercio al por menos, mediante las pulperías o tiendas mixtas, tiende

a rebasar los limites de la ciudad, convirtiéndose en un negocio rural, tal como lo podía

ser un cafetal o un ingenio. Desde inicios de siglo XIX se establecen en las entradas de

la ciudad, en las orillas de los caminos, convirtiéndose en punto de encuentro de los

estancieros que para surtirse de mercancías, pocas en verdad, no precisan entran en el

núcleo urbano. Estas pulperías son sistemáticamente vigiladas, y hasta prohibidas por

las autoridades municipales conscientes de que allí se genera un trafico ilícito donde

cimarrones, esclavos urbanos y otros elementos de las capas urbanas, compraban y

vendían los más disímiles géneros.

Por ejemplo, en 1831 el Ilustre Ayuntamiento trata el asunto de las tabernas y

pulperías con intención represiva. La queja la expresa el procurador síndico, que señala

“los perjuicios que resultan a los dueños de ingenios y demás establecimientos rurales

con la permanencia de las tabernas o pulperías en las entradas y embocaduras de los

caminos de la ciudad, como el esclavo saca clandestinamente cuanto puede de las

haciendas de sus amos en la seguridad de encontrar allí su receptáculo en que

venderlo”,96 y la solución que se le ocurre es la de solicitar al gobernado de la plaza que

se “destierren para siempre las pulperías”. Se discute la propuesta y naturalmente no

fueron “desterradas” las pulperías, se adopto el acuerdo de reglamentar su

funcionamiento mediante un sistema de visitas y un impuesto municipal, llamado

“derecho de tiendas”.

La pulpería desempeño un importante papel en la cadena distribución consumo,

especie de almacén - venduta, será la base que sostiene el comercio minorista interior.

95 Archivo Histórico de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Santiago de Cuba (AHOCCSC) Padrón de fincas rústicas de los partidos de la Jurisdicción de Santiago de Cuba, 1861. 96 AHOCCSC. Libro de Actas Capitulares # cabildo del 7 de febrero de 1831.

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Es fácil seguir su huella por toda la ciudad y por los partidos rurales de la jurisdicción

Cuba. De que era un negocio floreciente da fe el siguiente dato, en la década del 40 se

crean en Santiago de Cuba treinta y ocho sociedades en comanditas, de ellas veintiocho

relacionadas directamente con el mercado interno: panaderías, cordonerías, y seis

pulperías.97

Tenemos información igualmente de los vendedores ambulantes que recorrían

esos partidos. Este tipo de comercio había sido prohibido tempranamente, desde las

ordenanzas de Cáceres, cuerpo legal que rigió la vida municipal cubana desde el siglo

XVI. Allí se prohibía la salida de los llamados recatones, que iban a “vender al campo,

vino, cañamazo y lienzo y otras cosas” vendiéndolas a “negros y estancieros, y

mayorales, los cuales pagan en cueros, sebo y casabe, y otras cosas de los hatos y

estancias de sus amos”, la pena era “perder todo lo que así llevare a vender, con otro

tanto, lo cual sea la quinta parte para el denunciador y el juez que lo sentenciare por

mitad y las otras partes para el arca del consejo de esta villa”.98 Muchos años después de

esta prohibición, que de seguro no fue muy respetada, las arcas de la ciudad de Santiago

de Cuba se nutrían de un impuesto llamado de vendedores ambulantes, la matricula

recogía tanto a los que ejercían en la ciudad como a los que se aventuraban por los

campos.

La matrícula que hemos consultado abarca de marzo de 1843 hasta septiembre

de 1845, y registra 58 inscripciones.99 La proporción de mujeres es bien significativa,

son el 48 %, de ellas el 22 % eran esclavas “echadas a ganar” por sus amos o amas. La

mayoría de los matriculados declara que se dedicara a la venta de ropas, mercancía muy

demandada y ligera, algo muy importante para esta modalidad de trafico comercial,

peligrosa por demás ya que implicaba desandar por unos caminos en muy malas

condiciones y acechados por bandoleros.

El vendedor ambulante debió ser, a nuestro juicio, un perfecto conocedor de la

red de serventías y veredas, y uno de su más frecuente usuario ya que la movilidad de la

población rural es casi nula en las condiciones coloniales donde el control

gubernamental era sumamente estricto. Este hombre o mujer, que llevaba en sus 97 Karina Fontecillas Matos. Las sociedades encomanditas y anónimas en Santiago de Cuba 1800-1868. Trabajo de diploma Universidad de Oriente, 1991). 98 Ordenanzas para el cabildo y regimiento de la villa de la Habana y las villas y lugares de esta isla de Cuba que hizo y ordenó el ilustre Sr. Dr. Alonso Cáceres, oidor de la dicha Audiencia de la ciudad de Santo Domino, visitador y juez de residencia de esta Isla. En Hortensia Pichardo. Documentos para la historia de Cuba. Tomo I. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977. pp. 116 –117. 99 AHOCCSC. Gobierno Municipal de Santiago de Cuba. Colonia. Matrícula de los vendedores ambulantes de la ciudad de Santiago de Cuba y sus partidos rurales. 1843-45.

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cabalgaduras, mulos seguramente, toda una gama de mercaderías, telas, zapatos, y

prendas de plata, era también el portador de noticias, rumores y comentarios en un

ámbito donde reinaba la transmisión oral por encima de la impresa. Su número

disminuye mientras aumenta el número de establecimientos comerciales abiertos,

aunque nunca desapareció del todo.

Ahora tomando como fuente la matrícula general de comerciantes de la ciudad

de Santiago de Cuba abierta en septiembre de 1833 hemos podido reconstruir el ritmo

de crecimiento que tienen las pulperías y con ellas el internamiento de mercancías por

los partidos rurales entre dicho año y 1867.100 Para facilitar nuestro estudio hemos

divido en dos periodos estas inscripciones. En el primero período de 1833 a 1852

contabilizamos mil ochenta inscripciones, de ellas ciento sesenta y cinco son

comerciantes que declaran como sitio de operaciones puntos de los partidos rurales de la

jurisdicción. De estos, treinta y tres establecen sus pulperías en lugares del Valle

Central: Morón, Guaninicum Lleonard, San Andrés, Corralillo, Ti Arriba, Maroto,

Enramadas y otros, casi la misma cifra de los establecidos en Mayarí Abajo partido

rural limítrofe de esta subregión.

Palma Soriano desplaza a Mayarí en la cantidad de establecimientos, por una

razón de tipo administrativa ya que en 1859 aproximadamente Mayarí Abajo es

incorporado a la Jurisdicción de Holguín. Pero también es de señalarse el peso propio de

este partido de Palma Soriano ubicado en los límites de la jurisdicción de Jiguaní con la

cual tiene una importante relación a través del cuartón de Contramaestre.

Si bien entre 1833 y 1849 la matrícula aporta datos sobre la especialidad de los

comercios rurales en el segundo periodo se declara genéricamente tienda o pulpería

mixta, lo cual esconde toda una gama de servicios no declarados, ya que una tienda

mixta puede vender efectos de ferreterías sin que su dueño declare dicha intención y sin

inscribirse como ferretería.

El aumento paulatino, pero sostenido de la población libre, debido a la

persecución de la trata, pero sobre todo al bajo poder de capitalización de los

hacendados santiagueros que les impide la compra de negros bozales y al final los

convierte en vendedores de esclavos para la región occidental, posibilita la existencia de

un sector con expectativas de consumo y con cierto poder adquisitivo. Lamentamos que

nuestra historiografía no haya todavía asumido el estudio de salarios, precios de los

100 AHOCCSC. Cuadernos 1 y 2 de los comerciantes de la ciudad de Santiago de Cuba y sus partidos rurales, 1833-45 y 1852-67.

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artículos de primera necesidad, niveles de vidas, que nos permitan conocer de manera,

aunque sea aproximada, los niveles de vida y las potencialidades como consumidores de

la población.

En el segundo periodo, 1853-1867, percibimos una tendencia a la consolidación

de la red de establecimientos minoristas, que refleja la estabilidad del mercado interno

que se ha creado en menos de veinte años. Sí bien hacia 1865 van disminuyendo las

inscripciones, esto no lo asociamos directamente a la crisis económica que por esos

años comienza a manifestarse en la región, eco de la crisis mundial de los finales de los

años 50. Aunque están comprobados los serios efectos que producen en la jurisdicción

la crisis de 1856-57, como la fuerte dependencia de los productores azucareros y

cafetaleros criollos a los comerciantes refaccionistas catalanes.101 Creemos que se ha

producido una saturación, los establecimientos dispersos por toda la geografía habitada

del Valle Central cubren de una u otra forma la demanda de la población rural.

En sentido general la tienda mixta es un negocio bastante estable, que varia de

dueños y en ocasiones de ubicación, por ejemplo alguien compra una tienda y la

traslada hacía un punto más conveniente ya sea por que la población es más numerosa o

para acercarse a las vías de comunicaciones, pero que permanece en su función de surtir

a los habitantes rurales de mercancías. Es común que las tiendas mixtas se conviertan en

lugares de referencia en los itinerarios de caminos, en puntos de descanso o de

agrupamientos cuando se trabaja en la composición de los caminos, y por supuesto allí

se avituallan las cuadrillas de peones camineros y trabajadores vinculados a las obras.102

Podemos tener una idea de cómo eran estas pulperías o tiendas mixtas gracias al

inventario realizado en 1866 en dos de estos establecimientos situados uno en Calabazar

y el otro en Gran Piedra, cuartón de San Andrés partido rural de Jutinicú. Sus dueños

eran dos catalanes, uno de ellos fallece, y el otro, Francisco Fabregas socio principal, se

apresura a correr los trámites de intestado.

101 Oscar Abdala Pupo. “La producción azucarera en el Valle Central y en el resto de la jurisdicción santiaguera (1832-1868)” En Revista Santiago, Universidad de Oriente, mayo agosto de 1999, # 87. 102 Esteban Pichardo. Caminos de la Isla de Cuba. Itinerarios. II Tomos. Imprenta Militar, La Habana, 1865. En los itinerarios encontramos frecuentes menciones a las tiendas como puntos de referencias, por ejemplo en el camino de Guantánamo a Santiago de Cuba menciona ocho tiendas, entre ellas la de Pedro Cutié, que es la única que cita por el nombre de su dueño. Este comerciante, de origen valenciano, se había establecido en 1848 en el poblado de Dos Bocas. Aun en 1869 permanecía al frente de una pulpería pero en el paradero del ferrocarril en el caserío de El Cristo, donde era juez de paz. Todavía hoy (2002) la tienda de Cutíe existe en el poblado de Dos Bocas con la misma función de expendio de alimentos a la población.

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102

Veamos como funcionaba la sociedad: Fabregas, como socio principal, residía

en Santiago de Cuba y contrataba los suministros con los almacenes mayoristas. El otro,

Juan Walls, se trasladaba a la ciudad a fin de mes para depositar el dinero recaudado,

pasar balance y conducir las pequeñas cargas de azúcar, ceras, tabaco en rama, que se

acopiaban en las dos tiendas, productos que servían a los socios para amortiguar los

créditos que se contraían con los almacenes. Presumiblemente algunos de estos

productos como la cera y el tabaco debieron funcionar como monedas de cambio entre

los pulperos y los estancieros y vegueros de la zona, también llamo la atención sobre la

función de intermediarios que realizan los “pulperos” y que posiblemente no sea este

caso una exención.

Los socios llevaban relación detallada de las cuentas o créditos de más de treinta

clientes fijos, entre ellos el ingenio Trinidad, en vales que asentaba también en un libro.

Empleaban dos dependientes, uno de los cuales era carpintero, albañil y panadero, pues

cada tienda tenía un horno de pan.

El inventario de mercancías pone en evidencia una oferta bien limitada de

productos alimenticios, hay fideos, bacalao ingles, sardinas de Nantes, manteca y aceite

catalán, sal, garbanzos, frijoles y arroz. Esto lo podemos achacar quizás a una pésima

gestión de suministros pues el puerto santiaguero recibía semanalmente importantes

cargamentos de alimentos provenientes de España, Europa y los Estados Unidos

(manteca y carne de puerco, cebollas, papas, tasajo)103

En otro extremo nos llama la atención el amplio surtido de bebidas alcohólicas,

desde el ron criollo hasta champán francés, hay cerveza inglesa, vino catalán, ginebra,

anisados y otros. Es evidente que el expendio de bebidas era una “especialidad de la

casa” sobre todo en la tienda de Calabazar, donde se describe una construcción de

guano situada al otro lado del camino frente al establecimiento “abierta por sus costados

como para baile, su suelo macho”.104 No dudo que este local era el sitio perfecto para la

socialización de los campesinos, allí se entonarían los cantos guajiros y se bailaría al

son del punto cubano, quizás también se celebraban las gustadas peleas de gallos, Con

esto agregamos, a la función de aprovisionamiento que rendían las pulperías, la de

constituirse en espacio social, donde se mezclaban negros libres y blancos sin tantas

103 Jorge Abdala Franco. “El tráfico marítimo por el puerto de Santiago de Cuba 1858-68”. En Revista de Estudios de Historia Social y Económica de América, Universidad de Alcalá, # 13, 1996, pp. 403-426. 104 Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC) Juzgado de Primera Instancia, Legajo 444, # 6.

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ceremonias, como sucedía en las ciudades debido a las rígidas normas de segregación

racial y social existentes.

Volviendo a las pulperías de los catalanes, el inventario recoge un surtido

completo de vasijas de barros: bacinillas, platos hondos y llanos, ollas, tinajas, jarros y

platos de lata; otros avíos como sogas, esteras y jabas de yarey; tejidos como percal,

coleta y listados; espejos y peines, aguas de colonia, y jabones de Castilla. Ambas

tiendas estaban a la orilla del camino, y son descritas como edificaciones sólidas, una

completamente de tablas de cedro, con techos de tejas, sus pisos de tablones de

Demajagua, la otra de guano y más chica pues tenía los mostradores en las puertas de

modo que el cliente no accedía al local.105

Pero no es raro que estos pulperos catalanes estén establecidos en este lugar, pues los

naturales de Cataluña son mayoría en el ejercicio comercial 106 tanto en la ciudad como

en el campo.. Es más que evidente el monopolio español sobre el comercio en general,

pero dentro de esta tendencia el predominio catalán se impone, la participación de

cubanos esta casi al mismo nivel que la sus colegas de origen europeo y americano.

El segundo periodo se comporta aproximadamente igual en cuanto al peso de los

comerciantes españoles en general, aunque los catalanes son en estos años el 38 % que

comparado con el 64 % anterior da una baja sensible. Los naturales de Santiago de Cuba

aumentan, y si los sumamos a los del resto de la Isla nos da un 37 % lo cual

indudablemente refleja un cambio en una actividad económica a la cual los criollos

tuvieron muchas dificultades para acceder.

Una aguda observación realiza en 1846 Agustín de la Tejera y Baxo sobre el

carácter monopolista y el intercambio tan desigual que caracteriza este tipo de

comercio. Arremete contra la poca calidad de las mercancías que ofertaban las

pulperías, y los precios elevados de estas, afirma que los vegueros terminaban

sometidos al monopolio de los tenderos, pues cada cosecha era comprometida de ante

manos.107 Años después la situación continuaba siendo la misma, en 1865 dos

hacendados de la jurisdicción de Guantánamo, limítrofe con el Valle Central, denuncian

a “la tienda cobra de antemano al estanciero su escasa cosecha vendiéndole a plazo y a

105 Ibídem. 106 Jordi Maluque de Motes. “La formación del mercado interno en condiciones coloniales la inmigración y el comercio catalán en las Antillas españolas durante el siglo XIX”. En Revista Santiago # 66, 1988, p. 89. 107 Agustín de la Texeja y Baxo. “Santiago de Cuba a principios del siglo XIX”. En Del Caribe, # 13, pp. 90-105.

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precios muy subidos lo que necesitan o quieran comprar”,108 para ellos este sistema era

una de las causas de la miseria del campesinado de la región.

Después de la Guerra: de Pulpería a Bodegas

Todo parece indicar que las pulperías fueron objetivos de guerra. Como se ha dicho sus

dueños eran mayoritariamente catalanes, y muchas de estos se destacaron por su ardor

integrista, de ahí que los cubanos insurrectos consideraran estos establecimientos en el

rango de objetivo militar. Así fue como sufrieron los mismos ataques que haciendas de

crianzas, ingenios azucareros, cafetales, y poblados.

Muchos abandonan lo cruces de caminos, y se instalan al abrigo de las

guarniciones militares sobre todo en pueblos como Dos Caminos y San Luis que se

originan por esos años de guerra. Una breve revisión del libro registro de industria y

comercio de la ciudad de Santiago de Cuba y de los partidos rurales de Jutinicu,

Enramadas, Palma Soriano y Yaguas entre 1878 y 1881 nos brinda cifras

importantes.109

Partido rural Cantidad de bodegas Poblado o caserío donde se

ubicaban

Jutinicú 61 Songo, Ti arriba, Dos

Caminos, Morón

Enramadas 56 San Luis, Dajao, La Luz.

Yaguas 9 Mayarí Arriba, El Ramón,

Yaguas.

Palma Soriano Cauto Baire, Concepción. Fuente: Libros matricula de industria y comercio del ayuntamiento de Santiago de Cuba, 1878-81. Elaboración propia.

Un dato significativo, que también encontramos en la citada matricula, es la

existencia de muchas cantinas en los ingenios que han podido mantenerse produciendo

azúcar a pesar de la guerra. Así en los ingenios San Luis, Songuito, Mejorana, Victoria

y Perseverancia se combinan las bodegas, las cantinas y los puestos de carnes, esto nos

108 AHPSC. Gobierno Provincial. Legajo 88, # 38. 109 AHOCCSC. Libro matrícula de Industria y Comercio del Ayuntamiento de Santiago de Cuba, 1878-81.

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indica la presencia de fuerza de trabajo libre, puede que sean ex esclavos, braseros y

otros trabajadores, potenciales y de hecho efectivos consumidores. También en las

colonias cañeras encontramos estos establecimientos.110 Con la desintegración del

sistema esclavista y la paulatina irrupción del trabajo libre dentro del cerrado mundo de

la plantación, muchos dueños y administradores se percatan de las ventajas que tendrían

al situar en los predios de sus fábricas de azúcar dichos establecimientos. De ahí data la

sujeción del obrero agro industrial a las tiendas de los centrales, convirtiéndose en

norma que los pagos de los jornales se realizaran en vales o fichas que solo tenían valor

de cambio en la “jurisdicción” de cada central. Ante las quejas muchos dueños y

administradores alegaron la falta de moneda fraccionaria para realizar sus pagos y

continuaron la abusiva práctica.111

Evidentemente las antiguas pulperías, ahora llamadas bodegas, han dejando de

ser solitarias referencias en los caminos, entran de lleno en la vida semi urbana de los

poblados que han surgido al calor de la guerra. Allí son una opción más entre las ofertas

de servicios que precisan y demandan los habitantes, como las barberías, las herrerías,

los billares y cafetines. Por supuesto que estos comerciantes y propietarios de

establecimientos, entre los que no falta alguna que otra mujer, se convierte en miembros

de la élite local. Ellos son los electores clasificados por sus ingresos, tienen derecho,

más si son españoles, a votar para la elección de concejales, diputados provinciales y a

las cortes metropolitanas.

El comercio interior, que genera y se sostiene por esta red de pulperías y

bodegas de campo, satisfaciendo en gran medida las necesidades de la población rural,

contribuye a dotar a la región del contenido social que hace que el espacio deje de ser

categoría geográfica para ser hábitat. El Valle Central, amplio espacio geográfico,

evoluciona como región histórica cuando este mercado interno que llega y ensancha así

las áreas habitadas, estimulado por procesos complejos como las guerras de

independencia o la disolución del sistema esclavista. A la par se va articulando un

sistema de comunicación y transporte por vía férrea pero también por caminos de

tierras, veredas y serventías, auxiliares del “desarrollo” muy a tono con la presencia del

hombre y de su trabajo de transformación y de conquista del medio, produciendo los

110 Ibídem 111 Fe Iglesias. Del Ingenio al Central. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, p. 67.

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llamados espacios vitales de que nos habla el teórico Jacques Apriles.112 La

organización de esta espacio, más allá de las sucesivas divisiones administrativas, de los

constantes cambios de limites entre capitanías, partidos rurales y alcaldías de barrio,

pasa por la existencia de una formación social determinada, en este caso una sociedad

colonial donde el hecho de emplear la mano de obra esclava marca de manera decisiva

las relaciones entre las razas, y signa las peculiares relaciones entre la burguesía insular

y la metrópolis. De ahí que pueblos y caserío convivan con zonas de resistencias como

los palenques de cimarrones en las montañas y los asentimientos de cultivadores sin

tierras en terrenos realengos.

Al finalizar el siglo XIX, en los límites del Valle Central se ha formado en mi

opinión una región histórica, que llamaría San Luis- Dos Caminos- Alto Songo. Sin un

centro aun definido por mí, pero con características comunes: presencia de población

libre de color, que con el tiempo daría lugar a un campesinado, con alto nivel de

mestizaje, desarrollo tardío de la concentración y centralización azucarera. Región

receptora de inmigrantes, lo mismo procedente de España, específicamente de las Islas

Canarias, como de otras regiones vecinas: Jiguaní y Bayamo por ejemplo.

Esperan por esfuerzos investigativos trabajos que describiendo analicen y

narrando expliquen, sobre el aprovechamiento de las aguas, sobre las relaciones

familiares, sobre el proceso de concentración azucarera. Estudios sobre estos pueblos

que he mencionado aquí más de una vez, sobre las estructuras demográficas, sobre los

ex esclavos que permanecen en los campos y fundan la nación junto al desposeído

labrador blanco, y al inmigrante isleño. Hace más de treinta años estos temas fueron ya

indicados por historiadores como Juan Pérez de la Riva y Julio Le Riverand,113 seria

justo cumplir ese mandato y enriquecer de esa forma la historia regional, que no es más

que contribuir desde abajo a la historia de la nación toda.

112 Jacques Apriles. “Las formaciones espaciales” en La ciudad como bien cultural. Instituto colombiano de Cultura, Santa Fe de Bogotá, 1994, pp. 69-101. 113 Juan Pérez de la Riva en el ensayo La implantación francesa en la cuenta superior del Cauto, señalaba la necesidad de hacer estudios sobre el aprovechamiento agroindustrial del agua en un país como el nuestro, esto fue a fines de los años 60 del siglo XX. Ver El barracón y otros ensayos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, paginas 361-433. Pos su parte el profesor Le Riverend insistía en la importancia de realizar estudios sobre la historial rural de Cuba, decía “Tengo la impresión – simplemente eso, impresión, porque no domino la historia de la parte oriental de Cuba- de que la colonización rural y la urbanización es uno de los problemas más complejos y de más interés por su diversidad en nuestra historia nacional o general profunda”. Ver Variaciones sobre el mismo tema: historia nacional e historia regional. Trabajo leído en el I Encuentro de Historiadores locales e investigadores de la Cultura. En Del Caribe, # 6, 1986, pp. 90-98.

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Agua, Medio Ambiente y Sociedad en la Habana Colonial

Rolando García Blanco

Museo Nacional de Historia de las Ciencias

“Carlos J. Finlay” La Habana

En La Habana de mediados del siglo XIX, y a pesar de la permanente lucha por el

adecuado suministro del agua, ni los dos acueductos, ni los 895 aljibes y los 2 976

pozos existentes en 1846, alcanzaban para abastecer en cantidad y calidad las crecientes

necesidades de una ciudad, cuya población ascendía ya a unos 100 000 habitantes.114

Ante tan apremiante situación, el Capitán General de la Isla, José Gutiérrez de la

Concha, procedió a crear en 1852 una Comisión destinada a estudiar y proponer la

solución más adecuada, para presidir la cual nombró al, por entonces Coronel de

Infantería y Comandante del Real Cuerpo de Ingenieros, D. Francisco de Albear y

Fernández de Lara, natural de La Habana y con un brillante expediente profesional,

quien desde 1848 había estado a cargo de la Dirección Facultativa de Obras en la Real

Junta de Fomento.115

Para realizar el análisis de las aguas fue designado como auxiliar de la Comisión

el Sr. José Luis Casaseca, Director del Instituto de Investigaciones Químicas de La

Habana, quien en su Informe, presentado el 20 de junio de 1852, llegaba a la importante

conclusión de que los manantiales de Vento debían tener distinto origen que el río

Almendares, y que sus aguas eran casi tan buenas como las del Sena, en Francia.116

El Proyecto de Conducción a la Habana de las Aguas de Vento.

Ahora bien, no fue hasta 1855, en que una segunda Comisión, presidida también

por Francisco de Albear, acometió la realización de profundos estudios geológicos e

hidrológicos, los cuales arrojaron como resultado la certeza de que los referidos

manantiales de Vento, ubicados a 11 km. de la bahía de La Habana, resultaban la opción

más favorable para garantizar el suministro de la capital. Así, el 25 de noviembre del 114 Alonso, Eladio Elso: “La Zanja Real: primer acueducto de La Habana”, En: Ciudad y Territorio, No 63-64, Madrid, pp.41-46. 115 García Blanco, Rolando: “Francisco de Albear: un héroe de la ciencia”, En: Debates Americanos, No 4, La Habana, julio-diciembre de 1997, pp.143-144. 116 Casaseca, José Luis: “Informe sobre los análisis de las aguas del Almendares y de Vento”, En: Memoria sobre el Proyecto de conducción a la Habana de las aguas de los manantiales de Vento, redactada por D. Francisco de Albear y Lara, Imprenta del Gobierno y Capitanía General por S. M., Habana, 1856, Apéndices, p.23. (En lo adelante, las referencias a este texto se identificarán como: “Memoria”.- Nota del Autor).

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mencionado año, Albear elevó al Capitán General, Gutiérrez de la Concha, la Memoria

sobre el Proyecto de conducción a la Habana de las aguas de los manantiales de

Vento.117

Dicha Memoria comenzaba por analizar la posibilidad de utilizar los 2

acueductos existentes, mediante la realización de obras que permitiesen ampliar el

suministro de agua. En tal sentido, tras analizar una por una las diversas variantes

posibles, las va descartando por sus implicaciones técnicas, así como por el elevado

costo económico, concluyendo que no se lograría, en ninguno de los casos, una mejoría

sensible en la calidad del agua, lo cual arrojaba como resultado la necesidad de

acometer la construcción de un nuevo acueducto.

Con respecto a la elección de Vento como fuente de suministro, la propia

captación presentaba serias complejidades técnicas, atendiendo a las características del

terreno donde se encontraban los manantiales, a su ubicación en las cercanías del río

Almendares, muy por debajo de su nivel, por lo cual éste los cubría durante sus

crecidas, y a la dificultad adicional de que los principales manantiales se encontraban en

la orilla opuesta de La Habana y en el fondo de una cañada, obligando a la conducción a

pasar por debajo del su cauce.118 Sin embargo, la variante de Vento presentaba ventajas

muy favorables, que fueron expuestas en la Memoria de referencia, tales como: la cota

sobre el nivel del mar a una altura de 41,194 m., la cantidad de agua disponible

calculada en unos 120.000 m3/día, y su calidad.119

Es de destacar la profesionalidad de Albear, demostrada en los estudios

realizados, donde a partir de sus experiencias obtenidas en Europa y de las realidades

existentes en Cuba, formuló de forma creativa las propuestas, como evidencian sus

cálculos para la dotación de agua de la capital. Así, para las necesidades particulares,

proyectó unos 70 litros diarios por persona, alrededor de 20 más que en varias ciudades

europeas, donde el clima no demandaba tan elevados consumos en bebida y aseo, y que

para las necesidades públicas calculó en 21 000 m3/ día, lo cual ascendía a un total de

42.000 m3/día. Con el objetivo de ejemplificar las ventajas del nuevo acueducto

propuesto, el autor de la Memoria lo comparó con la dotación de otras 17 ciudades del

117 Memoria, p. X. 118 Albear y Fernández de Lara, Francisco de, Documentos relativos al estado del Canal de Isabel II al finalizar el año 1865, Imprenta del Gobierno y Capitanía General por S. M., Habana, 1867, p.7. 119 Un riguroso estudio acerca de la Memoria sobre el Proyecto de conducción a La Habana de las aguas de los manantiales de Vento, se encuentra en el trabajo del Dr. Fernando Pérez Monteagudo titulado: "Valoración científico técnica del acueducto Albear", En: García Blanco, Rolando (coord.): Una Obra Maestra: el Acueducto Albear de La Habana, Editorial Científico Técnica, La Habana, 2002.

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109

mundo.120

Como necesidades adicionales, Albear calculó que para el riego de unas 2.400

ha., a razón de 8 litros por m2 y para el riego simultáneo de 1/4 del área regada, se

requerían 48.000 m3/día, a la vez que para el uso de quintas, sierras, molinos, máquinas

hidráulicas y otros usos, las necesidades ascenderían a 60.000 m3/día, las cuales,

sumadas a las cantidades previstas para consumos particulares y públicos, ascenderían a

102.000 m3/día, destinados a una población de 300.000 habitantes, es decir, 3 veces

superior a La Habana de mediados del siglo XIX, para una dotación global de 340 litros

diarios por persona.

En lo concerniente a la obra de captación de los manantiales en Vento, es de

destacar que la decisión de conducir el agua por gravedad constituyó una de las

particularidades más destacadas del Acueducto de Albear, que permitió, y permite aún

hoy en día, la conducción del agua de forma prácticamente gratuita.

Con respecto al trazado del Canal, un aspecto fundamental consistió en el paso

del río, para el cual el autor del Proyecto comparó distintas variantes, tanto para

determinar el punto exacto, como sus características; en este último aspecto, se decidió

por el túnel bajo el lecho del río, al permitir el adecuado montaje de los tubos del sifón,

su desagüe, inspección y reparación ulterior.121 Para el resto del trazado, Albear realizó

un profundo estudio, tanto de la red hidrográfica como de la topografía del terreno,

comparando variantes, al igual que en los casos anteriores, y efectuando un detenido

análisis de los presupuestos requeridos.

Al valorar el tipo de conducto a utilizar, en la Memoria se propuso el canal

revestido y cubierto, atendiendo a su menor costo con respecto a las tuberías de hierro

fundido, a que no requería de reparaciones periódicas, a las posibilidades de la

ventilación para la calidad del agua, y a las ventajas de tipo sanitarias con respecto a un

canal al descubierto. Por otra parte, al abordar el problema de los gastos y efectuar una

comparación con los acueductos de París, Madrid, New York y Marsella, su autor

consideró a la obra propuesta para La Habana como moderada, atendiendo a las

características de esta ciudad.122

Finalmente, con respecto a la realización de la obra, su autor se manifestó a

favor de adoptar un sistema similar al utilizado por el Canal de “Isabel II” en Madrid,

120 Memoria, p. 45. 121 Memoria, pp. 57-58. 122 Memoria pp. 67-78.

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añadiendo la circunstancia adicional de la existencia de abundante material de alta

calidad, en particular de cal hidráulica, lo que favoreció la posibilidad de utilizar

preferentemente el hormigón.123

Atendiendo a la complejidad en cuanto a la ejecución del Proyecto, y valorando

que los accidentes del terreno obligaban a que el canal de conducción proyectado pasase

a sólo 400 m. de los estanques de los Filtros del Acueducto de Fernando VII, lo cual

permitiría aprovechar sus instalaciones para adelantar la llegada a la capital de aguas de

superior calidad, Albear propuso dividir la obra en dos grandes partes: la primera, desde

la toma de agua en los propios manantiales de Vento hasta los estanques de los

mencionados Filtros, y la segunda, el resto de la conducción.124

El Ayuntamiento habanero acometió de inmediato la publicación de la Memoria,

y más adelante, el 11 de julio de 1856 el Capitán General elevó copias del documento

editado a los Ministros de Gobernación y de Fomento,125 las cuales, de acuerdo con los

procedimientos establecidos, fueron trasladadas para su consideración por la Junta

Consultiva de Caminos, Canales y Puertos, la que sesionó el 17 de noviembre de 1857.

Con posterioridad, el 5 de octubre de 1858 fue rubricado el Real Decreto sobre

conducción a La Habana de las aguas de los manantiales de Vento, en que se aprobaba

en toda su extensión el Proyecto, y se adoptaban las decisiones correspondientes para su

ejecución.

De esta forma se acordaba que el Ayuntamiento de La Habana llevase a cabo los

trabajos por Administración, y que el Gobierno Superior Civil auxiliase a la obra con el

número de emancipados y presidiarios de que fuese posible disponer. Con respecto a los

fondos, entre otras medidas, quedó aprobado el suspender por tres años el pago a la Real

Hacienda por derechos de Zanja y Acueducto de Fernando VII, la imposición de 45

pesos fuertes anuales por cada pluma de agua, así como la posibilidad de que el

Ayuntamiento pudiese abrir un empréstito por 500.000 pesos, si los fondos recaudados

no fuesen suficientes.

Para promover ante las Cortes la aprobación de su Proyecto, el Coronel

Francisco de Albear había sido destinado a la Península desde febrero de 1856, y no

regresaría a la Isla hasta el 5 de enero de 1859; poco después, el 18 de febrero, el

Capitán General Gutiérrez de la Concha emitió el Decreto acerca de la creación del

123 Memoria. pp. 79-86. 124 Memoria. pp. 79-86. 125 Memoria. pp. 80-81.

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Consejo de Administración del Canal de Vento, precisando su integración, y designando

a Albear como Director facultativo y económico de las obras.126

El 31 de mayo de 1863, la Comisión nombrada para inspeccionar las obras del

Canal presentó un Informe al Capitán General de la Isla de Cuba, en el cual se estudiaba

la procedencia de las aguas de Vento, como medio de asegurarse de la constancia de su

caudal y propiedades físicas y químicas. Tras un riguroso análisis geológico, la

Comisión descartó que las referidas aguas procediesen de aguas continentales, y señaló

que todas las evidencias indicaban que éstas provenían de las pluviales que caían "en un

radio de 5 a 6 leguas alrededor de Vento”.127

Comparación de los Proyectos de Acueductos de la Habana y Madrid

Al valorar integralmente el Proyecto de conducción a La Habana de las aguas de los

manantiales de Vento, y establecer un análisis comparativo con la antecesora Memoria

sobre conducción de aguas a Madrid, concebida por los ingenieros Juan Rafo y Juan de

Ribera en 1848, es justo reconocer la influencia de éstos en las concepciones

desarrolladas por Francisco de Albear, evidenciada en sus frecuentes alusiones al

acueducto de Madrid, Así, ambos Proyectos partieron de una estrategia común,

relacionada con el abastecimiento por gravedad de abundantes aguas, capaces de

satisfacer las crecientes necesidades de la población durante un lapso prolongado de

tiempo.

Tanto Rafo y Ribera como Albear, realizaron profundos estudios de las

particularidades de las diferentes fuentes de abasto, a los efectos de proponer la más

adecuada, con la diferencia de que mientras en Madrid se trataba sólo de aguas

fluviales, en el caso de La Habana éstas coexistían con las subterráneas, a la vez que

Albear introduciría además un estudio de la posible utilización de las fuentes de abasto

que ya existían.

Con respecto al los criterios de comparación utilizados en las Memorias de

126 “Cartas del Capitán General José Gutiérrez de la Concha a los Ministros de Gobernación y de Fomento, con fecha 11 de julio de 1856”, En: Ministerio de Educación y Cultura de España, Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid, Sección de Ultramar. Fondo Cuba-Fomento, Leg. 32, Exp. 41, Doc. 6 y 7. 127 “Expediente del Brigadier Francisco de Albear y Fernández de Lara”, En: Archivo General Militar de Segovia (En lo adelante las referencias aparecerán como: “Expediente” - Nota del Autor).

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referencia, puede afirmarse que en general eran similares, pues en ellas se valoraban los

relacionados con la cantidad, la calidad, las distancias, las cotas y las posibles

necesidades energéticas, entre otros. En lo concerniente a la cantidad de agua a

suministrar, existen diferencias significativas entre los Proyectos de Madrid y de La

Habana, pues mientras en el primero de ellos se proponía al río Lozoya, por sobre el

Guadarrama, el Manzanares, el Guadaliz y el Jarama, por tratarse del de mayor cantidad

en estiaje, en el segundo de los casos su autor realizó un cálculo exhaustivo de la

dotación de agua requerida para la capital de la Isla de Cuba.

Por su parte, el factor relacionado con la calidad del agua fue abordado en ambos

Proyectos, aunque mientras Rafo y Ribera analizaron las aguas del río Lozoya

resaltando su elevada pureza, Albear acometió la realización de un estudio comparativo

entre las aguas del río Almendares y las de los manantiales de Vento, para concluir con

la superior calidad de las segundas.

El aspecto relativo al estudio de la variante de bombear el agua desde cotas

bajas, en relación con la posibilidad de la conducción por gravedad, constituye otro

punto de comparación entre los dos Proyectos objeto de estudio. Ahora bien, Albear lo

abordó sólo de forma cualitativa al analizar la posibilidad de filtrar el agua de la Zanja

Real y bombearla, así como cuando evaluó el uso de este recurso para cruzar con las

aguas de Vento el río Almendares, desechándolo por sus elevados costos en los cuales

no se adentró, mientras que los ingenieros españoles sí fueron muy exhaustivos al

respecto, pues calcularon todas las variantes posibles y sus costos respectivos.

En lo referido a la topografía, los dos Proyectos guardan semejanzas, y

coincidieron en la necesidad de realizar una nivelación detallada del trazado. No

obstante, mientras ya en 1848 Rafo y Ribera dispusieron de un plano detallado de

Madrid,128 lo cual les permitió determinar el lugar del Depósito, así como el Proyecto de

Distribución, Albear se vio obligado a hacer nivelaciones específicas en las direcciones

más apropiadas para presentar sus propuestas.

Producto de lo anterior, el ingeniero habanero realizó en 1874 un magistral

levantamiento de La Habana en escala 1:5000, el cual le facilitó, dos años más tarde,

elaborar sus respectivos Proyectos del Depósito y de la Distribución. Es de resaltar que,

mientras Albear estableció como condición preliminar para definir la cota del Depósito

el que el agua llegase a las partes altas de los edificios, pero sin especificar las

128 MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg., 223, Exp., 4, Doc., 10.

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Cuadernos de Trabajo

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características de éstos, los ingenieros españoles fueron más precisos, pues

determinaron una altura media de 50 pies para los terceros pisos de las edificaciones, a

los efectos de calcular la altura requerida con vista al Depósito.

Otros aspectos coincidentes estuvieron relacionados con los análisis acerca del

valor del agua, la posibilidad de su venta y la factibilidad de realización del capital de

construcción, como fuera denominado en el Proyecto de Madrid. De igual forma, en

ambos casos fueron calculados los caudales que podían ser conducidos a través de los

conductos previstos en su trazado y perfil; sin embargo, mientras Rafo y Ribera

manifestaron haberse valido para ello de las fórmulas de Prony y Etelwein, Albear no

precisó dicho detalle.

Por otra parte, al abordar el problema del tipo de conducto a emplear, ambos

Proyectos se manifestaron a favor del canal revestido y cubierto de bóveda, y con

respecto a la forma de ejecución, coincidieron en recomendar que estuviesen a cargo de

los Ayuntamientos, con cierta participación de los propietarios, pero prescindiendo de

empresas privadas, al tratarse, según Rafo y Ribera, del “abastecimiento de un artículo

de primera necesidad”.129

Finalmente, pudiera señalarse que la Memoria de Albear aventajó a la de Madrid

en la constante y detallada comparación de las características del Proyecto habanero con

los realizados en otras grandes ciudades del mundo, aspecto no contemplado por los

ingenieros españoles. No obstante, es justo señalar, que la posibilidad de aventajar en

diferentes aspectos al acueducto de “Isabel II”, estuvo dado por el profundo

conocimiento que éste tuvo de la obra de sus predecesores, la cual fue siempre objeto de

admiración y respeto por el artífice del acueducto de Vento.

Los Proyectos de Depósito y de Distribución del Agua de Vento

Para la precisión de los detalles correspondientes a la segunda parte de las obras,

Francisco de Albear, ascendido a Brigadier del Cuerpo de Ingenieros el 21 de

septiembre de 1876,130 presentó en el propio mes dos Proyectos complementarios: la

Memoria del Proyecto de depósito de recepción y de distribución de las aguas del

129 Rafo, Juan y de Ribera, J. “Memoria sobre la conducción de aguas á Madrid, formada en cumplimiento de la Real Orden de 10 de Marzo de 1848”, En: Antecedentes del Canal de Isabel II: Viajes de Agua y Proyecto de Canales, Canal de Isabel II, Madrid, 1986, p. 97. 130 Op. Cit. p. 111.

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Canal de Vento,131 y la Memoria del Proyecto de la distribución del agua de Vento en

la Habana.132

Con respecto a la Memoria del Proyecto de depósito, Albear analizó

detalladamente la imperiosa necesidad de dicha obra, partiendo de la conveniencia de

garantizar la continuidad del abasto, la previsión del futuro aumento del consumo, así

como las imprescindibles reservas para casos de emergencia. Sin embargo, en lo

referido a su ubicación, ya desde su Informe fechado el 1º de agosto de 1865133 había

reconsiderado la propuesta inicial de ubicarlo en la Loma de Joaquín, contemplada en la

Memoria original de 1855, pues el polo de crecimiento de la población, previsto hacia el

oriente de la ciudad, se había ido desplazando hacia la zona del Cerro, por lo cual, el

punto de la loma del Mazo, denominado como "Cruz del Padre", sería la alternativa

técnica y económica más adecuada.134

Entre sus principales ventajas, la nueva ubicación permitiría obtener una

disminución del trayecto del Canal en su parte final, evitar la compleja construcción de

la "Mina de Incera", así como no tener que atravesar ni el ferrocarril del Oeste, ni el

valle del arroyo Valiente, a la vez que acercaría el depósito al núcleo poblacional que se

abastecería de él. En lo tocante a su capacidad y dimensiones, Albear lo comparó con

los realizados en otras ciudades del mundo, donde se habían visto obligados a conducir

el agua desde lugares distantes y construir depósitos similares, calculando con respecto

a La Habana una reserva de 50 litros por 5 días para 230.000 habitantes, es decir:

57.000 m3.135

Otro aspecto de interés lo constituyó la variante de dividir el depósito en dos

secciones, a los efectos de evitar posibles interrupciones por labores de mantenimiento o

reparación. Finalmente, su autor precisó los pormenores técnicos tanto de los aparatos

de maniobra y de la entrada de agua al depósito, como de los desagües, los edificios y la

cubierta.

131 Expediente 132 Albear y Fernández de Lara, Francisco de: Memoria del Proyecto de depósito de recepción y de distribución de las aguas del Canal de Vento, Habana, septiembre de 1876, En: MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 223, Exp. 10, Doc. 5-10 (En lo sucesivo: "Depósito". Nota del Autor). 133 Albear y Fernández de Lara, Francisco de: Memoria del Proyecto de la distribución del agua de Vento en la Habana, Habana, septiembre de 1876, En: MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 223, Exp. 11, Doc. 1-7 (En lo sucesivo: "Distribución". Nota del Autor). 134 Albear y Fernández de Lara, Francisco de: Canal de Isabel II, Dirección, Habana. 1º de agosto de 1865, pp. 12-13, En: MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 223, Exp. 6, Doc .2. 135 En el mencionado trabajo del Dr. Fernando Pérez Monteagudo se incluye, de igual forma, una valoración científica técnica de la Memoria del Proyecto de depósito y de la del Proyecto de distribución (Nota del Autor).

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Cuadernos de Trabajo

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En lo concerniente al Proyecto de distribución, Albear partió por valorar las

condiciones generales requeridas para el logro de un adecuado servicio de distribución,

señalando como requisitos los siguientes:

"... que en todos los puntos de la ciudad haya, con cierto exceso y a todas

horas, el agua necesaria; que la altura de llegada a cada punto sea

bastante para el servicio particular y para el público; que pueda

acumularse el agua en gran cantidad en los puntos en que ésta sea

conveniente; que la afluencia del agua no sea interrumpida e

intermitente; que sea fácil obtener todos esos resultados con rapidez en

todo momento del día y de la noche; que haya igual facilidad para el

reemplazo o reparación de las cañerías, su carga, su desagüe, el manejo

de las llaves y aparatos, y la vigilancia o inspección de todo su servicio;

y, por último y más principalmente, que la descomposición, falta, o

suspensión de una parte cualquiera del sistema, no impidan el servicio de

las demás". 136

A los efectos de la distribución del agua en la capital, Albear efectuó una

diferenciación entre dos sectores de la ciudad con condiciones distintas: el centro y la

periferia, por lo cual concibió el sistema en dos partes: "distribución interior" y

"distribución exterior".

Así, en lo tocante a la "distribución interior", analizó los problemas relativos a la

cantidad de agua necesaria, la altura (carga) del agua, la altura de los orificios de salida,

el servicio de incendios, el aprovechamiento de las cañerías existentes, la definición del

trazado general, la necesidad y cálculo del diámetro de la cañería conductora, el trazado

del circuito principal, las cañerías transversales, las líneas de carga, los circuitos

secundarios y los pequeños circuitos, la velocidad del agua y la capacidad de la red.137

Ya en lo referido a la "distribución exterior", y tras un detenido estudio de las

mejores alternativas posibles, Albear resumió su propuesta de la siguiente forma:

1a. Aprovechamiento absoluto de las cañerías sobrantes del acueducto de

Fernando 7o.

2a. Formación de un circuito por medio de una cañería de servicio y de conducción

a Jesús del Monte en concurrencia con la parte subsistente del acueducto de

Fernando 70 y las cañerías de las calzadas del Cerro y de Jesús del Monte. 136 Depósito, p. 32. 137 Distribución, p. 2.

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Cuadernos de Trabajo

116

3a. Conservación de la cañería de la calzada del Monte hasta la Habana alimentada

por el circuito mencionado.

4a. Entronque de esta cañería con las del circuito de la Habana.

5a. Elevación á un pequeño depósito situado en la parte más alta de Jesús del

Monte de la cantidad estrictamente exigida por sus necesidades por medio de una

maquina de vapor.

6a. Aplazamiento para cuando lo vayan exigiendo las circunstancias, las

necesidades y el crecimiento de la población, de toda nueva cañería que oportuna

y fácilmente podrá, llegado el caso desprenderse del gran depósito".138

Es de destacar cómo, el Capítulo 4o de la Memoria del Proyecto de la distribución,

estuvo dedicado por su autor a la precisión de los "Cálculos", donde entró a detallar las

fórmulas empleadas, la determinación de los caudales y diámetros de las cañerías, la

distribución interior y exterior con sus caudales respectivos, el estudio de las líneas de

carga y el estudio para el servicio de incendios. En lo concerniente al cálculo de las

tuberías, Albear comparó las fórmulas de 12 autores, decidiéndose por la de Darcy.139

Finalmente, el último Capítulo de esta Memoria, estuvo dedicado a la

"Ejecución" del sistema de distribución, en el cual su autor se detuvo a analizar lo

relacionado con los tubos y su colocación, las juntas, los aparatos de maniobra, las

llaves de retenida, de carga, de graduación, las llaves de descarga, las bocas y llaves de

riego e incendios, los registros y bóvedas de maniobra, las tomas, piezas de enlace y

curvas, las ventosas, y el plan para la ejecución de las 3 etapas de la obra.140

De acuerdo con los procedimientos establecidos, los dos Proyectos fueron

elevados por el Gobierno General de la Isla de Cuba al Ministro de Ultramar, el 13 de

octubre de 1877, para su consideración por el Gobierno de la Metrópoli.141

Culminación de las Obras Relacionadas con el Acueducto de Vento

Con la firma del Pacto del Zanjón, el 10 de febrero de 1878, las autoridades españolas

lograron que un grupo de jefes revolucionarios depusiera las armas, a cambio de

promesas de concesiones de reformas por parte de España, las cuales no contemplaban

las demandas independentistas básicas por las cuales se había sostenido un sangriento 138 Distribución, pp. 7-45. 139 Distribución, p. 61. 140 Distribución, pp. 63-66. 141 Distribución, p. 129-151.

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Cuadernos de Trabajo

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conflicto armado por espacio de una década. No es por ello casual, que la dilatada

conclusión de la primera parte de las obras se produjese el 23 de junio del propio año

1878, y que al acto de conexión del Canal de Vento con los filtros del Acueducto de

Fernando VII, asistiese el propio Capitán General Arsenio Martínez Campos.142

Con la llegada de las aguas de Vento mejoraban las condiciones higiénicas de la

ciudad, pues a partir de esta etapa comenzaron a disminuir los casos de muerte por

cólera, que se habían manifestado como epidemia entre los años 1850 y 1856, en 1865 y

en el trienio 1867-1870, así como la mortalidad por disentería y otras enfermedades de

transmisión hídrica.

Al respecto, el 31 de julio de 1878 la Junta Consultiva de Caminos, Canales y

Puertos emitió su Dictamen sobre los Proyectos de Depósito y de Distribución de las

aguas de Vento elevados a su consideración,143 emitiéndose más tarde, con fecha 18 de

octubre del propio año, la Real Orden que fue remitida al Gobernador General de la Isla

de Cuba, donde se aprobaban dichos documentos con un grupo de prescripciones.144

La vida del Brigadier Albear, quebrantada por el paludismo adquirido en el

transcurso de su labor en el Canal de Vento, no alcanzó para dirigir la última fase de la

construcción de su acueducto. Fallecido el 22 de octubre de 1887, la continuación de las

obras estuvo a cargo del Coronel de Ingenieros Joaquín Ruiz, quien se dedicó a

continuar las ideas originales de su maestro. No obstante, Albear tuvo en vida la

satisfacción de ver su Proyecto premiado en la Exposición Universal de París de 1878,

donde obtuvo Medalla de Oro, 145 con la mención honorífica siguiente: “Como premio a

su trabajo, digno de estudio hasta en sus menores detalles, y que puede ser considerada

como una Obra Maestra”.146

A los efectos de lograr los fondos requeridos para saldar las deudas y garantizar

la continuación de las obras, el Capitán General emitió un Decreto, el 24 de septiembre

de 1888, autorizando el convenio entre el Ayuntamiento de La Habana y el Banco

Español, encaminado a la concertación de un empréstito por $6.500.000. El 26 de

noviembre de 1889, y en subasta pública, las obras fueron adjudicadas a Runkle, Smith

142 MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 223, Exp. 10, Doc. 1. 143 Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, t. 17, Habana, 1880, p.153. (En lo adelante las referencias a esta Colección aparecerán como: “Anales”.- Nota del Autor). 144 MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 224, Exp. 1, Doc. 3. 145 MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 224, Exp. 1, Doc. 4. 146 Real Orden remitiendo a los Gobernadores Generales de las Islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas la relación de los expositores premiados en la Exposición de París”, En: MEC, AHN, Ultramar, Cuba-Fomento, Leg. 105, Exp. 2, Doc. 61.

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and Co., contratistas de New York, quienes designaron por la parte norteamericana al

ingeniero hidráulico Mr. E. Sherman Gould, iniciándose los trabajos el 31 de enero de

1890. 147 Finalmente, la inauguración oficial del Depósito de Palatino, así como de

las tuberías de distribución en la ciudad, con la participación del Capitán General, D.

Alejandro Rodríguez Arias, se llevó a cabo el 23 de enero de 1893, restando sólo por

construir la cubierta de dicho depósito, lo cual dio origen a reclamaciones que dilataron

la entrega de las obras por la referida sociedad, hasta enero de 1896.148

Como valoración final de los méritos de esta trascendental obra hidráulica, que

con toda justicia pasó a denominarse como Acueducto Albear de La Habana a partir de

1893, vale la pena acudir a las propias palabras del Coronel de Ingenieros Joaquín Ruiz:

“La elección del punto de toma, el análisis de las aguas, el cálculo del

consumo necesario, el alumbrado y aforo de los manantiales, operación

ingeniosa y difícil; la no menos delicada de su captación; su recogida en

un espacio común; la preservación del agua de toda influencia nociva, y

la erección de obras que la defienden de toda mezcla o confusión con

orígenes enturbiados; su conducción luego a larga distancia en

condiciones higiénicas a través de toda suerte de obstáculos, salvando

cauces de ríos, arroyos, caminos, ramblas, cerros y trincheras hasta el

vasto depósito que las almacena y reposa, asegurando la uniformidad y la

constancia en el consumo; su distribución luego científicamente estudiada

para esparcir el agua subdividiendo y aprovechando a la par la fuerza

que la impulsa desde su partida; todo esto...da lugar a estudios de

química, higiene pública, estadística, geología, mecánica de las

construcciones e hidráulica, y otros muchos ramos del saber”.149

147 Montolieu y de la Torre, Enrique J.: “Elogio de Albear”, En: Anales, t. 74, La Habana, 1937, p. 400. 148 Sherman Gould, E.: “The New Water-Works of Havana City “, American Society of Civil Engineers, Transactions, No 790, vol. XXXVI, December 1896. 149 Ruiz, Joaquín: “El Brigadier Albear. Necrología”, En: Anales, t. 52, Habana, 1915-1916, p. 851. Ver también: Ruiz, Joaquín: “Canal de Albear”, En: Memoria acerca del Estado y Adelantos del Excmo. Ayuntamiento de La Habana, Imp. La Tipografía, a cargo de Manuel Santana, Habana, 1897, p. 134.

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Camagüey en la Lucha de Liberación Nacional

(1952-1958)

Francisco Luna Marrero

Introducción

El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista tomó el poder mediante un incruento golpe de

Estado, facilitado por el apoyo del gobierno de los Estados Unidos y la complicidad del

último presidente auténtico, Carlos Prío Socarrás; dirigido contra el pueblo y contra el casi

seguro resultado de las elecciones a efectuarse en 1952, donde el partido ortodoxo debía

alcanzar el triunfo electoral.

En Camagüey, luego de la conmoción inicial ante el golpe, se despertó la cólera

popular, el pueblo desde horas tempranas se concentró frente al edificio que ocupaba el

gobierno provisional en la calle Cisneros, mientras una representación de las "clases vivas"

se entrevistaba en el cuartel del regimiento militar con el vacilante coronel José Acosta de

la Fuente, sin adoptar una oposición enérgica al golpe.

El pueblo, que conocía y había padecido a Batista, espontáneamente se convirtió en

el principal actor de la jornada. Se asaltó y destruyó el local del Partido Acción Unitaria

(PAU) de Batista; una manifestación integrada por Auténticos, ortodoxos -especialmente

su juventud, estudiante y pueblo en general, recorrió las principales calles de la ciudad y

fue interceptada en la calle República por fuerzas del ejército y la policía, donde fue

dispersada con el saldo de un joven herido. El Partido Socialista Popular (PSP), que

actuaba en la semilegalidad, convocó para horas de la tarde a un mitin en el parque

Agramonte, el cual fue impedido por las fuerzas del ejército y la policía, ya plegadas al

golpe militar. El repudio a la asonada militar se extendió a otros lugares de la provincia.

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Cuadernos de Trabajo

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El Comité Nacional del Partido Socialista Popular, el 11 de marzo de 1952, se

pronunció contra el golpe de Estado y demandó la restitución de la constitución, el

respeto al congreso, a la democracia obrera, a la lucha de los trabajadores por sus

reivindicaciones, aunque reconocía que el cumplimiento de estas demandas no

resolvería el problema de la crisis cubana.

El 12 de marzo de 1952, Fulgencio Batista publicó su Orden General Nº 39, donde

justificaba el golpe de Estado y como medidas inmediatas establecía la suspensión de

funciones del congreso, determinaba que el poder legislativo se ejerciera por el Consejo de

Ministros nombrado por él. Se puso en vigor la Ley de Orden Público y se prohibió el

derecho a huelga por 45 días.

En Camagüey, los sectores más radicales del pueblo se manifestaron contra el

golpe militar. Desde los primeros momentos comenzó a cohesionarse un grupo de jóvenes,

algunos de ellos destacados dirigentes o integrantes de la juventud ortodoxa, del sector

estudiantil e, incluso, del autenticismo, que se pronunciaron por acciones resueltas contra

el régimen en los lugares de reunión de la juventud de la época.

Las partidas tradicionales en la provincia rápidamente entraron en el rejuego

político con el gobierno de facto. El 25 de marzo en una reunión de los alcaldes de la

provincia, se adoptó una declaración en apoyo al golpe, sin embargo, este apoyo dentro de

los ayuntamientos no era unánime y al promulgarse los Estatutos Constitucionales del

régimen, el 4 de abril de 1952, muchos concejales se opusieron a firmarlos, por lo que

fueron cesanteados.

El Partido Socialista Popular (PSP) en la provincia había previsto la posibilidad de

un golpe de Estado, encabezado por Batista, y la necesidad de prepararse para enfrentar el

incremento de la represión al eliminarse lo que quedaba de democracia burguesa. Al

producirse el golpe, el PSP pasó a la clandestinidad y se tomaron las medidas previstas.

En el orden económico las medidas tomadas desde el principio y durante toda la

dictadura, afectaron a los sectores populares. En la industria azucarera que, era y es la base

fundamental de nuestra economía, el gobierno de Batista estableció una política restrictiva

con el absurdo objetivo de estabilizar los precios en el mercado mundial, suscribiendo en

agosto de 1953 el Convenio de Londres, que fue una traición a los intereses nacionales y

que muchos países productores de azúcar rechazaron.

EL convenio no sirvió para estabilizar los precios y esta fracasada política se vio

agravada en sus resultados, cuando en 1956 los Estados Unidos redujeron la cuota cubana

que anteriormente satisfacía el 96% del incremento del consumo de los norteamericanos,

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reduciéndola a partir de este año sólo al 29,6%. Los precios, por otra parte, se mantuvieron

deprimidos con la sola excepción del año 1957, en que se pagó a 5.16 centavos la libra.

Cuba en 1952 producía el 20% del azúcar mundial, ya en 1954 había descendido al

12,67%, a causa de dicha política. En el comercio con los Estados Unidos en 1953, se

obtuvo un saldo favorable de casi 22 millones de pesos y ya en 1954 el saldo desfavorable

ascendía a 1,367.197 pesos, pues se dejó de vender a ese país 1,302.812 toneladas de

azúcar con un valor aproximado de 100 millones de pesos. Si analizamos las

importaciones de este año comprobamos el atraso y la deformación económica y financiera

de Cuba, país monoproductor y subdesarrollado, que gastaba 30,000 pesos en palillos de

dientes y 689 pesos en literatura para las bibliotecas públicas; 74,949 pesos en palos de

escobas y 30,000 pesos en instrumentos quirúrgicos; 473,000 pesos en wisky y 3,112

pesos en libros de texto para la enseñanza; que gastaba 157,000 pesos en servilletas de

papel y un poco más de 70,000 en carne fresca de vaca y de cerdo.

La medida unilateral tomada por el gobierno agudizó la crisis económico-social,

pese a su política de "gastos compensatorios", que pretendió equilibrar el déficit causado

por la restricción azucarera, mediante el otorgamiento de préstamos y la concesión de

facilidades fiscales a diferentes empresas privadas. El propósito, se decía, era la

construcción de obras públicas y el desarrollo de algunas ramas de la esfera agroindustrial,

lo que traería la disminución del desempleo y la modernización del país. A tales efectos se

constituyó, en enero de 1955, el Banco de Desarrollo Económico y Social (BANDES), el

que unido al Banco de Fomento Agrícola e Industrial y otras instituciones bancarias debían

otorgar los créditos y estructurar el "desarrollo económico".

Solamente el 17% de las inversiones del BANDES pueden acreditarse

técnicamente dedicadas a empresas de fomento del desarrollo económico del país. Lo

cierto es que los préstamos se efectuaron a monopolios norteamericanos, como la

Compañía Cubana de Electricidad o la Standard Oil Co., al ejército o a compañías e

instituciones estatales cubanas o de personas vinculadas al gobierno. La CTK de Eusebio

Mujal fue favorecida por un préstamo de casi dos millones de dólares.

La provincia de Camagüey era en estos años un gran feudo azucarero donde

grandes grupos financieros norteamericanos, como los Rockefeller, el Sullivan and

Cronwell, el Rionda y el banco Schroder controlaban, a través de ocho compañías, 16 de

las 24 centrales existentes en el territorio. Estos centrales poseían un total de 60,148

caballerías (781,994 ha) de las mejores tierras (por propiedad o arriendo) y producían un

aproximado de 1,500.000 toneladas de azúcar al año.

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La penetración económica de los capitales extranjeros, especialmente

norteamericanos, en el territorio no se limitaba al azúcar, existían filiales de bancos,

empresas de servicios públicos, como la Woolworth. A mediados de 1946 se estableció en

la provincia la Cía. Ganadera Becerra S.A., filial de la King's Ranch de Texas, que ya en

1958 poseía 1167 caballerías de tierra para la crianza exportación de ganado Santa

Gertrudis.

La extrema concentración de la tierra en un reducido número de empresas

azucareras y latifundios cañeros o ganaderos determinaron que Camagüey se mantuviera

como la provincia menos poblada del país, con sólo 23,5 habitantes por km2. La población

de la provincia en 1953 era de 618,656 habitantes, que representaban el 10,6%. de la

población del país en el 23% del territorio nacional.

La provincia contaba con 9 municipios, 86 barrios urbanos y rurales; los

municipios de mayor concentración poblacional eran Camagüey, Morón, Ciego de Ávila y

Santa Cruz del Sur. En el año fiscal 1956-57 el presupuesto de los 9 municipios ascendía a

2,726.582 pesos y representaba sólo el 8% del presupuesto de los municipios del país. En

la provincia sólo se invertían 103 pesos/km2 muy por debajo del promedio nacional. El

40,35% de este presupuesto se dedicaba al municipio de Camagüey.

La situación de la vivienda era la muestra más evidente del nivel de vida de la

población. En aquel momento en la provincia existían 138,816 viviendas, cuyas

características eran las siguientes: el 33% tenía paredes de yagua o madera, techo de guano

y piso de tierra; el 53% consumía agua de río, pozo o manantial; el 22% no tenía inodoro o

letrina; el 65% no tenía baño o ducha; el 79% no tenía nevera o refrigerador; el 57% estaba

en regular o mal estado.

El desempleo se incrementaría en la provincia en los próximos años y ya en 1995

alcanzaba la cifra de 48,251 personas, o sea, el 12,5 de la población económicamente

activa. De los empleados, 160,194 -el 11,5 % de la PEA, se dedicaba a la agricultura,

sufriendo las afectaciones que los cortos ciclos productivos determinaban en el incremento

del desempleo.

El nivel de salud del pueblo se deterioró en estos años, la infraestructura

hospitalaria era insuficiente y la poca existente se concentraba en las grandes ciudades. En

la provincia de Camagüey se contaba con 401 médicos, que representaban 1 médico/1669

habitantes.

Las medidas económicas tomadas por el gobierno de Fulgencio Batista se hicieron

sentir en Camagüey al igual que en el resto del territorio nacional. La provincia centraba

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casi totalmente su economía en la industria azucarera y la política restrictiva impuso zafras

más cortas con el incremento del tiempo muerto, que significaba el desempleo y el hambre

en nuestros campos.

La Lucha Inicial de los Sectores Populares contra la Dictadura.

El golpe de Estado desplazó del poder al Partido Revolucionario Cubano (PRC) y a otros

cinco que, en alianza con éste, habían saqueado el país desde 1944. En los días sucesivos al

golpe se efectuaron reuniones entre senadores, representantes y "líderes" de estos partidos,

tratando de ver qué salvaban del naufragio.

En la provincia, los sectores más radicales del movimiento obrero se preparaban

para celebrar el 1º de Mayo de 1952, pese a la prohibición de la policía. En la ciudad de

Camagüey el acto fue convocado para el local del Sindicato Provincial de Vendedores, el

único que en esos momentos no había sido asaltado por la CTK, y se contaba para su

realización con el permiso del ayuntamiento, no obstante, cuando se realizaba se presentó

la policía y fueron detenidos más de cien asistentes, entre ellos, algunas mujeres.

El movimiento estudiantil en la provincia, con una larga trayectoria de lucha

revolucionaria, unió a sus demandas tradicionales la lucha contra la tiranía que, poco a

poco, fue convirtiéndose en la fundamental; así se aprovechaba cada fecha histórica, cada

agresión a sus compañeros en otras provincias, para dar un mitin, sacar una manifestación

o iniciar una huelga. Papel relevante en esta lucha lo tuvieron los institutos de segunda

enseñanza de la provincia, la Escuela Profesional de Comercio y la Escuela Normal de

Maestros. Significación histórica tuvo el acto celebrado el 27 de noviembre de 1952 en el

Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, al cual estaba invitado Jorge Enrique

Mendoza, periodista de oposición a la dictadura, que atacó directamente al régimen.

Este día, pese a las veleidades de algunos dirigentes claudicantes, quedaron

definidas las posiciones del estudiantado frente a la dictadura y del camino que obligaba a

seguir éste a militares honestos que se mantuvieron en las filas del ejército.

En los meses finales del año 1952 confluyeron las actividades del movimiento

obrero, campesino y estudiantil, de la juventud socialista, ortodoxa, auténtica y muchas

otras organizaciones, al calor de la convocatoria a efectuar el Congreso Martiano por los

Derechos de la Juventud, coincidiendo con la conmemoración del centenario del

nacimiento de nuestro apóstol José Martí, en enero de 1953.

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Cuadernos de Trabajo

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La reunión para la constitución del Comité Gestor Provincial estuvo presidida por

Raúl Valdés Vivó en representación del órgano nacional, y en la misma se acordó integrar

a todas las organizaciones juveniles de la provincia. Se crearon posteriormente los comités

en los municipios y en muchos centros importantes de estudio o de trabajo. Se destacaron

en el trabajo preparatorio y en el desarrollo de las asambleas en los municipios Suilberto

Bello, secretario de la Juventud Socialista en la provincia; Cándido González, dirigente de

la Juventud Ortodoxa; así como Humberto Rodríguez Manso, Rigoberto Cruz, Elda y

Elena García del municipio de Esmeralda, Juan Blas Rodríguez en Ciego de Ávila y

Gustavo Mazorra en Morón.

Pero al crecimiento de la represión por las fuerzas de la dictadura y el intento de la

prensa oficial de silenciar lo que estaba ocurriendo, la movilización de la juventud y la

propaganda radial, obligaron a la prensa escrita de la provincia a reflejar las aspiraciones

de la juventud camagüeyana.

El 28 de enero la juventud de la provincia organizó un desfile martiano que

recorrió las calles de la ciudad y luego irrumpió en el acto oficial organizado por el coronel

jefe del regimiento en el Casino Campestre.

El 10 de enero de 1953, en el marco de las actividades conmemorativas del

Centenario del Apóstol, la FEU develó un busto del líder juvenil Julio Antonio Mella

frente a la Universidad de La Habana. El día 15 este busto amaneció embadurnado de

pintura negra de asfaltita por elementos batistianos.

La FEU organizó una manifestación de desagravio que fue reprimida con potentes

chorros de agua y disparos de la policía en la calle San Lázaro. Fueron heridos varios

estudiantes, entre ellos, Rubén Batista. Al conocerse lo ocurrido, el Instituto de Segunda

Enseñanza de esta ciudad decidió convocar a un paro de 24 horas, condenando la brutal

agresión. Días más tarde, la directiva de la Asociación de Estudiantes del Instituto de

Camagüey creó un órgano de publicidad.

El periódico estudiantil se llamó "El Bayardo Camagüeyano", en alusión al Mayor

General Ignacio Agramonte, cuya efigie aparecía en el machón. El periódico sirvió para

divulgar la represión de la dictadura y, por esto, atrajo la persecución de las fuerzas

represivas; incluso, el Ministro de Información, Ernesto de la Fe, acusó al periódico de

falsificar un cliché, donde aparecía el probable asesino de Rubén Batista con un revólver

en la mano; esta acusación fue respondida públicamente a través del propio periódico, el

15 de mayo de 1953, por Jesús Suárez Gayol.

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Al cumplirse el primer aniversario del golpe de Estado, los estudiantes

camagüeyanos se aprestaron a "celebrarlo". Días antes del diez de marzo es detenido el

estudiante Rigoberto Cruz cuando distribuía un volante convocando al pueblo a reunirse en

la plaza de la Soledad el día 10, para jurar la Constitución de 1940 y rechazar, de esa forma

los estatutos de Batista. Este día la policía colmó la plaza con vista a impedir el acto. Los

jóvenes se encontraron en un parque cercano para marchar en manifestación hacia la plaza,

pero la policía disolvió la manifestación.

El 8 de mayo los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza conmemoraron la

caída de Antonio Guiteras y el día 29 sabotearon el maratón deportivo con que Batista

pretendía conmemorar el 58 aniversario de la caída de José Martí en Dos Ríos.

Las luchas campesinas en la provincia, que al finalizar la década del 40 había

tenido como foco principal la zona de Santa Lucía de Nuevitas y Camalote al noreste de la

provincia, donde el líder campesino Sabino Pupo se enfrentó a la Manatí Sugar y la King's

Ranch, por lo que fue asesinado, se trasladaron a partir de 1951 hacia el sureste de la

provincia.

La King's Ranch fundó en la zona del central Francisco la Compañía Ganadera "El

Indio" e inició a través de testaferros la gestión para la compra de la tierra a los

campesinos, a lo que estos se negaron. El 11 de abril de 1952 se inició la primera etapa de

la lucha entre los campesinos y la compañía yanqui. Este día se conoció que la compañía

había abierto una trocha en la zona. El día 12 un grupo de campesinos se concentró en la

finca La Adelaida y al llegar el administrador de la compañía con sus obreros se percató de

que la trocha abierta había sido obstruida. Días después los agentes de la compañía llegan a

la finca El Delirio para abrir una trocha, custodiados por un teniente y seis soldados de la

Guardia Rural. Realizando intentos fallidos de detención y amenazas, tuvieron que

retirarse.

La resistencia de las mujeres, orientadas por la Federación Democrática de Mujeres

Cubanas, y la fortaleza de la organización campesina impidió que los reiterados intentos de

desalojo se consumaran. El Partido Socialista Popular, a través de sus comités seccionales

y de base, organizó y apoyó la resistencia campesina y llamó a la solidaridad a otros

sectores obreros, vinculando la lucha contra los desalojos a las demandas obreras.

Los sectores más radicales de la juventud camagüeyana, ante la incapacidad de los

partidos constituidos de oponer una resistencia eficaz a la dictadura, crearon

organizaciones para encauzar la lucha revolucionaria contra Batista. Surge así, el 23 de

enero de 1953 en el Liceo Ortodoxo de la ciudad de Camagüey, la Asociación de Jóvenes

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Chibasistas o la Juventud Ortodoxa Chibasista, la cual era presidida por Humberto

Rodríguez Manso. La posición de este sector de la juventud ortodoxa se fue radicalizando

a lo largo del proceso revolucionario, liderado por Cándido González Morales.

En 1953 se creó en Camagüey una célula del Movimiento Nacional Revolucionario

(MNR), fundado por el profesor universitario Dr. Rafael García Barcenas, en La Habana,

integraron la organización Enrique de la Torre Martín, José Rafael Sánchez Castellanos,

Joaquín Agramonte Molina, Agimiro Socarrás, Badito Saker Saker, entre otros. Es

probable que los vínculos de Jesús Suárez Gayol con la FEU y los dirigentes de la

Universidad de La Habana hayan determinado su incorporación al MNR. Muchos de los

integrantes de este movimiento en la provincia se incorporaron posteriormente al M-26-7,

al constituirse éste en Camagüey.

Existen evidencias de contactos y la integración de jóvenes camagüeyanos a la

organización Acción Revolucionaria Oriental, fundada por Frank País a principios de 1925

en Santiago de Cuba, lo que determinó el cambio de nombre de dicha organización que

pasó a llamarse Acción Revolucionaria Nacional. El contacto con los camagüeyanos lo

efectuó Pepito Tey.

Lo cierto es que, ante el desconcierto, la desmoralización y la falta de acciones de

los partidos tradicionales para enfrentar resueltamente la tiranía, la juventud de la provincia

comenzó a buscar vías, a crear o a integrarse en organizaciones que brindaran una

perspectiva inmediata de lucha, iniciándose un proceso de distanciamiento de los políticos

tradicionales, que habían claudicado vergonzosamente el 10 de marzo.

El 26 de julio de 1953 se produjo el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de

Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, por un movimiento revolucionario de

nuevo tipo que rescataba la concepción guiterista de la lucha armada y basaba su estrategia

para la toma del poder político en la insurrección armada del pueblo. El líder de este

movimiento, Fidel Castro, se convirtió en el guía indiscutible de lo mejor de la juventud

cubana. La acción del Moncada se produjo en medio del inmovilismo, el oportunismo y la

demagogia de unos partidos y la miopía de otros. Incluso el Partido Socialista Popular

evaluó erróneamente la acción del Moncada.

Con el ataque al Cuartel Moncada se produjo un salto cualitativo en la lucha

revolucionaria contra Batista y contra los males que surgieron y se desarrollaron con la

frustración de la independencia nacional en 1898.

La provincia se conmocionó por los hechos del Moncada, el periódico "El

Camagüeyano" se hizo eco de las falsedades publicadas por el régimen, incluso de las

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hipócritas palabras del tirano, llamando a la moderación y la concordia, cuando aún se

estaba asesinando a los jóvenes combatientes.

Los jóvenes revolucionarios camagüeyanos, al conocer posteriormente quiénes

dirigían y participaron en la acción, se solidarizaron con ellos, a muchos de los cuales

conocían de sus actividades en la juventud ortodoxa o el recién efectuado Congreso

Martiano.

Coincidiendo con el ataque al Cuartel Moncada, llegó a Camagüey el compañero

Felipe Torres Trujillo, designado por el Comité Nacional como secretario organizador del

Comité Provincial del Partido Socialista popular. Felipe procedía de Las Villas y jugó un

extraordinario papel en el fortalecimiento del trabajo del Partido en Camagüey.

Luego del Moncada se radicaliza el pensamiento revolucionario de la juventud

camagüeyana, especialmente el de sus líderes más destacados. Cándido González,

dirigente de la Juventud Ortodoxa Chibasista, se convierte en un abierto defensor de los

moncadistas y de su líder Fidel Castro.

Este sentimiento fue alimentado por el crecimiento de la represión de la dictadura

en la provincia que detuvo, torturó y asesinó el 11 de noviembre de 1953 a Mario

Aróstegui Recio, ortodoxo, que se manifestó abiertamente contra la tiranía y emprendió

acciones contra ésta. Su entierro se convirtió en una manifestación de duelo y rebeldía que

la policía batistiana no pudo impedir y en el que habló el dirigente de la FEU de Oriente,

Pepito Tey.

El movimiento estudiantil fue escalonando posiciones en la lucha contra Batista; en

diciembre se desarrolló una huelga en la Escuela Normal de Maestros contra un decreto del

Consejo Consultivo, la cual fue apoyada por los estudiantes de la Escuela Profesional de

Comercio.

El 24 de mayo fue reestructurada la directiva de la Asociación de Estudiantes del

Instituto de Camagüey y fue electo como Presidente Jesús Suárez Gayol. Este proceso se

desarrolló en medio de una huelga, declarada el día 20 de mayo en solidaridad con los

estudiantes de la Universidad de La Habana, que habían sido brutalmente reprimidos por la

policía. La elección de Jesús Suárez Gayol determinó la radicalización en la lucha contra la

dictadura y se produjo un incremento de las elecciones revolucionarias del estudiantado

camagüeyano.

El gobierno de Fulgencio Batista pretendió legalizar su régimen de facto

convocando a una farsa electoral a efectuarse en el mes de noviembre de 1954. A estas

elecciones, por la falta de garantías no concurrió la 'oposición' y se presentaron

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inicialmente sólo dos candidatos: Batista y Ramón Grau San Martín. Algunos sectores, y

dentro de ellos el Partido Socialista Popular, plantearon la consigna del voto negativo.

Votar por Grau para que no saliera Batista. La parte más radical de la juventud en la

provincia se opuso a la farsa electoral y se pronunció por la lucha armada contra la

dictadura.

El 10 de octubre de 1954 se efectuó el Congreso Provincial de la Juventud

Ortodoxa, presidido por un pequeño retrato de José Martí, la efigie de Chibás y el líder

ortodoxo preso en esos momentos, Fidel Castro. El evento se desarrolló en el local del

Liceo Ortodoxo de la ciudad de Camagüey. Al Congreso asistieron representantes de la

Juventud Ortodoxa de los nueve municipios y el sentir de sus análisis estuvo recogido en

una Declaración de Principios elaborada por Cándido González y aprobada por los

asistentes.

En el Congreso y en las diferentes intervenciones en las actividades efectuadas

aquel día se hizo evidente la postura radical de la Juventud Ortodoxa frente a la línea

adoptada por su propio partido.

La campaña electoral llegaba a su fin, se acercaba la fecha del 1º de noviembre y

crecía el repudio de los sectores más radicales a farsa electoral. El 31 de octubre de 1954,

Ramón Grau San Martín, a través de su representante en el Tribunal Superior Electoral,

anunció su retraimiento.

Las elecciones del 1º de noviembre en la provincia fueron ganadas por la coalición

oficial. El Partido Revolucionario Cubano (auténtico) sólo pudo sacar a Genovevo Pérez

Damera, Arturo Hernández Tellaheche y Ricardo Miranda Cortés. Este último estableció

una demanda ante la Junta Provincia Electoral sobre la realización de fraudes en un grupo

de colegios electorales en los municipios de Florida y Morón. Manuel Eduardo Zayas

Bazán Recio fue electo como gobernador de la provincia y como alcalde de Camagüey,

Francisco Arredondo Morando.

El 22 de diciembre de 1954 el "presidente" Andrés Domingo Morales del Castillo,

violando lo establecido en la Constitución de la República, en lo referido a modificaciones

del Código Electoral, luego de convocadas o efectuadas las elecciones, promulgó la Ley

Decreto 1848 que mantuvo en vigencia una serie de artículos de dicho código., motivo por

el cual no se aceptaron las reclamaciones de los “oposicionistas”.

El Partido Socialista Popular, aún después de esta farsa electoral, reclamó la

anulación de los comicios y planteó la necesidad de convocar a elecciones generales con la

participación de todas las fuerzas democráticas, que posibilitaron la elección de un

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gobierno de frente de liberación nacional, que pusiera en práctica un plan para resolver la

crisis cubana; elecciones que, evidentemente, Batista no estaba dispuesto a permitir.

Paralelamente a la lucha contra la farsa electoral, en la provincia se desarrollaba la

lucha de la clase obrera por sus reivindicaciones económicas y en solidaridad con el

movimiento campesino. Papel destacado jugó el Sindicato de Gastronómicos y la Unión de

Vendedores.

Los obreros azucareros desarrollaban huelgas y sabotajes contra los embarques de

azúcar a granel y en demanda de mejoras económicas; escenario de estas luchas fueron los

centrales Morón, Elia, Cunagua, Violera, Stewart y Najasa. Los trabajadores ferroviarios

luchaban contra el despido y la proyectada rebaja de los salarios.

El Partido Socialista Popular trabajaba en la creación y fortalecimiento de los

Comités de Defensa de las Demandas Obreras, como el instrumento capaz de preservar las

conquistas obreras ante la alternativa de los sindicatos oficialistas.

El 14 de agosto de 1954 la Gaceta Oficial publicó el Decreto Ley 1618, en el cual

se informaba el proyecto de construir el canal Vía-Cuba"150 entre las bahías de Cárdenas,

en el norte, y de Cochinos en el sur. El canal dividiría la isla en dos y su construcción

afectaría la ecología de la región, especialmente por la salinización de su rico manto

freático.

El escandaloso negocio organizado por Batista y sus secuaces fue tenazmente

combatido desde el primer momento. En Camagüey se constituyó un comité contra el

canal Vía-Blanca promocionado por el Consejo Territorial de Veteranos, donde Cándido

González Morales abogó por la participación de todas las fuerzas en el mismo. El comité

desarrolló un extraordinario trabajo de movilización de las masas contra el canal "Rompe-

Cuba", como se le llamó, especialmente la Secretaría de Propaganda que ocupaba el

Instituto de Segunda Enseñanza que presidía Jesús Suárez Gayol. La idea del negocio del

canal tuvo que ser abandonada por la firme y masiva oposición del pueblo y la falta de un

interés real de los EE.UU.

El año 1955 se inició con un auge de la lucha revolucionaria contra la dictadura, se

declaró una huelga estudiantil en apoyo a los estudiantes detenidos en Camagüey y en

protesta contra la brutal represión de la policía a los participantes en los actos convocados

150 La faja canalera sería arrendada a la Cía. extranjera "Canal del Atlántico al Mar Caribe S.A." Cuba sólo percibiría el 1% por concepto de impuestos de aduana en la zona del canal, quedando el 99% para la empresa; además, sólo el 25% de los trabajadores del canal serían cubanos.

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por el Bloque Estudiantil Martiano en Santiago de Cuba. En abril el movimiento pro-

amnistía de los moncadistas creció en todo el país.

En esta lucha por la amnistía, el 17 de abril de 1955 los estudiantes del Instituto de

Matanzas convocaron a un radio-mitin que fue reprimido por la policía. El lunes 18 se

lanzan a la huelga y piden la solidaridad de sus compañeros en el país. El 26 de abril el

Instituto de Camagüey se declara en huelga y saca una manifestación a la calle,

encabezada por la bandera cubana que portaba Jesús Suárez Gayol.

Especial papel para comprender la situación del país y de la necesidad de luchar

por la amnistía de los moncadistas lo tuvo la publicación de La Historia me absolverá. El

importante alegato de Fidel Castro fue traído a Camagüey desde La Habana por Cándido

González Morales y su primo Menelio Morales, luego de hacer contacto en la capital con

Haydeé Santamaría.

El 15 de mayo de 1955 son liberados los asaltantes al Moncada, gracias al amplio

movimiento popular en favor de la amnistía; esta victoria evidencia el viraje político de la

opinión mayoritaria del pueblo en favor de la vanguardia revolucionaria consagrada en el

Moncada.

Pocos días después de su excarcelación, llega a Camagüey el combatiente del

Moncada, Reinaldo Benítez Nápoles; su casa se convierte en un centro donde convergen

representantes de diferentes posiciones ante la dictadura, pero especialmente aquellos que

propugnan la línea insurreccional como Cándido González, Raúl García Peláez y

Guillermo Amador, entre otros.

A finales del mes de mayo, una representación de la ortodoxia camagüeyana se

traslada a La Habana y se reúne con Fidel y Raúl. Algunos de los asistentes a la reunión

representan a las dos fracciones existentes dentro del Partido del Pueblo Cubano (o), la

fracción agromontista y la fracción millista. Participaron en la histórica reunión alrededor

de 18 camagüeyanos, entre los cuales se destacan, por su decisivo papel en la posterior

fundación del Movimiento 26 de Julio en Camagüey, Cándido González Morales,

Reinaldo Benítez Nápoles, Calixto Morales Hernández, Raúl García Peláez, Lázaro Artola

Ordaz, Jorge Varona Guzmán, Rafael Obregón Cornell y Agustín Moyan Pupo.

A fines del mes de julio o principios de agosto los asistentes a la reunión de La

Habana y otros jóvenes vinculados a éstos, deciden reunirse para estructurar el

Movimiento 26 de Julio en la provincia e iniciar en los municipios el trabajo orientado por

Fidel.

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La primera reunión se efectuó en una casa de campo en construcción perteneciente

a la familia García Peláez, en el kilómetro 13 de la carretera de Vertientes. La quinta era

conocida como "Mi Ranchito". En la reunión participaron Cándido González Morales,

Calixto Morales, Raúl García Peláez, Guillermo Amador, Adolfo Cedrón Águila, Lázaro

Artola, Jorge Varona Guzmán y Agustín Moya Pupo.

A este grupo inicial se unieron de inmediato algunos jóvenes, obreros y

estudiantes, que ya habían demostrado en la lucha su posición contra el régimen y por la

amnistía de los presos políticos. El grupo inicial tuvo como coordinador e funciones a

Cándido González Morales, el que junto a otros integrantes estableció contactos en los

municipios con los elementos más radicales de la ortodoxia, para ir estructurando el

Movimiento 26 de Julio.

En noviembre de 1955 se crearon las Brigadas Juveniles del Movimiento en la

provincia, las cuales tenían como objetivo nuclear a la juventud estudiantil y obrera

alrededor del M-26-7, organizar las actividades de agitación durante las conmemoraciones

de fechas históricas, desarrollar la propaganda contra la tiranía y adiestrar a los jóvenes en

el manejo de las armas y en la organización de sabotajes y atentados dinamiteros. El

primer ejecutivo de las brigadas en la provincia tuvo como jefe a Jesús Suárez Gayol.

Importante colofón a todo el proceso organizativo de la vanguardia revolucionaria

en la provincia fue el acto estudiantil del 27 de noviembre de 1955 en el Instituto de

Segunda Enseñanza de Camagüey; Jesús Suárez Gayol invitó como principal orador de

este acto al Dr. Armando Hart Dávalos, que trajo una foto de Abel Santamaría donada por

su hermana Haydeé. El acto se convocó para "honrar dignamente a los mártires de ayer y

de hoy" y esa noche se develó en el local de la Asociación de Estudiantes la foto de Abel

Santamaría Cuadrado, el "alma del Movimiento”, que había caído en el asalto al Moncada.

Posteriormente en el patio del centro, colmado de público, Hart pronunció un discurso

insurreccional, que fue trasmitido a toda la provincia por radio Legendario y calurosamente

recibido por una compacta masa que coreaba: ¡Revolución!

Faure Chomón, por sus vínculos en la ciudad de Camagüey, fundó en noviembre

de 1955 la primera célula del Directorio Revolucionario en el poblado de Vertientes, que

dirigía Reinaldo León Lleram, el cual más tarde en la ciudad de Camagüey comienza a

estructurar la organización con jóvenes estudiantes y trabajadores. Años después, esta

organización se extendería a Santa Cruz y Nuevitas.

El movimiento obrero durante 1955 sufrió el embate de la reaccionaria política

económica que propugnaba la dictadura, a través de sus decretos. En los primeros meses de

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este año los Ferrocarriles Consolidados elaboran un plan para la reducción de su personal,

que alcanzaba hasta el 40% de la fuerza laboral. Este plan fue debatido y aprobado por el

gobierno y la dirección mujalista de la CTK. Ello significaba el despido de cientos de

obreros, especialmente de la ciudad de Camagüey, donde radicaban las oficinas y

principales talleres de la empresa. La organización de base del Partido Socialista Popular

conoció lo que se planeaba y comenzó a explicarlo a los trabajadores, así como la

necesidad de organizarse para luchar contra él. Se solicitó el apoyo de otros sectores

obreros, y se obtuvo del sector gastronómico, la unión de vendedores y los tabaqueros,

entre otros.

En mayo de 1955 fue dictado por el Ministerio de Trabajo el acuerdo conocido

como el "Laudo Ferroviario", que legalizaba las medidas que favorecían los intereses de la

empresa ferroviaria. Esto originó una gran protesta obrera que trató de acallar la dirigencia

mujalista el sindicato.

El "Laudo Ferroviario" arrojó a la calle a cientos de obreros, traicionados por su

organización sindical, que pasaron a integrar las filas de los desempleados y que ahora, con

más razón, luchaban contra la dictadura.

Los meses de noviembre y diciembre de 1955 significaron una escalada en la lucha

revolucionaria en la provincia, donde confluyen las acciones del Movimiento 26 de Julio,

el Directorio Revolucionario, el PSP, el movimiento obrero y estudiantil e, incluso, la

acción de otras organizaciones como la juventud ortodoxa y la auténtica.

El 2 de diciembre, José Antonio Echevarría, a nombre de la FEU, se retira del

diálogo cívico que la Sociedad de Amigos de la República (SAR) pretendió mantener con

la dictadura. Esta decisión obedeció, entre otras causas, a la represión de los estudiantes en

La Habana, Camagüey y Santiago de Cuba. La manifestación estudiantil que llevaba la

carta fijando la posición de la FEU fue interceptada por la policía y son golpeados quince

estudiantes, entre ellos, José Antonio Echevarría, Fructuoso Rodríguez y Pedro Martínez

Brito; son detenidos treinta en total.

El 4 de diciembre, un grupo de estudiantes universitarios, mientras se trasmitía un

juego de pelota por televisión, se lanzan al terreno en el estadio del Cerro, en La Habana,

portando una tela exigiendo la libertad de sus compañeros presos. La policía, ante la

mirada asombrada y colérica de miles de espectadores de toda Cuba, golpea salvajemente

a los estudiantes y los detiene.

En protesta por estos hechos, los estudiantes de Segunda Enseñanza de Ciego de

Ávila, dirigidos por Ricardo Pérez Alemán y Roberto León González toman el local del

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centro el 5 de diciembre. En las inmediaciones del centro se concentró el pueblo que se

solidariza con los estudiantes, poco antes del mediodía la policía penetra por el fondo del

centro y desaloja a los estudiantes.

La ofensiva de la lucha estudiantil en el país, y particularmente en la provincia,

propició la situación revolucionaria para el exitoso desarrollo de la huelga azucarera de

diciembre de 1955.

En diciembre la movilización de los trabajadores obligó a los dirigentes de la CTK

y de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros a pedir al gobierno el pago del

diferencial azucarero, en momentos que aún no había comenzado la zafra.

El Partido Socialista Popular venía trabajando en la creación de los Comités de

Defensa de las Demandas Obreras (CDDO) y junto a otras organizaciones unitarias,

incluso sindicatos oficialistas, se empeñó en la organización de la huelga obrera que estuvo

apoyada por el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.

Las principales demandas fueron el pago del diferencial azucarero antes del 24

de diciembre y la restitución del 7,31% que les fue rebajado de su sueldo a los obreros

en la zafra anterior.

El movimiento huelguístico que se vislumbraba contó además con el apoyo de la

FEU, la que convocó a un paro nacional de diez minutos para el 14 de diciembre en

solidaridad con los azucareros y la lucha estudiantil. La huelga convocada

demagógicamente por los traidores de la CTK debía tener un carácter simbólico, pero la

realidad fue otra, la dirección de la huelga les fue arrancada de las manos y ésta alcanzó

una extraordinaria amplitud y violencia.

En la ciudad de Camagüey se paralizaron la mayoría de los sectores, destacándose

el sector ferroviario que en medio del toque de sirenas, se unió a la huelga; se paralizó el

transporte urbano y se cerraron muchos centros comerciales.

En Ciego de Ávila se produjo de hecho una insurrección popular. El Directorio

Revolucionario envió a Pedro Martínez Brito y José Aseff con instrucciones de convertir la

huelga económica en una huelga política contra la tiranía.

La huelga azucarera de 1955 fue un momento culminante de la lucha del

movimiento obrero en esta etapa. El papel jugado por el Partido Socialista Popular y los

Comités de Defensa Obreras con el apoyo del Movimiento 26 de Julio, el Directorio

Revolucionario, la Juventud Ortodoxa y muchos sectores de la población, fue decisivo en

el éxito de la misma. La tiranía accedió, el 31 de diciembre, a casi todas las demandas

obreras. La huelga se transformó de una huelga económica en una huelga eminentemente

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política y demostró lo que podía lograrse con la unidad de todas las fuerzas revolucionarias

y progresistas. La huelga contó con una amplia solidaridad de todos los sectores sociales y

tuvo una honda repercusión en el ámbito nacional.

El 1º de enero de 1956 muchos edificios y paredes amanecieron pintados con el

número 26, en las ciudades de Camagüey, Ciego de Ávila, Florida, Nuevitas, Santa Cruz

del Sur, Esmeralda, Guáimaro, Jatibonico y Morón.

El incremento de la persecución determina que Reinaldo Benítez y Cándido

González, junto a Calixto Morales se trasladen en febrero a La Habana, donde se reúnen

con Haydeé Santamaría y Armando Hart y se decide su partida hacia México, para

incorporarse a la expedición que organizaba Fidel. Raúl García Peláez, abogado y dirigente

muy conocido del Partido Ortodoxo, fue designado para sustituir a Cándido González al

frente del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Camagüey. La salida de Cándido y

sus compañeros afectó el proceso de fortalecimiento de las estructuras del M-26-7 recién

constituido. Raúl García Peláez tuvo que enfrentar la vigilancia constante de los esbirros

de la dictadura y la actividad oportunista de la fracción electoralista del Partido Ortodoxo,

en su trabajo al frente del movimiento revolucionario.

En la primera reunión convocada por la Dirección Nacional del Movimiento 26 de

Julio en La Habana, entre los meses de mayo y junio de 1956, Armando Hart se

comprometió a reforzar en la provincia el mismo con un grupo proveniente del

Movimiento Nacional Revolucionario. Provenientes de éste se incorporaron al M-26-7,

Joaquín Agramonte Molina, Enrique de la Torre, José Ramón Sánchez Castellanos,

Agimiro Socarrás y Badito Saker Saker.

El Partido Socialista Popular en la provincia, acometió en 1956 un proceso de

reorganización y fortalecimiento, paralelo al desarrollo de la lucha del Movimiento 26 de

Julio, a la creación del Directorio Revolucionario y al fortalecimiento de ambas

organizaciones con miembros de otras, como el Movimiento Nacional Revolucionario y la

Organización Auténtica, entre otras.

En enero fueron trasladados para La Habana Osvaldo Sánchez y Clementina Serra

y más tarde, Ursinio Rojas. En julio de 1956, en el más completo clandestinaje, se efectuó

la Asamblea Provincial del PSP en la ciudad de Camagüey, asistiendo en representación

del Comité Nacional Flavio Bravo, Osvaldo Sánchez y Ursinio Rojas. El desarrollo de la

Asamblea fue una muestra de la disciplina y capacidad organizativa del Partido en la

clandestinidad. Se renovaron el Buró Ejecutivo y el Comité Provincial, siendo electo

secretario general del primero Felipe Torres Trujillo.

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Raúl García Peláez y Lázaro Artola visitan a Frank País, a su llegada de México, y

quedaron establecidos los lazos directos de trabajo con éste.

En el mes de septiembre, Raúl García Peláez convocó a una reunión con el objetivo

de reforzar la dirección provincial del M-26-7, ante el incremento de la persecución a que

estaba sometido, en la misma se acordó que Joaquín Agramonte Molina asumiera la

coordinación del Movimiento, lo cual no se informó a los responsables de otros frentes de

trabajo en espera de su aprobación por la Dirección Nacional del Movimiento, quien

oficializó la propuesta de cambio después del 30 de noviembre, afectando la ejecución de

importantes acciones encomendadas por la dirección del Movimiento.

A finales de septiembre, Armando Hart visitó la provincia y en compañía de Raúl

García Peláez y Joaquín Agramonte Molina, recorrió algunos municipios, donde se

procedió a ratificar o sustituir a las direcciones municipales y se precisaron los planes para

el desarrollo del futuro del Movimiento. También se recolectó dinero entre algunos

elementos de la burguesía, simpatizante de la lucha revolucionaria.

Un mes más tarde, a fines de octubre, Frank País visitó nuevamente México y

sostuvo un segundo encuentro con Fidel, donde se precisan detalles sobre las acciones de

apoyo al desembarco del Granma. De México, Frank País viajó a Miami y de allí, a

Camagüey. El 28 de noviembre Lázaro Artola llegó a Santiago de Cuba en busca de armas

y se entrevista con Frank País, quien le informa la situación con relación a las armas, de la

salida de Fidel de México y le entrega varias granadas de mano. Las acciones a realizar en

Camagüey le fueron precisadas por Pepito Tey, éstas consistían en interrumpir el tráfico

ferroviario y por carretera volando un puente elevado sobre la línea férrea, lo que

imposibilitaría el paso de refuerzos militares de la provincia. Lázaro Artola, a su llegada a

Camagüey, informó de las orientaciones dadas por Frank País a la Dirección Provincial del

Movimiento.

Joaquín Agramonte, Raúl García Peláez y el resto de los compañeros de la

dirección del Movimiento, ante la inminencia de las acciones deciden acuartelar a un grupo

de jóvenes de la ciudad de Camagüey y se orientó lo mismo a algunos municipios. En la

ciudad de Camagüey se llegaron a acuartelar alrededor de 100 compañeros. La noche del

29 de noviembre, la dirección del Movimiento conoció que Juan Lovaco, quien fungía

como responsable obrero, se había exiliado en Santo Domingo; esta situación trajo

problemas, ya que se habían previsto huelgas y sabotajes en algunos sectores obreros.

Rolando Montenegro, que trabajaba con Lovaco, se comprometió a realizar todo lo que

estuviera a su alcance.

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En conclusión, el Movimiento en la provincia no logró cumplir las acciones

encomendadas. A la falta de armas y otros medios se unieron fallas organizativas y de

dirección. Ante el fracaso de las acciones previstas no reaccionaron con energía tomando

decisiones alternativas para cumplir la misión asignada de impedir el traslado de tropas

hacia Santiago de Cuba.

El desembarco del Granma se produjo en difíciles condiciones, el 2 de diciembre

de 1956; tres días después, en el combate de Alegría de Pío, las fuerzas revolucionarias

fueron diezmadas y en la madrugada del 9 de diciembre en Boca de Toro, municipio de

Niquero, fue asesinado Cándido González Morales. La prensa del país y de la provincia se

hicieron eco de las falsas noticias propagadas por la tiranía sobre la muerte de Fidel Castro

y sus compañeros. Esto, aunque no confundió a la totalidad del pueblo, creó en una parte

del mismo la incertidumbre, el dolor y la cólera.

El año 1956 concluía con una situación difícil para el Movimiento 26 de Julio en la

provincia, muchos de sus familiares fueron identificados por primera vez y otros, sobre los

que existían sospechas fueron definitivamente ubicados por la policía. Sin embargo, parte

de la dirección provincial pudo ser preservada, no salió a la luz pública y pudo reiniciar

poco después su trabajo. Lo importante es que se había producido un salto cualitativo en la

lucha; Fidel estaba en Cuba; se iniciaba la etapa de la lucha guerrillera.

Etapa Final de la Lucha Contra la Dictadura

La falta de cuadros de experiencia en la lucha clandestina originó fallos en la organización

y compartimentación en las acciones revolucionarias y facilitó la acción de los órganos

represivos de la dictadura; esto obligó a Frank País, jefe nacional de acción del M-26-7, a

acometer un proceso de reorganización y fortalecimiento del movimiento en todas las

provincias, a partir de finales de diciembre de 1956. Frank País, en unión de Faustino

Pérez, reorganizó el Movimiento en Santa Clara, La Habana, Matanzas y Pinar del Río. A

Camagüey envió con esta misión a Octavio Louit Venzant151 y a Alonso Hidalgo Gato.152

151 Octavio Louit Venzant (Bejerano), militante del M-26-7 y destacado dirigente obrero en Guantánamo, que había sido trasladado a Santiago de Cuba por Frank País para el trabajo del M-26-7 con el movimiento obrero de esa región. 152 Alonso Hidalgo Gato (Bebo), participante de la lucha clandestina en Santiago de Cuba al lado de Frank País.

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Octavio Lovit Venzant, a su llegada a Camagüey, siguiendo las orientaciones de

Frank País, inició su trabajo con nuevas concepciones de lucha del M -26-7 dentro del

sector obrero.

Las células del movimiento en el sector obrero tenían misiones específicas de coordinar

los sabotajes técnicos en sus áreas de trabajo y trasmitir sus experiencias a los grupos de

acción para tareas de mayor envergadura, además de desarrollar la propaganda y la

recaudación de fondos. En el desarrollo de este proceso, Octavio Louit, jefe de la sección

obrera del M-26-7 en Camagüey, contó con la ayuda de Antonio Torres (Ñico), el

responsable nacional obrero del movimiento, que visitó varias veces la provincia.

En enero de 1957 se estructura en Santiago de Cuba, inspirado por Frank País el

Movimiento de Resistencia Cívica; en este propio mes, se constituye en Camagüey, bajo la

orientación de José Antonio Aguilera Maceiras.

La resistencia cívica surgió como respuesta del Partido del Pueblo Cubano (o) y

otras organizaciones y personalidades, a raíz del golpe militar del 10 de marzo, pero quedó

limitada a una resistencia pasiva, sólo después de las acciones revolucionarias del 30 de

noviembre de 1956, la Resistencia Cívica organizada por el M-26-7 adquirió un carácter

militante y combativo, y un propósito del movimiento de Resistencia Cívica era incorporar

y utilizar en la lucha contra la dictadura a las instituciones cívicas integradas por

organizaciones sociales, culturales, recreativas, femeninas fraternales, religiosas y

económicas, así como de forma individual a integrantes de la clase media, comerciantes,

industriales y profesionales que no querían vincularse directamente en acciones, pero

deseaban cooperar.

En la provincia, la acción del Movimiento de Resistencia Cívica quedó integrada

por compañeros que ya venían trabajando con el Movimiento 26 de julio, como Jorge

Guerra Romero, que fue su primer responsable, los hermanos Carlos, Francisco y

Magdalena Duque Estrada, Modesto García del Busto y los hermanos Lavernia. La

estructura adoptada en la provincia que luego se extendió a algunos municipios fue:

secretario general, secretario de organización, secretario de propaganda secretario de

finanzas y secretario de abastecimiento.

Paralelo al surgimiento y desarrollo del Movimiento de Resistencia Cívica dentro

del movimiento 26 de Julio se desarrolló un trabajo de reorganización. En Marzo llega a

Camagüey Alonso Hidalgo Gato (Bebo) con órdenes de Frank País de reestructurar el M-

26-7 y recuperar la iniciativa, lo que sólo podría lograrse con el desarrollo de acciones

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revolucionarias que demostrarán la vitalidad, organización y vitalidad, organización y

capacidad combativa del Movimiento en la provincia.

Los grupos de acción, siguiendo las instrucciones de Frank País, comienzan a

organizarse con una estructura militar. En el cumplimiento de diferentes misiones se había

destacado Pedro Léster Delgado junto a otros valiosos jefes de grupos. En atención a sus

méritos y condiciones personales, Léster Delgado fue ascendido al grado de capitán y

nombrado jefe de acción de la ciudad, con los tenientes Milton Urra (t), Sergio Varona y

José Quesada bajo su mando.

En el mes de Abril se reestructuró la Dirección Provincial del Movimiento 26 de

Julio, quedando integrada por: coordinador, Joaquín Agramonte Molina; acción y sabotaje,

José A. Sánchez; finanzas, Enrique La Torre; propaganda, Alberto Pila; sección obrera,

Octavio Louit Venzant; y Resistencia Cívica Jorge Guerra. Se creó también un frente

femenino, integrado, entre otras, por Lidia Artiles, Gladis Castañeda, Juanita Iraola,

Georgina Díaz, Elvira Prieto, María Antonia Machado, Ángela Castellanos, Gloria y

Zulime Saker y Aida Agramonte, quienes tenían como objetivo encausar el trabajo de las

mujeres en la clandestinidad.

Frank País insistió en la necesidad de tener un eficiente aparato de acción y

sabotajes, que no tenía que ser inmenso, pero sí integrado por hombres disciplinados y

entrenados lo mejor posible. "Hay que estudiar los sabotajes, crear planes de trabajo y

ponerlos a funcionar lo más rápido posible, teniendo normas estrictas de disciplina,

silencio y organización. Castigando hasta con la vida los casos de delación y discreción".

Las órdenes de Frank se venían cumpliendo en la provincia de Camagüey y las

acciones se intensificaron en el mes de mayo.153

153 Frank País, desde Santiago de Cuba, insiste en precisar las acciones revolucionarias coordinadas con todas las provincias, a tales efectos envía la siguiente circular: "Mayo, 26 de 1957 Camagüey, Santa clara, Habana, Matanzas, Pinar del Río A la Dirección Provincial: Quería comunicarles por este medio una orden de la Dirección Nacional del Movimiento para un sabotaje especial a realizarse a principios de mes. La fecha exacta será indicada en próxima. Es urgente que en toda la Isla, en la fecha que señalaremos, se ataque puentes, ferrocarriles, teléfonos y luz, además de todo el sabotaje menor que pueda desarrollarse; es imprescindible que esto se realice, pues será para apoyar una serie de movimientos militares nuestros. No se puede dejar de hacer bajo ningún concepto este esfuerzo. Se suplica se preparen con tiempo y rapidez los trabajos. La falta de dinamita puede reportarse en esta dirección para enviarles algo. Pero no hay mucha, traten de hacerlo con los medios que tengan. Es importante y urgente que esto se haga.

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La noche del 25 de julio de 1957 fue de fiesta para el movimiento clandestino

revolucionario; se ubicaron banderas del movimiento 26-7 en los lugares más disímiles de

la provincia; en este día a las 10:00 AM se produjo un paro de quince minutos de los

trabajadores del comercio en la ciudad de Camagüey, que fue secundado por los

empleados de ómnibus urbanos. Los obreros de los Ferrocarriles Consolidados se unieron

al paro. El Ministerio del Trabajo ordenó formar expediente disciplinario a los

participantes y al ser imposible, por la masividad, se orientó efectuarlo a los dirigentes de

las organizaciones sindicales. Todo intento de control por parte de la dictadura fue inútil; el

camino al triunfo revolucionario estaba abierto.

Por la Dirección Nacional del movimiento 26-7 David"

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