Critica REO 8-9 Tomos I II

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    Revista deEstudios Orteguianos

    N 8/9. 2004

    La edicin de las huellas de mi vida.

    Obras completasde Jos Ortega y Gasset*

    Fernando R. Lafuente

    S e suele recordar que el estereotipo es una verdad cansada (Steiner), locierto es que la ausencia de ediciones filolgicas de obras completas deautores en espaol del siglo XX es una de esas verdades cansadas,porestereotipadas, de la vida acadmica nacional; apenas en los ltimos aos co-mienzan a darse los primeros balbuceos moderadamente responsables en arasde construir uncorpus homologable a lo ya realizado en mbitos semejantes tancercanos como los franceses o alemanes. Es decir, el estereotipo, la constata-cin de esa ausencia, ser una verdad cansada, bien, pero aqu lo cansado co-

    mienza a resultar la permanencia de tal estereotipo, por verdad y por reitera-da. Son tantos los ngulos y las perspectivas de aproximacin a un objeto deestudio determinado en esta caso la edicin filolgica de tal o cual autor queprovoca, sin duda, cierta inquietud acadmica la mera mencin de ello.

    Filologa, record August Boeckh, y suele citar Rafael Gutirrez Girardot,es conocimiento de lo creado por el espritu humano [] es conocer de lo co-nocido. El trabajo concreto de la filologa parte del texto, pero se nutre decomponentes literarios, filosficos, histricos, sociolgicos, polticos, teolgi-cos o religiosos que laten en ese texto. Ese amor a la palabra (filologa) re-quiere el estudio, la comparacin, la edicin de los textos en sus ms diversosaspectos: lexicolgicos, gramaticales, semnticos, todos, propios de cualquier

    *Jos ORTEGA Y GASSET, Obras completas, tomo I (1902-1915) y tomo II (1916). Madrid:Fundacin Jos Ortega y Gasset / Taurus, 2004, 1039 y 964 pginas.

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    lenguaje, al tiempo que sita a la palabra escrita en un contexto etimolgico,histrico y social. La filologa no avala la comprensin de un texto, pero per-

    mite su acercamiento, la posibilidad real de interpretacin.Cmo es posible que an no dispongamos de uncorpus razonable y razona-do de obras completas que permita enfrentarse al estudio y la investigacinpormenorizada de una poca crucial en la reciente historia intelectual de Es-paa como fue la denominadaEdad de Plata (1898-1936)? Pues, es posible. Conlos dedos de una mano (izquierda o derecha, eso lo dejo a gusto del curioso lec-tor) pueden contarse las ediciones que cabra describir como homologablesrespecto a un posible canon de tal modelo de edicin. Si se atiende a la biblio-grafa existente se comprobar cmo se estiran y se encogen los criterios parala confeccin de numerosas ediciones de obras completas de autores espao-les. Todo ello, por habitual, est en funcin, unas veces de curiosos derechosatribuidos a unos u otros familiares, al descubrimiento o no de determinados

    manuscritos; al mercadeo de los textos, en demasiadas ocasiones, supuesta-mente inditos o atribuidos al autor; a la obsesin de agrupar los escritos deacuerdo a un extravagante concepto temtico; a la mana de corregir los textoshasta dejarlos irreconocibles, y as el catlogo se puede ampliarad nauseam. To-do ejecutado, claro est, con la impunidad del silencio por parte de la crticaacadmica o el desdn por parte de los lectores. Y lo peor es que aqu nadie pa-ga por dar gato por liebre. El disparate o la desidia, o las prisas, quedan impu-nes. Smese a ello la ausencia de incentivos razonables para acometer un tra-bajo de larga duracin y el mapa comenzar a tomar forma. Lo que suponemenor coste de tiempo, de recursos acaba por convertirse en la norma. Y asgira la rueda.

    Pocos casos como el de Ortega en el que la incuria (de la que hablaba, como

    siempre con acertado criterio Gabriel Zaid, la incuria de los autores, sus fa-milias, la posteridad, los incendios, las guerras, los saqueos, el polvo, las hu-medades, los bichos acabaron con obras que ni siquiera sabemos s existieron)no slo no haya existido, sino todo lo contrario. Si esta definitiva edicin hasido posible se debe al cuidado, extremo y minucioso, del que ha gozado elArchivo de Ortega, gracias, de manera especial a la labor de su hija Soledaddurante dcadas; Archivo hoy conservado en la sede de la Fundacin JosOrtega y Gasset de Madrid.

    Es cierto que hoy una de las carencias ms insoportablemente obscenas quemuestra la sociedad acadmica es la falta de criterio a la hora de evaluar laingente informacin y documentacin de que se dispone sobre un autor con-temporneo, mxime si se trata de alguien que ha tenido una considerable pro-

    yeccin pblica e intelectual tanto a lo largo de su vida como despus. Esdecir, se hace cada vez ms necesaria una precisa y equilibrada labor dedicada

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    a discriminar, seleccionar y poner en valor el material del que se dispone; esdecir, ordenarlo y contrastarlo. La simple acumulacin relativista parece bue-

    na, por eclctica, pero advierte de una cierta e inquietante carencia de criterio.La cantidad siempre parece un seguro frente a la crtica. No es el caso. No de-bera serlo. Publicar todo es no publicar nada. Hundir en el bosque de los do-cumentos la obra que marc un destino intelectual, elevar las ancdotasintrascendentes que apenas se disolvieron en el aire de lo cotidiano a la mismacategora que las pginas escritas con la voluntad de llegar all donde el autory sus contemporneos soaron alcanzar, sobrevivir al lector contemporneopara ser contemporneo del lector futuro, no es lo ms recomendable a la ho-ra de destacar, precisamente, lo singular de una obra.

    A propsito de la edicin de lo que cabra entender como obras completas es-cribi Ortega:

    El gran invento de Goethe su lrica radica en haberse atrevido a cantaraquellas personalsimas inquietudes de su pecho en que nadie se haba antesparado. Por eso, cuando habla de sus obras completas, puede llamarlas: la edi-cin de las huellas de mi vida...

    Tal vez por ello, esta ambiciosa y, por ms de un motivo, definitiva edicinde las Obras completas de Ortega que ahora se presenta, y que se extender has-ta el primer trimestre de 2006, surge de un prolongado trabajo de edicin rea-lizado a lo largo de los ltimos aos por un equipo de investigadores reunidosen torno al Centro de Estudios Orteguianos, todos ellos de varia procedenciaacadmica. La empresa no era fcil. Se parta de los buenos trabajos de Pau-lino Garagorri pero haba que incorporar nuevos textos, y hacerlo con un en-

    comiable criterio cronolgico que exiga partir desde el principio para trazar,tal y como se produjo en el tiempo, no otro es el mapa de una obra, el largo yenjundioso trayecto orteguiano. Sabemos que la edicin filolgica de los fil-sofos en espaol es asunto apenas debatido. Tortuoso y ajeno a la tradicin re-ciente. Francisco Javier Martn lo dej meridianamente documentado en laspginas deRevista de Occidente (n. 273, febrero, 2004).

    Lo acometido en la presente empresa abre, ms all de las particularidadesdel propio Ortega, un modelo de edicin del que, ms vale antes que tarde, de-bern hacerse eco obras futuras. Es uno de los muchos valores de la nueva edi-cin. Insisto, la tarea no era fcil, ya el propio Ortega en 1932, en el prlogo ala edicin de sus Obras adverta:

    No hay, pues, grandes probabilidades de que una obra como la ma, que,aunque de escaso valor, es muy compleja, muy llena de secretos, alusiones yelisiones, muy entretejida con toda una trayectoria vital, encuentre el nimo

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    generoso que se afane, de verdad, en entenderla. Obras ms abstractas, desli-gadas por su propsito y estilo de la vida personal en que surgieron, puedenser ms fcilmente asimiladas, porque requieren menos faena interpretativa.Pero cada una de las pginas aqu reunidas resumi mi existencia entera a lahora en que fue escrita, y yuxtapuestas, representan la meloda de mi destino

    personal.

    Lo que se ha hecho, lo que han hecho investigadores que vienen de campostan diversos, como lo es la obra de Ortega: Ciencia Poltica (Javier Zamora),Filologa (Jos Ramn Carriazo, Iaki Gabarin, Azucena Lpez Cobo), Filo-sofa (Isabel Ferreiro, Juan Padilla), Periodismo (Ignacio Blanco), Sociologa(Carmen Asenjo) exhibe el valor del sentido comn; es decir, poner, filolgi-camente hablando, a Ortega en limpio. Recuperar el orden del tiempo, atendercon pulcritud a la serie ensaystica tal y como se ha mostrado en el particularitinerario de una obra cuyo principal escenario sera el peridico:

    La aparicin de mis obras, que hasta ahora volaban como bandada fortuitade volmenes, en una edicin compacta es idea y voluntad de un editor, nomas. [] Pero esta propaganda de entusiasmo por la luz mental el lumen na-turale haba que hacer en Espaa segn su circunstancia impusiera. En nues-

    tro pas ni la ctedra ni el libro tenan eficiencia social. Nuestro pueblo no ad-mite lo distanciado y solemne. Reina en l puramente lo cotidiano y vulgar...He aqu por qu, dcil a la circunstancia, he hecho que mi obra brote en la pla-zuela intelectual que es el peridico.

    Se preguntaba Eric J. Hobsbawn: hasta qu punto la experiencia vital tie-ne una cierta influencia en la eleccin del campo de investigacin?.

    No es casual la eleccin orteguiana. Ortega fue un espectador comprometi-do y apasionado, y su trayectoria desvela mltiples vnculos con la realidad delsiglo XX, un espectador comprometido respecto a la historia (Aron). En susobras, la combinacin de acontecimientos, biografa, contextos, modelos socia-les, utopas, fracasos y anhelos definen una vida concreta que no se repite, quees absolutamente imposible de repetir. He ah el doble valor de una ordenacincronolgica de sus obras, tal y cmo se fueron publicando en el tiempo.Ortega vislumbra cmo el arte y la cultura sern reemplazados (lo han sido)por las industrias culturales, el mundo de la televisin, el apogeo, tras la rebe-lin, de las masas.

    Dira escribe Steiner que nuestro tiempo es el de la irreverencia. Las cau-sas de esta transformacin fundamental son las de la revolucin poltica, el

    desorden social (la clebre rebelin de las masas de Ortega y Gasset) y del es-cepticismo obligado de las ciencias.

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    Probablemente si algo inquieta en el conjunto de la obra orteguiana es, seraconcluir lo que se ha considerado uno de los asuntos vertebrales del siglo XX,

    y cuya agenda, y aldabonazo, adelant y elabor Ortega: hallar las leyes delcomportamiento de las masas, pues como advirtiera Canetti: de esa ciencia noexisten ni siquiera los rudimentos. Es ah, en el lado de la realidad actual, enel que la obra de Ortega adquiere una dimensin de gigante intelectual, deperspectiva superior; es en la vigencia una obra viva de los asuntos que setratan en donde se alza la oportunidad de una publicacin semejante, elabora-da con los instrumentos adecuados, los recursos necesarios y la competenciaacadmica exigida. A Ortega se le sigue leyendo, se le busca, se le cita, se le in-terroga. Su obra se hace en los peridicos, marca la transicin de una culturade conferencias, artculos en la Prensa, conferencias pblicas y tertulias a unacultura ms universitaria y de seminario, y logra recoger mucho de lo mejor delmundo que abandon a la vez que facilitar la llegada de la situacin actual

    (Jaime de Salas). La ordenacin cabal de su obra, ms all de un compromisointelectual, es un ejercicio de dilogo intergeneracional con infinidad de impli-caciones histricas y polticas.

    La obra de Ortega salta a un gran pblico comprometido con los destinoscontemporneos; comprometido con los dudosos contornos de la nacin libe-ral, con el destino americano de la lengua espaola, con los ltimos latidos deun concepto del arte y de la literatura que se pierde en la niebla de su propioensimismamiento, con la insoportable levedad de las nuevas sociedades surgi-das al albur de las masas, con la esperanzada apuesta de la redescubierta so-ciedad tecnolgica. Ese pblico que entiende a Ortega y que entiende conOrtega, entonces y ahora, y maana, los grandes temas de nuestro tiempo queson todos los tiempos en un espaol claro, vibrante, hondo y cabal. Una

    prosa ensaystica que fija la geografa esencial de una incipiente filosofa enespaol.

    La nueva, y definitiva, edicin se abre con un volumen que recoge los textosorteguianos publicados hasta el final de 1915, los textos de la juventud de Or-tega. Incluye jugosas sorpresas, como la tesis doctoral,Los terrores del ao mil, eldescubrimiento del psicoanlisis y artculos perdidos, como los publicados enLa Prensa (Buenos Aires) en donde se encuentra ya el germen del inters porAmrica, el inters de alguien que, como confes al mexicano Alfonso Reyes,le gustara ser recordado como Ortega, el americano. Comienza en 1902 conuna Glosa a Ramn del Valle-Incln publicada enFaro de Vigo (28 de agosto)y se cierra con un artculo sobre Pensamientos de ao nuevo publicado enLaIlustracin Espaola y Americana (30 de diciembre, 1915), adems se incluyen co-

    mo Anexos una serie de textos de Ortega sin firmar que se publicaron, en sumayora, en la revista Espaa, atribuidos por el profesor Ricardo Senabre.

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    ste es un volumen que, al ser organizado con el sentido comn del orden cro-nolgico, permite vislumbrar, seguir, comprobar y contrastar las pasos justos y

    medidos, las tentativas del filsofo entusiasta que comienza a tejer el largo ta-piz de una obra cuya insoslayable identidad es, precisamente, ser escrita en eltiempo. Es el rasgo de su singularidad. Una minuciosa elaboracin intelectualque se gua del ritmo marcado por las circunstancias. Unas circunstanciasmuy pegadas al acontecer pblico, a las pulsiones y convulsiones de un espa-cio muy concreto: Espaa y que atiende lupa en mano las contingencias in-ternacionales con una atencin por dems indita en la vida espaola. Estolate en las pginas de este primer volumen, el lector lo percibe como, insisto,un rasgo que distingue la perspectiva desde la que el ensayista se enfrentar alprisma caleidoscpico de la realidad. As, las primeras epifanas que marcarnel rumbo de la vida intelectual espaola: Ensayo de esttica a manera de pr-logo, Vieja y nueva poltica, Meditaciones del Quijote, ensayos escritos todos ellos

    en un ao cenital, 1914.El segundo volumen est dedicado a Personas, obras, cosas (1916) y El Espec-tador (1916-1934), la silva de varia leccin orteguiana, una de esa obras deOrtega cuya lectura gana con el tiempo, que permite un centn de perspecti-vas crticas, que va y viene de la filologa a la filosofa, la poltica, la vida coti-diana. El volumen se abre con un texto sobre las Caricaturas de Bagara de1916 y se cierra con la Socializacin del hombre (1930), de acuerdo a la or-denacin del propio autor y la fecha de publicacin de la monografa (1934).Personas, obras, de Barrs a Baroja, de los beros a las ermitas de Crdoba, deTiziano, Poussin y Velzquez a La Gioconda, de Azorn a Anatole France, delQuijote en la escuela a las Notas de andar y ver, de las Meditaciones de ElEscorial a las Confesiones del Espectador, de las Estudios Filosficos a la po-

    ltica europea (la amenaza del fascismo), de Hegel a Amrica, siempre Amri-ca. En el volumen, como en el anterior, se incorpora un aparato crtico queenriquece la visin de un conjunto de ensayos de apasionante recorrido y me-morable consulta (monumentos ensaysticos como Democracia morbosa,Para la cultura del amor, El origen deportivo del Estado, La pedagoga so-cial como programa poltico, Musicalia) porque la agenda cultural europeay americana de esas primeras dcadas del siglo XX tiene en estas pginas el re-gistro cabal de una reflexin indita en espaol. La proyeccin americana deestos textos no tardara en producirse.

    Sirvan como eplogo apenas unas calas para destacar lo que es un esfuerzointelectual y editorial algo ms que notable. Ortega mereca esta ambicin fi-lolgica, y la edicin de un autor mayor del siglo XX espaol exiga este res-

    peto cronolgico. En el plan general de edicin se rene todo lo escrito porOrtega conocido hasta la fecha; sin embargo, se han dejado a un lado, con

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    encomiable criterio, la correspondencia, las notas de trabajo, las entrevistas ylos resmenes de conferencias aparecidos en la prensa. Se ha aplicado el crite-

    rio y no la acumulacin. Porque la mera acumulacin de materiales biogrficosy la fijacin textual de unas obras completas son asuntos no s s contrarios, nos s complementarios, que quiero suponer que s, pero en absoluto intercam-biables. De ah, el acierto de dejar a un lado eso que ahora entrevistas, co-rrespondencias y dems se incluye con una alegra metodolgica qu dudacabe que encomiable, pero ajena a los propsitos finales de una edicin can-nica. La sociedad del espectculo tambin se ha instalado en la fatua vidaacadmica (alguna vez se fue?) y a menudo se pretende encontrar las huellasde un escndalo (ya sea intelectual o personal) como gran contribucin alconocimiento de la obra de ste o aqul autor. Ya no hay inocentes.

    En Taurus ahora se edita la obra que Ortega public (sern los seis prime-ros volmenes, de los que estos dos dan eficaz muestra) y la que dej indita

    (los cuatro siguientes) y para ello, con un criterio filolgico impecable, se hapartido de la ltima edicin en vida del autor (1955); quedaban los textos pu-blicados y no recogidos en dichas Obras completas (Madrid, 1953-1955, terceraedicin) y una muy rica y amplia obra indita. Todo ello se fue corrigiendo, conposteriores incorporaciones denominadas Obra pstuma (1961, 1962, 1983),ahora bien otros quedaron para mejor ocasin, sta. En el presente caso se hancotejado todos los textos y se ha realizado un trabajo informtico ejercicio decontraste de textos, extraordinario, uno de los mximos valores de esta edi-cin que debera servir de modelo, como ya se ha sealado ms arriba, paraotras obras completas.

    Como resultado de ese trabajo minucioso y arduo se ha llevado a cabo unacertera fijacin de cada pgina y se han limpiado esas pginas de erratas y pin-

    torescas o curiosas lecturas; se ha buscado, siempre, la ltima versin aproba-da por el autor; se ha seguido, insisto, por fin en un autor espaol y en espa-ol, un escrupuloso criterio cronolgico, que se ha mantenido, como no podaser de otra forma y as subrayar la coherencia del modelo adoptado, tambinpara la obra pstuma, segn su ao de escritura; se han corregido datacioneserrticas; se han aplicado las reglas ortogrficas vigentes y respetado la alter-nancia de pares como por ejemplo transcendente/trascendente; se han respe-tado tambin lo que cabra entender como peculiaridades morfolgicas ysintcticas del dominio y uso de la lengua del autor, y se ha incorporado unaparato crtico, al final de cada tomo, que rene vnculos, variantes, Noticia deltextoy Anexos, como ya seal en el breve comentario al contenido de los dosprimeros volmenes publicados; Apndices en los que se recogen las variantes

    que acompaan al proceso de fijacin textual. Conviene recordar que en los ci-tadosAnexosy Apndices adems de textos atribuidos a Ortega, se reproducen

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    fragmentos, pargrafos que el autor elimin a la hora de publicar una versindefinitiva.

    En la actual edicin est el proceso de creacin paso a paso. Estn el pulsofirme de los prrafos que se instalan en la pgina sin titubeos, y la duda sobreaquellos en los que Ortega considera que deben desaparecer en una nueva ver-sin. Por qu unos? Por qu el vaivn de los que entran y salen? Cuestinde estilo? Cuestin de concepcin filosfica? Cuestin circunstancial, espo-rdica, anecdtica, poltica? Lo habitual en unas obras completas es proponerinfinitos senderos de investigacin; agendas de trabajo que abran inditosaccesos de entrada y de salida. Todos advierten de las amplias avenidas de bs-queda, estudio, anlisis que se prestan a la investigacin de la gnesis, desa-rrollo, apogeo y recepcin de la obra orteguiana. Siempre una nueva leccin,una perspectiva indita, una circunstancia sin contemplar. Volvamos al prin-cipio, y valga el final, con Steiner:

    La relacin entre maestro y alumno es falible. Inevitablemente,irrumpen los celos y la vanidad, la mentira y la traicin. Pero sus espe-ranzas eternamente renovadas, la maravilla imperfecta de la relacin,nos llevan hacia ladignitas de la persona humana, hasta lo mejor de unomismo. Ningn medio mecnico, por expeditivo que sea, ningn mate-rialismo, ni siquiera triunfador, podra borrar el despertar que experi-mentamos cuando hemos comprendido a un maestro. Esta alegra noconvierte a la muerte ms ligera de ningn modo. Al contrario, uno seenfurece ante este despilfarro. Acaso no ha llegado la hora de otra lec-cin?

    La publicacin de esta definitiva edicin de las Obras completas de Jos Ortega

    y Gasset invita, anima al lector universal de Ortega a gozar, una y otra vez, deuna nueva leccin.

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