Cristina Carroquino - Archivo de la frontera · A las Pamplinas de Cristina Carroquino La greguería es a la pamplina como la receta a la croqueta. O sea, las pamplinas tienen siempre

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Cristina Carroquino

PAMPLINAS

16 de junio de 2018: exposición en un jardín

a la orilla de un río en Ortigosa del Monte,

con texto de Jose & Leo

[email protected]

Colección: E-Libros – La Conjura de Campanella Fecha de Publicación: 09/07/2007 Número de páginas: 10

Colección: Congresos y Eventos, Galeatus Fecha de Publicación: 18/06/2018 Número de páginas: 23 I.S.B.N. 978-84-690-5859-6

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Cristina Carroquino

PAMPLINAS

16 de junio de 2018: exposición en un jardín

a la orilla de un río en Ortigosa del Monte



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Algunas escenas en el jardín…



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y las Pamplinas de Cris Carroquino…



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Fin, siempre provisional, en el recuerdo, una tarde en un jardín, junto al río, entre amig@s, con risas y conversación...



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A las Pamplinas de Cristina Carroquino

La greguería es a la pamplina como la receta a la croqueta.

O sea, las pamplinas tienen siempre la posibilidad de ser dichas. Pero como son poemas

visuales, imágenes, su significado se sale del carril del renglón para abrirse al espacio

infinito. Es por eso que las pamplinas tienen más de una interpretación o un significado.

A veces, Cristina las ha compuesto escuchando voces de la infancia. Por ejemplo,

“Bébete la leche para hacerte grande” se oye en la pamplina en que unos interminables

pantalones de caballero están coronados por un bebé agarrado a un vaso. O, “¡Mira que

eres patosa!” escuchamos al ver a una niña con medio cuerpo de patita de colores. Pero

resulta que el primero es también el retrato psicológico de esos adultos que son

presumidos y caprichosos como niños. Y en el segundo, la cría torpe resulta ser la hija

de Superman, y su andar decidido levanta una airosa capita.

Las pamplina son, en su mayoría, retratos. De caballeros a pedales, de damas

suculentas, de animales escabechados en imaginación… También hay alguna alegoría

de “a buen entendedor”. La mayoría están hechas por dos recortes, hay alguna de tres,

pero no más. Es decir, se arman con dos polos entre los que se estira el chicle de lo

posible. Cristina ese chicle se lo ha tragado ya varias veces. Y otras tantas se lo ha

pegado al pelo de la pena para hacerle de rabiar. El chicle de lo posible, que mascamos

desde hace tanto tiempo que ya no sabe a nada.

Una pamplina es una tontería

según informa la etimología.

Pero también es una hierba delicada,

que llamaremos brócoli de hadas,

y que sabe como sabe un acertijo:

como a champán bebido en un botijo.

Una pamplina es un solitario sin baraja

un puzzle sin modelo donde encajan

añicos de visiones

recortes de emociones

insólitas parejas en mortaja

de amor eterno, con bastón y faja.

Después del minotauro y la sirena

se inventó la pamplina,

que también es collage:

de soldado y sardina,

de pulpo sin cabeza

pero con gabardina,

de montañas de espuma de cerveza

y luna de aspirina.

Y ya para acabar con su paciencia

y cobrar la propina,

les dejo un retrato de la autora



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a modo de pamplina:

Cristina pegatina

sobre el salpicadero

de un coche que conduce

Patti Smith.

Cristina alfil

en el tablero

de una partida de ajodrez,

dentro de un cuadro

de Remedios Varo.

Cristina pajarito

del reloj de cuco

que tiene Georgia O’Keffee

en vez de corazón.

Cristina pajarita en el pescuezo

de una jirafa

que bebe charcos

con una paja.

Doctora Frankinstina

que despierta muñecas de trapo con descargas

de pilas alcalinas.

Cristina anacoreta

que lleva una cometa.

Cris ermitaña

dentro de una castaña.

Cristina peregrina

de su personalidad

tan cristalina.

Lleva chaqueta de hombre

y anda con bailarinas.

Cristina Carroquina

tiene en una cabaña su oficina.

Al pie de una montaña

y junto a una secuoya

regada con morfina.

Jose & Leo

FIN


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