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RESUMEN Las distintas manifestaciones de la arquitectura del siglo VII en el Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) —tanto la cons- trucción pública de naturaleza simbólica y jerárquica, como la privada de carácter doméstico— evidencian un distinto domi- nio de los recursos técnicos por parte de los artesanos que las realizan. De esta forma es posible establecer variantes técnicas con significado social en las «arquitecturas» del Tolmo de Mi- nateda, por más que tengan idéntica cronología y participen del mismo ambiente técnico. Para ello, una vez caracterizadas las manifestaciones arquitectónicas, se estudian las formas de or- ganización de los procesos productivos arquitectónicos, y se propone una interpretación espacial del complejo monumental —basílica, baptisterio y palacio— que ayude a comprender me- jor la significación histórica de su construcción. SUMMARY The symbolic and hierarchic public construction together with the private domestic architecture of Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) dated to the seventh century prove the crafts- men’s differential knowledge of the technological resources. It is therefore possible to distinguish technical variations with a social meaning in the «architectures» of Tolmo de Minateda, chronolo- gically and technically the same though. Once the architectonic products are featured, the organization of the architectonic pro- ductive processes are analysed and a spatial interpretation of the monumental complex (basilica, baptistery and palace) is given in order to better explain the historical meaning of the construction. PALABRAS CLAVE: Hellín, provincia de Albacete. Sede epis- copal Eiotana. Arquitectura visigoda. Planificación cons- tructiva, arquitectura rupestre, técnicas constructivas, es- cultura decorativa. Edificios domésticos, basílica, palacio. KEY WORDS: Hellín, Albacete. Episcopal see Eiotana. Visi- gothic Architecture. Building planning, cave architecture, building techniques, decorative sculpture. Domestic buil- dings, basilica, palace. CONSTRUYENDO EL SIGLO VII: ARQUITECTURAS Y SISTEMAS CONSTRUCTIVOS EN EL TOLMO DE MINATEDA 1 POR SONIA GUTIÉRREZ LLORET (Universidad de Alicante) PABLO CÁNOVAS GUILLÉN (Parque Arqueológico Tolmo de Minateda) De Dispositione Aedificiorum partes sunt tres: dispositio, constructio, venustas. Dispositio est aereae vel solii et fundamentorum discriptio. Sobre la planificación La construcción de los edificios consta de tres momentos: la pla- nificación, la construcción y el embellecimiento. La planifica- ción es la delimitación del terreno, o del suelo y los cimientos» Isidoro de Sevilla Etymologiarum (XIX,9) 2 1 Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación BHA 2002-02028, De Elo a Ilici. Un proceso de transformación cultural en el sureste de la Península Ibérica, de la DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Quere- mos dejar constancia de que este trabajo no hubiera podido de- sarrollarse sin la colaboración fundamental de Julia Sarabia Bautista y de Víctor Cañavate Castejón, miembros del equipo de investigación del «Proyecto Tolmo de Minateda», y a quie- nes debemos más de lo que permite reconocer esta escueta nota, tanto en la elaboración del soporte gráfico como en el análisis estratigráfico y estructural en que se apoya nuestra dis- cusión. Agradecemos igualmente a Luis Caballero Zoreda la completa revisión de este manuscrito y en particular sus perti- nentes observaciones al problema estructural de los pilares ado- sados en relación a un eventual segundo piso, y a Ignacio Grau Mira sus indicaciones sobre las posibilidades y metodología del análisis espacial aplicado a estructuras arquitectónicas. A todos ellos nuestro reconocimiento. 2 San Isidoro de Sevilla, Etimologías. Edición bilingüe, José Oroz Reta y Manuel A. Marcos Casquero, 1983, Biblio- teca de Autores Cristianos.

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RESUMEN

Las distintas manifestaciones de la arquitectura del siglo VII

en el Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) —tanto la cons-trucción pública de naturaleza simbólica y jerárquica, como laprivada de carácter doméstico— evidencian un distinto domi-nio de los recursos técnicos por parte de los artesanos que lasrealizan. De esta forma es posible establecer variantes técnicascon significado social en las «arquitecturas» del Tolmo de Mi-

nateda, por más que tengan idéntica cronología y participen delmismo ambiente técnico. Para ello, una vez caracterizadas lasmanifestaciones arquitectónicas, se estudian las formas de or-ganización de los procesos productivos arquitectónicos, y sepropone una interpretación espacial del complejo monumental—basílica, baptisterio y palacio— que ayude a comprender me-jor la significación histórica de su construcción.

SUMMARY

The symbolic and hierarchic public construction togetherwith the private domestic architecture of Tolmo de Minateda(Hellín, Albacete) dated to the seventh century prove the crafts-men’s differential knowledge of the technological resources. It istherefore possible to distinguish technical variations with a socialmeaning in the «architectures» of Tolmo de Minateda, chronolo-gically and technically the same though. Once the architectonicproducts are featured, the organization of the architectonic pro-ductive processes are analysed and a spatial interpretation of themonumental complex (basilica, baptistery and palace) is given inorder to better explain the historical meaning of the construction.

PALABRAS CLAVE: Hellín, provincia de Albacete. Sede epis-copal Eiotana. Arquitectura visigoda. Planificación cons-tructiva, arquitectura rupestre, técnicas constructivas, es-cultura decorativa. Edificios domésticos, basílica, palacio.

KEY WORDS: Hellín, Albacete. Episcopal see Eiotana. Visi-gothic Architecture. Building planning, cave architecture,building techniques, decorative sculpture. Domestic buil-dings, basilica, palace.

CONSTRUYENDO EL SIGLO VII: ARQUITECTURAS Y SISTEMAS CONSTRUCTIVOS

EN EL TOLMO DE MINATEDA1

POR

SONIA GUTIÉRREZ LLORET(Universidad de Alicante)

PABLO CÁNOVAS GUILLÉN(Parque Arqueológico Tolmo de Minateda)

De DispositioneAedificiorum partes sunt tres: dispositio, constructio, venustas.Dispositio est aereae vel solii et fundamentorum discriptio.

Sobre la planificaciónLa construcción de los edificios consta de tres momentos: la pla-nificación, la construcción y el embellecimiento. La planifica-ción es la delimitación del terreno, o del suelo y los cimientos»

Isidoro de Sevilla Etymologiarum (XIX,9)2

1 Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto deinvestigación BHA 2002-02028, De Elo a Ilici. Un proceso detransformación cultural en el sureste de la Península Ibérica,de la DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Quere-mos dejar constancia de que este trabajo no hubiera podido de-sarrollarse sin la colaboración fundamental de Julia SarabiaBautista y de Víctor Cañavate Castejón, miembros del equipode investigación del «Proyecto Tolmo de Minateda», y a quie-nes debemos más de lo que permite reconocer esta escuetanota, tanto en la elaboración del soporte gráfico como en elanálisis estratigráfico y estructural en que se apoya nuestra dis-cusión. Agradecemos igualmente a Luis Caballero Zoreda lacompleta revisión de este manuscrito y en particular sus perti-nentes observaciones al problema estructural de los pilares ado-sados en relación a un eventual segundo piso, y a Ignacio GrauMira sus indicaciones sobre las posibilidades y metodología delanálisis espacial aplicado a estructuras arquitectónicas. A todosellos nuestro reconocimiento.

2 San Isidoro de Sevilla, Etimologías. Edición bilingüe,José Oroz Reta y Manuel A. Marcos Casquero, 1983, Biblio-teca de Autores Cristianos.

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1. EL RECONOCIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE LA ARQUITECTURA DEL SIGLO VII

El sugerente título que vertebra este volumen —Elsiglo VII frente al siglo VII. Arquitectura— nos obligaa plantear y responder en la medida de lo posible pre-guntas que no son en absoluto baladíes, comenzandopor aquella que atañe a la propia materialidad de la ar-quitectura de dicha centuria: ¿cómo es esa arquitec-tura? Seguramente no existe una única respuesta aesta cuestión, ya que la caracterización que entrañadepende de distintas consideraciones según sea su na-turaleza urbana o rural, monumental o doméstica, ru-pestre o edificada, alzada o derruida… En nuestrocaso la vamos a formular desde una realidad materialde confusos contornos —la del Tolmo de Minateda(Hellín, Albacete)— aparentemente urbana y monu-mental, pero cuyo arrasamiento no siempre permitehallar en lo conservado soluciones adecuadas a losproblemas planteados por la edificación.

El proyecto sistemático de investigación arqueoló-gica que viene desarrollándose en el Tolmo de Mina-teda ha sacado a la luz espectaculares vestigios urba-nos de época visigoda sobre los restos de unabandonado municipio romano. La toponimia histó-rica y las fuentes materiales han permitido localizaren este asentamiento la ciudad musulmana de Iyyuh oIyih, mencionada en el Pacto de Teodomiro de 713,así como proponer su identificación con la sede epis-copal Eiotana o Elotana, fundada por el estado visi-godo entre finales del siglo VI y principios del VII paraser la cabeza de un nuevo obispado que habría de ad-ministrar los territorios pertenecientes a la diócesisilicitana recién conquistados a los bizantinos, de lamisma forma que el obispado de Begastri haría lopropio con parte de la diócesis de Carthago Noua (Vi-ves, 1961).3

Los datos arqueológicos, procedentes de una inter-vención dilatada en el tiempo, han ido poniendo enevidencia —o al menos así lo parece a día de hoy—que el planeamiento edilicio altomedieval, lejos deimprovisarse, fue consecuencia de un diseño unitario,cuidadosamente concebido y seguramente ejecutadoen sus directrices maestras en plena época visigoda, loque lo convierte, junto con contados ejemplos comoel de Recópolis, en uno de los escasos proyectos urba-nísticos ex nouo de dicho periodo. Esta cuidadosa pla-nificación se materializa nítidamente en la arquitec-tura monumental del asentamiento, en concreto en lafortificación del acceso principal de la ciudad, situadoen la única vaguada que permite la ascensión del trá-fico rodado a la meseta (Gutiérrez Lloret y Abad Ca-sal, 2001) y especialmente en la creación de un árearepresentativa de carácter religioso en la parte alta dela misma, compuesta por una iglesia con baptisterioanejo —el primer edificio que fue exhumado—, uncementerio ad sanctos en torno a la cabecera y lospies del edificio religioso y un complejo edificio fron-tero, en el que se han centrado los trabajos recientes, yque ha sido identificado como un espacio de represen-tación, administración y residencia —¿palatium?—,vinculado a la basílica no sólo desde una perspectivatopográfica sino también cronológica y funcional. Es-tas manifestaciones monumentales, junto a los vesti-gios domésticos de naturaleza más humilde documen-tados en la ciudad, nos permiten configurar el abanicode técnicas y procedimientos constructivos del si-glo VII que pretendemos discutir aquí (Fig. 1).

1.1. EL COMPLEJO MONUMENTAL

El punto de partida será, por su carácter novedoso,el análisis del edificio anejo a la ya conocida basílicaque define con ésta el complejo monumental más sig-nificativo de toda la ciudad, articulado en torno a unespacio abierto, presidido por un pórtico y flanqueadopor un área funeraria restringida y ad sanctos en tornoa la cabecera y los pies del edificio religioso. La solaubicación del complejo, canónicamente orientado deEste a Oeste, en el centro de la meseta, visible desdetodos los puntos del entorno urbano y únicamente do-minado por el recinto fortificado de la acrópolis, daidea de la intencionalidad de la obra y su significadosimbólico, comparable al del propio diseño regio deRecópolis. A esto se suma la magnitud de la interven-

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3 Dicha identificación se apoya en la argumentación toponí-mica del arabista A. Carmona que defendía la perduración deltopónimo Madinat Iyyah en la denominación de la aldea actualque da nombre al cerro, Minateda, con el paso intermedio deMedina Tea, atestiguado en diversos documentos medievales, amás de las referencias geográficas implícitas en las fuentes quela mencionan. La reflexión de A. Carmona fue incluida comoapéndice en un texto de A. Selva y J. F. Jordán (1988: 89), di-vulgada por R. Pocklington (1987) y posteriormente desarro-llada por el propio Carmona (1989: 157), que en la actualidadprepara un trabajo extenso sobre el mismo argumento. La iden-tificación ha sido aceptada también en la reciente traduccióndel Almuqtabis II-1 de M. A. Makkı y F. Corriente (2001: 284,n. 590). En un principio el equipo científico del ProyectoTolmo se inclinó por transcribir el nombre árabe de la ciudadde acuerdo con la versión del autor más antiguo, al-‘Udrı, quevocalizaba el topónimo con kasra. («Iyih»); no obstante, la pre-ferencia por Iyyuh en la reciente traducción del Almuqtabis II-1(Makkı y Corriente, 2001: 284), acorde con la transcripción

clásica del propio traductor de al-‘Udrı (Molina, 1972), nos hallevado a reconsiderarla. La argumentación sobre la identifica-ción de la ciudad islámica con la sede episcopal puede seguirseen S. Gutiérrez Lloret, L. Abad Casal y B. Gamo Parras (2005).

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Fig. 1. Situación general del Tolmo de Minateda.

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ción, cuyo diseño se hizo a fundamentis ignorandocualquier eventual subsistencia de vestigios anterio-res, y cuya ejecución implicó la destrucción de losmismos a más de producir la completa transformaciónde la topografía urbana en este sector de la ciudad,como luego veremos (Fig. 2).

El edificio principal, la iglesia, es una construc-ción basilical de grandes dimensiones con disposicióninterna tripartita, a cuyos pies se adosa un baptisterioretro sanctos alineado en el mismo eje longitudinal ylitúrgico del edificio cultual, en un esquema frecuenteen las Islas Baleares y en la provincia Tarraconense

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Fig. 2. Planta restituida del Complejo monumental. Espacios comunes —1: pórtico, 2: espacio abierto—; palacio —3: vestíbulo,4: cámara axial, 5: antecámara axial, 7: aula, 6 y 8: espacios indeterminados, 9: cámara lateral (¿escalera?), 10 y 11: estancias me-ridionales—; iglesia —12: vestíbulo, 13: sanctuarium, 14: aula; 15: contra-coro; 16: baptisterio, 17: cámara aneja al baptisterio,

18: entrada, 19: espacio indeterminado (¿porche?), 20: sacrarium—; 21: ¿espacio de uso funerario?

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(Godoy, 1996: 341), pero también documentado en laBética y ahora en la Cartaginense.4 Las naves estánseparadas por columnas en la iglesia y por pilares enel baptisterio, que seguramente sostenían una cubiertaa dos aguas, sobreelevada en la nave central con res-pecto a las laterales e iluminada por una serie de ven-tanas cuyos ajimeces monolíticos fueron reempleadosen construcciones posteriores. Cuenta con un ábsidede medio punto, peraltado y exento, cubierto con unabóveda de cuarto de esfera de ladrillo, ante el cual, enel primer intercolumnio de la nave central, se localizael santuario, algo más alto que el suelo de la iglesia ydelimitado por canceles (Fig. 2, 13).

En las fachadas laterales sobresalen cuatro estan-cias: dos en la cabecera, a modo de brazo transversal,y dos colindantes en el extremo occidental de la navemeridional. Las dos primeras se interpretan respecti-vamente como un vestíbulo de representación (Fig. 2,12) y una cámara funeraria que pudo hacer las vecesde sacrarium (Fig. 2, 20), ambas comunicadas con elexterior, aunque con carácter restringido y privile-giado. Otros dos accesos se abren en el centro de cadafachada lateral del edificio basilical, permitiendo elingreso tanto desde el norte como desde el sur, si bienel meridional parece ser el único acceso público clara-mente constatado de la iglesia (Fig. 2, 18). A pesar dela morfología tardorromana de esta planta, la inter-vención arqueológica ha descartado completamenteun hipotético origen paleocristiano, demostrando lavigencia de dichos modelos icnográficos en pleno si-glo VII.

El baptisterio conforma una unidad constructivacon la iglesia, con la que se comunica por el interior através de sendos vanos laterales, aunque se desvía li-geramente respecto a su eje principal. Por el momentoconstituye entre los baptisterios hispanos tripartitos elúnico ejemplo en el que se ha constatado la existenciade una estricta separación de ambientes mediante can-celes, que establecen una circulación lineal durante lacelebración del sacramento. Tanto la cabecera de laiglesia como el propio baptisterio sufrieron a lo largodel tiempo diversas remodelaciones que conllevaron,entre otras cosas, la reestructuración de la zona delsanctuarium, la construcción de un contracoro en el

último intercolumnio de la nave central (Fig. 2,15) ylas sucesivas transformaciones de la piscina bautis-mal, siempre tendentes a disminuir su tamaño y pro-fundidad, desde el diseño cruciforme original a la pe-queña cubeta que caracteriza la última fase (Abad etalii, 2000 b).

Alrededor de la iglesia, en especial en torno a suábside y en menor medida en su interior y a sus pies,han aparecido numerosas sepulturas de hombres, mu-jeres y niños, que se enterraron en el interior de fosasexcavadas en la tierra o en la roca y cubiertas por lo-sas de piedra.5 Se trata de cementerios ad sanctos queproliferaron al amparo de la creencia de que la proxi-midad a las santas reliquias guardadas en el altartransmitía parte de ese estado de santidad. Estos luga-res de enterramiento eran privilegiados por definicióny estaban reservados a las élites laicas y religiosas,frente a los cementerios comunes distribuidos en elentorno del cerro, que conforman un paisaje funerariovinculado a los ejes de comunicación, sin aparente so-lución de continuidad con los espacios funerarios an-teriores.

La extensión de las excavaciones hacia el norte hapuesto en evidencia que la basílica, aun siendo unaconstrucción independiente, formó parte de un pro-grama arquitectónico más complejo, que incluía ungran edificio dispuesto en paralelo a su eje mayor, ce-rrando por el norte un espacio abierto de contornosirregulares que separa ambas fábricas. Este edificiofrontero, al que llamaremos palacio para enfatizar sunaturaleza administrativa, residencial y representa-tiva, es una obra de planta compleja, formada pordiversas estancias comunicadas entre sí y amplios es-pacios que, por sus dimensiones, bien pudieron fun-cionar como patios.6 En el extremo oeste, en paraleloa la vía principal, se encuentra la primera de estas es-tancias y quizá la más moderna del conjunto, un am-plio vestíbulo de forma rectangular (Fig. 2, 3) que co-munica por el Norte con uno de los espacios abiertos,mientras que por el Este conduce al ambiente arqui-tectónico más destacado del edificio a través de un ejede dependencias alineadas (Fig. 2, 4 y 5). La primera,

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4 Su planta es ligeramente trapezoidal, ya que la anchuramáxima interna disminuye de los 12,5 m de la cabecera a los11,5 m de los pies, siendo su longitud de 37,5 m (de los cuales6,5 corresponden al baptisterio). La nave central tiene una an-chura regular de 5 m, mientras que las laterales se van redu-ciendo hacia los pies, contribuyendo a crear la tendencia trape-zoidal antedicha: la nave septentrional se estrecha de 3,85 a3,10 m, mientras la meridional lo hace de 3,75 a 3,50 m, siem-pre en medida interior (Gutiérrez Lloret, Abad y Gamo, 2004:138-40).

5 En el caso de las dos primeras zonas, las tumbas combi-nan inhumaciones infantiles con enterramientos de adultos oincluso de ambos juntos, sin embargo la última, delimitada ade-más por muros (fig. 2, 21), contenía únicamente enterramientosinfantiles, por lo que podría tratarse de un espacio separado, di-ferenciado y reservado a los niños que morían muy pequeños.

6 La descripción del edificio frontero o palatium que se de-sarrolla a continuación, sigue la expuesta en un trabajo recientedestinado a dar a conocer las últimas aportaciones al estudiodel complejo episcopal de la ciudad, en el marco de las Jorna-das de Arqueología de Castilla-La Mancha (Abad et alli, 2007:173-6).

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dividida en dos ambientes por un murete lateral, co-munica con una pequeña dependencia ciega paralelaal vestíbulo que debió tener un segundo piso, a juzgarpor los bloques de opus signinum caídos del suelo su-perior y el probable arranque de una escalera que aúnse conserva; podría tratarse de un acceso puntual a lascubiertas del inmueble, ya que en el resto de lugaresno hay evidencias explícitas de segundas plantas, obien el arranque de un cuerpo elevado en esa zona amodo de torre o campanario, que explicaría quizá loscontrafuertes que refuerzan la pared occidental de esaestancia (Fig. 2, 9).7 La segunda habitación alineada,que actúa como antecámara del aula basilical, con-serva en su pared meridional los apoyos tallados en laroca de semicolumnas adosadas, que debieron contri-buir a realzar el espacio (Fig. 2, 5); se da además lacircunstancia de que en la pared opuesta se abre unapuerta tapiada muy tempranamente, que en origenpermitiría el tránsito a un espacio de difícil concre-ción del que únicamente se conserva un muro aislado(Fig. 2, 6).

La estancia principal parece configurar un aula ba-silical de grandes dimensiones con machones interio-res, perpendicular al eje mayor de la iglesia —esto es,dispuesta de norte a sur— y dividida en dos naves se-paradas por una columnata central de la que se con-servan las huellas de las basas talladas en la roca conla misma técnica que el pequeño zócalo corrido quedelinea el perímetro septentrional del aula (Fig. 2, 7).En paralelo a esta sala hacia el Este se dispone otroespacio muy arrasado, que conserva al menos otrosdos machones interiores en el extremo meridional(Fig. 2.8) y un hipotético acceso tallado en la roca enel testero opuesto, flanqueado por la calle oriental quelimita el complejo y circunvala igualmente el ábsidede la iglesia. Finalmente el edificio tiene otras dos de-pendencias, situadas al Este rodeando la de la hipoté-tica escalera, con entrada independiente desde elespacio abierto situado entre la iglesia y el palacio ysin comunicación directa con el resto del conjunto(Fig. 2, 10 y 11).

Otro de los espacios más significativos de esteconjunto es el pórtico de acceso situado entre el vestí-bulo del palacio y la esquina noroccidental del baptis-terio. Se trata de una entrada principal que conducedirectamente a un patio o plaza interior entre ambosedificios y que está definida por la existencia denueve pilares de grandes dimensiones, alineados engrupos de tres (Fig. 2, 1). Ocho de ellos son de formarectangular mientras que el noveno, el adosado a la

pared del baptisterio, es en realidad una columna; to-dos estaban enlucidos y en el caso de la columna secompletó el revestimiento para darle la misma apa-riencia rectangular, en una fórmula también ensayadaen la propia iglesia que alterna en su columnata fustescon basas, otros sin ellas, diferentes tamaños e inclusoun pilar rectangular en un caso, todo ello homogenei-zado en tamaño y enlucido posteriormente para inten-tar darle apariencia uniforme.8 No sabemos cómo se-ría la cubierta de este porticado —plana con dinteles,con arquerías o abovedada— aunque por los restosencontrados parece tratarse de una construcción de re-lativa importancia, revocada en su interior con unmortero cuyos restos han sido documentados sobre elsuelo. Tampoco puede descartarse que en origen setratara de una edificación exenta cuyos tres pilaresseptentrionales terminaron por quedar englobados enel muro de cierre meridional del vestíbulo, que en talcaso podría ser un añadido posterior.

La comunicación entre el pórtico y la plaza estabadelimitada por una puerta interior de la que se ha con-servado el umbral, del que arranca un canal de desagüeque atraviesa el pórtico, y una quicialera tallada ado-sada al muro exterior del baptisterio. De dicho pórticomonumental debían proceder dos cruces patadas parahincar, que se exhumaron una junto al umbral en con-texto estratigráfico y otra en el desmonte de una te-rrera antigua, de fines del siglo XIX o principios del XX,que se formó con el vaciado parcial de la habitaciónseptentrional del baptisterio, y que hemos interpretadocomo remates arquitectónicos de las cumbreras de estaentrada monumentalizada o de sus inmediaciones (Gu-tiérrez Lloret y Sarabia, 2007: 321).

1.2. LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA

Los restos de ambientes domésticos que podríanser coetáneos a la erección del complejo religioso úni-camente se han podido documentar en la parte baja dela ciudad, junto a la puerta. Se trata de un conjunto dedependencias, construido sobre la terraza que formael baluarte defensivo, al que se accedía por una callelateral desde la vía principal de entrada a la ciudad.Dicho conjunto se organiza en torno a un espacioabierto cuya forma y dimensiones totales desconoce-mos, flanqueado por varias estancias en sus ladosnorte y este, que parece haber experimentado diversasremodelaciones a lo largo de su uso (Fig. 3).

96 El siglo VII frente al siglo VII. Arquitectura Anejos de AEspA LI

7 Sobre torres y campanarios altomedievales cfr. Arbeiter(2004).

8 En el caso de una de las basas áticas reempleadas en laiglesia vid. infra, fig. 21, 5.

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Fig. 3. Fase I y II de las unidades domésticas situadas en la puerta de la ciudad, sobre el baluarte.

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En un primer momento parece definirse como unamplio espacio abierto flanqueado en su lado septen-trional por dos estancias cuadrangulares que debieronapoyarse en la torre expoliada de la puerta. La estan-cia más reducida, que perdió su cierre septentrionalcon el expolio de la torre, conservaba restos de su pa-vimentación en tierra batida y un hogar externo, juntoa la puerta, asociado a un murete de piedra que bienpudo ser un banco o la base de un porche, mientrasque la estancia contigua, más amplia, se definía comoun espacio semiabierto con restos de cuatro hogares oáreas de combustión y un canal de desagüe excavadoen la pavimentación, que evacuaba a la calle a travésde una atarjea. El amplio espacio al que se abren am-bas estancias parece funcionar como patio o corralcon estructuras de combustión dispersas y diversaspavimentaciones parciales, consecuencia de la prác-tica habitual del apisonamiento de suelos sobre losque se acumulan nuevos sedimentos y en los que seexcavan periódicamente fosas, que acaban a su vezcolmatándose con nuevos desechos. Las caracterís-ticas de estos depósitos —desechos orgánicos, en es-pecial restos óseos y deposiciones de animales, a másde basura doméstica con fragmentos de cerámica, vi-drio y algunas piezas metálicas—9 sugieren la presen-cia continuada de animales domésticos en este espa-cio próximo a la puerta.

En una segunda fase de uso de este sector, se rees-tructura la estancia semiabierta del frente septentrio-nal, que ahora se transforma en una habitación propia-mente dicha, de forma rectangular —5 m por 7,70 maproximadamente— y rehundida respecto al patio ex-terior, con una única entrada escalonada de doble ba-tiente, en la que se construyó un nuevo hogar circularde arcilla anaranjada, adosado a la pared occidental, yotro canal de trazado sinuoso desde la puerta a la anti-gua atarjea. Al mismo tiempo en el sector oriental delpatio se construye una nueva dependencia, cuya plantacompleta desconocemos, que conservaba a más de laquicialera en el acceso, una pavimentación somera quealternaba cenizas con capas de cal, con la huella de almenos un poste y restos de diversas estructuras, talescomo un hogar de ladrillo y teja trabado con barro na-ranja, un basar y un probable pesebre; estructura estaúltima relacionada posiblemente con otra construidaen el exterior, en correspondencia al cercado del ac-ceso a dicho patio. No podemos descartar que esteconjunto de estructuras cercano a la puerta pudiera

formar parte de su cuerpo de guardia, puesto que noconviene olvidar que el habitáculo interno de la torre,si lo hubo, o el acceso a su cuerpo superior debió dehacerse necesariamente desde este ambiente; en con-creto y probablemente desde cualquiera de las dos es-tancias septentrionales o desde sus cubiertas. No obs-tante, los hogares y el abundante material domésticohallado en relación con ambas estancias, así como losindicios de uso ganadero del conjunto, parecen confir-mar su carácter doméstico, entendiendo por tal su fun-ción residencial y productiva.10

La escasez de documentación sobre la edilicia pri-vada en el Tolmo de Minateda impide desarrollar aquíla problemática específica de la arquitectura domés-tica del siglo VII, pero los restos conservados y sobretodo su análisis diacrónico y comparativo con las es-tructuras domésticas de los siglos VIII y IX, documen-tadas en extensión en otras áreas de la ciudad, sí per-miten extraer algunas conclusiones parciales ysugieren perspectivas de investigación, teniendo encuenta que nos hallamos ante un medio caracterizadomayoritariamente por construcciones «a nivel desuelo» y realizadas con técnicas mixtas, en las que lapiedra juega un papel fundamental frente a aquellasotras realizadas en materiales efímeros (Azkarate yQuirós, 2001: 27-8), y que muestran unos patrones deresidencia cohesionados y estables propios de losasentamientos concentrados.11 Parece vislumbrarse ya

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9 Es el caso de un broche de cinturón liriforme de tipo C(Gutiérrez Lloret, 1996: 211, fig. 91.1; Gamo Parras, 2002:302) o de un colgante de pasta vítrea (Gutiérrez Lloret, 1996 a:209-10, fig. 90,4).

10 El análisis pormenorizado de las fases y característicasconstructivas de estas estancias domésticas excede el marco deeste trabajo. Una primera aproximación al conjunto en el estadode la investigación a mediados de los años noventa se publicóen S. Gutiérrez Lloret (2000 b), mientras que la comparacióncon las estructuras domésticas islámicas ha sido tratada en untrabajo todavía en prensa (Gutiérrez Lloret, e. p., 2002). Noobstante, en ninguno de estos trabajos se incluye o se ilustra laestancia oriental documentada durante la ampliación de la ex-cavación de este sector, realizada en la campaña de 2004 y ac-tualmente en estudio. Por fin, el análisis pormenorizado de loshogares y estructuras domésticas en general puede verse en V.Cañavate Castejón (2008).

11 Resulta particularmente interesante en esta discusión lacategorización arqueológica del poblamiento rural propuesta re-cientemente por A. Vigil-Escalera (2006 a y b), en especial la re-lativa al asentamiento disperso y agregado. Mas compleja porimprecisa resulta la de asentamiento concentrado donde conflu-yen y, en consecuencia, se diluyen realidades materiales muy di-ferentes que comparten como características comunes la signifi-cativa yuxtaposición de sus estructuras residenciales y laparalela segregación de los territorios económicos. En una cate-gorización tan genérica pueden terminar por perder visibilidadlas implicaciones sociales y económicas de ciertos procesos es-pecíficos de agregación —entendiendo por tal yuxtaposición ycohesionamiento diacrónico— observados en las unidades do-mésticas de los asentamientos altomedievales concentrados(Gutiérrez Lloret, e. p., 2002), tanto urbanos como rurales, o losmatices que esa segregación del territorio económico pueda te-ner en dichos asentamientos concentrados; en este sentido escierto que en los asentamientos concentrados los espacios

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una preferencia, posteriormente materializada en lasconstrucciones emirales, por la organización de es-tructuras domésticas de tendencia rectangular o trape-zoidal en torno a espacios abiertos de funcionalidadproductiva, resueltas con unas técnicas constructivassencillas que pueden resumirse en las siguientes ca-racterísticas edilicias: muros alzados o zócalos demampostería irregular trabada con tierra y anchuravariable, que en los muros perimetrales puede alcan-zar los 70 u 80 cm, aprovechando en ocasiones gran-des bloques como refuerzo de las esquinas y con re-curso ocasional a los alzados de tierra; constataciónde cimentaciones excavadas en ciertos muros perime-trales; uso de grandes lajas sin apenas transformar enlas jambas; suelos de tierra batida, con cal o ceniza,en ocasiones rehundidos respecto al exterior, con ho-gares de arcilla y ladrillos o tejas ligeramente realza-dos, en número variado, que pueden estar dentro ofuera de las estancias. No existen claras evidencias delas cubiertas en los niveles de destrucción, por lo queno podemos descartar el empleo de ímbrices, cuyaproducción y uso se atestigua en el complejo monu-mental, ni el recurso a otros sistemas de cubrición al-ternativos con materiales perecederos.

Uno de los aspectos más interesantes que puededesprenderse del análisis de estas características edili-cias —materiales, formas de construcción y morfolo-gía funcional— es precisamente que pueden encon-trar parangón tanto en la variada morfología delpoblamiento rural —asentamientos dispersos tipogranja, agregados correspondientes a aldeas o concen-trados como oppida o castella (Vigil-Escalera,2006a)—, cuanto en los asentamientos concentradosde rango urbano reconocido, como es nuestro caso.Entre esta variada casuística de asentamientos ruralesencontramos ejemplos que van desde los recintos for-tificados como el castrum del Puig de les Muralles(Puig Rom) en Gerona (Palol, 2004), hasta los pobla-dos rurales con parroquia tipo El Bovalar en Lérida(Palol, 1989), pasando por las aldeas abiertas con ma-yor o menor grado de yuxtaposición de las estructurasresidenciales y laxitud en sus confines donde cabríanejemplos como Vilaclara de Castellfollit del Boix enBarcelona (Enrich et alii, 1995), el Cuarto de las Ho-

yas en Salamanca (Francisco Fabián et alii, 1986;Storch de Gracia, 1998) e incluso las últimas fases delyacimiento de Gózquez de Arriba caracterizadas porla aparición de casas con cimientos de piedra (Vigil-Escalera, 2000: 250; 2003: 288), a los que se sumanlos pequeños asentamientos que parecen corresponderal modelo de granja aislada, donde podrían encua-drarse los madrileños de La Vega (Alfaro y Martín,2007) y Navalvillar (Abad Castro, 2007). Con la pre-vención que exige el tratamiento de los confusos re-gistros de excavaciones antiguas o mal publicadas, lamayoría de estos casos reproduce con diferencias unmodelo estructural formado por grandes estanciascuadrangulares o trapezoidales, agrupadas en torno aun espacio abierto de grandes dimensiones en el queresidencia y ambientes productivos difuminan suscontornos.12

De otro lado, la arquitectura doméstica en los ám-bitos urbanos de similares cronologías como Recópo-lis (Olmo, 2006: 88-9) parece responder a parámetrosmorfológicos y constructivos semejantes, si bien seobservan morfologías condicionadas por la cohesióny permanencia de la trama urbana previa, como ocu-rre en Mérida (Alba, 1999, 2005 y 2007) y Cartagena(Ramallo, 2000). Las diferencias observadas en lasplantas domésticas de algunos conjuntos urbanos sedeben al condicionante que supone la preexistencia desólidos vestigios constructivos; pero donde no los

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productivos suelen estar físicamente segregados de las zonas re-sidenciales, fuera de los límites «simbólicos» o físicos del asen-tamiento, pero no lo es menos que ciertas actividades producti-vas de naturaleza agropecuaria, definitorias del ámbito rural,intrusan en el ámbito urbano altomedieval de una manera incon-cebible en contextos urbanos anteriores, como pone en eviden-cia el espacio doméstico situado en el interior de la fortificaciónurbana del Tolmo de Minateda, donde por otro lado las estructu-ras jerárquicas son patentes y arquitectónicamente reconocibles,o el no menos significativo de Mérida (Alba, 2007:177).

12 A. Vigil-Escalera ha planteado la coexistencia de dos mo-delos principales que se repiten de forma regular en diferentesyacimientos: la unidad de edificación de planta rectangular(EPR), a veces con división interna y con frecuente recurso a layuxtaposición, con la que propone relacionar las unidades do-mésticas de los siglos VII a IX del Tolmo entre otros muchos ya-cimientos, y la de planta compleja (EPC) con tres o cuatro am-bientes diferenciados y una posible especialización funcionalde los mismos (2003: 288). No obstante, la realidad puede seraún más compleja en el caso de las ocupaciones continuadas deasentamientos concentrados, que sugieren la posible transfor-mación diacrónica de unas en otras (cfr. supra, n. 11). Así ocu-rre en el Tolmo donde se reconoce estratigráficamente un pau-latino proceso de agregación espacial, con yuxtaposición y/oasociación de varias unidades rectangulares sencillas, que cul-mina con la demarcación física de los espacios abiertos semi-privados, concebidos ya como patios. Dicho proceso puede evi-denciar no sólo la especialización funcional de los diversosambientes –residencia, almacenaje, transformación, actividadganadera, etc.— sino también una relativa separación nuclearal reconocerse dentro de cada unidad doméstica —entendiendopor tal el conjunto de varias estructuras rectangulares agrupa-das en torno al espacio abierto común— más de un «hogar» re-sidencial nuclear —estructuras con área de combustión in-terna— correspondientes a otras tantas unidades familiaresreducidas —por ejemplo abuelos, padres con hijos solteros ehijos casados a su vez con descendencia propia— dentro delgrupo familiar extenso al que corresponde la unidad domésticacompleja en su conjunto. Un ejemplo gráfico de este procesoactualmente en estudio puede verse en S. Gutiérrez Lloret,2007: 311, fig. 2.

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hay, o aun habiéndolos se construyen de nueva planta,como se aprecia en los casos del Tolmo y Recópolis oen el edificio del extremo norte de la manzana II deMorería (Mérida), colindante con la puerta de la mu-ralla, éstos no son muy diferentes y en cualquier casosu resolución es constructivamente comparable: edifi-cios de una única planta con estancias cuadrangularesde funciones múltiples, incluidas la cocina formadapor un simple hogar sobre el suelo, y espacios abier-tos igualmente multifuncionales —actividades agro-pecuarias, artesanales y domésticas—, zócalos demampostería con alzados de tierra y a lo sumo enfos-cados ligeros, pavimentos de tierra batida y cubiertasde teja o materiales perecederos. Este mimetismo im-pide en cierto modo establecer la caracterización ur-bana o rural del asentamiento a partir exclusivamentede la morfología de las propias estructuras domésti-cas. La discusión está por tanto en el análisis de laedilicia monumental, documentada en el caso delTolmo en la parte alta de la ciudad.

1.3. LA ARQUITECTURA DATADA

La caracterización material de la arquitectura delsiglo VII depende en última instancia de la argumenta-ción que permite datar en dicha centuria los ejemplosde arquitectura pública y privada que traemos a cola-ción. En ambos casos resulta difícil establecer el mo-mento preciso de la erección de dichas construccio-nes, si bien todos los datos estratigráficos y la propiasecuencia de ocupación del yacimiento sugieren unadatación visigoda avanzada, nunca anterior a finalesdel siglo VI y con toda probabilidad ya del VII.

Tanto las estructuras domésticas de la parte bajade la ciudad como la propia torre meridional del ba-luarte en la que se apoyaron, hoy expoliada, se cons-truyeron directamente sobre la superficie de la fortifi-cación visigoda, un baluarte macizo que englobó ensu interior las fortificaciones más antiguas, creandouna gran terraza artificial con un forro de sillares dereempleo y un gran relleno a base de aportes de tierrae hiladas de argamasa y piedras, en los que es fre-cuente la cerámica ibérica en deposición secundaria,acompañada de un porcentaje escaso pero significa-tivo de cerámica común visigoda de cronología im-precisa (Gutiérrez Lloret y Abad, 2001). La construc-ción inicial de las estructuras domésticas afectó a lamuralla ibérica englobada en la fortificación altome-dieval, cuyo relleno fue sustraído en parte para usarloen su edificación; los huecos provocados por el expo-lio se convirtieron en basureros sellados por los pavi-mentos de las propias viviendas visigodas, cuyos ma-

teriales, semejantes a los hallados en el interior de lafortificación y no muy diferentes a los procedentes delas estancias, refuerzan la impresión de coetaneidadestructural de éstas con respecto al propio baluarte.Por otro lado, tanto los contextos cerámicos de di-chas estancias domésticas —procedentes en su totali-dad de su abandono, sellado por la nivelación cons-tructiva de la fortificación terrera superpuesta decronología emiral— como los coetáneos basurerosformados extramuros, contra el lienzo exterior delbaluarte, nos remiten al horizonte cronotipológico Idel Tolmo de Minateda, considerado visigodo y fe-chable entre la segunda mitad del siglo VII y quizá elprimer cuarto del VIII,13 lo que centra cronológica-mente el limite ante quem de las edificaciones quelos contienen.

La fecha de construcción del complejo religiosode la parte alta es igualmente imprecisa y más cuandose dan las circunstancias de no haber aparecido hastael momento materiales significativos en los niveles deconstrucción, ni haberse conservado vestigios estrati-gráficos previos que pudieran constituir un límite postquem concreto para la obra, puesto que su edificacióntransformó, como luego veremos, la topografía origi-nal del terreno. En este caso los registros cerámicosno son demasiado ilustrativos, porque los ajuares do-mésticos visigodos del horizonte I no aparecen, comoes lógico, en los niveles de uso del edificio religioso,mientras que los objetos litúrgicos, de los que dispo-nemos de varios ejemplares metálicos —fragmentosde lámparas y elementos de suspensión, una cuchara ofragmentos de vajilla litúrgica, etc.— no proporcio-nan una cronología precisa. No obstante, la esculturadecorativa —cruces de remate, capiteles y cancelesfundamentalmente (Gutiérrez Lloret y Sarabia,2007)— así como los graffiti en letra cursiva visigodahallados sobre los enlucidos14 (Fig. 4, 3) o la dataciónabsoluta de uno de los enterramientos del interior dela iglesia,15 contemporáneo a su uso litúrgico, nos de-

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13 Dichos contextos y otros contemporáneos han sido estu-diados en S. Gutiérrez Lloret, B. Gamo y V. Amorós, 2003:144 ss. para el análisis tipológico de las producciones y 157 ss.para las implicaciones cronológicas.

14 Los testimonios de enlucidos con graffiti se documenta-ron en la basílica y son abundantes en algunos ambientes delpalatium. E. Gil Hernández ha catalogado un amplio y variadorepertorio de motivos geométricos y figurativos, a más de losepigráficos que están siendo estudiados por I. Velázquez,quien ya dio a conocer una pequeña oración incisa en escrituracursiva sobre el revoco de una columna de la iglesia, datada enlas postrimerías del siglo VII (Gutiérrez Lloret y Sarabia, 2007:329).

15 1400+30 años BP/cal AD 602-674, CSIC-1559; pro-grama CALIB 4.1.2, método B y 2 sigma, de la Universidad deWashington.

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muestran que el complejo fue utilizado y reformado alo largo del siglo VII;16 datación que se ve reforzadapor el hallazgo de un tremís de Ervigio —680-687

d. C.— de la ceca de Sevilla, que proporciona el lí-mite post quem para la reforma de una repavimenta-ción del pórtico.

El complejo debía estar en uso litúrgico todavía aprincipios del siglo VIII, si bien en un momento inde-terminado de dicha centuria debió iniciarse un pro-ceso de desafectación y desacralización que condujo ala readaptación doméstica de ciertos ambientes del

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Fig. 4. Alzado del muro meridional de la habitación 4 del palacio con restos de enlucido in situ. Fragmentos de enlucido con graffitiprocedentes de los niveles de destrucción de la habitación 11 con motivos zoomorfos —aves y cérvidos— y epigráficos.

16 Entre las remodelaciones principales cabe destacar la re-modelación del santuario y el contracoro (Gutiérrez Lloret etalii, 2004), a más de las reformas sucesivas de la piscina bautis-mal (Abad et alii, 2000 b).

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mismo, tanto en la basílica como en el palacio, y quese reconoce en su repavimentación con estratos arci-llosos anaranjados (Fig. 5). El hallazgo de un felús deaspecto tosco y estilo que recuerda a tipos norteafri-canos en una de las pavimentaciones17 ha permitido

datar en el siglo VIII —del segundo cuarto en ade-lante— los contextos cerámicos procedentes de las fa-ses de abandono y destrucción situadas sobre dichossuelos.18 Este cambio de uso debe corresponder a una

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Fig. 5. Pavimentos de tierra anaranjada correspondientes a la readaptación doméstica del conjunto monumental con posterioridad a su uso litúrgico. Restitución de la fase del siglo VIII según V. Cañavate.

17 Nº 3 del catálogo: Felús. Siglo VIII. Peso: 6,2 g. Módulo:19,2 mm. Grosor: 3,3 mm. Posición de cuños: 7. Número de in-ventario: 62.475/90, procedente del GU 61 del palatium (Do-ménech y Gutiérrez Lloret, 2006: 356 y 372).

18 Se trata de conjuntos de marcado carácter culinario y do-méstico, correspondientes al horizonte II. Las formas proce-dentes de los contextos de la basílica, así como las caracterís-ticas generales de dicho horizonte, pueden verse en S.Gutiérrez Lloret, B. Gamo y V. Amorós, 2003: 140-48; nuevas

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fase en que el edificio, ya abandonado para el culto,comienza a padecer los primeros signos de deterioro,aunque todavía mantenga su estructura esencial enpie. Poco después comenzará el expolio sistemáticode alzados y elementos sustentantes, transformándoseen la principal cantera de materiales de construccióndel arrabal emiral que se comenzó a formar sobre susruinas avanzado el siglo VIII y que permanecerá habi-tado durante el siglo IX. En conclusión, los argumen-tos estratigráficos y los indicadores cronológicos nospermiten afirmar que tanto el complejo monumentalde la parte alta de la ciudad como las unidades domés-ticas de su entrada fortificada, se enmarcan en un pro-yecto urbanístico propio del siglo VII, que se irá desfi-gurando hasta desaparecer a mediados de la siguientecenturia.

2. LA ARQUITECTURA DEL SIGLO VII COMO PROCESO PRODUCTIVO

A la luz de estos indicios, bien estratificados y da-tados, pretendemos analizar las características de laarquitectura del siglo VII en el Tolmo, discutiendo as-pectos relativos a la organización del ciclo productivoedilicio altomedieval —abastecimiento de materiasprimas, recurso al reempleo y producción directa, es-pecialización de los ciclos productivos, técnicas yprocedimientos constructivos—, así como de su di-mensión funcional y simbólica —diseños y modelosicnográficos—.

En el oportuno texto que encabeza estas páginas,extraído del libro XIX de las Etimologías, Isidoro deSevilla señala que la construcción de los edificiosconsta de tres momentos distintos y hemos de supo-ner sucesivos: la planificación de la obra, su cons-trucción en alzado y por fin su ornamentación. Generalmente, cuando trabajamos sobre arquitec-tura altomedieval, nuestra atención se focaliza en ladimensión constructiva y decorativa de la misma,donde suponemos implícita de alguna manera suplanificación; sin embargo, ésta a menudo se diluyeen la obviedad de lo conservado. En este sentido elTolmo de Minateda y en particular su conjunto monumental, supone una excepcionalidad, conse-cuencia paradójicamente de aquello que a priori másdificulta la lectura arquitectónica de los restos con-servados.

Se trata de un conjunto de edificios muy afectadopor procesos postdeposicionales destructivos, quehan tenido como consecuencia el arrasamiento debuena parte de sus alzados. Entre esos procesos cabedestacar, en el caso de la iglesia, la desaparición ínte-gra, hasta prácticamente la cimentación, de varios delos muros perimetrales del aula, el sacrarium y la ca-becera, excepción hecha de un tramo del ábside, y elexpolio de las arquerías que separaban las naves; conalgunas eventuales excepciones más modernas comoquizá algún tramo del cierre septentrional del aulaque pudo servir de linde en época islámica antes deser robado. La mayoría de esas acciones sustractivascorresponden a un momento indeterminado del trán-sito de los siglos VIII a IX y se relacionan con la apari-ción y paulatina densificación de la trama urbanaemiral que se extiende por toda la zona. Esa mismacronología tiene el arrasamiento del sector septen-trional del palacio, mucho más intenso, que hizo de-saparecer al menos dos tercios de la planta del aulaprincipal y del ambiente anejo, con las consiguientesconsecuencias interpretativas. El barrio islámico, aligual que había ocurrido con el urbanismo visigodo,se dispuso en dos terrazas constructivas niveladas; enconsecuencia, mientras el extremo meridional del pa-lacio quedó sellado en el interior de la más alta porlas viviendas islámicas construidas encima, su sectorseptentrional fue explanado y vaciado hasta la propiaroca tallada que constituía el suelo visigodo, paraconstruir las viviendas islámicas directamente sobreél (Fig. 6). No obstante, esta aparente destrucción hapermitido enfatizar el estudio de los restos de planifi-cación de la obra que, como afirma el propio Isidoro,consisten en «la delimitación del terreno, o del sueloy los cimientos».

2.1. DE DISPOSITIONE

El primer rasgo destacable es precisamente laconstatación de que el complejo arquitectónico visi-godo fue construido ex nouo, de acuerdo a una plani-ficación previa unitaria que afectó incluso a la topo-grafía original del terreno. El primer paso fue laadecuación de la pendiente natural del suelo rocoso,para crear tres amplias plataformas escalonadas en lasque ubicar ambos edificios: la terraza central acoge elespacio abierto con los aljibes y la mayoría de la basí-lica, a excepción de las cámaras que sobresalen de lafachada meridional, que están situadas sobre la plata-forma más alta, mientras que el palacio frontero se ex-tiende por la terraza septentrional, a una cota inferior(Fig. 7). El recorte y nivelación de la superficie ro-

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formas modeladas a mano con bases convexas procedentes dela reutilización de los ambientes palatinos han sido ilustradasen S. Gutiérrez Lloret, 2007: 316, fig. 7).

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cosa tiene varias implicaciones que merecen ser des-tacadas y que ponen en evidencia la magnitud ycomplejidad de la intervención programada.

1. La nivelación de los suelos de roca afecta auna extensa superficie y no parece estar condicio-nada en principio por la topografía original. De he-cho, dicha acción conllevó la desaparición de laseventuales estructuras previsigodas de la zona, cuyastrazas se intuyen, como si de un palimpsesto se tra-tase, en la existencia de recortes y fosas que «caenirreversiblemente en el apartado siempre incómodode las estructuras indefinidas o de interpretación in-determinada», a consecuencia del arrasamiento de suprimitiva cota de circulación superficial (Vígil-Esca-lera, 2006: 369). En este apartado se incluye algúnresto constructivo muy deteriorado, alineado con di-versos frentes de cantera y recortes estructurales quepresentan una orientación NE-SO, diferente a la delcomplejo arquitectónico (E-O) y alineada con lasfracturas del relieve natural, a más de una variadamorfología de cubetas de diferente profundidad quepodrían interpretarse como los fondos de un ampliorepertorio de estructuras negativas —silos, aljibes,ambientes productivos, etc.—,19 cortadas por la ni-velación constructiva visigoda y rellenas segura-mente en la misma época con parte del sedimentoextraído.

2. La adecuación del plano inclinado original noentraña exclusivamente su nivelación sino que in-cluye también la icnografía rupestre de los edificios,excavando los contornos de algunas habitaciones ytallando en la roca significativos elementos arquitec-tónicos como bancos, escaleras, basas de columnas ypilares, basamentos de muros o abriendo en algúncaso trincheras de cimentación (Fig. 8). La plantadel edificio basilical fue delineada íntegramente enla roca, incluido el contorno del ábside y de algunascámaras meridionales del edificio —la cámaraafrontada al santuario, el vestíbulo y la estanciaaneja al baptisterio— excavadas en la plataforma su-perior del complejo. La comunicación de dichos am-bientes meridionales, situados a una cota de circu-lación más alta que la del resto de la iglesia, talladaen la terraza media, se resolvió mediante vanos esca-lonados labrados en la propia roca, lo que permitióaprovechar el desnivel existente entre ambas plata-formas como basamento de la fachada sur con alza-

dos superiores en algunos puntos al metro de altura.En el suelo de la basílica fueron excavadas igual-mente las cajas de cimentación de las filas de arca-das, permitiendo su restitución en planta cuando elelemento sustentante ha sido expoliado (GutierrezLloret et alii, 2004: 140), el contorno de la primitivapiscina cruciforme (Abad et alii, 2000 b: 205 ss.) y,al menos, una fistulae o canal de drenaje de aguascon decantador que, partiendo de la puerta meridio-nal de entrada, discurre sinuosamente bordeando elcontracoro hasta la nave septentrional del baptiste-rio, donde existe un desagüe al exterior. En este casono puede descartarse que se trate de una acción pos-terior al diseño prístino del edificio,20 como de he-cho ocurre en el caso de las escasas tumbas excava-das en el interior de la basílica, que correspondenlógicamente a momentos posteriores de uso.

En el edificio palatino, la delineación de suplanta es parcial y se limita únicamente al aula basi-lical y su antecámara. En el aula se ha conservado, amás de un recorte de medio metro de altura que seaprovecha en el alzado de la testera sur, un rebajesuave —entre 10 y 15 cm de altura por otros tantosde anchura— que dibuja a modo de zócalo corrido elcontorno de los machones interiores seriados a lolargo de los muros oriental —con las huellas de almenos cinco de ellos— y meridional —con otrostres—; en el centro de la nave, alineadas longitudi-nalmente, se conservan cuatro basas labradas en laroca, que permiten reconstruir un espacio basilicaldividido en dos naves (Fig. 9). La testera meridionalde la antecámara aneja presenta igualmente un zó-calo tallado, en el que se delinean los apoyos de unasemicolumna adosada central acompañada de sendoscuartos de columnas igualmente adosados en las es-quinas.

En rigor, la envergadura que esta delineación ru-pestre alcanza en ciertos puntos del complejo, en es-pecial en la iglesia, la convierte en una auténtica«arquitectura en negativo»,21 muy próxima desdeuna perspectiva conceptual al fenómeno del «troglo-ditismo» (Bertrand, 1990) o de la llamada «edilicia»

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19 Es el caso de una amplia cubeta circular documentada enel interior del aula palatina y, quizá, de algunas estructuras de laiglesia, como una descentrada impronta circular con poceta cen-tral situada en el ábside que, lejos de poder interpretarse en clavelitúrgica, parecen remitir más bien a ambientes productivos.

20 La discusión se plantea en razón de la supuesta cronolo-gía más tardía del contracoro (Gutiérrez Lloret et alii, 2004:149), cuyo contorno parece respetar el canal; en sentidoopuesto, la existencia de un desagüe al exterior en la pared sep-tentrional del baptisterio podría probar su contemporaneidadcon el edificio original, si bien tampoco conviene olvidar quedicho desaguadero es en realidad un drenaje del estrato que re-llena la estancia y que no existe conexión física entre canal ydesaguadero.

21 «Edifici in negativo», concepto atribuido a R. Parenti porG. P. Brogiolo (1994: 9); cfr. también R. Parenti (1994).

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o arquitectura rupestre (Brogiolo, 1994: 112; Azka-rate y Sánchez, 2005: 209),22 con las implicacionestécnicas, morfológicas y funcionales que esta ma-

nera de «construir» tiene respecto a las técnicas dealbañilería dominantes y a las que luego nos refe-riremos.

3. El carácter semirrupestre del complejo condi-ciona en buena medida los sistemas de estribado em-pleados, al convertir en cimiento todo el terreno ro-coso sobre el que descansan los edificios. Estosignifica que, salvo contadas excepciones que discuti-

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Fig. 8. Recortes rupestres. Delineada en trazo grueso, la icnografía rupestre del edificio; en trazo más fino, los vestigios estructuralesmás antiguos y las fracturas naturales del terreno con cuya orientación parecen relacionarse.

22 De la que El Tolmo ofrece en realidad una versión«blanda» o semirrupestre, entendiendo por tal aquella que noproduce cavidades completamente subterráneas ni elabora cu-biertas de estas características.

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remos a continuación, no abundan los cimientos ofundamentos subterráneos construidos, y que en casode expolio de los alzados el único indicio de su tra-zado emana de su eventual delineación rupestre. Dehecho, los «cimientos» rupestres de muchos elemen-tos estructurales son en realidad testigos rocosos de lacota original del terreno, dejados en realce como fun-damentos de los edificios construidos, y muy rara-mente se constatan zanjas de cimentación excavadasen el sustrato rocoso; los escasos ejemplos rupestresde esta práctica extractiva se limitan, como ya hemosseñalado, a los recortes cuadrangulares rellenos de ar-gamasa que hacen las veces de caja de cimentación delas columnas, en una técnica que se documenta enotros edificios de similar cronología,23 y a zanjeospuntuales destinados a reforzar elementos estructura-les concretos como el esquinal suroriental de la estan-cia 8 del palacio (Fig. 10).

Cimentaciones construidas de cierta envergadurase han atestiguado únicamente en el sector occidentaldel complejo, afectando a la esquina noroccidental delbaptisterio, las habitaciones abiertas a la plaza del pa-lacio y el vestíbulo24 donde los desniveles naturales dela roca obligaron a buscar el sustrato a una cota másprofunda y rellenar los desniveles con tierras aporta-das. La secuencia constructiva de este sector demues-tra que, aun siendo unitario en su diseño y contempo-ráneo en su planificación, el complejo fue construido a

partir de la basílica, siendo el palacio estratigráfica-mente posterior, como se deduce del hecho de que unade sus zanjas de cimentación —estancia 11— recorteparcialmente el estrato aportado de nivelación, que asu vez apoyaba en las cimentaciones de la esquina delbaptisterio. Este mismo fenómeno se constata igual-mente en el vestíbulo occidental del palacio, donde laszanjas de cimentación de los muros se excavan en losaportes constructivos de nivelación depositados pre-viamente sobre la roca (Fig. 11) y en las unidades do-mésticas de la puerta de la ciudad, donde se han po-dido documentar algunas zanjas de cimentación de losmuros excavadas en los estratos infrapuestos.

4. En edificios que han sufrido un profundo pro-ceso de arrasamiento y expolio, como ocurre con el su-puesto palacio, la icnografía rupestre puede devenir enel único instrumento de interpretación de lo que podrí-amos considerar una construcción críptica, pero estambién una herramienta que ha de ser manejada consuma cautela porque la trascripción de esa «arquitec-tura en negativo», no es obvia ni automática. A pri-mera vista, la complejidad del palimpsesto rupestre delcomplejo monumental del Tolmo de Minateda sugiereuna cuidadosa planificación previa de la obra, pero noconviene olvidar que en ningún caso determina su eje-cución, como pudimos comprobar en la basílica.

El análisis metrológico de la misma, realizado porP. Cánovas (2005: 63 ss.) constató la existencia de unesquema compositivo, modulado y proporcional, ba-sado en un pie estandarizado de unos 30 cm, ligera-mente mayor del propiamente romano,25 pero también

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Fig. 9. Testera meridional del aula palatina (Fig. 2.7) con señalización de la icnografía rupestre.

23 Es el caso de las basílicas del Germo, Gerena y quizá ElBovalar. Gutiérrez Lloret et alii, 2004:140, con la argumenta-ción y bibliografía pertinente.

24 Ángulo noroccidental de la estancia 16 norte; esquina su-roriental de la habitación 11 y lienzos norte y oeste de la habita-ción 3 (fig. 2).

25 Esta medida se sitúa entre el pie romano de 29,6 cmy el el griego/ptolemaico o bizantino de 30,81 cm, que según

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puso en evidencia algunas irregularidades de ejecu-ción tales como la desviación del baptisterio respectoal modelo geométrico general y el desajuste obser-vado entre la icnografía rupestre y el trazado de losmuros en el extremo suroriental del complejo. La tor-sión forzada del baptisterio y el estrechamiento de sunave septentrional podría explicarse como un replan-teamiento de obra condicionado por los problemas decimentación de su esquina, cayente en una fracturanatural de la roca, y justificaría en parte el notorio de-sajuste entre planta rupestre y trazado constructivo dela nave opuesta. No obstante, la observación atentapermite constatar que la mayoría de la fachada meri-dional, allí donde se conservan los alzados, sufre estedesajuste de trazado, que transforma los recortes ru-pestres —que en algunos puntos de esta testera supe-ran el metro de altura— en auténticas bancadas corri-das de entre 25 y 60 cm de anchura y trazado irregular(Figs. 12 y 15).

Los tramos donde ambas obras —construida y ta-llada— se han conservado ponen en evidencia irre-gularidades, desviaciones, desajustes y eventualesreplanteos, difíciles de entender y en consecuenciade justificar, como ocurre salvando las distanciascronológicas y monumentales, en otros edificios pú-blicos de carácter religioso (López Villar, 2006:127). En consecuencia, la icnografía rupestre per-mite restituir las partes de la planta desaparecidaspero no necesariamente su trazado fiel, como vere-

mos al intentar hacerlo en el aula palatina expoliada,donde se conserva apenas un tercio de su obra de fá-brica original y restos de su icnografía rupestre a lolargo de la fachada septentrional. La yuxtaposiciónde ambas informaciones permite completar un espa-cio basilical de dos naves de anchura desigual, sepa-radas longitudinalmente por una fila de columnas, delas que se conservan al menos los basamentos rupes-tres de cuatro alineadas con el machón central de latestera meridional, y bordeado en todo su perímetropor machones interiores afrontados en paralelo, almenos en el sector conservado. La anchura exteriorde dicha estancia en su parte construida es de 8,7 m—29 pies de 30 cm—, lo que teniendo en cuenta los60 cm de sus muros perimetrales, define un espaciointerior de 7,5 metros; la longitud aproximada deunos 18,5 m se obtiene a partir de algunos fragmen-tos de muro perimetral conservados y sobre todo deseis sillares irregularmente alineados que podríanformar parte del zócalo de cimentación de su cerra-miento septentrional.

En este punto comienzan a vislumbrarse los pro-blemas, ya que la planta definida a partir de las ali-neaciones de sus muros, lejos de inscribirse en una

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Fig. 10. Zanja de cimentación del esquinal suroriental del pala-cio tallada en la roca.

Fig. 11. Zanja de cimentación de muro occidental del ambiente3 del palacio.

J. López se aplica en ciertas construcciones religiosas a partirde Constantino (2006: 130). Sobre el cálculo de dicho patrónen El Tolmo de Minateda y sobre el cálculo de metrología yproporciones de basílicas cristianas del Levante peninsular ylas Baleares pueden verse P. Cánovas (2005: 65 ss.) y J. M.Gurt y J. Bruxeda (1996) respectivamente.

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figura geométrica regular, define un espacio trape-zoidal, de tendencia rectangular, con una marcadatorsión hacia el Oeste. Parece indudable que su espa-cio interior se organiza axialmente en dos naves pa-ralelas a partir del eje que marca el machón centralconservado en la testera meridional, la fila de co-lumnas y un machón frontero cuya existencia supo-nemos en razón de la seriación de los elementos y laaparente axialidad antedicha. El segundo problemaemana de las diferentes luces tanto de los vanos queforman dicho eje axial, sólo coincidentes en los dosextremos,26 cuanto de las naves longitudinales resul-tando más ancha la occidental —circa 4 m— que laoriental —circa 3,5 m—.

El problema más complejo afecta a la distribu-ción interna y funcionalidad de los machones o pila-res de fábrica adosados a los muros, de los que úni-camente se conservan en obra cinco en la testerameridional del aula —cuatro afrontados dos a dos enlas paredes laterales y uno axial alineado con las co-lumnas— y quizá parte del que debió ocupar la es-quina nordoccidental. Se trata de pilastrones maci-zos de mampostería, con inclusión ocasional de unalaja vertical,27 que se suelen adosar al muro por sucara interna y que aparecen delineados en la icno-grafía rupestre de la sala a mayor escala, de formaque una vez construido el pilar, su recorte terminapor dibujar un zócalo resaltado. Este peculiar deli-neado rupestre, al que nos hemos referido con an-terioridad, permite suponer la existencia en la paredseptentrional de al menos cinco machones seriados aintervalos variables —de 3,2 a 3,7 m—, a los que sedebe añadir el último en la esquina, cuyo par afron-tado sí se ha conservado parcialmente, y que de estaforma coinciden aproximadamente con los elemen-tos portantes —machones y columnas— del ejeaxial; sin embargo, este delineado rupestre se desvíasignificativamente del trazado del muro que se harestituido a partir de los restos de obra conservados,lo que nos lleva a suponer un replanteamiento deobra similar al constatado en la fachada meridionalde la basílica.

Llegados a este punto, y habida cuenta de quenos movemos en el campo de la especulación, nos haparecido oportuno presentar dos hipótesis restituti-vas distintas de la planta del aula que contemplan,jerarquizados, los argumentos significativos que lassostienen, en la certeza de que ambas soluciones sondiscutibles. La primera, y en nuestra opinión más ve-rosímil, adosa los seis machones al trazado recons-truido del cierre oriental, situándolos aproximada-mente en sus recortes correspondientes, y los duplicasimétricamente en la pared frontera a partir del ejeaxial. De esta forma, se obtiene una planta relativa-mente coherente, organizada en dos naves, con cincocrujías transversales correspondientes a cada secciónentre pilares. No obstante, esta propuesta no toma enconsideración como eventual machón los restos deobra de un recorte tallado en la roca, próximo almuro occidental, que a la luz de la planta resultante

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Fig. 12. Composición y simetría de la basílica (según P. Cáno-vas, 2005).

27 Esta técnica sólo se constata en la esquina suroriental delaula; en el segundo machón de la habitación contigua por elnorte (8), si bien en este caso en un lateral y no en el frente, yen los tres contrafuertes del vestíbulo palatino, donde se enca-denan estas lajas a soga y tizón, forrando y trabando alternati-vamente la cara vista de los machones.

26 Las luces de Sur a Norte son las siguientes: 4,3 m de lacara interna del muro al eje de la 1ª columna, incluido el pilar(desde el centro del pilar a la columna, 3,8 m), 3 m de la 1ª a la2ª, 2,7 m de la 2ª a la 3ª, 3,5 m hasta la 4ª y otra vez 4,3 m hastael muro septentrional.

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no nos parece adecuado interpretar en este sentido.Por el contrario, la segunda hipótesis enfatiza esteresto, dándole el valor de pilar, lo que obliga a redis-tribuir el ritmo de los machones en la pared occiden-tal, reducidos ahora a cinco, con el resultado unaplanta disimétrica que pierde la distribución pareadade los machones. Creemos que esta segunda solu-ción no es arquitectónicamente factible y carece desentido estructural, por lo que nos parece, en el es-tado actual de los conocimientos, más probable laprimera (Fig. 13, A).

Por último, es necesario dedicar unas líneas a lafunción y el sentido estructural de estos pilastronesmacizos interiores; hemos obviado conscientementeel término contrafuerte para referirnos a ellos, porentender que un contrafuerte es un refuerzo estruc-tural que contrarresta los empujes laterales desde elexterior. En este sentido sí son contrafuertes los tresque refuerzan el flanco de la estancia interpretadacomo caja de escalera, puesto que lo contrarrestandesde el exterior, por más que queden englobadosdesde el principio o posteriormente en el vestíbulode entrada al palacio. A más, la disposición genera-

lizada de lajas trabadas a soga y tizón forrando sufrente, que únicamente se documenta en un machóndel aula, refuerza la funcionalidad estructural de estos pilares de obra, explicada en nuestra opiniónpor el desarrollo de un volumen en altura en dichopunto. Si descartamos la función de contrafuer-tes para los machones que se disponen tanto en elaula palatina como en las estancias anejas —dos enla antecámara, donde se aprecian también las basesde semicolumnas talladas en la roca, y al menosotros dos en la estancia más oriental—, hemos dediscutir otras eventuales alternativas de carácter tec-tónico, a la par que ornamental, que expliquen laexistencia de pilares adosados por el interior enotros edificios altomedievales con diversas solucio-nes de cubrición.

El llamado edificio A de Morería, interpretadocomo residencia señorial islámica,28 presenta macho-

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Fig. 13. Hipótesis restitutivas del aula basical.

28 Utilizamos como referencia la planta más reciente publi-cada en Alba, 2004: 433, lám. 20; 2007: fig. 18, con ligeras va-riaciones respecto a las anteriores. Sobre la cronología e inter-pretación de estas estructuras emirales cfr. p. 179 ss.

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nes interiores pareados en dos de sus salas, si bien almenos en la central, donde se conserva también unaalineación de dos columnas, están aparentemente con-trarrestados por verdaderos contrafuertes (Fig. 24, 1).En este caso y salvando las obvias diferencias deplanta y monumentalidad, se sugiere que los pilarespudieron estar «coronados por arcos ciegos unidosentre sí, creando unas galerías ciegas y paralelas conun sentido más estético —y acaso emblemático- quefuncional» (Mateos y Alba, 2000: 158); esta funcióndecorativa podría explicar la desviación de los pilaresrespecto a los elementos portantes del eje axial quecaracteriza nuestro edificio, pero deja abiertos nume-rosos interrogantes estructurales. Rematadas igual-mente por arcos ciegos se supone que estuvieron laspilastras adosadas de la nave de la llamada «Cárcel deSan Vicente» en Valencia (AA.VV,1998: 44; Utrero,206: 635) y las de las cámaras laterales de Santa Lu-cía del Trampal, si bien en este caso y probablementeen el anterior su presencia se justifica estructural-mente por la necesidad de absorber los empujes deuna cubierta abovedada (Caballero y Saez, 1999: 83 y100 ss.; Utrero, 2006: 578), de la que no parecen exis-tir evidencias en los ejemplos de Morería y delTolmo.

Por fin, la inclusión de pilastras adosadas en lasesquinas y en el centro de las estancias laterales en lafase II del castellum de Sant Julià de Ramis, se ex-plica por la necesidad de sostener de un piso superiorde opus signinum (Burch et alii, 2006, 57-60), equipa-rable a los constatados en Recópolis y Monte Barro.Los edificios palatinos de Recópolis, que flanquean laiglesia formando una gran plaza de representación,presentan una fila de soportes —un muro corrido cen-tral en el edificio sur o una fila de pilares internos enel edificio norte—, y contrafuertes exteriores en algu-nos tramos, destinados a sostener un segundo piso deopus signinum donde se constata también decoraciónarquitectónica (Olmo, 2000: 390). De otro lado el pa-lacio de Monte Barro en Lombardía se presenta comoun edificio de dos plantas, sostenidas por pilares —uno en la habitación de representación del ala norte ysiete alineados en el ala Este— en las que la pobrezatécnica de la planta baja se compensa con un primerpiso cualitativamente superior.29

La posible existencia de un segundo piso en el edi-ficio palatino del Tolmo es un tema que se ha plan-

teado recurrentemente en la estrategia de investiga-ción y más después del hallazgo de bloques de opussigninum con la cara superior aplanada en una cámaralateral (Fig. 2, 9), que permiten defender la existenciade una torre o un acceso a las cubiertas en este punto,reforzada por lo que interpretamos como el arranquede la escalera. No obstante y aun sin descartar porcompleto esta hipótesis, que sin duda podría explicarestructuralmente columnas y machones interiores delaula principal y de su antecámara, no hemos encon-trado ningún indicio claro que permita apoyarla. Aun-que estamos lejos de poder proponer una reconstruc-ción fiable del alzado y cubrición del aula, todoapunta a imaginar un único piso cubierto por una ar-madura a dos aguas, sostenida longitudinalmente porla arquería o dintel central y apoyada directamente enlos pilares o bien en las eventuales arquerías ciegastrazadas entre ellos, que soportarían las vigas trans-versales de dicha armadura. Sin embargo, creemosque la presencia de estos refuerzos interiores sí puedesugerir un mayor desarrollo en altura de este únicopiso, acorde con el carácter representativo de la sala,que haría necesario aumentar la absorción de los em-pujes fortaleciendo estructuralmente los apoyos de laarmadura. En tal caso, el desarrollo vertical de la salaen relación al conjunto del edificio podría permitir elacceso desde las cubiertas adyacentes a una tribuna ogalería lígnea, situada sobre la testera meridional.

2.2. DE CONSTRUCTIONE

El complejo monumental responde, como hemosseñalado ya en varias ocasiones, a una planificaciónunitaria, pero su ejecución es sumamente heterogéneaen cuanto a técnicas edilicias y formas de abasteci-miento de materiales de construcción. El reempleo demateriales —especialmente sillares, lateres de entalle ytegulae mammatae—,30 elementos constructivos en lasarquerías, procedentes de las anteriores edificacionesromanas —como basas, fustes y capiteles, de diversascaracterísticas pétreas y tamaños—, sillares y esculturadecorativa en los muros o estelas funerarias en bancos,escalones y cimentaciones se constata abundantementeen la basílica y en menor medida en el palacio.

La heterogeneidad es igualmente patente en los di-versos aparejos constructivos que se emplean, sobretodo en la basílica donde se documenta opus africa-

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29 Se trata de un edificio en tres cuerpos dispuestos en tornoa un patio, que ha sido interpretado como residencia representa-tiva a tenor del hallazgo de una corona pensil de bronce (Bro-giolo, 1994: 104) y fechado entre el segundo cuarto del siglo Vy la mitad del VI (Brogiolo y Castelletti, 1991: 49).

30 Los tipos 7 C-D y 9 engloban materiales cerámicos deconstrucción de uso específico en ambientes termales romanos,que fueron reempleados como material constructivo en épocavisigoda (Cánovas, 2005: 164-8).

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num con paños de mampostería intercalada en las es-tancias anejas y algunos puntos de las naves; mam-postería careada con sillares de reempleo en zócalos yesquinales encadenados en el baptisterio (Fig. 14, 1 y2); lienzos de grandes lajas verticales corridas en launión del baptisterio con las naves laterales (Fig. 15);muros de doble paramento de sillería de reempleo conrelleno interior de opus incertum en el ábside; mure-tes de barro y piedra, más próximos a la técnica del ta-pial que a la de la propia mampostería, en el con-tracoro; y empleo del ladrillo en algunos tramosmurarios. Las jambas de entrada a los espacios estánformadas por grandes sillares verticales, tanto en losportales de acceso desde el exterior como en los va-nos de paso al baptisterio, aunque la jamba derechadel acceso meridional a dicho ámbito fue realizada enladrillo.

Por el contrario, en el palacio domina la mampos-tería irregular, sin concertar, reforzada con bloquestrabajados en las esquinas y sobre todo en los contra-

fuertes y jambas, donde se disponen en cadena den-tada alternando la disposición vertical con el trabadohorizontal (Fig. 14, 3). Una diferencia fundamental

Anejos de AEspA LI CONSTRUYENDO EL SIGLO VII: ARQUITECTURAS Y SISTEMAS… 113

Fig. 14. Alzados exteriores de los muros 60 069 y 60 110 —cierres septentrional y occidental del baptisterio respectivamente— y al-zado interior del vano occidental del aula palatina, flanqueado por dos machones, donde se aprecian el reempleo de sillares en zóca-

los y esquinales encadenados en la testera del baptisterio y las cadenas dentadas con bloques trabajados en las jambas del palacio.

Fig. 15. Aparejo de grandes lajas verticales corridas sobre elbasamento recortado en la roca a modo de banco, correspon-diente a la unión del baptisterio con la nave lateral sur del aula

eclesial.

1

2

3

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entre ambos ambientes radica en el uso de los morte-ros de cal como elemento de trabazón, que única-mente se constata en la iglesia, frente a la tierra de color castaño o anaranjado, bastante arcillosa y homo-génea que se utiliza en la mampostería del palacio.Los modos de construir se simplifican aún más en losambientes privados y domésticos, donde se constatala existencia de zócalos de mampostería combinadacon alzados de tapia.

En lo que respecta a las pavimentaciones, convi-ven los suelos tallados en la roca con los pavimentosde tierra apisonada o mezclada con cal; los primerosdominan en la iglesia, donde se regularizaron parcial-mente con un mortero de cal compuesto con la mismaroca arenisca machacada, y los espacios representati-vos del palacio. Los pavimentos de composición arci-llosa se documentaron en el pórtico monumental,donde al menos una de sus reformas puede fecharse apartir del tremís de Ervigio que contenía, en ciertasestancias del palacio y en la mayoría de los ambientesdomésticos y productivos del área de la puerta de laciudad.

En el caso de las cubiertas de la iglesia, pareceprobable que existiera una armadura a dos aguas so-bre el aula, apoyada en los muros maestros perime-trales y en las arquerías de las naves, con un proba-ble alzamiento de la nave central; por el contrario, elábside se resolvió con una bóveda de cuarto de es-fera de ladrillos, fabricados seguramente para la oca-sión, mientras que el baptisterio y las estancias ane-jas debieron tener cubiertas independientes a una odos aguas. El aula del palacio pudo cubrirse, a ma-yor altura como hemos señalado con anterioridad,por otra armadura a dos aguas sostenida por la co-lumnata central, mientras que la compleja planta delresto de las estancias sugiere la existencia de variascubiertas independientes, así como un volumen de-sarrollado en altura en la zona occidental. No obs-tante, en los tejados de ambos edificios se emplearonexclusivamente imbrices, de los que aparecen nume-rosos fragmentos en los derrumbes, siendo testimo-nial el hallazgo de tegulae (Cánovas, 2002: 297.Fig. 17.7-8).

El complejo debió tener numerosas ventanas, yaque en la excavación se han exhumado, reempleadasen construcciones posteriores, más de una docena depiezas monolíticas entre dobles y sencillas, que res-ponden a dicha función, si bien ignoramos su ubica-ción en los alzados y no podemos precisar si se abríanen las fachadas perimetrales de los edificios o si, en elcaso de la iglesia, se situaban en el realce de la navecentral, al modo de las cubriciones basilicales clásicas(Gutiérrez Lloret y Sarabia, 2007: 324-27).

2.3. DE VENUSTATE

La última mirada sobre la arquitectura del siglo VII

ha de ser epidérmica y no debe excluir los acabadosornamentales que caracterizaron el edificio en su mo-mento de uso, condicionando su percepción social.Diversos vestigios han demostrado que basílica y pa-lacio estuvieron enfoscados con un mortero de cal yque dicho tratamiento se aplicó tanto en las fachadasexteriores como en las paredes interiores, regulari-zando la disparidad constructiva de muchos de susaparejos y sirviendo de soporte a un interesante con-junto de testimonios gráficos y epigráficos —los graf-fiti— de gran valor social (Fig. 4.1-3). Enlucidos, es-tucos, pintura, escultura decorativa y ornamentaciónlitúrgica en general se unen para recrear una imagen«vestida» de la arquitectura del siglo VII, que tras-ciende los prejuicios esteticistas derivados de la con-templación de sus ruinas desnudas. Esta perspectivafavorece una mejor comprensión de la función socialy el significado ideológico de los edificios, al tiempoque permite redimensionar en clave productiva fenó-menos como el del reempleo.

2.4. IMPLICACIONES PRODUCTIVAS: CICLOS Y PROCESOS

CONSTRUCTIVOS

En este punto resulta necesario plantear breve-mente algunos aspectos relativos a las formas de orga-nización de los procesos productivos arquitectónicos,que pueden conducirnos a comprender la dimensióneconómica y social que comporta la realización de lasarquitecturas del Tolmo de Minateda. Debemos ad-vertir, no obstante, que esta perspectiva de análisis delas técnicas constructivas es aún incipiente y supera elmarco de un trabajo como el que nos ocupa, en el queúnicamente queremos señalar las líneas y problemasque deben organizar nuestra investigación futura. He-mos presentado aquí un conjunto de «arquitecturas»diversas que abarcan desde el ámbito de la construc-ción pública, con una importante dimensión simbólicay representativa —iglesia y palacio—, hasta el domi-nio privado, pero que en alguna medida se desarrollanen un mismo ambiente técnico.31 Se trata siempre dearquitectura en piedra en la que el material de cons-trucción tiene procedencias diversas —reempleado,

114 El siglo VII frente al siglo VII. Arquitectura Anejos de AEspA LI

31 Sobre este y otros conceptos que utilizaremos a continua-ción, resultan particularmente interesantes los trabajos de G.Bianchi (1995, 1996, y 2005 entre otros), A. Azkárate y L. Sán-chez Zufiaurre (2005), J. A. Quirós (2002, 2005 y 2007), L. Ca-ballero y M.ª Á. Utrero (2005) y las reflexiones de T. Mannoni(1997 y 2005).

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recogido y obtenido en cantera—, ejecutada con téc-nicas de albañilería caracterizadas por el recurso auna mampostería heterogénea (Fig. 16.1) —sin olvi-dar la construcción en negativo—, que no denotauna especialización alta en el tratamiento del mate-rial, ni una excesiva preocupación por la regularidaden la disposición del aparejo externo; pero que,como ya señaló T. Mannoni (1997: 20), no está re-ñida con la homogeneidad tridimensional que denotala distribución ajustada de los bloques más gruesosbuscando el careo externo, la disposición longitudi-nal de bloques y la inclusión frecuente de elementosverticales reempleados —sillares y bloques escua-drados—, extraídos en cantera —lajas— u obtenidosde forma natural —roca utilizada como esquinal enuna de las unidades domésticas—, que actúan comonervaduras verticales de los paramentos.32 En oca-

siones este sistema de puesta en obra «ad occhio»,como definía Mannoni, muestra inequívocos indi-cios de selección intencionada, buscando la disposi-ción de los bloques más grandes —tanto sillares ro-manos reempleados como bloques irregulares— enlas partes bajas de los muros, constituyendo un zó-calo de fundación (Fig. 16.2).

La recuperación de componentes constructivosprocedentes de edificaciones anteriores es notoria enel caso de los elementos estructurales, que se seleccio-nan para ejercer nuevamente su función prístina —enespecial basas y fustes de columnas reempleados en laiglesia— o de aquellos otros que son buscados por susdimensiones y morfología —generalmente bloques es-cuadrados como sillares, pilastras, inscripciones y es-telas funerarias, etc.— para integrarse como refuerzosconstructivos en esquinales o muros de carga. Lo ex-tendido de esta práctica, que incluye también produc-ciones latericias de procedencia termal, permite sospe-char que mucho del material irregular empleado en lamampostería altomedieval puede proceder igualmentedel reciclaje de los derribos de construcciones más an-tiguas. Resulta innegable que tanto la heterogeneidadde las técnicas constructivas como el recurso al reem-pleo entrañan una disminución intrínseca de la espe-cialización artesanal —entendiendo por tal el númerode operaciones que realiza cada individuo (Brogiolo,1996: 12)— respecto a los estándares constructivosprevios y denotan una simplificación del ciclo produc-tivo de la piedra (Azkarate y Quirós, 2001: 52-3), peroconviene confrontar estos datos con los indicios deproducción directa y actividad de cantera antes de ex-traer ninguna conclusión definitiva.

Encontramos indicios de producción directa entrelos materiales cerámicos y en ciertas actividades vin-culadas al ciclo de la piedra. En el primer caso se hapodido constatar la fabricación ex profeso en épocavisigoda de al menos tres tipos de ladrillos macizosrectangulares, que fueron empleados en la construc-ción del santuario de la iglesia; la especial morfologíade las piezas pertenecientes al primero de los gruposidentificados —lateres cuneati de sección trapezoidaly canto biselado (Fig. 17.5-6)—,33 así como su con-creta dispersión en el derrumbe, indican que en origenserían las dovelas de un arco de fábrica ubicado entreel santuario y el ábside, mientras que los otros dos ti-pos son utilizados indistintamente en el pavimentoprimitivo del coro y en la cúpula de cuarto de esfera

Anejos de AEspA LI CONSTRUYENDO EL SIGLO VII: ARQUITECTURAS Y SISTEMAS… 115

Fig. 16. Aparejos de mampostería irregular con disposición de bloques gruesos en los zócalos y «opera a pilastri».

32 En una técnica próxima a lo que que T. Mannoni deno-mina «opera a pilastri» (2005: 18).

33 El tipo 6 de P. Cánovas (2005: 163) tiene unas dimensio-nes de 2921 × 7-3 cm, mostrando uno de sus cantos cortado enun ángulo que oscila entre los 60 y los 80 grados (GutiérrezLloret et alii, 2003: 136).

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Fig. 17. Material cerámico de construcción de producción visigoda. Restitución de la pavimentación del sanctuarium y tipos delateres —1-2: semilater pedalis, 3-4: semilater pes-dodrans, 5-6: later cuneatus, 7-8: imbrices incisos—.

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que cubría el ábside (Figs. 17.1-2 y 3-4).34 Por fin, re-sulta sugerente el hallazgo de un fragmento de ím-brice con un grafito inciso en caracteres propios de lacaligrafía cursiva visigoda, que Isabel Velázquez pro-pone interpretar como el final de un nombre propioantepuesto al inicio de la palabra fecit, que podría in-dicar la presencia de una producción significativa-mente diferenciada (Fig. 17.7).

En el caso del ciclo de la piedra destaca en primerlugar la fabricación inversa de los volúmenes —va-ciando en lugar de edificar— que a más de permitirun aprovechamiento constructivo paralelo de sus de-sechos, lleva implícita una cierta pericia tecnológica35

cuyo significado productivo en un medio técnico do-minado por la albañilería está por explicar, auncuando en contextos cronológicos posteriores puedellegar a alcanzar una visibilidad considerable en com-binación con técnicas de cantería, como parece ocu-rrir en Bobastro.36 A este indicio se suma el testimo-nio concreto de una cantera documentada algunosmetros al Este del conjunto religioso. Se trata de ungran recorte de planta rectangular practicado en laroca, con una profundidad máxima de 1,20 m que noha podido ser excavada aún en su totalidad. En sufondo ha quedado marcado el negativo de la últimaactividad extractiva correspondiente a unos bloquesirregulares, entre los que se repite un patrón cuadran-gular cuyas dimensiones oscilan entre 100 y 80 cm delongitud por 90/60 cm de anchura. Los bloques em-pleados en la construcción de la rampa de acceso a lacantera permiten fijar en 20 cm la tercera dimensiónde ciertas unidades extractivas, lo que nos remite a unmódulo relativamente estrecho, más emparentado conuna losa que con un sillar propiamente dicho, en elque encajan las cadenas dentadas de jambas, esquinasy contrafuertes del palacio, así como las losas que cu-bren algunas tumbas del cementerio situado en tornoal ábside (Figs. 18 y 19).

La constatación de esta actividad extractiva noslleva a plantear el problema del tratamiento del mate-rial obtenido directamente de la cantera; los indicios

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34 Tipos 8 B (semilater pedalis de 29 × 16 × 3 cm) y 8 C(semilater pes-dodrans de 29 × 21 × 4 cm); Cánovas, 2005:163-7; Gutiérrez Lloret et alii, 2003: 136). En ambas produc-ciones es común la aparición de marcas productivas.

35 Que puede llegar a ser significativa en el caso de zonasde tradición troglodítica. Cfr. el caso de los «maestros de pico»,especialistas en la excavación de cuevas de hábitat actuales enGuadix (Bertrand, 1990: 49).

36 En Bobastro se han hallado dos iglesias semirrupestresatribuidas al tránsito de los siglos IX a X: la iglesia de Las Me-sas de Villaverde (Mergelina y Luna, 1925; Puertas Tricas,2006; y Utrero, 2006: 439- 40, con todas las referencias pre-vias) y la de la Ciudad, donde la técnica rupestre se asocia a lasillería (Martínez Enamorado, 2004). Fig. 18. Planta de la cantera e improntas de su última extracción.

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de labra rupestre y las características de los bloquesempleados en la puesta en obra sugieren un trata-miento mínimo, que podría basar su relativa regulari-dad en el aprovechamiento extractivo de las diaclasasnaturales, combinado con el escuadrado somero enciertas piezas de módulo menor, usadas exclusiva-mente en jambas y contrafuertes (Fig. 14.3). No cree-mos que se emplee la técnica de cantería en sentidoestricto —producción especializada de bloques escua-drados— en la arquitectura del siglo VII del Tolmo deMinateda, si bien las técnicas de albañilería utilizadasreciclan y seleccionan sillares antiguos —general-mente romanos— como refuerzo de esquinales y zó-calos (Fig. 14.1 y 2).

El ejemplo más claro del diferente empleo de lastécnicas de cantería y albañilería y su distinto signifi-cado social y económico se obtiene de la comparaciónde la obra de fortificación augustea —opera quadratacon zócalo almohadillado, perfectamente escuadrada,dispuesta en seco, con grapas de cola de milano y en-cajes tallados en la roca; fig. 20.1— con la fortifica-ción visigoda que la reaprovecha; aunque ésta últimase caracteriza por presentar un forro exterior en silla-res, el recurso al reempleo de los mismos condicionaun aparejo irregular, que mezcla sillares con bloquessomeramente escuadrados, trabados con gruesas lla-gas de argamasa (Fig. 20.2).

Por el contrario, el único indicio de la existenciade artesanos especializados y ciclos productivos derelativa complejidad, lo proporciona la escultura de-corativa que formó parte de las fábricas originales. Enrelación al edificio religioso se han documentadounos programas ornamentales sencillos en piedra local, adaptados a un variado repertorio de soportes,tales como capiteles, fustes, barroteras, frisos y espe-cialmente placas decorativas o canceles, cuya simili-tud iconográfica y técnica con otros ámbitos del su-deste de Hispania no ha pasado desapercibida y ha

permitido plantear la discusión sobre la eventual exis-tencia de «talleres» o, lo que es más preciso, unidadesproductivas especializadas (Fig. 21). De existir dichasunidades productivas, sus actores —artesanos o gru-pos de artesanos—, no sólo elaborarían piezas espe-cializadas por encargo, como los capiteles, sino quede alguna manera organizarían la producción —con-cepción, aprovisionamiento de material y ejecucióntécnica— y la distribución de la decoración arquitec-tónica, respondiendo a una demanda determinada fun-cionalmente por el soporte arquitectónico —canceles,frisos, capiteles, columnas, tenantes, pilastras, etc.—e iconográficamente por su sentido litúrgico.

El reconocimiento de unidades productivas espe-cializadas plantea también el problema de la variadacasuística que se establece en las relaciones entre pro-ductores y receptores, desde la producción por en-cargo al trabajo a pie de obra; el esbozo del capitel sinesculpir procedente de Algezares ilustra de hecho unade las posibilidades intermedias: la comercializaciónde un producto semielaborado que se termina in situ,mientras que la similitud de una de las piezas delTolmo (Fig. 21.3) con otro capitel algezareño hacepensar en la eventualidad de un reempleo de sobran-tes de obra. La heterogeneidad de los capiteles con-servados en el Tolmo y los reajustes que sufren algu-nas de sus placas decoradas en el momento de lapuesta en obra no sugieren la existencia de una íntimarelación entre albañiles y escultores, ni la interven-ción directa de estos últimos en el proceso construc-tivo, sino más bien una cadena operativa sencilla, do-minada por las técnicas de albañilería, que se encargade adaptar un trabajo escultórico raramente elaboradoin situ (Gutiérrez Lloret y Sarabia, 2007, 334-36).

Por último, creemos que las distintas manifesta-ciones estudiadas —la construcción pública de natu-raleza simbólica y jerárquica, de un lado, y la cons-trucción privada de carácter doméstico, de otro—evidencian un distinto dominio de los recursos técni-cos por parte de los artesanos que las realizan, lo quepermite establecer variantes técnicas con significadosocial en las «arquitecturas» del Tolmo de Minateda,por más que tengan idéntica cronología y participendel mismo ambiente técnico. El complejo monumen-tal en su conjunto evidencia un mayor grado de espe-cialización constructiva, con cadenas operativas máscomplejas, que contemplan, por ejemplo, una impor-tante inversión técnica en los sistemas de adecuaciónconstructiva previa a la obra —tallado de las plata-formas de nivelación y eventual aprovechamiento delos materiales resultantes—, diversificación de lasfuentes de material constructivo, que incluyen nosólo el reempleo sino también la producción directa

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Fig. 19. Vista de la cantera con restos de una posible rampaextractiva.

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de material cerámico o la extracción en cantera, yuna significativa selección de morfologías constructi-vas complejas —técnicas de albañilería con esquina-les y vanos reforzados, vanos y soportes monolíticos,enlucidos de mortero, sistemas de cubrición con ar-maduras a dos aguas y techumbre de teja, etc.—, enrelación a las constatadas en el ámbito doméstico —zócalos de piedra con alzados y pavimentos de tierray sistemas de cubrición a un agua, sin negar el re-curso eventual a confeccionar techumbres de mate-riales perecederos—.

No obstante, el hecho que despierta nuestro interésno es tanto el previsible significado social diferente

del fenómeno arquitectónico en ambientes domésticoso monumentales, cuanto la eventual jerarquización deestos últimos. El análisis de las técnicas constructivasdel complejo monumental confirma las impresionesestratigráficas que enfatizaban, aun dentro de su con-temporaneidad conceptual, el edificio religioso res-pecto al «civil» anejo. Es obvio que una vez niveladoel terreno y planificada la obra en su conjunto, la eje-cución comenzó por el edificio religioso, en el que seemplearon recursos constructivos específicos, que de-notan su prelación simbólica y estructural. A ella sedestinaron la cantería de reempleo, utilizada como re-fuerzo de la mampostería, y los elementos estructura-

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Fig. 20. Técnicas de cantería y albañilería. 1. Planta y alzado de la muralla augustea de cantería con restos del último expolio in situ—cuatro sillares removidos en la derecha de la ultima hilada—, 2. Sillares romanos reempleados en el forro interior de la fortifica-

ción visigoda, realizada con técnicas de albañilería.

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les reutilizados, y en ella únicamente se empleó elmortero de cal como sistema de trabazón de la mam-postería y las producciones cerámicas arquitectónicas.En la basílica existe, por fin, una distribución razo-nada de la decoración, que selecciona los espaciosdonde se hace visible el programa decorativo labradoex profeso —capiteles del aula, canceles del santuarioy baptisterio, altares, etc.—, mientras que lo reemple-ado se estuca y se oculta —basas y fustes, sillares de-corados, etc. Fig. 21, 5—.

El palacio, aun compartiendo la monumentalidaddel diseño, muestra unas significativas variantes téc-nicas que subrayan su subordinación en proyecto ysignificado: su delineación icnográfica denota desa-justes e irregularidades de ejecución más notorios quelos constatados en la basílica; los aparejos se limitan ala mampostería con ocasionales refuerzos encadena-dos en los vanos, pero desaparecen los encadenadosde esquina; no se documenta el reempleo de cantería,que es aquí sustituida por bloques de cantera tratados

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Fig. 21. Escultura decorativa de producción visigoda —1. cancel, 2. ajimez, 3 y 4. capiteles— y 5. reempleo de basa ática enfoscada.

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con técnicas de albañilería, al tiempo que la tierra re-emplaza a la cal como sistema de trabazón, bajo losenlucidos. Aunque muchos de estos rasgos no seríanpatentes en el resultado final de la obra, creemos quesus implicaciones productivas no son baladíes y con-

tribuyen, en palabras de J. A. Quirós (2007: 44), a re-componer en su complejidad el significado social delfenómeno arquitectónico, incluso —y esto debería dellamar a la reflexión— en el seno de un mismo am-biente técnico y cronológico.

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Fig. 22. Viabilidad y articulación espacial del complejo arquitectónico con propuesta restitutiva de relación entre ambientes cubiertosy espacios abiertos.

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3. LA ARQUITECTURA EXPLICADA:FUNCIONALIDAD, VIABILIDAD Y SIGNIFICADO HISTÓRICO

La discusión que precede estas páginas permiteproponer una interpretación arquitectónica del com-plejo monumental que ayude a comprender su signifi-cado histórico. Aunque forman parte de un mismoconjunto, basílica y palacio son en realidad dos edifi-cios independientes y estructuralmente autónomos,dispuestos en torno a un espacio común central. Labasílica se nos presenta como un edificio aislado declaro significado religioso, mientras el palacio parececonstituir una manzana extensa de funcionalidad me-nos obvia, aunque claramente vinculada a la del pro-pio edificio religioso. Ambos tienen entradas indepen-dientes desde el exterior: la iglesia desde el Norte, Sury Este, por sus fachadas laterales y la cabecera; el pa-lacio, desde las calles que lo flanquean por el Oeste yposiblemente también al Noreste (Fig. 22).

Los espacios de la iglesia son sobradamente cono-cidos y no plantean problemas especiales de reconoci-miento litúrgico: el sanctuarium, segregado por uncerramiento de canceles, se sitúa en su cabecera, ocu-pando el ábside y el primer intercolumnio; frente a él,en el extremo opuesto de la nave central, se dispone elcontracoro, que funciona igualmente como un espaciolitúrgico reservado. A ambos lados del sanctuariumsobresalen en la planta dos habitaciones simétrica-mente contrapuestas, que se interpretan respectiva-mente como un vestíbulo destacado, la de la iz-quierda, y como el sacrarium la de la derecha, queconstituye también un espacio funerario privilegiado,al igual que el cementerio ad sanctos que rodea el áb-side. El baptisterio se sitúa a los pies de la basílica, enrelación con una estancia que debió participar en la li-turgia preparatoria del bautismo. La puerta principalde la basílica se abre en el centro de su fachada meri-dional y está afrontada a otra, de la que se conservanin situ las mochetas talladas en un sillar, a la que seaccede desde el espacio común central que vinculaiglesia y palacio. Se trata de una organización axialclásica basada en el principio de simetría bilateral,37

marcado por el eje litúrgico que contrapone jerárqui-camente los espacios de la liturgia eucarística y bau-tismal (eje sanctuarium- contracoro-baptisterio), enun esquema monumental propio de los edificios deculto cristiano altomedievales (Fig. 23). En este es-

quema de ordenamiento espacial se refuerza igual-mente la centralidad del aula como espacio distribui-dor que permite el acceso a todos los espacios depen-dientes de la misma, al tiempo que enfatiza con sumayor inaccesibilidad el carácter angular y mistéricodel ábside y la piscina bautismal (Figs. 23, 2C y 24).

El edificio contiguo a la basílica formó parte indis-cutible del complejo eclesiástico, si bien nada sugiereun uso estrictamente litúrgico del mismo. El arrasa-miento de buena parte de su estructura original, quepudo incluir también ambientes abiertos, dificulta enor-memente la interpretación funcional de algunos espa-cios, pero no impide reconocer un uso jerarquizado delos mismos ni intuir la lógica social del espacio en suconjunto. El acceso al edificio se realizaba a través deun amplio vestíbulo sobresaliente respecto a la fachadaoriental de la iglesia, que permitía el tránsito tanto a suinterior como al espacio abierto, posiblemente cercado,que lo flanquea por occidente. Las dos estancias alinea-das en paralelo al eje litúrgico de la iglesia marcan, ensu condición de espacios transitables, el itinerario sim-bólico hacia el aula palatina, que constituye el espaciode representación por excelencia e indudablemente elde mayor rango jerárquico del conjunto (Fig. 23. 1).Podría decirse que estamos ante una organización espa-cial de tipo lineal, dispuesta a lo largo de un eje, en elque la «transitabilidad» se impone a través de ambien-tes sucesivos y vanos alineados (Fig. 23. 2A), que ade-más de actuar como distribuidores laterales, enfatizanla dirección principal del movimiento hacia el que, porfuerza, ha de ser el espacio importante de esta organi-zación (Mañana et alii, 2002: 36).

La superior jerarquía espacial del aula basilical sereconoce por la peculiar relación sintáctica que se es-tablece respecto al resto de los espacios: su situaciónestratégica al final del eje lineal, su mayor amplitud ydiferente orientación —se dispone en posición perpen-dicular al eje de circulación que conduce hacia ella yal propio eje litúrgico de la iglesia contigua—, su es-tructura única y diferenciada —basilical, dividida endos naves longitudinales y posiblemente desarrolladaen altura— y, por fin, el recurso a elementos singula-res como son los machones internos, cuyas eventualesimplicaciones decorativas o representativas van másallá de su valor puramente estructural. La singularidadde este espacio preeminente en el esquema general decirculación y de visibilidad espacial se aprecia tanto enlos diagramas de permeabilidad derivados del análisisgamma de Hillier y Hanson,38 que enfatizan el grado

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37 Según modos y sistemas de análisis formal del espacioformulados por P. Mañana, R. Blanco y X. Ayán (2002: 36), ci-tando categorías de análisis de G. H. Baker (1989) y F. D. R.Ching (1995).

38 Sobre el análisis gamma de Hillier y Hanson (1984) y losanálisis de percepción visual cfr. P. Mañana, R. Blanco y X.Ayán (2002: 38-40); P: Mañana (2003) y X. Ayán (2003).

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Fig. 23. 1. Principales recorridos circulatorios de representación (acceso al aula palatina; accesos a la basílica; ejes litúrgicos eucarís-tico y bautismal) 2.- Análisis de circulación en el complejo y diagrama de accesos.

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de dependencia de los espacios transitables y su pro-bable dimensión pública y ceremonial (Magrini,2003: 572), como en los análisis de percepción visualque ponen de manifiesto la visibilidad parcial y gra-dual que determina la necesaria perspectiva en codo,impuesta por la disposición perpendicular del aularespecto al esquema general de circulación lineal deledificio y por su acceso lateral (Figs. 23 y 24). Elarrasamiento de este espacio impide el análisis de suorganización jerárquica interna como espacio de re-presentación y congregación, habida cuenta de que sudivisión axial en dos mitades disimétricas sugiere —al contrario que en la iglesia— la prelación visual yespacial de las largas fachadas longitudinales en detri-mento de las testeras, cuya visibilidad queda segre-gada por el alineamiento de los elementos susten-tantes centrales.

El aula, de acuerdo con nuestra propuesta resti-tutiva, pudo tener una puerta en el centro de su fa-chada oriental —situada en relación a la impronta deun posible quicio tallado en la roca y quizá enfren-tada al que en apariencia podría ser el especio pree-minente del aula—, que permitiría establecer su co-nexión con el ambiente oriental del edificio. Este

último espacio, que pudo estar parcialmente descu-bierto, es sin duda uno de los más difíciles de com-prender. La existencia de una estructura rupestre es-calonada en el extremo septentrional de esteambiente, interpretada como acceso, permite supo-ner una comunicación directa con el exterior, quedotaría al edificio de una viabilidad coherente conrespecto al eje de circulación que conduce a la cabe-cera de la iglesia (Fig. 23).

Entre el vestíbulo del palacio y el baptisterio sesitúa el pórtico monumental que articula la fachadaoccidental del complejo; esta estructura sostenidasobre nueve pilares señala la entrada simbólica alnexo común de ambos edificios, un espacio abiertointermedio desde el que se accede a un conjunto dedos estancias pertenecientes al cuerpo estructural delpalacio, pero físicamente segregadas del mismo, y ala propia basílica a través de una de sus entradas la-terales, que muestra huellas de un pequeño porcheempedrado a más de las mochetas antedichas. Esteespacio abierto central, donde se excavaron un parde aljibes, conserva restos de muros difíciles de in-terpretar, que pudieron corresponder tanto a estruc-turas previas arrasadas como a porches y estructuras

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Fig. 24. Diagrama de permeabilidad del complejo arquitectónico derivado del análisis gamma de Hillier y Hanson.

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de nivelación.39 La relevancia del pórtico como de-marcación simbólica del espacio jerárquicamente sa-cralizado se refuerza con la aparición de dos posi-bles remates arquitectónicos de las cumbreras enforma de cruz patada y por el desarrollo del cuerpovertical —¿torre?— que sugiere la caja de escaleradocumentada en la cámara lateral del palacio, con-trarrestada estructuralmente por los contrafuertes delvestíbulo. Este hito vertical, unido a la propia estruc-tura porticada, constituye el contrapunto simbólicodel ábside de la basílica y del volumen del aula derepresentación que suponemos, como se recordará,desarrollado en altura.

Desde esta perspectiva, resulta obvio que, por másque pertenezcan al cuerpo de fábrica del palacio, lasestancias 10 y 11 no forman parte de su estructurafuncional. Mientras las cámaras axiales del ala sep-tentrional tienen un marcado carácter de tránsito —patente en el alineamiento sucesivo de sus vanos—,estos ambientes se inscriben en una dinámica dife-rente, en la que no tienen cabida los elementos arqui-tectónicos de representación y donde la autonomía yrelativa privacidad de los mismos queda subrayadapor su independencia y accesibilidad directa desde elexterior (Figs. 23 y 24). Quizá estemos ante un espa-cio administrativo, sin desestimar usos residenciales ode almacenamiento, que podría explicar el significa-tivo volumen de enlucidos cubiertos por incisiones dedibujos y caracteres en cursiva visigoda procedentesde sus paredes.

Nada en el análisis arquitectónico ni espacial deeste edificio sugiere un uso litúrgico comparable al dela iglesia con la que forma un conjunto planificadounitariamente, al tiempo que su concepto constructivoy funcional lo aleja totalmente de los testimonios do-mésticos y residenciales privados usuales en los am-bientes urbanos del siglo VII. Estamos sin duda ante

un edificio complejo en el que se representa material-mente la diferenciación social en sus diversas mani-festaciones funcionales: vivienda privilegiada indivi-dual o comunitaria, centro de representación delpoder eclesiástico y/o civil, centro administrativo, es-pacio fiscal y económico, aunque la parcialidad de losrestos excavados y conservados impida aquilatar to-davía el reconocimiento material de algunas de dichasfunciones. De hecho, las transformaciones funciona-les que sufre el edificio a lo largo de su vida construc-tiva, paralelas a la desacralización de la iglesia, altera-ron la composición de los ajuares que podríanhabernos permitido analizar en primera instancia laspautas de consumo, comercio y captación en los con-textos del siglo VII y aproximarnos a la comprensiónde los mecanismos de control social y económico delas élites visigodas. El reaprovechamiento residencialsecundario del siglo VIII, materializado en la fragmen-tación, repavimentación y aparición de estructuras decombustión en ciertos ambientes, supuso la caracteri-zación doméstica de muchos de ellos —cerámicas culinarias y vajilla de servicio y almacenaje del si-glo VIII— que pudieron tener orientaciones funciona-les diferentes en la centuria precedente —por ejem-plo, áreas de almacenamiento—.

Sin embargo ciertos indicios arqueológicos abun-dan en el significado social de este complejo y en surelación con grupos privilegiados. Sin ánimo y espa-cio para extendernos en un tema que ha de ser tratadopor extenso en otro marco, conviene recordar algunasevidencias materiales que marcan la línea de refle-xión. El área del complejo monumental ha proporcio-nado hasta el momento uno de los volúmenes mássignificativos de moneda visigoda no tesorizada ha-llados en contextos estratigráficos,40 así como cadavez son más evidentes los indicios de consumo deciertos productos de lejana procedencia, distribuidosen contenedores africanos y orientales —ánforasKeay LXI y LXII, ungüentarios tardíos y ciertos testi-monios de recipientes atestiguados en Constantino-pla—,41 en un repertorio de productos importados

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39 La interpretación estratigráfica de este espacio resultaespecialmente compleja por los afloramientos de la roca y losprocesos postdeposicionales, que han alterado y desconectadofísicamente partes de la estratificación. En el momento actualvarias posibilidades se hallan en discusión: que ambos muroscorrespondan a dependencias arrasadas en el momento deconstrucción del porche de la basílica es una de ellas, aunqueno hay evidencias claras en este sentido; otra hipótesis es quese trate de un porche o soportal parcialmente resuelto con es-tructuras lígneas o incluso, en el caso de la estructura más pró-xima al vestíbulo escalonado de la iglesia cuyo alzado enrasacon la cota superior de la plataforma rocosa, que corresponda aun muro de contención de los aportes de tierra destinados a ni-velar una eventual superficie de circulación escalonada en laplaza. Lo que sí parece claro es que al menos el ángulo nor-doccidental de este espacio cobijó con posterioridad usos do-mésticos, posiblemente contemporáneos a los documentadosen otros ambientes de la iglesia y el palacio ya en el siglo VIII

(vid. supra fig. 5).

40 Hasta el momento se han hallado el triente de Ervigio(680-687) de la ceca de Sevilla, en una de las refacciones delpavimento del pórtico de acceso, es decir en unos estratos deconstrucción correspondientes el uso del conjunto; otro deEgica y Witiza (697-701) y cuatro trientes de Witiza (702-11)de las cecas de Tucci, Toletum y Corduba, a más de un pequeñocobre bizantino acuñado en Cartagena durante el periodo deocupación bizantina, en la segunda mitad del siglo VI, con unpeso equivalente a 4 nummi y motivos de cruz/delta (Domé-nech y Gutiérrez Lloret, 2005, 2006).

41 En concreto nuestras tapaderas articuladas del tipo K,que corresponden a la producción «UWW1 spouted jugs» iden-tificada por J. W. Hayes; se trata de una forma de jarro globu-lar con pitorro y tapadera incorporada, común en el siglo VII,

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—es decir, de comercio— compartido con Recópolis,que nos habla del mantenimiento de un comercio se-lectivo, posiblemente reducido y puntual, relacionadocon la demanda de productos específicos por parte deciertos grupos sociales privilegiados —¿vino, perfu-mes, sustancias litúrgicas, aceite?—.

Al margen de la arquitectura religiosa, las caracte-rísticas de su estructura espacial remiten, nunca demanera mimética, a un conjunto de edificios de carác-ter similar y cronologías variadas. Son todos ellos edi-ficios que, más allá de la dimensión litúrgica, abarcanfunciones residenciales, administrativas o representa-tivas, como las edificaciones palatinas de Recópolis,el complejo episcopal de Barcino, algunos edificiosemirales en Mérida o el complejo de Falperra en lasproximidades de Braga. Sus características y eventua-les relaciones formales ya fueron analizadas en un tra-bajo previo al que remitimos con la bibliografía perti-nente (Gutiérrez Lloret et alii, 2005: 3549-51) y enrazón de evitar esa redundancia quisiéramos ahora co-mentar algunos aspectos concretos de cuatro ejemplosescogidos. A caballo entre los siglos VII y VIII, el edifi-cio del Pla de Nadal —villa áulica visigoda para unosy palacio omeya para otros—,42 representa un con-cepto edilicio totalmente diferente del de nuestro edi-ficio, tanto en técnicas como en morfología y cuali-dad/cantidad de escultura decorativa; sin embargociertos elementos como los pórticos con pilares ado-sados a la fachada o el concepto de axialidad de lasestancias alineadas con cámaras laterales plantean al-gunos criterios de análisis del espacio de representa-ción (Fig. 25, 3).

Los ejemplos emeritenses se fechan en un seg-mento temporal que va de finales del siglo VIII a laprimera mitad del IX y se enmarcan dentro de lo queM. Alba (2007: 179-89) considera «viviendas seño-riales islámicas» o «palacetes», generadas en elmarco de una más efectiva presencia administrativadel estado cordobés y en el mismo ambiente técnicoy social que conduce a la erección de la alcazaba elaño 835 (Figs. 24, 1 y 2). Son grandes estructuras

heterogéneas de nueva planta, con estructuras regu-lares y axiales que evidencian una jerarquizaciónfuncional de los espacios, derivadas de su carácterpolifuncional —funciones administrativas en los sa-lones y residencia de las élites en los espacios másreducidos—. El análisis de algunos ejemplos comola casa de la Alcazaba (Mateos y Alba, 2000: 159) oel edificio A de Morería (Alba, 2004: 433) muestranla tendencia a organizar el edificio en torno a gran-des salones basilicales de dos naves separadas porcolumnas y eventuales armaduras a dos aguas, querecuerdan conceptualmente al aula del Tolmo; en elcaso del edificio A se añade además el recurso a losmachones interiores, generalmente contrarrestadospor auténticos contrafuertes exteriores, que crean unfrente de arimeces decorativos que han sido puestosen relación con el volteo de eventuales arquerías cie-gas adosadas.

Seguramente el ejemplo más llamativo por su se-mejanza sea el de Santa Marta de Cortiças en Falpe-rra, cerca de Braga. Este lugar, excavado por J. J. Ri-gaud de Sousa (1970), fue dado a conocer comomonasterio por P. de Palol (1968: 371-3, fig. 97). Re-cientemente M. L. Real (2000: 26, fig. 1) ha presen-tado una planimetría restituida en la que interpretados edificios áulicos, uno religioso —la basílica— yotro palatino, destinado a alojar la corte sueva, erigi-dos en la misma disposición que nuestro ejemplo, de-jando igualmente entre ambos un espacio abierto lige-ramente irregular y con la única variación de que enFalperra la iglesia se dispone al norte. El supuestoedificio palatino conforma una estructura rectangularde más de 30 m de longitud, compartimentada inter-namente y organizada en torno a un aula palatina concolumnata central de siete pilares internos y contra-fuertes exteriores. El paralelismo es evidente pero laescasa documentación arqueológica del sitio y laidentificación puramente conjetural de la sede regiarecomiendan prudencia.

En conclusión, parece probable que nuestro edifi-cio tuviese una función de representación, administra-ción y residencia, semejante a la de los complejos pa-latinos de naturaleza episcopal que conocemos enBarcelona o regia en Falperra, si se confirma su rela-ción con la corte sueva durante los siglos V y VI, conparalelos constructivos en algunas residencias repre-sentativas de Mérida, ya de época islámica, por citaralgunos ejemplos concretos. En nuestra opinión su es-trecha vinculación con la basílica sugiere que podríatratarse del palacio episcopal de una nueva sede cre-ada a finales del siglo VI: la Eiotana o Elotana y suproyecto arquitectónico creemos que confirma estahipótesis.

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(1992: 38 ss y 160, fig. 39) y presente en contextos orientalesdonde perduran y evolucionan (Uscatescu, 1996: 112, fig. 4,310; Corvo, 1955), que ha sido igualmente documentada pordos ejemplares en Recópolis y más de una docena de individuosen el Tolmo. Queremos agradecer al equipo de Recópolis la no-ticia de su aparición en los contextos de la ciudad y los datos desu estudio inédito acometido por M. Bonifay y D. Bernal.

42 El yacimiento fue dado a conocer en varios trabajos de E.Juan y X. Centelles (1986), E. Juan e I. Pastor (1989 a y b) y,por último, E. Juan y J. V. Lerma (2000); se ha discutido su cro-nología visigoda (Gutiérrez Lloret, 2000 c) o postvisigoda (Ca-ballero, 2000) y recientemente se ha llegado a proponer su vin-culación con el propio Teodomiro (Rosselló, 2005: 289).

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Por ello, el estudio global de todo el conjunto per-mite entender el significado histórico de su erección,tanto por lo que supone de planificación arquitectó-nica, como sobre todo por su dimensión política ysimbólica. La disposición orgánica en un espacio ur-bano privilegiado de lo que hemos identificado comolos tres elementos de la tríada episcopal: catedral,baptisterio y episcopio, siendo este último el espaciode representación y residencia de la máxima dignidadeclesiástica, evidencian la voluntad de construir unescenario que dignifica y señala el lugar más impor-

tante de la ciuitas, donde se aúnan todos los poderes,realzado por el pórtico de acceso que organiza los es-pacios y la circulación interna.43 De acuerdo con estahipótesis, se trata de un programa constructivo unita-

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Fig. 25. 1: Edificio A de Morería (Mérida), según M. Alba (2004: 433, lám. 20), 2: Edificio de la Alcazaba (Mérida) según P. Mateosy M. Alba (2000: 159); 3: Pla de Nadal (Riba-Roja de Túria, Valencia) según M. Rosselló (2005: 288, fig. 8); Santa Marta de Falpe-

rra (Braga) según M. L. Real (2000: 26, fig. 1).

43 En estas mismas páginas F. J. Moreno Martín –«Arqui-tectura y usos monásticos en el siglo VII. De la recreación tex-tual a la invisibilidad material»— ha destacado que la disposi-ción del palacio episcopal en paralelo a uno de los ladosmayores de la catedral, cerrando el conjunto, es similar, sal-vando las distancias técnicas, al de Sbeitla (Duval, 1989: 362-3,figs 10 y 11).

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rio, diseñado y fabricado ex nouo en un momentoavanzado del siglo VI, si no ya de principios del VII, aconsecuencia de una decisión política que pudo ema-nar directamente de la autoridad toledana y que eje-cutó de acuerdo con el ambiente técnico local.44

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44 En la discusión suscitada tras la exposición pública deeste trabajo se planteó una posibilidad de la que queremos dejarconstancia en estas líneas y que se refiere a la posible identifi-cación monástica del edificio anejo a la basílica. Es cierto quealgunos conjuntos arquitectónicos de cronologías diversas in-terpretados como monasterios rurales —bien establecidoscomo Melque en Toledo (Caballero, 2004, 2007) o de interpre-tación más dudosa como el cenobio del Cuarto de Enmedio enla Dehesa del Cañal de Pelayos (Storch de Gracia, 1998: 151-2)y el restituido de Bobastro (Puertas Tricas, 2006: 45)– presen-tan cercas vinculadas a las clausuras y edificios longitudinalesdispuestos en los ejes de dichos cerramientos con porticados ycolumnatas. Sin embargo, poco o nada sabemos sobre la mate-rialidad de las estructuras monásticas urbanas y en última ins-tancia los indicios de vida comunitaria religiosa se difuminanen los contornos de las sedes episcopales. En suma, si comoconcluye F. J. Moreno «basta que un número de clérigos por li-mitado que sea, decidan seguir un ideal ascético en torno alobispo para poder considerarlo una comunidad canonical, endefinitiva, un monasterium», la discusión sobre la eventual na-turaleza monástica del complejo del Tolmo no aporta nada sig-nificativo al análisis de su materialidad como eventual sedeepiscopal ni tampoco a la comprensión de sus arquitecturas yciclos productivos edilicios.

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