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Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 1
CONDUCTA EJECUTIVA Y REPRESENTACIÓN DE ENEMIGO EN HINCHAS, DE
LOS EQUIPOS DE FÚTBOL PROFESIONAL DE LA CIUDAD DE MEDELLÍN
Herleyn B. Villalba Montes
Estudiante de 10º semestre de Psicología
Grupo de Neuropsicología y Conducta
Director del grupo: Dr. David Pineda S.
Universidad de San Buenaventura
Medellín – Colombia
Ricardo A. Sánchez Pelaéz
Estudiante de 10º semestre de Psicología
Grupo de Neuropsicología y Conducta
Director del grupo: Dr. David Pineda S.
Universidad de San Buenaventura
Medellín – Colombia
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 2
Introducción
Este artículo es un aporte a la investigación, sobre las relaciones que existen entre conducta
ejecutiva y representación de enemigo, en hinchas de los equipos de fútbol profesional de la
ciudad de Medellín: Atlético Nacional y Deportivo Independiente Medellín. Este estudio ofrece
información teórica y empírica, además de reflexiones propositivas, desde dos saberes
tradicionalmente distanciados: la psicología social y la neuropsicología. De esta forma, se
pretende un abordaje complejo y multidimensional del fenómeno objeto de estudio; abriendo la
posibilidad de nuevos debates, que a futuro redunden en políticas públicas eficaces y eficientes en
torno a las dinámicas de convivencia en el ámbito futbolero.
El fútbol es un deporte que tiene una amplia convocatoria, especialmente masculina, en todos los
ámbitos sociales; y es el mayor fenómeno de la comunicación de masas en el mundo. Siguiendo a
González-Anleo (1996) citado por Abruzzesel (2003) las masas se caracterizan, por su
irracionalidad y su falta de autonomía histórica, lo cual las hace presa fácil de todo tipo de
manipulación. De acuerdo a lo expuesto por Moreira (2007) el fútbol es una lucha a muerte entre
dos equipos, no obstante entre los espectadores, la búsqueda de victoria se escenifica bajo otro
tipo de “performance”.
El estado recurrente de hostilidad que caracteriza la participación de los hinchas en el fútbol de la
ciudad de Medellín es el marco dentro del cual se hacen notorias las acciones violentas de un
sector particular de simpatizantes agrupados en lo que se hace llamar nativamente la hinchada o
la barra (Moreira, 2006). Es así, como se ha ido forjando un hábito que consiste entre otras cosas,
en la elaboración de cantos que se entonan en las tribunas de los estadios, cantos impregnados de
lenguaje y representaciones acerca del propio club y el contrario.
Los procesos de violencia que se han presentado dentro y fuera de los estadios, no son ajenos al
fútbol latinoamericano, colombiano y medellinense donde el juego ha trascendido el fenómeno
puramente deportivo para abarcar otros espacios urbanos; la disputa se da entre dos equipos de
jugadores, pero también entre los hinchas, quienes se ven influenciados por múltiples factores.
Partiendo de lo anterior, se han realizado una serie de investigaciones que abordan tales
fenómenos en su mayoría de corte antropológico, y otras desde un enfoque sociológico, haciendo
énfasis en los procesos identitarios, políticos y socioculturales. También se han desarrollado
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 3
estudios desde la psicología social, analizando entre otros, fenómenos de masificación, y
alienación en estos grupos; sin embargo, existen escasos referentes publicados donde se indague
sobre aspectos neuropsicológicos implicados en constructos como: la representación de enemigo
y significados atribuidos a las acciones que tienen lugar en el contexto del fútbol.
Qué se ha dicho de la violencia en el fútbol
Como se dijo antes, aunque no se conocen estudios previos que aborden la relación derivada de
los fenómenos objeto de estudio en esta investigación (conducta ejecutiva y representación de
enemigo en hinchas de fútbol); se expone la síntesis de un rastreo inicial de investigaciones, que
tocan el tema del fútbol y sus hinchas.
En un estudio sobre violencia en el fútbol realizado por Galeano, (2000) periodista uruguayo y
redactor de la BBC, asegura que el fútbol “padece las consecuencias de la acumulación de
tensiones sociales, que estallan al interior de las canchas al igual que en otros lugares”. Por
consiguiente, señala que “es injusto atribuir la violencia a este deporte”, ya que es un espectáculo
donde se congregan diferentes situaciones que hacen que un partido termine de forma conflictiva.
En el escrito Galeano hace énfasis en que si no se trabaja por la creación de una cultura pacífica,
por la solución de los conflictos de manera civilizada y por mejorar las condiciones sociales de
las personas que asisten a los estadios, “nunca se podrá solucionar el problema de forma
definitiva”.
Para Elias y Dunning (1992) citado por García (2002) las sociedades que presentan un serio
control social y autocontrol de las emociones fuertes en sus manifestaciones públicas y en el
marco familiar, demandan de un marco de actualización de las reacciones emocionales
compensatoria de este control, los individuos expuestos a estas circunstancias, encuentran en
algunos deportes la oportunidad de recrear las emociones lúdicas.
En la misma línea de pensamiento, Klapp (1986) citado por García (2002) estudió la probable
relación entre la falta de estímulos y el aburrimiento juvenil, con el origen de la violencia en el
fútbol y otras expresiones de inadaptación.
En un enfoque desarrollado por Kerr (1994) citado también por García (2002), se analiza el
fenómeno de la violencia en el fútbol aplicando la teoría de la inversión de Apter, relacionada con
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 4
la reflexión sobre los fenómenos de motivación y emociones humanas. En su teoría Apter,
plantea varios conceptos que se deben conocer para su adecuada interpretación, estos son: estado
de metamotivación, activación sentida, y marcos protectores.
Los estados metamotivacionales se refieren a aquellos estados emocionales básicos de carácter
transitorio que subyacen a una motivación específica, el autor distingue dos estados básicos
opuestos: télico y paratélico, mientras que en el primero la persona se halla orientada hacia una
meta, en el otro estado la atención se centra en la acción por sí misma.
En el estado télico de carácter instrumental, se tiende a actuar de forma seria y planificada,
mientras que en el estado paratélico, que es más habitual en el hincha, el comportamiento suele
ser más espontáneo y lúdico, estando orientados hacia el presente. Según este mismo autor, otro
estado que predomina en el hincha es el de negativismo (opuesto a conformidad), que él define
como resistencia o rebeldía contra las normas establecidas.
La activación sentida o tono hedónico es explicada por Apter como la capacidad de las personas
para percibir el grado de excitación en que se encuentran y es muy importante su aspecto
motivacional para llevar a cabo cualquier acto. La magnitud del grado de activación influye en la
aparición de emociones según el estado metamotivacional en que se encuentren las personas. En
el estado paratélico, un alto grado de excitación produce una respuesta que conlleva sensaciones
placenteras, mientras que una activación débil genera aburrimiento y sentimientos displacenteros.
En el estado télico, la activación elevada produce ansiedad y la baja de sentimientos placenteros.
En 1995, Kerr citado García, postuló que las personas paratélicas no sólo prefieren grados
elevados de activación, como formas placenteras de excitación, sino que es más probable que se
expongan a situaciones arriesgadas. El propio autor, encontró en pruebas empíricas, que los
hinchas violentos tienen una orientación paratélica.
Continuando con la explicación de los principales conceptos de la teoría de inversión de Apter,
los marcos protectores aluden al hecho de que emociones negativas como ansiedad, ira o miedo,
puedan ser interpretadas positivamente y experimentadas como placenteras si se dan en estado
paratélico.
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 5
Siguiendo estos supuestos psicológicos, Kerr (1995) referenciado por García (2002) explica que
el hincha violento necesita de un alto grado de activación, el cual provoca mediante cantos,
palmadas rítmicas y experiencias nuevas, por ejemplo, viajando tras su equipo. Este hincha, lleva
de base, según el autor, todo un conjunto de actividades tendientes a elevar la estimulación
sensorial, buscando grados más elevados de activación.
En el estudio se evidenció que estas estrategias de activación también estimulan la tendencia a la
intrepidez, asumiendo riesgos que conllevan peligro. En 1995, Kerr concluyó sus estudios sobre
la violencia en el fútbol, planteando la existencia del hincha súper-violento (caso extremo de la
violencia). Esta propuesta la formula a partir del modelo de las adiciones denominado
“manipulación del tono hedónico” elaborado por Brown (1991) a partir de la teoría de la
inversión.
Bakker et al. (1990) en palabras de García (2002), realizan un examen más amplio del tema,
considerando los factores situacionales en que se desenvuelven las competencias, así como
dirigiendo la atención a las subculturas violentas y la conducta de los espectadores, entre los
factores de situación se encuentra la frustración.
Van, Der Drug (1986) en García (2002) realizó una investigación respecto a estos factores
situacionales y la frustración, por medio del análisis del contenido de los textos periodísticos de
los incidentes violentos ocurridos durante un período de 10 años, desde 1970 hasta 1980 en
Holanda, en los partidos de fútbol. En esta investigación se encontró una relación clara entre
incidentes violentos y la derrota, ya que la mayoría de incidentes fueron perpetrados por los
hinchas del equipo perdedor. También se encontró que la amenaza de la derrota puede tener un
valor explicativo, puesto que durante el partido, eran los seguidores del equipo que iba perdiendo,
los que cometían los actos violentos. El autor afirma que claramente la derrota es un importante
factor explicativo de la aparición de incidentes, pero en sí misma no constituye una
argumentación suficiente.
En la misma línea de los factores situacionales, se tiene que García (1996) en una investigación
dirigida a esclarecer cuáles son las causas que generan la violencia en el fútbol, realizó un estudio
durante el campeonato de fútbol en Perú. Por medio de encuestas, y criterios de expertos
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 6
realizadas a hinchas, jugadores, entrenadores y árbitros, obtuvo datos dirigidos a realizar un
análisis factorial en el cual encontró cuatro factores explicativos del fenómeno.
El primer factor, como lo menciona García (1996), tiene que ver con el efecto de la
despersonalización, que plantea que el hecho de encontrarse dentro de una muchedumbre hace
que los espectadores pierdan su sentido de responsabilidad. Es muy difícil atribuirle a una
persona las consecuencias de los daños cuando se encuentra en un grupo en un momento de
desorden generalizado. Desde el punto de vista de la teoría de la desindividualización, se tiene
que la contemplación del fútbol, satisface por lo general, las condiciones desindividualizadas
siguientes: 1. un nivel elevado de activación motivacional y emocional. Y 2. Un gran número de
espectadores, así, el comportamiento tiende a volverse uniforme en multitudes.
El segundo factor resultante del análisis mencionado fue: el espectáculo de la violencia genera
agresividad. Cuando ocurren actos violentos se tiende a estimular la agresividad de los
espectadores. La escenificación de la violencia, fruto en muchos casos, de la explotación de los
medios de comunicación, que constituyen según Dunning et al, citado por García (1996) un
“amplificador de la violencia” porque exageran los hechos protagonizados por los “hinchas
violentos” (que para ellos son hazañas) y brindan de esta forma un patrón para la imitación.
Buford (1991) según García (2002) pudo percatarse en entrevistas a miembros de las barras
bravas cómo coleccionan los informes de prensa sobre sus aventuras, y el estatus que alcanzaban
entre sus seguidores como consecuencia de ser perseguidos por la policía.
El exceso de agentes de policía, también fue un factor relevante en los resultados de la
investigación adelantada por García (1996). El estudio mostró que la presión policial sobre los
hinchas violentos genera una situación desconcertante, ya que en vez de inhibirlos, los lleva a
reaccionar con violencia. Esta situación es resumida por Kerr (1994) citado por García “cuando
las autoridades o la policía toman medidas duras, para poner las cosas más difíciles a los hinchas,
los propios hinchas perciben la situación más interesante y desafiante. Por tanto las medidas
intentadas como disuasivas, paradójicamente, sólo añaden a la experiencia de los “hinchas
bravos” más elevados niveles de activación” ello puede provocar un efecto de espiral creciente.
García (1996), en su estudio, plantea un cuarto y último factor explicativo de la violencia entre
hinchas en los estadios de fútbol, se trata de la ubicación de los fanáticos. Se encontró que la
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proximidad de los fanáticos facilita la expresión de la violencia, que en ocasiones puede
manifestarse por ataques verbales y culminar en el daño físico. Una conducta de ataque o
contraposición ocurre más frecuentemente cuando el espacio es prácticamente compartido por
hinchas de diferentes equipos.
Investigaciones más recientes, como la realizada por Alabarces, et al (2008) en Argentina, de
corte antropológico, muestra, que la hinchada está constituida principalmente por miembros de
los sectores más relegados de la sociedad, pero también hay actores de los estratos medios. El
autor afirma que la “cultura del aguante” no es específica de los sectores populares; ni todos los
que participan de la hinchada son pobres y desempleados, ni todos aquellos “olvidados” por el
sistema que visitan los estadios se suman a la hinchada.
De esta forma, a través de los datos de campo los autores piensan que evitaron aumentar la
“sospecha” que siempre recae sobre las clases populares como las violentas, producto de una
“natural” y presunta “incivilización”. El segundo punto es que se sugiere la existencia de un
escenario complejo en las dinámicas entre hinchas, donde no existe una relación directa entre
pautas culturales y variables económicas.
Sin embargo, explica Alabarces (2008), el abandono del Estado de sus mínimas obligaciones para
con sus ciudadanos promueve el mantenimiento de una ideología guerrera, dado que los
integrantes de la hinchada pueden y deben subsistir y (re) producir su espacio en la sociedad de
esta forma.
De otra parte, en un estudio desarrollado por Barrero (2008) donde se analizó el discurso de los
medios de comunicación alrededor del fútbol, se encontró que son muy habituales en el lenguaje
de los periodistas deportivos, principalmente en sus crónicas, las expresiones metafóricas bélicas,
al igual que las figuraciones con contenido violento en general. Buena parte del léxico empleado
en el lenguaje de los cronistas deportivos nace o se emplea procedente del bélico y militar. Esta
es una de las principales conclusiones que el autor sacó de este estudio: las metáforas violentas,
bélicas y militares provocan que se pueda crear un ambiente igual en el mundo del deporte, y del
fútbol en particular. Y en este sentido afirma que el lenguaje y las expresiones léxicas utilizadas
por los periodistas deportivos determinan la concepción que se tiene de los encuentros de fútbol
(Barrero, 2008).
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 8
Otros estudios etnográficos, relacionan las acciones violentas con mecanismos de estructuración
de identidades y afirmación de la hombría o masculinidad. Según lo afirma Zucal (2007) Los
estadios de fútbol y las peleas que en este ámbito se originan son un excelente campo en donde
demostrar características masculinas.
Desde este mismo enfoque etnográfico, Bernal y Rivera (2005) desarrolló un estudio en tres
etapas, en la Ciudad de Bogotá D.C.: el entramado teórico, la recolección y sistematización de los
instrumentos y los recorridos etnográficos con los actores. El trabajo de campo permitió
evidenciar los territorios construidos por medio de la memoria. El autor encontró que el espacio
simbólico fortalecido por la otredad y los referentes memorísticos se convierten en espacios de
confrontación desde lo simbólico, hasta llegar a la agresión física. La relación que se presenta
entre el fenómeno de las barras bravas y la memoria, se compone por el sentido cotidiano que
producen las relaciones con el pasado en el presente, y la comprensión de la vivencia es asimilada
por los integrantes de la agrupación como dispositivo que conjuga las acciones y el significado de
la misma.
Rech (2008) presenta un estudio que tiene como objetivo describir los principios de organización
y la estructura de las representaciones sociales de los hinchas brasileños sobre fútbol, cabe anotar,
que éste es uno de los pocos estudios publicados y disponibles que aborda el tema de las
representaciones sociales relacionadas con el fútbol. Esta investigación contó con 521
participantes que apoyaban a cinco clubes brasileños.
La colección de datos ocurrió a través de un cuestionario de Internet anunciado en comunidades
“on line” sobre fútbol. Los participantes contestaron a tareas de evocación libre en las cuales
mencionaron las primeras palabras que vinieron a sus mentes al pensar sobre fútbol. Las
respuestas fueron categorizadas según su tema y el análisis de correspondencia, el análisis
prototípico y el análisis de semejanza fueron empleados para el análisis de datos. Los resultados
sugirieron que los clubes, los aficionados, la emoción y el gol constituyen la base central de la
representación y organizan la estructura. Los resultados del análisis de correspondencia
demuestran contrastes entre aspectos simbólicos y concretos del deporte, mientras que hay
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 9
también variaciones en el campo de representación según los clubes de los participantes, la edad
e implicación con los clubes de hinchas.
Generalidades sobre las dinámicas sociales alrededor del fútbol
En nuestra sociedad Latino-americana, el principal y más representativo deporte, es el fútbol, que
juega un papel importante en la interacción entre las diferentes microsociedades. Este deporte
despierta un fanatismo tal que en muchas ocasiones las actividades relacionadas con él, se
anteponen al desarrollo normal de la cotidianidad del fanático; afectando eventualmente, no sólo
la dinámica del individuo y su grupo de amigos, sino también la de su propia familia y en
definitiva la de su entorno en general.
Una de las razones que podría explicar lo anterior es la significación atribuida a la dinámica y los
diversos entramados que implican esta práctica deportiva. Según lo afirma Cano, (2009) “el
fútbol puede dar lugar a lo imprevisible, al suspenso, a lo sorpresivo, lo sensacional, al azar, y
esto lo llena de entusiasmo y emoción”. Zucal, (2007) explica que el fútbol puede ser
fundamental en los procesos de socialización masculina, por ejemplo, en los ritos de iniciación y
masculinización, del culto a la juventud y la prolongación de la adolescencia. Otra significación
atribuida a este deporte lo sugiere como el reforzador de la tendencia humana de medirse, de
luchar con el entorno, con sigo mismo o con otros; tendencia ésta, asumida como una actitud
natural del hombre relacionada con la superación permanente de su persona, orientada en dos
direcciones definidas cuando se relaciona con el deporte: la intención de superación de sí mismo,
pugnando por alcanzar nuevas metas de realización personal o tratando de vencer una
problemática desafiante y el deseo de superar a un oponente, vencerlo en competición directa o
indirectamente (Pérez y Velásquez. 1999: 44; Dávila y Londoño. 2003: p. 6).
Otra de las posibles significaciones que se construyen alrededor del fútbol está asociada a su
carácter cíclico y su dimensión ritual, como un elemento clave en la organización del tiempo y las
rutinas de la cotidianidad. Rivera (2003), utiliza una categorización propuesta por Turner (1980)
para reconocer una práctica social como ritual, y contrastar esta conceptualización con la práctica
socio-deportiva del fútbol, obteniendo los siguientes resultados:
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 10
1. Una ruptura con la cotidianidad: el estudio etnográfico encontró todo un
cambio de ritmo en la rutina de la sociedad mostrando como existía en el “antes
del partido de fútbol”, todo un proceso de motivación (promovido por los medios
de comunicación y los comerciantes) parecido a la promoción de una “batalla
campal”, enfatizando más en algún tipo de encuentro de contendores “dispuestos a
darlo todo por el triunfo” que en una práctica lúdica o deportiva entre jugadores.
Este punto señala una convergencia con la concepción de ver al fútbol como ritual
sublimado de la guerra.
2. Un marco espacio-temporal definido: en esta concepción de espacio, el
territorio de la hinchada (sea aficionada, fanática o barrista) no solo comprende el
estadio, en el transcurso temporal antes durante y después de un partido de fútbol,
la ciudad se ve envuelta de símbolos y dinámicas referentes a la “conquista” de
una identidad barrista entre dos o más hinchadas frente a un terreno llamado
comunidad, barrio o ciudad (por ejemplo: la persona o grupo que proclama la
puesta de su “himno” relacionado con el óptimo desempeño de su equipo y la
legitimación de su barra como la mejor; o también el empleo del grafiti, no sólo
como un medio de publicidad frente a las legitimaciones y deslegitimaciones de la
existencia o desaparición de una u otra barra, sino también como “banderas de
conquista” de un espacio público (Rivera. 2003: p 151, Ulloa. 2006); esto
convierte la demarcación espacio-temporal en algo un tanto inestable, sin embargo
esta claro que sí existe, aunque sea trascendente al estadio.
3. Un escenario programado que se repite periódicamente en un tiempo
cíclico.
4. Palabras proferidas y gestos complementados: “la expresividad oral dentro
del futbol, se ve representada en los cantos que desde las tribunas se realizan
durante todo el partido, principalmente por los “ más” fervientes como las barras y
las barras bravas, pero complementado por todos los asistentes al estadio, quienes
de una u otra forma se adhieren a ese gran colectivo de emociones y en
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 11
determinados momentos, acompañan a la colectividad barrista coreando sus cantos
de aliento a su equipo y “agresión” al contrario” (Rivera. 2003: 159).
Este fenómeno tiene una gran relación con el desarrollo del partido de futbol, las
cuales pueden puede exteriorizarse en las tres temporalidades del mismo (antes,
durante y después), estas liberaciones “catárticas” de emociones (Helal y Soares.
2005) son tan programadas, tan compartidas por una colectividad y se relacionan
tan fuerte con un fenómeno exterior a ellos que rompe con la cotidianidad (que
sería el fenómeno socio-deportivo del fútbol) que se logra adscribirlos que para ir
a esta categoría de conceptualización de un ritual.
5. Una configuración simbólica: en el futbol, la incertidumbre del resultado le
confiere a este un carácter expectante, que a pesar de concebirse al equipo con un
desempeño óptimo, el desenvolvimiento de la hinchada antes, durante y después
del partido, es un recorrido de angustias y padecimientos por los 90 minutos de su
durante, donde el resultado es una sorpresa, no previsible, que para los hinchas es
un anhelo de ver a su equipo triunfante y en aras de interceder a este “fenómeno
aleatorio”, la barra se construye cantos, danzas y amuletos que reafirme la creencia
de victoria de su equipo. Por ello el fútbol marca las actividades y el ritmo de vida
en las ciudades y en la vida de las familias, gestionando procesos que permean y
construyen una afinidad identitaria entre el desempeño deportivo del equipo con
el triunfo personal, concluyendo esto en la adquisición de una identidad “auxiliar”
que supla la inseguridad otológica individual (Pérez y Velásquez. 1999: 57; Dávila
y Londoño. 2003: p. 7; Villena. 2002: 5).
El concepto de hincha
Siendo el fútbol un deporte tan impactante en el medio colombiano es importante reconocer que,
en últimas, los que más representan o mejor, los que más exteriorizan en forma significativa,
todas aquellas representaciones y manifestaciones que se dan antes, durante y después de
cualquier partido de fútbol, es la hinchada. Connotando al hincha como, un espectador activo o
pasivo que posee un gran sentido de pertenencia hacia el equipo o todo lo que este implique
(colores, filosofía, cuerpo técnico, nomina de jugadores, políticas del club y de la barra, entre
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 12
otros) es pertinente concebir a esta como la unidad mínima de análisis en el fenómeno
sociodeportivo de este juego.
Los hinchas que asisten frecuentemente al futbol poseen algo en común, siempre tienen una
afición, la cual hace que estas personas se traten de diferenciar de los demás; esta diferenciación
actúa no sólo en el pensamiento o seguimiento de un equipo en particular, que en algunos casos
se da por herencia, sino que esta pasión se debe volver tangible, en otras palabras, debe ejercerse
con una regularidad y participación de carácter ritualizante, produciéndose en la persona una
identificación que trasciende el contexto deportivo y llega a influir en la cotidianidad, sea del
individuo o de la sociedad, por medio del establecimiento de ciertos íconos, representaciones y
estandartes, que a su vez refuerzan la estructuración de identidades, territorialidades y
diferenciaciones del hincha e hinchada (Rivera. 2003).
Chica (2004) conceptualizó una tipología que demarca la pertenencia y participación de un
hincha creando los siguientes tipos:
Hincha ocasional: alguien cuya marcada irregularidad afectiva, su
dependencia hacia los triunfos de su equipo, su predilección por el buen fútbol en
general y no por un determinado equipo y su perspectiva de ver al fútbol como
parte de su vida y no su vida, hacen que este presente un interés efímero frente a
este deporte, y por consiguiente su presencia y participación son indeterminables,
por lo tanto no será objeto de este estudio.
Hincha aficionado: Aquel que asiste con regularidad a los partidos de su
equipo, comparte la filosofía de la barra y participa en las tradiciones y costumbres
de la misma. Este tipo de hinchas presentan altos grados de emotividad frente al
desempeño de su equipo en contraste al de los equipos contrarios, mostrando
frente a estos una marcada aversión que puede conllevar a un acto violento. En el
aficionado se produce una legitimación de las relaciones con otras personas muy
polarizada de acuerdo a la identificación que estos posean con su equipo favorito,
es decir, su dinámica frente a otras personas puede describirse de la siguiente
manera: “el amigo de mi amigo es mi amigo, el amigo de mi enemigo es mi
enemigo, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, el enemigo de mi amigo es mi
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 13
enemigo” (Harrison, citado por Chica 2004); aunque su pasión sea intensa es de
característica secular que generalmente baje su nivel de intensidad después de los
partidos de fútbol.
Hincha fanático: cumple las características de aficionado pero sobrepasa su
intensidad, aprehendiendo al equipo de fútbol de forma identitaria concibiéndose
no solo como espectador afín, sino como integrante y “activista” del desempeño
futbolístico de su equipo, es decir, en el lenguaje del fanático no existe un “ganó”,
existe un “ganamos”. Al generarse este vínculo entre hincha- y fútbol, éste
primero comienza a vivir para su pasión futbolística.
Hincha barrista: Es el que no es solo fanático a su equipo, sino también
fanático a su barra. Va al estadio como si fuera una ceremonia ineludible, además
participa de los rituales, cánticos, y guerras simbólicas o materializadas con otras
barras y no solo a disfrutar del espectáculo deportivo. De lo anterior se concluye,
que la hinchada barrista es una construcción de una grupalidad neotribal con unas
características particulares que se relacionan a continuación:
1. Tienen una “razón de ser” que se instaura en el sentir orgánico de los
integrantes y que escapa del entendimiento racional, ubicándose más desde su
expresión pasional en la dinámica victoria/derrota, que acontece con el equipo
deportivo netamente, eso sí, gestionando prácticas y rituales que comprueben la
afinidad de un individuo a su sentido de pertenencia como la asistencia a los
partidos del equipo de fútbol aclamado y la firmeza en su decisión de apoyar al
mismo (Bolaños. s.f.).
2. Generan aspectos identitarios que les lleva a defender intereses comunes y
a estrechar los vínculos entre sí (como el aguante, el honor o la pasión por el
equipo), esta es una de las razones por las cueles legitiman las guerras simbólicas
y materializadas con otras barras (Villena. 2002; Moreno y Moons. 2002;
Alabarces y colaboradores. 2008).
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 14
3. Se convierten en espacio propicio para poner en comunidad rituales y mitos
que con el tiempo van creando condiciones para la confidencialidad y la lealtad
(Cano. 2009; Alabarces y colaboradores. 2008).
4. En su interior son muestra de grupalidades interclasistas con gran fuerza
vinculante en donde se desataca más la acción pasional entremezclada con otras
lucubraciones mentales que hacen pensar en “razones sensibles” integradas y
orientadas a fines constituyentes. (Lozada. 2004).
Caracterización de los hichas del Deportivo Independiente Medellín
En el marco de la actividad futbolera, después de comprender las comunidades de aficionados al
fútbol denominadas “hinchadas”, se aludirá a los hinchas del Deportivo Independiente Medellín
(DIM) y el Atlético Nacional (NAL), debido a su representatividad poblacional en Antioquia. En
cuanto al primero se hace referencia que la formalización de su primer grupo organizado de
aficionados en 1978 (aunque el DIM realiza su gestión deportiva desde 1913) denominado
“danza del sol”, con el tiempo se fueron descentralizando su comunidad aficionada por “el
poderoso de la montaña”, hasta que el 17 de julio de 1990 se dijo que 17 barras del DIM se
habían organizado, aglutinándolas con la creación de Asociación de Barras del Medellín
(ASOBDIM, con personería jurídica mediante la resolución número 34413 del 10 de julio de
1990) (Página web oficial de ASODIM: s.f.).
En esta conformación de hinchadas, el 27 de septiembre de 1998 apareció la barra más grande
que posee hasta ahora el D.I.M: La Rexixtenxia Norte.
Su filosofía se connota de la siguiente manera:
“a todos aquellos que inciamos la Rexixtenxia Norte, nos identificaba muchas
características, pero una de ellas tenia gran peso: era la inconformidad. Estábamos
cansados de cómo en las barras tradicionales lo que primaba era los intereses personales
de carácter político y económico, donde el fin no es alentar al equipo, sino el beneficio
particular; y es así como vimos desangrar a esa barra que tanto quisimos, aquella que
una tarde de domingo nació en la tribuna oriental y fue la más grande, pero que guiada
por indeseables personajes, terminó siendo un refugio de señoras y niños (muy
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 15
respetables ellos), pero le da “putería” a uno ver que de aquellos que iniciamos esa
barra, hoy no queda ninguno. Nos rexixtimos a esos personajes y a esos manejos.
También estamos cansados del señalamiento, de la burla por parte de los seguidores del
otro equipo de la plaza, ya que ser hinchas del Medellín es muy duro y mucho más si sos
joven, la gente común no comprende cómo se puede ser hincha de un equipo que nunca se
le ha visto ganar nada, que tiene dos [en la actualidad posee 5] estrellas, pero que
cuando las ganó, ni siquiera se había nacido; la respuesta es sencilla: el hincha del
Medellín nace, no se hace, ser hincha del Medellín es un sentimiento, es sentir eso que
ningún otro seguidor de equipo alguno puede sentir. El hincha del Medellín no es ese
triunfalista del 89, ni nuestra institución es mucho menos un orfanato en que se convirtió
el otro club de la ciudad en ese año, cuando todos aquellos huérfanos de equipo, que no
sabían nada de futbol y que mucho menos deben saber ahora, se volvieron “fanáticos” de
él, eso es moda, pero las modas pasan, los sentimientos perduran. Ante los ataques de los
seguidores del otro equipo de la plaza, nos Rexixtimos.”(Rivera. 2003: 105)
Caracterización de los hichas del Atlético Nacional
Por el lado del la hinchada “verdolaga”, se relata cómo en 1992 se creó el primer grupo de
hinchas del Escándalo Verde que se autodenominó Hijos del Sur, por su influencia en el estilo del
sur del continente; pero en 1997 surgió un grupo con muchos de sus integrantes pertenecientes a
la Villa del Aburrá (Medellín-Antioquia), urbanización donde LOS DEL SUR tienen muchos
miembros.
Este grupo tenía una tira, banderas y llevaba mucho humo al estadio, se ubicaba en oriental y
surgió durante la “súper copa” (copa libetrtadores de 1997” en la que Nacional llegó a
Semifinales, esto influyó realmente en la creación de LOS DEL SUR, pero por falta de
comunicación, el día que se fundo oficialmente la barra LOS DEL SUR (20 de noviembre de
1997) muchos se fueron para la tribuna oriental y es por eso que solo hubo 12 fundadores que se
hicieron en SUR con 2 tiras y varias banderas, papel, rollos, humo y bengalas, aunque realmente
la barra la comenzaron unas 30 personas, y tras un año de su fundación creció hasta los 1500
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 16
miembros, hasta finalmente crearse la hinchada que se presenta hoy en día (página Web oficial
del Atlético Nacional. 2007).
Desde la construcción histórica y filosófica de esta cultura, se posee un perfil del ser hincha:
“Está siempre con el equipo, en las buenas y en las malas, acompaña al 95 por ciento de los
partidos del año y solamente una enfermedad o las vacaciones por fuera de la ciudad, le impiden
asistir al estadio una vez al año, tiene recuerdos en el estadio desde que estaba recién
desempacado de la cuna, acompañó en varias ocasiones por tierra o aire a su equipo en otras
ciudades colombianas y tiene en su corazón tanto la alegría de los triunfos, como las cicatrices de
las derrotas” (Barras Verdolagas. 2007).
Además los del Sur, han estructurado su filosofía, identificándose de la siguiente manera:
“Nacimos por pasión hacia el Atlético Nacional y con la misión principal de alentar
siempre y por siempre al glorioso rey de copas, somos una barra que tiene ideales, unos
objetivos claros y una organización que es la que nos a llevado hoy por hoy a lo que
somos, hacer la mas grande barra del atlético nacional, la de mayor crecimiento en
menos tiempo, la de más apoyo al equipo, hechos reconocidos públicamente por la misma
institución. No comulgamos con la violencia absurda y sin causa, pero si defenderemos a
muerte el respeto y la dignidad de nuestro equipo, de la institución verde en general, sus
integrantes y todos los miembros de la barra. La violencia no es la razón de ser de
nuestra barra, pero es una actitud susceptible de ser utilizada, si la circunstancias nos lo
exige.
[…]Es deber de todo sureño exigir a sus compañeros apoyo y aguante durante todo el
partido, aquellos y aquellas que van por moda a estorbar a los verdaderos hinchas, deben
saber que no son bienvenidos y que corren el riesgo de ser expulsados por la fuerza.
Asistir a la popular sur a la barra es un compromiso, no es suficiente con llenar el
espacio, exigimos energía, fuerza, cantar todo el partido, expresar toda la pasión que
llevamos por dentro y exteriorizarla para llevar nuestro equipo a la gloria”. (Rivera.
2003: 103)
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 17
Ambas barras en general transmiten legitimaciones similares, haciendo énfasis en la presencia, la
participación, el “aguante”, su incomodidad frente a la presencia de hinchas ocasionales en su
grupo, su compromiso, su fidelidad frente a la admiración de su equipo, la defensa “a muerte” de
la magnanimidad de su equipo entre otras. Al parecer sólo la presencia y la participación en
determinado equipo son lo más diferenciables en las identidades de ambos grupos, sin embargo
existen otros aspectos dentro del proceso de identificación de un individuo con un grupo que
serán abordados más adelante.
Procesos de identificación
En diversas investigaciones es reconocible los procesos de identificación individuales que se
ponen en juego en la pertenencia a un grupo; el reconocimiento del sí mismo, y la aceptación y
asimilación de las representaciones que ese grupo, tiene para abordar ciertas realidades, en el
sentido de valorarlas y actuar en ellas, por ello se concibe la identidad social “como aquella parte
del autoconcepto de un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo
social, junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia. En ese
autoconcepto el individuo se refleja y encuentra; y a través de él se construye socialmente”
(Tajfel, 1984 en Moreno y Moons. 2002).
Tomando como punto de referencia que el hincha es, en primera instancia, un individuo dentro de
un contexto determinado, el proceso de identificación de este es una inserción de doble vía entre
lo social y lo personal. Quien se define como miembro de una hinchada de fútbol aprende pautas
grupales y las hace suyas, ya sea por medio de la socialización primaria o secundaria, la
aceptación conformista de tradiciones y perspectivas, transmitidas de manera sutil pero insipiente
también llamada interiorización, la adopción y confluencia entre actitudes y opiniones
particulares y grupales en pro a la definición de si mismo con base en su relación con otros, o por
procesos tan básicos como buscar la compañía de otras personas y cuya principal función
consiste en garantizar la supervivencia mediante la continuidad de los procesos de afiliación
(Meneses. 2008: p 107; Morales en Ulloa. 2006; Moreno y Moons. 2002).
En esa manera de percibir, sentir y participar en situaciones relacionadas con el fútbol, el
miembro de la barra se verá reflejado y perteneciente a este grupo, asumiendo a su vez el rol de
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 18
guardián de la identidad, determinando prioridades y legitimidades; censurando cada actividad
que no es digna de un hincha y encargándose de fijar las deslegitimaciones de todo grupo
representado como enemigo, trasmitiéndola en forma de historia, que es aceptada por el resto del
grupo, y algunos elementos de ese reflejo confluirán con otros, para constituir rasgos de su
identidad individual, culminando con un particular discurso violento sobre lo que “no se es”, por
ejemplo: ser hincha del nacional nos es estar con el “perdellín”, ser rexixtente no es ser
“basureño”, entre otros (Meneses. 2008: p 109; Gil en Ulloa. 2006; Moreno y Moons. 2002).
Al construir una identidad sobre sí mismo, también se construye la identidad del otro. La
particularidad que posee el fútbol, es que la estructuración, cobertura y prolongación de una
característica de un sujeto particular e individual, al estar inmerso en un grupo, está
contextualizada bajo representaciones, legitimaciones, dinámicas de aguante y estereotipos
relacionados con la lucha por la permanencia de su identidad; lo que le obliga a concebir al
exogrupo como nocivo para su supervivencia identitaria, percibiéndolo finalmente como enemigo
(Moreira. 2007).
Procesos de polarización y masificación
Otro fenómeno evidenciado en las grupalidades de hinchas, es la emergencia de imaginarios
latentes, que se construyen por medio de la percepción de sí, en contraste con el otro, en un
momento histórico determinado. Dichos imaginarios latentes, se expresan en una multiplicidad
de espacios sociales, públicos y privados; reales y virtuales, corporales y territoriales, y a través
de discursos verbales e icónicos de gran fuerza simbólica, que se adjudican de manera casi
automática para caracterizar los miembros de otro grupo de forma totalitaria, este fenómeno se
conoce como estereotipo (Lozada. 2004).
El fútbol plantea la posibilidad de asumir diversas significaciones imaginarias, las cuales, en su
construcción más simple, se dan por medio de la cognición tipificada, en aras de la interacción
simplista y comunicativa entre endogrupo y exogrupo, donde se proyectan autoimágenes (cómo
se perciben ellos mismos) en heteroimágenes (cómo se cree que son percibidos por el exterior)
por ejemplo, la percepción provocadora que se da en un encuentro entre hinchadas; pequeños
detalles como gestos y miradas generan mensajes que se leen como heteroimágenes positivas o
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 19
negativas, que en definitiva son introyectadas como autoimágenes, o percepciones asumidas, pero
que en ocasiones no son admitidas. Estas imágenes son ricas en significado y carga emocional, lo
que produce que la “comunicación”, mediatizada por variadas percepciones de este tipo, sea
apasionada, incluso llegando a favorecer procesos de legitimación y deslegitimación de un acto
violento o un acto promoral (Berger y Luckmann en Bayce. 2000; Ramírez en Meneses. 2008).
Al polarizarse, la persona se identifica con un grupo y asume su forma de captar un problema, lo
que lo lleva a rechazar conceptual, afectiva y comportamentalmente la postura opuesta y a las
personas que la sostienen. Desde el punto de vista cognoscitivo, la persona polarizada reduce su
percepción acerca del grupo rival a estereotipos, a categorías simplistas y rígidas, que contienen
una mínima identificación grupal y una fuerte caracterización negativa de orden moral que
fomenta la configuración de distintas representaciones.
Por lo tanto, una percepción estereotipada de los grupos de hinchas, además de una
diferenciación que subraya diferencias de pensamiento, e ideologías, tomando en cuenta también
las características que en el plano subjetivo y afectivo genera la exclusión, y las formas sutiles o
grotescas de discriminación entre grupos, por medio de la expresión de estipulaciones peyorativas
como “basureños” o “mierdolagas” hacia Los Del Sur, permiten justificar y legitimar formas
también sutiles o grotescas de violencia, que a su vez agudizan la polarización entre hinchas de
clubes diferentes.
Representaciones sociales
En relación a la forma en que las barras construyen las connotaciones de sí mismos inmersos en
un grupo, y la forma en que dicho proceso se da también en relación al exogrupo, denominado
“rival”, Lozada, (2004) afirma que toda sociedad “crea un conjunto ordenado de
representaciones, un imaginario a través del cual se reproduce y que, en particular, designa el
grupo para sí mismo, distribuyendo las identidades y roles. Las sociedades expresan las
necesidades colectivas y los fines a realizar”; la vida social y con ella sus conflictos se articulan a
dichos sistemas simbólicos. Si bien estos imaginarios sociales pueden favorecer la creación de
consensos intra o intergrupos, también pueden generar disensos, usos diferenciales en el discurso
de grupos opuestos y rivalidades que contribuyen a la expresión de distintas formas de violencia
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 20
real y simbólica. Dándole importancia a la concepción de representaciones sociales de estos
grupos (Lozada. 2004).
Las representaciones sociales se conciben entonces, como principios organizadores de las
posiciones adoptadas entre actores sociales, posiciones que van ligadas a las maneras en que éstos
se insertan específicamente en un conjunto definido de interacciones, es decir, a una forma de
conocimiento en virtud de la cual no sólo se interpreta la realidad, sino que también se juzga
(personas, objetos, conductas y situaciones), se proponen guías de comportamiento ante
situaciones específicas y se explican y sostienen actos y posiciones (Alberoni, 1998). En este
orden de ideas, las representaciones sociales, en el hincha pueden permear la configuración de
sus conductas y en general de la forma en que concibe al otro – opuesto – como enemigo.
De esta manera, las representaciones sociales nos proponen un mapa para relacionarnos con
situaciones sociales específicas, y dicho mapa es compartido por otros. Mediante ellos se elabora
cognitivamente un objeto social en derredor del cual se estructura una trama de comunicación
compartida y una manera de actuar, se regulan comportamientos, tanto intragrupales como
intergrupales y se puede dar cuenta de los conflictos que surgen dentro del grupo o fuera de él.
(Moreno y Moons. 2002).
Así como los fenómenos sociales (como las construcción de representaciones sociales, el
gregarismo y le emoción colectiva) afectan la capacidad cognoscitiva individual, es probable que
el mismo fenómeno suceda a la inversa, esto convierte a la representatividad de alguna situación
de orden social, no solo como un fenómeno que se presenta y es producido por la colectividad,
sino también como una función superior del hombre, desde lo individual, es decir, una
predisposición de carácter personal que pueda influenciar en esa aprehensión del mundo social en
el que se encuentra.
A este respecto, Chacartegui y Leon-Carrión (2005) en su investigación sobre la desorganización
perceptiva, déficit constructivos y memoria visual en sujetos con delitos violentos, informa como
en un grupo de 25 reclusos divididos entre violentos y no violentos, poseían diferencias
significativas en el desempeño de las pruebas llamadas la figura compleja de Rey-Osterrieth y el
subtest de los “cubos” en la escala de inteligencia del WAIS, haciendo énfasis en el rendimiento
deficitario de los sujetos violentos con estas pruebas (Chacartegui et al., 2005).
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 21
Si en una acción tan netamente comportamental como lo es la agresión, median las características
personales derivadas de funciones o procesos cognoscitivos, valdría la pena preguntarse sobre la
influencia de estos, especialmente de la función ejecutiva, en los procesos de construcción de
representaciones sociales impregnadas de significados, que eventualmente puedan redundar, entre
otros, la legitimación de conductas agresivas en el contexto de las conflagraciones entre personas
pertenecientes a una hinchada.
Desde otra perspectiva, la violencia es la manifestación o ejercicio inadecuado de la fuerza o
poder, ya sea por la extemporaneidad o por la desmesura. De este modo, existen gestos violentos
pero no agresivos (deportes rudos) y actos agresivos pero no violentos (omisión de gestos de
ayuda); para tal efecto, la intención del agresor, es lo que convierte su conducta en una acción, es
decir, quedando esta comprendida y explicada cuando se capta el sentido pretendido por el
agresor, el cual lleva una intencionalidad que se encierra en un marco de sentido vivenciado,
permitiendo la realización y la comprensión de la agresión, ya no como conducta, si no como una
acción (García. 1999: p 494).
De lo anterior podemos decir, que la intención es un componente básico de la acción, la cual tiene
una directividad que aparece con un trasfondo representacional, que la impulsa. Lo
representacional, que es propio de la acción, estaría cargado de ciertas valoraciones subjetivas,
pero construidas mediante la interacción con el otro; que en ocasiones, permite que se rebase el
contenido conductual (García. 1999). Con base en lo anterior, la violencia tiende a dictaminarse
como una “forma perversa o maligna de agresividad que ejerce un individuo contra el otro y que
se caracteriza por su falta de justificación, tendencia activa-ofensiva, ilegitimidad y/o ilegalidad”
(Ángeles. s.f.).
Por ello, la violencia, al ser una acción comunicativa entre los grupos de hinchas, esta cargada de
intenciones significativas que, como el lenguaje, según Moscovici, podría entenderse como una
representación social, concibiéndose ésta como una especie de creación del universo mental
(mensaje trasmitido) y material (conducta elicitada), que elaboran los propios individuos y tiene
como función principal la teorización del mundo, la comunicación y la práctica social, mostrando
así, cómo la violencia puede ser descrita como la práctica y mantenimiento de una representación
de enemistad y rivalidad entre una barra y otra (Rech. 2008).
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 22
Función y conducta ejecutiva
La Función Ejecutiva (FE), es definida por Gioia (2000) como aquellos procesos mentales que
dirigen los pensamientos, acciones y emociones, particularmente durante el proceso activo de
solución de problemas. Se refiere a las habilidades específicas que incluyen: (a) selección
apropiada de objetivos para una tarea en particular, (b) planeación y organización de una
estrategia para la solución de problemas, (c) iniciación de un plan, (d) inhibición de distractores,
(e) sostenimiento mental del objetivo o el plan, (o flexibilidad en cambiar de estrategia si es
necesario, y (g) verificación del éxito en la ejecución. Adicionalmente, la FE también es
responsable de controlar la respuesta emocional, permitiendo una solución de problemas
adecuada al contexto.
Por otro lado, Royall et al. (2002) definen la FE como un conjunto de habilidades cognitivas
responsables de la planeación, iniciación, monitoreo, y evaluación del comportamiento dirigido a
la ejecución de un objetivo. Tirapu-Ustárroz et al. (2002), las definen como una serie de procesos
que asocian ideas, movimientos y acciones dirigidos hacia una conducta compleja. Lezak afirma
que, "Las funciones ejecutivas incluyen las capacidades mentales necesarias para la formulación
de objetivos, planeación de cómo se van a ejecutar, y lleva a cabo eficazmente".
Se tiene entonces, que la FE requiere de un proceso de aprendizaje a través de los continuos y
constantes haceres en el transcurso de la vida que posibilitan una existencia con sentido y
significado, pues es esta una función compleja que involucra una serie de factores organizadores
que si bien tienen rasgos comunes en todos los humanos, adoptan formas particulares en cada
persona. Y esto es así en tanto dependen de las singulares conexiones neuronales, producto de la
función plástica, que generan entramados de formas infinitas a partir de la propia historia.
la neuropsicología aporta a esta investigación el constructo de conducta ejecutiva, que hace
referencia a aquellos componentes comportamentales de la función ejecutiva, Lezak citado por
García (2002), distingue tres componentes principales que le definen: 1) voluntad: definida como
la capacidad de producir comportamientos intencionales, incluyendo la formulación de los
objetivos, la conceptualización de lo que es requerido para completar el objetivo, motivación y la
habilidad para iniciar una actividad o programa de acciones. 2) planeación, definida como la
habilidad para identificar y organizar los pasos y elementos necesarios para ejecutar una
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 23
intención y lograr un objetivo; 3) acción determinada (con un propósito) también definida como
programación de la actividad y se refiere al traslado del plan a una actividad productiva,
incluyendo el mantenimiento del comportamiento, cambios y ajustes cuando sean necesarios y el
detenimiento de la acción cuando es innecesaria; 4) desempeño efectivo, relacionado con la
autorregulación y el monitoreo durante la ejecución de la actividad.
La importancia de la inclusión de esta esfera conductual a la función ejecutiva está relacionada
con un factor denominado Sistema Supervisor Conductual, que investigaciones recientes (Tobón
, Puerta y Pineda; 2008) en un estudio sobre factores de riesgo para la aparición del trastorno
disocial de la conducta en adolescentes, sugieren la existencia de un único factor denominado
Sistema de Supervisión Conductual (SSC), que explica la configuración de la estructura de la
función ejecutiva desde la esfera conductual.
Los componentes que hacen parte del SSC son: inhibición, flexibilidad, control emocional,
memoria operativa, planeación-organización, organización de materiales y monitoreo. Lo anterior
supone una explicación contraria al constructo hipotético que asume la existencia de modelos
factoriales multidimensionales del funcionamiento ejecutivo desde la esfera cognitiva. Este
Sistema de Supervisión de Conducta (SSC) sería, el soporte del comportamiento inteligente de
los seres humanos, estableciendo y proporcionando herramientas eficaces para que el sujeto sea
proactivo, generando respuestas encaminadas a solucionar problemas.
Sin embargo, Gioia (2002) en el marco de su interés por el desarrollo del BRIEF, instrumento
neuropsicológico utilizado para evaluar la Función Ejecutiva (FE) en niños y adolescentes, afirma
que continua el debate sobre el abordaje de la función ejecutiva como constructo unitario, es
decir, como una entidad global, versus la visión de función ejecutiva como entidad
multidimensional, expresada en una serie de subdominios separados pero interrelacionados. En
este sentido, el autor, en un estudio llamado “Confirmatory Factor Analysis of the behavior
Rating Inventory of Executive Function (BRIEF) in a clinical sample”, donde se le administró el
BRIEF a una muestra de 374 niños (272 niños y 112 niñas) de 5 a 18 años de edad con variados
diagnósticos como TDAH, trastornos de aprendizaje y autismo entre otros, propone un modelo
de tres factores para evaluar la función ejecutiva, éste agrupa dominios de las escalas del BRIEF
que se correlacionan significativamente.
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 24
El autor expone el modelo de los 3 factores de la FE así: 1) Metacognición, que implica las
escalas de iniciativa, memoria de trabajo, organización y planeación, organización de materiales
y supervisión de tareas. 2) Regulación emocional, que involucra las escalas de flexibilidad o
capacidad de cambiar de posición y estrategia en la resolución de problemas y control emocional
y 3) Regulación comportamental que se relaciona con las escalas de automonitoreo e inhibición.
Ofrecer un esbozo teórico que fundamente la relación entre conducta ejecutiva y
representación social de enemigo, implica sin duda, un gran esfuerzo investigativo y
metodológico. A lo largo de este artículo, se ha intentado abordar algunos de los conceptos
implicados en las dos variables que se incluyen en el título inicial, no obstante, se requiere
ampliarlos y profundizarlos, apoyándose necesariamente en un trabajo de campo riguroso, que
incluya la medición objetiva de la conducta ejecutiva en hinchas antioqueños, para lo cual se
sugiere un instrumento que recoge valiosa información cuantitativa de esta función. El BRIEF, es
una herramienta valorativa de los diferentes procesos que involucran esta dimensión, lo cual se
debe apoyar en una recopilación teórica inherente al constructo.
Asimismo, deberá evaluarse en próximas investigaciones, la variable representación de
enemigo, para lo cual se cuenta con una herramienta psicométrica basada en la técnica de
asociación libre de palabras, a partir de la cual se realizan los diferentes análisis con el fin de
recoger las principales representaciones sociales de enemigo que poseen los hinchas y
categorizarlas. Esto permite realizar un análisis de correspondencia con miras a evidenciar las
significaciones que subyacen las representaciones de enemigo de los hinchas.
Se espera entonces, que futuras investigaciones aborden con detalles la complejidad inherente a
este par de conceptos: representación de enemigo y conducta ejecutiva, con el fin de realizar
aportes científicos significativos, que permitan configurar propuestas integrales y
transdisciplinarias de intervención psicosocial, que en definitiva puedan servir de insumo en la
elaboración y ejecución de nuevas políticas públicas, basadas más en un enfoque de promoción y
prevención, aplicadas a las diferentes dinámicas que se tejen alrededor del fútbol y sus hinchas.
Conducta Ejecutiva y representación de enemigo en hinchas 25
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