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CURSILLOS DE CRISTIANDAD ¿QUÉ ES Y CUÁL ES SU HISTORIA? Los Cursillos de Cristiandad es un movimiento de evangelización de la Iglesia Católica Romana. Nace en la isla de Mallorca (España) en 1949, inspirados por Dios e impulsados por el Espíritu Santo. Su nombre proviene de la palabra castellana cursillo”, que es una abreviatura de la expresión “Cursillos de Cristiandad”. Tiene un método propio pero no se trata de un curso teórico ni de un retiro espiritual. Es ante todo una experiencia formidable de vida en la que se descubre y se vive lo fundamental cristiano, es decir, el Reino de Dios. Es el resultado de una larga preparación y búsqueda ansiosa llena del Espíritu Santo, Quién dirige, guía y perfecciona a su Iglesia para renovar la faz de la Tierra. El movimiento de Cursillos de Cristiandad ha sido reconocido oficialmente por la Santa Sede el 11 de Junio de 2004, en la sede del Consejo Pontificio para los Laicos, con la entrega del reconocimiento canónico del “Organismo Mundial de los Cursillos de Cristiandad” (O.M.C.C.) y sus Estatutos. Estando reunidos los representantes del O.M.C.C. y de los “Grupos Internacionales”. El franciscano Yvan Ruhloff en su libro sobre «Los orígenes de los Cursillos» nos advierte que es imposible determinar con precisión la fecha de fundación del Movimiento y dice en su introducción que «es necesario escribir una historia provisional, pues dentro de unos 30 años quizás alguien alcanzará a desenredar la madeja de nuestros orígenes ». La Historia de Cursillos se puede dividir en tres partes : 1. El origen del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. 2. El viraje del 7 de Enero de 1949. Es la fecha de inicio del Primer Cursillo reconocido por autoridades eclesiásticas, de modo que se puede indicar como la fecha en que nació el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. 3. Su expansión en el mundo. No podemos hablar de la historia del Movimiento de Cursillos de Cristiandad sin mencionar a la Acción Católica, que tuvo un papel importante en el génesis del M.C.C. En la euforia de la post-guerra los jóvenes de la Acción Católica vivían bajo el liderazgo nacional de un hombre excepcional, Manuel Aparici, que había sido presidente nacional de la A.C. antes de la guerra y, hecho sacerdote, había sido nombrado capellán nacional de España (su causa de beatificación fue introducida a Roma, en 1994). Durante la etapa republicana del país, la A.C. había lanzado la idea de una peregrinación nacional de jóvenes a la basílica de Santiago. Este acontecimiento quería demostrar, frente a las organizaciones de masa anticlericales, que la Iglesia también podía movilizar muchedumbres de jóvenes muchachos. Sin embargo, a causa de la inseguridad y de los disturbios 1

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CURSILLOS DE CRISTIANDAD

¿QUÉ ES Y CUÁL ES SU HISTORIA?

Los Cursillos de Cristiandad es un movimiento de evangelización de la Iglesia Católica Romana. Nace en la isla de Mallorca (España) en 1949, inspirados por Dios e impulsados por el Espíritu Santo. Su nombre proviene de la palabra castellana “cursillo”, que es una abreviatura de la expresión “Cursillos de Cristiandad”. Tiene un método propio pero no se trata de un curso teórico ni de un retiro espiritual. Es ante todo una experiencia formidable de vida en la que se descubre y se vive lo fundamental cristiano, es decir, el Reino de Dios. Es el resultado de una larga preparación y búsqueda ansiosa llena del Espíritu Santo, Quién dirige, guía y perfecciona a su Iglesia para renovar la faz de la Tierra.El movimiento de Cursillos de Cristiandad ha sido reconocido oficialmente por la Santa Sede el 11 de Junio de 2004, en la sede del Consejo Pontificio para los Laicos, con la entrega del reconocimiento canónico del “Organismo Mundial de los Cursillos de Cristiandad” (O.M.C.C.) y sus Estatutos. Estando reunidos los representantes del O.M.C.C. y de los “Grupos Internacionales”. El franciscano Yvan Ruhloff en su libro sobre «Los orígenes de los Cursillos» nos advierte que es imposible determinar con precisión la fecha de fundación del Movimiento y dice en su introducción que «es necesario escribir una historia provisional, pues dentro de unos 30 años quizás alguien alcanzará a desenredar la madeja de nuestros orígenes».La Historia de Cursillos se puede dividir en tres partes :

1. El origen del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.2. El viraje del 7 de Enero de 1949. Es la fecha de inicio del Primer Cursillo reconocido por

autoridades eclesiásticas, de modo que se puede indicar como la fecha en que nació el Movimiento de Cursillos de Cristiandad.

3. Su expansión en el mundo. No podemos hablar de la historia del Movimiento de Cursillos de Cristiandad sin mencionar a la Acción Católica, que tuvo un papel importante en el génesis del M.C.C. En la euforia de la post-guerra los jóvenes de la Acción Católica vivían bajo el liderazgo nacional de un hombre excepcional, Manuel Aparici, que había sido presidente nacional de la A.C. antes de la guerra y, hecho sacerdote, había sido nombrado capellán nacional de España (su causa de beatificación fue introducida a Roma, en 1994). Durante la etapa republicana del país, la A.C. había lanzado la idea de una peregrinación nacional de jóvenes a la basílica de Santiago. Este acontecimiento quería demostrar, frente a las organizaciones de masa anticlericales, que la Iglesia también podía movilizar muchedumbres de jóvenes muchachos. Sin embargo, a causa de la inseguridad y de los disturbios militares, el evento fue continuamente diferido. Una vez que la Iglesia estaba instalada en la banca de los vencedores se creía que la demostración continuaba teniendo sentido, frente a la potente Falange que era impermeable a la influencia de la Iglesia. Pero el objetivo con cierta tendencia política que podía tener la peregrinación a Compostela se modificó poco a poco hasta convertirse en un objetivo mucho más trascendental gracias a la personalidad excepcional y la fe profunda de Manuel Aparici. Éste supo rodearse de un grupo de jóvenes profundamente convencidos y excelentes comunicadores. Elaboraron unos esquemas para una sesión de formación que llamaron “Cursillos de Jefes de Peregrinos”. Este curso permitía reorientar la peregrinación hacia un contenido de fe, con el propósito de conseguir “cien mil jóvenes en estado de gracia a Compostela”. Don Aparici había conseguido la bendición de Pio XI sobre su proyecto. Simultáneamente, en la revista “Signo”, órgano del Consejo nacional de la A.C. de los jóvenes, se

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completaba la estrategia preparatoria que exigía a todos los líderes diocesanos un profundo cambio de mentalidad.Un día el arquitecto José Ferragut, presidente de la A.C. de los Jóvenes en Mallorca,  buscando personas influyentes descubrió a Eduardo Bonnín, el que luego sería el principal fundador del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Desde el primer contacto sintonizaron por completo en sus inquietudes. En esta época, como lo afirmó un testigo, el militar Bonnín “tenía siempre un libro en las manos y estaba siempre de buen humor”, dos cosas que contrastaban enormemente con el ambiente de los cuarteles de España. Estos dos rasgos, autodidacta y optimista, parecieron a Ferragut los más indicados para implantar el nuevo estilo de peregrino que Don Aparici quería suscitar. Ferragut alcanzó a convencer a Eduardo, que tenía entonces 26 años, para que  asistiera al segundo Cursillo de Jefes de Peregrinos que dirigentes nacionales de A.C. iban a dar en Mallorca durante la Semana Santa de 1943. Ferragut se esmeró en aprovechar bien la ocasión previniendo al equipo de los animadores para que diera a Eduardo un tratamiento especial, lo que se revelará fundamental en el porvenir.El Director de la “Escuela de Acción Católica” no era otro sino Don Sebastián Gayá. Él era ya famoso en la isla a pesar de ser relativamente joven. Había sido afectado inmediatamente a la A.C. de los Jóvenes después de su Ordenación en 1927, animando todos sus retiros. Además de sus intervenciones en la Radio y los artículos en la revista titulada “Proa”. Era él quien tenía la supervisión de los Cursillos de Jefes de Peregrinos, y es ahí donde encontrará a Eduardo Bonnín.No es fácil resumir lo que era este Cursillo de Jefes de Peregrinos. Pero es importante hacerlo ya que  varias piezas de este rompecabezas se incorporarán en lo que serán los Cursillos de Cristiandad. El Cursillo de Jefes duraba una semana entera y empezaba por un retiro, en silencio. Durante la semana, el sacerdote animador se contentaba en dar cinco charlas sobre el mismo tema, la gracia (pues se querían formar jóvenes “en estado de gracia” para ir a Compostela). El Padre hacía una meditación cada mañana, y dispensaba los sacramentos. Un seglar, nombrado irónicamente rector (como si los jóvenes estuvieran en la Universidad), dirigía el programa así como a un equipo de colaboradores (llamados profesores) que trataban, entre otros, los temas siguientes: la piedad, el estudio, la acción (reconocieron sin duda el “trípode” posterior en los Cursillos de Cristiandad). Estos tres temas provenían de una consigna que el Papa Pío XI había dado a la A.C. italiana algunos años antes y que se había vuelto muy popular. Se emplearon por primera vez, según Rohloff, en Febrero de 1940. Fuera del retiro del principio todo se desarrollaba en un clima de comunicación donde  los intercambios, lejos de estar prohibidos, constituían en gran parte la eficacia de aquella sesión. Se promovían mucho los cantos religiosos o folklóricos para expresar el ambiente que se quería dar a la peregrinación. Se distribuían a los participantes en grupos de diez que  se llamaban por eso “decurias” (como en el ejército romano), y en cada grupo debía designarse un presidente y un secretario. Por la tarde se presentaba al grupo un “diario mural” que resumía el día. Bonnín vivió intensamente esta sesión que iba a provocar un viraje histórico no sólo para él sino también para el porvenir del futuro Movimiento.En este mismo año (1943) el Consejo diocesano de A.C., fuertemente impresionado por este Cursillo, se puso a soñar con una sesión parecida que podría dinamizar a los cristianos no solo para una eventual peregrinación sino para un cambio profundo en la vida ordinaria de los ambientes. Este es el objetivo de todas las ramas de la A.C.: cristianizar los ambientes con la gente del mismo ambiente. De esta inquietud surgió el esquema “estudio de los ambientes” que Bonnín escribió y presentó en público por primera vez en el seminario de Mallorca, invitado por el Rector mismo. Cuando dio su segundo Cursillo de Jefes de Peregrinos Bonnín logró que aceptaran su esquema para incorporarlo en la sesión donde él fue elegido como uno de los profesores.Todos los que trabajaron en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad pudieron constatar que este esquema, “estudio de los ambientes”, contiene en síntesis todo lo que será el Movimiento de Cursillos. El hecho de considerar que la realidad se mueve más por los ambientes que por las

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estructuras o las organizaciones, siendo preciso un profundo conocimiento del propio ambiente para transformarlo, constituyó la espina dorsal del futuro Movimiento. Este es el carisma fundador, o si se prefiere, la intuición fundamental del M.C.C.: trabajar por la conversión de los individuos (como medio), pero con la finalidad o el objetivo de transformar los ambientes. Para completar este descubrimiento se afirmará que “para convertir a alguien, hace falta captar su corazón, iluminar su espíritu y, luego, imantar su voluntad”. Este será el camino psicopedagógico de Cursillos de Cristiandad.A partir del esquema “estudio de los ambientes” el Consejo se puso a elaborar un método para convertir en cristianos fervientes las personas alejadas de la fe y para vivificar profundamente a las más cercanas. Dándose cuenta de que poca gente podía interrumpir sus actividades durante una semana completa se preparó un esquema de tres días. Lamentablemente no tardaron en manifestarse diversas oposiciones en contra de este nuevo ”Cursillo”. Por ejemplo, no se creía posible que el mismo esquema pudiera servir para personas de diferentes niveles sociales, o bien a la vez para creyentes e incrédulos. Eduardo supo defender fuertemente su idea y alcanzó, a pesar de todo, a organizar una sesión experimental del nuevo Cursillo.Esta primera experiencia que iba a dar nacimiento a los Cursillos de Cristiandad tuvo lugar en Agosto del 1944 en Cala Figuera, en la isla de Mallorca, y era ya un auténtico Cursillo de Cristiandad que duró tres días, aún cuando los dirigentes de la A.C. creían que se trataba sencillamente de un condensado de los Cursillos de Jefes de Peregrinos. Fue impulsada sobre todo por Eduardo Bonnín, que era el rector. El asesor espiritual era Don Juan Juliá y había dos profesores: Jaime Riutort y José Ferragut, el mismo que había apadrinado a Eduardo. Eran 14 jóvenes candidatos. Felices con el éxito de la experiencia se decidió repetirla cada año, invitando particularmente a los que consideraban ser líderes naturales y reclutándolos tanto entre los "alejados de Dios y de la Iglesia" como entre los practicantes. Cada Cursillo desembocaba en la formación de pequeños grupos que se reunían luego para ayudarse mutuamente en la oración, el estudio y la acción. Por eso cada año, hasta el 1948, alternaron sobre la isla los verdaderos Cursillos de Jefes de Peregrinos de una semana y el Cursillo con la nueva fórmula de tres días. Como el capellán diocesano de la A.C. asistió a la clausura del Cursillo de 1946, esto acreditó la experiencia frente a las autoridades. Durante la semana santa del 48, ocurrió un hecho particular: la distinción entre el asesor espiritual del retiro y el asesor espiritual para todo el fin de semana. Es precisamente lo que sucedió el año siguiente para el Cursillo de fundación.Desde el 1944 al 1948, se formaron varios núcleos de jóvenes que habían seguido o bien los Cursillos de Jefes de los Peregrinos o bien los Cursillos abreviados. Por otra parte en la capital,  Palma, un grupo inicial se reunía en la “Escuela de Dirigentes de la Acción Católica”. Fue ahí donde se encontraron sacerdotes de valor que trabajaban en la formación de los jóvenes; mencionemos entre otros al P. Gabriel Seguí, religioso de los Sagrados Corazones (que vive todavía en el  monasterio de San Honorato), y al más conocido, don Gayá. Esta Escuela se consideró justamente como el núcleo original del M.C.C. Es por ello que las “Ideas Fundamentales del Movimiento de Cursillos de Cristiandad” (I.F.M.C.C.) llegarán a afirmar, paradójicamente, que la Escuela es anterior al Movimiento. Es de esta Escuela de la que el obispo de Palma se encargaría más tarde. En 1947 la Santa Sede nombraba como obispo auxiliar en Mallorca a Juan Hervás, quién durante mucho tiempo fue el obispo más joven de España. Mons. Hervás quedó agradablemente impresionado por el espíritu y el dinamismo del grupo de jóvenes de la A.C., pero igualmente se preocupó por mantenerlo en la ortodoxia. Es por ello que su primera intervención fue nombrar a su secretario, don Gayá, como asesor diocesano de la A.C., invitando también a la Escuela de Dirigentes a participar en su misa, cada viernes por la mañana, en su palacio. En Agosto de 1948 tuvo lugar la famosa peregrinación, preparada desde hacía años, de los “cien mil muchachos en estado de gracia” a Compostela. El fervor engendrado por los Cursillos de Jefes

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de Peregrinos (abreviados o no) permitió a Mallorca mandar una fuerte delegación de más de 600 jóvenes. Era mucho teniendo en cuenta la pobreza de las familias de la isla. Lo que más caracterizaba al grupo de Mallorca era lo siguiente: llevaban con ellos un librito titulado: “Guía del Peregrino”. Este librito no contenía de hecho nada sobre Compostela, sino más bien oraciones cortas ya utilizadas durante su Cursillo y redactadas en un estilo sorprendentemente directo totalmente opuesto de la delicadeza amanerada que caracterizaba los libros de piedad de esta época. Estas oraciones, compuestas para rezar en público, ayudaron a crear un estilo masculino de oración colectiva que no dejaba de chocar tanto a los piadosos fieles como a los incrédulos, ya que de pronto descubrían que la oración no era únicamente “cosa de mujeres” al dar la impresión estos jóvenes de “creer verdaderamente lo que decían”. Don Gayá recuerda muy bien como ciertos jóvenes gritaban literalmente rezando. En  esta Guía del Peregrino estaba entre otras la famosa “Hora Apostólica”, redactada por el mismo Don Gayá y de contenido denso y sorprendente.En la peregrinación había muchos cantos y oraciones a lo largo del camino, un camino bastante rudo (y muy pobre, pues sufría todavía de las ruinas de las dos guerras). El 28 de Agosto de 1948 se reunieron más de 70.000 hombres y muchachos de toda Europa y aún de América Latina. En la noche de su llegada el Papa Pío XII les dirigió la palabra por la radio. Luego se rezó el rosario en preparación a la misa de medianoche, celebrada al aire libre. Después, todas las iglesias permanecieron abiertas para acoger a los peregrinos que deseaban pasar la noche durmiendo en las bancas... ¡cuando las había! El último acto de la peregrinación fue la Santa Misa Pontificia celebrada el 29 por el cardenal primado de España. La mayoría de los fundadores del M.C.C. estaban presentes.Después de la peregrinación a Compostela el recibimiento de los 600 jóvenes peregrinos fue triunfal: 50.000 personas  esperaban la llegada del barco en el puerto. La multitud caminó hasta la Plaza de la Alcaldía y Don Gayá, en su calidad de asesor diocesano de la A.C., subió al balcón para lanzar a los jóvenes otro desafío: “Fuimos a Santiago para volvernos santos, ¿y ahora qué?”. Palabras que fueron repetidas en la revista “Signo” que publicaba un artículo escrito por un joven, Andrés Rullán. Este abogado va a influir mucho sobre el ritmo del Movimiento. Aquel año se abandonará el gota a gota de un Cursillo al año para realizar varios cada mes a partir de Enero de 1949. Constatando los efectos evidentes de la gracia en los grupos "cursillistas", Mons. Juan Hervás decidió sancionar este nuevo tipo de Cursillos y tomarlo a su cargo directamente. Con este apoyo tuvo lugar en Enero de 1949 el primer Cursillo oficialmente reconocido por las autoridades eclesiásticas, de modo que podemos decir que esa es la fecha del nacimiento del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Gracias a Monseñor Hervás que, por medio de su secretario Don Gayá, suministraba los sacerdotes necesarios. Aquí se debe mencionar la llegada de otro pilar del Movimiento en la persona de Don Juan Capó Bosh, quien regresaba de Roma después de conseguir sus títulos en teología en la Universidad Gregoriana. No es fácil describir la personalidad enorme de este sacerdote cuyo contemporáneo, Francisco Forteza, afirmaba que era “uno de los seres con más cualidades que había conocido”. Fue precisamente él quien iba a dirigir el retiro del Cursillo de Enero de 1949, que se llamaría luego el Primer Cursillo, aún cuando en realidad era el sexto. Entre 1944 y 1948 los Cursillos abreviados no se realizaban sino una sola vez al año. Por lo tanto se designaban por el año en que se llevaban a cabo, o más frecuentemente, por el lugar donde se realizaban. Pero a partir del momento en que el abogado Rullán lanzaba el ritmo de varios Cursillos por año y en el  mismo lugar, tuvieron que numerarlos. Y es por ello que el Cursillo del 7 al 10 de Enero de 1949 llevó el nombre de Cursillo número Uno. Gracias al impulso de Mons. Hervás los Cursillos se sucedieron con un ritmo acelerado (unos treinta en su diócesis desde el primer año).Sobre el llamado Cursillo número Uno tenemos largos testimonios. Pero sería bueno leer por completo el texto de Don Guillermo Payeras, quien fue uno de los tres asesores que participaron

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sucediéndose uno a uno durante el fin de semana. Su relato nos hará revivir o conocer las emociones de esta primera hora y nos permitirá ir a la fuente misma de esta experiencia en la que  millones de personas participan con tanto provecho desde hace más de cincuenta años:“El 12 de Diciembre de 1948 recibí una llamada de Don Sebastián Gayá, responsable diocesano de A.C. y al mismo tiempo secretario del obispo, para anunciarme que convendría que participara como asesor en una sesión de jóvenes. Me dijo entre otras cosas: «Prepara cinco charlas sobre la gracia y una meditación por cada día. La primera noche habrá un corto retiro animado por Don Juan Capó. Sin embargo convendría que tú lo encontraras al mismo tiempo que los seglares que trabajarán contigo. El rector será Eduardo Bonnín...» Y colgó. De regreso a casa empecé inmediatamente a consultar mi biblioteca para preparar estas charlas sobre la gracia. Encontré algunos libros adecuados: «Vive tu vida» de Arami, «El joven y Cristo» de Mons. Tihamer Thot, «La gracia y la gloria» de Terrien. Empecé a leerlos.

Don Juan Capó era uno de mis grandes amigos. Fue él, en calidad de excelente teólogo, quién me ayudó a redactar los esquemas de lo que volverían a llamarse con el tiempo los rollos místicos. Para las meditaciones, me inspiré mucho de Mons. Thot.

Ya existía un equipo... pero no habíamos encontrado todavía sitio para esta sesión. Un poco antes de Navidad, el  hermano de Eduardo, Jorge, un joven formidable, nos llevó en su automóvil (una Fiat Balilla) al monasterio de San Honorato. Íbamos Jorge y Eduardo, Don Juan Capó y yo. Eduardo y Juan se habían puesto de acuerdo; Jorge y yo ignorábamos lo que ellos tramaban.

El monasterio San Honorato  está situado a treinta kilómetros de Palma sobre la colina que se destaca por encima del pueblo de Randa. Cuando llegamos, todo estaba cerrado: eran más de las 20 horas. Sin embargo tocamos. Después de una larga espera, desde el interior una voz preguntó quienes éramos. Después de tranquilizar a esta persona sobre nuestra identidad, finalmente consintió en abrirnos. Después de enterarse del objeto de nuestra visita insinuó que lo mejor era dirigirnos al General de esta Congregación, los Misioneros de los Sagrados Corazones, quién se encontraba precisamente en casa.

Lo fue a buscar. El P. Munar llegó con un candelero en la mano (el monasterio no tiene electricidad...). Nos sentamos y le hablamos de nuestro deseo de organizar una sesión en este monasterio para un grupo de jóvenes. El General trató de convencernos que sería preferible dirigirnos al santuario de Lluc, ya que San Honorato no tenía electricidad y que la casa no le parecía adecuada para este tipo de actividades. Inocentemente, ya les dije que ignoraba todo de su plan, yo di la razón al General cuando en seguida recibí una patada debajo la mesa, no sabiendo si provenía de Eduardo o de Don Juan. Fue solamente más tarde cuando supe que tenían absolutamente que realizar la sesión en este sitio, en plena montaña aislada, ¡para evitar que los muchachos se escaparan!

No fue sino después de una larga discusión con el General que nos pusimos de acuerdo. Más eso no fue todo. Ponían cuartos a nuestra disposición, pero... ¡vacíos! Teníamos que ir en busca de colchones al convento de los franciscanos, en lo alto de la montaña. Ellos consintieron pero no teníamos transporte. No importó, el equipo se prestó generosamente a transportarlos todos sobre sus espaldas y en pleno invierno. Son varios kilómetros de ida y de vuelta.

Llegó la fecha histórica del viernes, 7 de Enero de 1949. A las 18 horas salimos en autopulman todos juntos, los jóvenes y el equipo: una treintena de personas. Habíamos distribuido los asientos para ayudar a crear un clima de amistad y de alegría. Lamentablemente durante el viaje tratamos en vano de animar la conversación o de cantar; más parecía ser que el momento no era propicio.

Una vez en San Honorato repartimos los cuartos a cada uno y los convocamos para el primer rollo, dado como estaba previsto por Don Juan Capó. Los que oyeron a Don Juan conocen la alta

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calidad de sus intervenciones, pero además tienen que recordar que esa noche llegaba todavía muy fresco de Roma, en todo el ardor de su juventud. Dio un rollo que inflamó a su joven auditorio. En seguida se rezó el viacrucis dirigido por Eduardo, luego se cenó en silencio, se hizo otra meditación seguida del rosario y de la oración de la noche en la «Guía del Peregrino» y, por fin, a la cama. Acabábamos de empezar, sin saberlo, lo que se llamaría más tarde el Primer Cursillo de la Historia.

Al día siguiente, Don Juan regresó a la ciudad. Me quedé solo. Empecé por la meditación de la mañana: «Las tres miradas», inspirada de Mons. Thot. Si bien recuerdo fue después del desayuno, en el momento de romper el silencio, que entonamos por primera vez la canción «De Colores», ignorando por supuesto que se cantaría en todo el mundo y en todos los idiomas.  Se dijo que la popularidad de ese canto en Mallorca dependía del hecho de que el cine, en esta época, pasaba del blanco y negro al tecnicolor...

Reunidos en la sala de conferencias repartimos los puestos en las mesas con sus respectivos presidentes y secretarios. Distribuimos material para los dibujos, para tomar notas, etc. «Todo estaba bajo control» pero debo confesar sinceramente que, siendo el asesor, ignoraba absolutamente todo sobre una cantidad de cosas. El único que sabía a donde iba era el rector, Eduardo. Todo se desenvolvía como previsto tanto desde el punto de vista técnico como espiritual, más o menos como lo hacemos ahora cincuenta años más tarde. Cristo nos daba una gran lección: continuaba efectivamente interesando a los jóvenes y tenía una palabra que decir a nuestros contemporáneos.

El domingo por la tarde tuvo lugar la clausura a la cual no había invitados. Sin embargo vinieron a reunirse con nosotros Don Sebastián para dar el rollo final y un seglar, Juan Mir. Fue una clausura vibrante llena de testimonios fuertes, durante la cual Eduardo dio lectura a una carta del obispo, Mons. Hervás. Recuerdo también que Eduardo comentó esta frase del Evangelio: «Mayores cosas vereis». Palabras proféticas que se cumplieron al pie de la letra, pues nunca podremos evaluar, calcular ni aún imaginar todo lo que el Movimiento de los Cursillos realizó en el mundo entero. Sólo Dios lo puede hacer. Por ello no hay sino un solo sentimiento posible y justo que debe surgir de nuestros corazones, y es de decir todos: ¡GRACIAS, SEÑOR!» (Traducido de «Cursillos in Italia», nº 102, 1992, pág. 19-20).Este grito de agradecimiento de Don Guillermo se justificaba sobre todo por un favor extraordinario obtenido por los primeros cursillistas del 7 de Enero de 1949. Durante el Cursillo, un candidato pidió a todos llevar en sus oraciones a un joven amigo suyo encarcelado en Palma (en la llamada «cárcel de los Capuchinos», pues estaba en su antiguo monasterio). Este joven condenado a muerte permanecía totalmente rebelde y no quería ni recibir al capellán. Los candidatos entonces escribieron una carta a este prisionero comentándole su preocupación por su situación y sus oraciones por él. Ahora bien, en la noche del 28 de Enero el joven prisionero contestó al grupo de cursillistas, algunas horas antes de su ejecución. Hay que leer íntegramente esa carta que es un conmovedor testimonio del poder de la “palanca” (o fuerza espiritual que proviene de las oraciones y sacrificios voluntarios realizados con el fin de obtener la gracia de la conversión):“Palma, 1h de la madrugada, queridos amigos, padres y hermanos de mi alma.Estas líneas son las últimas que recibirán de mí. Les escribo más con el corazón que con la pluma. Estoy actualmente en capilla. Quiero anunciarles que me queda poco tiempo antes de dejar este mundo de miseria y de lágrimas, pero Dios puede venir en mi ayuda en su gran misericordia para enderezar mi alma y prepararla a una muerte bella, después de mi vida venturosa, yo que fui víctima del ambiente. Dios es capaz de darme la fuerza de reconocer mis faltas y yo le pido una única gracia: poner fin a estas faltas con una confesión sincera que me abrirá las puertas del cielo.

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Debo pedirles perdón por los escándalos que les provoqué por mis crímenes. Jamás como en este momento me acordé de todos Uds. con tanto amor, y quiero que estas últimas líneas, en el último momento de mi corta vida, sirvan para borrar todas las cosas malas que hice y les sirvan de recuerdo para animarles a vivir como Dios lo espera de sus servidores más fieles.Ya terminé mi carrera. Gracias al Señor por haberme dado ese tiempo extra para curar mi vida pasada y morir como un hombre de fe. Con Uds. estoy rodeado de personas que trataron de aliviar mi sufrimiento. Es solamente la fe que puede dar las fuerzas necesarias para pasar a través de una prueba tan grande.

Si desean conocer los detalles de mis últimos momentos podrán comunicar con el capellán. Tengan la seguridad, queridos hermanos, que subo al cielo para ir a rogar por todos Uds. Es ahí donde les esperaré, y es ahí donde nos reuniremos un día para estar felices eternamente. Sagrado Corazón de Jesús, tengo confianza en ti. Adiós.”

Para completar este testimonio, he aquí algunas líneas de Don Juan Capó en su librito titulado: “Pequeñas historias de la historia de los Cursillos de Cristiandad”. Resumen perfectamente lo que hemos visto hasta ahora: “El primer Cursillo era la realización de unos afanes, de unas ansias, de unos modos de ser y de actuar. Fue algo posible en el clima pastoral y apostólico de aquellos momentos. Para indicar los comienzos reales de los Cursillos tendríamos que remontar hasta sus raíces, las corrientes que los hicieron posibles, detallar desde su nacimiento las inquietudes que les dieron ser. Lo cierto es que no nacieron de golpe, así como un milagro hecho, como la luz de una nueva estrella que sorprendiera la noche… No es la obra de un hombre sino de un grupo, de un clima, de un afán convergente primero y compartido después”.

Luego, preguntándose cual era la novedad de estos nuevos Cursillos (ya que los Cursillos de Jefes de Peregrinos también eran “Cursillos”), Don Juan Capó contesta: ”Los Cursillos anteriores tenían una temática uniforme, aunque sus especificaciones estaban al albedrío de cada responsable. Esto continuó así para el Cursillo número uno y para algunos de los posteriores”. “Unos ejemplos nos pondrán en la pista. “Ideal” fue introducido cuando en la Escuela se fueron analizando los Cursillos. Se ha dicho que los rollos de gracia se copiaron de la temática de los Cursillos anteriores: nada más falso. El rollo de sacramentos sufrió, entre otras, la variación del lugar. Durante mucho tiempo resultó un rollo intrascendente. Su visión era pobre, sacramentalista. Aunque parezca mentira, durante mucho tiempo lo dio el seminarista que solía acudir a todos los Cursillos, y se reducía a una explicación de cada sacramento con exclusivas referencias a su materia, su forma y sus condiciones de validez para una recepción fructuosa”. “Acerca de las meditaciones se dejó al principio una libertad de uso e improvisación. Por lo que se refiere a la primera meditación, los ejemplos estaban abundantemente sacados de las obras de Tihamer Thot. Se intentaba sencillamente no aburrir y hacer pensar que el momento podía ser decisivo en su vida. De la mención incidental de un ejemplo tomó cuerpo el tema de la «película de la vida». En la del «hijo pródigo» la primitiva redacción se completaba con una consideración de Getsemaní, para dar la conciencia de que somos actores personalmente conocidos en la pasión y en el dolor de Cristo. Las «tres miradas» conoció una trayectoria más azarosa. No siempre se entendió perfectamente su pensamiento. No se trata tanto de describir la  mirada de Cristo cuanto de sentirse mirados. Era un medio para una introspección»”

Don Capó aprovecha luego para hacer el elogio de dos pioneros: Don Sebastián Gayá y Eduardo Bonnín. Nos habla después de los numerosos ataques que el nuevo movimiento sufrió de parte de algunas autoridades eclesiásticas. Nos da el ejemplo de un obispo recién nombrado que declaraba que “los Cursillos habían sido unas misiones populares entre los descargadores del muelle, y por eso eran bastos en sus planteamientos, simplistas en su doctrina y rozando la grosería en sus expresiones”. Cuenta también como una agresiva acusación vino en plena clausura de parte de un desconocido; pues no habían adoptado todavía la decisión experimentada de la norma prohibitiva... Y termina diciendo: «Nunca dejamos de sentirnos

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molestamente vigilados, malamente enjuiciados, injustamente condenados». Por ejemplo, se acusaba a los cursillistas de prácticas coactivas tanto hacia los propios miembros como hacia los no creyentes. Y Forteza nos cuenta  el hecho siguiente. “Se daba por cierto que estando un cursillista descarriado en un baile de mala nota, en un cabaret, a altas horas de la madrugada, entró un grupo de fieles empuñando en alto un crucifijo y afeándole la conducta a voz en grito... He podido comprobar que los hechos fueron totalmente distintos y que, sabiendo Antonio Darder y Eduardo Bonnín que uno de sus amigos de reunión de grupo se había despistado hacia tal baile, se limitaron a entrar en él como unos clientes más y Darder aprovechó la ocasión para saludar a su amigo dándole la mano donde mantenía escondido un pequeño crucifijo; lo que bastó para que con toda discreción el saludado decidiera abandonar el local”

Y Don Capó termina su librito con un elogio de Mons. Hervás. “Captó la inquietud, amparó las iniciativas, impulsó hacia metas más ambiciosas y orientó personalmente hasta comprometer su propio prestigio por mantener sin miedo las reivindicaciones apostólicas, a veces tumultuosas, de aquella juventud. Asistió a retiros, celebró semanalmente la misa con nosotros... Desde la asamblea de Diciembre de 1949, en la que se pronunció a favor de los Cursillos, hasta su intervención en la catedral en su plática a todos los sacerdotes en 1951 siempre se mostró de la misma manera. Fue la honda que hizo posible que el David de nuestra juventud se impusiera al Goliat de los opositores”.Nos damos cuenta como los primeros años del M.C.C. sufrieron turbulencias. Recorriendo las páginas de su historia palpamos de verdad como esta obra era conducida por el Espíritu. De otro modo no hubiera sobrevivido a sus fundadores y no tendríamos hoy un Movimiento esparcido en los cinco continentes, con millones de miembros de todos los idiomas. Don Gayá, por su parte, está convencido de que el M.C.C. nació bajo la protección de la Virgen María. Pues Mons. Hervás había declarado el año 1949 “Año Mariano”, en preparación a la definición del dogma de la Asunción, y a causa también de las circunstancias providenciales que prepararon la cuna del Movimiento precisamente encima del santuario de Nuestra Señora de Gracia, como vimos.En el principio del Movimiento no se aceptaban al Cursillo sino jóvenes y luego, excepcionalmente, a los hombres. El éxito fue espectacular. En los primeros sesenta Cursillos no se registró sino un sólo candidato que no se hubiera convertido, por lo menos abiertamente. El entusiasmo era tal entre los jóvenes que  dos veces por lo menos los cursillistas esperaron a que Mons. Hervás estuviera instalado en su asiento y luego levantaron el coche para cargarlo hasta su residencia. Forteza cuenta que durante un Cursillo un joven se había quedado mudo por completo durante los tres días. “En la clausura, se levantó a hablar en tono patético, insinuando que él quería convertirse pero alguna fuerza misteriosa se lo impedía. Cristóbal Almendro lo interrumpió, insinuando la posesión diabólica y pidiendo la intercesión de Santa María, lo que dio pie a que toda la asamblea rezara, con mucho fervor, un Ave María, lo cual  produjo un llanto convulsivo y la liberación del joven mientras era asistido por Juan Capó”.Fue en América del Sur, concretamente en Bogotá (Colombia), donde, antes que a los hombres, en 1953 se dieron los primeros Cursillos a las mujeres. Y se siguieron dando en años posteriores. España seguirá este ejemplo gracias a la tenacidad rarísima de una mujer de Tarragona, amiga de Bonnín, que se llamaba Maite. Inteligente y creativa, había sido educada en Inglaterra. Cuando su marido hizo su Cursillo empezó a hostigar a las autoridades para que la aceptaran a ella también. Pero no querían (por razones que no se pueden ni mencionar hoy en día; entre otras, porque “las mujeres son demasiado curiosas e incapaces de guardar sigilo”), aunque algunos sacerdotes pensaban que “no hay nada acerca de las mujeres que necesite ser cambiado”. Maite era una mujer de arrolladora personalidad, muy deportista a pesar de sus kilos, fumadora empedernida y una conductora amante de la velocidad. “Dejaba perplejos a los reverendos que trataba”, confiesa Forteza. Cuando una delegación se presentó donde el cardenal Arriba y Castro para pedir la autorización de dar Cursillos a las mujeres, prudentemente los seglares habían

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programado que la exposición del tema debían efectuarla varios de los varones, ante el habitual escepticismo de los altos eclesiásticos hacia la mujer. Pero los varones no consiguieron sacar al purpurado de su indecisión. Cuando todos estaban convencidos de que regresarían con un fracaso, Maite se saltó a la torera el plan trazado de discreción femenina y tomó al cardenal por el brazo: “Eminencia, ¡Usted no sabe lo insoportable que es tener un santo en casa, y no poder compartirlo!” A partir de ese momento el rumbo de la conversación giró 180 grados, y en poco tiempo pudo impartirse el primer Cursillo para mujeres del 29 de Abril de 1958. Maite tuvo previamente autorización para asistir detrás de una cortina a un Cursillo de hombres, para conocer al método más a fondo y en directo (sin embargo, también se cree que Maite hizo este Cursillo escondida antes aún de hablar con el cardenal).Sería bueno agregar algunas palabras sobre el cambio de nombre del Movimiento. En Enero de 1949 los Cursillos perdieron su apellido. Hasta entonces se les había llamado Cursillos de Jefes de Peregrinos, pero a partir del momento en que la peregrinación a Santiago fue cosa del pasado y que seguían dándose Cursillos, ¿cómo llamarlos? Ya que el objetivo de estas nuevas sesiones era conquistar a los jóvenes para Cristo se empezó a llamarlos “Cursillos de conquista”. Nombre que durará hasta Marzo de 1953, es decir, hasta el Cursillo número 33. En Junio de 1953, la revista “Proa” publicó ciertas reservas acerca del nuevo nombre dado al Movimiento. Algunos meses después, el 20 de Diciembre, durante una asamblea general, Mons. Hervás, espontáneamente, daba gracias a Dios por los Cursillos ”de Cristiandad”, palabra que usaba mucho en ese entonces el Papa Pío XII. Acababa de rebautizar al Movimiento y éste es el nombre que conserva hasta ahora. El P. Rohloff, por su parte, lamenta que el M.C.C. se identifique por una de las tres fases que no es la más importante: el Cursillo no dura sino tres días, mientras que el “cuarto día” es mucho más largo. Es pues el postcursillo el que debería dar su nombre al Movimiento. Sugiere “Movimiento Ultreya” o mejor, según él, “Movimiento Peregrino”, es decir, de los que van caminando hacia el Padre.Para todos los que estudiaron algo de la historia del M.C.C. es evidente que el Movimiento nació de un grupo. Fue el grupo que engendró al Movimiento y no el Movimiento que creó a los grupos. Hasta 1949 los participantes a los Cursillos conservaban entre ellos, después de su experiencia, contactos amigables, frecuentes e intensos, que no estaban sometidos a ninguna especie de estructura. Y para Eduardo eso era lo esencial del postcursillo. Desde Enero de 1949 la aceleración histórica de los Cursillos exigió de los fundadores reflexionar sobre un nuevo modo de postcursillo para los candidatos que no entraban en la A.C. Se elaboró poco a poco el método de la “Reunión de Grupo” a partir de un hecho más bien ordinario. Cierto lunes Eduardo se encontraba en uno de los cafés de la Plaza Mayor de Palma y escuchaba a los jóvenes que le rodeaban. Todos contaban con mucho entusiasmo su fin de semana, las aventuras que habían tenido con muchachas... ”que no eran precisamente sus hermanas”, agregaba Eduardo maliciosamente. Esa fue la chispa que le impuso a realizar con sus compañeros un intercambio igual, espontáneo y entusiasta, pero sobre cosas más serias. Así empezó la experiencia de la Reunión de Grupo: un compartir semanal entre amigos, sobre sus contactos con Dios, su búsqueda espiritual y su actividad apostólica. No sin problemas se implantó este nuevo método. Se temía, en efecto, favorecer una dirección espiritual colectiva en detrimento de la dirección individual de un sacerdote, que privilegiaba la A.C. para todos sus miembros. Sin embargo, si Eduardo defendía los grupos a toda costa era porque estaba convencido, y como él Don Sebastián Gayá, de que el compartir la amistad en grupos era una necesidad vital del ser cristiano. Finalmente Don Capó se sumó a la idea y después el obispo hizo otro tanto (algunos años más tarde se publicará un libro escrito por Don Capó alabando la reunión de grupo... con las mismas palabras de Bonnín). Y al final del año 1949 la Asamblea anual incorporaba la Reunión de Grupo como elemento específico y esencial del método de los Cursillos. Nunca más sería puesto en duda, y es por ello que las nuevas I.F.M.C.C. le consagran tantos números. Bonnín creía tanto en su eficacia que un día pudo afirmar que “nadie debería intervenir en el Movimiento si no

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pertenecía a una reunión de grupo”. En ese momento Eduardo elaboró el esquema del rollo que había titulado: “Seguro total: la reunión de grupo”. Ese nombre se sustituyó en alguna parte (feliz o lamentablemente) por “El cuarto día”, mientras que en España se le dio el nombre más exacto de  “Comunidad: reunión de grupo y Ultreya”.Cuando todos los cursillistas integraban la A.C. no había problema para que perseveraran ya que estaban inmediatamente enmarcados por la Escuela de Dirigentes y las reuniones semanales. Pero abriendo el Movimiento a todo público era evidente que las Reuniones de Grupo no iban, ellas solas, a responder a las exigencias de los cursillistas que quieren fraternizar con todos y no solamente con algunos. Además, para despertar a la gente a la realidad Iglesia la reunión de pocos no bastaba; al contrario, se corría el riesgo de crear un gheto. Vino entonces la idea de establecer un encuentro semanal abierto a todos los cursillistas, independientemente de sus grupos, cuya finalidad sería parecida a los encuentros que habían vivido el año anterior los peregrinos en el camino a Compostela. O sea: era un encuentro para darse mutuamente ánimo y para compartir la alegría de saberse unidos en el mismo peregrinar. He ahí el porqué se dio a estas reuniones el nombre de “Ultreya”, palabra antigua que usaban los peregrinos de Santiago cuando se encontraban entre ellos para saludarse y animarse a lo largo del trayecto. Esta palabra, posiblemente derivada del latín “ultra”, significa “adelante”. La A.C. bautizó así uno de sus boletines. Pero no fue hasta 1953 cuando la palabra “Ultreya” será atribuida a un tipo de reunión.Esta reunión llamada Ultreya rompía todos los moldes de las piadosas reuniones de esta época. He aquí como la describe Forteza, según su manera de ver, en su libro sobre la historia de Cursillos: “A medida que los asistentes van llegando al lugar y hora convenidos se agrupan espontáneamente en pequeños núcleos de entre 3 y 6 personas, que deliberadamente se procura que sean distintas entre sí cada semana intentando que converjan en el grupo algunos que ya se conocían y otros que se presentan entonces. Proceden, previa invocación al Espíritu Santo por cualquiera de ellos, a comunicarse los logros, las dificultades y los proyectos que cada uno de ellos ha experimentado en su vida durante la semana, con el mismo esquema que usan en su reunión de grupo pero indudablemente de forma menos pormenorizada, en un tiempo total de media hora. Después todos son convocados al salón conjunto, donde un seglar asume el papel de «rector», como en el Cursillo, y convoca primero al «rollista» de la semana, para que exponga cómo es su vida durante unos 15 o 20 minutos y, después, a otros 4 o 5 asistentes para que hagan su crítica o comentario al rollo, en intervenciones que no suelen superar los dos minutos por persona. Para que un planteamiento tan abierto y vital como éste fuera asumido por la Iglesia, Eduardo y su grupo tuvieron que aceptar entonces que se reservara a un sacerdote otro tiempo significativo de intervención final, para centrar doctrinalmente lo que allí se había hablado...Después de que el rector de la Ultreya comunica las noticias del Movimiento que cree de interés general, y si, como suele procurarse, existe una capilla próxima, se efectúa en ella una «visita sonora» de todos ante el Sagrario”.

En conclusión, Don Gayá afirmará que “toda Ultreya debe ser a la vez formativa y experiencial”. Lo que nos lleva a hablar ahora de formación.La Escuela, que había dado nacimiento al Movimiento, llevó primero el nombre de “Escuela de Profesores” (recuerden que los “rollistas”, al principio, llevaban este nombre) para suceder a la Escuela de Dirigentes de la A.C. Durante varios años el acceso a esta Escuela estaba reservado exclusivamente a los que el Consejo Diocesano quisiera admitir (el clima de la época, y menos todavía el de la Iglesia, no era de los más democráticos). Sin embargo, la idea original era de hacer de esta Escuela un lugar de encuentro, de coordinación y de reflexión entre las personas que tenían o querían tener cierto liderazgo en el Movimiento. En la práctica, durante largos años, la Escuela de Profesores se contentó con ser un lugar de repetición para rollistas. Era verdaderamente reducirla al mínimo. Eduardo Bonnín terminó por aceptar este tipo de Escuela,

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porque en ese momento la Ultreya, mucho más espontánea, estaba ya en camino. Acariciaba la secreta esperanza de poder, un día, modificar la Escuela misma. Para alcanzar su objetivo multiplicaba lo más posible las pequeñas reuniones de reflexión sobre el Movimiento entre las personas más influyentes. Las reunía de modo informal en su oficina, casi a diario. Los documentos elaborados por este grupo de buscadores tuvieron una influencia preponderante y conservan aún su vigencia. Los autores de estos textos bien sabían que tenían que someter sus escritos a los ojos vigilantes de Don Capó. Pero las severas exigencias del asesor los obligaban a volver a trabajar sobre sus textos a fin de presentar mejores composiciones que, al final, eran aceptadas como documentos base en la Escuela de Profesores. Es de ese grupo de reflexión que salieron los principales textos de la literatura cursillista, y aún parte de lo que servirá de esquema al libro de las I.F.M.C.C.Tenemos también que recorrer una página dolorosa de la historia del Movimiento. Tal vez tendríamos la tentación de borrar esta triste página, pero tenemos que leerla como las demás siquiera para convencernos, una vez más, que el Espíritu de Dios sabe sacar el bien aún del mal cometido por los hombres. En 1955, seis años después del Cursillo de San Honorato, Mons. Hervás fue trasladado de diócesis, sin motivo aparente: se le mudó para la sede de Ciudad Real, en el centro de España. ¿Qué había pasado? Hemos visto que el Movimiento sentía a veces turbulencias... Esta fue la más grave que tuvo que afrentar. He aquí como empezó todo. Entre los que criticaban al M.C.C. uno de los más virulentos era el superior del Seminario de Palma. Mons. Hervás, siendo obispo de Palma y no viendo como hacer callar al rector, lo destituyó de su cargo. Ahora bien, el rector pertenecía a una familia muy rica de España y juró a Mons. Hervás hacerle perder su puesto. Lo alcanzó, pues poco tiempo después Mons. Hervás era exilado a Ciudad Real. Se nombró en Palma a un nuevo obispo, Mgr. Enciso, por supuesto amigo del rector. Su primer gesto fue publicar, el 25 de Agosto de 1956, una carta pastoral para poner en guardia a sus diocesanos contra el Movimiento de Cursillos. Lo ponía nada menos que fuera de ley, prohibiendo todo tipo de reuniones. Empezaron entonces años de silencio y de sufrimiento. Eduardo Bonnín, la muerte en el alma, visitó al obispo y, respetuosamente, le hizo la pregunta siguiente: “Si un obispo afirma que en tal fecha he ido a tal país, y que es falso, ¿será de mi deber como católico decir que esa es la  verdad?” Por supuesto, el obispo tuvo que confesar que no. Entonces, Eduardo siguió: “Monseñor, todo lo que escribió sobre  los Cursillos no es verdad”. Y el obispo le contestó, como un cierto Pilato: “Mantengo lo que he escrito”. Y lo despidió.La primera víctima del interdicto de Mons. Enciso fue el director del Colegio La Salle, el Hno Miguel. Creyó que su deber era escribir una carta al obispo para darle a conocer los extraordinarios frutos de los Cursillos en su Colegio. La respuesta fue fulminante: expulsión de la diócesis. Miguel era un hombre de símbolos. Escribe Forteza: “Siempre recordaré que después de leernos el pasaje evangélico en que Cristo indica a sus discípulos que cuando os echen de alguna ciudad, sacudid el polvo de vuestras sandalias y seguid el camino, nos invitó al grupo a acompañarle hasta la catedral. Y allí,  muy junto al palacio episcopal, se quitó los zapatos y los sacudió con fuerza contra la piedra vieja de varios siglos, mientras tras sus gafas su emoción se hacía demasiado visible. Salió de noche, en barco, y nos prohibió cualquier despedida sonora. Le cantamos muy bajito el «De Colores» a pie de escalerilla”. La segunda víctima fue Don Francisco Suárez, sacerdote diocesano de Mallorca que se había exilado a Ciudad Real con Mons. Hervás pero que regresaba a tomar vacaciones en la isla. En su primera homilía se atrevió a afirmar, lo cual era verdad, que la carta pastoral de Mons. Enciso no tenía ninguna jurisdicción fuera de la diócesis. El Obispo reaccionó inmediatamente suspendiendo a Don Francisco Suárez “a divinis”. Es decir, que no podía ejercer más el ministerio en Palma, ni tan siquiera decir misa. Don Suárez, experto canonista, supo eludir la interdicción yendo a celebrar en el cuartel militar, que no estaba sujeto a la autoridad del obispo.

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La carta pastoral había provocado una serie de salidas de sacerdotes, entre los cuales estaban Don Sebastián Gayá y Don Juan Capó, que siguieron a Mons. Hervás, y otros que se fueron hasta América Latina, especialmente al Perú. Esta diáspora aceleró grandemente, gracias a Dios, la expansión territorial de los Cursillos. Pero es fácil imaginar el desamparo de los seglares viendo salir de la isla a tantos sacerdotes cursillistas. Enseguida los fieles se reunieron alrededor de Eduardo y elaboraron una estrategia. Tenemos que recordar que España estaba bajo el régimen del dictador Franco y que, por consiguiente, no podía haber ninguna reunión pública si no era autorizada por la misma Iglesia. Habiendo suspendido el M.C.C. Mons. Enciso no podía haber ni Ultreya ni Escuela ni reuniones de secretariado ni siquiera Cursillos. Pues la ley prohibía toda reunión de más de 6 personas, aún en casas... Pero Eduardo se dio cuenta inmediatamente que esta cifra de “6” era una bendición porque dejaba la posibilidad de Reuniones de Grupo. Entonces, ideó una estrategia para realizar una Ultreya... sin reunión. He aquí como lo hizo. La Plaza Mayor de Palma está formada de un rectángulo cubierto donde existe una considerable concentración de bares y cafeterías. Si cada reunión de grupo (de 6 personas) acudía a la Plaza a la misma hora y ocupaba una de las mesas no hacía falta sino comenzar un movimiento entre las mesas para comunicar de grupo a grupo. Nos cuenta Forteza: “Resultaba todo un espectáculo ver la precisión con la que de una mesa se levantaban dos de las seis personas, que acudían a saludar a los componentes de otra mesa de otro bar, de la que automáticamente dos salían de nuevo hacia un tercer grupo, y así hasta cerrar el ciclo”. “Al mismo tiempo algunos paseaban bajo los pórticos, de dos en dos, cuando alguien necesitaba una mayor atención. Cerca teníamos siempre localizado a algún reverendo por si surgía alguna petición de confesión o consulta. El éxito de esta «Ultreya silvestre», como alguien dio en llamarla, fue trascendental para mantener la cohesión del conjunto y la ilusión colectiva. El número de asistentes creció en poco tiempo hasta un nivel en que ya nos era difícil encontrar mesas disponibles, con gran satisfacción de sus dueños, aunque los camareros poco menos que alucinaran ante el problema de saber que clientes correspondían a cada mesa y consumición”.

Prosigue Forteza: “Como la caridad es ingeniosa -según frase de San Pablo que le gusta repetir a Bonnín-, se nos ocurrió diseñar, al fin indicado, el «Cursillo de a uno», obra de artesanía evidentemente sólo útil en tiempos de una crisis cómo la que estábamos atravesando”. “Se iniciaba cada uno de los tres días con una misa muy temprana, normalmente en la iglesia de los capuchinos, a la que asistían según lo previsto el cursillista en cuestión y el equipo de dirigentes en pleno”. “Tras un desayuno en común –equipo directivo y cursillista- en un bar próximo, el encargado del primer «rollo» del día quedaba a solas con el candidato; tras la charla, necesariamente dialogada, acudían al domicilio o al lugar de trabajo del dirigente a quién correspondía el siguiente rollo. Las comidas se hacían en pequeño grupo –el candidato y dos o tres de los dirigentes-, procurando transmitir en ellas toda la alegría y animación del ambiente que el clima colectivo de un Cursillo normal expresa tan fácilmente”. “La colaboración del P. Francesc de Barcelona en estos Cursillos individuales fue muy destacada. El equivalente a la clausura era la incorporación del nuevo cursillista a la Ultreya de la Plaza Mayor, en un clima a la vez catacumbal y distendido”.

La interdicción de Mons. Enciso duró seis años: de 1956 hasta 1962. Lo transportaron enfermo a una clínica de Madrid y, un día, llamó a Don Sebastián Gayá a su cabecera. Este me contó que el encuentro fue sincero y más bien cordial, a pesar de la desconfianza que tenía después de lo que había pasado. El obispo se apresuró a explicitar las razones por la cuales se sintió obligado a intervenir en Cursillos y como, más tarde, mejor informado, quería volver a dar, personalmente, toda su confianza. Pues confesaba que lo había tratado de manera injusta. Mons. Enciso murió en 1965, sin haber podido regresar a la sede de Palma. La carta pastoral de este obispo no sólo tuvo consecuencias nefastas. Pues el primero en reaccionar fue Mons. Hervás quien se apresuró, con ayuda de colaboradores, a redactar un

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documento nutrido que iba a contestar punto por punto a la carta de Mons. Enciso. Creyó sin embargo prudente hablar del asunto con el Nuncio apostólico. Felizmente porque éste, temiendo la controversia, no le dio permiso de publicar su trabajo en forma de libro. Mons. Hervás tomó entonces la decisión de hacerlo bajo la forma de una simple carta pastoral para su diócesis. Se titulaba: “Los Cursillos, instrumento de renovación cristiana” (1957). Tal vez sea la más larga carta pastoral jamás publicada por un obispo: ¡cerca de 500 páginas! Comprendía los capítulos siguientes:

1. Génesis, esencia y estructura de los Cursillos2. Lo viejo y lo nuevo en la Iglesia3. La doctrina del Movimiento4. Los medios y la técnica del M.C.C.5. Los sacerdotes y los seglares en el M.C.C.Conclusión: Normas pastorales.

Esta carta fue considerada con razón como la obra más completa que se haya publicado hasta entonces sobre el Movimiento. Es un texto fundador que ningún cursillista debería ignorar.La historia posterior de cómo San Pablo fue, inesperadamente, declarado patrono del Movimiento de Cursillos de Cristiandad fue escrita por Don Sebastián Gayá : “Debo confesar, sinceramente, que los que la Providencia había escogido para emprender la gran aventura de los Cursillos no pensaron nunca que el Movimiento necesitara de un patrono o protector celestial que nos sirviera de intermedio ante el Padre. El carácter eminentemente cristocéntrico del Cursillo nos ahorraba semejante preocupación. Inclusive, tal vez nos hubiera parecido un poco inconveniente ir en búsqueda de santos intermediarios en el momento en que el candidato entraba en su «cuarto día», totalmente centrado en la figura de Cristo con el cual debía mantener una relación directa, inmediata, íntima y personal.

Sólo nos permitimos recurrir a la intercesión maternal de María quien ocupó, desde los primeros momentos de nuestra historia, un lugar privilegiado en la devoción cursillista. Añadir otra cosa nos hubiera parecido exceder las fronteras de lo «fundamental cristiano».

Y si nos hubieran invitado a escoger un santo protector, tal vez San Pablo no hubiera encabezado la lista… No por ignorancia del hecho que la figura del Apóstol, evangelizador de los paganos, se destacaba entre todas en el ambiente de evangelización en la cual surgía el M.C.C. Pero, probablemente, hubiéramos pensado en agregar otras candidaturas: San Juan por ejemplo, el apóstol joven, el de la «invencible fidelidad», como se le llamaba durante la vigilia de oración que hacíamos cada año el 27 de Diciembre, cuando el Movimiento se dedicaba exclusivamente a los jóvenes. Y no hablo del gran Santiago, el apóstol venerado en Compostela, donde hubo la peregrinación de los 100.000 jóvenes de A.C., cuya mística sirvió de baño de cultura para el nacimiento de Cursillos. Pero no son más que hipótesis. La verdad es que nadie entre los fundadores levantó la cuestión de un patrocinio para el M.C.C., a pesar de que se sentía la necesidad de buscar apoyos. Pues los primeros pasos del Movimiento —como los segundos también— han sido marcados por dificultades y sufrimientos enormes. La cizaña apareció constantemente en el campo de trigo. Pero este es el sello evangélico de las obras divinas, conducidas por el Espíritu.

Tenemos que retroceder 10 o 12 años después del primer Cursillo celebrado en Enero de 1949. El M.C.C. se había extendido en todas las diócesis de España, en gran parte de los países de América y, menos rápidamente, en ciertas partes de Europa.  A principios de los años sesenta se crearon los Secretariados Nacionales; primero en México, luego en Venezuela y poco después en España. Es el 12 de Junio de 1962 cuando los obispos erigieron nuestro Secretariado Nacional, nombrando a Mons. Juan Hervás primer director del secretariado y al autor de estas líneas

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vicedirector. Entre las tareas emprendidas (como el encuentro de los asesores espirituales en el Valle de los Caídos) hubo la organización de la primera Ultreya nacional que se celebró en 1963, en Tarragona. ¿Por qué en esta ciudad? Por varias razones. Primero, 1963 era un año jubilar durante el cual la Iglesia de España conmemoraba el 19 centenario de la venida de San Pablo en este país. Y este se celebraba precisamente en Tarragona. Segundo, el obispo de esta ciudad era el cardenal Benjamín de Arriba y Castro que Mons. Hervás iba a apodar, en el transcurso de  la Ultreya, «el cardenal de San Pablo y padre de los Cursillos». Como un reconocimiento público y para agradecer al cardenal el haberse levantado para defender al Movimiento afirmando alto y fuerte  «los frutos espirituales que había podido, él mismo incluso, descubrir en las personas que viven la experiencia de un Cursillo». Finalmente, el tercer motivo era la fuerza numérica de los cursillistas en esta diócesis.

En su alocución, durante la Clausura, Mons. Hervás decía: «He oido decir por labios autorizados (los del Nuncio apostólico) que si San Pablo regresaba, se haría cursillista. Es demasiado honor por nuestro Movimiento, me parece, y la persona que lo dijo manifiesta tener un corazón muy grande. Pero, yo diría, humildemente, que si San Pablo regresara a caminar por los caminos de España para predicar el evangelio, los que lo seguirían con más entusiasmo serían los cursillistas». Abriendo su corazón a la esperanza, Mons. Hervás agregó: «Por ello quisiera que la autoridad competente nos concediera el patrocinio de San Pablo para nuestro Movimiento, patrocinio fuertemente deseado por él mismo que tanto amó y defendió a los Cursillos, el cardenal De Arriba y Castro». Una vez que terminaron los aplausos, se esperaba con ansia la intervención del cardenal. No sólo por su rango sino sobre todo a causa de las intervenciones brillantes que había hecho para salvar el Movimiento ante las Congregaciones romanas y aún ante el Santo Padre. En su alocución, el cardenal levantó el velo inmediatamente sobre lo que había sido un secreto bien guardado: él mismo había empezando los trámites con Roma.

Durante una audiencia con Pablo VI el cardenal le había contado las maravillas que el Señor operaba en el mundo con los Cursillos y su deseo de colocar al apóstol Pablo en la cabeza de ese medio de evangelización. Pablo VI había escuchado atentamente y le había invitado a redactar él mismo la petición oficial. No le costó nada al cardenal acatar al deseo del Papa; pues él estaba fuertemente deslumbrado por la figura del apóstol de los Gentiles, destacada por estas fiestas de Tarragona, y estaba convencido que los Cursillos eran para mucha gente lo que había sido el camino de Damasco para Pablo. Esta comparación le vino a la mente cuando un obrero le había confesado lo siguiente: «Fue en un Cursillo que mi vida cambió, pero no son las palabras de los rollistas las que operaron el milagro. Es en fracción de segundos, en el momento cuando sentí mi alma revuelta, que pregunté: ¿Quien eres, Señor? Y sentí claramente en mí: ¡Yo soy Jesús! Entonces no pude hacer otra cosa que preguntarle: ¿Qué quieres que haga?». Este relato, recordando sin equívoco la conversión de Pablo, hizo mucha impresión al cardenal. Ese día prometió hacer todo para conseguir de Pablo VI la proclamación del Apóstol como protector de todos los que, por medio de los Cursillos, habían encontrado su camino de Damasco. Y el cardenal terminó diciendo: «Pablo, el convertido de Damasco, será el centro de interés, del amor de toda la vida del cursillista. A la luz de Cristo ayudará a resolver todos los problemas y, con su gracia, hará nacer en los corazones el deseo de extender el Reino hasta los confines del mundo». Estas palabras fueron acogidas con una interminable ovación.

Cinco meses más tarde, el 14 de Diciembre de 1963, Pablo VI firmaba un decreto pontificio de 27 líneas, redactado en latín y que empezaba así: «Viget salubriter», que podríamos traducir con la expresión: « una feliz brotadura...». Uno lee lo siguiente: «En Roma, preso San Pedro, después de madura reflexión y con la plenitud de Nuestra autoridad pontificia, nombramos y declaramos al bienaventurado apóstol Pablo patrono celestial delante de Dios del Movimiento de los Cursillos». Pablo VI, el 14 de Diciembre de 1963

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El pergamino original, escrito a mano, fue entregado personalmente a Mons. Hervás por el Nuncio apostólico, Mgr Riberi, que pronunció una corta alocución: «Dije que si San Pablo regresaba, sería cursillista. Pero he oído decir también que San Pablo es el prototipo del verdadero y auténtico cursillista. Esto quiere decir que en la eminente figura de Pablo, la gente que vivió la experiencia de un Cursillo encontrarán un modelo de vida, de acción y de espiritualidad que necesitarán para mantenerse y progresar en el camino que emprendieron en la mañana de su cuarto día».

Las horas oscuras de la persecución contra el M.C.C. eran cosas del pasado. En efecto, Pablo VI, en el decreto, hablaba de los «frutos abundantes producidos por el Movimiento que llenaban de satisfacción a los pastores». El obispo de Cádiz afirmaba que era la primera aprobación oficial del M.C.C. de parte del Vicario de Cristo; el obispo de Lérida no terminaba de proclamar su «alegría indecible por este regalo de la Providencia»; el obispo de Salamanca llegó a decir que este decreto colocaba al M.C.C. en el primer rango de la renovación cristiana empezada por el Concilio. Y sigue D. Sebastián Gayá: “Cuando Mons. Riberi entregó el pergamino a Mons. Hervás terminó con esta simple invocación: «¡San Pablo, patrono de los Cursillos, rogad por nosotros!». Mons. Hervás aprovechó para sugerir que todas nuestras reuniones se terminaran por esta corta oración en la cual expresamos nuestra confianza en la intercesión de nuestro protector delante de Dios. Nosotros, fundadores, que habíamos sufrido tanto a causa del Movimiento, estábamos, con este gesto de Roma, ampliamente recompensados”. El desarrollo posterior del M.C.C. ha sido fenomenal. Tratar de resumir la historia de la expansión del M.C.C. en pocas páginas es una misión imposible. Sería innecesario mencionar listas de cifras que no significarían gran cosa. Puede resultar interesante sin embargo relatar algunos de los hechos más significativos de la expansión del Movimiento.Dos jóvenes cursillistas que llegaron a Texas en 1956 para hacer su servicio militar, uno de Mallorca y otro de Ciudad Real, encontraron a un religioso cursillista, de Mallorca, dispuesto a colaborar con ellos. Empezaron primero en español pero no tardaron en traducir los esquemas en inglés. Hoy en día, los Estados Unidos son el país donde se encuentran más cursillistas en el mundo: medio millón, de los cuales la mitad son hispanos.Ya en 1953 llegó a América del Sur y a México y, de ahí, se extendió rápidamente en más de veinte países latinos. Fundado en 1957, apenas algunos años después el M.C.C. podía mandar equipos de fundación a numerosos países o ciudades como: Miami (1962), Chile (1963), Costa Rica (1964), Argentina (1965), Paraguay (1966), etc. Otro país donde el M.C.C. se difundió como pólvora fue Venezuela. En realidad Venezuela es tal vez el país de América Latina mejor organizado: no sólo posee su propia casa de Cursillos sino que además dirige una editorial que publica una revista (“Trípode”) y dos libros por mes, escritos por cursillistas, sobre la vida cristiana o el Movimiento. Durante 30 años tuvieron el mismo asesor nacional, Cesáreo Gil A., verdadero gigante para el M.C.C. en América Latina: él dio Cursillos en varios países, fundó la revista internacional del Movimiento “Testimonio”, ha sido el promotor de las ediciones sucesivas de las Ideas Fundamentales del Movimiento de Cursillos de Cristiandad y reunió en su casa una colección única de todas las ediciones de las I.F.M.C.C. Murió en Octubre de 1997.Puerto Rico es notable por dos razones. Por una parte, el asesor es el mismo desde la fundación del Movimiento en 1961, o sea Don Jaime Capó, el mismo hermano de Don Juan Capó, del cual hablamos al principio. Por otra parte San Juan es sin duda la diócesis del mundo donde más Cursillos se dan: hay uno cada quince días, y a veces tres por mes, durante todo el año. Y el número de candidatos supera siempre los cincuenta.En 1961 empezó su expansión en las diócesis anglófonas de América del Norte. El primer Cursillo en francés tuvo lugar en Trois-Rivières, QC, Canadá, en 1963.  Sin embargo este Cursillo no tuvo

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seguimiento.  Es el de Sherbrooke, QC, en 1965, el que organizó la primera Escuela de dirigentes y se convirtió en la fuente del Movimiento de Cursillos francófonos.Si la unidad de idioma favoreció la expansión rápida del M.C.C. en América Latina, no fue igual en Europa donde la diversidad de las lenguas ha sido más bien un obstáculo. El primer país en recibir el Cursillo fuera de España ha sido Portugal, seguido por Austria e Italia. En Francia hubo un Cursillo, en Perpignan en 1961, pero sin mañana. Igual en Bélgica hubo un Cursillo en inglés para belgas flamencos, en 1964, pero no fue sino hasta 1982 cuando el P. Bruno Lacroix, de Quebec, prendiera la llama del M.C.C. en Lieja. En Suiza hubo Cursillos desde 1963, pero solamente en en español e inglés. Habrá que esperar hasta 1990 para tener uno en francés. A Inglaterra fueron los portugueses quienes llevaron el Cursillo en 1970. Ahora, el M.C.C. se está extendiendo muchísimo en los países del Este desde la caída del muro de Berlín: en Polonia, Hungría, Croacia, etc.Si el idioma era un obstáculo en Europa lo era mucho más en los demás continentes. Sin embargo, en África los Cursillos penetraron por medio de las colonias españolas y portuguesas. En Rhodesia, hecho curioso, el M.C.C. fue bautizado como el: “Movimiento de los líderes católicos”. Los Estados Unidos se encargaron de Asia, llevando el M.C.C. a las Filipinas, Sri Lanka y Japón. En este último país, el asesor espiritual se llamaba... Donald McDonald y se realizó el primer Cursillo del mundo con intérpretes (1963), pues nadie en el equipo conocía algo de japonés. Parece que hubo un Cursillo en Jerúsalen en 1967 pero no tenemos ningún detalle. Taiwan y Hong Kong tienen sus Cursillos. En Hong Kong empezaron en 1970 con un Cursillo en inglés, el segundo en español y el tercero en chino; ahora se dan siempre en chino.En Mayo de 1966 se celebró en Roma la primera “Ultreya” mundial. El M.C.C. no tenía más que 17 años y había recorrido ya todos los continentes. Esta Ultreya, según dice Don Sebastian Gayá en el informe que publicó después, es un hito histórico para el M.C.C. Agrega él: «Frente a la montaña de críticas e incomprensiones que habíamos sufrido era la apoteosis del reconocimiento pontificio». Eran 6.000 delegados de 28 países. El fervor de los peregrinos fue creciendo durante todo el viaje. Un cursillista de España, herido durante el viaje, ruega a  su esposa que siga sola hasta Roma y lo deje en el hospital con su cruz y su Guía del Peregrino diciendo: “Me las arreglaré con eso”. El discurso de Pablo VI, interrumpido incesantemente por las ovaciones, canonizaba varias de las intuiciones del M.C.C.: “lo fundamental cristiano”, “los colores de la gracia”, “el sentido de la peregrinación”, “el encuentro personal con Dios y con los hermanos”, etc. Es todo el texto el que se tendría que releer. Con razón podía el Papa concluir: “Están aquí reunidos varios miles para representar a los centenares de miles de personas que participaron de la misma lluvia de gracias y que son animadas de un ideal idéntico y abrevadas a la misma fuente: sus Cursillos. Cursillos, he aquí la palabra fraguada por la experiencia, acreditada por sus frutos, que recorre ahora con derecho de ciudadanía todos los caminos del mundo”. El entusiasmo de la audiencia fue tal que el capitán de la Guardia Suiza confesaba que en doce años de servicio nunca había visto una audiencia tan vibrante y tan sustanciosa.El M.C.C desbordó finalmente el catolicismo. Varias comunidades protestantes tienen su propio Cursillo, especialmente los Anglicanos y los Episcopalianos que lo adoptaron integralmente. Otros, como los Metodistas, los Presbiterianos o los Luteranos, modificaron ciertos aspectos y adoptaron por ello nombres diferentes. Pero siempre se reconoce el mismo objetivo y el mismo método. Dentro de la Iglesia católica también varios Movimientos nacieron del Cursillo.Hoy en día es uno de los movimientos apostólicos de mayor crecimiento en el mundo. Permanece, se extiende y enriquece por todo el mundo. Está presente en más de 60 países y unas 1.500 diócesis del mundo. Según ciertas fuentes, el número de hombres y mujeres de razas, lenguas y comunidades cristianas variadas que han hecho esta experiencia del Cursillo de tres días, desde hace 50 años, son ¡más de cuarenta y cinco millones!

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¿CUÁL ES SU ESPIRITUALIDAD?

Cursillos de Cristiandad es una proclamación kerygmática de lo fundamental cristiano: que Dios en Cristo nos ama. Es un volver a los primeros tiempos de la Iglesia mediante una proclamación vivencial y testimonial de la esencia de la doctrina del Evangelio llevada a la vida. Es la explosión del contenido vivo del cristianismo. Es aprender a llevar a nuestra vida concreta el Mensaje de Cristo, con nuestras limitaciones, defectos y problemática. Es aprender a vivir en cristiano. Cursillos de Cristiandad es un movimiento de Iglesia con carisma propio en el campo de la evangelización y del acercamiento del Evangelio al mundo no creyente, que posibilita la vivencia y convivencia de los contenidos esenciales de la fe cristiana. Con un estilo vivencial, sencillo y cordial, buscando propiciar en quienes asisten a un Cursillo de Cristiandad una conversión inicial y animando a desarrollarla y profundizarla insertándose después en algún grupo, comunidad o servicio eclesial. De modo que contribuya a tomar conciencia responsable de la dimensión humanizadora y salvadora de la fe que será siempre compromiso en la vida concreta.Cursillos, al ser un Movimiento y no una asociación, no impone nuevos compromisos sino que redescubre lo que el cristiano tiene en virtud de su bautismo. Así, para aquellos que provienen de algún grupo o comunidad, el Cursillo puede suponer una experiencia gratificante que les ratifique en su opción de fe y les haga volver a sus comunidades de origen con renovado entusiasmo.

¿CUÁL ES SU MISIÓN?

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad tiene como misión ayudar a descubrir y a realizar la vocación personal logrando la conversión del hombre para que éste, lleno de amor, propicie la creación de núcleos cristianos que se ayuden entre sí para convertirse en fermentos de Evangelio. Fermentos que poco a poco por la fuerza de su testimonio trasformen sus ambientes, siendo éste el fin último del Movimiento. Propiciando para ello que las personas se conozcan a sí mismas, a Dios y el mensaje de Jesús. Juan Pablo II hizo recordar este objetivo el día de la Ultreya Nacional de Italia, el 24 de noviembre de 1990: "He aquí su aporte dentro de la Iglesia: crear unos núcleos de creyentes que lleven el mensaje de salvación por todos lados, haciendo prevalecer el peso de su opinión no por imposición sino más bien por la fuerza de su testimonio". También dijo: “Los Cursillos de Cristiandad son un instrumento suscitado por Diospara el anuncio del evangelio en nuestro tiempo” (Juan Pablo II, Abril 1985). El Movimiento se apellida “de Cristiandad” siguiendo la línea del Santo Padre Pío XII de “Hacer Cristiandad, estructurar Cristiandad, vertebrar Cristiandad”, para renovar cristianamente la sociedad.La expresión fermentación viene de una parábola en la cual Jesús compara el Reino de Dios con la transformación del pan: “El reino de los cielos es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la masa” (Mt 13, 33). La levadura es un agente que se agrega a la masa para que levante (la efervescencia que sigue produce las burbujas que se ven en el pan). La expresión “fermento de evangelio” sugiere un tipo de evangelización que se hace desde el interior, por la fuerza del testimonio de los semejantes. ¿Qué se espera de un o una cursillista (como llaman a los que han asistido a un Cursillo)? Que él o ella propague los valores del Evangelio. Cuanta más calidad tenga la levadura (es decir, cuánto más auténtico sea el testimonio de los cristianos) más el ambiente se transformará, más la fraternidad se implementará, más el mensaje de Jesús se difundirá. La transformación de los ambientes empieza por la transformación de sí mismo. El objetivo intermediario del M.C.C. para alcanzar su finalidad última es por ello la conversión interior de sus miembros. El M.C.C. quiere promover la experiencia de la acogida de Dios en una experiencia personal y profunda, proporcionando el medio de profundizar en esta experiencia en el seno de una comunidad cristiana auténtica en medio de amigos que comparten la misma fe, el mismo ideal.

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¿QUIÉN PUEDE PERTENECER Y CÓMO?

“Cursillista” es todo aquel que haya vivido la experiencia de tres días de Cursillo. Para permanecer en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad es necesario no obstante que los cursillistas participen de uno de los dos tipos de encuentros regulares previstos y propuestos para prolongar y profundizar el descubrimiento de lo fundamental cristiano: la “Reunión de Grupo” y la “Ultreya”.El Cursillo es para cualquier persona que quiera ser feliz y bienaventurada en la vida deseando armonizar su interioridad y autentificar su relación con Dios y con sus semejantes, sea cual sea su edad o clase social.  Es preciso también que la persona posea una madurez para acoger el mensaje evangélico que se le transmite. Ha sido concebido particularmente para los laicos pero la invitación se hace igualmente a los sacerdotes y a los religiosos o religiosas. Para los casados, es deseable (pero no imprescindible) que ambos cónyuges proyecten participar en ello, porque es una experiencia que aprovecharán hondamente los esposos compartiéndola. Es importante notar que el Cursillo no es reservado a los que frecuentan la Iglesia, pues aún los que se han alejado de la práctica religiosa pueden vivirlo.Sin embargo hay que saber que la experiencia del Cursillo no es recomendada a todos o en todas las circunstancias. Por ejemplo, el fin de semana del Cursillo no es concebido para ayudar a resolver unos problemas de índole psicológica o pasar a través de una prueba. El equipo responsable de un Cursillo no es especializado ni en asesoramiento ni en terapia de grupo. A quiénes están preocupados momentáneamente por un problema a solucionar o que pasan a través de un período de inestabilidad emocional (por ejemplo, nada más pasar por una separación), se les sugiere fuertemente que posterguen la participación en el Cursillo. Sólo una vez que se esté en vía de recuperar la estabilidad emocional se podrá sacar un real provecho de esa experiencia. Tampoco el Cursillo pretende ser una solución para las personas que se enfrentan a problemas graves como el alcoholismo, la droga o la depresión. Para este tipo de dificultades hay organismos y tratamientos mucho más adaptados y mucho más eficaces. También hay que pensar en quiénes deberían hacer el Cursillo. Enfocando en la fuerza del testimonio para cristianizar los ambientes,  los fundadores del M.C.C. tuvieron un cuidado especial en la búsqueda de personas claves en los diferentes ambientes que querían evangelizar. Las "Ideas fundamentales del M.C.C." recuerdan esta estrategia.  Se precisa ahí que el candidato ideal para un Cursillo es la persona que tiene cualidades de líder, que tiene influencia dentro de su ambiente, cuyas opiniones cuentan, cuyas decisiones provocan cambios, cuyas actitudes arrastran,…; la persona que rehúsa resignarse a una vida mediocre y que trabaja por construir un mundo más humano y más fraterno…; la persona sociable, apta para el trabajo en equipo, solidaria, generosa, preocupada de  los demás y del mundo. Buscando las cualidades naturales de líder el M.C.C. no es elitista. Es cierto que se debe contar antes que todo con la gracia por el advenimiento del Reino, pero esto no significa que se puedan olvidar las influencias naturales... Los cursillistas que apadrinan un candidato o una candidata están invitados por consiguiente a tener presente particularmente este gran objetivo de cristianización de los ambientes por medio de las personas que ya los influyen. Y cómo ha recordado a menudo Eduardo Bonnín esas cualidades pueden encontrarse en un "alejado de Dios y de la Iglesia": él puede tener, en potencia, el calibre de un verdadero líder cristiano. Numerosos jóvenes hoy pueden entrar en esta categoría. Siendo un Movimiento de acción, el Cursillo contará siempre con la presencia dinámica de los nuevos convertidos y de los jóvenes. Sucede a menudo que son los más ardientes para comprometerse y para testimoniar el Reino, saliendo de un Cursillo... como nuevos san Pablo. La inscripción al Cursillo se hace normalmente por medio del "apadrinamiento", es decir, por alguien que ya ha hecho su  Cursillo y que se encarga de que el candidato llene su fórmula de inscripción. La cuestión financiera no debe nunca constituir un impedimento para vivir un Cursillo,

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de modo que una persona que no puede pagar lo pedido debería hablar con sus “padrinos”, quienes verán la manera de ayudarle. Si no conoce a ningún miembro del M.C.C. susceptible de apadrinarle, comuníquese con el secretariado del Movimiento en su diócesis. Los datos de contacto del Secretariado Diocesano de la diócesis de Toledo son :Apartado de Correos 226 - 45600 Talavera de la Reina ToledoTfnos. : 606 822 253 - 925 819 569 - 606 619 171E-mail : [email protected] : http://www.cursillostoledo.orgEl Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad podrá facilitar los datos del Secretariado de cualquier otra diócesis. Los datos de contacto del Secretariado Nacional son .Calle Magallanes, 25, 4º28015 - MADRID (ESPAÑA)Tfno. : 91 447 65 95Web : http://www.cursillosdecristiandad.orgEl grupo que realiza una Reunión de Grupo no es  impuesto desde el exterior, sino que la Reunión se hace libremente entre personas que se escogen mutuamente. Se recomienda que, saliendo del Cursillo, cada cual se junte a unos amigos para formar tal tipo de Reunión de Grupo. Exista o no en la diócesis correspondiente algo estructurado u organizado de antemano.El encuentro más numeroso de la “Ultreya”, que es el mejor medio para alimentar la llama del Cursillo entre los cursillistas. En donde se hacen Reuniones de Grupo, la “Ultreya” congrega los grupos de una misma región, contribuyendo a mantenerlos en el espíritu del M.C.C. y a sensibilizarlos a la realidad de la Iglesia.

¿CUÁLES SON SUS INICIATIVAS Y ACTIVIDADES?

El camino en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad se inicia con un encuentro de tres días en régimen de internado, llamado “Cursillo de Cristiandad”. El Cursillo de Cristiandad no es en sí un retiro. Es ante todo una experiencia de vida formidable, de tres días de duración, que conduce a descubrir lo fundamental cristiano para vivirlo mejor. Experiencia de vida para encontrarse con uno mismo y profundizar en la propia realidad, la de los demás y la del mundo que nos rodea, desde la perspectiva de un Jesucristo cercano que ama a cada hombre sin importar sus circunstancias. Para desde el encuentro con uno mismo y experimentando la Presencia y el Amor de Jesucristo poder descubrir sobre todo el Amor incondicional de Dios hacia nosotros, en un encuentro con Dios. Es la experiencia de vivir en Comunidad el cristianismo, llegándose a decir que “la comunidad cristiana formada durante el Cursillo es muy similar a la de los primeros días de la Iglesia”.  Y descubrir el bien que trae a la sociedad una comunidad cristiana atenta y amante, en un encuentro con los demás. Esta experiencia puede, en suma, cambiar el rumbo de toda una vida.La proclamación gozosa de los aspectos fundamentales de la fe cristiana se hace por laicos y sacerdotes y es reforzada por testimonios de vida. Todo está orientado, sobre todo, a realizar el paso de la conversión personal y al descubrimiento de que todo cambio individual es siempre dinamizador de las realidades de este mundo.Los asistentes a un Cursillo no reciben directrices concretas de ningún tipo, puesto que se tiene el máximo respeto por las opciones personales. Parte de una proclamación carismática. Los que se reúnen con la gente en Cursillos no dicen qué es la Iglesia, sino cómo viven la Iglesia. No dicen quién es Jesucristo, sino cómo entiende cada

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uno a Jesucristo. Es una proclamación de la doctrina, pero desde un punto de vista personal: cómo lo vivo yo. La gente se encuentra con un estilo de vida (yo vivo así mi compromiso cristiano) y esto tiene más fuerza que una pura doctrina. Los asistentes tienen su tiempo para discutir, hablar y poner en común, y para hacer su aportación personal; hay cabida para todos los caracteres, peculiaridades y circunstancias, no se hace diferenciación. Después de cada charla la persona tiene un tiempo de profundización y de discusión en el grupo y de debate. Durante los tres días del Cursillo los candidatos descubren lo que hay de fundamental en el cristianismo (es la luz en su mente) y salen con el gusto de ir concretándolo en su vida (es el fuego dentro de su corazón).  El resultado del Cursillo es una experiencia vivida profundamente, no es sólo receptiva, y esto compromete. Y la vivencia común de las personas que realizan el Cursillo es el descubrimiento, el sentir “¡cómo no he descubierto esto! Si Dios me quiere como soy, ¿cómo no lo he descubierto antes?”. Las manifestaciones en las clausuras son de mucha alegría y asombro. Las personas constatan que es posible a través de la oración, de la perseverancia y de haberse comprometido en la sociedad con el carisma de cada uno.No es fácil describir exactamente lo que pasa durante los tres días del Cursillo. La primera razón es que, si se quiere hablar del aspecto más importante del fin de semana, hay que mirarlo como una vivencia. Y una vivencia se transmite difícilmente con simples palabras. Tomemos un ejemplo: para  descubrir verdaderamente y admirar con fascinación la belleza de una vidriera, ¿no habrá que contemplarla desde el interior? ¿Cómo uno desde el exterior podría apreciarla, viendo sólo los vidrios empañados y las ranuras de plomo? Así es el Cursillo: hablar de ello no es suficiente. Cuando se habla, se tiene la impresión de ir dejando de lado lo esencial. Además, la vivencia del Cursillo es tan profunda que es difícil explicar, porque toca el misterio de Dios. ¿Quién podría predecir por cuál elemento del Cursillo la gracia hará su camino, cómo Dios tocará tal persona en lo que tiene de especial y único? Otra razón menos profunda, y que también nos detiene a hablar del Cursillo muy abiertamente, es que el fin de semana lleva en sí un cierto número de sorpresas agradables que es preferible no revelar para guardarle a esta vivencia toda su frescura y su dinamismo (su "impacto").Habiendo hecho la advertencia anterior, se puede de todas maneras describir brevemente cómo se presentan las cosas exteriormente. El fin de semana comienza el jueves por la noche y termina el domingo siguiente en horas de la tarde. Durante esos tres días se desarrolla el "pequeño curso" (Cursillo) sobre los aspectos fundamentales del cristianismo. Dicho "curso" no tiene ningún aspecto académico. Se construye con la base de testimonios concretos, "rollos", dados principalmente por unos laicos, y a los cuales se reacciona en equipos (intercambio en grupos). Entre esos rollos e intercambios se intercalan unos cantos y momentos preciosos de descanso como también francas risas y oraciones. Todo el fin de semana se desenvuelve en un clima de libertad, de respeto de unos para con otros y de calor humano. El tiempo pasa sin que uno se de cuenta. Si algunos llegan el jueves por la noche con inquietudes y reticencias, son pocos los que no salen de allí regocijados y transformados. ¡Es una vivencia inolvidable! Podríamos decir que el Cursillo tiene cuatro etapas:

1. Preparación: motivación del Cursillo y planteamiento de la pregunta ¿quién soy yo?2. Proclamación: llamada a crecer en plenitud y a un vivir cristiano en profundidad, opción

de un planteamiento personal de fe.3. Conversión: respuesta que pide la opción por la fe. Poner a Cristo como eje de nuestra

vida, siendo al mismo tiempo conscientes del compromiso que esto comporta.4. Proyección: redescubrir la realidad que nos rodea. Deseo de participar en su

transformación. Valorar la necesidad de la comunidad cristiana. Apertura a las preguntas ¿dónde vamos? y ¿qué tenemos que hacer?

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El número de candidatos no va sólo supeditado a la capacidad de albergue del lugar donde se dan los fines de semana, sino que existe una tradición al respecto, tanto para el mínimo como para el máximo. En cuánto al mínimo de candidatos, la tradición quiere que para asegurar un clima de plena libertad el número de candidatos no debe ser inferior al del equipo. De tal modo que si, por ejemplo, hay solamente 7 candidatos, el equipo se debe reducir a 7, dando dos rollos a algunos rollistas. En cuánto a la tradición sobre el máximo, después de reflexionar sobre Cursillos de hasta 60 candidatos que han existido se ha llegado a la conclusión que, para conseguir mayor eficacia y mayor atención a cada una de las personas, hubiera sido mejor realizar dos Cursillos de 25 a 30 candidatos, utilizando el mismo equipo para las dos veces. El número ideal parece ser el de 25 a 30 candidatos, con un equipo de 12 personas, no más.Pero la experiencia de tres días no es un fin en sí mismo, es sólo una etapa. Es claro que si la finalidad del M.C.C. es llevar a unos cristianos a ser signos del Evangelio en sus ambientes, esto no se hace en tres días. Los tres días del Cursillo no son sino el trampolín del Movimiento. La experiencia en los Cursillos de Cristiandad tiene en realidad tres tiempos: lo que es el precursillo (invitar a las personas a que vivan una experiencia de Iglesia como es el Cursillo), el Cursillo, proclamación de los contenidos fundamentales del Credo de nuestra fe que lleva a que la persona se encuentre consigo misma en la fe y se comprometa con el Señor, y el postcursillo o etapa posterior al Cursillo. Cuando el Cursillo termina hay una especie de clausura en la que personas que ya han hecho el Cursillo dan testimonio de la posibilidad de vivir la fe y los valores evangélicos en comunidades. Entonces se les ofrecen reuniones en los lugares de inserción donde pueden realizar su vocación personal como miembros de Iglesia. El Movimiento de Cursillos ofrece medios para formar parte del Movimiento y profundizar en la experiencia del Cursillo, pero no se queda con las personas sino que desea incorporarlas a cualquiera de las realidades de la Iglesia y no necesariamente al Movimiento.Lo que cuenta más para el M.C.C. es lo que viene después del fin de semana inicial del Cursillo. Es decir, el “postcursillo” o lo que los cursillistas llaman “el cuarto día”. Vivir un Cursillo es más que una inolvidable experiencia ¡es el inicio de una vida nueva! Cada día habrá que ahondar la invitación "Venid y ved" y ya sabrán la forma de ayudarse mutuamente a realizar la misión: "Id, yo os envío". También el M.C.C. tiene su propio método para mantener la perseverancia en este afán, en este rumbo de santificación y de evangelización. El descubrimiento de lo que hay en lo fundamental cristiano se prolonga y se profundiza en dos tipos de encuentros regulares, basados en la amistad, que están previstos y propuestos a los cursillistas si desean seguir su camino en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad: la “Reunión de Grupo” y la “Ultreya”.La Reunión de Grupo es el encuentro de algunas  personas (de 3 a 6) que han hecho su Cursillo y que se reúnen con regularidad para intensificar su amistad, ayudarse a vivir el Evangelio y trabajar a que su ambiente sea más cristiano, estimulándose a consagrar tiempo a la oración, al estudio y a la acción. Estos grupos de amistad son el núcleo central del método del Cursillo.  Desde los comienzos los fundadores del M.C.C. han visto ahí el medio de "formar unos núcleos de cristianos fermentos de Evangelio dentro de su ambiente".  La fuerza de las Reuniones de Grupos viene del hecho de que para el crecimiento del Reino no hay nada mejor que compartir la gracia de Dios entre amigos. Se intercambia en forma del llamado "trípode". O sea, haciendo referencia:

a su vida personal con el Señor (piedad). a los medios escogidos para profundizar su fe y el estudio del medio ambiente

(formación). al resultado de las acciones ya tomadas y a la planificación de otras en vista a cambiar

ciertas cosas que deberían ser más justas (evangelización).La palabra “ultreia" es una antigua palabra española que usaban los peregrinos de Compostela cuando se encontraban para saludarse y animarse a lo largo del camino.  Esta palabra,

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probablemente derivada del latín “ultra” (que significa “más allá”), significaba "¡Adelante!". Los cursillistas se inspiran en esa palabra para dar nombre a la “Ultreya”, tipo de encuentro que tiene lugar después del Cursillo que es más numeroso que las Reuniones de Grupo y que normalmente tiene periodicidad semanal.  Es la reunión de los cursillistas de una o algunas parroquias. En un clima de amistad, se intercambia sobre lo vivido, sea en base al trípode (piedad, formación, evangelización) o a partir de un texto del Evangelio. Se escuchan testimonios referentes a la vida interior y también experiencias apostólicas. Este hecho de compartir lo vivencial llega a ser un "modelo" apostólico, un ejemplo práctico, un reto del Señor que parece invitarnos: "Id vosotros y haced lo mismo". En el Movimiento de los Cursillos a menudo se  menciona  la palabra "palanca". En el diccionario, palanca es una palabra que deja entender la necesidad de usar un aparejo para conseguir una finalidad. "Dadme una palanca y un punto de apoyo, así podré alzar la tierra" (Arquímedes). Una palanca es una barra rígida que puede girar alrededor de un punto fijo para levantar las cargas. Una palanca es un aparato de levantamiento que consiste en un mecanismo multiplicador. Se utiliza una palanca para vencer una resistencia. Gracias a la palanca se puede alzar unas cargas con un esfuerzo motor relativamente mínimo. ¿Qué significado tiene para el Movimiento?  En el M.C.C. se usa la palabra palanca para designar la fuerza espiritual que representan las oraciones y los sacrificios voluntarios que se realizan de manera individual o comunitaria, con el fin de obtener la gracia de la conversión. Así como la palanca permite a una persona mover alguna cosa que está encima de su fuerza, las oraciones y los sacrificios permiten al apóstol realizar mucho más de lo que podría hacer por sí mismo. La palanca contribuye a vencer la resistencia a la gracia de parte de aquellos por quienes se ora. Hace surgir la vida en abundancia. Esto es un misterio de fe. Ofrecer una palanca resulta al poner en práctica el dogma de la comunión de los santos. Como lo mencionaba Pío XII dentro de su Encíclica sobre el Cuerpo místico: "Verdaderamente esto es un misterio grave y que nunca podremos meditar lo suficiente, el hecho de que la salvación de muchos depende de las oraciones y de los sacrificios voluntarios de los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo".  Todos los cursillistas están invitados a "hacer palanca", no solamente con ocasión de los fines de semana de Cursillo que tienen lugar en su diócesis sino todas las semanas, pues siempre hay un Cursillo en algún lugar del mundo.La “Escuela de Formación” es una estructura importante dentro del M.C.C. La expresión "escuela de formación" sugiere, en primer término, un lugar dónde se dispensan unos cursos. Y de hecho se dan unas sesiones de formación espiritual y apostólica conformes a la mentalidad propia del M.C.C. Sus nombres difieren: “Escuela de Formación”, “Escuela de Líderes”,  “Escuela de Jefes”, “Escuela de Dirigentes”,  “Escuela de los Rollos”, “Escuela de la Fe”, “Curso”, etc.  Los medios también varían.  A esas diversas sesiones se añaden las jornadas de retiros, las conferencias, los “Aggiornamentos”, los “Cursillos del Cuarto Día”,  los “Cursillos de Renovación”, los “Emaús”, las “Ultreyas Especiales”, etc. Todos son medios para proseguir la formación que nos ayuda a ser mejores cristianos y mejor fermento dentro de nuestro ambiente. Por otro lado, según el libro de las "Ideas fundamentales del Movimiento de los Cursillos", la palabra “Escuela” revela igualmente otra realidad, más difícil de captar pero más importante todavía: ”En el lenguaje de los fundadores del Movimiento esta palabra designaba lo que se podría llamar, en nuestro idioma de hoy, un equipo de planificación y de desarrollo”. Eduardo Bonnín y sus compañeros, que aprendían a centrarse en Jesucristo, a estudiar su medio ambiente y a establecer unas estrategias de evangelización, se consideraban como si estuvieran formando una "escuela".  Su Reunión de Grupo era una  Escuela.  En este sentido las Ideas Fundamentales afirman: "Aunque esto parezca paradójico, el M.C.C. ha nacido de una escuela y no lo inverso. [...] La escuela es anterior a los Cursillos, puesto que se han originado en su seno y de ella se nutren todavía y a partir de ella se difunden. De todo tiempo, la escuela ha sido -y sigue siendo- el pilar esencial para la continuidad y el desarrollo del M.C.C." En el M.C.C. la Escuela es antes que todo este equipo de animadores y de expertos que orienta el Movimiento, que contribuye a mantener la mentalidad propia del

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M.C.C., que busca mejorar las Ultreyas (la Escuela es a las Ultreyas lo que el equipo es al Cursillo), que estimula las Reuniones de Grupos, que prepara a los animadores de un Cursillo y que va a asegurar la formación de todos, particularmente la de los dirigentes. Es una estructura operativa tan esencial en el Movimiento como el mismo Secretariado. Cada diócesis que establece el Movimiento debe abrir una Escuela de este tipo. Es la primera estructura que se debe poner en marcha para asegurar un buen seguimiento de las operaciones.  El M.C.C. se establece y se desarrolla por su Escuela.Los “Aggiornamientos” y “Cursillos del Cuarto Día” (también llamados “Cursillos de Renovación” o “Emaús”) son medios de formación para los ya cursillistas puestos en práctica en encuentros de fines de semana o de tres días de mucho provecho espiritual, que estimulan a los cursillistas a ir adelante en su conversión y su acción apostólica.El saludo “de colores” es algo importante en el M.C.C. y propio del mismo. “De colores” es una expresión que nos hace recordar la necesidad de ver lo bueno de la vida. Si hay momentos de tinieblas en la vida, la esperanza cristiana “da colores” a lo que vivimos. Así es el caso por ejemplo de la persona que descubre que es amada por alguien a quién ella quiere también. Para los enamorados lo cotidiano pierde su sombrío, el sol brilla, la vida es bella, es "la vida de colores". De la misma manera, la toma de conciencia de ser amado por Dios de una forma incondicional y tan generosa hace surgir en el fondo de sí un arco iris increíble. Después de este descubrimiento la vida  ya no es igual. Se puede ver el mundo de otra manera, se actúa de forma diferente y se descubre, en la comunidad cristiana, las múltiples facetas del rostro de Cristo. Como el prisma descompone la luz blanca en una gama de colores variados así, dentro de los que nos rodean, cada persona lleva su color, cada cual refleja un aspecto de Jesucristo. El saludo "de colores" evoca la alegría causada por el descubrimiento del amor de Dios y de la presencia de Cristo dentro de nosotros mismos y de los demás. Sin embargo hay que recordar que si se ha llegado a utilizar esta expresión ha sido más bien por coincidencia, a causa de un canto titulado "De colores" que era muy popular en el momento del primer Cursillo en la isla de Mallorca (isla del mar Mediterráneo donde la primavera es una verdadera feria de colores). Este canto, proveniente del folklore mexicano, expresaba la alegría de vivir y cantaba las bellezas de la creación. Fue adoptado espontáneamente por los primeros cursillistas como el reflejo de lo que vivían interiormente. Su popularidad se perpetúa de un Cursillo a otro y acaba por imponerse como un canto tema del Movimiento, aunque nunca haya sido reconocido oficialmente como tal.

¿CÓMO SE ORGANIZA?

Un Movimiento con una envergadura universal debe contar con estructuras para mantenerse en el pensamiento original de sus fundadores. Siendo únicamente diocesano en un principio el Movimiento sintió rápidamente la necesidad de una agrupación nacional para salvaguardar la unidad, pues la tendencia era de llamar al Movimiento según el nombre de la diócesis: había los “Cursillos de Palma”, los “Cursillos de Madrid”, etc., y cada uno con sus particularidades. A esta agrupación se la llamará “Secretariado Nacional”. El primer país que formó un Secretariado Nacional no fue sin embargo España (que no quería en un principio, para salvaguardar la autonomía de las diócesis) sino Colombia, en América Latina. España seguirá pronto, y luego la mayoría de los demás países. La necesidad de reunirse en un nivel superior se experimentó al ser ya numerosos los secretariados nacionales en una misma región. Esta agrupación superior se llamará “Grupo Internacional”. Y siendo común el idioma fue en América Latina donde se formó el primer Grupo Internacional, designado con la sigla “O.L.C.C.” Es decir: “Oficina Latinoamericana de Cursillos de Cristiandad”. La primera asamblea de este Grupo Internacional tuvo lugar en Bogotá (Colombia) en 1968, y fue ahí donde se escribió la definición del Movimiento tal como aparecerá más tarde

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en la primera edición de las I.F.M.C.C., en 1972, copiada integralmente en la nueva edición. Después del ejemplo dado por América Latina se formaron otros dos Grupos Internacionales: el “G.E.T.” (“Grupo Europeo de Trabajo”) y el “G.L.I.” (“Grupo de Lengua Inglesa”). El G.E.T., como lo indica su nombre, agrupa a los países de Europa que tienen Cursillos. Este Grupo tiene una fuerte expansión debido a la apertura de los países del Este, que piden fuertemente la implantación del M.C.C. después de haber sufrido bajo el comunismo un largo invierno religioso. El G.L.I. comprende ahora los países de habla inglesa en América, incluyendo los del Caribe.Pero no era suficiente tener Grupos internacionales. Pronto se sintió la necesidad de tener una coordinación entre ellos. Nació entonces, de una delegación de los tres Grupos anteriores, un organismo mundial conocido bajo la sigla “O.M.C.C.”. Es decir, “Organismo Mundial de los Cursillos de Cristiandad”. Este organismo está formado por dos delegados de cada uno de los Grupos internacionales. Últimamente se formó otro Grupo internacional. Se llama “G.A.P.”, “Grupo Asia-Pacífico”, para los países de Asia, como Corea, y las Islas del Pacífico, como Guam. Son pues ahora cuatro Grupos en el seno del O.M.C.C. Pero un día el “Movimiento de Cursillos Francés” quiere formar el quinto Grupo internacional, Dios mediante, cuando haya suficientes países francófonos con Cursillos. De entre los 40 países del mundo que hablan francés solamente Canadá, Bélgica y Suiza tienen implantado el M.C.C. Las posibilidades son muy amplias y no esperan más que el celo de cursillistas convencidos.

¿QUÉ MEDIOS TIENE PARA SOSTENERSE?

En la mayoría de las diócesis se pide una contribución a los participantes para cubrir los gastos ocasionados por el fin de semana (albergue, comidas,  documentación, etc.). No obstante, el M.C.C. se financia fundamentalmente a través de donativos privados o de pequeñas ventas de artículos relacionados con el Movimiento. 

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