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Cómo pueden ayudar otras personas a vencer la depresión ERA la tercera vez en solo unos pocos días que, sin razón aparente, Ann ponía una conferencia. Kay, su madre, notó que su voz estaba como apagada. “Parecía una voz deprimida —explicó Kay—. Aunque ella no expresó ninguna queja, por el tono de su voz era como si estuviese clamando: ‘¡Necesito ayuda!’.” Kay se intranquilizó al presentir que había algún problema. “Le dije a mi hija que al día siguiente me presentaría en su casa —recuerda Kay—. Ann rompió a llorar, y con voz entrecortada dijo: ‘Está bien’, y colgó.” A su llegada, la madre, sorprendida, supo que Ann les había manifestado a sus amigos que se sentía totalmente desesperada e inútil. ¡Hasta había hablado seriamente de suicidarse! Sin embargo, el apoyo de Kay durante los cinco días que duró su visita ayudó a su hija a recobrarse. Fue un punto de viraje. “Esta situación me enseñó una lección: aprendí a escuchar —reconoció la madre—. Ella pudo haberse suicidado, y qué mal nos habríamos sentido si no la hubiésemos ayudado cuando lo necesitaba.” La ayuda de otras personas a menudo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para alguien que está profundamente deprimido. ¿Habría estado usted tan alerta como Kay? Ya que por todo el mundo unos cien millones de personas al año sufren de depresión profunda, lo más probable es que algún amigo o familiar suyo resulte afectado. Sin embargo, ayudar a una persona profundamente deprimida puede ser una experiencia exasperante. El doctor Leonard Cammer, en su libro Up From Depression (La salida de la depresión), habla de una madre —cuyo hijo sufría de depresión— que estaba desesperada. Cuando ambos fueron a hablar con el médico, ella se quejó, diciendo de su hijo: “Se aparta de nosotros y actúa como si no existiésemos. Pero él sabe que lo queremos, ¿por qué nos tiene que herir de este modo? Usted no tiene idea de lo que estoy pasando, doctor”. El doctor Cammer comenta: “¡Si ella solo supiese el sufrimiento por el que él ha estado pasando! [...] La persona deprimida se da cuenta de que es una carga para la familia. Pero también es una carga para sí misma, porque se siente incapaz de rectificar su condición, y a la vez avergonzada y humillada por ella. Su único recurso, entonces, es el de alejarse aún más”. La falta de sensibilidad de la madre empeoró la situación. Por lo tanto, para poder ayudar, el primer requisito es... Empatía La empatía, o la participación afectiva en los sentimientos ajenos, supone un esfuerzo por identificarse emocionalmente con la situación de otra persona. (1 Pedro 3:8.) Reconozca que la persona deprimida realmente sufre. Su angustia es real, no simulada. El apóstol Pablo aconsejó: “Lloren con los que lloran”. (Romanos 12:15.) En otras palabras: trate de entender el dolor que la persona deprimida experimenta. Aunque usted no sepa con exactitud lo que él siente, sí puede manifestar un interés genuino de querer saberlo. Anímele a hablar y, cuando él dé desahogo a sus sentimientos, trate de ver las cosas como él las ve poniéndose en su lugar. Evite hacer juicios de valor, como: “No tienes por qué sentirte así”, o “Esa es una actitud equivocada”. Las emociones de la persona deprimida son particularmente frágiles; comentarios críticos como esos solo pueden hacer que se disguste aún más consigo misma. Por lo general, su amor propio ya se habrá desvanecido. Reconstruya su amor propio Para reconstruir el amor propio del deprimido, usted debe apelar a su razón. Poco a poco y con delicadeza, ayúdele a ver que la pobre evaluación que hace de sí mismo no es justa. El simplemente darle un conmovedor discurso diciéndole que es “una gran persona” no

Cómo Pueden Ayudar Otras Personas a Vencer La Depresión

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Cómo pueden ayudar otras personas a vencer la depresión

ERA la tercera vez en solo unos pocos días que, sin razón aparente, Ann ponía una conferencia. Kay, su madre, notó que su voz estaba como apagada. “Parecía una voz deprimida —explicó Kay—. Aunque ella no expresó ninguna queja, por el tono de su voz era como si estuviese clamando: ‘¡Necesito ayuda!’.” Kay se intranquilizó al presentir que había algún problema.

“Le dije a mi hija que al día siguiente me presentaría en su casa —recuerda Kay—. Ann rompió a llorar, y con voz entrecortada dijo: ‘Está bien’, y colgó.” A su llegada, la madre, sorprendida, supo que Ann les había manifestado a sus amigos que se sentía totalmente desesperada e inútil. ¡Hasta había hablado seriamente de suicidarse! Sin embargo, el apoyo de Kay durante los cinco días que duró su visita ayudó a su hija a recobrarse. Fue un punto de viraje. “Esta situación me enseñó una lección: aprendí a escuchar —reconoció la madre—. Ella pudo haberse suicidado, y qué mal nos habríamos sentido si no la hubiésemos ayudado cuando lo necesitaba.”

La ayuda de otras personas a menudo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para alguien que está profundamente deprimido. ¿Habría estado usted tan alerta como Kay? Ya que por todo el mundo unos cien millones de personas al año sufren de depresión profunda, lo más probable es que algún amigo o familiar suyo resulte afectado. Sin embargo, ayudar a una persona profundamente deprimida puede ser una experiencia exasperante.

El doctor Leonard Cammer, en su libro Up From Depression (La salida de la depresión), habla de una madre —cuyo hijo sufría de depresión— que estaba desesperada. Cuando ambos fueron a hablar con el médico, ella se quejó, diciendo de su hijo: “Se aparta de nosotros y actúa como si no existiésemos. Pero él sabe que lo queremos, ¿por qué nos tiene que herir de este modo? Usted no tiene idea de lo que estoy pasando, doctor”. El doctor Cammer comenta: “¡Si ella solo supiese el sufrimiento por el que él ha estado pasando! [...] La persona deprimida se da cuenta de que es una carga para la familia. Pero también es una carga para sí misma, porque se siente incapaz de rectificar su condición, y a la vez avergonzada y humillada por ella. Su único recurso, entonces, es el de alejarse aún más”. La falta de sensibilidad de la madre empeoró la situación. Por lo tanto, para poder ayudar, el primer requisito es...

EmpatíaLa empatía, o la participación afectiva en los sentimientos ajenos, supone un esfuerzo por identificarse

emocionalmente con la situación de otra persona. (1 Pedro 3:8.) Reconozca que la persona deprimida realmente sufre. Su angustia es real, no simulada. El apóstol Pablo aconsejó: “Lloren con los que lloran”. (Romanos 12:15.) En otras palabras: trate de entender el dolor que la persona deprimida experimenta.

Aunque usted no sepa con exactitud lo que él siente, sí puede manifestar un interés genuino de querer saberlo. Anímele a hablar y, cuando él dé desahogo a sus sentimientos, trate de ver las cosas como él las ve poniéndose en su lugar. Evite hacer juicios de valor, como: “No tienes por qué sentirte así”, o “Esa es una actitud equivocada”. Las emociones de la persona deprimida son particularmente frágiles; comentarios críticos como esos solo pueden hacer que se disguste aún más consigo misma. Por lo general, su amor propio ya se habrá desvanecido.

Reconstruya su amor propioPara reconstruir el amor propio del deprimido, usted debe apelar a su razón. Poco a poco y con delicadeza, ayúdele a

ver que la pobre evaluación que hace de sí mismo no es justa. El simplemente darle un conmovedor discurso diciéndole que es “una gran persona” no resulta ser la solución. “El que quita una prenda de vestir en día de frío es como vinagre sobre álcali y como cantor con canciones a un corazón triste”, dice Proverbios 25:20. Esos esfuerzos vanos dejan a la persona deprimida, emocionalmente desanimada e irritada, pues rara vez se consideran las razones por las cuales ella se siente inútil.

Por ejemplo: una persona deprimida pudiera comentar: “Pienso que no valgo y nunca valdré nada”. Usted podría decirle en un tono conciliador: “¿Podrías explicarme por qué piensas así?”. Cuando la persona empiece a explicarse, escúchela atentamente. Esa atención indivisa le da la seguridad de que lo que él está diciendo es importante. Según se vaya abriendo la persona, usted podrá hacerle preguntas adicionales con el fin de ayudarla a identificar el tipo de razonamientos que pueden ocasionar la depresión y corregirlos.

Emplee preguntas sencillas y directas, pero no en tono reprensivo, sino con el propósito de lograr que la persona razone. (Véase el cuadro de arriba.) Si usted observara que la persona hace cosas que contribuyen a agravar su problema, entonces podría preguntarle de una manera bondadosa, evitando un tono acusativo: “¿Crees que lo que has estado haciendo hasta ahora te ha ayudado? ¿No te parece que tendrías que hacer las cosas de manera diferente?”. El dejar que la persona dé sus propias sugerencias puede ayudarla a recuperar la confianza en sí misma.

La persona deprimida tiende a desestimar todas sus buenas cualidades; por consiguiente, enfoque su atención en sus habilidades y aptitudes personales. Puede que tenga buena mano para las plantas o sea una buena cocinera. O tal vez él les haya dado a sus hijos una formación buena y estable. Piense en aspectos en los que la persona deprimida ha tenido éxito y llame su atención a estas cosas. Quizás hasta podría hacer que pusiese por escrito algunas de ellas con el

fin de repasarlas más tarde. También puede ser de ayuda el que esa persona haga uso de sus talentos para ayudarle a usted.

Por ejemplo: María, una excelente modista, llegó a estar gravemente deprimida. Una de sus amigas le preguntó: “¿Podrías ayudarme a escoger un corte de tela y un patrón? Quiero hacerme un traje”. María se ofreció a hacérselo. “¿Me lo harás tú?”, respondió su amiga. Más tarde, ella le agradeció afectuosamente a María el traje que le había hecho, y en una carta le explicó que había recibido muy buenos elogios por él. “Esto aumentó mi confianza e iluminó mis días —dijo María—. Luego supe que en el pasado ella había sufrido de depresión, y sabía que el que yo me ocupase en esa labor sería de gran ayuda para mí. Lo fue. Ella hizo más por mí que lo que yo hice por ella.”

Por consiguiente, ayude a la persona deprimida a que desarrolle algunos objetivos concretos a corto plazo que estén al alcance de sus aptitudes y circunstancias. Pueden ser responsabilidades domésticas sencillas, trabajos manuales o hasta el hacer comentarios constructivos. Como dijo una mujer que había estado gravemente deprimida: “Procuraba decir cada día algo que fuese edificante para mi familia o para alguna amistad”. El alcanzar estos objetivos menores ayuda a desarrollar el amor propio.

Cuando se trata de su cónyugeLa primera suposición a la que llegan muchas personas cuyos cónyuges se ven afectados por una depresión

profunda es que, de alguna manera, ellos son responsables de su abatimiento. Esto produce un sentimiento de culpa y, a su vez, crea fricción. No obstante, la depresión no es necesariamente una señal de que el matrimonio no haya dado buen resultado.

Después de estudiar la vida de cuarenta mujeres deprimidas, Myrna Weissman y Eugene Paykel propusieron la siguiente conclusión en su libro The Depressed Woman (La mujer deprimida): “No todas las mujeres deprimidas han tenido un matrimonio desgraciado antes de su enfermedad. Hemos hallado que en un número considerable de matrimonios existía una comunicación libre y abierta, y mutua sensibilización a las necesidades tanto de uno como del otro [...] antes de que se produjera la depresión. Fue la enfermedad la que impuso una considerable tensión en sus relaciones”. (Cursivas nuestras.)

Sin embargo, aunque una relación tensa y despegada con el cónyuge no siempre ocasiona depresión, a veces puede crear un ambiente mucho más propicio para que se desarrolle. Algunos factores que inducen a la depresión vienen indicados en la tabla que aparece en la página 15. Un marido cuya deprimida esposa desarrolló sentimientos suicidas reconoció: “No tomé en serio mi responsabilidad de velar por sus necesidades emocionales y espirituales. Ella era para mí una compañera de habitación más que una esposa. Estaba demasiado ocupado ayudando a otras personas como para darle a mi esposa el aliento y el calor que ella quería y necesitaba. Tuve que esforzarme en el aspecto de la comunicación, así como en saber compartir de mí mismo con ella”. ¿Hay aspectos de su vida familiar que necesitan mejorarse? ¿Qué más puede ayudar a su cónyuge?

□ ¡Paciencia, paciencia, paciencia! Debido a que una persona deprimida tiene un padecimiento emocional, puede llegar a criticar duramente a su cónyuge. Victoria, que padecía una depresión crónica, confesó: “Me odiaba a mí misma y me sentía miserable. Estoy segura de que mi esposo y mis hijos hubiesen deseado encerrarme en un armario y tirar la llave. Sin embargo, centenares de veces les oí decir: ‘Te queremos; sabemos que esa no ha sido tu intención’, o ‘Es que estás cansada’”. En efecto, hay que reconocer que la persona dirá muchas cosas que realmente no siente. Aun Job, un hombre de fe, a causa de su irritación reconoció: “Mis propias palabras han sido habla desatinada”. (Job 6:3.) Cuando uno es capaz de entender que no es el blanco de sus ataques, podrá contestar con un tono apacible y amable que, por lo general, suavizará la situación. (Proverbios 15:1; 19:11.) No espere que su cónyuge mejore de un día para otro.

□ Proporcione apoyo espiritual y emocional. Muchas personas deprimidas han hallado que las reuniones de los testigos de Jehová les proporcionan el ánimo espiritual que necesitan para aguantar. (Hebreos 10:25.) Pero Irene, cuya depresión duró unos dieciocho meses, reconoció: “Una tarde, antes de ir a la reunión, comencé a llorar porque apenas podía resistir la idea de tener que enfrentarme a todos”. Añadió: “Pero mi esposo me animó, y, después de una oración, fuimos todos. Aunque tenía que reprimir las lágrimas durante la reunión, estaba muy agradecida a Jehová Dios porque me daba la fortaleza necesaria para estar allí”.

Además de la ayuda espiritual, un cónyuge deprimido necesita la seguridad de que tiene el apoyo emocional de su pareja. Irene explica lo que su esposo hizo: “Después que los niños se acostaban, mi esposo y yo hablábamos, y, a veces, yo lloraba casi por espacio de una hora. El respaldo de su comprensión fue de gran ayuda. Él oraba conmigo, me escuchaba o me apoyaba en su hombro para que yo llorara... hacía lo que en cada momento yo necesitaba que hiciese”. Como el cristiano ha de estar interesado en agradar a su cónyuge, permita que frecuentemente el cónyuge deprimido tenga la satisfacción de saber que cumple con esa responsabilidad. (1 Corintios 7:33, 34.)

□ Provéale ayuda física. Las tareas domésticas y el cuidado de los hijos pueden convertirse repentinamente en una carga aplastante para una esposa deprimida. El esposo, así como los niños, puede ayudar a limpiar y a cocinar. Evite el preguntarle qué hacer, pues esto puede aumentar la presión. “Bob, mi esposo, no permitió que durante el tiempo de mi depresión nadie cargara sobre mí otras responsabilidades. Él llegó a ser algo así como un parachoques —dijo Elizabeth, una madre que estuvo gravemente deprimida—. Lo único en lo que en realidad tenía que concentrarme era en ponerme

mejor. El doctor —añadió Elizabeth— no solo me prescribió unas medicinas, también me dijo que hiciese ejercicios diariamente. Bob me animó a seguir las instrucciones del doctor. Cada día caminábamos juntos.” Hacer una excursión bien planeada con la persona deprimida también sirve de ayuda. Todo esto requiere mucha iniciativa por parte del esposo.

Ayuda de otras personas“Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”, dice Proverbios

17:17. La amistad auténtica se manifiesta durante un período de aflicción, como la depresión. ¿De qué manera puede ayudar un amigo?

“Cuando estuve deprimida, una amiga me escribió varias veces, y siempre incluía citas bíblicas animadoras —comentó María—. Yo leía sus cartas una y otra vez con lágrimas en los ojos. Aquellas cartas tenían el valor del oro para mí.” Cartas animadoras, postales y llamadas telefónicas son cosas que se agradecen profundamente. Las visitas estimuladoras también son un medio de ayudar. “Si nadie viene a vernos, la sensación de que estamos solos aumenta —agrega Elizabeth—. Ore con la persona, cuéntele experiencias edificantes, hasta prepárele una comida y llévela con su familia para comerla juntos. Un amigo me preparó una caja con algunas chucherías. Desempaquetarlas una a una resultó para mí en una sorpresa muy agradable.”

Naturalmente, cuando es asunto de hacerle recados y otras tareas domésticas a una persona deprimida, se ha de tener discernimiento. Respete su punto de vista. No insista en hacerle algo si ella no quiere. En ocasiones, el saber que otro está haciendo por uno lo que uno mismo debería hacer aumenta el sentimiento de culpa. Puede ser que la persona deprimida prefiera que se deje sin hacer.

Los ancianos, o pastores espirituales, en las congregaciones de los testigos de Jehová también han proporcionado una ayuda incalculable. Irene explicó: “Hablé con dos ancianos acerca de mi problema. (Mi esposo estuvo presente con el fin de apoyarme.) Este fue un paso significativo, y me ayudó en gran manera. Me di cuenta de que estos hombres se toman un verdadero interés”. Por medio de escuchar atentamente y por su buena preparación, estos hombres pueden ‘hablar confortadoramente a las almas abatidas’. (1 Tesalonicenses 5:14; Proverbios 12:18.)

Es esencial saber cuándo se ha de buscar ayuda profesional; de hecho, hacerlo oportunamente puede salvar una vida. Hay veces que las condiciones llegan a ser tan graves que se han de disponer los medios para que la persona deprimida reciba el cuidado profesional que necesita. No espere que el que está deprimido lo decida. A menudo, eso significa que alguien tiene que hacer la cita por él. Usted puede tranquilizarlo, diciéndole: “Estoy seguro de que tu enfermedad no es grave, pero debes hacerte un chequeo para que todos salgamos de dudas. Yo te quiero mucho, pero no soy médico”. Sea amable, ¡pero firme!

Ayudar a un amigo o a su propio cónyuge a vencer la depresión no es una tarea fácil, pero la perseverancia puede salvar una vida. Con frecuencia, su interés amoroso puede ser la diferencia. Por ejemplo: cuando Margaret llegó a su estado depresivo más bajo, le dijo a su esposo que quería darse por vencida y morir. Él afectuosamente le respondió: “Yo te ayudaré a que no te des por vencida”. Impresionada al comprobar su interés, Margaret explicó: “Supe entonces que podría seguir adelante”. Lo hizo, y, con el tiempo, pudo vencer la depresión.

“¡Me siento viva otra vez!”Sara había perdido el interés por todo cuanto la rodeaba, y sentía la mente como invadida por una “nube oscura”.

“Tenía la sensación de estar muerta —dijo—. ¡Ahora me siento viva otra vez!”

Ella era una de los millones de personas que por todo el mundo luchan hoy contra un enemigo despiadado que ataca indiscriminadamente a toda clase de gente: jóvenes y adultos, ricos y pobres, solteros y casados, hombres y mujeres. Es un enemigo mortífero, pues hasta un 70% de todos los suicidios pueden atribuirse a la depresión. Es capaz de acabar con la carrera de una persona y destruir familias.

Lea acerca de cómo Sara y otras personas vencieron en su lucha.

La lucha contra un enemigo implacable

“ESTA ha sido la prueba más dura de mi vida —dijo Elizabeth—. Es maravilloso estar en pie otra vez. Me siento como si hubiese recobrado la vida. ¡Ahora puedo percibir de nuevo el perfume de las rosas!” Esta mujer de cuarenta y dos años de edad había vencido a un enemigo del cual se dice que ha causado más sufrimiento que cualquier otro trastorno mental: la depresión.

Alexander no fue tan afortunado. A los treinta y tres años de edad llegó a estar muy deprimido, perdió el apetito y quería estar solo. “Se sentía como si el mundo entero se hubiese colapsado y no hubiese nada por lo que valiera la pena seguir viviendo —dijo Esther, su esposa—. Pensaba de sí mismo que no servía para nada.” Convencido de que jamás se repondría, Alexander se arrojó al vacío, suicidándose.

Tanto Elizabeth como Alexander se hallaban entre los cien millones de personas de todo el mundo que, según se informa, presentan cada año un grado de depresión clínicamente diagnosticable. Uno de cada cuatro estadounidenses y uno de cada cinco canadienses sufre de, al menos, un trastorno depresivo grave durante su vida. También se informa que la depresión es una enfermedad común en África, y que está en alza en la República Federal de Alemania. De modo que es muy posible que usted tenga un amigo o un pariente que haya sido o sea víctima de la enfermedad.

La esposa de Alexander, quien hizo cuanto estuvo a su alcance por ayudarlo, comenta: “Cuando alguien dice que está deprimido y que siente que no sirve para nada, tómelo en serio”. La depresión grave es algo más que un desánimo pasajero o simple melancolía. Puede ocasionar la muerte; es un enemigo implacable que puede lisiar y mutilar emocionalmente. De reconocer esto puede depender la vida o la muerte.

“Un tormento en mi cerebro”Todos estamos sujetos a la pérdida de un ser querido, a frustraciones y a desengaños. La tristeza es una reacción

normal. En sentido emocional, es como si uno echase el cierre y lamiese sus propias heridas; gradualmente uno comienza a encararse a la realidad de una situación que ha cambiado. Uno confía en que mañana será otro día, y pronto comienza a disfrutar de nuevo de la vida. Pero es distinto cuando se trata de una depresión crónica.

“Durante ocho meses, ni el ir de compras ni ninguna otra cosa me hizo sentir mejor”, dijo Elizabeth. Carol, otra afectada, añadió: “Era como un tormento en mi cerebro, como tener sobre la cabeza una espesa nube. Ni un millón de dólares que me hubiesen dado, hubiera podido disipar aquel horrible sentimiento”. Cierta persona dijo que ‘uno se siente como si llevara gafas ahumadas... las cosas pierden a la vista todo su atractivo. Además, es como si las gafas tuviesen aumento, de manera que cualquier problema parece aplastante’.

La depresión presenta un amplio espectro de estados emocionales, que van desde la tristeza hasta la desesperación y el suicidio. (Consúltese el recuadro de la página 4.) La cantidad de síntomas, su intensidad y su duración son factores que contribuyen a determinar cuándo se pasa de un estado melancólico a una depresión crónica.

No siempre es fácil su diagnósticoCon frecuencia resulta difícil diagnosticar la depresión debido a que, tal vez, el paciente también presente síntomas

de trastornos físicos. “Me escocían las piernas, y en ocasiones tenía dolores por todo el cuerpo. Fui a muchos doctores —explicó Elizabeth—. Estaba convencida de que los médicos no daban con mi enfermedad y de que me iba a morir.” Como en el caso de Elizabeth, un 50% de los pacientes deprimidos que buscan ayuda médica se quejan de trastornos físicos, y no emocionales.

Según escribió el doctor Samuel Guze, jefe del Departamento de Psiquiatría de la universidad de Washington, de San Luis, “por lo general se quejan de dolor de cabeza, insomnio, anorexia, estreñimiento o agotamiento crónico, pero no dirán nada de sentirse tristes, desesperados o desanimados. [...] Algunos pacientes deprimidos parecen no darse cuenta de su depresión”. El dolor crónico, la pérdida de peso o su incremento y la atenuación del deseo sexual también son síntomas clásicos.

El doctor E. B. L. Ovuga, que ejerce en el Hospital Umzimkulu, de Transkei (Sudáfrica), informa que aunque los africanos deprimidos rara vez hacen referencia a sentimientos de culpa o de inutilidad, sí se quejan de hiperactividad, introversión y dolor corporal. Un informe de la Organización Mundial de la Salud publicado en 1983 indicó que la gran

mayoría de las personas deprimidas que habían sido objeto de estudio en Suiza, Irán, Canadá y Japón presentaban los mismos síntomas básicos de pérdida de la alegría, ansiedad, falta de vitalidad y una sensación de insuficiencia.

Hay quienes tratan de enmascarar los sentimientos depresivos por medio de recurrir al alcohol y a las drogas, así como a la promiscuidad sexual, por solo mencionar algunas tendencias. Sí, “aun en la risa el corazón puede estar con dolor”. (Proverbios 14:13.) Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes. “Si un adulto está deprimido, se le nota; pero si entra un niño deprimido, no se le notaría nada —dijo el doctor Donald McKnew, del NIMH (Instituto Nacional de la Salud Mental), al ser entrevistado por ¡Despertad!—. Es por eso por lo que la depresión infantil ha pasado inadvertida durante tanto tiempo. Pero tan pronto como les hablas sobre el problema, dan salida a su depresión.”

Sin embargo, la década de los ochenta ha visto importantes avances en la comprensión y el tratamiento de la depresión. Los misterios de la química cerebral están siendo descifrados. Se han desarrollado pruebas para identificar ciertos tipos de depresión. Se ha ganado terreno en la lucha por medio del empleo de fármacos antidepresivos y de nutrientes, como ciertos aminoácidos. Además, se han empleado tratamientos de corta duración, a base de conversaciones con el médico, que han dado buen resultado. Según los investigadores del NIMH, entre el 80 y el 90% de todos los enfermos pueden ser ayudados sensiblemente por medio de la aplicación del tratamiento adecuado.

Pero, ¿qué ocasiona estos trastornos emocionales que inhabilitan a la persona?

La depresión: ¿es solo mental?

TAN pronto como él empezó a restaurar su bicentenaria casa, comenzó a deprimirse. Dormía con dificultad, y pudo darse cuenta de que le era extraordinariamente difícil hacer un esfuerzo mental prolongado. Su familia comenzó a preguntarse si la casa estaría encantada. Observó que experimentaba los peores síntomas, los cuales incluían dolor abdominal, después que terminaba de rascar la pintura vieja que recubría el maderaje interior de la casa. Un médico descubrió que la causa de su depresión era atribuible al envenenamiento ocasionado por el plomo que había en las sucesivas capas de pintura que él estaba rascando.

En efecto: hay ocasiones en que incluso los materiales tóxicos son los causantes de la depresión. De hecho, puede que le sorprenda saber que la depresión pueden ocasionarla diversas causas físicas.

Hace algunos años, unos investigadores examinaron cuidadosamente a cien personas que habían sido ingresadas en el hospital de la ciudad por sufrir trastornos psíquicos, entre ellos, la depresión. En cuarenta y seis de los casos examinados se halló que los trastornos emocionales estaban directamente relacionados con afecciones físicas. Según el informe presentado en la American Journal of Psychiatry (Revista Americana de Psiquiatría), cuando estos cuarenta y seis pacientes fueron tratados de su afección física, veintiocho “evidenciaron una rápida y espectacular desaparición de los síntomas psíquicos”, y los restantes dieciocho “mejoraron sustancialmente”.

Sin embargo, la incidencia de los trastornos físicos en la depresión es compleja. La experiencia de muchos médicos es que un paciente depresivo también podría sufrir de un trastorno físico que no ha sido la causa de su depresión, pero que en su mente se convierte en el principal objeto de preocupación. No obstante, a menudo hay que tratar y curar la depresión que subyace bajo la enfermedad.

Aunque algunos trastornos físicos pueden ocasionar alteraciones emocionales o intensificarlas, también se pueden desarrollar trastornos psíquicos como reacción a enfermedades previamente existentes. Por ejemplo: después de una cirugía mayor, particularmente cardiaca, el enfermo convaleciente casi siempre se deprime. Una vez recuperado, la depresión por lo general desaparece. El desgaste que una enfermedad grave ocasiona al cuerpo también puede ser la causa de trastornos depresivos. De la misma manera, una reacción alérgica a determinados alimentos u otras sustancias puede provocar en algunas personas una fuerte depresión.

La herencia también puede ser un factor que incida en el desarrollo de ciertos tipos de depresión en la persona. A principios de año, los investigadores anunciaron el descubrimiento de un defecto genético heredado que, según se cree, puede hacer que algunas personas sean susceptibles a estados maniacodepresivos.

Además, según algunos expertos médicos, de un 10 a un 20% de madres primerizas experimentan una verdadera depresión clínica. Sin embargo, los investigadores no están de acuerdo en cuanto a si este trastorno obedece a cambios hormonales relacionados con el parto o con la tensión emocional que conlleva la maternidad. Hallazgos recientes también parecen indicar que el síndrome premenstrual y la ingestión periódica de píldoras anticonceptivas tienden a ocasionar estados depresivos en algunas mujeres.

Así mismo, la investigación actual ha revelado que algunas personas parecen sufrir de estados de ánimo cíclicos de aparición periódica, llamados trastornos afectivos estacionales. Tales personas se sienten muy deprimidas durante el otoño y el invierno. Disminuyen su actividad y, por lo general, duermen demasiado, se apartan de amigos y familiares, y experimentan cambios en su apetito y hábitos de alimentación. Pero al llegar la primavera y el verano, se hallan eufóricos, activos, llenos de vigor, y su comportamiento funcional suele ser bueno. A algunos se les ha tratado con éxito mediante una terapia a base de luz artificial controlada.

Por todo lo considerado, puede apreciarse que la depresión no es solo una cuestión “mental”. Por consiguiente, si un estado depresivo persiste, es esencial que uno se haga un examen médico completo. Pero ¿y si no se encuentra ninguna causa física que lo justifique?

La raíz psicológica

“HE HECHO todo tipo de pruebas y no parece haber ningún trastorno físico —le dijo amablemente el doctor a Elizabeth—. Creo que usted está gravemente deprimida, y por alguna buena razón.”

Elizabeth, que suponía que tenía algún trastorno físico, comenzó a preguntarse si el doctor estaría en lo cierto. Pensó en la lucha diaria que durante los últimos cinco años llevaba sosteniendo con su ingobernable y, a menudo, incontrolable hijito de seis años de edad, a quien más tarde se le diagnosticó una deficiencia en su capacidad de atención. “La tensión y la ansiedad de cada día, que no cesaban, le pasaron a mi estado emocional una abultada factura —reconoció Elizabeth—. Llegué a un punto en que me sentía desesperada y dispuesta al suicidio.”

Como Elizabeth, muchas personas deprimidas, se han enfrentado a una gran cantidad de tensión emocional. De hecho, en un destacado estudio realizado por George Brown y Tirril Harris, estos investigadores británicos hallaron que la mujer deprimida tiene una proporción de “grandes dificultades” —tales como la mala vivienda o relaciones familiares tensas— tres veces mayor que la no deprimida. Estas dificultades han ocasionado una “considerable y, a menudo, incesante angustia” por un período de por lo menos dos años. Experiencias duras en la vida, como la muerte de un familiar cercano o un amigo, una enfermedad o un accidente grave, malas y desagradables noticias, o la pérdida del empleo, han sido cuatro veces más comunes entre mujeres deprimidas.

No obstante, Brown y Harris encontraron que la adversidad por sí sola no causa la depresión. Mucho depende de la reacción mental, así como de la vulnerabilidad emocional de la persona.

“Todo parecía inútil”Sara, por ejemplo, una esposa trabajadora y madre de tres niños, sufrió un tirón en la espalda en un accidente

laboral. Su médico le dijo que tendría que restringir bastante su actividad física, pues se le había producido una fisura discal. “Pensé que todo mi mundo se venía abajo. Siempre había sido una persona activa, y me gustaba practicar deporte con mis hijos. Reflexioné en lo que esta pérdida significaría para mí, y pensé que nunca mejoraría. Perdí la alegría de vivir. Todo parecía inútil”, reconoció Sara.

Su reacción ante el accidente la indujo a pensamientos desesperanzados respecto a su vida en conjunto, y esto alimentó la depresión. Como dijeron Brown y Harris en su libro (Social Origins of Depression): “Esto [el incidente inductor, como el accidente de Sara] puede hacer que la persona piense que, en general, su vida carece de esperanza. Es esta generalización de la desesperanza lo que creemos que constituye el núcleo del trastorno depresivo”.

Pero, ¿por qué muchas personas se sienten incapaces de sobreponerse al daño que ocasiona una pérdida dolorosa y caen en una depresión profunda? ¿Por qué Sara, por ejemplo, fue tan vulnerable a esos pensamientos negativos?

‘Soy indigna’“Siempre me ha faltado confianza en mí misma —dijo Sara—. Tenía muy poco amor propio, y me sentía indigna de

cualquier atención.” Los dolorosos sentimientos relacionados con nuestra falta de amor propio son con frecuencia el factor crucial. “A causa del dolor del corazón hay un espíritu herido”, dice Proverbios 15:13. La Biblia muestra que un espíritu deprimido puede ser el resultado, no de presiones externas únicamente, sino de recelos internos. ¿Qué puede ocasionar el que se tenga tan poco amor propio?

Una parte de nuestro pensamiento queda configurado por la educación que recibimos. “De niña, nunca recibí elogios de mis padres —comentó Sara—. No recuerdo haber recibido nunca un cumplido hasta que me casé. En consecuencia, siempre procuraba la aprobación de otras personas. Tengo un miedo terrible a ser rechazada.”

La intensa necesidad que Sara tenía de ser aprobada por otros es un factor común entre muchos de los que han llegado a estar gravemente deprimidos. La investigación ha revelado que tales personas tienden a hacer depender su amor propio de la aprobación y el amor que reciben de otros, más bien que de sus propios logros. Justiprecian su valía personal en la medida en que resultan agradables o atraen la atención de otras personas. Según un equipo de investigadores, “perder ese punto de apoyo resultaría en una pérdida de amor propio, lo que contribuiría significativamente a desencadenar la depresión”.

PerfeccionismoUna preocupación exagerada por lograr la aprobación de otras personas tiene a menudo manifestaciones

inesperadas. Sara explica: “Me esforzaba por hacer todo a la perfección, de modo que pudiese lograr la aprobación que no había conseguido de niña. En mi trabajo seglar, procuraba hacer las cosas con toda precisión. Tenía que tener una familia ‘perfecta’. Me había configurado una imagen que debía mantener”. Sin embargo, cuando tuvo el accidente, le pareció que todo se había perdido. “Yo creía que gracias a mí la familia marchaba bien, y temía que si no podía desenvolverme, la familia se vendría abajo y la gente diría: ‘Es una mala madre y esposa’.”

Estos pensamientos condujeron a Sara a una depresión crónica. La investigación sobre la personalidad de los deprimidos manifiesta que su caso no es único. Margaret, quien también sufrió de una grave depresión, reconoce: “Me preocupaba lo que otros pensaran de mí. Era una perfeccionista, siempre pendiente del reloj y preocupada por tener las cosas organizadas”. Fijarse objetivos irreales o ser excesivamente concienzudo y, sin embargo, no poder satisfacer nuestras propias exigencias es la raíz de muchas depresiones. Eclesiastés 7:16 advierte: “No te hagas justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte desolación?”. Procurar parecer casi “perfecto” ante otros puede ocasionar aflicción emocional y física. Las frustraciones también pueden redundar en una especie de autoinculpación destructiva.

“Es que no puedo hacer nada bien”El que uno se culpe a sí mismo puede ser una reacción positiva. Por ejemplo: a una persona podrían robarle por

culpa de andar sola por un vecindario peligroso. Ella podría reconocer que la culpa es suya por haberse metido en una situación como esa, y a partir de ese momento resolverse a cambiar y a evitar situaciones similares más tarde. Pero podría ir más allá, y culparse a sí misma por la clase de persona que es, diciendo: “Es que soy un descuidado, incapaz de evitarme a mí mismo problemas”. Este tipo de autoinculpación implica una censura de su personalidad y erosiona su amor propio.

Un ejemplo del efecto destructivo de la autoinculpación puede apreciarse en el caso de María, de treinta y dos años de edad. Durante seis meses había abrigado resentimientos hacia su hermana mayor debido a un malentendido. Una tarde puso a su hermana de vuelta y media por teléfono. Su madre, al saber lo que María había hecho, la llamó y la reprendió firmemente.

“Me enfadé con mi madre, pero estaba mucho más molesta conmigo misma porque me había dado cuenta del gran daño que le había hecho a mi hermana”, dijo María. Poco después de aquello, le gritó a su hijito de nueve años, que se estaba comportando mal. El niño se sintió muy desconcertado, y más tarde le dijo a su madre: “Mamá, gritabas como si hubieses querido matarme”.

María se sintió abatida. Dijo: “Me sentí como una persona horrible. Pensé: ‘Es que no puedo hacer nada bien’. Era todo cuanto podía pensar. Fue entonces cuando la depresión profunda realmente empezó”. Es evidente que su sentido de autoinculpación era destructivo.

¿Quiere esto decir que toda persona que sufre de una depresión profunda tiene poco amor propio? Naturalmente que no. Las causas son complejas y variadas. Aun cuando el resultado corresponda a lo que la Biblia llama “dolor del corazón”, hay muchas emociones que pueden ocasionarlo, entre las que se hallan: un enfado que no ha sido zanjado, el resentimiento, un sentimiento de culpa —real o exagerado— y las disputas con otras personas que aún están sin resolver. (Proverbios 15:13.) Todo lo mencionado puede degenerar en un espíritu herido o en depresión.

Cuando Sara se dio cuenta de que su actitud mental era la raíz de una buena parte de su depresión, al principio se sintió abatida. “Pero entonces experimenté una medida de alivio —comentó—, porque pude comprender que si mi actitud mental la había ocasionado, también podría remediarla.” Sara comentó que esta idea le creó cierta emoción; dijo: “Me di cuenta de que si yo cambiaba respecto a mi manera de ver ciertas cosas, mi vida se vería afectada para bien a partir de ese momento”.

Sara hizo los cambios necesarios, y su depresión se disipó. Así mismo, María, Margaret y Elizabeth vencieron en su lucha. ¿Qué cambios hicieron?

Cómo vencer la depresión

“CON dirección diestra te ocuparás en tu guerrear”, dice Proverbios 24:6. Se requiere dirección diestra y no solo buenas intenciones para ganar una batalla. También es cierto que, si usted sufre de depresión, no desearía hacer algo inadvertidamente que le hiciera sentirse peor. Por ejemplo: un estudio sobre personas depresivas realizado en 1984 halló que algunos trataban de hacer frente a la depresión por medio de ‘descargar su ira sobre otras personas, o reducir la tensión por medio de beber más, comer más e ingerir más tranquilizantes’. El resultado: “Aumento de la depresión y de los síntomas físicos”.

Algunas personas deprimidas rehúyen buscar “dirección diestra” porque temen que se les considere enfermos mentales. Sin embargo, la depresión profunda no es indicio de deficiencia mental ni de debilidad espiritual. Las investigaciones demuestran que este grave trastorno puede presentarse cuando se produce en el cerebro una disfunción química. Como esta puede ser ocasionada por un trastorno físico, si usted ha estado profundamente deprimido por un período superior a dos semanas, es conveniente que se haga un examen médico. Si el examen revelara que el problema no obedece a un trastorno físico, entonces la depresión a menudo puede aliviarse por medio de ajustar el modo de pensar y con la ayuda de alguna medicación o los nutrientes apropiados. El que uno venza la depresión no significa que nunca volverá a padecer de un estado de ánimo deprimido. La tristeza es parte de la vida. No obstante, si uno dirige diestramente sus golpes, podrá desenvolverse mejor ante la depresión.

Es frecuente que el médico prescriba antidepresivos. Estos fármacos están preparados para eliminar el desequilibrio químico. Elizabeth, mencionada anteriormente, los empleó, y en unas semanas su estado de ánimo comenzó a mejorar.

“Aun así, además del empleo de los medicamentos, tenía que esforzarme por cultivar una actitud positiva —dijo ella—. Con el ‘empuje’ que me daba la medicación, me sentía determinada a mejorarme. También mantuve un programa diario de ejercicios físicos.”

Sin embargo, el uso de antidepresivos no siempre da resultados. En algunas personas se presentan efectos secundarios problemáticos. Y aun si la disfunción química se corrige, a menos que uno corrija su enfoque mental, la depresión puede volver. No obstante, se puede obtener mucho alivio si uno está dispuesto a...

Exteriorizar sus sentimientosSara se sentía profundamente resentida por haber tenido que asumir responsabilidades familiares unilateralmente, así

como por la presión de atender un trabajo seglar. (Véase la página 7.) “Pero yo había retenido esos sentimientos en mi interior —dijo Sara—. Una noche, sintiéndome desesperada, telefoneé a mi hermana menor y, por primera vez en mi vida, empecé a dar salida a mis sentimientos. Esto supuso para mí un giro de noventa grados, pues aquella llamada me proporcionó mucho alivio.”

Por consiguiente, si se siente deprimido, busque a alguien capaz de mostrar empatía y en quien pueda confiar. Puede ser su cónyuge, un amigo íntimo, un familiar, un ministro religioso, un médico o un consejero profesional. Una medida imprescindible para vencer la depresión, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Journal of Marriage and the Family (Revista sobre el Matrimonio y la Familia), es “tener a mano a alguien en quien apoyarse y con quien compartir las penalidades de la vida”.

El que uno exprese en palabras sus sentimientos constituye un proceso curativo que evita que la mente trate de negarse a reconocer la realidad de un problema o de una pérdida, y deje el problema sin resolver. Pero exteriorice sus verdaderos sentimientos. No permita que un falso sentido de orgullo, procurando dar la impresión de impavidez ante la adversidad, le inhiba. “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija”, dice Proverbios 12:25. Solo por medio de exteriorizar sus sentimientos, otros podrán empezar a comprender su “solicitud ansiosa” y ofrecerle una “palabra” de ánimo.

“Cuando llamé a mi hermana, solo pretendía que simpatizara con mi causa, pero conseguí mucho más —mencionó Sara—. Me ayudó a ver en qué estaba equivocado mi modo de pensar. Me dijo que estaba echándome encima demasiada responsabilidad. Y, aunque al principio no era eso lo que yo hubiese querido escuchar, cuando comencé a aplicar su consejo, sentí como si empezara a quitarme un enorme peso de encima.” Cuán ciertas son las palabras de Proverbios 27:9: “Aceite e incienso son lo que regocija el corazón, también la dulzura del compañero de uno debido al consejo del alma”.

Es ‘dulce’ tener un amigo o un cónyuge que hable con franqueza y ayude a ver las cosas en su justa perspectiva. Esto puede ayudarle a enfocar su atención en un solo problema a la vez. De modo que, en lugar de ponerse a la defensiva, agradezca profundamente esa clase de “dirección diestra”. Tal vez usted necesite a alguien que después de varias conversaciones pueda señalarle algunos objetivos a corto plazo que le indicarán los pasos que usted ha de ir dando a fin de corregir su situación y así reducir, o eliminar, la fuente de su tensión emocional.

El luchar contra la depresión exige que uno luche contra la falta de amor propio. ¿Cómo se puede luchar con destreza contra ese sentimiento?

Cómo luchar contra la falta de amor propioMaría, por ejemplo, como se mostró en el artículo anterior, llegó a estar deprimida a causa de problemas en el seno

familiar. Afirmó: “Soy una persona horrible, y no puedo hacer nada bien”. Eso era falso. Si ella hubiese analizado sus conclusiones, se habría podido oponer a estas por medio de razonar: “Hay cosas que hago bien y otras que hago mal, como cualquier otra persona. He cometido un par de errores, y debo esforzarme por ser más considerada, pero no por esto debo sacar las cosas de quicio”. Este razonamiento hubiera dejado intacto su amor propio.

Con frecuencia, esa voz interior excesivamente crítica que nos condena se equivoca. En la tabla que acompaña a este artículo figuran algunos pensamientos distorsionados que son típicos y que contribuyen a generar la depresión. Aprenda a identificar esos pensamientos equívocos y a mentalmente cuestionar su validez.

Otra víctima de la falta de amor propio fue Jean, una madre soltera de treinta y siete años de edad. Ella explicó: “Me hallaba bajo tensión debido a tener que encargarme de criar dos niños. Cuando veía que otras madres solteras se casaban, pensaba: ‘Debe haber algo en mí que no gusta’. Al reflexionar solo en cosas negativas, estas se fueron desproporcionando, y terminé hospitalizada por depresión”.

“Después de abandonar el hospital —prosiguió Jean—, leí en el número de ¡Despertad! del 22 de enero de 1982 una lista de ‘Ideas que pueden conducirle a la depresión’. Cada noche releía la lista. Algunas de esas ideas erróneas eran: ‘Lo que yo valga como persona depende de lo que otros piensen de mí’, ‘nunca debo sentirme herida; debo estar siempre alegre y serena’, ‘yo debería ser una madre perfecta’. Como tenía la tendencia a ser perfeccionista, tan pronto como pensaba en esos términos, le oraba a Jehová para que me ayudase a controlarme. Aprendí que los pensamientos negativos erosionan el amor propio, porque todo cuanto uno ve es el lado problemático de la vida y no las cosas buenas

que uno recibe de Dios. Al esforzarme por evitar ciertos pensamientos impropios, logré sobreponerme a mi depresión.” ¿Debería usted también cuestionar algunos de sus pensamientos o hasta rechazarlos?

¿Será culpa mía?Aunque Alexander estaba muy deprimido, se las arregló para conducir una clase. (Véase la página 3.) Cuando

algunos de sus alumnos suspendieron una importante prueba de lectura, le sobrevino la idea de suicidarse. “Pensaba que el fracaso era suyo —dijo Esther, su esposa—. Le dije que la culpa no era suya, que no se puede esperar un resultado perfecto.” Sin embargo, su desmedido sentimiento de culpa bloqueó su mente y lo condujo al suicidio. Con frecuencia, se desarrolla un sentimiento de culpa exagerado cuando se asume una responsabilidad injustificada por el comportamiento de otras personas.

Aun en el caso de un niño, un padre puede influir poderosamente en su vida, pero no tener un control absoluto de ella. Si algo no resultara como uno lo ha planeado, pregúntese: ¿Acaso se debe a sucesos imprevistos que están más allá de mi control? (Eclesiastés 9:11.) ¿He hecho todo cuanto razonablemente puedo dentro de los límites de mi capacidad física, mental y emocional? ¿Eran mis expectativas demasiado elevadas? ¿Debo aprender a ser más razonable y modesto? (Filipenses 4:5.)

Pero ¿y si uno ha cometido un error grave y la culpa es suya? ¿Se corregirá el error por medio de fustigarse mentalmente de continuo? ¿Acaso no está dispuesto Dios a perdonar aun “en gran manera” si uno está genuinamente arrepentido? (Isaías 55:7.) Si Dios “no por todo tiempo seguirá señalando faltas”, ¿debería usted sentenciarse a una vida de angustia mental por causa de algún mal cometido? (Salmo 103:8-14.) Lo que a Dios le complace, y además aliviará la depresión que usted sufre, no es el que uno esté constantemente entristecido, sino el que dé pasos positivos para ‘corregir el abuso’. (2 Corintios 7:8-11.)

‘Olvide las cosas que quedan atrás’Algunos de nuestros problemas emocionales pudieran estar enraizados en el pasado, particularmente si fuimos

víctimas de algún trato injusto. Esté dispuesto a perdonar y olvidar. “¡Pero es que perdonar no es fácil!”, tal vez piense usted. Es cierto; pero es mejor que arruinar el resto de su vida meditando en lo que ya no tiene remedio.

El apóstol Pablo escribió: “Olvidando las cosas que quedan atrás [...] prosigo hacia la meta para el premio”. (Filipenses 3:13, 14.) Pablo no se entretuvo en meditar en el derrotero equivocado de vida que había llevado en el judaísmo, habiendo sido responsable, incluso, de aprobar el asesinato. (Hechos 8:1.) Al contrario, concentró sus esfuerzos en calificar para el premio futuro de la vida eterna. También María (véase la página 12) aprendió a no meditar en las cosas del pasado. En una ocasión, le echó en cara a su madre la manera en que esta la había educado. Su madre le había dado una especial importancia al atractivo y a la belleza física; por consiguiente, María era una perfeccionista y propendía a sentir celos de su atractiva hermana.

“Aunque estos celos ocultos eran la raíz del problema, yo las hacía a ellas responsables de mi comportamiento. Pero llegó el momento en que pensé: ‘En realidad, ¿qué importancia tiene de quién sea la culpa?’. Tal vez yo tenía algunas malas inclinaciones atribuibles a la educación que había recibido de mi madre; sin embargo, la cuestión era hacer algo para remediarlo. No debía continuar actuando de ese modo.” El reconocer esto ayudó a María a hacer los ajustes mentales necesarios a fin de ganar su lucha contra la depresión. (Proverbios 14:30.)

Su verdadero valorVistos estos factores, si uno ha de enfrentarse con éxito a la depresión, se requiere un punto de vista equilibrado

sobre su propia valía. El apóstol Pablo escribió: “Digo a todos ustedes que ninguno piense de sí mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con moderación”. (Romanos 12:3, Versión Popular.) El falso orgullo, así como el no ser consciente de sus limitaciones, y el perfeccionismo son todas maneras de sobrestimarse. No se debe ceder a tales tendencias; no obstante, evite irse al otro extremo.

Jesucristo destacó el valor individual de cada uno de sus discípulos al decir: “Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco valor, ¿no es verdad? Sin embargo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pero hasta los cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. No tengan temor; ustedes valen más que muchos gorriones”. (Lucas 12:6, 7.) Es tal el valor que tenemos ante Dios que hasta repara en nuestro más mínimo detalle. Como Él se interesa profundamente en la persona, sabe cosas acerca de nosotros que ni aun nosotros mismos sabemos. (1 Pedro 5:7.)

El que Sara reconociera que Dios tenía un interés personal en ella la ayudó a mejorar su amor propio. “Siempre había tenido un temor reverente por el Creador, pero entonces comprendí que Él se interesaba en mí como persona. Sin importar lo que mis hijos o mi esposo hiciesen, y prescindiendo de la formación que mis padres me dieron, me di cuenta de que yo tenía una relación de amistad personal con Jehová. Entonces comenzó a desarrollarse mi sentido de amor propio.”

Siendo el caso que Dios considera valiosos a sus siervos, nuestra valía no depende de la aprobación de otras personas. Por supuesto, no es agradable el que a uno se le rechace. Pero el que uno tome la aprobación o

desaprobación humana como punto de referencia para determinar su valía personal le hace vulnerable a la depresión. El rey David, un hombre según el propio corazón de Jehová, fue llamado en una ocasión “hombre que no sirve para nada”, literalmente un “hombre de inutilidad”. Sin embargo, David reconoció que el hombre que se había expresado en esos términos estaba afectado por un problema, y no consideró ese apelativo como determinante de su valía personal. De hecho, como es común entre las personas, Simeí más tarde se disculpó. Aun si alguien le criticase con razón, véalo como una crítica dirigida contra algo en concreto que uno ha hecho, no como una evaluación de su persona. (2 Samuel 16:7; 19:18, 19.)

El estudio personal que Sara realizó de la Biblia y de publicaciones basadas en ella, así como su asistencia a las reuniones de los testigos de Jehová, la ayudaron a colocar el fundamento para una relación con Dios. “Pero mi cambio de actitud hacia la oración fue lo que más me ayudó —dijo Sara—. Solía pensar que solo se oraba a Dios sobre cosas importantes, y que no se le debía molestar con problemas insignificantes. Ahora entiendo que puedo hablarle sobre cualquier cosa. Si estoy nerviosa respecto a una decisión que he de tomar, le pido que me ayude a estar calmada y ser razonable. Me siento aún más cerca de Él cuando veo que responde mis oraciones y me ayuda a hacer frente a cada día y a cada circunstancia difícil.” (1 Juan 5:14; Filipenses 4:7.)

No hay duda, la seguridad de que Dios tiene un interés personal en usted, entiende sus limitaciones y le dará la fortaleza para hacer frente a cada día es la clave en la lucha contra la depresión. No obstante, hay veces que, a pesar de lo que uno haga, la depresión persiste.

Persistir “hora a hora”“He probado con todo, incluso con complementos en la nutrición y antidepresivos —comenta Eileen, madre de

cuarenta y siete años de edad que ha luchado contra la depresión crónica por años—. He aprendido a corregir pensamientos impropios, y esto me ha ayudado a ser una persona más razonable. Pero la depresión persiste.”

El hecho de que la depresión persista no significa que usted no la está combatiendo con destreza. Los médicos no conocen todos los posibles remedios para este trastorno. Hay ocasiones en que la depresión es el efecto secundario de una medicación administrada contra una enfermedad grave. Por consiguiente, el empleo de esa medicación tiene un efecto compensatorio, pues puede beneficiar en el tratamiento de algún otro problema médico.

Naturalmente, el que uno confíe sus sentimientos a una persona comprensiva puede ayudar. No obstante, no hay ningún humano capaz de llegar a conocer realmente la profundidad de su agonía. Pero Dios sí la conoce y le ayudará. “Jehová me ha proporcionado fuerzas para seguir intentándolo —reconoció Eileen—. Él no ha dejado que me rinda y me ha dado esperanzas.”

Con la ayuda de Dios, el apoyo emocional de otras personas y sus propios esfuerzos, usted no será agobiado de tal modo que tenga que rendirse. Con el tiempo, usted se podrá ajustar a la depresión como a cualquier otra enfermedad crónica. Aguantar no es fácil, ¡pero es posible! Jean, cuya profunda depresión persistió, dijo: “No se trataba siquiera de una lucha día a día. Más bien, era una lucha hora a hora”. En el caso de ambas, Eileen y Jean, la esperanza prometida en la Biblia las ayudó a seguir adelante. ¿Cuál es esa esperanza?

Una valiosa esperanzaLa Biblia habla de un tiempo en el futuro cercano en el que Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no

será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:3, 4.) El Reino de Dios traerá entonces a todos sus súbditos terrestres una completa curación física y mental. (Salmo 37:10, 11, 29.)

No solo se removerá el dolor físico, sino también desaparecerá el angustioso dolor del corazón y su aflicción. Jehová promete: “Las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón. Pero alborócense y estén gozosos para siempre en lo que voy a crear”. (Isaías 65:17, 18.) ¡Qué alivio será para la humanidad verse libre de las cargas del pasado y poder levantarse cada día con la mente totalmente clara y despejada, deseosa de acometer las tareas de la jornada! Nunca más será estorbada la humanidad por la espesa niebla de la depresión.

Al no haber ‘más muerte ni lamento ni clamor’, el sentimiento por las trágicas pérdidas de seres queridos y las tensiones emocionales diarias que ahora inducen a la depresión habrán desaparecido. Como entonces la bondad amorosa, la veracidad y la paz predominarán en las relaciones entre unos y otros, también cesarán los enfrentamientos amargos. (Salmo 85:10, 11.) Al removerse los efectos del pecado, ¡qué gozo será el finalmente poder satisfacer a la perfección las normas divinas de la rectitud y disfrutar de plena paz interior!

Esta animadora perspectiva es un gran incentivo para persistir en la lucha sin importar cuán intensa llegue a ser la depresión. Porque en el nuevo mundo de Dios, la humanidad perfeccionada habrá conquistado la victoria absoluta sobre la depresión. ¡Qué buenas nuevas son estas!