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Cómo enfrentarse al desafío de cruzar el océano a nado http://www.conexionbrando.com/1462274-pensar-en-nada Cansado de las piletas donde competía, Matías Ola se entrena para unir los cinco continentes nadando. Para eso se alimenta, nada y medita. Las técnicas para salir de su cuerpo mientras bracea. Por Federico Bianchini El motivo no parece estar demasiado claro o, al menos, es múltiple, responde a varias causas. Por la aventura, por la idea de experimentar el nado en medio de la naturaleza, por no sentir la presión de las competencias de velocidad en las que participaba desde los 20 años. Quizá por el desafío, o por el reconocimiento que vendrá tras hacer algo a lo que muy pocos se animaron antes y que permitirá que alguien escuche eso que Matías Ola repite cada vez que puede: que el CeNARD, el centro de alto rendimiento donde entrena junto a otros

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Cómo enfrentarse al desafío de cruzar el océano a nadohttp://www.conexionbrando.com/1462274-pensar-en-nada

Cansado de las piletas donde competía, Matías Ola se entrena para unir los cinco continentes nadando. Para eso se alimenta, nada y medita. Las técnicas para salir de su cuerpo mientras bracea.

Por Federico Bianchini

El motivo no parece estar demasiado claro o, al menos, es múltiple, responde a varias causas. Por la aventura, por la idea de experimentar el nado en medio de la naturaleza, por no sentir la presión de las competencias de velocidad en las que participaba desde los 20 años. Quizá por el desafío, o por el reconocimiento que vendrá tras hacer algo a lo que muy pocos se animaron antes y que permitirá que alguien escuche eso que Matías Ola repite cada vez que puede: que el CeNARD, el centro de alto rendimiento donde entrena junto a otros atletas de elite, sólo está en Buenos Aires, que en el resto del país no hay instalaciones tan buenas. En julio, este tucumano, nadador con apellido acorde, sin experiencia en aguas frías, medalla de oro y de plata en el Sudamericano de Venezuela en 2010 (200 y 800 metros libres), decidió animarse a las aguas abiertas.

Haciendo archivo, buscando experiencias previas de otros nadadores descubrió a Marcos

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Díaz, un dominicano que como parte de los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas unió a nado los cinco continentes.

En varias páginas de Internet se lo ve a Díaz, en el Estrecho de Bering, gorra, antiparra, guantes, traje de neopreno. Pero Matías, 27 años, residente del CeNARD, no quería hacer lo mismo. Quería hacer algo más. Así, se reunió con la psicóloga Patricia Wightman, encargada y fundadora del servicio de psicología del deporte de esa institución, y le propuso un proyecto para "unir el mundo". "Le gustó la idea. Me dijo que si quería atravesar esas aguas heladas sin ningún tipo de protección sólo había una persona que podía ayudarme. Y me presentó a María Inés Mato".

María Inés Mato, 45 años, pelo corto, la pierna derecha amputada a la altura de la rodilla, el gesto tranquilo, hizo cosas que otros no hubieran imaginado posibles. Nadó en lugares donde nadie había nadado. Nadó, casi desnuda -con una gorra, un traje de baño- donde otros habían braceado protegidos con grasa en el cuerpo, con trajes de neopreno. Nadó en el Mar Báltico, en el canal Beagle, en las islas Malvinas; en el ventisquero negro, el agua casi helada. Se sumergió en la Antártida. Demostró que no es cierto aquello de que después de siete minutos en aguas hipotérmicas el corazón deje de latir.

"Con ella organizamos todo", dice Matías y cuenta que ese "todo" se divide en cinco partes. La primera: de Europa a África, los 20 kilómetros del Estrecho de Gibraltar, de Tarifa a Marruecos. La segunda: entre Oceanía y Asia, de Papúa Nueva Guinea a las costas de Indonesia. Luego, la unión de Africa y Asia a través del Mar Rojo, de las costas de Jordania a las playas de Egipto. La cuarta, más corta y complicada, el Estrecho de Bering que une la isla Diómedes Mayor, perteneciente a Rusia, con la Diómedes, de los Estados Unidos. Cuatro kilómetros que dividen Europa con América a una temperatura de entre tres y dieciocho grados. "El proyecto, que durará dos años, va a terminar a fines de 2013 en la Isla de los Estados, Ushuaia. Conceptualmente, será como nadar en el Fin del Mundo."

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Mato, que vendría a ser una especie de mentora del proyecto, cree que el aspecto físico es solamente una parte de la preparación. "El entrenamiento es un proceso muy complejo. Hay cosas que se ven y otras que no. Antes de una gran travesía uno se imagina todo el tiempo lo que va a venir. De alguna manera, está entrenando las veinticuatro horas del día." Su discípulo también lo cree.

Brando: ¿Nunca habías nadado en aguas frías? Matías: No. La primera vez fue hace muy poco. El agua de las piletas del CeNARD suele estar a 26 o 27 grados. Así que para ir acostumbrando el cuerpo viajamos a Mar del Plata. Hicimos cuatro sesiones de media hora, en días de tormenta, con temperatura de 12 o 13 grados. Y vamos a viajar al sur para entrenar en lagos con temperaturas cada vez más bajas: Moreno, Nahuel Huapi, Mascardi, lago Argentino y, finalmente, la pared sur del glaciar Perito Moreno, con agua a cinco grados.

- ¿Cómo respondió el cuerpo la primera vez que te metiste en el agua helada? - El impacto fue el mismo al ducharse con agua bien fría: suben las pulsaciones, aumenta el ritmo cardíaco. Tuve que tranquilizarme y acomodar la respiración: sin embargo, sentía que, desde dentro, se irradiaba un calor que me permitía soportar esa temperatura. Las sesiones que siguieron no fueron tan duras como la primera: todo se fue equilibrando, y entendí que el cuerpo es como un mecanismo que podés manejar con la cabeza. María Inés dice que cualquier persona podría nadar, como ella nadó, en aguas a cero grados. Que obviamente tenés que tener una cierta preparación, pero que, sobre todo, tenés que creer

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que podés hacerlo.

En octubre, el New York Times publico una nota donde contaba la experiencia que Kevin Thompson, jefe de deportes y ciencias del ejercicio de la Universidad Northumbria en el norte de Inglaterra, había hecho con ciclistas profesionales. En principio, Thompson les dijo a los deportistas que pedalearan en una bicicleta fija lo más rápido que pudieran durante cuatro mil metros. Los filmó. Luego, les pidió que compitieran contra un avatar, la figura de un ciclista en una pantalla de computadora que tenían frente a ellos. A cada deportista se le mostraron dos avatares. Uno, eran ellos mismos en tiempo real, avanzando en una pista virtual, a la velocidad que pedaleaban en la bicicleta fija. La otra figura, se suponía, reproducía el ritmo de sus máximos esfuerzos. Era mentira. Thompson programó al segundo avatar para que tuviera la máxima velocidad del ciclista con un dos por ciento más de potencia (uno por ciento más de velocidad). Al final de la prueba, los resultados fueron claros. Todos habían superado su mejor tiempo.

Matías entrena a la mañana y a la tarde. Siete kilómetros por sesión, quince por día. Antes, hacía cien pases de cien metros buscando mejorar la velocidad. Ahora, a veces son cuatro pasadas de dos mil quinientos o tres mil quinientos metros. Una vez por semana va a San Isidro y nada en el río. Dos horas sin detenerse, con hidratación cada treinta minutos, hace la ruta que le indican desde el bote.

La semana pasada fue una hora con corriente a favor y otra con corriente en contra. Para un velocista acostumbrado a las piletas, la corriente es un ancla atada al tobillo, apoyada en el barro del fondo del río. "Me sentía inútil porque me guiaba por lo que tenía alrededor. Veía un árbol a la izquierda, nadaba veinte minutos y el árbol seguía ahí, quieto. Me desmoralizaba y tenía ganas de bajar los brazos. De decir: basta. María Inés me explicaba que en esos casos, aunque sea difícil, hay que sacar de la cabeza el pensamiento de no avance. Hay que escuchar las instrucciones de los que están arriba del bote, que te ven y se dan cuenta de que aunque lento seguís en movimiento."

Dice Matías que con estos ejercicios trabaja la parte aeróbica. Que también cambió la dieta. Desayuna y merienda: queso, leche, yogur y cereales. Lunes, miércoles y viernes, en el almuerzo y la cena, come pastas; carbohidratos que quemará en el doble turno de entrenamiento. Martes y jueves, para equilibrar, carne o pollo. Verduras hay siempre.

De velocista a fondista, para aumentar la masa muscular y la grasa en el cuerpo, pasó de una comida de tres mil calorías a una de cinco mil. Antes, era un plato de fideos. Ahora, es un plato y medio. O dos. Dice que así perfecciona "la máquina" para atravesar largas distancias. Y que, luego, está el otro tipo de entrenamiento.

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Además de correr, levantar pesas, hacer abdominales, sentadillas, flexiones de brazos, los deportistas de alto rendimiento imaginan. Los nadadores pueden pensar la pileta como un río lleno de camalotes, con barcos que los acompañan o gente que aplaude desde la orilla. Wightman llama a estos estados transitorios de la conciencia. En ellos, cuenta, interviene el entrenamiento mental: durante el juego, el atleta es un actor representando un papel. Sólo en los casos en que estos estados surgen sin que él o ella se lo proponga se habla de una alucinación, de un hecho patológico.

El neurólogo y atleta Roger Bannister, que el 6 de mayo de 1954 se convirtió en el autor de la llamada "milla milagro" al correr esa extensión (1.609 metros) en menos de cuatro minutos, definió: "Para un deportista, el órgano más importante no es el corazón ni los pulmones sino el cerebro".

- ¿Cuál es el otro tipo de entrenamiento? - Paralelamente al entrenamiento físico, hago meditaciones, que son importantes para lograr la adaptación al agua helada, para poder bajar el nivel de concentración a cero. Son grabaciones que duran de veinte a cuarenta y cinco minutos, con música y la voz de una mujer que habla y me lleva a un estado de relajación total.

Por otra parte, uso un aparato que se llama sincronizador, con el que trabajo sentidos del

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cuerpo que comúnmente no ponemos en práctica. Es como una especie de consola, conectada a unos auriculares y unos anteojos. Al ponérmelos escucho sonidos irregulares y veo luces de colores que van titilando de acuerdo a los sonidos. Así se estimula el hemisferio derecho del cerebro, las áreas que no solemos usar.

También trabajo con visualizaciones. Al pasar de velocista a fondista tuve que cambiar varias cosas. Los entrenamientos del velocista son más cortos. Pero ir y volver en una pileta durante dos horas y media pueden enloquecerte: para resistir el desgaste de ese movimiento repetitivo y constante, tenés que mantener la cabeza ocupada en otra cosa. Después de nadar horas y horas, si el cuerpo está cansado y no da más, si ya llegaste al ciento por ciento de tu capacidad física, con la visualización podés llegar al 110 o 120 por ciento.

- ¿Cómo? - Tratando de manejar los pensamientos. De salir del lugar donde está tu cuerpo. Por ejemplo, al entrenar en el río o en aguas frías, pensaba en cosas que me ponían contento. Me imaginaba en el estrecho de Bering, en medio del cruce. Sé que todavía falta un año y medio, pero en esos casos, en San Isidro o en la pileta del CeNARD, lo pienso como si lo estuviera viviendo.

Wightman llama al recurso de evadirse durante el entrenamiento distracción de la atención. Mucha concentración en un mismo objeto u acción cansa. Por eso, en las rutinas largas, para aliviar el cuerpo y soportar el tedio, los deportistas piensan en otra cosa. Se imaginan en un lugar distinto: en la inmensidad del mar, moviéndose en la cama, llegando a la meta o acompañados de una foca; lo que sea para lograr, en medio de tanto esfuerzo, esa sensación conocida como felicidad.

Ansiedad y presión, dos factores a controlar antes de salir a la canchaExpertos destacan la importancia de contar con la asistencia de psicólogos del deporte

Por Fabiola Czubaj | LA NACION

http://www.lanacion.com.ar/1274200-ansiedad-y-presion-dos-factores-a-controlar-antes-de-salir-a-la-cancha

Ponerse la camiseta -y sobre todo la argentina- para salir a la cancha a competir a la altura de lo que millones de espectadores esperan desde el primer segundo de juego demanda gran

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capacidad para manejar esa mezcla de ansiedad, presiones y temores, tan traicionera. Y, más aun, si se trata del deporte que más "especialistas" tiene en la Argentina.

La preparación mental para actuar en equipo es tan importante como la física para lograr el éxito deportivo. Faltando pocas horas para el puntapié inicial que dará la Selección en Sudáfrica, ¿cómo funciona la psiquis en una competencia que provoca tanta ansiedad?

"La mayoría de los jugadores en este Mundial están triunfando en las ligas más exigentes del mundo y están preparados psicológicamente para enfrentar presiones y exigencias de un campeonato. Pero es importante distinguir entre un club y la selección. El exceso de responsabilidad y el miedo de no poder dar lo que el otro espera de mí, o a lesionarse hace que no todos los jugadores estén preparados para esa tarea. Para algunos, el Mundial será un gran desafío", opinó el licenciado Marcelo Roffé, presidente de la Asociación de Psicología del Deporte Argentina.

Es que, como ya se anticipa en los debates al paso en algún bar o en las discusiones más especializadas, representar en el fútbol a países como la Argentina, Brasil o Uruguay puede volverse un desafío aún mayor que ganar la Copa mundialista. "Y más aún a un país con 40 millones de técnicos como el nuestro, y donde el exitismo hace caminar por la delgada línea que divide el éxito del fracaso", agregó el autor del libro Psicología del jugador de fútbol , con la cabeza hecha pelota (Lugar Editorial), entre otros.

A diferencia de los atletas que se preparan para los Juegos Olímpicos, los jugadores de fútbol ponen a prueba en la cancha sus habilidades físicas y psicológicas todas las semanas.

Esa exposición, junto con la orientación de especialistas en psicología del deporte, les va dando recursos para no dejar que factores como la ansiedad, el miedo, el nerviosismo y las presiones del entorno los supere.

"Tenemos un equipo de jugadores con gran habilidad, mucho talento y mucha experiencia. A niveles tan altos del fútbol, la sobreactivación de la psicofisiología la pueden transformar en una mayor agresividad instrumental", explicó a LA NACION la doctora Patricia Wightman, fundadora y responsable del Departamento de Psicología del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard).

Esa agresividad instrumental, o positiva, no es exclusiva de los deportistas de elite. "Todos la tenemos -aseguró la especialista, que es médica y psicóloga-. Es la que gatilla las hormonas y los neurotransmisores que se necesitan para enfrentar con más asertividad y contundencia una tarea. Esa agresividad positiva aumenta la respuesta fisiológica del atleta."

De pizarrón

Con la misma precisión con que se diseñan las jugadas o se definen las posiciones en el campo de juego, es necesario también potenciar los principales pilares de la fortaleza mental en la cancha.

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Son ellos la motivación, la concentración, el manejo de los miedos y las presiones, la autoconfianza, la toma de decisiones y la cohesión de equipo. "Son fundamentales", aseguró Roffé, que sumó a la lista a la formación de la mentalidad ganadora y la tolerancia a la frustración.

"Se calcula que este Mundial tendrá unos 670 millones de espectadores en todo el mundo -planteó-; si se sale a la cancha pensando en eso, sería imposible rendir bien. En algunos casos, es muy importante trabajar la focalización en la tarea para poder tener el máximo rendimiento sin bloquearse."

Las selecciones de España, Inglaterra y Brasil, por ejemplo, cuentan en sus planteles con especialistas en psicología del deporte que asistirán a los jugadores durante el mes que dura el Mundial. "Es muy importante contar con alguien en quien descargar la ansiedad o los problemas que vayan surgiendo, o que pueda actuar en las distintas crisis que son imposibles de prever y mantener la coherencia interna", detalló Wightman, que integra el selecto grupo de 250 consultores certificados en el mundo por la Asociación Estadounidense de Psicología del Deporte Aplicada.

En los equipos en que hay tanto en juego, esos especialistas forman parte de un equipo interdisciplinario que resguarda la unidad cuerpo-mente a través del descanso reparador, la alimentación saludable, el manejo de noticias desagradables que puedan surgir, los roces personales, etcétera. Ante la consulta de LA NACION, fuentes del equipo médico de la AFA indicaron que la institución no cuenta con psicólogos.

Paso a paso

Hoy, cuando la selección salga a la cancha, los partidos comenzarán a jugarse uno por uno. Y el apoyo de los hinchas en ese camino es parte del entorno de los jugadores.

"Es importante evitar el desgaste antes y después del primer partido para mantener durante toda la competencia un ambiente que no sea ambiguo para el equipo y en el que se sientan contenidos y les permita lograr una buena concentración", dijo Wightman.

Además, en el mes que dura el Mundial, la motivación puede disminuir y es ahí, según la especialista, cuando importa la energía interna que da la cohesión del equipo, la fluidez en el trato con el entrenador y la retroalimentación constante con el público, ya sea porque jugaron bien o no. "A partir de hoy, los partidos se piensan uno a uno. Y, luego de ganar un partido, un festejo controlado y pensar nuevamente en el siguiente juego", finalizó.

Con la fuerza de su ilusiónHazaña: María Inés Mato, una nadadora que perdió la pierna derecha en un accidente, cruzó ayer el Canal de la Mancha.

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Martes 26 de agosto de 1997

La nadadora María Inés Mato consiguió una proeza reservada a unos pocos deportistas del planeta: cruzó el Canal de la Mancha, en un tiempo de 12h47m. Su logro, certificado por la Channel Swimming Association (la entidad que regula los cruces), tiene un mayor valor, ya que Mato, de 32 años, perdió la pierna derecha en un accidente automovilístico en su niñez.

Esta hazaña transformó a María Inés Mato en la segunda argentina que consiguió unir las costas inglesa y francesa; la primera fue Enriqueta Duarte, una nadadora convencional, en 1951. Además, es la segunda mujer con limitaciones motrices del mundo que completa con éxito el itinerario.

Una vez concluida la travesía, María Inés mantuvo una conversación telefónica con La Nación . "Respeté todo lo que habíamos establecido en las prácticas con mi entrenador, Claudio Plit, y así pude completar el recorrido tal como lo imaginé", dijo emocionada.

La nadadora argentina comenzó la travesía a las 5 de la mañana, en las cercanías de la ciudad de Folkestone, en Inglaterra. Allí la esperaba un trayecto estimado de 40 kilómetros, que finalmente debió extenderse por los difíciles cambios de corriente que dominaban el Canal, hasta llegar a la ciudad francesa de Wischamps, cercana a Calais. Durante toda su empresa fue apoyada por su entrenador, Plit, que siguió su esfuerzo desde una lancha.

La nadadora, que contó con el apoyo de la secretaría de Promoción Social de la ciudad de Buenos Aires, señaló: "Soporté tres corrientes de diferentes direcciones y los raz (característicos remolinos que se forman en la superficie), por lo que mi trayectoria fue como una ese".

No sólo debió luchar con las vehementes aguas y su baja temperatura -menor a 20º- sino que además soportó lluvias toda la mañana y un fuerte viento, luego del mediodía. "Nada me iba a impedir llegar a Francia -explicó la nadadora-; ni siquiera un bajón físico que tuve, promediando la ruta, aunque pude recuperarme. Cuando vi la costa francesa, supe que mi sueño se había cumplido..."

Junto a un experto

Quien planificó el intento de María Inés Mato fue el santafecino Claudio Plit, un hombre con sobrados antecedentes en el cruce del Canal de la Mancha.

Plit, que fue varias veces campeón mundial de aguas abiertas, logró vencer el difícil reto dos veces, en 1979 y 1981. Ahora radicado en Canadá, Plit preparó a otros ocho nadadores que, como María Inés, superaron el gran desafío.

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A Little Deception Helps Push Athletes to the Limit

The trained bicyclists thought they had ridden as fast as they possibly could. But Kevin Thompson, head of sport and exercise science at Northumbrian University in England, wondered if they go could even faster.

So, in an unusual experiment, he tricked them.

In their laboratory, Dr. Thompson and his assistant Mark Stone had had the cyclists pedal as hard as they could on a stationary bicycle for the equivalent of 4,000 meters, about 2.5 miles. After they had done this on several occasions, the cyclists thought they knew what their limits were.

Then Dr. Thompson asked the cyclists to race against an avatar, a figure of a cyclist on a computer screen in front them. Each rider was shown two avatars. One was himself, moving along a virtual course at the rate he was actually pedaling the stationary bicycle. The other figure was moving at the pace of the cyclist’s own best effort — or so the cyclists were told.

In fact, the second avatar was programmed to ride faster than the cyclist ever had — using 2 percent more power, which translates into a 1 percent increase in speed.

Told to race against what they thought was their own best time, the cyclists ended up matching their avatars on their virtual rides, going significantly faster than they ever had gone before.

While a 2 percent increase in power might seem small, it is enough to make a big difference in a competitive event that lasts four to five minutes, like cycling for 4,000 meters. At the elite level in sports, a 1 percent increase in speed can determine whether an athlete places in a race or comes in somewhere farther back in the pack.

The improved times observed in his experiment, said Dr. Thompson, are “not just day-to-day variability, but a true change in performance.” And they give rise to some perplexing questions.

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What limits how fast a person can run or swim or cycle or row? Is it just the body — do fatigued muscles just give out at a certain point? Or is the limit set by a mysterious “central governor” in the brain, as Timothy Noakes, professor of exercise and sports science at the University of Cape Town in South Africa, has called it, that determines pacing and effort and, ultimately, performance?

Until recently, exercise physiologists have mostly focused on the muscles, hearts and lungs of athletes, asking whether fatigue comes because the body has reached its limit.

But athletes themselves have long insisted that mental factors are paramount. Roger Bannister, the first runner to break the four-minute mile, once said: “It is the brain, not the heart or lungs that is the critical organ. It’s the brain.”

Now researchers like Dr. Thompson are designing studies to learn more about the brain’s influence over athletic performance.

For example, Jo Corbett, a senior lecturer in applied exercise physiology at the University of Portsmouth in England, wondered how much competition can affect an athlete’s speed. To find out, he asked cyclists to ride as hard and as fast as they could on a stationary bicycle for the equivalent of 2,000 meters. As he rode, each rider was shown an on-screen figure representing the cyclist riding the course.

Then Dr. Corbett and his colleagues told each athlete that he would be racing against another rider hidden behind a screen. The researchers projected two figures on the screen, one the outline of the rider and the other the outline of the competitor.

In fact, the competitor on the screen was a computer-generated image of the athlete himself in his own best attempt to ride those 2,000 meters.

The cyclists rode furiously through the on-screen race. And, as happened in Dr. Thompson’s experiments, the cyclists beat their best times, finishing with a burst of speed that carried them to virtual victory by a significant length.

Dr. Corbett said the extra effort, above and beyond what the athletes had previously demonstrated, seems to come from the anaerobic energy system, one that is limited by the amount of fuel stored in muscle. The brain appears to conserve the body’s limited fuel to a certain degree, not allowing athletes to work too hard.

But in a race, he said, the brain seems to allow athletes to tap more deeply into energy stores than would ordinarily be permitted. “Competition is able to motivate you to dip further,” Dr. Corbett said.

Money, in contrast, does not increase individual performance, Dr. Corbett said — at least, not in research experiments. Physiologists have asked athletes to go as fast as they can on a course and then offered money if the athletes could beat their own best times. They could not.

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Still, there must be a limit to how fast an athlete can go, even with the most intense competition or even with deception. In a new study, Dr. Thompson tried to find what that limit is.

He used the same method as before: Cyclists on stationary bikes raced an on-screen avatar going a bit faster than the cyclist’s own best time. In one group, the only variable was competition. Cyclists were told that the avatar would be going 2 percent faster or 5 percent faster than the cyclist had ever gone.

The other group was deceived. Each cyclist was told to compete against an avatar that would be moving as fast as that athlete had in his best effort. Actually, the avatar was programmed to race 2 percent harder or 5 percent harder. (A 5 percent increase in power translates into a 2 percent increase in speed, Dr. Corbett said.)

The cyclists in the first group gave up from the start when they knew the avatar would be moving faster than they ever had — even when the avatars were going 2 percent harder than the cyclists’ own best times. Instead, the athletes matched their own best efforts.

As had been observed in previous experiments, cyclists in the second group, who were deceived, kept up with their avatars when they were programmed to perform 2 percent harder than each athlete at his best. But 5 percent was just too much: The athletes kept up for about half the race, then gave up.

In the end, their overall pace was no better than it had been in their best effort without the avatar. Some seemed to do even worse than their previous best effort.

“It comes back to the belief system within the athlete,” Dr. Thompson said. Within limits, if an athlete thinks a certain pace is possible, he or she can draw on an energy reserve that the brain usually holds in abeyance.

One lesson, Dr. Thompson said, is that coaches can eke better performances out of athletes by means of small deceptions.

When an athlete has reached a plateau, a coach might tell an athlete in a training session that the course distance is slightly shorter than it actually is, for example, or that his or her speed at each interval is slightly slower than it is.

The new research suggests that this strategy may bring about an increase in performance, and Dr. Thompson said that it has been used to coach elite middle-distance athletes, although he declined to provide details.

But it is a risky approach, he added: Even small deceptions can erode the trust between athlete and coach.

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Un pequeño engaño ayuda a empujar los deportistas al límiteLos ciclistas entrenados pensaron que habían viajado tan rápido como les fuera posible. Sin embargo, Kevin Thompson, director del deporte y ciencias del ejercicio en la Universidad de Northumbria en Inglaterra, se preguntó si podía ir aún más rápido.Por lo tanto, en un experimento inusual, les ha engañado.En su laboratorio, el Dr. Thompson y su asistente Mark Stone había tenido a los ciclistas pedalear tan fuerte como podían en una bicicleta estacionaria por el equivalente a 4.000 metros, cerca de 2.5 millas. Después de haber hecho esto en varias ocasiones, los ciclistas pensaban que sabían lo que eran sus límites.A continuación, el Dr. Thompson pidió a los ciclistas para competir contra un avatar, una figura de un ciclista en una pantalla de computadora al frente ellos. A cada corredor se le muestran dos avatares. Uno era él mismo, moviéndose a lo largo de un curso virtual a la tasa que en realidad estaba pedaleando en la bicicleta estática. La otra figura se movía al ritmo del mejor esfuerzo propio del ciclista - o por lo que los ciclistas se les dijo.De hecho, el avatar se les programó para viajar más rápido que el ciclista ha tenido - con potencia de 2 por ciento más, que se traduce en un aumento del 1 por ciento en la velocidad.Dijo que la carrera contra lo que ellos pensaron era su mejor tiempo, los ciclistas terminaron emparejando sus avatares en sus paseos virtuales, va mucho más rápido de lo que nunca había ido antes.Si bien un aumento del 2 por ciento en el poder puede parecer pequeño, es suficiente para hacer una gran diferencia en un evento competitivo que dura de cuatro a cinco minutos, como el ciclismo de 4.000 metros. En el nivel de la élite en el deporte, un aumento del 1 por ciento en la velocidad puede determinar si un atleta lugares en una carrera o se presenta en algún lugar más atrás en el paquete.Los mejores tiempos se observa en el experimento, dijo el Dr. Thompson, "no son simplemente el día a día la variabilidad, sino un verdadero cambio en el rendimiento." Y que dan lugar a algunas de las preguntas desconcertantes.Lo que limita qué tan rápido puede correr una persona o nadar o ciclo o de la fila? ¿Es sólo el cuerpo - no sólo los músculos fatigados dar a conocer en un momento determinado? ¿O es el límite establecido por una misteriosa "gobernador central" en el cerebro, como Timothy Noakes, profesor de educación física y ciencias del deporte en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, lo ha llamado, lo que determina el ritmo y el esfuerzo y, en última instancia, el rendimiento?Hasta hace poco, los fisiólogos del ejercicio han centrado sobre todo en los músculos, el corazón y los pulmones de los atletas, y preguntó si la fatiga viene porque el cuerpo ha alcanzado su límite.Pero los atletas mismos han insistido en que los factores mentales son primordiales. Roger Bannister, el primer corredor en romper la milla en cuatro minutos, una vez dijo: "Es el cerebro, no el corazón o los pulmones que es el órgano crítico. Es el cerebro ".Ahora los investigadores como el Dr. Thompson están diseñando estudios para aprender más acerca de la influencia del cerebro sobre el rendimiento deportivo.

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Por ejemplo, Jo Corbett, catedrático de fisiología del ejercicio aplicada en la Universidad de Portsmouth en Inglaterra, se preguntó cuánto la competencia puede afectar a la velocidad de un atleta. Para averiguarlo, le pidió a los ciclistas a montar tan duro y tan rápido como pudieron en una bicicleta estacionaria por el equivalente a 2.000 metros. Mientras cabalgaba, cada piloto ha demostrado una figura en la pantalla que representa el ciclista del curso.Luego, el Dr. Corbett y sus colegas dijeron que cada atleta que iba a ser una carrera contra otro piloto escondido detrás de una pantalla. Los investigadores proyectaron dos figuras en la pantalla, una el contorno del piloto y el otro el contorno de la competencia.De hecho, el competidor en la pantalla era una imagen generada por ordenador del propio deportista en su intento más propia para montar los 2.000 metros.Los ciclistas pedalearon con furia a través de la carrera en la pantalla. Y, como ocurrió en los experimentos del Dr. Thompson, los ciclistas volverán sus mejores tiempos, terminando con una explosión de velocidad que los llevó a la victoria virtual por un período significativo.Dr. Corbett dijo que el esfuerzo extra, más allá de lo que los atletas habían demostrado con anterioridad, parece venir desde el sistema de energía anaeróbica, que está limitada por la cantidad de combustible almacenado en el músculo. El cerebro parece conservar el combustible limitada del cuerpo, hasta cierto punto, no permitiendo a los atletas a trabajar muy duro.Pero en una carrera, dijo, el cerebro parece permitir a los atletas para aprovechar más profundamente en las reservas de energía que de ordinario se le permitiría. "La competencia es capaz de motivar a sumergir aún más", dijo el Dr. Corbett.El dinero, en cambio, no aumenta el rendimiento individual, el Dr. Corbett dijo - por lo menos, no en experimentos de investigación. Los fisiólogos han pedido a los atletas a ir tan rápido como les sea posible en un curso y luego le ofreció dinero si los atletas podría batir sus mejores tiempos propios. No pudieron.Sin embargo, debe haber un límite a lo rápido que un atleta puede ir, incluso con la competencia más intensa, o incluso con el engaño. En un nuevo estudio, el Dr. Thompson trató de encontrar lo que es el límite.Él utilizó el mismo método que antes: los ciclistas en bicicletas fijas corrió un avatar en la pantalla va un poco más rápido que el mejor tiempo del ciclista. En un grupo, la única variable fue la competencia. Los ciclistas se les dijo que el avatar se va del 2 por ciento más rápido o más del 5 por ciento más rápido que el ciclista había ido nunca.El otro grupo fue engañado. Cada ciclista se le dijo que competir contra un avatar que se mueve tan rápido como el deportista tenía en su mejor esfuerzo. En realidad, el avatar se programó para competir con el 2 por ciento más duro o más difícil de un 5 por ciento. (Un aumento del 5 por ciento en energía se traduce en un incremento del 2 por ciento en la velocidad, el doctor dijo Corbett.)Los ciclistas en el grupo dio por primera vez desde el principio, cuando sabían que el avatar se mueve más rápido de lo que alguna vez ha tenido - incluso cuando los avatares iban del 2 por ciento más que los propios ciclistas mejores tiempos. En cambio, los atletas igualado sus mejores esfuerzos propios.Como se había observado en los experimentos anteriores, los ciclistas en el segundo grupo, que fueron engañados, mantenerse al día con sus avatares en que fueron programados para llevar a cabo el 2 por ciento más duro que cada atleta en su mejor momento. Sin embargo, el 5 por ciento era demasiado: Los atletas mantienen cerca de la mitad de la carrera, a

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continuación, se rindió.Al final, el ritmo general no era mejor que lo había sido en su mejor esfuerzo, sin el avatar. Algunos parecían hacer aún peor que su mejor esfuerzo anterior."Se vuelve al sistema de creencias dentro de la atleta," dijo el Dr. Thompson. Dentro de ciertos límites, si un atleta piensa que un determinado ritmo es posible, él o ella puede recurrir a una reserva de energía que el cerebro normalmente mantiene en suspenso.Una de las lecciones, el Dr. Thompson, dijo, es que los entrenadores pueden ganarse un mejor rendimiento de los atletas por medio de pequeños engaños.Cuando un atleta ha alcanzado una meseta, un entrenador puede decirle a un atleta en una sesión de entrenamiento que el curso a distancia es un poco más corto de lo que realmente es, por ejemplo, o que su velocidad en cada intervalo es ligeramente más lento de lo que es.La nueva investigación sugiere que esta estrategia puede dar lugar a un aumento en el rendimiento, y el Dr. Thompson dijo que se ha utilizado para entrenar a la élite de media distancia los atletas, aunque se negó a dar detalles.Pero es un enfoque de riesgo, agregó: Incluso pequeños engaños puede erosionar la confianza entre el atleta y el entrenador.

Roger Bannister Saltar a: navegación, búsqueda

Sir Roger Banister.

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Roger Gilbert Bannister (Londres, Inglaterra; 23 de marzo de 1929) es un atleta británico, ya retirado que fue especialista en pruebas de mediofondo. Es reconocido a nivel internacional por haber sido el primer hombre en la historia capaz de recorrer una milla (1.609 metros) en menos de 4 minutos. Tras su carrera deportiva comenzó a trabajar como neurólogo, llegando a ser el Master del Pembroke College de Oxford antes de retirarse en 2001.

[editar] Vida

Bannister era hijo de una familia adinerada, y se educó en algunas de las mejores escuelas de Inglaterra. Compaginó el atletismo con sus estudios de medicina en la Universidad de Oxford.

En 1950 logró una medalla de bronce en los 800 metros de los Campeonatos de Europa disputados en Bruselas. Dos años más tarde participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, donde estuvo cerca de lograr una medalla, finalizando 4º en los 1.500 metros con 3:46,0

Pero su hazaña más importante y por la que es más conocido la realizó el 6 de mayo de 1954 en el transcurso de un encuentro atlético que tuvo lugar en las pistas de Iffley Road en Oxford. Había 3.000 espectadores presenciando la prueba, y Bannister logró la victoria en la milla con un tiempo de 3:59,4 siendo el primer hombre en la historia en bajar de los 4 minutos.

La carrera fue todo un acontecimiento en Inglaterra y fue retransmitida por la cadena de radio de la BBC, y el comentarista era el antiguo campeón olímpico de los 100 metros Harold Abrahams.

La hazaña de Bannister pasó a ser conocida como la "milla milagro", ya que algunos dudaban de que fuera posible cubrir esa distancia en menos de 4 minutos. Sin embargo esto formaba parte del mito que rodeaba a esta prueba, propagado por los periodistas y comentaristas deportivos, y se debía más a ser un "número redondo" que a un análisis técnico detallado. De hecho la nueva marca solo mejoraba en 2 segundos el récord mundial anterior que estaba en poder del sueco Gunder Hägg desde hacía nueve años.

Solo 46 días después, el 21 de junio, el récord de Bannister fue batido en Turku, Finlandia, por el australiano John Landy, que corrió la distancia en 3:58,0.

A raíz de esto se generó una gran expectación por ver un enfrentamiento directo entre estos dos atletas en una misma carrera. Esta tuvo lugar el 7 de agosto de ese mismo año en los Juegos de la Commonwealth celebrados en Vancouver. Era la primera vez que Bannister y Landy competían juntos. Landy dominó durante la mayor parte de la prueba llegando incluso a cobrar una pequeña ventaja en la tercera vuelta. Pero el final de Bannister era más poderoso y acabó ganando con un tiempo de 3:58,8 por los 3:59,6 de Landy que fue segundo.

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Esta carrera fue un gran acontecimiento seguido ampliamente por los medios de comunicación en todo el mundo, y los británicos lo celebraron como un gran éxito nacional. En 1967 el escultor canadiense Jack Harman realizaría una escultura en bronce en la que aparecen los dos atletas corriendo, y que adornó por muchos años la entrada del estadio de Vancouver. Cuando el estadio fue demolido, la estatua se trasladó a otro lugar.

Pocas semanas después de su victoria sobre Landy, Bannister ganó la medalla de oro de los 1.500 metros en los Campeonatos de Europa disputados en Berna con 3:43,8.

Después de ese año Bannister se retiró del atletismo para concentrarse en su profesión, y llegaría a ser un distinguido neurólogo.

Recibió muchos honores tanto en su país como fuera de él. Fue el primero en ser elegido como "deportista del año" por la revista americana Sports Illustrated. También fue el primer Presidente del Consejo Inglés de Deportes, y la reina de Inglaterra le nombró caballero en 1975 por sus servicios.

La historia de Bannister ha sido objeto de dos adaptaciones televisivas. La primera es una miniserie de 1988 titulada "The Four Minute Mile", protagonizada por Michael York. La segunda es un telefilm de 2005 titulado "Four Minutes", con Jamie Machlachlan en el papel de Bannister.